La gestión de los recursos animales en los Valles de Alcoy durante el Pleistoceno Superior (MIS 3). Estudio zooarqueológico y tafonómico

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Descripción

Universitat rovira i virgili Departament d’Història i Història de l’Art

Tesis de máster La gestión de los recursos animales en los Valles de Alcoy durante el Pleistoceno Superior (MIS 3) Estudio zooarqueológico y tafonómico

leopoldo jesús pérez luis Tarragona, 2014

Universitat rovira i virgili Departament d’Història i Història de l’Art Màster en Arqueologia del Quaternari i Evolució Humana

International Master in

Quaternary and Prehistory Tesis de máster:

La gestión de los recursos animales en los Valles de Alcoy durante el Pleistoceno Superior (MIS 3). Estudio zooarqueológico y tafonómico Leopoldo Jesús Pérez Luis

Directores: Dr. Jordi Rosell i Ardèvol Dr. Alfred Sanchis Serra Curso académico 2013/2014

A toda mi familia y amigos, en especial a mis padres y hermanos, por el apoyo y ánimo que siempre me han demostrado.

“ ... De ahí que sea imposible desentrañar el pasado tal y como realmente fue; sólo podemos acceder a sus muchas variantes, a versiones más o menos verosímiles o que mejor se ajusten a nuestras expectativas. El pasado no existe. Sólo existen sus infitinas interpretaciones.” (Ryszard Kapuściński, Podróze z Herodotom, 2004)

Agradecimientos Resulta imposible pensar en un trabajo de investigación donde tan solo participe la mente y las manos del autor, sin que este se vea influido por los seres queridos y conocidos que lo rodean. Naturalmente, este trabajo no va a ser la excepción al caso, muy al contrario, no hubiera llegado nunca a puerto sin el cariño, apoyo y ánimo prestado por un gran número de personas, a las que siguiendo mi formación como historiador, voy a dedicar unas palabras según el orden cronológico en que han ido apareciendo en mi vida. En primer lugar no cabe duda de lo agradecido y orgulloso que estoy de mis padres, Juan Ramón y Mari Carmen. Gracias a ellos he podido dedicarme a la profesión que más me apasiona, siempre prestándome su apoyo en todas y cada una de mis decisiones, así como darme ánimos en los momentos de flaqueza. Me han enseñado a valorar a lo importante que es la vida, aprovechar los momentos que te ofrece y luchar por lo que quieres. Me han corregido cuando he hecho cosas de las que el tiempo ha hecho arrepentirme, a la vez que me han mostrado la cara más humilde de las personas y el contacto pleno con la naturaleza, ya sea en mi pueblo natal (Santiago del Teide, Tenerife) como en los sucesivos viajes durante mi infancia al de mi padre (La Dama, La Gomera). Por todo ello y por estar siempre ahí, mil gracias, os quiero. En segundo lugar, no me olvido de mis hermanos, ambos totalmente distintos, peor igual de adorables. A Juanpe (el mayor) por ayudarme en cualquier cosa que le pido y preocuparse por todo lo que hago. A Abi (la mediana) por ser tan loca como es, hacerme reir y ver las cosas de otra manera cuando me cierro en banda. En esta instante, voy a permitirme dar un salto en el tiempo, pues hay otra persona que no puede faltar entre mi familia y es mi sobrina, Arume. Aunque aún no sepa leer y no tenga muy claro que es lo que hace su tío, el mero hecho de sacarme una sonrisa cada vez que la veo es razón suficiente para agradecerle el cariño que me tiene. A los tres, os quiero mucho. En tercer lugar está el resto de mi familia y amigos, siempre atentos y preocupados por cómo me va en la vida, ayudandome a desconectar, apoyándome con sus comentarios y mostrando un cariño que espero reciban de manera recíproca por mi parte. Seguramente, gran parte de este trabajo no hubiera podido hacerse sin vuestros ánimos. Dirigiéndonos ahora hacia mi etapa académica y mis primeros contactos con la Historia y la Arqueología, hay tan solo una única culpable de que esté redactando este texto. Bertila, no sé como agredecerte el apoyo que me has ofrecido desde el primer momento, la consideración que siempre me has demostrado, y permitir que me pueda dedicar a algo que tanto me apasiona como es la Arqueología. Espero que este trabajo pueda servir de agradecimiento a todo ello. Por otro lado están todos los currantes que verano tras verano nos encontramos en El Salt. Entre ellos cómo no mencionar a Cristo, una de las personas que más me han ayudado durante los últimos años y sin el que este trabajo no hubiera sido posible. A Jorgito, mi compañero de batalla y quejas,

aunque también de divertimento y desconexión de un mundo académico tan absorvente como es el que nos rodea. A Carolina, por darme nuevas ideas, hacerme colaborador de alguno de sus trabajos y por el respeto y cariño que siempre me ha mostrado. Finalmente al resto de personas que de una forma u otra han ido apareciendo en mi vida a raíz de compartir distintos veranos alcoyanos y con los cuales he vivido momentos inolvidables: Ana, Ágata, Ainara, Rafa, Carlucho, Javi S., Javi M., Paloma, Efra, Itha, Gloria, Jared, Laura, Alex, Fernando, y en especial a Mariel. En un tercer grupo de personas quiero situar a todos aquellos que han colaborado en mi reciente formación en el campo de la zooarqueología y la tafonomía. En primer lugar mil gracias a Juanvi por haberme introducido en este mundo, empezar a enseñarme conceptos y metodologías básicas y prestarme su apoyo siempre que lo he necesitado. También a Jean-Philip Brugal, por estar siempre disponible ante mis consultas y darme facilidades para emplear en cualquier momento parte del material estudiado por él mismo. A Cristina, por compartir conmigo sus conocimientos, ayudarme durante mis estancias en Valencia y convertirse en una buena amiga. En último lugar quiero dar las gracias a mis coodirectores, Jordi y Alfred. A Jordi por haberme aceptado desde mi llegada a Tarragona y mostrarse atento y comprensivo ante mis continuas preguntas, por aportarme nuevos conocimientos y contribuir a la finalización de este trabajo. A Alfred, cómo agradecer lo mucho que me has ayudado, con tu plena disponibilidad desde que te propusimos que quería dedicarme a la zooarqueología. De ti he aprendido prácticamente todo lo que sé de esta disciplina y espero seguir aprendiendo durante muchos años, además de compartir buenos momentos como los que hemos vivido en Valencia.

Estamos llegando al final de este apartado y es hora de mencionar a mis queridísimos compañeros de máster, con los cuales he aprendido y disfrutado durante estos dos años de estancia en Tarragona. Espero que todo os vaya de lujo en la vida y consigáis todo lo que os propongais. Un abrazo enorme para todos: Guille, Mónica, Aitor, Maite, Toni, Carmen, Lamjed, Roberto, Gizéh, Claudia, Kamel, Yésica, Josep. Igualmente, quiero agredecer a todos los profesores del máster su comprensión, sosiego y capacidad para transmitirnos una inmensa cantidad de conocimientos que creía imposible llegar a adquirir de una forma tan rápida y clara, a la vez que rigurosa. Del mismo modo, quiero agradecer a todas y cada una de aquellas personas que me han ayudado de una forma u otra en la realización de este trabajo, muchas de las cuales no menciono en el texto, pero si que están prefectamente escritas en mi mente.

Esperanzado de que este trabajo sea del agrado de todos vosotros,

millones de gracias.

Índice Resumen/Abstract   12 1. Introducción   14 2. Estado de la cuestión   16 2.1. El Pleistoceno superior europeo   16 2.1.1. Breve marco paleoclimático y paleoecológico   16 2.1.2. Subsistencia y gestión de los recursos animales entre los neandertales   19 2.1.3. El registro faunístico ibérico durante el MIS 3   20 2.2. The Palimpsest Problem   22 3. Objetivos   24 4. Metodología   26 4.1. Cuestiones teóricas previas   26 4.1.1. Un poco de teoría y método científico   26 4.1.2. Metodo científico en Arqueología   27 4.2. Recogida de datos   27 4.2.1. Recuperación de material en campo   27 4.2.2. Limpieza y almacenaje   28 4.2.3. Registro en la base de datos   29 4.3.Metodología básica para el estudio arqueofaunístico   30 4.3.1. Identificación taxonómica y anatómica   30 4.3.2. Descripción y codificación   31 4.3.3. Restos identificados y no identificados   33 4.3.4. Fragmentación y fractura   35 4.3.5. Perfiles de edad y estacionalidad   41 4.3.6. Determinación sexual   44 4.3.7. Cuantificación del registro   44 4.4. Modificaciones biológicas y naturales   47 4.4.1. Modificaciones bioestratinómicas   48 4.4.2. Modificaciones fosildiagenéticas o postdeposicionales   63 5. El yacimiento de El Salt (Alcoy, Alicante)   66 5.1. Espacio y Tiempo   66 5.2. El registro arqueológico   68 5.3. La Unidad Estratigráfica X   71 5.4. Arqueoestratigrafía   74

6. Presentación de datos   78 6.1. Material estudiado   78 6.2. Representación esquelética y específica   78 6.2.1. Número de Restos (NR) y Número de Restos Identificados (NISP)   79 6.2.2. Número Mínimo de Elementos (NME)   80 6.2.3. Número Mínimo de Individuos (NMI)   85 6.2.4. Integridad de la muestra (ISu o NMEe)   88 6.3. La conservación diferencial (Densidad ósea por “r de Pearson” y MGUI)   91 6.4. Distribución espacial   93 6.5. Perfiles de edad   95 6.6. Fragmentación de la muestra   98 6.7. Procesos de fractura   101 6.8. Procesos de modificación de los restos   105 6.8.1. La acción antrópica   105 6.8.2. Otros agentes bioestratinómicos: carnívoros y aves rapaces   133 6.8.3. Agentes fosildiagenéticos   137 7. Discusión   144 7.1. Los agentes generadores del conjunto   145 7.2. Representación específica   146 7.3. La integridad de la muestra   147 7.4. La gestión de los recursos animales   149 7.5. Tipos de ocupación humana   156 8. Conclusiones y perspectivas de futuro   158 9. Bibliografía   160

Resumen

El Trabajo de Fin de Máster que a continuación presentamos se centra en el estudio zooarqueológico

y tafonómico de la Asociación de Facies Arqueosedimentarias número 5 (AFA 5), integrada en la Unidad Estratigráfica X del yacimiento del Paleolítico medio de El Salt (Alcoy, Alicante). Con su estudio se aportan nuevos datos sobre la gestión de los recursos faunísticos y los modos de subsistencia entre los grupos neandertales que ocuparon el sitio hace aproximadamente 52 ka BP.

El alto nivel de conservación permite identificar dos agentes generadores del conjunto óseo, los grupos

humanos y las aves rapaces. No obstante, más del 80% de la muestra tiene un claro origen antrópico, evidenciado por la presencia de marcas de corte, marcas de percusión, termoalteración y el tipo representación esquelética. Los principales taxones determinados son la cabra montés (Capra pyrenaica), ciervo (Cervus elaphus), caballo (Equus ferus) y conejo (Oryctolagus cuniculus), seguidos de una reducida presencia de uro (Bos primigenius), tortuga mediterránea (Testudo hermanni) y jabalí (Sus scrofa). Dicha diversidad taxonómica se pone en relación con el control y acceso a distintos tipos de biotopos cercanos al yacimiento: valles, montañas y bosques. A nivel de estrategias cinegéticas se identifica transporte diferencial, aunque las labores carniceras y de consumo no difieren en demasía según los taxones.

Por último, la perspectiva metodológica aplicada en el trabajo nos permite plantear que no todo el

conjunto arqueofaunístico fue generado en un mismo momento, encontrándonos en realidad ante un palimpsesto acumulativo, generado a partir de ocupaciones recurrentes por parte de los neandertales.

Abstract

The work that here present it’s focused in the zooarchaeological and taphonomical study of the

Archaeosedimentary Facies Asociation number 5 (AFA 5), from the Stratigraphical Unit X of the Middle Palaeolithic site of El Salt (Alcoy, Alicante). With this study we present new data about the faunistic management and subsistence modes amog Neanderthals that occupied this site around 52 ky BP.

The hight level of conservation allow us identifying two accumulative agents of bone assemblage: humans

and raptors. Nevertheless, more than 80% of the sample have an anthropogenic origin, evidenced by the presence of cut marks, percussion marks, termoalteration and skeletal representation. The main taxa identify are Spanish ibex (Capra pyrenaica), red deer (Cervus elaphus), horse (Equus ferus) and rabbit (Oryctolagus cuniculus), and a few presence of auroch (Bos primigenius), mediterranean tortoise (Testudo hermanni) and wild boar (Sus scrofa). This diversity of taxa is related with the control and access to different biotopes near to the archaeological site: valleys, mountains and forest. The cinegetics strategies are related with a differential transport of the preys to the site, although the butchering and consumption activities are similar to all of them.

To conclude, the methodological perspective applied in this work has permit to propose that no all of

archaeofaunistic assemblage was generated in the same moment. Really, we find an accumulative palimpsest created by several and recurrent Neanderthals occupations.

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1. Introducción Desde que en los años sesenta del siglo XX empezasen a ganar valor los estudios de conjuntos arqueofaunísticos, la producción científica a este respecto no ha parado de incrementarse (Butzer, 1982). A partir de entonces, el estudio y sistemática del material faunístico en contexto arqueológico se ha desarrollado en dos grandes campos de investigación, como son la Zooarqueología y la Tafonomía (Lyman, 1994; Fernández-Jalvo et al., 1996, 2000; Chaix y Méniel, 2005; Reitz y Wing, 2008), además de otros trabajos de carácter más paleontológico. Ambas disciplinas están íntimamente ligadas, siendo esencial su combinación si queremos conocer las relaciones que mantuvieron los grupos humanos del pasado con los animales de su entorno, así como las condiciones de conservación del registro analizable y su viabilidad de cara a generar explicaciones desde una perspectiva histórica (Klein y Cruz-Uribe, 1984; Davis, 1987; Russel, 2012). A este respecto, uno de los periodos más estudiados ha sido el Pleistoceno, con especial incidencia en el Pleistoceno medio y superior. Éstos son los primeros momentos donde se demuestra una intervención activa del hombre sobre los recursos animales, generalmente con un fin nutritivo o alimenticio, siendo a partir del Pleistoceno superior cuando también se empieza a identificar su explotación con una finalidad tecnológica. Si nos centramos en el Pleistoceno superior europeo (ca. 127 ka–11,7 ka BP), marco crono-espacial de este trabajo, la investigación sobre el registro faunístico ha ganado una posición relevante en la interpretación de los yacimientos arqueológicos, sobre todo ligada a la explotación de los recursos faunísticos (esencialmente herbívoros) por parte de los grupos de Neandertales y de Humanos Anatómicamente Modernos (HAM), así como la competencia por dichos recursos con los grandes carnívoros (VV.AA., 2008). Gran parte de estos trabajos discuten sobre las capacidades cognitivas y de subsistencia de los distintos grupos humanos, sin haber llegado a día a un común acuerdo sobre la diferencias o similitudes entre los mismos. No obstante, frente a las tradicionales visiones basadas en la íntima relación entre la diversificación en la explotación de los recursos faunísticos y la llegada de los HAM a Europa (Kuhn y Stiner, 2006), estudios recientes demuestran que los grupos neandertales ya habían desarrollado diversidad de estrategias para la captación de los recursos cárnicos (Blasco López, 2011) principalmente terrestres, así como también un uso permanente de los vegetales consumibles del entorno (Salazar et al., 2013; Henry et al., 2014; Sistiaga et al., 2014) al menos desde el Pleistoceno medio. En medio de este debate, durante los últimos años ha resurgido uno de los temas clásicos de la zooarqueología pleistocena, como es la adquisición de pequeñas presas por los grupos neandertales. Hace décadas este hecho se asociaba a su capacidad para apresar los animales más pequeños y carroñear los de mayor talla (Binford, 1981; Davidson 1989), mientras que recientemente la explotación de las pequeñas presas se ha reinterpretado como la evidencia de una mayor capacidad para aprovechar los recursos del entorno (Stiner, 1994, 2000; Villaverde et al, 1996; Pérez-Ripoll, 2001, 2002; Aura et al., 2002; Brugal y Desse, 2004; Cochard, 2004; Blasco López et al., 2008; Sanchis y Fernández Peris, 2008; Blasco y Fernández Peris, 2012; Sanchis, 2012), aunque no todos los autores lo comparten (Delpech y Grayson, 2007; Fa et al., 2013). 14

Nos encontramos por tanto ante un marco de intenso debate, donde la aportación de nuevos datos y la revisión de aquellos ya publicados complementan, corrigen y generan nuevas explicaciones históricas sobre el modo de vida entre los grupos del pasado. Así pues, este Trabajo de Fin de Máster tiene por finalidad la presentación del estudio zooarqueológico y tafonómico de una parte de la Unidad Estratigráfica X del yacimiento alicantino de El Salt, con el fin de aportar nuevos datos a dicha discusión.

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2. Estado de la cuestión 2.1. El Pleistoceno superior europeo La investigación de los yacimientos arqueológicos con cronologías del Pleistoceno superior es uno de los ámbitos donde actualmente se está generando mayor cantidad de trabajos y publicaciones. Gran parte de ellos se centran en el análisis de los conjuntos arqueofaunísticos con el fin de analizar, no solo la explotación de los recursos animales y modos de subsistencia de los grupos humanos prehistóricos, sino también cuestiones relativas al paleoambiente, paleoecología, así como la integridad del yacimiento y nuestra propia capacidad para interpretar el registro.

2.1.1. Breve marco paleoclimático y paleoecológico El Pleistoceno superior tiene su inicio hace ca. 127 ka y se alarga hasta los 11,7 Ka BP, momento en que da paso a la Serie holocénica. Se trata por tanto de un largo periodo de tiempo, donde se suceden cambios relevantes a nivel climático y ecológico que van desde la gran expansión de los bosques caducifolios en la Europa central y septentrional, así como de bosques esclerófilos en la Europa mediterránea durante el óptimo climático o Eemiense (MIS 5e), a la aparición de condiciones esteparias ligadas al inicio de la última gran glaciación, con fluctuaciones internas caracterizadas por eventos fríos (ciclos Heinrich) y templados (ciclos Dansgaard-Oeschger) (Fletcher et al., 2010; Carbonell, 2011). Durante el Último Glacial en las llanuras centrales europeas se extendió la pradera y la tundra arbustiva, en el Noroeste se implementó la tundra arbustiva/boscosa, en el Oeste y las regiones alpinas se desarrolló el bosque boreal, y en el sur europeo se produjo la aparición de bosques templados abiertos y discontinuos, siendo escasos los lugares con presencia de vegetación de clima temperado/ cálido (Finlayson y Carrión, 2007) (Fig. 1). La razón de esta distribución se ha explicado a partir de un desplazamiento hacia el Sur del límite del bosque templado durante las fases interestadiales, llegando a situarse en torno a los 45ºN (actualmente el límite está en los 60ºN). Aun así, para algunos autores las diferencias con el registro más oriental de Europa, donde el bosque templado se situaba en los 70ºN, lleva a plantearse si esta distribución es debida a los gradientes climáticos o a desequilibrios en el clima y la vegetación a causa de la altitud, variaciones estacionales, la influencia del régimen de vientos del Atlántico Norte, etc. (Fletcher et al., 2010). Cuanto introducimos los datos faunísticos este marco ecológico se complica aún más. A nivel paleontológico, la fauna europea se ha caracterizado por una amplia diversidad de animales (Tabla 1), cuya relación con los registros de vegetación no siempre ha resultado como se espera. Así pues, mientras en el norte y centro de Europa es posible constatar una alternancia de faunas frías y temperadas durante periodos glaciares e interglaciares, en la Europa más meridional los animales característicos de periodos 16

interglaciares están presentes durante todas las secuencias glaciares (Carbonell; 2011) De cualquier manera, aunque el espectro faunístico es relativamente extenso, en los yacimientos arqueológicos encontramos una predación centrada en un tipo determinado de individuos, principalmente los herbívoros de talla grande, media y pequeña (équidos, bovinos, cérvidos, caprinos). Así pues, aunque es cierto que en las planicies europeas dominaba la fauna adaptada al frío y las estepas, la riqueza del entorno y los continuos cambios climáticos provocaron cambios en la composición de su fauna. En el caso de las penínsulas meridionales el conjunto específico se mantuvo mucho más estable, siendo rara la presencia de faunas frías. Por otro lado, el gradiente N-S y W-E también condicionó su distribución, con claras diferencias entre las faunas recuperadas en los yacimientos del Atlántico (reno, mamut, rinoceronte, antílope) y las recuperadas en los del Mediterráneo (ciervo, cabra, gamo, caballo, asno, jabalí, y elan) (Demars, 2008).

Fig. 1. Distribución de las faunas frías (reno y mamut) y la vegetación en la zona paleoartica suroeste (Europa central y meridional) durante el Último Máximo Glacial, según Finlayson y Carrión (2007).

Dentro de este contexto altamente cambiante, es durante el MIS 3 (ca. 60-30 ka) donde debemos situar nuestro trabajo. Un periodo caracterizado por una rápida secuencia de eventos fríos y templados que provocan un continuo retraimiento y expansión de la vegetación termófila, al menos hasta los 45 ka BP, momento de inicio del Heinrich 4, tras el que se produce un marcado descenso de las temperaturas, con la consecuente reducción de los bosques europeos y expansión de la estepa herbácea, así como el inicio de una acusada aridificación en los entornos mediterráneos (Harrison y Sánchez Goñi y Harrison, 2010; Müller et al., 2011; Bocherens et al, 2014).

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Primates Macaca sylvanus Homo neanderthalensis Homo sapiens sapiens

Carnivora Ursus spelaeus Ursus arctos Ursus maritimus Ursus thibetanus Canis lupus Cuon alpinus Cuon priscus Vulpes vulpes Vulpes praeglacialis Alopex lagopus Gulo sp. Mustela sp.

Martes martes Meles meles Lutra lutra Cyrnaonyx antiqua Hyaena Crocuta crocuta Lynx lynx Lynx pardinus Felis silvestris Panthera leo Panthera pardus

Perissodactyla Equus ferus Equus hydruntinus Stephanorhinus hemitoechus Stephanorhinus kirchbergensis Coelodonta antiquitatis

Artiodactyla Capreolus priscus Capreolus capreolus Alces alces Rangifer tarandus Dama dama Dama mesopotamica Megaloceros giganteus Cervus elaphus Saiga tatarica Myotragus spp. Rupicapra rupicapra Capra ibex Capra pyrenaica

Ovibos suessenbornensis Ovibos moschatus Bubalus murrensis Bison schoetensacki ssp. Bison priscus Bison bonasus Bos primigenius Sus scrofa Hippopotamus tiberinus Hippopotamus pentlandi Hippopotamus melitensis Hippopotamus melitensis Hippopotamus minutus

Proboscidea Mammuthus primigenius Elephas antiquus

Lagomorpha Oryctolagus cuniculus Lepus sp.

Testudines Testudo hermanni Tabla 1. Principales especies animales presentes en Europa durante el Pleistoceno superior, determinadas a partir de yacimientos arqueológicos y paleontológicos (a través de Carbonell, 2011).

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2.1.2. Subsistencia y gestión de los recursos animales entre los neandertales Todos los datos anteriores nos sirven para comprender el paleoambiente europeo donde realizaron las labores de subsistencia los grupos humanos neandertales, así como los Hombres Anatómicamente Modernos a partir de 40-30 ka BP. En el caso de los primeros, objeto último de nuestro estudio, prácticamente todos los autores coinciden que su eficacia a la hora de explotar el entorno se deriva tanto de las innovaciones tecnológicas (nuevos modos técnicos y diversificación de herramientas, control del fuego) como de los cambios acontecidos en la forma de organización grupal y un mayor control sobre el medio. A nivel faunístico, hasta hace algunas décadas, la obtención de grandes mamíferos fue considerada por muchos un elemento clave en la evolución conductual de estos homínidos, interpretada en un primer momento como evidencia de su escasa capacidad de previsión y preferencia del carroñeo o la caza oportunista (Binford, 1981). Sin embargo, con posterioridad esos mismos datos se interpretan de forma totalmente contraria, fijándolos como signos de su capacidad para realizar de manera organizada y sistemática las labores cinegéticas (Chase, 1986, 1987, 1988, 1989). Actualmente, las nuevas técnicas y registros arqueológicos ponen de manifiesto que dicho proceso hacia la “conducta humana moderna” fue mucho más compleja a todos los niveles – subsistencial, tecnológico, social y simbólico – (McBrearty y Brooks, 2000; Mellars, 2005). Los datos más recientes derivados de los análisis zooarqueológicos, el estudio de marcadores bioquímicos y de los isótopos estables, demuestra la importancia que los recursos animales tuvieron en la dieta neandertal (Richards et al., 2000; Blasco López, 2011; Salazar et al., 2013), acompañados de un recurrente consumo de vegetales (Henry et al., 2014; Sistiaga et al., 2014). Hemos de tener en cuenta que los neandertales ocuparon gran parte del subcontinente europeo y se extendieron por el Este hasta las montañas del Altai, en Asia central, lo que supone una amplia diversidad de entornos, con recursos radicalmente distintos, tanto faunísticos como vegetales. Algunos autores como Sabine Gaudzinski y Lutz Kindler (2012) se aventuran a dar algunos rasgos generales sobre las formas de subsistencia de estos homininos en relación a los recursos faunísticos, a partir de estudios actuales de carácter regional. De esta forma, se plantea cómo todos los datos parecen indicar que los neandertales se trataron de grandes cazadores de macro y mesofauna, con una ausencia de evidencias de carroñeo activo, tal y como se proponía décadas atrás. Además, realizarían estrategias diversificadas de explotación del medio según el contexto ambiental, implicando una alta capacidad de adaptación y consecuentemente un amplio control del territorio por el que se movían. A nivel general, se plantea que las poblaciones de Europa central llevarían a cabo una actividad de caza monoespecífica, a través de ocupaciones cortas y estacionales. En el Norte de Europa en cambio las estrategias cinegéticas parecen depender de los periodos de migración de los ungulados y los megaherbívoros. Mientras, la Europa meridional muestra unas poblaciones más dinámicas, cuyas estrategias de subsistencia integran desde la predación de grandes y medianos herbívoros, a todo un conjunto de pequeñas presas (conejos, tortugas, aves, huevos y diversidad de recursos marinos) (Stiner, 2002; Blaco López et al., 2008; Sanchis y Fernández Peris, 2008; Blasco López y Fernández Peris, 2009; Blasco López et al., 2012; Sanchis, 2012). No obstante, hay que tener en cuenta que muchos de estos datos están en revisión, y son cada vez más las evidencias de explotación de pequeñas 19

presas en las regiones más septentrionales de Europa (Gaudzinski y Kindler, 2012). Aparte de la explotación y gestión del medio por parte de grupos neandertales con un fin subsistencial, cabe tener en consideración que los recursos animales no se reducen a un uso exclusivamente dietético durante el Pleistoceno superior, siendo varios los yacimientos donde también se ha constatado el empleo del material óseo como herramientas (Pickering y Egeland, 2006; Gaudzinski, 1999; Gaudzinski et al, 2005; Rosell et al., 2011), combustible (Costamagno et al, 1999, 2005, 2009, 2010; Théry-Parisot, 2001, 2002; Villa et al, 2002; Uzquiano et al., 2012; Yravedra et al, 2005, 2013) o como elementos decorativos (D’Errico et al., 1998; Zilhão et al., 2010; Peresani et al., 2011). En definitiva, nos encontramos ante unas poblaciones con una alta movilidad, posiblemente de carácter regional, quienes realizan cortas pero recurrentes ocupaciones a distintos puntos de un entorno frecuentado para cubrir sus necesidades subsistenciales. Todo ello a su vez bajo un astuto control del medio, así como una rápida adaptación a las variaciones climáticas y consecuentemente migratorias de los distintos animales. Aun así, no hay que infravalorar el registro vegetal, la mayoría de las veces difícil de conocer o con muy escasas evidencias, pero sin duda alguna esencial en la vida de cualquier grupo de cazadores-recolectores.

2.1.3. El registro faunístico ibérico durante el MIS 3 Tal y como adelantábamos al hablar sobre la gestión de los recursos animales en la Europa más meridional, en el caso de la Península Ibérica los estudios zooarqueológicos demuestran que los grupos neandertales realizaron una amplia y variada explotación faunística (Salazar et al., 2013), relacionada posiblemente con las diferentes condiciones paleoecológicas a lo largo del territorio (Aguirre, 2007). Así pues, los registros del sur-suroeste peninsular reflejan una adquisición de animales de talla media-grande, con un bajo consumo de pequeñas presas. En el caso del área mediterránea central, aunque el patrón se asemeja también se da una mayor atención a las pequeñas presas (conejos y tortugas principalmente) y evidencias aisladas de la caza esporádica de carnívoros (Cova Bolomor y Cova Negra). En las regiones costeras de Andalucía, Murcia y Gibraltar se constata además la explotación de los entornos marinos, desde la adquisición de moluscos, peces e incluso mamíferos marinos como son las focas y delfines (Stringer et al., 2008). En el caso concreto de la zona mediterránea de la Península Ibérica, espacio en el que se enmarca el yacimiento de El Salt, recientes trabajos de recopilación de datos zooarqueológicos apuntan que a partir del MIS 3 se produce una gestión faunística distinta a la realizada durante los periodos precedentes (Salazar-García et al, 2013). Estos datos se basan principalmente en el registro zooarqueológico de los yacimientos de Cueva Antón, Cueva de las Aviones, Sima de las Palomas del Cabezo Gordo y Cueva de las Perneras (Murcia), Cova Beneito (Alicante), el Abrigo de la Quebrada (Valencia), y Abric Romaní (Cataluña) (Fig. 2). Junto a ellos, hasta no hace mucho también el registro faunístico de Cova Negra se tenía en cuenta en los estudios zooarqueológicos del MIS 3, no obstante las nuevas dataciones y datos 20

microfaunísticos en proceso de publicación, retrasan su cronología a momentos anterior, razón por la que no entraremos a comentar su conjutno arqueofaunístico en este apartado (Comunicación personal de Valentín Villaverde).



Fig. 2. Principales yacimientos arqueológicos del Pleistoceno medio y superior en la zona mediterránea de la Península Ibérica. Datos obtenidos y modificados a partir de Salazar et al., 2013.

En el caso del conjunto arqueofaunístico de Cova Beneito y el Abric de la Quebrada, los cérvidos y los équidos son menos recurrentes respecto a fases anteriores (MIS 9 a 4), dándose por el contrario un incremento de los restos asociados a caprinos (Capra pyrenaica en Cova Beneito, Capra sp. en Quebrada). Este conjunto arqueofaunístico se ve completado con presencia de individuos de talla media/ pequeña como el rebeco (Rupicrapa rupicapra) y el jabalí (Sus scrofa), de talla grande como el rinoceronte (Stephanorhinus hemitoechus) y el uro (Bos primigenius), y de talla muy pequeña como son las tortugas (Testudo hermanni) y los lepóridos (Oryctolagus cuniculus y Lepus sp.). Hay que comentar que éstos últimos son especialmente consumidos por aves rapaces, aunque también se ha constatado la evidencia de consumo antrópico (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 2012; Sanchis et al., 2013). En cualquier caso, todos estos restos muestran claros signos de manipulación antrópica, con presencia de marcas de corte, percusión, fracturas y termoalteración. Por el contrario, la presencia de carnívoros en estos yacimientos es relativamente escasa, actuando en cualquier caso como agente acumulador y nunca como presa de los humanos. Mientras que en el Abrigo de la Quebrada el papel de los carnívoros en el Nivel IV es 21

prácticamente nulo, en el caso de Cova Beneito hay un aporte de cabra (Capra pyrenaica) por parte de los carnívoros en los niveles XI y X, y de ciervo (Cervus elaphus) en el nivel XII, donde se combina el aporte antrópico y de los carnívoros. Algo más al sur, los yacimientos murcianos se caracterizan por una abundante presencia de ciervo (Cervus elaphus), cabra (Capra pyrenaica), caballo (Equus ferus) y conejo (Oryctolagus cuniculus), así como restos de tortuga (Testudo hermanni) y hiena (Crocuta crocuta) (Montes Bernárdez, 1992; Sanchis, 2012). No obstante, en algunos enclaves también se constata la explotación de recursos marinos tales como moluscos (Monodonta turbinata, Patella ferruginosa, Mytilus edulis, Pectes maximus y Cerastoderma edule) en el caso de la Cueva de las Aviones y la Sima de las Palomas del Cabezo Gordo (Montes Bernárdez, 1992; Zilhão et al., 2010). Sin embargo, en este último yacimiento a pesar de su cercanía al mar predominan los restos de herbívoros de talla muy grande, grande, media y pequeña (hipopótamo, rinoceronte, équidos, jabalí, uro, ciervo, gamo, conejo, etc.), así como diversos carnívoros (leopardo, hiena, lince, gato montés, lobo, zorro, etc.), algunos de ellos con signos de termoalteración (Walker et al., 2012). Respecto a la zona norte del área mediterránea de la Península Ibérica, la fauna recuperada en el nivel J del el yacimiento de Abric Romaní muestra unas prácticas cinegéticas centradas en la captura del ciervo (Cervus elaphus) y el caballo (Equus ferus), junto con la presencia de otros ungulados como son el uro, el rinoceronte y el rebeco, aunque en cantidades mucho menores. En su mayoría se tratan de individuos adultos, predados en distintas estaciones del año (primavera-verano para el caballo y uro, otoño para el ciervo), con evidencias claras de procesado antrópico (marcas de corte, percusión, fracturas y termoalteración). La presencia de carnívoros por otro lado es escasa, identificada principalmente a partir de marcas de mordedura de grandes carnívoros, tipo hiena (Rosell et al., 2012b). En definitiva, lo que se evidencia en los yacimientos de la zona mediterránea peninsular es el comportamiento generalista que tenían los grupos neandertales, quienes explotaban una amplia diversidad de recursos faunísticos, derivado tanto de sus estrategias cinegéticas como de las condiciones ambientales del entorno que frecuentaban. No obstante, es cierto que en todos los enclaves hay un claro predominio de los herbívoros de talla media-grande, recurso al cual parecen enfocar la mayor parte de sus actividades de subsistencia derivadas de la caza.

2.2. The Palimpsest Problem y la búsqueda de nuevas unidades de análisis histórico en Arqueología pleistocena En cualquier estudio histórico que trate de interpretar el registro arqueológico, la primera pregunta que hay que hacerse es a qué nivel de resolución temporal nos encontramos, pues de ello dependerá la mayor certeza o especulación de nuestras investigación. Desde esta perspectiva, en un estudio tradicional de arqueología pleistocena la unidad mínima de análisis para la interpretación histórica ha sido la Unidad Estratigráfica (UE), definida a partir de criterios geológicos/sedimentológicos. Sin embargo, actualmente 22

este método de trabajo resulta inoperativo si tenemos en cuenta que dentro de una UE existen distintos momentos de ocupación de humanos y animales imperceptibles de ver a primera vista, a su vez intercaladas con periodos de estasis y diversos procesos geogénicos de formación y desmantelamiento del depósito. Esto es lo que sucede en gran parte de los yacimientos pleistocenos conformados como palimpsestos, es decir, una sucesión continua de procesos de aportación y desmantelamiento de material sedimentario y arqueológico que comparten un mismo espacio (Galanidou, 2000; Bailey, 2007; Henry, 2012). Es esta preocupación por la temporalidad del registro ha llevado a que cada vez sean más los autores preocupados por buscar nuevas unidades mínimas de análisis, metodologías e indicadores arqueológicos que nos permitan interpretar de una forma más concreta y certera las conductas de los grupos humanos prehistóricos, cuyo reflejo no se puede hallar a otro nivel de resolución que no sea el episodio de ocupación individual (Stapert y Street, 1997; Vaquero, 2001, 2008; Sañudo y Fernández Peris, 2008; Bailey y Galanidou, 2009; Machado et al., 2011; Rosell et al., 2012c; Mallol et al., 2013a, Eixea et al., 2014).

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3. Objetivos En el caso de la fachada mediterránea de la Península Ibérica, la producción científica ligada a la explicación de los conjuntos arqueofaunísticos está sufriendo un crecimiento exponencial en las últimas décadas. Por esta razón, con el objetivo de ampliar la información disponible al respecto, la finalidad de este Trabajo de Fin de Máster es centrar nuestra investigación en esta zona mediterránea de la Península Ibérica a partir del estudio del material arqueofaunístico del yacimiento del Paleolítico medio de El Salt (Alcoi, Alicante). Éste es uno de los pocos enclaves arqueológicos que alberga una secuencia completa sobre los momentos finales de la existencia de los grupos neandertales en la Península Ibérica (Galván et al., 2014). Con su estudio se completaría por tanto los datos zooarqueológicos recopilados en otros yacimientos de esta región, como son Cueva Antón (Murcia), Cova Beneito (Alicante), la Cova del Bolomor, Cova Negra y el Abrigo de la Quebrada (Valencia), y Abric Romaní (Cataluña), entre otros (Pérez Ripoll, 1977; Iturbe et al, 1993; Aura et al., 2002; Villaverde et al., 2009; Fernández Laso, 2010; Blasco López, 2011; Rosell et al., 2012a,b,c; Sanchis, 2012; Sanchis et al., 2013; Salazar et al, 2013). Del mismo modo, en relación con la línea de trabajo e hipótesis que se manejan dentro de nuestro equipo de investigación, otro de los principales objetivos de este texto es profundizar en la formulación de nuevas analíticas dirigidas a la disección de palimpsestos arqueológicos, con la finalidad de dar una explicación histórica del registro más cercana a la realidad de la que proporciona el nivel arqueológico o unidad estratigráfica. En nuestro caso, ello irá ligado a la diferenciación del material contenido en las distintas áreas que componen las estructuras de combustión y la identificación de los distintos agentes acumuladores del conjunto óseo. Para lograr todo lo anterior, centraremos nuestro estudio en la asociación de facies arqueosedimentarias número 5 (AFA 5), integrada en la Unidad Estratigráfica X del yacimiento de El Salt (ca. 52.3 ± 4.6Ka) (Galván et al., 2014), con el fin de: 1. Identificar patrones conductuales y subsistenciales de los grupos neandertales en relación a la explotación de grandes, medianas y pequeñas presas en los Valles de Alcoy. 2. Comprobar la integridad del registro faunístico recuperado, así como su grado de alteración/ destrucción por parte de los grupos humanos u otros predadores, así como por los naturales.

Con todo ello pretendemos aportar nuevos datos a la discusión sobre el modo de vida de los últimos grupos neandertales que habitaron los Valles de Alcoy, y por extensión al resto de la Península Ibérica. Especialmente, en un entorno donde los últimos datos indican la disminución y posterior desaparición de los grupos neandertales hace aproximadamente 40 ka BP, (Mallol et al., 2012; Kehl et al., 2013, 2014; Wood et al., 2013a,b; Higham et al., 2014; Galván et al., In press), aunque no todos los autores apoyen dicha postura (Zilhão, 2006; Finlayson et al., 2008; Jennings et al., 2011; Baena et al., 2012). 24

Tabla 2. Esquema básico sobre el marco teórico y metodología a aplicar en el estudio de los patrones de subsistencia entre los grupos neandertales. En este caso nos centramos en la zona mediterránea de la Península Ibérica por ser el contexto de este Trabajo de Fin de Máster. Sin embargo, no ha sido posible realizar todos los apartados especificados debido a la falta de medios y tiempo, trabajo que quedará para futuras investigaciones.

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4. Metodología 4.1. Cuestiones teóricas previas 4.1.1. Un poco de teoría y método científico La Ciencia se define como el “Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales” (RAE). Esta definición básica sobre qué es la Ciencia resulta incompleta si tenemos en cuenta que su característica principal respecto a otros ámbitos de estudio, es que se trata de una actividad social derivada de un método analítico que le permite formular enunciados lo más certeros posibles para explicar la realidad. De esta manera, el método científico se define como la expresión de la relación sujeto-objeto en cada disciplina académica, es decir, cómo el investigador se acerca a su objeto de estudio, lo observa e intenta explicar racionalmente. A partir de un conjunto de reglas básicas, el método científico permite que nos hagamos las preguntas correctas, evitar las preguntas inconsistentes y nos orienta en cómo hallar las respuestas. Del mismo modo, el método científico constituye el basamento sobre el que la comunidad científica valida o refuta las hipótesis expuestas ante cualquier problema, por lo que la falta de un corpus metodológico correctamente empleado y justificado supone la inoperatividad de cualquier investigación (Chalmers, 1982). No obstante, aunque hablamos del concepto de método científico, en realidad lo que existen son métodos científicos que comparten características comunes, véase: • La creación de explicaciones de un fenómeno, más allá de su mera descripción. • La fijación de reglas que organizan la información y la hacen analizable. • La lógica operacional o principio acumulativo, el cual permite avanzar en el conocimiento de un fenómeno y contribuir a la creación de nuevos conocimientos, no perceptibles por el sentido común. • La restricción de la cantidad de problemas y fenómenos analizables, llevando a la diversificación de especialidades en la Ciencia Moderna.

