La explotación de recursos marinos en Oxtankah (Mención honorífica del V Premio Palenque)

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Descripción

México D.F. Año 1

Agosto-Noviembre 2006

Número 5

Arqueozoología

Proyectos: “La explotación de recursos marinos en Oxtankah, Quintana Roo Emiliano Ricardo Melgar Tísoc” Los colibríes ofrendados a Huitzilipochtli en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Norma Valentín Maldonado y María de Lourdes Gallardo Parrodi. Opiníon: “Un paleoambiente visto a través de las tuzas”. Raúl Valadez Azúa, Gilberto Pérez Roldán y Bernardo Rodríguez Galicia.

www.actualidades-arqueologicas.sitio.net www.actualidadesarqueologicas.org

Entrevistas a Umberto Albarella. Carine Tomé. Jordi Rosell Ardèvol.

índice OPINIÓN: Con todo respeto… 04 EDITORIAL PROYECTOS: Olor a tierra… 05 “La explotación de recursos marinos en Oxtankah, Quintana Roo” Por Emiliano Ricardo Melgar Tísoc

30 “Los colibríes ofrendados a Huitzilipochtli en el Templo Mayor de Tenochtitlan”

66 “Un paleoambiente través de las tuzas”

ENTREVISTAS: Excavando preguntas, respuestas

SUBSECCIÓN DIARIO DE CAMPO

Por Almudena López Benito

SUBSECCIÒN TRASCENDIDOS

cribando

68“Entrevista a Umberto Albarella” Por Almudena López Benito

Por Angélica López-Forment Villa

a

Por Raúl Valadez Azúa, Gilberto Pérez Roldán y Bernardo Rodríguez Galicia

Por Norma Valentín Maldonado y María de Lourdes Gallardo Parrodi

40 “Hay un hueso en mi sopa. Aprovechamiento de los recursos faunísticos en Santa Isabel, Nicaragua”

visto

74 “Entrevista a Carine Tomé”

81 “Entrevista Ardèvol”

a

Jordi

Rosell

Por Almudena López Benito

RESEÑAS: Nuevos y desempolvados 84 “Las imágenes de animales en los manuscritos mexicanos y mayas” Eduard Seler. Por Martín C. Domínguez

42 “El esquema de clasificación cerámica del Dr. Irving Rouse”

85 “Revista Rincones del Atlántico”

Por Madeliz Gutiérrez Ortiz

Por Leonardo Bastida 86 “Sinopsis de restos arqueológicos de vertebrados terrestres basada en la

LA

EXPLOTACIÓN DE RECURSOS MARINOS EN OXTANKAH, QUINTANA ROO Emiliano R. Melgar Tísoc Arqueólogo investigador del Museo del Templo Mayor

Resumen En el asentamiento prehispánico Oxtankah, ubicado en la costa occidental de la Bahía de Chetumal, Quintana Roo, los mayas desarrollaron diversas estrategias de explotación y aprovechamiento de los recursos marinos, adecuándose a las condiciones ecológicas de dicha bahía y litoral, las cuales influyeron en los depósitos arqueológicos y la preservación de determinados restos como las vértebras y espinas de pescados. Factores como una baja salinidad, aguas turbias y someras de fondo lodoso, determinaron la flora y fauna de manglar, favoreciendo el uso de la red y las trampas de atajo frente a los arpones y anzuelos. También la ausencia de corales y los moluscos típicos del Caribe influyó en la escasez de concheros, pero estimuló el comercio con comunidades fuera de la bahía, aumentando el valor de las conchas. Finalmente, la homogeneidad en las huellas de manufactura de los objetos de concha durante el Clásico permite suponer una tradición local frente a otra, quizás foránea traída por los putunes o itzáes, durante el Posclásico. Introducción Desde épocas muy tempranas, los seres humanos han estado relacionados con el mar, como lo corroboran la gran cantidad de concheros y aldeas de pescadores, comerciantes o navegantes que se han encontrado en las diferentes costas e islas del mundo (Waselkov, 1987:126-131; Masters y Flemming, 1983:614). Desafortunadamente la pesca y recolección marinolitoral entre los mayas prehispánicos ha estado subordinada debido a la primacía otorgada al aspecto comercial (Barrera Rubio, 1980:27), llegando a considerárseles los “fenicios del Nuevo Mundo” (Thompson, 1975). Por ello, nuestra investigación pretende colaborar con algunas pinceladas de los mayas prehispánicos que habitaron Oxtankah en la costa oeste de la Bahía de Chetumal, gracias a los trabajos de

recorrido y excavación dirigidos por la arqueóloga Hortensia de Vega Nova dentro del “Proyecto de Investigación y Conservación del Sitio Arqueológico Oxtankah, Quintana Roo”. Además, diversos concheros y pequeñas comunidades de pescadores han sido localizados en las costas de la Península de Yucatán (Andrews IV et al, 1974) y de Belice (Stoddart, 1962:3). Ya desde entonces consumían pescado, empleaban artes de pesca, y unido a esto, tenían conocimientos marítimos y de navegación. A su vez, el mar entre los mayas había desempeñado diversos papeles en las cuestiones simbólicas, ideológicas y míticas del cosmos; por lo cual, era señalado como el “Mar Primordial” o del origen (Recinos, 1992:13), así como el lugar de la legitimación del poder en el mar rojo

del oriente (Carmack y Mandloch, 1983:181-182). Así mismo, algunos investigadores han planteado que los asentamientos costeros no desempeñaron un papel importante en el desarrollo de los mayas prehispánicos sino hasta tiempos muy tardíos con la llegada o irrupción de los putunes e itzáes en la época Posclásica (Barrera Rubio, 1980:27). Sin embargo, el que varios de los asentamientos ya estudiados correspondan a ese período, sobre todo los llamados tipo “Costa de Oriental” (Goñi, 1998:53), como Tulum, Xelhá, Xcaret, El Rey en Cancún y San Gervasio en la isla de Cozumel, no implica necesariamente la ausencia de estas actividades con igual o mayor importancia en sitios de épocas anteriores. Por ello, los materiales de este estudio, y presentados a continuación, permitirán discutir algunos aspectos de la explotación del mar por los mayas.

Localización de Oxtankah Este asentamiento se encuentra ubicado a 13 kilómetros al norte de la Ciudad de Chetumal, capital de Quintana Roo y a escasos 600 metros del litoral de la Bahía de Chetumal, homónima de la capital (Imágenes 1 y 2). Cuenta con dos plazas (Abejas y Columnas), así como seis estructuras (I, III, IV, VI, IX y X) y cuatro altares excavados y abiertos al público (Imagen 3). Obviamente, al situarse cerca del mar, era factible esperar una gran cantidad de restos faunísticos provenientes de este medio acuático.

