La Ciudad como espacio de disputas de género

July 19, 2017 | Autor: Diego Zubiaurre | Categoría: Geografia, Género, Urbanismo
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Descripción

La ciudad como espacio de disputas de géneros.

Una pequeña aproximación a las problemáticas urbanas que surgen con el
Patriarcado, desde la geografía del genero y el urbanismo.

De Diego Zubiaurre*

Resumen:

Con el surgimiento de la(s) Geografía(s) de Género(s), se comienza a tomar
el tema de la Ciudad como espacio de disputa entre géneros, donde el
sistema patriarcal, marca el terreno con ganadores y perdedoras. Donde el
espacio se estructura en base a intereses que poco toman en cuenta a la
mujer y a las identidades disidentes.

Palabras Claves:

Ciudad – Geografía de Genero – Patriarcado – Capitalismo – Espacio Urbano –
Géneros





























* Estudiante avanzado de Licenciatura en Geografía en la Universidad
Nacional de La Plata. Militante de la Cátedra Libre Virginia Bolten (sobre
feminismos latinoamericanos), así como del Colectivo de Varones
Antipatriarcales, de la ciudad de La Plata, Argentina.

Introducción



Este trabajo intenta, de un modo muy introductorio y breve, contar como la
ciudad como espacio social, es un lugar de disputa (o donde se intenta
desde hace unas décadas dar disputa) donde el patriarcado marca las leyes.
Por ende, este sistema, imbricado completamente con el capitalismo, ha
hecho que el espacio se fragmente, discrimine, con valores y patrones
propios del patriarcado, marcado por dos leyes "superiores":

- la superioridad del hombre por sobre la mujer y por sobre todas las
identidades disidentes.

- la superioridad del "hombre mayor" por sobre el "hombre menor". (Esta
categoría, con un supuesto etario, puede aplicarse a otras formas de
pensarla)

Estos dos sistemas imperantes, han hecho creer que el espacio sea
considerado abstracto, neutral y normal, cuando en realidad, el espacio
urbano y su crecimiento, funcionan a través de experiencias bien concretas,
las del género masculino, de mediana edad, profesional, heterosexual y con
las tareas de reproducción resueltas. El crecimiento de este espacio
entonces, valora lo productivo por sobre lo reproductivo, basándose en la
falsa dicotomía que asocia lo productivo al ámbito público, "dominio por el
hombre" y lo reproductivo al ámbito de lo privado, "dominio de la mujer".































El Espacio Urbano, como espacio de disputa



La dicotomía productivo/reproductiva es una conceptualización patriarcal e
irreal, ya que las mujeres siempre han participado en la esfera productiva,
ya sea como parte de la economía formal, o bien en la informal y las tareas
reproductivas se extienden al espacio público cuando se llevan actividades
como recoger a los niños a sus actividades, hacer compras del hogar, entre
otras. Esto marca que el límite es, y siempre lo fue, difuso y siempre en
detrimento de las mujeres.

Eso nos lleva a una idea primaria, el espacio tiene una manera de leerse a
través del género, pero para eso, deberíamos entender o explicar qué es
eso. Además, como ese concepto hizo mella en la Geografía y cuáles fueron
los aportes que hizo o que intenta dar.

El género se refiere a todas las diferencias entre hombres y mujeres que
han sido construidas socialmente, y no significa lo mismo que sexo, ya que
este es de naturaleza biológica y no social. Las relaciones de género,
tales como las surgidas en la división del trabajo, en la familia, o en el
lugar de trabajo y fuera del trabajo, son relaciones sociales que tienen
importantes variaciones espaciales. Las relaciones de género en sentido
estricto hacen referencia a las relaciones de poder existentes entre
hombres y mujeres, y entre hombres y mujeres con diferentes disidencias
sexuales; en la mayor parte de ámbitos espaciales, culturales y temporales
existe una relación de subordinación de las mujeres con respecto a los
hombres.

Sin embargo, las condiciones precisas y la intensidad de esta subordinación
experimentan grandes diferencias regionales.

