LA ESTÉTICA DEL COMPROMISO Y LA OBLIGATORIEDAD MORAL DEL

May 20, 2017 | Autor: Julio Barthouk | Categoría: N/A
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Descripción

LA ESTÉTICA DEL COMPROMISO Y LA OBLIGATORIEDAD MORAL DEL
PESIMISMO EN LA OBRA POÉTICA DE GUSTAVO PEREIRA





"Yo narro el balance de las conciencias ante los billetes de banco
Yo narro el aullido de los poetas ante la miseria humana
Tengo en mi bolsillo la pluma con la que escarbaré lo hondo del papel
Hasta hacerlo reventar de cansancio
Estos torbellinos que me asaltan son también los pelos de mi cabeza
Estos panfletos son mis cantos de amor…"

Gustavo Pereira. Los cuatro horizontes del cielo.



Cuando las palabras son proferidas en relación con Gustavo Pereira, se
debe, en primer lugar, reconocer que se comenta sobre un poeta cuya obra
está compuesta de elementos socio-políticos que marcaron una época del
acontecer histórico venezolano[1], eventos de esa época vividos por él
mismo y a través de otros, gracias "a las aventuras del ojo"; como
dirigente político y miembro de la Juventud Comunista venezolana,
maquinaria ideológica que contribuyó a fomentar esa tendencia política en
nuestro país, se le concedió la permisión de percibir los trasudores de las
circunstancias históricas de entonces. Considérense la situación política
mundial, regional y nacional de ese momento, en las cuales un nuevo
pensamiento nacido del despertar de la izquierda, produjo que Latinoamérica
se convirtiese en el vórtice de irradiación cultural e ideológica. Justo en
la década por él vivida, los 60's, Venezuela despierta en democracia e
inmediatamente estalla la guerra de guerrillas contra el gobierno que
apenas se constituía. Muy jóvenes, los integrantes de esta generación se
alzaban en contra de los atropellos de Pérez Jiménez. Esta rebeldía propia
de quienes hacen frente a las injusticias de un régimen será la semilla de
una prole cuyo estandarte ondea en lo alto clamando por sueños, batallas y
una libertad que no estipula doblar el lomo ni bajar la cabeza. En ese
contexto surge esta gama de poetas y artistas que tambalean el horizonte
político. Tal y como lo dice Rangel (1988), estos guerreros altivos y
valientes se obligaron, desde el alma pura que les es propia, a convencerse
de que "un idealismo generoso reemplaza en ellos las exigencias de un
realismo político." (p. 32).
Asimismo, aunada a su formación ideológica encontramos en Pereira su
vocación de escritor, mediante la cual aporta todo lo posible a la creación
de una ética social acorde con los pensamientos e ideas que, considerados
por él, darán puntal a su causa. Con respecto a esto último es necesario
aclarar que nuestro punto de vista no difiere de aquél que nos habla de dos
vertientes en la obra poética de Pereira, tal y como lo expresa Liscano
(1994); a saber, primero el de su "toma de conciencia social marxista" y
segundo, el de su "sentir intimo, personal e introspectivo." Por el
contrario, creemos que un solo Pereira existe puesto que ninguno sobrevive
sin el otro. No es de nuestra absoluta opinión que sus poemas de índole
política sean la gran directriz de su poesía; tan solo queremos hacer un
estudio -dentro de su obra- de la presencia evidente de éstos.
Necesariamente, nos referiremos entonces a la poesía 'sesentista' del
autor. En consecuencia, considerando aquello que manifiesta Sartre (1967)
en cuanto la literatura comprometida de que "un escritor tiene una
situación en su época; cada palabra suya repercute. Y cada silencio
también."(p. 10), de allí que Gustavo Pereira haya descubierto y concluido
de igual manera que el escritor ha optado por revelar el mundo y
especialmente el hombre a los demás hombres, para que éstos, ante el objeto
así puesto al desnudo asuman todas sus responsabilidades. Adicionalmente,
haciéndose eco de las voces de protesta de su época y entonando el arte de
la poesía militante o "panfletaria", la cual pareciera alejarse del
discurso poético formal, Pereira (1990) afirma que "el objetivo de la
poesía, en un mundo cada vez más reducido a la maquinización y sus falsías,
es también contribuir a la rebelión colectiva contra este orden en
putrefacción llamado capitalismo." (p. 239). [2]
Lo anterior vislumbra las vías hacia las cuales, Pereira mediante, la
poesía debe tener orientación; caminos que deberían ser inundados por las
dimensiones del lenguaje poético que se hace vivo en el sarcasmo, la
