La Guerra de África en Sevilla: fervor patrio y opinión pública

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Descripción

La Guerra de África en Sevilla: Fervor patrio y opinión pública Caín Somé Laserna Universidad de Sevilla

Recibida la comunicación el 15 de julio de 2012 Aceptada por el Comité Científico el 24 diciembre de 2012

Introducción La Primera Guerra de África, que tuvo lugar entre 1859 y 1860, ha sido recientemente catalogada como una de las más tempranas y destacadas proyecciones exteriores del nacionalismo español de nuestra historia contemporánea. Los incidentes fronterizos en Ceuta y Melilla de agosto de 1859 no iban a ser resueltos por la vía diplomática como hasta el momento había venido sucediendo. La política exterior del gobierno de la Unión Liberal perseguía conseguir prestigio exterior y estabilización interna a través de intervenciones militares, lo que le llevaría a declarar la guerra a Marruecos el 22 de octubre de 1859. La “Guerra de África”, como se le conocería a partir de entonces no se concibió como una guerra de conquista, sino más bien como una empresa que buscaba resarcirse del ultraje cometido por los marroquíes. Pero en el fondo todo formaba parte de una estrategia de estabilización interna por parte del Gobierno del General O’Donnell. Durante mucho tiempo, la guerra de África fue motivo de orgullo nacional. Los recuerdos de la guerra pervivieron en la memoria colectiva de los españoles como uno de los momentos más brillantes de nuestra historia, reflejo de ese glorioso pasado de la España del siglo XVI, la España de los Austrias. Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente militar, la guerra tuvo escasos resultados: En primer lugar porque tras las negociaciones de paz, las reivindicaciones territoriales españolas quedaron insatisfechas. Prácticamente, no hubo alteraciones fronterizas. La “Paz chica”, como se le denominó, no satisfizo las demandas de la nación. España apenas vio ampliados sus dominios en torno a las plazas de Ceuta y Melilla, a lo que vino a sumársele una reducida indemnización que no cubría los costes de la guerra y un acuerdo comercial en la que supuestamente España tenía el papel preponderante pero que no cubría las necesidades y expectativas. En segundo lugar, la guerra contra “el moro” –utilizando la lógica discursiva de la época- supuso un enorme desgaste humano. Entre muertos y heridos sumaban varios miles, con cifras que oscilaban entre las 4.000 y las 8.000 bajas. Pero es que además, la Guerra de África puso en entredicho la capacidad logística del ejército español.

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Con estas premisas, es lógico que nos preguntemos de dónde surgió ese orgullo colectivo que se iba a mantener a lo largo de varias décadas a pesar de los pobres resultados obtenidos. En cierto modo, en las siguientes líneas trataremos de dar respuesta a esta cuestión. Fervor patrio y creación de una corriente de opinión favorable hacia la guerra Para entender el origen del fervor patrio con el que se vivió la Guerra de África, tenemos que comprender el papel de primer orden que iba a jugar el propio gobierno de la Unión Liberal, que buscaba la ansiada cohesión social y política, y poder mantenerse así en el poder. La guerra de África supuso una excelente oportunidad, ya que en torno a ella se pudo articular un proyecto de creación de sentimiento patriótico. La idea era distraer a la opinión pública y a la oposición política con una guerra de envergadura. La campaña destacó sobre todo por su efecto movilizador en pos de aquella España liberal, que buscaba ser crisol de una identidad nacional renovada y concordante con las naciones más desarrolladas y civilizadas de Europa. La pérdida del imperio colonial español llegó justo en el momento en el que en Europa surgían nuevas formas de dominación. Mientras triunfaban las estrategias colonialistas europeas, España se estaba quedando descolgada. La búsqueda de nuevas áreas de influencia económica y de nuevos mercados llevó a los distintos países a una carrera por conquistar el mayor número de espacios. Una situación que llegaría a su punto más álgido con la Conferencia de Berlín del año 1885 en donde las potencias europeas se repartirían el continente africano. Pero todavía quedaba tiempo para ello. En este contexto situamos al gabinete político del general O´Donnell que de 1858 a 1863 iba a presidir la vida política española con la Unión Liberal, siendo un periodo de relativa estabilidad que supuso una pausa en el inestable panorama político que caracterizó el reinado de Isabel II en particular, y del siglo XIX en general. La política exterior de prestigio fue uno de sus pilares; y es en esta política de prestigio en donde insertamos los estímulos de las intervenciones impulsadas por O’Donnell en Caribe, Italia y Sudeste Asiático, pero también explica la intervención en Marruecos. No había una intención firme de alterar el status quo español en Marruecos, sino que la idea era recuperar el prestigio perdido, y buscar la gloria militar que hiciese fuerte al gobierno frente a las intrigas que rodeaban al gobierno. De hecho, ya en el propio discurso de investidura del nuevo gobierno se hizo mención expresa de los conflictos existentes con México, Marruecos o Cochinchina, y se anunciaba que no se dudaría en recurrir a la fuerza para reducir dichos conflictos1. España buscaba una presencia más activa en el panorama internacional, buscaba jugar un papel de primer orden, y la nueva política del gabinete unionista iba a suponer el inicio de un periodo de euforia nacional. En esta creación de un sentimiento nacional iban a articularse diversos mecanismos que podemos concretar en dos ideas principales: la prensa, que jugó un papel fundamental en la estrategia de gestación de una corriente de opinión favorable hacia el conflicto; y los festejos y celebraciones que se organizaron desde las instancias políticas, con una exaltación clara del sentimiento patriótico y nacional. La prensa La prensa fue utilizada como fenómeno aglutinador para la ansiada cohesión nacional. La presencia informativa en la guerra de África fue sumamente importante y fue propiciada desde las propias autoridades que favorecieron que los distintos periódicos enviasen corresponsales al campo de batalla para informar y mantener al tanto de lo que allí estaba ocurriendo. Que se pudiese informar de la evolución del conflicto no significa, sin embargo, que hubiera transparencia informativa. De hecho, el Estíbaliz RUIZ DE AZÚA Y MARTÍNEZ DE EZQUERECOCHA: “El gobierno largo de la Unión Liberal (1858-1863). El agotamiento del modelo moderado (1863-1868)” en Javier PAREDES (coord.): Historia contemporánea de España. Siglo XX, Barcelona, Arial, 2004, pp. 243. 1