Imagen 2. Localización de Oxtankah, topográfica del INEGI E16-4-6, 1:250 000.

Imagen 1. Área de trabajo de

Oxtankah, imagen satelital de la NASA del sur de Quintana Roo y Belice.

carta

En este sentido, cabe señalar que el análisis de estos materiales se debe a que uno de los objetivos del “Proyecto de Investigación y Conservación del

Sitio Arqueológico Oxtankah, Quintana Roo” es el estudio de las estrategias de subsistencia y aprovechamiento de recursos marinolitorales empleadas por los habitantes de los asentamientos costeros de la porción occidental de la Bahía de Chetumal, especialmente en Oxtankah (Vega, Rosas y Ontiveros, 2000:17). Así, de acuerdo al tipo y grado de modificación, aunado a la tipología basada en forma y función, los recursos marinos en estudio permiten diversos niveles de análisis y profundidad en los mismos. Por un lado, hay moluscos, peces y corales que no presentan modificación humana y que principalmente fueron depositados con fines votivos en los rellenos constructivos de las estructuras. Otros nos indican la extracción del molusco por percusión, palanqueo, hervido o abrasión (Waselkov, 1987:100); por lo cual sólo permiten identificarlos a nivel de género y especie e inferir la zona y forma de obtención. Sin embargo, otra función podría ser como producto almacenado o en preparación para la manufactura de objetos de concha, lo cual depende de la asociación contextual. Por el otro lado, justamente los objetos de concha, definidos como todas aquellas piezas manufacturadas por el hombre a partir de los exoesqueletos calcáreos de los moluscos (Velázquez, 1999:13), así como los residuos y huellas de manufactura, permiten conocer qué herramientas, ornamentos y elementos votivos circulaban en distintas esferas sociales, su relación con el lugar de deposición y cuáles se elaboraban localmente, ya sea en áreas productivas concentradas o en unidades dispersas (Hohmann, 2002:37).

Imagen 3. Plano de Oxtankah, dibujo de Hortensia de Vega Nova y Teresa Ontiveros Ortíz.

Los moluscos arqueológicos de Oxtankah Los materiales malacológicos de Oxtankah que fueron analizados por nosotros consisten en 2164 piezas, fragmentadas y completas, de las clases Pelecípoda y Gasterópoda, recuperadas en distintas temporadas de campo: *Cuatro piezas de la temporada de prospección de 1996, realizada a nivel regional por caminos y brechas en Oxtankah, Nohichmul o El Cocal, Punta Lagartos y Laguna Guerrero y Roja (Vega Nova, 1996). *Doscientas treinta y tres piezas de la temporada de excavación de 19971998, durante la liberación y consolidación de las Estructuras I (con dos tumbas y tres altares), III, IV y el Altar de Plaza Abejas, así como de las Estructuras VI y IX de Plaza Columnas, todas ubicadas en el área monumental de Oxtankah (Vega Nova, 1999; 2000). *Mil setecientas veintisiete piezas de la temporada de excavación del 2000, cuando se intervinieron las tres tumbas halladas en el interior de la Estructura VI, así como la Estructura X, ambas

ubicadas en Plaza Columnas del área monumental de Oxtankah (Vega y Ontiveros, 2001). *Doscientas piezas de la temporada de recorrido del 2003, realizada a lo largo del litoral occidental de la Bahía de Chetumal, incluidas las islas y cayos adyacentes (Vega Nova y Melgar, 2003; 2005).

Ciudad de México. Y finalmente, contamos con la asesoría de especialistas en el tema como las biólogas Belem Zúñiga Arellano, Norma Valentín Maldonado y del arqueólogo Adrián Velázquez Castro del INAH, así como de la bióloga Norma Emilia González del ECOSUR en Chetumal. La identificación taxonómica arrojó los siguientes resultados: 36 especies, 18 gasterópodos y 18 pelecípodos (Tabla 1).

Imagen 4. Conchas del Caribe, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Origen de los moluscos y sus provincias malacológicas El primer análisis realizado al material consistió en conocer el origen o procedencia de los moluscos, es decir, las provincias malacológicas en las cuales fueron colectados. Para ello, se procedió a la identificación taxonómica de los materiales, tratando de llegar en la mayoría de los casos hasta el nivel de especie, con el apoyo de los manuales correspondientes a la provincia malacológica en cuestión, el Caribe, por lo cual revisamos los trabajos de Morris (1975) para esta zona, de Vokes y Vokes (1983) para la Península de Yucatán y el de Robertson (1975) para la costa de Belice. También consultamos las “colecciones de referencia de moluscos” de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) en la Ciudad de Chetumal y de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en la

Imagen 5. Conchas del Océano Pacífico, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Con base en esta información, pudimos apreciar tres zonas de obtención: *Las 30 provenientes del Mar Caribe (Imagen 4), Bulla striata, Cassis madagascariensis, Cassis tuberosa, Charonia variegata, Cittarium pica, Fasciolaria tulipa, Marginella labiata, Melongena melongena, Oliva reticularis, Oliva sayana, Pleuroploca gigantea, Polinices lacteus, Strombus alatus, Strombus costatus, Strombus gigas, Strombus pugilis, Turbinella angulata, Aequipecten muscosus, Anadara floridana, Chione cancellata, Codakia orbicularis, Crassostrea virginica, Dosinia elegans, Isognomon alatus, Lucina pectinata, Ostrea sp., Pecten sp., cf. Pinctada imbricata, Tellina listeri y Tellina sp. *Las cuatro de las costas del Océano Pacífico (Imagen 5), Chama echinata,

Pinctada mazatlanica, Spondylus calcifer y Spondylus princeps. *Y las dos dulceacuícolas de ríos, lagunas y esteros de la región (Imagen 6), Pomacea flagellata y Unio sp. Sin embargo, faltaba conocer cómo las obtuvieron los mayas prehispánicos de Oxtankah y si las provenientes del Caribe procedían de la playa adyacente, la Bahía de Chetumal. Ello nos llevó a revisar qué especies se tenían

registradas y si existían concheros prehispánicos en su litoral que indicaran la explotación de dichos recursos. Curiosamente la porción occidental de la bahía en cuestión carecía de estudios de distribución malacológica y los arqueólogos del área señalaban la ausencia de concheros en sus costas (Jaime Garduño Argueta, 2002: comunicación personal; Hortensia de Vega Nova, 2002: comunicación personal).

