La extrañeza de lo conocido. Michel Foucault entre la ficción y el discurso

October 10, 2017 | Autor: Cuauhtémoc Camilo | Categoría: Discourse Analysis, Genealogy, Michel Foucault, Archeologia, Fiction
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Descripción

La extrañeza de lo conocido Michel Foucault entre el discurso y la ficción F. Cuauhtémoc Camilo D. Pero todos estos gusanos y serpientes, todos estos seres de podredumbre y viscosidad hormigueante, como las sílabas que los nombran, en la saliva de Eustenes, tienen allí su lugar común, como sobre la mesa de disección el paraguas y la máquina de coser, si la extrañeza de su encuentro se hace evidente es sobre el fondo de ese y, de ese en, de ese sobre, cuya solidez y evidencia garantizan la posibilidad de una yuxtaposición. M. Foucault, Las palabras y las cosas.

Las investigaciones sobre la ficción buscan, por un lado, la unidad y definición de criterios que permitan su análisis en tanto objeto de estudio y, por el otro, la descripción de su modo de operación, regularmente vinculado a la práctica y crítica literaria 1; dicho en términos de Michel Foucault, el estudio de la ficción fija regularidades que permiten inscribirla en un orden discursivo; éste demarca el territorio al que pertenece el concepto de ficción y sus operación a la vez que justifica y procura la conservación de dicho orden 2. Por ello, la ficción “disciplinada”, es decir, sometida a un régimen de conocimiento con pretensiones de regularidad, identidad y legitimidad, –que a fuerza de explicaciones y delimitaciones inscriben la ficción en un ámbito controlado y “familiar” respecto de nuestro modo de pensar (aquel que distingue un discurso de verdad de uno de ficción)– no debe confundirse con la capacidad para ficcionar, que ocupa un papel mucho más activo en aquello que Foucault denominó el discurso 3.

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Un ejemplo de los estudios sobre la ficción en el ámbito literario puede encontrarse en: Juan José Saer, El concepto de ficción. Ariel, Buenos Aires, 1997. 2 Sobre la regulación de la circulación del discurso Foucault afirma que “en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad”. La cuestión sobre la función reguladora del discurso se desarrolla más ampliamente en: Michel Foucault. El orden del Discurso. Tr. Alberto González Troyano, Ed. Tusquets. Buenos Aires 1992. (la cita anterior procede la pág. 12). 3 En términos esquemáticos, Michel Foucault entiende por discurso la organización material de lo dicho o enunciado en función de tres condiciones generales de exclusión: la palabra prohibida (de lo que no se puede hablar [Tabú]), la separación de los discursos (a quien no se escucha o está fuera de verdad [p.e. locura]) y la voluntad de verdad (codificación implícita de ciertas verdades que favorecen determinados posicionamientos y anulan otros; la búsqueda deliberada de la legitimidad de ciertos enunciados). Tales procedimientos, si bien son discursivos, no se

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En efecto, para el pensador de Poitiers la ficción pasa de ser un mero objeto de estudio a convertirse en un recurso, estrategia y medio determinante para la construcción discursiva. Si bien es cierto que la capacidad para ficcionar es susceptible de análisis mediante un orden discursivo –como la crítica literaria o la filosofía– ello no cambia que la propia crítica o la filosofía puedan y ejerzan la ficción en la elaboración y despliegue de su discursividad; por ello, el hecho de que ficción pueda ser empleada (deliberadamente o no) por aquellas disciplinas que pretenden conjurarla, trastoca a ese la identidad y legitimidad del propio discurso, produciendo irregularidades en su orden, un extrañamiento y vacilación sobre la firmeza de nuestros supuestos más arraigados. El ejercicio de la ficción resquebraja la seriedad y la costumbre de lo conocido. Quizás una de las principales tentativas del pensamiento foucaultano sea la invitación a ficcionar, es decir, a mostrar la discontinuidad, multiplicidad e irregularidades que un concepto, práctica u organización epistemológica tuvieron que enfrentar para consolidarse y asumirse verdaderos. Las palabras y las cosas, por ejemplo, expresan el espíritu de esa tentativa mediante su alusión inicial a un texto de Borges: “(…) De la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento —al nuestro: al que tiene nuestra edad y nuestra geografía—, trastornando todas las superficies ordenadas y todos los planos que ajustan la abundancia de seres, provocando una larga vacilación e inquietud en nuestra práctica milenaria de lo Mismo y lo Otro” 4.

