La patria vieja en la nueva Caras y Caretas

October 11, 2017 | Autor: Pablo Martinez | Categoría: Latin American Studies, Mass Communication, Latin American History, Press and media history
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Descripción

La patria vieja en la nueva Caras y Caretas

Pablo Martínez Gramuglia Instituto de Literatura Hispanoamericana – Universidad de Buenos Aires Departamento de Filosofía – Universidad de Buenos Aires [email protected]

Prepared for delivery at the 2012 Congress of the Latin American Studies Association, San Francisco, California May 23-26, 2012.

La patria vieja en la nueva Caras y Caretas

La revista Caras y Caretas que hoy circula en Buenos Aires empezó a publicarse en julio de 2005, retomando un nombre famoso en la historia cultural argentina. La publicación, que se presentó al comienzo como de interés general pero centralmente política, deslizó parcialmente su temática a la historia a partir de su segundo año. Dirigida por Felipe Pigna, un escritor de divulgación histórica, se apoyó en esa figura para privilegiar progresivamente tanto la historia reciente (especialmente la última dictadura militar y los años del primer gobierno peronista) como la más lejana en el tiempo, particularmente la Revolución de Mayo y la guerra de la Independencia. Este desplazamiento fue simultáneo a una mayor cercanía al oficialismo, expresado en una adhesión creciente a los gobiernos de Néstor Kirchner (mayo de 2003-diciembre de 2007) y Cristina Fernández de Kirchner (diciembre de 2007-diciembre de 2011), a partir de 2007, con tres hitos cronológicos: el aniversario de la asunción de Kirchner, la asunción de Fernández de Kirchner y el denominado “conflicto con el campo”, en marzo de 20081. La exploración del relato fundante de la nacionalidad argentina, la Revolución de Mayo, cobró importancia creciente, en consonancia también con la preparación para los festejos oficiales del Bicentenario de la Revolución. Aquí, luego de caracterizar la publicación y el significado del acontecimiento “Revolución de Mayo” en la cultura argentina, analizo cómo el tratamiento de esa temática “tradicional” permitió a la revista enmarcar el desplazamiento de su discurso político2.

La historia de un nombre La primera aparición de la revista Caras y Caretas tuvo lugar en Montevideo, en julio de 1890. Durante casi ocho años, hasta 1897, el semanario dominical de entre ocho y veinte páginas traía notas sobre eventos minúsculos de la vida cotidiana, daba información sobre espectáculos y proponía textos humorísticos y costumbristas, acompañados de ilustraciones 1

El llamado “conflicto campo-gobierno” (que según la perspectiva política asumida también se ha denominado “conflicto con el grupo Clarín”, “conflicto entre la patronal rural y el gobierno”, “conflicto por las retenciones” o “enfrentamiento entre el gobierno y los terratenientes”) surgió a partir de un aumento a los derechos de exportación para la producción agropecuaria en marzo de 2008, que desencadenó una serie de protestas contra el gobierno por parte de productores rurales y clases medias urbanas (cuyas críticas a las políticas de Cristina Fernández tenían otros ejes). El conflicto se extendió por meses e incluyó cortes de ruta, marchas de protestas, negativa a entregar alimentos por parte de los productores (descripta alternativamente como “huelga” o “lockout”) y el enfrentamiento entre el vicepresidente Julio Cobos y la presidente Fernández. Para un presentación del conflicto, ver Osvaldo Barsy y Mabel Dávila. La rebelión del campo. Historia del conflicto agrario argentino. Buenos Aires: Sudamericana, 2008. Para un análisis de su tratamiento en la prensa periódica, ver Esteban Zunino y Natalia Agurete. “La cobertura mediática del conflicto campo-gobierno”. Global Media Journal 7, 2010. Y también Lorena Steinberg. “Procedimientos enunciativos autentificantes y ficcionalizantes en la prensa escrita: algunas operaciones presentes en La Nación y Clarín en relación a la representación del conflicto del campo”. Ponencia presentada en las jornadas “Producir teorías, pensar las prácticas” de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, octubre de 2008. Disponible en http://www.catedras.fsoc.uba.ar/delcoto/biblioteca.php. 2

Utilizo adrede el término “desplazamiento”, pues es importante resaltar que se trata de un nuevo matiz o de una corrección del rumbo asumido antes que un cambio total de posición.

serias, caricaturas y viñetas narrativas con texto debajo. En 1898, el fundador de esa primera versión, el dibujante español Eustaquio Pellicer, junto con el periodista del diario La Nación José S. Álvarez, conocido por el seudónimo de “Fray Mocho”, quien ocupó el lugar de director, lanzaron una revista con el mismo nombre en la ciudad de Buenos Aires, que ocuparía un lugar central en la historia de la prensa argentina. Si bien la revista seguiría un rumbo algo diferente de su antecesora montevideana, reconocía una filiación en aquella a partir del paratexto “segunda época” colocado bajo el título en los primeros números. El éxito de la publicación fue inmediato: en apenas tres años, pasó de las veinte páginas iniciales a sesenta y ocho, con numerosos avisos publicitarios (ocupaban la mitad de la superficie en aproximadamente la mitad de las páginas, dado que las páginas centrales y las tapas y contratapas no contenían avisos) y una tirada que se calcula en 50.000 ejemplares (para una población porteña calculada en 800.000 habitantes y argentina de cuatro millones). Como los semanarios ilustrados en auge en Europa y Estados Unidos desde finales del siglo XIX, Caras y Caretas se proponía como un magazine misceláneo, pensada para ser leída por todo el grupo familiar y por distintas clases sociales. La descripción en la tapa indicaba “Semanario festivo, artístico, literario y de actualidades”, y la decisión editorial más fuerte fue la de separarse del humor político satírico que campeaba en la mayoría de las publicaciones porteñas de entonces (El mosquito y El Quijote como ejemplos más existosos). Lejos de la política partidaria, combinaba textos de ficción con notas de actualidad y un gran despliegue gráfico, tanto en la ilustración seria y humorística como en la fotografía y el diseño de página. A diferencia de sus antecesores facciosos, el sostén económico fueron los abundantes avisos publicitarios antes que las sucripciones. Y el objetivo central de la empresa periodística, antes que la propaganda política o la exposición doctrinaria, fue la venta de ejemplares3. El éxito de la publicación acompañó el surgimiento de un nuevo público lector, de educación media e intereses amplios, que la leía en los medios de transporte y lugares de trabajo además de en los espacios hogareños. Asismismo, fue contemporánea a la profesionalización de los escritores, ilustradores y compositores gráficos. Y propaló una versión “masiva” del modernismo literario: la renovación y la experimentación lingüística (que incluía algunas zonas del habla cotidiana de los sectores populares) fue de la mano de una temática cosmopolita que internacionalizaba el universo de referencia de los lectores. IMÁGENES 1 A-B A lo largo de su historia, hasta su cierre en 1941, la revista fue pionera en incorporar novedades tecnológicas y textuales en el periodismo rioplatense, pues dio lugar en sus páginas el cromograbado, el fotograbado, la fotografía y la telefotografía, el folletín 3

