La izquierda revolucionaria salvadoreña. Balance historiográfico y perspectivas de investigación (con Alberto Martín Alvarez)

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La izquierda revolucionaria salvadoreña Balance historiográfico y perspectivas de investigación

Alberto Martín Álvarez Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México Ralph Sprenkels Universidad Utrecht, Países Bajos Presentación A pesar de que no culminó con un triunfo armado, el proceso revolucionario salvadoreño fue de gran envergadura. En el presente trabajo reseñamos la producción bibliográfica sobre la izquierda revolucionaria salvadoreña, que en la concepción de los autores se extiende más allá del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) como expresión institucional del movimiento, e incluye la bibliografía generada, desde diversas disciplinas, sobre los distintos ámbitos del movimiento revolucionario de El Salvador. Como veremos, la diversidad y el arraigo popular del movimiento contribuyeron a la generación de una bibliografía diversa y extensa, aunque también bastante fragmentada y no exenta de importantes sesgos y lagunas. Breve introducción histórica La izquierda revolucionaria salvadoreña surgió a finales de la década de los años sesenta del pasado siglo en el marco de las crisis y rupturas que se produjeron en el seno del Partido Comunista Salvadoreño (PCS) y del Partido Demócrata Cristiano (PDC). En el caso del PCS, sus diferencias internas se agudizaron desde mediados de los años sesenta como consecuencia del impacto de la Revolución Cubana. El triunfo de la guerrilla en Cuba abrió un intenso debate sobre la estrategia del partido y la vía correcta de acceso al poder. En este contexto, la polémica fundamental giró en torno al papel de la violencia revolucionaria, y específicamente al de la guerrilla como instrumento preferente para la toma del poder. A finales de la década de los sesenta se podían distinguir claramente dos posiciones al interior del partido respecto de este debate. Una, encabezada por su Secretario General Salvador Cayetano Carpio –respaldado a su vez por un pequeño núcleo de militantes estudiantiles y obreros– que defendía la conveniencia de una estrategia que combinara todas las formas de lucha. Este sector enfatizaba la necesidad de radicalizar al movimiento obrero a través del impulso a un sindicalismo

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de carácter revolucionario, que al verse confrontado con la represión estatal, recurriría a la violencia, primero como mecanismo de autodefensa, y, más tarde, y gracias a la orientación política provista por el partido, como estrategia de toma del poder. Para impulsar esta estrategia, el partido debería adaptar sus estructuras, convirtiéndose en una organización política y militar –un partido de nuevo tipo– capaz de desarrollar una guerra prolongada del pueblo apoyada en una alianza obrero-campesina bajo dirección proletaria. De otra parte, el sector mayoritario del Comité Central era partidario de desarrollar una estrategia de acumulación gradual de fuerzas, que pasaba por reforzar la presencia en los sindicatos, por la búsqueda de alianzas con los partidos políticos burgueses y la participación en los procesos electorales. Esta estrategia se insertaba en una visión de la revolución como un proceso de largo plazo que pasaba por una primera etapa de carácter democrático-burgués, cuyo objetivo fundamental era la derrota y el desplazamiento de la oligarquía terrateniente, y una segunda etapa posterior de carácter socialista. Las diferencias entre ambos sectores del partido, agudizadas por la posición ambigua del PCS ante la guerra entre Honduras y El Salvador de julio de 1969, y por la respuesta del sector mayoritario del partido ante la oleada de movilizaciones obreras y magisteriales de 1967-1968, llevaron a concluir al grupo encabezado por Carpio que era necesario acometer con urgencia la transformación del partido para convertirlo en la organización capaz de desarrollar la estrategia político-militar que propugnaba. Al encontrarse en minoría en los órganos de dirección, y no poder por ello poner en marcha dichas transformaciones, este grupo decidió abandonar el PCS y crear una nueva organización el 1 de abril de 1970, a la que en 1972 dieron el nombre de Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL). Por lo que respecta al Partido Demócrata Cristiano (PDC), su sector juvenil fue profundamente afectado por la influencia de las nuevas corrientes progresistas en el seno de la Iglesia católica, por el ejemplo de Camilo Torres, y por la fusión de marxismo y cristianismo que estaban realizando grupos juveniles democratacristianos en otros países de América Latina, especialmente en Chile. A ello se sumó el descontento con la línea política adoptada por el PDC frente al cierre de espacios políticos y la represión desplegada por el régimen militar salvadoreño con ocasión de las movilizaciones del periodo 1967-1968. Ante la imposibilidad de una democratización del régimen por métodos pacíficos, la estrategia de participación electoral del partido convertía a éste a los ojos de un sector de su militancia juvenil en un cómplice del status quo. Fue precisamente este sector el que a finales de 1969 comenzó a construir una organización armada en la clandestinidad (El Grupo). A ella se unirían más tarde algunos jóvenes disidentes del PCS, y militantes estudiantiles universitarios y de secundaria. Este conglomerado heterogéneo adoptó el nombre de Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) tras su primera acción armada en 1972. A su vez, el ERP fue el germen del que posteriormente surgirían en mayo de 1975, y como consecuencia de las diferencias internas que llevaron a la muerte de Roque Dalton y Armando Arteaga, las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN o simplemente RN). Sectores escindidos del ERP fueron también los responsables de la creación, primero, de la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) en 1973, estructura que

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integraría, después, el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) en 1976. A lo largo de la década de los setenta, las organizaciones de la izquierda revolucionaria consiguieron establecer fuertes vínculos con el movimiento popular, especialmente con las organizaciones campesinas, sindicales, de maestros y estudiantiles. Inicialmente, la relación entre las guerrillas, todavía fundamentalmente urbanas, y el movimiento popular, osciló entre el reclutamiento de parte o de la totalidad del liderazgo de organizaciones concretas, hasta la creación de organizaciones populares por parte de la propia guerrilla que se extendieron tanto en la ciudad como en varias zonas rurales del país. Desde 1975, la estrategia de las organizaciones armadas fue la creación de frentes de masas que aglutinaran a las organizaciones populares que de una u otra forma estaban bajo su control, para poner sus reivindicaciones al servicio de la estrategia revolucionaria. Posteriormente, entre 1980 y 1981, y en un contexto marcado por el fracaso de la primera junta revolucionaria de gobierno, por el aumento de la represión, y por la propia radicalización del movimiento popular, dichos vínculos se transformaron en la militarización de sus activistas en el seno de las estructuras de la guerrilla. Ello explica en buena medida la fortaleza y, sobre todo, la amplitud realmente excepcional en el contexto latinoamericano, del movimiento revolucionario salvadoreño. A lo largo de los años setenta, dicho movimiento se caracterizó por un fuerte sectarismo entre las diferentes organizaciones político-militares (OPM) así como también entre las diferentes organizaciones y el PCS, situación que hacia finales de la década se convirtió en un obstáculo importante para el avance de la revolución. Diversos factores, como el triunfo de la revolución en Nicaragua en julio de 1979, la renuncia de la primera junta revolucionaria de gobierno en enero de 1980, y la posibilidad del apoyo cubano, estimularon el acercamiento de las organizaciones armadas. A ellas se sumó el PCS, que tras un lento giro estratégico operado entre 1977 y 1979, creó las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) a inicios de 1980 para sumarse a la lucha armada revolucionaria. Por su parte, los frentes de masas bajo control de las guerrillas, y aglutinados previamente en la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), establecieron una alianza con dos pequeños partidos democráticos de izquierda para formar el Frente Democrático Revolucionario (FDR) en marzo de ese mismo año, asumiendo en conjunto el programa político de la CRM. Tras no pocas dificultades, consecuencia tanto de la desconfianza mutua que se profesaban entre sí las distintas organizaciones armadas, como de sus diferencias tácticas y estratégicas, el 10 de octubre de 1980 se formó el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) como plataforma de coordinación de los cinco grupos guerrilleros. La posibilidad de obtener apoyo externo, la oposición a un enemigo común a través de la lucha armada, y la plataforma compartida de una revolución socialista, eran elementos que mantuvieron unido al FMLN durante la guerra, pese a sus diferencias internas. Estas últimas fueron muy significativas en los primeros años de la lucha en el plano de la estrategia, y a ellas se unían las rivalidades personales entre sus líderes y sus aspiraciones a hegemonizar el movimiento revolucionario,