explicitan tácitamente en los registros documentales (materialidad inmediata del discurso), por lo que un trabajo histórico, epistemológico, político, etc. complementa la articulación de sus relaciones. Foucault denomina a este proceder Arqueología cuando el procedimiento de análisis es meramente descriptivo (sucesos históricos, discursos vigentes, prácticas ejercidas sobre los cuerpos) y Genealogía cuando se introducen acontecimientos concretos cuyas aristas en tensión dan lugar transformaciones o emergencias discursivas. Cfr. Michel Foucault: La arqueología del saber; El orden del discurso; Nietzsche, la genealogía y la historia; “The reception of Foucault by historians” en: Journal of the History of Ideas y la “Clase del 8 de febrero de 1978” en: Seguridad Territorio y Población, Curso en el Colegio de Francia (1977 – 1978). Véase la referencia completa de cada obra en la bibliografía. 4 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, una arqueología de las ciencias humanas. Trad. Elsa Cecilia Frost. Siglo XXI Editores, México, 2008, p. 3

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La capacidad de ficcionar entendida como un “trastorno de los planos ordenados” del discurso, impide que su circulación y organización permanezcan invariables. Ante ello, la pretensión discursiva de regularidad choca con la creación de situaciones y perspectivas que, a pesar de partir de lo conocido y de sus circuitos de verdad, fabrica algo distinto de lo admitido. La tentativa de problematizar y reinventar lo conocido a partir del propio conocimiento legitimado abre y multiplica los conductos de circulación del discurso, cambia el lugar que los usuarios acreditados juegan en él, interrogan al tabú y a sus procedimientos de exclusión... la ficción vuelve extraño lo conocido. No obstante, cuando la ficción se erige en norma deja de ser ficción; es ese el peligro, la mueca de desconcierto ante la vacilación discursiva que la ficción genera cuando su estatuto no es identificable, cuando se la confunde con el discurso. Pero si la ficción pretende ser crítica respecto de las sedimentaciones discursivas de verdad, debe diferenciarse del discurso y su carácter demiúrgico de la verdad, por lo que, a lo largo de este apartado, desarrollaré en qué consiste la propuesta de ficcionar. En primer lugar, la apuesta histórico-filosófica de Foucault otorga importancia a la crítica y a la revisión de los lugares comunes y consolidados del conocimiento. La extrañeza de lo conocido no radica en la desconfianza del conocimiento, sino el cuestionamiento de sus supuestos más arraigados, de los procesos en éste fue producido y de los efectos que, a la postre, determinaron la mirada sobre otros saberes, ese juego antiquísimo que torna lo mismo (lo conocido) en lo otro (algo desconocido) 5. En segundo lugar hay que considerar el propósito del saber que opera mediante la ficción de aquel que sostiene el conocimiento “verdadero”, “libre de ficción”, mientras que para el 5

El efecto que produce la extrañeza de lo conocido haya un buen ejemplo en el campo interdisciplinar, donde la perspectiva de los distintos saberes respecto de un objeto modifican la concepción se tiene del mismo, aun si éste sido largamente estudiado y, en apariencia, conocido en profundidad. Para una notable reflexión al respecto cfr. Hans Blumenber, El mito y el concepto de realidad. trad. Carlota Rubies, Herder, Barcelona, 2004, p. 14.

