La Metáfora del sueño en Por el camino de Swann

August 29, 2017 | Autor: Anaclara Muro | Categoría: Literature, Psychoanalysis And Literature, Marcel Proust
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Descripción



Temas selectos de la literatura
Prof. Ma. De Lourdes Penella Jean
Anaclara Muro Chávez
Primer parrafo
Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: «Ya me duermo». Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V. Esta figuración me duraba aún unos segundos después de haberme despertado: no repugnaba a mi razón, pero gravitaba como unas escamas sobre mis ojos sin dejarlos darse cuenta de que la vela ya no estaba encendida. Y luego comenzaba a hacérseme ininteligible, lo mismo que después de la metempsicosis pierden su sentido, los pensamientos de una vida anterior; el asunto del libro se desprendía de mi personalidad y yo ya quedaba libre de adaptarme o no a él; en seguida recobraba la visión, todo extrañado de encontrar en torno mío una oscuridad suave y descansada para mis ojos, y aun más quizá para mi espíritu, al cual se aparecía esta oscuridad como una cosa sin causa, incomprensible, verdaderamente oscura.
[…]
Parrafo final
Verdad es que cuando se acercaba la mañana, hacía un buen rato que se había disipado la breve incertidumbre de mi despertar. Sabía en qué cuarto me encontraba realmente, lo había construido a mi alrededor en la oscuridad, y —orientándome exclusivamente por la memoria, o ayudándome, como indicación, de un débil resplandor percibido, a cuyo pie situaba yo las cortinas de la ventana — lo había reconstruido por entero y amueblado como un arquitecto y un tapicero decididos a respetar el vano primitivo de ventanas y puertas, había vuelto a poner los espejos y colocado la cómoda en su sitio de siempre. Mas apenas el día — y no el reflejo de una última brasa sobre una moldura de cobre que yo había tomado por el día — trazaba en la oscuridad, y como con una tiza, su primera raya blanca y rectificadora, la ventana con sus cortinas abandonaba el marco de la puerta donde por error la había situado, mientras para dejarle sitio el escritorio que mi memoria había instalado torpemente allí escapaba raudo, llevándose por delante la chimenea y apartando la pared medianera del pasillo; un patinillo reinaba donde hacía un instante todavía se extendía el cuarto de baño, y la morada que yo había construido en las tinieblas había ido a reunirse con las moradas entrevistas en el torbellino del despertar, puesta en fuga por aquel pálido signo trazado sobre las cortinas por el dedo alzado del día.
La metáfora del sueño
Los recuerdos son para Proust en "la búsqueda" del tiempo perdido, el material sobre el que armoniza la línea melódica literaria, ¿pero es posible decir que los recuerdos son la base rítmica? En "Combray", la primera parte del primer tomo Por el camino de Swann, Proust hace referencia al tiempo idílico de la infancia, es la sección en la que busca con más ahínco los recuerdos, pero quizá sea en el que menos los alcanza. Si se piensa en los recuerdos como un recuento objetivo de los sucesos pasados, es poco probable que exista una obra literaria que logre aprehender las primeras etapas de la vida. Sin embargo, ¿esos son los recuerdos?, ¿una búsqueda objetiva? Los recuerdos como imágenes, producto de una percepción individual, nunca son totalmente objetivos. Pero Proust nunca dijo que lo fueran, la búsqueda en sus recuerdos se asume subjetiva, aún así, convive en la narración una voz objetiva que va conjuntando recuerdos mientras estructura una significación estética y escudriñadora del alma humana y sus procesos.
La razón no podrá juzgar nada de esto si no retiene las ideas hasta poder contemplarlas unidas a las posteriormente surgidas. En los cerebros creadores sospecho que la razón ha retirado su vigilancia de las puertas de la entrada, deja que las ideas se precipiten pȇle-mȇle [en desorden] al interior, y entonces es cuando advierte y examina el montón que han formado. (Schiller citado por Freud, 175).
