LA CREENCIA EN LOS GENIOS. REFLEXIONES SOBRE EL ONANISMO DESDE LA DUALIDAD (SUR DE MARRUECOS)

October 9, 2017 | Autor: Romain Simenel | Categoría: Anthropology, Sexuality, Gender and Sexuality, Morocco, Djinn, Onanism
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LA CREENCIA EN LOS GENIOS. REFLEXIONES SOBRE EL ONANISMO DESDE LA DUALIDAD (SUR DE MARRUECOS)* Romain Simenel La masturbación es el único medio que he encontrado para hacer el amor con alguien que verdaderamente amo. Woody Allen

De acuerdo con las normas vigentes del rito malikí, en Marruecos el onanismo (práctica del placer solitario) es un pecado, la asexualidad se encuentra dentro del orden de la locura y las relaciones sexuales fuera del matrimonio que conllevan penetración están proscritas. Para evitar el asedio religioso en la sexualidad, tanto en el mundo rural como en el urbano, las prácticas sexuales solitarias son pensadas siempre desde la perspectiva de la dualidad y en relación con los djinn (genios de la tradición musulmana). La masturbación individual, las fantasías o los sueños eróticos son interpretados como los otros servicios sexuales que los djinn imponen a los humanos. Los djinn, auténticos dobles invisibles de los humanos, se alimentan de la sexualidad de éstos. Por consiguiente, que un individuo pueda darse placer sexual solo y por su propio gusto es inconcebible. Cuando esto ocurre es porque el individuo es manipulado por un doble, de manera que la intención de darse placer es imputada al djinn y no al humano. La sexualidad es concebida como una cualidad extrínseca y no intrínseca, en este caso como una cualidad que revela el alma del compañero y no la propia. Así, la sexualidad es pensada únicamente dentro del ámbito de un intercambio entre dos individuos de sexos opuestos, si por individuos se entiende también a los djinn. En los rituales de tratamiento del celibato, esta corrupción ontológica de la autosexualidad permite a sus participan* Traducción del francés por Pamela Elizabeth Flores López. [173]

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tes islamizar su deseo sexual, mientras se desprenden de la vergüenza del onanismo, lo que al final les permitirá volver al camino religioso correcto, el cual conduce al matrimonio. De la influencia de los djinn en la sexualidad de las vírgenes La relación sexual con los djinn debe ser de lo más mesurada: si aparentemente es indispensable para experimentar las prácticas del placer solitario, también debe ser superable bajo la amenaza de prolongar el celibato social e impedir toda unión con un compañero humano. En el caso de los hombres, entre los djinn se distingue a los paganos de los musulmanes; si los primeros constituyen una amenaza para los hombres, los segundos pueden volverse sus aliados. En el caso de una mujer cuyo celibato se prolonga, se dirá que es presa de un djinn pagano, que abusa de ella todas las noches y es muy celoso y posesivo. Así, en el sur marroquí el celibato sexual no existe, la categoría de soltero no implica que un individuo no tenga un compañero habitual djinn con quien tiene relaciones sexuales. Afortunadamente, las relaciones sexuales con los djinn no implican una amenaza para la virginidad de las jóvenes, pues más bien se trata de una penetración espiritual más que física. No obstante, la sangre del himen es objeto de gran codicia para los djinn paganos. Durante la ceremonia de matrimonio en que la perforación del himen de la joven casada es uno de los mayores sucesos (Jamous, 2002; Westermarck, 1926), se hace todo para impedir que los djinn se apoderen de la sangre, pues así se evita su influencia sobre la joven mujer. Entonces, para una mujer no es suficiente ser virgen antes del matrimonio, también es necesario que la sangre del himen no sea captada por los djinn al momento de su perforación, pues si esto sucede, corre el riesgo de perder el control de su propia sexualidad. Para contener las prácticas de autosexualidad y los riesgos de celibato prolongado que éstas implican, los padres alientan a los jóvenes varones y mujeres a ejercer prácticas sexuales toleradas desde el inicio de su pubertad, siempre y cuando se conserve la virginidad de la mujer. Estas prácticas consisten básicamente en la masturbación recíproca mediante el frotamiento de los órganos genitales y son conocidas como coito intercrural, práctica ampliamente difundida en Magreb (Fortier, 2003; Tauzin, 2001). Dicha práctica es tolerada por la sociedad marroquí: desde el norte hasta el sur,