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primero se trata de una práctica discursiva minuciosa y contingente con incidencias en los discursos, el segundo aspira a la territorialización, especialización, complemento y conservación de un circuito discursivo más amplio que excluya “el acontecimiento aleatorio” 6. De esta primera aproximación se concluye que la capacidad de ficcionar es un procedimiento deliberado de indeterminación, una estrategia para problematizar o desplazar un orden asimilado, pero ¿en qué consiste para Foucault la ficción? Cabe decir que si la literatura es por excelencia el ámbito de la ficción –y un saber largamente cultivado sitúa la ficción en ese orden discursivo– quizá se deba a que éste espacio se distingue como uno que se aleja de la pretensión de verdad, tanto en términos formales como de contenido. Es sabido que durante distintos periodos de su vida, Michel Foucault se interesó en cierto tipo de literatura cuyos enunciados hacían vacilar la familiaridad de la lengua francesa o los límites de lo pensable 7; él insistía en que las obras literarias rehúyen a la aparente totalidad, continuidad y fundamento que reviste de gravedad los enunciados regulados, disciplinados. Así, los enunciados de ese conjunto de obras que archivamos y denominamos literatura, se mantienen abiertos a las posibilidades lúdicas e inquietantes del ficcionar, abiertos, en fin, a un extrañamiento que el propio Foucault encontraba a la vez jocoso y perturbador. Nuevamente en Las palabras y las cosas, el pensador francés afirma –acaso ficcionando, acaso no– que los enunciados contenidos en él no provienen tanto de la aridez del discurso sobre las ciencias humanas (que, dicho sea de paso, es justo lo que allí se tratará), como del frondoso jardín de la ficción. Desde la primera línea, el lector es provocado, llevado a una inquietud sutil, 6

Véase la nota no. 2. En nuestra lengua, los escritos de Foucault sobre Filosofía y Literatura están editados por Paidós, tanto en Obras esenciales (una extensa selección de Dits et écrits), como en el libro: De lenguaje y literatura, trad. Isidro Herrera Baquero, Paidós, Barcelona, 1996, así como: El pensamiento del afuera, trad. Manuel Arranz Lázaro, Editorial PreTextos, Valencia, 1997. 7

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a un extrañamiento subrepticio quien –según confiesa–, también participa de la vacilación y el sacudimiento del orden ante un listado citado por cierta enciclopedia china: Emporio celestial de conocimientos benévolos, referida en “El idioma analítico de John Wilkins”8. Este texto de Borges me ha hecho reír durante mucho tiempo, no sin un malestar cierto y difícil de vencer. Quizá porque entre sus surcos nació la sospecha de que hay un desorden peor que el de lo incongruente y el acercamiento de lo que no se conviene; sería el desorden que hace centellear los fragmentos de un gran número de posibles órdenes en la dimensión, sin ley ni geometría, de lo heteróclito; y es necesario entender este término lo más cerca de su etimología: las cosas están ahí "acostadas", "puestas", "dispuestas" en sitios a tal punto diferentes que es imposible encontrarles un lugar de acogimiento, definir más allá de unas y de otras un lugar común 9.

¿Cómo entender entonces la risa de Foucault? ¿Es una ficción, una burla?, ¿cómo hay que tomarla?, si se trata de la mofa irremediable ante algo tan imposible que resulta ridículo, no por ello la risa borraría la posibilidad de otro orden, de un orden desconocido, que no se deja pensar por su cercanía con lo incongruente; y si no lo es, si esa risa condensa el gesto de un extrañamiento, de un impasse, entonces la ficción sería algo que no debe tomarse a la ligera: algo que expone peligrosamente el límite de lo conocido y sus posibilidades. “Así, pues, ¿qué es imposible pensar y de qué imposibilidad se trata? (…) Lo imposible no es la vecindad de las cosas, es el sitio mismo en el que podrían ser vecinas” 10. En el prólogo a Las palabras y las cosas, Foucault explota la incongruencia del lugar común respecto de las disciplinas modernas. Le resulta muy extraño que a nadie le inquiete la proximidad con la que se hace coincidir la Gramática general y la Filología, la Historia natural y la Biología, la Economía (en tanto análisis de las riquezas) con la Economía política. Le sorprende la continuidad fácilmente asimilada entre dos cosas dispares; él observa que la Historia es el lugar común que las reúne y que les proporciona una aparente continuidad e 8

Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones, Emecé Editores, Buenos Aires, 1975, pp. 131 - 136, (el listado al qie se refiere por Foucault se halla a la mitad del cuento, que se plantea, a su vez, como la transcripción de una entrada de la Enciclopedia británica). 9 M. Foucault, Las palabras y las cosas, op. cit. p. 3. 10 Ibid. p. 1 y 2.