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16 de noviembre de 1859 leemos en prensa un comunicado oficial2 informando que el gobierno de la nación había dispuesto que aquellos periódicos que diesen información que pudiera comprometer el éxito de las operaciones militares en África, serían retirados de la venta al público por las autoridades pertinentes. Este comunicado, más que por la propia seguridad de las operaciones militares, tenemos que entenderlo dentro del contexto de la campaña mediática dirigida desde el gobierno de O´Donnell, tendente a crear una corriente de opinión favorable hacia la guerra. Iba a ser pues complicado encontrar en la prensa el más mínimo cuestionamiento de aquello que se estaba haciendo en tierras marroquíes. La falta de transparencia empezaba desde el propio Estado. Distintos planteamientos de la guerra según la ideología de la prensa Las crónicas en prensa del conflicto incorporaron desde los ideales panhispánicos y civilizadores del progresismo hasta las soflamas y discursos más rancios, algunos de ellos en una línea claramente reaccionaria, apelando unos y otros al honor y orgullo patrio que la coyuntura imponía. Seguir los testimonios hemerográficos de la campaña nos permite recrear la perfecta cosmogonía de la época. Centrándonos en el caso sevillano, a partir de octubre de 1859 la prensa de todo signo empezó a debatir acerca de la conveniencia de entrar en guerra contra el imperio marroquí. Y el debate no solo se centraba en entrar o no entrar en guerra, algo que pocos dudaban ya a esas alturas, sino más bien qué tipo de guerra debía llevarse a cabo. ¿Debía ser una guerra de conquista, o se trataba simplemente de una guerra destinada a reparar el ultraje padecido? Para unos esta guerra era parte de la vieja misión de la fe frente al infiel; para otros la intervención significaba la restauración de España como potencia en el concierto mundial. Así, por ejemplo, el periódico La Andalucía insistía en que la guerra de África no se trataba de una guerra de religión porque en el siglo XIX semejante guerra equivaldría a un anacronismo; y tampoco se tratata de una guerra de conquista, de expansión territorial. Para La Andalucía la misión era llevar a cabo la venganza de las ofensas recibidas, aunque para ello fuese necesario ocupar territorio africano. “La guerra, considerada aisladamente, y sin relación a circunstancias especiales que la justifiquen, no hay duda de que es un mal gravísimo. Pero cuando tiene por objeto vengar ultrajes inmerecidos, de que no ha sido posible conseguir otra satisfacción, cuando antes de emprenderla se han apurado todos los recursos pacíficos que caben (…) la guerra es un verdadero bien, aunque no se considere sino como el menor de los males”3.

La justificación del inicio de la guerra fueron los ataques recibidos en Tánger por tribus de Tetuán desde agosto de 1859. A pesar de que el diálogo entre el gobierno marroquí y el español estaba abierto, desde la prensa se insistía constantemente que las tropas marroquíes se estaban organizando y que de ninguna manera pensaban satisfacer las exigencias españolas. Desde agosto y hasta la declaración definitiva de la guerra a mediados de octubre, la prensa insistirá a diario con noticias referentes a la necesidad de poner fin a esta situación. Leemos en este sentido: “A pesar de las muchas puertas de hierro, de los espesos muros y de los soldados negros que lo guardan, es probable que se haga una buena sangría si se realiza la expedición de nuestras tropas”.4 Ya se hablaba por lo tanto de guerra. La prensa creó la necesidad de la guerra. Una necesidad que también estaba presente en otros periódicos tales como La Gaceta, La Esperanza o La Bandera Española.

