La Fábrica de Tabacos de Gijón. Arqueología e Historia de un espacio milenario, Estudio de los materiales arqueológicos, 2016, 122-153

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Descripción

La Fábrica de Tabacos de Gijón

Edición científica:

Carmen Fernández Ochoa Almudena Orejas Saco del Valle Paloma García Díaz Fernando Gil Sendino

Arqueología e Historia de un espacio milenario

La Fábrica de Tabacos de Gijón. Arqueología e Historia de un espacio milenario Edición científica: Carmen Fernández Ochoa [et.al] 1.ª ed. Gijón: Ayuntamiento de Gijón, 2015 356 p: il. col. y n. 28 cm En portada: Almudena Orejas Saco del Valle, Paloma García Díaz y Fernando Gil Sendino ISBN: 978-84-89466-71-5 D.L.: AS 03929-2015 Fernández Ochoa, Carmen Fábrica de Tabacos de Gijón-Restos Arqueológicos Fábrica de Tabacos de Gijón-Historia 904(460.12 Gijón) 663.97(460.12 Gijón)

© de los textos e ilustraciones interiores: los autores © de las fotos interiores: los autores © Ayuntamiento de Gijón © de esta edición: Ayuntamiento de Gijón Plaza Mayor, 1. 33201 Gijón Diseño: Manuel Fernández (MF) Impresión: Cízero Digital, S.L. Depósito legal: AS 03929-2015 ISBN: 978-84-89466-71-5 Impreso en España. Printed in Spain

Índice

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20

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III Bajo el suelo de la Fábrica de Tabacos

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Introducción

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1

Historia del edificio de la Fábrica de Tabacos de Gijón

Paz García Quirós Nuria Vila Álvarez

44

2

Cigarreras de Gijón. La vida en torno a la Fábrica de Tabacos en clave de Historia Social

Paz García Quirós Nuria Vila Álvarez

70

3

La Casa del Forno: Un "convento" provisional para las Agustinas Recoletas

Carmen Fernández Ochoa

74

4

El Convento de religiosas Agustinas Recoletas de Gijón. Sobriedad fundacional y continuidad clasicista

Vidal de la Madrid Álvarez

86

5

Los restos arqueológicos del Convento

Carmen Fernández Ochoa Paloma García Díaz Fernando Gil Sendino Yolanda Álvarez González

98

6

La lucha por la supervivencia. Cimadevilla entre los siglos XV y XVII

Laura Sampedro Redondo

114

7

El registro arqueológico. Excavaciones en el Sector 20

Carmen Fernández Ochoa Paloma García Díaz Fernando Gil Sendino Almudena Orejas Saco del Valle

126

8

Estudio de los materiales arqueológicos

Carmen Fernández Ochoa Fernando Gil Sendino Javier Salido Domínguez

158

9

Arquitectura y función del pozo-depósito de Tabacalera

Carmen Fernández Ochoa Almudena Orejas Saco del Valle Fernando Gil Sendino

pág.

II

La génesis de un nuevo espacio urbano. El Convento de las monjas Agustinas Recoletas

Presentación

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I Paisaje urbano, historia y sociedad. La Fábrica de Tabacos de Gijón

17

pág.

112

IV Archivos bajo el barro

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182

184

10

El relleno sedimentario del pozo-depósito de la antigua Fábrica de Tabacos de Gijón: un archivo geológico de los siglos VI-VIII

Montserrat Jiménez-Sánchez Belén Naves-Ramos Daniel Ballesteros Santiago Giralt Ana Moreno Blas Valero-Garcés Vicente Jiménez Muñoz

194

11

Análisis sedimentológico del pozo-depósito de agua de la Tabacalera de Gijón. Interpretación de los resultados

Juan Sánchez Díaz Sabina Asins Velis Juan Bautista Marco Segura

200

12

Estudio palinológico del pozo-depósito de la Fábrica de Tabacos de Gijón

Sebastián Pérez Díaz José Antonio López Sáez

210

13

Las plantas enterradas: historia del uso y abandono del pozo-depósito de la Tabacalera de Gijón

Yolanda Carrión Marco Leonor Peña-Chocarro Diego Sabato Esther Checa Gómez Elena López-Romero González de la Aleja

226

14

La fauna del pozo-depósito romano de la Fábrica de Tabacos de Gijón. Aspectos generales de las unidades estratigráficas 25 y 26

Laura Llorente Rodríguez Carlos Nores Quesada Antonio Sánchez Marco Arturo Morales Muñiz

238

15

Caracterización morfométrica de los perros de la unidad estratigráfica 26 del pozodepósito de la Tabacalera (Canis familiaris)

Arturo Morales Muñiz Jimena López Arrabé Sara Casado Violat Laura Llorente Rodríguez

246

16

¿Nativo o foráneo? El meloncillo de Tabacalera y su aportación a la historia de la especie

Laura Llorente Rodríguez Carlos Nores Quesada Philippe Gaubert Arturo Morales Muñiz

252

17

Los peces del pozo-depósito de Tabacalera (Unidad estratigráfica 26)

Eufrasia Roselló Izquierdo Arturo Morales Muñiz

260

18

Los moluscos del pozo-depósito de Tabacalera

Laura Llorente Rodríguez Arturo Morales Muñiz

266

19

Los ácaros oribátidos subfósiles del pozo-depósito de la Tabacalera de Gijón. Aproximación a la reconstrucción del paleoambiente

Andrea González Ibáñez

276

20

Un ácaro confirma la presencia histórica de Microtus arvalis en la costa asturiana

Andrea González Ibáñez Carlos Nores Quesada

Epílogo Gijón entre la Antigüedad y la Edad Media

pág.

280

Gijón entre a Antigüedad y la Edad Media

Carmen Fernández Ochoa Avelino Gutiérrez González Almudena Orejas Saco del Valle

298

Anexo I Documentación del edificio de la Fábrica de Tabacos y su contexto. Topometría láser 3D y cartografía inversa

José Antonio Suárez García Pelayo González-Pumariega Solís Ramón Jesús Argüelles Fraga Beatriz Rodríguez Fernández

315

Anexo II Excavaciones en la antigua Fábrica de Tabacos. Naves y patios exteriores

Fernando Gil Sendino Yolanda Álvarez González Luis Francisco López González Miguel Ángel López Marcos

322

Anexo III Uso y abandono del pozo-depósito romano de la antigua Fábrica de Tabacos de Gijón a través de sus materiales y estado de conservación

Miguel Ángel López Marcos

332

Anexo IV Estudio de dos enterramientos hallados en la antigua Fábrica de Tabacos de Gijón

Josefina Rascón Pérez Guillermo Pimentel de Francisco Manuel Campo Martín Óscar Cambra-Moo Armando González Martín

343

Anexo V El acuífero del Cerro de Santa Catalina

Rafael Alonso Ojeda

282

pág.

Anexos

297

pág.

349

SUMMARY

350

The Tobacco Factory of Gijón. Archaeology and History of a millenary space

8

Estudio de los materiales arqueológicos

Carmen Fernández Ochoa Fernando Gil Sendino

Estudio de los materiales arquelógicos

Javier Salido Domínguez1

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El contenido del pozo-depósito de Tabacalera es el resultado del abandono de esta estructura, convertida en vertedero de escombros a partir de finales del siglo V d.C. o inicios del siglo VI d.C. Los materiales, en consecuencia, no se encontraron en su contexto original de utilización, sino que fueron depositados en distintos momentos formando una compleja acumulación de piezas de diversa funcionalidad, diferente procedencia y distinta cronología. Los objetos pudieron arrojarse de forma intencionada o caer de manera accidental, pero la deposición final del conjunto exhumado presentaba las variantes derivadas de un relleno de piezas de todo tipo (ecofactos y artefactos), con frecuencia en un ambiente acuoso que provocó la fluctuación lógica de la posición de las piezas. Por otra parte, el mantenimiento de los materiales en un medio anaerobio ha permitido su extraordinaria preservación y ha posibilitado un adecuado tratamiento para la conservación y restauración del material extraído (vid. Anexo III. Uso y abandono del pozo-depósito). Los datos cronológicos aportados por los análisis de carbono 14 (vid. capítulo El registro arqueológico. Excavaciones en el Sector 20, tabla y gráfico 3) han proporcionado una información trascendental para determinar con mayor precisión la datación de algunas piezas, dentro de un arco cronológico que va del siglo VI al VIII.

1 ––– LAS PRODUCCIONES CERÁMICAS La muestra de materiales cerámicos exhumados en los niveles de época romana y medieval es muy escasa. Pese a ello, son indicativos del momento en que el pozo-depósito se convirtió en vertedero y de las etapas en las que se produjo su colmatación. Las cerámicas romanas y tardoantiguas proceden de dos unidades estratigráficas que reflejan los procesos de abandono y amortización del pozo y presentan cierta

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homogeneidad, de manera que es posible realizar su análisis en conjunto (apartado 1.1.). Sin embargo, el elenco de materiales medievales cubre un amplio arco cronológico y presenta una notable variabilidad morfológica, tecnológica y decorativa a lo largo de más de ocho siglos. Por ello, para afrontar el estudio de estas piezas (apartado 1.2.) resulta más conveniente su análisis en dos grupos: la época alto y pleno medieval (UUEE 23 y 22) y el Bajo Medievo (UUEE 18 y 16). 1.1. Cerámica romana y tardoantigua 1.1.1. Terra sigillata hispánica (TSH) La representación de la TSH en el interior del pozo romano de Tabacalera se reduce a un único fragmento de pared hallado en la UE 18, un estrato formado en época bajomedieval a partir de la remoción de distintas tierras y rellenos para nivelar el terreno y conformar una nueva superficie horizontal (vid. capítulo El registro arqueológico. Excavaciones en el sector 20). El fragmento cerámico aparece muy rodado y con el barniz prácticamente perdido. Su presencia en la estratigrafía de Tabacalera es meramente testimonial, pero se suma a los ejemplares procedentes de los contextos de época altoimperial documentados en Cimadevilla (Fernández Ochoa y Zarzalejos, en prensa). 1.1.2. Terra sigillata hispanica tardía (TSHT) En la UE 26 se recogió un fragmento de TSHT. Es el único de esta producción que se ha recuperado en el proceso de excavación del interior del pozo-depósito romano. Se trata de un borde perteneciente a un cuenco de la forma 37T, provisto de labio de sección alargada y levemente engrosado al exterior (lámina 1, n.º 1). Solamente se conserva el borde, por lo cual resulta imposible determinar si contó con decoración. Por sus características tecnológicas, la pieza debe de proceder de un taller de la zona riojana-Valle del Ebro (Paz Peralta, 2008; Fernández, 2014: 300).

El pequeño tamaño del fragmento impide aquilatar la datación del cuenco, más allá de la genérica de estas piezas: a partir de mediados del siglo IV y durante el siglo V d.C. 1.1.3. Terra sigillata africana D Un pequeño cuenco de la forma Hayes 91c se recuperó también en el citado nivel 26. Se trata de un fragmento de base, decorado con ruedecilla en su interior (lámina 1, nº 2). Las características de las pastas, finas y bien decantadas, y del engobe con poco brillo, casi mate, nos permiten asociar el fragmento al tipo D1 (Carandini et al., 1981: 14) fabricado en el valle del río Merjeda, en el gran centro productor de El Mahrine o en alguno de los pequeños talleres dependientes de la zona (Mackensen y Schenider, 2002). Estos ejemplares se atribuyen a un periodo de fabricación entre los años 530 y 600 d.C. (Hayes, 1972; Bonifay, 2004). En esta misma etapa se datan los ejemplares de la forma 91c procedentes de Vigo, que se hallaron en contextos fechados en el segundo tercio del siglo VI d.C., si bien con posibles perduraciones hasta inicios del siglo VII d.C. (Fernández, 2014: 177). En las excavaciones realizadas en el casco histórico de Gijón (Fernández Ochoa et al., 1992) se recuperaron seis piezas que correspondían a las formas Hayes 91c (3), Hayes 99 (1) y Hayes 104, variante Gijón (2). La pieza de Tabacalera incrementa el número de cuencos Hayes 91c identificados en la ciudad. Estos boles son sin duda una de las formas de TSA D mejor representadas en el noroeste peninsular y definen, junto con las cerámicas focenses, la TSGGT (DSP A) y las ánforas orientales, un horizonte comercial marítimo en pleno auge durante la primera mitad del siglo VI, que se rastrea por toda la costa atlántica lusitana, la cornisa cantábrica, Aquitania y el sur de las Islas Británicas (Fernández Ochoa et al., 1992; Reynolds, 2007; Fernández, 2014). 1.1.4. Imitaciones de terra sigillata gris gálica tardía (DSP A)2 La excavación de la UE 26 del pozo-depósito romano de Tabacalera ha aportado también un fragmento de base de cuenco de imitación de TSGGT (lámina 1, n.º 3) identificable con la forma Rigoir 6, presente casi siempre en los distintos repertorios tardoantiguos del noroeste y de la cornisa cantábrica (Fernández Ochoa et al., 1992). Sus pastas depuradas y bien decantadas así como su cocción reductora muy regular, llevan a integrar esta pieza dentro del grupo A de las imitaciones de TSGGT, de acuerdo con estudios previos sobre estas producciones halladas en Gijón (Uscatescu et al., 1994; Fernández Ochoa y Zarzalejos, 1997: 96). Estos ejemplares permanecen en los circuitos comerciales al menos durante la segunda mitad del siglo V y la primera mitad de la centuria siguiente (Uscatescu et al., 1994: 219; Fernández, 2014: 283-284).

