La Familia y el uso de la vivienda

June 15, 2017 | Autor: Mario Zolezzi | Categoría: Family, Housing, Social Housing, Hábitat Y Vivienda
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Descripción

La Familia y el uso de la vivienda popular urbana en América Latina (Apuntes para una investigación) Soc. Mario Zolezzi Ch.

Lima PERU 2001

INDICE Introducción La vivienda popular y la vida en ella La relación de la vivienda con la familia Las necesidades de los padres como pareja Las necesidades, el género y la madre El padre usando la vivienda Las necesidades de los hijos Los otros habitantes de la vivienda y sus necesidades Los animales domésticos y su lugar en la casa Las necesidades de espacio para las funciones de la vivienda La protección y seguridad de la familia La reproducción de las condiciones de la familia La educación de la familia El desarrollo de actividades económicas La definición de los espacios al interior de la vivienda El área social o pública y el área privada o íntima familiar Los espacios y tiempos: de familiares a individuales Calidad, reglamentos y realidad social de la vivienda popular La necesidad de revisar criterios sobre la vivienda popular Los prototipos de la vivienda popular La vivienda urbana informal Algunas reflexiones finales

LA FAMILIA Y EL USO DE LA VIVIENDA POPULAR URBANA EN AMÉRICA LATINA Introducción Este ensayo es una reflexión sobre el uso de la vivienda popular urbana en relación con la calidad de vida de las familias pobres de las ciudades latinoamericanas. Para esto se enfocan: las relaciones sociales que allí se establecen, las características sociales, los sistemas constructivos, los rasgos culturales, en condiciones geográficas y climáticas diferentes. La intención es motivar el planteamiento de hipótesis de trabajo cuyos efectos prácticos redunden en el mejoramiento de la calidad de las viviendas y la vida cotidiana de las familias pobres de la región. Tal vez, hasta inspirar futuros estudios sobre el uso de la vivienda, tema al que no se le ha prestado suficiente atención. El enfoque del tema del uso de la vivienda de las familias populares urbanas corresponde a una perspectiva sociológica y al reconocimiento implícito del contexto de un mundo cada vez más integrado por lazos sorprendentes que entretejen lo local y lo global. Esta reflexión sobre las familias y el uso de sus viviendas está sustentada en experiencias del trabajo directo en barrios, lecturas sobre la problemática de la vivienda popular y sociología de la familia. A esto se suma la experiencia de compartir durante veinticinco años, muchos momentos de vida cotidiana con los habitantes de los barrios populares en mi país y el conocimiento de viviendas en barrios populares de otros países latinoamericanos en múltiples visitas a realidades urbanas que siendo muy similares poseen rasgos propios. Por cierto, el tema del uso de la vivienda tiene dimensiones mucho mayores, tales como el uso de la vivienda y sus cambios en el tiempo. El uso de las viviendas de las diferentes clases sociales y no solamente de los sectores populares, es también un tema por estudiar. En realidad este trabajo es un primer paso en un camino extenso de investigación, análisis y difusión sobre la vivienda y su uso, así como los estilos y calidad de vida de las familias. La vivienda popular y la vida en ella El concepto de vivienda muchas veces se entiende de manera confusa cuando viene acompañado de su connotación popular, que suscita lecturas engañosas sobre la forma como las familias urbanas de menores recursos habitan su vivienda. Durkheim, Simmel, Tonnies y Manheim han insistido en distintos momentos en que la familia en la sociedad urbana es una unidad relativamente aislada1. Sin embargo, la vida en la vivienda y la manera como sus integrantes ocupan los espacios en diferentes horas y días son datos importantes para explorar la calidad de vida dentro de una sociedad. También lo es para la apropiación de los espacios atendiendo a razones de género y edad, principalmente Y si esto es así, lo es para la formulación de las políticas que se ocupen de ello. Es el caso de las diferencias en el uso de las viviendas habitadas

por ejemplo por familias de dos generaciones, o aquellas conducidas por mujeres solas como jefes de familia, comparadas con familias más convencionales. Las caracterizaciones de las viviendas y sus ocupantes son hechas por lo común de manera segmentada desde distintas disciplinas y experiencias sin que se sumen las visiones más integrales o de tipo multidisciplinario que enriquecen los criterios para evaluar su calidad. Tal vez los ejemplos más claros sean el tratamiento legal que se le concede a la vivienda popular y la manera como los economistas se acercan al tema. La lógica de los antropólogos, por lo general se recuesta en el estudio de los contenidos y significados culturales de la vivienda, es decir en apreciaciones valorativas en torno a la historia o destino que rodean a una vivienda y sus partes. La lectura de los arquitectos, aunque suele ser más integral y compleja, pocas veces se ha acerca a desenmarañar las relaciones entre las familias, las viviendas y el uso que les dan desde la doble perspectiva de lo temporal y lo espacial. Por su parte, los urbanistas, trabajadores sociales y sociólogos casi siempre han sido atraídos por otros temas en torno a la vivienda antes que detenerse en el estudio de su uso por las familias de los sectores populares urbanos2. Como resultado de estos trabajos contamos con múltiples testimonios sobre los sacrificios, luchas populares y esfuerzos para obtener una vivienda, pero se conoce poco de lo que ocurre de la puerta para adentro. Es decir, sabemos de las necesidades y los logros, casi siempre parciales, por conseguir un albergue digno y con mínimos de calidad, pero poco de cómo se utilizan realmente estas viviendas. También es escasa la información sobre la autoridad y el poder en sus expresiones espaciales en las viviendas, que suelen ser más intensas mientras más estrechos son los espacios. La caracterización de la vivienda popular termina por quedarse en los linderos exteriores de la vivienda o a lo sumo en la descripción física de sus ambientes. Esto no basta, se hace necesario avanzar en el estudio del uso de la vivienda y las relaciones sociales que se expresan cotidianamente entre sus ocupantes en un marco de espacios, mobiliario y tiempos que son parte sustancial para la caracterización viva de la realidad de la vivienda popular urbana latinoamericana. También las definiciones de vivienda popular, tropiezan al identificarla sólo como económica o carente de servicios y ubicada en barrios conformados por familias de bajos ingresos y consumos muy limitados. Estas visiones casi nunca incorporan la dimensión de los estilos de vida que se producen y establecen en ellas, condicionando y siendo condicionados por los determinantes físicos de lo construido y lo ocupado en los (estrechos) espacios de las casas. A esto se suman los numerosos y generalizados problemas por superar con éxito en el proceso de acceder a la vivienda, que terminan captando la atención principal de los interesados en la vivienda popular 3. En ese lugar confluyen los estudios en torno a las viviendas populares en barrios antiguos (frecuentemente con pasados gloriosos) y aquellas en zonas nuevas de expansión urbana (con grandes expectativas respecto al