El Porvenir (Sevilla), 16 de noviembre de 1859. La Andalucía (Sevilla), 5 de noviembre de 1859. 4 El Porvenir (Sevilla), 8 de octubre de 1859 2 3

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Pero como hemos dicho anteriormente, no toda la prensa tenía la misma opinión acerca de los motivos del conflicto. La revista religiosa La Cruz, propiedad del catedrático León Carbonero y Sol defendía que la guerra de África no era un suceso puramente político, sino un designio providencial que Dios usaba para devolver a la nación española su antiguo poderío, para que volviese a ocupar el rango que nunca debió haber perdido como potencia de primera clase. Según La Cruz, el ejército español estaba llevando al África la fe y el valor de nuestros más gloriosos días. Frases tales como “Hijos de la Cruz, vuestros enemigos de siete siglos os provocan y os insultan”; “Y el África va a ser presa de sus garras, como reptil inmundo que se atrevió a lanzar su baba a la faz del más noble de los pueblos”; “Ya vemos el gran día en que ha de renacer la preponderancia española”; o “¿Qué dará Dios a España en premio de su heroísmo? Dios hará brotar de los mares otro nuevo mundo, para someterlo al cetro de Isabel II”, serán recursos habituales de Carbonero y Sol a lo largo de 1859 para describir lo que estaba ocurriendo en África. Siguiendo a Inarejos Muñoz5, la prensa católica desempeñó un papel fundamental en la articulación de una religión patriótica cívico-militar instrumentalizada para movilizar militarmente e ideológicamente a la población. Esta es pues, una muestra de la lectura que el sector tradicionalista iba a hacer de la guerra de África, y que sería duramente criticado por el sector progresista. Así por ejemplo, La Andalucía argumentaba que no se trataba de una guerra de religión, que no se trataba de ir a África a matar infieles por mucho que una parte del pueblo así lo creyese; y arremetía contra lo que ellos denominaban “personas respetables sevillanas que alimentan esta opinión”6, en clara alusión a ese sector reaccionario que inundaba las páginas de la prensa de soflamas incendiarias. ¿Cómo se estructuran los periódicos? En cualquier caso, dejando al margen las ideologías de las publicaciones, la mejor manera que tenemos de ver como se gestó esta corriente de opinión favorable a la guerra es a través de aquello que reflejaba la prensa. Iniciada la guerra las noticias de los hechos bélicos llenaban las páginas de la prensa sevillana. En portada solemos encontramos las crónicas de los corresponsales que estaban en el campo de batalla, los comunicados oficiales y los artículos de opinión y de fondo. Son noticias que insistían en el honor y el valor de nuestras tropas frente al “cobarde” ejército marroquí. Y ya en sus páginas interiores, entre otras noticias, siempre se dejaba un espacio reservado para las noticias locales, y muchas de estas noticias estaban relacionadas con la guerra. Las columnas de periódicos como La Andalucía o El Porvenir registraban cada día nuevas demostraciones del patriotismo de los sevillanos. Así por ejemplo, retrataba La Andalucía la donación de 200.000 reales por parte de la Junta de Comercio de Sevilla para la guerra: “Aplaudimos este rasgo de desprendimiento que tan alto habla del comercio de Sevilla y que no dudamos será imitado por las demás clases tratándose de una guerra que tanto interesa al honor nacional”7.

Y así se hacía eco del patriotismo de la ciudad:

Juan Antonio INAREJOS MUÑOZ: Intervenciones coloniales y nacionalismo español, Madrid, Silex, 2007, pp. 31. La Andalucía (Sevilla), 27 de noviembre de 1859. 7 La Andalucía (Sevilla), 2 de noviembre de 1859. 5 6

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“El patriotismo es el que está llamado a realizar todas nuestras esperanzas. Él engendra las virtudes cívicas (…) Tenemos a la sociedad en masas (…) dispuesta a hacer todo género de sacrificios (…) La patria así lo exige”8.

O retrataba el Porvenir el impacto del paso del ejército por la ciudad hispalense, así como el apoyo brindado por las distintas administraciones al conflicto: “Nuestra ciudad, punto intermedio y de tránsito entre la capital de España y el que muy lejos será el teatro de la guerra, es visitado diariamente por los militares que el ejército se dirigen, llamando la atención del vecindario con sus lúcidos uniformes (…) La espontaneidad con que todas las corporaciones y particulares se prestan para ofrecer al gobierno su decidido apoyo para el sostenimiento de la lucha que va a empezar, llama la pública atención, y no hay otra conversación en toda Sevilla que la de la guerra, y de los sacrificios que están dispuestos a hacer los pueblos, para sostenerla honrosamente”.9

