La herencia de Carlos II: “un ejército plurinacional”

July 9, 2017 | Autor: D. Abián Cubillo | Categoría: Military History, Felipe V, Carlos II (1665-1700)
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Descripción

LA HERENCIA DE CARLOS II, “UN EJÉRCITO PLURINACIONAL” David Alberto Abián Cubillo*

1. Historiografía y problemas metodológicos Desde la segunda mitad del siglo XX se ha venido produciendo una renovación historiográfica en el ámbito militar, abordándose el análisis del ejército desde diversas perspectivas sociales, culturales y económicas. En España esta renovación historiográfica se llevó a cabo inicialmente por historiadores hispanistas ingleses y franceses tan destacados como Thompson, Parker o Quatrefages, si bien, según Maffi, desde los años 90 España se ha convertido en un referente del mundo militar1 de la mano de historiadores como Ribot, Contreras Gay, Martínez Ruíz, Andújar Castillo o Borreguero que han seguido el camino abierto por los historiadores anteriores. La historiografía militar en general, y sobre el ejército plurinacional en particular, se ha centrado en el caso de la Monarquía Hispánica fundamentalmente en los siglos XVI y XVII, y solamente en los últimos años el siglo XVIII ha comenzado a suscitar el interés de los investigadores. Esto se ha debido principalmente al desman-

telamiento del imperio europeo de la Monarquía Hispánica y a la pérdida de su influencia en Europa, así como a la creencia de la formación de un ejército “nacional” con los Borbones, si bien la presencia de extranjeros fue bastante elevada llegando a ser hasta el 33% de los efectivos durante el reinado de Carlos III2. El estudio de las tropas extranjeras tampoco ha resultado atractivo hasta las últimas décadas del siglo XX, debido al desapego que supusieron los conflictos del siglo pasado hacia la historia militar, así como a la conformación de los estados-nación en los siglos XIX y XX. De hecho, los extranjeros en el ejército de la Monarquía Hispánica han sido tradicionalmente mal vistos por la historiografía española, muy influenciada por la idea francesa de nación en armas3. Las últimas investigaciones sobre el ejército borbónico del siglo XVIII han evidenciado la presencia masiva de “extranjeros”. Esta historiografía, lejos de estudiar aisladamente a las grandes figuras extranjeras que sirvieron en el ejército en 283

*

Universidad de Cantabria.

1

Maffi, 2007: 45.

2

Terrón Ponce, 1997.

3

Recio Morales, 2007: 63-77.

4

Terrón Ponce, 1997.

5

García Hernán, 2014: 295.

6

Recio Morales, 2006: 661.

7

Recio Morales, 2006: 663.

8

Cerino Badone, Sin año: 3-4.

9

Duffy, 1987: 33.

este periodo, como Alejando O’Reilly o Ricardo Wall, se ha centrado en analizar la magnitud del ejercito plurinacional. Para ello, se ha estudiado la evolución del ejército borbónico desde Felipe V hasta Carlos IV, lo que ha permitido comprobar cómo siguieron perviviendo después de la Guerra de Sucesión numerosos soldados de naciones, y no solamente en las guardias reales, sino también en infantería, caballería, dragones, artillería y los cuerpos de ingenieros4. La investigación sobre los extranjeros en el ejército en el siglo XVIII se ha centrado en el estudio específico de diversas naciones, así como de algún personaje en concreto. La nación mejor estudiada es la irlandesa, gracias a los estudios de García Hernán y Recio Morales, entre otros, seguida de flamencos e italianos, que fueron las que tuvieron un mayor peso en el ejército, gracias a las investigaciones de Glesener para los flamencos, y Andújar Castillo, Maffi y Ribot García para la italiana. Sin embargo, los estudios sobre los regimientos/soldados suizos en el ejército son escasísimos en relación con la gran tradición de esta nación en el ejército de la monarquía, que se remontaba hasta los Reyes Católicos5. Por último, los franceses, a pesar de no contar con un regimiento propio, excepto los formados en la guerra contra la República Francesa, sí tuvieron un peso relevante en la monarquía y en el ejército, pero tampoco contamos con relevantes estudios sobre esta nación. 284

