La otra cara de la moneda. Uso y reutilización de la moneda en la Edad Media del Noroeste peninsular (II)

July 13, 2017 | Autor: Raúl Sánchez Rincón | Categoría: History, Archaeology, Monetary Economics, Folklore, Medieval History, Material Culture Studies, Liturgy, Medieval Studies, Pilgrimage, Ritual, Medieval Iberian History, Pilgrimage Routes, Early Medieval Archaeology, Numismatics, Medieval Archaeology, Funerary Archaeology, Monetary history, Funeral Practices, Medieval Europe, Ornament (Archaeology), Ritual (Anthropology), Archaeology of Ritual and Magic, Archeologia, Archaeology of the Basque Country, Archaeology of Ritual, History of Games, The Iberian kingdoms of Leon and Castile, 8th. - 12th. centuries, Arqueología, Medieval Economy, Medieval numismatics, Ritual Studies, Historia, Coins finds as archaeological artefacts, Coin Hoards, Kingdom of Castile in the Middle Ages, Funerary Practices, Archeologia medievale, Medieval Coins, Rituals, Numismatique, Medieval Coinage, Charity, Coin jewellery, Archéologie, Historia Medieval, Biography of Objects, obolo di Caronte, Numismatica medievale, Camino de Santiago, Edad Media, Medieval pilgrimage, Numismatica, Medieval and Modern Numismatics, Coins, Juegos, Archeologia, Numismatica, Numismatica medieval y moderna, Rituales, Votive Deposit, Votive offerings, Ritual Practices, Bizkaia, Álava, Pilgrim badges, JUEGOS TRADICIONALES, Rituals and Symbols (Medieval), Hoards and Ritual Deposits, Folclore e Cultura Popular, Rituales funerarios, Archeology, Refranes, Monedas En Contexto, Numismatique médiévale, Charon’s obol, Material Culture Studies, Liturgy, Medieval Studies, Pilgrimage, Ritual, Medieval Iberian History, Pilgrimage Routes, Early Medieval Archaeology, Numismatics, Medieval Archaeology, Funerary Archaeology, Monetary history, Funeral Practices, Medieval Europe, Ornament (Archaeology), Ritual (Anthropology), Archaeology of Ritual and Magic, Archeologia, Archaeology of the Basque Country, Archaeology of Ritual, History of Games, The Iberian kingdoms of Leon and Castile, 8th. - 12th. centuries, Arqueología, Medieval Economy, Medieval numismatics, Ritual Studies, Historia, Coins finds as archaeological artefacts, Coin Hoards, Kingdom of Castile in the Middle Ages, Funerary Practices, Archeologia medievale, Medieval Coins, Rituals, Numismatique, Medieval Coinage, Charity, Coin jewellery, Archéologie, Historia Medieval, Biography of Objects, obolo di Caronte, Numismatica medievale, Camino de Santiago, Edad Media, Medieval pilgrimage, Numismatica, Medieval and Modern Numismatics, Coins, Juegos, Archeologia, Numismatica, Numismatica medieval y moderna, Rituales, Votive Deposit, Votive offerings, Ritual Practices, Bizkaia, Álava, Pilgrim badges, JUEGOS TRADICIONALES, Rituals and Symbols (Medieval), Hoards and Ritual Deposits, Folclore e Cultura Popular, Rituales funerarios, Archeology, Refranes, Monedas En Contexto, Numismatique médiévale, Charon’s obol
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Numisma 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172. Recibido: 15-07-2014. Aprobado: 15-12-2014. Versión definitiva: 23-02-2015

La otra cara de la moneda. Uso y reutilización de la moneda en la Edad Media del Noroeste Peninsular (II) Raúl Sánchez Rincón y Antonio Roma Valdés RESUMEN Las monedas, además de usarse para el fin que fueron fabricadas en origen, han sido utilizadas a lo largo de la historia para los más variados propósitos. En el presente trabajo abordaremos diferentes aspectos de dicha reutilización monetaria, esto es, el empleo del dinero para fines distintos a los que permiten su existencia: donaciones, ofrendas, limosnas, fundaciones, adornos de distintas clases o juegos. En todos los casos, se trae la moneda a nuestro tiempo, procurando dar a la misma sonido, color y vida, facilitando una forma de enfrentarse a futuros hallazgos.

ABSTRACT The other face of the coin. Coin usage and its reutilization in the Middle Ages in the Peninsular NorthWest (II) Coins, in addition to the purpose for which they were originally conceived, have been utilized throughout history for widely varying purposes. In this paper we will deal with different aspects of this monetary re-utilization, i.e., the use of money for other purposes, such as donations, offerings, alms, foundations, ornaments and games. In all cases, the coin is brought to the present day, attempting to give it sound, colour and life, and providing a way to deal with future finds.

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En un anterior trabajo, o mejor dicho, en la primera parte de este estudio trazamos el camino seguido por las monedas desde su salida del taller monetario hasta el regreso al mismo para su posterior reciclaje tras su empleo por los hombres de este período. Por fortuna, no todas las piezas eran devoradas durante ese singular eterno retorno a la ceca, de modo que, gracias a un variado elenco de ejemplares que han llegado hasta nuestros días, pudimos llegar a determinar con cierto grado de seguridad los usos propios de la moneda a lo largo del medioevo. No obstante, la relación del hombre de la Edad Media con la moneda iba más allá del alivio de verla en la bolsa, el apuro de no tenerla o la cotidianidad de emplearla en los gastos corrientes. La moneda generaba, además, otra serie de valores que excedían los exclusivos del giro económico de ahorro y gasto (1). En la –– 143

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exposición que comenzamos nos vamos a fijar en esos otros sentimientos que la moneda provocó en el hombre medieval y lo haremos a través de la observación de las formas en que se reutilizó el circulante fuera de dicho ciclo, muchas veces concluida su vigencia (2). Quizá, por ello, adquieran en este discurso mayor relevancia aquellas piezas provenientes de intervenciones arqueológicas en vista del valor añadido que aporta hallarlas en su contexto original de deposición o pérdida. Por desgracia, en la práctica, ni en el trabajo de campo, ni en las memorias arqueológicas resulta sencillo identificar o rastrear comportamientos ritualizados donde participen las monedas de manera inequívoca (3), exceptuando el ya de sobra conocido y por otra parte mal denominado óbolo de Caronte, sobre el cual volveremos en las próximas líneas. Es más, a pesar del indudable potencial hermenéutico de la arqueología a la hora de decodificar posibles fenómenos de reutilización monetaria, no hemos de desdeñar las trabas inherentes al propio desarrollo de la disciplina arqueológica. Sin ir más lejos, en contra de lo que pudiera parecer, los datos arqueológicos “no preexisten sino que se construyen” (4) con los graves problemas interpretativos que se pueden derivar de ello, más aún si cabe cuando nos adentramos en los siempre pantanosos terrenos de las creencias y el simbolismo de las sociedades pasadas.

LA UTILIZACIÓN DE LA MONEDA CON OTROS FINES 1. Donaciones, limosnas y ofrendas En una concepción religiosa y social como la propia de la Edad Media el empleo de la moneda para fines religiosos es absolutamente comprensible. En este apartado nos vamos a fijar en un aspecto del que dejamos un breve apunte en la primera parte del trabajo: la limosna, asociada a valores como la misericordia o la compasión y a una virtud teologal como la caridad. De una manera más o menos directa en la Biblia se alude a la misma en Mateo 6, 1-4 (“mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”), Lucas 11, 41 (“pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio”) y 12, 33 (“Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye”), así como en los Hechos de los Apóstoles 10, 2 (“piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre”). (1) Casi con toda seguridad desde el mismo instante de la invención de la moneda como referencia de valor e instrumento de cambio ésta adquirió para la sociedad que la creó una fuerte carga simbólica. Si bien, tal vez, los ejemplos mejor conocidos o paradigmáticos se den durante la tardorromanidad: Brigstock (Northamptonshire, Inglaterra), Cirene (Jabal al Akhdar, Libia), Culver Hole (Port Eynon, Gales), Ehlm (Alsacia, Francia), Las Peñas de los Gitanos (Granada, España),... Una puesta al día en VV.AA. 2012:243-247. (2) KELLEHER 2012, refiere tres clases de reutilización: la joyería, la mutilación y el emplazamiento especial. (3) A diferencia del mundo anglosajón, donde no son extraños los estudios que abordan el fenómeno de la reutilización del numerario de época medieval, HAMEROW 2006:17 (nota 46) y 26 (nota 108); KELLEHER 2012, en nuestro entorno es un fenómeno generalmente desatendido por la historiografía si obviamos el mundo funerario. (4) AZKARATE y GARCÍA 2012:332.

