La necrópolis ibero-romana de los Ojos del Guadiana. Villarrubia de los Ojos. Ciudad Real.

Share Embed


Descripción

La necrópolis ibero-romana de los Ojos del Guadiana. Villarrubia de los Ojos. Ciudad Real. Dionisio Urbina Catalina Urquijo C/ Llano 25 Santa Cruz Zarza, Toledo. RESUMEN Hace unos años se realizó una campaña de urgencia en los Ojos del Guadiana (Los Toriles-Casas Altas), Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real, propiciada por excavaciones clandestinas que pusieron al descubierto materiales arqueológicos iberos y romanos. El lugar era conocido por la aparición de un conjunto de pequeñas monedas cartaginesas en los alrededores. La actuación constató la profunda alteración del sitio por las excavaciones clandestinas y las labores agrícolas, lo cual no impidió que se recuperaran materiales de gran interés que abarcan desde el siglo IV a.C. al IV d.C. Los trabajos se centraron al exterior de un recinto con forma circular que estuvo amurallado y defendido con un foso en el istmo de tierra, rodeado por las aguas de los Ojos del Guadiana, de gran anchura en este lugar (hoy desecado). Allí se descubrieron los restos de una necrópolis tumular con abundancia de armas: puntas de lanza, regatones, trozos de falcatas. A ella deben corresponder los materiales más antiguos entre los que se encuentran varios fragmentos de cerámicas griegas. Como en toda la zona, los fragmentos de barniz rojo púnico son muy abundantes. Otra necrópolis se desarrolló en el mismo lugar en época republicana, con enterramientos de hoyo simple y ritos típicos de la Edad del Hierro. Las vasijas corresponden ahora a pequeños vasos de paredes finas y urnas pintadas de tradición indígena o Meseta Sur. Sobre ella, y ya muy alterado por los arados, se encuentra un asentamiento romano que llega al menos al siglo IV d.C. Este asentamiento ocupa toda la extensión del antiguo poblado y las necrópolis anteriores. PALABRAS CLAVE Ojos del Guadiana, necrópolis, túmulos, incineración, cartagineses, iberos, romanos SUMMARY Some years ago we realice an urgency excavation in the Ojos del Guadiana (Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real) oved by clandestinian excavations that put out archaeological materials iberian and roman. The place was known by the apparition of an assembly of small carthaginian coins in the neighbours. The excavation verified the deep alteration of the place by the clandestinian excavations and the agricultural works, which did not impede that we recovered materials of great interest that cover since IV century B.C. to. IV A.D. The works were centered out of a circular recinct that was walled and defended with a ditch in the istmo and surrounded by the water of the Eyes of the Guadiana, (of great width in this place (today dry). There were discovered the rests of a tumular necrópolis with abundance of weapons: tips of spear, regatons, pieces of falcatas. To her may corre spond the oldest materials among ones should correspond various fragments of Greek ceramics. As in all the zone, the fragments of púnic red varnish are very abundant. Another necrópolis developed in the same place in roman republican period , with burials of simple pit and typical rites of the Iron Age. The vessels correspond now to small glasses of fine walls and native painted tradition bouls of Meseta Sur type. Over them are a Roman settlement very altered by the plows, that ends at less at IV A.D. This settlement extends over all the extension of the old settlement and previous necrópolis. KEY WORDS Ojos del Guadiana, necrópolis, túmular cemetery, cremation, carthaginian, iberian, Roman

EXCAVACIONES Y REBUSCAS FURTIVAS En la primavera de 1999 el entonces alumno de la Facultad de Letras de Ciudad Real, vecino de Daimiel y presidente de la Asociación Wadi Anas, Jesús Fernández, se puso en contacto con nosotros alertando sobre la existencia de un yacimiento que venía siendo sistemáticamente expoliado por

excavadores furtivos1. Este estudiante había sorprendido a varios furtivos y el lote de materiales confiscados era de gran interés. A la vista de los acontecimientos se elaboró una estrategia basada en tres objetivos:

1 Y de hecho, el día que comenzamos los trabajos, un domingo a las 7 de la mañana del mes de Marzo, el primer contacto con el yacimiento consistió en la detención (por medio de la Unidad del Seprona) de 5 jienenses de avanzada edad que habían caído casualmente por allí armados con detectores de metales.