acritud, la irreverencia, el castigo, la denuncia, la violencia, la
provocación, el panfleto y otros ingredientes de absoluta
imprescindibilidad.
De igual modo y siguiendo el hilo, hemos querido revisar e investigar en la
presente exposición el efecto catártico del trasfondo pesimista, de la
cargada presencia de desánimo y desdén, habitantes en la poética del
Pereira de la época ya mencionada. Pesimismo que, siempre y cuando lo
consideremos per se, esta referido a la propensión de atribuir al mundo la
mayor imperfección posible; a la tendencia de ver y juzgar muchas cosas en
su aspecto más desfavorable. En el caso Pereira, empero, está mirada
incrédula es la materia prima necesaria para la construcción de una nueva
perspectiva conciliatoria del mundo, una visión de paralaje inmersa de lo
optimista; una obligatoriedad moral, "mi necesidad de tener que hacer
algo" sin "estar forzado a ello." Bilbeny (2000) manifiesta que "la única
necesidad que nos obliga es aquélla que encontramos tan sólo en el deber
moral; y no a pesar, sino por causa, justamente, de estar en nuestra mano
poderla quebrantar." (p. 187). Ahora bien, ¿no quebranta
Gustavo Pereira el deber moral y lo restituye por una necesidad de hacer
partícipe al otro de esa misma necesidad?
Es éste, tal vez, el recurso mejor empleado por la técnica literaria del
autor, en cuya forma podemos observar la edificación de un discurso que
pretende enfrentar al lector con una realidad que sabe, entiende y conoce
como la única, pero ante la cual no ejerce la más suave brizna de voluntad
para colaborar en su trasformación. Al contrario, existe un lector (no
queremos hablar por la totalidad) que se materializa en un turista
desapercibido, inanimado ante este planteamiento del somari y/o verso
Pereira. Para complementar, esta prometeica invención del artista, el
Somari, navega en los beneficios de la sencillez y la contundencia con la
finalidad de trascender, con el objetivo de ir allende el discurso poético
del vate. No obstante, nuestra escuálida, imperfecta y somera definición
desmerece la concepción que bien pudiéramos obtener del poeta mismo en
entrevista a Ramón Ordaz: "Pues bien, con esa palabra quise nominar un tipo
de poema caracterizado por su brevedad y al mismo tiempo por su frescura,
su espontaneidad. Me pareció pretencioso decirle poema a aquello."[3] (pp.
24-25). O si se prefiere, en su Arte poética: una experiencia personal,
articulo ensayístico de su libro La poesía es un caballo luminoso (2013),
Pereira señala que "Con el neologismo somari quise nombrar un poema breve
ajeno a todo rigor preceptivo, libre por eso de prisiones formales,
rítmicas o temáticas, cuyo centro de acción estuviera en sus connotaciones
y valores semánticos y en la concentración imaginativa del lenguaje." (p.
27).
En pro de su causa, Pereira desboca sus indomables corceles, apunta sus
impactantes municiones, ellas, las palabras, con el fin de abofetear al
lector "bucólico y apacible", y así sorprenderlo –ya una vez mediante el
lenguaje- por vez segunda ante el espejo del mundo, en el cual no se había
reflejado hasta entonces.
Por otro lado, y de manera complementaria, se seguirán las nociones
teóricas propuestas por Teun Van Dijk en cuanto al Análisis Crítico del
Discurso (ACD), el cual consiste en una investigación analítica sobre el
discurso que estudia primariamente el modo en que el abuso del poder social
(por extensión todo que a él concierne, e.g. las formas, los medios, las
consecuencias, etc), el dominio y la desigualdad son practicados,
reproducidos, y ocasionalmente combatidos, por los textos y el habla en el
contexto social y político. Con ello, el ACD, con tan peculiar
investigación, toma explícitamente partido, y espera contribuir de manera
efectiva a la resistencia contra la desigualdad y los desmanes sociales;
asimismo, vale destacar que este tipo de enfoque no es una dirección,
escuela o especialidad similar a las numerosas "aproximaciones" restantes
en los estudios del discurso como un intento de ofrecer una manera o
perspectiva distintas de teorización, análisis y aplicación a través de
dicho entero campo de investigación. Cabe encontrar una perspectiva más o
menos crítica en áreas tan diversas como la pragmática, el análisis de la
conversación, el análisis narrativo-poético, la retórica, la estilística,
la sociolingüística, la etnografía, la sociología, la antropología, entre
otras.









