La posibilidad neurocientífica de la experiencia sublime

July 24, 2017 | Autor: E. Ordóñez Angulo | Categoría: Neuroscience, Philosophy of Mind, Aesthetics, Philosophy of perception, The Sublime, Kantian Sublime
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Descripción

IV Coloquio de la Asociación Mexicana de Estudios en Estética La posibilidad neurocientífica de la experiencia sublime Emmanuel Ordóñez Angulo Mesa 11: El siglo XXI, el arte como posibilidad

 

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Resumen La cognición espacio-temporal es un interés importante de la ciencia y la filosofía. Uno de los más importantes pasos al respecto lo dio Immanuel Kant en la Crítica de la Razón Pura, donde propuso que el espacio y el tiempo son una función organizadora preconsciente de la mente humana: una estructura pre-instalada con la cual captamos el mundo. Por otro lado, en la Crítica del Juicio, Kant propuso una experiencia en que la cognición perceptual falla: la de lo sublime. En breve, la experiencia sublime ocurre cuando lo que percibimos excede nuestra capacidad de acomodarlo en nuestras categorías espaciotemporales de costumbre porque es un evento previamente impensable. Este momento de asombro, casi terror, es seguido por placer. Kant sugiere dos tipos de experiencias sublimes: el sublime matemático, frente a algo de magnitudes inconmensurables; y el dinámico, frente a algo de poder inconmensurable. Tanto la cognición perceptual como su fallo, la experiencia sublime, se explican aquí en términos neuronales. Queda claro que los requisitos formales que un estímulo tiene que reunir para ser capaz de disparar el fenómeno neuronal de la experiencia sublime son muchos, el más importante de los cuales acaso sea el factor de novedad. Si la industria de la publicidad y el entretenimiento del siglo XXI básicamente innovan en el terreno tecnológico, y esto posiblemente no sea suficientemente novedoso, cabe preguntarse si el arte del siglo XXI, que innova en terrenos más amplios, es capaz de estimular la sensibilidad del individuo al nivel de la experiencia sublime.

 

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La posibilidad neurocientífica de la experiencia sublime El arte y la ciencia responden a dos vocaciones naturales del ser humano: la de crear y la de explicar. Ambos son deseos poderosos; tanto, que han conducido a saltos gigantescos en la historia: en un momento determinado no existían impresiones en las cavernas de Chauvet y en uno posterior, sí; en un momento no se contaban mitos fundacionales y en uno posterior, sí. ¿Cómo pasó la humanidad del primer momento al segundo? Crear y explicar son, implícitamente, comunicar. Lo bello y lo interesante se comparten. Sin embargo, desde que ha existido la comunicación, ha existido también un territorio fuera de ella. Desde que el hombre ha sido capaz de transmitir cosas, se ha dado cuenta de que hay otras que no puede transmitir. Lo que el artista de las cavernas de Chauvet experimentó al ver una manada de mamuts queda más o menos claro en sus pinturas, pero ¿si hubiera intentado pintar lo que experimentó al estar en medio de una estampida? La proporción áurea queda clara en la representación que Pitágoras hizo del pentagrama, pero ¿si hubiera intentado representar lo que creyó haber descubierto: “la esencia del cosmos” ? ¿Cómo expresar la magnitud de cien mamuts desbocados o la infinitud de la esencia del cosmos? No se trata sólo de lo que está más allá de las palabras o la imagen; se trata de lo que está más allá de lo bello y lo comprensible: lo que acaso está, entonces, más allá del arte y la ciencia. Se trata de “lo sublime”. Lo sublime es la experiencia que el individuo tiene frente a ciertos objetos o eventos que ejercen sobre él un poder tal que, inexplicablemente, sobrepasan su

 