El género es concebido como una construcción social en la cual las nociones
de lo femenino y lo masculino son adquiridas y transmitidas a lo largo de
las generaciones, involucrando también relaciones de poder impuestas por
instituciones. Es un elemento constitutivo de las relaciones sociales,
basado en las diferencias percibidas entre los sexos, y, género es la
manera primordial de significar relaciones de poder. De hecho, este
concepto hace referencia a todas las diferencias entre mujeres y hombres
que fueron construidas social y culturalmente y que condicionan relaciones
de subordinación/dominación.

Gran parte del comportamiento humano no es resultado de las preferencias
individuales, sino que está gobernado por reglas institucionales, normas y
convenciones que tienen poderosos efectos materiales en la vida de la
gente, como a su vez, por un sistema económico que regulan en conjunto con
los anteriores –el capitalista, en este caso- y que legaliza todas estas
preferencias en la búsqueda única de la maximización de beneficios. Se ha
definido a las instituciones como "las reglas del juego" de una sociedad,
la capitalista. Estas reglas pueden estar escritas o no, ser explícitas o
implícitas; codificadas en leyes, ordenadas por políticas, santificadas por
la religión, mantenidas por los convencionalismos o arraigadas en la manera
de pensar de la familia, de la comunidad y de la sociedad. Juegan un papel
importante para dar forma al comportamiento humano, en términos de lo
permitido y de lo prohibido. Las reglas desde el punto de interés para este
trabajo son:

- Influyen en la división por género del trabajo de producción y de
reproducción, en diferentes partes del mundo.

- Producen patrones regionales distintos en la participación de la
fuerza laboral y en la actividad económica de mujeres y hombres.

Estos puntos que venimos marcando han tenido como consecuencia, la creación
de un modelo de ciudad que se caracteriza por no satisfacer las necesidades
de las personas, especialmente de una parte puntual de la sociedad; un
modelo de ciudad pensado desde la abstracción de planos y no desde las
vivencias de las personas que hacen uso del espacio urbano.

La falta de incorporación de la perspectiva de género en la planificación y
diseño urbano determina que la calidad de vida de las mujeres, hombres e
identidades disidentes en la ciudad sea diferente, ya que el reparto de las
oportunidades para desarrollar las actividades cotidianas es asimétrica.

Desde la teoría geográfica, ya desde finales de la década del '60 y
principios del '70 se está dando una vuelta a las teorías e investigaciones
relacionadas a lo que es el sujeto y su reivindicación territorial, en
contraposición a las geografías analíticas y objetivistas de mitad del
siglo XX. Se produce esto debido a que esos últimos estudios no expresaban
la realidad social de aquel entonces y se necesitaba un cambio de dirección
para el trato de ciertos temas que escapaban a las geografías reinantes por
ese entonces. Los movimientos feministas, con sus ideas revolucionarias,
llegan al ámbito académico a partir de los años setenta, y son las ciencias
sociales y humanas las que comienzan a absorber todo su contenido
innovador, a la vez que se da el florecimiento de una cultura contestataria
favorable a las movilizaciones sociales de grupos marginados y oprimidos en
la sociedad (negr@s, mujeres, homosexuales, etc.) especialmente, aquell@s
de espacios urbanos.

Al intentar indagar sobre la presencia de las corrientes de pensamiento que
influyeron en los estudios de género dentro de la geografía, nos
encontramos con la obligación de mencionar el feminismo, que es considerado
como una concepción teórica, una práctica de interpretación y, más que
nada, como un movimiento político. Un movimiento que va más allá de la
academia, pues el diálogo con los discursos y las reivindicaciones sociales
fue y es muy productivo, aunque eso no signifique que la tan deseada
igualdad de género sea alcanzada.