"Sabe que las palabras, como dice Brice Parain, son 'pistolas cargadas'.
Si habla, tira. Puede callarse, pero, si ha optado por tirar,
es necesario que lo haga como un hombre apuntando a blancos,
y no como un niño, al azar, cerrando los ojos
y por el solo placer de oír las detonaciones."
Jean Paul Sartre. ¿Qué es la literatura?

"Muchos poetas de hoy siguen transitando estas derrotas (…) para poder
seguir
Tañendo aquellas campanas, aunque sabemos que estas derrotas no tienen fin,
Como tampoco tendrá fin el torrente de la vida interior que es capaz de
volver
Visible lo oculto con el solo fulgor de la palabra."
Gustavo Pereira. Ser poeta hoy.




Como consecuencia del magistral manejo de la ironía y el sarcasmo que hace
el artista, notamos cuán importante es el acercamiento del lector al
somari, así como también, la reacción y despertar ante el mismo; a manera
de ejemplo: en el Somari del Comportamiento del perro, Pereira
analógicamente sitúa al animal en el plano humano ¿o viceversa?,
permitiendo que al final de la lectura nos cuestionemos desesperanzadamente
obre el propósito de nuestro vivir y, que al mismo tiempo nos enfrentamos
sin piedad, sin contemplación a nuestra propia inconformidad:

"Si está acá quiere estar allá
Y si allá
acá
Cuando hay música prefiere silencio
Cuando hay silencio se siente solo
El temor le hace poner música
La música le hace desear silencio
El silencio estar allá
Y estar allá etc…"
(1994; 81)
Si tomamos en cuenta las palabras e ideas de Michel Foucault (1999), el
movimiento lúdico del discurso poético de Pereira estaría emplazado dentro
de los territorios de la transgresión, en la cual "la escritura se
despliega como un juego que infaliblemente va siempre más allá de sus
reglas, y de este modo pasa al exterior" (p. 101) y en adición, en esa
escritura "(…) no se trata la manifestación o la exaltación del gesto de
escribir; no se trata la sujeción de un sujeto a un lenguaje: se trata la
apertura de un espacio en donde el sujeto que escribe no deja de
desaparecer" (p. 102) y que, en cambio, son sus ideas las que permanecen
allí intactas, altivas y dispuestas a poner en garde al lector:

"Un soñador es una pistola
que dispara por las noches sus luces de
bengala
Un idiota perfecto es un idiota
con cara pies barriga y todo eso …"
(Pereira: 1994; p. 69)



El autor quebranta la norma de aproximación entre quien escribe y quien
lee, mas no por ello es prohibido o resulta negativo el esfuerzo de la
escritura. Según Foucault, "nada es negativo en la transgresión. Ella
afirma el ser limitado, afirma éste limitado en el cual se arroja
abriéndolo por primera vez a la existencia" (op. cit; 153). Por
consiguiente, la "afirmación no positiva" manifiesta en la carencia de
limites, en la "positividad" de la transgresión apoya la naturaleza de la
escritura Pereira; es decir, dicha escritura tiene el espacio eternamente
abierto para la transgresión una vez que esta última ha cruzado la débil
frontera establecida por los limites, por ello, el lenguaje tiene poder
absoluto de afianzar los objetivos preconcebidos por el artista; exempli
gratia es el somari A los de otros planetas:

"Aunque parezca cierto
Quienes mandan aquí no son las vacas."
(1994; 47)


O en el caso de Nadie se enfada:
"Una libra de queso un
metro de leche
Sobre el mostrador las migajas de pan se levantan
rezongando
Y el dependiente tiene unos ojos largos
Etiquetas bebidas baratas las frutas aumentaron la leche
también
El panadero pone menos harina en el pan
Qué pasa todo esto en un robo qué pasa nadie se enfada
Salgo del café silbando como los otros."
(p. 39)


