La Comisión de Ubicación de Tierras de 1917: Análisis y participación de los rapanui.

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Descripción

La Comisión de Ubicación de Tierras de 1917: Análisis y Participación de los Rapanui. Cristián Moreno Pakarati1 “ALLIANCE, n. In international politics, the union of two thieves who have their hands so deeply inserted in each other’s pockets that they cannot separately plunder a third”

Ambrose Bierce, The Devil’s Dictionary Introducción Tal como han señalado otros autores2, la historia de Rapa Nui entre 1888 y 1953 puede ser analizada en función de las relaciones entre los vértices de un triángulo formado por la Comunidad Rapanui, la empresa a cargo de la explotación ovejera y el Estado de Chile. La evolución de cada uno de estos actores y sus interrelaciones durante estos tres cuartos de siglo son complejas. Uno de los ámbitos más importantes en los que se desenvuelven conflictos, encuentros y desencuentros entre los tres actores es el de la tenencia y propiedad de la tierra así como los derechos que correspondían a cada uno en Rapa Nui. Estos derechos, que originalmente se encontraban exclusivamente en manos de los rapanui, no fueron disputados sino hasta fines de la década de 1860 cuando los poderes coloniales comienzan a “adquirir” tierras. La formación de efímeras alianzas y pactos tácitos entre dos de los actores, en desmedro de un tercero, configuraron la dinámica sobre la cual se abordó el conflicto de tierras en la isla durante todo el siglo XX. Es interesante analizar, entonces, la situación y los antecedentes de cada uno de los actores en el escenario isleño. Los rapanui inicialmente mantenían intereses comunes pero con el paso del tiempo diversificaron sus formas de actuar ante los otros dos poderes, dividiéndose y siendo desprovistos de poder soberano3. El colapso demográfico de la década de 1860 y el éxodo masivo hacia la polinesia francesa en la década de 1870 dejaron una Rapa Nui casi deshabitada hacia fines del siglo XIX y a los pocos rapanui sobrevivientes reducidos a una pequeña reserva (casi un ghetto) en el sector de Hanga Roa para 1896. La empresa ovejera, el segundo vértice, evolucionó a partir de una aventura de explotación comercial creada por el francés Jean-Baptiste Dutrou-Bornier en la década de 1870, pasando por varias formas, hasta llegar a una sociedad comercial de capitales anglo-escoceses (Williamson, Balfour) bautizada como Compañía Explotadora de Isla de Pascua en 1903. El poder de esta sociedad se mantuvo en la cúspide del escenario isleño desde el asesinato en Valparaíso del kin Simeón Riro Kāiŋa a Ngure (en 1897)4, autoridad elegida en la Isla por la Comunidad para hacer frente a las crecientes ambiciones de los poderes coloniales, hasta la rebelión liderada por María Aŋata Veri Tahi (en 1914) que desafió el poder de la Compañía en Rapa Nui5.

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Historiador, Ahireŋa Rapa Nui: [email protected] Foerster, 2010 comunicación personal. Véase Rolf Foerster (2009, 2011) y Miguel Fuentes (2011). 3 Moreno Pakarati (2011a). 4 Véase Sánchez Manterola (1994) cfr. Foerster (2010) 5 Véase Routledge (1919: 140-149), Vives Solar (1917), McCall (1992) y Castro (2006 y 2011). 2

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El Estado, por su parte, se mantuvo en general alejado y observante desde una atalaya en el continente, haciendo ejercer su soberanía desde el barco de guerra que ocasionalmente visitaba la Isla, confiado en su supuesta influencia política sobre la situación en Rapa Nui. El ejemplo más claro de su debilidad era el doble rol estatal/privado de los administradores de la Compañía, quienes al mismo tiempo eran considerados “subdelegados marítimos” y por ende, la máxima autoridad fiscal. Desde luego, los administradores anteponían los intereses privados —de quienes les pagaban un salario— a los del Fisco. Por lo mismo, este poder estatal “pasivo” fue aprovechado y utilizado por la Compañía para subyugar (o controlar) a los isleños durante el período 1898-1914 configurándose durante este tiempo una especie de poder combinado Compañía-Estado. Sin embargo, tras la llamada “Rebelión de Aŋata”, el Estado se separó de la Compañía, decidiendo —por fin— romper su pasividad con representantes independientes en la Isla. Estos nuevos subdelegados marítimos separados de la Compañía, cuyo primer representante fue José Ignacio Vives Solar (entre 1914 y 1917), eran necesarios para “mediar” entre los otros dos poderes que actuaban en Rapa Nui y también para garantizar los intereses propios del poder Estatal. Al año siguiente de la rebelión de Aŋata, en 1915, caduca el contrato original de arriendo de la Isla a la Compañía Explotadora (originalmente otorgado al empresario Enrique Merlet). Como consecuencia de ambas situaciones, entre 1916 y 1917, se produce un conflicto entre la Compañía y el Estado, en el cual ambos pondrían en jaque sus respectivos poderes sobre Rapa Nui y pondrían en peligro la configuración de este triángulo. Los isleños, desafiantes contra la Compañía (pero no aun contra el Estado chileno), habían organizado no sólo la rebelión de Aŋata sino que también el homicidio de Juan Bautista Cousin, empleado francés de la Compañía Explotadora de Isla de Pascua (CEDIP) el 22 de agosto de 19156, generando una situación sumamente tensa. Ambas acciones encenderían alarmas entre las autoridades chilenas acerca de la verdadera situación en Rapa Nui. A pesar de que el 21 de junio de 1916 se prorroga la concesión a la CEDIP por veinte años más, la situación da un vuelco con la visita a la Isla del obispo y vicario castrense Rafael Edwards Salas en julio de ese mismo año. Este inicia a su regreso una violenta campaña contra la Compañía Explotadora debido a la situación de los rapanui en lo que a él le parecía una explotación inhumana7. Por si fuera poco, la tensión entre los dos poderes coloniales alcanzó su clímax con el intento unilateral de delimitación de los terrenos privados en la Isla por parte del gerente de la CEDIP, Enrique Merlet, el 27 de septiembre de 1916, buscando inscribirlos en el Conservador de Bienes Raíces. Este hecho desencadenó el desahucio del contrato de arriendo con efecto inmediato y una confrontación cuyos eventos han sido analizados en profundidad por autores ligados a ambas partes interesadas8 así como en un trabajo del antropólogo Rolf Foerster que explica las causas de su desenlace9. El conflicto se resolvería finalmente en tablas — aunque se puede ver como una victoria estratégica de la Compañía— a través de un nuevo código llamado Temperamento Provisorio (decretado el 5 de mayo de 1917). Este “temperamento” resguardaba todas las tierras como propiedad del Fisco, pero permitía el dominio de la empresa explotadora en la Isla una vez más. En esto ambas partes quedaron conformes, pero no tomaron en cuenta (como era costumbre) al tercer vértice del triángulo: los nativos de Rapa Nui. 6

Foerster (2009) La ofensiva de Edwards puede seguirse a través de la prensa: El Mercurio, El Chileno y El Heraldo de Valparaíso; El Mercurio y Las Últimas Noticias de Santiago (Agosto-Noviembre). Véase R. Edwards (1918) 8 Rocuant (1916) y Vergara (1939) 9 Foerster (2011) 7

