La práctica de la cooperación en el mundo del conocimiento: ¿globalización o epistemicidio? Breves reflexiones sobre el caso en Africa Occidental1.

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La práctica de la cooperación en el mundo del conocimiento: ¿globalización o epistemicidio? Breves reflexiones sobre el caso en Africa Occidental1.

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Comunicación al VI Congreso Internacional de Educación Superior-La Habana 2008. “La universalización de la Universidad por un mundo mejor”.

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Jordi Tomàs

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A Joseph Ki-Zerbo, i.m.

! Resumen

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Hace casi dos décadas, el recientemente fallecido Joseph Ki-Zerbo, se quejaba amargamente de

la huída de universitarios africanos hacia los países occidentales. Corría el año 1989 cuando este historiador burkinabé organizó un exitoso congreso en Bamako para reflexionar sobre el desarrollo endógeno. Aunque algunas instituciones públicas y algunas ONG han incorporado en su discurso ciertos elementos del desarrollo endógeno, la verdad es que en la práctica, la cooperación en el conocimiento acaba significando, en general, un verdadero epistemicidio, puesto que favorece una sistemática exclusión de los conocimientos autóctonos. Justo lo contrario de lo que defendía la escuela de Ki-Zerbo.

Sin negar las virtudes de la ciencia occidental que prolifera en las universidades de todo el

mundo, es evidente que, almenos en muchos rincones de África, hay una serie de conocimientos locales que están desapareciendo en beneficio de prácticas venidas de Occidente. Éstas prácticas debidas a la cooperación pueden considerarse, en general, como la punta de lanza de la globalización que, en cierto modo, podríamos definir como la generalización de una particularidad: la occidental.

Mientras la immensa mayoría de proyectos se basan o promueven los conocimientos de la

ciencia occidental, desatienden o incluso rechazan conocimentos que algunas sociedades africanas han adquirido a lo largo de los siglos sobre botánica, astronomía, medecina o otros campos del saber y que en muchos casos han sorprendido enormemente tanto a antropólogos e historiadores como a los

1Este

artículo ha sido posible gracias a la Fundação para a Ciência e a Tecnologia del gobierno de Portugal, a la cual agradecemos encarecidamente su apoyo.

científicos más expertos.

El presente artículo pretende reflexionar sobre la práctica de la cooperación en los proyectos

vinculados de algún modo al conocimiento en África Occidental, haciendo especial énfasis en el caso senegalés.

La falta de valorización de algunas universidades africanas y de ONG para con los

conocimientos locales es la punta de iceberg de una cuestión ideológica -el racismo enmascarado que subyace a dichas prácticas-; e históricocientífica -la cuestión de los valores del racionalismo occidental.

La globalización puede llevar a un mundo mejor, pero tal vez deba hacerlo respetando los

conocimentos autóctonos y practicando el debate entre aquello universal y aquello local. El mundo del conocimiento y especificamente el mundo universitario debería ser el más interesado en promover dicho debate.

Lo más triste de todo ello es que, desde hace años, los pensadores africanos están reflexionando

y trabajando duramente sobre las formas de cooperación que son más aplicables en África. Pero la contraparte occidental no escucha mucho. Esta es la desgracia para África. O, ¿quién sabe?, tal vez es su fortuna...

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Hace quarenta y cuatro años, el agrónomo francés René Dumont advertía que África había empezado mal. Tras las independencias, ni las instituciones internacionales ni los gobiernos africanos ni los técnicos sobre el terreno acababan de hallar el modelo que permitiera a África entrar en el mal llamado mundo “desarrollado”. Veinte años después, el mismo autor, en favor de África, acusaba a las instituciones internacionales y a los gobiernos africanos de no haber mejorado mucho en el largo camino africano del desarrollo de sus comunidades. Ya por entonces, este agrónomo curtido como antropólogo señalaba que los nuevos estados estaban provocando la desmembración de las sociedades tradicionales (1989). Por aquella misma época muchos eran los africanos que reflexionaban sobre el

desastre de las políticas de desarrollo del continente negro. El sacerdote senegalés Nazaire Diatta, por ejemplo, se escandalizaba al ver que un equipo holandés instalado en Casamance (Senegal) no se preguntara el por qué del fracaso de sus proyectos . Y la respuesta principal radicaba en razones culturales: en la falta de información sobre los valores, los conocimientos y las necesidades de los protagonistas de dicho desarrollo por parte de los técnicos neerlandeses (1979).