El estudio de los extranjeros presenta algunos problemas teóricos y metodológicos que conviene explicar. Uno de los más frecuentes se refiere a la nomenclatura empleada en la época que muchas veces no se corresponde con su significado actual. Si desde nuestra perspectiva contemporánea la división entre sujeto “nacional” y “extranjero” aparece claramente delimitada, podría plantearse un problema si caracterizamos como extranjero a un súbdito no castellano de la Monarquía o a los hijos de extranjeros nacidos en la Península6. Otra de las dificultades más habituales es saber distinguir de qué nación es cada persona (los regimientos de naciones muchas veces se completaban con otras naciones e incluso con españoles) o si es extranjero, ya que en muchas ocasiones los nombres y/o apellidos se castellanizaban o incluso hacían una traducción libre7. 2. El ejército plurinacional de Carlos II Uno de los rasgos más distintivos de los ejércitos europeos de la Edad Moderna fue el estar formados por gente de diversas procedencias. El aumento de su tamaño y la escasez de recursos para mantener un ejército permanente e instruir a los soldados8 hicieron que los monarcas optasen por la recluta de extranjeros9. Por ejemplo, durante la guerra de Sucesión Austriaca, el ejército saboyano contaba con 20.400 mercenarios de un total de 55.641 soldados; por su parte, Francia

durante la guerra de los Siete Años mantenía cerca de 50.000 extranjeros. Ello determinó que algunas regiones europeas como Suiza, Alemania o Irlanda, se convirtiesen en verdaderas “exportadoras de soldados”10. El empleo de tropas extranjeras en suelo peninsular no era ninguna novedad, particularmente bajo circunstancias extraordinarias. Los ejércitos del Rey Católico, desde inicios de la Edad Moderna, tuvieron entre sus filas gentes de muy diversas procedencias, si bien, hay que matizar la equiparación de los ejércitos plurinacionales con ejércitos de mercenarios. El rey Católico no hizo sino aprovechar la propia composición plurinacional de su Monarquía para contar con distintas naciones en sus ejércitos. Además, explotó su posición hegemónica en Europa para contar con gente de otras naciones que, por distintos intereses, se pusieron al servicio del monarca. También se tuvieron tropas no directamente vasallas del rey, pero sí de su dinastía (alemanes) o de su religión (como holandeses o británicos). Esto no significa que no hubiese mercenarios en los ejércitos de la Monarquía, sino que los había en menor porcentaje que otros países11. Aún así, la Monarquía Católica construyó una relación con los mercenarios que no se limitó únicamente al pago de soldada, sino que se intentó que la defensa del catolicismo sirviese de nexo. Tradicionalmente, el ejército de Carlos II ha estado mal considerado por la historiografía, al verse a ese reinado como

una época de total indefensión contra el imperialismo de Luis XIV. A ello ha ayudado la visión dada por algunos cronistas, destacando especialmente al marqués de San Felipe, quien en su obra Comentarios de la guerra de España describe así la situación en 1700: “y si se contasen todos los que estaban al sueldo de esta vasta monarquía, no pasaban de veinte mil”12. Sin embargo, investigaciones recientes han matizado tal situación elevando el número de tropas existentes durante ese período e incidiendo incluso en su eficacia. Así, como afirma Borreguero Beltrán, “a pesar de la “enfermedad” de la milicia española, nunca se llegó a tumbar el sistema militar de los Austria”13. El ejército de Carlos II estuvo formado por diversas naciones. El número de soldados fue muy variable a lo largo de su reinado, aunque se ha estimado que se superaron los 100.000 soldados en algunas ocasiones14. La mayor parte del ejército se concentró en Flandes, que hasta finales de siglo XVII continuó manteniendo cerca de 40.000 efectivos, seguido por el ejército de Lombardía que llegó a alcanzar los 20.000 soldados15 y el de Cataluña unos 15.00016. Es difícil aportar cifras concretas sobre cuántos fueron los soldados de naciones que lucharon en el ejército de la monarquía a finales del siglo XVII, porque dependiendo del ejército (Flandes, Lombardía, Cataluña etc.) el contingente de cada nación variaba. Queda patente que los españoles no fueron todo el ejército

10

Martínez Ruiz, 2008: 892-893.

11

Ribot García, 2004: 656-660.

12

Bacallar y Sanna, 1725: 5051. 13 Borreguero Beltrán, 2006: 480-483. 14

Rodríguez Hernández, 2009: 293 15 16

Maffi, 2006: 534.

Para más información sobre el ejército de Cataluña: Espino López, 2014 y Espino López, 1995.