Según Geraldine Rogers, “La posición abiertamente antiprogramática marcaba un abismo de distancia entre Caras y Caretas y las publicaciones de corte político, estético o cultural, inauguradas siempre con una clara manifestación de propósitos” (Geraldine Rogers. Caras y Caretas. Cultura, política y espectáculo en los inicios del siglo XX argentino. La Plata: Editorial de la Universidad Nacional de La Plata, 2008. 32). La misma Rogers cita anécdotas que dan cuenta del afán comercial de los principales responsables de la revista, Álvarez y Pellicer, así como un colaborador asiduo y amigo de los dos, Roberto Payró (ver 27-30).

(con numerosos antecedentes en el siglo XIX, desde ya) y la historieta4. Y por su inmensa popularidad y su reputación de publicación “moderna” (en parte por aquellos avances técnicos, pero también por la temática variada y el impulso comercial), Caras y Caretas ocuparía en el imaginario argentino un lugar de indiscutida referencia y prestigio que sólo comenzó a ceder con el éxito de Primera Plana en los años sesenta. El carácter masivo de la revista, sin embargo, fue considerado un disvalor por varios intelectuales contemporáneos (entre otros, los nucleados en las revistas Nosotros, Martín Fierro, Inicial, Sur, claramente elitistas aun cuando contestatarias). En 1982, la publicación tuvo una breve reaparición, centrada en el humor político y con una pobre calidad material. Pensada nuevamente como una empresa comercial, no sobrevivió mucho tiempo en un contexto marcado por los estrechos límites para la libre opinión y una crisis económica generalizada. En 2001, una publicación uruguaya destinada a la exhibición de la vida cotidiana de personas famosas y al interés general retoma el nombre, aunque hay pocas menciones al pasado “glorioso” del tradicional semanario argentino o a su antecedente uruguayo. Finalmente, en julio de 2005, en Buenos Aires, se comienza a publicar la tercera revista argentina con ese nombre, con un ambicioso lanzamiento.

La nueva Caras y Caretas Esta última versión retomó explícitamente la vieja publicación fundada por Pellicer y Álvarez. Desde la organización paratextual, la numeración la continuaba, de modo tal que el primer número indicaba en su portada “año 44” y “número 2.188”. La revista se publica de manera mensual hasta el día de hoy y es el eje de otros emprendimientos culturales: una editorial de libros periodísticos, de política, historia y estudios sociales, un conjunto de premios anuales a figuras de la cultura y un centro cultural en la ciudad de Buenos Aires. Desde su inicio, la revista tuvo cifras de venta más que satisfactorias para este tipo de producto: la primera edición de quince mil ejemplares se agotó rápidamente y creció hasta los cincuenta mil ejemplares mensuales durante el primer año, si bien para 2008 se estabilizó en un promedio mensual de diez mil ejemplares vendidos. En 2005, año del lanzamiento, el promedio de revistas mensuales vendidas fue de ocho millones de ejemplares; las publicaciones de arte, cultura y humanidades (Punto de Vista, El Ojo Mocho, Diario de Poesía, La Mujer de mi Vida, Ramona) tenían una tirada de entre trescientos y dos mil ejemplares. Temáticamente, Caras y Caretas se situaba entre esas publicaciones y otras de interés general con énfasis político (Veintitrés, Debate, Noticias de la Semana), cuya tirada era de entre diez y cuarenta mil ejemplares5. La revista tenía un precio significativamente bajo 4

“Viruta y Chicharrón”, que se comenzó a publicar en 1912, es considerada la primera historieta argentina por su trama argumental continuada, sus personajes fijos y el uso de globos de diálogo. 5

Estos datos han sido suministrados por la Asociación Argentina de Editores de Revistas; pueden ser parcialmente consultados en su sitio web http://www.learevistas.com/aaer/index.php. La estadística puede ser confusa, pues citamos aquí ventas totales por mes y tiradas por número de cada revista, en algunos casos semanales, en otros quincenales, mensuales, y hasta trimestrales o cuatrimestrales. En el caso de Caras y Caretas, sin embargo, queremos destacar, por un lado, su tibia relevancia en el consumo total de