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A los efectos de precisar su ámbito distinguiremos la limosna de las donaciones en beneficio del alma, forma esta de disponer la herencia que el Código civil vigente desde 1889 sigue contemplando en su artículo 747. En este sentido, la documentación medieval recoge donaciones y testamentos en los que una corporación eclesiástica es favorecida por disposiciones realizadas por particulares en cantidades importantes que por su importancia reciben una plasmación escrita. Estas donaciones se materializan en cantidades elevadas que no nos interesan. En este punto nos vamos a fijar en las otras, en las cotidianas, en las dadas en moneda contante. Determinados autores, por su parte, tienden a vincular la presencia de monedas de escaso valor en el interior de las sepulturas con una serie de gestos surgidos al calor de la aparición y desarrollo del concepto del Purgatorio. En un contexto en el que el alma del ser querido podía ser liberada de la condenación eterna alzando plegarias, entregando donativos o promoviendo obras pías, la disposición de las monedas durante el sepelio puede interpretarse como pequeñas donaciones efectuadas por familiares en aras a interceder por la salvación del alma del difunto y facilitar así su entrada al Paraíso (5). Si bien la Iglesia era conocedora de dichas prácticas no parece que las aceptara de buen grado si atendemos a su reducida incidencia en el registro arqueológico (más si cabe dadas las supuestas ventajas aportadas en beneficio del alma), si escuchamos las serias advertencias vertidas en los exempla en relación a portar monedas en el lecho de muerte (6) o si contemplamos la decoración historiada de muchas iglesias románicas previniendo sobre los peligros inherentes a la acaparación de bienes terrenales. Sin llegar a negar el indiscutible potencial interpretativo de tan sugerente hipótesis, no creemos que sean esas aguas las que muevan las ruedas de aquellos molinos. Las desigualdades sociales en el marco de una economía que recela de la riqueza generan la presencia de personas que o no tienen trabajo o son incapaces de realizar tareas por razón de edad, procedencia o enfermedad y que reclaman amparo. A lo largo de la Edad Media encontramos instituciones dedicadas a canalizar la caridad, como los hospitales de atención a peregrinos, sean religiosos o de fundación real y algunas personas ganan el cielo, en ocasiones mejorando su prestigio público, a través de la fundación de obras piadosas (7) o de las oraciones de aquellos a los que entregan (5) GARCÍA CAMINO 2002:239-240; VAN GENNEP en KELLEHER 2012:198. (6) Utilizados al menos desde el siglo XIII, los exempla comprendían un amplio repertorio de relatos, anécdotas… utilizados por los predicadores para clarificar y enriquecer sus sermones. Sirvan de ejemplo algunos de ellos en TRAVAINI 2004:16: “A dying usurer ordered his wife and children to divide his money in three parts; one for his wife, one for his children, and one to be buried with him. Since the money buried was a lot, his children tried to recover it during the night. When they opened the grave they found devils pouring into dead’s mouth his coins turned into burning coals. The children ran away in terror”, “In the grave of a usurer, who had insisted that a purse of money be buried with him, two toads are found feeding his mouth with money”, “A nun hoards money which is found after her death and thrown into her grave; a few days later the grave is opened and the money is seen pouring into her mouth”, “A corpse is flung on a dunghill because money has been found on it”, “A hermit does not want to touch a coin because it is money”. (7) Realizando el vaciado documental de la ermita de San Juan Bautista de Ondarroa (Bizkaia) y su Hospital, recogimos una serie de noticias tardías extraídas del documento Nota simple que habla de las fundaciones y memorias del Comendador D. Domingo de Garro, Caballero de la Orden militar de Calatrava y contador Gral del Reino en el Perú y para nuestra sorpresa las obras pías se suceden, al menos, entre 1619 y 1770. En el citado documento dado en la Ciudad de los Reyes de Perú en 30 días del mes de abril de 1619 se dispone: “Clausula dezima del testamto del NVMISMA 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172

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limosna en un contrato verdaderamente sinalagmático. La generalización de esta práctica genera con el tiempo la aparición de instituciones formadas por los que reclaman asistencia, como las hermandades de ciegos o las de quienes canalizan la limosna entre los necesitados, caso de las órdenes mendicantes, como la de los franciscanos o la de los dominicos, ambas fundadas en el cambio de los siglos XII y XIII. Según la tradición, San Francisco de Asís visitó Compostela en 1214, poniendo en pie el convento que sigue vivo en la actualidad en un solar por el que tenía que pagar una cantidad exigua plasmada en especie. Por su parte, el burgalés Santo Domingo de Guzmán funda su primer convento de la Orden de los Predicadores Dominicos en Toulouse en 1215, lo que da muestra de la incidencia de las mismas en el norte peninsular cristiano en fechas tempranas. La progresiva monetización de la economía y el desarrollo de las ciudades en los siglos siguientes acentuaron la importancia de estas necesidades, diferencias e instituciones, determinando que a la limosna se refirieran Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno o Tomás Cayetano. Plasmando estas ideas en sus consecuencias en la moneda, hay que destacar que, al final de la Edad Media, algunas disposiciones reales refieren peticiones de la fabricación de moneda menuda para su postrer utilización expresa como limosna. Las cortes de Madrid de 1433 recogen una petición dirigida al rey para la fabricación de monedas de valores inferiores. La moneda fabricada en 1461 en Castilla también muestra esta finalidad. En Navarra la moneda de 1382 se fabrica “a fin de que las gentes puedan dar limosna a los pobres” y la Pragmática de 3 de septiembre de 1513 manda acuñar medios cornados o “negretes”, para el servicio de las iglesias y para que las gentes piadosas pudieran proporcionar limosna a los más necesitados (8). Esta tendencia nos da muestra del interés de la limosna tanto como de la existencia de un marco autónomo de circulación caracterizado por la moneda menuda entregada de manera directa a los menesterosos, útil para pequeños pagos e incómoda para su atesoramiento. También los datos arqueológicos nos han dejado testimonio de limosnas, canalizadas estas a través de iglesias, algunas de cuyas excavaciones recientes permiten suponer que el dinero procedía de donaciones o limosnas. Desde finales del siglo XII, tal y como adelantamos, se ubican cepillos para recibir limosnas. En Santa María de Melque, Toledo, aparecieron dos morabetinos de oro de comienzos del siglo XIII acaso procedentes de esta forma de disponer. Por otro lado, en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Lasarte (Álava) se encontraron un total de 31 monedas de comendador pr la q.e haze mencion enlo qe tiene contratado y capitulado con esta Va y su cabildo en razn delas obras pias y memorias” (…) “y hecho donazn a una Capellania y obras pias qe tengo fundada enla villa de Ondarroa en Vizcaya donde soy natural quiero qe esto guarde y cumpla conforme ala dha dotazn sin escusa ninga y los demas peros que estàn referidos arriba y se compraren adelante delo procedido dela Alondiga, quiero que herede el Licdo Domo de Aguezo Arechaga hijo de mi sobrina da Maria Sn Juan de Aguezo como deudo mas cercano dela manera y condicion qe tengo referido, conlas casas, viñas, montes, y manzanales y demas vienes raizes qe tengo en la dha villa de Onda; con cargo deqe acuda ala dha Capilla y obras pias qe tengo señalados con otros 200 duce mas cada año con qe los 50 sean pa el Ospital dela dha villa” (…). (8) “En 1597 se concede permiso de acuñar quinientos ducados de cornados, con el fin de disponer de moneda para repartir limosnas y desterrar la mala moneda francesa, que ante la carencia de moneda menuda, se introducía en Navarra” (IBÁÑEZ et alii 1997:104).