A parte de ello, todo esquema metodológico tiene unas fases operativas que van desde la elaboración de una hipótesis previa, los procedimientos de observación y descripción sistemática, los procedimientos de validación y contrastación, y la elaboración final de explicaciones científicas.

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4.1.2. Metodo científico en Arqueología En el caso de la Arqueología, ese corpus metodológico es bastante amplio, con diferentes técnicas de análisis según hablemos de estudios de tecnología lítica, arqueología espacial, arqueología funeraria, etc. No obstante, el hecho de que se recurra a métodos empleados en otras disciplinas científicas provoca que algunos autores crean en lo poco restrictivo que es su método, considerando la Arqueología como una disciplina en donde en realidad no se realiza ciencia, sino un razonamiento común. En nuestro caso, el estudio de los conjuntos arqueofaunísticos se realiza igualmente a través de metodologías empleadas en otras áreas de conocimiento, caso de la Geología, la Paleontología, Zoología, Tafonomía, Estadística, Etnoarqueología, Paleoecología, etc. (Davis, 1989; Chaix y Méniel, 2001). No obstante, dada la naturaleza fragmentaria de nuestro registro, la falta de observación directa de cómo éste fue generado, y en definitiva todos los aspectos que lleva implícito la investigación en Arqueología, hemos de ser cautos a la hora de emplear cada método y siempre justificar correctamente el por qué de su uso y las limitaciones que presenta.

Por ello, nuestro apartado metodológico se ha estructurado en tres grandes bloques temáticos: 1. Recogida de datos: exposición de toda la información relativa a la recogida del material en campo, su limpieza y almacenaje, así como su inclusión en la base de datos, en tanto conforma la base empírica que sustenta todo el proceso de investigación arqueofaunístico. 2. Metodología básica para el estudio arqueofaunístico: presentación de las técnicas y procedimientos de base aplicados sobre el conjunto óseo para el estudio de la taxonomía, patrones de estacionalidad y sexualidad, fragmentación y fractura, así como la exposición de los sistemas de análisis estadísticos, tanto cuantitativos como cualitativos, empleados para el estudio de la información previamente obtenida. 3. Metodología básica para el estudio de las modificaciones biológicas y naturales: exposición de las principales evidencias y definiciones sobre las distintas alteraciones que puede sufrir un conjunto óseo durante la tafocenosis.

4.2. Recogida de datos 4.2.1. Recuperación de material en campo La recuperación del material arqueológico en campo se lleva a cabo a partir de dos técnicas, el coordenado y el cribado. Por lo que respecta a la primera, el registro óseo mayor de 2 cm es recuperado de manera tridimensional a través del uso de la estación total, permitiendo conservar la posición exacta de la pieza en coordenadas UTM y otros atributos como son su naturaleza, la cuadrícula a la que 27

pertenecen o relación con el resto de material arqueológico con tan solo tomar un punto. Excepcionalmente, aquellos materiales menores de 2 cm pero con información de interés (huesos termoalterados en contexto de hogares, huesos con marcas) son también recogidos bajo estos criterios. Todos los datos tomados son posteriormente exportados en formato .txt y .dxf, facilitando su posterior inclusión en bases de datos tipo Excel y Filemaker, así como su uso en programas de dibujo vectorial y tratamiento espacial de datos como son el Adobe Photoshop©, ArcGis©, Surfer© y GvSig©. En cuanto al material de criba, todo el sedimento recuperado durante las labores de excavación es tamizado en agua con una luz de malla de 5, 2 y 1 mm. Tras el secado del material resultante, se acomete su separación por naturaleza (lítica, fauna, carbón, semillas) y tamaño del tamiz utilizado, empleando en nuestro caso todo aquel material recogido con una luz de malla de 5 mm, y excepcionalmente de 2 mm en caso de relativo interés. Los restos recuperados en tamices de 1 mm e inferiores se reservan para los estudios de microfauna.

4.2.2. Limpieza y almacenaje Tras la recuperación del material en campo y el almacenaje preventivo para su traslado, se realizan las labores de limpieza y almacenamiento final. Actualmente, todo el material integrante de este Trabajo de Fin de Máster se encuentra depositado en el Gabinete de Fauna Cuaternaria del Museu de Prehistòria de València (MPV), cedido temporalmente por del Museu Arqueològic d’Alcoi para la realización de los estudios zooarqueológicos pertinentes. El material coordenado, tras llegar al laboratorio, es sometido a una limpieza con agua y herramientas mecánicas suaves, salvo determinadas piezas cuyo nivel de concreción implica el uso de medios más potentes (Fig. 3). Por norma general, gran parte de los restos óseos recuperados se encuentran en perfecto estado de conservación, por lo que no es necesario el uso de consolidantes ni adhesivos. No obstante, aquellas piezas que llegan con fracturas derivadas del trabajo en campo son reconstruidas usando adhesivos a base de nitrato de celulosa. Una vez seco este material, es de nuevo almacenado en bolsas herméticas con una nueva etiqueta que copia los datos que vienen en la anterior etiqueta realizada en campo. El material finalmente se organiza y almacena de manera jerárquica por unidades estratigráficas, asociación de facies arqueosedimentarias, bandas y cuadros. Fig. 3. Molar de caballo (Equus ferus) concrecionado recuperado en AFA 5.

Por lo que respecta al material de criba, debido a que llega limpio de campo, se acomete solo su ordenación y almacenaje 28

siguiendo los mismos criterios utilizados para el material coordenado, es decir, de forma jerarquizada según las unidades estratigráficas, asociación de facies arqueosedimentarias, bandas y cuadros.

4.2.3. Registro en la base de datos El análisis y registro del material arqueofaunístico empleado para la realización de este trabajo se ha llevado a cabo principalmente en el Gabinete de Fauna Cuaternaria del Museu de Prehistòria de València (MPV) y el Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES, Tarragona), además de algunas analíticas realizadas en el propio yacimiento de El Salt y el Laboratorio de Prehistoria del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna. La recogida de datos del material coordenado difiere de la establecida sobre el material de criba. Así pues, en el primer caso, para su registro se ha empleado una base de datos realizada con el software FileMaker© y creada especialmente para el almacenamiento de datos zooarqueológicos y tafonómicos por parte de los doctorandos de la Universitat de València Cristina Real Margalef y Juan Vicente Morales Pérez y el Doctor Alfred Sanchis Serra (Fig. 4). Su ventaja frente a las tradicionales hojas Excel, es que permite recoger de forma rápida, dinámica y útil datos sobre el registro básico de la pieza, taxonomía, anatomía, sexo y edad, medidas, fracturas, termoalteración, modificaciones bioestratinómicas y fosildiagenéticas, así como aportar material gráfico y otros datos de interés.

Fig. 4. Base de datos empleada para el registro zooarqueológico y tafonómico.

En cambio, el material arqueofaunístico recuperado en criba se ha procesado a partir de un archivo Excel. En esta hoja de datos se hace una diferenciación inicial entre el material termoalterado y no termoalterado, anotándose en la primera columna de cada una de las hojas el registro básico (campaña, 29

cuadrícula, subcuadrícula, nivel, levantamiento, facies y AFA), para luego cuantificar las cantidades presentes de elementos dentarios, diafisarios, epifisarios e indeterminados en cada una de las cuadrículas, dentro de un rango de medidas estipulado (1-2 cm, 2-3 cm, 4-5 cm). Además, en el caso de los restos termoalterados se incluye otra variable, dado que el conteo se hace teniendo en cuenta en qué nivel de cremación se halla el resto, siguiendo los criterios establecidos por Stiner et al. (1995), pero adaptándolos a las condiciones del material recuperado en el yacimiento de El Salt. Para el estudio de todo el material coordenado y de criba se han seguido dos tipos de observaciones: macroscópico y microscópico. Por lo que respecta al primero, se parte de una identificación de los rasgos anatómicos y modificaciones presentes en los huesos a simple vista (fracturas, percusiones, marcas de corte, cremación, modificaciones fosildiagenéticas). Todas las piezas han sido sometidas a estudio a partir de este método, dado el alto grado de conservación y estabilidad que presenta el material de El Salt. No obstante, aquellos restos con modificaciones o marcas más difusas han sido observados microscópicamente, utilizándose dos herramientas básicas, la lupa de mano y la lupa binocular. En el primero de los casos se ha empleado una lupa portátil de 20x con led incluido (Leuchtturm, Ref. LU 30 Led), con la cual se ha observado la superficie de todos los restos y ha permitido la identificación de alteraciones y marcas no observables a simple vista. Tras este primer análisis, aquellos restos con marcas de interés se han sometido una mayor observación bajo lupa binocular (Olympus SZ11) de hasta 110 aumentos.

4.3. Metodología básica para el estudio arqueofaunístico 4.3.1. Identificación taxonómica y anatómica Tras la recuperación y almacenaje del material faunístico, cualquier estudio zooarqueológico comienza por la identificación anatómica y taxonómica (Fig. 5). De su correcta aplicación se derivará toda una serie de métodos que posteriormente trataremos. En nuestro caso, dicha identificación se ha realizado a partir de la colección osteológica de referencia del Gabinete de Fauna Cuaternaria del Museu de Prehistòria de València, y parte de la colección esquelética del Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social (IPHES). En el caso del MPV se ha consultado casi en exclusividad la colección de animales silvestres actuales y la colección zooarqueológica, cuya mayoría de restos pertenecen a espacios arqueológicos del Pleistoceno superior del Mediterráneo ibérico. En el caso del IPHES se ha utilizado la colección de animales silvestres actuales, la tafoteca y parte del material de referencia recuperado en campañas antiguas del Abric Romaní. De manera complementaria se han empleado diversos atlas de anatomía comparada (Barone, 1972; France, 2009; Hillson, 1992, 2005; Pales y Lamber, 1971; Schmid, 1972; Valera y Rodríguez, 2004), así como toda una serie de monografías y trabajos especializados para ciertos taxones: caballos (Castaños, 1985/86; Eisenmann et al.., 1988), suidos (Bull y Payne, 1982), lagomorfos (Sanchis, 2012), quelonios (Hervet, 2000).

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Fig. 5. Esquema básico de huesos y partes esqueléticas de un animal (imagen superior) y de los grupos anatómicos y tipos de huesos (Imagen tomada y modificada a partir de Schmid, 1972).

Todos estos datos han sido utilizados con precaución, debido a que gran parte del material consultado parte de estudios sobre fauna contemporánea, la que no siempre se corresponde en todos sus rasgos anatómicos, ecológicos y etológicos con la fauna que recuperamos en los conjuntos arqueológicos. En general la fauna pleistocena era de una talla superior a la actual (Davis, 1987; O’Connor, 2000), suponiendo ello problemas a la hora de la identificación sexual de determinados restos o el porte de los individuos con respecto a sus homónimos actuales.

4.3.2. Descripción y codificación Con la finalidad de facilitar la descripción del material faunístico y seguir unos patrones comunes en su estudio por parte del grupo de zooarqueólogos del yacimiento de El Salt, una de las bases metodológicas de fondo de este trabajo de fin de máster es la utilización de una serie de códigos numéricos 31

y alfabéticos que describen la naturaleza del registro óseo estudiado. Éstos han sido desarrollados por el equipo de trabajo que conforman C. Real Margalef y J.V. Morales Pérez de la Universitat de València (UV), y A. Sanchis Serra del Museu de Prehistòria de València (MPV). El objetivo es simplificar las descripciones del registro faunístico, estableciendo caracteres genéricos y aplicables a todos los huesos (Real, 2012): • Fragmento óseo: se especifica qué parte anatómica del resto se ha conservado (epífisis proximal, diáfisis, epífisis distal) y si está completa o fragmentada, a partir de una combinación de tres dígitos: el primero hace referencia a la parte proximal, el segundo a la diáfisis, y el tercero a la parte distal. Cada uno de estos tres dígitos pueden ser tres números diferentes según la cantidad que se haya conservado, siendo “1” cuando está completo, “5” cuando está fragmentado y “0” cuando no está presente (Fig. 6).

Fig. 6. Codificación empleada para la descripción de los fragmentos óseos en este trabajo. Imagen cedida por J.V. Morales Pérez.

• Circunferencia de hueso: determina el porcentaje de la circunferencia de la diáfisis que se conserva, distinguiéndose entre 4 posibilidades: 1 (hasta 25%), 2 (entre 25-50%), 3 (entre 50-75%), 4 (entre 75100%). • Posición proximal-distal: se especifica la posición de un resto respecto a su cercanía a la zona proximal (P) o distal (D) del hueso. • Cara: se especifica la pertenencia de los fragmentos de cada una de las partes del hueso a su cara dorsal (d), palmar (p), lateral (l), o medial (m) (Fig. 7). • Lateralidad: se especifica la posición de un resto en el cuerpo del animal respecto al lado izquierdo (I) o derecho (D) en un hueso orientado. 32

• Lateralidad AB: se determina la lateralidad izquierda o derecha de un hueso o fragmento en aquellos casos que el elemento anatómico se repita por cada extremidad (falanges de artiodáctilos).

Fig. 7. Esquema básico de las partes anatómicas y caras. Fémur de cabra montés (modificado a partir de Pales y Lambert, 1971).

4.3.3. Restos identificados y no identificados Relacionados con las distintas actividades humanas en el procesado de los recursos faunísticos (desmembramiento y evisceración del animal, consumo de carne, extracción de la médula, desecho), así como las modificaciones producidas por otros agentes biológicos y naturales, en los yacimientos arqueológicos recuperamos dos grandes grupos de restos óseos: identificados/determinados y no identificados/indeterminados. Ello está relacionado con su determinación anatómica y taxonómica, que depende tanto del grado de conservación como de la experiencia del investigador. Mientras hablamos de restos identificados para aquellos en los que es posible conocer el elemento anatómico y taxón al que pertenecen, por restos no identificados entendemos a un conjunto de elementos cuyas características morfológicas no han permitido atribuirlos a ninguna categoría anatómica y/o taxonómica. Dentro de los restos indeterminables podemos reconocer restos no identificables a nivel anatómico y taxonómico (fragmentos de huesos largos, huesos planos, huesos esponjosos, e indeterminados) y restos identificables solo a nivel anatómico. En este último caso es posible asociar en muchas ocasiones los restos a una talla esquelética o peso corporal estimado, hablándose principalmente de individuos de talla 33

muy grande (> 1500 kg), talla grande (300-1500 kg), talla media (100-300 kg), talla pequeña (20-100 kg) y talla muy pequeña (< 20 kg) (Uerprman, 1973; Sisson y Grossman, 1974; Caste Jon et al., 1979; Boitani y Bartola, 1984; Sahnouni et al., 2013). No obstante, dadas las características del registro recuperado en el yacimiento de El Salt, preferimos establecer un nuevo grupo de tallas, con el fin de simplificar su interpretación, diferenciando tan solo entre tallas grandes, medias, pequeñas y muy pequeñas (Tabla 3). Esta clasificación sigue en parte las medidas establecidas por Uerpmann (1973), pero considerando a su vez el peso estimado de los representantes adultos actuales de las especies que hemos recuperado en el yacimiento (Álvarez-Romero y Medellín, 2005; Palomo et al., 2007).

Talla grande

Talla media

Kilogramos

Taxón

> 300 kg

Equus ferus Bos primigenius

Bos primigenius joven y adulto Equus ferus adulto

Cervus elaphus

Bos primigenius infantil y joven Cervus elaphus joven y adulto Equus ferus infantil y joven Equus hydruntinus joven y adulto Bos primigenius neonato e infantil Equus ferus neonato e infantil Equus hydruntinus neonato e infantil Capra pyrenaica neonato, infantil, joven y adulto Cervus elaphus neonato, infantil, jóven y adulto

100-300 kg

Talla pequeña

5-100 kg

Capra pyrenaica

Talla muy pequeña

< 5 kg

Oryctolagus cuniculus Testudo hermanni

Grado de madurez

Oryctolagus cuniculus neonato, infantil, joven y adulto Testudo hermanni neonato, infantil, joven y adulto

Tabla 3. Grupos de tallas establecidos para el análisis del conjunto arqueofaunístico de AFA 5. Se especifica los rangos de peso que incluyen cada talla, el taxón adulto principal, y los posibles grados de madurez.

Sin embargo, como ya hemos mencionado, estos datos hay que utilizarlos con precaución, dado que nuevamente se basan en conjuntos faunísticos actuales, cuya talla de peso puede ser distinta a la de sus homólogos pleistocenos, dependiendo tanto de las zonas geográficas como de las fases climáticas. Además, es importante tener en consideración que la talla no sólo se asocia a una categoría taxonómica, sino también con desarrollo ontogénico y edad del animal (Yravedra, 2006: 305). La importancia de los restos indeterminados en los conjuntos del Pleistoceno superior tiene una relación directa con sus porcentajes, representando en la mayoría de los casos entre el 70-95% de la muestra (Daujeard, 2004). Por ello, su estudio no sólo implica la ampliación de los datos tafonómicos de una muestra, sino también una aproximación más certera al conjunto, al tratar de completar y corregir los datos obtenidos de los restos determinados (Morales Pérez et al., 2008). Por esta razón, con el fin de obtener mayor información de los restos indeterminados, hemos registrado en cada una de las piezas el tipo de hueso al que se asocia (largo, plano, esponjoso, indeterminado) y talla de peso estimada del taxón (media, grande, pequeña, indeterminada).

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4.3.4. Fragmentación y fractura Las marcas relacionadas con la fractura de los elementos anatómicos se relacionan principalmente con el intento por parte de los homínidos de acceder a la cavidad medular para la extracción de la grasa o médula con una finalidad nutritiva. No obstante, no todos los fragmentos de hueso que recuperamos en los yacimientos se deben a la acción de los humanos, sino que también otros agentes biológicos y naturales participan en el fenómeno. A nivel metodológico hemos de diferenciar entre huesos fragmentados y huesos fracturados, refiriéndose los primeros a aquellos huesos que han sufrido un proceso de reducción no intencional, en el momento previo, sincrónico o posterior a su depósito. Por el contrario, los huesos fracturados son aquellos derivados de una acción intencional por distintos agentes biológicos en los momentos previos o sincrónicos a su depósito, ya sea para un fin nutritivo o tecnológico (Morales Pérez et al., 2008).

Hay que tener en cuenta que la fragmentación o fractura de los huesos es totalmente diferente

si los distintos agentes actúan sobre material fresco o seco. En el primero de los casos el hueso conserva sus propiedades elásticas, y la fuerza del impacto es absorbida por la parte orgánica (colágeno) y mineral (hidroxipatita), tan solo llegando a fracturarse ante unas situaciones de estrés concretas donde se supera su límite de resistencia a la fracturación. La ruptura sigue entonces las líneas de debilidad de los huesos u osteones. En cambio, los huesos secos se caracterizan por haber perdido sus propiedades elásticas, debido a la desaparición de su contenido orgánico, por lo que se trata de materiales mucho más rígidos y con una mayor propensión a la fractura (Lyman, 1994). La ruptura en este caso se produce siguiendo la microestructura mineral del hueso (Blasco Sancho, 1992; Lyman, 1994). Son varios los trabajos dedicados a diferenciar las fracturas generadas entre ambos tipos de huesos (Hill, 1976; Bunn 1983; Morales, 1988; Blumenschine y Selvaggio, 1988, 1991; Anconetani, 1996), aunque en nuestro caso hemos partido de los criterios definidos por Villa y Mahieu (1991). Así pues, según los autores son seis los criterios básicos que se pueden seguir para diferenciar roturas en fresco o seco (ángulo de fractura, línea de fractura, borde de fractura, circunferencia conservada, longitud conservada y anchura/longitud de fractura). No obstante, para nuestro estudio solo hemos tenido en cuenta los siguientes parámetros: • Ángulo de fractura: es el ángulo formado entre el plano de fractura y la superficie cortical, siendo oblicuo (obtuso o agudo) en los huesos frescos, y recto en los huesos secos. También pueden presentarse de forma mixta (Fig. 8). • Línea de fractura: se refieren a las fracturas producidas en el eje longitudinal del hueso, pudiendo ser curvadas o en espiral en los huesos frescos, (combinadas con forma en V o apuntadas), transversales en los huesos secos; e intermedias (fracturas de morfología recta pero en la diagonal) (Fig. 8). • Borde de fractura: atiende a la textura o aspecto de la fractura, siendo suave en los huesos frescos, e irregular en los huesos secos (Fig. 8). 35

• Circunferencia conservada: se refiere al porcentaje de circunferencia conservada en los huesos largos. La preservación de < 50% es más propia de la actividad humana, mientras la preservación de entre 50-100% de la circunferencia se relaciona más con la actividad de otros agentes biológicos (principalmente carnívoros) y naturales (trampling, weathering).

Fig. 8. Tipos de fragmentación/fractura en los huesos largos (a partir de Villa y Mahieu, 1991).

Para el registro de las evidencias de fragmentación y fractura, se han empleado toda una serie de códigos numéricos asociados a distintas tablas de morfotipos. Éstas han sido creadas específicamente para determinadas partes y elementos anatómicos a partir de la integración de propuestas metodológicas tradicionales (Desse et al., 1986), publicaciones recientes y diversos estudios experimentales (Real, 2012; Sanchis et al., 2013). Siguiendo a Real (2012) “Cada uno de los códigos está compuesto generalmente por dos conjuntos de dígitos: El primero hace referencia al origen de la fractura y se identifica con números romanos: seca (I), fresca (II), mixta (III). El segundo es el caso concreto de fractura según su morfología. Este apartado se identifica con números latinos entre el 1 y el 6, y hasta tres dígitos dependiendo de los subgrupos. Estos números hacen referencia a características concretas elegidas para cada hueso”. Veamos pues cada uno de los morfotipos: • Morfotipos de diáfisis: unido al dígito relativo al tipo de fractura, se incluye un nuevo dígito en número arábigo, donde el “1” representa los fragmentos cilíndricos, mientras que del “2” al “4” se definen otra serie de fragmentos con circunferencia incompleta (Fig. 9). 36

Fig. 9. Morfotipos de fracturas sobre diáfisis. Se diferencia entre fracturas en fresco, seco o mixto (dibujo tomado de Real, 2012).

• Morfotipos de epífisis: unido igualmente al código de fractura, se usa un segundo dígito que representa la cantidad de diáfisis conservada según su longitud (1 = 25%, 2 = 25-50%, 3 = 50%, 4 = 50-75%, 5 = 75-100%), y un tercer dígito que indica la cantidad de diáfisis conservada ( 1= hasta 25%, 2= 25-50%, 3 = 50-75%, 4 = 75-100%) (Fig. 10).

Fig. 10. Morfotipos de fracturas sobre epífisis. En la parte superior se muestra la cantidad de diáfisis conservada (longitud), mientras en la parte inferior se muestra la cantidad de epífisis (dibujo tomado de Real, 2012).

37

• Morfotipos de mandíbulas: se especifican las fracturas desde los extremos mandibulares (diastema y ramus), asignando los dígitos del “1” al “3” según la cantidad de mandíbula conservada. Cada uno de estos números se coloca de forma aislada cuando están en la parte distal, mientras que se añade un “1” cuando están en la proximal. Los números que restan (4, 5, 6) se corresponden con cada una de las partes que forman la mandíbula (diastema, cavidad alveolar y ramus). Cuando se conservan enteros se introduce un único dígito, mientras que si están fracturados se añade un “1” (Fig. 11).

Fig. 11. Morfotipos de fractura sobre mandíbulas. Se incluyen los últimos dibujos de la página anterior. (dibujo tomado de Real, 2012).

38

• Morfotipos de escápula: para su registro se ha dividido la escápula en tres partes longitudinales, conservando siempre una parte articular y una parte del resto del hueso. Se considera “1” a la epífisis, “2” a la epífisis con un fragmento de cuerpo < mitad, y “3” a la epífisis con un fragmento de cuerpo > mitad. Se utiliza el “4” en caso de conservar un fragmento del cuerpo ausente de la epífisis. Todos estos códigos a su vez pueden subdividirse en relación a si presentan o no una fractura longitudinal: números del “1” al “4” indican una fractura transversal, mientras que si se añade otro dígito implica la existencia también de fractura longitudinal (Fig. 12).

Fig. 12. Morfotipos de fractura sobre escápulas. Se incluyen los últimos dibujos de la página anterior (dibujo tomado de Real, 2012).

39

• Morfotipos de coxal: sigue la misma lógica que en el caso de las mandíbulas, especificando las fracturas desde los extremos (isquion e ilion), asignando los dígitos del “1” al “3” según la cantidad de coxal conservado. Cada uno de estos números se coloca de forma aislada cuando están en la parte distal, mientras que se añade un “1” cuando se encuentran en la parte proximal. Los números que restan (4, 5, 6) sirven para tipificar las fracturas presentes en las distintas partes que componen el coxal de forma separada (ilion, isquion, acetábulo) (Fig. 13).

Fig. 13. Morfotipos de fractura sobre coxal. Se incluyen los últimos dibujos de la página anterior (dibujo tomado de Real, 2012).

40

4.3.5. Perfiles de edad y estacionalidad Aunque desde una perspectiva general no disponemos de un conjunto óseo lo suficientemente rico para realizar un estudio óptimo sobre la edad de muerte de los diferentes taxones recuperados en el yacimiento, sí hemos podido reconocer en algunos casos la edad estimada. Para ello se han seguido dos métodos básicos: • Grado de osificación de las partes articulares (Tabla 5). • Patrones de erupción-desgaste dental (Fig. 14). Los trabajos sobre ambas metodologías son relativamente amplios, pero con el problema nuevamente de que la inmensa mayoría se basa en representantes faunísticos actuales, tanto salvajes como domésticos. Con esta salvedad, hemos acudido a estudios generales donde se tratan los patrones de osificación y erupción-desgaste dental de diferentes especies (Silver, 1969; Schmid, 1972; Barone, 1976; Hillson, 2005; Reitz y Wing, 2008), y a trabajos específicos para cada metodología y especie: Capra pyrenaica (Serrano et al., 2004, 2006; Pérez Ripoll, 1988), Cervus elaphus (Mariezkurrena, 1983; Azorit et al., 2002), Equus ferus (Eisnmann et al., 1988; Castaños, 1985-86); Oryctolagus cuniculus (Sanchis, 2012, a partir de Jones, 2006 y Gardeisen y Valenzuela, 2004).

Fig. 14. Edades de erupción dental en Equus caballus, Cervus elaphus, Capra ibex/Capra pyrenaica, Bos taurus y Oryctolagus cuniculus. A partir de Silver (1969), Hillson (2005), Azorit et al. (2002), Sanchis (2012).

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La dificultad de aplicar estos trabajos sobre material pleistoceno, así como su grado de idoneidad ha condicionado que utilicemos un tipo de metodología u otra para cada especie. Así pues, en el caso de los restos de Capra pyrenaica, Cervus elaphus y Equus ferus se han empleado principalmente los datos derivados de la erupción y desgaste dental, con el problema añadido de que son pocos los restos de maxilares o mandíbulas, encontrándonos principalmente con dientes aislados. Para el caso de Oryctolagus cuniculus y determinados restos que conservan parte de la epífisis, la determinación de la edad de muerte se ha establecido principalmente a partir de los criterios de osificación articular. Partiendo de estos datos, se han establecido seis grupos de edad: Neonato: individuo con dentición decidual, sin erupción total y sin ningún tipo de desgaste. Huesos en fase de osificación temprana. Infantil: individuo con dentición decidual y germen de dentición permanente. Huesos en fase de osificación temprana. Joven: individuo con dentición decidual y algunos dientes definitivos con primeros signos de desgaste (ej. M1). Huesos de tamaño prácticamente adulto pero sin osificación completa. Subadulto: individuo con dentición definitiva con signos de desgaste. Huesos de tamaño de un adulto pero sin osificación completa. Adulto: individuo con dentición definitiva con grados de desgaste distinto según la pieza dentaria. Huesos totalmente fusionados. Senil: individuos con dentición definitiva y alto índice de desgate. Huesos totalmente fusionados, con tejido esponjoso más débil. Posible existencia de malformaciones o patologías por edad.

Una vez conocida la edad de muerte de un animal, el segundo objetivo de trabajo zooarqueológico es la relación entre los perfiles de mortalidad y el momento del año en que los grupos humanos accedían a las distintas presas (estudios de estacionalidad). A este respecto, mientras bajo las condiciones climáticas actuales gran parte del reino animal vive influido por un ciclo anual de estaciones, durante las condiciones glaciares del Pleistoceno esta alternancia ecológica no fue tan marcada y por ende los ciclos ecológicos de cada especie podrían haber sido diferentes, aunque también con diferencias según las distintas regiones. No obstante, ante la falta de datos a este respecto, recurrimos de nuevo a los estudios actualistas para interpretar el registro arqueológico, especialmente si disponemos de individuos inmaduros que indiquen un periodo relativo de ocupación anual del yacimiento en relación a las fases de gestación y nacimiento de cada especie. De cara al material faunístico presentado en ese trabajo, podemos partir de los siguientes criterios de estacionalidad: 42

Especie

Apareamiento

Gestación

Nacimiento

Cervus elaphus

Septiembre-Octubre

235 días (8,5 meses)

Mayo-Junio

Capra pyrenaica

Diciembre-Enero

150-180 días (5-6 meses)

Abril-Junio

Equus caballus

Abril-Mayo

335-350 días (11-12 meses)

Abril-Junio

Oryctolagus cuniculus

Noviembre-Junio

28-33 días (1 mes)

2 a 4 partos anuales

Tabla 4. Datos de estacionalidad para cada uno de los taxones predominantes en el conjunto de AFA 5. La información ha sido extraida a partir de referencias sobre especies actuales. A partir de Nowak (1991), Álvarez-Romero y Medellín (2005), Palomo et al. (2007), Blasco (2011).

Elemento anatómico

Zona

Caballo

Cabra

Conejo

Ciervo

Vértebra

Epífisis

4,5-5 años

4-5 años

-

-

Escápula

Coracoide

10-12 meses

5-7 meses

-

20-32 meses

Proximal

42 meses

25-36 meses

9-10 meses

-

Distal

15-18 meses

3-4 meses

ca. 3 meses

8-20 meses

Proximal

15-18 meses

3-6 meses

ca. 3 meses

8-20 meses

Distal

42 meses

23-30 meses

9-10 meses

-

Olécranon

42 meses

25-35 meses

ca. 5 meses

-

Distal

2-3 meses (al radio)

26-32 meses

9-10 meses

-

Proximal

A.n.

A.n.

A.n.

A.n.

Húmero Radio

Ulna Metacarpo 1ª falange

2ª falange

Distal

15 meses

16-18 meses

-

-

Proximal

12-15 meses

7-10 meses

-

20-32 meses

Distal

A.n..

13-16 meses

-

32 meses

Proximal

10-12 meses

6-8 meses

-

20-32 meses

Distal

A.n.

13-16 meses

-

32 meses

3ª falange

Coxal

Fémur Tibia Calcáneo Metatarso

No hay epífisis Hueso púbico-acetabular

10-12 meses

5 meses

-

Tuberosidad isquio-ceática

4,5 años

4-5 años

-

Cresta iliaca

4,5-5 años

4-5 años

-

Proximal

36 meses

20-26 meses

9-10 meses

-

Distal

42 meses

18-26 meses

ca. 5 meses

-

Proximal

42 meses

20-26 meses

9-10 meses

-

-

Distal

24 meses

12-18 meses

ca. 5 meses

20-32 meses

Tuber calcis

36 meses

36 meses

-

-

Proximal

A.n.

A.n.

A.n.

A.n.

Distal

15 meses

16-18 meses

-

-

Tabla 5. Grados de osificación de las partes articulares en los diferentes elementos anatómicos de animales domésticos. A partir de Barone (1976), Mariezkurrena (1983), Blasco (2011) y Sanchis ( 2012).

43

4.3.6. Determinación sexual La atribución sexual de un resto arqueofaunístico es quizás una de las tareas más difíciles de lograr a causa de varias razones: sesgos propios del conjunto, fragmentación del material, indefinición ante el dimorfismo sexual de los animales pretéritos, problemas patológicos o adaptaciones ecológicas, etc. Así pues, los estudios centrados en la determinación sexual sobre conjuntos arqueológicos suelen ser escasos y siempre sometidos a una dura crítica. No obstante, algunos autores han intentado establecer diferencias sexuales a través de los patrones de osificación de especímenes actuales (Serrano et al., 2006), llegando a resultados interesantes. A falta de disponer de un mayor conjunto de datos, en este trabajo no realizaremos ningún estudio de estas características, salvo algunos comentarios relativos a las dimensiones de algunos dientes de artiodáctilos, cuyo mayor tamaño respecto al material de referencia nos hacen pensar que estamos ante especímenes machos y por tanto ante un registro donde se realiza la explotación tanto de machos como de hembras.

4.3.7. Cuantificación del registro Para la correcta interpretación paleoeconómica, paleoecológica y tafonómica de un conjunto arqueológico, el registro material es sometido a toda una serie de análisis cuantitativos y cualitativos. Frente a otros ámbitos de estudio, la zooarqueología presenta una ventaja a este respecto, dado que conocemos que cada tipo animal tiene un conjunto limitado de huesos, cada uno de ellos a su vez con unas partes anatómicas determinadas, a las cuales se vinculan toda una serie músculos, tendones, venas, arterias y órganos (Lyman, 1994). De esta forma, en un conjunto arqueológico podemos encontrarnos desde los elementos anatómicos de una carcasa completa de un animal, a partes concretas de ésta. No obstante, con más frecuencia lo que encontramos son fragmentos de distintos elementos y partes anatómicas pertenecientes a diversos taxones. Nuestro objetivo es por tanto cuantificar la abundancia de cada una de esas partes, con cuántos individuos las podemos relacionar, cómo llegaron allí y en qué medida el conjunto original ha permanecido íntegro hasta que lo hemos recuperado. A pesar de sus limitaciones, todo ello es posible gracias al compendio de análisis estadístico que presentamos a continuación.

Número de Restos (NR) y Número de Especímenes Identificados (NISP) A la hora de cuantificar la abundancia de taxones o partes esqueléticas de un conjunto arqueofaunístico, el estadístico básico de cuantificación es el número de restos. Dentro del mismo encontramos dos variantes: a) el número de restos globales (NR), donde se incluyen los fragmentos indeterminados; y b) el número de especímenes identificados (NISP), donde solo se incluyen los 44

fragmentos que han podido ser asociados a un taxón (Lyman, 1994). La ventaja de ambos, es que son posibles aplicarlos sobre las partes anatómicas, las especies, las tallas de peso, o bien la combinación de varios de estos criterios (Blasco López, 2011). Su desventaja está en que existen diferencias en las cantidades de cada hueso por especie (por ejemplo la cantidad de metápodos y falanges de los artiodáctilos y los perisodáctilos), la recogida selectiva del material, la fracturación reciente por causas biológicas o durante las labores de excavación, etc. (Blasco López, 2011; Sanchis, 2012). Por lo que respecta a nuestro conjunto, hemos de comentar que la recogida selectiva tiene que ver con la coordenación de todo aquel material óseo superior a los 2-3 cm. Mientras, las fracturas recientes son casi en su totalidad eliminadas debido al remontaje de los materiales una vez llegan al laboratorio.

Número Mínimo de Elementos (NME)

Este estadístico se refiere al número mínimo de elementos anatómicos o porción de un taxón

que se pueden identificar en un conjunto (Lyman, 1994), ya sea a partir de fragmentos claramente identificados o de elementos anatómicos completos. Para su cálculo se tienen en cuenta las diferentes partes a las que puede asociarse el fragmento óseo recuperado, como son la zona del hueso (epífisis proximal, diáfisis, epífisis distal), su cara (dorsal, palmas, lateral, medial), y el porcentaje de circunferencia conservada. En los casos que sea posible se pueden completar estos datos con el elemento anatómico al que pertenecen y la edad estimada del individuo (Huguet, 2007). Su ventaja es que permite reducir las cantidades dadas por el NR y el NISP, dado que contabiliza tan solo el número mínimo de cada elemento anatómico por taxón o talla. Permite a su vez la realización de nuevos estadísticos como el Número Mínimo de Individuos (NMI).

Número Mínimo de Individuos (NMI) Éste método estadístico permite cuantificar la cantidad de individuos por taxón o talla de peso que ha podido reconocerse en un conjunto arqueofaunístico. Sin embargo, no se refiere ni a la cantidad real de individuos que debieron aportarse en el transcurso de las distintas ocupaciones, ni mucho menos a que sus carcasas estuvieran íntegras en el yacimiento (Blasco López, 2011). Para su cálculo se utiliza generalmente la suma o repetición de las mismas partes anatómicas, según la lateralidad del fragmento respecto al hueso original, la edad del individuo y el sexo. No obstante, debido a que este tipo de datos no es común poder hallarlo en todo el conjunto, este método se reduce normalmente a un número bastante limitado de restos. Su única desventaja está en que produce una enfatización en la representación de aquellos taxones que tienen un bajo número de restos (Sanchis, 2012). 45

Número Mínimo de Elementos Esperados (NMEe) o Índice de Supervivencia Esquelética (ISu) Con éste estadístico se busca evaluar el grado de conservación diferencial de un conjunto arqueofaunístico. Para ello se analizan cuáles son los elementos mejor representados en dicho conjunto y la posible falta de elementos anatómicos. Para su obtención se combina el NME, el NMI y el número total de elementos anatómicos que forman un esqueleto completo o individuo (NMEi). La fórmula matemática empleada es la siguiente (Dodson y Wexlar, 1979): % supervivencia=(NME ×100)/(NMEi ×NMI) La ventaja de este tipo de análisis puede ser aplicado sobre distintos taxones o tallas de peso a partir de partes o elementos anatómicos (Blasco López, 2011). De esta manera, permite analizar si se trata de un conjunto sesgado y en qué medida, o si por el contrario cabe considerarlo un conjunto íntegro.

Análisis de conservación diferencial (r de Pearson) Con el fin de comprobar si un conjunto arqueofaunístico se ha conservado de manera diferencial a causa de los distintos fenómenos tafonómicos, en relación con la densidad ósea de los distintos elementos anatómicos, se realiza el cálculo del coeficiente de correlación “r de Pearson”. Tal y como siguen la mayoría de autores en este tipo de análisis, para el caso de los animales de talla grande hemos acudido al trabajo de Kreutser (1992), para los de talla media al trabajo de Lyman (1984, 1985), y para los de talla pequeña (principalmente conejo) se ha usado el trabajo de Pavao y Stahl (1999).

Índice Modificado de Utilidad General (MGUI) Frente a los análisis estadísticos anteriores, el Índice Modificado de Utilidad General (MGUI) tiene una finalidad más interpretativa y por tanto cualitativa, a la hora de estudiar un conjunto arqueofaunístico. Así pues, primero Binford (1978, 1981) y luego Emerson (1993) lo desarrollan con el objetivo de establecer el valor nutritivo de cada parte anatómica en distintos animales, y por ende comprobar si la representación esquelética de un conjunto arqueológico tiene que ver con la explotación por parte de los humanos o carnívoros. En definitiva se busca diferenciar entre aquellos huesos con utilidad nutritiva (alto porcentaje de carne, médula o grasa) y aquellos con una baja utilidad nutritiva (bajos porcentajes de carne, médula o grasa) (Lam et al., 2003; Lam y Pearson, 2004, 2005), con el fin de vislumbrar el agente tafonómico de dicha acumulación.

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Junto al ISu, se trata de otro tipo de análisis estadístico que permiten testear la conservación del registro arqueofaunístico, ya que mientras el anterior se centra en comprobar la importancia de los factores físico-químicos, el MGUI se relaciona con la actividad predadora a partir del transporte diferencial de carcasas animales. Por esta razón, los valores resultantes de ambos índices deben ser de proporciones inversas (Blasco López, 2011).

4.4. Modificaciones biológicas y naturales Cuando hablamos de modificaciones o alteraciones producidas por agentes biológicos y naturales, nos referimos a todo el conjunto de cambios acontecidos en un hueso que alteran sus características originales. Este tipo de modificaciones puede producirse tanto en el momento previo a su enterramiento, como durante el proceso y posterior inclusión en sustrato sedimentario. A su vez, la fase final es aquella relacionada con los daños sufridos por el material a causa de una excavación arqueológica. El siguiente apartado está dedicado a la combinación de los análisis zooarqueológicos y tafonómicos que hemos aplicado sobre el conjunto arqueofaunístico de este trabajo. A la hora de exponer los datos metodológicos hemos preferido partir de una perspectiva tafonómica, siguiendo a Efremov (1940) y la posterior modificación de sus planteamientos por Behrensmeyer y Kidwell (1985), según los cuales, la transición de los restos de animales de la biosfera a la litosfera puede ser enmarcada en tres grandes fases: a) Necrobiosis: engloba las distintas formas de muerte de los organismos y sobre el medio donde estas sucedieron; b) Bioestratinomía: engloba los procesos por los que pasa un organismo una vez muerto, previamente a su enterramiento; c) Fosildiagénesis: engloba los procesos por los que pasa un resto tras su depósito en el sedimento y hasta su recuperación en la excavación (Fig. 15). En nuestro caso la fase bioestratinómica se reducirá principalmente a la actividad de los humanos y de otros agentes biológicos como son las aves rapaces. Mientras, en la fase fosildiagenética trataremos principalmente todos aquellos procesos naturales que han intervenido sobre el conjunto óseo estudiado.