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Una de las consecuencias de estos juegos de poder fue el envío en junio de 1917 de una comisión a Rapa Nui, a bordo de la corbeta General Baquedano, con el fin de estudiar los derechos de uno y otro poder colonial sobre la tierra en la isla. Resalta en este evento la participación de los miembros de la comunidad rapanui en los estudios estatales llevados a cabo en la Isla, pese a que es meramente instrumental. Con este artículo pretendemos demostrar dos cosas: Primero, que los rapanui, ignorados para casi todas las decisiones que se tomaban en el continente para la Isla (a 3.800 km de distancia y entre cuatro paredes), fueron utilizados por el Estado cuando la coyuntura ameritaba, especialmente en vista de los intereses estatales. Y, en segundo lugar, que la propiedad de la gran mayoría de las tierras de la isla, aun considerando válidos los contratos de compra y venta dudosos de Dutrou-Bornier y John Brander, siempre fue de los rapanui a pesar de que esto fue convenientemente ignorado y ocultado por los otros dos poderes del triángulo. El origen del problema de los límites de tierra. No es objetivo de este artículo discutir en extenso la ilegitimidad de la propiedad de la tierra de la CEDIP (que nos parece obvia) o los problemas asociados a la soberanía: Este tema ha sido ampliamente tratado en libros y otros artículos desde el punto de vista legal10 y con otras miradas en los trabajos del Consejo de Ancianos de 198811 y el reciente artículo de Edmundo Edwards de 201112. Ciertamente en la época antigua, antes de la llegada de los colonos europeos en la década de 1860, los rapanui habitaban en una isla tribalizada donde cada grupo (mata) se sentía ligado a un territorio (kaiŋa) y donde “las tierras de los individuos no tenían deslindes definidos, dado que eran comunitarias, pero sí existían diferentes derechos de uso en un mismo territorio”13. Para comprender bien la génesis del conflicto que llevó al envío de la Comisión de 1917, es necesario analizar los orígenes de los derechos reclamados sobre las tierras por los poderes coloniales, tanto el Estado como la Compañía. Dos poderes coloniales diferentes existían en Rapa Nui entre 1866 y 1871: El poder comercial privado y el poder eclesiástico de la Misión Católica francesa. El primer contrato de compra de tierras conocido en Rapa Nui se remonta al 3 de agosto de 1868. En esta escritura, el colono francés Jean-Baptiste Onésime Dutrou-Bornier (cabeza y fundador del poder comercial privado en la Isla) adquiere nada menos que 706 hectáreas en la laguna del cráter y las laderas exteriores oeste y noroeste del volcán Rano Kau hasta Hanga Piko. Los vendedores fueron Nicodemio Poura, Agustín Kovehu, Victorio Vaioopua, Daniel Kotupa, Komati, Gregorio Riko y Petero Mati (sic) quienes se repartieron 100 piastras en especies si lo que aparece en el contrato es efectivo (Porteous 1981: 56 y 60). La repartición de la Isla entre los dos poderes coloniales continúa con la adquisición el 5 de octubre de 1868 de 335 hectáreas por parte del jefe de la misión en Rapa Nui, Hipólito Roussel14. Estas 335 hectáreas son el territorio comprendido entre los sectores de Haŋa O ‘Ua, Haŋa Roa y Puna Poho, en la costa occidental y Tu’u Tapu, Puna Pau y Vai Raŋa hacia el interior, es decir, gran parte del actual pueblo de Haŋa Roa. Entre junio de 1869 y enero de 1870, 10

Rochna-Ramírez (1996), Rocuant (1916), Vergara (1939). Consejo de Jefes de Rapanui et al. (1988: 283-301). 12 E. Edwards (2011) 13 Consejo de Jefes de Rapanui et al. (1988: 283). 14 Vergara (1939: 113, Anexo XIV). También en Conte (1994: 253). 11

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la voracidad territorial de Dutrou-Bornier lo llevará a efectuar 19 compras de terreno en la Isla, la mayoría cuestionables o dudosas, ya que muchos de los “documentos” que las respaldan carecen no sólo de los límites de las parcelas sino que también de los nombres de los vendedores (Porteous 1981: 59). En el primero de estos contratos aparentemente fraudulentos, prueba de la ambigüedad del terreno transado, Dutrou-Bornier adquiere las tierras de “Ko Hipa y alrededores” en la despoblada región de Hotu ‘Iti el día 10 de junio de 1869. La única de estas 19 escrituras que especificaba la extensión de las tierras adquiridas data del 1 de noviembre de 1869 a través de la cual, el tangata hōnui y aliado del capitán francés, Torometi, le transfiere 9 hectáreas de tierra en Hanga Piko (Porteous 1981: 60). La adquisición fraudulenta de estas tierras fue tan escandalosa que Hipólito Roussel, sacerdote de la Misión Católica y miembro del Consejo de Estado que se había formado en la Isla, se niega a validarlos con su firma por haber sido hechos “bajo la presión del fusil” y “en detrimento, sobre todo, de los huérfanos” lo que inició la enemistad entre ambos poderes coloniales. Un segundo contrato de compra de tierras a favor de la Misión y que le transfería 300 hectáreas (en Vaihū, para la instalación de una segunda parroquia) fue extendido el 2 de diciembre de 1869 a nombre del misionero Gaspar Zumbohm. El vendedor, un tal “Pierre Mau” (tahitiano o mangarevano) las había adquirido anteriormente de los rapanui Nopereto Veri Horou y Tepano Taumoai. Sin embargo, no subsisten otros registros de la primera venta a este polinésico no-rapanui. La iglesia de Tahiti conservó estos contratos e incluso guardó un mapa que, a diferencia de la mayoría de los contratos de compra y venta de tierras de DutrouBornier, al menos señalaba la ubicación exacta y los límites de sus 635 hectáreas en rapanui. Esta es toda la tierra que sería adquirida por la Misión católica ya que los misioneros no necesitaban más. De hecho, de no ser por las desavenencias entre Hipólito Roussel y Gaspar Zumbohm, probablemente nunca se hubiese hecho esta segunda compra que básicamente permitió a Zumbohm hacerse cargo de una segunda iglesia en la costa sur, lejos del autoritario sacerdote Roussel. El intenso conflicto con Dutrou-Bornier que se gestó en 1869 culminó con la partida de los misioneros y un gran éxodo de rapanui hacia la Polinesia Francesa dos años después dejando la isla con apenas algo más de un centenar de habitantes. Cinco compras de tierra adicionales fueron hechas por Dutrou-Bornier y sus colaboradores, el danés/alemán (nacido en Flensburg) Christian Hans Schmidt y el tangata hōnui Ngure de la tribu Miru, entre enero y agosto de 1873. Son las únicas adquisiciones hechas por el francés tras su asociación con el empresario John Brander de Tahiti y la retirada de los misioneros católicos en 1871. Estos últimos contratos misteriosamente retornan a la parafernalia legal que la mayoría de los contratos anteriores carecía, incluyendo las extensiones de los terrenos adquiridos (Porteous 1981: 59). El más importante de los contratos es el del 9 de mayo de 1873 a través del cual Christian Hans Schmidt adquiría, a nombre de Dutrou-Bornier, 1.031 hectáreas en el sector de Ma’uŋa Tea-tea, en la península de Poīke15. El 9 de julio, 812 hectáreas entre Hanga Piko, Apina, Vai Kapua y Vinapū son adquiridas por 300 francos en especies. Del mismo modo, y también a precios irrisorios, el 15 de agosto de 1873 DutrouBornier adquiere dos parcelas de 187 y 432 hectáreas en “Koheky” (sic) y “Promaga, en Tongariki” (sic) respectivamente (Porteous 1981: 60). Sin embargo este “gobierno” colonial que había adquirido, a escala isleña, un vasto imperio territorial, comenzó a desintegrarse. Ngure, el más importante jefe rapanui durante los años de Dutrou-Bornier en la Isla e indispensable aliado de este último a ojos de la población nativa, fallece alrededor de 1875 (probablemente debido a alguna enfermedad) dejando al 15

Vergara (1939: 119-120, Anexos XVI-XVII).