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También el filósofo Yves Emanuel Dogbé escribía su “lettre ouverte aux pauvres d'Afrique” remarcando que era preciso preocuparse de mantener los valores de las culturas tradicionales antes de qué la situación socioeconómica que parecía emular las sociedades europeas acabara de desestructurar las culturas autóctonas. Poco más tarde, en 1991, Axelle Kabou se preguntaba que pasaría si Africa rechazara el desarrollo.

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El desarrollo endógeno

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La verdad es que en la década de los ochenta y principios de los noventa, numerosos encuentros en África y Europa reflexionaban sobre la preocupante cuestión del desarrollo. Y al hacerlo, numerosas ideas nacieron, una vez más, en tierras africanas. Esta tendencia crítica contra un tipo de desarrollo impuesto generalmente desde el exerior encontraba su estandarte en las reflexiones del brillante historiador y político burkinabé Joseph Ki-Zerbo, en la que, a nuestro entender, es una de las aportaciones más fértiles a la cuestión del desarrollo. En 1989, el CRDE (Centre de Recherche pour le Développement Endogène – Centro de Investigación para el Desarrollo Endógeno) organizó un Congreso en Bamako (Mali) en el que participaron más de una treintena de especialistas de varios paises africanos desde Senegal hasta Madagascar. Bajo la batuta de Ki-Zerbo, profesor de la Sorbona, varios africanos formados en las mejores universidades africanas y europeas defendían el necesario debate entre el conocimiento occidental y el conocimiento africano ya fuera en medicina, pedagogía, física o agricultura.

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Así, por ejemplo, Kofi-Kuma Hodouto, Laya Sawadogo y Erick Gbodossou defendían

el estudio y el uso tradicional de las plantas medicinales; el senegalés Maximilien Sagna abogaba por el necesario debate entre las pedagogías tradicional y moderna; y C.M. Eya Nchama, defendía la necesaria vinculación entre los Derechos del Hombre y el desarrollo endógeno.

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Todos estos investigadores, y otros, remarcaban la importancia de valorar las ciencias autóctonas, las aportaciones locales frente a los conocimientos exógenos. En este sentido, Pierre Kipre argumentaba que los métodos de las ciencias sociales modernas habían llegado a África para satisfacer los deseos de las metrópolis pero que no tenían en cuenta, para nada, el fondo científico específicamente africano (1989).Y lo que hacía falta era recuperar esta endogeneidad. Eso es lo que llevó a Tezo Lubaki a hablar del renacimiento cultural de África. Mamoussé Diagne iba más allá y remarcaba la necesidad de no considerar el desarrollo desde el punto de vista linial basado en una historia única sino en la pluralidad de sujetos e historias que deban protagonizar sus desarrollos. En cierto modo podemos considerar que la lucha de Ki-Zerbo y Diagne -y todos sus colegas- era la de combatir la idea europea del evolucionismo unilinial de finales del siglo XIX, algo que los europeos creían en teoría superado pero que los africanos demostraron que en la realidad seguía plenamente vigente pasadas las independencias.

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Desde el punto de vista ki-zerbiano, hablar de la historia del desarrollo en África, seguramente sería, en definitiva, hablar de la historia de cada sociedad, desde su origen, con todos sus altibajos, con todas sus tensiones centrífugas y centrípetas. En cambio, muchos estudiosos, como Coll (2004), sitúan el nacimiento del desarrollo en época colonial. Como si antes de la llegada de los occidentales el desarrollo no fuera ni tan sólo pensable. Tal vez, la idea de desarrollo técnico occidental importado a África sí que nació con la época colonial. Pero esta es una idea muy restrictiva de desarrollo. Sin lugar a dudas, el choque de culturas que significó el encontronazo colonial marcó la relación que, en cierto modo aún hoy, se da entre donadores (instituciones, ONG's) y población destinataria. Desde la óptica eurocéntrica, si se consideran la historia del desarrollo como la historia relacional entre ambos continentes, evidentemente nació cuando los europeos llegaron a África. Olvidamos, así, el desarrollo que por ejemplo los árabes norteafricanos donaron a la España musulmana europea entre los siglos VIII y XV. Olvidamos la evidencia: que la historia de la humanidad está hecha de

aportaciones multidireccionales en todo el mundo y que nadie puede apropiarse de la idea de desarrollo2.