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especialmente, en el caso de las FPL y el ERP. Si bien las cinco organizaciones político-militares (FPL , ERP, RN, PRTC y PCS -FAL) constituyeron juntas la columna vertebral del movimiento revolucionario salvadoreño, es importante considerar la existencia de lo que podría llamarse una cultura prorevolucionaria en diversos sectores. Por ejemplo, las dos principales universidades del país (la Universidad Nacional y la Universidad Centroamericana) fueron muy importantes centros de actividad revolucionaria. Al fundarse el FDR, ambas universidades formaron parte de esta coalición civil en apoyo a la revolución. A través de los frentes de masas, una parte importante de los sindicatos y asociaciones civiles se habían integrado a la lucha. También importantes sectores cristianos apoyaban fuertemente al movimiento revolucionario y trabajaron incesantemente en la organización de sectores populares en apoyo a ideas revolucionarias. Incluso, una cantidad significativa de curas, predicadores y laicos se integraron plenamente a la lucha. Las redes cristianas de inspiración progresista –tanto en la ciudad como en el campo– se convirtieron con el avance de la revolución en una parte clave del movimiento. En enero de 1981 el FMLN lanzó una ofensiva a escala nacional –la llamada Ofensiva Final–, con el objetivo de infringir una derrota definitiva a las fuerzas armadas y tomar el poder. El momento de la ofensiva fue determinado en parte por la inminente llegada a la presidencia de Ronald Reagan, quien había anunciado como una prioridad de su política internacional la contención de los revolucionarios salvadoreños. El fracaso de la ofensiva abrió la puerta a un conflicto armado de larga duración, durante el cual la izquierda revolucionaria, apoyada fundamentalmente por Cuba y Nicaragua, se enfrentó al estado salvadoreño respaldado extensamente en lo militar y lo financiero por Estados Unidos. El apoyo económico y militar estadounidense al gobierno salvadoreño, la liberalización política del régimen, el cansancio de la guerra en la población, la falta de unidad de la propia izquierda revolucionaria y su dificultad para incrementar su apoyo popular más allá de los límites alcanzados al inicio de la guerra, entre otros factores, llevaron al FMLN a buscar una salida negociada al enfrentamiento militar tras el fracaso de su ofensiva general de noviembre de 1989. Las negociaciones con el gobierno salvadoreño culminaron en los Acuerdos de Paz de Chapultepec firmados el 1 de enero de 1992, mismos que pusieron fin a la guerra, desmovilizaron las unidades armadas de la guerrilla y abrieron la puerta a su conversión en partido político. El fin del enfrentamiento armado –con la consiguiente pérdida del enemigo común–, en un contexto de crisis del marxismo y de los proyectos sociales y políticos inspirados en él, obligaron a la izquierda revolucionaria salvadoreña a realizar un replanteamiento estratégico, político e ideológico. El concepto de revolución, que había constituido tanto el centro del imaginario político del FMLN, como el objetivo último de su acción, tuvo que ser necesariamente adaptado a las nuevas circunstancias. Identificada ahora con la democratización del régimen, la desmilitarización y la incorporación de la izquierda al juego político, la revolución perdió buena parte de su significado y su atractivo. De otra parte, los cuadros de la guerrilla, ahora concentrados en la construcción del partido, se separaron considerablemente de sus bases campesinas, las cuales a lo largo de la

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guerra se habían convertido en el principal sostén del movimiento armado del FMLN. Las crisis internas –cuyas raíces se remontaban a las diferencias y las aspiraciones hegemónicas nunca solventadas entre las organizaciones–, surgieron ya en los primeros años de la década de los noventa, y tuvieron como consecuencia la escisión de organizaciones y la defección de varios reconocidos líderes históricos. El FMLN, integrado desde finales de 1994 tan sólo por el PCS, las FPL y el PRTC , se convertía por fin en un partido unificado en 1995. Iniciaba entonces un itinerario –no exento de nuevas crisis internas– que le llevaría a conquistar el gobierno en marzo de 2009 de la mano de una alianza con el independiente Mauricio Funes. Balance historiográfico A continuación se traza un análisis descriptivo de las características más sobresalientes de la bibliografía que se ha centrado en diferentes aspectos de la izquierda revolucionaria salvadoreña, de sus diferentes periodos de producción y sus aportes y limitaciones. Los años ochenta. La producción durante la guerra La mayor cantidad de producción bibliográfica sobre la guerra civil salvadoreña, sus actores y procesos se originó durante la década de los ochenta. La virulencia del conflicto, la extensión y profundidad del movimiento revolucionario, la implicación de Estados Unidos, entre otros factores, llevaron a un buen número de académicos, periodistas y activistas, a interesarse por ella. Hay que resaltar que el grueso de la producción durante esa década no se ocupó específica o exclusivamente del estudio de la izquierda revolucionaria, sino que se trató más bien de obras de contenido general que pretendían, por un lado, realizar un análisis histórico de las causas del conflicto, situando al movimiento revolucionario dentro de una perspectiva más o menos global de los orígenes y el desarrollo de la guerra, o, bien, por otro lado, de realizar análisis más coyunturales del estado de la misma. Algunos tópicos de investigación centrales en aquel momento fueron el análisis de la estructura económica salvadoreña, la investigación de los patrones de la distribución de la tierra y su papel como causa fundamental del descontento y la movilización campesinos, el debate sobre qué tipo de campesinado era el que participaba mayoritariamente en el movimiento revolucionario, o, los análisis de carácter general sobre el estado del conflicto (A. Álvarez Solís et al. 1982; C. Arnson, 1982; R. Armstromg y J. Rubin 1983; E. Baloyra 1989; J. Cáceres et al. 1988; J. Dunkerley 1982; M. Casaús y R. Castillo 1989; Adolfo Gilly 1981; S. Gordon 1989; M. Lungo 1989; R. Menjívar 1980; T. S. Montgomery 1982; Lisa North 1985; C. M. Salamín 1980). Todos estos trabajos aportan algunos elementos para el conocimiento