¿Qué reflejaba a diario la prensa sevillana? Respecto a las noticias que recogen los periódicos, en primer lugar teníamos, como ya hemos visto anteriormente, artículos de opinión en donde se debate acerca de la utilidad de la guerra en África. En segundo lugar estaban las noticias referidas al desarrollo del conflicto. Son noticias de índole nacional, las crónicas de la guerra de los distintos corresponsales, que nos mostraban el avance de las tropas españolas, y describían como era el panorama que se vivía en el campo de batalla con diferentes gráficos, mapas, estadísticas y otros datos que nos permiten conocer con mayor profundidad el desarrollo del conflicto. En cualquier caso, no podemos pretender buscar trasparencia informativa respecto al desarrollo de la guerra. En este sentido, incluso las victorias de las tropas africanas eran interpretadas como una deshora del ejército africano: “Tal es el pueblo con el que vamos a medir nuestras armas: cobarde y traicionero (…) solo cuando la necesaria retirada obligaba a nuestros soldados a darles la espalda, entonces era cuando como lobos rapaces y carnicero, se arrojaban sobre el indefenso herido, o el infeliz rezagado, para destrozarlo, martirizarlo”10.

Además de noticias referidas a ataques recibidos, y debates acerca de la conveniencia del conflicto, nos vamos a encontrar también artículos de fondo que invitaban a la reflexión acerca de diferentes aspectos de la sociedad y de la política marroquí. Así podemos leer completísimos artículos sobre la historia de Marruecos, sobre sus costumbres, su religión, su sistema de impuestos… Estos artículos, que difundían el modo de vida marroquí, estaban orientados a crear una corriente de opinión contraria al Imperio. Pero estos artículos, que los podemos encontrar en los meses previos a la guerra, fueron también frecuentes a lo largo de todo el conflicto bélico. Por ejemplo, en El Porvenir prácticamente a diario nos encontraremos con artículos de fondo sobre aspectos determinados; y en ocasiones incluso los artículos se dividen a lo largo de varios días dada su extensión. En La Cruz11 también nos encontraremos artículos en donde se analizaba el imperio marroquí. Por ejemplo, en el primer número de enero de 1860 nos encontramos un extenso artículo en donde Carbonero y Sol analizaba el Corán a lo largo de casi cuarenta páginas. Hay que tener en cuenta que Carbonero y

La Andalucía (Sevilla), 23 de diciembre de 1859. El Porvenir (Sevilla), 4 de noviembre de 1859. 10 El Porvenir (Sevilla) 13 de noviembre de 1859. 11 La revista católica La Cruz refleja la visión oficial de la Iglesia, no es un simple escenario personalista de Carbonero y Sol, sobre todo desde su traslado a la capital madrileña. 8 9

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Sol era catedrático de lengua árabe. Al final de uno de sus extensos artículos, concluía acerca de la figura de Mahoma: “fue un impostor lleno de astucia y talento, que podría merecer el nombre de filósofo, si tal título se pudiese dar a un hombre que empleo toda su vida en seducir a los demás hombres”12. Otra buena parte de las noticias registraban las donaciones aportadas por la provincia. Las donaciones solían ser aportaciones monetarias, materiales o acémilas, siendo estas últimas las más frecuentes. Las acémilas, o animales de carga eran insustituibles para la guerra. Se necesitaba un gran número de las mismas para transportar las personas y materiales que formaban el ejército de guerra. Transportar todo ese material en territorio hostil sin el apoyo de animales de carga sería un suicidio. Solo así podemos entender la verdadera importancia de estas donaciones. Desde el inicio de la guerra, y hasta las últimas semanas, prácticamente a diario nos vamos a encontrar noticias referidas a las donaciones de los diferentes municipios sevillanos como Utrera, Lebrija, Morón, Estepa, Alcalá del Río o Gelves. Aunque como es lógico, las donaciones serían mucho más numerosas al principio. En Sevilla se crearía una comisión encargada de proporcionar acémilas compuesta entre otros por el gobernador civil Juan Jiménez Cuesta, el alcalde Juan José García Vinuesa, Pedro Luis Huidobro, Luis Portillo, Manuel Laserna, Antonio León y Villalón, etc. Una de sus primeras acciones fue comprar una brigada completa de 40 acémilas con sus atalajes como donativo del municipio sevillano a la empresa nacional. Así recogía El Porvenir esta muestra de apoyo desinteresado: “Celebramos que así la capital como los pueblos se hayan apresurado a prestar este importante servicio para la guerra de África, que tanto interesa al honor nacional, y no dudamos de que todas las personas invitadas para contribuir a él lo harán como merece un acto patriótico de esta especie para que Sevilla quede como siempre en el lugar que le corresponde”13.