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El desarrollo endógeno y su aplicación

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Podría pensarse que, tras aquel interesantísimo encuentro, cuyas actas fueron publicadas en 1992, las instituciones internacionales verdaderamente preocupadas por la cooperación con África y por el desarrollo de ese continente, se nutrirían de esa reflexión africana y de otras que tenían lugar en el continente negro. Más aún cuando la Unesco ya trabajaba con este concepto unos años antes. Las reflexiones africanas sobre el desarrollo endógeno o desarrollos endógenos -y aún más cuando habían sido auspiciados por Unescotendrían que ser el motor de la cooperación en África. De hecho, a nuestro modo de ver, la introducción de Ki-Zerbo en “La natte des autres. Pour un développement endogène en Afrique” debería de ser de lectura obligada para cualquier técnico de la cooperación que deseara trabajar en África o con África. Pero no. La idea del desarrollo endógeno ha sido bandeada de los debates internacionales, y muchos técnicos ni siquiera han oido a hablar de Ki-Zerbo. Los intereses económicos y socioculturales de los agentes de la cooperación van por otros derroteros. Una observación detallada de todos los proyectos financiados por agencias oficiales de cooperación, ONG's occidentales, ayuntamientos, universidades, etc. demuestra que como dice un dicho catalán, quien paga, manda. Eso no significa, ni mucho menos, que no haya ONG's que no tengan en cuenta el uso de técnicas locales en algunos proyectos vinculados a la agricultura, la construcción de las casas o las técnicas de pesca, pero pocas, muy pocas promueven directamente la recuperación de esos conocimientos y técnicas; y ninguna los define como ciencias. Y, como veremos más adelante, ni mucho menos las universidades occidentales y africanas creen

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La circulación de ideas, los sincretismos y los conflictos son la base de desarrollo humano en todo el planeta. Así, por ejemplo, en algunos casos, el sincretismo propiciado de lado africano para positivar la dura realidad colonial fue muy fructífero y nos da ejemplos de un desarrollo endógeno que es capaz de decidir qué novedades llegadas de Occidente desea. De hecho, el desarrollo endógeno no niega las aportaciones exteriores. De ningún modo. Tal fue el caso de la Mankesim Constitution, constitución que crearon los Fanti en 1871 (hoy en Ghana), que tenía como objetivos lo que hoy muchas ONG conocen como “desarrollo”: construcción de carreteras, de escuelas, inversión en agricultura e industria, etc. (Perrot, y Aymar, ídem). Tal vez en este ejemplo del siglo XIX coincidirían las visiones opuestas de desarrollo que hoy en día son mayoritarias: los tecnócratas que valoran el desarrollo técnico y los seguidores del desarrollo endógeno que defienden el papel protagonista de las sociedades africanas.

que haya ciencias africanas que deban aplicarse. Pero lo que a menudo nos pasa por alto, es el desarrollo no institucionalizado, como el caso de aquel médico tradicional que conocí en Porto Novo (Benín) en 1995 y que que se definía como “guérisseur tradopraticien” y se presentaba con una targeta donde decía “Le medecin sur la palissade”. Según me explicó, era en el patio formado por la “palissade” (vallado), en el que los jóvenes aprendían de los mayores las virtudes de las plantas, era el lugar en el que se transmitía el conocimiento. O como el caso de algunas autoridades tradicionales como la que hicieron los reyes ashanti en Ghana, en los años 1990 cuando defendieron un proyecto de desarrollo basado en el cultivo de caracoles gigantes típicos de la región. En África occidental, como en todo el continente, los cooperantes van pasando, los proyectos se acaban, los políticos mudan, pero, afortunadamente, las iniciativas africanas particulares son inagotables.

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Desarrollo e instituciones educativas

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¿Y qué sucede con las instituciones educativas? Fruto del dominio colonial, las instituciones del saber más valoradas en África por las élites africanas y por parte de la población son las escuelas y universidades, que se rigen por el patrón científico occidental... De hecho, la misión colonial -sobre todo de corte francés-, también consistió en “llevar la luz” a los pueblos africanos. El choque cultural originado en época colonial entre dos formas de entender el mundo, entre dos maneras de aprehender la realidad, entre dos instituciones pedagógicas se decantó finalmente del lado occidental.

La escuela, el instituto y la

universidad tienen más apoyo por parte de políticos africanos y cooperantes de todo el mundo que no las instituciones educativas tradicionales. En esta línea Dumont -como había hecho brillantemente uns años antes el escritor guineano Cheick Hamidou Kane en la novela “L'aventure ambiguë”- denunciaba que “la escuela demuele los valores tradicionales” (1989: 212). De hecho, las instituciones educativas tradicionales y todos los conocimientos derivados, a menudo no son valorados ni por los universitarios africanos, almenos de forma pública. El contexto poscolonial, la actitud de los gobernantes, la dificultad de las sociedades locales en mantener sus tradiciones y el desconocimiento o desinterés por parte de las