(siete pesos con noventa) para la extraordinaria -en el mercado argentino- factura material: cien páginas a color en formato magazine, en papel satinado. Pese a que contaba con algunos anuncios pagos (entre ellos, publicidad oficial tanto del Estado nacional como de la ciudad y la provincia de Buenos Aires), la publicación sólo pudo sostenerse porque fue financiada por una entidad gremial, la Fundación Octubre, dependiente del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontales (SUTERH). Se trata de un sindicato con una fuerte solvencia económica y con una identidad peronista muy arraigada6. El secretario general actual, Víctor Santa María, fue elegido para el cargo en 2005, poco antes del lanzamiento de la revista, luego de veinte años de ejercicio de su padre, José Francisco Santa María, un histórico dirigente gremial con un historial de lucha en las décadas de 1960, 1970 y 1980, que en diferentes momentos sufrió la proscripción del peronismo y la prohibición de la actividad sindical. Víctor Santa María, además, aparecía como uno de los tres responsables centrales de la revista, con el cargo de “editor” y con colaboraciones esporádicas de opinión. El director era Felipe Pigna, un escritor de divulgación histórica de gran éxito en las últimas dos décadas, que ha sabido elaborar diversos productos de la industria cultural (documentales educativos, libros, historietas, sitios de internet, programas de televisión y de radio) con buen resultado comercial7. Y la tercera cabeza de la revista era María Seoane, asesora periodística y editorial, una experimentada periodista que firmaba más notas que los otros dos. Además, en la retirada de tapa aparecía un “Consejo asesor” formado por figuras de diverso carácter (y con muchas diferencias en cuanto a su reconocimiento público) que muy esporádicamente colaboraron con artículos o son entrevistados8. La presencia de Pigna en la revista, sin embargo, entrañaba una transferencia de prestigio, dado que identificaba la revista con el exitoso escritor, que además como figura pública ostenta un fuerte compromiso con el pensamiento de izquierda y con una postura “desmitificadora” de la historia9. En ese sentido, y pese a que el proyecto inicial fue de la revistas de la Argentina (fácil de percibir pues en este caso la revista sí es mensual y citamos números de venta, no de edición) y, por el otro, su penetración sensiblemente mayor a la de las revistas “culturales” y similar a la de las “políticas”, en cuya intersección es posible situarla. 6

Según la página oficial del sindicato, “desde 1985 a la fecha el Suterh ha incrementado su patrimonio en más de 200 veces” (http://www.suterh.org.ar/pagina/fuerza-voluntad-transformadora, consultada el 14 de febrero de 2012). 7

El propio Pigna se ha encargado de establecer trabajosamente su figura pública, de modo tal que casi el total de su producción puede verse mencionada en su sitio de internet personal, www.elhistoriador.com.ar. 8

Allí figuran: Dora Barrancos, Osvaldo Bayer, Silvia Bleichmar, Alejandro Boero, Esther Díaz, Griselda Gambaro, Horacio González, Rosana Guber, Adrián Jaies, Graciela Maglie, Mario Margulis, Felisa Miceli, Eduardo Mignona, Luis Felipe Noé, José Nun, Adriana Puiggrós, Mario Rapoport, Andrés Rivera, Graciela Römer, Daniel Schávelzon, Jorge Schvarzer. 9

La construcción de la figura de Felipe Pigna y su producción merecerían un estudio en sí mismo, pues por un lado Pigna retoma una tradición discursiva de larga data en la Argentina al presentar su producción como “revisionista” y enfrentada a una supuesta “historia oficial”, aunque se separe claramente de la escritura y la metodología del revisionismo histórico argentino “clásico” (el que recibió ese nombre a partir de la década de 1930), no sólo por no compartir por completo las opciones ideológicas de este (nacionalismo, catolicismo e integralismo, tanto en sus versiones elitista como populista), sino también por el menor trabajo propiamente historiográfico de indagación y compulsa de fuentes primarias. (Aclaro

Fundación Octubre, cuando se realizó el lanzamiento de la revista el énfasis estuvo puesto en la dirección de Pigna, en el amplio reconocimiento de la versión anterior y en la unión entre historia y política que proponía. El diario La Nación informaba (con errores en las fechas), en su sección Cultura: La mítica revista argentina, que marcó un hito en la historia de las publicaciones vernáculas entre 1891 y 1938, regresará de la mano del historiador best seller Felipe Pigna y de una de las editoras que mejor conoce el mercado tras editar 47 publicaciones: Teresa Pacitti (ex Editorial Perfil). La periodista María Seone es la coordinadora periodística del proyecto.10

La Nación apenas mencionaba “el apoyo económico” de SUTERH; en la nota correspondiente de Página/12 sólo aparecían como responsables Pigna y Seoane, sin ninguna mención a SUTERH, la Fundación Octubre o a Víctor Santa María11. La función de Seoane era la coordinación real de la redacción y fue cobrando gradualmente mayor importancia, firmando varias de las notas centrales (designadas como “El tema”, al cual se le dedicaba la tapa). La nota editorial estuvo durante los dos primeros años a cargo de Pigna; luego, la primera página de cada número empezó a tener dos notas editoriales, una firmada por Pigna y la otra, menos de la mitad de larga, por Seoane. Desde el comienzo, el editor apostaba a una revista de factura impecable desde el punto de vista material: los ejemplares tenían lomo, hojas pegadas y estaban realizados en papel ilustración que realzaba la fuerte presencia de recursos gráficos. La dimensión visual de la revista era central al proyecto, construida con fotos, infografías, múltiples formatos de texto y, recuperando la tradición de la vieja Caras y Caretas, una inusual presencia de la ilustración, que la destacaba de otros medios. que el uso de “divulgación” que hago en estas páginas, lejos de toda capitis diminutio, tiene por objeto la precisión descriptiva y hasta diría el reconocimiento del enorme mérito de Pigna de haber reconducido y aumentado notoriamente el gusto del público argentino por la historia como consumo cultural.) Y, por otro lado, en vez de la indiferencia general con que los historiadores profesionales (universitarios) trataron a otros divulgadores de éxito en los años recientes (de Eduardo Galeano a Jorge Lanata, de Félix Luna a José Ignacio García Hamilton, de René Favaloro a Mario “Pacho” O’Donell), Pigna generó una respuesta impugnatoria y altisonante de varios investigadores académicos de reconocido prestigio (Luis Alberto Romero, Hilda Sábato, Noemí Goldman, Juan Suriano) que paradójicamente reconfirmaron el ansiado lugar de “revisionista” y “desmitificador” que Pigna ha logrado ocupar. Como hipótesis de trabajo, o más bien como intuición indemostrable: parecería que en el “caso Pigna” los historiadores profesionales sienten la necesidad de criticar su visión de la historia no tanto por su extraordinario éxito explicación que reduciría los argumentos intelectuales a una mezquina envidia- sino más bien por la astucia con que Pigna finge un trabajo historiográfico y por una pertenencia profesional al campo de la historia, pues tiene el título de profesor en Historia (a diferencia de los otros mencionados arriba). Un solo ejemplo: Pigna se presentó públicamente durante mucho tiempo como “profesor de la Universidad de Buenos Aires”, y efectivamente lo era: daba clases de historia en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, una institución de educación media dependiente de esa universidad, pero no estudió en ella ni dio clases en la carrera de Historia. Último estertor -hasta ahora- de una lucha discursiva por la palabra histórica legítima, pero también por espacios y dineros institucionales, por concepciones de la tarea intelectual en general e historiográfica en particular, por las relaciones entre el Estado nacional y las universidades e instituciones científicas que, pertenecientes a ese Estado, hacen de su autonomía un derecho ubicuo y axiomático: en 2011 tuvo lugar una discusión pública en torno a la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, del cual Pigna es uno de los miembros con mayor figuración pública. 10