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francés desprotegido. En septiembre de 1875, Christian Hans Schmidt, abandona la Isla para reunirse con su esposa chilena Mercedes Salas en Tahiti. Sin sus dos aliados, Jean Baptiste Onésime Dutrou-Bornier es finalmente emboscado y asesinado por un grupo de rapanui en agosto de 1876. Incluso su socio y financista en Tahiti, John Brander, muere en 1877, quedando su hijo, John Brander, Jr., como heredero de los intereses familiares en Rapa Nui. Con los misioneros fuera y Dutrou-Bornier muerto, la posesión de la tierra y la soberanía fueron ejercidas durante casi un año por los rapanui restantes que vivían en la Isla. Sin embargo, poco sospechaban estos que al permitir que gentes foráneas se involucraran, la suerte de las tierras de Rapa Nui sería decidida en tribunales extranjeros. Nuevos actores y nuevos problemas. Las vicisitudes de la compleja batalla legal que se originó con la muerte de DutrouBornier escapan al enfoque de este artículo. Los herederos del capitán francés y de John Brander se disputarían los derechos sobre terrenos y propiedades en los tribunales tahitianos y franceses desde 1879 hasta 1893. Poco o nulo impacto tuvieron en dichos tribunales las intervenciones y apelaciones tanto de la Iglesia Católica como de los rapanui que vivían en la Polinesia Francesa en 1884 impugnando la legitimidad de las propiedades coloniales. En el caso de los alegatos efectuados por los nativos el tribunal tahitiano desestimó sus derechos usando el pueril argumento de que no poseían títulos de propiedad ni escrituras que los confirmaran (El Consejo 1988: 291-292). Tampoco se consideró a los herederos rapanui de Dutrou-Bornier: Su viuda Koreto Pua ‘Akurenga (~1849-1887) y sus hijas Carolina (1870-1952) y Marta (1872-1917), todas residentes en Rapa Nui. Finalmente los tribunales rematarían los bienes de la sucesión Brander-Bornier y John Brander, Jr. se los adjudicaría en 1884. Las tierras continuarían en litigio por nueve años más hasta que las últimas apelaciones son finalmente rechazadas por la corte de Burdeos en Francia en 1893. En los documentos utilizados durante la liquidación de los bienes de la sucesión Brander-Bornier en 1884, aparecen como sus propiedades en Rapa Nui las siguientes tierras: “Kohipa, Hangahuiha, Koveraahuka, Koakanga y Kohehu, Hanga Mahiko, Moaitatai, Hangatintinga, Koamangaro, Papahopea, Koaranini, Hopukumeamea, Ana-kena, Hangahono, Hanga-Piko, Vaimoai, Kureti y Moaiava, Hangatuhati, Anoock, Kononu y Nuvanuva, Vinapu, Hangatiko, Mataveri y Piano-Kau, Utu-iti, Nonga-teatea, Haga-PikoApina, Vaihopua y Ninepu, Koheki, Poomaga” (sic) 16. Estas tierras, como es lógico, aparecían como propiedad de la sucesión, sin especificar extensión ni deslindes de cada parcela. Resulta increíble que, a pesar de los reclamos y apelaciones, un tribunal haya considerado válidos tales contratos en Tahiti, sin confirmar detalle alguno de la compra, sin determinar los límites de cada uno de esos territorios y aceptando simplemente la palabra de Brander acerca de la extensión total de su latifundio17. Un nuevo actor, la República de Chile, comienza a manifestar su interés por anexar la Isla a su territorio desde 1886. El oficial de la Armada, Policarpo Toro Hurtado se encarga desde 1887 de negociar con los actores que aseguraban tener derechos sobre la Isla. En las negociaciones con John Brander, Jr., éste intenta simplificar la complejidad del problema de tierras en vista de que el litigio continuaba en tribunales internacionales. Ese año, Brander 16

Rocuant (1916: 62) En palabras de Steven Roger Fischer: “These lands had never been surveyed, and even in the various filed certificats de vente at Pape’ete their boundaries were but vague tribal and topographical approximations” (Fischer 2005: 151). 17

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escribe a Toro sobre sus propiedades en la Isla: “The land of Mataveri comprises a piece of land of seven hundred and six hectares, besides nineteen other pieces, situated round the Island” (Vergara 1939: 92, Anexo III). Algo después en un inventario de sus propiedades en la isla elaborado en 1889 por John Brander, Jr., éste menciona: “una extensión de terreno como de unas 700 hectáreas más o menos en Mataveri, y otros pedazos más, diseminados en varias partes de la Isla, que sólo he indicado al señor Toro, no señalándole sus deslindes por no tener en ésta los documentos y por creerlos innecesarios, pues los límites de dichos terrenos los entregué a don Policarpo Toro por una escritura pública en Tahiti”18. Al no poder comprar un terreno en litigio, Policarpo Toro simplemente arrienda las tierras de Brander y firma una promesa de compra para cuando el tribunal resolviere. Sin embargo en 1892, el intento de colonización chileno de Isla de Pascua fracasa rotundamente y se convierte en una víctima más de la Guerra Civil de 1891 en Chile. Para cuando los tribunales fallaron en 1893, no había dinero, ni ánimo, ni interés en cumplir con la promesa de compra. Por eso, Brander se vio en la necesidad de encontrar otro comprador: el empresario francés avecindado en Valparaíso, Enrique Merlet. Curiosamente en el contrato de Promesa de Venta de Brander a Merlet en mayo de 1895, se indica (sin que nada hubiese cambiado) que fuera de los pequeños terrenos pertenecientes al Gobierno de Chile (antiguamente de la Iglesia Católica), “la superficie de la Isla es de propiedad de Brander, con excepción de pequeñas hijuelas, si las hay, que puedan pertenecer a los indígenas, o de terrenos que no representan valor alguno para el cultivo, habitaciones o fines análogos. Estas excepciones, si las hay, no representan sino un valor insignificante con relación a la propiedad materia del presente contrato”19. La afirmación de Brander, quizás imbuida de una seguridad mucho mayor tras el fallo favorable en la corte francesa, difiere enormemente de sus declaraciones anteriores cuando negociaba con Policarpo Toro. En base a esta falacia que reemplazaba “un terreno de 700 hectáreas y 19 trozos diseminados alrededor de la isla” por “toda la superficie de la isla con excepción de pequeñas hijuelas” se firmaron todos los contratos entre el Estado y Enrique Merlet, olvidándose de los nativos isleños que en realidad seguían siendo dueños —legales— de la mayor parte de la superficie de Rapa Nui. El 3 de septiembre Merlet arrienda terrenos, edificios, enseres y animales que el Fisco posee en la Isla por $1200 anuales y algunas condiciones. El 27 de enero de 1896 se firma la escritura de venta de los terrenos que John Brander, Jr. traspasa a Enrique Merlet quien ya había tomado posesión de estos mientras que el pago se efectúa en julio de 1897. Todo parece una victoria clara para la Compañía ovejera que queda como ama y señora de Rapa Nui, sin embargo, los otros dos actores en el escenario isleño tenían algo que decir. Hay muchos elementos irregulares en las bases de los derechos de la Compañía sobre la tierra de la Isla. Los trabajos que se han hecho desde el punto de vista “legal” en ambos sentidos (pro-Compañía y pro-Estado) no han tomado en cuenta un hecho concreto: Rapa Nui tenía su propio gobierno y autoridades en los tiempos del litigio (la década de 1880). Hacia 1882 una monarquía católica y un consejo de jefes ejercían independientemente el poder político en la casi despoblada isla, por lo tanto, contratos celebrados de esta forma ante un tribunal extranjero no tenían validez en Rapa Nui aun cuando fuese impecable el proceso a ojos de

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“Inventario de las propiedades de John Brander en Rapa Nui”, 7 de septiembre de 1889 en Vergara (1939: 148, Anexo XXV). 19 “Promesa de Venta” de John Brander a Enrique Merlet en Vergara (1939: 151, Anexo XXVI).