285

17

de Carlos II, aunque según Storrs sí en quienes más confianza se depositó17. Con todo, en el ejército de Cataluña durante la Guerra de los Nueve Años fueron cerca del 75%, y parecido porcentaje se alcanzó en el enviado para sofocar la revuelta de Mesina, si bien, en general, no llegaban a ser ni siquiera un tercio del total18. A la hora de calcular el número de soldados de cada nación nos encontramos con un problema fundamental: en la caballería y dragones muchas veces los tercios no se dividían por naciones y en ellas se aunaban hombres de diferentes nacionalidades. Los estudios realizados nos ofrecen algunas cifras sobre la proporción de las naciones para el periodo de 16651700. Los soldados españoles suponían entre 40.000 o 45.000, los italianos y alemanes entre 15.000-20.000 y los valones entre 7.000-15.00019. Con respecto a épocas anteriores, destaca la práctica ausencia de borgoñones debido principalmente a la pérdida del Franco Condado en la paz de Nimega en 1678, así como a un menor número de británicos debido tanto al fin de las revueltas irlandesas20 como a la captación de soldados británicos por Luis XIV para combatir en su ejército (principalmente tras la expulsión de los Estuardo)21.

In this sense, Carlos’s II armies were essentially Spanish, in that Spaniards were regarded as their core or nerve” Storrs, 2006, 489. 18

Ribot García, 2004: 660-662.

19

Rodríguez Hernández, 2009: 290-295.

20

Ohlmeyer, 2007: 81-91.

21

Conaill, 2006: 237-251.

22

La Ordenanza del 10 de febrero de 1718, por la cual los regimientos pasan a tener nombres fijos en vez el de los coroneles es un claro ejemplo de la ruptura entre soldado y coronel. Martínez Ruiz, 2009: p. 432.

23

Desde la llegada de los Borbones el porcentaje de la nobleza pasó de ser un 53,5% de los oficiales en 1700, a ser más del 70% en la década de 1720 y más del 90% a finales de siglo, en Andújar Castillo 1991: 154-157. 24

Martínez Ruíz, 2005: 424.

25

Alonso Juanola y Gómez Ruiz, 1989: 10-30.

26 Capel, Sánchez y Moncada, 1988: 50-53. 27

Thompson, 1981.

3. Las reformas de Felipe V, ¿ejército nacional o plurinacional? Con la llegada de Felipe V al trono español y el estallido de la Guerra de Sucesión, la transformación del ejército fue un objetivo central en las primeras reformas borbóni286

cas. Con las reformas emprendidas en 1702, conocidas como la ordenanza de Flandes, se dieron importantes avances hacia la organización de un ejército permanente, la centralización de cuerpos y unidades22, el incremento de los efectivos con la implantación de un sistema militar obligatorio, la incorporación masiva de la nobleza23 a la que se habían reservado los empleos de oficiales, la imposición de un duro marco disciplinario en las relaciones entre oficiales y subordinados y la consideración de la vida militar como una profesión permanente y no temporal24. Con estas reformas se adoptó además en el marco hispánico la nomenclatura y el sistema de organización del ejército francés. Con ello, los tercios pasaron a denominarse regimientos y la oficialidad recibió una denominación diferente25. Dentro de este programa reformador cabe destacar la creación del cuerpo de ingenieros en 1710, del que fue artífice el flamenco Jorge Prospero de Verboom, y que tanta importancia tuvo en el siglo XVIII y en el que confluyeron muchos extranjeros26. Aunque tradicionalmente se han visto estas reformas como una ruptura con el sistema militar de los Habsburgo, recientes investigaciones han permitido matizar esta afirmación. Para empezar, el modo de reclutamiento apenas sufrió modificaciones, siendo el sistema de asientos, fórmula de larga tradición en el ejército de los Austrias27, uno de los sistemas más utilizados por los Borbones,

que probablemente alcanzó incluso mayores dimensiones que en la centuria precedente28. Además, se mantuvo la separación por naciones29 y el número de tropas no españolas siguió siendo significativo. Asimismo, los regimientos de naciones mantuvieron un perfil similar al de etapas previas: una oficialidad de origen extranjero al frente de la plana mayor y una tropa procedente de distintas nacionalidades para completar los soldados. De esta forma, “el ejército borbónico no hizo sino recoger la tradición de servicio de estas naciones con los Austrias”30. Tras la Guerra de Sucesión, y a pesar de la pérdida de los territorios europeos, el ejército borbónico siguió contando con numerosos extranjeros, aumentando incluso su presencia desde un punto de vista cualitativo31. Por ejemplo, los oficiales extranjeros supusieron en todo el siglo XVIII más del 6,2%32, aunque durante la primera mitad de siglo el porcentaje fue superior, ya que solamente en Capitanes Generales Felipe V y Fernando VI tuvieron un 40% de extranjeros33. Asimismo, al terminar la Guerra de Sucesión, de un total de 100 regimientos, 41 eran extranjeros (4 regimientos de irlandeses, 10 italianos y 27 valones). Si bien es cierto que tras la guerra se disolvieron unidades, el porcentaje de las extranjeras no varió en demasía. En cuanto a la administración, las principales diferencias se registraban en los regimientos de los irlandeses y suizos, que tenían reglamentos propios según sus