“Vuelve Caras y Caretas”, La Nación, 28 de mayo de 2005.

11

“Historia presente”, Página/12, 7 de julio de 2005.

IMÁGENES 2 A-G En este sentido, sobre todo en los primeros números, la revista remitía a su antecesora no sólo por su nombre, los paratextos mencionados, la cita frecuente y la recuperación explícita tematizada en los distintos artículos, sino también por el uso de aquel recurso en dos vertientes distintas. En primer lugar, un uso de la ilustración como elemento “arcaico”, en términos de Raymond Williams12, que explotaba un estilo naíf propio de los primeros años del siglo XX13. Y, en segundo lugar, la apuesta a una estética moderna, en la que el diseño, la generación de imágenes computarizadas y en menor medida el fotomontaje prácticamente reemplazaban el dibujo como centro del despliegue visual. También, en el cruce de la “tradición” de la vieja Caras y Caretas y la innovación de la nueva versión, había una explotación original de la caricatura y el chiste gráfico políticos. IMÁGENES 3 A-D (cita directa) Desde el punto de vista temático, en sus orígenes la revista aparecía como destinada especialmente a la política, con una nota central considerada “El tema”, pero también había notas sobre historia (entre ellas, entrevistas ficcionales a personajes de la historia a cargo de Pigna), costumbres, anécdotas y reportajes. Además, cuenta con secciones fijas de libros, espectáculos, economía (incluyendo una columna llamada “El buen burgués” que presentaba biografías de empresarios por lo general desde un punto de vista negativo), política internacional, crónicas (viejos casos policiales, relatos ligados al psicoanálisis, descripciones urbanas, de hábitos y prácticas sexuales, de trabajos poco habituales, de costumbres del pasado) y esporádicamente cuentos de ficción.

La política de Caras y Caretas Sobre la base de las figuras públicas de su director y su “asesora periodística”, la revista construyó una línea editorial situada políticamente a la izquierda, empezando por la paradójica recuperación parcialmente crítica del “momento histórico” de la Caras y Caretas original y ligando el momento del Centenario de la Revolución de Mayo (1910) y el próximo bicentenario del mismo acontecimiento. De hecho, el primer tema central de la revista fue titulado “Argentina 2010 o el futuro mistongo” 14, que al tiempo que trazaba un 12

Escribe Williams: “Yo denominaría ‘arcaico’ a lo que se reconoce plenamente como un elemento del pasado para ser observado, para ser examinado o incluso ocasionalmente para ser conscientemente ‘revivido’ de un modo deliberadamente especializado”; Raymond Williams. Marxismo y literatura. Barcelona: Península, 1994. 144. Subrayado mío. 13

Tanto la remisión explícita a la vieja Caras y Caretas y, más en general, a historia argentina, como la opción estética retro son elegidas también por los anunciantes de la revista, lo que contribuye a darle una fuerte continuidad al discurso publicitario y el informativo producido por la propia revista. 14

Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 12. Dado que en este trabajo tomo como objeto el discurso de la revista como emprendimiento editorial, cito por número, fecha y número de página, sin indicar el autor de cada nota (que siempre va firmada). Desde ya que, al igual que en la mayoría de las publicaciones periódicas, esta es producto de una tarea colectiva y, en consecuencia, se trata de un discurso polifónico y heterogéneo que no puede reducirse a una única visión ni considerarse un bloque sin fisuras. De ahí que encontrar el hilo conductor de los distintos textos que figuran en la revista sea un trabajo reconstrucción y puesta en común de los argumentos.

panorama político de los años recientes planteaba los interrogantes centrales del lustro que separaba ese primer número del aniversario mencionado. Así, la coyuntura del año 2005 era vista como todavía parte de la fenomenal crisis de 2001-2002: “¿se puede llegar al futuro sin definir cómo salir del tembladeral del presente? ¿Se puede vivir el presente sin desear un futuro que lo corrija?”15, de modo tal que el período 2003-2005 era descripto como el escenario de “la mayor paradoja de la historia argentina: cómo se puede crecer en riqueza pero al mismo tiempo en pobreza”16. La toma de posición era más significativa, pues la nota hacía las veces de un editorial y de una presentación programática de la revista en su primer número. Por eso me permito citar in extenso sus fragmentos. Queda claro, además, el rol central de su autora, la “asesora editorial” María Seoane, que en siete páginas (frente a la media que escribe Pigna al comienzo), incluyendo fotografías e ilustraciones, se hace cargo de definir la posición política de la revista, al punto de sugerir un programa futuro de acción: …se necesitan más argentinos que defiendan lo propio, más Estado, más empleo, más educación, más equidad, más ciencia, más burgueses que asuman riesgos, más trabajadores que exijan y produzcan, más política, más dirigentes jugados y honestos, más integración regional con nuestro mundo americano. En fin, se necesita una nueva utopía, una refundación de la Argentina que incluya las lecciones del pasado, los dilemas del presente y los sueños del futuro.17