futuro), pero sin detenerse en los comportamientos de las familias en la utilización cotidiana de sus espacios de vivienda 4. La relación de la vivienda con la familia Las relaciones que se establecen y desarrollan entre las viviendas y las personas son múltiples y complejas. Tienen que ver con: a) el diseño y construcción de la vivienda y b) la utilización de sus espacios. Ambas se originan como consecuencia de las relaciones sociales que se dan al interior de la familia, que incluyen derechos, obligaciones y afectos. La vivienda es material y transmaterial en la medida que incluye vivencias personales y convivencia humana. Esto tiene relación con los tipos de familia que han surgido en América Latina y valores como la reciprocidad o el machismo, que se expresan en las formas como se utiliza la vivienda en sus diferentes espacios. Mucho de la dinámica familiar está determinada por las características del espacio, y aspectos que tradicionalmente considerados como del ámbito de la psicología, encuentran un mayor sentido, a raíz de observaciones más interdisciplinarias. Junto a esto están también las expresiones en la ocupación de los espacios por muebles dentro del hogar que se identifican en escalas diferentes con los géneros y las edades de las personas que habitan las viviendas. Los objetos de las viviendas, muchas veces terminan por identificarse con la vivienda misma y de su empleo utilitario se convierte en objeto místico, de recuerdo de sucesos de la convivencia, etc. Estas relaciones en el tiempo crean historia y dan cabida a la manifestación de las expresiones culturales de sus habitantes en la vivienda y sobre la propia vivienda 5. Las necesidades de todos, como alimentarse o dormir, no se satisfacen en forma tan simple y común en sus requerimientos por las diferentes personas. Las características de los espacios para comer y descansar, del mobiliario de la vivienda (desde el propio piso hasta mesas y camas mas bien convencionales, pasando por hamacas, baúles, cajas y muebles empotrados) y su relación con la edad, sexo y cantidad de personas con las que se comparte o no ese tiempo y espacio, muestran la necesidad de agudizar el estudio sobre cómo se utiliza integralmente la vivienda y la calidad de vida resultante. Desde otra perspectiva queda claro que la vivienda condiciona muchas veces de manera significativa el desarrollo de una familia. Allí están como ejemplo los usos que se permiten o no a los hijos diferenciado del de las hijas dentro de la vivienda. Esto se constata en comentarios de cómo se reprimen o dificultan actividades dentro de la vivienda para algunos de sus ocupantes por ausencia de condiciones para desarrollarlas. Es el caso de los espacios para lo privado, para el estudio, el aseo personal y hasta en medidas de control de la natalidad ante la evidente falta de más espacio para nuevos habitantes. O son los retos que la familia tiene que resolver al acoger nuevos miembros o nuevas funciones (talleres, servicios) a cambio de sacrificar otras 6. Parece

importante analizar las consecuencias de que simultáneamente existan familias numerosas y espacios reducidos y preguntarse sobre las consecuencias de esta situación, y de las anomalías que podría producir en el ámbito individual y colectivo. Las necesidades de los padres como pareja La vivienda popular urbana de los últimos cincuenta años en las grandes ciudades en América Latina ha sido habitada principalmente por familias emigrantes del campo o de pequeños centros poblados. Casi siempre la habilitación de sus espacios de vivienda fue progresiva y lenta a cargo de parejas jóvenes, quienes las levantaron buscando espacios de encuentro para acoger a su familia, desarrollar su intimidad, darle seguridad, y facilitar la crianza y cuidado de los hijos. Como lugar seguro de la pareja es el espacio privilegiado para sus relaciones conyugales, para hablar sobre los temas del presente y los retos o planes para el futuro. Las relaciones de las familias con sus viviendas contienen una gran carga afectiva que es fácil constatar. Por eso, los lazos con la vivienda empiezan en otras viviendas y en circunstancias bastante diferentes. Esas viviendas son las de la infancia de los progenitores, idealizadas o no por el tiempo en su comparación con la actual. Ambas viviendas son datos reales que usan para el aprendizaje de los hijos: de cómo se usaban entonces y como se utilizan o debe utilizarse hoy. Cada uno de los miembros de la pareja lleva su casa ideal y la proyecta. Esas ideas se relacionan por cierto con los estilos, usos y mal uso de materiales, funciones, etc. de las viviendas. Las comparaciones que los padres transmiten son valores, usos y costumbres con relación a la vivienda y su mobiliario. En este proceso la pareja instaura elementos en la vivienda que emanan de la experiencia de su respectiva vivienda paterna repitiendo, restando y aportando usos y costumbres.

Las necesidades, el género y la madre Los espacios y sus usos están marcados por nítidas diferencias que surgen de diferencias de género entre el padre y la madre y su relación con los ambientes productivos y reproductivos de la vivienda. Para la mayoría de las amas de casa latinoamericanas, la vivienda es el lugar de trabajo, en sus distintos espacios, particularmente en la cocina. La vivienda para la mujer es muchas veces un determinante social de su existencia. En cambio para los varones lo es sólo eventualmente. Es un lugar de trabajo ocasional (para hacer reparaciones, tareas de mantenimiento o durante los períodos de construcción de la vivienda) y en los casos en que su trabajo regular se desarrolle allí. El trabajo de las mujeres y su relación con el uso del espacio supone una doble dinámica: primero, la de los espacios que demandan su trabajo de mantenimiento