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escaso valor, muchas de ellas en muy mal estado de conservación, fabricadas entre finales del XV y principios del XVI, ocultas en uno de los vanos de la iglesia que, en palabras de su descubridor, debía servir para colocar las vinajeras del culto. Las monedas se hallaban en un rincón del mismo, razón por la cual muy posiblemente provengan de las limosnas entregadas por los feligreses (9). Quien recibe limosna obtiene un medio útil de supervivencia con el que pagar pequeñas cifras para su sustento inmediato, en otras palabras, para el mendigo, la moneda no es sino un medio de pago, en suma, la moneda tiene el mismo valor que el indicado en el epígrafe dedicado al uso propio de la moneda. Sin embargo, para el que la dona significa ganar su espacio en el Reino de los Cielos, adquiriendo la entrega de la moneda un valor que trasciende del meramente utilitario para alcanzar una consecuencia trascendental, simbólica y religiosa: la transmisión de una meaja, un dinero, un cornado o un sanchete es un paso más para alcanzar el fin más deseado. Este preciso valor carente de utilidad material es el que precisamente nos interesa y sobre el que profundizaremos a continuación. Las fuentes arqueológicas nos confirman este sentido de las monedas, lo extienden a otros momentos de la Edad Media y lo conectan con otro fenómeno del que ya apuntamos otras notas, a saber, la peregrinación, en particular la compostelana. Los peregrinos que se desplazaban a Santiago de Compostela lo hacían portando dinero, estableciéndose en la ciudad un gremio de cambiadores que es probablemente el más importante del reino durante el siglo XIII. Sin embargo, las ofrendas merecen un apartado propio. Por un lado, en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) hay un importante conjunto muy variado de piezas acuñadas en distintos momentos históricos y en diferentes lugares. Por su ubicación (en un punto inaccesible para nadie e introducidas a través de una ranura) y atendida la heterogeneidad puede apuntarse a donaciones votivas (10). De la misma manera, en Santiago Alfeo en la catedral de Santiago de Compostela aparecieron monedas de distintas épocas, procedencias lejanas y valores diferentes, ubicados igualmente en un punto inaccesible (11). Fuera de la Península Ibérica, en Inglaterra, son conocidas bajo el nombre de devotional offerings (12), si bien dentro de esta línea argumental tiene especial interés para nosotros el trabajo de L. TRAVAINI, quien prefiere hablar de memory tokens para las piezas introducidas en los sepulcros de los santos (13). Esto es, ejemplares de diversa naturaleza, preferentemente de bajo poder liberatorio, a través de los cuales el devoto peregrino a la par que dejaba constancia de su paso por el lugar perpetuaba en la memoria determinados rezos, votos, peticiones o promesas realizadas con anterioridad. Acaso, desde dicha perspectiva, y no como pagos efectuados al barquero Caronte, deba analizarse el hallazgo de numerosas monedas en el subsuelo de iglesias como las de San Esteban de Oiartzun o San Andrés de Astigarribia (14), templos sitos en sendos ramales del Camino de Santiago a su paso por la provincia de Gipuzkoa (el del Interior y el del Norte, respectivamente). Es decir, nos encontraríamos, en realidad, ante piezas arrojadas o depositadas por (9) (10) (11) (12) (13) (14)

BALAGUER PRUNES 1994:35. RUEDA y SÁEZ 1992:243. Nos consta un estudio en preparación que dará detalles interesantes al respecto. SUÁREZ OTERO 1993a. KELLEHER 2012:197. TRAVAINI 2004:5. IBÁÑEZ et alii 1997; BARANDIARAN MAESTU 1971:201-205; BARANDIARAN MAESTU 1972:292.

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peregrinos y/o feligreses en forma de presentes/memory tokens al modo de las folded coins inglesas (15), una variedad de mutilación monetaria propiamente inglesa que ha sido puesta en relación con el fenómeno de las peregrinaciones (16). No es ocioso recordar, abundando en el sustrato de las peregrinaciones, cómo entre los materiales recuperados durante la intervención arqueológica llevada a cabo en la iglesia de San Esteban de Oiartzun aparecían varias cuentas de collar o rosario confeccionadas sobre azabache (muy típicas en Compostela) y “un pequeño bastón, réplica del bordón con que se representa la figura del apóstol Santiago”, datados en torno a los siglos XVII y XVIII (17). A diferencia de la limosna, que permite que las monedas permanezcan dentro del tráfico económico, estas ofrendas tienen un valor exclusivamente votivo. Nadie recibe nada y el donante es perfectamente consciente de que a nadie ayuda con su gesto salvo a su alma. A través de este acto la moneda sale del ciclo monetario y el valor de la moneda pasa a ser exclusivamente simbólico. 2. El mal llamado óbolo de Caronte Mucho se ha escrito acerca del óbolo de Caronte, aunque casi siempre recurriendo a tópicos cuando no a lugares comunes. Como es bien sabido, el óbolo de Caronte nos remite a una tradición de la antigua Grecia consistente en la colocación de un óbolo en la boca del cadáver, con el fin de satisfacer el pago requerido por el barquero Caronte a cambio de trasladar el alma del difunto al reino de los muertos (el Hades) a través del río Aqueronte. Se ha argumentado, con acierto, que sensu stricto debe hablarse del referido ritual sólo en aquellos ámbitos funerarios de la antigüedad clásica (Grecia y Roma) en los que las monedas se depositan dentro de la boca (18). No obstante, dicho concepto viene utilizándose con enorme laxitud para contextualizar la aparición de elementos monetales en el interior de las sepulturas ya sea en necrópolis de la Tardoantigüedad o de (15) En Oiartzun, de hecho, se documentan varios ejemplares doblados sobre sí mismos: núms. 844, 856, 892 y 899. Pero a diferencia de sus homónimas inglesas, donde prevalecen las denominaciones batidas sobre metales nobles, aquí se dan sobre metales más viles. (16) “In 1307 a papal commission into the canonisation of Thomas Cantilupe at Hereford called the phenomenon of coin bending ‘the English custom’; whether it was purely English is difficult to establish, as single finds from other European countries are not so accessible, but I have yet to find widespread comparable evidence of folding on the continent. It is recorded many times that coins were bent when someone made a vow to a saint to cure some illness or affliction, the idea being that the folded coin was the token which the pilgrim would then present at their chosen saint’s shrine, hoping for miraculous relief. Of course the miracle records only indicate those instances which they saw as successful miracles; many others would have gone unrecorded” (…) “Coins deposited in this way would have made their way into the coffers of the religious institution along with the many more offerings of coins that were not bent” (…)”Another recent PAS –Portable Antiquities Scheme (www.finds.org.uk)– find may shed some light on how folded coins operated: a gilded silver groat of Henry VII (1485–1509) which had been folded, from Fulford, North Yorkshire. Surviving within the fold was a fragment of textile, which might be the remnant of a means of suspending the coin around a person’s neck. We know that gilded coins were sometimes presented as offerings and also that folded coins were sometimes bound to the injured part of the pilgrim’s body. How this coin ended up in a field may never be known but this and other folded coins are an important source of evidence for the devotional behaviour of the medieval populations of Britain and should be considered alongside other pilgrim objects such as badges and ampullae” (KELLEHER 2012:195196. Las cursivas son nuestras). (17) IBÁÑEZ et alii 1997:52-56. (18) TRAVAINI 2004:1.

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la Edad Media, de manera especial durante la Plena y Baja Edad Media, desde el siglo XIII (19), momento a partir del cual parece “popularizarse” el aludido fenómeno al calor de la progresiva monetización de la economía. Nada más alejado de la realidad. Mientras que la presencia de monedas en las tumbas tardoantiguas suele leerse en términos de diferenciación y/o exhibición social, como objetos de lujo que denotarían el privilegiado estatus social de los inhumados (20), su hallazgo en los enterramientos medievales admite variadas lecturas a la vista de la diversa casuística reconocida, aspecto este último sobre el que intentaremos arrojar algo de luz. No hemos de olvidar que nos encontramos ante una práctica funeraria de longue durée desarrollada en un marco geográfico y religioso amplio, abarcando desde el extremo occidental europeo hasta el lejano Turkestán chino (21), que no puede ni debe analizarse de forma homogénea si no queremos caer en peligrosos reduccionismos interpretativos. Trataremos de razonarlo lo mejor que sepamos. Una de las mayores dificultades a la que nos enfrentamos a la hora de identificar comportamientos ritualizados en las necrópolis del medievo responde a la desigual calidad de los datos arqueológicos disponibles. Al punto que, frente a una minoría de trabajos donde se indican las circunstancias que rodean al hallazgo de los diferentes numismas exhumados, en la mayoría de ocasiones, por desgracia, no suele señalarse el lugar exacto dentro de la sepultura en el cuál se hallaron todos y cada uno de los ejemplares descritos. Dicha conducta no dejaría de tener mayor trascendencia si no fuera porque apoyándose en esas evidencias arqueológicas se estuviera infiriendo –erróneamente en nuestra opinión– la generalización de determinadas prácticas funerarias (22), en sí mismas minoritarias, incluso en aquellos yacimientos donde las monedas ni siquiera hacen acto de presencia (23). Las monedas recuperadas en los rellenos de amortización de las tumbas sin un vínculo directo con el individuo allí enterrado no han de emplearse para datar los citados contex(19) RUEDA SABATER 1992a:88. (20) En algunos cementerios italianos, además de piezas de oro de indudable valor, se documentan junto al finado (en manos, pelvis o perforadas para su uso en collares) viejas monedas romanas tanto en enterramientos ricamente vestidos como en otros más humildes, lo que, a nuestro modesto saber y entender, reabre un panorama interpretativo extremadamente sugerente (TRAVAINI 2004:5-7). (21) En Castilla, RUEDA SABATER 1992a; en Cataluña, RIU RIU 1982; en Francia, MATHIEU y BELAUBRE 1984; en Italia, TRAVAINI 2004; en Inglaterra, KELLEHER 2012; en Centroeuropa, SUCHODOLSKI 1993; y, en Asia central, THIERRY 2000. (22) IBÁÑEZ ARTICA 2007. (23) “No se hallaron ajuares u objetos de adorno personal, como es habitual en este tipo de yacimientos, destacando únicamente el clavillo o presilla de bronce con baño de oro de una hebilla de un cinturón en la unidad de excavación número 4 (…) Es de destacar en este tipo de enterramientos la tradición de introducir monedas con los individuos, ya sea colocadas en la boca, manos o pecho, está relacionada con el rito precristiano de origen pagano del pago del tributo a Caronte, que a partir del siglo VII continúa ocasionalmente en la zona catalana si bien perdiendo ya su sentido original, prosiguiendo durante la Edad Media en la zona castellano-leonesa (M.C.R. 1998:191; STRATO, 1996:416) y perviviendo hasta el siglo XVI, como testimonian los hallazgos de monedas de los Austrias, recuperadas en algunas tumbas de las necrópolis de Tiermes en Soria (ARGENTE et alii., 1980) e incluso llegan al siglo XVII, como sucede en la necrópolis de Astigarribia, en Guipúzcoa (AZKARATE y GARCÍA, 1992:488). A pesar de ello, en la excavación de los enterramientos de la necrópolis de Renedo de la Inera no hemos encontrado ninguna. Otros paralelos de intervenciones en otras necrópolis de este tipo los encontramos en Caracena o Rejas de San Esteban en Soria (DE LA CASA MARTÍNEZ, 1992:416), la de Valdehorcajo en Cantiveros, Ávila (RIU, 1982:44), la de Muriel de Zapardiel en Valladolid, la de Ucero en Soria y Erustes en Toledo (RUEDA, 1992)” (VV.AA. 2006:305-307). NVMISMA 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172