La irrupción del lenguaje –la ruptura de los límites- con el sarcasmo
pesimista del poeta (medio único para lograr el compromiso que busca en su
literatura) se magnifica y persiste en orientarse hacia diversos extremos,
a saber, en formas de CONDENACIÓN [4] donde el poeta fustiga la
sensibilidad del lector, lo encara en medio de la niebla con un cartel que
reza: WARE UP! BE CAREFUL!; donde el tono del poema azota la percepción
poética de quien lee. Logra allí el poeta levar al lector hasta azufre
infierno, azufre de su conciencia, incluso hasta dejarlo desesperanzado
ante los mensajes expresados en los escritos, véase En el mundo no quieren
a los tristes:
"Uno tiene derecho a acongojarse
a sentirse vencido
pero en el mundo no quieren a los tristes
Uno está en el deber de levantarse
agarrar su cayado
echar a andar
Optar por esconderse entre sí mismo
Irse a la misma mierda
Desamarrar sus diablos
O simplemente hacerse el minigote
el salsero mayor
el chicle más orondo de la
fiesta."
(p. 158)


Vemos en este poema cómo mediante el uso de un colectivo unipersonal
(pronombre UNO), el poeta condena y cuestiona el comportamiento de aquéllos
en quienes ha percibido lo que expone[5] . Sin embargo, dentro de las
formas de CONDENACIÓN que podemos encontrar, algunas veces
coincidencialmente, éstas se mezclan con cierto sentido de ENTREGA, que
pareciera un cese a la resistencia, un alto a la lucha; pero que
vislumbramos como una luz al fondo de la caverna, y que no es más que un
recurso purificante para persuadir al lector a favor de una auto-reflexión
(y justo en estos casos, la ironía es más determinante que en muchos otros
poemas). Así en Todo está bien:


"¿Por qué cambiarlo todo
Si todo está tan bien?
¿Por qué volver fúnebre
este pacífico
hermoso
establecido
y tranquilo festín?."
(1994; 165)




O en El dinero ayuda:
"El dinero ayuda
a mantener cierto equilibrio
entre los grandes imbéciles
y los grandes carajos." (p.89)


En varias ocasiones, el poeta transparenta en gran parte de sus otros
escritos su ética social desviando el ímpetu con el cual ha actuado hacia
el orden socio-político; en el poema XII de Los cuatro horizontes del
cielo, podemos percibir la nota agria de su poesía crítica, ese
"cuestionarlo todo", ese dolor y esa CONDENACIÓN que tanto clama:

"Y este país que amo con rabia
y desprecio hacia adentro
Este país vasallo sediento y sin embargo apagado
Este país que carece del más elemental sentido de su
interior
Este país detrás de las pequeñas iluminaciones detrás de
mitos que envuelve
También conforme a que lo pisen o degüellen
Este país que no tiene un punto fijo sino los cuatro
horizontes del cielo
para perderse o salvarse!"[6]
(p.57)


En este poema -así como en el siguiente- bien podríamos recordar al
inalcanzable Borges, cuando reiteraba que "la tierra que habitamos es un
error, una incompetente parodia" (1994; 31). Consecuentemente, en el XIII,
el pesar es más expresivo y en él se reclama de manera suficientemente
directa, la ausencia de responsabilidades:

"Escogieron esta tierra para poner la bota
escogieron estos valles verdes para quemar este subsuelo
para escarbar
nosotros hemos sacado legañas a las piedras hemos
conocido el peso
del gas interior del planeta
Nosotros no sabemos qué diferencia al metal del pan
Ustedes dejaron en nuestros plexos metidos avaricia
codicia pesos
dólares monedas pus
putrefacción prohibiciones estremecimientos
torturas muertes llagas
y llagas y
llagas y llagas… "[7]
(p.50)



Sin embargo, tal y como afirma José Balza (2002) en el estudio preliminar
de una de sus antologías, Poesía de bolsillo:

Junto a la búsqueda de una transformación dinámica y justa,
la corrupción y la insania parecen crecer como siempre.
Esperanza, delirio, renovaciones, podredumbre, caos: todo
esto envuelve a un país cuyo eje sigue siendo justicia y
libertad: cultura (…) Dentro de esta palpitación que la
poesía de Pereira, siempre fue buscada y soñada la
transformación del país. (p.24)