Lo que se tratará de hacer en este trabajo es presentar de forma
monográfica los principales aportes que desde esta ciencia, desde la década
del `70 han hecho a la Geografía del Género, en particular las vinculadas
al feminismo, que dentro de esta corriente, es la que me despierta mayor
interés debido a Geografía del Genero incluye posiciones del tipo de lograr
mayor participación de la mujer en la vida pública pero que no cuestiona al
sistema capitalista como creador de desigualdades de género, o en todo
caso, hace caso omiso a las causas estructurales de su producción en
general. En cambio, la Geografía Feminista ya marca una posición ideológica
mucho más nítida; no es simplemente una geografía interesada en poner de
relieve las actividades de la mujer y sus implicaciones espaciales, sino
que es aquella que de forma explícita considera la estructura de género de
la sociedad y, a la vez, contrae un compromiso con miras a aliviar a corto
plazo las desigualdades consiguientes y a su erradicación a través del
cambio social a largo plazo. Parece evidente que las implicaciones que el
estudio del género puede tener en la geografía son al menos tan importantes
como las del análisis de los factores sociales y/o económicos que conforman
la sociedad y el espacio. Todas las corrientes feministas están de acuerdo
en que las diferencias de género confieren a las mujeres y a los hombres
una situación de poder y de prestigio social muy desigual que explican la
posición de inferioridad de la mujer.



Geografía del Género y el espacio



El mundo académico, a veces, es sensible a las transformaciones de cada
tiempo (o al menos así debería serlo), muchos trabajos en diferentes
disciplinas empiezan a dar visibilidad a la mitad de la humanidad (las
mujeres), hasta entonces ignorada en los diferentes estudios y, de esta
forma, se comienza a cuestionar la cultura occidental patriarcal. De hecho,
el feminismo, independientemente de las corrientes teóricas o ideológicas,
se presenta como un proyecto político comprometido con los cambios sociales
y orientado al logro de la igualdad humana. En este sentido, las
desigualdades de género basadas en la diferencia exponen y muestran como
las relaciones sociales son sesgadas por relaciones desiguales entre
hombres y mujeres que contribuyen a la subordinación de éstas en la
sociedad. Entre todos esos microcosmos académicos, encontramos como dentro
de la geografía, si bien breve y poco trabajada en número, pero con grandes
teóricos, vemos un desarrollo del tema.

La geografía de género tiene sus orígenes en las geografías radicales y en
los movimientos feministas de los años setenta, pero sus desarrollos
recientes se han orientado hacia la construcción de delimitaciones
ontológicas, marcos epistemológicos y métodos diferentes (Delgado Mahecha,
p. 133, 2003). Este giro se explica en la medida en que se hacen más
evidentes las diferencias y especificidades de género de sus visiones,
experiencias y prácticas sociales de espacio, lugar y ambiente. Y el
discurso propio se consolida con el incremento de la conciencia de que los
metadiscursos de las epistemologías tradicionales de la modernidad excluyen
las diferencias de género, raza, sexualidad, religión, etnicidad, dominio
colonial, etc.

Esta geografía es en sí misma diversa. Pero todas las tendencias coinciden
en señalar que las geografías modernistas, tanto las positivistas como las
marxistas, asumen una visión occidentalista del mundo, son de perspectiva
masculina, ignoran "el otro" femenino y, a menudo, definen la feminidad
como ausencia de masculinidad. El espacio urbano, o la ciudad si se
prefiere, es un fiel reflejo de esto, funcionalista y segregado. Resulta
fundamental romper con esto, que las esferas y los tiempos de la vida
cotidiana de las personas, estén delimitadas según las necesidades y no
porque así lo diga el espacio, o el resultado de procesos que deviene en
espacio.

La geografía de género es influida por corrientes marxistas así como por
posmodernistas y posestructuralistas, y pretende llevar a cabo una
deconstrucción de las geografías que, tradicionalmente parcializadas a
favor del hombre, han ignorado esta perspectiva. La idea central es que el
espacio no es neutro desde la perspectiva del género; es necesario
incorporar estas diferencias sociales en el análisis espacial y
territorial, porque ellas permiten entender las claves de la organización
de la sociedad que discrimina a las mujeres el acceso al espacio, y que
utiliza el espacio como medio de control social y político.

Las relaciones de poder se manifiestan en el espacio urbano, condicionando
el acceso, el uso y la interpretación de la ciudad por parte de las
personas dependiendo las diferencias o las características intrínsecas de
cada actor. Esto ha dado como consecuencia la creación de un modelo de
ciudad que no satisface las necesidades de las personas. Un modelo de
ciudad pensado desde la abstracción de los planos y no desde las vivencias
de las personas que van a hacer uso de los espacios.