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identidad fija, que ésta disciplina funge como la mesa de operaciones donde se encuentran el paraguas y la máquina de coser con una regularidad casi casual. Del mismo modo que el Emporio celestial de Borges, o la boca de Eustenes –acaso de autoría foucaultiana–, la historia de las Ciencias Humanas había sido el refugio de las constantes y supuestos de un conocimiento que se fundaba en el desarrollo paulatino (progresión) de su exactitud (depuración) y aplicación (función) incuestionados. De manera que, si Foucault ficciona con el antiguo orden del saber quizás se deba a que barrunta una ficción en la continuidad del conocimiento de un siglo a otro; no pretende señalar los “equívocos” del saber para su posterior corrección y perfeccionamiento sino mostrar las relaciones que constituyen su irregularidad. Sin embargo, para lograrlo ha partir de los discursos que delimitaban y recortaban el conocimiento de la época, tomar el discurso y analizar la verdad que en la Gramática general, la Historia natural y la Economía se escondía antes de su aparente transición hacia una verdad más acabada. Por lo anterior, puede afirmarse que trabajo filosófico de Foucault se sitúa entre la ficción y el discurso. La ficción como estrategia de trabajo que pone en cuestión del orden conocido; y el discurso en tanto concreción del archivo 11 de una cultura, fuente y orden de los registros y las

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Para Foucault el archivo constituye una categoría de pensamiento mediante la cual es posible enunciar algo y no otra cosa, a partir de “una historia que está dada ya que es la de las cosas efectivamente dichas (a priori histórico)”. Por ello, el archivo constituye juegos de relaciones de lo enunciado que en su interacción producen reglas y regularidades que legislan lo que puede ser dicho, cómo debe ser dicho y en qué ámbito puede subsistir y modificarse, es decir, los sistemas de su enunciabilidad, funcionamiento, así como de la formación y transformación de los enunciados. El archivo es pues un sistema de producción del discurso sólo ostensible en las prácticas y documentos de las épocas, por lo que: “Es evidente que no puede describirse exhaustivamente el archivo de una sociedad, de una cultura o de una civilización; ni aun sin duda el archivo de toda una época. Por otra parte, no nos es posible describir nuestro propio archivo, ya que es en el interior de sus regias donde hablamos, ya que es él quien da a lo que podemos decir-y a sí mismo, objeto de nuestro discurso- sus modos de aparición, sus formas de existencia y de coexistencia, su sistema de acumulación de historicidad y de desaparición. En su totalidad, el archivo no es descriptible, y es incortorneable su actualidad. Se da por fragmentos, regiones y niveles, tanto mejor sin duda y con tanta mayor claridad cuanto que el tiempo nos separa de él: en el límite, de no ser por la rareza de los documentos, sería necesario para analizarlo el mayor alejamiento cronológico”. Cfr. Michel Foucault. La arqueología del saber, trad. Aurelio Garzón del Camino. Siglo XXI editores, México 2007. p. 221.

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reglas que la minuciosa arqueología estudia. Entonces, sin forzar mucho las cosas se puede afirmar que tanto la capacidad de ficcionar, como la intencionalidad de las investigaciones de Foucault, “consiste no en hacer ver lo invisible sino en hacer ver hasta qué punto es invisible la invisibilidad de lo visible” 12; es decir, en mostrar que invisibilidad de lo visible está justo ahí donde no hay extrañamiento respecto de lo conocido, donde las relaciones del archivo de una cultura han cedido a la verdad y la invisibilidad: (…) si bien estamos obligados a soportar, querámoslo o no, todos los estructuralismos, no podríamos aceptar que se tocara a esa historia del pensamiento que es historia de nosotros mismos; no podríamos aceptar que se desataran todos esos hilos trascendentales que la han unido desde el siglo XIX a la problemática del origen y de la subjetividad. A quien se acerque a esa fortaleza en la que nos hallamos refugiados, pero que estamos dispuestos a defender sólidamente, repetiremos, con el gesto que inmoviliza la profanación: "Noli tangere". […] Ahora bien, me he obstinado en avanzar. Y no porque esté seguro de la victoria ni confie en mis armas, sino porque me ha parecido que, por el instante, ahí estaba lo esencial: liberar la historia del pensamiento de su sujeción trascendental 13.