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1.1.5. Cerámica común romana El estudio de las producciones de la cerámica común romana se basa en los criterios de análisis por grupos tecnológicos que se aplican, desde hace años, a los repertorios cerámicos hallados de las excavaciones de Gijón (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 1997: 96-104; Fernández Ochoa, et al., 2005-2006; Fernández Ochoa et al., 2012). Grupo 2 Procedente de la UE 26, contamos con un pequeño fragmento de base plana de una forma cerrada, horneada en un ambiente alterno, con la pasta bien decantada de color gris claro y las superficies anaranjadas (lámina 1, n.º 4). Esta pieza pertenece al grupo 2, que se define tecnológicamente por el manejo de arcillas compactas, con desgrasantes finos micáceos y fractura irregular. Las cocciones son generalmente mixtas, con las superficies anaranjadas o pardas y el nervio gris claro. La producción de este grupo se corresponde con las llamadas inicialmente “ollas de borde plano inciso” y, más adelante, cerámicas “no torneadas”, en cuya tipología dominan las formas cerradas de perfil ovoide, ollas de borde plano triangular y jarras, aunque también se adscriben a este grupo cuencos y platos. En cuanto a la factura de esta pieza, la regularidad de los bordes y paredes nos inclinan a defender el uso del torno lento para su fabricación; sin embargo, algunos autores consideran que todas estas piezas se fabricaron a mano o con el uso esporádico de tornos lentos (Rachin et al., 1996; Martinez Salcedo, 2004; Esteban et al., 2012) cuestión ésta que permanece en discusión, ya que se pueden mantener ciertas reservas sobre la calificación tecnológica de cerámica “no torneada” aplicada a estos recipientes (Fernández Ochoa et al., 2012: 59; Fernández Ochoa y Zarzalejos, en prensa). En cuanto a su denominación, tampoco existe unanimidad entre los investigadores. Aguarod ha propuesto el nombre de “cerámicas comunes tarraconense-aquitanas” (CoTAq), mientras que el grupo de investigación vasco-francés (Esteban et al., 2012: 10, nota 1) las designa como “cerámica no torneada Aquitano Tarraconense” (CNT AQTA). Tampoco parece adecuado un apelativo toponímico relacionado, tan sólo, con una de sus áreas de aparición, como sucede con el nombre de “cerámica común Golfo de Bizkaia” que le otorgan algunos estudiosos (Amondarain y Urteaga, 2012). Estas discrepancias han de ponerse en relación con los resultados de los análisis arqueométricos. Para los investigadores vasco-franceses, las arcillas de esta producción proceden todas del sur de Aquitania, mientras el quipo del Valle del Ebro sostiene que también se elaboraron piezas de este tipo en la cuenca del citado río. Las características tecnológicas del grupo 2 podrían ponerse en relación con el grupo de Pasta I que han identificado Aguarod y Lapuente sobre muestras de las termas de Gijón. Dicha pasta posee unos componentes volcánicos minoritarios (tranquiandesita) que se encuentran

Estudio de los materiales arquelógicos

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en muestras de diversos yacimientos de la comarca zaragozana de las Cinco Villas, en la villa de La Dehesa de Soria o en Calagurris (Fernández Ochoa y Zarzalejos, en prensa). Continúan sin estar resueltos los aspectos funcionales de estos recipientes. Hace ya unos años se planteó la posibilidad de que la forma más abundante, es decir, las ollas, respondiese a contenedores de productos que se comercializaban en una amplia zona de la Tarraconense y Aquitania (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 1999). Esta propuesta se basaba, además, en la frecuente aparición, en los bordes de estas ollas, de los signos X y V que sugerían una medida de capacidad. Recientemente se han encontrado piezas con otras letras no relacionadas con numerales, lo que permite excluir esta propuesta tal y como se formuló en su día. La adscripción cronológica de estos ejemplares también resulta problemática, ya que, aunque son predominantes en ambientes tardíos, aparecen también en contextos altoimperiales como se ha comprobado en Veranes (Fernández Ochoa et al., 2012), sin que se aprecien características tecnológicas que diferencien la elaboración de las piezas durante prácticamente cuatro siglos. Siguen, pues, abiertos debates sobre estas producciones: denominación, aspectos funcionales, centros de fabricación, interés por su comercialización, etcétera. Grupo 5 En el estrato 26 se recogió un fragmento de pared con fractura irregular, pastas bien decantadas y desgrasantes finos micáceos (lámina 1, n.º 5). La pieza, cocida en un ambiente reductor, pertenece a una forma cerrada de pequeñas dimensiones con los acabados cuidados y decoración espatulada de líneas verticales paralelas. Este ejemplar se puede incluir en el Grupo 5, según la clasificación establecida en los estudios de la muralla gijonesa. Se caracteriza por presentar pastas de consistencia dura y compacta, con desgrasantes micáceos finos y muy finos. Se trata de piezas elaboradas con tornos rápidos, que muestran acabados muy cuidados, alisados, bruñidos y espatulados. Las cocciones, muy regulares, se realizaron en ambientes reductores. Predominan las formas cerradas (ollas y jarras), mientras que las formas abiertas como los platos, cuencos o cazuelas parecen minoritarias (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 1997: 102). Grupo 10 Las piezas que incluimos en el grupo 10 de Gijón se caracterizan por presentar pastas muy duras, poco decantadas y fracturas irregulares. Están elaboradas a torno rápido y muestran en su interior las líneas del torno bien marcadas. Las cocciones pueden ser reductoras, mixtas y, en un porcentaje muy inferior, oxidantes. Las superficies presentan ligeros acabados alisados y pueden aparecer vesículas oscuras, fruto de la fusión de los desgrasantes por las elevadas temperaturas de la cocción. Las formas predominantes son las ollas y los cuencos (Fernández Ochoa y Zarzalejos,

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1997: 104). Los barros para confeccionar esta producción proceden de canteras locales y en época medieval, siguen presentes, aunque se distinguen bien por el cambio tecnológico del torno, ya que en el Medievo las cerámicas se realizan con torneados lentos y desaparecen las características líneas de torno del interior de las piezas. Las cerámicas del grupo 10 no suelen llevar decoraciones, aunque en ocasiones se pueden encontrar ejemplares con estampillados e incisiones. En el mismo nivel 26, de clara formación tardoantigua, este es el grupo de cerámicas mejor representado con seis ejemplares: tres fragmentos de pared y una base plana pertenecientes a formas cerradas y globulares. El conjunto lo completan la base de un cuenco y un ejemplar de pie trípode. El cuenco, de pastas decantadas y acabado alisado, presenta vacuolas en su superficie exterior y se coció a altas temperaturas en un horno de ambiente mixto. Muestra el nervio de la cerámica un color gris muy claro y las superficies son beige-rosáceas (lámina 1, nº 6). Este bol mantiene las mismas características de factura, pastas y morfología que otro cuenco encontrado en las excavaciones de las termas de Campo Valdés3, en un horizonte tardoantiguo (Fernández Ochoa et al., 1992). Su presencia en la estratigrafía gijonesa se relaciona siempre con esa etapa, acompañando a las producciones africanas, aquitanas y orientales. Piezas de esta producción no se han encontrado en contextos anteriores a la mitad del siglo V y perduran sin problemas hasta el siglo VII. Más incierta resulta la procedencia de la pieza cerámica con trípode hallada en Tabacalera (lámina 1, n.º 7). Este ejemplar presenta características tecnológicas adscribibles claramente al grupo 10, como son las pastas muy duras, la cocción mixta a altas temperaturas o las superficies de tonos rosa-violáceos. Sin embargo, se aprecia la presencia de desgrasantes finos micáceos, ausentes en otros ejemplos conocidos del grupo 10 y que nos remiten a producciones foráneas. Por otro lado, solo se conserva un vástago, por lo que es imposible definir la forma de la cerámica, pudiendo ser un cuenco, una cazuela o escudilla o una forma globular cerrada tipo jarra u olla. Las formas abiertas con trípode, tipo vasos o cazuelas (tripes), pueden tener su origen en la península itálica (Aguarod, 1991; Aguarod y Mostalac, 1983; Luezas, 1998), aunque hay investigadores que proponen para algunos modelos un origen aquitano (Mezquiriz, 2002). En la Península Ibérica están presentes desde época republicana y forman parte de los repertorios de algunos alfares del Valle del Ebro como el de Turiaso (Aguarod, 1984). Se conocen ejemplos en diferentes emplazamientos del valle del Ebro y el País Vasco como Forua, Veleia, Pompaelo, Calagurris, Celsa, Turiaso o Caesaraugusta, con dataciones que oscilan entre el siglo I y el IV d.C. (Martínez Salcedo, 2004; Mezquiriz, 2002; Luezas, 1998). En necrópolis tardoantiguas se han recuperado también recipientes trípodes que se corresponden con formas cerradas, ollas y jarras de cuerpos globulares o piriformes, como los

encontrados en la necrópolis visigoda de Écija (Barragán, 2012), que se pueden datar entre los siglos VI y VII d.C. Otros ejemplos de ollas trípodes aparecen en horizontes paleoemirales de Jaén, el Trampal (Cáceres) o Recópolis (Guadalajara) (Caballero et al., 2003), cuyos precedentes remiten también a modelos tardoantiguos (Alba y Gutiérrez, 2008). En resumen, esta pieza gijonesa, se puede considerar una producción tardoantigua, que continúa las tradiciones tipológicas de los vasos y cazuelas romanas con trípode identificadas en el Valle del Ebro y Aquitania. Otros recipientes Dentro del conjunto de piezas de época tardoantigua que hasta la fecha no se habían documentado en Gijón, destacan dos ejemplares procedentes de las UUEE 24 y 25. En el estrato 25, se halló un recipiente globular (TB08.20.82.1) al que le falta el cuello, las asas y el borde, pero cuyo perfil recuerda a jarros y botellas tardoantiguas (olpes o diotae) habituales en los repertorios peninsulares funerarios y domésticos de los siglos VI y VII (lámina 2, n.º 1). La pieza presenta una pasta poco decantada, de color amarillento grisáceo con las superficies alisadas y desgrasantes cuarcíticos heterométricos. El recipiente se fabricó con torno rápido en un horno de ambiente alterno. Presenta decoración incisa realizada con peine de cinco púas plasmada sobre la mitad superior del cuerpo globular y organizada en bandas horizontales que combinan líneas paralelas con pequeñas ondas. Piezas con un modelo decorativo similar, fechadas en el siglo V d.C., aparecen en las termas de la calle Padre Blanco de Astorga pero, desde el punto de vista tecnológico, la jarra o botella de Gijón no responde a las características de los grupos establecidos por Paz Peralta para las producciones grises asturicenses, ni siquiera se asemeja al segundo grupo de fabricación de estas cerámicas que presenta una pasta más blanda y una cocción a menor temperatura, aspectos éstos que también se observan en el ejemplar de Tabacalera (Paz Peralta, 2013: 218). Ciertamente, en las colecciones cerámicas tardoantiguas de los siglos VI y VII encontramos numerosos ejemplos formales y decorativos relacionables con la pieza gijonesa como, por ejemplo, los de la necrópolis de la iglesia de Vega del Mar (San Pedro de Alcántara, Málaga) (Pérez de Barradas, 1934)4. También aparecen en ajuares domésticos como los hallados en las excavaciones del área arqueológica de la Morería (Mérida) (Alba y Feijó, 2003) y, sobre todo, en las producciones cerámicas del Valle del Duero (Larrén et al., 2003; Gutierrez y Miguel, en prensa). En la UE 24 se recuperó el borde de una forma abierta (TB08.20.80.1), un plato o una fuente de producción regional, confeccionada con torneado rápido en un horno de ambiente oxidante, con las pastas duras, anaranjadas claras, de tacto arenoso y desgrasantes finos y medios micáceos, cuarcíticos y cerámicos (lámina 3, UE 24, n.º 1). Aunque las pastas recuerdan

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a producciones plenomedievales de la región (Gutiérrez, 2003; Fernández Ochoa et al., 2005-2006), las características morfológicas de la pieza y su posición estratigráfica permiten datar la cerámica en tiempos anteriores a la monarquía asturiana en algún momento del siglo VII o quizás inicios del VIII. En resumen, los materiales cerámicos de la UE26, que es el estrato que se asienta sobre el fondo del pozo-depósito, forman un grupo de cronología homogénea, con una datación que bien puede fijarse entre finales del siglo V d.C. y la primera mitad del siglo VI d. C. Este conjunto responde al mismo patrón material que hemos localizado en otros contextos tardoantiguos de la ciudad de Gijón (Fernández Ochoa et al., 1992: 105-149; Fernández Ochoa, 1997)5 y que se constatan también en otros núcleos litorales del norte y noroeste peninsular (Fernández, 2013: 166-178). Tanto los centros portuarios de la fachada atlántica, como los de la cornisa cantábrica, revelan un apogeo comercial para este momento que pone de manifiesto la continuidad de las rutas comerciales tardías entre la ciudad de Gijón y los enclaves mediterráneos del norte de África o del oriente bizantino así como de la más próxima región aquitana. 1.2. Cerámica medieval Las cerámicas medievales recuperadas en la excavación del pozo de la Fábrica de Tabacos de Gijón forman un pequeño grupo de piezas heterogéneas procedentes de varios estratos asignables a un amplio intervalo cronológico entre los siglos VIII y XVI. El conjunto lo componen en su mayoría pequeños fragmentos de piezas con formas cerradas, ollas y jarras, fabricadas con torneado lento, elaboradas con pastas duras poco decantadas y cocidas en hornos de ambiente reductor o mixto, siendo las facturas oxidantes minoritarias. Las decoraciones que presentan estos ejemplares son incisas, con motivos de ondas, peinados verticales y horizontales y, en algunos casos, ungulaciones. La heterogeneidad de las pastas, así como las diferencias en las cocciones, acabados y decoraciones muestran un panorama de producciones y procedencias diferentes dentro del ámbito regional. Las investigaciones llevadas a cabo por Avelino Gutiérrez en el castillo de Peñaferruz han permitido establecer la secuencia de la cerámica medieval regional entre los siglos IX y XIII. En el presente estudio, para los estratos 23 y 22, seguimos las seriaciones desarrolladas en su día por este investigador, quien diferencia cinco grupos basados en características tecnológicas y variables morfológicas y decorativas (Gutiérrez, 2003: 68-229). Las cerámicas medievales de los estratos 18 y 16 presentan en conjunto particularidades que las diferencian de las UUEE precedentes y se observa como muchas de las piezas pertenecen a producciones posteriores en el tiempo a las atestiguadas en el Castillo de Peñaferruz.