Fig. 15. Fases tafonómicas según Behrensmeyer y Kidwell, 1985 (imagen modificada a partir de Shipman, 1981).

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4.4.1. Modificaciones bioestratinómicas 4.4.1.1. Las marcas de procesado antrópico Por un conjunto arqueofaunístico, nos referimos principalmente a una muestra de animales localizada en un yacimiento arqueológico cuyo origen está relacionado con diversas actividades humanas (caza, carnicería, peletería, producción de útiles, etc.) qué dejan unas marcas características sobre la superficie de los huesos. Durante el Pleistoceno, al menos hasta el Paleolítico superior, estas actividades se reducen esencialmente a la caza y prácticas carniceras con una finalidad nutritiva, y excepcionalmente el uso de las carcasas animales para la producción de útiles (Lyman, 1994). Nos encontramos por tanto ante uno de los procesos tafonómicos más visibles que podemos reconocer en los yacimientos, dentro de la fase bioestratinómica.

Marcas de corte Una de las evidencias más claras de la intervención de un grupo humano sobre un conjunto faunístico es la presencia de marcas de corte sobre los huesos, relacionadas con la preparación de la presa para su posterior consumo: despellejamiento, evisceración, desarticulación, descuartizamiento, descarnado, raspado del periostio, extracción de grada/médula (Blasco Sancho, 1992). No obstante, no siempre en todos los restos óseos procesados por los humanos están presentes las marcas de corte, pues en realidad su existencia es sinónimo del contacto del útil con el hueso a causa de un accidente o fallo ocurrido durante el procesado carnicero, así como la intensidad del procesado. En nuestro caso, este tipo de marcas quedan reducidas al uso de herramientas líticas, preferentemente el sílex y de forma excepcional la caliza. Aun así, durante el Pleistoceno las materias primas utilizadas para realizar los trabajos carniceros fueron algo más variadas, desde otros recursos líticos (obsidiana, cuarzos, cuarcita, cristal de roca, basalto, etc.) a materias orgánicas duras como el bambú (Pope, 1989; Hou et al., 2000; West y Louys, 2007; Keates, 2010; Bar-Yosef et al., 2012). A nivel historiográfico, fue sobre todo a partir de los trabajos de Binford (1981), Shipman (1981) y Shipman y Rose (1983) cuando se empiezan a definir y clasificar de manera sistemática qué se entiende por una marca de corte y su funcionalidad respecto a su posición en los distintos elementos anatómicos. En sentido genérico, las marcas de corte se definen como unas “estrías con sección en V, de longitudes variables, con múltiples y paralelos trazos en los valles internos de la marca y con una orientación transversal o longitudinal” (Yravedra, 2006: 188). Junto a estos caracteres, en determinadas ocasiones podemos encontrar microestriaciones internas, Barbs o lengüetas (estrías finas y cortas, dobles o múltiples, que se producen al inicio o al final de la marca de corte debido al movimiento repetido de la mano durante el corte), estrías secundarias o Shoulder effect (provocadas por la irregularidad del útil), y 48

conos hercianos (respuesta indirecta del hueso a la hora de fracturarse). Junto a estos últimos, el grosor de la estría principal y la presencia de microescalones pueden darnos datos respecto a la direccionalidad del gesto (Blasco López, 2011). No obstante, la morfología de las marcas de corte puede ser relativamente variable, dependiendo de su disposición y dimensiones, la acción realizada (fuerza empleada y ángulo de trabajo), el útil empleado (tipo de materia prima, dimensiones, presencia de retoque o no), y las características propias del animal o elemento anatómico (talla y peso del animal, presencia de tendones, ligamentos y paquetes musculares, zona anatómica, etc.). A nivel general se habla de cuatro tipos de marcas de corte (Fig. 16):

• Incisiones (slicing marks): estrías finas, de longitud, profundidad y anchura variable, producidas por un movimiento simple y repetitivo. Aparecen aisladas o en grupos, con orientación longitudinal, oblicua o transversal al hueso y con disposición recta, curva o sinuosa (Blasco López, 2011). • Raspados (scraping marks): estrías anchas y poco profundas producidas por un movimiento simple, utilizando el filo del útil de forma oblicua y en sentido transversal al hueso. Se vinculan a la extracción de los restos cárnicos y la eliminación del periostio o grasa superficial para facilitar la percusión. • Aserrados (swaed): estrías finas, concentradas y superpuestas, producidas por el movimiento de vaivén del útil sobre la superficie ósea sin llegar a levantarse. Generalmente dispuestos de forma transversal u oblicua al hueso. • Tajos (chopmark): pequeños cortes, profundos y relativamente anchos, generados por el golpe del filo de un útil contra el hueso. Se asocian a la desarticulación de las zonas con presencia de tendones, principalmente las partes articulares. Para este trabajo, el proceso de registro de las marcas de corte se ha realizado partiendo de una serie de campos preestablecidos en una ficha individual, aunque ligada a la ficha general del fragmento óseo analizado. En dichos campos se toma nota del tipo de marca, su origen, el posible agente, su localización (respecto al eje vertical y horizontal del hueso), su morfología, su distribución, su dirección, su intensidad, su cantidad y sus medidas (longitud y anchura). Esto ha permitido disponer de una ficha de registro individual para cada una de las marcas, sobre las que luego realizar los análisis estadísticos pertinentes.

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Fig. 16. Distintos tipos de marcas de corte identificadas en algunos huesos del conjunto de AFA 5. De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo: inciciones, raspados, aserrados, tajos.

Marcas de percusión Las marcas de percusión se asocian a la actividad antrópica de fracturar un hueso, ya sea con un fin nutritivo (acceso a la cavidad medular) o tecnológico (producción de útiles). Es por tanto una actividad intencional, que genera unos estigmas muy concretos (Fig. 17). No obstante, diversos estudios han constatado que la manera de fracturar un hueso puede ser variada, yendo desde la percusión directa (el hueso se golpea contra un objeto de mayor dureza), la percusión lanzada (el hueso es lanzado contra un objeto de mayor dureza) y la percusión indirecta (el hueso es apoyado en el suelo o un yunque para ser golpeado con un útil más duro sobre su superficie) (Yravedra, 2006). Además, este tipo de actividades en ocasiones puede llevar asociados trabajos anteriores sobre el material para facilitar su ruptura, caso de un ligero calentamiento (Cáceres et al., 2002; Outram, 2002).

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Fig. X17. Características y estigmas básicos de un hueso fracturado (imagen izquierda) y ejemplo de diáfisis con impacto de percusión perteneciente al conjunto óseo de AFA5 (imagen derecha). Primera imagen tomada y modificada a partir de Lyman, (1994).

Fig. 18. Tipos de impactos de percusión y su localización sobre diáfisis (imagen tomada y modificada a partir de Blasco, 2011. A su vez tomada de Moreno, 1993).

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Generalmente las marcas producidas por la percusión son bastante regulares, diferenciándose entre: • Puntos o estigmas de percusión: hundimientos en la cortical del hueso, producidos por un impacto que no llegó a tener la suficiente fuerza para producir la fractura. Se caracterizan por una morfología circular u ovalada, la compactación del tejido óseo, la presencia de microsurcos internos y de estrías laterales. Siguen la misma lógica que una mordedura, por lo que en ocasiones pueden llegar a ser confundidos con la actividad de algún carnívoro. • Impactos de percusión: hundimientos en la cortical del hueso, producidos por un golpe lo suficientemente fuerte para producir la fractura del elemento. Se caracterizan por una morfología semicircular, trapezoidal o triangular, desde la que se forman distintas superficies o líneas de fractura. Además presentan microestrías concéntricas al punto de impacto. En un mismo elemento anatómico nos podemos encontrar con varios puntos de impacto, localizados de manera consecutiva, correlativa, sobrepuesta y opuesta. (Fig. 18) • Contragolpes: estigmas presentes en la cara contraria al impacto de percusión, producidos por el apoyo del hueso sobre un yunque (percusión pasiva). • Conos de percusión: lascas de pequeñas dimensiones desprendidas en el área de percusión. Se caracterizan por una morfología cónica, mayormente compuestas por tejido medular y una fina capa de la superficie cortical. Presentan un bulbo y talón derivado del impacto de percusión. • Lascas medulares: lascas de pequeñas dimensiones desprendidas próximas al área de percusión. Comparte las características de los conos de percusión, pero están ausentes de bulbo y talón. Al desprenderse dejan negativos en la cara medular del hueso. • Lascas corticales: lascas desprendidas a causa del impacto de percusión. Se caracterizan por una morfología variable y un alto contenido de la superficie cortical. • Esquirlas parásitas: lascas adheridas al hueso, concretamente en la zona de percusión, que no se han terminado de desprender tras el impacto. Se caracterizan por una morfología trapezoidal o elíptica (Fig. 19).

Fig. X.19. Lasca parásita adherida a un fragmento óseo recuperado en de AFA 5.

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Al igual que para las marcas de corte, todas y cada una de las marcas de percusión se han registrado en una ficha individual en la base de datos, ligada a la ficha general del fragmento óseo al que pertenecen. Nuevamente se han anotado los datos relativos al tipo de marca, su origen, el posible agente, su localización (respecto al eje vertical y horizontal del hueso), su morfología, su distribución, su dirección, su intensidad, su cantidad y sus medidas (longitud y anchura).

Mordeduras Por “mordedura” entendemos la acción de presionar o arrastrar los dientes sobre una superficie, generando distintos tipos de alteraciones y modificando su estructura original. En términos arqueológicos la mordedura es por tanto una evidencia tafonómica de la intervención de un agente sobre el registro óseo, por lo que se enmarca dentro de la fase bioestratinómica. Los agentes que generan las mordeduras se clasifican tradicionalmente en dos grupos: antrópicos (representantes del género Homo) y biológicos (resto de integrantes del reino animal, principalmente carnívoros, roedores y herbívoros). Muchas veces es difícil identificar qué agente ha generado una concentración ósea en un yacimiento. Ello ocurre sobre todo en el caso de los homínidos y los grandes carnívoros, pues ambos pueden ocupar los mismos ambientes (cuevas y abrigos) y explotar presas similares. Por este motivo, junto a otros indicadores como son los patrones de transporte en relación a las frecuencias de partes esqueléticas, el tipo de presas y su edad, los índices de fracturación, la conservación diferencial, etc., las mordeduras son una evidencia relativamente clara de la actividad de humanos o de otros animales. Todas estas variables son la base de un profundo debate que busca diferenciar si las concentraciones óseas en yacimientos arqueológicos son resultado de un acceso primario del carnívoro y uno secundario del homínido, o viceversa (Domínguez-Rodrigo, 1996, 1999, 2002; Domínguez-Rodrigo et al., 2012; Klein, 2000; McPherron et al., 2010; Semaw et al., 2003; Yravedra, 2003). Por otro lado, hay que tener presente que las marcas de mordedura a veces pueden ocultar otras evidencias tafonómicas, o en el mejor de los casos darnos la secuencia de intervención de distintos agentes sobre los restos. Así pues, una marca de diente de un carnívoro puede superponerse a una marca de corte realizada por los homínidos, o viceversa, informándonos de quién fue el agente que intervino en primer lugar sobre los restos esqueléticos. No obstante, este tipo de evidencias son poco comunes y por lo general las marcas de dientes se encuentran aisladas y sin conexión con otro tipo de modificaciones. Incluso, como anteriormente anunciamos, pueden llegar a confundirse en algunos casos con marcas de percusión generadas por homínidos. Como norma general, las mordeduras tienen un aspecto sinuoso, con sección en U, fondo plano, bordes redondeados, y con una longitud y anchura variable. Frente a las marcas de corte, no tienen microestriaciones internas, son más anchas que profundas, se pueden realizar sobre cualquier parte del hueso y suelen presentar una orientación transversal. Sin embargo, no siempre nos encontramos con estas características, ya que los tipos de mordedura que producen unos u otros agentes, así como el diente concreto empleado, son diferentes.

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Trataremos por ahora las marcas de mordedura producidas por los humanos, dado que son las únicas que se han constatado en nuestro conjunto. No obstante, en apartados posteriores hablaremos sobre la intervención y modificaciones producidas por carnívoros en contextos arqueológicos, dado que es una constante repetida a lo largo de todo el Pleistoceno y fundamental en la interpretación del registro. Centrándonos pues en el caso de las mordeduras humanas, diversos estudios zooarqueológicos y etnográficos (Laroulandie 2002; Aura et al., 2002; Cochard, 2004; Pérez Ripoll, 2004; Landt, 2004 y 2007; Oliver, 2007; Sanchis y Fernández, 2008; Saladié et al., 2013) demuestran su vinculación al consumo de la médula y la carne adherida al hueso, sobre todo en animales de talla pequeña, compartiendo algunos rasgos típicos de las marcas y fracturas generadas por carnívoros, como por ejemplo es la formación de diáfisis y la ausencia de epífisis. Por esta razón, en diversos estudios experimentales realizados sobre huesos de conejo (Oryctolagus cuniculus) se ha propuesto una tipología básica para identificar las marcas generadas por los humanos (Fig. 20), normalmente asociadas a fracturas (Pérez Ripoll, 2005-06; Sanchis et al., 2011): • Mordedura-flexión o Peeling: una fractura generada a partir de la combinación del mordisqueo y la flexión del hueso con las manos. Consiste en la sujeción de un extremo del hueso con los molares, mientras que la presión manual en el otro extremo provoca la fractura. Se caracteriza por el astillamiento de los extremos del hueso, presentando una forma irregular y fibrosa, además de producirse un borde escalonado (ausente en fracturas sin flexión). • Muescas: la fractura por una mordedura humana suele dejar muescas (individuales o en parejas) derivadas de la presión de las cúspides de los premolares y molares, con un carácter contrapuesto. • Mordisqueo: acción de realizar movimientos laterales y longitudinales repetitivos, normalmente con los incisivos, con el fin de limpiar la carne adherida al hueso, dejando marcas leves y de incisiones suaves, planas, cortas y en sentido transversal.

Fig. 20. Ejemplos experimentales de huesos de conejo (Oryctolagus cuniculus) con signos de morderura humana. Imagen tomada de Pérez Ripoll (2005-2006).

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A su vez, estas acciones pueden realizar dos tipos de modificaciones (Sanchis et al., 2011) principales o intencionales (fractura directa: muescas, horadación, hundimiento) y modificaciones secundarias o no intencionales (fractura indirecta, punciones y arrastres). Por otro lado, las marcas de mordedura suelen ir asociadas a la presencia de marcas de corte o percusión que confirman la actuación antrópica sobre los restos, aunque no siempre en el caso de las pequeñas presas sucede así (Landt, 2007). Igualmente, para diferenciarlas de la actividad de carnívoros se suele comprobar si existe o no presencia de punciones y arrastres. Por este motivo, las mordeduras no deben estudiarse nunca de manera aislada, sino que se deben poner en relación con otros indicadores que pueden informarnos sobre el agente que las produjo, caso de los patrones de fracturación, marcas de corte, cremación, el tipo de presa, la representación esquelética, localización de las marcas, etc. Del mismo modo que para las marcas de corte y percusión, el registro de las marcas de mordedura se ha llevado a cabo en una ficha individual, vinculada a la ficha genérica del fragmento óseo al que pertenecen. Al igual que para áquellas, se han anotado los datos relativos al tipo de marca, su origen, el posible agente, su localización (respecto al eje vertical y horizontal del hueso), su morfología, su distribución, su dirección, su intensidad, su cantidad y sus medidas (longitud y anchura).

4.4.1.2. La termoalteración Junto a las marcas de corte y de percusión, los huesos termoalterados recuperados en contexto arqueológico se han entendido tradicionalmente como una evidencia inequívoca de una acción humana intencionada (e.g. Bennett, 1999; Buikstra et al., 1989; Costamagno et al., 1999, 2005, 2010; Lyman, 1994; Shipman et al., 1984; Stiner et al., 1995; Théry-Parisot, 2001, 2002; Théry-Parisot et al., 2005; Villa et al., 2002; Wrangham et al., 1999). Por esta razón, ha sido uno de los temas de estudio más destacados en el campo de la tafonomía, diferenciándose grosso modo entre dos tipos de prácticas: consumo y reutilización. No obstante, hemos de mencionar que ambas actividades están relacionadas, puesto que la reutilización de los huesos, en este caso como combustible, se considera una manera eficaz de eliminar los restos óseos una vez consumida la carne y la médula de las distintas partes anatómicas de un animal (Théry-Parisot, 2002; Cain, 2005). Preparación y cocinado: Son relativamente amplios los estudios zooarqueológicos, etnográficos y experimentales dedicados a comprobar los signos de termoalteración dejados sobre los huesos a causa de su preparación para el consumo. Entre las aportaciones más destacadas, están los trabajos dedicados a analizar cómo la temperatura afecta al cambio de coloración de los huesos en contacto directo con el fuego, usando para su análisis tanto la observación macroscópica como diversas técnicas analíticas, caso de la difracción de rayos X, la espectrometría de infrarrojos, el SEM, la termogravimetría, o la bioquímica de aminoácidos (Perinet, 1969; Kiszely, 1973; Bonucci y Graziani, 1975; Stiner et al., 1995; Taylor et al., 1995; Bennett, 1999; Villa et al., 2002; Shipman et al., 1984; Shipman, 1988, Nicholson, 1993) (Tabla 6). Todas ellas han llegado a distintos resultados, pero generalmente aceptando cuatro grandes 55

episodios: tonos claros para huesos sin alteración, tonos marrones a consecuencia de la alteración de la hemoglobina, tonos negros a causa de la carbonización y pérdida de oxígeno, y tonos blancos como máxima alteración y pérdida de los componentes orgánicos del hueso (Cáceres, 2002). Algunos autores llegan incluso a asociar una coloración con actividades concretas, como por ejemplo Cáceres (2002), quien plantea que el color marrón en los huesos es debido al aprovechamiento cárnico de un elemento anatómico. O la propuesta por otros autores de que la coloración diferencial en los huesos puede ser debida a la acción del cocinado y/o lanzado del hueso al fuego, cuando en la superficie quedaban aún restos de carne adheridos (Buikstra y Swegle, 1989; Rosell, 2001; Lloveras et al., 2009). Como complemento de lo anterior, Sanchis y Fernández (2008) para la Cova del Bolomor plantean que la presencia de raspados en los huesos integrados en los niveles sin evidencia de fuegos (parte inferior de la secuencia) se debe a un consumo de carne cruda, mientras que en la parte superior de la secuencia, donde la presencia de fuegos está constatada, los raspados no se hacen necesarios debido a que la carne cocinada se desprendería con mayor facilidad. A la hora de utilizar estos datos, hemos de ser conscientes de que los cambios de coloración en un hueso pueden deberse a diversidad de factores y no solo a la temperatura, como el tiempo de exposición, la composición química del suelo, la densidad del hueso, o el taxón, talla y edad del individuo al que pertenece el resto (Spennemann y Colley, 1989; Albizuri et al., 1993; Nicholson, 1993; Cáceres, 2002). Esto provoca que la gradación de colores no siga siempre unos patrones, e incluso que se den sobre un mismo resto dobles y triples coloraciones. En relación con ello, se propone que este fenómeno es debido al contacto del hueso con el fuego cuando aún tenía adherido contenido cárnico (Rosell, 2001; Sanchis y Fernández, 2008), siendo las zonas libres de carne las que se modifican en primer lugar y con mayor intensidad. No obstante, como veremos posteriormente en los resultados de nuestra experimentación, en ciertas ocasiones las dobles coloraciones pueden aparecer también en restos contenidos en el sustrato y que se han visto afectados por la realización de un hogar encima. Este mismo fenómeno ha sido observado también por De Graff (1961), Stiner et al. (1995) y Bennett (1999). Finalmente, respecto a la preparación y cocinado existen otros estudios que intentan comprobar el uso del fuego con el fin de fragmentar los huesos y extraer la médula (Cáceres, et al., 2002), o comprobar la alta fragmentación y ausencia de restos axiales y epífisis en relación con el aprovechamiento de la grasa (Outram, 2001). Respecto a la fragmentación, también se ha analizado el tipo de alteración diferencial que existe entre huesos secos y frescos, así como la cercanía o lejanía de los mismos al foco calorífico (Fernández-Jalvo y Perales, 1990; Bennet, 1999, Sergant et al.. 2006). Finalmente, otros estudios se han dirigido al análisis de procesos de redepositado y limpieza del material óseo termoalterado (Cain, 2005).

El hueso como combustible: A partir de estudios etnográficos y experimentales, se propone que no todos los huesos quemados en contexto arqueológico se relacionan con el consumo, pudiendo haber sido empleados como combustible con el fin de dar mayor duración a la combustión y como sustitutos del combustible vegetal cuando este escaseaba (Costamagno et al., 1999, 2005, 2009, 2010; Théry-Parisot, 2001, 2002; Villa et al., 2002; Yravedra et al., 2005, 2013). Las principales conclusiones a las que se ha 56

llegado plantean que los huesos poseen un alto potencial calorífico debido a su contenido orgánico, sobre todo de las partes esponjosas y fragmentos frescos, permitiendo su uso la prolongación del tiempo de combustión. No obstante, también se constata que a pesar de dicho potencial, ningún resto óseo permite el encendido de un hogar, aunque en determinados casos ha sido posible llegar a encenderse una hoguera tan solo contando con un 20% de materia vegetal y un 80% de materia ósea (Théry-Parisot, 2001).

Estadios Marrón (220º) Negro-Gris (380º) Blanco-Azul (660º)

Cambios cromáticos y estructurales

Amarillo (20-185º) Marrón-Gris (225-400º) Negro-Azul440-525º) Blanco-Azul-Gris (545-870º) Blanca (870-940º)

Cambios cromáticos, de cristalización y de superficie cortical (SEM)

Jhonson (1985)

Sin alteración (Unburned) Alteración superficial (Scorched) Carbonización (Black burned) Calcinado (Charred)

Cambios cromáticos

Shipman (1988)

Sin cambios (20-185º) Pocos cambios (185-285º) Rugosidad (285-400º) Craquelado (800º) Craquelado y calcinado (800-940º)

Cambios estructurales

Nicholson (1993)

Marrón (hasta 200º) Negro (300-400º) Gris-Blanco (500-700º) Blanco (800-900º)

Cambios cromáticos y estructurales (introduce variable “tiempo” a partir de Shipman et al., 1984)

Stiner et al. (1995)

Sin alteración Puntos marrones Marrón Negro Gris-Puntos azules Blanco

Cambios colágeno

Kizley (1973)

Shipman et al. (1984)



Modificaciones

cromáticos,

pérdida

de

Tabla 6. Estadios y modificaciones del hueso a distintos grados de temperatura según distintos autores.

A pesar de los diversos estudios mencionados, el hecho de obtener resultados tan distintos en la mayoría de ellos crea inseguridad a la hora de establecer patrones en la actuación del fuego sobre los huesos. Por esta razón, se hacen necesarios constantes experimentos en cada yacimiento, donde se definan sus características propias con el fin de poder llegar a comprender el depósito zooarqueológico que contienen. Igualmente, cada vez son más los estudios que demuestran que no siempre existe una relación directa entre la presencia de huesos quemados y la intencionalidad de quemarlos por parte de los grupos humanos (Grayson, 1988; Rosell, 2001; Asmussen, 2009; Cain, 2005; Mallol et al., 2013). Debido a la naturaleza de nuestro conjunto, la realización de este tipo de experimentos se hace obligatoria, a pesar de que en este trabajo no incluyamos los datos obtenidos al respecto por estar aún en curso su estudio. 57

¿Termoalteración o Manganeso? A la hora de realizar un correcto análisis de los procesos de combustión en un yacimiento, desde el principio hemos de ser conscientes que en contextos de cueva y abrigos no siempre todos aquellos restos que parecen estar termoalterados realmente lo están. Así pues, bajo condiciones de humedad, de baja exposición solar y en un sedimento con unos niveles de pH neutro, se pueden dar toda una serie de procesos químicos que pueden alterar la superficie de los huesos. Entre ellos, el óxido de manganeso genera alteraciones en la superficie del hueso que pueden llegar a confundirse con las provocadas por la combustión (Esteban, 1996; Shahack-Gross et al., 1997; López-Gonzáles et al., 2006; Michel et al., 2006; Marín Arroyo et al., 2008). Sin embargo, salvo raras ocasiones donde el hueso se ve completamente cubierto por el manganeso, normalmente su presencia se reduce a puntos y pequeñas manchas de color negro y de tamaño variable. (Fig. 21). Del mismo modo, la acción de óxidos de hierro y los componentes húmicos del sedimento pueden llegar a generar coloraciones negruzcas sobre los huesos cuando estos han sido aportados frescos e inician su proceso de fosildiagénesis (Joly y March, 2001; Yravedra, 2006: 284). Este tipo de pátinas son bastante comunes en el conjunto faunístico del yacimiento de El Salt, por lo que se ha prestado especial atención a su registro.

Fig. 21. Ejemplo comparativo de un hueso termoalterado (imagen superior) y un hueso afectado por óxidos de manganeso (imagen inferior). Material recuperado en AFA 5.

Modificaciones y alteraciones estructurales Junto a los cambios en la coloración de la superficie ósea, existen otras modificaciones del hueso a causa de la termoalteración, visibles tanto a escala macroscópica como microscópica. Estas se tratan de: • Pérdida ósea, reducción de tamaño y deformaciones: son fenómenos principalmente ligados a un cambio en la microestructura cristalina de los huesos (cristales de apatita o fluosfato de calcio), cuya degradación natural se puede ver acelerada por la combustión a altas temperaturas. Generalmente afecta a los huesos planos frente a los largos, y en éstos últimos más a la diáfisis 58

que a la epífisis (Shipman et al., 1984b; Gilchrist y Mytum, 1986; Spennemann y Colley, 1989; Buikstra y Swegle, 1989; Nicholson, 1993). • Grietas y fragmentación: aparecen tanto en los huesos como en los dientes, pero son mucho más marcados en los primeros. Generalmente se presentan con una morfología longitudinal en las diáfisis y en mosaico para las zonas articulares (Cáceres, 2002) cuando no se han calcinado. Algunos estudios plantean como los huesos en estado seco presentan una menor fragmentación que los afectados en fresco, debido a que su deshidratación provoca menos estrés en la estructura ósea (Costamagno et al., 1999; Bennet, 1999). Naturalmente, todo este conjunto de alteraciones influye en la preservación de los restos faunísticos, produciéndose fenómenos de conservación diferencial. Así pues, el esqueleto axial y craneal, los fragmentos esponjosos y epifisarios, tienen una menor resistencia a la combustión y una mayor propensión a la fragmentación y descomposición. Por el contrario, el esqueleto apendicular y especialmente las diáfisis muestra una mayor resistencia a la combustión, con una menor propensión a su fractura y descomposición (Costamagno et al., 1999). Aun así, los huesos termoalterados son más resistentes a la degradación y conservación que aquellos que no lo están (Bowler, 1986), dado que la pérdida de su contenido orgánico evita su biodegradación por la acción de microorganismos contenidos en el sedimento. Algunos autores plantean incluso que tras la termoalteración, la desaparición de los restos debido a actividades carroñeras de los carnívoros es poco frecuente (Dominguez-Rodrigo y Martí, 1996). Teniendo en cuenta todos los datos aportados, para las labores de registro de los datos relativos al conjunto arqueofaunístico integrado en este trabajo, hemos optado por seguir los grados de coloración fijados por Stiner et al. (1995) debido a la semejanza de sus resultados con el material recuperado en el AFA 5, además de establecer unos estadios intermedios para el caso de las dobles coloraciones: 0) sin alteración, 1) marrón, 2) marrón-negro, 3) negro, 4) negro-gris, 5) gris, 6) gris-blanco, 7) blanco. (Fig. 22). Además, en el caso del material coordenado se ha anotado la parte alterada del resto (total, parte, puntos), su localización en el hueso (parte: epífisis proximal, diáfisis, epífisis distal; cara: dorsal, palmar, lateral, medial) y el tipo de modificaciones asociadas (pérdida de tejido óseo, grietas, deformaciones).

Fig. 22. Gradación de colores en huesos termoalterados (a partir de Stiner et al., 1995). Material procedente de AFA 5.

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4.4.1.3. Agentes biológicos no humanos Los carnívoros Tal y como expusimos en el apartado dedicado a las modificaciones por mordedura humana, gran parte de los depósitos pleistocenos contienen evidencias tanto de la intervención de homínidos como de carnívoros. Ello dificulta en muchos casos la identificación del agente productor de la acumulación, o al menos cual ha sido la secuencia de acceso al conjunto óseo (primario o secundario) (Blasco López, 2011). A este problema, se suma el hecho de que los carnívoros actúan en muchas ocasiones como saqueadores, modificando o alterando los conjuntos creados previamente (consumo, mordedura, sustracción, etc.), lo que Binford (1981) definió bajo el término “ravaging” (Brain, 1981; Marean y Spencer 1991; Rosell y Blasco López, 2009; Camarós et al., 2013). Sin embargo, la cuestión se complica cuando tenemos en cuenta que la variedad de carnívoros que potencialmente pueden actuar sobre un conjunto óseo es relativamente amplia. A nivel general podemos diferenciar entre grandes y pequeños carnívoros (Tabla 7), cada uno de ellos con una etología diferenciada respecto a la manera de obtener (caza o carroñeo), consumir y desechar sus presas (Blasco López, 2011). Del mismo modo, se ha constatado una importante variabilidad interreferencial en un mismo predador, determinada por factores como la funcionalidad de los lugares de ocupación, la disponibilidad de presas, competencia, etc. A pesar de ello, una de las acciones principales que se ha podido diferenciar entre unos y otros es cómo los grandes carnívoros suelen consumir sus presas in situ (lugar de matanza), mientras que los pequeños y medianos carnívoros frecuentemente las transportan enteras o en porciones hacia sus refugios (cuevas, abrigos, árboles) (Domínguez-Rodrigo, 1994a). Taxón

Durofagia

Hienas (Crocuta crocuta, Hyaena brunnea, Hyaena hyaena) Lobo (Canis lupus)

Grandes carnívoros

Si (refugios y cubiles) Presente

Ocasional (refugios y cubiles)

Cuón (Cuon alpinus),

-

Licaón (Lycaon pictus)

-

León (Panthera leo)

No

Leopardo (Panthera pardus) Linces (Lynx sp.)

Si (árboles) Ausente

Osos (Ursus spelaeus, Ursus arctos) Zorro (Vulpes vulpes)

Pequeños carnívoros

Transporte y acumulación ósea

No Presente

Gato salvaje (Felis sylvestris) Lince ibérico (Lynx pardinus) Mustélidos

Ocasional (época de cría en cubiles) y letrinas dispersas

Si (refugios y cubiles) Ocasional (época de cría en cubiles)

Ausente

Ocasional (época de cría en cubiles) y letrinas dispersas -

Tabla 7. Principales carnívoros identificados en los yacimientos pleistocenos. Se especifica si incluyen o no el consumo de material duro en su dieta (durofagia) y si realizan transportes y acumulaciones de material óseo.

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Todo este espectro de mamíferos carnívoros produce unos tipos de modificaciones concretas en los huesos, diferenciándose desde un punto de vista metodológico entre aquellas de naturaleza física (mordeduras, extracciones, fracturas) y de naturaleza química (ácidos gástricos y enzimas salivares), caracterizadas por los siguientes rasgos: Naturaleza

Modificación Dentelladas

Mordeduras

Características Negativo del diente empleado, con forma de picos y valles internos.

Perforaciones

Perforaciones o depresiones circulares o irregulares que colapsan la cortical. Resultado de la presión dentaria sobre el tejido esponjoso. Diferencia entre puntos de impacto o chipped bones, shallow pitting (epífisis y elementos axiales) y bordes crenulados o irregulares. Se asocian a surcos con normalidad.

Depresiones

Mordisqueo generalizado o gnawing, sin llegar a colapsar la cortical. Depresiones poco profundas, de márgenes gruesos, sección en “U” y eje redondeado-alargado.

Improntas

Huellas dentarias de las cúspides de un molar. Informan del tipo de agente y diente empleado.

Mordisqueo

Realizado sobre epífisis, diáfisis y elementos axiales. Se asocia a depresiones lineales y surcos. Diferencia entre furrows (roído de tejido óseo blando), furrowing (sobre diáfisis y metáfisis y relacionadas con el colapso epifisario).

Surcos

Depresiones lineales, alargadas y profundas, con bordes redondeados y sección en “U”. Más anchas que largas. Superficie interior irregular y poco definida. No colapsan la cortical y se asocian a depresiones. Sobre diáfisis y epífisis.

Acanaladuras

Canales estrechos y cortos sobre la cortical, distribuidos de forma paralela o transversal. Fondo rugoso.

Vaciados

Resultado del mordisqueo extremo, supone la desaparición de parte del hueso esponjoso. Genera redondeamientos de los bordes (cuando se accede a la cavidad medular) o bordes con muescas (cuando no se accede a la cavidad medular).

Física

Fracturas

Fracturas en espiral o helicoidal a causa de la presión mandibular. Generan lascas corticales y medulares, microdenticulado en bordes de fractura. También por reducción de epífisis en huesos largos. Posible confusión con actividad antrópica.

Ácidos gástricos

Derivados de la ingestión de fragmentos óseos. Genera bordes suaves y superficies porosas con presencia de pequeñas cúpulas.

Enzimas salivares

Derivadas de la acción de mordisqueo y movimiento del hueso en la boca. Genera pulidos, redondeamientos y pequeñas depresiones en los bordes de fractura.

Química

Tabla 8. Principales modificaciones producidas por los carnívoros sobre los conjuntos óseos.

En el caso concreto de las marcas de mordedura, se han venido realizando estudios comparativos y de estimación de medidas desde principios de siglo XX. Sin embargo, el problema está en que el rango de variabilidad es tan amplio que pueden ser muchos los agentes que producen ciertas marcas, aunque se puede llegar a discriminar por ejemplo entre pequeños/medianos carnívoros y grandes carnívoros, ya que los primeros nunca llegarán a producir una marca de las dimensiones a las que pueden llegar esto últimos. También conociendo la etología de los animales podemos saber al menos que taxón realiza ciertas marcas. Aun así, algunos autores prefieren diferenciar el agente a partir de la morfología de los perfiles de consumo en cada conjunto, donde el porcentaje de representación suele variar entre unos agentes y otros. Así por ejemplo, son más prominentes las marcas de osos, seguidas de las de hienas, cánidos y félidos. En el caso de los pequeños carnívoros, como los vivérridos, sus marcas no difieren en gran medida de las realizadas por grandes carnívoros, pero sí que su grado de alteración es menor y hay menos tipos, con densidades de fracturación también menores. 61

Las aves rapaces Como se ha podido intuir en nuestro texto, con bastante regularidad los estudios dedicados a la tafocenosis de un conjunto arqueofaunístico suelen tratar como principales agentes biológicos a los humanos y los mamíferos carnívoros, siendo menos estudiados los casos de las aves rapaces, roedores y otros tipos de agentes biológicos, al menos hasta los últimos años. La presencia de aves rapaces en un yacimiento arqueológico suele estar relacionada con la existencia de nidos, posaderos o zonas de descanso, ya sea en entornos cercanos o sobre las mismas viseras de la cueva o abrigo (Andrews, 1990; Fernández-Jalvo y Andrews, 1992). Es en ellos además donde se produce la mayor parte de la alimentación, ya sea de los propios predadores o de sus crías, desechando tanto restos ingeridos (regurgitado, defecado) como no ingeridos. Para el caso del sur de Europa y principalmente para la Península Ibérica, la diversidad de estudios realizados ha permitido identificar cuáles fueron las principales aves rapaces que intervinieron en la formación de distintos conjuntos arqueofaunísticos, tanto diurnas (águila imperial – Aquila adalberti –, águila real – Aquila chrysaetos –, águila perdicera – Aquila fasciata –, aguilucho pálido – Circus cyaneus –, alimoche – Neophron percnopterus –) como nocturnas (búho real – Bubo bubo –, lechuza – Tyto alba –) (Sanchis, 2000; Lloveras, Moreno y Nadal 2008, 2009a, 2014a,b; Sanchis, 2012; Sanchis et al., 2014). Las alteraciones dejadas por unas y otras sobre los restos consumidos suelen ser relativamente fáciles de identificar, aunque existiendo diferencias a la hora de cómo actúan los distintos taxones. Así pues, las rapaces diurnas tienden a desmembrar con el pico sus presas e ingerir partes concretas de ellas, mientras que las rapaces nocturnas pueden llegar a ingerir sus presas al completo. Del mismo modo, los niveles de digestión varían, siendo mucho más ácidos entre las aves rapaces diurnas que entre las nocturnas, provocando por tanto una mayor alteración en los huesos digeridos por las primeras. Hay que considerar que también los aves rapaces jóvenes producen una mayor alteración en los huesos durante la digestión que la producida por las aves rapaces adultas (Sanchis, 2012). A nivel general, podemos hablar de los siguientes tipos de alteraciones: • Impactos de pico (Fig. 23): a la hora de consumir los nutrientes de sus presas, las aves actúan por medio de picotazos, con los cuales retiran parte del contenido cárnico que necesitan (además de fragmentos de hueso, plumas, pelo, etc.), aunque también se producen picotazos durante la desarticulación de las presas para su posterior ingesta. Dependiendo de la morfología de su pico, los estigmas que quedan sobre los huesos pueden ir desde formas triangulares a formas más redondeadas, siempre producidos en un lado del resto cuando hablamos de huesos largos, o perforaciones en el caso de huesos planos. • Patrones de fragmentación: a la hora de fragmentar la carcasa de sus presas, diversos autores plantean que entre las aves rapaces generalmente se produce un mayor consumo de los miembros posteriores debido a su mayor contenido cárnico (Sanchis, 2000; Andrews, 1990; Hockett, 1993), aunque esto no es compartido por todos los autores (Yravedra, 2006b). Además, dependiendo 62

del predador y del elemento anatómico que se trate, los grados de fracturación varían desde proporciones bastante elevadas (80-95%) para el caso de pelvis y escápulas, a proporciones relativamente bajas (25-50%) para el caso de huesos largos. E incluso, proporciones diferenciales (5-85%) en el caso de las vértebras (Sanchis, 2000, Yravedra, 2006b). • Corrosión digestiva: la ingestión de los presas por parte de las aves rapaces provoca que todos aquellos elementos no digeribles (huesos, pelo o plumas sean expulsados a partir del regurgitado (egagrópilas). Durante su digestión los huesos se ven afectados por el proceso digestivo, provocando sobre sus superficies fenómenos corrosión y pulido, caracterizándose a la hora de su identificación por la presencia de pérdidas óseas, destrucción y lustre brillante de la superficie cortical. Diversos autores han tipificado las alteraciones digestivas en distintos grados - ligero, moderado, fuerte e intenso - tanto sobre huesos como dientes (FernándezJalvo y Andrews, 1992; Lloveras et al., 2008, 2009a). La definición de los mismos es imporante a la hora de poder diferenciar entre aves rapaces diurnas y nocturnas, así como asignar una tafocenosis a un predador concreto.

Fig. 23. Hemimandíbula de conejo con impacto de pico de morfología circular. Material recuperado en AFA 5

4.4.2. Modificaciones fosildiagenéticas o postdeposicionales Entre los distintos tipos de modificaciones que podemos identificar sobre los huesos producidas durante el proceso de depósito en el sedimento y su posterior enterramiento, en nuestro conjunto hemos determinado las siguientes: • Concreciones: modificación de naturaleza físico-química, producida principalmente por cambios en las condiciones de humedad sedimentaria, provocando que parte del sedimento se vaya adhiriendo al hueso (Courty et al., 1989).