Ese proyecto recibe nombre en 1969, a propósito de un trabajo retrospectivo sobre su obra, donde Foucault llama arqueología al procedimiento que, un tanto a ciegas, había seguido para des(en)cubrir algunas relaciones que han dado forma al saber y que han fraguado un modelo para hacer y entender la historia. El cometido de la arqueología –asegura– consiste en liberar la historia “de ese círculo del origen perdido y recobrado en el que estaba encerrada; era preciso mostrar que la historia del pensamiento no podía desempeñar ese papel revelador del mundo trascendental que la mecánica racional no tiene ya desde Kant (…)” 14. Ante una apuesta de esa magnitud, el arqueólogo de las ciencias humanas no ignora que su objeto de estudio ha de estar conformado por aquello cuya materialidad no dé lugar a

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M. Foucault, El pensamiento del afuera, op. cit, p. 28. M. Foucault, La arqueología del saber, op. cit, p. 340. (El subrayado es mío).

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Ibid. p. 341. Aquí cabe pensar en el breve ensayo de Kant: Replanteamiento de la cuestión sobre si el género humano se halla en continuo progreso hacia mejor o en sus apuntes para la filosofía de la historia Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre Filosofía de la Historia. Trad. Roberto Rodríguez Aramayo y Concha Roldan Panadero, Técnos, Madrid, 1994.

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interpretaciones metafísicas sino que se concentre en la materialidad verbal, es decir, la “masa de cosas dichas” que pertenecen a discursos regulados cuya unidad de análisis más simple es el enunciado: lo que es dicho, lo proferido que otorga una forma históricamente concreta a las operaciones del discurso sobre las cosas. Al respecto Foucault afirma: (…) yo no he presentado jamás la arqueología como una ciencia, ni siquiera como los primeros cimientos de una ciencia futura. Y menos que el plano de un edificio en proyecto, me he aplicado a hacer la cuenta (…) de lo que había emprendido con ocasión de investigaciones concretas. La palabra arqueología no tiene en absoluto valor de anticipación; designa únicamente una de las líneas de ataque para el análisis de las actuaciones verbales: especificación de un nivel, el del enunciado y del archivo; determinación e iluminación de un dominio: las regularidades enunciativas, las positividades; empleo de conceptos como los de reglas de formación, de derivación arqueológica, de apriori histórico 15.

La arqueología no busca pues ningún comienzo ni origen, no presupone identidades a priori que condicionen la organización de los enunciados; se limita a describir los discursos en tanto prácticas específicas y conjuntos de enunciados en función del archivo de esa cultura. Quizá por ello, Foucault no da cuenta de su trabajo filiándose a ninguna disciplina que no sea la historia ni, de entre los métodos de la historia, recurre a alguno que proclame su cientificidad discursiva. Si se pretende etiquetarlo o se le pregunta ¿Es usted filósofo? Foucault no puede menos que renegar, que distanciarse, que tomar la pregunta como un enunciado sometido a un archivo y desde un a priori histórico, reinscribiéndolo en el orden del discurso que, a partir de la ficción critica, sometiendo sus enunciados a una disciplina que –según sospecha–, lo obligan incansablemente y sin éxito a suscribir 16. Efectivamente, a pesar de recurrir al discurso filosófico y de asumir un proceder histórico-nietzscheano en sus investigaciones, no sería difícil aducir diversas razones por las que

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Ibid. pp. 346 y 347.

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A este respecto pueden consultarse numerosas entrevistas o artículos sobre la recepción de la obra de Foucault y el interés en su posicionamiento teórico entre ellos pueden consultarse: Allan Megill, “The Reception of Foucault by Historians”, Journal of the History of Ideas, Vol. 48, n.1 (Enero-Marzo, 1987). Michel Foucault, La imposible prisión, Anagrama, Barcelona, 1982, en especial el artículo “El polvo y la nube” pp. 37 – 53, o las entrevistas reunidas en Microfísica del poder, La piqueta, Madrid, 1993.