Estudio de los materiales arquelógicos

1.2.1. Unidades estratigráficas 23 y 22 Serie A En el estrato 23 contamos con dos fragmentos de pared de la serie A, con superficies pardo-anaranjadas y el nervio gris, elaboradas con un torneado lento y cocción alterna (Lámina 3 UE 23, n.º 1 y 2). Presentan desgrasantes heterométricos cuarcíticos, calizos y micáceos. Un fragmento conserva decoración incisa a peine de líneas verticales. Perteneciente a esta misma serie se recogieron en la UE 22 cuatro fragmentos de pared con decoración incisa a peine de líneas horizontales y un asa decorada con punciones (lámina 3, UE 22, n.º 1 y 2).

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Serie B Se incluyen en ella tres fragmentos de pared, con las superficies negras o grises y el centro rojizo hallados en el estrato 23. Se corresponden con formas cerradas, cocidas en un ambiente alterno y fabricadas con torneados lentos. Las pastas muy duras contienen desgrasantes cuarcíticos y calizos. En un caso la cerámica presenta decoración incisa de líneas paralelas horizontales (lámina 3, UE 23, n.º 1). En la UE 22 se ha contabilizado 17 fragmentos: 2 bases planas, 2 asas con decoración de punciones, 13 fragmentos de pared con decoración incisa a peine de líneas horizontales y un fragmento con decoración de líneas verticales (lámina 3, UE 22, n.º 3, 4, 5, 6 y 7). Las decoraciones aparecen siempre en el cuerpo globular y en el hombro de las ollas-jarras. Serie C Esta serie se caracteriza por las cocciones a altas temperaturas en hornos de ambiente reductor y pastas muy duras elaboradas con torneados lentos de colores gris azulados que contienen desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. En las superficies de las cerámicas se aprecian pequeñas vacuolas similares a las descritas en el grupo 10 de la cerámica común romana. En la UE 23 se encontraron 3 fragmentos informes de este grupo y en el estrato 22 una base plana, un asa con punciones, tres fragmentos de pared con decoración incisa a peine de líneas horizontales y un fragmento de borde exvasado de sección redondeada (lámina 3, UE 22, n.º 8 y 9). Serie D El elenco de cerámicas pertenecientes a la serie D se caracteriza por las cocciones en ambientes oxidantes que aportan a las pastas tonos rojizos y anaranjados. Las facturas se llevan a cabo con torneados lentos y pastas que contienen desgrasantes heterométricos de caliza, cuarcita, chamota cerámica y mica. En la UE 23 se recuperaron cinco fragmentos de pared de los cuales uno conserva decoración incisa peinada de líneas verticales (lámina 3, UE 23, n.º 2). El estrato 22 aportó ocho fragmentos cerámicos entre los que se identificó una base plana, un asa de sección elipsoidal y cuatro fragmentos de pared con decoración incisa a peine de líneas verticales.

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El repertorio de materiales pertenecientes a estos dos estratos resulta insuficiente para acometer un estudio más completo y, sobre todo, más ajustado cronológicamente. Las series A, C y D se encuentran presentes en distintos porcentajes en los contextos medievales de los siglos IX al XIII. La serie B sin embargo es habitual en niveles arqueológicos formados en los siglos XII y XIII (Gutiérrez, 2003: 194-204). El aumento significativo de fragmentos de la serie B en el estrato 22 nos permite esbozar una secuencia cronológica básica en la que el estrato 23 se formaría entre los siglos VIII y XII, mientras que el marco cronológico del nivel 22 se sitúa entre la segunda mitad del siglo XII y el siglo XIII. 1.2.2. Unidades estratigráficas 18 y 16 El nivel 18 cuenta con un total de 63 fragmentos cerámicos, 29 de los cuales pueden ser asignados a los grupos seriados alto y plenomedievales. Se trata de 6 fragmentos de la serie A, 2 de la serie B, 8 ejemplares de la serie C y 13 pertenecientes a la serie D. La UE 16 cuenta solo con objetos cerámicos bajomedievales y modernos. Se observa cómo la serie B, cerámicas características de los momentos plenomedivales, reducen considerablemente su presencia, mientras que las series A, C y D se mantienen en porcentajes reducidos. En cuanto a los modelos bajomedievales representados en la estratigrafía de Tabacalera, hemos individualizado un pequeño conjunto con las pastas muy duras, de nervio gris oscuro y superficies pardas violáceas y desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Las cerámicas se cocieron a altas temperaturas en hornos de ambiente alterno, reductores con acabados oxidantes, y fueron fabricadas con torneados lentos. Las formas identificadas son sobre todo jarras con decoraciones incisas y ungulaciones (lámina 4, UE 18, n.º 2, 6, 7, 8, 13 y 14). Asimismo, contamos también con un grupo de cerámicas caracterizadas por tener las pastas rojizas y pardas oscuras y sus superficies negruzcas o grises muy oscuras. Las formas predominantes son cerradas, ollas y jarras, con decoraciones incisas regulares horizontales y peinados verticales y horizontales (lámina 11, n.º 7). Estas cerámicas se fabricaron con pastas decantadas de desgrasantes finos calizos y presentan una buena factura, llevada a cabo con torneados lentos y, en algunos casos, con tornos rápidos. El elenco de cerámicas oxidantes se encuentra bien representado con ollas y jarritas de pastas anaranjadas y rojizas, decantadas, con desgrasnates finos calizos y micáceos. Las piezas se facturaron con torneados lentos y rápidos y presentan decoraciones incisas de líneas horizontales regulares (lámina 4, UE 18, n.º 3, 4 y 5). Sin embargo, la representación de ejemplares fabricados en hornos reductores es muy exigua, con formas cerradas, de base plana y pastas negruzcas decantadas (lámina 4, UE 18 n.º 1, 9, 10 y 12).

Los ejemplos hallados en Tabacalera no difieren de los que conforman los repertorios bajomedievales de Gijón, Oviedo y otras villas del Principado y que los investigadores han ido publicando en los últimos años (García Fernández, 2009: 51; Sánchez y Menéndez, 2009: 94-95; Menéndez y Sánchez, 2009: 101; Montes y Hevia, 2014: 459). Entre el muestrario de cerámicas de este estrato se encuentra un cuenco de pasta gris clara y superficies de color beige (lámina 4, UE 18, n.º 11). La pieza se elaboró con torneado lento y una pasta poco decantada que contiene desgrasantes hetereométricos cuarcíticos. Aunque las características tecnológicas nos remiten a producciones medievales, el bol recuerda modelos tardoantiguos presentes en contextos de los siglos VI y VII en Gijón. Entre estos materiales se ha recogido un fragmento de pared de una pequeña jarra vidriada, con la pasta bien decantada y el vidriado verdoso, tanto en el interior como en el exterior de la pieza (TB08 20 30). La cerámica procede de talleres del centro-suroeste de Francia, tipo Saintogne (Charente) y resulta frecuente en los repertorios de las villas portuarias como Gijón, Avilés o Villaviciosa (lámina 4, UE 18, n.º 15). Estas producciones se localizan habitualmente en contextos arqueológicos fechados entre mediados del siglo XIII y el siglo XIV (Gutiérrez et al., en prensa). El estrato 16 cuenta con escasos ejemplos de piezas que conserven características tecnológicas equiparables a lo observado en el estrato 18. Se mantienen las cocciones reductoras, alternas y oxidantes, las pastas están decantadas con desgrasantes finos y los tornos rápidos cada vez están más presentes (lámina 4, UE 16, n.º 2 y 3). Entre los objetos recuperados encontramos el borde y arranque de asa de un cántaro elaborado con pastas amarillentas-rosaceas, bien decantadas y con abundantes micas. La pieza fue cocida en un ambiente oxidante y fabricada con torneado lento. Presenta decoración de pequeñas punciones en el borde horizontal y en el asa (lámina 4, UE 16, n.º 1). La cerámica mantiene una serie de características tecnológicas y morfológicas que nos remiten a los alfares del valle del Duero, posiblemente el alfar de Muelas de Pan en Zamora, donde en la Baja Edad Media y durante la época moderna se confeccionan las conocidas “cerámicas micáceas” (Villanueva Zubizarreta, 2011: 107).

Figura 1 Portaviandas de madera de aliso.

2 ––– LAS PIEZAS DE MADERA Durante la excavación del depósito, se localizaron varios objetos de madera entre los que destaca la vajilla y recipientes de madera, cubos, una silla y otros utensilios como una clavija de un instrumento musical y un travesaño posiblemente relacionado con la elevación del agua del pozo. Se trata de un descubrimiento poco frecuente en la Península Ibérica, ya que las piezas se han conservado gracias a las condiciones anaerobias creadas en el interior del depósito. Los detalles sobre sus dataciones se han recogido en la tabla con las fechas 14C obtenidas (capítulo El registro arqueológico. Excavaciones en el Sector 20, tabla y gráfico 3), y los detalles sobre el proceso de extracción, restauración y conservación de las maderas en el Anexo III (Uso y abandono del pozo-depósito). Desde la Antigüedad el uso de la madera debió de ser generalizado para la fabricación de todo tipo de enseres que comprenden desde magníficas obras de arte hasta objetos de uso cotidiano, además de ser empleado como material de construcción con diversos fines (arquitectónico, naval, hidráulico...). Las especiales condiciones ambientales del medio en que deben aparecer tales objetos, principalmente en ambientes subacuáticos o en ausencia de oxígeno, explican la casi ausencia de restos de madera documentados hasta el momento en contextos arqueológicos. En el caso concreto de la Península Ibérica, donde predominan los suelos ácidos y secos y con escasa potencia, los testimonios materiales de objetos realizados en madera son muy limitados. Es por ello que resultan tan interesantes los materiales lígneos hallados en la antigua Fábrica de Tabacos de Gijón. 2.1. La vajilla de madera La vajilla de madera se encuentra pobremente representada en la Península Ibérica, por ello, las piezas recuperadas en el pozo-depósito, esencialmente un recipiente portaviandas, un plato y una fuente, constituyen hallazgos singulares. El carácter perecedero de estos utensilios explica su escasa representación en la cultura material romana y tardoantigua que ha llegado hasta nosotros, aunque las fuentes clásicas nos informan sobre su uso6. 2.1.1. Recipiente portaviandas Entre el material documentado se halla un recipiente de madera que hasta el momento apenas se ha atestiguado en otras regiones del occidente romano. Se trata de un envase cerrado de madera de aliso (Alnus sp.), de forma ovalada, que mide aproximadamente 18 × 10 cm (figura 1 y lámina 2 B) (TB09.20.82C.12), aparecido en la UE 25. Se ha podido datar por 14C en la segunda mitad del siglo VI y la primera del VII d.C7. En uno de sus lados presenta una tapa redonda que se ajusta perfectamente al orificio central. En uno de

Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

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Estudio de los materiales arquelógicos

Figura 2 Fuente de madera de roble (Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

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sus extremos cuenta con un asa horizontal, de tendencia triangular; el otro lado de la pieza está decorado con un motivo semiesférico. El mal estado de conservación del recipiente, que se halló completamente deformado por la presión de los sedimentos, impide reconocer su forma exacta original. No obstante, el cierre y la notable concentración de sales en su interior –que obligó prolongar el proceso de restauración de la pieza—llevan a pensar que se trata de un portaviandas que debió de emplearse para el transporte y conservación de alimentos a corto y medio plazo, posiblemente en salmuera. El único recipiente de madera con una función similar que se ha podido localizar procede del pecio de la Fortuna Maris, nave de finales del siglo I a. C. descubierta en 1981 a pocos kilómetros de Comacchio (Emilia-Romagna, Italia) (Berti, 1990: 247-252, n.º 208; Pugsley, 2001: 111). Aunque la tipología de la pieza es muy distinta a la encontrada en la Fábrica de Tabacos, su función debió de ser similar, pues también fue interpretada como contenedor de alimentos. Está compuesto de dos receptáculos de madera de tilo (Tilia sp.), uno hemisférico de fondo plano y otro cilíndrico, unidos por un mango hueco de sección cuadrangular, cerrado por una tapa. El recipiente se podía abrir mediante el giro de una bisagra dispuesta entre el asidero y el receptáculo de mayores dimensiones. También se podía cerrar el recipiente mediante unas charnelas de bronce que disponía a ambos extremos. En este caso, debió de servir no sólo para la conservación de alimentos, sino también para mantener la temperatura de