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la llaman “pincelada” (tchiita, en árabe), o “entre los muslos” (ngr idan, en bereber). El tabú de la autosexualidad tiene como consecuencia lógica la práctica colectiva de la masturbación. De esta forma, a partir de la juventud temprana el placer sexual es satisfecho entre compañeros humanos de ambos sexos sin que algún djinn pueda adueñarse de ese deseo apasionado de la sexualidad. Las jóvenes vírgenes son libres de consumar a saciedad el placer sexual con los compañeros varones que ellas elijan. De manera paradójica, en las sociedades marroquíes la etapa de virginidad es con frecuencia la época en que una mujer vive su sexualidad libremente. Para ella, la virginidad es una fuerza dentro de sus relaciones sexuales. Efectivamente, una mujer virgen tiene cierta autoridad sexual sobre sus compañeros: ella los escoge, puede tener varios a la vez y también decide la cantidad y la intensidad de los placeres. Pero las prácticas de masturbación mutua no pueden existir más que dentro de una estricta confidencialidad, se excluye a la gente cercana. Generalmente, los compañeros sexuales son del mismo rango de edad, pero de poblados o barrios distintos. De esta forma resulta inconcebible que unos primos puedan masturbarse en pareja. La sexualidad juvenil sólo es autorizada dentro del marco de la exogamia a pesar de que se trata de una sociedad que valora el matrimonio entre primos (en el sur de Marruecos más de la cuarta parte de los matrimonios son matrimonios árabes por extensión).1 Islamizar su deseo sexual… En muchos lugares del sur de Marruecos, de acuerdo con el principio de representación de las prácticas sexuales, son organizados rituales de tratamiento del celibato que se realizan en sitios santos. Todos los lugares a los que las mujeres solteras —raramente los hombres solteros— acuden para realizar los rituales son, de manera directa o indirecta, asociados a los dos polos mayores de la ontología compartida por las sociedades del sur marroquí: los santos, estos personajes ejemplares venidos de otro lado y 1 El matrimonio árabe corresponde al matrimonio con la hija del tío paterno. Sin embargo, dentro del contexto de la unión marital, el término clasificador ben el a’ m también se aplica por extensión a la hija del tío materno. Además, en términos clasificatorios, por matrimonio árabe se entiende los dos tipos de matrimonio entre primos: de la línea paterna y de la línea materna.