28

propias capitulaciones firmadas en el momento de la creación de cada regimiento. En el caso de los suizos se pactaba directamente con el cantón de donde se reclutaba y contaban con ciertos privilegios. Por su parte, valones e italianos tenían los reglamentos comunes de las tropas españolas, ya que, hasta cierto punto, no eran vistos como “extranjeros” sino como herederos de los tercios valones e italianos de la monarquía34. Así, a pesar de que había algunas diferencias, “las distintas unidades de naciones extranjeras que se incorporaron al ejército español no formaron una estructura separada, tan solo tuvieron cierta autonomía debido a sus privilegios básicamente jurisdiccionales y económicos”35. Las causas del mantenimiento de tropas de diversas naciones son muy variadas y cambiaban según la nación. En primer lugar, habría que diferenciar a las naciones que habían pertenecido a la Monarquía Hispánica, que incluso no eran consideradas como extranjeras por algunos contemporáneos. Así lo manifestaba el marqués de Santa Cruz de Marcenado: “no cuento por extranjeros a los que habiendo nacidos súbditos de tu príncipe en un país que los enemigos conquistaron, le abandona para pasar al que tu soberano conserva, pues el accidente de la guerra en que se perdió su patria, no les destruye el privilegio con que nacieron vasallos, y aun cuando no tuviesen este merecerían adquirirle, por haber dejado sus casa, pariente y hacienda”36. Una característica de las naciones

Andújar Castillo, 2003: 125.

29

Portugués. 1764: tomo I 276351.

30

Recio Morales, 2006: 676.

31

Recio Morales, 2012: 50.

32

Maffi, 2011: 106.

33

Ozanam, 1996.

34

Pérez Frías, 2003: 632.

35

García Hernán, 2014: 288.

36

De Navia Osorio, 1730: Tomo I XX.

287

37

Glesener 2011: 80.

38

Maffi, 2011: 119-121.

39

Conaill, 2007: 240-251.

40

Andújar Castillo, 2007: 277.

que habían pertenecido a la monarquía fue la creación de instituciones de índole militar reservadas a los flamencos e italianos en la Guardia Real. La creación de estos cuerpos, según Glesener, “respondió a un patrón político diferente del siglo anterior, dictado por las urgencias del momento: ya no se trataba tanto de integración y de representación política de los territorios en la Corte, sino de fidelizar a los grandes linajes flamencos devotos a la causa borbónica y atraerlos así a España para sostener al joven Felipe V”37. Al salir de la guerra, la conservación de los cuerpos de la nación flamenca e italiana era la forma más obvia de ayudar a los oficiales para asentarse en España. Los sacrificios realizados por estas naciones en la guerra de Sucesión siguieron justificando el mantenimiento de los derechos colectivos. A diferencia de la nación flamenca, la nación italiana, y en particular napolitanos y sicilianos, siguieron teniendo una relación muy fuerte con la corte de Madrid, incluso en los años de gobiernos imperial y saboyano. Esto se debe, según Maffi, a la participación masiva de la aristocracia italiana en los planes de Felipe V, que servía para mantener viva la esperanza de recuperar los territorios perdidos, y la persistencia de una vocación militar entre las élites italianas que veían en el servicio de las armas una oportunidad para conseguir mercedes y favores38. Por otra parte, los suizos e irlandeses, aunque sus tierras de origen no habían 288

formado parte de la Monarquía Hispánica, sí mantenían una tradición de servicio. Los irlandeses habían estado sirviendo al Rey Católico desde finales del siglo XVI, aunque durante las últimas décadas del XVII la mayoría había estado sirviendo a Luis XIV. En el siglo XVIII, su presencia en el ejército español será mucho mayor, llegando a ocupar algunos puestos claves de la monarquía. Sin embargo, tuvieron un número menor de regimientos que los italianos y flamencos, con solamente cuatro regimientos en 1715, que poco después serán tres. La unión entre los irlandeses y el rey Católico no se rompió con el cambio dinástico, si bien las causas de la unión fueron distintas. Con los Austrias se invocaba sobre todo a la defensa del catolicismo y los servicios prestados anteriormente como un medio de legitimar su presencia en los ejércitos del Rey Católico, mientras que con la llegada de Felipe V los motivos fueron sobre todo el haber escogido el bando de Felipe V y sus conexiones con Francia, aunque el discurso religioso no se pierde39. Tras la guerra de Sucesión Española, muchas tropas irlandesas pasaron al servicio de Felipe V a petición del propio rey. Estas eran vistas por el monarca como unidades leales que enlazaban con una tradición de fidelidad al rey cristianísimo y al rey católico, además de luchar contra los herejes y sus enemigos los ingleses40. A diferencia de los suizos, los irlandeses llegaron a “castellanizarse”,