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tos arqueológicos y, menos aún, para deducir en base a ellas la constatación y difusión de ciertos hábitos funerarios (24). Algunas de esas piezas bien pudieron ser tiradas intencionadamente durante el sepelio, pero ante la imposibilidad de llegar a discernir con certeza unas de otras, abogamos por mantenerlas en cuarentena a fin de no alimentar y/o fomentar nuevos monstruos historiográficos. Sería bueno en este sentido recordar la necesidad de publicar los antedichos hallazgos monetarios con el máximo rigor y exhaustividad posible (la publicación de los hallazgos no siempre reseña, por ejemplo, la ubicación exacta de la moneda en relación al cuerpo, el sexo y la edad aproximada del fallecido, la cronología relativa o, preferiblemente, absoluta de los restos óseos, o cualquier tipo de información de interés) en aras a formular las preguntas apropiadas para obtener respuestas concluyentes, y evitar de aquel modo verse arrastrado en el difuso y poético magma del óbolo de Caronte que todo lo cubre y todo lo impregna. Sin ánimo de ser exhaustivos, conocemos monedas colocadas en cráneo, boca, manos, pecho, pelvis o pies (25), empero no parece tratarse de un rito muy común si atendemos a su reducida incidencia en el registro arqueológico o leemos a aquellos autores que más y mejor han tratado el tema (26) . Por norma general suelen depositarse una o dos pequeñas piezas de cobre o vellón, sin perforaciones aparentes (27), acaso como “symbol that death makes rich and poor equal” (28), si bien en ocasiones se encuentran ejemplares de mayor valor y/o lotes de moneda menuda de cierta entidad que tienden a considerarse como el dinero –o parte del mismo– que portaba un peregrino/viajero en el momento de su fallecimiento. Es el caso del descubrimiento de siete monedas anglosajonas (24) SÁNCHEZ RINCÓN 2005. (25) Junto al cráneo: en la iglesia de Sant Vicenç d’Obiols en Avià (Barcelona); en la necrópolis del Cerro de La Horca en Toledo. Cfr. RIU RIU 1982:44 y RUIZ TABOADA 2009:40. En la boca: en la necrópolis de la Manzana de los Anda en Vitoria-Gasteiz (Álava). Cfr. GARCÍA RETES 1984:78. En las manos: en las necrópolis castellanas de Los cementerios y Valdehorcajo (Ávila), San Martín de Rejas de San Esteban y San Pedro de Caracena (Soria), Erustes y Puerta del Cambrón (Toledo), Muriel de Zapardiel (Valladolid); en la necrópolis de la ermita de Sant Bartomeu de Altorricó en Llitera (Huesca). Cfr. RUEDA SABATER 1992a:85; DE LA CASA MARTÍNEZ 1992:154 y 239; VV.AA. 1999:144; VV.AA. 2002b:59, nota 98, y SOLER y ROVIRA 1981:283-284. A la altura del pecho: en la necrópolis medieval de Tiermes (Soria). Cfr. ARGENTE et alii. 1984:359 (Tumba XXVIII). Sobre la espalda de un individuo inhumado decúbito prono: en la necrópolis de San Martín de Dulantzi (Álava). Cfr. SÁNCHEZ, LOZA y NISO 2014:205 (nota 15). En torno a la pelvis: en la necrópolis de la Manzana de los Anda en Vitoria-Gasteiz (Álava); en la iglesia de Litago en Somontano del Moncayo (Zaragoza); en la iglesia de San Sebastián (Toledo). Cfr. GARCÍA RETES 1984:78 y PARACUELLOS MASSARO 2001-2002:78-79 y noticia inédita que nos ha sido facilitada por el arqueólogo Juan Manuel Rojas Rodríguez-Malo: la moneda, un vellón castellano, apareció en una de las tumbas asociadas a la fase del siglo XII-XIII, junto a la cadera izquierda. En la ermita de Kurtzio (Bermeo, Bizkaia), bajo el fémur de un individuo, “se localizó un cuenco con monedas pertenecientes al reinado de los Austrias menores” (GARCÍA CAMINO 1988:236). A los pies: en una tumba femenina de la necrópolis de Les Goges en Sant Julià de Ramis (Girona). En esta misma sepultura se encontró una moneda perforada de cobre bañada en oro formando parte de un collar dispuesto alrededor del cuello de la difunta. Cfr. VV.AA. 1993:120. (26) KELLEHER 2012:197-198; RUEDA SABATER 1992a:80; TRAVAINI 2004:15. (27) Pese a que determinados investigadores defienden que las monedas se agujereaban para colgarlas de dientes, cuellos o muñecas, son escasísimos los testimonios abundando al respecto. Podemos citar una pieza perforada sita encima de la muñeca de un individuo en Muriel de Zapardiel, Valladolid, en RUEDA SABATER 1992a:85, o ejemplares extrapeninsulares utilizados en época tardoantigua y altomedieval como colgantes o para adornar collares. En Italia, TRAVAINI 2004:5-6. En Inglaterra KELLEHER 2012:184-185, 197. (28) TRAVAINI 2004:7.

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realizado en el antiguo hospital de peregrinos de Ibañeta en Roncesvalles (Navarra) (29) o los hallazgos de Carboeiro o Castrojeriz. Ciertos conjuntos como el de Ambojo (Pedreña, Cantabria), sin embargo, cabe leerlos como tesorillos escondidos al amparo del espacio sagrado representado por el cementerio (30). Incluso han aparecido dos jetones franceses de cronología bajomedieval bajo el sacro de un individuo sepultado en la iglesia de San Pedro de Mungia (Bizkaia) (31). En definitiva, asistimos a un escenario bastante más complejo que el dibujado por buena parte de la historiografía y que nos obliga, por tanto, a hilar aún más fino. De esta suerte, en contraposición a discursos uniformizadores y de raigambre normativista, defendemos posturas más moduladas donde se crucen las diversas informaciones disponibles (estratigráficas, cronológicas, antropológicas, etc.) en la búsqueda de la construcción de un discurso histórico veraz que se asiente en bases sólidas y no meramente especulativas (32). Así, algunas de las piezas bien pudieron ser dispuestas por familiares y allegados de los fallecidos en recuerdo de promesas o votos efectuados a favor de sus seres queridos al modo de las folded coins inglesas. De hecho, en dos tumbas del Reino Unido, en el Priorato Benedictino de St James en Bristol y en la Catedral de St Giles en Edimburgo, se han recuperado tres monedas dobladas sobre sí mismas (33). Con otros ejemplares, tal vez, se buscara proteger a personas especialmente vulnerables. Por ejemplo, en varias necrópolis italianas altomedievales las piezas tienden a depositarse preferentemente junto a mujeres y niños (34). En otras ocasiones, quizá, se obrara en sentido contrario, es decir, señalando a determinados individuos, en este caso, a avaros. Resulta difícil imaginar, en dicho sentido, a padres e hijos colocando voluntariamente una moneda en la boca de sus hijas y madres, máxime si traemos a la memoria las horribles imágenes de monstruos y demonios acechando la figura del avaro profusamente caracterizada en los exempla e iglesias románicas (35) . O, acaso, también haya que reinterpretarlas desde el ámbito de la memoria. Al igual que los memory tokens introducidos en los sepulcros de los santos simbolizan el recuerdo de la unión espiritual entre donante y santo, algunos ejemplares hallados en el interior de las sepulturas, particularmente en las reutilizadas, representarían ese mismo recuerdo espiritual-afectivo entre pariente y difunto. Un buen ejemplo de ello podría ser el lote de piezas de los siglos XIV y XV recuperado en varios enterramientos ¿familiares? (continuamente reutilizados) en la iglesia de San Agustín de Etxebarria (Elorrio, Bizkaia) (36). En suma, estimulantes horizontes interpretativos se abren bajo nuestros pies. (29) MATEU Y LLOPIS 1950. (30) VV.AA. 1998. (31) SAN VICENTE y NEIRA 2010. (32) Dentro de esta línea argumental tiene especial interés para nosotros la sugerente lectura que se hace de algunos de los hallazgos monetarios documentados en la necrópolis de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Gorliz, Bizkaia (MARTÍN, GRAÑEDA y CAMPOS 2014). (33) KELLEHER 2012:197-198. (34) TRAVAINI 2004:5-6. (35) Ver nota 6 y apartado Guardar, atesorar, transportar de la primera parte de este estudio (Numisma 257, 2013: 113-141). (36) “De las cinco tumbas excavadas íntegramente se recuperó numerario en todas ellas (fig. 50). En la nº 2 tres monedas de vellón de Juan II y Enrique IV. En la nº 4, nueve piezas atribuidas a los anteriores y a Fernando I de Portugal. En la nº 7, dos que se encontraron en relación con el esqueleto superior y tres con el inferior, repitiendo los modelos antes señalados. En la nº 8 se recuperaron cuatro, y finalmente en la nº 10, tres” (GARCÍA CAMINO 2002:163). NVMISMA 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172