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portadores de la baraka (bendición divina), y los cristianos colonizadores de toda época (desde los más antiguos, incluso autóctonos, hasta los más recientes). Los sitios santos y cristianos en los que se desarrollan estos rituales de tratamiento del celibato siempre son colocados en la periferia de los territorios de las tribus del sur marroquí y nunca en el interior. En el sur de Marruecos, entre las tribus berberoparlantes del Anti-Atlas y principalmente entre los Aït Ba’amran, las mujeres se reúnen periódicamente alrededor de los sitios en ruinas ubicados en la frontera de su territorio tribal, ahí organizan rituales cuyo objetivo es el tratamiento del celibato y sus síntomas corporales. Estas ruinas atribuidas a antiguos cristianos son en realidad viejos graneros, silos abandonados o apriscos de construcción autóctona. Sin embargo, los Aït Ba’amran ven en esas ruinas infraestructuras militares de cristianos, tales como prisiones, escondites de armas o trincheras. A diferencia de los hombres, para quienes las ruinas de los cristianos están habitadas exclusivamente por los djinn kafir, djinn paganos, las mujeres perciben ahí la presencia de un santo y de los djinn musulmanes. Según ellas, estos djinn han sido convertidos al islam para ayudar a los humanos solteros; así, la actividad ritual de las mujeres en las ruinas de los cristianos siempre es organizada en nombre de un santo musulmán. En ocasiones, los hombres afectados por problemas psíquicos y corporales relacionados con el celibato prolongado acuden a realizar el ritual en las ruinas cristianas, en compañía de mujeres. En todos los casos registrados, la mujer soltera ya sea viuda, divorciada o hija mayor que busca marido, realiza una primera ofrenda a los djinn musulmanes, acólitos del santo. La ofrenda es realizada donde las mujeres ubican la morada de los djinn; es decir, en una esquina de la ruina del granero o en alguna gruta cercana llamada Ifri ljoad (“la gruta de los djinn musulmanes”). Constituida por salsa de cuscús y pasta de pan sin sal (a los djinn no les gusta la comida salada), la ofrenda es servida o colocada con la mano izquierda sobre una esquina del muro en ruinas o sobre las paredes de una gruta. La salsa y la pasta provienen de una comida ritual preparada en el lugar por otras mujeres que están en la última etapa del tratamiento del celibato. El tratamiento del celibato de una mujer implica el inicio del tratamiento del celibato de otra. Así, el ritual de búsqueda de marido es continuo y permanente. Cada una es libre de añadir a sus ofrendas alimentarias otras ofrendas, como hojas de henna o dátiles, símbolos del matrimonio, o herraduras y veladoras. Finalmente, las mujeres cortan de

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sus vestidos trozos de tela (tamokrist), y los cuelgan en el techo de la gruta o entre las piedras de las ruinas. Durante la entrada en la residencia de los djinn musulmanes, hay algunas prescripciones que se deben respetar, como la de no pronunciar una sola palabra, incluida “en el nombre de Dios” (bismillah), que se usa frecuentemente cuando se cruza un umbral; o la prohibición de usar oro o joyas. Una vez realizada la ofrenda alimentaria, la mujer soltera en busca de marido se duerme al pie de la ruina o en la gruta y sueña al animal que deberá sacrificar en su tercera y última visita al sitio cristiano. Durante su estancia onírica en el mundo de los djinn, se supone que la célibe identifica a un compañero djinn musulmán con quien tiene sus primeras caricias y, entonces, realiza un sueño erótico. De este modo, el djinn pagano que la poseía es cazado definitivamente y reemplazado por un compañero invisible musulmán. Al despertarse, la soltera toma una ducha, se cepilla, se corta las puntas de los cabellos y las uñas, se maquilla y se viste con ropa nueva. Tiene cuidado de dejar en el lugar sus antiguas vestimentas, las mechas de sus cabellos y los recortes de sus uñas, así como todos los objetos utilizados para el cuidado del cuerpo: guantes, cepillos, pinzas para depilar, botellas de alcohol. Después de esto, en alguno de los sitios llamados cristianos, la soltera se dirige a una antigua área de trilla, que en la actualidad se reserva para sesiones de posesión particulares llamadas artlulunt (“rodar sobre sí mismo”), y debe tener mucho cuidado de no volver a la morada de los djinn musulmanes donde se encontraba adormecida antes. Después de depositar en el centro del espacio ritual una ofrenda de azúcar, dinero, dulces y dátiles, la soltera se extiende en el suelo, descansa un instante cerrando los muslos y pone sus manos sobre el pubis antes de comenzar repentinamente a rodar sobre sí misma y atravesar de lado a lado el área de trilla. De acuerdo con las mujeres, son los djinn los que las “hacen rodar”; afirman que se trata de la manifestación de un abrazo apasionado entre una soltera liberada del djinn pagano que la poseyó y un djinn musulmán del lugar, acólito del santo. Si mientras rueda, la soltera tiene un orgasmo, escucha cantos de matrimonio surgir del suelo y luego, al levantarse, se pone a vomitar, entonces se casará pronto. A menudo, en el transcurso de estos rituales, las mujeres también abrazan los árboles de los santos o de los djinn musulmanes y se frotan el pubis contra sus troncos. Durante estos rituales, la autosexualidad es vivida de forma colectiva, básicamente bajo la forma de posesión y de onirismo. El lamento de un deseo