Estas donaciones son vistas como una muestra del desprendimiento y del patriotismo del pueblo sevillano, que no duda en contribuir a la guerra olvidándose de sus disensiones internas, de sus problemas locales. “Desde las murallas de Heracles hasta los Pirineos, no hay más que españoles, habiéndose olvidado los nombres con que se designaban las diversas facciones (…) de las distintas opciones políticas”14. Las donaciones eran entendidas como un servicio de gran importancia que demostraba el patriotismo de la de la capital sevillana y sus municipios. Se invitaba a participar a todos aquellos que estuvieran interesados en el bien nacional, ya fueras personas anónimas, entidades o municipios. Cualquier acto patriótico de esta especie era bien recibido para colocar a Sevilla en el lugar que le correspondía. Fueron muchísimos los municipios sevillanos que se aprestaron a contribuir con donativos. Así, a partir de lo extraído del Boletín Oficial de la Provincia y de la prensa local, durante los siguientes meses podemos ver como Estepa contribuyó con 8 acémilas y 8.200 reales, el Banco se Sevilla ofrecíó 4 millones de reales, el Marqués de la Motilla contribuyó con 2 acémilas, la Real Maestranza de Caballería con 21 piezas de artillería para componer 4 baterías de cañones rayados de montaña, etc. Todas y cada una de estas donaciones se hacían con desinterés y verdadero patriotismo desde la declaración de guerra al imperio marroquí. O al menos, esta era la imagen que la prensa nacional y local trataba de mostrar. La instrumentalización que se iba a hacer de la prensa era notable. Durante los meses de la guerra se pudieron leer frases tales como “El patriotismo es el que está llamado a realizar todas nuestras esperanzas”; “La sociedad en masa (…) dispuesta a hacer todo género de sacrificios”; “La patria así lo exige” o “Contenido durante muchos años el sentimiento nacional, estallaba en violenta explosión ante la noble empresa que guía hoy a las huestes españolas hacia las cumbres del Atlas”.

La Cruz (Sevilla) enero de 1860 El Porvenir (Sevilla) 8 de noviembre de 1859. 14 El Porvenir (Sevilla) 4 de noviembre de 1859. 12 13

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Otras noticias que aparecen son las referidas a las llegadas de diferentes autoridades militares a la ciudad, la llegada de nuevas remesas de heridos, así como la organización de festejos, bailes o celebraciones. Así por ejemplo, se relata el recibimiento en Lebrija del regimiento de caballería de Santiago destinado a África, que fueron obsequiados con un almuerzo15. Los actos La prensa no era el único vehículo de creación de corriente de opinión, también tenemos las distintas celebraciones, festejos y otros actos oficiales organizados a instancias del Ayuntamiento. Destacamos tres tipos de celebraciones diferentes relacionadas con la guerra, y que fueron organizadas desde las instituciones políticas: los festejos por las victorias que tuvieron lugar durante la guerra, el recibimiento ofrecido a los heridos que llegaban desde el conflicto, y el recibimiento a las autoridades militares que pasaban por Sevilla rumbo a África. Respecto a las celebraciones que se organizaban por las victorias, destacamos dos, la que tuvo lugar tras la batalla de Castillejos, y la toma de Tetuán. Estas victorias produjeron en Sevilla un enorme entusiasmo. La población se echó a la calle. Repique de campanas de al menos cien iglesias, balcones y ventanas con colgaduras, músicos, cohetes, una procesión cívica con las autoridades civiles y eclesiásticas, y por la noche, iluminación en las calles. El Porvenir estimó que en las calles habría unas 150.000 personas celebrando el acontecimiento. Se colgaron e izaron banderas y estandartes, así como retratos de la reina. A las cuatro del mediodía la catedral hizo la señal de salida de la procesión cívica a la que acudieron las diferentes autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad. Incluso se llegó a conceder diferentes indultos a presos por motivos gubernamentales. Y aunque hay parte de espontaneidad en toda esta celebración, los gastos por ejemplo de los cohetes y la iluminación corrían a cargo del Ayuntamiento, la procesión cívica que durante toda la mañana recorrió el centro con el pendón de San Fernando, estaba concienzudamente planificada por las autoridades. Es decir, que todo estaba planificado para que el público expresase su alegría de manera “espontanea”. Y no quedaba aquí la celebración, sino que se organizaban también diferentes banquetes. Destacamos por ejemplo al que asistieron el capitán general y el alcalde de Sevilla junto a autoridades militares y civiles locales, tales como Pickman, el Conde de Mejorada, el Marqués de Esquivel, Diego Benjumea, Gómez de Barreda, o Joaquín Auñón, quien unos años después sería el Alcalde de Sevilla16. Otro tipo de festejos eran organizados para el recibimiento de los heridos en el campo de batalla. Sevilla había sido designada como base de operaciones para apostar tropas y facilitar los cuidados necesarios a los heridos en la guerra, junto a otras ciudades del sur de España como Málaga, Cádiz, San Roque y Algeciras; y Ceuta en el norte de África. Los actos más multitudinarios fueron los organizados con motivo de la llegada de una remesa de 111 heridos el 16 de diciembre de 1859. El Porvenir17 relataba el viaje de estos 111 heridos desde Cádiz a Sevilla. Mostraba el entusiasmo que provocaba por los pueblos que pasaba y se hacía eco de la actitud humanitaria de López de Tejada, vicepresidente del Consejo de la compañía de ferrocarriles, que se preocupó en todo momento de los soldados, les repartió cigarrillos, bizcochos, vino y todo lo necesario para hacerles la travesía lo más confortable posible. A su paso por Utrera, el periódico relata como todo el pueblo salió a saludarle, y tras llegar a Sevilla fueron recibidos entre músicos y “vivas” a los soldados a pesar del inmenso frio que hizo esa noche. Fueron colocados en carruajes y sacados en procesión por las calles de la capital. La gente se agrupaba entusiasta y todos ofrecían sus carruajes para el transporte, sus alimentos, sus cigarrillos e incluso dinero. Los hay incluso