1

1-Investigación de los restos a fin de evaluar la riqueza arqueológica del lugar. 2-Realizar una campaña de información y puesta en común de estrategias contra el expolio arqueológico con la unidad del Seprona de Daimiel 3-Divulgación de la importancia del patrimonio arqueológico entre la gente de la comarca. Estas estrategias se presentaron en forma del poryecto Arqueología en los Ojos del Guadiana al Ayuntamiento de Daimiel y a la Asociación Tierra y Agua, que gestionaba las ayudas comunitarias Leader II en la zona. Las actuaciones consistieron en una campaña de excavación de 3 semanas (Urbina y Urquijo, 2000), un pequeño proyecto de sensibilización sobre el valor del patrimonio arqueológico, que se plasmó en una exposición en las instalaciones del Centro del Agua de Daimiel2, y unas jornadas con la unidad del Seprona del municipio para buscar estrategias conjuntas en la lucha contra el expolio. Estas actuaciones generaron un renovado interés por la arqueología en la zona, plasmada poco después en la reapertura de las excavaciones arqueológicas en la motilla del Azuer, y consiguieron, al menos a corto y medio plazo (hasta el día de hoy) frenar el expolio a que venía siendo sometido el yacimiento. La existencia de restos arqueológicos en los Ojos del Guadiana era conocida desde antiguo, pues ya en las relaciones de Felipe II de 1575 se dice: e que en los ojos de Guadiana hay rastros de haber habido población e lo mismo en Letar e en do dicen Lote y en Renales que es los términos de esta villa porque en las dichas partes se han hallado antiguallas de metal y tejas e tinajas e molinillos de mano e otras cosas de que se entiende que fueron de tiempo de moros (Viñas y Paz, 1976:voz Villarrubia de los Ajos). Si embargo, estas ruinas pasarán desapercibidas para casi todos los historiadores del siglo XIX y parte del XX, empeñados en la identificación de antiguas mansiones romanas como Murum o Laminio (Hervás y Buendía, 1890; Caballero Klink, 1983). Las noticias sobre los restos arqueológicos de los Ojos se deben tristemente a los furtivos y, tristemente, comienzan en 1990, fecha en la que se publica el hallazgo de un tesorillo de monedas de Casas Altas (García Garrido, 1990), que era fruto de las rebuscas clandestinas locales y que sin duda atrajo el interés de otros furtivos venidos de tierras más lejanas y con intenciones más dañinas. Desde esa fecha se vienen sucediendo denuncias a cargo de investigadores ligados a la provincia de Ciudad Real, que han dejado un pequeño lote de materiales recuperados y depositados en el museo provincial, entre los que sin duda destacan los restos de varias falcatas (fig. 2) y un kylix ático confiscado in situ en 1998.

En los primeros meses de 1999 las excavaciones furtivas dejaron un campo literalmente socavado de más de 3000 m2 de extensión, entre el que se podían ver herramientas como palas abandonadas (fig. 3). Las excavaciones que practicamos abarcaron 7 cuadrículas de 5 x 5 con un área total de 175 m2 que apenas son visibles entre los agujeros de los furtivos (fig. 4). MATERIALES DE SUPERFICIE La elección del lugar en donde intervenir era clara. La presunta existencia de la necrópolis saqueada se disponía en unas tierras en suave declive hacia el agua junto a un recinto con forma circular en el que remataba un amplia península rodeada antiguamente por las aguas de los Ojos. Diseñamos una serie de cuadrículas a modo de sondeos que cubrieran toda el área afectada por los furtivos. Pero antes de comenzar a excavar se recogió sistemáticamente toda la cerámica y otros objetos de superficie, que eran muy abundantes y procedían sin duda de las vasijas destruidas por los furtivos y los trabajos agrícolas. El conjunto de restos recuperados es abundante, entre ellos podemos establecer 5 grupos cerámicos: Cerámicas de importación. Barniz negro Está constituido por algunos fragmentos de barniz negro ático y muchos otros de campaniense A, entre los que destaca una copa casi completa con pie alto, dos asas geminadas y línea blanca interior del tipo Morel 68b o 3131, que aparece en la Península en contextos muy variados y suele fecharse a mediados del siglo II a.C. Cerámicas de importación. Barniz rojo Aunque las clasificamos como productos de importación y en origen sin duda lo fueron, es más que probable la existencia de uno o varios alfares en la región, dada su abundancia en asentamientos como el Cerro de las Cabezas y Alarcos (Fernández Rodríguez, 1987). Se trata de los barnices rojos denominados púnicos o ibéricos, para diferenciarlos de los fenicios más antiguos (Cuadrado, 1991). Ocupan un 20% del total de las cerámicas recuperadas y entre ellos son especialmente abundantes los platos da base plana y borde abierto en forma de ala ancha (forma b6 y b7). No faltan el resto de las producciones típicas como las botellitas (forma d2 y d3), algunas de ellas con el barniz completamente alterado y ennegrecido por efecto del fuego. Cerámicas comunes