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en términos muy generales de la integración de la izquierda revolucionaria,1 de sus orígenes y sus principales tendencias, y son ciertamente imprescindibles para entender el contexto político, social y económico en el que ésta surge y se desarrolla. Empero, y tanto por no ser éste su objeto principal de estudio, como por el momento histórico en el que se escribieron, no aportan información pormenorizada acerca de la dinámica interna de las guerrillas, ni realizan un relato detallado de su formación, integración o estrategias, especialmente en lo relativo a la década de los setenta. De otra parte, también en los años ochenta se produjo una cierta cantidad de trabajos que compilaban entrevistas realizadas a comandantes de las distintas organizaciones del FMLN, y que fueron publicados generalmente por editoriales afines al movimiento revolucionario, o, que, incluso, formaban parte orgánicamente del propio movimiento.2 Sus propósitos fundamentales eran generar solidaridad internacional con los revolucionarios y difundir las opiniones de sus dirigentes para tratar de otorgarles visibilidad frente al virtual bloqueo informativo de los principales medios de comunicación salvadoreños.3 Por la difusión que alcanzaron, destacan de entre este conjunto de publicaciones, las entrevistas realizadas por la socióloga chilena Marta Harnecker (1987, 1989),4 y el periodista mexicano Mario Menéndez Rodríguez (1980a, 1980b). La finalidad propagandística de estos trabajos hace que en buena medida su contenido se limite a la difusión de una “historia oficial” del movimiento revolucionario, y a la proyección de una auto-representación complaciente del propio FMLN. Una colección de entrevistas y discursos de Salvador Cayetano Carpio, entonces el máximo dirigente de las FPL , cabe dentro de este mismo rubro (1982), así como un ensayo extenso de Joaquín Villalobos, máximo dirigente del ERP, titulado “¿Por qué lucha el FMLN?” (1983).5 Con todo, estos trabajos ofrecen alguna información histórica valiosa para la reconstrucción de los orígenes y el desarrollo de las organizaciones armadas salvadoreñas –y especialmente de las FPL a través de las entrevistas de Harnecker–, así como de sus líneas políticas y estratégicas en varios momentos del conflicto. Con una finalidad similar al caso anterior, en la década de los ochenta se publicaron diversos relatos testimoniales, tanto de internacionalistas colaboradores de la guerrilla (Clements 1989; Doljanin 1982; Lievens 1989; Metzi 1988; Perales 1986; Shaull 1990; De Witte 1989), como de comandantes guerrilleros (Martínez 1986; Díaz 1988; Cienfuegos 1. Hay que señalar que por ejemplo los trabajos de Dunkerley y Montgomery, dedican un espacio notable de sus análisis a la izquierda revolucionaria. 2. Caso de la editorial Sistema Radio Venceremos, que era parte del aparato de difusión del ERP. 3. Hay que recordar que se publicaron también, y con otros propósitos, otras compilaciones de entrevistas con comandantes del FMLN y dirigentes del movimiento popular, pero que incluían asimismo a otros protagonistas de la guerra, incluyendo a mandos de las fuerzas armadas (Manwaring y Prisk 1988). 4. En el primer tercio de los años noventa se publicaron más entrevistas realizadas por esta autora a comandantes del FMLN (Harnecker 1990, 1991, 1993). 5. Además, dos artículos publicados por Joaquín Villalobos en revistas internacionales revisten interés ante todo para entender las orientaciones estratégicas del FMLN en relación a su entorno político nacional e internacional hacia los finales de la década de los ochenta (1989a, 1989b).

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1989),6 o de mujeres activistas del movimiento revolucionario (Alegría y Flakoll 1983).

Aunque los testimonios ofrecen algunas miradas sobre la vida cotidiana en los frentes de guerra, estos textos proporcionan una información bastante limitada acerca de los trasfondos de las OPM, como la estructura de los frentes de guerra, las relaciones internas entre los participantes en la guerrilla y los debates generados en el seno del movimiento revolucionario. Mención aparte merece entre este conjunto de trabajos, el libro de Eduardo Sancho (Comandante Fermán Cienfuegos) Veredas de la Audacia (Cienfuegos 1989). Este texto, que recoge una conferencia impartida por el autor en una escuela de cuadros de las FPL en diciembre de 1986, contiene una breve crónica histórica de los años fundacionales de las distintas organizaciones revolucionarias y del propio FMLN. Si bien no constituye una verdadera historia del movimiento revolucionario, y evita detenerse en algunas de las coyunturas críticas fundamentales del mismo, contiene alguna información apreciable para la reconstrucción histórica del movimiento. Otra corriente importante de ensayos, realizados desde la antropología, trataron de clarificar el rol desempeñado por la Teología de la Liberación, y, en concreto, por las comunidades de base, como elementos clave en la liberación cognitiva del campesinado y en su apertura hacia el discurso y la práctica revolucionaria. Destacan en este punto los textos de Jenny Pearce y Carlos Rafael Cabarrús, a los que se les va a dedicar un análisis más detenido. En Génesis de una revolución. Análisis del surgimiento y desarrollo de la organización campesina de El Salvador, el antropólogo guatemalteco y sacerdote jesuita Carlos Rafael Cabarrús, trazó los orígenes de la reactivación de la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños (FECCAS) en la zona de Aguilares-El Paisnal a finales de los años setenta (Cabarrús 1983). Basado en observación participante, el libro de Cabarrús pone de manifiesto cómo el deterioro de las condiciones de vida del campesinado en esa región, unido al desbloqueo de la conciencia de los campesinos por la acción de la Iglesia, tuvo como resultado la rebelión de estos últimos y su incorporación a la guerrilla. La obra aporta elementos relevantes para entender la fortaleza del apoyo campesino a la insurgencia en la zona de estudio, y, por extensión, en las otras regiones convertidas en la década de los ochenta en zonas de control del FMLN.7 El otro trabajo de referencia sobre el apoyo campesino a la guerrilla publicado en esta década, es el libro de Jenny Pearce titulado Promised Land. Peasant Rebellion in Chalatenango El Salvador (Pearce 1986). Su objetivo fue investigar el desarrollo del movimiento campesino, la relación del campesinado con las fuerzas guerrilleras y las formas de organización popular en las zonas de control del departamento de Chalatenango. A diferencia del trabajo de Cabarrús, el de Pearce destaca el papel de los revolucionarios como uno de los catalizadores 6. Hay que mencionar aquí el testimonio del Comandante Miguel Castellanos (Napoleón Romero García) de las FPL, que fue publicado alrededor de tres años después de la captura y deserción de éste (Rojas 1988). Castellanos fue ejecutado por el propio FMLN en febrero de 1989, cuando trabajaba para un centro de análisis de las fuerzas armadas. 7. Sin embargo, hay que anotar que afirma erróneamente –¿quizá de forma intencionada para no comprometer a la organización campesina?– que no existía una vinculación clara y orgánica entre el movimiento campesino y la guerrilla (en este caso de las FPL).