entidades dedicadas a la cooperación han acabado por rematar el objetivo colonial. Hoy, en muchos rincones de África las instituciones tradicionales de educación son ignoradas, por parte de muchos agentes de desarrollo. Podríamos creer que esta situación es una simpre consecuencia de los tiempos y que, de hecho, en la mayor parte de paises africanos, los habitantes de a pie tampoco desean que sus hijos sigan la educación tradicional. Pues no. Esto puede pasar en alguna zonas el continente, pero, en otras, de hecho, cada día se conocen más casos del interés de no pocos africanos por las instituciones educativas propias -véase por ejemplo el caso de los joolahúluf de Casamance, donde las iniciaciones pasaron de estar a punto de desaparecer a mediados de 1970, a ser uno de los mayores acontecimientos del reino en el año 2001 (Tomàs, 2005 a y b)3. A pesar de ello, aunque recientemente algunos gobiernos se están interesando por los gobiernos tradicionales y los valores culturales de sus sociedades, la verdad es que la situación de estas instituciones es más que dificultosa. Las ONGs, sea por falta de interés sea por desconocimiento, siguen la corriente dominante y prefieren invertir en la llamada educación formal construyendo escuelas. Por ello, de acuerdo con el inspirado João Milando (2007), en general, la práctica de la cooperación, al negar las instituciones y los conocimientos autóctonos, se convierte, en cierto modo, en un epistemicidio, esto es, en una aniquilación de estos conocimentos. Los motivos que llevan a este epistemicidio son plurales, como la vida misma: algunos conocimientos son conocidos por la academia occidental y no son aceptados porqué no se rigen por los principios del racionalismo científico; otros son despreciados por no ser emitidos por universidades; otros muchos, ni tan siquiera son conocidos; la mayoría son simplemente bandeados en beneficio de la manera de hacer exógena, más fácil de obtener por las agencias de cooperación, más cognoscible por los técnicos cooperantes y, sobre todo, más beneficiosa para las empresas occidentales... De hecho, de acuerdo con Ki-Zerbo, si las culturas africanas son erradicadas en favor de un mercado mudo y sordo, sólo quedará el caos. Y es que, efectivamente, la cooperación también es, en cierto modo, la forma más sibilina del capitalismo. Eso no significa que, excepcionalmente, algunas ONG además de invertir en pozos, la construcción de centros sanitarios y escuelas, etc., tengan algún proyecto dedicado a los 3Esta

tendencia se repite en varias sociedades del continente.

conocimientos locales. En nuestra investigación hallamos un par de casos que promovían la medicina tradicional. Pero la excepción confirma la regla. Y la regla es que a la hora de diseñar y financiar soluciones a necesidades locales prima la cultura occidental -exógenasobre las africanas. Alguien podría argumentar que si las soluciones propuestas por los locales fueran tradicionales, las entidades financiadoras no tendrían problema en apoyarlas. Para verificar esta cuestión sería necesario analizar qué razones llevan a qué determinado colectivo a proponer un proyecto X a una entidad Y en un momento Z. Sin lugar a dudas la libertad de plantear un proyecto es enorme, pero las posibilidades de que sea aceptado se reducen drásticamente si este proyecto va contracorriente.

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-El papel de las universidades

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En este contexto, más bien desalentador, podemos preguntarnos qué papel hacen las universidades, ya sean africanas o europeas para la recuperación de la sabiduría o el conocimiento tradicional local. Ya hemos mencionado que algunos universitarios africanos defendieron con Ki-Zerbo la necesidad de los conocimientos autóctonos. A pesar de ello, creemos que la tendencia general no es esta. La mayor parte de contenidos emitidos en las universidades es en general de origen occidental. En el mundo de la investigación, tal vez esta tendencia no es tan generalizada, dado el interés cada día más de muchos universitarios africanos que desean recuperar la sabiduría de su pueblo o del pueblo de sus padres. De lado europeo, desde la cooperación universitaria, todo el campo del saber tradicional es, en general, ignorado, en beneficio de la difusión de los conocimientos de la ciencia occidental. De hecho, las fundaciones solidarias universitarias -hablamos por ejemplo del caso del estado español- financian proyectos vinculados al conocimiento universitario como: “Usos y aplicaciones de la microscopía”; “Creación de una escuela de turismo sostenible”, “Donación de fondo bibliográfico para la biblioteca X”, “Curso de formación veterinaria”...