A cuyo director Alejandro del Moral queremos agradecer la ayuda prestada y los medios puesto a nuestra disposición. 2

Son los productos más escasos formados exclusivamente por ollas de tamaños medios con

2

bordes engrosados y almendrados de tipología romana. Cerámicas pintadas Es el grupo más abultado con más del 60% del total. En su mayoría corresponden a las cerámicas a torno pintadas con motivos geométricos en rojo, rojo vinoso, marrón y negro. Abundan las decoraciones recargadas a bases de bandas que enmarcan frisos con series de melenas y semicírculos, de cuartos de círculo, zig-zags, etc. (fig. 6). Estas decoraciones parecen más propias de horizontes avanzados (s. III a.C.) dentro del mundo ibérico, como los que reflejan yacimientos como El Amarejo, en Albacete (Broncano, ...). Tanto las por las decoraciones como por el color de los motivos, estos yacimientos de Ciudad Real parecen constituir un puente entre el mundo levantino y las tierras interiores del Valle del Tajo y para confirmarlo, están los diversos fragmentos de cerámicas estilo Elche-Archena (fig. 7). Aunque no es el lugar más al interior en el que aparece este tipo de cerámica3, llama la atención la relativa abundancia y la calidad de los productos. Entre estas producciones pintadas ocupan un lugar destacado las vasijas que combinan las líneas y franjas con estampillas (fig. 7). También aquí hay destacar la profusión de los motivos y la abundancia de los ejemplos, similar a la de otros centro del valle del Guadalquivir (Esteban, 1998). Por lo general se trata de recipientes pequeños y medianos: cuencos, caliciformes, botellas y copas, Una de las producciones más tardías entra las cerámicas pintadas ibéricas son las series de trazos o punto en rojo que se disponen tanta al exterior como al interior de las vasijas. Estos tipos enlazan ya con los productos romanos. Cerámicas pintadas romanas de tradición indígena Aunque en un pequeño porcentaje, entre los restos recuperados en superficie se distinguían algunos ejemplares de los denominados Meseta Sur (Esteban, 1998). Aunque se trata de un mero recuento de los hallazgos, salta a la vista la importancia de los restos y hay que tener en cuenta que estos fragmentos eran, por así decir, los desechos, los trozos despreciados por los furtivos. Una primera reflexión que imponían los restos cerámicos de superficie era el desajuste cronológico 3 Un fragmento de este tipo de cerámicas se halló en el Cerro del Gollino, Corral de Almaguer, Toledo. SANTOS, J. A.; PEREA, A. y PRADOS, L. 1998: “El hábitat carpetano del Cerro del Gollino (Corral de Almaguer, Toledo)”. Iberia, I: 53-72.