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los tribunales tahitianos y/o chilenos.20. Es indudable que la Isla no se encontraba bajo jurisdicción francesa y ninguna otra nación había establecido su dominio en ella por lo tanto los tribunales tahitianos no tenían derecho a tomar determinaciones sobre territorios fuera de su competencia. En el caso de los contratos de tierra de sus ciudadanos, éstos sólo fueron presentados por una de las partes interesadas (el “comprador”, Dutrou-Bornier ó quien se adjudicó sus bienes, John Brander, hijo), sin comparecer ante el tribunal tahitiano la contraparte (el “vendedor” rapanui), y cuando apareció algún testigo, su testimonio no fue considerado. Las críticas a la legalidad de los contratos de compraventa a favor de Dutrou-Bornier hechos por un testigo presencial como el padre Roussel21 y corroborados por el testimonio del Obispo de Axiéri, Tepano Jaussen, y una docena de rapanui en los mismos tribunales de Tahiti son otra muestra de la ilegitimidad de los derechos de Dutrou-Bornier y sus sucesores. Apenas seis de las parcelas en disputa tenían un área exacta declarada en los documentos de compraventa. El hecho es que tanto John Brander Jr. como Enrique Merlet (La Compañía), negociaron con el gobierno chileno (el Estado) en base a estos contratos sin que hasta 1917 se determinaran, finalmente, los límites de las extensiones de todas las tierras gracias al estudio en terreno que veremos a continuación. ¿Por qué tomó tanto tiempo tratar de aclarar esta situación? Quizás porque a ninguna de las dos partes le convenía sacar a la luz lo poco claro de estos contratos: Ignorar el problema se convirtió en la forma de hacerlo “desaparecer”. Había dos poderes del triángulo a los que les convenía seguir asociados de esta forma, en perjuicio del tercer vértice (la comunidad rapanui) sin aclarar la dudosa integridad de los contratos de compraventa y derechos de propiedad de la CEDIP. Esto, hasta que la impertinencia de Enrique Merlet en septiembre de 1916 con su intento de inscribir las tierras de la isla en el Conservador de Bienes Raíces, llevó al Estado a cambiar de aliado, buscando apoyo en los rapanui para tratar de debilitar la posición de la Compañía atacando su talón de Aquiles: La falta de legitimidad en sus derechos de tierra. Los rapanui aún confiaban de cierta forma en el Estado chileno para resolver sus problemas. Sólo hay que comprobar la disposición de los nativos ante el sumario que se llevó a cabo a bordo de la corbeta General Baquedano tras la llamada “rebelión de Aŋata” en 191422. El principal enemigo era la Compañía, mientras que el Estado chileno por intermedio de “la Baquedano” representaba para los rapanui un posible aliado y una poderosa instancia mediadora a la cual se podía acudir para terminar con las injusticias del otro vértice del triángulo que acompañaba a los rapanui en la Isla23. Los rapanui mantuvieron esta postura rebelde contra la CEDIP y amistosa hacia el Estado hasta por lo menos fines de los años 20, momento en que aparecen más grises en estas complejas relaciones. Los rapanui convivían a diario con la Compañía, no así con el Estado chileno, siendo —a esta escala— la CEDIP quien le disputaba el poder. Este Estado “benefactor” se veía como vinculado estrechamente con la Iglesia Católica, en esos tiempos necesaria para el consuelo espiritual de la muy devota y católica Rapa Nui, con sacerdotes como Zósimo Valenzuela y Rafael Edwards que llegaban en el barco de la Armada. Por lo mismo, utilizando al Estado, los rapanui aspiraban a restarle poder a la porfiada Compañía Explotadora y, del mismo modo, el Estado, usando a los rapanui, buscaba el mismo objetivo. Los rapanui, despojados de sus tierras y maltratados, no iban a desaprovechar la oportunidad de estar en el bando ganador para variar.

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Moreno Pakarati (2011b) y El Consejo (1988: 293) Roussel (1994: 267) 22 Consejo de Jefes de Rapa Nui et al. (1988: 304-349). 23 Véase la interpretación de Nelson Castro (2011: 117-118). 21

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Temperamento Provisorio y viaje de la Baquedano en 1917. Como señalamos anteriormente, el 7 de Noviembre de 1916 el Estado caducó el contrato a la Compañía Explotadora de Isla de Pascua24 pasando ésta a depender de la Armada de Chile y debiendo abandonar la Isla todos los empleados de la CEDIP, incluyendo su administrador Henry Percival Edmunds. No poca influencia en esto tuvo la acción del Obispo Rafael Edwards y sus denuncias tras su viaje a Rapa Nui a mediados de 191625. Sin embargo, siguiendo la tónica de la administración chilena de Rapa Nui en el siglo XX, todo este lío y los grandes planes a futuro en vistas de la nueva situación poco efecto concreto tuvieron en la Isla. Una Comisión Consultiva con grandes nombres fue llamada a estudiar problemas jurídicos y administrativos y “proponer al Gobierno las medidas conducentes a salvaguardar los intereses fiscales y mejorar las condiciones de vida de los isleños”26. Sin embargo la creación de esta Comisión tuvo pocos efectos concretos en la vida de los isleños. Podría discutirse que quizás la consecuencia principal fue el “detener” a la CEDIP, pero en la práctica esto no se hizo notorio en la Isla y el impacto de este quiebre entre el Estado y la Compañía tuvo menos efectos que las resoluciones tomadas tras la Rebelión de Aŋata en 191427. Tanto es así que tras una intensa campaña propagandística de la Compañía, en Mayo de 1917 se acepta el “Temperamento Provisorio” propuesto por la Compañía con leves modificaciones sugeridas por el Estado, “mientras se resuelve en definitiva sobre la delimitación de los derechos que corresponden en la Isla al Fisco y a la Compañía”28. Sin embargo este “Temperamento Provisorio” recién se terminó por decreto en 1929 y en la práctica no se estableció un nuevo código/contrato hasta 1936, casi 20 años después. En este contexto, el 27 de mayo de 1917, zarpó desde Iquique con dirección a Rapa Nui la corbeta de la Armada chilena General Baquedano al mando del capitán de fragata José Toribio Merino. A bordo viajaba el obispo Monseñor Rafael Edwards Salas, quien ya había efectuado su primer —y polémico— viaje a la Isla el año anterior. Esta vez, Edwards lideraba la Comisión consultiva que se proponía estudiar diversos temas relacionados con la situación de la Isla en ese entonces y llevaba ayuda humanitaria para los rapanui. Lo acompañaban los misioneros Bienvenido de Estella, quien permanecería por ocho meses y dejaría algunos escritos de su experiencia en Pascua29, y Modesto de Adiós. También viajaba un variopinto grupo con distintos propósitos: Una expedición científica sueca comandada por el naturalista Carl Skottsberg quien dejaría extensos tratados sobre su visita30, el nuevo subdelegado Exequiel Acuña Landeros con su numerosa familia, y dos familias de colonos (al estilo del fracasado intento colonizador chileno de 1888) entre los que iba Antonia Calderón, quien tendría posteriormente descendencia en la Isla. Finalmente, el administrador de la Compañía, Percy Edmunds, regresaba también en este viaje tras haber recuperado sus atribuciones con el Temperamento Provisorio. La presencia de estos pasajeros, así como la carga destinada a Rapa Nui, no fue muy del agrado del capitán quien señalaría con evidente disgusto en carta dirigida al Director Ge24

