LA ELEVACIÓN DEL CONOCIMIENTO HUMANO SEGÚN LOS COMENTARIOS BÍBLICOS DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

Podría muy bien afirmarse que el núcleo del pensamiento filosófico y teológico de Santo Tomás de Aquino consiste en la armonía entre la naturaleza creada y la gracia comunicativa de vida divina. En esta comunicación la naturaleza creada no es en modo alguno destruida, sino asumida y perfeccionada por la gracia. Se puede afirmar que este principio ordena toda la obra del Aquinate, apareciendo explícitamente en varios lugares desde diferentes perspectivas. A la luz de este principio nuclear, el presente escrito pretende exponer el modo en que se realiza este perfeccionamiento o elevación de la naturaleza humana más allá de su propia capacidad; y se hace considerando específicamente el ámbito del conocimiento, puesto que la plenitud de dicha naturaleza se alcanza precisamente en un acto cognoscitivo, la contemplación de Dios. Para ello, se estudian los comentarios bíblicos de Santo Tomás de Aquino, en donde pueden encontrarse exposiciones de admirable riqueza teológica, sobre todo al comentar los textos del Evangelio de San Juan y de la Carta a los Hebreos acerca de la Encarnación del Verbo, de la adopción filial y de la esperanza de la visión beatífica. Mas también se hallan apuntados los principios metafísicos sobre los que se asienta aquella reflexión teológica, aunque sin el desarrollo que el Aquinate les dedica en otros lugares, sobre todo en las Quaestiones Disputatae.La exposición se divide en tres partes. En primer lugar se trata de la elevación de la naturaleza humana en general, partiendo del modo más perfecto en que esta se ha dado, que es la unión hipostática. En segundo lugar, se presenta el presupuesto de dicha elevación, que no es otro que la naturaleza humana; y atendiendo al ámbito del conocimiento, se centra en tres aspectos del mismo, que son la verdad, la palabra interior y la luz intelectiva. En tercer lugar, y sin dejar estos tres elementos como hilo conductor, se expone el modo en que Dios, revelando las verdades divinas y por medio de la luz de la gracia, eleva la palabra en la que el hombre manifiesta lo conocido.