existente con relación a los materiales depositados en el museo provincial, ya que aquí el panorama predominante era el un mundo ibérico acaso del final de su fase plena y más acertadamente tardío enlazando sin solución de continuidad con la etapa romano republicana, mientras que los materiales confiscados anteriormente a los furtivos parecían más propios de horizonte algo anterior. En el fondo, estos materiales de superficie encajaban bastante bien con la cronología de fines del siglo III a.C. del tesorillo de monedas de plata. EXCAVACIONES EN LA NECRÓPOLIS Mientras recogíamos los materiales de superficie pudimos comprobar con detalla la magnitud de los daños causados a la necrópolis, por ello el trabajo fue en todo momento muy desagradable. Comenzamos por el centro. En la primera de las cuadrículas excavadas: C-I sólo pudimos realizar un levantamiento topográfico de los hoyos clandestinos, ya que no quedaba superficie sin alterar, descubriendo, además, sobre la capa de caliches que forma el nivel geológico del terreno, dos botellas de cerveza vacías (fig. 5). En las cuadrículas II, IV y V, los resultados fueron también desalentadores. Estas cuadrículas se disponían hacia el Este, en la parte más alta de la suave ladera. Aquí la acción de los furtivos era más puntual pero la potencia arqueológica se limitaba apenas a 30 cm. y en muchos casos no quedaba prácticamente nada sin haber sido alterado por los arados al cultivar las tierras. Se pudieron descubrir los restos de algunas estructuras que no correspondían a una necrópolis sino a un lugar de habitación con sigillatas hispánicas altoimperiales. En la C-III por fin se exhumaron las primeras tumbas, no obstante se llegaron a aislar hasta 13 hoyos (fig. 8) de los cuales sólo se recuperaron dos enterramientos prácticamente completos y diversos materiales: fragmentos de cerámicas, metales o huesos quemados, en otros dos. Aquí de nuevo es la acción de las labores agrícolas la responsables de la alteración de los restos. La mayoría de los 13 huecos o manchas de cenizas documentados corresponden, al parecer a enterramientos en hoyo simple, así lo eran al menos las dos tumbas recuperadas. El hoyo se debió practicar sobre la tierra que estaba totalmente alterada por los arados, practicando un pequeño agujero sobre la costra de caliches que servía para asentar la urna. Lógicamente no se conservaban los restos de ninguna cubrición o tapadera del enterramiento además de la propia tapadera que cubría la urna. En ambos casos se trataba de una urna pintada de tradición indígena. Una de ellas tenía un pequeño cuenco de paredes finas a modo de tapadera y la otra un trozo de una vasija a mano de buen tamaño.

3

Como se pudo comprobar después, estos enterramientos eran los predominantes en la necrópolis (al menos en lo que de ella quedaba), estábamos por tanto ante un horizonte republicano de los siglos II-I aC., horizonte, por otro lado, apenas documentado, no ya entre las necrópolis protohistóricas de la provincia de Ciudad Real, donde apenas hay ejemplos excavados (García Huerta y Morales, 2001), sino en toda la Meseta Sur (Valero, 1999; Madrigal y Fernández Rodríguez, 2001). El rito de enterramiento parece no haber cambiado, ya que se continúa practicando un hoyo y depositando parte de los restos óseos de la cremación dentro de urnas que se tapan con otros recipientes, pero se asiste a un empobrecimiento general del modelo, de modo que los hoyos son muy pequeños, para las urnas se eligen asimismo vasijas pequeñas y las tapaderas a veces son más simbólicas que funcionales, como ponen de relieve los pequeños cuencos de paredes finas. La cantidad de huesos que se depositan dentro de la urna es escasa y, a pesar de lo fragmentario de la muestra excavada y las alteraciones que ha sufrido, podemos confirmar que los ajuares son raros, tan sólo encontramos un pequeño ungüentario de vidrio junto a una de las urnas (algo que parece ser común para esta época: (Madrigal y Fernández Rodríguez, 2001), y no hallamos ninguno en el interior de las urnas. Por lo que respecta a la alineación de los enterramientos no son muchas las certezas que poseemos, ya que ni siquiera estamos seguros de que parte de los hoyos o manchas de ceniza aislados correspondan a verdaderos enterramientos que han perdido las urnas (aunque en algunos casos así es sin duda), se trate de enterramientos sin urna o simplemente contengan cenizas como expresión de algún tipo de rito. A pesar de todo, los hoyos identificados como verdaderos enterramientos son suficientes para constatar una cierta densidad de las tumbas, que se disponen por término medio en las cuadrículas III, VI y VII a 1,5 m. y parece existir una cierta tendencia a la disposición cuadrangular, que pudiera ser el reflejo de alineaciones detectadas en las pequeñas superficies de las cuadrículas. En la C-VI y C-VII se comprobó la existencia de enterramientos sin urna, en los que se conservaba una ínfima cantidad de restos óseos, no sabemos si en parte debido a alteraciones postdeposicionales. En estos casos, los restos de cenizas se disponían sobre las cavidades naturales de la costra de calizas que a menudo estaban agrandadas artificialmente. En estas cuadrículas se recuperaron varias urnas consistentes en vasos caliciformes con cuencos de paredes finas a modo de tapadera. Estos pequeños caliciformes corresponden una tipología muy común en las imágenes de las oferentes ibéricas (especialmente las del Cerro de los Santos) que los suelen portar entre las manos. Un recipiente similar se halló en la necrópolis de Alambra (Ciudad Real) que presentaba en grafito el