Vergara (1939: 50) Foerster (2011). 26 Vergara (1939: 50). 27 Véase el análisis de Foerster respecto a la verdadera batalla que se produjo en la prensa escrita chilena a fines de 1916 en Foerster (2011). 28 Vergara (1939: 183). 29 Estella (1919), (1920) y (1922) 30 Skottsberg (1920) 25

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neral de la Armada que esperaba que se tomaran medidas “que impidan que esta parte de los viajes de instrucción de la Baquedano pierdan su carácter y se conviertan primero en abastecedores de la Isla, y después se aprovechen para sacar sus productos y traerlos al continente con peligro para la salubridad del resto del país por tratarse de un lugar infestado por la lepra” y que “el Supremo Gobierno debe solucionar esta situación porque hasta el concesionario no posee actualmente buque para este servicio”31. El día 15 de junio la Baquedano llega a Rapa Nui, anclando en la bahía de La Peróuse debiendo todos desembarcar aquí para ser transportados a caballo hacia Mataveri y Hanga Roa32. El 17 zarpa el buque, de regreso con el anterior Subdelegado Marítimo José Ignacio Vives Solar quien dejaría a dos hijas no reconocidas en la Isla: Mahina Make, nacida el 16 de octubre de 1915 de Graciela Make Nive (a su vez hija del alemán Carlos Mack); y María Ángela “Carmela” Cardinali Pakomio, nacida el 30 de junio de 1917 de Magdalena “Mamōe” Pakomio Angata. El subdelegado sería reemplazado a instancias del obispo Edwards por su liberal comportamiento sexual. De ahí que el nuevo subdelegado, Exequiel Acuña, fuera un hombre casado viajando con su familia completa a la Isla. Los sacerdotes y los miembros de la Comisión de Ubicación de Tierras permanecerían en la Isla por cerca de un mes. Estudios de los Terrenos en Litigio Una vez llegada la Baquedano, se hicieron las primeras tratativas para determinar la ubicación y extensión de los terrenos que supuestamente eran propiedad de la Compañía Explotadora de Isla de Pascua a través de su representante, Enrique Merlet, quien los había adquirido de John Brander Jr., como constaba en las actas del litigio llevado a cabo en los tribunales tahitianos. El día 14 de junio, se envía una nota al administrador de la CEDIP —residente en Mataveri— Henry Percival Edmunds en la cual se solicita entre otros puntos que indique la “ubicación, cabida exacta o aproximada y delimitación de las tierras que a continuación se expresan”33: Regiones Tierras Corregido (1917) Nombre Real Utuite [Hotu ‘Iti] Kohipa Ko Hipa Ko Hipa Hanga Huiha Hangaikiri Haŋa ‘Ika ‘Iri Kovervauka Ko Vero Auka Ko Vero a ‘Uka Koakanga y Kohehu Ko Akahanga/Ko Eu Akahaŋa/Ko ‘Eu Hanga Mahiko Sin corrección. Haŋa Mai Hiku Moaitutai Moai Tutahi Moai Tu’u Tahi Hangatintinga Hanga Teetenga Haŋa Tēteŋa Koamangaro Ko Maunga Roa Mauŋa Roa Vaimoai Vai Moai Vai Mōai Hangatuhate Hanga Tuhata Haŋa Tu’u Hata Costa Nordoeste Papahopea Papa Oteo Papa O Teo Karanini Aranihinihi ‘Ara Nihi-nihi Hopukuameamea Puku Kainga Meamea Puku Kaiŋa Mea-mea 31

José Toribio Merino, Carta dirigida al Señor Director General de la Armada. Recibida el día 5 de junio de 1917. Corbeta General Baquedano, Oficio n°92, 27 de mayo de 1917. Archivo de la Armada Nacional: Informes de la Corbeta General Baquedano. 32 Skottsberg 1920: 3. 33 Corbeta General Baquedano, Oficio n°120, 17 de julio 1917. Archivo de la Armada Nacional: Informes de la Corbeta General Baquedano.

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Anakena Angapiko Mataveri Vinahu

Anakena Angapiko Ruroki y Mociava Vinahu Hangahono Nuranura Anoock-Komenu

Sin corrección. Innecesario investigar. Kureki/Moihava Vinapu Hanga Ho-onu Koterunaruna Ana O Hoka/Ko Memu

Hanga Piko Mataveri y Piano Kau

Innecesario investigar. Innecesario investigar.

‘Ana Kena Haŋa Piko Kureki/Mōai Hava Vinapū Haŋa Ho’onu Ko Te Runa-runa ‘Ana O Hoka/Ko Memu Repetido. Mataveri/Rano Kau34

Sin embargo, el administrador Edmunds respondería lo siguiente: “Ubicación de tierras: Este punto me es del todo imposible contestarlo, pues no conozco casi ninguno de los nombres que me indica en su Oficio. Esto no es de extrañar, porque por motivo de lo subdividida que estaba la Isla en tiempos antiguos, cada pedazo de suelo tiene su nombre, llegando el caso que he contado en la extensión de una cuadra, como veinte nombres, de modo que no es raro que muchas de las tierras citadas no tengan ni un décimo de cuadra así como pueden haber otras de gran extensión”35. No es de extrañar que Edmunds no reconociera casi ninguno de estos topónimos ya que se encontraban pésimamente transcritos. Debido a esta situación los encargados de la comisión de ubicación de tierras, el Teniente 2° Julio Ilabaca León y el contador Alberto Barrientos Adriasola, debieron recurrir al conocimiento de los nativos para determinar la ubicación y la extensión de dichos terrenos. El primero de julio de 1917 se reunieron en presencia del nuevo Subdelegado Marítimo de la Isla, Exequiel Acuña (más tarde bautizado con el apodo de “Vere ‘Oru” [“Barba de cerdo”]), “los naturales más ancianos de la isla (…) con el fin de atestiguar la ubicación y detalles particulares de los lugares mencionados en varias escrituras de compra-ventas a los naturales”36. Entre los convocados se encontraban varios ancianos que habían sido informantes de Katherine Routledge en 1914-1915 Los rapanui elegidos fueron exclusivamente de sexo masculino: - Porotu “Hoŋi a Tu’a Kava” a Ure ‘Ao Viri (~1845-1924). De linajes Ure o Hei y Hau Moana , ya era adulto cuando llegaron los barcos esclavistas peruanos y los misioneros católicos. Fue informante de Katherine Routledge en 1914-1915. Algunas leyendas recopiladas en tiempos de Sebastián Englert (sacerdote residente en Pascua durante el período 1935-1969) fueron oídas por sus informantes de labios de Porotu. Su edad fue estimada por la Comisión de 1917 en 70 años. Tuvo descendencia entre los Fati a través de su hija. - Joseph “Ioteva” Avimereka Mahereŋa (~1844-1918). De linajes Miru y Hau Moana. No debe confundirse con Gabriel “Kapiera” Revahiva Mahareŋa quien se encontraba en el leprosario para esta época. No dejó descendencia pero crió a Graciela Make Nive (“Fandango”). Su edad fue estimada en 78 años. 34

Nótese que faltan algunos sitios señalados por topónimos especialmente de los contratos de DutrouBornier en 1873: Vai Kapūa, “Promaga” o “Poomaga” y “Koheky” [Ko Heki]. 35 Carta de Henry Percival Edmunds al Comandante José Toribio Merino. Transcrita por el destinatario para el Obispo Monseñor Rafael Edwards. Corbeta General Baquedano, Oficio n°106, Junio 1917. Archivo de la Armada Nacional: Informes de la Corbeta General Baquedano. 36 Ilabaca (1917).