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Avaro en Rebolledo de la Torre, mostrando monedas en la boca

3. Las monedas y el agua Es por todos conocida la especial relación existente entre el ser humano y el líquido elemento, habida cuenta que nos encontramos ante un bien imprescindible en la vida del hombre (37). No debe extrañar, entonces, que ya desde tiempos remotos las aguas pasasen a convertirse en entes sacralizados y, por ende, se generalizara la práctica de determinados cultos que, a menudo cristianizados, pervivirán durante todo el medievo subsistiendo incluso hasta la actualidad. En la geografía peninsular, contamos con un importante repertorio de testimonios epigráficos de época romana que ponen el acento en las diferentes deidades acuáticas y en los genios a ellas vinculadas, muchas de las cuales, seguramente, “no eran sino interpretationes latinas de antiguos cultos locales” (38). La desarticulación del aparato político-administrativo del estado imperial en las antiguas provincias hispanas, empero, desencadenó un empobrecimiento notable de las informaciones disponibles fruto del paulatino abandono de los usos epigráficos. Si bien el ancestral culto a las aguas continuó llevándose a cabo, tal y como reflejan algunas fuentes eclesiásticas. Para contrarrestar dichos rituales paganos la Iglesia se embarca en una doble cruzada convergente. Mientras que, por un lado, intenta asimilar algunas de las creencias populares cristianizándolas, son legión las fuentes y manantiales dotados con propiedades curativas y “milagrosas” que en

COS

(37) Un más que interesante estudio en torno a las diversas funciones mágico-religiosas atribuidas al agua en MARCASQUERO 2008. (38) VV.AA. 2010:3.

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aquel momento son puestas bajo el patronazgo de la Virgen o de un santo (39), por el otro trata de prohibirlas. Así, entre el II Concilio de Arles (443 o 452) y el Concilio de Treves (1227) se suceden toda una serie de textos de variada naturaleza encaminados a erradicar los ritos animistas tan arraigados entre las clases populares (40). Es de especial interés para nosotros la noticia recogida por el obispo bracarense Martín de Dumio, en su obra De correctione rusticorum, relativa a la costumbre de depositar ofrendas en las aguas: “¡He aquí qué clase de promesa y de profesión de fe tenéis con Dios! ¿Y cómo vuelven enseguida a los cultos del diablo algunos de entre vosotros que renunciaron al diablo, a sus ángeles, a sus cultos y a sus malas obras? Pues encender velas junto a las piedras, a los árboles, a las fuentes y en las encrucijadas ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Los actos de adivinación y los augurios y el celebrar el día de los ídolos, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Festejar las Vucanales y las Calendas, adornar mesas y poner ramas de laurel, prestar atención al pie que se usa, derramar grano y vino en el fuego sobre un tronco y poner pan en las fuentes, ¿Qué otra cosa es sino culto al diablo?”

No son muchos más los ejemplos que podemos citar, aunque sí extremadamente sugerentes. En el siglo VI, por ejemplo, Gregorio de Tours narra, en su Historia Francorum, como durante la celebración de una fiesta destinada probablemente a invocar la llegada de las lluvias se arrojaban todo tipo de objetos, entre ellos monedas, al lago Saint Andéol (montes de Aubrac, Macizo Central) (41). En el norte de Europa, también son celebres los amuletos de peregrino recuperados “during archaeological excavations of water sites throughout the Schelde Estuary in the Netherlands, the riverbanks of the Seine in France, and the Thames in England” (42). Por lo que respecta a los reinos peninsulares, únicamente contamos con varios tesorillos localizados junto a ríos o riberas: Gallur (Zaragoza), Morata de Tajuña (Madrid), Munó (Burgos) y Puente de Miluce (Pamplona) (43), que, a la vista de la homogeneidad de los conjuntos, no cabe interpretarlos como deposiciones ritualizadas. Volviendo la mirada a realidades más tangibles, pero no por ello menos evocadoras, fijaremos nuestra atención en una práctica que parece hundir sus raíces en la tradición romana de colocar ofrendas monetarias en el pie de mástil de los navíos (44). Pese a que los contados casos conocidos (39) MARCOS CASQUERO 2008:110. (40) MARCOS CASQUERO 2008:111-114. (41) MARCOS CASQUERO 2008:112. (42) GIMBEL 2012:p. v. (43) RUEDA y SÁEZ 1992: 216-218 y 240; ROMA VALDÉS 1999:105 y CANTO GARCÍA 2001:79-81. (44) BLAY I DETRELL 2004. Este autor ha llamado la atención sobre el peculiar rito, documentado casi de manera exclusiva en época romana (siglos II a.C.-IV d.C.), consistente en colocar “en el hueco de la carlinga donde se aloja la mecha del pie de mástil” una ofrenda monetaria. Por desgracia, no debe tratarse de una práctica generalizada a la vista de su reducida incidencia en el registro arqueológico. Aún y todo, el análisis de los pocos ejemplares –de bronce– legibles recuperados a pie de mástil, ha posibilitado al autor del estudio articular un discurso interpretativo en relación a tan singular costumbre. De esta suerte, propone diferenciar dos etapas en la evolución del mensaje contenido en las monedas: una (la republicana) con claras alusiones al origen local de las emisiones, que permitiría vincular, por ende, dichas monedas con el lugar de construcción y/o explotación de la nave; la otra etapa (la imperial), estaría definida por unas series más estandarizadas, pero con una profusa variedad formal de tipos de reverso que redundarían en el perfil simbólico de los ocultamientos. No es ocioso recordar, tal y como matiza el propio J. Blay i Detrell, que la evolución propuesta coincide a grandes rasgos con el modelo de circulación monetaria planteado para el período romano. Es decir, NVMISMA 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172

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exceden el área objeto de estudio creemos oportuno al menos mencionarlos. Hablamos de las monedas halladas durante la excavación de diferentes barcos hundidos en Gales y Guernsey (45). Huelga decir que el pésimo maridaje existente entre los metales y el líquido elemento ha impedido que hayan llegado a nuestros días un mayor número de evidencias. Confiamos en que éstas se multipliquen al calor de futuras investigaciones. 4. Testimonios de fundación Al igual que sucede con otras disciplinas de la rama de las Humanidades, en el campo de la Numismática, la formulación de nuevas propuestas epistemológicas, metodológicas o conceptuales suele provenir del mundo anglosajón. Caben destacar, al respecto, dos artículos que venimos citando recurrentemente a lo largo del texto; nos referimos a los trabajos desarrollados por H. Hamerow y R. Kelleher (46). El primero de los autores ha llamado la atención sobre un fenómeno que ha pasado de puntillas por la historiografía arqueológica española y no es otro que la disposición de special deposits en estructuras de diversa índole (agujeros de poste de edificios, fondos de cabaña, fosas, hoyos, pozos, zanjas…), ya sea en el momento de su abandono/desmantelamiento, ya sea durante su apertura/fundación. Aunque esos special deposits se manifiestan en el registro arqueológico en forma de restos animales o humanos y/o objetos singulares deliberadamente colocados, son escasos los ejemplos donde las monedas entran en juego (47). El segundo de los autores, por su parte, ha incidido con enorme claridad en aspectos generalmente olvidados por la cátedra numismática como son los relativos a la reutilización del numerario de época medieval, si bien tocando muy de soslayo el tema objeto de análisis. En nuestro caso intentaremos esbozar unas breves pinceladas sobre la cuestión analizando tres interesantes hallazgos de depósitos monetarios asociados a la fundación de sendas construcciones paradigmáticas en el universo vital de las gentes del medioevo. A saber, la vivienda, la morada familiar; la iglesia, el alivio de las aflicciones del alma; y el castillo, la protección contra el enemigo exterior. Como ya relatábamos en otro lugar (48), en el transcurso de una intervención arqueológica llevada a cabo con motivo de las obras de remodelación de un local ubicado en la calle Herrería del Casco Histórico de Vitoria-Gasteiz (Álava) se descubrió un desconcertante conjunto introducido dentro de un agujero abierto en el sustrato natural. El depósito, de escasa entidad material pero dotado de una compleja carga simbólica, albergaba una pequeña olla vuelta boca un primer momento (hasta el reinado de Calígula) caracterizado por un numerario circulante de lo más heterogéneo, donde abundan las acuñaciones en bronce de procedencia local, seguido de un proceso gradual de homogenización del sistema monetario. (45) KELLEHER 2011b:268. En Newport (Gales) también apareció un petit blanc en la quilla de un navío, dispuesto durante su construcción (KELLEHER 2012:197). (46) HAMEROW 2006; KELLEHER 2012. (47) Ver nota 3. (48) SÁNCHEZ RINCÓN 2012.