El Porvenir (Sevilla) 4 de noviembre de 1859. El Porvenir (Sevilla) 9 de febrero de 1860. 17 El Porvenir (Sevilla) 18 de diciembre de 1859. 15 16

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que llegaron a ofrecer sus casas para hospedarlos. Personalidades tales como Tomás de la Calzada o Benito Ferrer se ofrecieron a pagar, por su parte, los gastos de hospital de diez heridos. No obstante, en días posteriores, las autoridades municipales darían la orden de prohibir que los enfermos se alojasen en casas particulares. Todos debían ser trasladados a hospitales en donde serían tratados sin los excesivos cuidados que se les daría en casas particulares. Aunque eso sí, se instó a que aquellos que quisieran, contribuyeran pagando los gastos de hospitalización de algún herido. También se organizaron desde el Ayuntamiento los recibimientos a autoridades militares que llegaron a la ciudad a lo largo del conflicto. Destaca sobre todo el recibimiento organizado para la llegada del general O´Donnell en noviembre de 1859. Tras un breve paseo en carruaje, fue llevado a diferentes actos que se organizaron en su honor y a un almuerzo con las autoridades civiles de la ciudad. Antes de marchar a Cádiz fue despedido entre música y vivas por el público. Por último, aunque no se trate de un tipo de celebración ni de festejo, tenemos que destacar también los encargos de pinturas históricas. La pintura histórica fue uno de los medios utilizados por las instituciones políticas para la exaltación de la nación, de las ideas políticas. La pintura se convirtió en un instrumento de propaganda al servicio del poder. Un medio visual importante para evocar el patriotismo y el orgullo nacional18. En Sevilla, a raíz de la toma de Tetuán, el Ayuntamiento decidió encargar un cuadro histórico al pintor Joaquín Domínguez Bécquer (tío del poeta). El cuadro se empezó en 1861 con un presupuesto de 45.000 reales, y una vez incumplidos todos los plazos que se le pusieron, terminó la obra en 1872, once años después. El cuadro evocaba la paz de Wad-Rás. Otros actos son por ejemplo la petición que hizo la corporación municipal de que los cañones de Tetuán se fundieran y con ellos se elaborase un monumento. Aunque finalmente ese monumento no está en Sevilla sino en Madrid en donde se levantarán los leones del Congreso de los Diputados19; y el cambio de nombre de la calle Colcheros por el de calle Tetuán y el de la calle Muela por O´Donnell, hecho que fue celebrado con una procesión en el que el retrato de la reina marchó a caballo con hachas encendidas, banderas, representantes del poder civil y eclesiástico de la ciudad, y una compañía de provinciales. Las armas españolas habían cerrado gloriosamente las páginas de la primera parte de la campaña en África, y el pueblo sevillano no lo pasó por alto. Otros intereses que explican la enorme aceptación de la guerra Pero el interés político no explica solamente el sólido apoyo que recibió la guerra de África en la sociedad. Para entender en todo su conjunto el fervor patrio tenemos que acudir a otro tipo de explicaciones, para ello vamos a atender al papel que jugaron en el conflicto la burguesía comercial, los obreros y los intelectuales. Respecto al primer grupo, la burguesía comercial sevillana, diferentes instituciones locales como la Junta de Comercio contribuirán con generosas cantidades de dinero. La Real Maestranza de Caballería, además de aportar dinero y acémilas, preparó cuatro baterías de cañones para la guerra. Y también personas acaudaladas contribuyeron a la guerra a título personal, como los duques de Montpensier, el Conde de Villapineda o el Marqués de Moscoso; que aunque no entraban precisamente en la categoría de “burguesía”, si que pertenecían a esa clientela acaudalada que se movía por las distintas instituciones del poder sevillano. Resulta interesante la lectura del artículo Beatriz VALVERDE CONTERAS: “La era isabelina y la revolución. 1843-1875” en Actas de las XIII Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, 2009. 19 Habrá que esperar a bien entrados los años 70 para ver terminada dicha obra como vemos reflejado en El Oriente, Sevilla, 27 de marzo de 1872. 18