En ese marco general, durante los primeros años de la publicación algunas secciones fijas fueron particularmente críticas del gobierno de Néstor Kirchner, como la llamada “Boletín Oficial”, en la que se dan detalles de las publicaciones del Boletín Oficial de la República Argentina con cierto eje temático, como los gastos pocos claros de las distintas reparticiones, subsidios a empresas o nombramientos de funcionarios18. IMAGEN 4 Y otras bastante más benévolas, como la destinada a economía (“Ekonomizando”), en la que perfectamente se podía incluir un juicio como este: …¿qué pasa que un modelo que genera empleo y mejora los ingresos no encuentra los defensores entusiastas que tuvo en su momento la convertibilidad? No se trata de apoyar al gobierno, sino de avalar la política económica.19

Sin embargo, a lo largo del año 2007 las críticas de la revista fueron disminuyendo en cantidad y en tono: del número de enero de 2007, una especie de balance del 2006 y perspectiva para el nuevo año, al de diciembre de 2007, cuando la asunción de la nueva presidente Cristina Fernández de Kirchner (cuyas políticas guardarían una continuidad fuerte con las de su predecesor y esposo, Néstor Kirchner) permitió a la revista un nuevo ejercicio de evaluación del pasado y proyección del futuro, la línea editorial cambió 15

Idem.

16

Ibidem, 16

17

Ibidem, 19.

18

El Boletín Oficial de la República Argentina es una publicación oficial del Estado nacional que incluye las leyes, decretos y otros actos de naturaleza legislativa o pública, cumpliendo el requisito de publicidad de la normativa para que esta se considere de cumplimiento obligatorio. Por ello, es básicamente una publicación “de archivo”, cuya existencia se explica por requisitos legales y que nadie lee completa. 19

Caras y Caretas 2.206, enero de 2007, 30. Subrayado mío.

claramente de la crítica abierta y el apoyo selectivo al abrazo pleno y la crítica tibia del oficialismo. Si en enero podía publicarse se necesitan estadistas, además de buenos administradores […] Es importante crecer al 8 por ciento anual. Más importante es que cada argentino tenga un ingreso que lo aleje de la pobreza. Los ojos de los niños de la calle, sometidos al paco, son una hipoteca más fuerte que la deuda externa. Tal vez, la gobernabilidad en el futuro dependa de su destierro.20

para diciembre, los estadistas reclamados parecían haberse hallado, pues así se explicaba la continuidad del llamado “matrimonio presidencial”: La gestión económica es uno de los argumentos centrales del triunfo oficialista. La política de acumulación muestra un crecimiento continuado pocas veces visto en nuestra historia y logró una mejoría sorprendente en los indicadores de la situación social […]. El pacto debería contribuir también a mejorar la gran deuda en materia económica: la distribución de la riqueza.21

Empezaba entonces un apoyo directo a la gestión de Cristina Fernández, que se desplegaría con menos ambigüedades aún a lo largo de 2008 y que haría de la publicación mensual una trinchera más en las batallas discursivas encaradas por el kirchnerismo, sobre todo a partir del “conflicto con el campo” entre marzo y agosto de ese año, que Caras y Caretas definía de este modo: …largo y extenuante conflicto desatado por la resolución 125, pero magnificado por la ambición permanente de los dueños de la tierra a defender contra viento y marea su renta y su “derecho” a imponerle al Estado la lógica de sus intereses… 22

En ese trayecto del discurso político de la publicación, el aniversario de la Revolución de Mayo, coincidente con el del inicio del gobierno de Néstor Kirchner, ofreció una oportunidad propicia para explicitar ese apoyo. IMÁGENES 5 A-H

La Revolución de Mayo según Caras y Caretas En la historia argentina, en diferentes versiones ideológicas, la Revolución de Mayo aparece como un acontecimiento fundante de la nacionalidad, el momento de separación del antiguo dominador colonial y de nacimiento de un sentimiento nacional 23. La historiografía cientificista reciente, sin embargo, ha hecho énfasis en la inexistencia de un plan y una voluntad revolucionarios entre sus protagonistas, descartado las motivaciones 20

Ibidem, 10.

21

Caras y Caretas 2.217, diciembre de 2007, 11.

22

Caras y Caretas 2.225, agosto de 2008, 21.

23

Un acercamiento a la construcción de esa imagen de la Revolución de Mayo ha sido realizado analizando heterogéneos “casos” de la historiografía y otros discursos en Nelda Pilia de Assunçao et al. Mayo de 1810: Entre la historia y la ficción discursivas. Buenos Aires, Biblos, 1999. Para un análisis de los primeros significados atribuidos a la Revolución y el modo en que se volvió la referencia central del relato nacionalista, ver Fabio Wasserman. “De Funes a Mitre. Representaciones de la Revolución de Mayo en la política y la cultura riopaltense (primera mitad del siglo XIX)”. Prismas 5, 2001. 55-84.