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• Corrosión química: modificación de naturaleza físico-química, la cual puede producirse por una amplia variedad procesos: disolución química (modifica la estabilidad de los componentes minerales del hueso), descomposición de los tejijos óseos (provoca desmineralización y pérdida de colágeno), PH y composición química del sedimento (afecta al estado iónico del hueso y genera solubilidad de la hydroxiopatita), lixiviación (pérdida de material soluble), enriquecimiento (aparición de corrosiones y cambios de color en la superficie ósea), etc. (Yravedra, 2006: 282283). Este tipo de alteraciones químicas producen cambios a nivel macroscópico y microscópico, que pueden llegar incluso a afectar a los análisis de paleodietas que se realicen sobre los materiales afectados. En general el hueso presenta una superficie alterada, con rugosidades y pérdida de tejido óseo, de manera similar a la que ocurre en los huesos digeridos por carnívoros, distinguiendose de estas debido a que afectan a gran parte o la totalidad del hueso y no a una zona determinada (Cochard, 2004). • Pulidos y microestriaciones (erosión o abrasión): modificación de naturaleza física, producida principalmente por el transporte hídrico o eólico de un resto óseo causando la erosión o abrasión de su superficie. El origen de la modificación está en la fricción de las partículas sedimentarias con la superficie del hueso, produciendo redondeamientos, pulidos y microestrías. A la hora de diferenciar uno u otro agente, se suele asociar una modificación completa del resto al transporte hídrico, mientras que una modificación parcial esta más relacionada con procesos eólicos. • Pigmentación (óxidos de manganeso): proceso químico derivado de la presencia de bacterias que se nutren del contenido óseo, produciendo la aparición de óxidos de manganeso en la superficie ósea. Estos óxidos se caracterizan por generar cambios de coloración en la superficie de los restos a partir de pequeños puntos de color negruzco, distribuidos de forma dispersa y caótica, o en zonas de concentración. Dichos cambios se producen principalmente bajo condiciones de alta humedad, baja exposición solar y niveles de pH neutro en el sedimento (Shahack-Gross et al., 1997; Cáceres, 2002). • Grietas y exfoliaciones (meteorización): modificación de naturaleza físico-química generada por la meteorización, exposición subaérea o weathering. Se produce por la descomposición del colágeno y pérdida de la hydroxiapatita de un hueso tras su abandono, quedando expuesto a los distintos agentes atmosféricos (lluvia, calor, cambios de temperatura, solifluxión, etc.). A partir del trabajo experimental realizado por Behrensmeyer (1978) en la cuenca de Amboseli (Kenia), se define una base teórica sobre la que reconocer los fenómenos de meteorización en los huesos, aunque también Andrews (1990) proporciona nuevos datos para el caso de los pequeños mamíferos. Entre las principales modificaciones registradas están los agrietamientos longitudinales y en mosaico, las exfoliaciones y las pérdidas de tejido óseo. • Muescas, fracturas y agrietamientos (pisoteo o trampling): modificación de naturaleza física, provocada por el tránsito de distintos agentes biológicos (homínidos, carnívoros, herbívoros) sobre la superficie que contiene los restos óseos. Así pues, al igual que en la abrasión, es la fricción 64

generada por el movimiento de las partículas sedimentarias el motivo de las modificaciones, provocando desde incisiones finas e impresiones poco profundas, a fragmentación longitudinal y desplazamiento horizontal y/o vertical del material. Su distribución sobre la superficie ósea suele ser irregular, y pueden llegar a generar pequeñas muescas en los bordes de huesos fracturados (Blasco López et al., 2008). No obstante, algunos estudios han demostrado como no en todos los medios sedimentarios se manifiestan estas alteraciones (Olsen y Shipman, 1988). • Vermiculaciones (raíces): modificación de naturaleza física-química, producida por el crecimiento de raíces en el sedimento, las que a través de la acción de los ácidos vegetales produce la disolución química de la superficie ósea (Fernández-Laso, 2010). Este fenómeno provoca la existencia de negativos de las raíces sobre la cortical de un hueso, con una longitud, anchura y distribución variable, y generalmente con fondo en “U”.

A la hora de cuantificar la intensidad de la modificación causada por cada uno de los fenómenos anteriores, se ha recurrido a un apartado específico dentro de la base de datos. En él, se ha establecido una codificación que va de “1” a “5”, donde el primer número se corresponde con el grado de modificación más leve de la superficie cortical, mientras el segundo número se corresponde con el más intenso, hasta el punto de hacer imposible la observación de la superficie cortical.

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5. El yacimiento de El Salt

(Alcoy, Alicante)

5.1. Espacio y Tiempo Durante el Pleistoceno Superior, el entorno de los Valles de Alcoy se caracterizaba por una amplia diversidad de recursos bióticos que permitieron la subsistencia de los grupos neandertales que frecuentaban la zona, posible gracias a la combinación biotopos de roquedo, alta montaña, llanuras y cursos fluviales. Estas condiciones se manifiestan en una relativa densidad de yacimientos paleolíticos en cueva (El Salt, Abric del Pastor, Cova Beneito, las Coves d’Estroig) en la zona conocida como la Hoya de Alcoy, correspondiente con la cabecera y curso alto del riu Serpis. Del mismo modo, estos yacimientos se complementan con enclaves al aire libre ligados a la explotación de materias primas líticas, zonas de paso y aprovisionamiento de agua (Barciela y Molina, 2005). Entre todos, El Salt juega un papel primordial, ya que está situado un lugar idóneo para el control de los valles alcoyanos (Galván et al., 2001, 2006; Garralda et al., 2006b). El yacimiento arqueológico de El Salt, localizado en el término municipal de Alcoy (Alicante) y más concretamente en la cabecera del riu Serpis a una altura de 680 m.s.n.m. (38º 41’ 12.5’’ N y 0º 30’ 31.8’’ W), es un enclave situado en las estribaciones surorientales de la Sierra de Mariola, dentro del Sistema Prebético Alicantino (Fig. 25). Con una extensión aproximada de 300 m2, se encuentra protegido bajo un cantil de estructura caliza de unos 38 m de altura, recubierto por travertinos. Esta gran pared se corresponde con un salto de falla que provocó el cabalgamiento de las calizas paleocenas sobre conglomerados del Oligoceno, interceptando el curso del río, lo que daría lugar a la formación de un paleolago y un amplio edificio travertínico de unos 2,5 km de largo (Galván et al., 2014). El depósito del yacimiento tiene un espesor conocido actualmente de 6,3 m y fue descrito en los años noventa por P. Fumanal como una sedimentación compuesta de trece Unidades Litroestratigráficas (Fumanal, 1994; Galván et al., 2001, 2006, 2014) (Fig. 24), agrupadas posteriormente en cinco grandes conjuntos (A-E), de acuerdo con sus características texturales macroscópicas y el contenido arqueológico. Obviamente, esta primera descripción realizada en la década de los noventa se ha visto revisada con los años, estableciéndose nuevas subunidades y facies arqueosedimentarias para cada Unidad Estratigráfica (en adelante UE). (Fig. 26) . Esta secuencia ha sido datada por distintos métodos radiométricos, proporcionándonos una horquilla temporal que se inicia en 81,5 ± 2,7ka / 80,175 ± 4ka (U/Th) para la base constituida por un estrato

Fig. 24 Columna estratigráfica de El Salt, según Pilar Fumanal (1994).

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Fig. 25 Localización geográfica del yacimiento de El Salt en la Península Ibérica (imagen sup. izquieda); Mapa de elevaciones con los principales yacimientos del Paleolítico medio de los Valles de Alcoy (imagen sup. derecha); Fotografía y planta de excavación 2013 del yacimiento (imagenes inferiores derecha e izquierda).

litoquímico, sin ocupación humana (UE XIII), y continúa entre los 60,7 ± 8,9ka (TL) hasta los 44,7 ± 3,2ka (OSL), entre las UE XII-V, con evidencias de ocupación asignables al Paleolítico medio. Se trata pues de un depósito de ocupaciones antrópicas recurrentes desarrolladas durante el MIS 3, que muestra una progresiva recesión del impacto antrópico evidenciada en las características sedimentológicas y del registro material a partir de cronologías equivalentes al evento Heinrich 5 (UE VII-V) (Galván et al., 2014). Este proceso coincide además con signos de aridificación en la región (Sánchez-Goñi y Harrison, 2010; Galván et al., 2014), un episodio de caída de grandes bloques de la visera travertínica que protegía parcialmente el asentamiento, así como cambios abruptos en el estilo de sedimentación y la reactivación de corrientes de agua carbonatada, que lleva a la formación de costras calcáreas en la superficie. Por lo que respecta a los niveles IV al I, se forman dentro de cronología holocénica, caracterizándose por ser estratos afectados por procesos de carácter erosivo, ligados a la reactivación kárstica producida en el periodo comprendido entre los 9000-5000 BP en diversos enclaves de la vertiente oriental de la Península Ibérica (Afonso, 2013).

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Fig. 26 Esquema estratigráfico del yacimiento de El Salt, en el que se destaca la composición textural de los sedimentos, posición de los restos humanos recuperados, los datos cronológicos, así como los valores de susceptibilidad magnética y las cantidades de carbón en la composición orgánica a lo largo de la secuencia (Galván et al., 2014). Se remarca en rojo la UE-X a la que pertenecen los datos arqueofaunísticos presentados en este trabajo.

5.2. El registro arqueológico Si algo caracteriza al yacimiento, es la extraordinaria conservación de su material, tanto por lo que a las materias primas se refiere, como a la organización espacial. A nivel general podemos decir que nos encontramos ante un yacimiento pleistoceno típico, con abundantes restos de sílex de captación local y numerosos restos de fauna, ambos asociados a diversidad de estructuras de combustión que se reconocen a lo largo de la secuencia. Sin embargo, veamos de forma más concreta algunos rasgos generales del material recuperado: • Registro paleoantropológico: en el año 1987 fueron recuperados 6 piezas dentarias en la base de la UE-V, con posterioridad a al segundo episodio de caída de la viseraprobablemente, pertenecientes a un único individuo neandertal masculino, entre adulto y joven (Garralda, 2005; Garralda et al 2006a, b; Garralda et al, In press). Estas piezas se corresponden con dos molares (M1 derecho y M2 derecho) y un pequeño fragmento de un tercero, dos premolares (P3 derecho y P4 derecho) y un incisivo (I1 derecho). Por su posición estratigráfica y cronología probablemente se trate de un individuo perteneciente a las últimas poblaciones neandertales de la montaña alicantina (Fig. 27).

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Fig. 27. Restos dentales recuperados en la base de la UE-V del yacimiento de El Salt. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: I1 derecho, P3 derecho, P4 derecho, M1 derecho, M2 derecho. Línea blanca de 10 mm (imagenes tomadas de Garralda et al., In press)

• Registro faunístico: a lo largo de toda la secuencia, el registro faunístico se caracteriza principalmente por la presencia de herbívoros de talla grande/media (caballo, ciervo, cabra) que fueron obtenidos, procesados y consumidos por los grupos humanos, con intensidades distintas según la UE (Gráfico 1). Por el contrario, no parece que existiera una importante intervención de carnívoros en el yacimiento, constatándose hasta una escasa presencia de modificaciones producidas por ellos, e identificándose hasta el momento tan solo 8 restos aislados pertenecientes a distintos mamíferos carnívoros (Panthera pardus, Lynx sp., Vulpes vulpes, Canis sp, Meles sp.). También se ha identificado la presencia esporádica de restos de uro (Bos primigenius) y tortuga (Testudo hermanni), además de un aporte continuo de conejo común (Oryctolagus cuniculus). Esta última especie parece estar relacionada mayoritariamente con el consumo de las aves rapaces, aunque se ha registrado modificaciones de naturaleza antrogénica sobre algunos restos. Por otro lado, hay que destacar también la abundancia de micromamíferos en el yacimiento, sobre los que en los años noventa Inocencio Sarrión (1990) avanzó algunos datos. En su lista taxonómica mencionaba la presencia Microtus brecciensis/dentatus, Microtus arvalis, Pitymys duodecimcostatus, Arvicola sapidus y Crocidura russula. Años más tarde Pere Guillém (1995) realizó nuevos análisis que daban como resultado la presencia de Microtus arvalis y Terricola duodecuncostatus en la UE XII. Actualmente se está llevando a cabo un estudio más amplio de toda la secuencia, sin embargo, a falta de completar el mismo tan solo podemos adelantar algunos datos preliminar que nos informan de una reducción en la diversidad específica de micromamíferos a partir de la UE V en relación a las UE más antiguas (VI a XII) (Fagoaga, 2013).

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Título del gráfico 100% 80% 60% 40% 20% 0% Nivel VI

Nivel VII

Nivel VII-VIII

Nivel VIII

Nivel Xa

Caprinae

Cervinae

Bovinae

Suinae

Equinae

Canidae

Vulpes

Lynx

Pantherinae

Indeterminados

Nivel Xb

Gráfico 1. Cantidades restos de macromamíferos identificados en el yacimiento de El Salt según distintos niveles.

• Registro lítico: las ocupaciones humanas identificadas permiten hablar de un uso diversificado y preferente, aunque nunca exclusivo, de los recursos litológicos de ámbito local. En relación con ello, entre las materias primas líticas predomina el sílex proveniente de las formaciones silíceas de los niveles mesozoicos y cenozoicos del Prebético Alicantino, originadas en ambientes marinos de plataforma (sílex tipo Mariola) o arrecifales/pararrecifales (sílex tipo Serreta, tipo Beniaia). Entre los distintos tipos predomina el uso del sílex Serreta, cuya captación se produjo en los depósitos detríticos del Oligoceno, desde bloques liberados a resedimentados. Por lo que respecta a los procesos tecnológicos, una parte importante de los útiles recuperados, retocados o no, fueron aportados al yacimiento previamente configurados o recolectados y reutilizados en el propio enclave. Aun así, también se ha constatado distintos procesos de talla, con un predominio de las estrategias de reducción Levallois para el desarrollo de diversas actividades (procesado animal y vegetal y trabajo de la piel) (Rodríguez et al, 2002). Por otro lado, los procesos de talla Discoide y Direccional también están presentes, aunque en menor proporción (Galván, 1986, 1992, 2001; Dorta, 2009; Dorta et al., 2010; Machado, 2010; Machado et al., 2011), así como el uso de cantos de caliza del entorno empleados como percutores, retocadores o yunques, determinado por la presencia de piqueteados, impactos lineales, incisiones, desgastes y fracturas. Estos elementos permiten clasificar el conjunto lítico de El Salt inequívocamente dentro de los tecnocomplejos del Paleolítico medio. • Estructuras de combustión y materia orgánica: a lo largo de la secuencia estratigráfica del yacimiento se han determinado distintas estructuras de combustión, identificadas a partir tanto del impacto término dejado en el sustrato de apoyo (área negra) como por la presencia de facies de cenizas y carbones (área blanca) en un muy buen estado de conservación (Mallol et al., 2013a, Galván et al., In press). En total se han recuperado 69 hogares entre las UE VII al X, todos ellos con morfologías y dimensiones variables (circulares, elipsoidales, irregulares , desde 20 cm a cerca de 100 cm de diámetro), teniendo asociados una cantidad importante de material termoalterado 70

(sílex, travertino, caliza y fauna), así como carbones dispersos y concentrados. A nivel general la mayoría de hogares identificados se localizan en el área más cercana a la pared de travertino, aunque también se han identificado de manera aislada en zonas más externas. Respecto a la materia orgánica, los estudios realizados hasta el momento indican una alta presencia de contenido lipídico (ácidos grasos) e hidrocarburos (n-alcanos, esteroles y terpenos) en las distintas estructuras de combustión, relacionados tanto con las actividades realizadas sobre las mismas como con la materia orgánica depositada sobre ellas. Así pues, estudios recientes realizados a partir de muestra de química orgánica y estudios micromorfológicos hacen de El Salt el yacimiento arqueológico más antiguo con presencia de biomarcadores de materia fecal humana (Sistiaga et al, 2014), aportando novedosos e importantes datos relativos a la paleodieta de los grupos neandertales. En definitiva, lo que evidencia el registro arqueológico del yacimiento es una amplia explotación de los recursos locales por parte de los grupos humanos, usando para ello uno de los sitios más idóneos en el entorno de los Valles de Alcoy. De esta manera, El Salt se sitúa como uno de los yacimientos claves para conocer la vida de los últimos grupos neandertales en la vertiente mediterránea de la Península Ibérica y como Centro de Intervención Referencial en los valles alcoyanos (Galván, 2001, 2006).

5.3. La Unidad Estratigráfica X De la extensión de casi 300 m2 que conforma el entorno del yacimiento de El Salt, la superficie de excavación que ocupa la UE-X se reduce a ca. 60 m2 (Fig. 28 y 29.). Esto se debe en principio a varios motivos, siendo el primero de ellos el corte estratigráfico realizado durante dos campañas de corta duración entre 1960 y 1961 bajo la codirección de V. Pascual y R. Martín. Estas labores afectaron a gran parte del área de excavación actual, llegando incluso a la base geológica del yacimiento, no siendo estudiados sus materiales hasta que en los años ochenta iniciara su tesis doctoral Bertila Galván (1986) e Inocencio Sarrión realizara algunos trabajos faunísticos que han permanecido inéditos, a excepción de una lista faunística aparecida en otra publicación (Sarrión, 1990). El último condicionante de la actual superficie de excavación es la carbonatación característica de las bandas 10 hasta la 17, lo que ha supuesto que las principales tareas de investigación se centren en la zona interna (bandas 9 a 2), donde el yacimiento muestra una mayor complejidad y riqueza. La unidad estratigráfica X es un depósito de naturaleza predominantemente arqueológica, con una cronología de ca. 52,3 ± 4,6ka (Galván et al., 2014). Descrita por María Pilar Fumanal a inicios de los años noventa del siglo XX (Fumanal, 1994: 46) como un nivel cuya “... potencia es variable y oscila entre unos 20 cm en el corte A, 15 en el B y 35 en el C. La base es de trazado subhorizontal al suelo y el techo muestra una geometría suavemente ondulada. La textura es limoarcillosa, con mínima presencia de cantos en los perfiles A y B, aunque se agrupan ligeramente en C.”. Fumanal, asocia esta unidad a la estructura sedimentaria denominada Unidad-D, caracterizada por sedimentos finos, oscuros, ricos en materia orgánica y de disposición horizontal, donde se evidencia un ligero deterioro de las temperaturas generales respecto con fases anteriores. 71

Fig. 28. Planta de excavación de El Salt. Se destaca la superficie que ocupa actualmente el área de excavación.

Fig. 29 Superficie de la UE X en proceso de excavación.

72

Esta primera descripción realizada tan solo a través del estudio de los perfiles, fue confirmada a posteriori una vez iniciado el proceso de excavación de la UE X en el año 2006, constatándose la presencia de diversos procesos hídricos sobre la superficie y la existencia de importantes eventos de combustión. Hasta la actualidad se han registrado un total de 59 hogares, y aunque la excavación de dicha unidad no ha concluido, se ha podido diferenciar dos subunidades principales (Xa y Xb) en contacto neto. La intervención sobre la subunidad Xa concluyó en 2011, concentrándose los trabajos actuales en la subunidad Xb. Cada una de estas subunidades se caracteriza por: • Subnivel Xa: textura limo-arcillosa (tonalidad 7.5 YR 3/2 Munsell soil color chart), con inclusiones de laminaciones negras, una potencia de 13-18 cm y localizada por todo el área de excavación. • Subnivel Xb: textura arcillo-limosa (tonalidad clara), con inclusiones de laminaciones marronesnegras, una potencia de 13-18 cm y localizada en determinadas zonas del área de excavación.



A nivel arqueoestratigráfico, la UE

X se compone por un conjunto de facies sedimentarias, donde se han definido por ahora un total de 7. Muchas de ellas están claramente relacionadas con distintas áreas de combustión cercanas al cantil travertínico (Gómez et al., 2010, Marrero, 2010). Es por tanto un nivel heterogéneo en su composición y con naturaleza de palimpsesto. Así pues, se concentran en esta zona toda una sucesión de estructuras de combustión separadas por finas laminaciones de limos naranjas y otras facies (XSCa-R, Zlg, Lm), cuya función aun no está clara (zonas de desecho, consumo, limpieza o reestructuración de las estructuras de combustión) (Fig. 30).

Fig. 30. Sucesión de estructuras de combustión en la UE-X próximas al cantil travertínico.

Esta complejidad derivada de la combinación de procesos biogénicos, geogénicos y antrópicos (Henry, 2012), es la que ha llevado a que el estudio de la UE X en conjunto se considere inoperativo de cara a realizar un correcto análisis histórico de las ocupaciones humanas en el yacimiento. De ahí la necesidad de establecer de nuevas categorías de análisis, desde una base metodológica, como son las asociaciones de facies arqueosedimentarias (AFA) y el uso de la matrix Harris (Harris, 1991), cuya finalidad es expresar gráficamente la sucesión estratigráfica, dentro de la perspectiva de las analíticas de alta resolución temporal para la disección de depósitos con naturaleza de palimpsestos (Stapert y Street, 1997; Galanidou, 2000; Bailey, 2007; Bailey y Galanidou, 2009; Vaquero, 2008; Machado et al., 2011; Marrero et al., 2011; Henry, 2012).

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5.4. Arqueoestratigrafía Preocupados pues por alcanzar niveles más adecuados a nivel de resolución temporal para la interpretación de los procesos históricos que acontecieron en nuestros yacimientos, durante los últimos años el equipo del yacimiento de El Salt ha buscado unidades de estudio más apropiadas para el análisis de histórico de la que puede dar el estudio de una unidad estratigráfica en su conjunto. Ello va en la línea de los estudios realizados en otros dos enclaves del mediterráneo ibérico: Abric Romaní (Vaquero y Pastó, 2001) y la Cova del Bolomor (Sañudo y Fernández-Peris, 2008). La respuesta a esta problemática se ha obtenido de la Arqueoestratigrafía, pasando la metodología de excavación por la realización de levantamientos sedimentarios, teniendo como base los criterios macroscópicos definidos por Aguirre (1997) en su propuesta de estratigrafía analítica, así como un exhaustivo control del apoyo de los materiales. De esta manera, tras una minuciosa observación de campo se han podido definir diferentes facies sedimentarias depositadas en un corto espacio de tiempo, a partir de las que se han establecido conjuntos arqueológicos utilizados como nuevas unidades de análisis histórico, denominados “Asociaciones de Facies Arqueosedimentarias” (AFA). A nivel general las facies sedimentarias son depósitos con una naturaleza compositiva concreta, que se pueden conformar penecontemporáneamente a otros o en momentos distintos, siempre en un mismo espacio. Por otro lado, intercaladas con ellas encontramos estructuras arqueosedimentarias, es decir, facies de un claro origen antrópico y con una distribución espacial definida, que en el caso de El Salt se relacionan con las distintas estructuras de combustión y otros restos de combustión no estructurados. En definitiva, la combinación de dos o más de estas facies es lo que conforma un AFA, cuya relación se deriva de: vinculación estratigráfica, relación geogénica y vinculación del material arqueológico.

Fig. 31. Matrix Harris de AFA 5

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En base a lo expuesto, el conjunto arqueológico empleado en este trabajo se corresponde con la asociación de facies arqueosedimentarias número 5 (AFA 5), conjunto definido dentro del UE X. Ésta se trata de una nueva unidad de análisis definida a partir de la relación estratigráfica de facies sedimentarias (La 7/8 y 7.2, SCaR 7.2-7.3, Zlg 7.2 y Lm3) y estructuras de combustión (EC28 a EC33), así como de la presencia/ausencia de material arqueológico (Fig. 31). Cada una de las facies sedimentarias se caracteriza por los siguientes atributos: • La: limos de tonalidad anaranjada (La), que forman la matriz sedimentaria principal de la UE X. Generalizados por toda la superficie (ca. 48 m2) y de estructura homogénea, dificultan la percepción a nivel macroscópico de facies arqueosedimentarias en la zona externa más alejada del cantil travertínico. El índice de carbonatación va ligado a esta lejanía progresiva de la pared. • SCa-R: sedimento arenoso con inclusiones de clastos (SC), de tonalidad anaranjada (a) y material arqueológico muy fragmentado - sílex y huesos -, con evidencias de rubefacción (-R). Se localiza exclusivamente en los cuadros más cercanos al cantil travertínico, sobre una superficie de 4 m2. La fracción fina se caracteriza por un sedimento compacto, areno-limoso, con tonalidad 10 YR 6/4 (Munsell Color Chart). La fracción media se compone principalmente por gravas travertínicas. La fracción gruesa es el elemento más característico, correspondiente a clastos derivados de travertinos fragmentados y levemente redondeados, ligados a cantos rodados. • ZLg: limos grises (Lg) con ceniza (Z), localizados en el mismo sector que las facies SCa-R. No tienen casi presencia de fracción gruesa ni registro arqueológico. • Lm: limos marrones (Lm) limitados a los cuadros X7-9 y Y11-12, que ocupan una superficie de 0,75 m2. Se localizan entre estructuras de combustión. Domina la fracción fina, caracterizada por limos de tonalidad marrón (10 YR 4/3), aunque también hay presencia de gravas travertínicas y abundante material arqueológico termoalterado. El contacto con la facies La es neto. Respecto a las estructuras de combustión, todas se concentran cercanas al cantil travertínico (Fig. 32). Se trata de hogares simples o planos, donde se identifican tres niveles sedimentarios: área cenicienta, área negra o suelo termoalterado, y suelo subyacente (Mallol et al., 2013a). No obstante, no todas las estructuras de nuestro estudio conservan íntegros todos los estratos. Dada la concentración de las mismas en una zona, se han podido identificar fenómenos de diacronía y sincronía sedimentaria, tal y como se ha podido ver gráficamente en la matrix Harris. A nivel de complejidad, las estructuras de combustión registran cierta variabilidad tecnomorfológica, con grandes hogares de 50-70 cm de diámetro, mientras otras como es la EC-28 no supera los 20 cm. El estudio posterior de laboratorio sobre sus relaciones y distribución, es lo que nos permite proponer la existencia de diversos momentos de ocupación en esta nueva unidad analítica. Hasta ahora, ello ha sido posible gracias a la colaboración interdisciplinar de distintas técnicas como son la micromorfología, los remontajes líticos y los análisis de arqueología espacial (Fig. 33). 75



Fig. 32. Superficie de AFA 5. Se representan las distintas facies arqueosedimentarias y estructuras de combustión en la imagen derecha.

Fig. 33. Ejemplos de las distintas técnicas y análisis de laboratorio empleadas en el yacimiento de El Salt en relación a la búsqueda de nuevas unidades de análisis espacio-temporales y disección de palimpsestos arqueológicos. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: a) distribución en planta de las facies arqueosedimentarias de AFA 5 y 6; b) transecta de la distribución de materiales de AFA 4 y 5; c) posición y secuencia de distintas EC y Áreas negras a lo largo del nivel X (Mallol et al., 2013); d) perfil y lámina delgada de EC-32, diferenciandose entre al área blanca y área negra (Mallol et al., 2013).

76

77

6. Presentación de datos 6.1. Material estudiado El conjunto arqueofaunístico recuperado en AFA 5 y estudiado en este trabajo asciende a un total de 3551 restos, de los cuales 699 se corresponden con material coordenado y 2882 con fragmentos recuperados en el proceso de criba. Para este trabajo, la cantidad relativa al material coordenado integra todo el registro óseo asociado al AFA 5, mientras que en el caso del material recuperado en la criba se ha estudiado una parte significativa del conjunto, centrada principalmente en el material asociado a las estructuras de combustión y sus cuadros adyacentes. El motivo de esta selección, es el interés que tiene de cara al estudio de la termoalteración y la disección del palimpsesto arqueológico que conforma El Salt, como constataremos más adelante.

La distribución de los restos coordenados y de criba por cada una de las facies sedimentarias y

estructuras de combustión es la siguiente: Estructuras de Combustión

Coord.

Criba

Facies arqueosedimentarias

Coord.

Criba

EC28

3

-

La 7.2

28

63

EC29

1

-

SCa-R 7.2

92

335

EC30

27

686

SCa-R 7.3

175

1

EC31

8

-

ZLg 7.2

11

208

EC32

72

92

Lm3

29

280

EC33

15

269

La7

238

948

6.2. Representación esquelética y específica Para el estudio de la representación taxonómica y anatómica en este trabajo se ha empleado únicamente el material coordenado, dado que para el recuperado en criba tiene un bajo grado de identificabilidad debido a su elevada fragmentación. Respecto a la definición taxonómica, debemos tener en cuenta algunas cuestiones previamente al proceso de cuantificación. En primer lugar, dado que no se ha podido llegar a identificar la especie para todos los fragmentos estudiados, hemos preferido limitarnos a la categoría de género para una parte destacada del conjunto, principalmente para los bóvidos de talla pequeña (caprinos) y los cérvidos. En el caso de los primeros, este aspecto es relativamente importante si tenemos en cuenta que en yacimientos de la zona, caso de Cova Negra, se han identificado restos de tarh (Hemitragus sp.) en sus fases más antiguas (Martínez-Valle, 2009, 2013), mientras que en los niveles asociados al MIS 3 solo se identifica la cabra (Capra pyrenaica). Este género (Capra sp.) también ha sido identificado en el nivel IV (MIS 3) del Abrigo de la Quebrada (Chelva, Valencia), donde a pesar de la elevada fragmentación, algunas características 78

en los molares parecen relacionar los restos de caprinos con alguna especie de cabra y no con el tahr (Sanchis et al., 2013). No obstante, la naturaleza fragmentaria y las alteraciones postdeposicionales de nuestro conjunto nos impiden identificar determinadas características que nos permitan hablar de la presencia de tarh, por ejemplo la morfología del metastilo y los lóbulos proximal y distal en el M3 (Rivals, 2004). En segundo lugar, la presencia de rasgos similares a una especie determinada, pero no claramente definitorios nos ha conducido al empleo de la abreviatura cf. (confer) en parte del conjunto estudiado, por ejemplo Capra cf. pyrenaica.

6.2.1. Número de Restos (NR) y Número de Restos Identificados (NISP) Del total de 699 restos coordenados ha sido posible identificar taxonómicamente el 24,71% de los restos (254 fragmentos). A su vez, se ha reconocido a nivel de género el 66,53% de los restos (169 fragmentos), y se ha determinado a nivel específico el 86,98% de los mismos (147 fragmentos) (Gráfico 2 y Tabla 9). Entre las especies identificadas, y a partir de la suma de los restos reconocidos por género, hay un claro predominio de los caprinos (Capra pyrenaica), seguido por los cérvidos (Cervus elaphus) y los équidos (Equus ferus y Equus hydruntinus). Junto a ellos destacan los restos de conejo (Oryctolagus cuniculus) y finalmente un pequeño grupo de animales cuyos restos aparecen de forma puntual, caso de la tortuga mediterránea (Testudo hermanni), el jabalí (Sus scrofa), el sapo (Bufo bufo), un carnívoro indeterminado y una especie de chova por determinar (Pyrrhocrorax sp.).

% NR

12,00 10,00 8,00 6,00 4,00 2,00 0,00

Gráfico 2. Gráfico de barras con el porcentaje de número de restos (NR) por taxón identificados en el conjunto de AFA 5.

Un análisis del conjunto a partir de las tallas de peso muestra una distribución marcadamente distinta, predominando los individuos de talla media (34,62%), integrados por los cérvidos, suidos y carnívoros. A estos le siguen los individuos de talla pequeña (18,31%), compuestos únicamente por los caprinos. Además, en cantidades relativamente cercanas se sitúan los individuos de talla grande (17, 31%), 79

integrados por los équidos y bovinos. Finalmente se sitúan los individuos de talla muy pequeña (9,59%), grupo compuesto por los conejos, tortugas, chovas y sapos. (Gráfico 3). Hay que destacar además el alto porcentaje de restos indeterminados incluso aplicando las tallas de peso, pues supone un 20,17% de la muestra.

% NR

40,00 35,00 30,00 25,00 20,00 15,00 10,00 5,00 0,00 Talla grande

Talla media

Talla pequeña

Talla muy pequeña

Indeterminado

Gráfico 3. Gráfico de barras con el porcentaje de número de restos (NR) por talla de peso y restos indeterminados identificados en el conjunto de AFA 5.

6.2.2. Número Mínimo de Elementos (NME) Los valores obtenidos a partir del número total de restos, sin embargo, no son reales en cuanto a la cantidad de elementos e individuos conforman el conjunto. De esta manera, el NME ha permitido reducir dichas cantidades, estableciéndose un total de 245 elementos. Basándonos en los porcentajes se identifica nuevamente un predominio de los caprinos (23,67%) y los conejos (16,73%), pero con una presencia relativamente mayor para ambos a la vista a partir del NR. Éstos están seguidos de los cérvidos (15,92%) y équidos (12,24%). En definitiva se muestra un patrón similar al ya conocido a partir del número de restos por taxón (Gráfico 4 y Tabla 9), aunque con frecuencias más altas.

%NME

20,00 18,00 16,00 14,00 12,00 10,00 8,00 6,00 4,00 2,00 0,00

Gráfico 4. Gráfico de barras con el porcentaje de número mínimo de elementos (NME) por taxón identificados en el conjunto de AFA 5.

80

Taxón

Equidae

Bovidae

Cervidae Leporidae

Otros taxones

Tallas de peso Indeterminados

NR

%NR

NME

%NME

Equus ferus

12

1,72

9

3,67

Equus sp.

20

2,86

13

5,31

Equus cf. ferus

10

1,43

7

2,86

Equus cf. hydruntinus

1

0,14

1

0,41

Caprinae

74

10,59

43

17,55

Capra pyrenaica

7

1,00

6

2,45

Capra cf. pyrenaica

12

1,72

9

3,67

Bos primigenius

1

0,14

1

0,41

Cervinae

11

1,57

8

3,27

Cervus elaphus

43

6,15

27

11,02

Cervus cf. elaphus

6

0,86

4

1,63

Oryctolagus cuniculus

51

7,30

41

16,73

Testudo hermanni

2

0,29

1

0,41

Sus scrofa

2

0,29

2

0,82

Pyrrhocrorax sp.

1

0,14

1

0,41

Bufo bufo

1

0,14

1

0,41

Carnivora sp.

1

0,14

1

0,41

Talla grande

77

11,02

10

4,59

Talla media

179

25,61

22

10,09

Talla pequeña

35

5,01

5

2,29

Talla muy pequeña

12

1,72

6

2,75

Indeterminados

141

20,17

-

-

699

100

245

100

Tabla 9. Cantidades totales y porcentajes del número de restos (NR) y número mínimo de elementos (NME) identificados en el conjunto de AFA 5. Se agrupan los restos por taxón, género, talla de peso y fragmentos indeterminados.

No obstante, aplicando el análisis de conjunto a partir de las tallas de peso observamos como la cantidad de elementos de talla media y pequeña están muy cercanos (29,36% y 28,90% respectivamente). Ambas están seguidas por los elementos pertenecientes a tallas muy pequeñas (22, 94%) y finalmente por los de talla grande (18,81%) (Gráfico 5).

%NME 35,00 30,00 25,00 20,00 15,00 10,00 5,00 0,00 Talla grande

Talla media

Talla pequeña

Talla muy pequeña

Gráfico 5. Gráfico de barras con el porcentaje de número mínimo de elementos (NME) por talla de peso identificados en el conjunto de AFA 5.

81

Por lo que respecta a los valores de representación de los distintos elementos anatómicos, en primer lugar se sitúan los huesos largos del miembro posterior (fémur y tibia, total 24,08%), seguidos de una alta presencia de restos dentarios (total 13,06%). A estos dos grupos les siguen los huesos largos del miembro anterior (húmero, radio y ulna, total 9,39%) y del esqueleto axial (hioides, costillas y vértebras, total 10,61%). En relación a los autopodios, las falanges son predominantes (4,08%), seguidas de una muy baja presencia de metatarsos y metacarpos (3,76% y 2,86%) y un único resto de calcáneo (0,41%). (Gráfico 6). %NME por elemento anatómico 18,00 16,51

16,00 14,68

14,00 12,00

10,55

10,00 8,00 6,00 5,05

4,59

4,00 3,21 2,00

1,38

4,13

3,67

3,21 3,21

2,75

1,83

1,83 0,46

0,00

3,67

0,46

0,92

0,46

0,92

3,21

1,38

1,38 0,46

0,00

0,00

0,46

1,83

1,38 1,38

0,00

1,83

1,38

1,38 0,00 0,00

0,00 0,00

0,46 0,00

Gráfico 6. Histograma del porcentaje de representación de los distintos elementos anatómicos en el conjunto de AFA 5.

Agrupando los distintos elementos en grupos anatómicos, podemos ver cómo abundan los huesos del miembro apendicular posterior (30,93%), seguidos de los restos del esqueleto craneal (21,19%). En niveles similares están los huesos relativos al miembro apendicular anterior (13,98%) y el esqueleto axial (10,17%), seguidos muy de lejos por los autopodios (5,08%) (Gráfico 7).

%NME 35 30 25 20 15 10 5 0 Craneal

Axial

Miembro anterior

Miembro posterior

Autopodios

Gráfico 7. Histograma del porcentaje de representación de los distintos grupos anatómicos en el conjunto de AFA 5.

82

Sin embargo, si analizamos los distintos taxones observamos cómo entre los caprinos destaca el miembro posterior (fémur, tibia) (10,20%), seguido de los restos dentales (2,04%), metacarpos (1,63%), falanges (1,63%) y húmeros (1,22%). Entre los cérvidos predominan los restos dentarios (3,27%) y las tibias (3,27%), seguidos de los radios (1,63%), falanges (81,63%) y vértebras (0,82%). Respecto a los équidos, abundan sobre todo los restos dentales (6,94%), encontrándose muy lejos de ellos las cantidades de tibias y radios (0,82% respectivamente). Entre los lagomorfos destacan nuevamente los restos del miembro posterior (fémur y tibia) (5,72%), seguidos por las vértebras (2,86%), el coxal (1,63%), hemimandíbulas, (1,22%), metatarsos (1,22%) y húmeros y escápulas (0,82% respectivamente) (Gráfico 8 y Tabla 10). % NME por género 8,00 7,00 6,00 5,00 4,00

Caprinos Équidos

3,00

Cérvidos 2,00

Lagomorfos

1,00 0,00

Gráfico 8. Histograma del porcentaje de representación de los distintos elementos anatómicos identificados en el conjunto de AFA 5, según el taxón al que pertenece.

Elemento anatómico

Équidos

Caprinos Cérvidos Lagomorfos

Bovinos

Testudines

Suidos

Carnivora

Otros

Asta/Clavija córnea

-

1

1

-

-

-

-

-

-

Cráneo

-

1

1

1

-

-

-

-

-

Hemimandíbula

1

4

2

3

-

-

-

-

-

Diente

17

5

8

-

-

-

-

1

-

Hioides

1

-

-

-

-

-

-

-

-

Costillas

-

1

1

-

-

-

-

-

-

Vértebras

-

1

1

1

-

-

-

-

-

V. torácicas

-

1

-

-

-

-

-

-

-

V. lumbares

-

1

1

3

-

-

-

-

-

V.caudales

-

-

-

1

-

-

-

-

-

V. sacrales

-

-

-

2

-

-

-

-

-

Escápula

-

1

-

2

-

-

-

-

-

Húmero

1

3

-

2

-

-

-

-

-

Radio

2

1

4

1

-

-

1

-

-

Ulna

1

-

-

-

-

-

-

-

1

Radio/Ulna

-

-

1

-

-

-

-

-

-

Metacarpo

-

4

1

1

-

-

-

-

-

Coxal

-

-

-

4

-

-

-

-

1

83

Fémur

1

10

1

8

-

-

-

-

-

Tibia

2

15

8

6

-

-

-

-

-

Calcáneo

-

-

-

1

-

-

-

-

-

Metatarso

-

2

2

3

1

-

-

-

-

Metapodo

-

-

-

1

-

-

-

-

-

1ª Falange

-

2

1

1

-

-

-

-

-

2ª Falange

-

1

2

-

-

-

-

-

-

3ª Falange

-

1

1

-

-

-

1

-

-

Largo Tipo 2

1

-

-

-

-

-

-

-

-

Plaqueta

-

-

-

-

-

1

-

-

-

27

53

34

40

1

1

2

1

2



Tabla 10. Cantidades totales del número mínimo de elementos (NME) por taxón identificados en el conjunto de AFA 5. En la columna “otros” se incluyen los restos relativos a Bufo bufo y Pyrrhocrorax sp.

A partir del empleo de las tallas de peso podemos identificar otro tipo de distribuciones. Así pues, entre las tallas medias encontramos una mayor presencia de dientes (4,59%) y tibias (4,13%), seguidos de los radios y los huesos largos no determinados (2,29% respectivamente), a continuación las hemimandíbulas, costillas y vértebras (1,38% respectivamente) y finalmente en porcentajes muy bajos el resto de elementos. En las tallas pequeñas hay una mayor representación de las tibias (7,34%) y los fémures (4,59%), seguidos estos muy de lejos por dientes aislados (2,28%), hemimandíbulas (1,83%) costillas (1,38%) y finalmente en porcentajes muy bajos el resto de elementos identificados. Entre las tallas grandes hay una alta presencia de dientes (7,80%), seguidos muy de lejos por las tibias (1,83%), los fémures (0,92%), y casi de forma residual el resto de elementos identificados. Para concluir, entre las tallas muy pequeñas abundan los elementos anatómicos del miembro apendicular posterior (fémur 3,67%, tibia 3,21%, metatarsos 1,38%), incluyendo el coxal (2,29%). Le siguen los restos de hemimandíbulas y vertebras (1,38% respectivamente) para finalmente darse una presencia residual del resto de elementos identificados. (Gráfico 9 y Tabla 11). % NME por Talla 9,00

8,00

7,00

6,00

5,00 Talla grande 4,00

Talla media

3,00

Talla muy pequeña

Talla pequeña

2,00

1,00

0,00

Gráfico 9. Histograma del porcentaje de representación de los distintos elementos anatómicos identificados en el conjunto de AFA 5, según la talla de peso a la que pertenecen. Los elementos denominados Lt1, Lt2 y Lt3 se refieren a fragmentos de huesos largos de individuos de talla media, grande y pequeña, respectivamente.