La percepción de lo que son la memoria y los recuerdos se convierte entonces en un conjunto subjetivo, en la construcción que la imaginación hace de ellos. Pero los detalles de una experiencia y la minuciosidad en la explicación de las emociones, se expresan para formar una narración coherente y sincera (que no real), en la que un niño vuelve atravesar con ojos de adulto sus dorados años de infancia. No importa la veracidad de los hechos sino la verosimilitud de las emociones. En la obra de Proust, a pesar de la racionalización de la mente adulta, las sensaciones y los sentimientos permanecen auténticamente infantiles, precisamente porque Proust va en búsqueda de la sensación original y del desentrañamiento emocional; por eso analiza cada causa y cada efecto del desarrollo de sus sentimientos y su percepción. La objetividad en Proust radica en su indiscriminado recuento de recuerdos, que no se dejan censurar por una lógica racional sino que se permiten fluir bajo una lógica estética.
"Convertirse en un creador es permitir que se produzca, en el momento oportuno de una crisis interna […] una disociación o regresión del Yo […] el estado de sobrecogimiento." (Anzieu, 105). Proust explica perfectamente este proceso con el incidente de la magdalena, sabe identificar una emoción, que si encuentra el modo, le abrirá (y le abrió) una puerta a una complejidad emocional y de autoconocimiento de proporciones monumentales. Proust se deja llevar por sus emociones pero nunca pierde el control estético, que más que control es una guía que le ayuda a su intuición a encontrar las palabras adecuadas para expresar con precisión imágenes y emociones. El narrador niño y el narrador adulto jamás se estorban, se complementan, se unen y se separan sin tener nunca conflictos; algunas veces se distinguen claramente, pero otras, no es posible decidir cuál es la edad de la voz narrativa. Y aunque los saltos temporales llegan a ser evidentes, nunca se siente forzada la transición de un pasaje a otro, en vez de esto queda la agradable sensación de una lógica musical que con toda la sutileza de los cambios armónicos, lleva al lector sin notarlo por estos cambios temporales.
La narración funciona como la lógica del sueño, no se duda de ella porque la lógica del entramado es perfecta. Proust nos acerca a su narración como si viéramos una tela grandísima que sólo podemos ver muy de cerca; admiramos la textura, los colores, el diseño y el ritmo con el que está logrado. Y sólo hasta terminar de verla como recorrido, podemos formar la figura en la mente como una tela grandiosa, que sin embargo, por su magnitud es imposible percibirla en la totalidad con la majestuosidad que se merece. Nunca veremos la tela completa, pero la idea se formará en nuestra mente sin evitar quedar más o menos abstracta. No importa pues, la obra En busca del tiempo perdido como una novela correctamente estructurada, sino la obra como un gran viaje, una experiencia emocional de largo aliento, en la que se vive a través de las experiencias, pero sobretodo de emociones, pensamientos y sentimientos que estas provocan; lo que parece importarle verdaderamente a Proust no son en sí los recuerdos, sino el estado anímico que estos dejaron en la memoria del narrador. Es impresionante la consciencia de Proust al trabajar en este proceso subjetivo, que ocurre más o menos igual en todos los novelistas, pero que él desarrolla en la teoría y en la práctica. Queda muy claro en esta cita:
A decir verdad, yo hubiera podido contestar a quien me lo preguntara que en Combray había otras cosas, y que Combray existía a otras horas. Pero como lo que yo habría recordado de eso serían cosas venidas por la memoria voluntaria, la memoria de la inteligencia, y los datos que ella da al respecto al pasado no conservan de él nada, nunca tuve ganas de pensar en todo lo demás de Combray. En realidad, aquello estaba muerto para mí.
Este viaje que propone Proust a través de sus propias experiencias, deja de lado la lógica para crear su propia coherencia y su propia forma de funcionar; la narración actúa dentro de la lógica del sueño, la falta de correspondencia de tiempos, lugares y personajes nunca tendrá importancia, porque dentro de la magia del discurso poético de Proust tendrá sentido, así como tienen sentido los sueños por más ilógicos que parezcan. Es por esto acertadísima, la decisión de presentar a la narración como un sueño. Un umbral que se abre en el estado de duermevela en el que los tiempos ya no corresponden con la realidad, como todo lugar mágico que apela a lugares desconocidos de la consciencia. El Combray onírico tiene su propia forma de vivir el tiempo, es un espacio que se construye con símbolos personales que se van transformando conforme el protagonista crece.