ideológicas e identitarias (sostenidas por los historiadores de la tradición liberal nacionalista que, en la estela de Bartolomé Mitre, narraron la épica de la construcción de la nación) y también las de tipo económico (privilegiadas por quienes, de Juan B. Justo en adelante, buscaron dar una explicación de base material a los fenómenos políticos). El movimiento porteño de mayo de 1810 ha sido enmarcado en una crisis imperial española de larga gestación y en el ciclo de las “revoluciones atlánticas”, que al exhibir las motivaciones coyunturales de las revoluciones de independencia americanas deshacen los teleologismos y las atribuciones de nacionalidad anacrónicas. En muy apretado resumen, el estado actual del conocimiento del proceso de independencia de lo que hoy es Argentina indica que este es previo o en el mejor de los casos contemporáneo a una identidad nacional y, antes que un corte radical simultáneo con el Antiguo Régimen y los lazos coloniales a partir de una lucha guiada por ideales políticos y morales, la formación de las naciones americanas fue la solución posible para una crisis política y social abierta por la descomposición de la monarquía española24. Sin embargo, el acontecimiento “Revolución de Mayo”, visto como un corte radical con las instituciones coloniales producto de la extraordinaria visión política y de los valores morales superlativos de líderes excepcionales, sigue dotado de una efectividad política y aun de un valor afectivo que es único en la historia argentina; claramente la Declaración de la Independencia de 1816 no convoca del mismo modo; sí podría sostenerse que lo hace el 17 de Octubre de 1945, fecha mítica de nacimiento del movimiento peronista, pero pagando el precio de su parcialidad política y social. La Revolución de Mayo, narrada bajo la forma de la novela romántica (en el sentido en que usa esta categoría Hayden White25), en cambio, es un signo nodal de la historia argentina: piedra fundamental de diversas tradiciones políticas, se vuelve un significante casi vacío que puede ser llenado con significados progresistas, conservadores, laicistas, religiosos, políticos, sociales, nacionales, regionales26. La 24

Si bien lo expuesto en este párrafo pretende sintetizar sin matices cierto consenso historiográfico amplio actualmente existente sobre la Revolución de Mayo entre los historiadores profesionales, habría que señalar las obras de François-Xavier Guerra (Modernidad e independencias. Madrid: Alianza, 1992), Tulio Halperin Donghi (Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo. Buenos Aires: Eudeba, 1961; Revolución y guerra. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1972; Reforma y disolución de los imperios ibéricos. Madrid: Alianza, 1985) y José Carlos Chiaramonte (Ciudades, Provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina. Buenos Aires, Ariel: 1997; Nación y Estado en Iberoamérica. Buenos Aires: Sudamericana, 2004) como centrales en la construcción de ese consenso. 25

Según White, “The romance is fundamentally a drama of self-identification symbolized by the hero’s trascendence of the world of experience, his victory over it, and his final liberation form it […]. It is a drama of triumph of good over evil, of virtue over vice, of light over darkness, and of the ultimate trascendence of man over the world in which he was imprisoned by the Fall” (Hayden White. Metahistory. The Historical Imagination of the Nineteenth Century Europe. Baltimore: John Hopkins University Press, 1973. 8-9). El “héroe” de una historia nacional, por supuesto, es la propia nación. 26

El ya citado trabajo colectivo de Pilia de Assunçao et al. recurre al concepto de “lugar de la memoria” elaborado por Pierre Nora. Los “lugares de la memoria” son aquellos que portan una historia simbólica, de modo tal que en ellos se reconoce una memoria del pasado que recorta “olvidos” e ilumina de manera particular fragmentos de ese pasado (en contraposición a una historia concebida dentro del paradigma positivista que reflejaría la totalidad de ese pasado). Si bien el concepto de Nora permite a los autores dar cuenta del trabajo de la memoria consistente en la recreación y resignificación de los elementos de ese pasado, realizan un desplazamiento problemático, pues justamente dejan de referirse a lugares para pensar, en todo caso, un momento de la memoria. Si bien Nora y su grupo conciben estos “lugares” en un sentido material o ideal, muchas de sus observaciones se refieren a un concepto que ya es metáfora (o catacresis), que se construyen como una cadena de analogías, quedan desfasadas al trasladarse del eje

incapacidad de los historiadores profesionales para desarmar o cuestionar los sentidos comunes históricos vigentes en amplias capas de la sociedad demuestra la pervivencia de una concepción teleológica y nacionalista de la historia argentina que organiza la propia identidad nacional; impermeables a la multicausalidad, particularidad y no necesariedad del surgimiento del colectivo identificatorio “nación argentina” sostenidas por la historiografía académica, la Revolución de Mayo y la guerra de la Independencia aparecen en las discusiones públicas revestidas del carácter fundante que ya la historiografía nacionalista y positivista de fines del siglo XIX le otorgaba. La prueba más cabal de ello fue la presencia de la conmemoración del Bicentenario en los espacios públicos durante el año 2010, que incluyó una masiva participación popular en festejos y recordatorios en todo el país. Si este signo histórico había estado presente en Caras y Caretas desde su primer número (por ejemplo, en él el reportaje ficcional había sido realizado a Manuel Belgrano, sorprendentemente descripto como dejado de lado por “la historia oficial”27), durante el 2007 figuró de manera más acentuada, convirtiéndose en uno de los objetos privilegiados tanto como tema cuanto como término de las comparaciones o punto de partida cronológico de los temas de actualidad. Un número que se destacó claramente fue el de mayo de 2007, pues se cumplían cuatro años de mandato de Néstor Kirchner28; el tema central era la Revolución. Inscribiéndose en un seudorrevisionismo que cuestionaba una supuesta versión “oficial” de la historia argentina29, la presentación del acontecimiento no escapaba de los ejes establecidos en el sentido común histórico de los argentinos. Ya en la nota editorial que abría el número se leía: espacial al temporal. Ver Pierre Nora (dir.). Les lieux de memoire. Paris: Gallimard, 1984-1993. 7 volúmenes. Y también Pilia de Assunçao et al. Ob. cit., especialmente las páginas 13-20 (para una definición teórica) y 23-60 (para su uso heurístico en la interpretación de la historiografía argentina). 27

Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 68. Ver imagen 2E en el Anexo.