nombre de fortunata (Madrigal y Fernández Rodríguez, 2001:238). En la esquina NE de la C-III encontramos la única estructura funeraria de toda la excavación. Se trata de los restos de un túmulo o cubrición cuadrangular orientado a los puntos cardinales, que conservaba una de sus paredes con un largo de 1,9 m. y los restos de otras dos. Estaba construido con bloques de caliza de buen tamaño (unos 40 x 40 cm.) de forma cuadrangular unidos a hueso. Era la única hilada que se conservaba, por lo que no podemos conocer la forma del remate superior. Las piedras descansan directamente sobre la costra de caliches. Al interior se disponían varios bloques, al parecer in situ, sin embargo, al proceder a la excavación se comprobó la existencia de un hoyo con cenizas bajo ellas con ausencia de urnas y escasísimos fragmentos de huesos. No se detectaron otros materiales a excepción de unos fragmentos de hierro u una punta de lanza o regatón. Esta estructura no parece encajar con el resto y sí responde más a la primera idea que teníamos sobre el sitio a raíz de los hallazgos confiscados a los furtivos. La presencia del regatón enlazaría con ajuares de armas de donde deben proceder los fragmentos de falcatas del museo provincial, más propios de un ambiente pleno del mundo ibérico. De momento es el único ejemplo que poseemos: Se halla a escasos metros (fig. 8) de los enterramientos republicanos en hoyo, aunque eso no quiere decir que sean contemporáneos, pues pudiera tratarse de los restos de una necrópolis anterior desmantelada, si bien hay casos en que coexisten ambas formas de enterramiento (Valero, 1999). LOS OJOS DEL GUADIANA El lugar donde se sitúa el yacimiento: Los Ojos del Guadiana, son uno de los enclaves míticos de la geografía española, que han generado numerosos escritos ya desde la Antigüedad, así Plinio decía: ..amne Ana discreta. ortus hic in Laminitano agro citerioris Hispaniae et modo in stagna se fundens, modo in angustias resorbens aut in totum cuniculis condens et saepius nasci gaudens in Atlanticum oceanum effunditur.(III.6). Las aguas que brotaban de los numeroso “ojos”, hacían de este enclave un lugar privilegiado, una especie de oasis en la llanura manchega que enlazaba sin solución de continuidad con el humedal de las Tablas de Daimiel La zona que conforma una amplia meseta rectangular inclinada hacia el Sur, se conoce como Casas Altas y el extremo occidental de la misma que remata casi en un perfecto círculo, como Los Toriles; entre los términos municipales de Villarrubia de los Ojos y Daimiel (Ciudad Real). Además de actuación en la necrópolis, en el año 2000 se realizaron unas prospecciones en las

4

márgenes del Guadiana, desde el entorno de los Ojos hasta el Puente de Zuacorta, con el apoyo económico de la asociación ecologista Anea. Ello nos permite tener una panorámica de la densidad del poblamiento en el entorno de los Ojos. La riqueza arqueológica de la zona la hemos reflejado sobre la fotografía aérea de comienzos de los años 80 (fig 9). En esta época todavía es visible al agua que forma un extenso cauce en torno al yacimiento. Hoy no queda nada de esto. Los Ojos del Guadiana han desaparecido, apenas un hilo de agua sufre para abrirse paso por el cauce principal o madre, mientras que el resto es una superficie de turba por la que apenas se puede pisar y que intermitentemente se autocombustiona dejando en el ambiente columnas de humo y un olor que recuerda el infierno imaginario. Cuando no, el viento levanta un fino polvo muy molesto, por ello tuvimos que excavar varios días con gafas de plástico pues no era posible ver sin ellas. Triste paradoja quedarse ciego por el polvo de una turba que hace apenas unos años era un vergel a rebosar de agua y de vida que alegraba la vista; y campo de reflexión para el hombre que en tan poco tiempo ha destruido tanto. La mayor parte de los sitios detectados se corresponden con pequeños asentamientos rurales romanos. Los nos 11 y 19 señalan sendas motillas4, mientras que el 13 corresponde a una villa romana y el 17 a un gran yacimiento de la Edad del Hierro con ocupación romana. Pequeñas ocupaciones del Hierro se detectan en los nºs 14 y 18. Esta riqueza arqueológica se concentra en torno a uno de los enclaves de mayor interés de toda la comarca. Cómo se puede apreciar en la fotografía aérea (fig. 9) el área llamada Los Toriles forma una península circular de la que hace años se conservaba buena parte de la muralla perimetral, que hoy se ha reducido a unos majanos o montones de piedras habilitados para cultivar más superficie de terreno. También es notoria en la fotografía la huella de un foso que aislaba por completo el recinto circular (de unas 78 Has.). Aunque se ven materiales de tipo ibérico en este recinto, la densidad de los restos romanos es tal, que oculta casi por completo los elementos anteriores. No obstante, la tipología del lugar corresponde a la de un poblado ibérico bien defendido. Suponemos que está sería el área primeramente ocupada por un poblado similar a los del Cerro de las Cabezas en Valdepañas, Alarcos en Ciudad Real u Oreto en Gránátula de Calatrava (Fernández Rodríguez 2000; Vélez y Pérez, 2000), en cuyo caso la necrópolis ocuparía un lugar típico a la entrada del poblado por el lugar accesible que es el Este.