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Esteban María Huki a Te Pou (~1846-1927). De linaje Tupahotu. Patriarca de la familia Hucke (Huke ó Huki). Se casó con la hija de Naporeone Kaituo’e, taŋata hōnui de la tribu Miru. Tuvo una larga descendencia. Por esta época trabajaba a jornal para la Compañía de Merlet. Su edad fue estimada en 70 años por la Comisión. Fabián “Papiano” Reŋa Ma’eŋo ‘Iti (~1847-1926). De linaje Tupahotu. Padre de Urbano Manava, quien fuera capataz de la Compañía Explotadora durante la década de 1900. Según el relato de Vives Solar había sido quien en 1876 protegió a Koreto y a sus hijas de los asesinos de Dutrou-Bornier quienes querían eliminarlas también37. Su edad fue estimada en 80 años por la Comisión. Eutimio “Haro Mamōe” Raŋitopa a Te Ka’i (~1850-1922). De linajes Ure o Hei y Ra’a. No tuvo descendencia aunque adoptó a María “Tito” Carmela, hija de su mujer Anastasia “Neke” Huki Kaituo’e, la cual tuvo muchos hijos. Fue uno de los informantes de Routledge en 1914-1915. Su edad fue estimada en 80 años por la Comisión. Juan “Ioane” Nuku Vavara, apodado a veces “Juan Cruz”38 (~1842-1926). De linajes Tupahotu y Miru o Kao. Tuvo tres hijos, ninguno de los cuales tuvo descendencia. Era tío de Juan Tepano y tenía reliquias en una cueva familiar en los acantilados al norte de Ahu Te Peu. También es considerado un anciano sabio por la generación siguiente de informantes, especialmente los de Englert. Ramón “Paramoni” Te Haha a Ure ‘Iti (~1851-1918). De linaje Miru Nui-nui. No tuvo descendencia. De acuerdo con su relato fue en su infancia tu’ura del ‘ariki Nga’ara, fallecido hacia 1860. Fue informante de Routledge en 1914-1915. Su edad fue estimada en 60 años. Román “Oromana” Hei a Pa’eŋa (~1851-1927), a veces llamado Ramón o Germán. De linajes Marama y Nga Ure. Patriarca de la familia Hei. Tuvo dos hijas y reconoció a una tercera. Fue también informante de Katherine Routledge. Su edad fue estimada en 80 años por la Comisión. Buenaventura Te Hati Reŋa a Roŋo Pu’a (~1859-1932), llamado “Fati”. De linajes Nga Ure y Marama, aunque nació en Omohi debido a una coincidencia. Tuvo seis hijos de los cuales sólo uno tuvo descendencia. Fue otro de los informantes de Routledge, probablemente el más joven. Su edad fue estimada en 70 años por la Comisión. Como intérprete aparece nuevamente —tal como en la expedición de Routledge tres años antes— el nombrado por la Armada como Cacique, Juan Tepano Rano (~1872-1947), figura controversial en la Isla pero que tenía buena llegada con los ancianos y con la Armada. Tepano era resistido por las facciones más radicales pero era uno de los que procuraba mantener viva la memoria de la isla a partir del testimonio de los ancianos. A partir de él y de los leprosos se retransmitió toda la información de la tradición oral de los korohu’a39, nombrados anteriormente, a las nuevas generaciones y a los estudiosos y académicos extran-

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Vives Solar (1920) Englert (1980: 84-85) 39 “Viejo” en rapanui. 38

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jeros. Los comisionados Ilabaca y Barrientos elaboraron un documento junto a estos sabios rapanui a partir de los terrenos mencionados en los contratos de compraventa, como aparecen en el libro de la CEDIP. Esto sirvió para corregir los nombres de cada uno de los sitios, obtener su significado (traducido por Tepano) y para determinar su ubicación en el mapa, material invaluable para el conocimiento de los topónimos antiguos en Rapa Nui (los nombres corregidos se pueden ver en el cuadro expuesto anteriormente). Al final del documento todos los korohu’a firmaron con cruces, excepto el letrado Juan Tepano, el Subdelegado y los dos encargados de la Comisión. Finalmente se envía el documento a la corbeta Baquedano el mismo 1 de julio. A continuación venía el trabajo en terreno que buscaba el reconocimiento de cada sitio y la determinación de sus deslindes. Por recomendación del ex subdelegado Vives Solar y del mismo administrador Edmunds, los encargados de la Comisión salieron a terreno a fines de junio con el viejo rapanui Porotu a Ure ‘Ao Viri y con Juan Tepano. Sobre estos Ilabaca señala lo siguiente: “Porotu manifestó siempre tener muy buenos conocimientos geográficos de la localidad y Juan Tepano es sin duda el natural más ilustrado de la isla y habla regularmente el castellano por haber estado largas temporadas en Chile”40. También agrega que “Porotu es un hombre inteligente, de muy buena memoria y que goza de merecida reputación como conocedor de la Isla”. La intención de los encargados era originalmente llevar a varios ancianos sabios a terreno, pero debido a que se encontraban “demasiado ancianos y achacosos” y que la mayor parte de ellos “ya no podían subir a caballo”,41 decidieron salir a investigar sólo con los dos anteriormente mencionados y posteriormente trabajar con otros korohu’a con el fin de confirmar las observaciones hechas en terreno. Este fue un trabajo de varios días que requería ir a sitios distantes y dispersos por toda la superficie de la Isla. Para esto llevaron la información obtenida del documento elaborado con los ancianos y utilizaron los conocimientos del viejo Porotu. Hay que considerar que las nuevas generaciones de rapanui no conocían más allá de Haŋa Roa desde que fueron confinados ahí (como en un ghetto) por la administración de Enrique Merlet en 1896. El estudio incluye también planos específicos de cada sitio y una descripción detallada. Sin embargo, en contra de lo que las autoridades chilenas esperaban, los sitios nunca tuvieron deslindes claramente definidos por lo que Porotu se vio complicado al pedírsele que señalara sus límites exactos. Algunos de los sitios representaban áreas muy pequeñas o simples hitos geográficos individuales por lo que la Comisión en terreno determinó que todos los terrenos eran de dimensiones muy reducidas. En algunos casos, Porotu señaló haber conocido o tenido una referencia de algunos de los rapanui citados en los contratos de compra y venta como personas que habitaban en esos territorios supuestamente vendidos a Dutrou-Bornier. Se consideró innecesario revisar los terrenos de Rano Kau, Mataveri y Haŋa Piko por ser los únicos cuya extensión aparece detallada en los contratos de compra y venta entre Dutrou-Bornier y los

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Tepano formó parte del Ejército de Chile en el Regimiento 2° de Línea, Maipo de Playa Ancha. Según una placa en el museo del Regimiento, Tepano habría participado como tambor en la Guerra del Pacífico (siendo un joven adolescente) y como Sargento Segundo en la Guerra Civil de 1891. Sabemos que regresó al regimiento en 1898 cuando viajó junto al kin Riro, regresando a la Isla en 1900. En el censo de 1916, se indica que estuvo cinco años en el continente (la cual es la misma información que recogió el misionero Bienvenido de Estella en sus viajes a la Isla). 41 Ilabaca, 1917.