posiblemente debido a que los nobles irlandeses veían al rey como un monarca que compartía sus intereses políticos y era capaz de ofrecerles mercedes. Algunos contemporáneos no los consideraban ni siquiera como extranjeros por la defensa del catolicismo que habían llevado a cabo en las islas británicas41. Por otra parte, los suizos no tuvieron una integración tan importante como los irlandeses, aunque su conexión con la monarquía no se debía solamente al intercambio de dinero por servicios militares sino que la religión fue un gran vínculo: ser católico era una condición imprescindible para alistarse en el ejército, requisito que se mantuvo en el siglo XVIII42. Además de las razones particulares que explicaban la presencia de cada nación en el ejército plurinacional de Felipe V, existían también algunas causas generales que afectaban a todas las naciones por igual. Una de estas razones era la utilidad de las tropas plurinacionales para sostener la potencia militar de la monarquía, ya que el problema de la falta de soldados fue permanente durante todo el reinado de Felipe V. Para ello, se utilizó como base a los regimientos y compañías de cada nación con lo que se conseguía mantener un flujo de soldados constante para nutrir el ejército43. Otra de las causas de este carácter plurinacional era la reorganización militar del reino tras la Guerra de Sucesión. Como consecuencia de esta reorganización, muchas de las Capitanías Generales recayeron sobre personajes ex-

41 “No son extranjeros los súbditos de otro príncipe, que perseguidos en la religión católica vengan al país del tuyo para ejercitarla con libertad” De Navia y Osorio, 1730: Tomo I XX.

tranjeros, sobre todo en las regiones que habían apoyado al archiduque, ya que los extranjeros no tenían ninguna relación con los naturales y podrían imponer la voluntad del rey sin atender a súplicas ni alegaciones. De esta forma, el ejército se convertía no sólo en un instrumento de la política exterior, sino también de la interior al servir para controlar el orden público44. Por último, la necesidad de contar con una oficialidad experimentada y más profesional obligó a la contratación de profesionales de la guerra extranjeros45. El mantenimiento de un ejército plurinacional en el siglo XVIII ha sido interpretado por la historiografía tradicional como un sinónimo de arcaísmo, si bien, si nos fijamos en la tratadística de la época así como en la opinión diversos políticos del siglo XVIII encontramos opiniones muy variadas al respecto. En particular, Francisco de Oya y Ozores en su obra Tratado de levas, quintas y reclutas de gente de guerra (1734), el marqués de Santa Cruz de Marcenado en las Reflexiones militares (1730) y el marqués de la Mina en sus tratados Máximas para la guerra y Memorias militares sobre la guerra de Cerdeña y Sicilia en los años de 1717 a 1720 (1755) se han ocupado de estas cuestiones. Para empezar, cabe destacar la coincidencia mayoritaria de los puntos de vista de los tres autores, tanto en los argumentos esgrimidos a favor del mantenimiento de un ejército de naciones como en contra. El principal motivo argüido por todos los 289

42

Borreguero Beltrán, 1988.

43

Recio Morales, 2012: 64.

44

Martínez Ruiz, 2000: 641-654.

45

Andújar Castillo, 2004: 676.

46

Corvisier, 1964: 260.

47

Andújar Castillo, 2005: 521.

48

Téllez Alarcia, 2002: 93.

autores para justificar la recluta de extranjeros era su ventaja como medio para no disminuir la población del reino, al que se consideraba despoblado. La creencia de que una mayor población era sinónimo de riqueza estaba profundamente enraizada en toda Europa, como reflejaba, por ejemplo, el mariscal Saxe: “un alemán en el ejército [francés] nos sirve como tres soldados: ahorra a Francia un soldado, nos resta un enemigo y nos sirve como uno”46. Esta idea fue refrendada por no pocos políticos como el marqués de Ensenada, que propuso incluso en 1751 aumentar el ejército y que la mitad de los reclutas fuesen extranjeros47 o José de Carvajal quien propugnaba “demos en hora buena el prest a los extranjeros, que otros tantos españoles están así arando, cavando y haciendo los demás oficios de la república, y otros tantos casándose y haciendo hijos, y nada de esto hubiera si fuesen soldados”48. Otra de las ventajas advertidas era que, aun suponiendo que estos extranjeros desertasen, pasarían a vivir en España, ayudando así a poblarla49. A estas razones se sumaban muchas más que sin embargo no eran compartidas por todos los autores. Así por ejemplo, Mina defendía la recluta de franceses por su eficiencia y sobre todo por su fácil reposición. Por su parte, Francisco de Oya, entre sus muchos argumentos, defendía que con su admisión se evitaba que las tropas se uniesen a las rebeliones sediciosas por no tener relación alguna con la región, que eran más dados