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abajo sobre cuya base se puso un dinero burgalés de Alfonso VIII de Castilla. Para mayor sorpresa, al levantar la ollita se desveló que en su interior escondía los huesos de un ave, probablemente pertenecientes a una cría de Gallus gallus. Aunque este tipo de manifestaciones no son habituales en la provincia, contamos con varios ejemplos de similares características detectados en distintos puntos de la geografía alavesa (Mavilla, Salvatierra o Zaballa). Si bien en todos ellos es común la utilización de vasijas cerámicas como elementos contenedores, ni la disposición del continente, ni el contenido es siempre el mismo. Es más, a diferencia del resto de paralelos, en el caso que nos ocupa se añadía la novedosa presencia del numisma sobre la base de la olla (fig. 1).

Fig. 1. A la izquierda, momento del hallazgo. A la derecha, conjunto restaurado. Fotos Iterbide S.C.

Pese a que en diferentes yacimientos del área del Mar del Norte no es inusual hallar recipientes cerámicos cuidadosamente depositados en los rellenos de amortización de diversas estructuras domésticas (agujeros de poste, fondos de cabaña u hoyos) (49), el hallazgo aquí referido fue identificado con la construcción de un antiguo edificio, probablemente una vivienda, hoy en día desaparecido. El hecho de que el conjunto se encontrara aislado, sin conexión directa con ningún tipo de estructura de similares características, unido a que las propias dimensiones del agujero no sobrepasaran en exceso las de la propia vasija, nos invita a sugerir esta hipótesis como la más plausible para tan insólita asociación (olla-ave-moneda). No muy lejos de allí, en la vecina provincia de Bizkaia, ante los graves problemas de conservación que presentaban varios de los paneles de la gruta de Santimamiñe, que amenazaban con colapsar el conjunto, la Diputación Foral de Bizkaia decidió el cierre definitivo de la misma. En este contexto, aprovechando los necesarios trabajos de reacondicionamiento de la cavidad (retirada de viejos puntos de luz, de pasarelas metálicas o limpieza de las galerías) y de otras intervenciones restauradoras, se escaneó su interior en aras a generar una maqueta virtual del extraordinario conjunto rupestre. La cercanía de la ermita de San Mamés a la gruta de Santimamiñe propició que fuera elegida como futuro centro de proyección de la maqueta virtual, lo (49) HAMEROW 2006:17-18, 20 y 26. NVMISMA 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172

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que implicaba una serie de obras de acondicionamiento que iban a incidir en el subsuelo del templo y en su entorno. A la vista de ello, se planteó una excavación en extensión u open area del edificio religioso (alrededor de 110m2), la lectura estratigráfica de los alzados y una campaña de diez sondeos en el exterior (50). La secuencia histórica-estratigráfica reconocida, más rica de lo esperado, desbordó con creces las expectativas iniciales, arrojando a la luz interesantes informaciones acerca de la utilización del espacio en tiempos pasados. Previo a la construcción de la fábrica renacentista conservada en la actualidad se levantaron en el mismo paraje dos iglesias anteriores de las que permanecen algunos restos en cimentaciones (primera iglesia) y paramentos (segunda iglesia). El primitivo templo altomedieval, ca. siglo XI, conservado a nivel de cimientos (muro sudeste y parcialmente el nordeste), responde a esquemas simples reconocidos en otras áreas de la geografía vasca: espacios de reducidas dimensiones (17,4 m2) fabricados mediante técnicas de albañil poco complejas. Combinándose, materiales duraderos (la piedra, en los zócalos) y perecederos (barro y madera, en alzados y techumbre) en una suerte de arquitectura mixta detectada en contextos urbanos de la época. En el interior de la nave apareció un agujero interpretado como el lugar donde se alojaba un poste de madera que ayudaba a sustentar la cubierta de la edificación y que sobrevivió a las reformas acaecidas durante la remodelación del proyecto original probablemente en la segunda mitad del siglo XII-comienzos del siglo XIII. En dichas reformas se procedió a la sustitución de los antiguos alzados realizados en materiales efímeros por otros íntegramente en piedra y a la ampliación de la longitud de la nave en más de un metro hacia los pies. En la primera mitad del siglo XVI la reconstrucción del templo supuso la cuasi completa destrucción de los vestigios precedentes: se desmontaron los muros perimetrales de la segunda de las iglesias, a excepción del sudeste, y se retiró el pie derecho que soportaba la techumbre. Es entonces cuando se sella el agujero, que recibía el poste de madera, colocando una blanca de Cuenca a nombre de los Reyes Católicos. De esta suerte, no sólo nos encontraríamos ante el recuerdo de los ritos vinculados con la clausura del centro de culto románico, sino también ante la presencia del depósito de fundación de la ermita renacentista. Resulta curioso en cierto sentido que, en edificios identificados con funciones ceremoniales y cultuales de la Europa altomedieval, se dispongan objetos singulares en los agujeros de poste principales (roof-supporting postholes) (51). Por último, cabe mencionar la pieza navarra descubierta a raíz de una serie de actuaciones arqueológicas efectuadas en el castillo guipuzcoano de Atxorrotz (52). Durante la limpieza del aljibe de la fortaleza se recuperó una moneda del monarca navarro Sancho VI el Sabio en la argamasa impermeabilizante que recubría la base de la cisterna. Dentro de la línea argumental que venimos defendiendo no creemos descabellado poner en relación el citado hallazgo con algún ritual practicado durante la construcción o reparación del aljibe medieval. A pesar de ser un fenómeno, como decíamos al iniciar el epígrafe, desatendido por norma general tanto por arqueólogos como por numismáticos, esperemos que las siguientes líneas (50) SÁNCHEZ, VALLO y UNZUETA 2008. (51) HAMEROW 2006:22 y 26. (52) SENPER y SAGREDO 2011.

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sirvan para concienciar a la comunidad científica de las enormes potencialidades ocultas tras situaciones aparentemente triviales como depositar una moneda en determinados lugares, llamémosles especiales (53). 5. Ofrendas propiciatorias En una sociedad profundamente religiosa y repleta de supersticiones como la medieval, donde la subsistencia de una comunidad y/o grupo familiar dependía de la calidad de las cosechas, no ha de extrañar que en los campos se celebraran rituales de carácter propiciatorio, tal y como relata un encanto anglosajón de finales del siglo X o inicios de la centuria siguiente (54). Es la Edad Media, además, una época de grandes fluctuaciones climáticas con las graves consecuencias que se derivan de ello en una economía de base agraria. Así, a un periodo caracterizado por un significativo aumento de temperaturas y precipitaciones en la Europa occidental (el conocido como Óptimo Climático Medieval o Período Cálido Medieval (55)) le sucede, casi sin solución de continuidad, un empeoramiento generalizado de las condiciones climáticas: la llamada Pequeña Edad de Hielo (56). En Inglaterra, donde son habituales los hallazgos en pleno campo, en razón de una legislación más permisiva con el uso de los detectores de metales, son varias las hipótesis interpretativas que barajan los investigadores en relación al descubrimiento de grupos de monedas aisladas en terrenos alejados de cualquier centro de población anteriormente habitado. Así, por un lado, ciertos investigadores vienen planteando si, acaso, algunos de esos hallazgos, no deberían ser interpretados como depósitos intencionados, “since there is some evidence for offerings of food and ampullae of holy water being placed to ensure a fruitful harvest” (57). Otros (la mayoría) tienden, en cambio, a vincular dichos hallazgos con lo que la literatura científica anglosajona ha venido a denominar ‘productive’ site (58). Esto es, los lugares donde se ubicaban antiguos mercados, ferias y/o asentamientos que participaban en el comercio, ya fueran de iniciativa secular (59) o eclesiástica (60). En el caso que nos ocupa, aunque es grande la tentación de poner en relación la presencia de grupos de monedas aisladas con rituales de carácter propiciatorio celebrados en los campos para asegurarse la mejor de las cosechas posibles, debemos mantener una postura cauta respecto a la interpretación de los mismos máxime cuando muchos terrenos han sido roturados secularmente a golpe de arado desplazando los materiales de su posición estratigráfica original. No obstante, creemos que no es descabellado (53) KELLEHER 2012:196-197. (54) “Known as the Æcerbot (‘Field Remedy’), which was meant to ‘heal’ land that had been subjected to harmful magic or which was unproductive” (HAMEROW 2006:27). (55) La manifiesta mejora de las condiciones climáticas vividas a partir del siglo X hasta por lo menos el año 1200 en el occidente europeo trajo consigo un notable crecimiento demográfico que provocó, por ejemplo, la roturación de suelos menos aptos para la práctica agrícola. (56) LE ROY LADURIE 1971; LAMB 1982; FAGAN 2008. (57) KELLEHER 2012:196. (58) ULMSCHNEIDER y PESTELL 2003. (59) LEAHY 2003. (60) NEWMAN 2003; PESTELL 2003. NVMISMA 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172