diario de la casa (como son las tareas de la limpieza, hacer las camas, barrido, ordenamiento de muebles y objetos) y segundo, la que aparece de la necesidad de contar con espacios que se utilicen para el otro trabajo dentro de la vivienda (el proceso de cocinar, lavar la vajilla y la ropa, secar la ropa lavada, planchar, zurcir, cuidar a los hijos pequeños). Pero también las amas de casa usan la vivienda para tareas gratas como recibir a vecinas, amigas o parientes en los ambientes sociales. Asimismo, con frecuencia utilizan los ambientes de la cocina para escuchar la radio como compañía mientras trabajan, ver televisión (principalmente en el comedor) y criar animales menores en la cocina o el área interior no techada de la vivienda 7. El padre usando la vivienda La vivienda popular urbana en sus variantes latinoamericanas es el espacio para que el jefe de familia pueda descansar, alimentarse, dormir y recuperar fuerzas luego de agotadoras jornadas en el mundo exterior. Naturalmente a eso se suma la higiene personal, el esparcimiento y las relaciones conyugales. Es también el lugar para escuchar la radio, leer, o ver televisión y con más frecuencia un espacio productivo para un notorio sector de pobladores que trabajan en casa. El mobiliario del padre en la vivienda suele ser escaso pero en muchos casos es de su propiedad o uso exclusivo (como por ejemplo alguna silla, repisa, perchero o baúl). Los espacios más usados para el intercambio de expresiones de afecto, el diálogo y la vida en común con los hijos e hijas son su habitación y el comedor, lugar de encuentro natural. Dependiendo de la geografía, el clima o la disponibilidad de mayores espacios, otro lugar de uso privilegiado será su taller o alguna terraza, patio o área libre en el lote de la vivienda. Las necesidades de los hijos El uso variado de la vivienda se presenta desde cuando los infantes viven en el cuarto de sus padres hasta los casos en que las hijas o hijos se casan y traen al cónyuge a vivir a la casa de los padres. La manera como los hijos usan la vivienda está marcada por su edad y por el sexo al que pertenecen. Entre los usos que hacen los hijos de la vivienda se debe incluir, muchas veces, la construcción de una segunda vivienda (en la planta superior o en parte de la casa original) generalmente con acceso independiente a la calle. En cuanto a los sitios que los niños utilizan son usualmente los propios dormitorios, para jugar dentro de la vivienda, así como el comedor, el patio o jardín y los pasadizos. El lugar para efectuar las tareas escolares y otros estudios, es la mesa del comedor. Se explica entonces por qué muchas veces los libros y útiles escolares se guardan allí.

El espacio para lecturas más ligeras suele ser el dormitorio. En viviendas de más de una planta también suelen ser las azoteas o terrazas. Permanentemente se da cuenta de una importante presión de muchos niños de los sectores populares urbanos para salir a la calle y ampliar así sus áreas de juego, asimilando la calle como un espacio de calidad complementario a la vivienda. Esto es así porque, contrariamente a lo que se cree comúnmente, los niños no obtienen fácilmente permiso de sus padres para jugar en la calle. Cuando los hijos llegan a la adolescencia la dinámica de los usos de la vivienda cambia. Por un lado, en algunas familias se presenta la situación de hijos de distinto sexo que tienen que mudarse del cuarto común de la niñez, dividirlo o seguir compartiéndolo con muchas tensiones con su hermana o hermano. Por otro lado la adolescencia es una etapa en la que muchos de los jóvenes gustan pasar el tiempo con pequeños grupos de amigos del mismo sexo. Las familias con hijas adolescentes son proclives a ceder sus espacios, e inclusive inhibir otras actividades dentro de la vivienda para que las hijas no salgan fuera y más bien inviten y reciban a sus amistades en casa. Se trata de reunirse en diferentes lugares, y uno de ellos es la vivienda para escuchar música, charlar, ver televisión y hasta estudiar. Entonces el uso más intensivo de la vivienda se concentra en los dormitorios, máxime cuando la familia tiene la sala reservada como un lugar destinado sólo para momentos especiales. Los otros habitantes de la vivienda y sus necesidades Con frecuencia las familias albergan parientes tales como abuelos, tías y primos. También se dan casos de alquiler de piezas a extraños con el aval de parientes o amigos. En ocasiones son alojados temporales, aunque las más de las veces son habitantes permanentes. Estos alojados o inquilinos por lo general tienen fijados explícitamente sus derechos y condiciones de usos de la vivienda. Sus espacios son más limitados y cuando son inquilinos disponen de una sola habitación que funciona como un mini apartamento multifuncional en el cual hasta se cocina. En cambio, cuando son miembros de la familia con enfermedades permanentes, discapacidades o de edad avanzada, quienes comparten la vivienda, se les puede encontrar haciendo usos de más espacios. Pero estas personas, muchas veces viven en situación de permanente tensión pues se les asigna estrictos espacios y tiempos para su uso. Estos habitantes son el resultado de las carencias que caracterizan a los servicios de salud y seguridad social en Latinoamérica. Las familias son conscientes de que estos parientes requieren un espacio (de seguridad, protección, aislamiento o cuidado) no previsto al definirse los usos, y también de la necesidad de añadir características particulares a la vivienda en su diseño u organización para no sacrificar la calidad de vida del conjunto de la familia. Sin embargo es muy poco lo que se ha avanzado en este campo.

Los animales domésticos y su lugar en la casa Sin duda los animales domésticos (perros, gatos y aves) tienen un lugar reservado en las viviendas de muchas familias de sectores populares urbanos. El rol que cumplen los animales domésticos como compañía, entretenimiento y protección del hogar les concede corrientemente espacios que van más allá de sus necesidades y cuidado básico como animales, por lo que no es extraño que sean tratados “como un miembro más de la familia”. Sin embargo, también es común que no se hayan previsto espacios en la vivienda para el uso específico de estos animales, los que en la práctica de sus desplazamientos rescatan para ellos ambientes y lugares que la familia respeta en distintas horas del día. La necesidad de espacios para las funciones de la vivienda Se han escrito muchas páginas sobre las funciones de la vivienda popular urbana. Pero la mayoría de las veces se ha limitado el análisis a los factores constructivos y económicos. Esto es, en como la vivienda constituye una forma de ahorro forzoso y seguridad de los pobres frente a calamidades, como puede contribuir como fondo de garantía hipotecaria para proveerlos con recursos financieros para actividades comerciales o productivas y las ventajas de construir con libertad 8. Otra de las principales funciones de vivienda es la protección y seguridad física de los integrantes de la familia. A esta función se suma su principal utilización para la reproducción de las condiciones (descanso, alimentación, higiene y afecto) de los miembros de la familia y la necesidad de cierto confort o calidad para su uso. La huida del espacio familiar y el refugio de los jóvenes en los espacios públicos es un efecto, ciertamente superficial pero no por eso menos importante, de la pérdida de vigencia del "espacio familiar” entre comillas. Porque el uso que principalmente tiene ahora un sustantivo tan concreto es muchas veces sólo metafórico para un número importante de hombres y mujeres urbanos. La protección y seguridad de la familia La protección del frío, el calor, el viento, el polvo, la lluvia, la excesiva luminosidad, el ruido y los malos olores son un conjunto de necesidades de las familias que no siempre se resuelven satisfactoriamente. Lo mismo ocurre con las necesidades de asoleamiento, ventilación e iluminación adecuados de la vivienda. Dependiendo de las soluciones a las que se llegue, las áreas dentro de la vivienda tendrán mayor valor para su uso en la medida que proporcionen la garantía del desarrollo eficiente de actividades previstas. A veces la búsqueda de seguridad en la edificación para resistir bien los embates de la naturaleza, ha provocado que los constructores exageren el empleo de los materiales de las viviendas provocando efectos negativos para el uso satisfactorio de los espacios.