49

Guzmán Dávalos y Spínola, 1767: VII. 50

De Navia Osorio, 1730: Tomo I XIV.

51

“el oficial que deja su país y pasa al servicio de otro príncipe se constituye su vasallo”. Guzmán Dávalos y Spínola, 1767: VII.

290

a la disciplina, que su avaricia les hacía ser más atrevidos o que tener tropas extranjeras de la misma nación que el enemigo proporcionaba información sobre sus estrategias militares. Por lo que respecta a los argumentos en contra, Oya, Mina y Santa Cruz coincidían en que al no ser vasallos, los extranjeros no tenían el amor y la fidelidad de un vasallo puesto que “no están obligados a vasallaje, pues la fe y resignación de los nacionales te son rehenes los hijos, mujeres, haciendas y distinciones que tengan en el país”50. Sin duda, este era el mayor inconveniente percibido por los tratadistas, como refleja el marqués de la Mina en sus Memorias cuando se queja del abandono de los oficiales franceses en la Guerra de Sicilia de 1717-1720, tras declarar Francia la guerra a España51. Otro de los principales inconvenientes advertidos por estos tratadistas era la alta tasa de deserción, consecuencia de su marcha a otro ejército, del regreso a su hogar o de su fácil amotinamiento si no se les pagaba puntualmente. Asimismo, era también percibido como negativo que los extranjeros recibiesen más mercedes que los nacionales, ya fuese para mantenerlos en servicio o para recompensar diversas acciones, lo que creaba en los vasallos una sensación de desconfianza hacia ellos. Las nuevas costumbres traídas por los extranjeros eran vistas también como algo perjudicial por los tratadistas, como manifestaba De Navia y Osorio “la diversidad de costumbres con los nacionales

provoca risas y burlas entre ambos, lo que conlleva a enfrentamientos abiertos”52. A ello se sumaba también la creencia de que los reclutas extranjeros solían estar compuestos principalmente por vagos y maleantes53. Finalmente, algunos de estos autores denunciaban también que con la recluta de extranjeros se estaba sacando dinero de España y que se estaba entrenando a soldados de otros reinos y no a los nacionales. Por último, cabe resaltar que los tres autores coincidían en señalar como requisito indispensable que los extranjeros fuesen católicos, aunque contemplaban la posibilidad de contratar herejes en situaciones críticas. Santa Cruz del Marcenado resaltaba que para defenderse del ataque de otro príncipe católico era lícito si la situación lo requería contar con todo tipo de tropas incluyendo “tropas moras”. De hecho, la contratación de estas tropas llegó a proponerse en el consejo de Guerra en el año 179454. 4. El ejército del marqués de Lede, prototipo de ejército plurinacional El análisis de la composición del ejército enviado para la conquista de Sicilia en 1718, enmarcada dentro de la Guerra de la Cuádruple Alianza (1717-1721), es una excelente oportunidad para analizar hasta qué punto se formó un ejército plurinacional bajo el reinado de Felipe V. Para ello, nos basaremos principalmente en las obras Colección de cuadros y planos sobre la guerra de Cerdeña y Sicilia55 y Memo-

52

rias militares sobre la guerra de Cerdeña y Sicilia en los años de 1717 a 1720 (1755)56 del marqués de la Mina y en la obra de Juan Antonio Samaniego¸ Disertación sobre la antigüedad de los regimientos de Infantería, Caballería y Dragones de España (1738), para analizar los regimientos creados durante la contienda. El ejército desembarcado en Sicilia en 1718 estuvo conformado según el marqués de la Mina por 35 batallones de infantería, 1 batallón de artillería, 24 escuadrones de dragones y 24 de caballería, sumando en total algo más de 30.000 soldados (unos 22.000 infantes y 9000 caballos)57. La composición de este ejército no era homogénea y no todas las unidades eran naturales de España. En esta armada se encontraban numerosos extranjeros, especialmente irlandeses, valones, suizos e italianos58. En esta guerra se distinguieron especialmente las guardias valonas y las tropas italianas que se reclutaron en la misma Sicilia. Además de estos regimientos foráneos, en el cuerpo de ingenieros y en los oficiales se registraba otro número importante de extranjeros. Según los cuadros presentados por el marqués, en todos los regimientos que desembarcaron en Sicilia59—8 de caballería, 25 de infantería y 6 de dragones— había un alto porcentaje de regimientos de naciones. En infantería era donde se registraba un mayor número de extranjeros, con un total de 10 regimientos de 25, siendo la nación flamenca la que más destaca con 4 regimientos y unos 4200 sol-

De Navia y Osorio, 1730: Tomo I XVI.