TABLA 1 IDENTIFICACIÓN TAXONÓMICA DE MOLUSCOS HALLADOS EN OXTANKAH, QUINTANA ROO ESPECIES DEL CARIBE GASTERÓPODOS PELECÍPODOS Bulla striata Aequipecten muscosus Cassis madagascariensis Anadara floridana Cassis tuberosa Chione cancellata Charonia variegata Codakia orbicularis Cittarium pica Crassostrea virginica Fasciolaria tulipa Dosinia elegans Marginella labiata Isognomon alatus Melongena melongena Lucina pectinata Oliva reticularis Ostrea sp. Oliva sayana Pecten sp. Pleuroploca gigantea Pinctada imbricata Polinices lacteus Tellina listeri Strombus alatus Tellina sp. Strombus costatus Strombus gigas Strombus pugilis Turbinella angulata ESPECIES DEL PACÍFICO GASTERÓPODOS PELECÍPODOS Chama echinata Pinctada mazatlanica Spondylus calcifer Spondylus princeps ESPECIES DULCEACUÍCOLAS GASTERÓPODOS PELECÍPODOS Pomacea flagellata Unio sp. “Proyecto de Investigación y Conservación del Sitio Arqueológico Oxtankah, Quintana Roo

Imagen 6. Conchas de agua dulce, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Prospección del litoral y ubicación de concheros Debido a la carencia de información malacológica concerniente a la Bahía de Chetumal fue necesario realizar un recorrido del litoral occidental, buscando colectar moluscos modernos y a la vez detectar concheros prehispánicos. Dicho trabajo fue llevado a cabo en junio y julio de 2003 (Vega Nova y Melgar, 2003; 2005). Como uno de los resultados de esa temporada, desafortunadamente confirmamos los señalamientos de los investigadores locales sobre la ausencia de concheros prehispánicos. No obstante, localizamos dos concheros contemporáneos de Strombus gigas en el malecón de la Ciudad de Chetumal, actualmente sumergidos en el mar (Imagen 7). Decimos contemporáneos debido a que presentan en nuestro tiempo la huella de extracción en forma de media luna hecha con cuchillo de metal a la altura de la espira y que fungen como basureros de un restaurante especializado en la preparación de ceviche de caracol, cercano al muelle internacional de Chetumal. Estos moluscos difieren de los arqueológicos hallados en Oxtankah, los cuales presentan la huella de extracción en la espira de forma irregular por percusión (Imagen 8).

Imagen 7. Conchero sumergido en el malecón de Chetumal, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Imagen 8. Ejemplar de Strombus gigas con huella de perforación por percusión, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc

También llamó nuestra atención la ausencia en toda la bahía –y no solamente en nuestra zona estudiada– de los grandes univalvos del Caribe, como el mismo Strombus gigas, Turbinella angulata, Cassis madagascariensis, Cassis tuberosa y Pleuroploca gigantea. Incluso cualquier univalvo del género Oliva, así como Cittarium pica, Codakia orbicularis y cualquier valva de la Familia Pectínida no fueron hallados en el litoral, ni en transectos subacuáticos realizados por nosotros en distintas partes de dicha bahía. En cambio, los moluscos recolectados eran en su mayoría Pomacea flagellata (Imagen 9),

Melongena melongena (Imagen 10) y pequeños caracoles y ostiones de mangle. Lo anterior nos llevó a corroborar estos datos con biólogos marinos del ECOSUR en Chetumal, es decir, que las condiciones ecosistémicas de la Bahía de Chetumal actuales fueron iguales en el pasado, al menos para los mayas prehispánicos.

Imagen 10. Ejemplar de Melongena melongena, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Imagen 9. Ejemplar de Pomacea fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

flagellata,

También revisamos estudios ecológicos del área en cuestión, identificando para esta bahía condiciones estuarinas diferentes al resto de la costa Caribe: poca salinidad debido al Río Hondo y Río Nuevo, litoral dominado por manglar y llanura intermareal, fondo fangoso de agua turbia y poca profundidad (Olivera, 2002:7). Todo ello provoca la ausencia de arrecifes de coral, característicos de la costa quintanarroense y Belice, así como de pastos marinos, aguas claras y playas arenosas, necesarias para muchas de las especies más conocidas del Caribe (Vokes y Vokes, 1983; Robertson, 1975). Era obvio, entonces, que debíamos separar los moluscos locales de la Bahía de Chetumal de los procedentes del resto de la provincia caribeña.

Procuración de moluscos por los habitantes de Oxtankah Con los resultados obtenidos en el recorrido de superficie y los datos biológicos y ecológicos de otras investigaciones, pudimos apreciar que las especies explotadas en la playa adyacente a Oxtankah, así como todo el entorno de esta amplia bahía presentaban poca diversidad y correspondían en su mayoría a Pomacea flagellata y Melongena melongena (Imágenes 9 y 10), de fácil colecta en las costas de manglares y cuya ausencia en la formación de concheros en el litoral pudiera deberse a la forma de preparación como alimento que los mayas hacían de ellos. A diferencia de los grandes univalvos del Caribe, éstos se cocinaban en caldos con todo y su exoesqueleto, por lo cual no eran descartados en el litoral ni presentaban huellas de extracción por percusión (Hammond, 1987:175176). Con respecto a los grandes univalvos del Caribe, al no ser nativos del ecosistema local, su obtención y gran diversidad implicaba una mayor inversión de trabajo o costo, ya que requerían trasladarse fuera de la bahía por ellos o recibirlos a través de rutas de intercambio. Todo ello aumentó su valor (social o simbólico), por lo cual

eran aprovechados al máximo y no se descartaban en el litoral. Prueba de ello, son la reutilización de piezas elaboradas en Strombus gigas y Spondylus princeps, sin importarles que presenten la huella de extracción del animal por percusión en el caso de los primeros. Esto parece indicarnos que el recurso era escaso o no se desperdiciaba. Y como estos moluscos no eran de la bahía, el llevarlos a sitios del interior como Kohunlich y Dzibanché implicaba una mayor distancia y esfuerzo, tal vez traducido en un mayor costo de estos recursos, por lo cual quien les facilitara esa distancia “extra” del litoral de Chetumal al Caribe podría beneficiarse al fungir como intermediario o distribuidor marino, como podría haber sido el caso de Oxtankah durante el Clásico.

su vez, si relacionamos dichas especies con los contextos en que aparecen y los objetos manufacturados con ellas, a excepción de una incrustación rectangular hecha de la madreperla, el resto de ornamentos se concentran exclusivamente en las tumbas de los gobernantes de Oxtankah, sobre todo para el Clásico Tardío (Vega Nova y Ontiveros, 2001:12-15). Esto nos indica un acceso diferencial a los recursos o bienes exóticos, como si las “conchas coloradas” del Pacífico fueran bienes de prestigio y su distribución controlada o restringida a la elite (Hohmann, 2002:12 y 15), lo cual aumentaba conforme avanzaba el Clásico maya.