Figura 3a y b Plato de madera durante el proceso de excavación y tras la restauración de la pieza. Fotografías de Terra Arqueos y de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón. FMCE y UP del Ayuntamiento de Gijón

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los mismos, lo que explica el cierre hermético con los apliques de bronce. Los escasos ejemplares de cajas y píxides de época romana conservados no responden a las mismas características, ni tuvieron como finalidad la conservación de alimentos (Earwood, 1993: 105-107; Pugsley, 2003: 60-94). En cambio, el asa que presenta el portaviandas encontrado en la Tabacalera de Gijón, que es prácticamente horizontal con un orificio en su parte central, recuerda a la vajilla lignaria de los siglos I-III d.C. de Irlanda o Escocia, en particular a los cuencos (Lucas, 1971: 235-237; Weatherup, 1978: 42; 1982: 66 y 70; Barber, 1982; Earwood, 1993: 67; Crone, 1993), aunque por el momento no se han documentado en las regiones sometidas al poder de Roma (Pugsley, 2003; Hedinger y Leuzinger, 2003). Los problemas de conservación explican su ausencia en la mayoría de los yacimientos, aunque se ha de suponer un uso más común de lo que el registro material nos informa. También hay que tener en cuenta que el estado fragmentario en el que suelen aparecer estos materiales impide reconocer su tipología e incluso saber si contaba con posibles apliques de metal, como el portaviandas de la nave Fortuna Maris. Por el momento, no se han documentado piezas similares fechadas en época tardoantigua en la Península Ibérica. 2.1.2. Fuente y plato de madera Entre los materiales de madera encontrados en las excavaciones de la Fábrica de Tabaco, destacan una fuente de madera de roble (TB09.20.83B.72), procedente de la UE 26, datada entre el último tercio del siglo VIII y el inicio del siglo X d.C (figura 2) y un plato de madera de 40 cm de diámetro, simple, sin decoración y con un perfil apenas pronunciado (figura 3 y lámina 2, n.º 9). El plato (TB09.20.82F.18), procedente de la UE 25, se ha podido fechar entre los años 680 y 880 d.C. A tenor de los escasos restos de vajilla de madera de época clásica y tardoantigua conocidos hasta el momento, resulta muy difícil determinar el tipo y la forma de estos elementos. No obstante, debemos decir que la mayoría de los platos y fuentes de madera presentan poca calidad en cuanto a su ejecución técnica y el resultado es la fabricación de piezas toscas. La cronología de la vajilla de madera de la Fábrica de Tabacos es muy próxima a la de otros

Figura 4 Cubo de madera de roble o castaño formado por once duelas durante el proceso de excavación. Fotografía de Terra Arqueos. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

platos lignarios localizados en el norte de Europa (Earwood, 1993b: 361). En términos generales debieron de imitar la vajilla fabricada en cerámica y, en menor medida, tuvieron como referente la forma, proporción y tipología de los platos de metal (Paulsen, 1972; Szydlowski, 1986). No obstante, se han reconocido algunos servicios de mesa similares a la vajilla de metal, como el plato de madera de roble aparecido en Stanwick (North Yorkshire, Inglaterra), de fondo plano y fechado en el siglo I d.C. (Wheeler 1952,12), que imita la vajilla de bronce de épocas precedentes. Earwood llamó la atención sobre su similitud con el encontrado en una tumba de La Tène III en Welwyn Garden City (Hertfordshire, Inglaterra) (Stead, 1967: 26-7; Earwood, 1993: 52). La diferencia entre ambas vajillas estriba en la calidad técnica de su fabricación y las facilidades y dificultades que ofrecen ambos tipos de materiales. Los lados del plato de bronce son más verticales y finos que los del plato Stanwick. Platos similares se han puesto al descubierto en el vicus de Tasgetium (Eschenz, Suiza), lo que nos indica una cierta homogenidad de criterios en la fabricación de estas piezas y, muy posiblemente, la posibilidad de establecer tipologías de las formas de la vajilla de madera, estudio que aún no se ha llevado a cabo, debido a los escasos ejemplares documentados hasta el momento. Las últimas campañas de excavación realizadas en este vicus han proporcionado una variedad enorme de objetos de madera de época romana, entre los que se halla un plato de unos 52 × 28 cm, con una anchura de las paredes de 1,5-2 cm (Jauch, 1997: 223, n.º 849; Hedinger y Leuzinger, 2003: 110, n.º 73). Al igual que los anteriores, pudo imitar la vajilla de metal, aunque en este caso resulta difícil pensar en un referente del norte de Reino Unido. Este dato nos permite suponer la existencia de un tipo de vajilla de madera que debió ser difundida en todo el occidente romano, aunque por el momento desconocemos más datos sobre su fecha de fabricación y expansión. A tenor de los datos disponibles, podemos plantear la hipótesis de que el plato aparecido en Gijón debió de imitar formas cerámicas. Este es un debate que ha sido propuesto por varios especialistas, de difícil solución por el momento, dada la escasa evidencia arqueológica de platos de madera, a diferencia de otras formas más comunes, como los cuencos, las tapaderas o los cubos (Hencken, 1936; Earwood, 1993; Baatz, 1998; Pugsley, 2003; Hedinger y Leuzinger, 2003; Bauer, 2005). Se ha podido comprobar la imitación de los platos de Herculano (Rieth, 1940a) que pueden ser comparados con la terra sigillata del tipo Haltern Ib/c (Consp. 11) o el mortero de madera del pecio augusteo de Comacchio (Desantis, 1990) con paralelos

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cerámicos del tipo “Nijmegen-Hodeurn-Fineware” del periodo flavio. En caso de imitar la cerámica, el tipo y la forma del plato localizado en Gijón remiten a la terra sigillata africana D, en concreto, la Hayes 61 como modelo para su fabricación, una forma tan difundida que fue imitada por las producciones hispánicas en la primera mitad del siglo V d.C. (Muñoz 1989: 179-181). Por ello, nos parece difícil pensar que la vajilla metálica sirvió de referente para la fabricación de estas piezas. Hay noticia de algunos platos aparecidos en Britania8, Galia9 e Italia , además de los platos de madera del siglo I d.C. localizados en la costa rusa del Mar Negro11, que se pueden considerar precedentes del material que aquí presentamos. Tanto los platos de madera aparecidos en el pecio Fortuna Maris (Berti 1990: 252, n.º 212) como los localizados en Herculano (Rieth, 1940a: 100 y 1940b: 631) resultan demasiado elaborados y bien fabricados para ser considerados como objetos utilitarios. El estudio de Rieth concluye que esta vajilla de madera imita las formas cerámicas y se trata de piezas destinadas a satisfacer las necesidades de los estratos más bajos de la sociedad, que no podían pagar la sigillata y debían conformarse con su imitación en madera (Rieth 1940b: 631). En opinión de Pugsley, no se puede aceptar que estemos ante una simple imitación, pues la vajilla de madera no presenta el peculiar pie anular de la cerámica. También añade esta especialista que la vajilla lignaria aparecida tanto en Herculano como en el pecio Fortuna Maris presenta tanta calidad que requiere del uso del torno y una ejecución técnica de gran nivel que invalida la hipótesis de que estaba destinada a las clases sociales más desfavorecidas (Pugsley, 2003: 103). 2.1.3. Cubos (situlae) y recipiente troncocónico de madera Durante los trabajos de excavación en el pozo-depósito de Tabacalera se localizaron tres recipientes de madera. Dos de ellos, compuestos por varias duelas, se interpretan como cubos para la extracción, transporte y almacenaje de líquidos y el tercero como un contenedor de líquidos de menor capacidad. El primer recipiente (TB08.20.82.10), encontrado en la UE 25, mide aproximadamente 30 cm de altura y cada duela tiene 6 cm de ancho. Tiene un diámetro aproximado de 35 cm y está formado por once duelas de madera de roble (Quercus sp.) y castaño (Castanea sativa), unidas por abrazaderas de madera (figura 4 y lam 2, n.º 10). Una de ellas, de mayor altura, presenta un remate triangular con un orificio central. Estas piezas se colocaban enfrentadas en el recipiente y permitían pasar una vara de madera horizontal que servía como asidero, de modo que es parece que no se ha conservado otra otra duela igual enfrentada a ésta. Durante su excavación, se localizó también la base circular de madera. El segundo contenedor (TB09.20.83E.20) mide aproximadamente 28 cm de altura y cada duela presenta una anchura de 8 cm. Es muy similar al primer

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Figura 5 Cubo de madera formado por seis duelas tras el proceso de restauración (Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón. FMCE y UP del Ayuntamiento de Gijón).

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ejemplo aunque las duelas son más anchas. Presenta también abrazaderas de madera y una duela de mayor altura con remate triangular y orificio central (figura 5). La pieza se recuperó en la UE 26 y se ha podido datar mediante 14C entre la segunda mitad del siglo VII y la primera mitad del VIII d. C. El término latino para este tipo de contenedores es situla (vid. capítulo Arquitectura y función). Por último, el tercer recipiente (TB08.20.82.18) procede de la UE 25 y responde a una tipología claramente distinta, pues tiene forma troncocónica y dimensiones más reducidas (17 cm de altura, 12,5 cm diámetro en la boca y 15 cm de diámetro en la base),

Figura 6a y b Recipiente troncocónico de madera durante la excavación y tras la restauración (Fotografías de Terra Arqueos y de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

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con una capacidad estimada de un litro (figura 6). La base, en la que se pueden apreciar evidencias del uso de compás para su fabricación, tiene un diámetro mayor que la boca del recipiente, y está encastrada en una ranura practicada en la cara interior de la pared, por lo que el recipiente se apoya sobre la parte inferior de la pared y la base queda algo por encima de la superficie de apoyo. Está fabricado con dos piezas de madera: la base, de forma circular, y el cuerpo, que consiste en una lámina de madera trabajada, en forma de trapecio regular, que, tras ser curvada adquiere la forma troncocónica. La pared presenta trazas de haber estado reforzada en su cara exterior por dos aros de metal, de los que se conserva un fragmento del aro superior realizado en latón o cobre. El borde del recipiente presenta labio biselado hacia el interior que permitiría cubrir la boca con una tapadera. También se conservan cuatro orificios dispuestos dos a dos en la parte superior, cuya utilidad parece haber sido fijar un asa horizontal que se ha perdido. En la línea de lo que se viene argumentando, son muy escasos los recipientes de madera recuperados, a pesar de que sin duda fueron frecuentes en la Antigüedad y durante la Tardoantigüedad. La producción de un cubo no requiere maderas de gran porte, ni depende del diámetro de los troncos. La simple colocación de las duelas, es decir, de varias tablas curvadas y abrazadas por aros de metal o madera, permite su montaje. El uso de estos contenedores queda, con frecuencia, solo atestiguado por el hallazgo de los materiales metálicos asociados a los mismos, como las asas en forma semicircular o en forma de “U” en el caso de los cubos, o los aros que rodean y fijan las duelas. Hasta el momento no se ha realizado un estudio de detalle de este tipo de recipientes en la Península Ibérica, mejor conocidos fuera de nuestras fronteras (Earwood, 1993; Hedinger, 2002; Morris, 2000). No obstante, es importante tener en cuenta que no siempre los aros de metal están asociados a cubos, puesto

Figura 7 Travesaño de madera que posiblemente formó parte de un mecanismo para la elevación del agua. Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

que la variedad de objetos fabricados en madera que requieren el uso de aros de metal es amplia. Pueden también asociarse a cubas, tinas o toneles de madera, muy comunes en el Imperio romano (Marlière, 2002) e incluso a pozos revestidos, similares formalmente a los toneles (Bauer, 2005; Thiel, 1996; Buxó et al., 2004). También pueden corresponder a los denominados scrinia, simples recipientes destinados a guardar objetos personales como cartas o libros, también fabricados con maderas curvas rodeadas por aros de metal, como los localizados en Harlow (Essex, Inglaterra), Morvern (Escocia), Rezé les Nantes (Francia) —inicialmente interpretado como un modius—, Carlisle (Inglaterra), Oberflacht (Alemania) (Pugsley, 2003: 95-99) o Salzburgo (Alemania) —también considerado un modius (Baatz, 1998: 71). En el caso de los recipientes de Gijón, no cabe duda de su uso como recipientes de líquidos. Los dos primeros (TB08.20.82.10 y TB09.20.83E.20) están fabricados con duelas fijadas por abrazaderas de madera, que disponen de dos de mayor altura en los extremos, con orificio central para pasar una vara de madera o metal que sirve de asidero. Este tipo de recipiente es bien conocido en el ámbito occidental del Imperio romano y generalmente se han localizado en el interior de pozos12. Se empleaban para extraer el agua a brazo, siendo izados normalmente a mano por medio de poleas que se asían a unos ganchos dobles sujetos a una argolla y que permitía la elevación simultánea de dos cubos pequeños o de uno grande. Quizás el travesaño de madera que más adelante se analiza corresponda a un mecanismo para la elevación del agua. En la villa romana de Dalton Parlours, apareció el grupo más numeroso de cubos de madera hasta el momento en el occidente del Imperio romano (Morris, 1990: 206221). En opinión de Morris, no son cubos fabricados para extraer agua del pozo, sino que serían recipientes cotidianos empleados por los trabajadores de la villa para transportar líquidos (Morris, 1990: 221), lo que podría explicar la gran cantidad de cubos arrojados al interior del pozo. En época tardoantigua y medieval se continuaron fabricando cubos con duelas de madera y aros de metal que también aparecen asociados a pozos y depósitos de agua en territorios del norte de Europa, como en la ciudad de York (Morris, 2000: 2225-2232). En otros casos, ni la tipología ni el contexto en que aparecen estos recipientes se asemejan a los encontrados en Gijón. Generalmente aparecen, al