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También los empresarios entraban en este grupo, destacando sobre todo los ferroviarios, que pusieron a disposición del ejército su maquinaria para trasladar a los heridos; los dedicados al mundo del espectáculo, que organizaron diversas funciones de baile y de máscaras cuyos beneficios fueron a parar a la causa africana; el mundo del toreo, destacando especialmente la corrida preparada para el 11 de diciembre en donde entre otros participaron toreos famosos como los hermanos Carmona, Domínguez y Juan Lucas Blanco. Todos ellos aceptaron participar sin recibir honorarios, y la recaudación iba destinada igualmente a África20. Respecto a los intereses de este sector, Martín Corrales21, defiende que siendo un grupo económicamente próspero, vio en la guerra una posibilidad de expansión financiera, de ahí que su apoyo fuera tan entusiasta. En segundo lugar tenemos a los obreros. Dado su carácter heterogéneo, resulta complicado comprobar posibles intereses comunes en el conflicto africano. Una posible hipótesis podría ser la esperanza de que una conquista del territorio africano abriese nuevas posibilidades económicas que le sacasen de su postración. A este respecto, Carbonero y Sol defendía que el pueblo estaba más inspirado por sus valores cristiano y por la caridad, que por su entusiasmo político; y lo argumentaba con varias situaciones en donde se ponía de manifiesto la bondad del ser humano, como en esa madre que acudió al hospital a ver a su hijo malherido, pero en lugar de llorar, mostró orgullo y le pidió a su hijo que se curase rápido para poder volver al frente. No lo hacía realmente por un sentimiento patriótico, sino por darle a su hijo algo por lo que luchar y aferrarse a la vida. Este y otros ejemplos serían magníficamente relatados en La Cruz durante los meses del conflicto. En cualquier caso, en otras publicaciones, como El Porvenir, podremos leer cartas mandadas por obreros en donde apelaba al sentimiento patriótico de los profesionales de su sector. Donaciones desinteresadas, actos públicos de confraternidad, etc. Por último están los intelectuales sevillanos, personajes de la talla de Carbonero y Sol dedicarán varias decenas de páginas a la guerra, así como poemas o estrofas inspirados por María Inmaculada, patrona de la nación española y capitana del ejército que combate en África. Las funciones en el Teatro serán una constante a lo largo de la guerra. Destacamos dos obras: Los moros del Rift, que fue pasada varias veces por el Teatro San Fernando, y ¡Al África!!, escrita por un literato sevillano, Ramón Lon, que tuvo desigual acogida según la impresión del cronista sevillano Chaves rey22. Destacamos también las distintas coronas poéticas que fueron dedicadas a los soldados heridos procedentes de la Guerra, y que muchas veces eran recitadas en el Teatro San Fernando. Entre sus autores tenemos a José Lamarque de Novoa, poeta católico sevillano, o Demetrio de los Ríos, arquitecto, poeta e intelectual cordobés ferviente católico, y afincado en Sevilla, por citar algunos de los más conocidos entre la intelectualidad sevillana, otros muchos anónimos se tuvieron que conformar con mandar sus poemas a la prensa, en donde diariamente se publicaban versos dedicados a la guerra como este de Alberto González: Vais a vengar, soldados, un insulto en nombre de la patria; sin tardanza La recaudación final ascendió a 30.334, 27 reales, siendo un completo éxito de público. Eloy MARTÍN CORRALES: “El nacionalismo catalán y la expansión colonial española en Marruecos: de la guerra de África a la entrada en vigor del protectorado (1860-1912)” en Eloy MARTÍN CORRALES: Marruecos y el colonialismo español (1859-1912): de la guerra de África a la penetración pacífica, Barcelona, Bellatera, 2002, pp. 170-180. 22 Manuel CHAVES REY: “Sevilla en la guerra de África (1859-1860)” en Manuel CHAVES REY: Crónicas Sevillanas, Sevilla, Editorial Guadalmena, 1990, pp. 21-77. 20 21

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caed sobre ellos, y el que no se rinda vea llegada sobre él la última hora. Despreciad, españoles, sus tesoros; Hacedle ver a todas las naciones que no os lleva a los moros la sed avara de adquirir riquezas; que os llevan si el honor y la nobleza23.