Lo previo nos anuncia que existe otro extremo en la poética de Gustavo
donde la transgresión pareciera retornarle a los límites su espacio; aunque
verdaderamente el tono de ésta sólo se disfraza -y con ello, su lenguaje
impetuoso y sus colaboradoras características: rebeldía, sarcasmo,
violencia, acritud, etc.- para apaciguar al artista y así acceder a una
relajación que lo reconcilie consigo mismo. Este extremo es nombrado
precisamente -en palabras de Liscano (op. cit.)- como RECONCILIACIÓN. Ésta
actividad liberardora, aplaca tanto al autor como al lector justo donde el
pesimismo es rey: por ende, produce catársis en tanto que autor, puesto que
permita la tregua entre ese amo escribiente y lo escrito, una tregua que
mitiga la nota transgresora y en tanto que lector, ya que éste hallará un
vacío que llenar y en ese exacto momento, el toque reconciliatorio del
poeta surtirá el efecto propuesto y buscado mediante las actitudes
transgresoras directas. Esencialmente con este acto de retribución y
tregua, Pereira da el empujón indispensable e insoslayable para el
encuentro y compromiso del lector con ese universo inscrito en cada unidad
poética suya. He allí, para ejemplificar, uno de sus Somaris:


"Aunque los huesos duela se debe andar
Aunque el alma se parta
debemos recoger los pedazos
Que sean estos trozos
sanguinolentos
los que hablen por nosotros"

(p.122)




Asimismo, en algunos de sus poemas, cabe la posibilidad de que podamos
observar una fusión asaz lograda entre esa RECONCILIACIÓN mencionada y se
acelere el obrar en la hechura de una senda hacia la ESPERANZA; para
muestra el poema Canción del poemario Tiempos oscuros Tiempos de Sol:

"Toda esta furia todos estos lechos sin nadie todo este
puesto
de niebla en la noche
Todo este país empeñado en descerrajarse
Todo este inmenso gentío que se desgañita bajo las
sombras o



[más allá
Todo este mundo ebrio esta frente iluminada todo
Este hermoso fervor deben salvarse
van a salvarse."
(p. 131)




O en Cartel de la Alegría: "La muerte debe ser vencida / la miseria echada
/ Que haya pájaros en cada pecho." (p. 93).
En lo intrínseco de todo este panorama literario de Pereira, es notorio el
hecho de que por momentos -es de nuestro parecer- éste abandonara la lucha
(su lucha) para convertirse en un perfecto misántropo; que luego recuperara
su bandera e hiciera el aspecto aparentemente fatuo que demostraba al
abandonarse; que batallara en el ritmo de la esperanza y el optimismo; sin
embargo, en todo ello el pesimismo (militante) es protagonista y el
enfrentamiento de opuestos una constante (léase Somari del color del agua).
Colocado en el fastigio de la poesía venezolana, Pereira sabe qué desea en
sus escritos, sabe cuál es el lenguaje para ese propósito suyo; en
consecuencia, él muere defendiendo y creyendo que

"(…) A la poesía toca desempeñar importante papel en el
advenimiento de esa sociedad nueva, de ese hombre nuevo. (…)
Toda revolución es imperfecta porque está hecha por hombres,
pero lleva en lo profundo de sí el ansia de corregirse, de
rectificarse, de rehacerse, porque ello corresponde a una
forma superior de la materia consciente que el mercantilismo
niega. Sobrevivir en la alegría es el destino al que toda
revolución legítima aspira. La poesía está en el deber de
iluminar a los hacedores de la nueva vida (…)"


(1990; 268)


Para concluir, no cabe duda de la gigantesca trayectoria del maestro
Gustavo Pereira, quien no ha amainado sus fuerzas para construir, crear,
legar una poesía de rasgos auténticos y de evidente compromiso, que como él
mismo lo ha dicho, éste "(…) no se trata de interpretar de diversas maneras
el mundo (…) de lo que se trata es de transformarlo" (p.297). y se nutre
esa metamorfosis, en el caso de la poética Pereira, del estridente poder
del pesimismo, de la propuesta del no hay salida, recurso de derrota pero
valioso porque al voltear la moneda (sea cara o cruz el resultado) la
esperanza y la voluntad hacen presencian y postulan que no hay salida, sino
muchas. Lidiará la poesía de Pereira entre la CONDENACIÓN – ENTREGA y la
RECONCILIACIÓN – ESPERANZA, y estará azuzando a ambos polos nada más y nada
menos que el lucífero arte del PESIMISMO. Como postre de este banquete,
valdría la pena decir que posiblemente estos rasgos propios de su obra,
sean elementos exteriorizados de sí mismo; obra y artista, un solo ente sin
temor ni chance de bifurcación, un largo paseo para tal encuentro así
expresado en uno de sus somaris:
"En mi infancia no tuve más que cielos abiertos
Después me llené de calles y papeles
Y me habito la soledad
Pero entonces dejé a la vida