Explícitamente, la voz narrativa explica cómo Combray no significa nada fuera de su casa, de sus paseos, del beso de buenas noches que le daba su madre; cómo Swann no era para él más que el motivo de que su madre no pudiera acostarlo o cómo le causó una gran conmoción saber que Françoise fuera más que el ama amorosa que les preparaba comida deliciosa. Así como en los sueños, todos los elementos de la obra literaria giran alrededor del protagonista, los símbolos están encaminados hacia una significación total que llegarán al lector sólo a través del proceso de lectura-escritura del autor, que interpreta su impulso creativo a través de palabras.

El sueño creativo
Por los párrafos del principio y el final, inferimos que la narración ha sido producto de la ensoñación, del proceso entre dormir y despertar, es decir, el sueño ligero en el que las imágenes son más claras. Las páginas y páginas han ocurrido en las reflexiones que suceden entre el sueño y estar completamente despierto. Según Freud, el sueño propiamente (contenido manifiesto del sueño) provoca una serie de pensamientos alrededor que buscan darle una interpretación, a este resultado de libre asociación se le llama contenido latente. Estos pensamientos no sólo revelan nuevos descubrimiento sobre los motivos ocultos del sueño, también poseen información importante sobre lo que el inconsciente trata de manifestar. La interpretación de un sueño también tiene que ser la interpretación de los pensamientos y sentimientos asociados con éste. El texto de Proust deja fluir su libre asociación, pero de una forma meticulosa. El texto condensa el contenido manifiesto, el contenido latente y la propia interpretación. Proust deja fluir su inconsciente de una forma consciente y siguiendo sobretodo una conciencia estética. El ritmo es muy acertado porque refleja las sensaciones poéticamente y su estado de búsqueda interior. Es elocuente pero nunca deja de ser perspicaz y minucioso en los análisis de las emociones, desconcertantes de tan objetivos.
En los sueños no nos preocupamos por la lógica, la coherencia o el orden. Sino que nos dejamos llevar por ritmos de sensaciones e imágenes. Y es lo que tiene el sueño de Proust, se deja llevar por el ritmo, su intuición sensorial y sentimental se refleja en el ritmo literario. Por eso los párrafos del principio y del final expresan tan bien la sensación del sueño. No se está completamente despierto ni dormido, la realidad es borrosa y ondulante. Pero Proust, sin descuidar esta sensación onírica, analiza con cuidado los símbolos que propone, sus recuerdos tienen siempre una correspondencia emocional.
Así como la relación entre los sucesos del sueño, el orden de los acontecimientos en Por el camino de Swannn no son completamente coherentes. El orden de los episodios tiene una lógica mucho más emocional que de hecho, lógica. Los recuerdos surgen del impulso creativo y se entrelazan de acuerdo al ritmo que van formando. Así, los impulsos son mucho más importantes que la veracidad, y la relación entre uno y otro es básicamente literaria.
Un ejemplo es el tratamiento de Gilberte, personaje cambiante pero fundamental, eje de muchas de las experiencias sentimentales más fuertes del protagonista. Justo después de que describe como Gilberte decide regarle una de las dos canicas de ágata "luminosas y cautivas" que le parecían "preciosas porque eran rubias y risueñas como muchachas y porque costaban cincuenta céntimos cada una." (Proust, 357), termina el párrafo y el siguiente comienza: "Otra vez, siempre preocupado por el deseo de oír a la Berma en una obra clásica, le había preguntado si no tenía un opúsculo donde Bergotte hablaba de Racine, y que ya no se encontraba en las librerías." (Proust, 358). La relación entre estos dos pasajes es no sólo la analogía de los hechos, en los que Gilberte le hace un favor producto del cariño que conmueve profundamente a Marcel, sino la emoción que comparten. Sin embargo, hay una gran distancia temporal entre los dos sucesos, en el primero son unos niños que juegan con canicas, en el segundo dicen palabras como opúsculo y clasifican sus lecturas como obras clásicas. Pero la descripción de la evolución del amor hacia Gilberte es lineal, se desarrolla en la narración sin ninguna clase de interferencia porque los años intermedios no tienen ninguna importancia para el sentimiento que se describe.