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entendimiento, al punto en que “las palabras fracasan y los puntos de comparación desaparecen”. La noción de lo sublime tiene una historia larga en la filosofía, y en consecuencia, muchas versiones. La versión de Kant es probablemente la más aceptada, y es la que vamos a explorar aquí. La experiencia sublime en Kant está enmarcada en un proyecto filosófico más amplio, que incluye una filosofía de la cognición perceptual, y que es el marco para su noción de lo sublime, que Kant entiende justamente como el momento en que la cognición perceptual falla. Tiempo y espacio y experiencia sublime según Kant En La Crítica de la Razón Pura, Kant introdujo la noción de los juicios sintéticos a priori, que proveen información nueva, no tautológica, y que al mismo tiempo son independientes de la experiencia, o sea: son necesarios. Esta clase de juicios son, de hecho, la base sobre la que se construye el conocimiento. El marco espaciotemporal en el que el mundo se nos presenta es conocimiento de este tipo. El espacio y el tiempo no son conceptos que conocemos gracias a nuestra experiencia de la realidad, sino nociones innatas gracias a las cuales la experimentamos. Dado que estas nociones nos son innatas, no podemos percibir la realidad de otra manera más que a través de ellas: nuestra experiencia está limitada por nuestra noción de espacio-tiempo y otras nociones sintéticas a priori. El espacio-tiempo es, digamos, una característica pre-instalada en la mente humana con la cual procesamos el mundo que percibimos. Conclusión: sólo tenemos conocimiento de nuestra experiencia de la realidad, no de la realidad en

 

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sí misma. Ésta es la distinción entre el mundo fenoménico: el aparente, que conocemos; y el nouménico: el “real” o de las cosas en sí mismas, que no podemos conocer. Éste es el idealismo trascendental, y es en este marco que Kant inserta su teoría de lo bello y lo sublime. Esta teoría es parte de su tercera crítica, la Crítica del Juicio, de 1790, que presenta su postura sobre estética y teleología. Nos interesa la primera. Los juicios estéticos, en Kant, pueden ser bellos o sublimes. El juicio de lo bello involucra las facultades de la imaginación y el entendimiento. La imaginación ordena la variedad de intuiciones de acuerdo con los conceptos prescritos por el entendimiento; por ejemplo: el entendimiento del sujeto ha construido, mediante la experiencia, los conceptos rojo y redondo; y, cuando ve por una manzana, su imaginación le adscribe esos conceptos, de manera que el sujeto tiene la experiencia perceptual de un objeto rojo y redondo. A esto se le llama experiencia perceptual cognitiva y es la manera en que percibimos la realidad continuamente. Ahora, en el juicio de belleza, la imaginación no le asigna conceptos al objeto bello, pero de todas formas el sujeto lo percibe como poseedor de características empíricas específicas, principalmente: belleza. De ahí la denominación “libre juego de la imaginación y el entendimiento”: al contrario de la percepción sin juicio de belleza, en el juicio de belleza el rol de la imaginación no depende de los conceptos del entendimiento sino que ambos actúan independientemente uno del otro —libremente—. La imaginación “actúa según las condiciones generales del proceso de aplicación de conceptos a objetos percibidos por los sentidos, pero sin

 

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aplicar ningún concepto particular; es decir que la imaginación se conforma a las condiciones del entendimiento sin ser restringida por conceptos particulares” 1. El juicio de lo sublime involucra también la imaginación pero no el entendimiento, sino la razón. Y, como el juicio de belleza, el juicio de sublimidad está basado en la sensación. De hecho, Kant define la experiencia sublime como la “sensación de superioridad de nuestro propio poder de razonamiento sobre la naturaleza” y distingue dos tipos de experiencias sublimes: lo sublime matemático y lo sublime dinámico. La diferencia entre los dos es lo que se entiende por “naturaleza” en la anterior definición. En lo sublime matemático, “naturaleza” se refiere a la imaginación: la capacidad natural que se requiere para la percepción sensorial; en lo sublime dinámico, la naturaleza se entiende como “un poder [natural] que no tiene dominio sobre nosotros” . La experiencia sublime matemática tiene dos etapas . En la primera, nos enfrentamos a un objeto cuya magnitud es tal que nuestra capacidad de cognición perceptual no alcanza a aprehenderlo, es decir: la imaginación es rebasada. Pensemos, por ejemplo, en un alpinista frente al Everest, o un astronauta viendo por primera vez el espacio exterior. Ambos son objetos de escala tan grande, tan radicalmente mayor a cualquier otro objeto que el alpinista o el astronauta han percibido

antes,

que

es

imposible

para

su

imaginación

cognocerlos

perceptualmente como puede cognocer al instante una manzana. Esta repentina                                                                                                                 1

Kant, Immanuel, en Ginsborg, Hannah, "Kant's Aesthetics and Teleology", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2014 Edition), Edward N. Zalta (ed.), http://plato.stanford.edu/archives/sum2014/entries/kant-aesthetics/, (27 de octubre de 2013).  