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contrariado de sexualidad también se manifiesta ritualmente mediante la manipulación de la vegetación (cactus o troncos de árboles), cuyas características morfológicas, se supone, recuerdan los órganos genitales masculinos y femeninos (Mitatre, 2009). Estos rituales tienen como finalidad regular la relación sexual con los djinn, buscan liberarse del compañero invisible pagano, para entregarse, arriesgando su intimidad, a un compañero invisible musulmán, más tolerante respecto a los pretendientes masculinos humanos. Como los santos que convirtieron a los djinn paganos al islam, durante este tipo de ritual las solteras tienen la oportunidad de islamizar sus pasiones sexuales y, de esta manera, de practicar el onanismo en comunidad. … para aliviarse de la pena del onanismo Una vez vuelta a sí misma, la soltera cubierta de granos o verrugas sobre el rostro o sobre las manos, comienza a tratarse con diversas plantas medicinales que crecen en el lugar; también construye ahí mismo pequeños túmulos (montones de piedras) para eliminar las verrugas. Efectivamente, los granos y las verrugas están asociados al celibato prolongado y son considerados como síntomas corporales de un deseo sexual no satisfecho. Asimismo, los solteros a menudo padecen depresión, espasmofilia (wargiga) y migrañas; males que se supone desaparecen después del ritual. En el caso del hombre, se dice que el esperma resultado de la masturbación solitaria es un veneno para la piel y el espíritu, y su contacto provoca toda serie de problemas dermatológicos y psíquicos. Así, estos rituales brindan la ocasión para tratar los síntomas corporales y psíquicos de la autosexualidad. Los problemas psíquicos y corporales unidos al celibato y tratados durante estos rituales son considerados localmente como enfermedades penosas (hchuma), reconocidas como la marca de seytan (djinn pagano), el que se ha separado del camino de Dios (agharas n Rbi). Estas enfermedades son consideradas como cultivadas por un sentimiento de culpa, hchuma, padecido por el que lo incuba. Y con razón, ya que la piel es el lugar preferido para el desarrollo de esas enfermedades vergonzosas y, principalmente, la piel de las partes del cuerpo visibles en la vida cotidiana, la cual resulta afectada (la de la cara o las manos). Todas estas manifestaciones corporales son clasificadas como estigmas de la vergüenza que dan testimonio, a los ojos de todos, del estado de celibato conservado por quien las padece. Las

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verrugas, los granos o los problemas psíquicos de los célibes son consecuencia de sus prácticas onanistas y, por tanto, de la influencia de los djinn en su sexualidad. Si estos actos de onanismo son considerados claramente como perturbaciones del espíritu, provocadas por un doble invisible, las razones sociales y psicológicas por encima de ellas no son evocadas como tales prácticamente nunca. Es por la referencia a los djinn que podemos hablar al respecto. Así, nunca se dirá de una mujer que es soltera porque es tímida, exigente o celosa, se dirá que se debe a que es presa de un djinn, que abusa de ella todas las noches, bajo el entendido de que ella se masturba mientras sueña, y que es muy celoso y posesivo. Falta saber entonces por qué ella es víctima de un djinn. Las razones antes mencionadas explican que ha cometido un dnoub, un pecado de orden religioso como derramar agua caliente en la tierra sin haber dicho previamente bismillah. Con esto se observa cómo un pecado religioso anodino encierra otro de orden sexual por medio de la referencia a la influencia de los djinn sobre los humanos. Los Aït Ba’amran nunca hablan de las cualidades intrínsecas de un individuo y, por tanto, tampoco de su sexualidad para explicar sus problemas físicos, psíquicos, sociales o de comportamiento. Estos invocan sobre todo razones de inadvertencia religiosa. Sin embargo, los Aït Ba’amran crean un discurso sobre las cualidades intrínsecas del djinn provocador de problemas y hasta llegan a describir su personalidad. Estos djinn paganos pueden ser burlones, pícaros, desenfrenados, celosos, holgazanes, posesivos, orgullosos; en fin, pueden tener todos los atributos posibles de la personalidad humana que jamás se menciona para referirse a los problemas humanos, en particular al celibato prolongado. La lógica seguida por el tratamiento de la sexualidad de los solteros de la sociedad del sur marroquí es camuflar un pecado sexual con un pecado religioso mientras se traspone la intencionalidad sexual de un individuo hacia su compañero invisible. En el caso del tratamiento ritual de la soltería en las ruinas cristianas, los vestidos, los cepillos, los diversos accesorios de baño y también los cabellos, las uñas y las manchas de la piel que las mujeres retiran cuando se bañan, portan los pecados cometidos, razón por la cual los dejan en ese lugar, principalmente los humores de los placeres más íntimos. Sin embargo, según las mujeres, los actos de autosexualidad no son borrados en su totalidad porque han sido vistos por los ángeles,2 es Según el Islam, cada humano está acompañado por dos ángeles, sentados en sus hombros, que ven todas sus acciones buenas y malas. 2