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de la insurgencia campesina. Desde una posición de simpatía con el movimiento popular, este estudio ayuda a comprender cómo los grupos revolucionarios contribuyeron a transformar una amplia organización campesina –a su vez construida con el apoyo de elementos de la Iglesia– en un ejército revolucionario disciplinado, y ayudaron a construir alianzas del campesinado con otras clases sociales, lo cual hizo posible el desafío sostenido al orden establecido. Para esta autora, los campesinos no fueron meros receptores del mensaje revolucionario, sino que su organización se fue radicalizando como respuesta a la represión gubernamental, lo que finalmente los llevó a unirse a los revolucionarios. Por último, y respecto a los textos publicados en la década de los ochenta, hay un cuerpo de trabajos que se enfoca particularmente en la historia y el desarrollo de la Iglesia popular en El Salvador, incluyendo su relación con el movimiento revolucionario. Por los niveles de persecución que la Iglesia popular sufrió en los años setenta y ochenta, la defensa de los derechos humanos constituye un tema central en esta literatura. Destacan en este rubro el trabajo de Rodolfo Cardenal sobre Rutilio Grande, el sacerdote jesuita asesinado por las fuerzas represivas en 1976. Esta indagación histórica describe parte del ámbito interno e ideológico de los sectores progresistas de la Iglesia católica salvadoreña en los setenta, aunque de nuevo, y tal como tampoco lo hiciera Cabarrús, sin mencionar explícitamente a las organizaciones guerrilleras (Cardenal 1985). Cáceres (1983) y Montgomery (1983) trazan la trayectoria de la Iglesia revolucionaria salvadoreña de los años setenta hasta 1981. Otros trabajos se preocupan mayormente por presentar la situación de la Iglesia en El Salvador ante un público extranjero, enfatizando la interactuación entre la fe y la praxis política de carácter revolucionario (Ph. Berryman 1984; B. Bonpane 1985; P. Galdámez 1986). Contamos en este rubro, además, con un testimonio de un sacerdote que acompañaba a la guerrilla del ERP en el frente de guerra en Morazán (J. M. López Vigil 1987). A modo de balance de la producción bibliográfica de los años ochenta, se puede afirmar que fue extremadamente abundante, pero que en realidad su utilidad para el conocimiento histórico de la izquierda revolucionaria es limitada. Ello es así, en primer lugar, porque el objetivo central de aquellas investigaciones no era el análisis crítico de la misma. En segundo término, porque con frecuencia fueron trabajos realizados desde posiciones ideológicamente afines o desde la simpatía con el movimiento revolucionario, con lo que habitualmente se repiten una serie de datos básicos acerca de la formación de las organizaciones armadas, de sus estrategias y matices ideológicos, pero sin ninguna intención de análisis crítico respecto de su papel en el proceso político. Por último, porque dadas las circunstancias de guerra en que se produjeron aquellas obras, era prácticamente imposible realizar un análisis detallado de carácter histórico y orgánico de las cinco organizaciones que compusieron el FMLN, incluso en el caso de que ese fuera el objetivo. La producción historiográfica de los ochenta está fuertemente marcada por el desarrollo mismo de la guerra y sus implicaciones políticas nacionales e internacionales.

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Los años noventa. Hacia la paz El final de la guerra civil conllevó un descenso muy marcado en el interés académico internacional sobre El Salvador. Es perceptible asimismo un cambio tanto en los tópicos de estudio como en las perspectivas de análisis, que es resultado a su vez de una transformación en los objetivos de las investigaciones que respaldan esa producción. Se trata en general de trabajos con propósitos científicos por encima de consideraciones de afinidad política o ideológica. Surgen en este momento los primeros intentos de realizar una crónica completa del conflicto, incluyendo sus antecedentes, su desarrollo y su desenlace (Lungo Uclés 1990; O. Martínez Peñate 1998; M. Montobbio 1999), incluyendo reflexiones sobre la renovación de régimen político y el significado de los Acuerdos de Paz y las evoluciones en los distintos actores (W. Stanley 1996). Varios textos exploran la dinámica de negociación entre la guerrilla y el gobierno –con la mediación de las Naciones Unidas– que termina en la firma de la paz y la posterior implementación de dichos acuerdos (I. Johnstone 1995; T. Juhn 1998), aunque la investigación definitiva sobre la negociación de paz se publicaría en la siguiente década (S. Samayoa 2002). Todos estos estudios también tienen una utilidad complementaria para entender los cambios operados al interior de la izquierda revolucionaria. Aunque el interés académico en el proceso revolucionario como tal descendió en la posguerra, un fenómeno particular asociado íntimamente al mismo sí logró atraer a investigadores de diversos campos y nacionalidades. Se trata del movimiento de repoblación de las zonas de guerra por parte de refugiados y desplazados afines a la guerrilla. Este movimiento comenzó a partir de 1986 y tuvo un impacto importante en el desarrollo posterior de las estrategias de guerra del FMLN (R. Schrading 1991; Edwards and Tovar Siebentritt 1991; B. Cagan y S. Cagan 1991; V. Compher y B. Morgan 1991; J. Hammond 1993, 1998; A. Morel,1991; M. Thompson 1995, 1996; R. O. Quizar 1998). Esta ola de producción sobre los refugiados y las repoblaciones implica un cambio de enfoque sobre el proceso revolucionario en El Salvador que transita de lo macro a lo micro. La temática académica gira en torno a cómo la identificación y la herencia revolucionaria transforma la vida cotidiana en las comunidades campesinas, y explora aspectos tales como reconstrucción, educación popular, salud y producción agrícola. Si bien este cuerpo de literatura reviste una importancia innegable para el estudio de la izquierda revolucionaria salvadoreña, de nuevo hay que señalar, como ya lo vimos en el caso de la relación Iglesia–organizaciones guerrilleras, que los detalles de las conexiones entre la población y las organizaciones armadas generalmente se mantienen sin especificar. Los trabajos del antropólogo Leigh Binford sobre Morazán constituyen una excepción importante, en tanto incluyen material sobre las relaciones entre el ERP y la población campesina (1996, 1997, 1999). Por otra parte, en la década de los noventa vieron la luz dos nuevos libros que ofrecen una retrospectiva sobre el movimiento revolucionario basado en entrevistas con dirigentes (M. Bonasso y C. Gómez Leyva 1992; M. Harnecker 1993). El martirio de los jesuitas asesinados por las fuerzas militares es tratado en varios trabajos, que también ayudan a la comprensión de

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la relación entre los jesuitas y el movimiento revolucionario, y del papel de la Iglesia en relación al accionar guerrillero (S. Carranza 1990; M. Doggett 1993; T. Whitfield 1994). La antropóloga Anna Peterson presenta un estudio importante sobre la Iglesia popular y su papel en el proceso revolucionario (1997). También se publicaron nuevos testimonios de exmilitantes de las organizaciones revolucionarias (E. E. Ayala 1996. C. Henríquez Consalvi 1992; J. M. López Vigil 1991; J. C. Macías Mayora 1997; J. R. Medrano y W. Raudales 1994; F. E. Mena Sandoval 1993; J. L. Quan, 1996), incluyendo la primera investigación sobre el papel de las mujeres en las organizaciones revolucionarias (N. Vázquez, C. Ibáñez y C. Murguialday 1996), y al menos un trabajo adicional sobre el papel de los internacionalistas en la guerra (T. García 1993). Aparecen, además, algunos trabajos retrospectivos sobre el movimiento revolucionario basados en la metodología de historia oral, y que privilegian las voces de la base sobre la de la dirigencia (Consejo de Mujeres Misioneras por la Paz 1996; L. Keune 1995; A. K. Rivera et al. 1995; L. Stephen 1994). De forma global, lo dicho para los testimonios publicados en la década de los ochenta, es válido también para estos otros. Contribuyen a dar a conocer la vida en los frentes de guerra u otros ámbitos del movimiento revolucionario, y a esclarecer un tanto la organización interna del movimiento, pero se trata siempre, y como es obvio, de relatos parciales con una utilidad limitada desde el punto de vista de la reconstrucción histórica y del conocimiento detallado del funcionamiento real de las organizaciones político-militares. El trabajo de Vázquez, Ibáñez y Murguialday, en cambio, sí representó un avance importante y novedoso sobre un aspecto hasta aquel momento ignorado de la dinámica interna de las guerrillas: el conocimiento de las relaciones de género al interior de las organizaciones revolucionarias. El ensayo de Morales Carbonell sobre Salvador Cayetano Carpio y la crisis interna en las FPL , de 1983, también considera aspectos de la dinámica interna de esta organización. Fue publicado, entre otros lugares, como parte de una colección de textos atribuidos a Carpio (1999). Junto a todo ello, también en la década de los noventa aparecen los primeros estudios dedicados exclusivamente al análisis de diversos aspectos de la estrategia, la táctica y los orígenes de las organizaciones del FMLN. El libro de J. A. Moroni Bracamonte y D. A. Spencer (1995) se centró en el análisis de aspectos militares de la guerrilla. El texto tiene un marcado sesgo ideológico, ya que se escribió con el propósito de servir de manual de contrainsurgencia, y contiene algunos errores, pero con todo ello, dio a conocer aspectos relevantes de la organización militar del FMLN, especialmente en lo que se refiere a las tácticas empleadas por los guerrilleros en los frentes. En un texto posterior, Spencer se enfoca de manera particular en las fuerzas especiales del FMLN (1996). Con similar signo contra-insurgente está impregnado el libro The Third Current of the Revolution, que enfatiza el carácter conspirativo del trabajo internacional de las OPM salvadoreñas en Estados Unidos a través del movimiento de solidaridad (M. Waller 1991). De mucho mayor interés resulta el trabajo de Hugh Byrne (1996), que si bien trata de analizar el conflicto