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igual que en la Edad del Hierro, formando parte del ajuar de las tumbas. Son numerosos los ejemplares documentados a partir de los elementos metálicos asociados a estos cubos de madera en tumbas de la zona oriental de Inglaterra (Bruce-Mitford, 1983) o en las regiones bálticas (Westphalen, 2002: 166-168). El hallazgo más significativo lo constituyen los tres cubos de madera de tejo y la tina del siglo VII d.C. aparecidos en el enterramiento de Sutton Hoo (Suffolk, Inglaterra). En este caso, solamente se documentaron los fragmentos de hierro correspondientes a los aros superiores y a la sujeción de las asas, con amplia decoración, de dos de los cubos y el asa de metal de uno más (Bruce-Mitford, 1983: 554-588). Tanto en las islas británicas como en las provincias renanas, se han atestiguado en el interior de tumbas cubos de madera a partir de los elementos metálicos asociados, que han podido ser fechados entre los siglos IV y VI d.C. (Geake, 1997: 90-91, fig. 4.35; Keller, 1971). En la Península Ibérica se han documentado cubos con herrajes metálicos fechados entre finales del siglo VII y el siglo VIII d.C. en la cueva de Las Penas (Cantabria) y posiblemente también de época tardoantigua son los aparecidos en la cueva del Portillo del Arenal (cf. Gutiérrez y Hierro, 2010: 280). El otro recipiente aparecido en Gijón (TB08.20.82.18), de perfil troncocónico, pertenece a una tipología menos conocida. Tanto su morfología como sus dimensiones remiten a una de las piezas de madera más tradicionales de los ajuares domésticos asturianos, las ferradas, de las que se puede considerar antecedente. La principal diferencia con respecto a las ferradas es que el cuerpo en forma de trapecio está fabricado con duelas, mientras que la pieza que ahora tratamos está construida con una sola pieza de madera curvada13. 2.1.4. Travesaño de madera (cargadero de pozo) Durante los trabajos de excavación arqueológica en el depósito, se pusieron al descubierto numerosas ramas podadas de diverso porte y restos de maderas trabajadas. Es muy frecuente la aparición de este tipo de objetos en el interior de pozos y depósitos (Chabal y Feugère, 2005: 158-159, objetos n.º 6-8; Chabal et al., 2012). Entre ellas destaca una pieza de madera de roble (Quercus sp.) de la UE 26 (TB08.80.83.26A-B). Mide 1,40 m. y presenta sección circular, con la parte central rehundida (figura 7); este travesaño podría haber formado parte de algún mecanismo para la elevación

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del agua del pozo. Quizás algunos de los fragmentos de tablas y restos de madera encontrados junto a éste podrían haber formado parte de la misma instalación. Son bien conocidas piezas de esta misma forma, pero de dimensiones mucho menores, vinculadas a sistemas de poleas o cadenas de cubos. Una pieza semejante, pero de 18,5 cm de longitud y 4 cm de anchura, se localizó en Eschenz, el antiguo vicus de Tasgetium, que fue interpretada como asidero (Hedinger y Leuzinger, 2003: nº 79). Parecidas son también las piezas cilíndricas localizadas en las termas de Barzan (Charente-Maritime), aunque éstas presentan en sus extremos un ensanchamiento (Coadic y Bouet, 2005: 37-38). Algunos mecanismos similares debieron de funcionar en otros depósitos de agua de época romana y así se han interpretado las piezas y ramas encontradas junto a los cubos aparecidos en el pozo 1 de la villa romana de Dalton Parlours (Inglaterra), de cronología anterior al año 370 d.C. (Morris, 1990: 221-224). Otras piezas localizadas en el interior de pozos también corresponden a este tipo de mecanismos, como la chumacera de madera aparecida en la aglomeración viaria de Ambrussum (Villetelle, Hérault) que presenta una muesca en que descansa y gira el eje de la maquinaria (Chabal et al., 2012: 122, fig. 81). A esta pieza nos referiremos de nuevo en el capítulo sobre Arquitectura y función. 2.1.5. Silla En el interior del depósito se hallaron también los restos de una silla fabricada con madera de castaño (Castanea sativa) (TB09.20.83E.41) procedente de la UE 26 y cuya datación puede establecerse entre el segundo tercio del siglo VI y el primer tercio del VII d.C. (figura 8). Apareció completamente aplastada por el peso de los sedimemtos acumulados sobre ella y se conserva el respaldo, las patas y un apoyabrazos. El asiento no se ha conservado y pudo haber sido de madera o de otro material. La particularidad de la silla encontrada es la técnica empleada en su fabricación. Tanto el respaldo como las patas y el apoyabrazos fueron realizados con torno. Esta práctica permitió hacer girar con movimientos de rotación continua las piezas, dando como resultado una labra redondeada y una decoración con suaves relieves bien conformados. Nuestro conocimiento sobre el uso del torno en época antigua es muy reducido y se limita a la fabricación de pequeños objetos de madera, generalmente vajilla (Mille, 2004; Pugsley, 2004). Los primeros utensilios realizados con torno se remontan a los años 14001300 a. C. en la Europa continental y mediterránea, durante la Edad del Bronce final (Mordant et al., 1976; Earwood, 1993: 185; Gómez de Soto, 1995; Armbruster, 2000: 146-148). En la Edad del Hierro, se realizaron mediante torno las patas de diversos muebles de una ejecución realmente sorprendente, como las documentadas en la tumba de incineración 1311 de la necrópolis alemana de Wederath (Cordie-Hackenberg,

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1989: 187-196) o en uno de los pozos del oppidum de Fossé des Pandors en Saverne en Francia (Tegel, 2001: 88; 2002: 193). El primer torno conocido se accionaba mediante el uso de una cuerda; artefacto que fue ampliamente utilizado por los artesanos romanos para la fabricación de píxides (Mille, 2000: 228). En diversos yacimientos de época romana se han descubierto piezas de vajilla de madera realizada a torno, como en la villa romana de Dalton Parlours (Morris, 1990: 58-61, fig. 153), en Castleford (Morris, 1998: 11-13, fig. 153) o Londres (Marsden, 1966: fig. 19). Algunos estudios apuntan a que, efectivamente, en época clásica se utilizó el torno con rueda y manivela. La especialista Earwood, que estudió la vajilla de madera anglosajona, demostró que la rotación continua no resulta eficaz para la fabricación de los platos de madera y propuso un empleo del torno con rueda y manivela ya en época romana (Earwood, 1993: 194-195). Esta hipótesis contradice la mayor parte de las teorías, que defienden su uso a partir de la época medieval, de ahí que algunos plantearan la existencia de otro mecanismo que consistiría en el uso de la rueda para operaciones de tornos con rotación continua (Lynn, 1974: fig. 5). Aunque no conozcamos el artefacto concreto que se empleó para la fabricación de los objetos, es cierto que el producto del trabajo es muy elaborado para haber sido realizado con un mecanismo de simple rotación (Saedlou, 2004). En época romana se fabricaban diferentes tipos de sillas conocidas como solium cathedra y sella curulis, mejor conocidos por la iconografía que por los hallazgos arqueológicos (Richter, 1926; Wanscher, 1980; Mols, 1999; Ulrich, 2007: 215-223). La silla localizada en Tabacalera presenta base cuadrada y, aunque no cuenta con un respaldo tan alto como el solium, éste sin duda debió de constituir el precedente de este tipo de asientos. Las representaciones pictóricas de sillas de época romana conservadas en el oecus de la villa de P. Fannio Sinistore de Boscoreale, de la Casa dell´amore punito de Pompeya o de la villa Farnesina de Roma (De Carolis, 2007: 116-120, figs. 79-81) presentan un trabajo de la madera, especialmente de los apoyos, parecido al de la pieza de Gijón. Muy semejantes son los asientos representados en las esculturas del siglo IV a.C. y I d.C. conservadas en el Museo Arqueológico de Estambul. A diferencia de estas, reservadas para las elites romanas, se constatan otras de uso más común como las de relieves con escenas de la vida cotidiana. Es el caso del encontrado en Portus, conservado en el Museo Torlonia, donde aparece un individuo sentado en una silla más modesta, pero del mismo tipo (Virlouvet, 1995: fig. 21). Las dificultades para su conservación explica el escaso número de sillas de época clásica y medieval aparecidas hasta el momento. No obstante, se han recuperado los fragmentos de algunos muebles de este tipo, fechados entre los siglos X y XII, correspondientes a miembros distinguidos de la nobleza, la realeza o el clero. Un buen número de sillas, denominadas en

este periodo como stolas, se han localizado en diversas excavaciones arqueológicas realizadas en la ciudad medieval de York (Morris, 2000: 2301-2303). Las reducidas dimensiones de la silla de Gijón impide adscribirla a algún tipo coetáneo de los documentados en otras regiones.

Figura 9 Clavija de un instrumento musical de cuerda (lute). Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón. FMCE y UP del Ayuntamiento de Gijón

2.1.6. Clavija de un lute Durante las excavaciones realizadas, se pudo también recuperar en la UE 25 una pieza de pequeñas dimensiones que se caracteriza por presentar un agujero en la parte inferior, rematada por una cabeza redondeada de funcionalidad, inicialmente, desconocida. Realizada en madera, esta pieza (TB08.20.82.16) mide aproximadamente 4 cm de longitud (figura 9). El hallazgo de piezas similares en otros yacimientos nos permite determinar su uso como clavija de un cordófono o instrumento de cuerda, que se asemeja a la guitarra actual. Este tipo de pieza no corresponde a cítaras o liras de época romana, sino como bien destacó ya Lawson (2008), debe de corresponder a instrumentos de cuerda pulsada (lute), que presentan una caja de resonancia de madera de forma hemiesférica con un mástil sobre el que van las cuerdas14. Las cuerdas estaban fijadas al mástil mediante el uso de estas clavijas, tal y como muestra la famosa estela de Lutatia

Figura 8 Piezas que componían una pequeña silla de madera de castaño. Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón. FMCE y UP del Ayuntamiento de Gijón

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Lupatia de Mérida o el sarcófago n.º 10 de Agrigento en Sicilia (Lawson, 2008: figs. 22 y 23). Lawson (2008) destaca además de la aparición de un lute en Corinto (Grecia), la localización de piezas muy similares a la encontrada en Tabacalera en numerosos yacimientos del Occidente del Imperio romano y su interpretación como clavijas de este tipo de instrumentos musicales. La aparición de piezas muy similares unidas a cordófonos en algunos yacimientos medievales de Polonia15, corroboran esta hipótesis. La longitud de las clavijas encontradas hasta el momento se sitúan entre los 8 y los 14,5 cm de longitud, de modo que el ejemplar asturiano debió de corresponder a un tipo de lute de menores dimensiones a las de los ejemplares de la vertiente septentrional del Imperio. En el capítulo Las plantas enterradas: historia del uso y abandono del pozo-depósito de la Tabacalera de Gijón se incluye un estudio específico sobre las maderas, tanto de restos de podas como de maderas trabajadas de uno u otro modo (tablas, estacas, objetos…). Baste mencionar aquí brevemente que en la fabricación de las piezas estudidas se utilizaron materias primas locales (robe, aliso, castaño), que se han documentado en otros yacimientos del noroeste peninsular, y que se seleccionaron por sus cualidades según la funcionalidad de las piezas.