Imagen 12. Pico para enmangarse en Turbinella angulata, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc. Imagen 11. Sartal de pendientes antropomorfos en Oliva reticularis, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Finalmente, los moluscos provenientes del Pacífico ofrecen pistas de un panorama interesante de antiguas rutas de intercambio a larga distancia. A diferencia de la enorme diversidad de moluscos provenientes del Caribe, de estas costas se observa una gran selectividad de los recursos: solamente cuatro especies, Spondylus princeps, Spondylus calcifer, Chama echinata y Pinctada mazatlanica (Imagen 5). A

Elaboración de objetos de concha Además, el aprovechamiento de los moluscos para elaborar objetos presenta diferencias a nivel espacial y temporal. En este sentido, a partir de la tipología establecida por Lourdes Suárez (1977) y ampliada por Adrián Velázquez (1999), clasificamos el material en 16 categorías, encontrando lo siguiente (Tabla 2): en ornamentos (Imagen 11) tenemos 78 pendientes, dos pectorales, 1803 incrustaciones y 22 cuentas; en utilitarios (Imagen 12) hay tres trompetas, un hacha, siete

TABLA 2 TIPOLOGÍA DE LOS OBJETOS DE CONCHA DE OXTANKAH, QUINTANA ROO Moluscos Cantidad de objetos Objetos elaborados Strombus gigas 44 16 Pendientes, incrustaciones, pectorales, cuentas, orejeras, hachas, picos, punzones, núcleos y residuos de trabajo Strombus costatus 2 0 Orejeras Strombus alatus 28 0 Pendientes Turbinella angulata 10 84 Incrustaciones, trompetas, picos, punzones, núcleos y residuos de trabajo Cassis tuberosa 5 9 Mandíbulas falsas, núcleos y residuos de trabajo Cassis madagascariensis 0 9 Mandíbulas falsas y residuos de trabajo Cittarium pica 0 73 Residuos de trabajo Oliva reticularis 13 1 Pendientes Oliva sayana 1 1 Pendientes Pleuroploca gigantea 1 1 Punzón y residuo de trabajo Melongena melongena 1 0 Pendiente Strombus pugilis 1 0 Trompeta cf. Pinctada imbricata 1534 121 Incrustaciones y cuentas Spondylus americanus 1 0 Pectoral Lucina pectinata 0 1 Residuo de trabajo Chama echinata 17 1 Incrustaciones y cuentas Spondylus princeps 145 5 Pendientes, incrustaciones, orejeras, cuentas y recipientes Spondylus calcifer 1 0 Cuenta Pinctada mazatlanica 1 0 Incrustación Unio sp. 1 15 Incrustaciones TOTAL 1806 337

picos, cuatro punzones, un anzuelo y dos recipientes; en votivos (Imagen 13) contamos con una placa labrada, tres mandíbulas falsas, una sección de espira, una sección de columela, tres caracoles trabajados por percusión como ofrenda y un objeto no determinable. De ellos, la mayoría de los ornamentos fueron recuperados en la zona monumental de Oxtankah y casi exclusivamente de las tumbas de los gobernantes, especialmente en la Tumba 1 de la Estructura VI de Plaza Columnas que corresponde al Clásico

Tardío (Vega Nova, et al., 2003). Por su parte, las herramientas se concentraron principalmente en los rellenos constructivos de las estructuras y como material de superficie en la zona habitacional, en el litoral y en las islas adyacentes. A su vez, se aprecia una mayor diversidad de objetos hechos en distintas especies caribeñas hacia el Clásico Temprano, mientras que para el Clásico Tardío se restringe a incrustaciones y pendientes manufacturadas en especies del Pacífico. Éstas últimas se concentran en

la Tumba 1 antes mencionada y se debe a que forman parte de conjuntos mayores como una máscara de mosaicos de conchas rojas de Spondylus princeps y una pechera o capa de incrustaciones circulares perforadas en concha nácar de cf. Pinctada imbricata (Imagen 14). Finalmente, todas las cuentas están elaboradas en Spondylus princeps y Chama echinata, señaladas en las fuentes coloniales como “cuentas coloradas” y que se restringen exclusivamente al periodo Posclásico del sitio (Vega Nova, et al., 2003).

También otro aspecto importante en esta investigación resulta el poder inferir cuáles objetos podrían haber sido elaborados localmente y cuáles llegaron al sitio ya manufacturados, quizás por intercambio. De la misma manera buscamos profundizar en algunos aspectos de la organización de la producción de dichos objetos, de las herramientas empleadas y de las preferencias culturales, donde relacionáramos la localidad o foraneidad de las especies y herramientas empleadas, el tipo de objetos elaborados y las modificaciones que presentan las piezas. En este sentido, una de las formas de lograrlo es a través del análisis de las huellas de manufactura con ayuda del Microscopio Electrónico de Barrido (MEB).

Imagen 13. Placa incisa en Strombus gigas, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Imagen 15. Micrografía de superficie de pieza arqueológica en placa de Pinctada mazatlanicaa 100x.

Imagen 14. Conjunto de incrustaciones nacaradas halladas en la tumba 1 de la Estructura VI de Oxtankah, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Este tipo de estudios se han realizado desde hace algunos años con buenos resultados dentro del “Proyecto Técnicas de Manufactura de los Objetos de Concha del México Prehispánico” dirigido por Adrián Velázquez, donde el empleo del MEB ha resultado una técnica idónea para conocer las características de la superficie de los materiales: rugosidad, porosidad y textura. A través de ella ha sido posible caracterizar y diferenciar rasgos que de

otra manera resultaría imposible, como por ejemplo, las huellas dejadas por cortes y perforaciones con instrumentos de pedernal y obsidiana. Como punto de comparación se tienen más de 400 experimentos sobre concha empleando herramientas similares a las halladas en contextos arqueológicos mesoamericanos, con el fin de reproducir los procesos de trabajo que presentan los objetos analizados: desgastes, cortes, perforaciones,

incisiones, calados, pulidos y bruñidos (Tabla 3). Ello resulta relevante cuando llegan a identificarse modificaciones producidas por materiales alóctonos de las Tierras Bajas Mayas como cortes con obsidiana o desgastes con basalto frente a los esperables arqueológicamente como los pedernales y calizas locales.