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Foucault no es filósofo, o no lo es, cuando menos, en un sentido tradicional. A) Al autor de La historia de la sexualidad le interesan los enunciados más que los pensamientos; sabe que lo escrito no es lo pensado y que no puede tener ninguna constancia material del pensamiento más allá de las obras archivadas; asimismo, B) no se ocupa de ostentar un discurso de verdad o dictarle su ley a algo inasible como el archivo; no despliega una teoría (en su sentido trascendental y/o contemplativo), pero insiste en que ningún procedimiento de análisis debe estar encima de su historia; C) no recurre a instancias a priori que prefiguren la direccionalidad de sus investigaciones. Características que, hasta cierto punto, son propias del discurso filosófico e incomodaban a Foucault pues lo hacían mostrar desconfianza del lugar y los alcances que ha ocupado históricamente a este discurso. Así, aunque las pistas no sean pocas, no es común que el pensador francés hable de forma genérica sobre su obra, pues conforme ésta se despliega, se modifica, amplía o problematiza. Sin embargo, durante una entrevista con Lucette Finas, realizada en 1979 (tardía para el periodo intelectual que hemos analizado, pero valiosa por corresponder enteramente con nuestro tema), Foucault ofrece una declaración a partir de una mirada panorámica sobre el conjunto de su obra: (…) la ficción, es para mi un problema muy importante; me doy cuenta que no he escrito más que ficciones. No quiero, sin embargo, decir que esté fuera de verdad. Me parece que existe la posibilidad de hacer funcionar la ficción en la verdad; de inducir efectos de verdad con un discurso de ficción, y hacer de tal suerte que el discurso de verdad suscite, «fabrique» algo que no existe todavía, es decir, «ficcione». Se ficciona la historia a partir de una realidad política que la hace verdadera, se «ficciona» una política que no existe todavía a partir de una realidad histórica 17.

En esta breve cita hallamos tres elementos característicos de las investigaciones de Michel Foucault, que constituyen el tercer motivo por el que sostengo que su tentativa es presentar la filosofía como una invitación a ficcionar, es decir, a suscitar el extrañamiento de lo

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M. Foucault, Microfísica del poder, “Las relaciones de poder penetran en los cuerpos” op. cit. (por tratarse de una publicación electrónica, la paginación no corresponde con la obra impresa).

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conocido como una labor crítica respecto de lo que somos y pensamos. Dichos elementos son: A) que la ficción opera a través de algo distinto de sí misma, como puede ser un orden discursivo que le es correlativo y que ésta hace entrar conflicto, trastocándolo e incidiendo en aquella verdad que, en principio, resguardaba; B) que el trabajo de Foucault consiste en tornar repensar las referencias conocidas, en problematizar los supuestos tanto como el archivo que posibilita su enunciación y rigen las categorías de pensamiento a partir de las cuales nos definimos y operamos sobre las cosas; y, finalmente, C) que los enunciados (que organizan y dan forma a una verdad discursiva) no dependen de un sujeto sino de un orden del discurso que al ser confrontado con las ficciones que de él se derivan, fabrican, dan lugar a una exterioridad que no había sido advertida o pensada si se hubiese respetado la inmovilidad de las reglas discursivas que lo regulan. En ese sentido, la ficción como labor crítica constituye una experiencia en la que el pensamiento se abisma sobre sus límites; algo que es sin duda, muy semejante, a la hipótesis de El pensamiento del afuera. De este modo, el pensamiento de Foucault se coloca en las fronteras que separan la capacidad para ficcionar del discurso de verdad que, desde un a priori histórico, otorgan legitimidad a lo enunciado. El posicionamiento del pensador francés sirve como referencia del un trabajo intelectual que oscila entre el diagnóstico y la crítica, entre la ficción que sobrepasa los límites de la razón y el conocimiento riguroso del trabajo académico. Estas hipótesis no son infundadas, coinciden con los postulados del propio Foucault respecto de su quehacer intelectual que, en 1983, expuso en Berkeley a propósito de un texto de Kant: ¿Qué es la Ilustración? “No se trata de un comportamiento de rechazo” –afirma respecto del quehacer filosófico de la crítica a partir de su lectura de Kant– “[más bien] Se debe escapar a la alternativa del afuera y el adentro; hay que estar en las fronteras. (…) Lo cual, obviamente, tiene como consecuencia que la 10