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únicamente la vergüenza experimentada por dichos actos y los estigmas corporales que producen lo que se libera en las fronteras. Todo soltero trata de aliviarse por la vía terrestre de un peso de culpabilidad sexual que no será menos pesado en el recuento post mortem.3 El contagio de los deseos o la sexualidad como estigma de territorio En sentido estricto, los estigmas de la sexualidad de los solteros no se curan, sino que se expulsan y se exteriorizan bajo la forma de un túmulo, un clavo, una piedra, un talismán o un trozo de tela. El ritual hace pasar el mal del cuerpo al lugar mediante una piedra frotada sobre su espalda o sobre una verruga, con la cual se refuerza un túmulo, un clavo puesto sobre un forúnculo y después clavado en la argania de un santo, incluso, un trozo de tela cortado del vestido y colgado en la pared de la morada de los djinn musulmanes; el gesto ritual de depositar literalmente un estigma justo en un territorio fronterizo permite desalojarlo definitivamente del cuerpo en el que había elegido residir. Efectivamente, desde ese momento, la enfermedad queda contenida en el túmulo, la argania o la morada de los djinn musulmanes; los límites de la vergüenza sexual marcan las fronteras del territorio. En las fronteras, un individuo se libera de la vergüenza experimentada por los actos de onanismo y de los estigmas que conserva. Quien acude a descargar su vergüenza recibe la prescripción de dejar el sitio en la dirección que va de la frontera a su casa y, sobre todo, de no regresar bajo pena de ver retornar su pasado envilecido. Así, el ritual lleva la dimensión corporal hacia el corazón de la percepción del espacio, territorializa así la vergüenza sexual de los solteros y sus estigmas bajo la forma de una frontera. La mujer soltera tendrá que regresar tres jueves o sábados seguidos para que el ritual esté completo. La tercera visita está consagrada al sacrificio. Con la carne del sacrificio, ella preparará una comida ritual que marcará el fin del tratamiento. Algunos ingredientes de esta comida, tales como la Para los marroquíes, los muertos están como petrificados en una latencia entre la muerte y la vida post mortem mientras esperan el fin del mundo, durante el cual los destinos celestes de cada uno serán sellados según un recuento muy preciso de las malas y las buenas obras realizadas en la vida. 3