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Otra cosa muy diferente es la cooperación entre universidades africanas, una cooperación que a menudo es en cierta forma derivada de la historia colonial. Tal es el

ejemplo, del Bureau Afrique de l’Ouest de l’Agence universitaire de la Francophonie (AUF) creado en 1974, tras la primera reunión de la Conferencia de Rectores de las Universidades Francófonas de Africa (CRUA), que después de convertiría en CRUFAOCI (Conférence des recteurs des universités francophones d’Afrique et de l’Océan Indien) y que promovuen la cooperación interuniversitaria. O también, la cooperación entre universidades europeas y africanas, como por ejemplo, la que la Universidad de París 12, que tiene convenciones de cooperación con varias universidades africanas de Burkina Faso, Gabon, Mauritania, o Senegal, entre otras, para mobilizar el profesorado, co-dirigir tesis de doctorado, etc.

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En general, pero, este tipo de cooperación se parece mucho a la que puedan tener las universidades europeas y americanas, con pocas espeficidades africanas. Evidentemente, algunas universidades africanas, como por ejemplo la Cheick Anta Diop de Dakar, tienen facultades interesadas en la investigación de las culturas y tradiciones africanas, pero este tipo de investigación se basa más en las disciplinas en ciencias sociales y humanas occidentales, que no en las técnicas cognitivas y narrativas locales. En el caso de las llamadas ciencias puras, se da la misma tendencia.

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Hacia una auténtica cooperación en materia de conocimento

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Etimológicamente, “cooperar” viene de cum-operare, “trabajar con”. Es decir trabajar en equipo, intercambiar, dialogar, aunar esfuerzos. Así, cooperar en materia de conocimiento no puede basarse en un trasvase de información de un lugar a otro. Si la globalización es la posibilidad de intercambiar ideas y escoger las más adecuadas para nuestro desarrollo, bienvenida sea. La globalización de todos los saberes es la opción más fecunda. Pero si la globalización es la generalización de la particularidad occidental, que debe iluminar a los “pobres africanos” -con un discurso ideológico parecido al de la época colonial- ya podemos ir olvidándonos de los conceptos de igualdad, democracia, participación, debate... Porqué lo que realmente estará produciendo es un epistemicidio, es decir, una aniquilación del conocimiento que tienen las sociedades africanas. Y eso sí que representa una verdadera pobreza. Para ellos y para nosotros.

Lo más grave de ello es que, desde las universidades que promueven proyectos de cooperación en África, ya sean africanas o europeas o de cualquier otra parte del mundo, no se fomente el conocimiento de esas epistemologías africanas. La supuesta cuna del saber debería trabajar a fondo para dar voz -y aplicación- a las sabidurías africanas. Y como hemos visto, eso pasa en muy pocos proyectos de cooperación.

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Tal vez, las universidades de todo el mundo, abanderadas del conocimiento, deben ser las primeras a apoyar la investigación sobre el conocimiento de los pueblos no occidentales. Del mismo modo, tal vez el mundo de la cooperación, teóricamente abanderada de la igualdad, deba colaborar con las universidades y centros de investigación para no dejar que este epistemicidio continúe.

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Sin lugar a dudas, la cooperación no sigue un modelo único. Afortunadamente, según las instituciones, según los y las cooperantes sobre el terreno, según la zona, se da un tipo u otro de práctica de la cooperación. Pero, a pesar de ello, si nos remitimos a los datos, veremos que, en el mundo del conocimiento, la dirección entre occidente y África es unidireccional. Los occidentales enseñan a los africanos. Pero no al revés. Porqué... ¿se imaginan ustedes un sabio africano capacitando a los jóvenes de los barrios ricos de nuestras ciudades occidentales para superar sus angustias, estrés o depresiones? ¿Se imaginan ustedes a una curandera africana convertida en técnica especialista en medecina desembarcando en nuestros hospitales para dar cursos a los médicos? ¿Se imaginan ustedes a un maestro iniciático dando formación a nuestros profesores universitarios? ¿Se imaginan un bosque sagrado, financiado con dinero público, importado a un parque europeo en el que vivan una decena de hombres y mujeres africanos para enseñarnos las virtudes de sus civilizaciones?

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Tal vez se lo imaginan. Pero en éllo queda, en imaginación. Mientras todo quede ahí, en pura imaginación, buena parte del mundo de la cooperación seguirá manchado por el racismo dominante encubierto y por la creencia que sólo el conocimiento emitido desde las universidades de corte occidental defensoras del racionalismo científico puede dar luz a la realidad. Así es como olvidamos las enseñanzas de los que nos han predecido, como Joseph Ki Zerbo, que defensaba que uno “no desarrolla”, uno “se desarrolla”. Algo parecido a lo que

gritaba muy recientemente el escritor nigeriano Uzodinma Iweala al pedir que “dejemos de querer ayudar África”. Quizás lo único que debemos hacer es lo que recomendaba Ki-Zerbo: dejar que los africanos con su espíritu, con su sabiduría, con su energía y con su tiempo hagan su propio camino.

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