La Lamia negra de la mar: pervivencia de un espectro mitológico en algunos poemas neohelénicos

October 3, 2017 | Autor: A. González Terriza | Categoría: Mythology And Folklore, Folklore, Comparative mythology, Neohellenic Literature, Lamia, Gelo
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LA LAMIA NEGRA DE LA MAR: PERVIVENCIA DE UN ESPECTRO MITOLOGICO EN ALGUNOS POEMAS NEOHELENICOS Alejandro Arturo GONZALEZ TERRIZA

U.N.E.D.

En 1940, Stratis Mirivilis, en un articulo publicado en Nea Baria, reflexionaba sobre el don, doloroso pero extraordinario, que supone pertenecer a una comunidad, una uA.tj, cuya herencia cultural es, no solo un tesoro para los griegos mismos, sino uno de los pocos motivos de esperanza en la construcci6n de un mundo comtin mas habitable.

Cualquiera que fuera mi patria, escribe, no amaria menos la realidad natural e hist6rica que me dio el caro regalo de la vida. Sin embargo, ya que me ha tocado ser griego, no puedo dejar de alegrarme muy abiertamente con la herencia antiquisima y profunda que me ha tocado en suerte. Y cuando la compruebo, con que mayor profundidad comprendo todo, el valor y la responsabilidad de nuestro pueblo, c6mo todo concuerda, c6mo nuestro pueblo, cuando llegue el momenta de que se complete alguna vez -y para siempre- toda la herencia del genera humano, coma su mas alto signo de ascension, puede ser un elemento pedag6gico de primer orden para tal ascenso, en manos de un Gobierno que realmente exprese al pais, y un pais que realmente comprenda su identidad nacional. (Mirivilis 1940: 723) Y como ejemplo de la conmoci6n que le produce la constataci6n, en cualquier campo de la vida cotidiana, de la presencia de hondisimas rakes que unen la nueva Grecia con la antigua, escribe:

No puedo ocultar, par ejemplo, la conmoci6n que senti un dia al escuchar a una mujer sencilla de Mitilene que maldecia a su hijo con la expresi6n: "i Ea, que te come Gilu!" (Mirivilis 1940: 724) Y es que, en efecto, como Mirivilis nota, esta Gilli, ser sobrenatural con el que las madres de Lesbos y de las islas cercanas asustan a los

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mnos, es con toda probabilidad la Gel6 que ya conocia Safo: una muchacha amante de los niflos que, habiendo muerto virgen, volvia de la tumba para jugar con ellos, y queriendo estrecharlos los ahogaba y bebia su sangre (Zen. Cent 3.3). Ir6nicamente, Safo, en un brevisimo fragmento, ataca a una de sus rivales, acusandola de ser «mas amiga de los niflos que Gelo», n:A-A.ous natootAO'tEpa (fr. 168 Voigt). Asi, en algo tan poco academico y alejado de la alta cultura como las ogresas que las madres utilizan para asustar a los niflos, encuentra Mirivilis la pervivencia, emocionante siempre, de las formas imaginarias de la_antigua Grecia. Formas que el pueblo ha conservado por sentirlas utiles y vivas, no por ser, como suele serlo la Mitologia en la poesia culta, un signo de clase y distinci6n intelectual, de esnobismo «leido». Este tipo de busqueda, la de los griegos en ellos mismos, tuvo una enorme importancia en la constituci6n de la cultura neohelenica moderna. Fuera de Grecia no goza quizas hoy de la consideraci6n que merece la impresionante obra de Nikolaos Politis, un joven que, a sus 19 aii.os, tom6 sobre si la responsabilidad de responder por escrito, refutandolas definitivamente, a las hip6tesis del aleman Fallmerayer (segun las cuales los actuales griegos serian eslavos, usurpadores en alguna medida de la Grecia antigua reconstruida por la Filologia alemana). Politis, una personalidad literaria e intelectual de primer nivel (como, entre nosotros, Caro Baroja, o, en su labor pionera, Antonio Machado padre, Dem6filo ), reuni6 en obras como NcoeAAT]VlKrl Mv(}oJ,,oyia (1871-74) y IIapa86aei~ (1904) una muestra exhaustiva y enormemente hermosa de la vida popular de la imaginaci6n. Nos ensen6 asi c6mo, en lo mas intimo, en los suenos y pesadillas, continuaba el pueblo griego sonando las mismas y no las mismas formas que los clasicistas y cultos europeos se empenaban en considerar f6siles de museo, materia de rapina enamorada cuyos valiosos restos (las Caria.tides, los manuscritos) podian y debian arrancarse de las manos de unos neo-griegos que ellos sentian postizos o usurpadores. Para desdicha del empeno de Politis, y de la ilusi6n aun sentida por Mirivilis, los vientos de la investigaci6n mitol6gica parecen soplar hoy en direcciones que, por una raz6n u otra, insisten siempre en campos cerrados, en la reconstrucci6n de un sistema propio de una epoca concreta, y obvian o minimizan el milagro de la continuidad, la obstinada vitalidad de la memoria. En Vernant o Detienne (cuyos analisis, en fin,