Es el caso de columnas, vigas y soportes que inducen a construir corredores estrechos, puertas y vanos muy bajos, o espacios muertos. En otros casos, pese a que la vivienda es una inversión para toda la vida, el modelo construido es rígido y no considera la posibilidad del crecimiento de la familia. Finalmente, la demanda de seguridad frente a posibles agresiones externas o robos produce resultados que afectan la calidad de vida interna de la familia como ocurre con los muros y ventanas muy elevados que recortan la iluminación natural. La reproducción de las condiciones de la familia Las viviendas populares urbanas son, casi por norma, estrechas al ofrecer espacios a los usos que demanda una familia. Las condiciones de vida resultantes son consecuentemente insatisfactorias en su calidad para las personas que las habitan. Las actividades regulares de las familias y los requisitos de los espacios que estas ocupan, así como del mobiliario que disponen, presentan facilidades y dificultades en tensión permanente. La flexibilidad en el uso de los ambientes y el uso más o menos intensivo de éstos se define en la práctica y a partir de valores culturales que es necesario poner en evidencia en cada caso. Tan importante es el cuadro social de relaciones interpersonales en los procesos de ocupación y uso de espacios, como la utilización específica de muebles y objetos del hogar. Asimismo, factores tales como el hábitat urbano, las condicionantes ecológico culturales y el clima, nunca pueden dejar de tenerse presentes9. En la delimitación interna y en el uso pueden percibirse claramente diferencias marcadas de género: en la medida que muchas viviendas han sido diseñadas y construidas por varones, áreas como la cocina no cuentan con las comodidades que las amas de casa hubieran deseado, a pesar del uso intensivo que reciben. Las características del propio equipo de cocina, el servicio de agua y las facilidades para la conservación y almacenamiento de los alimentos suelen ser deficientes, no obstante su importancia para toda la familia. La alimentación está prevista en el comedor o en la cocina, compitiendo en ciertas horas con otras actividades en el caso del uso del comedor. El mobiliario de ambos espacios casi nunca satisface las necesidades de sus usuarios y su poca calidad puede verse con facilidad. Para el descanso y la recreación pasiva están básicamente los dormitorios, aunque en algunos casos los usos de esos espacios compiten con otros usos simultáneos en los mismos espacios, como el silencio necesario para dormir, el estudio y el trabajo con el volumen de un radio o televisor entre los familiares que comparten las habitaciones. La recreación en la vivienda en general es limitada. Los juegos con las mascotas, el uso de la radio (música y noticias), y la televisión (reality shows, y telenovelas) suelen ser las actividades preferidas que se desarrollan en las habitaciones, el comedor, la sala y el patio. Algunas veces se hacen juegos de mesa, se canta o se hacen ejercicios físicos.

El baile y el consumo de alcohol como actividades recreativas están más relacionados a eventos especiales que a actividades regulares dentro de la vivienda. La vivienda popular urbana en general provee servicios para el aseo y la higiene en baños únicos y muy estrechos, con frecuencia en malas condiciones de salubridad y recibiendo un uso recargado de la familia. No hay que olvidar que este lugar funciona también para el ejercicio variado de lo privado (conversaciones para que no escuchen terceros, leer, probarse ropa, peinados o maquillaje, hacer algo que esta prohibido en la vivienda, esconderse, etc.). El uso y el tiempo de permanencia en el baño se ajustan a patrones de control social y ejercicio de cuotas familiares de poder. Igual ocurre con otros usos en los que se constatan diferencias de poder cuando por ejemplo, se destina a los alojados o inquilinos la recámara más oscura y fría o el cuarto más caluroso y peor ventilado. Finalmente está el tema del espacio para la ropa que requiere ser guardada, lavada, secada y a veces planchada, pero que al no disponer de lugares previstos o apropiados para cada uno de esos usos, afecta la calidad de otros usos. La educación de la familia El tema de la educación de los hijos es una preocupación central de las familias, más aún en el caso de los sectores populares urbanos. Por ello la vivienda tiene reservado un espacio para ser usado en el proceso de reforzar el aprendizaje. Este espacio es la mesa del comedor: allí se hacen las tareas escolares u otros estudios. Los dormitorios son solamente un espacio complementario y casi nunca cuentan con sitio para ubicar mobiliario que permita cumplir con esta tarea. En realidad se percibe una contradicción entre el interés por la educación y las pocas facilidades con que cuentan las viviendas, o para decirlo de otro modo, la precariedad en la que los estudiantes deben cumplir con sus tareas escolares. Sin embargo uno de los usos privilegiados de la vivienda cuando hay alumnos es el estudiar. Las otras actividades inclusive se reprimen para facilitar tiempo y espacio para el estudio y la realización de tareas relacionadas con el aprendizaje o el proceso educativo. No puede olvidarse que en las familias de los sectores populares urbanos siempre existe la tendencia, en el caso de tener que optar, por privilegiar la educación de los hijos varones antes que las hijas mujeres. Del mismo modo, cuando se trata de usar espacios dentro de la vivienda para la educación de los hijos, si es que hay que optar serán los varones los normalmente privilegiados en horarios, comodidad, atención, etc. El desarrollo de actividades económicas El pequeño taller o tienda (comercio) en la vivienda popular urbana se presenta con insistencia en las ciudades latinoamericanas. La micro y pequeña empresa en el domicilio es parte del paisaje urbano como actividad principal o complementaria.