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caída en cuenta de los límites de la imaginación provoca una sensación de desagrado (displeasure). Pero esta “incapacidad de nuestra facultad para estimar la magnitud de las cosas en el mundo sensible [la facultad de la imaginación] despierta la sensación de una facultad suprasensible en nosotros” : esta facultad suprasensible es, como vimos antes, la razón. Ésta es la segunda etapa: la intervención de la razón, que, a diferencia de la imaginación, sí es capaz de procesar nociones como el infinito porque no se relaciona con —se limita a— la experiencia sensible como ella sino que lidia con principios —es una facultad suprasensible—, y por eso la supera. Esta caída en cuenta de la superioridad de la razón sobre la imaginación provoca, a su vez, placer. La experiencia sublime dinámica es igual salvo por el objeto que la provoca. En este caso nos enfrentamos a un objeto cuyo poder es tal que causa terror. Imaginemos, por ejemplo, un senderista sobre un precipicio frente a un cañón; o un turista contemplando, desde un mirador, las olas gigantes del mar enfurecido. Ambos objetos presentan una fuerza tan poderosa que el sujeto que los percibe se siente inmediatamente indefenso, y es esta caída en cuenta de la propia impotencia física frente al poder de la naturaleza la que causa, en el primer momento, desagrado (displeasure). Pero la diferencia con el terror puro es que el senderista no está cayendo del precipicio ni el turista siendo arrastrado por el mar, es decir: están seguros. Comprender eso —que esa fuerza natural que contemplan no los amenaza— es la segunda etapa: la “inexorabilidad del poder de la naturaleza [también] revela una capacidad para juzgarnos como independientes y superiores a la naturaleza, de manera que la humanidad en nuestra persona

 

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permanece intacta aunque el ser humano deba someterse a esa dominación” . De nuevo, la facultad de imaginación, responsable de la impresión sensorial de impotencia, es superada por la facultad de la razón, responsable de la consciencia suprasensorial de seguridad. Esta caída en cuenta de la superioridad de la razón sobre la naturaleza, pues, provoca placer. Tiempo y espacio y experiencia sublime según las neurociencias La postura kantiana de que el tiempo y el espacio son nociones pre-empíricas sobre las que el individuo construye su percepción de la realidad, parece estar confirmada por la ciencia. En 2005, Edvard y May-Britt Moser descubrieron las “células cuadrícula”, un grupo de neuronas en el córtex entorinal, en el lóbulo medio temporal del cerebro, cuyos patrones de disparos generan una estructura espacial interna independiente de cualquier información externa. Los disparos de estas neuronas son una de las principales fuentes de información del hippocampus, la estructura cerebral donde otro grupo de neuronas, las “células lugar”, codifican la ubicación del individuo en el espacio con ayuda de la percepción del ambiente externo. Por otro lado, en 2011, Howard Eichenbaum2 descubrió un grupo de neuronas cuya actividad codifica los eventos continuos que el individuo experimente y los procesa para que sean interpretados como episodios

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Aiden, A. “Decoding space and time in the brain”, en Scientific American, Junio 2013, http://blogs.scientificamerican.com/mind-guest-blog/2013/06/03/decodingspace-and-time-in-the-brain/ (Recuperado el 27 de febrero de 2015)  

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separados. Estas son las “células tiempo”, y están en la misma estructura que las “células lugar”: el hipocampus. De manera que las “células cuadrícula” provee el marco para el procesamiento de la percepción espacial desde el córtex entorhinal, mientras que las “células lugar” y las “células tiempo” llevan a cabo ese procesamiento en el hippocampus (fig. 1), que vendría a ser la principal estructura cerebral encargada de la cognición espaciotemporal.