TABLA 3 PROCESOS DE TRABAJO EXPERIMENTADOS MODIFICACIÓN HERRAMIENTAS Desgastes de Basalto, andesita, riolita, arenisca, caliza y esquisto, superficies adicionando agua y ocasionalmente arena. Cortes Arena, agua y tiras de piel o cuerdas vegetales. Herramientas líticas de pedernal y obsidiana. Perforaciones Abrasivos (arena, ceniza volcánica, polvo de obsidiana, polvo de pedernal y polvo de cuarzo), animados con ramas de carrizo, adicionando agua. Herramientas líticas de pedernal y obsidiana. Calados Abrasivos (arena, ceniza volcánica, polvo de obsidiana, polvo de pedernal y polvo de cuarzo), animados con ramas de carrizo de gran diámetro, adicionando agua. Incisiones Herramientas líticas de pedernal y obsidiana. Acabados Pulido con abrasivos, agua y trozos de piel. Bruñidos con trozos de piel en seco. La aplicación de ambos acabados.

Así, a partir de una muestra representativa que reflejara tanto los rasgos recurrentes como los singulares de la colección, llevamos a cabo el análisis de 207 micrografías empleando el MEB, obteniendo los siguientes resultados: Los desgastes con basalto se presentan en 51 piezas, todas correspondientes al Clásico temprano (200-600 d.C.) y tardío (600-800 d.C.), sin importar la especie ni el tipo de objeto elaborado. Se caracterizan por bandas redondeadas de bordes irregulares del orden de las 100 µm de espesor

(Imágenes 15 y 16). Así mismo, estos mismos objetos tienen pulido como acabado, el cual es producto de la aplicación de un pulidor de pedernal que deja sobre las bandas antes descritas unas líneas rectas y finas que corren en diferentes direcciones y se entrecruzan, y son menores a cuatro µm de anchura (Imágenes 17 y 18). Por su parte, el desgaste con caliza sólo lo tienen tres piezas, todas del Posclásico tardío (1200-1500 d.C.). Ésta deja bandas de varios tamaños (entre 20 y 60 µm de espesor) y difusas que corren en diferentes

direcciones; asimismo se observan líneas rectas más finas de aproximadamente seis µm de ancho (Imágenes 19 y 20). Llama la atención que estas piezas no presentan acabados.

Imagen 16. Micrografía de desgaste experimental hecho con basalto en Pinctada mazatlanica a 100x.

de pedernal tienen sucesiones de bandas de aproximadamente cuatro µm de espesor, las cuales se entrecruzan y se juntan para formar rasgos de mayores dimensiones (Imágenes 23 y 24). Éstas son las más abundantes y aparecen en todos los contextos y temporalidades.

Imagen 18. Micrografía de corte experimental con lascas de pedernal en Strombus gigas a 1000x.

Imagen 17. Micrografía de borde arqueológico de pendiente en Strombus gigas a 1000x.

Hay cortes (18) e incisiones (5) con lascas de obsidiana donde se aprecian líneas rectas, paralelas, muy delgadas, menores a tres µm de anchura (Imágenes 21 y 22), los cuales generalmente aparecen regularizados con basalto, cuyas bandas ya hemos descrito pero que aparecen sobre estas líneas de corte. Los cortes (18), perforaciones (16), incisiones (8) y calados (5) con lascas

Imagen 19. Micrografía de desgaste experimental con caliza en Strombus gigas a 100x.

Solamente se tiene un pendiente rectangular de una tumba del Clásico tardío, el cual está perforado con polvo de pedernal por las bandas de cuatro µm de espesor y líneas menores a dos µm de anchura (Imágenes 25 y 26). De la misma manera, hay una perforación con polvo de obsidiana en una cuenta esférica de una tumba del

Clásico tardío en la cual se distribuyen pequeñas partículas y líneas rectas difusas menores a una µm de anchura (Imágenes 27 y 28).

También se busca reevaluar los modelos de abastecimiento de moluscos que se han aplicado a las Tierras Bajas Mayas, ya que comúnmente se cree que los exoesqueletos hallados en asentamientos costeros proceden de las playas adyacentes, obviándose en muchos casos, rutas de intercambio costeras de épocas tan antiguas como el Preclásico Tardío (Barrera Rubio, 1980:27).

Imagen 20. Micrografía de superficie arqueológica en pectoral de Strombus gigas a 100x.

Imagen 22. Micrografía de borde arqueológico de incrustación en Pinctada mazatlanica a 1000x.

Imagen 21. Micrografía de corte experimental con lascas de obsidiana en Pinctada mazatlanica a 1000x.

Evaluación de resultados Como señalábamos en apartados anteriores, en este estudio resaltamos la necesidad de llegar en la identificación taxonómica al nivel de especie, ya que en ambas costas, el Océano Pacífico y el Atlántico, comparten los mismos géneros, como Oliva, Spondylus, Chama y Pinctada; por lo cual no podrían rastrearse las zonas de obtención, las provincias malacológicas de procedencia, ni inferirse antiguas rutas de intercambio.

Pareciera que los investigadores negaran la distribución de moluscos de lugares tan lejanos como la costa del Pacífico en comunidades litorales del Mar Caribe (Andrews IV, 1969:43), como si los mayas antiguos de las Tierras Altas solamente intercambiaran obsidiana, basalto y jadeíta con la Península de Yucatán y dejaran fuera del juego conchas tan apreciadas como el Spondylus princeps, la famosa ostra espinosa y colorada del Océano Pacífico. Esto se debe a la influencia que ha ejercido el clásico trabajo de Andrews IV (1969) sobre el uso y distribución de moluscos entre los Mayas de las Tierras Bajas. Aunque no negamos los grandes aportes de dicho estudio, su modelo de abastecimiento de fauna marina orientado a la localidad de los recursos

y relegando la posibilidad de procurarse de moluscos de costas lejanas, sobre todo para el norte de la Península (Andrews IV, 1969:43) ha provocado que en las identificaciones taxonómicas de las colecciones arqueológicas, pocos investigadores reconozcan o admitan la presencia de moluscos del Pacífico en asentamientos costeros del Caribe maya. Lo anterior se hace patente especialmente para el caso del Spondylus, ya que cualquier valva u objeto manufacturado con este género se da por sentado que es de la especie americanus para el color anaranjado e ictericus para los tonos rojizos. Además, solamente hemos encontrado dos investigadores que señalan haber encontrado Spondylus princeps entre sus materiales: Luis Alberto Martos (2003:248) lo afirma para Calica al sur de Playa del Carmen en Quintana Roo, y James Garber, el analista de materiales del sitio de Cerros, en Belice, manifiesta sus dudas con respecto a que los Spondylus hallados en el sitio sean locales, sugiriendo que algunos sean del Pacífico (Garber, 1986:120).

ejemplares, pues las especies del Caribe son de pequeñas dimensiones comparadas con las del Pacífico. Incluso valvas completas de Spondylus princeps y adornos elaborados con el púrpura intenso del Spondylus calcifer son presentados como moluscos locales en el Museo Arqueológico de Cancún. Por ello, resaltamos el problema de la correcta identificación de los moluscos y la necesidad de llegar hasta el nivel de especies, sin negar la posibilidad de que procedan de costas lejanas.