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Izquierda: Figura 10 Suela de cuero con restos de costura y huellas de tachuelas. Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

Derecha: Figura 11 Fragmento de suela de cuero con restos de costura con cinta de cuero. Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

3 ––– PIEZAS DE CUERO En el interior del depósito se hallaron fragmentos de al menos cuatro suelas de cuero (figuras 10 y 11 y lámina 5, n.º 7). Las medidas nos indican que se trata de calzado de personas adultas, de modo que no podemos considerarlas carbatinae, zapatos usados por los niños (Groenman-van Waateringe, 1967: 95-97; Göpfrich et al., 1986: 18-20; Van Driel-Murray, 2001: 347; Leguilloux, 2004: 123-125). La primera suela de cuero (TB09.20.82.13), bastante completa y deformada, presenta en el contorno los agujeros del trabajo de cosido, más separados en la parte trasera del calzado, e incluso conserva restos del cordaje. Procedente de la UE 25, se ha podido fechar entre el final del siglo VI y el final del siglo VII. El tipo de cosido es el más simple (modelo 1a, según Göpfrich et al., 1986: 11-12, figura. 4). El interior de la suela estaba claveteada con fuertes tachuelas, alineadas en tres filas de nueve cada una. La forma del calzado es apuntada y presenta en la parte más sobresaliente un refuerzo con cuatro tachuelas dispuestas en forma de cruz. La zona del talón está asegurada con más láminas de cuero. El segundo fragmento de suela (TB09.20.83F.27), procedente de la UE 26, mide 10 × 8 cm y se data entre la segunda mitasd del siglo VII y el último tercio del siglo VIII. El tercer fragmento de suela (TB09.20.83F.34), de 12 × 6 cm, se ha podido fechar en el siglo VII y el cuarto y último, de 6 × 6 cm, y se localizó en la UE 26. El empleo de tachuelas de la primera suela es característico del calzado de época romana y su mayor uso lo diferencia del de otras épocas. Su utilización ofrece ventajas para caminar en terrenos blandos y, en cierta medida, disminuye el desgaste del zapato. Los ejemplares de calzado medieval mejor conservados presentan muchas analogías con el de época romana, pues el tipo de material utilizado es semejante, pero la técnica de fabricación difiere en cuanto al cordaje (menos oculto en el calzado romano que es usado como un efecto decorativo adicional) y el menor empleo de tachuelas. Estudios tan detallados como el análisis del

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calzado medieval de York ilustran sobre la ausencia de tachuelas en las suelas aparecidas (Mould et al., 2003: 3268-3353); otras investigaciones llegan a las mismas conclusiones (Hald, 1972). Generalmente la pieza de cuero superior era cosida a los bordes de la suela. Así pues, el calzado de Tabacalera se halla a medio camino entre los modelos antiguos y los medievales. Por un lado, el uso de las tachuelas y su disposición en el calzado es más propio de tipos romanos; de hecho, se asemeja al modelo 3a, propuesto por Van Driel-Murray (2001: 351) en su estudio sobre el calzado romano de las provincias septentrionales del Imperio, pues conserva los agujeros de una alineación central, una junto a los márgenes de la suela y otra paralela a ésta, sin clavos en la zona del puente o arco de la parte interior de la planta. En las regiones del norte del Imperio, este modelo es particularmente frecuente a finales del siglo I d.C. y en el siglo II d.C. Algunos ejemplares presentan incluso una disposición muy similar a la del calzado aparecido en Tabacalera (Göpfrich et al., 1986: fig. 44.96). A partir del siglo II d.C., comienzan a ser cada vez más ligeros. En el primer tercio del siglo III d.C. los diseños se enriquecen y tanto en este siglo como durante el IV d.C. son más frecuentes las figuraciones con clavos en forma de S, de rombos, círculos, cruces gamadas, tridentes, etc. (Van Driel-Murray, 2001: 351). Sin embargo, la forma apuntada de la suela y el refuerzo del tacón es propio de calzados de época posterior. Así pues, este modelo con características propias del calzado romano (tachuelas) y medieval (forma apuntada y refuerzos del tacón) se explica por la cronología tardoantigua de la pieza. Como en el caso de las maderas, las condiciones ambientales creadas en el pozo-depósito de Tabacalera han favorecido la preservación de estas piezas de cuero curtido. Tenemos constancia del hallazgo de calzado en el interior de pozos y depósitos de agua en los yacimientos de Salzburgo y Zugmantel (Van DrielMurray, 1965), Welzheim (Van Driel-Murray, 1999), Newstead (Curle, 1911) y Ambrussum (Fiches, 2012: 256-260). En la mayor parte de los casos los objetos fueron arrojados como materiales de desecho, aunque

Figura 12 Cesto durante el proceso de excavación. Fotografía de Terra Arqueos. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

en otros sabemos de prácticas rituales asociadas con ofrendas como el calzado depositado en el interior del pozo de Matagne-le-Petit (De Boe, 1982: fig. 19) y de Erps-Kwerps en Bélgica (Lentacker et al., 1992: fig. 7). Los hallazgos de calzado no se reducen al interior de los pozos, pues se han encontrado fragmentos de época romana en distintos contextos, en zonas anegadas, generalmente en las riberas de los ríos, como en Maguncia (Göpfrich et al., 1986), Colonia (Schleiermacher, 1982), Londres (Rhodes, 1980), Zwammerdam (Van Driel-Murray, 1977), Pommeroeul (De Boe y Hubert, 1977), Vechten, Woerden, Velsen y en el vicus de Valkenburg (Groenman-Van Waateringe, 1967), en rellenos y niveles de fosas encharcadas, como en Nimega (Groenman-Van Waateringe, 1967), Bar Hill (Robertson et al., 1975) y Vindolanda (Van Driel-Murray, 2001b) y también en vertederos de basura que han sellado niveles con un alto porcentaje de humedad, como en Vindonissa (Gansser-Burckhardt, 1942) y Bonn (Van Driel-Murray y Gechter, 1983). En la Península Ibérica también se han encontrado restos de calzado en el interior de pozos, como en la ciudad de Iuliobriga, donde A. García y Bellido localizó cuatro suelas de cuero claveteadas y restos de la parte superior de uno de los calzados (García y Bellido, 1957: 166-167, fig. 54 y 55). De ambientes acuáticos procede la sandalia localizada entre materiales del siglo IV d.C. en la fuente monumental del área portuaria de Tarraco (Pociña y Remolá, 2002: 45, fig. 8). De las salinas romanas de Areal (Vigo, Pontevedra) proceden varias piezas de cuero pertenecientes a calzado, entre las que destaca una bastante completa correspondiente a una carbatina (Benavides, 2010). Recientemente también se han encontrado restos fragmentarios de suelas correspondientes a tres zapatos en el puerto romano de Oiasso (Irún) (Urteaga y Otero, 2002: 44, fig. 113). En León tenemos constancia de la aparición de otra suela actualmente en fase de estudio por parte de Á. Morillo16. Formando parte de un ajuar funerario se hallaron varias suelas de cuero en una sepultura romana de Ontur (Albacete)17.

4 ––– CESTERÍA Uno de los hallazgos más sorprendentes fue un cesto (TB08.20.82.9), procedente de la UE 25. Se halló incompleto y en un estado de conservación bastante deficiente. La parte recuperada presenta forma redondeada y boca ancha y mide aproximadamente 49 cm de altura y 30 cm de anchura (figura 12). La datación por 14C lo sitúa entre la segunda mitad del siglo VII y el final del IX d.C. El diámetro del recipiente pudo llegar a ser de unos 50 cm, de modo que debió tratarse de un canasto o espuerta de cierto tamaño. El buen estado de conservación de las tiras entrelazadas permitió además reconocer el tipo de tejido y trabajo empleado en su fabricación. Las hebras fueron entrelazadas de manera

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horizontal utilizando como soportes varias tiras verticales que constituyen el cuerpo del recipiente. Este tipo de entrelazado, conocido como entramado liso en damero, consiste en la introducción de las series a través de las otras, dejando un elemento por encima y otro por debajo y así sucesivamente (Alfaro, 1984: 154-155). Esta técnica de fabricación de cestería tejida es la más común para la manufactura de cestos y canastos desde época romana, bien representado en la iconografía clásica y atestiguado en varios yacimientos arqueológicos (Wendrich, 1991; Cullin-Mingaud, 2010: 62-74). El material empleado en su fabricación es la clemátide (Clematis uitalba L.), planta trepadora y venenosa, de la que se pueden extraer hebras leñosas de gran tamaño para su uso en trabajos de cestería rústica, aunque apenas se emplea para la elaboración de objetos de mayor calidad, generalmente realizados con madera de sauce (Cullin-Mingaud, 2010: 17-47). En la Península Ibérica, el tejido de grandes contenedores y recipientes se realizaba generalmente con otras materias vegetales como el esparto (Alfaro, 1984: 59-70). El uso de la clemátide para la fabricación de canastos está atestiguado en el yacimiento romano de Petit-Creusot en Chalon-sur-Saône (Saône-et-Loire) (Monthel et al., 2000). Este cesto, datado en el siglo III d.C., presentaba unas dimensiones semejantes a las del encontrado en Tabacalera (Gijón), pues tiene un diámetro de unos 62 cm. Fue tejido con tiras verticales de sauce (Salix sp. y Salix fragilis L) y ramas dispuestas en posición horizontal de Clematis vitalba L., además de cornejo (Cornus raas L. y Cornus sanguinea L.).

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Una pieza de este tipo pudo cumplir múltiples funciones, aunque hay noticias del uso frecuente de cestas (corbis) en trabajos relacionados con el campo y la agricultura, especialmente para la recolección (Varrón, De re rustica, 1, 22 y 1,50; Columela, Rust. 11, 2, 90; Cicerón, Sest., 82; Ulpiano, Dig., 33, 7, 8; Ovidio, Met., 14, 644). Este uso se puede apreciar en el bajorrelieve descubierto en Maguncia (Espérandieu, 7: 5833; Barbier, 1999: 38-39, nº 17, fig. 228). Columela también hace mención a la existencia de un recipiente para el forraje bajo la denominación de corbis paulatorius (Rust. 6, 3, 5), mientras que Paladio lo asocia con la vendimia (Rust., 3, 10, 6). Además se relaciona con prácticas cotidianas, generalmente usado como recipiente para contener objetos y alimentos (Juvenal, Sat., 11, 73-74), tal y como nos informan algunas representaciones escultóricas (Barbier et al., 1999: 40-41), como la aparecida en el cementerio de la villa romana de Orbe-Boscéaz (Bandi, 1968: 514, figura. 4; Baratte y Painter, 1989: 138-140, n.° 87). Se ha podido incluso comprobar su uso como contenedor de alimentos a partir de los análisis arqueobotánicos de las muestras recogidas. Es el caso del cesto de la segunda mitad del siglo I d.C., recuperado en el interior de un euripus de la ciudad romana de Privernum (Lacio, Italia). Los análisis determinaron que se trataba de un cesto fabricado con madera de roble que contenía melocotones en el momento de su carbonización (Sadori et al., 2010). Más próximo al hallazgo de Tabacalera es el cesto de mimbre localizado en la cueva de Cofresnedo (Cantabria), donde se halló una acumulación de granos de cereal carbonizados datados en 2055+-30 B.P (170 a.C.-20 d.C. cal) (Ruiz y Muñoz, 2009: 179). El hecho de que el canasto descubierto en Gijón presente los dos lados simétricos nos impide interpretarlo como uno de los valli, también utilizados para trabajos agrícolas de siembra (Varrón, De re rustica, 1, 23; 1, 52), que conocemos por la estela de Maiorius Ianuarius (Gaitzsch, 1986: 50, fig. 14) y el bajorrelieve ya mencionado de Maguncia. La baja calidad de su ejecución y sus mayores dimensiones diferencian también el cesto de Tabacalera de los vanni o cestos asociados a rituales religiosos o funerarios (Virgilio, Georg. 1, 166), como el aparecido en la tumba de la joven de Martres-de-Veyre (Puy-de-Dôme), de época altoimperial (Audollent, 1923: 307, n.º 34, lám. VII). Por otro lado, sus dimensiones y morfología y escasa longitud, nos impiden interpretarlo como una nasa dedicada a actividades de pesquería18. El número de canastos recuperados en excavaciones arqueológicas es, lógicamente, escaso. En los estudios de yacimientos como Pompeya, Herculano y Oplontis, que han aportado un gran número de objetos de este tipo, no constan canastos fabricados con clemátide. En Herculano se han conservado al menos dos fragmentos de canastos que presentan un diámetro de más de 40 cm (Cullin-Mingaud, 2010: 276-278). Entre finales del siglo XIX y principios del XX se recuperó

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en esta ciudad situada al pie del Vesubio un canasto de unos 54 cm de diámetro. El encontrado en la basílica del decumanus maximus mide 40 cm de diámetro y 19 cm de altura y conserva el asidero completo, lo que nos informa sobre su uso como espuerta o capacho19. En otros yacimientos del occidente del Imperio romano se han recuperado canastos tejidos con otras materias vegetales, principalmente con madera de sauce, como el localizado en la ciudad romana de Exeter (Earwood, 1991: 278, fig. 132). En las provincias renanas se han hallado también fragmentos de canastos fabricados con madera de sauce, como en el vicus de Vitudurum (Suiza) (Etter et al., 1991: 37, H66, lám. 10.66; Hedinger y Leuzinger, 2003: n.º 89). También en el vicus de Tasgetium (Eschenz, Suiza) apareció un cesto ovalado fabricado con madera de avellano en torno al año 60 d. C. (Brem et al., 1999: 127, fig. 6; Hedinger y Leuzinger, 2003: n.º 88). De Marsella se conocen al menos otros dos canastos de los que se conserva la base de los mismos (VV. AA., 1988: nº 509 y 510). Las especiales condiciones de conservaciones de los pecios, sumergidos en agua, han deparado el descubrimiento de cestos y canastos en buen estado como los ocho localizados en la nave arcaica griega de Gela (Sicilia), entre los que se encuentra uno grande fabricado con madera de higuera (Hug, 1990: 37-39; Panvini, 2001: 31-33, figs. 37 y 38; 2012: 126, fig. 27). El número de canastos que conocemos de época tardoantigua y medieval es mucho más reducido. No obstante, se han localizado las bases de madera de recipientes o canastas elaboradas en cestería, un tipo de objeto distinto al encontrado en Tabacalera. Los agujeros practicados en el contorno de las bases que permiten hacer pasar por ellos las hebras, así como los restos de cordelería aparecidos nos advierten sobre su uso desde los siglos VI hasta el XIII en las Islas Británicas. Una cesta de mimbre, datada por 14C en el siglo VI, fue encontrada en el interior de un pozo en Odell (Morris, 1984: M162). Fue elaborada utilizando una base de madera y 49 montantes; la cestería debió de ser arrancada antes de haber sido arrojada la madera al pozo. También en Gloucester, en Westgate Street, se halló la base ovalada de roble de un cesto fechado en el siglo IX (Morris, 1979: fig. 16, 7-8), y cuatro más (dos rectangulares y dos circulares), se encontraron en Christchurch y en la calle Fishamble en Dublín (Morris, 1984: M166, M169). Fragmentos de una base circular, de en torno al año 1100, fueron encontrados en las graveras de Colwick, en Nottinghamshire (Morris, 1984: fig. 78, M173). En otras regiones como Dinamarca se han encontrado fondos de cestos similares, como la base ovalada del siglo IV d. C. encontrada en Vimose de 94 cm de longitud (Engelhardt, 1869: lám. 15, 30), o la del siglo XIII hallada en High Street, en Perth (Morris, 1984: fig. 78, M174). En York se han conservado dos bases de madera y restos de cordelería de época tardoantigua correspondientes también a cestos (Morris, 2000: 2271-2272, fig. 1103).