inundarme
Y no me arrepiento."


(1994; 137)


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[1] En nuestro caso, hemos considerado aquellos textos en los cuales el
bardo observa, "somariza", con vehemencia una realidad política agobiante;
este período está inscrito dentro de la llamada Venezuela "puntofijista",
regida por los dos partidos políticos otrora poderosos: AD y COPEI. Resulta
curioso, según nuestro parecer, que tras la ascensión a la Presidencia del
país de un gobierno de "izquierda" después de 1998, el autor haya
disminuido el tono feroz de reprimenda que se observaba en sus escritos
anteriores; aun cuando la realidad política no dista considerablemente de
la precedente. Igualmente, es notable que sus últimas producciones estén
alejadas de esa artillería de reclamo y se encaminen hacia la busca de la
identidad así como de la transcendencia de la cultura latinoamericanas,
casos de Historias del Paraíso (1999) o Costado indio (2001).
[2] En cuanto a la esencia del escrito panfletario poético, Betulio Bravo
(2010) expresa lo siguiente: "Éste corre el riesgo de verse afectado a
causa de su propia naturaleza contingente, toda vez que sus materiales
verbales pueden ser arrastrados por la urgencia expresiva de la que hace
alarde (…) Asimismo, debido a la fugacidad implícita en el libelo
propagandístico, quizá éste requiera de cierta retórica más o menos
deslumbrante, si quiere que sus efectos perduren en el tiempo (…) aunque
represente un descalabro para la ortodoxia del panfleto y un imperdonable
desliz para el discurso poético de estilo tradicional" (p.10). Vemos aquí
un elemento importante de la poesía de Pereira.
[3] Citado por José Pérez en La Cosmovisión del Somari. (2013). Caracas; El
perro y la rana.
[4] Este término, así como el de RECONCILIACIÓN han sido utilizados por
Juan Liscano (1994), en el prólogo de la Antología Poética de Monte Ávila
Editores para Pereira. Aquí serán usados de igual modo sólo que con unos
aportes nuevos, mínimos y modestos.
[5] "Toda gran poesía anuncia, de alguna manera, la necesidad de vivir, la
forzosa necesidad de seguir viviendo para realizar nuestros deseos de
perfección" (1990; 293-294).

[6] En esta última frase se puede notar claramente y en sumo gradota
presencia del pesimismo como compromiso. O este país se hunde por completo
o tiende a la salvación, salvación que connota la ausencia de prosperidad.
La idea de un país que puede salvarse nos permite inferir que ese país ya
se halla en un proceso de decadencia, de corrupción como ente; a decir
verdad, la esperanza podría ser encontrada como un estado de difícil
alcance.
[7] Causa curiosidad leer unos de sus últimos somaris pertenecientes a
DECLARACIÓN de amor con tormentas (2013) de nombre Somari de quienes se
despiden de otro tiempo: "Inmersos en la afrenta de un tiempo de
injusticias / nos tocó vivir la edad del replanteamiento del mundo / Fuimos
la torcedura de la historia / decidida a enderezarse de nuevo / En la
sospecha de quien nada sería / vivimos la confusión de quien todo lo espera
/ Hasta que nos abrazamos a algo." (p. 47). Como puede verse el tono
protestatario desaparece para dar lugar a un canto de reinvidicación del
actual estado venezolano. Con ello; el poeta pareciera haber hallado la paz
necesaria (la solución) a su angustia presente en los poemas arriba citados
(XII y XIII). Cuestión de interpretación. ¿Se habrá curado el país ya para
el poeta? Ahora nos abrazamos a la esperanza de este nuevo país ¿diferente
al que él criticaba o reclamaba?
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