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salvadoreño de forma global utilizando como guía teórica las teorías de la revolución, contiene también un primer ensayo sistemático de análisis de los diferentes cambios de estrategia del FMLN a lo largo de la guerra. Profundo conocedor del caso,8 Byrne recurrió tanto a documentos desclasificados del Departamento de Estado y de agencias de inteligencia de Estados Unidos, como a entrevistas con comandantes del FMLN, lo que otorga a su estudio una mayor profundidad. Este trabajo sigue siendo aún hoy, una de las fuentes fundamentales para entender los cambios operados en el FMLN en la década de los ochenta, y, en general, constituye un recurso esencial para cualquier futuro trabajo histórico sobre la izquierda revolucionaria en el periodo de la guerra. Por su parte, la investigación comparativa de Cynthia McClintock (1998), representa un intento de explicar las razones de la expansión de dos movimientos revolucionarios diferentes de manera considerable: el FMLN y el peruano Sendero Luminoso. El texto recurre casi exclusivamente a fuentes secundarias para reconstruir la historia y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias salvadoreñas, pero sistematiza de una forma apreciable el conocimiento disponible hasta aquel momento sobre la ideología, la estructura organizativa, los recursos y la política de alianzas internacionales del Frente. Otro trabajo comparativo de un universo de análisis aún mayor que incluye una consideración del FMLN, es el de Timothy Wickham-Crowley (1992). El último de los estudios importantes centrados en el movimiento revolucionario publicados en esta década, fue el del académico canadiense Yvon Grenier (1999), quien realiza una crítica intelectual en torno a algunas de las fuentes documentales más importantes sobre la guerrilla, como los trabajos de Pearce, Cabarrús y las entrevistas de Harnecker. Su investigación busca aportar una visión diferente, centrada en el actor de los orígenes de la insurgencia salvadoreña. Con ello desafía las interpretaciones construidas a partir de explicaciones estructurales del conflicto –las más frecuentes de entre las surgidas en el mundo académico hasta aquel momento–, donde la pobreza, un régimen despótico, la falta de tierras para los campesinos, o el quebranto de la moral económica de éstos, constituyen las raíces del conflicto. Frente a ello, Grenier argumenta que el rol de las organizaciones revolucionarias es central para entender el surgimiento de la insurgencia en El Salvador. Ello le llevó a rastrear los orígenes universitarios de la dirigencia guerrillera, y a profundizar en las características del medio universitario salvadoreño de finales de los años sesenta. Asimismo, aportó elementos relevantes para la comprensión de los ejes fundamentales integrantes de la ideología de las organizaciones revolucionarias (marxismo-leninismo y Teología de la Liberación). Pese a sus limitaciones –careció, por ejemplo, de una muestra amplia y sistemática de entrevistas9 con miembros fundadores de las organizaciones revolucionarias–, este ensayo continúa 8. Entre otras cosas, fue durante varios años director del Comité de Solidaridad con El Salvador en Estados Unidos ( CISPES). 9. El autor hace referencia a conversaciones informales con exmilitantes de la guerrilla, incluyendo excomandantes, pero no afirma explícitamente que hubiera tratado de construir una muestra de informantes clave siguiendo criterios definidos, o que entre los testimonios a los que tuvo acceso, contara con representantes de las cinco organizaciones revolucionarias.

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constituyendo el mejor relato de las fuentes intelectuales y el medio social en el que se formaron los dirigentes fundadores de los grupos insurrectos. Empero, la falta de consideración del ámbito rural de las guerrillas –y su creciente importancia a lo largo del desarrollo de la guerra– constituye una debilidad que repercute en el balance analítico que Grenier realiza del movimiento revolucionario salvadoreño. Para cerrar lo dicho sobre la producción de esta década, los años noventa representaron un giro interpretativo respecto del movimiento revolucionario, abriéndose paso a indagaciones centradas en aspectos específicos de las organizaciones armadas. Todo ello supone también el surgimiento –aún tímido– de una producción con propósitos más académicos que ideológico–políticos, cuantitativamente inferior a la de la década anterior pero de un mayor valor cualitativo de cara a la reconstrucción histórica de la izquierda revolucionaria salvadoreña. La producción bibliográfica desde el año dos mil A partir del año 2000, posiblemente la novedad más importante en la producción académica se encuentre en la aparición de tres destacados estudios retrospectivos que, desde diversos puntos de partida, recopilan, sistematizan e interpelan el conocimiento histórico sobre los procesos insurgentes centroamericanos. Con su Génesis de las guerras intestinas en América Central (1960 -1983), Gilles Bataillon brinda un importante aporte a la recontextualización del surgimiento de los movimientos revolucionarios centroamericanos en su contexto histórico nacional y regional.10 Esta investigación desnuda las contradicciones y conflictividades en el acelerado proceso de modernización que vive la región a partir de los años sesenta. Echa mano de una minuciosa relectura de diversas fuentes históricas y aporta nuevos elementos de comprensión sobre la interactuación del contexto y los principales actores en diversos momentos del conflicto. Por su parte, el libro Guerrillas. War and Peace in Central America de Dirk Kruijt (2008) no enfatiza la búsqueda de interpretaciones nuevas sobre el proceso revolucionario, sino que prioriza ofrecer una descripción histórica –bien trazada– de los actores revolucionarios.11 A la fecha, constituye el repaso histórico mejor logrado de los movimientos revolucionarios de la región, incluyendo el caso salvadoreño. Publicado en 2011, el libro Revoluciones sin cambios revolucionarios: ensayos sobre la crisis en Centroamérica constituye la retrospectiva más extensa y ambiciosa sobre la historia intelectual de los procesos revolucionarios en la región. El estudio fue hecho por el sociólogo guatemalteco Edelberto Torres-Rivas, uno de los más importantes intelectuales involucrado en estos debates a lo largo de varias décadas. Revisitando diversas perspectivas sobre la revolución y los movimientos revolucionarios centroamericanos, Torres-Rivas se enfoca principalmente en el 10. El título original del texto es Genèse des guerres internes en Amérique Centrale (1960-1983) que fue publicado en 2003 por Société d’édition Les Belles Lettres en París. La versión en español fue publicada por el Fondo de Cultura Económica en México en 2008. 11. Fue traducido al español y publicado bajo el nombre Guerrilla; guerra y paz en Centro América por F&G (2009) y por Icaria (2009).