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nos son ya simplemente imprescindibles), como en tantos otros menos dotados que ellos, lo griego es mejor en cuanto mas antiguo; y el analisis mejor cuanto mas cefi.ido a un corpus cerrado de textos con suficiente garantfa de vetustez/ caducidad. En el extremo, Nova Graeca sunt: non leguntur. Nadie niega que los dioses o demones griegos hayan seguido viviendo en la memoria: pero su pervivencia se siente como una progresiva distorsi6n, como un alejamiento de su forma mas notoria y memorable. Por el lado contrario, el del estudio de la Grecia modema, tampoco las orientaciones son mas halagiiefi.as: un reciente estudio sobre las figuras fantasticas del folklore griego, que, a simple vista, parece una oportuna puesta al dia de los trabajos de Politis o Lawson, el de Stewart 1991, comienza en realidad por una acerba critica del continuismo cultural que los A.aoypaot griegos han enfatizado. Para Stewart, la procedencia de los materiales que se encuentran activos en las creencias populares griegas de hoy es, en el mejor caso, futil. Y, segun el cree, suele ser algo peor que futil: en su opinion, el intento de ver en la tradici6n popular la pervivencia del antiguo paganismo ha impedido comprender la verdadera funci6n que estos elementos populares tienen en el sistema de pensamiento vigente, la vivencia popular del cristianismo. ruA.ou, pues, debe ser situada, para un correcto entendimiento, no .en un hilo rojo con Gel6 y con Safo, sino en el plano de la vivencia popular de la ortodoxia. En definitiva (es su estocada final) carece de sentido hacer un libro sobre «alfiles», como si los alfiles tuviesen algiln sentido inteligible fuera de su funci6n en el juego de ajedrez (en un sistema de juego de ajedrez concreto y sincr6nico ). Frente a tal cantidad de doctos anatemas, de estirpe funcionalista o estructuralista (queen esto de negar la vision de lo mismo en el cambio, ambos sistemas confluyen y se entienden), s6lo queda la tozuda, la humilde pero inquebrantable voluntad popular, que obstinadamente nos muestra su voluntad de conservar y seguir haciendo alfiles con forma, aspecto y hasta costumbres decididamente caracteristicos e idiomaticos, para jugar en tableros cambiantes de normas, creencias y sistemas sociales diversos. No hay incendio, se dirfa, que alcance a quemar ciertos tomos de la biblioteca de la memoria. Se guarda a Gel6, a Lamia, a todos los antiguos seres aterradores de nifi.os, como algo que se siente util, algo que, en su cambio, en su capacidad de cambio a diversos tableros, muestra precisamente su vitalidad: asi como

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(guardando las distancias) el heroe epico, ese antiquisimo alfil de bronce, supo subirse al escenario ateniense, y adaptarse a otras normas de juego, sin dejar por ello de ser reconocible. Es asi como los antiguos O~TJ'tpa, como Gelo o Lamia, han permanecido en la memoria: unos, como Gelo, manteniendose practicamente en la misma funcion (atacar a los nifios, servir en boca de las madres para asustarlos y aquietarlos). Otros, como Lamia, transformandose y tomando unos contomos liminares mas amplios. Lamia, en el mundo antiguo, fue un «asustanifios» con ciertas pretensione~: llego a tener su mito propio, que lo vinculaba con Zeus y Hera. Como sabemos por los escolios a Arist6fanes (Sch. Vespae 1035 y Pax 758), habia sido Lamia una princesa libia de gran hermosura de la que Zeus se enamoro, y con la que tuvo muchos hijos. Estos amores no pasaron, por desgracia, desapercibidos a la gran celosa, Hera, que hizo perecer a todos y cada uno de estos nifios. Y asi, Lamia enloquecio de dolor, y su dolor arruino su belleza: mas atin cuando Hera le neg6 el reposo del suefto, haciendola asi consciente sin descanso de su desdicha. Le entr6 entonces la envidia de las otras madres, mas felices: y tom6 la costumbre de robar los nifios de las demas, y hacerlos perecer como murieron los suyos. Asi se cumplio la venganza de Hera. Como {mica compensacion, concedio Zeus a Lamia la capacidad de quitarse los ojos para no ver y sufrir, de cuando en cuando, y despues volverselos a poner; y al tiempo, la capacidad de tomar cualquier forma, y recuperar asi, por unos instantes, su antigua belleza. · En este punto deja la antigiiedad griega la figura de Lamia: como una «madre terrible» condenada a la esterilidad, y marcada por el dolor con una forma terrible de la que solo la ilusion la permite escapar. Y en este punto nos volvemos a la poesia popular neogriega, para encontrar que ha sido de este alfil, como ha continuado su historia de mortal-inmortal, de madre esteril. Dos son los poemas sobre Lamia recogidos por Politis en su Nt:av.)..7JVlK'rJ Mv8oA.oyia, dos ejemplos de canci6n en pentadecasilabos, que ofrecemos hoy a su consideracion en una traduccion inedita, respetuosa, en lo posible, con el modo de decir del verso griego 1•

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