La dífícil relación entre el PCCh y los gigantes empresariales chinos y occidentales

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La difícil relación entre el PCCh y los gigantes empresariales chinos y occidentales Carlos Blanco

“Por suerte para China, Dèng [Xiǎopíng] aprendió muy pronto una lección que prácticamente ningún Estado socialista, derrotados todos ellos, fue capaz de entender a tiempo: sólo una economía privada pujante mantendría a flote al régimen comunista”. Richard McGregor.

El mes pasado hablábamos de cómo, según una corriente de pensamiento dentro de la teoría de las Relaciones Internacionales, durante las últimas décadas asistimos a un proceso de pérdida de poder de los actores tradicionales que han sido materia de estudio de esta disciplina, los Estados. Esta afirmación puede parecer contra intuitiva en muchos casos, pero sobre todo lo es cuando se habla de China: primus inter pares del grupo de países BRICS, gigante económico internacional… son muchos los adjetivos halagadores que suelen acompañar cualquier análisis sobre el camino recorrido desde su condición de país subdesarrollado y colonizado hasta su imponente perfil actual de potencia económico-militar. Y sin embargo, la cita extraída del libro The Party: the Secret World of China’s Communist Rulers (2010) que encabeza este artículo captura la idea principal que se defiende en estas líneas: la estructura financiera internacional se ha convertido en depositaria de gran parte del poder que una vez monopolizaron los Estados, sobre todo desde que la globalización alcanzó la velocidad de crucero actual, que en respuesta al desafío intentan adaptarse a una nueva realidad para la que no sirven recetas encapsuladas en sus fronteras físicas. La cita habla de la decisión de Dèng de permitir la existencia de prácticas capitalistas en el país, lo que sin duda fue el primer eslabón de la cadena que une hoy a China con el resto del planeta en términos económicos. En el caso chino la adecuación de los métodos, procesos y la propia naturaleza de las compañías transnacionales no es igual a la de sus „homólogas‟ occidentales, pues el Partido Comunista de China (PCCh) apostó desde un primer momento por contener la expansión de sus actividades a través de una herramienta muy poderosa consistente en la implantación, en cada una de estas organizaciones, de una célula del partido que, en 1

la práctica, posee el poder de decidir la estrategia empresarial por encima de consejeros y directores. De este modo, el PCCh se asegura estar siempre informado de los planes que gigantes como Sinopec, China Mobile o cualquiera de sus poderosas entidades financieras desarrollan, a la vez que retiene la capacidad decisoria para modificarlos o incluso cancelarlos en situaciones específicas. Además, los grandes hombres de negocios chinos cuentan con la posibilidad, desde que así lo implementara Jiāng Zémín en 2002, de formar parte del Partido, aspecto que ha beneficiado a ambas partes –a los primeros para estar lo más cerca posible del poder político, al segundo para impulsar sus objetivos estratégicos y participar de los beneficios económicos de la actividad capitalista- aunque también ha generado tensiones. En principio, las necesidades del PCCh priman sobre las puramente económicas cuando puedan entrar en conflicto –recuérdese el caso de Sanlu, la enorme empresa de productos lácteos envuelta en 2008 en un terrible escándalo de contaminación de su leche para niños, que no pudo afrontar correctamente por una mezcla de mala praxis empresarial y de presiones políticas- pero ya se han producido casos en el que exitosos emprendedores chinos renuncian a seguir las directrices del partido cuando estas significan un recorte en su capacidad para gestionar sus empresas – o en su cuenta de beneficios personal-. Todo lo anterior apunta a un intento del PCCh por adaptarse a una realidad cambiante en la que las empresas globalizadas no pueden entenderse nunca más en términos nacionales. Otro ejemplo de ello, aunque en este caso surgido de la revolución de las tecnologías de la información, lo tenemos en la decisión gubernamental de levantar el férreo control ejercido sobre Internet, de manera parcial, para que grandes empresas occidentales sitas en la zona de libre comercio de Shanghái puedan hacer uso de la red sin las restricciones habituales en el país. Es decir, asistimos a una lucha por equilibrar la necesidad del Partido de mantener su hegemonía informativa –bloqueo de VPNsfrente a la necesidad de que el desarrollo económico –que pasa en este caso por seguir atrayendo a empresas e inversión occidentales- no sufra reveses de gran calado. Por supuesto, China –léase el PCCh- cuenta con músculo suficiente para, en general, ofrecer una imagen de control político inmutable sobre la realidad cotidiana del país: los casos de otrora poderosos empresarios caídos en desgracia por casos de corrupción así lo demuestran. El impulso de Xí Jìnpíng a la lucha contra los abusos que agentes económicos y políticos cometían hasta ahora en un clima de impunidad absoluta se 2

encamina a presentar al Partido como garante último del bienestar de la población y de la defensa de sus derechos, dado que el pacto no escrito en virtud del cual se „admitía‟ la falta de libertades democráticas del sistema a cambio de una mejora progresiva de las condiciones materiales pudiera estar entrando en cuestión, mucho más cuando dicho desarrollo económico muestra signos de fatiga. En conclusión, el PCCh mantiene el control sobre la forma en que las empresas chinas crecen y se expanden, pero cada vez con más restricciones. Por un lado, los directores de estas empresas, que son también en casi todos los casos miembros del Partido, cuentan ahora con poderosos incentivos económicos para no plegarse motu proprio a las decisiones que se toman en Zhōngnánhăi. Por otro, la necesidad de satisfacer los requisitos que imponen inversores occidentales en cuanto al libre acceso a la información hace mella en el supuesto control absoluto de China sobre hipotéticos procesos de reforma y apertura. Y ello debe llevarnos a preguntarnos por tanto hacia dónde ha escapado el poder que antes estaba bajo control del Partido –o de los gobiernos occidentales, que tampoco se libran de sufrir esta nueva realidad- y qué supone en términos de evolución de la naturaleza del Sistema Internacional.

PARA SABER MÁS: -

China

Internet

censorship

hurts

European

businesses:

survey:

https://sg.news.yahoo.com/china-internet-censorship-hurts-european-businessessurvey-065228287--finance.html -

Richard McGregor; The party: the Secret World of China’s Communist Rulers, Penguin Books, 2010.

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Shanghái ampliará su Zona de Libre Comercio e incluirá su corazón financiero: http://www.negocios.com/noticias/shanghai-ampliara-zona-libre-comercio-eincluira-corazon-financiero-27012015-0632

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China blocks virtual private network use: http://www.bbc.com/news/technology30982198

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