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aducir que entre los diferentes ritos y trabajos de adecuación, fertilización y abonado (61) practicados en las tierras puestas en cultivo por los campesinos estuviera la costumbre de disponer determinados objetos en aras a procurarse la mejor de las cosechas posible. Futuras investigaciones en los espacios agrarios medievales tal vez sean capaces de dar algo de luz sobre tan incierto asunto. 6. Fines ornamentales de las monedas Demos un cambio en el valor de la moneda. Si en las líneas anteriores hemos desprovisto de valor material a la moneda para referir exclusivamente el simbólico, regresamos al material, desproveyendo del valor simbólico tanto como del valor de cambio con su extracción del giro de cambio económico. Como se deduce del título del epígrafe, la moneda es también empleada en adornos si no constituye un adorno en sí misma. Comenzaremos indicando que la orfebrería del periodo medieval no nos ha dejado, que nosotros conozcamos, testimonios de la colocación de monedas en ornamentos de la época. Y ello a pesar de que los plateros castellanos de los años finales del s. XV llegasen a dejar sus marcas en algunas monedas para certificar su autenticidad. No obstante, algunos casos de monedas que presentan repartidos agujeros nos inducen a pensar su empleo mediante su ubicación en telas u otros soportes (62). No es ocioso recordar, al respecto, “la costumbre de las mujeres musulmanas o islamizadas –mantenida en vigor hasta el presente en áreas rurales del Norte de África– de coser las monedas de su dote en su velo y vestimentas” (63). Como es de sobra conocido, en ocasiones, se perfora la moneda para señalar su falsedad y, aunque no es frecuente, podemos preguntarnos si el agujereado de las monedas se realiza para facilitar su transporte como era frecuente en el Califato de Córdoba en el tránsito de los siglos X a XI. Un extraño conjunto de piezas castellanas, aparentemente a caballo entre los siglos XIII al XIV se encontraban agujereadas en su zona central y unidas a través de un alambre (fig. 2). Pensar que con ello se facilita el transporte es complicado pero no imposible toda vez que con el agujereado se pone en conocimiento la falsedad de unas piezas que parecen auténticas. Por otro lado, su valor estético no es especialmente llamativo por no decir que como adorno deja bastante que desear. Y no pueden descartarse otras opciones como tratarse de un improvisado sonajero rudimentario, un pequeño instrumento musical o (parte de) la cosecha de un veedor. Sin embargo, los agujeros, estratégicamente dispuestos en la pieza, pueden explicarse por el empleo con fines ornamentales. En la siguiente pieza mallorquina, un dobler de Sancho I (13111324), apreciamos un clavo aparentemente de plata (fig. 3). Su cuidada ubicación centrada y encima de la cabeza permite con claridad apreciar el rostro del monarca. Tal y como aparece, pare(61) QUIRÓS CASTILLO 2012:582-583. (62) En Inglaterra se han empleado en broches, pendientes o anillos (KELLEHER 2012). (63) BOHIGAS ROLDÁN 1999:412. Por su parte, KELLEHER 2012:193 habla de monedas agujereadas utilizadas en las ‘touching’ ceremonies.

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ce haberse colocado en la zona visible de un adorno, sobre un material que no acabamos de identificar y que pudo ser en un arca de madera o en una pieza de cuero. Y lo mismo, el siguiente cuarto de Enrique IV de Castilla (fig. 4).

Fig. 2. Conjunto de cornados castellanos de finales del s. XIII en un hierro de escaso valor estético y demasiado grueso para funcionar como pendiente

Fig. 3. Dobler mallorquín con un clavo aparentemente de plata

Fig. 4. Cuarto de Enrique IV de Castilla perforado

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En otros casos, como los siguientes reales castellanos de finales del siglo XIV (fig. 5), apreciamos perforaciones limpias debidamente distribuidas para facilitar su colocación sea en una diadema de tela, en una pulsera, en un collar, o en algún trozo de tela, siempre con un sentido ornamental.

Fig. 5. Reales castellanos perforados (Foto J. A. Herrero)

Además de las piezas agujereadas otras han sido alteradas por sus contemporáneos mediante el recorte o la eliminación de las leyendas exteriores de la pieza. Se trata de una práctica que, en relación con la corona de Castilla, Heiss y quienes lo siguieron hasta bien entrado el siglo XX interpretaron como auténticas emisiones monetarias. En aquel momento eran conocidos los recortes en dineros de Fernando IV, Enrique III y Juan II y se atribuyeron todas al reinado de Sancho IV. No obstante, hemos visto piezas con leyendas eliminadas desde los pepiones de finales del siglo XII hasta de blancas de 1471, siempre en una porción reducida, de casi todas las series, en piezas mal conservadas y con un resultado estéticamente poco afortunado debido al empleo de 160 ––

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tijeras o cizallas que dan unos cortes más bien rectilíneos. No es descartable que este cercenado pudiera tener como finalidad obtener la parte de metal no se sabe con qué propósito. Tampoco sabemos si este efecto se produce durante la vigencia de la pieza o tras su finalización. No obstante, en contados supuestos, la moneda recortada tiene una buena presencia, responde a una serie fuerte y el cercenado es cuidadoso. En estos casos, apuntamos la idea de que las monedas pudieron ser empleadas como apliques en algún objeto que no nos ha llegado.

Fig. 6. Moneda con las leyendas recortadas

Fig. 7. Moneda resellada en 1658 con un agujero central y estrías, que la convierten en apta como engranaje de relojería

Pero, además, las monedas presentaron un valor propio per se, al margen de su uso mercantil. Así, por ejemplo, el rey navarro Carlos III formó una autentica colección de monedas a través de la compra de ejemplares antiguos y variados, siempre en oro. Por lo tanto, la pieza sale de su ciclo ordinario y es apreciada por su belleza y rareza. Por último, las grandes doblas castellanas fabricadas a partir de 1297 y hasta comienzos de la Edad Moderna son manifestación de riqueza. Los tesoros de los reyes castellanos del final del período individualizan estas piezas cuya fabricación no las conduce al mercado sino que se fabrican, entregan y señalan con un cuño especial y bien trabajado, producto del mejor arte gótico, un signo de abundancia y un objeto valioso sin mayor aditamento. 7. La moneda entra en juego Los juegos forman parte de la vida cotidiana y también en la Edad Media. Alfonso X promovió sus libros del ajedrez, los dados y las tablas a mediados del siglo XIII y son también conocidos NVMISMA 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172