Pueden ser actividades económicas relativamente grandes o pequeñas con relación a la familia, ocupando uno o más espacios de la vivienda. Esta situación plantea problemas en el uso y por tanto en el diseño de estas viviendas para resolver las demandas de circulación, iluminación, ventilación y seguridad (para unas y otras actividades) en la relación entre lo productivo y lo reproductivo bajo un mismo techo y por tanto la necesidad de que los planificadores urbanos consideren estos aspectos y los problemas que se suscitan cuando la casa se convierte en taller, como un tema que requiere importante atención. La tensión entre espacios y tiempos para desarrollar las diferentes funciones se incrementa cuando se trata de viviendas productivas en las que los espacios reproductivos compiten con los usos productivos de la vivienda. Como por ejemplo, cuando el patio, alguna de las habitaciones, la cocina o la sala de la vivienda, funciona como taller (lugar de producción de bienes tan variados como zapatería, pastelería, confección de ropa, alimentos preparados, carpintería, etc.) o de servicios (como peluquería de damas, cuidado de niños, trámites, etc.) limitando seriamente los usos reproductivos convencionales de la familia. En este caso también es más común que las actividades económicas y productivas dentro de la vivienda corresponda a las mujeres, algunas veces como extensión de su jornada habitual de trabajo doméstico. Por ejemplo, cocinando para vender alimentos, trabajando en tejido u otras formas de artesanía. o prestando servicios como peluquería, cuidado de niños menores, etc. La definición de los espacios al interior de la vivienda Los espacios son los lugares donde las familias acogen y desarrollan sus distintas necesidades. Las paredes interiores, divisorias de ambientes y las áreas de circulación son una primera definición de los espacios al interior de la vivienda. La organización interna de la vivienda, la cantidad de bienes y muebles, así como el área construida del lote perfilan las características de los espacios. A veces esa primera expresión física es engañosa pues los espacios se definen socialmente abarcando áreas de influencia, fijando límites psicológicos o sociales, regulando sus usos y estableciendo relaciones entre éstos. Así, los criterios que se emplean para definir los usos de los diversos espacios obedecen a la peculiar racionalidad de cada familia, a la autoridad interna y a la negociación por parte de los ocupantes de la casa, incluyendo criterios de edad y género de las personas. En general son tres los espacios principales: el de reunión, el de preparación de los alimentos y el de dormir. Allí las distintas personas deben fijar sus territorios psicológicos adecuados, compartir tareas diferentes dentro del hogar y evitar la contaminación permanente de ruidos y olores. El tema de la privacidad y cómo esta experiencia que puede ser pasada por alto como obvia e irrelevante, puede verse determinada ya no tanto por dimensiones intrapsíquicas sino por cuestiones materiales que las modelan es importante. Con

frecuencia no hay espacios para el estudio y la realización de tareas escolares, lo privado personal o la intimidad de los cónyuges, generando tensiones y conflictos. La importancia de la mesa dentro de la vivienda de los sectores populares urbanos es central como eje de diversas actividades del hogar. Su colocación en la vivienda define un espacio de usos múltiples para la familia, que va más allá de ser el sitio del comedor ya que también se utiliza para trabajar (ocupaciones de los padres, instrucción de los hijos), reunir a la familia para charlar, jugar y hasta rezar. Su utilización por los distintos ocupantes de la vivienda responde tanto a criterios de importancia de las ocupaciones y jerarquía de las personas como a horarios que se establecen para los diferentes usos. El lugar para dormir posee un valor complejo en su definición. Su descripción como pieza, estancia, recámara, ambiente, aposento, cuarto, habitación, recinto, dormitorio y alcoba no son sólo nombres de un mismo espacio sino también expresiones de funciones y usos en el tiempo. Y es que no es sólo un espacio para dormir, guardar ropa y valores, vestirse, también lo es para oír la radio o ver la televisión, descansar, leer, hacer el amor. Muchas veces los hijos adolescentes, o los casados viviendo en casa de los padres, usan el dormitorio como espacio dentro del cual se acomodan funciones y usos que se repiten en resto de la vivienda, como un mini apartamento. Cuando existen áreas libres se utilizan de modos diferentes dependiendo de las culturas y geografía. Así, se “urbanizan” los jardines reemplazados por patios con macetas, se amplían los usos de cocina y lavandería combinados éstos con huertos y tendales, se ocupan los espacios bajo las camas como depósitos, etc. El área social o pública y el área privada o íntima familiar Los criterios para definir lo que es público y lo que es privado en una vivienda provienen en gran medida de la comunidad. Las concepciones de lo social o público y lo privado o íntimo en la vivienda forman parte de este proceso más global de interacción entre las ideas y concepciones de los miembros de las familias. Las exigencias sociales y culturales de cada comunidad sobre la vivienda tienen un gran peso tanto en la definición de las áreas públicas o sociales como de las que se caracterizan como áreas íntimas. En cada caso podría intentarse levantar una cartografía especial que recorra los usos de la vivienda, desde los espacios sociales públicos hasta los más íntimos y personales. Las múltiples migraciones a los centros urbanos han significado la llegada y fusión de modos de vida, creencias, costumbres y valores de lugares diversos. Sin embargo, la manera explosiva como han crecido las ciudades nos muestra la pervivencia de múltiples expresiones de falta de concordancia entre los criterios sobre lo social y lo íntimo de las familias de los barrios populares y las definiciones formales de las viviendas que ocupan 10. De manera análoga a lo que ocurre en otros barrios y capas sociales, se podrá comprobar que los usos se desplazan desde los espacios sociales hasta los espacios