28

Néstor Kirchner asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, pues las elecciones de las que salió vencedor y el traspaso de mando fueron adelantados por el presidente anterior, Eduardo Duhalde, presidente provisional elegido en enero de 2002 para completar el mandato del renunciado Fernando de la Rúa, que debería haber terminado el 10 de diciembre de 2003. El 10 de diciembre es una fecha significativa en la tradición política argentina, dado que fue el día en que asumió Ricardo Alfonsín en 1983; por ello, tanto Carlos Menem en 1999 (quien asumió un 8 de julio) como Néstor Kirchner en 2007 recibieron una extensión extraordinaria de sus mandatos para que el cambio de presidente coincidiese con esa fecha. La elección del 25 de mayo de 2003, por supuesto, también abrevaba del venero simbólico, no sólo por el recuerdo de la fecha fundante de 1810, sino también por haber sido el día en que en 1973, de la mano del presidente Héctor Cámpora, el peronismo volvió al poder luego de diecisiete años de proscripción. 29

Nuevamente, escapan al tema de este trabajo las disputas entre historiadores “académicos” o “profesionales” y “aficionados”, pero una de sus características más curiosas es la simultánea negación de legitimidad entre ambos sectores (que sólo vagamente pueden identificarse como tales); lo que no hay es una “vereda de enfrente” que se acepte como tal. El revisionismo histórico “clásico” de la Argentina (surgido en la década de 1930 como impugnación al nacionalismo liberal desde las trincheras nacionalistas católicas e hispanófilas) produjo una extraordinaria redefinición de los elementos identitarios básicos de la nacionalidad argentina; sin embargo, un efecto aun más duradero fue el modo en que instaló una retórica historiográfica definida siempre por el tópico de la revisión y, más enfáticamente, de la impugnación de las versiones previas. De ahí que incluso las versiones “académicas” de la historia se propongan como una renovación y revisión de lugares comunes previos; toda la historia producida en Argentina es, en este sentido, revisionista y no hay historiador que presente su trabajo como parte de una historia “oficial”, ni siquiera aquellos que en teoría deberían hacerlo (las Academias Argentina de la Historia y Nacional de Historia, los docentes de las universidades nacionales, aquellos que elaboran material didáctico para los establecimientos educativos públicos, etc.).

Estamos a punto de celebrar un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo de 1810, un momento central y fundacional de nuestra historia, un glorioso momento en el que se pudieron poner por escrito y decir a los cuatro vientos ideas que se venían guardando en las mentes y las gargantas de los padres fundadores.30

Los “padres fundadores” (nominación extraña a la tradición historiográfica argentina, calco de las versiones nacionalistas de la historia estadounidense), entonces, aparecían como los autores de ese movimiento a partir de su preclaro “adelantamiento” ideológico. Se exhibe una retórica revisionista, que incluso intenta ser irónica aunque no llega a ser creíble: …el sistema fomenta debates tan trascendentes como la existencia o no de paraguas en aquellos días de 1810, o sesudos contrapuntos meteorológicos basados en la contradicción marcada por la canción “el sol del 25 viene asomando” y las ilustraciones del Billiken, el Simulcop (un cuaderno con las ilustraciones necesarias para todo un año escolar, que se transferían al cuaderno presionando sobre ellas con un lápiz, y que dejó de editarse a fines de los 60) y el Manual del alumno, que muestran una plaza indudablemente lluviosa. 31

Pero, si bien había cierto énfasis en el carácter violento y popular del movimiento revolucionario, no se presentaba ninguna novedad respecto de una representación ya adquirida por la mayoría de los lectores en su experiencia escolar y a través de otros medios de comunicación32. E incluso el relato caía en simplificaciones maniqueas, como suponer una división tajante entre criollos y españoles peninsulares o entre las “facciones” saavedristas y morenistas de los revolucionarios (disputas que sólo surgirían con el correr de los acontecimientos posteriores a la Revolución y que aun así aceptarían matices y excepciones). En ese mundo de “buenos y malos”, el discurso de la revista optaba por una de las facciones supuestamente involucradas en el movimiento, la más radicalizada, y ensalzaba a sus figuras centrales: Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli. Los líderes “conservadores” de la Revolución (Cornelio Saavedra, Juan José Paso), en cambio, son denostados y adjetivados como oportunistas. Dada la ya señalada importancia de la dimensión gráfica en la publicación, quiero detenerme en algunas ilustraciones en particular. Si el artículo central (escrito por Pigna) se titulaba “La Revolución inconclusa”, tanto la portada como la “segunda portada” (que en cada número antecedía e ilustra la nota principal) presentaban interpretaciones coherentes con esa idea. En esta, aparecen algunos de los miembros de la Primera Junta de gobierno contemplando una representación de los tópicos centrales del discurso más tradicional sobre la Revolución (son imágenes típicas de las actividades escolares para la efemérides: el escenario del cabildo, los tipos sociales propios de la colonia como el vendedor de velas y la vendedora de mazamorra, un activista político sonriente que reparte cintas argentinas). La actitud de los personajes históricos representados en la ilustración difería, retomando el 30

Caras y Caretas 2.210, mayo de 2007, 5.

31

Ibidem, 10. Subrayados en el original.