5 ––– OBJETOS METÁLICOS 5.1. Caldero (situla) Figura 13 Caldero de hierro con recubrimiento de bronce. Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

Derecha: Figura 14 Hola de cuchillo de hierro. Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón.

Izquierda: Figura 15 Podón o calabozo de hierro con restos del mando de madera. Fotografía de J.C. Tuero. Archivo fotográfico. Museos Arqueológicos de Gijón

El único recipiente de hierro aparecido corresponde a un pequeño caldero que mide 10 cm de altura y 12 cm de diámetro. Presenta una pequeña anilla por donde se introducía un asa o asidero que se hacía pasar por otra situada frente a la anterior (TB08.20.82.15) (figura 13 y lámina 6 n.º 9.). Procede de la UE 25 y su estado de conservación es bueno. En la Península Ibérica, los hallazgos de calderos de hierro tan completos como el encontrado en Tabacalera (Gijón) son esporádicos. Un ejemplar similar se conserva actualmente en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. Este tipo de piezas son muy simples y no presentan decoración, a diferencia de las situlae de bronce que cuentan con apliques decorados (Tassinari, 1993; Bienert, 2007; Aurrecoechea y Zarzalejos, 1990; Castelo et al., 1995; Graells, 2006-2007). Esta pieza ha sido analizada por el Dr. Ignacio Montero en el Laboratorio de Materiales Arqueológicos del Instituto de Historia del CSIC. La composición elemental se ha obtenido con un espectrómetro portátil de Fluorescencia de Rayos X (pXRF) Innov-X Serie Alpha con tubo de rayos X que pertenece al Museo Arqueológico Nacional. El análisis en superficie revela que se trata de un objeto de hierro que en determinadas zonas conserva una capa superficial de una lámina de bronce, que parece recubrir tanto la superficie interior como la exterior. Aunque el estado de conservación no permite un análisis preciso de la lámina de bronce (PA22237B) se puede estimar una proporción de un 8% Sn y 2% Pb en el metal. No es habitual identificar piezas de estas características, pero se conoce su uso en otros materiales tardorromanos y medievales, especialmente en cencerros. El caso mejor estudiado es una pieza procedente de la villa palentina de la Olmeda (Gómez de

Salazar et al., 2005), en la que el hierro va recubierto con un bronce pobre (4,3% Sn). Suponemos que el cubo descrito por Maluquer en 1968 de la tumba 17 de Las Merchanas (Salamanca) podría ser también similar, aunque se describe como de cobre forrado de hierro. La protección del hierro con una lámina de bronce tenía como finalidad proteger al objeto de la corrosión. 5.2. Otras piezas metálicas Otras dos piezas metálicas procedentes de los rellenos del pozo-depósito completan el conjunto de objetos metálicos. En la UE 25 se halló una hoja de cuchillo o navaja (TB08.20.82. H1), que mide aproximadamente 10 × 1,2 cm, y un podón de hierro, con hoja ancha y curva de 22 cm de longitud (TB08.20.82.1) (figuras 14 y 15 y lámina 6, n.º 10 y 11). Por último, se halló una abrazadera de hierro de 10,4 × 0,9 cm y otros dos fragmentos de hierro que no presentan una forma definida.

NUM_ANALIS

Fe

Ni

Cu

Zn

As

Sn

Pb

PA22237A

98,5

ND

1,16

ND

0,04

0,3

ND

PA22237B

29,4

ND

63,0

ND

0,46 5,65 1,48

Tabla 1. Composición (% en peso) del cubo obtenida por XRF

141

6 ––– CATÁLOGO DE LOS MATERIALES DEL SECTOR 20 6.1. UE 26 6.1.1. Terra sigillata (lámina 1) 1. T.S.H.T. Fragmento. de borde. Forma 37T. Pasta M 39. Barniz S 37. Desgrasantes calizos de granulometría muy fina. (TB09.20.83E.102). 2. T.S.A.D. Fragmento de base con decoración de ruedecilla en su interior. Forma Hayes 91c. Pasta y barniz N 35. (TB09.20.83.100).

Estudio de los materiales arquelógicos

6.1.2. Imitación de TSGGT (lámina 1) 3. Cuenco. Fragmento de base. Torno rápido. Cocción reductora. Pasta gris claro con superficies grises oscuras. Desgrasantes muy finos calizos. (TB08.20.83.97).

forma cilíndrica y un rehundimiento labrado en la parte central. Long. 120 cm y Diám. 8 cm. Long. del rebaje 15 cm (TB08.80.83.26A-B) (figura 7). 12. Silla. Madera de castaño (Castanea sativa). Mueble con 4 apoyos, con respaldo y apoyabrazos con decoración realizada con torno. Respaldo: Altura 104 cm y ancho: 52 cm. Apoyabrazos: Altura 50 cm y ancho: 56 cm (TB09.20.83E.41) (figura 8). 6.1.6. Cuero (lámina 1 ) 13. Calzado. Cuero. Fragmento de suela que conserva cosido con cinta de cuero en su contorno. Long. 10 cm, ancho 8 cm (TB09.20.83F.27) (figura 11). 14. Calzado. Cuero. Dos fragmentos de suela. Long. 12 cm, ancho 6 cm (TB09.20.83F.51). 15. Calzado. Cuero. Fragmento de suela. Long. 6 cm, ancho 6 cm (TB09.20.83F.34). 6.2. UE 25

6.1.3. Cerámica común romana (lámina 1)

6.2.1. Cerámica tardoantigua (lámina 2) 1. Botella. Fragmento de pared y base. Torno rápido. Cocción alterna. Pastas amarillento-grisáceas. Desgrasantes heterométricos calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de bandas horizontales que alternan líneas paralelas y ondas pequeñas. (TB08.20.82.1).

11

4. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de base plana. Torneta. Cocción alterna con el nervio gris claro y superficies anaranjadas. Desgrasantes finos cuarcíticos y micáceos. (TB09.20.83.99). Grupo tecnológico 2. 5. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno rápido. Cocción reductora. Pastas de nervio gris claro y superficies grises. Desgrasantes finos y medios calizos y micáceos. Decoración espatulada de líneas oblicuas paralelas y horizontales. (TB08.20.83D.105). Grupo tecnológico 5. 6. Cuenco. Fragmento de base. Torno rápido. Pasta de nervio gris claro y superficies beige-rosáceas. Desgrasantes finos calizos y vacuolas en superficie. (TB08.20.83.98). Grupo tecnológico 10. 7. Cerámica indeterminada. Fragmento de pie de trípode. Pasta de nervio gris claro y superficies rosáceas-azuladas. Cocción reductora. Desgrasantes finos calizos y micáceos. (TB09.20.83E.101). Grupo tecnológico 10.

12

6.1.4. Latericio

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

13 14 15 16 17 18 19 20

8. Ladrillo romboidal. Long.: 10 cm, ancho: 5,5 cm, altura: 2,8 cm (TB08.20.83.4). 6.1.5. Madera20 (lámina 1) 9. Fuente. Madera de roble (Quercus sp.). Diám. 40 cm (TB09.20.83B.72) (figura 2). 10. Cubo. Madera. Está formado por 6 duelas de 10 cm de ancho y 29-30 cm de altura, unidas por abrazaderas de madera. La base es circular. Una de las duelas, de 37 cm de altura, presenta un remate triangular con un orificio central. Diám. 80 cm (TB09.20.83E.20) (figura 5). 11. Travesaño. Madera de roble (Quercus sp.). Presenta

142

6.2.2. Madera (lámina 2) 2. Portaviandas. Madera de aliso (Alnus sp.). Envase cerrado de forma ovalada. Long. 18, altura 10 cm (TB09.20.82C.12) (figura 1). 3.Plato. Madera. Diám. 30 cm, altura 7 cm (TB09.20.82F.18) (figura 3). 4. Cubo. Madera de roble (Quercus sp.) y castaño (Castanea sativa). Está formado por once duelas de 18 cm de altura y 7-8 cm de ancho unidas por abrazaderas de madera y la base circular. Una de las duelas, de mayor altura, presenta un remate triangular con un orificio central. Diám. 24 cm (TB08.20.82.10) (figura 4). 5. Pequeño recipiente contenedor. Madera. Pared continua de tendencia troncocónica sujeta con aros metálicos y base circular. El borde del recipiente presenta labio biselado interior que permite cerrar la boca del objeto con una tapadera. Orificios horizontales, parte del sistema de sujeción de una asita metálica. Diám. de la boca 12,5 cm, diám. de la base 15 cm y altura 17 cm (TB08.20.82.18) (figura 6). 6. Clavija de lute. Madera. Vástago con agujero en el extremo inferior y rematado con cabeza redondeada. Long. 4 cm (TB08.20.82.16) (figura 9). 6.2.3. Cuero (lámina 2) 7. Calzado. Cuero. Fragmento de suela de cuero apuntada con los agujeros del trabajo de cosido en

Lámina 1 Materiales arqueológicos de la UE 26: A) Cerámica B) Madera

A

UE 26

B

UE 26

Dibujos de las láminas: Miguel Ángel López Marcos, Fernando Gil Sendino y Belén Madariaga

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el contorno. Conserva restos del cordaje. Se aprecian las huellas de 3 líneas de 9 tachuelas y el refuerzo de 4 tachuelas dispuestas en forma de cruz. La zona del talón estaba asegurada con más láminas de cuero. Long. 19 cm, ancho 11 cm (TB09.20.82.13) (figura 10). 6.2.4. Cestería

Estudio de los materiales arquelógicos

8. Canasto o espuerta. Clemátide (Clematis uitalba L.). Canasto de forma redondeada y boca ancha, fabricado con entramado liso en damero, en el que las hebras son entrelazadas de manera horizontal utilizando como soportes varias tiras verticales que constituyen el cuerpo del recipiente. Diám. 50 cm, altura: 49 cm, ancho 30 cm (TB08.20.82.9) (figura 12).

1 2 3 4

6.2.5. Metal (lámina 2) 9. Caldero. Hierro con recubrimiento de bronce. Recipiente de base circular y pequeña anilla en su borde para un asa. Diám. 12,8 cm, altura 10 cm (TB08.20.82.15) (figura 14). 10. Cuchillo. Hoja de filo recto y dorso ligeramente engrosado. Sección triangular, espigón de sección cuadrada para insertar mango de madera. Long. 11,8 cm, ancho 1,5 cm (TB08.20.82.H1) (figura 15). 11. Podón. Hierro. Herramienta compuesta por una hoja ancha, curva, con el enmangue tubular abierto. Conserva restos de la madera del mango. Long. 22 cm (TB08.20.82.1) (figura 16). 6.3. UE 24

5 6 7 8 9 10

6.3.1. Cerámica tardoantigua (lámina 3) 1. Fuente. Fragmento de borde. Torno rápido. Cocción oxidante. Pasta anaranjada. Desgrasantes finos de caliza, cuarcita, chamota cerámica y micas. (TB08.20.80.1). 6.4. UE 23

11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

6.4.1. Cerámica medieval (lámina 3) 1. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción oxidante con acabado reductor. Pasta de nervio rojizo y superficie negra. Desgrasantes heterométricos calizos, cuarcíticos y férricos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales. (TB08.20.79.1). Serie B. 2. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción oxidante. Pasta rojiza-anaranjada. Desgrasantes heterométricos calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas verticales que arrancan en la base del cuello. (TB08.20.79.2). Serie D.