53

Ver Glesener, 2012.

54

García Hernán, 2014: 287.

55

Biblioteca Nacional de Madrid, Sección Fondos Antiguos, Sala Cervantes, MSS 6408. 56

Biblioteca Municipal Menéndez Pelayo (BMMP), Sección ‘Fondos Antiguos’ (FA), Ms. 1059. 57

Las cifras aportadas por otras fuentes coinciden con el marqués. “30000 combattenti, comandati dal Marchese di Lede”Lofaso di Serradifalco, 2009: (15/10/2014)

58

Debido a la diversidad de “naciones” que había en los ejércitos se los comparaba con el “arca de Noé”, en RIBOT, 2004: 132. 59

Hay que tener en cuenta que el número de soldados en cada regimiento varía según los batallones que se tengan.

291

60

dados. De éstos, la Guardia Valona, que formaba parte de las Reales Guardias y era considerada como unidad de élite, era la más destacada con 2400 soldados. Junto a valones, italianos e irlandeses eran los que rellenaban, de forma más o menos equilibrada, el resto de unidades. Se antoja más complicado averiguar si la caballería y los dragones estaban formados por regimientos compuestos por extranjeros ya que los regimientos a caballo muchas veces no se distinguían por naciones. En los dragones se registran tres regimientos con nombres extranjeros de un total de seis. De éstos, solamente podemos afirmar que el de Edimburgo fuese totalmente de extranjeros, en este caso irlandeses60. De los otros dos, Frisia y Batavia, solamente sabemos que todos sus coroneles fueron flamencos. Por lo que respecta a la caballería, había un total de ocho regimientos, dos de los cuáles, según Samaniego, estaban compuestos por extranjeros, Farnesio (valones) y Milán (alemanes e italianos). Por último, cabe destacar la composición de los ingenieros, que aunque poco numerosos, estaban compuestos en su mayoría por extranjeros como podemos deducir de su onomástica. Tenemos constancia de que al menos sus cinco directores eran de origen extranjero, más de la mitad de los ocho ingenieros del segundo rango y al menos ocho de los catorce ingenieros ordinarios. Dados los requisitos científicos que eran necesarios para ser ingeniero tuvo que recurrirse a la contratación de extran-

Samaniego, 1737.

61

Ver Carrillo De Albornoz y Galbeño, 2002: 315-334

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jeros debido al escaso tiempo para la formación de ingenieros que tuvo la monarquía por la Guerra de Sucesión, y más aún tras el cierre de la Academia de Bruselas. En cuanto a los oficiales, se registraba también una gran presencia de extranjeros, superior incluso al 50%. El Capitán General de la expedición fue el marqués de Lede (1671-1725), noble de origen flamenco y que había servido a Felipe V en la Guerra de Sucesión. De los nueve tenientes generales, al menos seis eran extranjeros, entre los que destaca Jorge Próspero de Verboom61, máximo mandatario del cuerpo de ingenieros además de su creador; de los doce mariscales de campo nueve eran extranjeros y de los veintitrés brigadieres lo eran ocho. En el transcurso de las guerras de Cerdeña y Sicilia (1717-1720) el ejército de la Monarquía Hispánica sufrió numerosas bajas. Esto obligó a iniciar un nuevo proceso de reclutamiento durante la contienda. El ejército tuvo que sustentarse solo ya que, especialmente desde la guerra con Francia en 1719, estuvo totalmente aislado. Por lo tanto, llevar reclutas desde España era cuanto menos difícil, y por ello, tuvieron que efectuarse alistamientos en la misma Sicilia. En la infantería era más difícil captar reclutas que en la caballería ya que los nobles solían cubrir rápidamente esta última al ser un cuerpo de más honor. Así, para facilitar el reclutamiento se recomendaba que se fuese más laxo en cuanto a las nacionalidades; en concreto, se se-