Conclusión: la Falsa cohesión social Iba a ser complicado encontrar en la prensa noticias sobre el sufrimiento que la guerra acarreaba. Ningún periódico se preocupó de indagar sobre la verdadera opinión de las clases populares. Nadie habló del pillaje que traía consigo la guerra, de los intentos de fraude, de la picaresca popular, etc. Al menos no de manera expresa, aunque si que es posible percibir cierta crítica tras una minuciosa labor de exégesis. En ocasiones era posible ver crítica, ya sea consciente o inconsciente, a la gestión del Ayuntamiento. Así por ejemplo, recién iniciada la guerra, La Andalucía criticaba la actitud del Ayuntamiento de Sevilla que no estaba haciendo nada de lo que había prometido. Exponía que no mantenía su “patriótica senda”, cuando de ellos deberían partir las iniciativas patrióticas, como ocurría en otros municipios.24 Durante la guerra los precios de los artículos de primera necesidad aumentaron sin que el gobierno hiciese nada por evitarlo; de ahí que se lanzase una crítica desde ciertos sectores. Sobre todo en lo que respecta al precio del trigo, que no paraba de subir en el mercado, por lo que llegaron a pedir que se admitiese trigo extranjero para poder satisfacer las demandas de la guerra y las demandas del consumo local, sin que se incrementase el precio. Por otra parte, a pesar de que constantemente la prensa insistía en que todos los partidos habían enterrado el hacha de guerra y de que solo había españoles dispuestos a toda clase de sacrificios para mantener el honor del país, lo cierto es que podemos ver también críticas a la oposición ultra-moderada, que no estaba apoyando al gobierno y a la guerra. Así leemos, por ejemplo, en El Porvenir: “Mal obra, pues la Liga suscitando disensiones que evocan recuerdos muy peligrosos para este partido. Durante la dominación de sus jefes no se atrevió a acometer, ni aun de intentar lo que ahora practica el gobierno a impulsos de su indudable patriotismo, y esa indiferencia, se abandonó que constantemente mostró en tan noble empresa, no son seguramente los mejores títulos para constituirse en censor de lo que no supo ni pudo, ni quiso hacer, cuando le sobraron ocasiones en la época de su mando”25.

También existieron indicios de fraudes y faltas de compromiso a la palabra dada. Así por ejemplo, el Círculo Agrícola será acusado de mentir cuando prometió donar una generosa cantidad en metálico. Aunque bien es cierto que el periódico La Andalucía le defiende diciendo que ellos tienen constancia de que han creado una comisión para captar fondos para dicho donativo26. Y por último, llama la atención la imagen que recoge la prensa de aquellos militares que llegaron a Sevilla uniformados, camino del campo de batalla, y cuyos lucidos uniformes captaban la atención del vecindario, y que terminaron el conflicto marchándose de los hospitales en donde habían sido atendidos como si fueran mendigos, con el traje destrozado, sucio, algunos descalzos, otros sin apenas ropa… Es cierto que el número de heridos era alto, pero posiblemente las autoridades municipales no hicieron El Porvenir (Sevilla), 24 de noviembre de 1859. La Andalucía (Sevilla), 9 de noviembre de 1859. 25 El Porvenir (Sevilla), 28 de diciembre de 1859. 26 La Andalucía (Sevilla), 25 de noviembre de 1859. 23 24

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todo lo posible por atender las necesidades de los heridos lo más eficientemente posible. ¿Quién era el culpable de que el soldado herido no tuviera un uniforme que ponerse a la salida de su hospitalización? ¿Acaso el patriotismo tenía fecha de caducidad? Como muestra del problema que suponía el elevado número de heridos en Sevilla tenemos la polémica del rumor lanzado de que 500 heridos se marchaban desde Sevilla a un hospital que se iba a habilitar en Córdoba en el edificio de San Juan de Dios. El rumor era falso, pero lo interesante es el interés existente en difundir un rumor justificado por la necesidad de desprenderse de heridos o de aumentar el número de hospitales. No había espacio suficiente ni recursos para atender a tal número de manera eficiente. Finalizada la guerra, Carbonero y Sol sentenciaba: “En España, querer es poder. Al África dijo la Patria, y al África fuimos (…) En los muros de Tetuán ondea la bandera española santificada con la cruz de la redención. Allí quisieron enarbolarla los españoles, y allí la llevo ese ejército gloria del mundo con esos caudillos gloria de los héroes. En España, querer es poder”27. Lejos de aparecer como una intervención marcada por el designio divino o como justificación a las ofensas recibidas, la Guerra de África estuvo mediada por la coyuntura política del gobierno de O´Donnell, y desde el poder se movieron todos los resortes para lograr la mayor cohesión social posible. La prensa, las celebraciones, los actos públicos, todo fue puesto en juego con un único fin: lograr un frente unido y un gobierno sólido. Pero el resultado no fue uniforme, y se obtuvieron discursos radicalmente diferentes, que fueron desde el mensaje panhispánico, progresista y civilizador, hasta el católico, integrista e incluso reaccionario. El móvil pudo ser el mismo, pero los caminos fueron radicalmente distintos. La tan ansiada cohesión social no pudo lograrse de manera efectiva, y con el tiempo esa división, que era insalvable, se volvería contra el propio régimen.

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La Cruz (Sevilla), 1860

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