Figura 1: Hippocampus y córtex entorhinal en el cerebro. Ahora bien: el momento en que la cognición espaciotemporal falla, es decir, la experiencia sublime, también tiene una posible correspondencia neuronal, y tiene que ver con la neurología de la percepción visual. En neurociencias, se llama sensación a la recepción de la información perceptual por parte del sistema nervioso, y se llama percepción al procesamiento cognitivo de esa información

 

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visual. La experiencia sublime pasa al nivel de la percepción. La sensación sucede cuando los ojos hacen su trabajo y envían la información al córtex visual; la percepción sucede cuando, desde el córtex visual, la información sale hacia dos partes distintas del cerebro siguiendo dos caminos (fig. 2). El denominado camino ventral lleva al lobo temporal, donde se procesa la identidad del objeto: qué es. El camino dorsal lleva al lobo parietal, donde se procesa la ubicación del objeto respecto al individuo: dónde está; además, aquí también se prepara la decisión de qué acción hay que tomar respecto al objeto percibido: cogerlo, por ejemplo, si es un objeto de deseo, como una manzana; o huir, si es un objeto peligroso.

Figura 2: El camino ventral y el camino dorsal de la percepción visual. El sublime matemático, que tiene que ver con la magnitud del objeto, correspondería en este esquema al camino ventral, pues la magnitud está relacionada con la identidad del objeto: la misma cosa, en tamaño más grande, ya  

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es otra. El sublime dinámico, que tiene que ver con el poder del objeto, correspondería al camino dorsal, pues el poder está relacionado con la ubicación del objeto respecto al sujeto: la misma cosa, más o menos cerca, es más o menos amenazante. Pero falta la clave de la experiencia sublime: el fallo cognitivo kantiano, cuando la imaginación es sobrepasada, o sea: cuando la percepción visual normal no sucede. La correspondencia neuronal a estos fenómenos podría estar en los experimentos del neurocientífico Semir Zeki3, que estudió la percepción normal y la percepción anormal. Al percibir objetos de color normal, por ejemplo fresas rojas, el cerebro involucra primero, para la sensación, el córtex visual; y para la percepción, el lóbulo temporal, que, como dijimos, reconoce el objeto, y además el hippocampus, que es donde sucede la cognición espaciotemporal. Al percibir objetos de color anormal, por ejemplo fresas azules, el cerebro involucra de nuevo el córtex visual para la sensación, pero luego, una región distinta: el giro frontal medio, que tiene que ver con situaciones novedosas fuera de los procesos psicológicos usuales del individuo. Quedan sin activarse el lóbulo temporal, porque el objeto no es reconocido, y el hippocampus, porque la cognición espaciotemporal normal no se llevó a cabo. Además, la activación de una estructura relacionada con situaciones novedosas es importante porque el estrés que sentimos en situaciones novedosas genera la liberación de                                                                                                                 3

Onianis, J. “Neuroscience and the sublime in art and science”, en R. Hoffmann y I. Boyd White, Beyond the finite, EUA: Oxford University Press.    

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norepinefrina, cuyos efectos en el cuerpo podrían explicar la sensación de placer que caracteriza la experiencia sublime.

Es importante terminar diciendo que la neuroestética, que estudia los procesos mentales relacionados con experiencias estéticas, es una disciplina muy nueva y mucho de lo que descubre es conocimiento en pañales. La teoría del flujo ventral y dorsal, ha sido recientemente cuestionada como una versión simplificada de la percepción visual, pero la investigación sigue abierta. Queda claro, por otra parte, que los requisitos formales que un estímulo tiene que reunir para ser capaz de disparar el fenómeno neuronal de la experiencia sublime son muchos, el más importante de los cuales acaso sea el factor de novedad. Si la industria de la publicidad y el entretenimiento del siglo XXI básicamente innovan en el terreno tecnológico, y esto posiblemente no sea suficientemente novedoso, cabe preguntarse si el arte del siglo XXI, que innova en terrenos más amplios (incluido el conceptual), es capaz de estimular la sensibilidad del individuo al nivel de la experiencia sublime. Tanto las neurociencias como la filosofía del arte tienen, pues, mucha tarea pendiente.

 

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