84

Elemento anatómico

Talla grande

Talla media

Talla pequeña

Talla muy pequeña

Total NME

Asta/Clavija córnea

-

1

Cráneo

-

2

2

-

3

1

1

4

Hemimandíbula

1

3

4

3

11

Diente Hioides

17

10

5

-

32

1

-

-

-

1

Costillas

1

3

3

-

7

Vértebras

1

3

2

2

8

Vértebras cervicales

-

1

-

-

1

Vértebras torácicas

1

-

1

-

2

Vértebras lumbares

-

2

1

3

6

Vértebras caudales

-

-

-

1

1

Vertebras sacrales

-

-

-

2

2

Escápula

-

1

1

2

4

Húmero

2

1

3

2

8

Radio

2

5

1

2

10

Ulna

1

1

-

1

3

Radio/Ulna

-

1

-

-

1

Metacarpo

-

2

4

1

7

Coxal

1

1

-

5

7

Fémur

2

3

10

8

23

Tibia

4

9

16

7

36

Calcáneo

-

-

-

1

1

Metatarso

1

3

2

3

9

Metápodo

1

1

-

1

3

1ª Falange

-

1

2

1

4

2ª Falange

-

2

1

-

3

3ª Falange

-

2

1

-

3

Lt1

-

5

2

-

7

Lt2

4

-

-

-

4

Lt3

-

-

-

3

3

Articular

1

1

1

-

3

Plaqueta

-

-

-

1

1

41

64

63

50

218

Tabla 11. Cantidades totales del número mínimo de elementos (NME) por tallas de peso en el conjunto de AFA 5.

6.2.3. Número Mínimo de Individuos (NMI) Con la finalidad de corregir el sesgo existente dentro del NME, se ha llevado a cabo la cuantificación del Número Mínimo de Individuos (NMI) para el conjunto arquefaunístico de AFA 5. Para ello hemos partido principalmente del análisis de frecuencia, dado que no disponemos de suficientes datos para realizar un análisis de combinación sobre todos los taxones o tallas de peso. Este último tipo de análisis ha sido realizado principalmente en el caso de los équidos, puesto que disponemos con suficientes datos para conocer sus perfiles de edad a partir de la erupción dental.

85

Con el fin de simplificar nuestros análisis, se han agrupado todos los restos pertenecientes a una única especie. De esta forma hablaremos a partir de ahora de Equus ferus, Equus hydruntinus, Cervus elaphus, Capra pyrenaica, Bos primigenius, Oryctolagus cuniculus, Testuto hermanni, Sus scrofa y carnívoro indeterminado1. Para cada uno de ellos hemos elegido los elementos anatómicos más representativos: tibia para Capra pyrenaica y para Cervus elaphus; dientes para Equus ferus y Equus hydruntinus; metatarsos para Bos primigenius; fémur para Oryctolagus cuniculus; plaquetas para Testudo hermanni; radio para Sus scrofa; y un único diente que representa un carnívoro indeterminado. En el caso de las tallas de peso hemos utilizado: tibia para la talla media y pequeña, dientes para la talla grande y fémur para la talla pequeña. El resultado es la representación específica ya conocida en los análisis anteriores, debido a que del mínimo de 26 individuos contabilizados hay un claro predominio de la cabra (Capra pyrenacia), la cual supone el 30,77% (8 NMI). Ésta es seguida por el conejo (Oryctolagus cuniculus) con un 23,08% de representatividad (6 NMI). Ambos se ven seguidos en importancia por el ciervo (Cervus elaphus) con un porcentaje del 15,38% (4 NMI) y los équidos (Equus ferus y Equus hydruntinus) con un 11,53% y 3,84% respectivamente (3 y 1 NMI). Finalmente se sitúan el resto de taxones, donde el uro (Bos primigenius), la tortuga mediterránea (Testudo hermanni), el jabalí (Sus scrofa) y un carnívoro indeterminado tienen un porcentaje del 4% respectivamente (1 NMI respectivamente) (Tabla 12 y Gráfico 10).

4%

4%

Capra pyrenaica

4%

Cervus elaphus 31%

Equus ferus Equus hydruntinus

23%

Bos primigenius Oryctolagus cuniculus 4%

Testudo hermanni 15%

4% 11%

Sus scrofa Carnivoro indet.

Gráfico 10. Distribución de los porcentajes de los distintos taxones en el conjunto de AFA 5 a partir del número mínimo de individuos (NMI).

1 Esto es posible debido a que para cada género hemos identificado una única especie, a excepción de los équidos donde se ha podido diferenciar entre Equus ferus y Equus hydruntinus. A la espera de que en futuros trabajos la determinación específica sea más amplia, partimos de los datos actuales para asociar los distintos elementos anatómicos a una especie concreta por cada género. No hemos incluido aquí los restos de Bufo bufo ni Pyrrochorrax sp. por no ser significativos de cara a la interpretación de las acciones antrópicas sobre el conjunto.

86

En el caso de los restos asociados a una talla de peso, la distribución del número mínimo de individuos muestra ciertas similitudes. Así, el grupo predominante es el de las tallas pequeñas (30,77%), seguidas de las tallas medias (26,92%), las tallas muy pequeñas (23,08%) y finalmente las grandes (19,23%) (Gráfico 11 y Tabla 13).

% NMI por talla

23%

19% Talla grande Talle media Talla pequeña 27%

Talla muy pequeña

31%

Gráfico 11. Distribución de los porcentajes de las distintas tallas de peso en el conjunto de AFA 5 a partir del número mínimo de individuos (NMI).

NR

NME

NMI

% NMI

Capra pyrenaica

26

15

8

30,77

Cervus elaphus

16

8

4

15,38

Equus ferus

16

16

3

11,54

Equus hydruntinus

1

1

1

3,85

Bos primigenius

1

1

1

3,85

Oryctolagus cuniculus

11

8

6

23,08

Testudo hermanni

2

1

1

3,85

Sus scrofa

2

1

1

3,85

Carnívoro indet.

1

1

1

3,85

Tabla 12. Cantidades y porcentajes del número de restos (NR), número mínimo de elementos (NME) y número mínimo de individuos (NMI) por taxón determinados en el conjunto de AFA 5.

NR

NME

NMI

% NMI

Talla grande

114

41

5

19,23

Talla media

168

64

7

26,92

Talla pequeña

107

63

8

30,77

Talla muy pequeña

65

50

6

23,08

454

218

26

100

Total general

Tabla 13. Cantidades y porcentajes del número de restos (NR), número mínimo de elementos (NME) y número mínimo de individuos (NMI) por tallas de peso determinadas en el conjunto de AFA 5.

87

6.2.4. Integridad de la muestra (ISu o NMEe) Con el fin de comprobar en qué medida el conjunto arqueofaunístico ha sido afectado por los diversos procesos y agentes tafonómicos, se ha realizado el análisis del Número Mínimo de Elementos esperados (NMEe) o Índice de Supervivencia esquelética (ISu). El resultado nos informa sobre un conjunto con una representación anatómica muy diferente según los taxones (Tabla 14): 1. Caprinos. Resulta destacable el número de tibias y fémures, seguidos muy de lejos por otros elementos como son las hemimandíbulas y metacarpos, los húmeros, y finalmente las clavijas córneas, cráneos y metatarsos. Mientras que el esqueleto axial y los elementos anatómicos del miembro anterior están ínfimamente representados. 2. Cérvidos. A excepción de un predominio claro de las tibias, son los elementos pertenecientes al esqueleto craneal (astas, fragmentos craneales y mandíbulas) los mejor representados, junto con los metatarsos y los radios. A estos le siguen elementos como el fémur o los metacarpos, y una muy baja presencia del esqueleto axial. 3. Équidos. Mientras en Equus hydruntinus solo disponemos de una baja representación esquelética a partir de un elemento dentario, en el caso de Equus ferus observamos un patrón esquelético dominado tanto por los miembros anteriores como posteriores, seguidos de una alta presencia de restos mandibulares y dentarios. 4. Lepóridos. En el caso del conejo (Oryctolagus cuniculus), el predominio de los elementos pertenecientes al miembro posterior es abrumador, frente a una relativa presencia de hemimandulas, cráneos y miembros anteriores, y una escasa representación del esqueleto axial y los autopodios.

Con el fin de completar los datos obtenidos a partir del uso de los taxones, dado que no nos informan de la totalidad de la muestra estudiada, hemos acudido nuevamente al uso de las tallas de peso para disponer de más datos y cubrir la parcialidad derivada de los anteriores análisis (Tabla 15 y Gráfico 12). De esta manera, se reconoce facilmente cómo entre las tallas grandes predomina el miembro posterior (tibia, fémur y metatarsos), los huesos del miembro anterior (húmero, radio y ulna), seguido del esqueleto axial representado por el hioides, así como el esqueleto craneal representado por las hemimandíbulas y dientes aislados. Las tallas medias muestran también una alta presencia de huesos del miembro posterior (tibia, fémur y metatarsos), aunque destacan muy de cerca los restos craneales y mandibulares, seguidos finalmente por los huesos del miembro anterior (radio, ulna y metacarpos principalmente). Las tallas pequeñas están dominadas por los huesos del miembro posterior (tibia, fémur y metatarsos), seguidos muy de lejos por restos craneales y huesos del miembro anterior (húmero y radio). 88

Finalmente, entre las muy tallas pequeñas predominan los coxales y los huesos del miembro posterior (fémur y tibia), a los que siguen las escápulas y huesos del miembro anterior (húmero y radio), así como restos craneales y mandibulares.

100,00 90,00 80,00 70,00 60,00 50,00 40,00 Talla grande

30,00

Talla media

20,00

Talla pequeña

10,00

Talla muy pequeña

0,00

Gráfico 12. Histograma de distribución de los porcentajes resultado del índice de supervivencia esquelética (ISu) para cada elemento anatómico determinado a partir de las tallas de peso.

Elemento Anatómico

Capra pyrenaica

Cervus elaphus

Equus ferus

Equus hydruntinus

Oryctolagus cuniculus

Asta/Clavija córnea

12,50

25,00

-

-

-

Cráneo

12,50

25,00

-

-

16,67

Hemimandíbula

25,00

25,00

16,67

-

25,00

Diente

1,95

6,25

13,33

2,50

-

Hioides

-

-

33,33

-

-

Costillas

0,48

0,96

-

-

-

Vértebras cervicales

-

-

-

-

-

Vértebras torácicas

0,96

-

-

-

-

Vértebras lumbares

2,08

3,57

-

-

7,14

Vértebras caudales

-

-

-

-

1,04

Vertebras sacrales

-

-

-

-

8,33

Escápula

6,25

-

-

-

16,67

Húmero

18,75

-

16,67

-

16,67

Radio

6,25

50

33,33

-

8,33

Ulna

-

-

16,67

-

-

-

-

-

-

-

25,00

12,50

-

-

-

Carpos Metacarpo Coxal

-

-

-

-

66,67

Fémur

62,50

12,50

16,67

-

66,67

Tibia

93,75

100

33,33

-

50

Astragalo

-

-

-

-

-

Calcáneo

-

-

-

-

8,33

89

Tarsos

-

-

-

-

-

Metatarso

12,50

25,00

-

-

6,25

1ª Falange

3,13

3,13

-

-

0,93

2ª Falange

1,56

6,25

-

-

-

3ª Falange

1,56

3,13

-

-

-

Tabla 14. Porcentajes con el resultado del índice de supervivencia esquelética (ISu) de cada elemento anatómico identificado en el conjunto de AFA 5 a partir de los taxones más representativos.

Elemento Anatómico

Talla grande

Talla media

Talla pequeña

Talla muy pequeña

-

14,29

25,00

-

Cráneo

0,00

28,57

12,50

16,67

Hemimandíbula

10,00

21,43

25,00

25,00

Diente

8,50

4,46

1,95

0,00

Hioides

20,00

0,00

0,00

0,00

Costillas

0,56

1,65

1,44

0,00

Vértebras cervicales

0,00

2,86

0,00

0,00

Vértebras torácicas

2,22

3,30

2,88

2,78

Vértebras lumbares

0,00

4,08

2,08

7,14

Vértebras caudales

0,00

0,00

0,00

1,04

Vertebras sacrales

0,00

0,00

0,00

8,33

Escápula

0,00

7,14

6,25

16,67

Húmero

20,00

7,14

18,75

16,67

Radio

20,00

35,71

6,25

16,67

Ulna

10,00

14,29

0,00

8,33

Carpos

0,00

0,00

0,00

0,00

Metacarpo

0,00

14,29

25,00

1,67

Coxal

10,00

14,29

0,00

83,33

Fémur

20,00

21,43

62,50

66,67

Tibia

40,00

64,29

100,00

58,33

Astragalo

0,00

0,00

0,00

0,00

Calcáneo

0,00

0,00

0,00

8,33

Tarsos

0,00

0,00

0,00

0,00

Metatarso

10,00

21,43

12,50

6,25

Metápodo

5,00

3,57

0,00

0,93

1ª Falange

0,00

1,79

3,13

0,93

2ª Falange

0,00

3,57

1,56

0,00

3ª Falange

0,00

3,57

1,56

0,00

Largos

3,08

1,88

0,66

0,61

Asta/Clavija córnea

Tabla 15. Porcentajes con el resultado del índice de supervivencia esquelética (ISu) de cada elemento anatómico identificado en el conjunto de AFA 5 a partir de las tallas de peso.

90

6.3. La conservación diferencial (Densidad ósea por “r de Pearson” y MGUI) Obtenidos los resultados del Índice de Supervivencia Esquelética, es necesario completar los datos con el cálculo del coeficiente de correlación “r de Pearson”, con el fin de comprobar si la conservación diferencial de los huesos tiene que ver con procesos ligados a su densidad ósea (fosildiagenéticos) o a una actividad intencional sobre el conjunto (agentes bioestratinómicos). La normalidad estadística de la muestra se ha estudiado a través del empleo del software libre Past 2.17b©, aplicando el test de Shapiro-Wilks debido a que nuestros datos se han presentado en valores porcentuales. El resultado demuestra que trabajamos con datos normales o paramétricos (Tabla 15), por lo que podemos aplicar la r de Pearson para comprobar la correlación existente entre éstos. La correlación en todos los taxones es prácticamente negativa, no existiendo por tanto una correspondencia entre la densidad ósea y la cantidad de huesos conservados. No obstante, es cierto que mientras entre los individuos de talla grande, media y pequeña los niveles de correspondencia son relativamente bajos (entre 0,31 a 0,43) entre los individuos de talla muy pequeña asciende al 0,51 y aunque no llega al máximo de 1, cabe afirmar que su conservación se vincula ligeramente con fenómenos de conservación diferencial por densidad ósea. Por otro lado, la probabilidad estadística del análisis anterior indica que únicamente los individuos de talla media y muy pequeña presentan una correlación estadísticamente significativa, con porcentajes de < 0,05%. Mientras que los individuos de talla grande y pequeña muestran un índice de probabilidad > 0,05% y por tanto una correlación no significativa.

Densidad caballo (ref.)

%ISu Talla grande

Densidad ciervo (ref.)

%ISu Talla media

Densidad oveja (ref.)

%ISu Talla pequeña

Densidad conejo (ref.)

%ISu Talla muy pequeña

Mandíbula

60,0

10,00

57,0

28,57

55,0

25

74,0

25

Costillas

55,0

0,56

40,0

1,65

9,6

1,44

7,0

0

V. cervicales

54,0

0,00

19,0

2,86

2,4

0

46,0

0

Elemento anatómico

V. torácicas

54,0

2,22

24,0

3,3

2,4

2,88

0,0

2,78

V. lumbares

54,0

0,00

29,0

4,08

2,4

2,08

35,0

7,14

V. sacrales

54,0

0,00

19,0

0

2,4

0

43,0

8,33

Escápula

67,0

0,00

36,0

7,14

33,0

6,25

33,0

16,67

Húmero

64,0

20,00

39,0

7,14

42,0

18,75

43,0

16,67

Radio

84,0

20,00

43,0

35,71

52,0

6,25

14,0

16,67

Ulna

65,0

10,00

44,0

14,29

26,0

0

23,0

8,33

Carpos

62,0

0,00

0,0

0

68,0

0

33,0

0

Metacarpos

84,0

0,00

56,0

14,29

67,0

25

12,0

1,67

Coxal

65,0

10,00

27,0

14,29

36,1

0

45,0

83,33

Fémur

59,0

20,00

36,0

21,43

36,0

62,5

41,0

66,67

Tibia

82,0

40,00

50,0

64,29

59,0

100

54,0

58,33

Astragalo

-

0,00

47,0

0

-

0

28,0

0

Calcáneo

-

0,00

64,0

0

-

0

34,0

8,33

91

Tarsos

72,0

0,00

-

0

63,0

0

34,0

0

Metatarso

91,0

10,00

55,0

21,43

68,0

12,5

12,0

6,25

1ª Falange

67,0

0,00

42,0

1,79

55,0

3,13

1,0

0,93

2ª Falange

67,0

0,00

25,0

3,57

55,0

1,56

1,0

0

3ª Falange

67,00

0,00

25,0

3,57

55,0

1,56

1,0

0

R de Pearson

0,36372

0,43607

0,31035

0,50962

Probabilidad

0,096116

0,042477

0,15981

0,015403

Tabla 15. Resultados del análisis de correlación para testear la conservación diferencial del conjunto de AFA 5 a partir de la densidad ósea (gr/cm3) y el Índice de Supervivencia Esquelética (ISu) de las distintas tallas según la “r de Pearson”. Los datos de referencia (ref.) para el caballo han sido tomados de Lam et al (1999), para el ciervo de Lyman (1984, 1985), para la cabra de Blasco (2011) y para el conejo de Pavao y Stahl (1992).

Sin embargo, los datos obtenidos a partir del test de r de Pearson han de ser puestos en relación con el índice de utilidad de los distintos huesos (MGUI), con la finalidad de valorar la existencia o no de conservación diferencial del conjunto y comprobar si ha ocurrido un transporte intencional en su explotación. Así pues, observamos como en el caso de los individuos de talla grande, pequeña y media hay una mayor atención sobre los elementos anatómicos con un alto contenido medular, aunque en el caso de las tallas grandes y pequeñas también es importante el aprovechamiento de los elementos anatómicos con importante contenido cárnico. Este último aspecto también se identifica entre los individuos de talla muy pequeña (esencialmente lepóridos), donde el aprovechamiento de la grasa y el contenido medular también tienen relativa importancia. A nivel general, los individuos que podemos decir que poseen una mayor utilidad son los situados entre la talla pequeña y muy pequeña, seguidos de los de talla grandes y finalmente los de talla media (Tabla 16).

Elemento anatómico

Utilidad general

Utilidad alimenticia

Grasa

Volumen medular

% ISu Talla grande"

% ISu Talla media

% ISu Talla pequeña

% ISu Talla muy pequeña

Cráneo

25,5

10,4

-

-

10,00

50

37,5

41,67

Vértebra

47,4

61,7

100

0

2,22

10,24

4,96

19,29

Costilla

62,3

71,3

93

0

0,56

1,65

1,44

0

Escápula

25,5

28,4

30,4

40,6

0,00

7,14

6,25

16,67

Húmero

27,5

28,4

30,4

79,8

20,00

7,14

18,75

16,67

Radio-Ulna

19,1

19,7

22

69,4

30,00

50

6,25

25

Carpos

8,6

10,6

13

43,4

0,00

0

0

0

Metacarpos

5,4

6

8,4

30,3

0,00

14,29

25

1,67

Coxal

34,7

39,8

54

3,9

10,00

14,29

0

83,33

Fémur

100

100

76,7

93,5

20,00

21,43

62,5

66,67

Tibia

57,7

58,1

48,6

100

40,00

64,29

100

58,33

Tarsos

19,4

30

26,9

60,6

0,00

0

0

0

Metatarsos

10,8

15,9

16,1

40,8

10,00

21,43

12,5

6,25

Falanges

3,9

8,4

9,2

22,2

3,08

8,93

6,25

0,93

R de Pearson Utilidad general

0,3674

0,1706

0,5324

0,5754

P (probabilidad)

0,1963

0,3495

0,8776

0,0063

Utilidad alimenticia

0,2706

0,0205

0,4030

0,4734

92

P (probabilidad)

0,5599

0,9444

0,5711

0,2598

Grasa

0,0454

-0,1658

0,0843

0,2886

P (probabilidad)

0,0500

0,1531

0,7746

0,0282

Volumen medular

0,6903

0,3231

0,5844

0,1914

P (probabilidad)

0,0313

0,0873

0,3170

0,5121

Tabla 16. Resultados del Índice Modificado de Utlidad General (MGUI) propuesto por Binford (1978,1981) y modificado por Emerson (1993) y su correlación con el Índice de Supervivencia Esquelética (ISu) para cada talla determinada en el conjunto de AFA 5.

6.4. Distribución espacial Una vez presentados los datos relativos a los taxones y tallas de peso que se han podido determinar en el conjunto arqueofaunístico de AFA 5, conviene del mismo modo conocer de manera gráfica cómo dichos restos se distribuyen en la superficie de excavación, con el fin de analizar la forma en que se producen concentraciones y dispersiones del material. Así pues, a falta de concluir el estudio arqueoestratigráfico en curso, donde se integren los datos tridimensionales como el estudio de remontajes, por ahora presentamos las plantas de distribución de los restos, tanto por taxón como por talla de peso. Por lo que respecta a los taxones (Fig. 34) observamos que no existen acumulaciones relevantes, presentandose la mayoría del material óseo de forma dispersa por la superficie de excavación. Aun así, es cierto que gran parte de los restos se acumulan en las facies próximas a la pared (ZLg y SCaR), siguiendo la lógica que se ha constatado en toda la UE X. Aun así, a nivel taxonómico tan solo los lepóridos parecen estar más concentrados en dicho sector, mientras que el resto de taxones se distribuyen por toda la superficie de excavación. Estos mismos datos tratados a partir del empleo de las tallas de peso (Fig. 35) no nos proporcionan grandes cambios en la distribución del material. Sin embargo, sí que se reconoce una concentración de restos de individuos de talla media en las facies próximas a la pared la cuadrícula A5 (lugar donde se sitúa la estructura de combustión 33) y una zona de concentración más dispersa en la parte externa del yacimiento (bandas 8 a 10). El resto de tallas (grande, pequeña y muy pequeña) continúan concentrándose de manera importante en las facies próximas a la pared, especialmente las tallas muy pequeñas, aunque también se distribuyen por el resto de la superficie de excavación sin generar concentraciones destacables. Debemos tener en cuenta también las zonas con ausencia de material arqueofaunístico. Así pues, podemos identificar con claridad como las bandas D y C prácticamente no continen restos. En las últimas campañas se han empezado a reconocer procesos de acumulación de clastos procedentes de conglomerados cercanos, lo que podría ayudar a explicar la concentración de material en las zonas localizadas más al interior. Del mismo modo, hay que tener en cuenta que las cuadrículas localizadas en las bandas A-D (eje X) y 4-1 (eje Y) no presentan ningún material debido a fenómenos erosivos vinculados a la reactivación karstica que se produjo durante el Holoceno y afectó a una parte importante del depósito, por lo que la ausencia aquí no tiene relación alguna con los modos de ocupación del yacimiento. 93

Figura 34. Distribución en planta del material arqueofaunístico de AFA 5 a partir de los taxones determinados.

Figura 35. Distribución en planta del material arqueofaunístico de AFA 5 a partir de las tallas de peso determinadas.

94

6.5. Perfiles de edad Aunque los datos de los que disponemos en nuestro conjunto no son lo suficientemente amplios como para hacer un estudio completo sobre las edades de muerte de los taxones determinados y su estacionalidad, sí que a partir de la combinación de la información extraída de la osificación de partes articulares y la erupción dental podemos obtener algunos resultados. Por lo que respecta a la osificación de las partes articulares, tan solo ha sido posible obtener datos en 28 restos del conjunto, que nos informan sobre distintos taxones y tallas de peso (caprinos, cérvidos, lepóridos, tallas medias y tallas muy pequeñas). Así pues, entre los caprinos se constata tan solo la presencia de individuos jóvenes, mientras que entre los cérvidos encontramos a neonatos, jóvenes y subadultos. Entre los lepóridos predominan ante todo los individuos subadultos, aunque también se identifica la presencia de individuos adultos en un grado importante, y en menor medida ejemplares jóvenes y jóvenes/subadultos. Por lo que respecta a las tallas de peso, entre las medias hay una mayor presencia de individuos jóvenes, aunque seguidos muy de cerca por neonatos y en cantidades algo menores los subadultos. Entre las pequeñas se muestra la misma distribución que entre los lepóridos, pero se constata también la presencia de ejemplares infantiles. Por último, hay un pequeño conjunto de restos indeterminados donde se han identificado ejemplares jóvenes y neonatos (Gráfico 13).

16 14 12 10

Adulto Subadulto Jóven/Subadulto

8

Joven

6

Infantil

4

Neonato

2

Indeterminados

0

Gráfico 13. Gráfico de barras con la cantidad de individuos por taxón/tallas de peso y rangos de edad a partir del análisis de la fusión ósea de las partes articulares.

La información anterior se ve complementada por los datos que ofrece la erupción dental (58 restos), con el inconveniente de que la mayor parte de los dientes estaban aislados, siendo relativamente baja la dentición integrada en maxilares o mandíbulas. Estos últimos casos se reducen a dos hemimandíbulas izquierdas de conejo (Oryctolagus cuniculus) y una hemimandíbula derecha de ciervo (Cervus elaphus). Por otro lado, el número de taxones se incrementa en este caso, disponiendo también de datos relativos a los équidos. De esta forma, entre los caprinos se identifica una mayor presencia de individuos jóvenes 95

o infantiles/jóvenes (entre 5 a 12 meses), seguidos de individuos adultos y seniles. Entre los cérvidos destacan los individuos subadultos (25 a 26 meses) e infantiles/jóvenes (5 a 12 meses). Respecto a los équidos, el predominio lo tienen los individuos jóvenes (2 a 2,5 años), así como aquellos entre una edad estimada entre joven/subadulto (2,5 a 3,5 años), seguidos finalmente de individuos subadultos/adultos (3,5 a 4,5 años) e individuos infantiles/jóvenes (7 a 14 meses). Entre los lepóridos tan solo identificamos restos dentales de individuos jóvenes (< 4 meses), al igual que ocurre entre los restos indeterminables a nivel taxonómico o de talla de peso. A nivel general, hemos de mencionar que el número de restos dentales indeterminados es bastante amplio entre todos los taxones y tallas de peso, a excepción de los lepóridos (Gráfico 14).

20 18 16 14 12 10 8 6 4

Senil Adulto Subadulto/Adulto Subadulto Joven/Subadulto Joven Infantil/Joven Indeterminados

2 0

Gráfico 14. Gráfico de barras con la cantidad de individuos por taxón/tallas de peso y rangos de edad a partir del análisis de la erupción dental.

Unificando los datos anteriores podemos llevar a cabo un análisis de conjunto de las edades medias de muerte estimadas, a partir tanto del grado de osificación articular, como de la erupción dental en los distintos taxones y tallas de peso (Gráfico 15): 1. Caprinos: predominan los individuos infantiles/jóvenes (< 1 año) y jóvenes (1 a 2 años), seguidos de unos pocos individuos adultos (4 a 5 años) y seniles (> 7 años). 2. Cérvidos: predominio de los individuos jóvenes (1 a 2 años) y subadultos (2/2,5 a 3,5/4 años), seguidos muy de lejos por algunos individuos infantiles/jóvenes (< 1 año) y neonatos (< 1 mes). 3. Équidos: predominan los individuos jóvenes (1,5 a 2,5 años) y los jóvenes/subadultos (2,5 a 3,5 años), con muy baja presencia de individuos subadultos (3,5 a 4,5 años), adultos (> 4 años) y seniles (> 10 años). 96

4. Lepóridos: predominan los individuos jóvenes (< 4 meses) y subadultos (entre 4 y 9 meses), seguidos por un destacado número de individuos adultos (> 9-10 meses).

Respecto a las tallas de peso, a las cuales hemos sumado los datos taxonómicos, cabe destacar que entre las grandes y pequeñas disponemos de la misma distribución que para el caso de los équidos y cabras respectivamente, por lo que no es necesario volver a comentarlas. En cambio sí que la distribución se modifica en parte entre las tallas medias y muy pequeñas. Entre las primeras se da un claro predominio de los individuos jóvenes (1 a 2 años), seguidos de los subadultos (2/2,5 a 3,5/4 años), aunque también destaca la presencia de neonatos (< 1 mes) y finalmente los individuos infantiles/jóvenes (< 1 año). Sin embargo, entre las tallas muy pequeñas, aunque se da nuevamente una alta presencia de individuos jóvenes (< 4 meses) y subadultos (entre 4 a 9 meses), también son destacables los restos relativos a individuos adultos (> 9-10 meses), junto a una escasa presencia de individuos infantiles (< 1 mes). Hemos de tener en consideración que los rangos de edad establecidos varían de unos taxones a otros y de unas tallas a otras, en relación a los caracteres fisiológicos, etológicos y nutritivos de los animales de referencia tenidos en consideración.

25 Senil 20

Adulto Subadulto/Adulto

15

Subadulto Joven/Subadulto

10

Joven Infantil/Joven

5

Infantil Neonato

0

Gráfico 15. Gráfico de barras con la estimación de edad para los distintos taxones y tallas de peso determinados a partir de los resultados obtenidos de la fusión ósea articular y la erupción dental.

Ante las características de la información anterior, es prácticamente imposible identificar patrones de estacionalidad de nuestro conjunto arqueofaunístico. Así pues, tanto entre los caprinos, cérvidos, équidos, lepóridos y distintas tallas de peso, la mayoría de los individuos pudieron haber sido predados en cualquier momento del año. La única excepción que nos proporciona más datos tiene que ver con la presencia de neonatos entre los cérvidos, lo que está indicando una captación ocurrida entre los meses de mayo y junio, momento de nacimiento de los cervatillos si partimos de las referencias actuales sobre la gestación y nacimiento del ciervo europeo – Cervus elaphus – (Palomo et al, 2007). 97

6.6. Fragmentación de la muestra Sobre el conjunto de 699 restos que componen el material coordenado en AFA 5, tan solo ha sido posible recuperar 4 huesos completos de conejo, mientras los 695 restantes son fragmentos con dimensiones que oscilan entre < 10 mm a los 140 mm de longitud. Ello nos habla por tanto de un alto índice de fragmentación del conjunto, cuyo origen es necesario buscar en la combinación de los distintos datos que hemos ido y continuaremos aportando y sobre el cual ahondaremos en el apartado de discusión. Desde el punto de vista más descriptivo, la mayoría de restos se concentran en el rango de los 11 a 40 mm (58,94%), seguidos por aquellos situados en < 10 mm (13,16%), 41 a 50 mm (8,87%) y 51 a 60 mm (7,30%). El material restante se corresponde con aquellos que van desde los 61 mm hasta los 140 mm (8,01% en total) (Gráfico 16).

131 a 140 121 a 130 111 a 120 101 a 110 91 a 100 81 a 90 71 a 80 61 a 70 51 a 60 41 a 50 31 a 40 21 a 30 11 a 20 < 10 0

20

40

60

80

100

120

140

160

180

Gráfico 16. Gráfico de barras con las cantidades totales de restos coordenados según distintos los rangos de fragmentación.

Por lo que respecta al origen de la fragmentación, el 70,24% del conjunto lo integran las fracturas antiguas o arqueológicas, siendo imposible determinar el 29,76% del material restante debido a su grado de modificación por distintos procesos y agentes tafonómicos (Gráfico 17). 80,00 70,00 60,00 50,00 40,00 30,00 20,00 10,00 0,00 Antiguas

Indeterminadas

Recientes

Gráfico 17. Gráfico de barras con las porcentajes de los distintos tipos de fragmentación determinados a partir del estudio de los paños de fractura.

98

En cuanto al material recuperado en criba, de un total de 2819 fragmentos estudiados se ha identificado que los situados en el rango entre los 11 a 20 mm de longitud son los más representados (63,21%), seguidos muy de lejos por los situados entre 21 a 30 mm (17,42%), 31 a 40 mm (12,24%) y los < 10 mm (6,35%), siendo prácticamente inexistentes los que se sitúan entre los 41 a 50 mm (0,78%). Estos datos completan a su vez los ya obtenidos sobre el material coordenado, haciendo que el grado de fragmentación del conjunto aumente exponencialmente y que la mayoría de material se sitúe entre los < 10 mm a 31 mm, suponiendo el 93,48% del conjunto (Gráfico 18). 131 a 140 121 a 130 111 a 120 101 a 110 91 a 100 81 a 90 71 a 80 61 a 70 51 a 60 41 a 50 31 a 40 21 a 30 11 a 20 < 10 0

200

400

600

800

1000

1200

1400

1600

1800

2000

Gráfico 18. Gráfico de barras con las cantidades totales de restos coordenados según distintos los rangos de fragmentación.

Desde un punto de vista anatómico, son los fragmentos relativos a las extremidades (autopodios y huesos largos indeterminados) los que mayor grado de fragmentación han sufrido (61,66%), seguidos de los huesos que componen el miembro posterior (13,30%). En proporciones similares se sitúan después los fragmentos relativos al esqueleto craneal (9,59%), el miembro anterior (8,44%) y un poco más lejos el esqueleto axial (6,72%) (Gráfico 19). 45

40

35

30

Axial

25

Craneal Extremidades

20

Miembro anterior Miembro posterior

15

10

5

0 < 10

11 a 20

21 a 30

31 a 40

41 a 50

51 a 60

61 a 70

71 a 80

81 a 90

91 a 100

101 a 110

111 a 120

121 a 130

131 a 140

Gráfico 19. Histograma de las cantidades de restos según los rangos de fragmentación y la parte anatómica a la que pertenecen.

99

A nivel taxonómico, los grados de fragmentación son más acusados entre los caprinos (13,45%), concentrándose la mayoría de fragmentos en el rango de los < 10 mm y entre los 21 a 70 mm. El segundo grupo taxonómico en importancia son los cérvidos (8,44%), con una alta presencia de fragmentos de < 10 mm. A estos le siguen los lepóridos (7,15%), pero en cambio aquí la mayoría de fragmentos se sitúa entre los 11 a 40 mm. En porcentajes similares se sitúan los équidos (6,15%), donde la mayoría de restos se concentran en el rango de < 10 mm (Gráfico 20). 25

20

Bovidae/Caprinae 15

Cervidae Equidae Leporidae Testudinidae

10

Bovidae/Bovinae Suidae

5

0 < 10

11 a 20

21 a 30

31 a 40

41 a 50

51 a 60

61 a 70

71 a 80

81 a 90

91 a 100

101 a 110 111 a 120 121 a 130 131 a 140

Gráfico 20. Histograma de las cantidades de restos según los rangos de fragmentación y el taxón al que pertenecen

Finalmente, por lo que atiende a las tallas de peso, si asociamos a cada una de ellas los restos determinados taxonómicamente, hay una fragmentación bastante alta entre las tallas medias (33,91%), con una concentración de fragmentos en el rango de los 21 a 30 mm y entre 31 a 40 mm. Estas son seguidas por los restos de talla pequeña (18,60%), predominando los fragmentos entre < 10 mm hasta los 70 mm. Finalmente, las tallas grandes suponen un 17,17% del conjunto, con una fragmentación concentrada en el rango que va de < 10 mm hasta los 60 mm (Gráfico 21). 70

60

50

Talla grande

40

Talla media Talla pequeña Talla muy pequeña

30

Indeterminados 20

10

0 < 10

11 a 20

21 a 30

31 a 40

41 a 50

51 a 60

61 a 70

71 a 80

81 a 90

91 a 100

101 a 110 111 a 120 121 a 130 131 a 140

Gráfico 21. Histograma de las cantidades de restos según los rangos de fragmentación y la talla de peso a la que pertenecen

100

6.7. Procesos de fractura Tal y como hemos mencionado en el apartado anterior, las fracturas antiguas identificadas afectan a un total del 491 restos (70,24%. No obstante, dentro de las mismas el estudio de los paños de fractura ha proporcionado datos sobre un total de 241 fragmentos debido a los altos niveles de concreción presentes en la muestra. De éstos, la mayoría de las fracturas identificadas fueron producidas en fresco (84, 65%), mientras que las fracturas restantes presenta caracteres mixtos (8,71%), y solo una pequeña parte fueron producidas en seco (6,64% ) (Gráfico 22).

% Naturaleza fracturas 9%

6% Seco Fresco

85%

Mixto

Gráfico 22. Porcentajes de distribución del tipo de fracturas identificadas sobre los huesos con fracturas antiguas en el conjunto de AFA 5.

Sin embargo, el origen de las fracturas se distribuye de manera desigual según los taxones y tallas de peso establecidas. Así pues, son los lepóridos el grupo principal (13,28%), con fracturas producidas principalmente en fresco, aunque también se han identificado fracturas en seco y de tipo mixto. A los lepóridos les siguen en representatividad los cérvidos (8,30%), identificándose prácticamente en su totalidad fracturas en fresco. En tercer lugar se sitúan los caprinos (4,98%), con un predominio de las fracturas en estado fresco y una sola evidencia de fracturas de tipo mixto. En cuarto lugar, entre los équidos (4,15%) tan solo se identifican fracturas en fresco, lo mismo que para los bovinos y sapos (0,41% respectivamente). Finalmente, entre los córvidos (0,41%) el único resto identificado presenta fracturas en seco (Gráfico 23). Respecto a las tallas de peso, en todo el conjunto hay un destacado predominio de las fracturas sobre los huesos de talla media (40,25%), la inmensa mayoría producidas en estado fresco, con escasa presencia de fracturas en estado seco o de tipo mixto. En las tallas grandes (18,25%) se han identificado sobre todo fracturas en fresco, con tan solo dos restos fracturados en seco. En las tallas pequeñas (13,69%) abundan las fracturas en fresco, aunque también son relativamente importantes las de tipo mixto. Entre las tallas muy pequeñas (18,25%) se dan sobre todo fracturas en fresco, aunque también son destacables las producidas en seco (Gráfico 24).

101

A parte de los restos que ha sido posible determinar, hay un importante conjunto de restos indeterminados que suponen el 10,37% del conjunto de huesos fracturados, predominando las fracturas de tipo fresco, una escasa presencia de fracturas de tipo mixto, y la inexistencia de las producidas en seco. 25

Título del eje

20

15

10

5

0

Leporidae

Cervinae

Caprinae

Equinae

Bovinae

Bufonidae

Corvidae

Seco

7

1

0

0

0

0

1

Fresco

21

18

11

10

1

1

0

Mixto

4

1

1

0

0

0

0

Gráfico 23. Gráfico de barras con las cantidades y tipos de fracturas (en seco, fresco o mixto) según el taxón.

90 80 70

Título del eje

60 50 40 30 20 10 0

Talla grande

Talla media

Talla pequeña

2

5

1

8

Fresco

32

83

24

32

Mixto

0

8

8

4

Seco

Talla muy pequeña

Gráfico 24. Gráfico de barras con las cantidades y tipos de fracturas (en seco, fresco o mixto) según las tallas de peso.

Respecto a la morfología de las fracturas identificadas, podemos ver un claro predominio de las fracturas originadas en fresco tanto por el eje longitudinal como transversal (morfotipos II.4), así como aquellas producidas en fresco tan solo sobre el eje transversal (morfotipos II.2) (Gráfico 25). Del mismo modo, la mayoría de las fracturas están producidas sobre huesos largos de individuos de talla media y pequeña (Lt1, 42,74%), siendo las segundas en representatividad las tibias (10,79%), seguidas de los huesos largos indeterminados a nivel taxonómico y por talla de peso (5,81%), los huesos largos de individuos de talla grande (4,98%), los coxales y fémures (3,73% respectivamente) y los huesos planos (3,32%). El resto de elementos anatómicos presentan una fracturación con un muy bajo porcentaje (Gráfico 26). 102

% Distribución de cantidades de morfotipos de fracturas III.6.1 III.4.1 III.4 III.3.3 III.3 III.2.1 III.1 II.6.1 II.5.3 II.5.2 II.5 II.4.4. II.4.3 II.4.2 II.4.1 II.4 II.3.4 II.3.3 II.3.1 II.3 II.2.4 II.2.3 II.2.1 II.2 II.1.2 II.1.1 II.1 II I.4.2 I.4.1 I.4 I.3.4 I.2.2 I.1.2 I.1 0,00

10,00

20,00

30,00

40,00

50,00

60,00

Gráfico 25. Gráfico de barras con la distribución porcentual de los morfotipos de fracturas determinados en el conjunto de AFA 5. 120 IV.4 IV.2 IV.1 III.6.1 III.4.1 III.4 III.3.3 III.3 III.2.1 III.1 II.6.1 II.5.3 II.5.2 II.5 II.4.3 II.4.2 II.4.1 II.4 II.3.4 II.3.3 II.3.1 II.3 II.2.4 II.2.3 II.2.1 II.2 II.1.2 II.1.1 II.1 II I.4.2 I.4.1 I.4 I.3.4 I.2.2 I.1.2 I.1 1.1

100

80

60

40

20

0 Hem

Hy

Ct

Es

H

R

R/U

U

Mc

Cx

F

T

Mt

Mt5

Fa1

Fa2

Mtp

Esp

Pl

L

Lt1

Lt2

Lt3

Ind

Gráfico 26. Gráfico de barras con las distribución de los distintos morfotipos de fracturas sobre diferentes elementos anatómicos del conjunto de AFA 5.