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salsa del cuscús y la pasta de pan sin sal, serán utilizados por otras mujeres solteras que se encuentran ahí por primera vez, ellas las darán como ofrenda para los djinn. Así, la baraka del ritual es contagiosa, porque con los elementos que componen la comida de clausura del tratamiento ritual de una mujer soltera, otra mujer podrá comenzar su propio tratamiento. Si la baraka del ritual que permite curar las enfermedades de la vergüenza es contagiosa, se debe a que la vergüenza también lo es. La verruga es atrapada cuando se tira inadvertidamente un túmulo, que pertenecía a otro que lo construyó buscando librarse de ella. En sentido inverso, para referirse a un soltero que contrajo una enfermedad vergonzosa, se dice que “movió los túmulos” (issemouti tikourkar). Los pequeños túmulos tienen como propiedad transmitir las verrugas ahí almacenadas a cualquier intruso torpe. Por otro lado, las verrugas son un djinn pagano que puede prendarse al individuo que desafortunadamente tire este tipo de túmulo, más aún si es soltero. Al constituir una verdadera amenaza corporal, las fronteras de los rituales de la vergüenza acentúan el carácter de santuario del espacio en el cual se llevan a cabo. Entre más visitado es un lugar santo, más se multiplican o se consolidan los límites de la vergüenza sobre el territorio, y el espacio así marcado se vuelve, al mismo tiempo, más inviolable y renombrado por su baraka. Un vínculo muy íntimo une el territorio a la sexualidad de sus ocupantes. No sólo la sexualidad de los solteros está proyectada en las fronteras del territorio, porque los sitios santos y cristianos donde se desarrollan los rituales del tratamiento del celibato son los principales límites, sino que además su arrepentimiento toma parte en el proceso de santuarización del espacio. En el caso de los Aït Ba’amran, la frontera es básicamente vivida en términos de experiencia del cuerpo y del tratamiento de un tipo de enfermedades particulares: los estigmas del onanismo. La relación del cuerpo con las fronteras se realiza en el ritual de manera táctil e íntima; la relación del cuerpo con las fronteras es, no obstante, ligeramente distinta si se trata del celibato de un hombre o de una mujer: los primeros siempre tienen la necesidad de pasar por un sustituto para trasladar el mal del cuerpo a las fronteras (clavos, piedras…), mientras que las segundas pueden poner su cuerpo en contacto directo con los límites fronterizos, por lo menos en lo que toca al tratamiento del celibato. Además, las mujeres dejan en las fronteras una parte de su intimidad, algo suyo, con el fin de dejarse poseer por un djinn musulmán y beneficioso, y para encontrar un marido. En las

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fronteras, el territorio es percibido como una extensión íntima del cuerpo de las mujeres solteras y viceversa. Las enfermedades afectan los límites del cuerpo femenino, es decir, las únicas extremidades del cuerpo que se muestran (la cara y las manos) son expulsadas ritualmente en las fronteras del territorio. El ritual superpone así la prohibición de la sexualidad de los solteros a la inviolabilidad del territorio. Al jugar el papel de espejo a través del que la sociedad refleja, ante sí misma, la imagen de una unidad adherida a la religión, la frontera de los territorios encarna el margen en el que todo soltero puede reintegrar su comunidad al aliviarse de la vergüenza sexual relativa al onanismo, tan negada por la sociedad del sur de Marruecos, porque el pecado sexual no puede ser tolerado a menos que esté situado en el marco de una islamización ritual de los deseos. La frontera sirve como antídoto para la culpabilidad de los pecados sexuales de los solteros. Todo esto sucede como si el hecho de darse placer a sí mismo conllevara una verdad inconfesable, excepto cuando es idealizada bajo la forma de una dualidad entre humanos y genios. Bibliografía Fortier, Corinne (2003), “Épreuves d’amour en Mauritanie”, L’autre. Cliniques, cultures et sociétés, vol. iv, núm. 2, pp. 239-252. _____ (2000), Corps, différences de sexe et infortune. Transmission de l’identité et des savoirs en islam malékite et dans la société maure de Mauritanie, tesis de doctorado en antropología social y etnología, París, École des Hautes Études en Sciences Sociales. Jamous, Raymond (2002), Honneur et baraka. Les structures traditionnelles dans le Rif, Nueva York, París, Cambridge University Press / Maison des Sciences de L’Homme. Mitatre, Claire-Cécile (2009), Au nord du Sud. L’orientation du territoire, de la culture et de la parentée dans les oasis de l’Oued Noun (Sahara Atlantique, Maroc), tesis de doctorado, París, Université Paris Ouest Nanterre. Tauzin, Aline (2001), Figures du féminin dans la société maure (Mauritanie), París, Karthala. Westermarck, Edward (1926), Ritual and Belief in Morocco, Londres, Macmillan.

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