32

A diferencia de la interpretación aceptada entre los historiadores profesionales citada más arriba, que supone una inserción plena de la Revolución de Mayo en una historia no nacional (ibérica, atlántica, americana, regional o global), aquí se habla, de modo similar a la historiografía más tradicional, de “la influencia europea” y se la introduce a partir de una petición de principio: “Los hechos de Mayo son absolutamente inexplicables sin una comprensión necesaria de la situación europea, porque son el resultado de una serie compleja de causas entre las que las externas se tornan determinantes” (Ibidem, 10).

juicio del artículo central: Saavedra, Paso y Manuel Alberti (quien sostiene una típica plancha de retratos para uso escolar) sonríen, Belgrano contempla con cara de preocupación, Moreno llora33. IMAGEN 6 En la portada, en cambio, la irrupción de la actualidad en la representación histórica no se daba a través de la cita, como en el ejemplo anterior, sino directamente de la yuxtaposición de dos acontecimientos representados como uno: la Revolución de Mayo y la renuncia del presidente De la Rúa en diciembre de 200134. En la Plaza de Mayo, colmada por el populacho que reclama frente al cabildo, hay algunos manifestantes sosteniendo un cartel con la consigna “Que se vayan todos”, popularizada en las jornadas de protesta de aquel año. Y un personaje que podría identificarse con el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros abandona el edificio del cabildo en helicóptero, como anecdócticamente lo hizo de la Rúa luego de firmar su renuncia en la Casa de Gobierno. IMAGEN 7 Pero hay una tercera ilustración que, al tiempo que también ligaba las disputas facciosas de los primeros tiempos revolucionarios con las contemporáneas a la publicación, implicaban una decidida y casi demasiado obvia toma de posición en estas últimas (dado lo prístino también de la elección en las primeras): Moreno y Saavedra traban una pulseada, con el edificio del cabildo de fondo, y Néstor Kirchner y el expresidente Carlos Menem observan35. IMAGEN 8 Kirchner y Menem están detrás de Moreno y Saavedra respectivamente, y si bien las proporciones del dibujo son confusas, parecen estar palmeando cada uno a “su representante” en la lid. Como si el significado que se buscaba transmitir no fuese claro, un epígrafe interpretaba la ilustración para el lector: “Mariano Moreno y Cornelio Saavedra se trenzan en una pulseada donde están en juego un ideario nacional y popular versus el modelo oligárquico”36. En ese texto y en esa ilustración estaba resumido el viraje ideológico de la revista, que a partir de entonces apoyaría de modo más decidido (bien que con críticas ocasionales) a los gobiernos kirchneristas. Pero justamente gracias a la condición de significante casi vacío37 de la Revolución de Mayo puede realizarse esa operación de giro hacia el

33

Ver la imagen 6 del Anexo.

34

Ver la imagen 7 del Anexo.

35

Ver la imagen 8 del Anexo.

36

Ibidem, 18.

37

Si bien me siento deudor de la idea de Ernesto Laclau de “significante vacío” (básicamente, un perro verde de la teoría saussereana: un significante sin significado), no me parece aplicable a este caso (y en rigor a ninguno), pues pese a la ausencia de un significado claramente definido hay algo innegable del orden del sentido en cualquier versión de la Revolución de Mayo en la discusión política o histórica argentina: la Revolución de Mayo es algo bueno. De hecho, si así no fuera, no tendrían sentido ni las

oficialismo; basta comparar esta construcción ideológica con el modo en que los dos principales diarios nacionales, Clarín y La Nación, llevaban a cabo una estrategia exactamente inversa: el tratamiento periodístico del aniversario de la Revolución les permitía desplegar una serie de críticas al gobierno nacional cada vez más acérrimas, en función de la creciente polarización de la política argentina y a partir del final de la afinidad ideológica que en particular Clarín tenía con Néstor Kirchner38.

disputas por su definición ni las apropiaciones constantes que se realizan. Si se quieren seguir las analogías lingüisticistas de Laclau, la Revolución de Mayo tendría un rasgo semántico [+bien político]. 38

Para un análisis de esas estrategias, ver Julia de Diego y Paula Salguero. “Apuntes sobre el tratamiento del 25 de Mayo en la prensa durante el primer Kirchnerismo (2003-2007)”. Cuadernos de h ideas 4, 2010. Y también Julián Fontana y Mauricio Schuttenberg. “La apelación a la historia como instrumento de construcción de una identidad ‘liberal conservadora’. El diario La Nación, en la crisis de 2001-2002 y en la confrontación con el Gobierno desde el ‘conflicto con el campo’ al bicentenario”. Cuadernos de h ideas 4, 2010.

ANEXO DE IMÁGENES

Imagen 1A: Tapa de Caras y Caretas 179, 23 de abril de 1904.

Imagen 1A: Tapa de Caras y Caretas 384, 10 de febrero de 1906.

Imagen 2A: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 13.

Imagen 2B: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 12.

Imagen 2C: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 14.

Imagen 2D: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 21.

Imagen 2E: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 68.

Imagen 2F: Caras y Caretas 2.206, enero de 2007, 66.

Imagen 2G: Caras y Caretas 2.206, enero de 2007, 67.

Imagen 2H: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 5.

Imagen 3A: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 42.

Imagen 3B: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 43.

Imagen 3C: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 44.

Imagen 3D: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, 45.

Imagen 4: Sección Boletín Oficial.

Imagen 5A: Caras y Caretas 2.188, julio de 2005, tapa.

Imagen 5B: Caras y Caretas 2.193, diciembre de 2005, tapa.

Imagen 5C: Caras y Caretas 2.217, diciembre de 2007, 9.

Imagen 5D: Caras y Caretas 2.217, diciembre de 2007, 10.

Imagen 5E: Caras y Caretas 2.217, diciembre de 2007, tapa.

Imagen 5F: Caras y Caretas 2.217, diciembre de 2007, 22.

Imagen 5G: Caras y Caretas 2.217, diciembre de 2007, 23.

Imagen 5H: Caras y Caretas 2.219, febrero de 2008, 24.

Imagen 6: Caras y Caretas 2.210, mayo de 2007, 9

Imagen 7: Caras y Caretas 2.210, mayo de 2007, tapa.

Imagen 8: Caras y Caretas 2.210, mayo de 2007, 18.

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