En cambio, Proust hace un discernimiento entre sus percepciones de una misma época, el umbral se abre dentro de su conciencia que distingue a la Gilberte de su imaginación de la que tiene parada enfrente, que finalmente también es producto de su imaginación porque es un recuerdo.
en cuanto me encontraba en presencia de aquella Gilberte Swannn con cuya vista había contado para refrescar las imágenes que mi fatigada memoria ya no encontraba, de aquella Gilberte Swannn con la que había jugado ayer mismo, y a la que acababa de saludar y reconocer gracias a un instinto ciego como el que, al caminar, nos hace poner un pie delante de otro antes de que tengamos tiempo de pensarlo, enseguida todo se desarrollaba como si ella y la niñita objeto de mis sueños hubiesen sido dos criaturas diferentes. (Proust, 356).
Este umbral, por el que, diría Freud, surgen los recuerdos del inconsciente, pone en entredicho la objetividad del personaje para juzgar sus sentimientos. Reconoce el narrador su propia personalidad creativa, que crea de una sensación la imagen complemente nueva de una persona real. Y es capaz de continuar esta fantasía por años, como Penélope pero al revés, bordando su fantasía de noche, y deshaciéndola de día.

La creatividad en el sueño
Los recuerdos son inmóviles, tanto más sólidos cuanto más especializados. Localizar un recuerdo en el tiempo es sólo una preocupación de biógrafo y corresponde únicamente a una especie de historia externa, una historia para uso exterior. Para comunicar a los otros. Más profunda que la biografía, la hermenéutica debe determinar los centros de destino, despojando a la historia de su tejido temporal conjuntivo, sin acción sobre nuestro propio destino. Para el conocimiento de la intimidad es más urgente que la determinación de las fechas la localización de nuestra intimidad en los espacios. (Bachelard, 39-40).
"Existen símbolos que pueden interpretarse casi siempre del mismo modo. […] las habitaciones son símbolo de la mujer y sus accesos significan las aberturas del cuerpo humano." (Freud, 63). Los espacios en Proust efectivamente están relacionados con los personajes femeninos, su propio cuarto, en el que espera el anhelado beso de su madre, la habitación de su tía, centro de movimiento de las actividades diarias en Combray, la cocina de Françoise, la casa de Swannn que simboliza a la misteriosa Gilberte, a la que no tiene permitido acercarse, el parque en el que la inseguridad de no encontrarla lo enloquece y el hotel en donde se hospeda Odette, símbolo de una felicidad perecedera y engañosa.
Estas mujeres son minuciosamente observadas y descritas por el narrador, sus cambios de ánimo, sus cambios de físico, la miradas que significan una cosa u otra dependiendo de un determinado gesto. Estos análisis son ya la última etapa, pero podría pensarse que el detonador creativo son precisamente los lugares, de los que surgen los personajes y se van construyendo, como la casa llena de adornos de mal gusto de la señora Verdurín. Pues en la novela de Proust, el eje temporal no es confiable, pero los lugares siempre están llenos de significación y de mensajes ocultos que se van descifrando.
Lo que Freud llama estímulo provocador del sueño, puede ser cualquier experiencia que determine el tema o alguno de los motivos fácilmente identificable, pero el proceso de asociación libre que hace el cerebro, queda oculta para el soñador. Sin embargo, el método de Proust encuentra la forma, por lo menos en la ficción, de descubrir la lógica con la que los recuerdos se suceden. Si tomamos la metáfora del sueño en "Combray", podríamos identificar como detonador la magdalena, que una persistente búsqueda de comprender la sensación se refleja en un sueño, y con gran poder analítico y poderosa intuición estético-rítmica, es posible plasmar en palabras. Ahora veamos ya no el detonador sino el inicio del sueño, el principio de la construcción de esta compleja metáfora.
Anzieu identifica dentro de los distintos procesos creativos como fundamental, la capacidad que tiene una persona creativa para leer o apreciar obras ajenas, especialmente cuando son "obras excepcionales", la lectura se presenta como un proceso análogo al de la creación misma y una lectura se convierte en el estímulo a la creación. Alguien creativo que es buen lector se convierte en creador cuando supera la etapa en la que puede caer en la imitación y utiliza solamente el impulso para crear su propia obra. Anzieu incluso compara el proceso que tuvo Bergotte en otro tomo de En busca del tiempo perdido para despegar como narrador. Es lógico pensar que Proust refleja en Bergotte su propio proceso que precisamente, se observa en el primer párrafo de su gran obra En busca del tiempo perdido.