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significado histórico y político de lo que llama el ciclo de las revoluciones en Centroamérica. Conjuntamente, los libros de Bataillon, Kruijt y Torres-Rivas ofrecen material abundante y de calidad para ayudar a enmarcar la izquierda revolucionaria salvadoreña en su contexto histórico regional. Surge, además, un importante cuerpo de estudios que se ocupa de examinar la trayectoria del FMLN, de movimiento armado a partido político, desde enfoques de la Ciencia Política, a menudo con un lente comparativo (M. Allison y Alberto Martín Álvarez 2012; D. Garibay 2004, 2005, 2006; Alberto Martín Álvarez 2006, 2010a; R. Saénz de Tejada 2007; Ch. Wade 2008; Jeroen de Zeeuw 2010). Entre estos trabajos encontramos una destacada participación de académicos salvadoreños que buscan aportar elementos de comprensión respecto a las continuidades, rupturas y ajustes en la izquierda partidaria salvadoreña, desde la guerra a la paz (A. Artiga-González 2004, 2006; L. A. González 2011; R. Zamora 1998, 2003). La mayoría son análisis desde la Ciencia Política, y apuntan hacia la (gradual) pérdida del carácter revolucionario de la izquierda salvadoreña, sufriendo un proceso de institucionalización y burocratización mediante el cual la historia revolucionaria del movimiento se convierte en un importante marcador identitario de características simbólicas. Si bien estos trabajos aportan elementos importantes para entender los legados de la lucha armada en el FMLN como partido político, hay que señalar que tienen una utilidad limitada para el estudio de la izquierda revolucionaria salvadoreña anterior a los acuerdos de 1992. Más fructíferos en términos de aporte a la investigación histórica de la izquierda revolucionaria salvadoreña han sido aquellos trabajos enfocados en reconstruir la historia de un aspecto específico del movimiento revolucionario. En esto destacan los trabajos de J. Darling (2007, 2008) sobre la radio de la guerrilla, los de L. Kowalchuk (2003, 2004, 2005) sobre el movimiento campesino; un trabajo sobre música popular revolucionaria (P. Almeida y R. Urbizagástegui 1999), y varios trabajos sobre el movimiento de solidaridad, en Estados Unidos (S. E. Nepstad 2004; H. Perla 2008), y en México (K. Pirker y O. Núñez 2011). Mientras, Ralph Sprenkels y Chris van der Borgh (2011) realizan una primera exploración del papel político e histórico del movimiento internacional de solidaridad en el contexto de la guerra. También aparecen los manuscritos ampliamente difundidos de J. F. Ascoli (2001), C. B. Lara Martínez (2005) y J. M. Chávez (2010) sobre el movimiento revolucionario campesino en Chalatenango, y el libro de José Inocencio Alas (2003) sobre el de Suchitoto. M. Todd (2010) realiza un estudio histórico muy bien documentado sobre el surgimiento de movimientos de repoblaciones en los refugios hondureños. Ralph Sprenkels (2005) ofrece un primer estudio retrospectivo sobre la corriente de derechos humanos en El Salvador, explorando, entre otros elementos, el enraizamiento de estas organizaciones en el movimiento revolucionario. Diversos aspectos de la relación entre ONG, organizaciones locales y la izquierda revolucionaria son analizados por Chris van der Borgh en un estudio amplio e incisivo sobre los procesos de reconstrucción de posguerra en Chalatenango (2003).

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Civil war and collective action in El Salvador de Elizabeth Wood (2003), es un libro imprescindible para la comprensión de las relaciones entre las Organizaciones Político Militares (OPM) y la población civil a lo largo del conflicto y, en especial, hacia finales del mismo.12 Basado en un extenso trabajo de campo en comunidades campesinas con actividad político-militar del movimiento revolucionario, el texto se ha convertido en un punto de partida casi obligatorio para las diversas investigaciones antropológicas que se han realizado en las repoblaciones afines a la insurgencia, enfocadas en temas como organización comunitaria (Vincent McElhinny 2004; I. C. Silber 2004a), salud comunitaria (S. Smith-Nonini 2010) y salud mental (J. Dickson Gómez 2002, 2003, 2004). Ha sido en estos últimos trabajos donde el desencanto vivido por muchos de los antiguos participantes del movimiento revolucionario ha surgido como un tema fuerte. Silber describe y analiza este fenómeno de la desilusión y sus raíces en el movimiento revolucionario con profundidad y elocuencia en su libro Everyday Revolutionaries (2011). Varios autores buscan también reinterpretar el proceso revolucionario salvadoreño a partir de nuevas teorías sobre movimientos sociales y democratización propugnadas por el sociólogo Charles Tilly, entre otros. La obra más destacada de esta corriente es Waves of Protest: Popular Struggle in El Salvador, 1925-2005 de Paul Almeida (2008), que combina una perspectiva diacrónica con un importante trabajo de recopilación y sistematización de fuentes históricas, buscando caracterizar y cuantificar diversas formas y ciclos de protesta popular. Desde una perspectiva teórica similar, Ch. D. Brockett, hace un análisis comparativo entre varios países centroamericanos, enfocándose sobre todo en la pregunta de cómo la represión puede haber abonado al crecimiento del movimiento revolucionario (2005). Alberto Martín Álvarez retoma la investigación histórica sobre el surgimiento de la insurgencia salvadoreña en los años setenta, a partir de la minuciosa reconstrucción de las redes interpersonales que la sostuvieron (2010b, 2012). Binford contribuye con un texto que reseña la importancia de los sacerdotes católicos y sus redes de colaboradores en el desarrollo del ERP en Morazán (2004). Pirker examina el ámbito militante al interior del FMLN, en específico en relación al trabajo sindical de la RN, y la evolución de la dinámica de la militancia a lo largo de los años (2007). Esta perspectiva es meritoria ya que logra mejor comprensión de la interconexión de los diversos aspectos del movimiento revolucionario y de la importancia de la cultura militante al interior del movimiento. En Tiempos de Locura, Menjívar traza una reconstrucción de los sucesos nacionales entre octubre de 1979 y enero de 1981, período que muchos observadores consideran decisivo para el devenir del proceso revolucionario en El Salvador (2006). Se amplía también la investigación sobre el papel de las mujeres en las organizaciones revolucionarias y sus impactos posteriores, con la aparición de varios estudios de carácter 12. Su libro Forging Democracy from Below: Insurgent Transitions in South Africa and El Salvador (2000) se enfoca principalmente en la construcción de un modelo teórico que explica por qué el régimen salvadoreño se vio forzado a aceptar negociaciones de paz, en perspectiva comparativa con el proceso de transición en Sudáfrica.