ñalaba que los regimientos españoles admitiesen también a italianos, que los regimientos italianos solo admitiesen a los de su nación, y que los irlandeses y valones aceptasen de todas las naciones62. Parece que la recomendación se siguió, ya que hemos encontrado solicitudes que así lo confirman. La mayoría de los alistados eran franceses e italianos, aunque también encontramos un prusiano llamado Natanaele Stolzer y un suizo, Rudol Veglin, que fueron enviados al regimiento de Borgoña63. Otra forma de completar los regimientos fue utilizar a desertores o prisioneros, algo que no compartía el marqués de la Mina porque eran proclives a la deserción. Pero también tenía sus ventajas porque si se admitiesen desertores: “[…] logrará S.M. la gran política de conservar y aun aumentar su ejército con gente veterana disminuyendo y enflaqueciendo al de los enemigos […]”64. Como hemos dicho anteriormente, además de completar los regimientos ya existentes también se reclutaron nuevas unidades. El proceso seguido para reclutar nuevas tropas fue el mismo que se seguía en cualquier proceso de reclutamiento desde finales del siglo XVI65: un asentista se comprometía a reclutar y equipar en un plazo de tiempo un número de hombres y presentarse con ellos en un lugar estipulado. La principal ventaja de este sistema era la rapidez, ya que el asentista disponía del cuadro base de soldados y estaba preparado para reclutar al resto. Como premio, el rey le concedía el rango de coronel y la

62 BN,FA, Sala Cervantes, MSS 12948, 29, 9.

posibilidad de nombrar a sus oficiales66. Estos asentistas podían ser hombres de guerra o simple hombres de negocios67. Según Mina, durante la guerra se crearon 20 regimientos de infantería, 3 de caballería y 10 de dragones, siendo la mayoría de extranjeros. En total, los regimientos extranjeros creados fueron 14 de infantería en Italia, a añadir dos de suizos, siendo disueltos la mayoría al finalizar la guerra. En cuanto a caballería solo se creó el regimiento de San Blas68, y otro más de dragones en Caller. Además, también se crearon batallones a incorporar en regimientos ya existentes, siendo 8 de extranjeros.

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AGS, Secretaria de Guerra, Suplemento, 234.

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BN, FA, Sala Cervantes, MSS 12948, 29, 10. 65

Thompson, 1981: 129-181.

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Rodríguez Hernández, 2011: 177. 67

Andújar Castillo, 2004b, 99104. 68

AGS, Secretaria de Guerra, Suplemento, 234.

5. Conclusión En 1818 Mary Shelley publicaba su obra Frankenstein o el moderno Prometeo. En ella, la autora decía del hermano del protagonista: “él tiene ahora dieciséis años, y está lleno de vitalidad. Está deseoso de ser un verdadero suizo, y entrar al servicio de un ejército extranjero”. De esta forma, el reclutamiento de soldados extranjeros no parecía ser una práctica anómala en la Europa de una época tan tardía como los primeros años del siglo XIX. Los datos aportados sobre las tropas enviadas a Sicilia nos han permitido comprobar precisamente cómo lejos de constituir una práctica propia de épocas pasadas, los ejércitos plurinacionales estaban todavía muy presentes al menos en el siglo XVIII. Esta continuidad y vigencia tuvo asimismo su reflejo en el plano teó293

rico, ya que durante el siglo XVIII la discusión sobre las virtudes o deficiencias del ejército plurinacional, un debate que tenía sus orígenes en los albores de la Edad Moderna con exponentes como Maquiavelo o Botero, continuó en auge durante toda la centuria. El mantenimiento de la composición plurinacional de los ejércitos ha sido precisamente uno de los argumentos que ha permitido matizar recientemente la idea de que el ejército de Carlos II y Felipe V fueron muy distintos. La llegada de Felipe V al trono hispano trajo consigo cambios en el ejército de la monarquía. Sin embargo, estos cambios no supusieron una ruptura total con el ejército heredado de Carlos II. El ejército de naciones propio de los Habsburgo continuó muy vivo tras el acceso de los Borbones al trono de la monarquía, la guerra de Sucesión española y los resultados que la misma tuvo para la composición territorial de la monarquía católica. Si bien las tropas no españolas nunca llegaron a superar a las peninsulares como en la época de los Habsburgo, su proporción siguió siendo muy elevada, y más si se tiene en cuenta que Felipe V ya no contaba con territorios europeos donde poder reclutarlas. De hecho, como vimos líneas atrás, en el ejército enviado a Sicilia el 40% de los regimientos de infantería eran de naciones, cifra que aumentaría incluso con los reclutamientos hechos durante la contienda, constituyendo por lo tanto los “extranjeros” un alto porcentaje. 294

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