144

6.5. UE 22 6.5.1. Cerámica medieval (lámina 3) 1. Jarra. Fragmento de asa plana. Torno lento. Cocción reductora con acabado oxidante. Pasta de nervio gris y superficies pardas. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Decoración de punciones. (TB08.20.63.3). Serie A. 2. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción reductora con acabado oxidante. Pasta de nervio gris y superficies de tonos pardos-anaranjados. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales. (TB08.20.48.3). Serie A. 3. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de base plana. Torno lento. Cocción oxidante con acabado reductor. Pasta de nervio rojizo y superficies grises oscuras. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. (TB08.20.48.2). Serie B. 4. Jarra. Fragmento de asa sección elíptica. Torno lento. Cocción oxidante con acabado reductor. Pasta de nervio rojizo y superficies grises oscuras. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Decoración de punciones. (TB08.20.63.4) Serie B. 5. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción oxidante con acabado reductor. Pasta de nervio rojizo anaranjado y superficies de tono gris oscuro. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales. (TB08.20.66.4). Serie B. 6. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción oxidante con acabado reductor. Pasta de nervio pardo oscuro y superficies grises. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Vacuolas en las superficies. Decoración incisa a peine de líneas horizontales. (TB08.20.55.2) Serie B. 7. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción oxidante con acabado reductor. Pasta de nervio pardo oscuro y superficies gris oscuras. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales. (TB08.20.63.1). Serie B. 8. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de borde recto ligeramente exvasado de labio redondeado. Torno lento. Cocción reductora. Pasta gris violácea. Desgrasantes heterométricos calizos y cuarcíticos. Vacuolas en las superficies. (TB08.20.48.1). Serie C. 9. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción reductora. Pasta gris violácea. Desgrasantes heterométricos calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales. (TB08.20.66.5). Serie C.

Lámina 2 Materiales arqueológicos de la UE 25: A) Cerámica B) Madera y cuero C) Metal

A

UE 25

Dibujos de las láminas: Miguel Ángel López Marcos, Fernando Gil Sendino y Belén Madariaga

B

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UE 25

C

UE 25

Lámina 3 Materiales arqueológicos de las UEs 24, 23 y 22.

UE 24

Dibujos de las láminas: Miguel Ángel López Marcos, Fernando Gil Sendino y Belén Madariaga

Estudio de los materiales arquelógicos

UE 23

UE 22

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

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6.6. UE 18 6.6.1. Cerámica medieval (lámina 4) 1. Olla. Fragmento de borde exvasado y labio engrosado al interior. Torno lento. Cocción reductora. Pasta de nervio gris y superficies grises-pardas oscuras. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Decoración en el hombro incisa a peine de líneas verticales y ungulaciones. (TB08.20.55.4). 2. Olla. Fragmento de borde exvasado con el labio ligeramente engrosado al exterior. Torno lento. Cocción reductora con acabado oxidante. Pasta de nervio gris oscuro y superficies rojizas oscuras. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales. (TB08.20.30.1). 3. Olla. Fragmento de borde exvasado y labio engrosado al interior. Torno lento. Cocción oxidante. Pasta y superficies rojizas oscuras. Desgrasantes heterométricos calizos y cuarcíticos. (TB08.20.15.1). 4. Olla. Fragmento de borde ligeramente exvasado y labio redondeado. Torno lento. Cocción oxidante. Pasta de nervio y superficies rojizas. Desgrasantes finos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales. (TB08.20.20.1). 5. Jarra. Fragmento de borde ligeramente exvasado y labio engrosado al exterior con sección triangular. Torno rápido. Cocción oxidante. Pasta de nervio y superficies anaranjadas. Desgrasantes finos calizos y micáceos. (TB.08.20.46.1). 6. Jarra. Fragmento de borde ligeramente exvasado y labio redondeado con arranque de piquera. Torno lento. Cocción Alterna. Pastas de nervio rojizo oscuro y gris y superficies rojizas-violáceas. Desgrasantes finos y medios calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales y ungulaciones. (TB08.20.21.2). 7. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción oxidante con acabado reductor. Pasta de nervio rojo oscuro y superficies negruzcas. Desgrasantes finos calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas horizontales profundas. (TB08.20.21.1). 8. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de borde exvasado con el cuello recto y labio ligeramente apuntado. Torno lento. Cocción alterna. Pasta con el nervio gris oscuro-pardo y las superficies grises parduzcas.. Desgrasantes finos calizos y cuarcíticos. Decoración en el hombro incisa a peine de líneas horizontales y verticales. (TB08.20.36.2). 9. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción reductora. Pasta gris-violácea. Desgrasantes finos calizos y cuarcíticos. Decoración incisa a peine de líneas verticales. (TB08.20.55.1). 10. Jarra. Fragmento de borde ligeramente exvasado y

147

labio apuntado con arranque de piquera. Torno lento. Cocción reductora. Pasta de nervio gris oscuro y superficies violáceas oscuras. Desgrasantes finos y medios calizos y vacuolas en las superficies. Decoración en el hombro incisa a peine de líneas horizontales y verticales. (TB08.20.46). 11. Cuenco. Fragmento de borde con el labio redondeado. Torno lento. Cocción reductora con acabado oxidante. Pasta de nervio gris y superficies pardas claras. Desgrasantes heterométricos calizos y cuarcíticos. (TB08.20.30.2). 12. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de base plana. Torno lento. Cocción reductora. Pasta y superficies negruzcas. Desgrasantes finos y medios calizos. (TB.08.20.36.1). 13. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de base plana. Torno lento. Cocción reductora con acabado oxidante. Pasta de nervio gris y superficies pardas claras. Desgrasantes finos calizos y micáceos. (TB08.20.30.5). 14. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de borde exvasado con el labio ligeramente invasado. Torno lento. Cocción reductora con acabado oxidante. Pasta de nervio gris claro y superficies pardas. Superficies ennegrecidas por combustión. Desgrasantes finos calizos y micáceos. (TB08.20.55.3). 15. Jarra. Fragmento de pared. Torno rápido. Cocción reductora. Pasta bien decantada gris oscura. Desgrasantes muy finos. Superficies vidriadas de tono verdoso (TB08.20.30). 6.6.2. Latericio 16. Ladrillo romboidal. Long.: 9 cm, ancho: 5,2 cm, altura: 2,6 cm (TB08.20.15). 6.7. UE 16 6.7.1. Cerámica medieval (lámina 4) 1. Jarra. Fragmento de borde horizontal apuntado de sección triangular y arranque de asa plana. Torno lento. Cocción oxidante. Pasta de nervio anaranjada y superficies de color beige claro. Desgrasantes finos micáceos. Decoración en el borde de punciones. (TB08.20.33.1). 2. Jarra. Fragmento de asa plana. Torno lento. Cocción reductora. Pasta de nervio gris oscuro y superficies grises azuladas. Desgrasantes finos y medios calizos. Decoración incisa de punciones. (TB08.20.11.4). 3. Forma cerrada indeterminada. Fragmento de pared. Torno lento. Cocción reductora. Pasta de nervio gris oscura y superficies grises azuladas. Desgrasantes finos y medios calizos. (TB08.20.11.1).

Lámina 4 Materiales arqueológicos de las UEs 18 y 16.

UE 18

Dibujos de las láminas: Miguel Ángel López Marcos, Fernando Gil Sendino y

Estudio de los materiales arquelógicos

Belén Madariaga

1 2 3 4 5

UE 18

6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

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UE 16

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NOTAS 1. Carmen Fernández Ochoa: Departamento de Prehistoria y

Feugère, 2005: 159-160, fig. 14, objeto n.º 2; Fellmann, 2009: 55-56,

Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. Campus de Cantoblanco,

lámina 16; Vanhoutte et al., 2009: fig. 28.

Universidad Autónoma de Madrid, 28049 Madrid, [email protected]

10. Rieth, 1940a: 100 y 1940b: 631; Berti, 1990: 252, n.º 212.

Fernando Gil Sendino: Departamento de Prehistoria y Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. Campus de Cantoblanco, Universidad

11. Mladenova, 1961; Pinelli y Wasowicz, 1986; Sokol´skij, 1971;

Autónoma de Madrid, 28049 Madrid, [email protected]

Vaulina, 1976.

Javier Salido Domínguez: Escuela Española de Historia y Arqueología del CSIC en Roma, Via di S. Eufemia, 13, 00187 Roma (Italia),

12. Recipientes similares proceden de los pozos n.º 7, 9 y 11 del

[email protected]

vicus altoimperial del campamento romano de Rainau-Buch (BadenWürttemberg, Alemania) (Greiner, 2010: 199-200, fig. 232), en Donegal

2. En su día propusimos unificar criterios de denominación para las

(Irlanda) (VV. AA., 1961: 102-103, fig. 32) y en un pozo de la colonia

producciones atlánticas que se nombraban de las maneras más diver-

romana de York, en Skeldergate, fechado a mediados del siglo IV d.C.

sas (Fernández Ochoa et al., 1992). A nuestro juicio, estos ejemplares

(MacGregor, 1978: 47-50, fig. 26).

respondían claramente a una producción tardía de terra sigillata gris fabricada en la fachada atlántica de la Galia, por lo que nos pareció

13. Agradecemos a Juaco López Álvarez, director del Muséu del Pue-

adecuado llamarlas terra sigillata gris gálica tardía (TSGGT). Actual-

blu d’Asturies, su ayuda en el estudio de esta pieza y su relación con

mente, aunque se mantienen distintos nombres, hay un cierto retorno a

las ferradas tradicionales.

la nomenclatura de los Rigoir (Dérivées des sigillées paléochrétiennes del grupo atlántico, DSP A).

14. Instrumentos cordófonos coetáneos aparecidos en otras regiones septentrionales no contaban con este tipo de clavijas (Salmen, 2006).

3. El cuenco (CV7834) forma parte de la exposición permanente del Museo Arqueológico de Asturias con el n.º de inventario 06937.

15. Un buen ejemplo de ello es el instrumento cordófono encontrado en Elblag, casi completo y fechado en el siglo XIV (Poplawska, 2012:

4. En la sepultura 94, fechada en el siglo VII, se recogió una jarra de

fig. 4).

cocción oxidante con la decoración a peine, con los mismos rasgos que la cerámica gijonesa. La pieza se encuentra depositada en el

16. Agradecemos al prof. Ángel Morillo, la información sobre la apari-

Museo Arqueológico Nacional con el n.º de inventario 61037.

ción de esta suela aún inédita.

5. Anotamos, en el caso de Tabacalera, la ausencia de la cerámica

17. Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas. Informes y

focense o de las ánforas orientales que completan el patrón material

memorias nº 15, 1, 73.

de la facies tardoantigua de Gijón y que sí se han recuperado en las excavaciones de las termas o de la muralla.

18. En el yacimiento de Petit-Creusot en Chalon-sur-Saône (Francia), se halló una nasa de 1,34 m de longitud con un diámetro de 53 cm

6. Catón, De agri cultura, 21, 5; Plinio, Naturalis Historia, 14, 132; 16, 42;

(Monthel et al., 2000: 162-172). En otros yacimientos galorromanos

Estrabón, Geografía, 3, 7; Herodiano (Historia, 4, 7, 5). Véase Balil, 1980;

se han localizado nasas similares, como en Lux ,en el lugar conocido

Blas Cortina, 1995: 180. Se han documentado asimismo vasitos de

como “Port Guillot” (Saône-et-Loire), fechada entre finales del siglo

madera de época ibérica (García Cano, 1985).

II y comienzos del III d.C. y conservada en el Musée Denon de Chalon-sur-Saône (Barbier et al., 1999: fig. 28). En Italia se han puesto

7. Hay que advertir del valor solo aproximado de estas dataciones, ya

al descubierto redes similares en Pisa (Grandinetti, 2000: 115, fig. 8)

que el intervalo proporcionado se refiere a la madera empleada y no

y en el pecio descubierto en Comacchio (Beltrame, 2002: 68-69). La

al momento de fabricación de la pieza. Por una parte los periodos de

pieza de cestería encontrada en el puerto de Londres también pudo

vida de los diversos árboles son variables y, por otra, entre el momento

servir de nasa (Pritchard y Chapman, 1986: 233, fig. 12.1). Para más

de tala de las maderas y la producción de piezas transcurren interva-

información sobre las redes en el mundo antiguo, v. Bekker-Nielsen y

los variables de tiempo, incluidas reutilizaciones. Pese a ello, la horqui-

Bernal, 2010.

lla obtenida es Tabacalera es bastante cerrada y muy coherente con el resto de las dataciones obtenidas a partir de otro tipo de muestras.

19. Números de inventario 4362= 85045 y 2470= 77767.

8. VV. AA., 1930: 109, fig. 50, n.º 4; Wrathmell, 1990: 271-272; Morris,

20. Se seleccionaron algunas piezas de madera para proceder a la

1990: 224-225, fig. 137.61; Pugsley, 2003: 103.

identificación de los taxones. En algunos casos, las muestras enviadas al laboratorio se encontraban muy alteradas por la presión de los

9. De Boe y Hubert, 1977; Planck, 1983; L´Hour, 1984: 65, fig. 9 y 10;

sedimentos y no fue posible llevar a cabo el estudio anatómico de

VV. AA., 1988: 110-111, figs. 513 y 519; Van Rijn, 1993; Chabal y

la madera.

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