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comparativo (K. Kampwirth 2004; I. Luciak 2001; J. Shayne 2004). Más empíricos e incisivos son los trabajos de J-F. Falquet (1997, 2001, 2002), I. C. Silber (2004b) y J. Viterna (2006), que se adentran tanto en la situación de las mujeres en las OPM durante la guerra, como en las diversas trayectorias que estas mujeres tuvieron en la posguerra. El antropólogo estadounidense Philippe Bourgois también retoma la preocupación sobre las circunstancias de vida al interior de las OPM y sus secuelas, principalmente en torno al uso de la violencia interna en el movimiento revolucionario (2001, 2002). A la producción académica de los últimos años –impresionante en volumen y diversidad–, hay que sumarle la creciente producción de libros testimoniales sobre la guerra, fenómeno que ha comenzado a parecerse a un boom. Son sobre todo los antiguos comandantes o dirigentes revolucionarios que publican textos de carácter autobiográfico (M. González 2010; José Luis Merino 2011; R. Mijango 2007; L. Peña Mendoza 2009; C. E. Rico Mira 2003; S. Sánchez Cerén 2008), o, de repaso histórico (Joaquín Villalobos 2000, A. M. Araujo 2011). También aparecen nuevos trabajos basados parcial o totalmente en relatos surgidos desde la base del movimiento (A. Romero 2005; H. Ibarra Chávez 2009; O. Martínez-Peñate 2009; B. Mayance 2002; F. Rubio y E. Balsebre 2009; L. Vásquez y S. Escalón Fontan 2012). Otros textos buscan reconstruir aspectos de la vida de personas que participaron en el movimiento y fueron asesinadas o cayeron en la lucha (Dagoberto Gutiérrez 2004; J. Lamperti 2006; M. Ward 2011; C. Sánchez e I. Perales 2012). Aunque una parte de la literatura testimonial sigue padeciendo de un excesivo afán de autojustificación, aparece ahora una mayor diversidad de perspectivas con respecto a las décadas anteriores. Vemos, por ejemplo, en el campo de la literatura testimonial la aparición de textos que sistematizan o relatan aspectos de la vida interna de las organizaciones político-militares que anteriormente eran poco conocidos (Ralph Sprenkels 2001, 2002, 2009), o, incluso, censurados (G. Galeas y B. Ayalá 2008), o, que buscan reconstruir –a partir de entrevistas y otras fuentes– episodios específicos de la vida de las OPM, como el caso de Roque Dalton (L. García Dueñas y J. Espinoza 2010), el uso de niños-soldados (J. Courtney 2010), o, el sistema de salud que funcionaba al interior de la guerrilla (Fundabril 2012). Con todo, a partir del año 2000 el conocimiento de la izquierda revolucionaria salvadoreña se ha visto beneficiado por una producción más diversa y extensa que en los años anteriores. Una parte de esta producción tiene como preocupación central las posibles herencias del proceso de lucha armada y guerra revolucionaria en el período posterior de la paz, además, el tratamiento del desarrollo del movimiento durante el período de la guerra todavía resulta escueto. Aun así, hay muchos trabajos que contribuyen, en mayor o menor medida, a la reconstrucción de aspectos específicos de la historia de la izquierda revolucionaria en el período de la guerra.

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Perspectivas de investigación. Logros, limitaciones y temas por explorar Pese a la gran cantidad de bibliografía existente sobre el conflicto salvadoreño, existen todavía grandes vacíos en el conocimiento de la izquierda revolucionaria de aquel país. De forma global se puede afirmar que la construcción de la historia de los revolucionarios salvadoreños de finales del siglo XX constituye todavía un proceso inconcluso, jalonado de avances parciales, pero que carece aún de una obra u obras que hayan asumido el reto de hacer un recuento general de la historia de la izquierda salvadoreña y sus organizaciones componentes. La información histórica sobre las actividades revolucionarias en distintos campos de acción se encuentra fragmentada y dispersa, como piezas incompletas de un rompecabezas más extenso. La perspectiva diacrónica que hemos usado en nuestra reseña permite visualizar cómo la bibliografía sobre el movimiento revolucionario salvadoreño constituye sobre todo un producto de su propia época. Las explicaciones de carácter estructuralista, que estaban en boga en los años setenta y ochenta, conducen a que muchos estudios sobre el proceso revolucionario salvadoreño se enfoquen principalmente en aspectos como las condiciones socioeconómicas de la población y las características del régimen autoritario, más que en el movimiento revolucionario mismo y su interactuación con diversos sectores y grupos de la sociedad. Si bien es válido considerar que diversos aspectos del contexto socioeconómico y político en el que se desenvolvía la izquierda revolucionaria en El Salvador constituyen factores relevantes para la comprensión de su génesis y desarrollo, en la visión de los autores de esta reseña es imprescindible examinar varios elementos más para lograr una comprensión equilibrada del fenómeno. Deben considerarse, por ejemplo, la compleja dinámica de interacción bélica y política con el régimen, el desarrollo endógeno del movimiento y la interactuación de (partes del) movimiento con (sectores de) la población. Otro elemento heurístico imprescindible lo constituye la dinámica de gestión de aliados nacionales e internacionales que sostuvieron los actores principales a lo largo del conflicto. Hay temas claves para la comprensión de la izquierda revolucionaria salvadoreña que todavía deben ser investigados. Falta aún mucha información sistematizada y fidedigna sobre los ámbitos internos de las OPM, las relaciones externas de los insurgentes, la construcción de militancias y liderazgos, la dinámica conspirativa en el movimiento, su historia militar, el trabajo urbano clandestino de las diversas organizaciones, sus bases de sostenibilidad económica, entre otros temas. A la fecha, todos éstos no han sido explorados o han sido tratados únicamente de forma parcial e incompleta. Para la investigación contemporánea, el aprovechamiento de la bibliografía existente pasa por saber ubicar las diversas obras en la lógica con la cual fueron producidas. Hacia finales de los años setenta y principios de los ochenta muchos observadores calificaban de prerevolucionaria o revolucionaria la situación en El Salvador. Este fue el punto de partida a partir del cual académicos e investigadores de diversas nacionalidades, y desde diversos enfoques y campos de conocimiento, buscaron examinar la situación política de El Salvador. A partir de