más íntimos y típicos de las personas; pero los lugares de reunión familiar dentro de la vivienda no siempre coinciden con las definiciones convencionales. Así la sala es un espacio propio para un sector popular con cierta seguridad económica como para tener una "sala" aparte y de uso exclusivo, algo que casi no existe tampoco en muchas familias de sectores medios. Pero también en muchos lugares la sala de la vivienda es un lugar de recepción para personas ajenas al hogar y no el estar o “living” típico de la sociedad norteamericana y los sectores medios urbanos. La sala se utiliza como un espacio de presentación de la familia y no es de uso intensivo. Por el contrario, el comedor, es un espacio de la familia para la familia, que muchas veces funciona como el estar o living de otros sectores sociales. Este uso se refuerza cuando la familia ubica el televisor allí. El televisor es un aparato asimilado a la vida de las familias que define los lugares de principal concurrencia con su emplazamiento. Aún más, cuando su lugar no es fijo y se traslada, lleva a la familia del comedor al cuarto de los padres o la sala, dependiendo de las horas, días de la semana o acontecimientos familiares. Suele ocurrir que el comedor se abra como área social más pública, cuando se producen visitas de amigos, parientes, compañeros de estudio o de trabajo. Lo mismo acontece con el patio, la terraza o el jardín. Las habitaciones de los hijos e hijas, o cualquier pieza adicional también se abren para un uso social entre los jóvenes o niños como lugar natural para la convocatoria de grupos para la charla y la realización simultánea de diversas tareas en forma compartida. El uso privado de los espacios en la vivienda, o los espacios íntimos exclusivos, se define por el usufructo o las exigencias de un espacio para la tarea. En el primer caso está el ejemplo de los dormitorios y las camas (que se hacen más privadas mientras menos las compartan) o el lugar de cierto mobiliario (guardarropa, baúl, armario o cómoda) de uso privado. En el segundo caso están los servicios higiénicos, a veces la cocina o el espacio para taller. Los espacios y tiempos: de familiares a individuales Los distintos espacios en la vivienda popular urbana pocas veces son utilizados “únicamente” para solo una de las distintas actividades de las familias. Mas bien son espacios “multiusos” con un empleo intenso y permanente. Con el propósito de apreciar este proceso se necesita conocer como transcurren las 24 horas del día en una vivienda. Una observación así permitirá apreciar el control de los espacios y los cambios de usos de los distintos miembros de la familia durante una jornada. El comedor, como hemos mostrado, es el ambiente por excelencia en torno al cual se despliegan diferentes usos y relaciones en la vivienda popular urbana. Allí se cumplen distintas ocupaciones durante el día (alimentarse, tareas escolares, planchar, hacer cuentas, jugar, ver televisión, charlar y en ocasiones beber).

El uso del espacio de la vivienda se define también por las rutinas. Por la mañana temprano el comedor, el baño y la cocina son los lugares que concentran a más personas, o se usan por turnos. A media mañana se abra toda la casa, la cocina y el patio para quienes permanecen en ella, principalmente mujeres, niños pequeños, enfermos y ancianos. Indudablemente la cocina constituye el espacio que más se utiliza en la rutina diaria en las viviendas de los sectores populares urbanos, pese a que por lo general son ambientes pequeños e incómodos diseñados muy utilitariamente, sin recuperar el concepto de confort. En algunos casos la sala pierde su función original durante el día y se ocupa para actividades productivas, comerciales (taller o tienda), escritorio o despacho. Pero cuando se conserva como lugar formal y espacio simbólico de presentación de la familia, se le protege y mantiene limpia y en buen estado para ocasiones especiales de la familia o la llegada de invitados. Este cuidado excesivo en ciertas familias llega a extremos de convertir este espacio en un área muerta con muebles de poco uso pese a la estrechez de los espacios. El otro extremo es cuando la sala se usa como zona de juego de los niños, o lugar de depósito temporal (generalmente nocturno) de vehículos ligeros, carretillas, etc. Por la tarde, los espacios que más ocupan los miembros de la familia que regresan del exterior y los que permanecen en ella son el comedor, el patio o el jardín. Mas tarde, durante las primeras horas de la noche el uso más intenso se concentra en el comedor, los dormitorios y la sala (cuando la familia le asigne ese uso). Durante la noche, como es de suponer, los dormitorios son los ambientes que concentran el uso del espacio familiar, aunque es frecuente que la sala o el comedor se utilicen como dormitorios adicionales. El tema de los espacios para dormir es de suma gravedad cuando se produce hacinamiento y no hay independencia de "recámara" para la o las parejas que hacen vida conyugal, más grave aún cuando no hay independencia de lecho entre adultos y niños o entre hermanos de diferente sexo. Los fines de semana son comunes los usos más intensos del comedor y los dormitorios, debido a visitas de amigos o parientes. También aparece la necesidad de contar con más espacios (temporales) para el uso social fuera de los límites físicos de la vivienda. Así, es común que las familias se apropian de la acera y hasta de una parte de la calzada inmediata a su vivienda para el juego, tomar el sol, charlar, la preparación de alimentos o el consumo de licor u otras bebidas). Calidad, reglamentos y realidad social de la vivienda popular Resulta ilustrativo ver como en América Latina la diversidad de suelos, climas y culturas no solamente privilegian diseños sino materiales y fomentan la creatividad de los constructores en la tecnología que aplican al fabricar la vivienda popular urbana. Pero, es necesario recordar que las familias pobres están mucho más condicionadas por su hábitat natural que otras capas sociales. Las técnicas constructivas y los componentes (diversos según climas, regiones y disponibilidad de materiales de construcción más baratos) determinan desde un inicio las posibilidades futuras de mejoramiento de las viviendas y el uso de los espacios (más o menos iluminados,

altura de los techos, tamaño de las ventanas, dimensiones de las escaleras, espacios muertos, lugares para depósitos, etc.). Las familias de los sectores populares urbanos muchas veces inician la ocupación de su vivienda desde un núcleo habitable, que con diferencias, irá creciendo hasta donde el terreno y los recursos familiares lo permitan. La flexibilidad de las viviendas tiene mucho que ver con el sistema constructivo que se emplea. Así, el modo de edificar influye en el diseño mismo de las viviendas y por tanto en el uso, como por ejemplo ocurre con los esquemas de distribución de ambientes o de circulación, el tamaño de las habitaciones, la reserva de áreas libres o la ubicación del baño. La falta de conocimientos técnicos y de asistencia profesional a las familias y constructores locales explica, en gran parte, frecuentes problemas de iluminación natural, ventilación y aislamiento sonoro en estas viviendas. Esta situación condiciona las formas y el uso que se hace de los ambientes de la vivienda para desarrollar diferentes actividades. El tema del cómo la reglamentación municipal o estatal condiciona la construcción y el uso posterior de la vivienda no puede olvidarse. Es un campo legal y técnico, que tiene que ser considerado en la reflexión y los estudios orientados al mejoramiento de la calidad de vida de las familias. Se encuentra con insistencia que los componentes autorizados por los reglamentos fijan prohibiciones y limitaciones en el uso de materiales de construcción tradicional. Esto ocurre, por ejemplo, con el barro, el adobe, la madera natural, la caña o el bambú, la paja y hasta las tejas artesanales. Los reglamentos nacionales normalmente consideran las viviendas o módulos que se producen de éstas, como construcciones terminadas o concluidas. Sin embargo en América Latina es evidente que un gran porcentaje de las viviendas se produce por etapas mediante la auto construcción o de manera informal 11. Es decir, la vivienda se va usando de a pocos y los ambientes nuevos que se construyen cambian, amplían y resuelven las necesidades de sus usuarios. Así, el uso que hacen de las viviendas también depende, como es natural de su definición como objeto físico y espacial. Pero los reglamentos definen por adelantado los usos de los espacios sin considerar las prácticas de las familias. La necesidad de revisar criterios sobre la vivienda popular Esta reflexión sobre el uso de la vivienda por las familias de los sectores populares urbanos plantea la necesidad de contar con un mejor conocimiento de cómo funcionan las dinámicas familiares de los sectores urbanos de bajos ingresos y de sus usos y costumbres en relación directa con sus viviendas, para poder aportar al mejoramiento de la calidad de la vivienda popular. Se trata entonces de estudiar con mayor profundidad a las familias, los prototipos de vivienda popular y las viviendas informales o autoconstruidas para encontrar nuevas