Sin embargo, estos mismos datos tratados a nivel taxonómico y por tallas de peso varían. De esta manera, siguiendo el orden de representación de fracturas presentado con anterioridad, entre los lepóridos se identifica un predominio de las fracturas transversales en seco (morfotipo I.1) sobre distintos tipos de huesos largos (radio, fémur, metápodos) y la escápula. Por otro lado encontramos las fracturas tanto transversales como longitudinales en fresco (morfotipos II.1, II.2., II.3, II.4), localizadas principalmente en los huesos largos (húmero, fémur, tibia) y el coxal. También son relativamente abundantes las fracturas de tipo mixto y transversal (morfotipos III.1, III.6.1) localizadas sobre el fémur y el coxal. (Gráfico 28a). 103

Entre los cérvidos predominan sobre todo las fracturas longitudinales y transversales en estado fresco (morfotipo II.4), producidas únicamente sobre huesos largos (radio, tibia, metatarsos, metacarpos y falanges) (Gráfico 28b). En los caprinos y équidos encontramos la misma situación que en los cérvidos, donde el predominio lo tienen las fracturas longitudinales y transversales en estado fresco (morfotipo II.4). Además, entre los caprinos se producen sobre determinados huesos largos (radio, fémur, tibia, metacarpos y metatarsos), mientras que entre los équidos, encontramos otra representación (húmero, fémur, tibia y huesos largos indeterminados) (Gráfico 28c y d). Respecto a los taxones que cuentan con menor representación, los bovinos muestran un fragmento de metatarso con fractura en fresco en el eje longitudinal y transversal (morfotipo II.4), mientras los córvidos están representados por un único fragmento de ulna con fractura en seco (morfotipo I.3.4.) en el eje transversal y longitudinal en forma de cuña.

9

8 IV.4 IV.2

8

IV.1 III.6.1

7

III.1

7

6 III.2.1

II.6.1

6

II.4.1

II.5

5

II.4.2

II.4

5

II.3.4

II.4

4

II.3

4

II.2.3 II.2.1

3

II.2 II.1

2

II.3.3 3

II.1.1

2

I.2.2

II

II I.4

1

1

I.1.2 I.1

0 Es

H

R

Mc

Cx

F

T

0

Mtp

Hem

6

R

R/U

Mc

T

Mt

Fa1

Fa2

4,5 4

5 3,5 4

3 III.4

II.4.2 2,5

II.4.1

II.4

3

II.2.4

II.4

2

II.2.4

II.1.2 2

II.2

1,5 1

1 0,5 0

0 R

Mc

F

T

Mt

Fa1

H

F

T

Lt2

Gráfico 28. Gráfico de barras con la distribución de mofotipos sobre distintos elementos anatómicos de a) conejo (imagen superior izquierda); b) ciervo (imagen superior derecha); c) cabra (imagen inferior izquierda); d) équido (imagen inferior derecha).

Sin embargo, existe una mayor variabilidad de fracturas entre las tallas de peso. Así pues, entre las tallas medias se constata una amplia diversidad de tipos de fracturación, aunque nuevamente hay un predominio de las fracturas en fresco sobre los ejes longitudinales y transversales (morfotipo II.4). A su vez, la inmensa mayoría de estas fracturas se localizan sobre huesos largos indeterminados, aunque en muy escaso porcentaje también hay evidencias de fracturación sobre otros huesos largos (húmero, radio, tibia, metápodos) y planos (escápula, coxal, y huesos planos indeterminados) (Gráfixo 29b). Entre las tallas grandes se produce nuevamente un predominio de las fracturas longitudinales y transversales en fresco (morfotipo II.4), principalmente sobre huesos largos indeterminados, aunque también sobre 104

húmero y tibia (Gráfixo 29a). Entre las tallas pequeñas el patrón se repite, predominando las fracturas en fresco sobre el eje longitudinal y transversal (morfotipo II.4) de los huesos largos (tibia, radio, fémur, metápodos y huesos largos indeterminados), y huesos planos (coxales y costillas). Junto a ellas destacan unas pocas fracturas de tipo mixto (morfotipo III.4) sobre huesos largos y planos indeterminados y metatarsos (Gráfixo 29c). Finalmente, entre las tallas muy pequeñas se constata una amplísima variedad de fracturas, la inmensa mayoría mientras los huesos estaban en estado fresco o semi-fresco, principalmente sobre huesos largos (fémur, metápodos, tibia, radio, húmero, ulna) y algunos huesos planos (coxal, escápula, y hemimandíbulas) (Gráfixo 29d). Talla media

Talla grande 35

70

30

60

IV.4 III.4.1 III.4 III.3.3

25

II.5.2 II.4.2

20

II.4.1 II.4

15

II.2

III.2.1

50

II.5.3 II.5 II.4.3

40

II.4.2 II.4.1

30

II.4 II.3.3.

I.4.2 10

I.4

II.1.1

20

II.1

5

10

0

0

I.4.2 I.4.1 I.4

Hy

Cx

H

F

T

Mt

Lt2

Indet.

I.1 Hem

Es

H

R

R/U

Mc

Cx

T

Mt

Mtp

Fa1

Fa2

L

Lt1

Pl

Esp

Talla muy pequeña

Talla pequeña 12

16

III.6.1 III.1

14

II.6.1

10

12

II.4.2 II.4.1

III.4 III.3

10

II.4

8

II.3.4

II.4.2 II.4

8

II.3.1

II.3.1 II.3

6

II.2.3 II.2.1

II.2.4

6

II.1.2

II.2

4

II.1

II.1

4

I.4

2

II I.4

2

I.3.4 I.1.2

0 Ct

R

Mc

Cx

F

T

Mt

Fa1

Lt1

Pl

I.1

0 Hem

Es

H

R

U

Mc

Cx

F

T

Mt5

Mtp

Lt3

Gráfico 29. Gráfico de barras con la distribución de mofotipos sobre distintos elementos anatómicos de individuos de talla a) grande (imagen superior izquierda); b) media (imagen superior derecha); c) pequeña (imagen inferior izquierda); d) muy pequeña (imagen inferior derecha).

6.8. Procesos de modificación de los restos 6.8.1. La acción antrópica El tipo de alteraciones que puede producir un grupo humano sobre sus presas, así como las maneras en que realiza su explotación, son relativamente variadas y engloban desde el momento de su caza o carroñeo hasta su desecho. Sin embargo, en nuestro caso a la hora de identificar esas evidencias tan solo podemos centrarnos en la búsqueda de las marcas de corte, percusión, mordedura y cremación, e intentar inferir a posteriori los posibles comportamientos que las produjeron.

105

En el caso de las modificaciones producidas previamente a la combustión (marcas de corte, percusión y mordedura) hay que tener en cuenta que la finalidad última no es dejar marca sobre los restos, sino explotarlos para su consumo. De esta manera, las evidencias que encontramos podemos considerarlas fallos en el procesado, sobre todo al causar un mayor desgaste del útil empleado. Por esta razón, este tipo de marcas se suele presentar en porcentajes muy bajos en los conjuntos arqueofaunísticos, reduciéndose en nuestro caso a un 12,73% (89 marcas) del material coordenado estudiado, aunque suponen el 83,96% del total de modificaciones producidas por agentes biológicos (Gráfico 30). Este último porcentaje integra distintos tipos de alteraciones, suponiendo las marcas de corte el 66,29% (incisiones 56,18% y raspados 10,11%), seguido de las muescas (29,21%) y los bordes crenulados (4,49%).

% marcas 60,00 50,00 40,00 30,00 20,00 10,00 0,00 Incisión

Raspado

Muesca

Borde crenulado

Gráfico 30. Gráfico de barra con la distribución porcentual de las distintas modificaciones antrópicas identificadas en el AFA 5.

Las distintas marcas se encuentran localizadas sobre taxones diferentes, siendo predominantes sobre los caprinos (42,70%), los équidos (13,48%) y los cérvidos (12,36%). Éstos están seguidos por aquellos restos asociados a lepóridos (6,74%) y los restos asociados a individuos de talla media (6,74%) y talla grande (5,62%). Finalmente encontramos los restos asociados a individuos de talla pequeña y muy pequeña (1,12% respectivamente), así como un 10,11% del conjunto de marcas donde no se ha logrado determinar sobre qué taxón o talla de peso se localizan (Gráfico 31).

% Distribución marcas por taxón y tallas de peso 1%

1%

10% Bovidae/caprinae Cervidae

7%

Equidae 43%

6%

Leporidae Talla grande

7%

Talla media Talla pequeña Talla muy pequeña

13%

Indeterminado 12%

Gráfico 31. Distribución de marcas antrópicas sobre los distintos taxones determinados en el conjunto de AFA 5.

106

Del mismo modo, las modificaciones producidas por los grupos humanos se centran más en determinados huesos del conjunto que en otros. Así pues, son las tibias las que tienen un mayor número de marcas (20,22%), seguidas por los metacarpos y los huesos largos de individuos de talla grande (8,99% respectivamente), así como los metatarsos, húmeros y huesos largos de talla media (6,74% respectivamente). A continuación se encuentran las marcas localizadas sobre radios y coxales (5,62% respectivamente), sobre falanges (3,37%), sobre costillas y huesos largos indeterminados (2,25%) y finalmente una baja presencia de marcas localizadas sobre restos craneales, hioides, huesos largos de tallas muy pequeñas, radio-ulna, ulnas y vértebras (1,12% respectivamente) (Gráfico 32). Distribución modificaciones por huesos 18

16

14

12

Borde crenulado

10

Muesca Raspado

8

Incisión 6

4

2

0 Cr

Ct

Cx

F

Fa1

H

Hem

Hy

Ind

L

Lt1

Lt2

Lt3

Mc

Mt

R

R/U

T

U

Vs

Gráfico 32. Distribución de marcas antrópicas sobre los distintos elementos anatómicos determinados en el conjunto de AFA 5.

Por lo que respecta a las marcas producidas durante los eventos de combustión, ya sea de forma intencional o no, en el conjunto de AFA 5 contamos con mayores datos al disponer también del material de criba. Así pues, se ha determinado como el 45,59% del conjunto (1619 restos) se ha visto termoalterado, aunque con distintos grados de afección (Tabla 17). No obstante, hay que tener en consideración que no todo el material termoalterado se encuentra concentrado en torno a las estructuras de combustión (Fig. 35 y 36). En total hay 768 restos asociados a hogares, mientras que los 851 restantes se encuentran dispersos por la superficie de excavación. A su vez, el material recogido en torno a las estructuras de combustión hay que tratarlo con especial cuidado, sobre todo si tenemos en cuenta que desde el punto de vista arqueoestratigráfico es esencial diferenciar en ellas entre los suelos de ocupación (área negra) y las actividades realizadas sobre ellos (área blanca), de cara a la disección del palimpsesto arqueológico que conforma el yacimiento de El Salt (Mallol et al. 2013a, b).

107

Restos coordenados

Restos de criba

EC28

2

0

EC29

1

0

EC30

18

390

EC31

6

0

EC32

47

92

EC33

12

200

La 7

21

363

La 7.2.

5

33

Lm3

12

95

SCaR 7.2

15

113

SCaR 7.3

53

1

Zlg 7.2

1

139

Total

193

1426

Total EC

86

682

Total no EC

107

744

Tabla 17. Cantidades de restos óseos termoalterados entre el material coordenado y el material recogido en criba en el conjunto de AFA 5.

Figura 35. Distribución en planta del material arqueofaunístico termoalterados y no termoalterado en el conjunto de AFA 5.

108

Figura 36. Distribución en planta del material arqueofaunístico termoalterados y su relación con los hogares integrados en el conjunto de AFA 5.

Dada la importancia que a nivel estratigráfico supone diferenciar los suelos de ocupación de las actividades realizadas sobre ellos, siendo a su vez las áreas que componen las estructuras de combustión un recurso fundamental para disectar palimpsestos (Mallol et al. 2013a,b), presentamos a continuación los datos relativos a la abundancia de restos termoalterados y sin termoalterar por cada una de las áreas de cada hogar (Tabla 18):

EC

ABt

ABst

ANt

ANst

Total

Total

Coord.

Criba

Coord.

Criba

Coord.

Criba

Coord.

Criba

Coord.

Criba

28

2

-

-

-

-

-

1

-

3

-

3

29

-

-

-

-

1

-

-

-

1

-

1

30

-

72

-

30

18

318

9

266

27

686

713

31

-

-

-

-

6

-

2

-

8

-

8

32

6

-

5

-

41

92

20

-

72

92

164

33

-

65

-

43

12

135

-

26

12

269

281

Total

8

137

5

73

78

545

32

292

123

1047

1170

Tabla 18. Cantidades de restos óseos termoalterados y no termoalterados en cada una de las áreas (blanca y negra) de las diferentes hogueras registradas en el conjunto de AFA 5.

109

Las marcas de corte Dentro de las marcas de corte identificadas en nuestro conjunto hemos de diferenciar entre las incisiones simples y los raspados. Con respecto a las primeras se han identificado un total de 50 cortes, aunque solo se han podido estudiar en su globalidad 23, los que presentan distinta morfología, dimensiones e intensidad (Figura 37 y 38). Estas se localizan principalmente sobre restos de caprinos (48%), équidos (20%), cérvidos (10%) e individuos de talla media (8%). A su vez un pequeño conjunto de huesos de lepóridos presentan incisiones (4%), seguidos finalmente de aquellas producidas sobre restos asociados a las tallas grandes (2%). Finalmente, el 8% restante de marcas se encuentran sobre restos que no se ha llegado a determinar el taxón o talla de peso a la que pertenecen (Gráfico 33).

% Distribución incisiones por taxón y tallas de peso 60,00 50,00 40,00 30,00 20,00 10,00 0,00 Capra

Cervus

Equus

Oryctolagus

Talla grande

Talla media

Indeterminado

Gráfico 33. Distribución porcentual de los restos con marcas de corte según los distintos taxones y tallas de peso en el conjunto de AFA 5.

Respecto al tipo de elemento anatómico sobre el que aparecen, las incisiones se reducen prácticamente a las diáfisis los huesos largos, con excepción de una de ellas localizada sobre un hioides de caballo y dos sobre un coxal de conejo. Entre los distintos huesos se concentran sobre todo en las tibias (12 restos), seguidas de los húmeros y huesos largos de tallas grandes e indeterminados (4 restos respectivamente). Destacan también un pequeño conjunto de incisiones localizadas en el fémur, metacarpos, radios y huesos largos de individuos de talla media (3 restos respectivamente). Finalmente hay un conjunto de huesos con escasas incisiones, caso de las costillas, los coxales, falanges, metatarsos y huesos largos indeterminados (2 restos respectivamente), así como los restos craneales, hemimandíbulas, hioides y ulnas (1 resto respectivamente) (Tabla 19). Por lo que se refiere a la descripción de las marcas y centrándonos en el conjunto de 23 incisiones estudiadas íntegramente, presentaremos a continuación sus características atendiendo a los distintos taxones sobre los que se localizan (Tabla 20): 1. Caprinos: se registra una actividad centrada en las zonas proximales y mediales de las diáfisis, concretamente en las caras lateral y dorsal. En su mayoría son incisiones múltiples, de morfología corta y distribución unilateral oblicua o transversal. Su intensidad varía entre leve y media.

110

2. Cérvidos: predominan las incisiones realizadas en las zonas mediales de las diáfisis, tanto en las caras lateral y dorsal. Se tratan de incisiones múltiples, de morfología corta y distribución unilateral, a excepción de un fragmento de tibia que presenta marcas distribuidas bilateralmente (Figura 37). La dirección predominante es transversal/oblicua y su intensidad varía entre leve y media. 3. Équidos: presentan casi exclusivamente incisiones en la zona medial de la diáfisis, todas ellas múltiples y distribuidas unilateralmente. De morfología corta e intensidad media, presentan una orientación oblicua, a excepción de una única incisión, de morfología larga, alta intensidad y orientación transversal. Por otro lado, hay un pequeño conjunto de múltiples incisiones cortas producidas sobre un hueso hioides, con dirección transversal/oblicua e intensidad media. 4. Lepóridos: contamos tan solo con dos fragmentos de coxal con múltiples pequeñas incisiones, todas ellas unilaterales y localizadas en la zona medial-palmar, de morfología corta, distribución unilateral e intensidad leve.

Por lo que respecta a las tallas de peso, entre los restos pertenecientes a individuos de talla grande tan solo localizamos una incisión cuya posición en el hueso no se ha podido determinar. No obstante, se trata de incisiones pequeñas y múltiples, concentradas, de morfología corta, dirección oblicua e intensidad media. Por otro lado, entre los restos de individuos de talla media se han identificado incisiones en la zona proximal y medial de la diáfisis de los huesos largos, preferentemente en su cara dorsal y palmar. Son múltiples incisiones de morfología corta, distribución unilateral, dirección transversal/oblicua e intensidad leve/intensa, aunque también se ha determinado una incisión más larga, con dirección longitudinal al hueso e intensidad fuerte.

Figura 37. Fragmento de tibia de ciervo (Cervus elaphus) con múltiples y cortas incisiones a lo largo de su cara dorsal/lateral. Recuperado en la facies SCaR 7.3 de AFA 5.

111

Figura 38. Restos con marcas de corte recupeados en el conjunto de AFA 5. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: a) Fragmento de hueso largo de un individuo de talla grande con múltiples y cortas incisiones en su superficie, b) Fragmento de metacarpo de cabra con incisiones aisladas y largas, c) Fragmento de hueso largo de un indiividuo de talla media con incisiones aisladas, profundas y cortas en un extremo, d) Fragmento de coxal de conejo recuperado en el AN de la EC32 con incisiones simples y cortas en el ilion, e) Detalle de la diversidad de incisiones registradas sobre el material faunístico de AFA 5, simples, múltiples, cortas, alargadas, débiles y profundas.

112

Hueso

Capra

Cervus

Equus

Oryctolagus

Talla grande

Talla media

Craneo Hemimandíbula

1

Costillas

1

Indet.

Total

1

1 1

1

2

Hioides

1

1

V. Sacrales

0

Húmero

3

Radio

1

1

4

2

3

Radio/Ulna

0

Ulna

1

Metacarpos

2

1

1

3

Coxal

2

2

Fémur

3

Tibia

11

1

12

3

Metatarsos

1

1

2

Falanges

2

2

Largos

2

Lt1

3

Lt2

3

2 3

1

4

Lt3

0

Indeterminados

3

1

4

Total

24

5

10

2

1

4

4

50

% Total

48,00

10,00

20,00

4,00

2,00

8,00

8,00

100,00

Tabla 19. Cantidades de huesos con marcas de corte según los distintos taxones y tallas de peso identificados en el conjunto de AFA 5.

Hueso

Taxón

Marca

Origen

Agente

Loc.

Morfol.

Distrib.

Direc.

Intens.

Cantidad

Tibia

Capra

Incisión

Corte

Antrópico

1d

Corta

Unilateral

O

Media

Múltiple

Falange

Capra

Incisión

Corte

Antrópico

-

Corta

Unilateral

T/O

Media

Múltiple

Radio

Cervus

Incisión

Corte

Antrópico

1d

Corta

Unilateral

T

Media

Múltiple

Metatarso

Capra

Incisión

Corte

Antrópico

2d

Corta

Unilateral

T

Leve

Múltiple

Ulna

T. media

Incisión

Corte

Antrópico

1p

Corta

Unilateral

T

Intensa

Múltiple

Hioides

Equus

Incisión

Corte

Antrópico

-

Corta

Unilateral

T/O

Media

Múltiple

Coxal

Oryctol.

Incisión

Corte

Antrópico

2p

Corta

Unilateral

T

Leve

Múltiple

Metacarpo

Cervus

Incisión

Corte

Antrópico

2l

Corta

Unilateral

T/O

Leve

Múltiple

Tibia

Cervus

Incisión

Corte

Antrópico

2l

Corta

Bilateral

T/O

Media

Múltiple

Metacarpo

Capra

Incisión

Corte

Antrópico

1l

Larga

Unilateral

O

Media

Múltiple

Lt1

T. grande

Incisión

Corte

Antrópico

-

Corta

Unilateral

O

Media

Múltiple

Lt1

T. media

Incisión

Corte

Antrópico

2d

Larga

Unilateral

L

Fuerte

Múltiple

Tibia

Capra

Incisión

Corte

Antrópico

2d

Corta

Unilateral

O

Leve

Múltiple

Tibia

Capra

Incisión

Corte

Antrópico

2l

Corta

Unilateral

O

Leve

Simple

Metatarso

Cervus

Incisión

Corte

Antrópico

2dl

Corta

Unilateral

O

Leve

Múltiple

Largo

Indet.

Incisión

Corte

Antrópico

2

Corta

Unilateral

O

Media

Múltiple

Cx

Oryctol.

Incisión

Corte

Antrópico

2p

Corta

Unilateral

O

Leve

Múltiple

Lt1

T. media

Incisión

Corte

Antrópico

2

Corta

Unilateral

T/O

Leve

Múltiple

Lt1

T. media

Incisión

Corte

Antrópico

-

Corta

Unilateral

O

Leve

Simple

Lt2

Equus

Incisión

Corte

Antrópico

2

Larga

Unilateral

T

Intensa

Múltiple

113

Lt2

Equus

Incisión

Corte

Antrópico

2

Corta

Unilateral

O

Media

Múltiple

Radio

Equus

Incisión

Corte

Antrópico

2d

Corta

Unilateral

O

Media

Múltiple

Lt2

Equus

Incisión

Corte

Antrópico

2d

Corta

Unilateral

O

Media

Múltiple

Tabla 20. Conjunto de datos relativos a los principales restos estudiados con marcas de corte. Se especifica el elemento anatómico, taxón, tipo de marca, origen, agente, localización, morfología, distribución, dirección, intensidad y cantidad.

Respecto a los raspados, en el conjunto se han identificado un total de 9 marcas. Estas se localizan únicamente sobre huesos de caprinos (5 restos) y sobre huesos de individuos cuyo taxón o talla de peso ha sido imposible determinar (4 restos). Entre los distintos elementos anatómicos se concentran principalmente en huesos indeterminados, mientras que entre los determinados predominan los metatarsos (2 restos), seguidos de los localizados sobre fémur, húmero y tibias (1 resto respectivamente) (Tabla 21).

Hueso

Capra

Húmero

1

1

Fémur

1

1

Tibia

1

4

Metatarso

2

2

Indeterminado

Indeterminado

4

Total

1

Total

5

4

9

% Total

55,56

44,44

100

Tabla 21. Cantidades de huesos con marcas de corte (raspados) identificados en el conjunto de AFA 5.

Las marcas de percusión

En el conjunto óseo de AFA 5 se han identificado un total de 26 marcas originadas por impactos

de percusión, 19 de ellas estudiadas de forma íntegra y caracterizadas por una concentración simple y múltiple, con distinta morfología, dimensiones, distribución e intensidad. Se localizan principalmente sobre restos de caprinos (26,92%) y cérvidos (19,23%), ambos seguidos por muescas producidas sobre huesos de lepóridos (15,38%) e individuos de talla grande (11,54% respectivamente). Las muescas sobre restos de équidos y de individuos de talla media se reducen a un 7,69% respectivamente, seguidas finalmente por las localizadas sobre huesos de individuos de talla pequeña y muy pequeña, así como sobre huesos indeterminados a nivel taxonómico y por talla de peso, suponiendo un 3,85% respectivamente. (Gráfico 34). La mayoría de las muescas identificadas se localizan sobre diáfisis de huesos largos (Fig 39 y 40), entre los que predominan las producidas sobre tibias (5 restos), seguidas de las localizadas sobre coxales, metacarpos y huesos largos de individuos de talla grande y media (3 restos respectivamente). A todos 114

ellos le siguen las muescas localizadas sobre metatarsos (2 restos), así como aquellas localizadas sobre falanges, húmeros, radios, radio-ulna, vértebras, huesos largos de individuos de talla muy pequeña y huesos largos indeterminados (1 resto respectivamente) (Tabla 22).

% Distribución muescas por taxón y talla de peso

30,00 25,00 20,00 15,00 10,00 5,00 0,00

Gráfico 34. Distribución porcentual de los restos con marcas de percusión según los distintos taxones y tallas de peso en el conjunto de AFA 5.

De las 19 muescas que se han podido estudiar globalmente, presentamos a continuación sus principales características a partir del taxón sobre el que se localizan (Tabla 25): 1. Caprinos: todas las muescas se producen en la zona medial de la diáfisis de distintos huesos largos, aunque predominan las producidas sobre tibia (3 restos). Se localizan sobre las distintas caras del hueso (dorsal, lateral, medial y palmar) y tienen una morfología que oscila entre triangular y semicircular. Todas las muescas están distribuidas unilateralmente, con intensidades leves y en cantidades simples, a excepción de un resto con presencia de múltiples muescas. Su longitud varía entre los 6 a 12 mm, con una anchura entre los 1 a 4 mm. 2. Cérvidos: las muescas se producen en la zona medial y proximal de las diáfisis de huesos largos, aunque destacan los metápodos (2 restos). Predominan las generadas en la cara lateral, con morfología preferentemente semicircular. Su distribución se da tanto de manera unilateral como bilateral, aunque la dirección es en todos casos longitudinal al hueso. La intensidad oscila entre la media e intensa, en cantidades simples. Su longitud varía desde los 5 a los 17 mm y la anchura desde los 1 a los 12 mm. 3. Équidos: tan solo se han identificado dos muescas, ambas localizadas en la zona medial y la cara lateral de una tibia y un hueso largo indeterminado. Su morfología es diferente (semicircular y trapezoidal), aunque ambas se distribuyen unilateral y longitudinalmente al hueso, en cantidades simples y con unas intensidades distintas (media e intensa). Su longitud varía entre los 8 a 17 mm y su anchura entre los 1 a 2 mm.

115

En cuanto a las tallas de peso, entre los restos de individuos de talla grande solo se ha identificado un resto con una muesca, localizada en la parte medial y la cara lateral de un hueso largo indeterminado. Su morfología es semicircular y se distribuye unilateral y longitudinalmente. Entre los restos de individuos de talla media se han identificado dos huesos largos indeterminados con presencia de muescas, aunque su descripción es confusa debido a las condiciones del hueso. Finalmente, entre los restos de individuos de talla pequeña se ha recuperado un único ejemplar con una muesca de morfología triangular localizada en la zona medial y la cara lateral, distribuida de forma unilateral y longitudinal, con una intensidad media.

Hueso

Capra

Cervus

Equus

V. Sacral

Oryctol.

Talla grande

Talla media

Talla pequeña

Talla muy pequeña

Ind.

1

Húmero

Total 1

1

1

Radio

1

1

Radio/ Ulna

1

1

Metacarpo

2

1

3

Coxal

3

Tibia

3

1

Metatarso

1

1

Fa1

1

3

1

5 2 1

Lt1

2

Lt2

1

1

3

2

3

Lt3

1

Indet.

1 1

1

Total

7

5

2

4

3

2

1

1

1

26

% Total

26,92

19,23

7,69

15,38

11,54

7,69

3,85

3,85

3,85

100

Tabla 22. Cantidades de huesos con marcas de percusión según los distintos taxones y tallas de peso identificados en el conjunto de AFA 5.

Un tipo especial de modificación derivada de los impactos de percusión se trata de los bordes crenulados (Fig. 40c), aunque en ocasiones también podemos encontrar como consecuencia de mordeduras, trampling, etc. (Pérez Ripoll, 2005; Blasco et al, 2008). En el conjunto arqueofaunístico de AFA 5 se han identificado únicamente cuatro bordes crenulados derivados de la percusión, localizados sobre dos metacarpos de caprino, un radio de cérvido y un hueso largo de un individuo de talla grande (Tabla 23). Desde el punto de vista descriptivo son de morfología variable (trapezoidal, semicircular y triangular), aunque todos se distribuyen unilateralmente y en cantidades múltiples. Dos de ellos tiene dirección longitudinal, mientras que el restante se orienta transversalmente. Las intensidades varían entre leves y medias (Tabla 26).

116

Hueso

Capra

Cervus

Talla grande

Total

1

1

Lt2 Metacarpo

2

2

Radio

1

1

Total

2

1

1

4

% Total

50,00

25,00

25,00

100

Tabla 23. Cantidades de huesos con bordes crenulados según los distintos taxones y tallas de peso identificados en el conjunto de AFA 5.

Junto a las evidencias directas de percusión tenemos un pequeño conjunto de evidencias indirectas, tal y como son las lascas concoidales, lascas de percusión, lascas parásitas o negativos de lascas (Fig 40d). Éstas ascienden a un total de 8 restos, 5 pertenecientes a individuos de talla media y 3 a individuos de talla grande, localizadas tanto en estructuras de combustión como fuera de ellas (Tabla 24).

Tipos

Cantidad

Total EC

Total no EC

Lascas de percusión

3

1

2

Lascas concoidales

2

2

-

Lascas parásitas

2

-

2

Negativo lasca percusión

1

-

1

Total

8

3

5

Tabla 24. Cantidades de lascas derivadas de impactos de percusión recuperadas en el conjunto de AFA 5. Se diferencia entre las que están integradas en las estructuras de combustión de las que no lo están.

Cabe añadir que en dos de los casos hay otras marcas asociadas que vinculan directamente estos restos al procesado antrópico. Es el caso de la presencia de marcas de corte y percusión sobre uno de los restos que tiene adherido una lasca parásita, integrada además en el área negra de la estructura de combustión nº 30 (Figura 40a). El segundo caso es una lasca parásita asociada a un resto con bordes crenulados que hemos identificado como consecuencia de actividades de percusión (Figura 40b).

Hueso

Taxón

Marca

Falange 1 (1/2)

Caprinae

Muesca

Fa1ange 1 (2/2)

Caprinae

Metatarso Tibia

Origen

Agente

Loc.

Morf.

Distr.

Direc. Inten.

Cant.

L.

A.

Percusión Antrópico

-

Trian.

Unilateral

L

-

Mult.

6,26

3,16

Muesca

Percusión Antrópico

-

Trian.

Unilateral

L

-

Múlt.

7,62

1,31

Caprinae

Muesca

Percusión Antrópico

2d

Semic.

Caprinae

Muesca

Percusión Antrópico

2lm

Circ.

Unilateral

L

-

Simple

12,49

2,06

Unilateral

L

-

Simple

7,33

1,36

Lt1

T. media

Muesca

Percusión Antrópico

-

-

-

-

-

14,47

2

Metacarpo

Caprinae

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Semic.

Metacarpo

Cervus

Muesca

Percusión Antrópico

-

Semic.

Unilateral

L

-

Simple

14,47

2,14

Unilateral

L

-

Simple

17,57

4

Tibia

Cervus

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Trian.

Bilateral

L

-

Simple

5,56

1

117

Lt1

T. media

Muesca

Percusión Antrópico

-

Semic.

Unilateral

L

-

Múlt.

8

1,71

Lt1

T. media

Muesca

Percusión Antrópico

-

Semic.

Unilateral

L

-

Múlt.

4,58

0,9

Tibia

Capra

Muesca

Percusión Antrópico

2p

Trapez.

Unilateral

L

Media

Simple

11,64

4,53

Tibia

Equus

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Semic.

Unilateral

L

Intensa

Simple

8,93

1,93

Metatarso

Cervus

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Semic.

Unilateral

L

Media

Simple

16,09

-

Lt1

T. pequeña

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Trian.

Unilateral

L

Media

Simple

15,63

2,86

Lt1

T. grande

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Semic.

Unilateral

L

Media

Simple

12,89

3,7

Tibia

Capra

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Semic.

Unilateral

L

Leve

Simple

-

-

Radio/Ulna

Cervus

Muesca

Percusión Antrópico

1p

Circ.

Unilateral

-

Intensa

Simple

Indet.

Indet.

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Semic.

Unilateral

L

Intensa

Simple

-

-

Lt2

Equus

Muesca

Percusión Antrópico

2l

Trapez.

Unilateral

L

Media

Simple

17,7

2,09

10,95 12,33

Tabla 25. Conjunto de datos relativos a los principales restos estudiados con marcas de percusión. Se especifica el elemento anatómico, taxón, tipo de marca, origen, agente, localización, morfología (triangular, semicircular, circular y trapezoidal), distribución, dirección, intensidad, cantidad (simple y múltiple), longitud y anchura.

Hueso

Taxón

Marca

Origen

Agente

Morfología Distribución Dirección Intensidad Cantidad

Radio

Cervus

Borde crenulado

Percusión

Antrópico

Trapezoidal

Unilateral

L

leve

Múltiple

Metacarpo

Caprinae

Borde crenulado

Percusión

Antrópico Semicircular

Unilateral

L

media

Múltiple

Lt2

T. grande

Borde crenulado

Percusión

Antrópico

Unilateral

T

leve

Múltiple

Triangular

Tabla 26. Conjunto de datos relativos a los principales restos estudiados con borde crenulado. Se especifica el elemento anatómico, taxón, tipo de marca, origen, agente, morfología, distribución, dirección, intensidad y cantidad.

Figura 39. Ejemplo de un impacto de percusión y fractura asociada sobre una tibia de cabra (Capra pyrenaica) recuperada en el conjunto de AFA 5.

118

Figura 40. . Restos con evidencias de percusión recuperados en el conjunto de AFA 5. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: a) fragmento de metatarso de cabra termoalterado, con una muesca derivada del impacto de percusión y una lasca parásita, b) fragmento de radio de ciervo termoalterado en su interior,con una lasca parásita y punto de impacto, c) fragmento de metacarpo de cabra con un borde crenulado, d) conos de percusión y lascas medulares recuperadas en el conjunto de AFa 5.

119

La termoalteración Tal y como hemos expuesto en el inicio de este apartado dedicado a las modificaciones antrópicas, los datos relacionados con la cantidad de restos óseos termoalterados en el conjunto estudiado ascienden a un total de 1619 (193 restos coordenados y 1426 restos recuperados en criba) (Tabla 27). No obstante, dado que solo disponemos de los datos relativos al nivel taxonómico y por elementos anatómicos entre los restos coordenados, comenzaremos por su presentación. Lo primero que hemos de observar es cómo la distribución de los restos termoalterados difiere según los taxones y tallas de peso (Gráfico 35). Así pues, son los lepóridos los que mayor cantidad de restos (12,95%) y grados de afección térmica presentan, preferente concentrados en un grado 2 (marrón-negro) y sin llegar a superar en ningún caso el grado 4/5 (negro-gris /gris)1. El segundo grupo taxonómico más afectado está conformado por los caprinos (8,81%), donde la mayoría de los fragmentos óseos se concentran en grados de termoalteración bajos (grado 1 a 3), aunque también hay presencia de algunos restos con grados de termoalteración 6 y 7, por tanto muy altos. Entre los cérvidos (1,55%) se han recuperado muy pocos restos afectados entre los grados 2 y 3, algo similar a lo que ocurre entre los équidos (1,55%) con grados 1 y 3. Junto a ellos, hay un amplio conjunto de restos indeterminados (19,17%) donde abundan los afectados en grado 3 y 2, aunque también se registran todos los otros niveles de grados de afección, si bien en mucha menor medida.

Grados de termoalteración por taxón 20 18 16

Grado 1 (M)

14

Grado 2 (M/N)

12

Grado 3 (N)

10

Grado 4 (N/B-G)

8

Grado 5 (G)

6

Grado 6 (G/B)

4

Grado 7 (B)

2 0 Bovidae/Caprinae

Cervidae

Equidae

Leporidae

Indeterminado

Gráfico 35. Gráfico de barras con la distribución de las cantidades de restos por taxón según su grado de afección térmica en el conjunto de AFA 5.

Estos mismos datos tratados a partir del empleo de tallas de peso nos informan de una mayor presencia de restos termoalterados pertenecientes a individuos de talla media (35,32%), los que presentan prácticamente todos los grados de afección térmica, aunque con una mayor presencia de restos situados entre los grados 2 y 3. Éstos se ven seguidos por los restos asociados a individuos de talla muy pequeña (19,17%), también con un alto predominio de los afectados en grado 2 y 3 y sin superar nunca el grado 5. Entre las tallas pequeñas (12,95%) hay un mayor predominio de los restos afectados en grado 1, aunque prácticamente están presentes restos afectados en todos los grados. Finalmente las tallas grandes 1 Hay que tener en consideración que aquí únicamente mencionamos los restos de lepóridos coordenados, mientras que en el material de criba son mucho más abundantes, como se verá cuando discutamos sobre la posición de los restos en las áreas de las distintas estructuras de combustión.

120

(13,47%) se caracterizan por una concentración de restos de grado 2 a 4, aunque también existen algunos fragmentos que evidencian el resto de grados de afección (Gráfico 36).

Grados de termoalteración por talla

30 Grado 1 (M)

25

Grado 2 (M/N) Grado 3 (N)

20

Grado 4 (N/B-G)

15

Grado 5 (G) Grado 6 (G/B)

10

Grado 7 (B) 5 0 Talla grande

Talla media

Talla pequeña

Talla muy pequeña

Gráfico 36. Gráfico de barras con la distribución de las cantidades de restos por tallas de peso según su grado de afección térmica en el conjunto de AFA 5.

Por lo que respecta a los elementos anatómicos, son los huesos largos de individuos de talla media y pequeña (Lt1) los más afectados (27,46), seguidos de los restos que ha sido imposible determinar a nivel anatómico (21,24%). Los siguientes huesos que se han visto más afectados son los radios y fémures (5,70% respectivamente), los fragmentos epifisarios (5,18%) y huesos planos (4,15%) (Tabla 28).

Hueso

Grado 1 (M)

Grado 2 (M/N)

Craneo Hemimandíbula

1

Grado 3 (N)

Grado 4 (N/B-G)

1

1

Grad 5 (G)

Grado 6 (G/B)

Grado 7 (B)

2

Dientes

2

Total

% Total

2

1,04

3

1,55

2

1,04

Costillas

1

1

1

3

1,55

Vértebras

2

3

2

7

3,63

V. lumbares

1

1

2

1,04

2

1,04

1

2

1,04

3

1,55

V. sacrales

2

V. torácicas

1

Escápula

1

Húmero Radip

2

1 1

1

Ulna Coxal

1

0,52

1

3

1,55

2

2

1,04

4

2

6

3,11

11

5,70

Fémur

5

2

4

Tibia

3

4

2

Metatarso

1

1

1

2

Metatarso 5

1

Falange 2

1

Larg

1

1

4

Lt1

3

20

18

1

2

9

11

5,70

3

1,55

1

0,52

1

0,52

6

3,11

53

27,46

121

Lt2

1

1

2

Lt3

2

1

1

1

Plano

1

4

2

1

Esponjoso

1

2

4

1

Compacto

1

Indeterminado

7

6

13

14

1

Total

7

27

65

66

8

2

5

15

5

2,59

4

2,07

8

4,15

10

5,18

1

0,52

41

21,24

193

100,00

Tabla 27. Cantidades de restos coordenados termoalterados en el conjunto de AFA 5. Se especifica el hueso y su grado de afección térmica.

Hueso Cráneo Hem Dientes

Taxón

Grado 1 (M)

Leporidae 1

Leporidae

V. sacrales V. torácicas Escápula Húmero Ulna Radio Coxal Fémur

Tibia

1

2

1,04

1

1

0,52

1

1

0,52

1

1

0,52

1

0,52

1

0,52

1

0,52

3

1,55

Equidae Indeterminado 1

Talla grande

1 1 1

2

Cervidae

1

1

0,52

Talla grande

1

1

0,52

1

2

1,04

1

0,52

1

0,52

2

1,04

1

0,52

1

0,52

2

1,04

1

0,52

1

0,52

1

1

0,52

1

2

1,04

1

0,52

2

6

3,11

2

4

2,07

2

7

3,63

4

2,07

4

2,07

1

0,52

1

0,52

1

0,52

2

1,04

1

0,52

1

0,52

1

0,52

6

3,11

Talla media

1

Leporidae

1

Talla media

1

Leporidae

2

Bovidae/Caprinae

1

Talla grande

1

Leporidae

1

Talla media

1

Talla media Equidae Cervidae Equidae

1 1

Leporidae

4

Bovidae/Caprinae

2

Leporidae

3

2

Bovidae/Caprinae

3

1

Leporidae

1

Talla grande

1

Bovidae/Caprinae

1

1 1

1

Talla media

1 1

Bovidae/Caprinae Indeterminado

2

1

Metatarso 5 Leporidae Largo

1

1

Talla pequeña

Falange 2

% Total 0,52

Talla media

Metatarso

Total 1

1

Bovidae/Caprinae

V. lumbares

Grado 6 Grado 7 (G/B) (B)

0,52

Talla pequeña

Vértebras

Grad 5 (G)

1

Talla media Bovidae/Caprinae

Grado 3 Grado 4 (N) (N/B-G)

1

Indeterminado Costillas

Grado 2 (M/N)

1 1

1

4

122

Talla media

Lt1

3

Talla pequeña

12

14

4

4

5

2

1

37

19,17

8

4,15

Lt2

Talla grande

1

5

2

5

13

6,74

Lt3

Talla muy pequeña

2

1

1

1

5

2,59

Indeterminado

1

2

2

6

3,11

2

1,04

7

3,63

1

0,52

2

1,04

1

0,52

1

1

0,52

2

16

8,29

4

2,07

2

18

9,33

1

2

1,04

193

100

Plano

Talla media Indeterminado

Esponjoso

2 1

Talla grande Talla grande

3

2

1

1

1

Esponjoso Indeterminado Indet.