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nativos. Al regresar, el trabajo en terreno fue cotejado una vez más con la información de los demás korohu’a, coincidiendo todos “unánimemente” con lo indicado por Porotu42. Conclusiones y Mapas La interpretación de la Comisión chilena de ubicación de tierras fue que los terrenos comprados por Dutrou-Bornier entre 1869 y 1876 comprendían en total 921 hectáreas (de las cuales 706 pertenecían a Rano Kau, Mataveri y Haŋa Piko). Este número es incluso menor que el señalado por Víctor Vergara en su estudio de 1939 con 2.275 hectáreas43 y de seguro no representa “toda la superficie de la Isla con excepción de pequeñas hijuelas”. Al parecer Vergara no había tenido a la vista la información de esta Comisión de 1917. Esta bajísima cifra fue lograda haciendo una interpretación sui generis de las compras hechas por Dutrou-Bornier: Considerando la información recibida por parte de los nativos y la gran cantidad de topónimos que hay en la Isla, los encargados determinaron que cada nuevo nombre representaba un límite para el topónimo anterior, obteniendo cifras de un puñado de hectáreas para cada uno. De esta forma se obtuvieron deslindes aproximados para los lugares que el aventurero francés había adquirido, sin embargo es difícil creer que este trabajo haya determinado los límites exactos de cada sitio porque la exactitud en la delimitación no existe en Rapa Nui y en algunos casos al mencionar un hito específico, los rapanui se refieren también, en términos vagos, al área circundante. Esta interpretación debe analizarse más bien como un acuerdo entre los rapanui y los comisionados chilenos para reducir al mínimo el área reclamada como propiedad por la CEDIP. Ya que estos sitios jamás fueron cerrados o demarcados ni por los “propietarios” originales ni por Dutrou-Bornier (el francés no compró parcelas sino que áreas de deslindes no determinados), los límites tuvieron que ser definidos por la Comisión chilena, optando sencillamente por los topónimos. Carlos Charlín Ojeda intentó sistematizar la toponimia de Rapa Nui en los años 40, pero su libro contiene una gran cantidad de errores, especialmente en las traducciones44. Similares resultados obtuvo el menos ambicioso trabajo de Carlos Duque Tapia en 198245. El problema es que los topónimos de la Isla tienen distintas características. Algunos como Poīke, Roīho, Oroi o Hotu ‘Iti, por ejemplo, representan extensas áreas en cuyo interior se hallan muchísimos sectores o accidentes geográficos más pequeños, cada uno con su propio topónimo. Esto señala una desprolijidad en el estudio llevado a cabo por Ilabaca ya que cada nuevo topónimo no representa necesariamente un límite para el topónimo anterior. Por otra parte, en 1988, el Consejo de Ancianos tomó una interpretación aún más dura, señalando que “Al decir por ejemplo (…), Anakena, se refiere a una cueva de más o menos 5x6 metros y no, como se dice, que es un sector, puesto que cada piedra y cueva tienen su propio nombre” y que Puna Pau ó Vai Raŋa se referían a dos aguadas “de 2x2 y 4x5 metros”46 lo cual es cierto si se interpreta de forma obsesivamente rigurosa. El hecho de que Dutrou-Bornier no señalara el área en cada contrato (fraudulento o no) permite estas interpretaciones aunque es evidente que el francés pretendía inscribir vastas extensiones de tierras a su nombre.

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Ibid. Vergara 1939: 40. 44 Charlín, 1947 45 Duque, 1982 46 Consejo de Jefes de Rapa Nui et al. (1988: 289-290) 43

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Finalmente debe considerarse que en el estudio de la Comisión de 1917 no se tomaron en cuenta las 1.031 hectáreas adquiridas por Christian Hans Schmidt el 9 de mayo de 1873 a nombre de Dutrou-Bornier que consistían en “las tierras de Maunga Teatea” ni tampoco otros tres contratos de ese año por 812 hectáreas en Hanga Piko, Apina, Vai Kapua y Vinapū, 187 hectáreas en Ko Heki y 432 hectáreas en “Promaga” o “Poomaga” cerca de Tongariki. Es decir, si sumáramos todo esto a las 921 hectáreas determinadas por los comisionados daría como resultado 3383 hectáreas para la CEDIP. De todas maneras, si la Comisión hubiese estudiado en terreno, con los rapanui, aquellos topónimos, probablemente hubiera concluido que dichos topónimos por ningún motivo abarcaban regiones tan extensas como las que pretendía Dutrou-Bornier. A continuación algunos mapas elaborados con el software Google Earth.

¿La Isla de Dutrou-Bornier en 1876? En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En blanco algunos topónimos adicionales.

En concordancia con la Comisión de 1917 no hemos incluido las tierras de Ma’uŋa Tea-tea en la península de Poīke. Puede verse en este mapa cómo las tierras supuestamente adquiridas por Dutrou-Bornier se encuentran parejamente distribuidas por toda el área de la Isla. Queda claro que la intención del francés no era apropiarse de estos pequeños sitios, sino que obtener propiedades extensas que cubrieran ojalá toda la Isla a excepción de la tierra de la Misión Católica. En la lista de sus contratos puede verse que adquirió las 706 hectáreas de Mataveri y Rano Kau por la suma ridícula de 100 francos por ende es de suponer que al pagar precios similares por otros terrenos y cifras mayores de hasta 580 francos por Anakena y 200 por Akahanga y Ko ‘Eu47, las superficies imaginables en estos contratos dudosos o fraudulentos son a lo menos equivalentes. Esto fue posible precisamente por lo que señalan los misioneros como Hipólito Roussel, quienes se negaron a firmar los contratos de Dutrou-Bornier debido a que “tales compras se habían realizado bajo la presión del fusil en detrimento… sobre todo de los huérfanos”48. Huérfanos que se habían vuelto herederos de extensos territorios debido a la enorme mortandad que produjeron las epidemias viruela de 1863-1864 y las de tuberculosis de 1866-1871. 47 48

Consejo de Jefes de Rapa Nui et al. (1988: 288) Roussel (1994: 267).

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Zona Norte. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En blanco algunos topónimos adicionales.

En el sector de la costa norte y noroeste, el francés obtuvo sólo dos pequeños sectores, ‘Ara Nihi-nihi, que señala el nombre de un camino cerca del ahu (plataforma ceremonial) Ma’itaki te Moa y Puku Kaiŋa Mea-mea, un promontorio en las cercanías del ahu de Vai Matā y la aguada Vai ‘Uru. Por lo tanto, esta es la zona de menor densidad de “propiedades” del francés. Estos representan los terrenos de varios clanes Miru como los O Kao, Toko Te Rangi, Hamea y Ra’a. Los Miru fueron, en su mayor parte, aliados de Dutrou-Bornier durante el conflicto con los misioneros católicos debido a que algunos de sus jefes (como Ngure y Kaituo’e) deseaban restaurar la religión y costumbres pre-católicas.

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Zona Este. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En blanco algunos topónimos adicionales.