Imagen 23. Micrografía de perforación experimental con lascas de pedernal en Spondylus princeps a 1000x.

Imagen 25. Micrografía de perforación experimental con polvo de pedernal en Spondylus princeps a 1000x.

Como podemos apreciar, el problema radica en los colores, pero también en los tamaños y curvaturas de los

Otro aspecto muy importante se refiere a la relación que podamos establecer entre las especies y las herramientas

Imagen 24. Micrografía de perforación arqueológica en incrustación de Spondylus princeps a 1000x.

empleadas con los tipos de objetos y procesos de trabajo que presentan las piezas. En este sentido ya se ha planteado que dicha relación define a la o las tradiciones tecnológicas de los grupos humanos, es decir, la elección y repetición de un conjunto de maneras de hacer las cosas, a expensas de otras, en un espacio y tiempo dados, por un grupo social o una cultura (Carr, 1995:166). Así, con ayuda del MEB en el análisis de las huellas de manufactura, llama la atención que las herramientas identificadas en las micrografías se limitan a cuatro materias primas: basalto, obsidiana, caliza y pedernal. Sin embargo, las dos primeras son ajenas a la región, mientras las dos últimas son locales y de una amplia distribución. Por lo tanto, podría pensarse que las piezas que presenten huellas hechas con las foráneas ya llegaron manufacturadas al sitio, mientras las que coincidan con los materiales locales podrían haberse manufacturado en el asentamiento. Sin embargo, esto se complica cuando también aparecen herramientas foráneas en contextos arqueológicos de Oxtankah, como sucede con los metates de basalto y cientos de navajillas prismáticas de obsidiana gris hallados en rellenos constructivos y recorridos de superficie. A su vez, el que presenten una homogeneidad los desgastes con basalto y los cortes con lascas de obsidiana regularizados con el primero; nos podría indicar una concentración de las áreas de producción de los objetos de concha para consumo de la elite, principalmente los gobernantes como en la Tumba 1 de la Estructura VI de Plaza Columnas en el área monumental de Oxtankah. También se ha propuesto que esta homogeneidad o estandarización en las huellas obedece a que dichas áreas estaban bajo control de la elite (Brumfiel y Earle, 1987:1, 3).

A su vez, se ha dicho que esta producción de objetos conlleva incrementos en la estandarización y en la eficiencia en el tiempo de trabajo invertido, así como una economía de los materiales y herramientas empleados (Clark y Parry, 1990:293); sin embargo, existen determinados bienes, como los de prestigio, en que no se escatiman ni tiempo ni insumos. Y si a ello sumamos la casi total exclusividad de las especies del Pacífico en los contextos de tumbas, podemos observar la existencia de un acceso diferencial a estos recursos relacionado con su procedencia local o foránea. Lo anterior podría ayudarnos a entender por qué la mayoría de las piezas procedentes de contextos habitacionales, rellenos constructivos o asentamientos insulares son especies caribeñas que presentan huellas de herramientas locales como desgastes con caliza sin pulidos y perforaciones con lascas de pedernal, así como un menor tiempo de trabajo invertido como en los pendientes y trompetas hechos por percusión, a diferencia de sus similares recuperados en tumbas y entierros de la elite. En otras palabras, la estratificación social también parece reflejarse en las especies, los objetos elaborados, las técnicas de manufactura y las herramientas empleadas.

Imagen 26. Micrografía de perforación arqueológica de pendiente en Spondylus princeps a 1000x.

Imagen 27. Micrografía de perforación experimental con polvo de obsidiana en Pinctada mazatlanica a 1000x.

sustraerlas de las rocas o del fondo marino (Waselkov, 1987:96-97). También algunas eran exclusivas de la barrera arrecifal (Belem Zúñiga Arellano, 2003: comunicación personal), por lo cual requerían trasladarse a esta zona seguramente en canoas. Finalmente, las provenientes del Pacífico llegaban gracias a las rutas de intercambio costeras previamente establecidas (Andrews IV, 1969:43). Si bien en los párrafos anteriores hemos hablado de los moluscos, como contraparte entre los mayas costeros se tienen a los pescados arqueológicos.

Imagen 29. Pesas de red hechas de tiestos reutilizados, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc. Imagen 28. Micrografía de perforación arqueológica de cuenta en Spondylus calcifer a 1000x.

Finalmente, los moluscos nos ofrecen información sobre las provincias malacológicas de donde provienen, pero muy poco de la forma como las obtenían. Ya que su extracción requería poco instrumental, casi nunca dejan huellas detectables a nivel arqueológico (Waselkov, 1987:96). Así, solamente podemos inferir que los moluscos en la Bahía de Chetumal podían ser recolectados en la costa, al igual que algunas especies del Caribe ubicadas en playas arenosas, llanura intermareal y caletas rocosas. Pero había otras que requerían de un cuchillo o palanca para

Peces y artes de pesca en Oxtankah Presentes en menores cantidades que los moluscos, los pescados arqueológicos y sus artes de pesca nos ofrecen otro tipo de información sobre las formas de obtención. Así, aunque sólo contamos con algunas vértebras y espinas de pescado, como complemento tenemos 230 pesas o plomadas de redes de pesca (Imagen 29), un anzuelo (Imagen 30), tres arpones (Imagen 31) y sobre todo, varias alineaciones de piedra o trampas de atajo en forma de “J” (Imagen 32) emplazadas a lo largo del litoral, islas y cayos de la Bahía de Chetumal, desde Punta Lagartos hasta Punta Calenturas. Por lo tanto, si bien el recurso en sí

mismo no resulta abundante, a nivel arqueológico sí lo es en cuanto a sus formas de explotación.

fenestratum. Por lo cual, no pudimos relacionar las trampas de atajo con especies marinas al no ser halladas en los contextos arqueológicos.

