La parrhesia o el discurso veraz en el orden de la política. Una aproximación a Foucault

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Descripción

La parrhesia o el discurso veraz en el orden de la política. Una
aproximación a Foucault


Cuando hablamos del discurso veraz en el orden de la política, estamos
especialmente haciendo hincapié en la determinación del problema de las
relaciones entre el gobierno de sí y el gobierno de los otros,
remitiéndonos asimismo a una genealogía del discurso político en general.

Es en este punto entonces aparece especialmente esta genealogía relacionada
con el gobierno del príncipe , con la formación de su alma, de su carácter,
y en especial con la adquisición de los saberes que le son necesarios para
el arte de gobernar, que, asimismo termina por desembocar en el ámbito de
lo público. Esta interpretación remite también no sólo a una revisión de la
filosofía antigua, a través del estudio de la ciudadanía griega y muestra
que el coraje por la verdad es el fundamento ético dejado en el olvido por
la democracia ateniense. Al mismo tiempo demostrará que con la decadencia
de las ciudades, el coraje de la verdad deviene en una interpelación al
príncipe.

Y si hablamos del principe estamos hablando del ámbito público, tema ya
abordado por Kant en 1784 en Que es la Ilustración?. La dimensión pública
de la política remite a una relación concreta, institucional entre el
escritor calificado (hombre de cultura) y el lector.


Una introducción al concepto

Michel Foucault en 1983 en el Collège de France inaugura una investigación
en torno a la noción de parrhesía. Al hacerlo, Foucault prosigue su labor
de relectura de la filosofía antigua. A través del estudio de esta noción
(el decir veraz, el hablar franco), reexamina la ciudadanía griega y
muestra cómo el coraje de la verdad constituye el fundamento ético olvidado
de la democracia ateniense.
Describe también la manera en que, con la decadencia de las ciudades, el
coraje de la verdad se transforma y deviene en una interpelación personal
al alma del Príncipe. Se dedica a un nuevo examen de tópicos políticos,
como la figura platónica del filósofo-rey, la condena de la escritura o el
rechazo sistemático al compromiso. Foucault construye una figura del
filósofo en la cual se reconoce. Este discurso de la verdad es el
pronunciado por el más débil para que el fuerte piense.
La filosofía como exterioridad con respecto a una política que constituye
su prueba de realidad,
la filosofía como crítica con respecto a un dominio de ilusión que la pone
frente al desafío de constituirse como discurso verdadero, la filosofía
como ascesis, es decir como constitución del sujeto por sí mismo: me parece
que esto constituye el ser moderno de la filosofía o, tal vez, lo que en la
era moderna de la filosofía recupera el ser de la filosofía antigua.
Con la parrhesia se alude a dos formas de discurso que se enfrentan, pero
que están ligados una con otra: el discurso racional que permite el
gobierno de los hombres y el discurso del débil que reprocha al fuerte su
injusticia. Este par implica una matriz especifica del discurso político.
Al gobernante se le hace indispensable poseer, como guía y garante, el
discurso de otro, el más débil, que señala la injusticia del fuerte,
implica una condición indispensable para que este último pueda gobernar a
los hombres de acuerdo con el discurso de la razón humana.
Se trata de una práctica de los hombres, tanto un derecho como un riesgo
humano. Además se puede discriminar entre la parrhesía política, la
parrhesia moral y la parrhesia judicial. La primera de ella esta ligada a
la democracia. Este concepto nos lleva a la reflexión de un todo un nuevo
campo de problemas políticos diferentes de los referidos a la constitución,
de la ley, de la organización de la ciudad. Estos problemas relacionados
con el poder, son estrictamente políticos. La politeia define el lugar de
la parrhesia, porque el discurso veraz del hombre político, es el elemento
en virtud del cual se asegura el juego conveniente de la política. Este
concepto se relaciona con la gubernamentalidad.
Sin democracia no hay parrhesia, sin ella tampoco hay mando, porque en ella
existe un discurso veraz que se manifiesta desde el valor. ¿ Cómo puede la
democracia tolerar la verdad?
Lo cierto es que no hay discurso verdadero sin democracia, pero aquél
introduce modificaciones en ella. En un momento donde la discusión sobre la
democracia radica en la distribución del poder, de las relaciones entre
Estado y sociedad civil, parece oportuno volver a la cuestión del discurso
verdadero, indispensable en una realidad política contemporánea signada por
discursos ornamentales, pero vacíos, que dan lugar a una dialéctica en la
misma democracia que hace posible el discurso, y la oposición, al mismo
tiempo lo amenaza sin cesar.
En este sentido Foucault relaciona el concepto de crítica y de ilustración,
a través de la noción de minoría de edad, situación de la que salimos
gracias a ésta última.
La ilustración nos hace salir de este estado de minoría de edad que se
define por una relación entre el uso que damos o podríamos dar a nuestra
razón y la dirección de los otros. El estado de minoría de edad se
caracteriza por una relación entre el gobierno de sí y el gobierno de los
otros, pero es una relación corrupta.
La imposición de la dirección de los otros al uso de nuestra propia razón,
no se debe a una autoridad, sino a nosotros mismos, a una determinada
relación con nosotros mismos, que se caracteriza por la pereza, por la
cobardía, dice Kant. La ilustración deberá justamente redistribuir las
relaciones entre el gobierno de sí y el gobierno de los otros. Si los
sujetos por sí mismos son incapaces de salir de su estado de minoría de
edad, ¿existen algunos que, por su autoridad, de su acción propia sobre los
demá, tengan la capacidad de librarse de esa cobardía?. Pero cuando toman
la dirección de los otros sobre la base de la autonomía, algunos de esos
individuos, al tomar conciencia de su propio valor y también de la vocación
de cada hombre de pensar por sí mismo, deciden ser los liberadores de los
demás. Estos piensan por sí mismos y se apoyan en esa autonomía para tomar
autoridad sobre los otros. Pero se valen de esa autoridad sobre los demás,
hasta que en cierto punto la conciencia de su propio valor se diluye y
llega a ser la constatación y la afirmación de la voluntad de cada hombre
de actuar como ellos, es decir pensar por sí mismo. Estos individuos si
bien son los jefes de los otros, son incapaces de hacer salir a la
humanidad de su minoría de edad. ¿Por qué? Porque acostumbrados a la
dependencia no toleran la libertad y la liberación que se les otorga; y
fuerzan a los que se han liberado a volver al yugo.
Es preciso señalar que el estado de minoría de edad se caracteriza por la
conformación de dos pares indebidos e ilegítimos: 1) obediencia y ausencia
de razonamiento, y 2) la confusión entre lo público y lo privado, que deben
estar claramente delimitados. Pero no se trata de dos ámbitos sino del uso
público y privado de la razón. Asi hay minoría de edad cada vez que
coincide el principio de la obediencia, entendido como no razonar, con el
uso público de nuestro entendimiento.






Bibliografia
Cansino, C "La muerte de la Ciencia Política" Sudamericana, Buenos Aires,
2008
Eco, U "Apocalipticos e Integrados", Tusquets, Buenos Aires, 2008
Foucault M. "El gobierno de si y de los otros. Curso en el College de
France (1982-1983)" FCE, Bs. As, 2009
Habermas J "La ética del discurso y la cuestión de la verdad" Buenos Aires,
Paidos, 2006
------------- "La inclusión del otro. Estudios de teoría política" Buenos
Aires, Paidos, 2006
Monzón, C. "Opinión Pública, comunicación y política", Tecnos, Madrid, 1996
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