Y luego comenzaba a hacérseme ininteligible, lo mismo que después de la metempsicosis pierden su sentido, los pensamientos de una vida anterior; el asunto del libro se desprendía de mi personalidad y yo ya quedaba libre de adaptarme o no a él; en seguida recobraba la visión, todo extrañado de encontrar en torno mío una oscuridad suave y descansada para mis ojos, y aun más quizá para mi espíritu, al cual se aparecía esta oscuridad como una cosa sin causa, incomprensible, verdaderamente oscura. (Proust, )
El proceso creativo comienza, Proust identifica claramente el momento en que elige entre continuar con el libro o escribir su propia historia, recobra la visión con una oscuridad reconfortante y se adapta con libertad a la realidad onírica. La noche en la que sueña se convierte en una especie de lienzo en blanco en el que puede hacer cualquier cosa. En este momento pierde la consciencia pero no la voluntad, la oscuridad es tan atrayente que deja a su inconsciente perderse en ella. Sabemos que Proust tiene claro el efecto reparador de un sueño, el inconsciente que trabaja para resolver los conflictos que no están claros a la luz del día porque tienen que ver con fuerzas ocultas y oscuras; las que llamaría Freud pulsaciones de muerte y que siente con claridad Swannn al estar tercamente enamorado de Odette. Este proceso curativo se manifiesta cuando por fin Swannn recupera a través del sueño la primera impresión que tuvo de Odette, que fue más bien desagradable "y cuya sensación exacta fue a buscar, sin duda, su memoria mientras estaba durmiendo." (Proust, 459). Se percata por fin conscientemente del error del que todos a su alrededor se percataron desde el principio y es que no eran ni poquito compatibles.
La búsqueda de Swann por el placer de estar con Odette es en realidad una traición así mismo por sus propias pulsaciones de muerte; es decir, estas pulsaciones volvían a los momentos placenteros más valiosos y más deseados pero mucho menos placenteros. La crisis que Swannn atravesaba lo impulsaba a perderse completamente o recuperarse a través de un proceso creativo en el que la sonata que compartía con Odette jugaba un papel fundamental, por eso dice Proust de las frases musicales "la muerte con ellas parece menos amarga, menos sin gloria, quizá menos probable […] Así que Swannn no iba muy equivocado al creer que la frase de la sonata existía en realidad". Aunque comprende conscientemente la abstracción de la música, "esas nociones que en relación a la nada existen" (Proust, 423). Inconscientemente la música dentro de él adquiere un poder concreto, el sonido tiene textura y significado, y la expresión concreta despierta en Swannn el talento creativo que lo lleva a construir en su mente una imagen de Odette que no existe, pero que lo protege contra la imagen real, que lo lastima. Prácticamente igual a la imagen de Gilberte en el personaje Marcel y más o menos análogo, al proceso en el que como en el Proust escritor construye el Combray literario.
Es muy interesante como el proceso de duermevela regresa al protagonista a sus años infantiles, así la confusión onírica continúa toda la narración alternando la visión infantil con la adulta y no termina hasta que las cosas del cuarto adquieren de nuevo su lugar correspondiente. Este cambio de lugar de los muebles, que se habían posicionado en de forma completamente distinta en la mente aún dormida y que, regresan con el verdadero despertar y la luz real del día, es fácilmente identificable como una metáfora de la novela como sueño, en la cual, la lógica de acontecimientos se descubre al final artificiosa, seguidora de otra lógica que no es la de la realidad histórica.

Bibliografía básica
Proust, Marcel. A la busca del tiempo perdido I. Madrid: Valdemar; 2000.

Bibliografía complementaria
Anzieu, Didier. El cuerpo de la obra. Ensayos psicoanalíticos sobre el trabajo creador. México: Siglo veintiuno editores; 1993.
Bachelard, Gaston. La poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica; 1965.
Freud, Sigmund. La interpretación de los sueños 1. Madrid: Alianza Editorial; 2007.



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