4 El 19 corresponde a la motilla de Zuacorta que fue salvajemente destruida en parte, con excavadora en el año 2002, por el agricultor dueño de la parcela.

La prospección intensiva reflejada en la figura 15 nos muestra otro gran poblado junto a la motilla de Zuacorta, a 4 km. de Los Toriles. Si este fuera el patrón de asentamiento en la zona estaríamos sin duda ante un lugar privilegiado con una gran densidad de yacimientos en época ibérica (García Huerta y Morales, 2003). Posteriormente el poblamiento debió extenderse por toda la meseta de Casas Altas, que ocupa una extensión de más de 100 Has. De nuevo los restos romanos parecen ocuparlo todo, aunque se descubren cerámicas pintadas ibéricas entre ellos. De esta enorme superficie ha de proceder el tesorillo de monedas ibéricas, griegas, púnicas e hispano-romanas (García Garrido, 1990). La desecación de los Ojos y la autocombustión de la turba ha ido dejando a la luz unas estructuras que antes cubiertas por las aguas. Se trata de una especie de calzadas de unos 2,5 m. de ancho, construidas con piedras calizas sin trabajar que hoy levantan unos 40 cm. sobre el nivel actual de la turba. Estas estructuras fueron utilizadas por camiones que sacaban la turba en los años 70 y 80 para venderla al exterior, y quizá alguna de ellas fue retocada o parcialmente destruida. Se disponen desde ambas orillas hacia el centro del cauce principal del río, sin llegar a él, al Norte de Los Toriles y Casas Altas. Algunas de ellas son rectas y se disponen en sentido oblicuo a las tierras, como las alas de un avión, con el extremo que se acerca al centro de las aguas, retrasado. Otras realizan un giro brusco hacia atrás formando un ángulo abierto de 135º. No se consiguen distinguir desde el aire porque sólo aflora entre la hierba el canto de la calzada, pero la idea general se acerca mucho a la de los malecones de un puerto fluvial. A la Altura de Casas Altas existe una estructura aún mayor. Se trata de un puente que cruza de una orilla a otra. Se halla muy destruido sin duda porque lleva bastantes años bajo las aguas (fig. 9). Tiene 5 arcos de medio punto en el centro, por donde ahora se adivina el verdadero cauce del río, varios de ellos caídos. La mitad desde el centro de la corriente hasta la meseta de Casa Altas casi se ha perdido por completo. Aquí las calizas se alternan con otros materiales, especialmente el corazón de la obra está realizado con argamasa de cal y arena entre la que se descubre algún fragmente de terra sigillata. La anchura se acerca a los 4 m. y la altura en el puente mayor es de unos 10 m. En el extremo Norte forma un ángulo y se retrae hacia la orilla para facilitar el acceso. En este lado se descubrió una pequeña ocupación romana que se concentraba en torno a la ribera y la salida del puente. En las primeras ediciones de los mapas 1:50.000 (hoja 760) de 1879, este puente aparece marcado como un trozo de camino que no tiene continuidad; (curiosamente, el tramo desde el cauce del río a Casa Altas ya se refleja como perdido). En las relaciones de