crítica va a ejercerse no ya en la búsqueda de estructuras formales que tienen valor universal, sino como investigación histórica a través de los acontecimientos que nos han llevado a constituirnos y a reconocernos como sujetos de lo que hacemos, pensamos, decimos 18”. La ficción apunta pues hacia una labor crítica ligada a al trabajo filosófico y, a la vez, el efecto de la crítica que Foucault atribuye a la ficción ha permeado al discurso filosófico. Esta mirada retrospectiva enlaza el proyecto epistemológico inicial con la ontología histórica del presente mediante un delgado hilo estilístico y argumentativo; sería un anacronismo afirmar que la empresa crítica del último Foucault ha estado latente desde sus primeras obras. Aunque aquí y allá aparezcan con frecuencia las referencias a una tarea crítica, con diferentes propósitos y modulaciones, ya en La historia de la clínica, ya en ¿Qué es un autor? o en El orden del discurso, ésta no constituye un eje metodológico sobre el que giren las investigaciones foucaultianas. Sin embargo, como lectores de Foucault interesados en la intrigante categoría de ethos filosófico, habría que tener presente la observación de Laura Llevadot respecto del lugar de la ficción en la obra del pensador francés: Cabe valorar el estatuto de la ficción en esta historia política de la verdad que Foucault va a desarrollar tomando a Nietzsche como modelo. Si la verdad es una creación que se inventa en cada estrato histórico (arqueología) en función de determinadas condiciones políticas e institucionales (genealogía) que la hacen necesaria, entonces la tarea crítica del pensamiento ya no puede consistir en decir la verdad para desplazar la opinión común, siempre manipulada y engañada. […] precisamente, lo que muestra el nietzscheanismo de Foucault, es que el sujeto es un producto de esa verdad, no algo neutro y pre-existente que tendría, por naturaleza, derecho a esa verdad. (…) [este pensamiento] no opone la verdad a la ficción, sino que entiende que toda verdad es una ficción efectiva, una ficción que funciona, que fabrica —como dice Foucault— algo que todavía no existe 19.

La ficción efectiva es piedra de toque entre la extrañeza de lo cpnocido y la tarea crítica que Foucault desarrollará durante la última parte de su vida, quizás sea una conexión frágil pero 18

. Michel Foucault. “¿Qué es la Ilustración?” en: Sobre la Ilustración. Trad. Antonio Campillo, Tecnos, Madrid, 2003. p. 91 y 92. 19 Laura Llevadot, El estatuto de la ficción en Nietzsche y Foucault, Convivium 21: 71-82 (2008), revista de la Universitat de Barcelona, pp. 8 y 9. http://www.raco.cat/index.php/Convivium/article/view/87239

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traza una línea entre el análisis de las epistemes y los procesos de subjetivación que constituyen una actitud, un posicionamiento filosófico respecto de las experiencias que éstos posibilitan. La cuestión que queda pendiente, respecto de la ficción y la genealogía sería averiguar si hay algo que subyace a la superficie de aparición de la crítica, ¿Cuál es el a priori de la crítica y de qué modo está sujeta al archivo?, en fin, ¿qué ficciones de ficciones puede generar la crítica en la actualidad y ante los modos de objetivación de los sujetos “que son convertidos en objetos de conocimiento por un sujeto que construye su saber a partir del ejercicio del poder” 20?

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Oscar Martiarena, “Lenguaje y conciencia en Michel Foucault”, Diánoia ,Anuario de Filosofía, Año XLIII, no. 43, (1997), Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, UNAM, p. 57.

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Bibliografía

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