Imagen 32. Trampas de atajo en Cayo Venado, cortesía de Roberto Herrera de El Colegio de la Frontera Sur. Imagen 30. Fragmento de anzuelo hecho de concha, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Imagen 31. Arpón de pedernal, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Identificación taxonómica Así, como primer paso se procedió a la identificación taxonómica de las vértebras y espinas recuperadas dentro del sedimento en el interior de un plato (Imagen 33) proveniente de la Tumba 2 de la Estructura VI de Plaza Columnas (Vega y Ontiveros, 2001:20), en el área monumental de Oxtankah. Dicha identificación fue llevada a cabo por la bióloga Norma Valentín Maldonado del Laboratorio de Arqueozoología “M. en C. Ticul Álvarez” de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH. Contrariamente a lo que esperábamos, el pescado en cuestión era de una mojarra de agua dulce (Imagen 34): Cichlasoma cf.

El utillaje pesquero en Oxtankah Si bien las únicas evidencias de pescados arqueológicos no correspondían con especies marinas, las pesas de redes, evidencia indirecta del empleo de redes de henequén o algodón, pudieron ser utilizadas en las lagunas costeras, canales y ríos de la región. Por lo tanto, resultaba necesario establecer una relación entre la forma y tamaño de las pesas. Así, 230 pesas fueron agrupadas en dos conjuntos de acuerdo con el tipo de manufactura: 200 pesas reutilizadas (Imágenes 29 y 30) modeladas (Imagen 35). Las primeras proceden de tepalcates de diferentes tipos cerámicos y tamaños, tal vez por una heterogeneidad en el tamaño de las redes y los recursos a explotar, mientras que las segundas son muy parecidas en forma y tamaño, quizás vinculadas con la especialización o estandarización de la longitud de las redes para una especie determinada. Sin embargo, la clave del análisis podría estar en el peso particular de cada plomada, ya que las ligeras, menores a 20 gramos (Boxt, 1993:225) y de pequeñas dimensiones, generalmente modeladas, probablemente fueron empleadas en aguas someras o para redes individuales frente a las pesadas, mayores de 20 gramos (Eaton,

1976:238) y de grandes dimensiones, principalmente las reutilizadas, seguramente empleadas para redes grandes y mar abierto. En cuanto a las trampas de atajo en forma de “J” hechas de piedra, resultan de lo más novedoso en cuanto a evidencia arqueológica de artes de pesca para la región, pues la mayoría de ellas eran descritas por las fuentes como hechas de palos o juncos (Carr, 1986:134). Propuesto por sus descubridores, Jaime Garduño y Pablo Iván Caballero (1998) como trampas para peces y manatíes favorecidas por las corrientes y cambios de las mareas de la bahía, su construcción debió requerir de una gran coordinación del trabajo comunal debido a las dimensiones que llegaron a alcanzar de hasta de 300 m de longitud. Y aunque dichos investigadores solamente reportan 11 alineamientos, en fotografías de baja altura tomadas por biólogos marinos encargados del censo aéreo del Santuario del Manatí (Imagen 32), hemos podido apreciar que la cantidad de trampas superó nuestras expectativas, ya que son decenas y decenas, concentradas entre Punta Lagartos y Punta Calenturas, en la porción septentrional de la Bahía de Chetumal (Roberto Herrera, 2003:comunicación personal). Por lo tanto, no se presentan de forma azarosa en el litoral, responden a un patrón, tal vez basado en el tipo y comportamiento de los peces locales. Cabe señalar que estos alineamientos no son apreciables ni en imágenes satelitales de la NASA, ni en las fotos aéreas de la región proporcionadas por el INEGI, sin importar la escala ni la temporada con la cual trabajemos (Imagen 36). Y aunado a que está en una zona de frontera con Belice, los vuelos y la información han estado restringidos, tal vez por ello pasaron

tanto tiempo desapercibidas para los estudiosos. Con respecto a los arpones y anzuelos, resulta interesante la escasez de los mismos: con solamente tres arpones o grandes puntas de proyectil, dos en pedernal y uno en obsidiana (Imagen 31); frente a un solo anzuelo fragmentado hecho en concha de bivalvo no identificado (Imagen 30). Ambos artes de pesca proceden de contextos ceremoniales, por lo cual fueron retirados de su espacio de uso, es decir del mar y el litoral, al menos en su deposición final. Asimismo, no debemos olvidar que los arpones se emplean en especies de mayores dimensiones que las puntas mismas, sino la técnica no funciona, pues no resulta lógico partir en dos a los peces buscando arponearlos. A su vez, los anzuelos de uso individual, sirven para acceder a peces de profundidad o cuyo hábito de vida es solitario, mientras que las redes y trampas de atajo resultan adecuadas para peces que se trasladan en cardúmenes (Carr, 1986:283-285).

Imagen 33. Vértebras y espinas de Cichlasoma cf. fenestratum, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Imagen 34. Fotografía de mojarra de agua dulce, fotografía de Juan Jacobo Schmitter-Soto.

Evaluación de los resultados Si bien en cuanto a la pesca prehispánica se cuenta con estudios tan completos como el de Cerros (Carr, 1986), en la Bahía de Chetumal, llama la atención la escasez de restos de pescados arqueológicos en contextos costeros mayas, destacando los hallados en el mismo Cerros (Carr, 1986:138-139), El Meco (Andrews, 1986:68-69), Playa del Carmen (Márquez) y The Northern River Lagoon (Mock, 1994:42-43), entre otros. Por lo tanto, una de las variables que conviene analizar para evaluar la posibilidad de recuperar restos de pescados arqueológicos es la matriz de suelo. Si comparamos los contextos de hallazgo de vértebras y espinas en otros sitios costeros, como Tulum, Tancah y Cancún, buena parte proceden del interior de vasijas (Schmitter-Soto, 1998:58). Entonces, esta aparente escasez puede deberse a los procesos de conservación y deterioro a los cuales están expuestos.

Así, diversos análisis de las características físicoquímicas de suelos y sedimentos recuperados en las excavaciones arqueológicas de Oxtankah fueron realizados por nosotros bajo la asesoría del biólogo Serafín Sánchez, encargado del Laboratorio de Suelos y Sedimentos de la ENAH. Los resultados obtenidos nos indican que el pH del suelo es de neutro a ácido, favoreciendo la desintegración de restos óseos si están en contacto directo con el suelo, pero conservándose altos índices de residuos proteicos, ácidos grasos y fosfatos (Tabla 4), lo cual explica el gran porcentaje de materia orgánica detectado en ellos (Melgar, 2004). Por otra parte, aquellos sedimentos contenidos dentro de vasijas mostraron una mejor conservación física de restos faunísticos, prueba de ello son las espinas y vértebras del Objeto 12 de la Tumba 2 de la Estructura VI de Plaza Columnas.