5

Felipe II de Villarrubia de los Ojos se menciona que no existen puentes en los Ojos, quizá porque se hallar tapado por las aguas, ya que no tenemos referencias de que fuera construido posteriormente. Todo parece apuntar a que se trata de un puente romano, en cuyo caso podría servir para obligarnos a replantearnos el tramo viario de la región, por lo demás bastante mal conocido (Fernández Ochoa et al. 1990). CONCLUSIONES A pesar de estas someras descripciones5, puede verse que los restos cerámicos encontrados son variados y de gran calidad y el contexto de la necrópolis vasto. Nos hallamos, sin duda, ante un enclave singular. Tan singular que en el pasado algunos autores ubicaron aquí la ciudad romana de Laminio (Hervás y Buendía, 1890:voz Daimiel) y en el presente otros han sugerido la posibilidad de que se tratase de la fundación cartaginesa de Akra Leuke, a raíz del hallazgo de monedas cartaginesas en Casas Altas (García Garrido, 1990) que se suponen monedas de guerra de ciudades pro-cartaginesas carpetanas u oretanas (García y Bellido y Blázquez, 2001:II,165). Los hallazgos descubiertos en las excavaciones y rescatados a los furtivos encajan extraordinariamente bien con el ambiente de finales del siglo III a.C, que evidencia el tesorillo numismático. Sin embargo, la pervivencia del enclave en época romano-republicana, cuya importancia no parece decaer en absoluto, se aviene mal con la fundación cartaginesa de la que no se tienen noticias posteriores. Quizá hubiera que buscar esa ciudad en un lugar cercano, en los Montes de Toledo, donde existen vestigios de filones de plata6. Lo cierto es que la intervención en la necrópolis ibero-rromana de Los Toriles permite avalar cualquier supuesto. El enclave es privilegiado y las estructuras descubiertas en las antiguas lagunas de los Ojos, son de tal interés, que por sí sólo justificarían un estudio pormenorizado. Los restos cerámicos evidencian unos contactos comerciales mantenidos durante varios siglos. Comienzan con los fragmentos áticos de barniz negro y se desarrollan durante todo el período de ocupación romana: campanienses, paredes finas, sigillatas aretinas7 y sudgálicas. Y hay que tener en cuenta que las muestras encontradas no son más que pequeños fragmentos despreciados por los furtivos, desechos carentes de valor para ellos que han saqueado la zona intensamente durante 10 años.

5 Confiamos que a lo largo del 2005 la memoria completa de estas actuaciones pueda al fin ver la luz. 6 Ver I. Montero, S. Rodríguez y J.M. Rojas. Arqueometalurgia de la provincia de Toledo: Minería y recursos minerales de cobre.Toledo, 1990: Urda. 7 Del taller de Ateius.

Los materiales indígenas propiamente dichos, evidencian igualmente unos contactos intensos y fluidos con diversas zonas hispanas, especialmente Albacete y el Levante. Parece que existieron unos lazos de intercambio especialmente dinámicos con la zona de Elche, pues a los fragmentos cerámicos de estilo Elche-Archena, de excelente calidad, se podrían añadir los restos numismáticos de Casas Altas, ya que la primera emisión de los divisores hispanocartagineses podría proceder de Ilici ((García y Bellido y Blázquez, 2001:II,165). Igualmente interesante es la gran cantidad de cerámicas de barniz rojo, especialmente platos, en consonancia con la abundancia de estas producciones atestiguada en yacimientos cercanos como el Cerro de Alarcos (Fernández Rodríguez, 1987). Quizá esta profusión de materiales ligados al mundo púnico(que se comienza a vislumbrar por otros aspectos como la aparición del conjunto de monedas), esté poniendo de relieve que la fuerte implantación cartaginesa en la zona de Cástulo pueda hacerse extensible igualmente a esta parte de la Oretania al Norte de Sierra Morena. Finalmente, la necrópolis abarca un período de transición: la Baja Época ibérica, en el que el mundo indígena toma contacto con el romano, para el que existen muy pocos trabajos de campo en La Mancha (Madrigal y Fernández Rodríguez, 2001; Valero, 1999). En esa época de cambios, el ritual de enterramiento se mantiene, si bien evidenciando unas tendencias hacia la simplificación de los ritos, o al menos de sus restos materiales asociados. Los nuevos productos cerámicos romanos se adaptan a los mismo usos de las anteriores producciones indígenas. En los contenedores de los restos del difunto, se puede seguir en detalle la transición de las cerámicas ibéricas pintadas a torno hasta las pintadas romanas de tradición indígena, que aparecen aquí con motivos geométricos y lineales mezclados con otros aún vegetales. REFERENCIAS BRONCANO, S. BLÁNQUEZ, J. 1985. El Amarejo (Bonete, Albacete) Excavaciones arqueológicas en España ; 139, Madrid. CABALLERO KLINK, A. 1983. Catálogo de bibliografía arqueológica de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real. CUADRADO, E. 1991. La cerámica ibero-céltica de barniz rojo. Trabajos de Prehistoria, 48: 341-356. ESTEBAN, G. 1998. Cerámicas a torno pintadas orientalizantes, ibéricas e iberorromanas de Sisapo. Madrid.