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los juegos de pelota, de tres en raya o de naipes, estos ya a finales de la Edad Media. Algunos de estos juegos rozan la falta de licitud en los casos de apuesta en los que los tahúres y gentes de mal vivir ganan dinero con la suerte y a la vez pueden tener ventajas fiscales. Por estas razones, la relación del poder con estos últimos juegos oscila de la prohibición a la regulación, caso de la legislación castellana de tahurerías de 1276. No nos vamos a referir a otro aspecto distinto de los juegos que al empleo de la moneda como elemento del juego. Aunque no puede descartarse que algunos juegos de tablas pudieran jugarse con monedas como si fueran fichas, estamos pensando en juegos infantiles en los que puede emplearse una moneda de escaso valor o desmonetizada como parte del juego como en la cara o cruz, la rayuela, la apatusca o el tejo, conocidos desde la antigüedad y de los que tenemos referencias ciertas en el siglo XVII (64). En el juego de la cara o cruz se echa la suerte de manera que una persona se presta a adivinar si la moneda lanzada al aire caerá de uno u otro lado. El término más frecuente para referirlo en la actualidad es de cara o cruz a pesar de no existir monedas con esta disposición de tipos en anverso y reverso desde 1256 en Castilla y en Navarra desde 1387. En Barcelona se siguen acuñando croats con esta disposición hasta el siglo XVII. También este juego se llama castillo o león o leon-kastillo bota en su forma en euskara recordando los tipos que aparecen en las monedas castellanas desde precisamente 1256 hasta 1702 (65). En la rayuela se hace un círculo en el suelo y se sueltan las monedas con tiento para que caigan o queden dentro. En la apatusca, conocido en el siglo XVII como vuelve leones, se sitúan una o varias monedas por el lado del castillo y se golpean con un objeto contundente para darles la vuelta, ganando el jugador las monedas que dan la vuelta. En la tángana o tejo se sitúan las monedas en un círculo y se lanza una piedra para sacarlos fuera. Aunque conocidos en el siglo XVII la sencillez de los mismos, la referencia de algunos en tiempos más remotos o las alusiones a sus tipos, por nuestra parte apuntamos a que todos o algunos de ellos se usaran también en el período que centra nuestro estudio. 8. La reutilización sin la moneda: su rastro en el lenguaje usual La última forma de reutilización a la que vamos a referirnos olvida la presencia física de la moneda pero recuerda su existencia. Nos referimos al lenguaje usual manifestado en la tradición oral generadora de proverbios y locuciones cuya pervivencia en el tiempo excede con creces a la vigencia de la propia moneda (66). Muchos de ellos se encuentran en desuso y el comienzo de su empleo es de muy difícil determinación. En algunos casos podemos deducir un origen medieval, caso de los dichos sefardíes conservados por quienes fueron expulsados de la Península Ibérica en 1492 y que encuentran equivalentes en el castellano actual. Es el supuesto de los siguientes ejemplos en los que el asprico es el dinero, la pará la moneda y el groch es el gros, la moneda de plata de origen francés acuñada también en el siglo XIV en Navarra. (64) GELLA ITURRIAGA 1982:109. (65) INTZA PROIEKTUA: http://intza.armiarma.com/cgi-bin/bilatu2.pl?kodea=el02479. Febrero 2015. (66) GELLA ITURRIAGA 1982:107 ss.

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Asprico falso no se pierde (dinero falso no se pierde) Boda non se faz con esfongato, sino con un buen groch El fablar vale un groch, el callar vale dos Bien mira la pará siendo honra al patrón (el dinero honra al dueño) En otras ocasiones se mencionan monedas cuya fabricación o uso es medieval y en todo caso puede alcanzar el siglo XVI. Así, en Castilla la blanca y el maravedí son monedas efectivas fabricadas en el siglo XV, abundantemente labradas en virtud de los ordenamientos monetarios de 1471 y 1497 y que se usan hasta 1565; las doblas castellanas de oro se emplean y producen desde el siglo 1272 hasta 1497; los florines, cuyos primeros ejemplares venecianos son de finales del siglo XIII, se fabrican en Aragón durante el siglo XIV circulan también en Castilla hasta entrado el siglo XVI; los cornados castellanos se acuñan desde 1286 hasta 1433 y en Navarra una moneda de poco valor con este nombre que se fabrica durante los siglos XVII y XVIII; los ducados de oro se fabrican durante el siglo XVI en los reinos hispánicos; el real es una moneda de plata castellana empleada desde 1360 hasta el nacimiento de la peseta; el sueldo es una unidad de cuenta que comprende doce dineros desde el siglo XII, en la misma época en que la meaja designa en Castilla la mitad de un dinero. La existencia de estas monedas da ocasión al uso de muchos proverbios de entre los que seleccionamos los siguientes: Buena es la blanca que ayuda al maravedí De la blanca y el maravedí, hacer palacios vi Más vale blanca de paja que maravedí de lana Cien doblas vale la fuerza, pero la astucia vale doscientas No podía ser comprada por doblas nin por florines Con latín, rocín y florín andarás el mundo del uno al otro confín Por lo que vale un cornado no arriesgues un ducado Quien roba muchos millones muere aclamado por todas las naciones; quien hurta un ducado muere ahorcado Ando enamorado y no tengo blanca ni cornado Todos los reales no valen treinta y cuatro maravedís No hay tan amigo como real en la bolsa Mujer de cinco sueldos, marido de dos meajas El oro en la piedra y el hombre en la moneda se prueba Todos ellos dan cuenta de la moneda como medida de valor de las cosas tanto como de las personas y a su vez de cierta huida de la riqueza y del riesgo en el negocio, aspectos que dejamos indicados al tratar de la relación de los hombres medievales con el dinero y la riqueza. Otros proverbios se ocupan de la avaricia en la misma dirección que la apuntada: Dineros del avaro van dos veces al mercado En el arca del avariento el dinero yace dentro Guarda el avaro su argén y no sabe para quién. El avaro de un maravedí hace un cornado y el liberal del maravedí un real La avaricia rompe el saco NVMISMA 258. Año LXIV (2014), pp. 143-172

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Además de los proverbios, algunas locuciones permanecen enteramente vigentes en el lenguaje usual, caso de las siguientes: Estar sin blanca No tener un real Jugar a cara o cruz No saber meaja Haber monedado Dar su óbolo Pagar a tocateja Estar sin blanca es carecer de dinero o dar su óbolo es entregar limosna con moneda menuda o fraccionaria. En pagar a tocateja, frecuente en el lenguaje usual actual para referir el pago al contado o exacto, la expresión teja se corresponde con la moneda suelta y se emplea en el cambio de los siglos XV y XVI (67). En catalán encontramos otros muchos ejemplos de menciones a monedas fabricadas, como los diners, acuñados a lo largo de toda la Edad Media y hasta 1714; el sou, también unidad de cuenta y moneda efectiva desde 1285 hasta el siglo XVII; el ducat se emplea desde mediados del siglo XV; el florín, con su imagen de San Juan se fabrica desde 1365 en abundancia. En Mallorca el dobler se fabrica a partir de 1300 y hasta 1707. Otros dichos hacen referencia a la bossa como medio para portar moneda o a unidades de peso como unces o lliures. Entre otros muchos señalamos los siguientes: Amb els diners a les mans, són cavallers els villans Diners i cortesía, del plebeu fan senyoria Els diners van i vénen, no s’entretenen El diner de l’avar, dues vegades va al mercat Non hi ha millors parents ni cosins que els florins Valen més florins que amics i veïns Val més Joan que Sant San Pere bon home, San Joan bon sant El qui va molt als mercats, si és pages, no té ducats Doblers en bossa i mel a sa boca Bossa proveïda, porta bona vida Grosa bossa, poc argent Argent en boca i guarda la bossa Mes valen unces que lliures Por último, en gallego el número de refranes y dichos alusivos a monedas antiguas es menor. (67) GELLA ITURRIAGA 1982:107 ss.

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O diñeiro do avarento, duas veces vai á feira. Onde brúa unha vaca e un crego canta, nunca falta moeda branca. ¿Por que vai a vella á casa da moeda? Por se algo se lle pega Y todo ello sin entrar en las numerosas leyendas que han quedado en el imaginario popular como las relativas a los tesoros de los moros que han restado hasta hace poco en Galicia y El Bierzo. Dejamos para finalizar un apunte del lenguaje escrito. Hemos dado cuenta de referencias de algunas normas vigentes o que han perdido recientemente su vigencia y que se refieren a aspectos del uso de la moneda con origen en la Edad Media. En este punto no nos resistimos a reseñar un ejemplo de arqueología jurídica como el que nos da la Compilación de Derecho Civil de Navarra de 7 de marzo de 1973 y que permanece vigente en la actualidad. La Ley 267 de la Compilación opta por una forma de legítima formal de los sucesores testamentarios. Con otras palabras, el testador está obligado a mencionar en el testamento a sus herederos legítimos, aquellos que heredarían en ausencia de testamento de acuerdo con la ley, pero no tiene el deber jurídico de dejarles en herencia más que una cantidad meramente simbólica. En suma, se trata de una desheredación material sujeta al requisito formal de la mención en el testamento. Rebuscando en usos medievales, el legislador de 1973 optó por una redacción que admite pocos comentarios y que nos permite cerrar este trabajo trayendo a nuestros tiempos la moneda medieval. Dice así: La legítima navarra consiste en la atribución formal a cada uno de los herederos forzosos de cinco sueldos “febles” o “carlines” por bienes muebles y una robada de tierra en montes comunes por inmuebles. Esta legítima no tiene contenido patrimonial exigible ni atribuye la calidad de heredero, y el instituido en ella no responderá en ningún caso de las deudas hereditarias ni podrá ejercitar las acciones propias del heredero.

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