4

Talla grande

1

Talla media

4

9

1

1 9

Talla pequeña Total general

1

1

Talla media Compacto

1

1

2

1

1 26

65

64

18

12

1

2

6

Tabla 28. Cantidades de restos coordenados termoalterados en el conjunto de AFA 5. Se especifica el hueso, taxón y grado de afección térmica determinado.

A pesar del alto número de fragmentos termoalterados, tan solo el 15,54% de los restos muestran modificaciones distintas al cambio de coloración, tales como agrietamientos (11,92%) y pérdida ósea (3,63%). A su vez, las principales modificaciones se han localizado en la cara externa de los huesos, seguidos por aquellos afectados tan solo por la cara interna y en las líneas de fractura. Por lo que respecta a la fragmentación del conjunto termoalterado, a partir de los datos obtenidos del material coordenado y el recogido en el proceso de cribado, observamos cómo el 76,90% de los restos se concentran entre los 11 a 20 mm de longitud máxima, seguidos luego por los localizados entre los 21 a 30 mm (17,11%) y los 31 a 40 mm (4,14%). El resto de longitudes van desde los 40 a los 100 mm, pero en cantidades mucho menores a las anteriores (Gráfico 37 y Tabla 29). Se trata, por tanto, de un conjunto ampliamente fragmentado, mucho mayor que la fragmentación ya presentada sobre el total del material óseo recogido en AFA 5. Longitud (mm)

Total

% Total

< 10

5

0,31

11 a 20

1245

76,90

21 a 30

277

17,11

31 a 40

67

4,14

41 a 50

10

0,62

51 a 60

6

0,37

61 a 70

2

0,12

71 a 80

2

0,12

81 a 90

4

0,25

91 a 100

1

0,06

Total general

1619

100

Tabla 29. Cantidades de restos coordenados termoalterados según su grado de fragmentación en el conjunto de AFA 5. En la tabla se suman los restos coordenados y los recuperados durante el proceso de cribado.

123

Fragmentación restos termoalterados (total) 91 a 100 81 a 90 71 a 80 61 a 70 51 a 60 41 a 50 31 a 40 21 a 30 11 a 20 < 10 0,00

20,00

40,00

60,00

80,00

100,00

Gráfico 37. Gráfico de barras con la distribución porcentual de la fragmentación del material termoalterado el conjunto de AFA 5. Se Muestra la suma de los restos coordenados y los recuperados durante el proceso de cribado.

Como anunciamos con anterioridad, dentro del conjunto arqueofaunístico de AFA 5 contamos con cierta cantidad de restos asociados a estructuras de combustión. Por esta razón pasaremos ahora a exponer los datos disponibles para cada hogar y sus áreas determinadas.

Estructura de combustión 28 La EC28 contiene dos restos recuperados en su área blanca y un resto sin termoalterar recuperado en el área negra. Los dos primeros se corresponden con un fragmento de escápula y otro de hueso largo de un individuo de talla media, ambos afectados en toda su superficie con un grado 3 (negro). Tan solo uno de los restos presenta agrietamientos a causa de la combustión. El resto localizado en el área negra es un fragmento indeterminado, sin signo alguno de termoalteración. La fragmentación del conjunto oscila entre los 31 a 50 mm para los restos localizados en el área blanca y entre los 11 a 20 mm para el resto recuperado en el área negra.

Estructura de combustión 29 La EC29 únicamente cuenta con un resto óseo termoalterado recuperado en su área negra, correspondiente a un fragmento de hueso esponjoso afectado totalmente en grado 5 (gris). Sus dimensiones se sitúan entre los 21 a 30 mm de longitud.

124

Estructura de combustión 30 La EC30 es radicalmente distinta a las anteriores, contando con un total de 713 restos. De éstos el área blanca presenta 72 fragmentos termoalterados y 30 sin termoalteración, en su mayoría apoyados en la superficie de las cenízas. Mientras que en el área negra se han recuperado 336 restos termoalterados y 275 sin ningún tipo de afección térmica.

Figura 41. Estructuras de combustión 30.

El material localizado en el área blanca pertenece principalmente a fragmentos diafisarios, epifisarios y del esqueleto axial recuperado en criba, por lo que no han sido posible identificarlo a nivel taxonómico, a excepción de 13 fragmentos óseos de conejo (Oryctolagus cuniculus), 11 termoalterados y 2 sin

termoalterar. Aun así, vemos que de forma preferencial hay un predominio de los fragmentos diafisarios entre el material termoalterado, afectados entre los grados 2 a 4. A estos les siguen restos del esqueleto axial y otros elementos anatómicos identificables de lepórido, afectados en grado 1 hasta 5. Finalmente están los fragmentos epifisarios afectados entre los grados 1 al 4. Además de un importante conjunto de restos indeterminados, afectados principalmente en grado 3. Por lo que se refiere al material no termoalterados, predominan los elementos indeterminados y una escasa presencia de diáfisis (Gráfico 38). El grado de fragmentación del material del área blanca se concentra principalmente entre los < 10 a 20 mm de longitud máxima, aunque también hay algunos restos que oscilan entre los 20 a 40 mm.

Grados termoalteración criba AB

40 35 30 25

Otros

20

Indet.

15

Epísisis

10

Diafisis

5 0 Grado 0 Grado 1 Grado 2 Grado 3 Grado 4 Grado 5 Grado 7 (ST) (M) (M/N) (N) (N/B-G) (G) (B)

Gráfico 38. Gráfico de barras con la distribución de las cantidades de restos recuperados en el área blanca de la EC30 durante el proceso de criba, según su grado de afección térmica.

Por el contrario, en el área negra a pesar de contar con un amplio número de fragmentos recuperados en criba, donde se han podido identificar a nivel taxonómico 52 restos de conejo (Oryctolagus cuniculus, 41 restos termoalterados y 11 sin termoalteración), también conocemos datos 125

a nivel taxonómico derivados del material coordenado. Así pues, son los restos de individuos de talla media los más representados, con 8 restos termoalterados y 2 sin modificación alguna. A éstos le siguen los individuos de talla grande (2 restos termoalterados y 2 sin termoalterar) y los caprinos (1 resto termoalterado y 3 sin termoalterar), para luego encontrar los restos de individuos de talla pequeña (1 resto termoalterado y 1 resto sin termoalterar) y finalmente un único resto termoalterado de cérvido (Tabla 30). Grados Grado 0 (ST)

Bovidae/ Caprinae

Cervidae

3

Grado 1 (M) Grado 2 (M/N)

Indet.

Talla grande

Talla media

Talla pequeña

Total

1

2

2

1

9

1 1

1

Grado 3 (N)

3

1

2

1

4

7

1

2

Grado 4 (N/B-G) Grado 7 (B) Total general

1

1

1

1 4

1

6

7 1

4

10

2

27

Tabla 30. Cantidades de restos coordenados termoalterados según su grado de fragmentación recuperados en el AN de la EC30.

En el área negra, el material termoalterado recuperado en criba muestra un predominio de los fragmentos diafisarios, afectados principalmente en grado 2 y 3. A ellos les siguen restos del esqueleto axial y elementos anatómicos identificados de lepóridos con niveles de afección del 1 al 5. Por último están los restos epifisarios, afectados principalmente en grado 1 a 3. No obstante el mayor número de elementos son los indeterminados, con grados de afección entre 1 a 5, pero concentrados principalmente en los grados 2 y 3. En cuanto al material de criba no termoalterado, predominan igualmente los restos indeterminados, seguidos de las diáfisis y una escasa presencia de epífisis y otros elementos anatómicos (Gráfico 39). Por lo que respecta al material coordenado, son los huesos largos de talla media los principalmente afectados (22,22%) desde los grados 1 al 3. A ellos les siguen los fragmentos de hueso esponjoso (18,51%) con grados del 2 al 7, los huesos largos indeterminados (7,41%) con grados 1 al 3, para finalmente situarse un conjunto de elementos anatómicos aislados que se han visto termoalterados en diversos grados, aunque sin superar el grado 3-4 (Tabla 31).

Grados termoalteración criba AN

300 250 200

Otros

150

Indet.

100

Epísisis Diafisis

50 0 Grado 0 (ST)

Grado 1 (M)

Grado 2 (M/N)

Grado 3 (N)

Grado 5 (G)

Gráfico 39. Gráfico de barras con la distribución de las cantidades de restos recuperados en el área negra de la EC30 durante el proceso de criba, según su grado de afección térmica.

126

Hueso Costillas Escápula

Taxón

Grado 0 (ST)

Talla grande

1

Talla pequeña

1

Grado 1 (M)

Grado 2 (M/N)

Grado 3 (N)

Grado 7 (B)

1

Talla media Indeterminado

Grado 4 (N/B-G)

1 1

1

1

% Total

1

3,70

2

7,41

1

3,70

3

11,11

1

3,70

Esponjoso

Talla grande Talla media

1

1

3,70

Falange 1

Bovidae/caprinae

1

1

3,70

Indet.

Indeterminado

1

1

3,70

Largo

Indeterminado

1

2

7,41

Lt1

Talla media

1

1

6

22,22

Lt2

Talla grande

1

1

2

7,41

Metatarso

Bovidae/caprinae

1

1

3,70

Plano

Talla media

1

1

3,70

Radio

Cervus

1

1

3,70

Tibia

Bovidae/caprinae

2

7,41

V. lumbares

Talla media

1

3,70

27

100

Total general

1

Total

1 1

3

2 1 9

2

7

7

1

1

Tabla 31. Cantidades de restos coordenados termoalterados según su grado de fragmentación recuperados en el AN de la EC30. Se especifica el hueso y taxón/talla de peso determinada.

La inmensa mayoría de los restos del área negra se han visto afectados íntegramente por la combustión, aunque hay algunos casos de termoalteraciones parciales en el interior o exterior del hueso. Además, junto a los cambios de coloración, una parte del conjunto presenta agrietamientos derivados del proceso térmico (alteración estructural). A nivel de fragmentación, entre el material coordenado localizado en el área negra se registra un amplio rango de dimensiones que oscilan entre los 11 a 70 mm, aunque con una especial concentración entre los 21 a 30 mm de longitud máxima. Por lo que atiende al material de criba hay un claro predominio del material de < 10 a 20 mm de longitud máxima, aunque también hay algunos restos con dimensiones que oscilan entre los 20 y 30 mm, o los 30 a 40 mm. Estructura de combustión 31 (EC1Z3X7) La EC31 es un hogar de muy pequeñas dimensiones, parcialmente afectado por una madriguera. Cuenta únicamente con 8 restos óseos, todos situados en el área negra, estando únicamente termoalterados 6 de ellos. Éstos últimos se corresponden con varios huesos largos de individuos de talla media y pequeña (2 y 3 restos respectivamente) afectados en grado 3 (negro) y con modificaciones por pérdida ósea. El fragmento termoalterado restante es un hueso plano indeterminado Figura 42. Estructuras de combustión 31. afectado en grado 1 (marrón). Los dos restos que no se han visto alterados por la combustión se tratan de un M3/ de caballo (Equus ferus) y una vértebra indeterminada. El conjunto presenta un grado de fragmentación situado entre los 21 a 40 mm. 127

Estructura de combustión EC32 La EC32 está integrada por un total de 164 restos, de los cuales el área blanca tiene 6 restos termoalterados y 5 sin termoalteración, mientras que en el área negra hay 133 restos termoalterados y 20 sin ningún tipo de alteración térmica. Los restos termoalterados recuperados en el área blanca pertenecen a huesos largos de individuos de talla grande (2 restos) y talla media (4 restos) con grados de afección 2 y 4 . Todos ellos están afectados de forma total o parcial (en el exterior y línea de fractura), aunque tan solo uno presenta agrietamientos derivados de la combustión. El resto de fragmentos recuperados en

Figura 43. Estructuras de combustión 32.

el área blanca no están termoalterados y se corresponden con fragmentos de caballo (2 restos), ciervo (1 resto), cabra (1 resto) y un individuo de talla media (1 resto). En conjunto se tratan de fragmentos que oscilan entre los 11 a 50 mm, aunque con un claro predominio de los restos con dimensiones entre los 31 a 40 mm. Respecto al material contenido en el área negra, gran parte se corresponde con fragmentos epifisarios, diafisarios y del esqueleto axial recuperado en la criba, por lo que la determinación taxonómica tan solo ha podido realizarse sobre los restos de conejo (Oryctolagus cuniculus), determinándose un total de 16 fragmentos termoalterados. Por lo que respecta al material coordenado, predominan los huesos de conejo afectados desde el grado 1 al 5, seguidos por fragmentos de individuos de talla media con similares niveles de afección. En tercer lugar se sitúan los restos de individuos de talla muy pequeña con grados de afección del 1 al 4. En cuarto lugar los individuos de talla pequeña están afectados en grado 2 y 3. Finalmente, los restos de talla grande, caprinos e indeterminados presentan cambios de coloración que oscila entre los grados 1 al 3 (Tabla 32).

Bovidae/ Caprinae

Leporidae

Talla grande

Talla media

2

2

1

1

Grado 2 (M/N)

6

1

3

4

2

1

17

Grado 3 (N)

3

5

1

1

1

11

Grado 4 (N/B-G)

2

Grados Grado 1 (M)

Grado 5 (G) Total general

14

Talla muy pequeña

Indet.

2

3

1 2

10

Total 8

1

1 2

Talla pequeña

2 5

6

2

41

Tabla 32. Cantidades de restos coordenados termoalterados según su grado de fragmentación recuperados en el AN de la EC32.

128

Por lo que respecta a los elementos anatómicos recuperados en el área negra, el material termoalterado recogido en la criba muestra una alta presencia de fragmentos diafisarios afectados en grado 1 a 5, aunque preferentemente concentrado en los grados 2 y 3. Le siguen fragmentos axiales y otros elementos anatómicos de lepóridos termoalterados en grado 1 al 4, así como fragmentos epifisarios especialmente afectados en grado 2. A ello hay que sumar un amplio conjunto de restos indeterminados, con niveles de alteración en grado 2 y 3. (Gráfico 40). Respecto al material coordenado, la combustión ha actuado principalmente sobre los huesos largos de individuos de talla media y pequeña (20,5%) en todos los grados de afección, aunque principalmente en 2 y 3. A éstos le siguen los huesos esponjosos de individuos de talla media e indeterminados (10,29%) y las tibias de cérvidos, lepóridos e individuos indeterminados (8,82%), todos ellos entre los grados 1 al 4. Le siguen los huesos largos de individuos de talla muy pequeña (7,35%) con grados 1 a 3 de afección, así como los fémures de conejo y huesos largos indeterminados (5,88%) con similar nivel de alteración. El resto de huesos se muestra termoalterado de manera más ocasional y rara vez superan el tercer grado (Tabla 33). Hueso

Taxón Cervus

Cráneo

Grado 1 (M)

Grado 2 (M/N)

Grado 3 (N)

Grado 4 (N/B-G)

Grado 5 (G)

1

Oryctolagus Indet.

Hemimand.

Grado 0 (ST)

1 1

Oryctolagus

1

Total

% Total

1

1,47

1

1,47

1

1,47

1

1,47

Dientes

Indet.

1

1

1,47

Hioides

Equus

2

2

2,94

2

2,94

Vértebras

Talla media

1

V. lumbares

Oryctolagus

1

1

1,47

V. sacrales

Oryctolagus

1

1

1,47

Escápula

Oryctolagus

1

1

1,47

Húmero

Oryctolagus

1

1

1,47

2

2,94

1

1,47

4

5,88

1

1,47

4

5,88

1

1,47

1

1,47

1

1,47

1

1,47

1

1,47

4

5,88

12

17,65

6

2,94

3

4,41

3

7,35

1

1,47

1

1,47

1

1,47

Coxal Fémur Tibia

Oryctolagus

1

Bufo

1

Oryctolagus 1

Oryctolagus

1

Indet. Metatarso Metatarso 5 Falange 2 Largo Lt1

1

1 1

1

Talla muy pequeña

1

Cervus

1

Indeterminado

2

Talla media

2

Talla pequeña

1

Lt3

Talla muy pequeña

2 1

Talla grande

4

3

4

1

1 2

Indeterminado Talla pequeña

1

1

Indet.

Talla grande

Compacto

2

Talla media

Lt2

Plano

1 2

Cervus

1

2 1

1 1

1 2

1

1

129

Esponjoso Indet.

Talla media

3

4

5,88

Indet.

3

3

4,41

Indet.

1

1

1,47

Talla media

1

1

1,47

72

100

Total general

8

1

24

20

12

5

3

Tabla 33. Cantidades de restos coordenados termoalterados según su grado de fragmentación recuperados en el AN de la EC32. Se especifica el hueso y taxón/talla de peso determinada.

Grados termoalteración criba AN 200 180 160 140 120 100 80 60 40 20 0

Otros Indet. Epísisis Diafisis

Grado 1 (M)

Grado 2 (M/N)

Grado 3 (N)

Grado 4 (N/B-G)

Grado 5 (G)

Gráfico 40. Gráfico de barras con la distribución de las cantidades de restos recuperados en el área negra de la EC32 durante el proceso de criba, según su grado de afección térmica.

El conjunto recuperado en el área negra está prácticamente afectado de forma íntegra, salvo algunas excepciones que presentan una alteración parcial de la zona externa del hueso. Sin embargo son muy pocos los que muestran otro tipo de modificación por calor que no sea el cambio de coloración, con escasa presencia de agrietamientos y perdida ósea. A nivel de fragmentación, los restos coordenados del área negra oscilan entre < 10 hasta los 90 mm, sin embargo la mayoría se concentra entre los 11 a 30 mm de longitud máxima. Los restos de criba sin embargo se distribuyen entre los < 10 a 20 mm de longitud máxima, aunque hay algunos casos con dimensiones que llegan hasta los 30 mm.

Estructura de combustión EC33 La EC33 está integrada por un total de 281 restos, de los cuales 212 están termoalterados. En el área blanca tan solo se han recuperado restos en criba, concretamente diáfisis, epífisis y elementos fragmentarios del esqueleto axial, aunque a nivel taxonómico tan solo ha sido posible aislar 16 restos termoalterados de conejo (Oryctolagus cuniculus), 7 termoalterados y 9 sin signos de afección térmica. Entre todos los restos termoalterados hay un claro predominio de los fragmentos diafisarios afectados entre los grados 2 a 4, seguidos de fragmentos del esqueleto axial y elementos anatómicos de lepóridos entre los grados 1 a 3. Los fragmentos epifisarios están prácticamente ausentes. Por el contrario hay un gran predominio de los indeterminados, cuyo nivel de alteración está entre los grados 2 a 5. 130

El material no termoalterado por el contrario muestra un alto predominio de los restos indeterminados, seguidos de las diáfisis, esqueleto axial y otros elementos anatómicos de lepóridos, así como una escasa presencia de restos epifisarios (Gráfico 41). El grado de fragmentación del material de criba recuperado en el área blanca está dominado principalmente por restos de < 10 a 20 mm de longitud máxima, aunque también hay algunos otros que oscilan en sus dimensiones entre los 20 a los 40 mm. Por lo que respecta al área negra, la mayoría de los restos se han recuperado en el proceso de criba, tratándose de Figura 44. Estructuras de combustión 33. diáfisis, epífisis y restos del esqueleto axial, determinándose taxonómicamente la presencia de 11 restos conejo (Oryctolagus cuniculus), 7 termoalterados y 4 sin signos de afección térmica. Respecto al material coordenado, se han recuperado 12 restos termoalterados, donde predominan los fragmentos indeterminados (7 restos), seguidos de las tallas medias (4 restos) y conejos (1 resto) (Tabla 34).

Grados termoalteración criba AB 50 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0

Otros Indet. Epísisis Diafisis

Grado 0 Grado 1 Grado 2 Grado 3 Grado 4 Grado 5 (ST) (M) (M/N) (N) (N/B-G) (G)

Gráfico 41. Gráfico de barras con la distribución de las cantidades de restos recuperados en el área blanca de la EC33 durante el proceso de criba, según su grado de afección térmica.

Grados

Indet.

Total

Grado 1 (M)

1

1

Grado 2 (M/N)

1

1

4

9

Grado 3 (N)

Leporidae

Talla media

1

4

1

4

Grado 6 (G/B) Total general

1

1

7

12

Tabla 34. Cantidades de restos coordenados termoalterados según su grado de fragmentación recuperados en el AN de la EC33.

131

En cuanto a los elementos anatómicos termoalterados recuperados en el área negra, el material recogido en la criba se caracteriza por el predominio de los fragmentos diafisarios afectados en grado 1 a 3, seguidos de las epífisis, fragmentos del esqueleto axial y otros elementos anatómicos de lepóridos con afección también entre los grados 1 a 3. No obstante, el mayor conjunto de fragmentos se corresponde con restos indeterminados afectados principalmente en grado 2 y 3. Respecto al material de criba no termoalterado, predominan nuevamente los restos indeterminados, seguidos de los fragmentos diafisarios, epifisarios y del esqueleto axial, así como otros elementos antómicos de lepóridos (Gráfico 42). Por lo que atiende al material coordenado, los principales elementos anatómicos afectados son los huesos largos de talla media (41,67%) en grados 2 al 6, seguidos de huesos esponjosos indeterminados (25%) afectados en grado 1 al 3. A ellos le siguen un pequeño conjunto de huesos largos, planos y craneales de individuos de talla media, lepóridos e indeterminados (8,33% respectivamente) afectados únicamente en grado 3 (Tabla 35). La gran mayoría del material coordenado se ha visto afectado en su totalidad, aunque sin ningún otro tipo de modificación que no sea el cambio de coloración de su cortical.

Grados termoalteración criba AN

100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0

Otros Indet. Epísisis Diafisis

Grado 0 (ST)

Grado 1 (M)

Grado 2 (M/N)

Grado 3 (N)

Grado 5 (G)

Gráfico 42. Gráfico de barras con la distribución de las cantidades de restos recuperados en el área negra de la EC33 durante el proceso de criba, según su grado de afección térmica.

El grado de fragmentación del conjunto coordenado oscila entre los 11 a 50 mm, sin embargo la mayoría del material se concentra entre los 11 a 30 mm de longitud máxima. El material de criba por el contrario se concentra preferentemente entre los < 10 a 20 mm de longitud máxima, aunque también hay algunos restos que oscilan entre los 20 a 40 mm. Hueso

Taxón

Total

% Total

Cráneo

Talla media

1

1

8,33

Ulna

Talla media

1

1

8,33

Coxal

Oryctolagus

1

1

8,33

Largo

Indeterminado

1

1

8,33

5

41,67

3

25,00

12

100

Lt1

Talla media

Esponjoso

Indeterminado

Total general

M

M/N

1 1

1

N

3

G/B

1

2

1

9

1

Tabla 35. Cantidades de restos coordenados termoalterados según su grado de fragmentación recuperados en el AN de la EC33. Se especifica el hueso y taxón/talla de peso determinada.

132

6.8.2. Otros agentes bioestratinómicos: carnívoros y aves rapaces Junto a las distintas alteraciones producidas por los grupos humanos sobre los huesos de los animales presentes en los yacimientos arqueológicos, es frecuente encontrar conjuntos donde la intervención de otros agentes biológicos también ha ocurrido, generalmente la de mamíferos carnívoros y de aves rapaces. En ambos casos pueden llegar a aportar nuevos materiales al conjunto previamente creado por los grupos humanos, o intervenir sobre este en caso de que queden nutrientes por aprovechar. Aunque también pueden generar conjuntos que a posteriori se han visto removilizados e incrementados por los primeros. En el caso del yacimiento de El Salt, y más concretamente el conjunto arqueofaunístico de AFA 5, la presencia de restos o actividades producidas por parte de los mamíferos carnívoros es mínima, tanto que se reduce a un único fragmento dental, sin llegarse ni siquiera a determinar a qué taxón pertenece. Por otro lado, no se han identificado ningún tipo de marca sobre el material óseo que nos informen de su intervención e interacción con los humanos en el sitio. Por el contrario, no sucede lo mismo en el caso de las aves rapaces, de las que aunque no disponemos de registro óseo, sí que contamos con algunos casos del aprovechamiento que hacían de los lagomorfos. Estas evidencias se demuestran principalmente a través de impactos de pico y procesos digestivos en la superficie de los huesos.

8%

7% Antrópico 85%

Rapaces Indeterminado

Gráfico 43. Porcentaje de distribución de los agentes generadores del conjunto arqueofaunístico de AFA 5.

Sobre el total del conjunto de alteraciones por agentes biológicos identificadas (Gráfico 43), se han localizado nueve (8,57%) producidas por aves rapaces sobre huesos de conejo (Oryctolagus cuniculus) y un único hueso asociado a un individuo de talla muy pequeña no determinado (Gráfico 44 y Tabla 36). Entre ellas predomina la corrosión digestiva (9 restos), principalmente de intensidad ligera o moderada, localizada sobre huesos largos del esqueleto apendicular (húmero, radio, tibia, fémur, metatarsos), una hemimandíbula, y un calcáneo. La marca restante se trata de una punción derivada del impacto del pico sobre la cortical del hueso. Con morfología circular, fue realizada de manera aislada sobre una hemimandíbula de conejo, con una intensidad moderada (Fig. 45 y 46).

133

Cantidades alteraciones por aves rapaces T R Mt2 Hem H F Ca 0

1

2

Ca

F

H

Hem 1

Mt2

R

T

1

3

1

1

1

1

1

Punción Corrosión digestiva

3

Gráfico 44. Gráfico con las cantidades de alteraciones causadas por aves rapaces sobre restos de lepóridos e individuos de talla media en el conjunto de AFA 5.

Hueso

Taxón

Marca

Origen

Agente

Morfología

Distribución

Intensidad

Cantidad

Fémur

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Media

-

Húmero

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Media

-

Hemimandíbula

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Media

-

Hemimandíbula

Oryctolagus

P

Pico

Rapaces

Circular

Unilateral

Media

Simple

Metatarso 2

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Media

-

Tibia

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Media

-

Radio

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Media

-

Fémur

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Media

-

Fémur

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Débil

-

Calcáneo

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

Media

-

Tabla 36. Alteraciones principales producidas por las aves rapaces sobre restos del conjunto de AFA 5.

Fig 45. Restos con signos de alteraciones producidas por las aves rapaces sobre restos del conjunto de AFA 5. Fragmento de hueso largo, calcáneo y fragmento de fémur proximal de conejo.

134

Fig 46. Hemimandíbulas de conejo con alteraciones producidas por impactos de pico de ave rapaz, recuperadas en el conjunto de AFA 5.

Junto a las marcas producidas por las aves rapaces y los humanos, tenemos un pequeño conjunto de marcas cuyo agente ha sido imposible determinar. Se trata en concreto de siete alteraciones (6,67%), producidas sobre diversos huesos de conejo (Oryctolagus cuniculus), dos huesos de individuos de talla muy pequeña y un hueso de un individuo de talla grande (Gráfico 45 y Tabla 37).

Título del gráfico Lt3 Vs R Lt2 F Cx 0 Muesca

1 Cx 2

F

Corrosión digestiva Borde crenulado

Lt2 1

2 R

Vs 1

Lt3 1

1 1

Gráfico 45. Gráfico con las cantidades de alteraciones causadas por agentes indeterminados sobre restos de lepóridos e individuos de talla grande y muy pequeña.

En el caso de las muescas, las primeras se localizan sobre un fragmento de coxal y de vértebra sacral de conejo, con una morfología triangular la primera, mientras la tercera y cuarta presenta una morfología trapezoidal y circular que se ha determinado como una mordedura, aunque sin llegarse a determinar el agente. Posiblemente la segunda de ellas se trate de una muesca derivada del peeling producida en un 135

hueso largo de conejo (Fig. 47a). El fragmento restante se trata de una muesca de morfología circular, bastante intensa, realizada sobre un hueso largo de un individuo talla grande, con una longitud de 5,97 mm por una anchura de 4 mm (Fig. 47b). En el caso de la corrosión digestiva, se ha identificado sobre un radio de un individuo de talla muy pequeña, con un grado de digestión débil. Finalmente hay 1 resto que presentan un borde crenulado sobre un fémur de conejo, aunque desconocemos tanto su origen como el posible agente.

Hueso

Taxón

Marca

Origen

Agente

Loc.

Morfol.

Distrib.

Direc.

Inten.

Cant.

V. sacral

Oryctolagus

M

Mordedura

Indet.

-

-

-

-

-

Lt3

Talla muy pequeña

M

Pico

Indet.

-

Triangular

Unilateral

T

Media

Fémur

Oryctolagus

Bc

Indet.

Indet.

-

-

-

-

-

Lt2

Talla grande

M

Indet.

Indet.

2l

Circular

Unilateral

L

Intensa

Radio

Talla muy pequeña

Cd

Digestión

Indet.

-

-

-

-

-

Coxal

Oryctolagus

M

Indet.

Indet.

2d

Triangular

Bilateral

T

Intensa

Simple

Coxal

Oryctolagus

M

Indet.

Indet.

2d

Triangular

Unilateral

T/O

Intensa

Simple

Tibia

Oryctolagus

Cd

Digestión

Rapaces

-

-

-

Media

-

Simple Simple -

Tabla 37. Alteraciones principales producidas por agentes indeterminados sobre restos del conjunto de AFA 5. Se especifica el hueso, taxón, marca, origen, agente, localización, morfología, distribución, dirección, intensidad y cantidad.

Fig 47. Restos con alteraciones recuperados en el conjunto de AFA 5, cuyo agente no se ha determinado. a) Imagen superior izquierda: hueso largo de un individuo de talla pequeña con muesca y levantamiento asociado (posiblemente peeling); b) Imagen superiro derecha: fragmento de hueso largo de un individuo de talla grande con una muesca asociada; c) Imagen inferior: vértebra sacral de conejo con una muesca asociada.

136

6.8.3. Agentes fosildiagenéticos El estudio de las distintas modificaciones fosildiagenéticas que pueden aparecer sobre un conjunto óseo es esencial de cara a identificar las dinámicas tafonómicas que, no vinculadas a los agentes biológicos, han afectado y condicionado la muestra que se ha podido recuperar. De esta manera, en nuestro conjunto hemos comprobado cómo las modificaciones de carácter natural alteran de manera muy distinta al material óseo, desde aquellas que intervienen de forma muy débil, sin casi modificar su superficie, a otras con niveles de incidencia bastante altos, llegando incluso a impedir observar la cortical del hueso o la superficie externa de los dientes, dificultando la identificación de otras marcas existentes sobre los restos. En total hemos identificado 768 modificaciones de carácter fosildiagenético en el conjunto arqueofaunístico de AFA 5, dado que muchas de ellas se combinan en un mismo fragmento óseo. A nivel general se constata una alta presencia de modificaciones a causa de la presencia de carbonato cálcico (31,64%), generando concreciones sobre el material que han debido ser eliminadas para el estudio de su superficie . Del mismo modo, se constata una continua afección por óxidos de manganeso (31,51%) el cual produce una pigmentación parcial de la superficie ósea. Ambas modificaciones debemos ponerlas en relación con un tipo de ambiente húmedo, sombrío y donde existe un aporte de agua continuo. A éstas le siguen la corrosión de la superficie a causa de raíces o vermiculaciones (17,71%), así como los pulidos y abrasiones por erosión (12,76%), ligadas nuevamente a procesos hídricos y ambientes húmedos. Mientras, con niveles muy bajos se han identificado modificaciones por meteorización (4,95%), corrosión química (1,04%) y algunas muescas y fracturas vinculadas al pisoteo o trampling (0,39%) (Gráfico 46). Hay que tener en cuenta que este conjunto de modificaciones no se presentan aisladas, sino que en muchas ocasiones se combinan en un mismo fragmento óseo . 1% 13%

Corrosión

32%

Erosión Manganeso Meteorización 31%

Raíces Pisoteo

0%

Concreción

18% 5%

Gráfico 46. Gráfico de distribución porcentual de las modificaciones fosildiagenéticas sobre el conjunto arqueofaunístico de AFA 5.

137

Por lo que respecta a los niveles de modificación producidos sobre los restos, hay un alto porcentaje de grado 2 (45,18%), donde el material se ve afectado débilmente, aunque aún es perceptible toda su superficie y las posibles marcas. A este le sigue el grado 1 (25,65%), donde los restos se han visto muy débilmente modificados, casi manteniéndose intactos. Posteriormente, y en porcentajes muy cercanos están los grados 3 (13,02%) y 4 (12,11%), donde los cambios producidos sobre el resto son mucho más importantes y pueden ocultarnos otro tipo de modificaciones bioestratinómicas, pero sin llegar a afectar totalmente al material. Finalmente, hay un pequeño conjunto de restos con grado 5 (4,04%), donde es casi imposible observar la superficie del resto, impidiendo por tanto cualquier identificación de alteraciones producidas por agentes biológicos (Gráfico 47). 18,00 16,00 14,00 Concreción

12,00

Manganeso

10,00

Raíces Erosión

8,00

Meteorización

6,00

Corrosión Q.

4,00

Pisoteo

2,00 0,00 1

2

3

4

5

Gráfico 47. Gráfico de barras con las cantidades porcentuales de los distintos grados de modificación producido según las distintas alteraciones fosildiagenéticas sobre el conjunto de AFA 5.

Para un análisis más complejo de estos fenómenos, resulta de gran utilidad el estudio de la distribución en planta de las distintas modificaciones, dado que permite observar aspectos que son imposibles de percibir en campo o aplicando las técnicas anteriores. Así pues, tras su empleo ha sido posible identificar distintas asociaciones o sectores del yacimiento donde la concentración de un tipo de modificación fosildiagenética está más presente que en otros sectores, aportándonos más datos sobre la historia tafonómica de nuestro conjunto. En el caso de la concreción, aunque se ha identificado a lo largo de toda la superficie excavada, hay dos áreas donde predomina (Fig. 48 y 49). La primera se sitúa entre la zona externa, donde la protección del cantil travertínico es menor (bandas X-B y 10-9), mientras la segunda se sitúa justamente en la zona más protegida, pegada al farallón rocoso (bandas Y-Z y 2-3).

138

Figura 48. Distribución de los restos alterados por concreción.



Figura 49. Ejemplos de restos con distintos grados de concreción recuperados en las facies XLa 7 el conjunto de AFA 5. Imagen izquierda: fragmento de radio/ulna de ciervo; Imagen derecha superior: fragmento de hemimandíbula de ciervo; Imagen derecha inferior: fragmento de metatarso de ciervo.

139

El segundo tipo de modificación en importancia son los óxidos de manganeso, distribuidos de forma aleatoria por la superficie (Fig. 50 y 51), pero altamente concentrados en el sector más protegido, y por tanto en la zona más umbría y húmeda (bandas Y-Z y 2-4).

Figura 50. Distribución de los restos alterados por óxidos de manganeso.

Figura 51 Ejemplos de restos afectados por óxidos de manganeso recuperados en el conjunto de AFA 5. Imagen superior e inferior: fragmentos de hueso largo de un individuo de talla media.

140

Las vermiculaciones producidas por raíces también se presentan de forma dispersa por la superficie, pero en este caso con tres agrupamientos diferenciados (Fig. 52). El primero nuevamente en la zona externa del área de excavación (bandas Y-B y 10), el segundo en una zona intermedia y de pequeña entidad (cuadro A5), y el tercero en el área de mayor protección (bandas Y-Z y 2-3).

Figura 52. Distribución de los restos alterados por raíces

La abrasión y el pulido por erosión están igualmente distribuidos por toda la superficie, con dos zonas de especial concentración (Fig. 53), una de carácter débil en el sector más protegido (bandas Y-Z y 2-3) y una de mayor entidad en la zona externa (bandas X-B y 10-9).

Figura 53. Distribución de los restos alterados por erosión.

141

Las modificaciones más débiles prácticamente no muestran ningún tipo de concentración destacable, caso de las muescas y fracturas por pisoteo y la corrosión química (Fig. 54). En cambio, sí que ocurre entre las grietas y exfoliaciones por meteorización (Fig. 55), cuya mayor agrupación se da en la zona de más protección (bandas Y-Z y 2-3).

Figura 54. Distribución de los restos alterados por pisoteo y corrosión química.

Figura 55. Distribución de los restos alterados por meteorización.

142

Figura 56. Distribución del total de restos que componen el conjunto de AFA 5 (imagen izquierda) y del total de restos con modificaciones fosildiagenéticas (imagen derecha).

7. Discusión Existen argumentos suficientes para afirmar que el conjunto arqueofaunístico estudiado en este trabajo presenta una entidad necesaria y se compone de abundantes evidencias arqueológicas para aportar datos relevantes sobre el modo de vida de los últimos grupos neandertales que habitaron los Valles de Alcoy. Ello es así, a pesar de que las excavaciones de los años sesenta del siglo XX afectaron a una zona fundamental del yacimiento, y de que el área actual de excavaciones en la UE X ocupa unos 60 m2, y por tanto, no integra la totalidad del sitio en extensión. Entre dichos argumentos en primer lugar están los inherentes al registro faunístico, relacionados tanto con la cantidad de restos estudiados en la muestra (un total de 699 restos coordenados y 2882 restos recuperados en el cribado), como su nivel de conservación a pesar de haber sufrido distintas modificaciones tafonómicas. Ello nos ha permitido identificar una amplia cantidad de taxones en la muestra estudiada, así como las características propias de cada uno de ellos y todos los datos referentes a su explotación y desecho por parte de los grupos humanos que ocuparon el yacimiento. En segundo lugar están los argumentos de carácter metodológico, cuya principal basamento radica en un minucioso trabajo de campo que nos permite definir conjuntos arqueosedimentarios penecontemporáneos, caso del AFA 5, cuyo posterior tratamiento en el laboratorio a partir de un amplio estudio interdisciplinar (micromorfología, distribución espacial, remontajes líticos, experimentación) nos permite afinar en la identificación de las distintas ocupaciones humanas que se sucedieron en el yacimiento, caracterizado por su naturaleza de palimpsesto arqueológico. En tercer y último lugar están los argumentos relacionados con el estado de la investigación en los estudios de la zooarqueología regional, contando a día de hoy con una amplia diversidad de yacimientos del Paleolítico medio, lo que nos facilita disponer de datos comparativos a la hora de interpretar nuestro conjunto faunístico: Abric del Pastor, Abrigo de la Quebrada, Cova Beneito, Cova del Bolomor, Cova Negra, Cueva Antón, Cueva de las Aviones, etc. (véase figura 2). A la hora de exponer este apartado, trataremos en primer lugar quiénes han sido los agentes que han generado el conjunto arqueofaunístico de AFA 5, así como los procesos fosildiagenéticos por los que ha pasado y que afectan a su conservación actual. Una vez presentado ello podremos adentrarnos en qué tipo de taxones nos encontramos, qué similitudes existen con yacimientos de similar cronología en la zona, así como todo lo relativo al tipo de explotación que realizan sobre las distintas presas. Finalizaremos con una parte dedicada al tipo de ocupaciones identificadas en el conjunto de AFA 5, intercalando los datos anteriores con cuestiones de estacionalidad y los análisis interdisciplinares realizados en el yacimiento a este respecto.

144

7.1. Los agentes generadores del conjunto Como avanzábamos en el apartado dedicado a los agentes bioestratinómicos, el conjunto arqueofaunístico de AFA 5 está formado prácticamente en su totalidad por la acción de los grupos humanos, con una muy baja presencia de material aportado por otros agentes biológicos, reduciéndose básicamente a la actividad predadora de las aves rapaces sobre lagormorfos. De esta manera, la presencia de incisiones (7,15%), raspados (1,28%), marcas de percusión (3,71%), termoalteraciones (27,61%) y la prácticamente inexistencia de huesos completos se ponen en íntima relación con una intensa explotación de las presas por parte de los grupos humanos. Mientras, la existencia de marcas producidas por pico y corrosiones digestivas localizadas casi en exclusividad sobre huesos de conejo se ha puesto en relación con la intervención de las aves rapaces. No obstante, hay que tener en cuenta que a lo largo de toda la secuencia se ha registrado un aporte continuado de restos de lagomorfos, tanto en los momentos de ocupación humana como en los períodos donde no existen evidencias de su presencia. Este fenómeno se ve favorecido por las características topográficas del cantil travertínico, permitiendo su uso como posadero y lugar de crianza por parte de las aves rapaces. Tales circunstancias provocan que una parte del material aportado por éstas últimas pueda verse mezclado con el generado por los grupos humanos y a su vez verse afectado por las actividades de éstos, cuyo mejor indicador son los huesos de conejo termoalterados que se han recuperado en las áreas negras de los distintos hogares, a pesar de tener claras evidencias de haber sido predados por las aves rapaces. Por este motivo, consideramos totalmente necesaria la identificación y diferenciación del agente generador y su posición arqueoestratigráfica, de cara a contribuir desde el estudio zooarqueológico a la disección del palimpsesto que caracteriza al yacimiento. A este respecto, El Salt presenta unas características similares a las que podemos encontrar en otros yacimientos de la zona con similar cronología, caso del Abrigo de la Quebrada y Cova Beneito (Iturbe et al., 1993; Sanchis et al., 2013), donde los conjuntos arqueofaunísticos han sido producidos principalmente por parte de los grupos humanos, aunque también se constata la intervención de las aves rapaces y mamíferos carnívoros, principalmente centrados en la predación y aporte de huesos de lagormorfos (Sanchis et al., 2013). El caso de los carnívoros es especialmente relevante en Cova Beneito, donde a partir del estudio de marcas de mordedura sobre restos de cabra (Capra pyrenaica) en el nivel X y XI y de ciervo (Cervus elaphus) en el nivel XII, se plantea un patrón de ocupación alternante entre estas especies y los grupos humanos que ocupan la cavidad (Iturbe et al., 1993; Martinez Valle, 1996). No obstante, no podemos aplicar esta misma dinámica en el caso de El Salt si tenemos en cuenta las características del depósito sedimentario mencionadas en el párrafo anterior. Aun así, la escasa cantidad de restos coordenados aportados por parte de las aves rapaces nos impiden conocer quién fue el predador concreto implicado en el aporte de huesos de conejo al conjunto de AFA 5. Por esta razón, a falta de un estudio más completo donde se integre tanto el material coordenado como el recuperado en criba, no podemos ir más allá de la diferenciación de agentes establecida.