6

FERNÁNDEZ OCHOA, C. ZARZALEJOS, M. & SELDAS, I. 1990. Entre Consabro y Laminio: aproximación a la problemática de la vía 30 del Itinerario. Simposio la red viaria en la Hispania romana. Tarragona, 1987. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, M. 1987. La cerámica de barniz rojo del Cerro de Alarcos. Oretum, I. Ciudad Real. 2000. El poblado ibérico en Alarcos. En: Benítez, L. coord. El patrimonio Arqueológico de Ciudad Real. Métodos de trabajo ya actuaciones recientes. Valdepeñas. GARCÍA Y BELLIDO, Mª. P. & BLÁZQUEZ, C. 2001. Diccionario de cecas y pueblos hispánicos. Vol II. Catálogo de cecas y pueblos que acuñan moneda. Madrid, CSIC. GARCÍA GARRIDO, M. 1990. El hallazgo de Villarrubia de los Ojos : Segunda Guerra Púnica, final siglo III a.C. Acta numismàtica, 20:37-78. GARCÍA HUERTA, R. & MORALES HERVÁS, F. J. 2001. Las necrópolis ibéricas en Ciudad Real: estado de la investigación. Actas III Congresso de Arqueologia Peninsular. Vila Real, 1999. Vol III, Proto-historia, 300309. 2003. El poblamiento ibérico en el alto Guadiana. Las ánforas del área ibérica: Zonas de producción y evolución tipocronológica siglos VI-IV a.C.. Revista de Estudios Ibéricos, IV.

HERVÁS Y BUENDÍA 1890. Diccionario histórico y geográfico de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real. MADRIGAL, A. & FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, M. 2001. La necrópolis ibérica del Camino del Matadero (alambra, Ciudad Real). En García Huerta, R. y Morales, J. coord. Arqueología Funeraria: Las necrópolis de incineración. Cuenca. URBINA, D. & URQUIJO, C. 2000. La necrópolis íbero-romana de Los TorilesCasas Altas (Villarrubia de los Ojos). En: Benítez, L. coord. El patrimonio Arqueológico de Ciudad Real. Métodos de trabajo ya actuaciones recientes. Valdepeñas. VALERO, M.A. 1999. La necrópolis tumular de la Punta del Barrionuevo. Iniesta. Cuenca. En Valero, M.A. coord. Ias Jornadas de Arqueología Ibérica en Castilla-La Mancha. Iniesta, 1997. Cuenca. VÉLEZ, J. & PÉREZ AVILÉS, J. 2000. El Cerro de las Cabezas (Valdepeñas). En: Benítez, L. coord. El patrimonio Arqueológico de Ciudad Real. Métodos de trabajo ya actuaciones recientes. Valdepeñas. VIÑAS, C. & PAZ, R. 1971. Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Madrid.

7

Figura 1. Localización de los Ojos del Guadiana (Ciudad Real) en la Península.

Figura 2. Fragmentos de una falcata recuperada en Los Toriles-Casas Altas. Museo Provincial de Ciudad Real.

Figura 3. Detalle de los agujeros practicados por los furtivos en 1998/1999.

8

Figura 4. Vista aérea con el detalle de la zona afectada por los furtivos entre la que se ubican las cuadrículas de la excavación.

Figura 5. Primer plano de la Cuadrícula I. Las oquedades corresponden a los agujeros realizados por los furtivos.

9

Figura 6. Fragmentos de cerámicas ibéricas pintadas de la zona de la necrópolis.

Figura 7. Fragmentos de cerámicas ibéricas pintadas, pintadas y estampilladas y Elche-Archena, de la zona de la necrópolis.

Figura 8. Croquis de la excavación de la Cuadrícula III.

10

Figura 9. Fotografía aérea de comienzos de los años 1980 con el detalle del enclave Los Toriles-Casas Altas.

Figura 10. Parte del equipo de excavación. Esta lámina quiere ser un homenaje a Jesús Arroyo, fallecido lamentablemente poco después.

11

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.