TABLA 4 RESULTADOS DE ANÁLISIS QUÍMICOS DE SEDIMENTOS HALLADOS EN EL INTERIOR DE CAJETES DE LA TUMBA 2 DE LA ESTRUCTURA VI DE PLAZA COLUMNAS, OXTANKAH

OBJETO 1 1 1 1

CAPA I II III IV

TEXTURA Limo Limo Areno limoso Areno limoso

PO4 5 3 4 3

CO3 5 5 5 5

pH 627 629 626 623

% M.O. 1 326 1.301 1.373 1.707

2 2 2 2 2 2 2 2 2

I II III IV V VI VII VIII IX

Limo Limo Limo Limo Limo Limo Limo Limo Migajón

2 2 2 2 3 3 3 3 2

5 4 4 5 5 5 5 5 5

604 605 601 610 607 610 604 614 618

0.343 1.359 1.320 1.707 1.359 1.642 1.674 1.359 0.339

12 12 12 12 12

I II III IV V

Arcillo limoso Limo Limo Limo Limo

5 3 4 5 2

4 3 3 4 5

623 699 689 612 624

9.808 9.929 9.767 7.629 8.267

R.P. A.G.

2

8

1

7.5

1

8

12 12

VI VII

Limo Limo

2 5

Era obvio, entonces, que fuera de vasijas había muy pocas probabilidades de hallar restos de pescados en contextos arqueológicos. En cuanto a las artes de pesca, quizás la inusitada abundancia de pesas de red y trampas de atajo, nos remite a una preferencia cultural por este tipo de pesca y/o a que esta estrategia de pesca colectiva resultó la más adecuada al ecosistema marino de la Bahía de Chetumal (Carr, 1986:279 y 283). Podría ser que las artes de pesca fueron afectadas por las características hidrológicas de esta bahía, como corrientes de agua dulce provenientes del Río Hondo, Río Nuevo, la Barra de San José y demás arroyos que mezcladas con el agua salada y de mayor densidad del mar, vuelven turbias sus aguas, así como la poca profundidad, con una batimetría no mayor a cinco metros. Esto se ve reflejado en la poca cantidad de estas artes de pesca individuales, sobre todo los anzuelos, ya que en el resto de los asentamientos prehispánicos de la Bahía de Chetumal solamente han sido reportados otros tres, dos para Cerros (Carr, 1986:281) y uno para Sarteneja (Boxt, 1993:346).

5 4

622 624

7.666 9.955

1

8.5

redes con savia de mangle rojo Rhyzophora mangle, ya que huellas de esta práctica han sido observadas en algunas pesas de red. Según ellos, el teñirlas engaña a los peces, como al box o bagre, tan abundante en la Bahía de Chetumal (Schmitter-Soto, 1998:58), pues se pierde entre las turbias aguas color marrón. Quizás ello favoreció la elección de esta técnica sobre otras. Además, la presencia de las pesas de red en otros sitios de la Bahía como Cerros y Sarteneja aumenta en el Clásico (Carr, 1986:31) y las modeladas se generalizan para el Posclásico (Carr, 1986:283; Boxt, 1993:234).

Imagen 36. Foto aérea de baja altura del INEGI, L-23, A F-10, CETENAL 1:80 000. Imagen 35. Pesas de red modeladas en cerámica, fotografía de Emiliano Melgar Tísoc.

Otro aspecto señalado por investigadores de la región es el teñido de

Finalmente, el que las trampas de atajo de esta bahía estén hechas con piedras y no de juncos o troncos, como señalan las fuentes, puede responder a una forma de hacer más resistente estas

estructuras y que requería de menores mantenimientos frente a los embates de huracanes y tsunamis, tan destructivos en la región como aparece en los registros geológicos y arqueológicos de la región (Seele, 1993:10). Entonces, y tomando en cuenta todo lo anterior, qué podemos concluir de este estudio: Conclusiones Los moluscos explotados por los habitantes prehispánicos de Oxtankah provienen en su mayoría de fuera de la Bahía de Chetumal, y tuvieron un valor alimenticio, utilitario, ornamental y votivo. Aún así, podemos reconocer cuatro grandes zonas de obtención con distinto aprovechamiento: la Bahía de Chetumal para uso alimenticio, el Mar Caribe (fuera de la Bahía de Chetumal) para la manufactura de herramientas y ornamentos, el Océano Pacífico para ornamentos y objetos votivos y los ríos y lagunas costeras del sur de Quintana Roo para alimentación y adornos. La explotación de estos moluscos se da por: recolección costera e intermareal, buceo somero y profundo apoyados por canoas y por intercambio costero a media y larga distancia. No se hallaron concheros prehispánicos, sólo dos modernos, porque los moluscos explotados localmente son de pequeñas dimensiones y para uso alimenticio en caldos. El empleo del Microscopio Electrónico de Barrido (MEB) nos permite diferenciar técnicas de manufactura empleadas en los mismos procesos de trabajo, macroscópicamente similares pero microscópicamente diferentes. Mediante el análisis de las micrografías de las huellas de manufactura se pueden apreciar dos grupos de herramientas: uno foráneo (basalto y obsidiana) y otro local (caliza y pedernal).

Las huellas nos podrían indicar al menos dos áreas de producción de objetos de concha, una concentrada, homogénea y sumamente estandarizada que emplea principalmente herramientas y especies foráneas, quizás bajo control de la elite. La otra dispersa, muy heterogénea y diversa modificando exclusivamente moluscos caribeños y con un menor tiempo de trabajo invertido en ellos, pues carecen de acabados o son modificados por percusión. Los pescados arqueológicos solamente aparecen dentro de platos como ofrendas en tumbas, ya que la acidez del suelo sujeto al aumento del nivel freático, no permite su preservación. Finalmente, las redes y trampas de atajo son las artes de pesca preferidas sobre el arpón y el anzuelo, por la cantidad que pueden capturar y por lo somero y turbio de sus aguas. Las primeras son teñidas con savia de mangle rojo para engañar a los peces mientras las segundas son de piedra probablemente para resistir los embates de los tsunamis en época de huracanes. Agradecimientos Este trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo de la arqueóloga Hortensia de Vega Nova, directora del “Proyecto de Investigación y Conservación del Sitio Arqueológico Oxtankah, Quintana Roo” y del arqueólogo Adrián Velázquez, director del “Proyecto Técnicas de Manufactura de los Objetos de Concha del México Prehispánico”. También de las asesorías taxonómicas de las biólogas Belem Zúñiga Arellano, Norma Valentín Maldonado y Norma Emilia González, así como de las tomas de micrografías de los físicos Demetrio Mendoza Anaya y Antonio Alba Medina. Y, finalmente pero no menos importante, a mis padres y hermana, por su respaldo a lo largo de este trabajo.

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AGOSTO-NOVIEMBRE 2006

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