En este sector, los contratos señalaban Papa Oteo, una roca plana algo al norte de Ahu a Kapu, entre la bahía de Haŋa Kio’e y Hiku o te ‘Ika; Ana o Hoka, una cueva en el sector de Roīho entre los cerros Hiva-hiva y Ma’ea Mahoru; Ko Memu, una planicie junto al cráter Hivahiva y Ko te Runa-runa, llanura donde se halla el ahu hoy conocido como Akivi (Ahu a Tive)49. Era territorio de la tribu Marama ancestralmente aunque lentamente pasó a la esfera de influencia Miru durante tiempos protohistóricos.

Zona Suroeste. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En blanco algunos topónimos adicionales.

En este sector se encontraba el lugar donde residía Dutrou-Bornier y más adelante los futuros administradores de la Compañía Explotadora de Isla de Pascua (con excepción de Alexander Salmon): Mataveri. En tanto Kureki y Moai Hava (Moe Hava según otros) son dos hitos específicos entre el cráter llamado Te Manavai y el cerro Orito, mientras que Rano Kau es, desde luego, el cráter más grande de toda la Isla. Haŋa Piko es una pequeña bahía donde se encuentra hoy el puerto principal de Rapa Nui. Finalmente, Vinapū es un sector frente a tres ahu, uno de ellos llamado Tahiri50. Este sector era territorio de la tribu Hau Moana.

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Véase respecto al nombre de este ahu lo que señala Barthel (1962: 101) Mulloy (1961)

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Zona Sur. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En blanco algunos topónimos adicionales.

Aquí se hallan dos sectores específicos. La aldea de Akahaŋa, una de las más importantes y pobladas de la Isla antiguamente y que difícilmente pudo haber sido vendida en su totalidad a Dutrou-Bornier por una sola persona o por un grupo reducido de éstas. Ko ‘Eu es la planicie que se extiende frente al ahu Ura ‘Uraŋa Te Mahina. Ma’uŋa Roa es un pequeño cerro hoy cubierto de eucaliptus y que domina las planicies que descienden hacia Akahaŋa. Aquí ya se encontraban las abandonadas tierras del sector oriental de la Isla cuya población había sido desarraigada en 1868 y concentrada en Haŋa Roa. Es importante destacar que uno de los mayores enemigos de Dutrou-Bornier y de sus aliados Miru era el rapanui converso y taŋata hōnui de la tribu Ure o Hei, Tepano Roma a ‘Ure Mo’eŋa, originario de la aldea de Akahaŋa como señala el padre Roussel51. Es difícil imaginar, por lo tanto, que estas tierras hubiesen sido vendidas sin irregularidades al francés, al menos antes de 1871, fecha en que Roma parte hacia la Polinesia Francesa. Después de esto es posible que las tierras hayan sido “vendidas” ilegítimamente por algún otro rapanui. Algo similar puede decirse en el caso de ventas en las cuales no participa su dueño, como es el caso de la venta del sector de Ma’uŋa Tea-tea por Ngure, jefe de los Miru paganos de Anakena a Christian Schmidt en 187352. Este es el sector de las tribus Marama, Nga ‘Ure y Ure o Hei.

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Hippolyte Roussel, Informe en Archives générales de la Congrégation des Sacrés Coeurs 75-2, Maison Principale, Roma. Hemos utilizado la copia del original en Cools (1971). 52 Vergara (1939: 120)

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Zona Este. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En blanco algunos topónimos adicionales.

En este sector se halla el área más densa de tierras señaladas en los contratos de compra y venta. Cuatro bahías Haŋa Tēteŋa, Haŋa ‘Ika ‘Iri, Haŋa Mai Hiku y Haŋa Tu’u Hata. Seguramente se le asignaba este nombre a también al villorrio o aldea que existía frente a sus costas. Se sabe gracias a la información de Roussel que en Haŋa Tēteŋa y Haŋa Mai Hiku había dos aldeas bastante pobladas53. También es imposible que estas tierras hayan sido vendidas legítimamente por una sola persona o un grupo pequeño. Moai Tu’u Tahi es un ahu moai que se halla algo al interior desde Haŋa Mai Hiku, circundado por una extensa planicie. Vai Moai es un sector al sur de Ma’uŋa Toa-toa junto a la costa. Ko Vero a ‘Uka y Ko Hipa son dos áreas indefinidas en planicies interiores cerca del cerro Te O’i Reŋa. Estos eran territorios pertenecientes a las tribus Tupahotu, Koro ‘O Roŋo, Nga Ruti y Ure o Hei (Hiti ‘Uira).

Zona Noreste. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En blanco algunos topónimos adicionales. 53

Roussel, Informe en Archives générales de la Congrégation des Sacrés Coeurs 75-2, op cit.

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Este sector tiene también baja densidad de terrenos propiedad de la Compañía. Como vimos anteriormente, ‘Ana Kena es una cueva, aunque hoy en día se designa con ese nombre la extensa área desde Haŋa O Hiro hasta Hira Moko incluyendo la bahía Haŋa Rau o Te ‘Ariki y la playa Morī a ‘One con la planicie de ‘Oro Maŋa. Este sector pertenecía al linaje real de los Miru Nui-nui, descendientes de Hotu Matu’a. Considerando que en 1873 Ngure seguía siendo el taŋata hōnui ó jefe de ‘Ana Kena, Dutrou-Bornier no pudo hacerse “legalmente” de este terreno con anterioridad a esa fecha. Además ‘Ana Kena era también una de las áreas más densamente pobladas por lo tanto cualquier contrato para la venta de todo ese terreno es inválido. Haŋa Ho’onu en tanto es una bahía en territorio Tupahotu, uno de los distritos más poblados de la Isla lo que también invalidaría el contrato de adquisición de esas tierras. Falta agregar las tierras de Ma’uŋa Tea-tea, sector perteneciente al linaje Moko Mae de los Tupahotu. Casi con total certeza, la intención de Dutrou-Bornier había sido obtener la mayor parte de la Isla de los nativos rapanui. Para esto usó métodos reñidos con la moral, sin duda, pero su modus operandi resulta algo burdo ya que salta a la vista en muchos casos que tales tierras no pudieron ser vendidas por una sola persona o un grupo pequeño de éstas ya que no eran dueñas de lo que el francés (y luego la CEDIP) alegaban que había sido vendido. La Comisión de 1917 consideró que no eran más de 921 las hectáreas, también velando por los intereses del Estado, sacando por conclusión que todo el resto de las más de 16 mil hectáreas de la Isla eran propiedad del Fisco chileno (confirmándolo con la Inscripción de 1933). Al menos los mapas de Brander consideraban ciertas áreas como propiedad de los nativos, cuestión que el Gobierno chileno jamás aceptó. Para Vergara en 1939, 2.275 hectáreas eran de la Compañía y 635 de los Misioneros, dando por sentado que todo el resto pertenecía al Fisco chileno. Nosotros dudamos de la gran mayoría de los contratos de Dutrou-Bornier, especialmente de los no reconocidos siquiera por sus antiguos aliados, los misioneros franceses y de los firmados con posterioridad a 1871. Pero aun cuando un tribunal que no tenía jurisdicción sobre una Isla con soberano propio (Atamu Tekena) determinó que dichos contratos eran válidos, la Comisión de 1917, con sus vicios metodológicos y todo, demostró que las tierras adquiridas eran probablemente mucho menos de lo que la Compañía imaginaba, aunque falló en demostrar que todo el resto pertenecía, no al Fisco chileno, sino que a los nativos rapanui.

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