pistas para el mejoramiento de la calidad de la vida urbana de los pobres en América Latina12 La realidad de la vivienda de los sectores urbanos de bajos ingresos en esta parte del continente americano es sumamente compleja. Mientras en algunos países como Colombia, Chile, Argentina y Uruguay o Costa Rica la vivienda social es un concepto que alude a un tipo de vivienda construida con un soporte estatal, en otros países como Ecuador Perú y Bolivia, esta vivienda es la que resulta de procesos de autoconstrucción espontanea de los propios pobladores. En el medio de ambos extremos se sitúan la mayoría de los otros países. Esto no significa de ninguna manera, que se desconozca el alto grado de heterogeneidad con que los problemas de la vivienda económica, social, de bajos ingresos o popular, se presentan en los países de la región y al interior de cada uno de ellos. Si bien tratamos sobre el tema de la vivienda intentaremos superar la visión fragmentaria y parcial de tipo sectorial, del modo como se ha hecho con la urbanización o el crecimiento urbano. Los asentamientos humanos y la vivienda no pueden tratarse en forma separada de los factores que influyen en la calidad de vida y el logro de los objetivos de desarrollo. Los prototipos de la vivienda popular La vivienda popular urbana suele concebirse como un producto caracterizado por varios elementos constitutivos que la identifican para efectos de la construcción de modelos arquetípicos: a) Se le reconoce como una vivienda de reducidas dimensiones en su espacio interior (el espacio multiusos y el número mínimo de habitaciones son un ejemplo de esto), b) Se le concibe como vivienda progresiva que se construye a través del tiempo sobre un lote con servicios (también progresivos de agua, desagüe y electricidad), c) En tercer lugar, es aquella vivienda experimental que surge de innovaciones de ingenieros y arquitectos, universidades, el Estado, empresas privadas o las Ongs en su interés por abaratar los costos y ofrecer un producto asequible a los sectores de más bajos ingresos, d) Finalmente es cualquier tipo de vivienda masiva con características homogéneas construida para familias de bajos ingresos, con áreas comunitarias predefinidas, por lo general en edificios multifamiliares. La vivienda popular es también su proceso de construcción, los valores y expectativas de las familias en una edificación con elementos que combinan los paquetes convencionales de la industria de la construcción de cada lugar con materiales y técnicas tradicionales de cada localidad. Es decir, es el resultado de la combinación de la ideología de lo moderno y convencional sumado a las tradiciones culturales y la falta de recursos económicos. Por eso la vivienda popular urbana no puede ser

comprendida sin un conocimiento mínimo de la tradición en la que se ha forjado y la historia de las familias que las construyen y las ocupan 13. En este abordaje se olvida por último que la vivienda popular urbana (mayoritaria en las regiones) nunca termina de construirse y se caracteriza por su edificación a través de procesos informales, con escaso o nulo control urbano sobre la calidad de lo fabricado, sin participación de profesionales y por autoconstrucción. Esto ocurre tanto en la vivienda de los llamados autoconstructores, como en las viviendas convencionales construidas casi exclusivamente por el estado para los sectores medios y bajos. Es sorprendentemente alto el número de viviendas independientes y departamentos en edificios que han sido transformados por sus ocupantes para adaptarlos mejor a sus propias necesidades, ganando espacios, mejorando la calidad de iluminación, ventilación, etc. Estas transformaciones de las viviendas son propias de los sectores populares en diferentes regiones del mundo. 14 La vivienda urbana informal Constituye un reto para los profesionales cuya actividad se vincula con el tema de la vivienda popular, imaginar de manera conjunta nuevas formas de apoyo a las familias pobres urbanas. Este trabajo multidisciplinario deberá plasmarse, entre otros aspectos, en el diseño de nuevos reglamentos de licencias construcción, control de obras e inscripción de edificaciones que rescaten la práctica procesal de construir y ocupar la vivienda de los pobres de las urbes latinoamericanas. Pero principalmente en la asesoría y acompañamiento para el mejoramiento de la calidad en el uso de la vivienda. Estos cambios no serán posibles si no se hace un esfuerzo importante para que los técnicos, profesionales, municipios y gobiernos se adecuen interactivamente al modo como las familias de los sectores populares urbanos conciben y utilizan la vivienda en los centros urbanos de América Latina. El uso que las familias hacen de sus viviendas muestra la importancia de evaluar y recuperar los diseños, materiales, y técnicas que se emplean y aplican en la construcción. Esto es clave destacarlo porque casi siempre se produce una asimilación parcial de la tecnología convencional de la ciudad, zona o región que se corresponde con los usos que las familias hacen de los espacios resultantes y las funciones que los caracterizan. Igualmente en los temas del financiamiento de la vivienda, el crédito y la construcción progresiva de la vivienda se requiere revisarlos a la luz de más factores que contribuyan a facilitar estos procesos. El estudio de los usos y funciones de la vivienda es un instrumento eficaz para encontrar nuevas alternativas a partir de las prácticas de las familias para armar estrategias que recuperen sus esfuerzos y redefinan sus limitaciones. La construcción de viviendas en altura o en edificaciones multifamiliares en barrios de estructuras no tradicionales, significa un cambio en los patrones usuales de