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ahí, el énfasis de la mayoría de los estudios estuvo en el proceso revolucionario, lo cual conllevó una cierta minimización de la atención por los diversos protagonistas del proceso, y en específico por la importancia de las organizaciones político-militares y sus cuadros militantes como gestoras de la revolución. Las condiciones de clandestinidad y secretismo en las que se desenvolvían estas organizaciones –condiciones imprescindibles dadas las características de la confrontación armada que sostenían con un régimen represivo– imposibilitaban la investigación o publicación de especificidades sobre las organizaciones que integraban la izquierda revolucionaria. Además, el tema de seguridad fue un factor que contribuyó a que la descripción de la historia y desarrollo de las organizaciones revolucionarias –así como sus relaciones con la población y con aliados externos– estuviera, por muchos años, limitada a la exploración de generalidades, enriquecida eventualmente con aspectos anecdóticos. En cuanto se avecinó una solución negociada al conflicto, comenzaron a cobrar en la bibliografía existente mucha relevancia las perspectivas inspiradas en la llamada transitología, es decir, como un caso de transición democrática en un contexto latinoamericano de autoritarismo en declive, multiplicación de procesos electorales y reforma neoliberal. Con ello surge una marcada tendencia a interpretar el desarrollo de la izquierda revolucionaria como el de un actor de un proceso histórico de democratización. Dicho enfoque tiende a privilegiar la atención sobre los aspectos institucionales del movimiento y sus características más partidarias y diplomáticas. Lleva asimismo a una cierta tendencia a limitar la descripción de los contornos de la izquierda revolucionaria a la visión oficialista de sus líderes, y disminuye la atención hacia la diversidad y la complejidad interna del movimiento. A contracorriente de este fenómeno encontramos, a partir de mediados de la década de los noventa, una creciente bibliografía producida a partir del estudio antropológico de diversas comunidades que estuvieron involucradas en el movimiento revolucionario. Aparte de considerar los impactos y las secuelas que tuvo el proceso revolucionario en sus participantes, estas etnografías a menudo también reconstruyen (partes de) la historia local o sectorial de la insurgencia. Estas historias llaman la atención sobre la diversidad de las experiencias insurgentes, a la vez que contribuyen con pequeños pedazos para la reconstrucción del rompecabezas de lo que fue el movimiento revolucionario. Demuestran, asimismo, la importancia de tomar en cuenta, en la reconstrucción histórica del movimiento, la diversidad de ámbitos locales y sectoriales en la cual se desarrolló la actividad revolucionaria. Se antojan esenciales para la comprensión de las vivencias de los participantes en el proceso revolucionario los imaginarios simbólicos que se construyeron a lo largo de la lucha, tal y como lo demuestran los antropólogos Anna y Brandt Peterson en su excelente artículo sobre el significado del martirio en el movimiento (2008). Como vimos, la producción testimonial es vasta y depositaria de una muy significativa cantidad de conocimiento sobre el movimiento revolucionario. Sin embargo, para que la biografía y el testimonio puedan ser incorporados más plenamente a la historiografía de la

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izquierda salvadoreña hace falta realizar más estudios que analicen los trabajos testimoniales y autobiográficos con criterio científico. El debate académico sobre el valor del testimonio es viejo, y no vale la pena reciclarlo aquí. Lo que está fuera de discusión es que la producción testimonial y biográfica sobre el proceso revolucionario amerita una consideración sistemática que interprete los diferentes textos desde distintas perspectivas y se atreva a interpelar y contrastar datos y versiones. Con muy contadas excepciones, la historiografía disponible carece de un elemento indispensable: una crítica de fuentes seria y exhaustiva. La validez de esta observación se extiende más allá de la bibliografía testimonial. También es posible aplicarla en relación a los estudios más importantes que se realizaron en las diferentes épocas. El caso de la obra de Cabarrús (1983), sobre el surgimiento del movimiento revolucionario campesino alrededor de Aguilares, es un buen ejemplo. Una lectura cuidadosa del texto revela que ni las bases teóricas ni las conclusiones principales presentadas por Cabarrús concuerdan con el material etnográfico que presenta. Una relectura de las –en sí excelentes– notas de campo que Cabarrús incluye en su estudio desde un nuevo punto de vista, seguramente aportaría nuevos entendimientos sobre el surgimiento del movimiento campesino. Un fenómeno que ya está comenzando a dar frutos para la investigación histórica es el surgimiento o la consolidación de importantes archivos que buscan resguardar material histórico sobre la guerra civil y el movimiento revolucionario en El Salvador. En este sentido, es de recordar que, desde muy temprano, los propios revolucionarios se preocuparon por producir, a pesar de las condiciones muy difíciles de la clandestinidad, diversos documentos. Las fuentes no solamente incluyen múltiples escritos y material gráfico que en su concepción tuvieron un fin propagandístico, sino también informes, manuales e instructivos de carácter interno. Una parte significativa de este material ha sobrevivido hasta estos días, y cada vez hay más posibilidades de acceder a él en acervos tales como el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), la biblioteca de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), y los archivos de Fundabril y de la Unidad de Investigación sobre la Guerra Civil (UIGCS) en la Universidad de El Salvador (UES), o a través de reediciones de boletines clandestinos (Flacso y Fundación Gallardo 2011). Reseñadas recientemente, existen asimismo varias importantes colecciones internacionales con material relevante sobre los revolucionarios salvadoreños (Cortina 2012). La reconstrucción histórica de la izquierda revolucionaria salvadoreña se encuentra ahora en una fase que augura avances importantes. Una nueva generación de investigadores busca aproximarse al proceso revolucionario salvadoreño armada de nuevas herramientas teóricas y metodológicas. El secretismo conspirativo que ha dificultado muchas investigaciones anteriores ya no juega un papel determinante. Una cantidad significativa de las personas que fueron protagonistas del movimiento en sus distintas esferas y estratos está ahora en una edad mayor, aún con vida y muchas veces también con disposición de contar su versión de los hechos, y de contrastar las versiones contadas por otras personas. Aunque no faltan voces –tanto desde la derecha como de la izquierda– que buscan propagar una visión maniquea sobre la izquierda revolucionaria, existe ahora una mayor preocupación por documentar y

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entender el desarrollo histórico del movimiento revolucionario más allá de consignas políticas. Para ello, será de gran importancia construir puentes analíticos que permitan un diálogo crítico entre datos y relatos históricos construidos desde distintas posiciones al interior del movimiento. Bibliografía Alas, J. I., Iglesia, Tierra y Lucha Campesina. Suchitoto, El Salvador, 1968-1977, El Salvador, Asociación de Frailes Franciscanos OFM de CA, 2003. Alegría, C. y D. J. Flakoll, No me agarran viva. La mujer salvadoreña en la lucha, México, Era, 1983. Allison, M. y A. M artín Á lvarez, “Unity and Disunity in the Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional”, Latin American Politics and Society, vol. 53, núm. 4, Winter, 2012. Almeida, P., Waves of Protest. Popular Struggle in El Salvador 1925-2005, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2008. ,y R. Urbizagástegui, “Cutumay Camones. Popular Music in El Salvador’s National Liberation Movement”, Latin American Perspectives, vol. 26, núm. 2, 1999, pp. 13-42. Álvarez Solís, A., M. López Vigil y J. L. Morales, El Salvador. La larga marcha de un pueblo (19321982), Madrid, Revolución, 1982. Araujo, A. M., Un Tiempecito después de terminada la guerra. Períodos y Fases de la guerra Salvadoreña, 2011, manuscrito inédito. Armstrong, R. y J. Rubin, El Salvador. El Rostro de la Revolución, San Salvador, UCA, 1983. Arnson, C. El Salvador. A revolution confronts the United States, Washington, Institute for Policy Studies, 1982. Artiga-González, A., Elitismo competitivo. Dos décadas de elecciones en El Salvador (1982-2003), San Salvador, UCA, 2004. , “Entre la oposición y el gobierno tras doce años de elecciones”, Revista Centroamericana de Ciencias Sociales, vol. III, núm. 2, 2006, pp. 49-83. Ascoli, J. F., Memoria de la Historia. Organización y Lucha de las Comunidades del Nororiente del Departamento de Chalatenango (1974-1994), 2001, manuscrito inédito. Ayala, E. E., El Tope y más allá. Desde la ofensiva del 89 a los acuerdos de paz. Testimonio de una guerrilla, San Salvador, Sombrero Azul, 1996. Baloyra, E., El Salvador en transición, San Salvador, UCA, 1989.

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