145

7.2. Representación específica Similitudes del conjunto arqueofaunístico de aportación antrópica de AFA 5 con otros yacimientos del Pleistoceno Superior en el área mediterránea central de la Península Ibérica El claro predominio de la cabra en el conjunto arqueofaunístico de AFA 5 (8 individuos), seguido de la presencia cérvidos (4 individuos), équidos (2 individuos), conejos (2 individuos) , y en menor medida de restos de tortuga, jabalí y uro (1 individuo respectivamente), nos informa de estrategias cinegéticas focalizadas hacia los herbívoros de talla pequeña, media y grande. Este tipo de explotación se asemeja a la identificada en otros yacimientos de la misma región, caso del Abrigo de la Quebrada y Cova Beneito, todos ellos yacimientos localizados en un medio de montaña cercano a valles o llanuras, donde este tipo de animales se moverían de forma bastante frecuente. No obstante, si comparamos los resultados que a nivel taxonómico hemos obtenido en nuestro trabajo con otros yacimientos de la región mediterránea de la Península Ibérica situados en ecosistemas distintos, podemos intuir algunas diferencias relevantes. Es el caso por ejemplo de yacimientos mucho más cercanos a la costa como son la Cueva de las Aviones, la Sima de las Palomas y Cueva Antón, donde a pesar de continuarse con la explotación de los ungulados, el espectro dietético se amplía con el aprovechamiento de los recursos marinos (Montes Bernárdez, 1992; Zilhão et al., 2010). No hay que olvidar que el yacimiento de El Salt se encuentra en una posición privilegiada, desde la cual se puede realizar un control de gran parte del valle por el que transcurre el rio Serpis. Así como encontrarse a pocos kilómetros del complejo montañoso de la actual Sierra de Mariola y la Reserva Natural de la Font Roja. Todo ello supondría un acceso casi inmediato por parte de los grupos neandertales a especies características de los ecosistemas de media montaña, bosque y llanura. Por este motivo, siguiendo en parte la propuesta de Bar-Yosef (2004) todo apunta a que el conjunto arqueofaunístico estudiado en este trabajo refleja un comportamiento de los grupos humanos caracterizado con un alto conocimiento del medio local, condicionados en su subsistencia por las condiciones climáticas, las especies existentes en el entorno que frecuentan y la estacionalidad en los periodos de caza. Aun así, hemos de tener en cuenta que a pesar del alto número de taxones determinados en nuestro conjunto, la falta de elementos diagnósticos nos han impedido identificar la totalidad de fragmentos, asociándose muchos de ellos de forma no definitoria a una determinada especie bajo la abreviatura confer., o simplemente no identificando más allá del género y talla de peso en otros casos (véase tabla X1). Por lo tanto, hemos de ser cautos a la hora de interpretar la distribución taxonómica expuesta en este trabajo, siempre abierta a modificación a partir de los nuevos estudios que se realicen.

La recesión de la tortuga mediterránea tras el Pleistoceno superior (40-30ka) La tortuga mediterránea (Testudo hermanni) está representada únicamente por dos fragmentos de plaqueta en el conjunto de AFA 5, un hecho de relativo interés si lo ponemos en relación con las 146

propuestas recientes sobre su recesión a partir del MIS 3. Así pues, estudios actuales han demostrado como su distribución durante el Pleistoceno superior aumenta exponencialmente, sobre todo en yacimientos arqueológicos, frente a la mayor abundancia que se constata en yacimientos paleontológicos durante momentos anteriores (Morales y Sanchis, 2009). Al menos hasta los ca. 40 ka la tortuga mediterránea se reconoce en yacimientos de la región mediterránea, atlántica y central de la Península Ibérica, así como en distintas zonas costeras de Francia e Italia. No obstante, tras ese intervalo temporal se produce una acusada recesión en la zona central y sur de la vertiente mediterránea de la Península Ibérica. Las razones de este fenómeno no están claras, relacionándose tanto con la desaparición de los grupos neandertales de esta zona y la posterior entrada de humanos Anatómicamente Modernos con sus nuevas formas de gestión del medio y tecnología, así como a cambios en las estrategias de captación de determinadas presas por parte de los primeros (Aura Tortosa et al., 2002). Aun así, todo parece apuntar a que su desaparición puede deberse a razones de carácter más biológico, como puede ser su extinción zonal y retraimiento de la especie en la Península Ibérica y Francia (Morales y Sanchis, 2009). En este marco, los escasos restos de tortuga recuperados en el yacimiento de El Salt contrastan con su abundante presencia en el nivel IV del yacimiento arqueológico de Abric del Pastor, también situado en la localidad de Alcoy, aunque con una cronología anterior a los 75 ka. (N. Mercier, comunicación personal). De esta forma, mientras que para todo el nivel X de El Salt tan solo han sido recuperados 5 fragmentos de plaqueta de tortuga mediterránea, en el caso del Abric del Pastor se han identificado 252 tan solo en el nivel IV y un total de 691 restos (plaquetas y huesos del esqueleto) si sumamos la fauna recuperada durante las excavaciones antiguas (Sanchis et al., Submited). Del mismo modo, gran parte del aporte de tortuga al yacimiento parece tener un carácter antropogénico, evidenciándose sobre varios restos marcas de corte, percusión y sobre todo termoalteración. Lo que sucede en el lapso de tiempo que existe entre la ocupación del Abric del Pastor y El Salt con respecto a la explotación de la tortuga mediterránea no está claro. Posiblemente, tal y como especifican Morales y Sanchis en su artículo las explicaciones pueden ser diversas, desde el cambio en la gestión del entorno por parte de los grupos neandertales que habitan la zona, junto con una disminución de la especie debido a razones biológicas. Junto a ambas explicaciones, resulta idóneo añadir una tercera, vinculada con los escasos datos sobre el poblamiento humano en la zona previos al evento Heinrich 4.

7.3. La integridad de la muestra ¿Conservación diferencial o transporte selectivo? A la hora de poder realizar un correcto análisis zooarqueológico del que extraer información relativa a distintas ocupaciones humanas y su representatividad de cara a la explicación general de las dinámicas de un yacimiento concreto, es necesario conocer hasta qué punto la muestra está sesgada. El primer aspecto a considerar es si estamos ante un conjunto sesgado por motivos tafonómicos o por la propia actividad de los humanos. En nuestro caso los análisis de conservación diferencial a 147

partir del empleo de la “r de Pearson” nos indican que se trata de un conjunto con muy bajos signos de destrucción fosildiagenética. Así pues, ninguna de las tallas de peso muestran un índice elevado (cercano a 1) que relacione la conservación de los distintos elementos anatómicos identificados con su densidad ósea (gr/cm3), mostrando incluso una probabilidad menor o muy cercana al 0,05 estipulado para comprobar la significación estadística de una muestra. Para afinar en los resultados se ha realizado también el Índice Modificado de Utilidad General (MGUI) para cada una de las tallas de peso determinadas. En este caso los resultados parecen apuntar a que los individuos de talla grande, media y pequeña se explotan principalmente huesos con un alto contenido medular, aunque también aquellos con más contenido cárnico. Por el contrario, son básicamente los individuos de talla pequeña y muy pequeña los que tienen unos índices de “utilidad general” más elevados, relacionados posiblemente con un transporte íntegro de sus carcasas al yacimiento, mientras que entre los individuos de mayor talla parece darse un transporte selectivo de las partes anatómicas más nutritivas. Aun así hemos de tener precaución con estos resultados, dado que también hemos identificado algunas marcas de corte en un hioides de caballo, lo que puede estar relacionado con el transporte de parte del esqueleto axial de este tipo de animales de talla grande. Estos datos nos permiten confirmar que el conjunto arqueofaunístico de AFA 5 está prácticamente íntegro y tiene una íntima relación con el depósito de material óseo por los grupos humanos que frecuentaron el actual yacimiento de El Salt, dado los pocos restos aportados por parte de las aves rapaces y total ausencia de la acción de carnívoros. Por lo tanto, la muestra estudiada dispone de suficiente entidad de cara a la explicación sobre los modos de subsistencia y gestión de los recursos animales por parte de los grupos neandertales en los Valles de Alcoy durante el MIS 3.

La alteración del material por procesos tafonómicos A pesar de la integridad del conjunto, gran parte se ha visto afectado por una amplia diversidad de procesos tafonómicos, los que reconocemos básicamente a partir de las modificaciones estructurales producidas en su superficie. De este modo, en el apartado dedicado a los agentes fosildiagenéticos hemos presentado como existe un claro predominio de las modificaciones por decantación de carbonato cálcico (31,64%) y óxidos de manganeso (31,51%), seguidos las vermiculaciones (17,71%), las abrasiones y pulidos (12,76%), meteorización (4,95%), corrosión química (1,04%) y pisoteo (0,39%). Pero ¿qué tienen en común ? A excepción del pisoteo, el resto de modificaciones fosildiagenéticas tienen una íntima relación con las condiciones del enclave, principalmente con una recurrente presencia de agua cargada de carbonato cálcico y un entorno húmedo. No obstante, hemos de tener presente que a pesar de que lo tratemos aquí como una modificación que afecta a la superficie de los huesos, los estudios de micromorfología realizados hasta el momento en el yacimiento de El Salt demuestran como el depósito de calcita micrítica sobre el material arqueológico es un factor clave en su conservación, al permitir que el paquete sedimentario mantenga un carácter alcalino (Gómez et al., 2010). 148

Sin embargo, es este mismo hecho el que provoca que una parte importante del material no pueda ser observado con claridad en toda su superficie, y consecuentemente las posibles marcas que nos ayuden a aclarar el agente que los introdujo en el sitio y las acciones que realizaron sobre ellos. No obstante, hemos de considerar que los procesos fosildiagenéticos no ocurren por igual en toda la superficie, siendo sobre todo los materiales depositados en la parte más externa del yacimiento (bandas C, B, A, Z, Y, X y bandas 10, 9, 8) los que generan mayores problemas a la hora de reconocer modificaciones producidas durante la fase bioestratinómica, sobre todo por su alta carbonatación. Hay que considerar además que esta zona quedaría más expuesta que el resto por no llegar a cubrirse completamente por la visera original del cantil travertínico. Del mismo modo, la parte interna del yacimiento (bandas Z, Y y bandas 3, 2, 1) muestra un alto número de fragmentos con alteraciones, algunos de ellos por carbonatación, mientras que otros están relacionados con un entorno protegido, húmedo y umbrío, dado sobre todo la gran cantidad de alteraciones por óxidos de manganeso y vermiculaciones, lo que podemos poner en relación con un ambiente con una continua presencia de agua y vegetación. A su vez, en esta misma zona hay evidencias de que los materiales han quedado más expuestos y la tasa de sedimentación es más baja, debido sobre todo a que la mayoría de restos con signos de meteorización (grietas y exfoliaciones) están concentradas en esta parte. Este compendio de datos nos permite por tanto observar ciertas dinámicas que posiblemente se extiendan por todo el yacimiento, donde la parte más protegida por la visera travertínica muestra una menor afección del material arqueológico, con una tasa de sedimentación muy baja. Mientras, en la zona externa la alteración por procesos fosildiagenéticos es muy marcada y presenta una mayor tasa de sedimentación. Esta diferencia se hace todavía más evidente si tenemos en cuenta como a la hora de realizar el proceso de excavación en la parte interna encontramos con cierta facilidad la sucesión de distintas facies arqueosedimentarias, mientras que a medida que nos alejamos de esta zona se van difuminando y aparecen grandes paquetes de matriz limosa donde es prácticamente imposible identificar facies internas.

7.4. La gestión de los recursos animales A la hora de explicar el origen de un depósito arqueofaunístico generado por un grupo humano, son varios los indicadores que nos ayudan a comprender la llamada Cadena Operativa Faunística, es decir, los modos de obtención, transporte, procesamiento, consumo y desecho de los animales por parte de aquellos. Dichos indicadores van desde la representación esquelética, la estructura de edad de las presas y la identificación/localización de las marcas antropogénicas en los huesos.

Adquisición y transporte de las presas En el caso de AFA 5 hemos visto como a excepción de un pequeño porcentaje de los restos (15%) cuyo origen se relaciona con la acción de rapaces o ha sido imposible identificar, la inmensa mayoría del 149

material se relaciona con la acción de los grupos humanos (85%)1. No obstante, siguiendo a Bunn y Ezzo (1993) el tipo de acceso que pudieron realizar sobre sus presas no es siempre el mismo, diferenciándose entre: 1. Modalidad de acceso: activa (enfrentamiento por la presa) o pasiva (sin enfrentamiento por la presa). 2. Tipo de acceso: primario (carcasas completas que conservan todos los nutrientes) o secundario (carcasas fragmentarias con una menor cantidad de nutrientes debido al consumo anterior por parte de carnívoros). 3. Tiempo entre la muerte y adquisición de la presa: inmediato (presa en estado fresco, muerta hace poco tiempo) o tardío (presa en primeros estadios de descomposición, muerta hace un tiempo relativamente largo). Partiendo pues de los datos de los que disponemos, podemos intentar reconstruir cuáles de las distintas modalidades que pudieron darse en el conjunto arqueofaunístico de AFA 5. En primer lugar, si atendemos a la representación esquelética a partir de las tallas de peso observamos cómo en el caso de las tallas medias y pequeñas se identifica un predominio de los elementos anatómicos del miembro posterior, principalmente de los estilopodios y zigopodios, aunque también se identifican en porcentajes importantes restos craneales y del miembro anterior. En el caso de las tallas grandes la proporción entre los elementos anatómicos del miembro posterior y anterior es más equitativa, junto a una alta presencia de fragmentos hemimandibulares y dientes aislados. Las tallas muy pequeñas en cambio muestran un abrumador predominio del miembro posterior (incluido los coxales). Este tipo de distribución en la representación esquelética nos informa de un aprovechamiento centrado en las partes esqueléticas más ricas en nutrientes, tanto en contenido cárnico (miembros apendiculares) como medular (miembros apendiculares y hemimandíbulas) tal y como demuestran los resultados del MGUI. Ello podemos ponerlo en relación con un acceso primario e inmediato a las presas y su posible transporte al yacimiento una vez tratadas las carcasas en el lugar de obtención. Sin embargo no en todos los casos podemos proponer que se diera este tipo de gestión, ya que por ejemplo entre los lepóridos la determinación de marcas de corte en dos fragmentos de coxal posiblemente se relacione con la realización de todo el procesado carnicero en el yacimiento, hecho al que la lógica invita a pensar si tenemos en cuenta su talla. Del mismo modo, las tallas pequeñas pudieron haber sido también aportadas de forma íntegra al sitio si tenemos en cuenta los datos del MGUI. Aunque en el conjunto hemos identificado un amplio rango de edades entre los taxones determinados, son los individuos jóvenes y subadultos los que dominan en todos los taxones. Este hecho contradice en parte las propuestas de Gaudzinski y Roebroeks (2000), quienes plantean que las estrategias cinegéticas entre los grupos humanos se caracterizan por la caza de individuos en plenas condiciones, 1. En este caso nos referimos únicamente al material coordenado, dado que el material recuperado en el proceso de criba debido a su alta fragmentación impiden conocer muchos de los datos necesarios para este tipo de estudios.

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frente a los carnívoros que realizan una caza más centrada en los individuos más débiles (jóvenes y seniles). No obstante, la ausencia de éstos últimos nos lleva a pensar que el conjunto arqueofaunístico de AFA 5 refleja el desarrollo de estrategias cinegéticas diversificadas realizadas por los grupos neandertales, relacionadas con los recursos animales disponibles en el entorno de los Valles de Alcoy. Éstas incluyen la caza de individuos infantiles, jóvenes, adultos y seniles de distintos taxones, además de individuos en estado de gestación avanzada como evidencian los restos de un neonato de ciervo en el conjunto. Obviamente este tipo de patrón cinegético no se trata de un hecho aislado y tiene relación con el planteado en yacimientos franceses como son Sainte-Anne I, Baume-Vallée (Daujeard et al, 2012) o Portel-Ouest (Gardeisen, 1999), donde se propone que la presencia de équidos, renos, ciervos, caprinos y bovinos con distintos grados de madurez, tiene relación con estrategias oportunistas dirigidas al aprovechamiento de los recursos animales disponibles en el entorno durante estaciones concretas del año. Por último, el tipo de marcas de corte y su localización puede ponerse en relación también con el modo de acceso realizado en el conjunto de AFA 5. Así pues, a pesar de que la distribución de las marcas en cada taxón sea irregular y predominen sobre los restos de caprinos (48%) por norma general todos los taxones se caracterizan por la presencia de incisiones concentradas en las zonas proximales y mediales de las diáfisis, de morfología cortas, múltiples y distribución oblicua o transversal en una de las caras de los huesos, con una intensidad leve o media. Algunas de estas marcas además indican una actividad de procesado concreta, lo que veremos en el apartado siguiente. Por ahora, lo que nos interesa es que este tipo de patrón cinegético se pone en relación con accesos directos a las presas (Blumenschine, R.J. y Selvaggio, M., 1988; Blumenschine, R.J., y Marean, C.W.; 1993; Capaldo, 1998; Bunn, 2001, 2006), pudiendo darse un primer procesado en el lugar de matanza o muerte del animal y la desarticulación de sus partes para facilitar su transporte en el caso de los individuos más grandes, o la extracción del contenido cárnico cuando el procesado se hace totalmente in situ en el asentamiento. Si unimos los resultados de la representación esquelética, el grado de madurez de los individuos y el tipo de marcas de corte y su localización, además de la ausencia de la actividad de mamíferos carnívoros, podemos llegar a plantear que el conjunto arqueofaunístico que compone el AFA 5 tiene un origen antropogénico, resultado de distintas estrategias cinegéticas cuya principal característica es un acceso directo a las presas y por tanto de carácter inmediato, sobre el que se realizarían labores que irían desde un primer procesado en el lugar de obtención de la presa para la extracción de contenido cárnico, a la desarticulación de partes esqueléticas más ricas a nivel nutritivo para su transporte al asentamiento, donde se realizarían las nuevas labores de procesado.

Procesado y consumo Las evidencias sobre prácticas de procesado y consumo en el conjunto arqueofaunístico de AFA 5 son más que evidentes si tenemos en cuenta la cantidad de marcas de corte, marcas de percusión, fracturas en fresco y termoalteraciones presentes. A esto hay que unir la identificación en el campo de distintas estructuras de combustión, seis de las cuales pertenecen a la muestra que presentamos, así como 151

las abundantes piezas de sílex tallado y cantos usados como percutores. Sin embargo, cómo son las prácticas de procesado carnicero y qué diferencia existe entre los taxones o tallas de peso es un tema sobre el que debemos ahondar. Tal y como avanzábamos en apartados anteriores, las actividades relativas al procesado de las distintas presas (despellejamiento, evisceración, desarticulación, descuartizamiento, descarnado, raspado del periostio, extracción de la grasa/médula) no parecen haberse realizado in situ en todos los casos, dándose un primer procesado en los lugares de obtención de las presas en el caso de los animales de talla grande y media. Así pues, sobre estos individuos se localizan las incisiones únicamente en las zonas mediales y proximales de los huesos largos, relacionadas posiblemente con el descarnado una vez han sido trasladados al yacimiento . Las únicas excepciones al respecto son las incisiones localizadas sobre un hioides de caballo (Equus ferus) y una costilla de ciervo (Cervus elaphus), pudiendo relacionar el primer caso con el desmembramiento del cráneo para el traslado de las hemimandíbulas dado su alto contenido medular, y en el segundo caso con labores de evisceración o retirada de contenido cárnico sobre parte de un costillar fragmentariamente transportado al yacimiento. De esta forma, podemos plantear que en ciertas ocasiones las labores de despellejamiento y evisceración sobre individuos de talla grande y media no fueron realizadas en el lugar de captación de la presa, sino que también se realizaron en el lugar de asentamiento. En el caso de los individuos de talla pequeña y muy pequeña las evidencias de procesado son más amplias. Así pues, aunque entre los primeros abundan las incisiones sobre las zonas mediales de huesos largos, también se han localizado algunas incisiones en las hemimandíbulas, costillas, metacarpos y falanges. El encontrarnos con cortes en los autopodios invita a pensar que las labores de despellejamiento fueron realizadas en el propio yacimiento, así como la evisceración del contenido torácico y craneal en el caso de las incisiones en costillas y hemimandíbulas, para posteriormente llevarse a cabo la extracción de la carne y la médula. Esto se reafirma aún más si tenemos en cuenta que los análisis previos nos informan de un aporte íntegro de la presa al enclave. Algo similar pasa en el caso de las tallas muy pequeñas (conejo), sobre las que hemos localizado incisiones en dos coxales, uno de ellos además termoalterado. Es en las cinturas donde más difícil resulta la retirada de la carne de este tipo de taxones, por lo que resulta lógico que las incisiones aparezcan sobre estos huesos y no en el resto del esqueleto. Así pues, a excepción del despellejamiento y la evisceración, es muy posible que para el procesado general de los animales de talla muy pequeña no se utilizara de manera frecuente útiles líticos, limitándose tan solo a su empleo en la retirada de la piel y de la carne en los lugares con mayor dificultad. Una vez se han realizado las tareas anteriores, la explotación del conjunto no finaliza, sino que se continúa con la retirada del periostio en los huesos largos, posiblemente con la finalidad de facilitar su fracturación para acceder a la médula. Así pues, aunque no son muchas las evidencias, se han identificado toda una serie de incisiones cortas y recurrentes en la zona dorsal de una tibia de ciervo (véase figura 37), así como raspados sobre distintos huesos largos de cabra, siendo ambos a su vez los taxones que presentan un mayor número de marcas de percusión. Por el contrario, en el caso de los équidos no se han determinado incisiones que podamos relacionar con la retirada del periostio, manteniendo también cierta relación con las escasas evidencias de marcas de percusión sobre huesos largos en los 152

mismos. No obstante, hemos de recordar que el número mínimo de individuos en cada taxón es muy distinto, teniendo tan solo dos ejemplares entre los équidos (Equus ferus y Equus hydruntinus) cuyo aprovechamiento cárnico podemos ligar a los miembros del esqueleto apendicular, mientras que el contenido medular posiblemente se extrajera de las hemimandíbulas. En cambio, entre los animales de tallas medias y pequeñas se realizó un aprovechamiento más intenso, donde los miembros del esqueleto apendicular fueron altamente explotados en su contenido cárnico y medular, al igual que se da una mayor predación si partimos del número mínimo de individuos. La última tarea relacionada con la explotación de las presas se trata de la fracturación de los huesos para extraer la médula. Nuevamente aquí son principalmente los huesos de caprinos los que contienen un mayor número de marcas de percusión (26,92%), aunque también se han determinado sobre los cérvidos (19,23%), équidos (11,54%), mientras que las muescas localizadas sobre los lepóridos (15,38%) pueden tener un origen vinculado a mordeduras o a la acción de las aves rapaces. Aun así, en el caso de las marcas de percusión lo interesante del conjunto es que independientemente del taxón comparten unas mismas características, realizándose principalmente en las zonas mediales de las diáfisis de los huesos largos, generalmente unilaterales, simples o múltiples y en el eje longitudinal. Este tipo de marcas podemos relacionarlas con la práctica de la percusión directa, e incluso en algunos casos con el uso de yunques como soportes para el golpe, caso por ejemplo de un radio-ulna y una tibia de ciervo (Cervus elaphus) con marcas de contragolpe y muescas bilaterales. Junto a estos datos hay que tener en consideración los morfotipos de fractura, entre los que se observa igualmente una alta coincidencia, generalmente tratándose de fracturas en fresco que crean planos longitudinales y transversales (morfotipo II.4.), aunque con algunas especificidades internas. A su vez, la mayoría de ellas se han realizado sobre huesos largos de individuos de talla grande, media y pequeña. De nuevo la excepción ocurre entre las tallas muy pequeñas, donde las principales fracturas han sido producidas en seco, vinculado posiblemente a ese consumo más generalista de sus nutrientes y no tanto el aprovechamiento del contenido medular de sus huesos que permanecerían enteros hasta ser fracturados por motivos diagenéticos, a pesar de existir algunas fracturas transversales y restos fracturados a causa de peeling (véase figura 47). Este tipo de actividad estandarizada en la fracturación del conjunto tiene una parte importante de lógica, ya que la percusión directa en las zonas medias de los huesos largos es la manera más eficiente para romperlos y extraer su contenido. Sin embargo, teniendo en cuenta la naturaleza de palimpsesto del yacimiento y la interacción de distintas ocupaciones dentro del AFA 5, esta estandarización en la fracturación podría tener relación con una conducta heredada y compartida por los grupos humanos neandertales que habitaron El Salt, tal y como se plantea en otros yacimientos neandertales cercanos como es la Cova del Bolomor, poniéndose en relación la estandarización en el procesado con fenómenos de trasmisión de información intergeneracional (Blasco et al, 2013).

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Desecho El último paso de todos los que integran la Cadena Operativa Faunística es el desecho del material óseo, es decir, su depósito en el sedimento antes de ser enterrado (Lyman, 1994). La identificación de qué pasa con este material, dónde se localiza y si existen movimientos previos a su enterramiento es clave en términos temporales a la hora de disectar palimpsestos arqueológicos. El desecho de material óseo en un yacimiento arqueológico puede tener un origen relativamente variado, yendo desde su depósito en el suelo de ocupación tras el consumo sin ningún tipo de “limpieza” o reagrupación posterior, caso por ejemplo del modelo planteado por Binford (1978b) para el material que aparece en torno a las estructuras de combustión, diferenciando entre las áreas toss y las áreas drop. O por otro lado, la existencia de concentraciones generadas de manera intencional, ya sea por la retirada de los fragmentos de mayores dimensiones a las zonas externas del asentamiento o su introducción en los hogares, cumpliendo tanto con una labor higiénica como de su aprovechamiento como combustible (Costamagno et al., 1999, 2005; Théry-Parisot et al., 2001, 2002, 2005; Villa et al, 2002). En nuestro caso toda la superficie de excavación presenta restos óseos dispersos sin claros signos de acumulaciones intencionales a partir del grado de fragmentación. No obstante, sí que existe una concentración significativa en las cuadrículas A5, Z4, Z3, Y2 e Y3, caracterizadas por la presencia de abundante material arqueológico (fauna, sílex y piedras termoalteradas) en un medio sedimentario de superposición de facies limosas (La y ZLg), facies arenosas con clastos (SCa-R) y estructuras de combustión. La razón de esta concentración de material aún no está clara, aunque puede tener estar vinculada con una estructuración del espacio a partir de dos principales focos de combustión, uno el más próximo a la pared (EC 28, 29, 31 y 32) y otro en la zona más externa de la acumulación (EC30 y 33) (Marrero et al., 2011). Así pues, junto al reconocimiento de las estructuras de combustión in situ (Mallol et al., 2013a), la cercanía de los remontajes entre Unidades de Materia Prima y los primeros resultados obtenidos del estudio micromorfológico en marcha (Carolina Mallol, comunicación personal), todo este sector no parece haberse visto afectado por movimientos importantes, en todo caso pisoteo (Gómez et al., 2010), pero manteniendo su posición como resultado de las dinámica de asentamiento de los grupos neandertales en el lugar. Hay que tener en consideración que a nivel de organización espacial, las estructuras de combustión reconocidas en la UE X parecen ser los ejes vertebradores de la ocupación humana, caracterizándose por la combinación sincrónica de hogares de gran diámetro (ca. 1 m.) con otros algo más pequeños (ca. 0.20 a 0.60 m.), siendo rara la ocasión en que aparecen aislados. Gran parte además se concentran bajo la protección del cantil travertínico, lugar donde se registran gran parte de las actividades de carácter doméstico (procesamiento y consumo de recursos faunísticos, producción y configuración de artefactos). Este mismo fenómeno ha sido además observado en otros yacimientos similares, como el Abric Romaní (Capellades, Barcelona) (Carbonell y Rosell, 2001; Vaquero et al., 2001; Vaquero y Pastó, 2001; Vallverdú, 2010, 2012).

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Por último, en relación con el desecho del material es importante destacar que frente al material coordenado, donde prácticamente no hay evidencias de epífisis y huesos esponjosos, en el recuperado en la criba los fragmentos de epífisis suponen el 18,53% de la muestra, a pesar de que continúen dominando los fragmentos diafisarios con un 47,57%. A su vez, casi la mitad del material epifisario o esponjoso reconocido muestra signos de termoalteración, siendo quizás uno de los principales agentes destructores de estas partes anatómicas. En relación con ello, diversos estudios experimentales realizados en el yacimiento de El Salt han permitido comprobar como los huesos que se aportan con epífisis a un hogar en combustión pierden prácticamente por completo éstas mientras que la diáfisis se mantiene prácticamente íntegra y sin signos de termoalteración. Por esta razón y a falta de ampliar nuestros análisis, pensamos en esta posibilidad como una explicación plausible para el sesgo que encontramos a este respecto en el registro arqueofaunístico.

¿Termoalteración intencional o no?

Como hemos venido avanzando a lo largo del texto, a la hora de estudiar el material termoalterado

en un yacimiento con las características de El Salt, es esencial diferenciar entre aquellos restos dispersos y los que se encuentran vinculados a las estructuras de combustión. A su vez, en estos últimos hay que distinguir todos los restos asociados a las facies de combustión intencional (área blanca) de los restos localizados en el sustrato y originados por ocupaciones anteriores, que ahora se ven afectados por la combustión de manera no intencional (área negra), tal y como demuestran las experimentaciones realizadas durante los últimos años en el yacimiento de El Salt dirigidas a comprender el proceso de formación y posible funcionalidad de los hogares durante Paleolítico medio (Mallol et al., 2013a, b). Entre los resultados más relevantes, la integración de distintas técnicas de estudio (micromorfología, química orgánica, fitólitos, tecnología lítica, zooarqueología) ha permitido demostrar cómo lo que tradicionalmente se denominaba área negra y se creía parte estructural de los hogares simples del Paleolítico, realmente se trata del sedimento sobre el que se realizaron los fuegos, viéndose modificado por la termoalteración tanto del sedimento como los materiales que contiene. Por otro lado, se ha observado como los procesos de reencendido son bastante difíciles de identificar. En tercer lugar, se han registrado hipotéticos momentos de abandono, según demuestra la presencia de huesos no calcinados y otros sin signos de temoalteración, situados en la capa negra y el área cenicienta, o el registro de eventos de producción técnica diferenciados entre el techo y la base de los hogares. Aunque la base fundamental de estos resultados deriva de los estudios micromorfológicos y de química orgánica, las implicaciones a nivel de campo y de interpretación son fundamentales a la hora de una correcta explicación de las ocupaciones humanas de este tipo de yacimientos. En el caso concreto del AFA 5, del total de 1170 vinculados a estructuras de combustión, solo el 19,05% (223) ha sido recuperado en el área blanca, en su inmensa mayoría a partir del material recogido en criba, aunque únicamente 145 restos están termoalterados. Del mismo modo, las diferentes cantidades de material óseo recuperado en los hogares puede indicar la realización de distintas actividades. A este 155

respecto, las estructuras de combustión 28, 29 y 31 presentan muy pocos restos óseos, por lo que no parece que las actividades de consumo sean su eje vertebrador. A pesar de ello, los análisis de química orgánica realizados sobre la EC28 sí que indican la presencia de altos contenidos en ácidos grasos de cadena corta, aunque su origen puede ser tanto de naturaleza animal como vegetal (Sistiaga et al., 2011). Por lo que respecta al resto de estructuras de combustión (30, 32, 33), las prácticas del consumo y desecho sí que parecen haber sido relativamente variadas, desde el aporte de huesos con contenido cárnico sin llegar a modificar las condiciones texturales del hueso o tan solo pequeñas partes de estos, a otros libres o con muy poca carne provocando cambios de coloración en gran parte de la superficie ósea, llegando rara vez al grado de calcinación. Por otro lado, la presencia de restos de conejos sin termoalterar puede relacionarse con un depósito posterior generado por las aves rapaces, mientras que hay otros restos de conejo termoalterados y con marcas de corte que podemos vincular a la actividad humana. En relación con el aprovechamiento de los huesos como combustible, a través de las experimentaciones realizadas en el yacimiento hemos observado que los huesos aportados directamente a la combustión y expuestos durante largo tiempo llegan a grados de termoalteración muy altos, incluso a la calcinación y desaparición (Pérez, Submited). Sin embargo, en nuestro conjunto la cantidad de restos con grado 6 y 7 es muy baja, por lo que no parece adecuado proponer que una parte destacada del conjunto fuera aportado de manera intencional para prolongar y mantener la combustión. Por lo que respecta al material contenido en el área negra, los restos óseos presentan distintos grados de termoalteración que oscilan entre la no afección (grado 0) a la carbonización (grado 3, 3-4), mostrando dobles coloraciones y escasas modificaciones sobre la cortical en forma de agrietamientos o pérdida ósea. Este fenómeno se ha podido identificar en las distintas experimentaciones realizadas (Mallol et al., 2013a; Pérez Submited) y otras aun en curso de publicación, informándonos la importancia de diferenciar el área negra y su material del área blanca y las prácticas económicas desarrolladas en ella. En definitiva, podemos plantear que no todo el material termoalterado en el AFA 5 lo ha sido de manera intencional, un aspecto a tener en cuenta a la hora de buscar indicadores que nos ayuden a disectar el palimpsesto arqueológico que caracteriza al yacimiento y generar una interpretación más certera de las ocupaciones humanas, evitando la mezcolanza de material de depositado en momentos distintos.

7.5. Tipos de ocupación humana A la hora de establecer los tipos de ocupación humana de nuestro conjunto y su temporalidad, se hace necesario interrelacionar datos zooarqueológicos con otras subdisciplinas como son la distribución espacial, la micromorfología y el estudio de remontajes líticos. En relación con ello, los estudios realizados hasta el momento ponen de manifiesto que las ocupaciones humanas en El Salt se corresponden con asentamientos humanos recurrentes, definidos gracias a indicadores como son la proximidad espacial de los remontajes de material lítico y la existencia de unidades de materias primas (UMPs) constituidas por un bajo número de elementos. Del mismo modo, se identifican acumulaciones de materiales netamente delimitadas en torno a las distintas estructuras de combustión, o el valor de la sedimentación geogénica 156

frente al registro antrópico. Este tipo de patrón ocupacional genera un continuo y complejo solapamiento de conjuntos arqueológicos asociados a distintas estructuras de combustión. Aun así, a partir de la combinación de las técnicas comentadas ha sido posible definir episodios de abandono en el contexto general de las distintas UE. Sin embargo, a falta de completar el estudio integral sobre el AFA 5, a nivel faunístico podemos aventurar algunos datos sobre la naturaleza del conjunto. Así pues, el patrón esquelético y los datos derivados de los análisis de conservación diferencial nos indican que nos encontramos en un sitio utilizado de forma recurrente para el procesado carnicero y consumo una vez las presas han sido trasladadas parcial o íntegramente desde el lugar de obtención. La segunda cuestión estriba hacia qué momentos del año pudo ocuparse, para lo que tan solo disponemos de un dato relativo a la presencia de un neonato de ciervo (Cervus elaphus), que nos permite confirmar, partiendo de referencias actuales, la existencia de una ocupación ocurrida entre primavera-verano.  

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8. Conclusiones y perspectivas de futuro A lo largo de este trabajo se han presentado los resultados derivados del análisis zooarqueológico y tafonómico del conjunto arqueofaunístico del AFA 5. Ello ha permitido dar a conocer nuevos datos sobre los modos de gestión faunística y de subsistencia de los grupos neandertales que ocuparon el actual yacimiento de El Salt, así como introducir el mismo en la discusión a escala regional y global sobre qué ocurre a nivel subsistencial entre los grupos neandertales antes de su desaparición. Por este motivo, a modo de conclusión, conviene exponer de forma sintética algunos de los principales resultados obtenidos, así como comentar su validez de cara a generar una correcta explicación histórica.

Idoneidad del conjunto Los análisis realizados indican una alta conservación de la muestra, hecho clave a la hora de poder interpretar las estrategias de subsistencias llevadas a cabo por los grupos humanos en el lugar. Éstas se caracterizan por una captación diferencial, donde los animales de talla grande y media son aportados de forma parcial, y los de talla pequeña y muy pequeña de forma íntegra. Aun así, el procesado carnicero y las posteriores labores de consumo (desarticulación, fileteado, fracturación y termoalteración) no parecen diferir en demasía según los taxones determinados, realizándose toda ellas en el yacimiento. En segundo lugar, es a su vez el alto nivel de conservación lo que nos ha permitido comprobar que el depósito de material óseo fue generado tanto por los grupos humanos (principalmente aportando herbívoros de talla grande, media y pequeña, pero también lepóridos) y por aves rapaces (principalmente aportando lepóridos). Discriminar ambos agentes, así como comprobar su interrelación en los procesos de formación del yacimiento resultan claves a la hora de disectar el palimpsesto acumulativo que caracteriza a El Salt. En tercer lugar, el rango de especies identificadas nos permite hablar de un alto control del medio local entre las poblaciones humanas que frecuentaron los Valles de Alcoy, llevando a cabo la explotación faunística en biotopos de llanura o pradera abierta (équidos), bosque (cérvidos y suidos) y montaña (caprinos). Una actividad que pudo haberse realizado además a lo largo de todo el año dada la madurez de los individuos determinados, aunque también contamos con datos de estacionalidad que nos indican que algunos de los episodios de captación se realizó entre la primera y el verano.

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Resolución temporal Hemos de tener presente que a pesar de que el AFA 5 sea un conjunto mucho más acotado a nivel temporal que la UE X, se trata igualmente de una acumulación derivada de la reiterada ocupación del sitio por parte de los grupos neandertales. Por este motivo, planteamos que la variabilidad de taxones y la densidad de individuos identificados no deben ser entendidas como el resultado de un único momento de ocupación, sino que derivan de la reiteración en el uso del espacio a lo largo de un tiempo que desconocemos. Por esta razón, se hace necesario fijar nuevos métodos que nos ayuden a diseccionar los conjuntos arqueológicos y establecer unidades mínimas de análisis histórico, que en términos idealistas debe ser el evento de ocupación singular. Dicho motivo es el que nos ha llevado en nuestro caso a diferenciar entre el material asociado a las estructuras de combustión, distinguiendo entre el situado en las áreas negras y en las áreas blancas, con el fin de separar dos claros momentos de depósito afectados por un único evento.

A partir de esta primera aproximación al conjunto arqueofaunístico del yacimiento de El Salt, se abre el camino para seguir profundizando en su estudio durante los años venideros. De este modo, como perspectivas de futuro nos planteamos realizar un estudio íntegro de la secuencia del yacimiento (UE XII a V), donde podamos comprobar qué sucede entre los grupos humanos que frecuentaban el lugar, qué tipo de organización espacial caracteriza el procesado faunístico, a la par que identificar posibles cambios en los modos de gestión faunística por parte de los mismos. Ello tiene un alto interés dados los escasos yacimientos con secuencia de Paleolítico medio final en la Península Ibérica, así como su puesta en relación con la desaparición de los grupos neandertales de todo este territorio hace ca. 42 ka BP. Sin embargo, este estudio solo es operativo si lo llevamos a cabo desde la búsqueda de unidades mínimas de análisis histórico distintas a la UE o las asociaciones de facies identificadas en campo. Por ello, junto al análisis zooarqueológico y tafonómico, nuestro principal objetivo está en la búsqueda de nuevos métodos y técnicas que ayuden a diseccionar el depósito de palimpsesto que caracteriza al yacimiento, siempre desde una perspectiva interdisciplinar, con el fin de intentar acotar las distintas ocupaciones humanas y generar explicaciones históricas lo más próximas a la realidad pasada posible.

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