asentamiento de las familias en América Latina, el uso de la vivienda y la definición de su hábitat. Supone, al cambiar su entorno, la redefinición de las tradicionales relaciones sociales de las familias populares con las otras familias, las instituciones sociales y de la manera como utilizan sus viviendas. Esto ayudará a explicar como la vivienda popular es la vivienda construida, la calle y los espacios públicos inmediatos pero significativamente es también su uso y la calidad de éste. Algunas reflexiones finales Constituye un reto para los profesionales de distintas ramas, cuya actividad se vincula con el tema de la vivienda, imaginar nuevas formas de manera conjunta para apoyar convenientemente a las familias urbanas pobres. Este trabajo multidisciplinario por hacer deberá plasmarse en nuevos reglamentos de licencias construcción, control de obras e inscripción de edificaciones. Normas y procedimientos que deben sustentarse en las mejores prácticas de la propia población y no en la copia y aplicación de normas y procedimientos importados demasiado exigentes y sofisticados. Tan importante como estas normas es el desarrollo institucional de la asesoría y acompañamiento para el mejoramiento de la calidad en el uso de la vivienda. Esto no será posible si no se hace un esfuerzo importante para que los técnicos, profesionales, municipios y gobiernos se adecuen interactivamente al modo como las familias de los sectores populares urbanos conciben y utilizan la vivienda en los centros urbanos de América Latina. Esto implica por cierto plantear permanentemente una lectura de género sobre la concepción y los usos de la vivienda como espacio familiar. El uso de las viviendas muestra la importancia de recuperar los diseños, materiales, y técnicas que se emplean y aplican en la construcción. Esto es particularmente destacado porque casi siempre se produce una asimilación parcial de la tecnología convencional de la ciudad, zona o región. El empleo de los diseños, materiales y técnicas en las viviendas frecuentemente se corresponden con los usos de los espacios resultantes y las funciones que los caracterizan. La construcción en América Latina de viviendas en altura o construcciones multifamiliares en barrios con estructuras no tradicionales, significa un cambio en los patrones tradicionales de asentamiento de las familias y su relación con la vivienda y el hábitat. Implican, al cambiar su entorno ecológico, la redefinición de las relaciones sociales tradicionales de las familias populares con las otras familias, las instituciones sociales y también con la manera como utilizan sus viviendas. Los arquitectos deben saber que su labor de creación tiene que hacerse con mucho cuidado y calma, pues la mayoría de ellos no conocen y (peor aún) están llenos de prejuicios respecto de las necesidades de los pobres. Los profesionales de la antropología, etnología, trabajo social y sociología, por su parte, no tienen iniciativas serias para desarrollar su profesión en el terreno de la vivienda. ¿Por qué dejar que el diseño final de la vivienda popular esté en manos de economistas e ingenieros? (pues los arquitectos participan muy poco y muchas veces

únicamente se "adaptan" a los parámetros de las empresas constructoras o la lógica de los financistas). El diseño de viviendas, muebles y utensilios baratos de uso masivo es un reto que no se ha asumido con verdadera dedicación. Los múltiples ejemplos particulares de experiencias exitosas de creación entre los vecinos de los barrios populares no se recuperan ni difunden sistemáticamente. Da la impresión que el problema de la vivienda barata se soluciona con la construcción de un pequeño “módulo multiuso” para las familias y mobiliario y menaje copiados de otras sociedades y culturas. Sin embargo, las experiencias inteligentes y creativas de transformación y adaptación de las viviendas a las necesidades de las familias están para ser recogidas y sistematizadas desde hace mucho tiempo. Los temas del financiamiento de la vivienda, el crédito y la construcción de la vivienda progresiva requieren ser revisados a la luz de más factores que contribuyan a facilitar estos procesos. El estudio de los usos y funciones de la vivienda es un instrumento eficaz para encontrar nuevas alternativas a partir de las prácticas de las familias, sus esfuerzos y sus limitaciones. Finalmente, algunos temas resaltan para traducirlos en políticas: La necesidad de crear o introducir como nuevo tema de reflexión y debate las formas de atender eficientemente los requerimientos de espacios y condiciones apropiadas para el estudio y probablemente el esparcimiento infantil en la vivienda. La casa tradicional no separa la calle del interior de la vivienda ni tiene en cuenta el espacio de estudios y juegos como actividades diferenciadas. Este debería ser un motivo de reflexión y capacitación comunal. La división de los espacios y sus usos entre los géneros es un tema a seguir estudiando. Se trata de avanzar en la caracterización de cómo es un mapa de la autoridad y el poder dentro de las viviendas. El carácter multiuso de ciertos espacios, plantea la necesidad de incorporar versiones urbanas de vivienda versátiles que permitan que los espacios se utilicen con diversos fines a lo largo del día. A diferencia de la concepción moderna, la casa popular contemporánea es también un lugar de producción. El ama de casa usa la cocina no sólo para transformar alimentos y eventualmente realiza actividades productivas, sino que también en algunos casos como corral para la crianza de animales menores. Esta realidad plantea la necesidad de diseñar cocinas que tengan en cuenta estos datos. Lo mismo se puede decir con relación a los talleres que funcionan dentro de las viviendas que según su importancia pueden llegar a distorsionar gravemente el funcionamiento de la casa como vivienda. La identificación de la sala con la presentación, el estatus y la sociabilidad dirigida hacia afuera: vecinos amigos etc., es un tema muy importante de la cultura urbana, en

la vida diaria y la construcción de redes y prestigio de las familias. La asociación tan importante de la mesa con la comensalidad y la intimidad familiar debe llevar a considerar la gran importancia del comedor en el diseño de casas populares. El dilema entre la presencia de adultos dependientes y la falta de servicios sociales es un problema grave que afecta la calidad de vida de esas personas y del conjunto de la familia. Pareciera necesario sugerir la necesidad de una mayor sensibilidad frente a este tema desarrollando campañas que busquen que las municipalidades, clubes y asociaciones abran o creen algunos espacios para adultos dependientes. Es muy claro que la casa no se acaba de una vez, es un proceso abierto que se plasma progresivamente a través del tiempo. La transformación de las viviendas independientes y los departamentos en edificios, como un proceso muy frecuente debe ser tenido en cuenta en los programas de vivienda y construcción. 1

Parsons, Talcott The Isolated Conjugal Family, en Sociology of the Family, Michael Anderson (editor); Penguin Books Ltd, Inglaterra 1982.

2

Carrión, Fernando (Coordinador), Investigación Urbana en el Area Andina; Ciudad- IFEA, Quito, Ecuador 1988.

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9

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10

11 12

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14

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