Así, el espacio se configura como un instrumento de discriminación, de
dominación y control que sustenta el dominio masculino en la sociedad. La
desigualdad social entre hombres y mujeres se espacializa, y la
espacialización de la mujer constituye un medio de dominación. Entonces, la
lucha por la justicia en las relaciones de género pasa necesariamente por
la lucha política por el espacio y las espacialidades alternativas que
incluyen, entre otras, las esferas del hogar, el trabajo, la recreación y
la vida comunitaria. Para ilustrar, basta con señalar que la lucha de las
mujeres por conquistar espacios de trabajo fuera del hogar implica el
cambio sustancial de la espacialización tradicional, que confina el trabajo
femenino al adentro o interior del espacio doméstico. Mostrar que el
espacio no es un ente neutral en la organización y reproducción de la vida
social, es también hacer visibles sus potencialidades políticas.

Los roles desempeñados por las mujeres en el hogar, en el trabajo y en
todos los ámbitos de la vida social son espacialmente organizados y
controlados por el hombre, y constituyen un instrumento de dominación y
discriminación. Las prácticas sociales desarrolladas por las mujeres son
diferentes y generan espacialidades propias de su género.

Por estas razones, la geografía de género declara la urgencia de explorar
las prácticas sociales de producción y reproducción del espacio, teniendo
en cuenta las diferencias de género y las relaciones de poder que de ellas
se derivan. Lo femenino se debe definir en términos positivos como "el
otro" diferente, y no como el "otro" incompleto carente de masculinidad.
Doreen Massey señala que dicha tarea requiere visiones alternativas del
espacio fundadas en las siguientes proposiciones (Massey, 1994: 264-269):

1. El espacio no es estático y el tiempo no es aespacial. De hecho, la
espacialidad y la temporalidad son diferentes, pero ninguna puede ser
conceptualizada como la negación de la otra. Es necesario insistir en
la necesidad de pensar que todas las cosas ocurren en el espacio-
tiempo.

2. Es necesario conceptualizar el espacio como producto de las
interrelaciones, como la coexistencia simultánea de interpelaciones e
interacciones en todas las escalas desde el nivel más local hasta el
más global. Urge reconocer que lo espacial es socialmente constituido,
tanto como que lo social es necesariamente constituido espacialmente.
El espacio no es estático porque las relaciones sociales que lo crean
son dinámicas. Como consecuencia de su creación social, el espacio
está lleno de poder y simbolismo, y es una compleja red de relaciones
de dominación, de subordinación, de solidaridad y de cooperación.

3. Lo espacial es tanto un elemento de orden como de caos. El espacio
contiene y expresa el orden impuesto por lo socialmente planeado, pero
también el desorden producido por la yuxtaposición de espacialidades
contradictorias, por los posicionamientos espaciales de los "otros", o
las contraespacialidades de los subordinados. En este sentido, el
espacio es político y abierto a la lucha política. No es fijo, ni
muerto, ni mucho menos neutral.

4. Los roles desempeñados por las mujeres en el hogar, en el trabajo y,
en general, en todos los ámbitos de la vida social, son espacialmente
organizados y espacialmente controlados por los hombres, y constituyen
un instrumento de dominación y discriminación. Las prácticas sociales
desarrolladas por las mujeres son diferentes y generan espacialidades
propias de su género.

5. La emancipación femenina incluye la conquista del espacio, el
empoderamiento espacial y la ruptura de espacialidades opresoras como
las generadas en las relaciones patriarcales.

Con estos elementos teóricos, entre otros, esta geografía feminista explora
en diferentes escenarios de la vida social las complejas relaciones entre
espacio, lugar y género; busca las posibilidades y oportunidades de la
lucha política para destruir espacialidades injustas, como las creadas por
el capitalismo y por el "machismo", y para construir nuevas espacialidades
que permitan el reconocimiento y la expresión de la diferencia.

El estado actual de las investigaciones se preocupa por hacer visibles a
las mujeres, sin explicar su comportamiento social, político o cultural.
Sin embargo, hay algunos trabajos recientes que han comenzado a reconstruir
históricamente las nociones de género y explicar el comportamiento de las
mujeres en la sociedad, especialmente la urbana.

Las estructuras del capitalismo se mantienen intactas, aunque con una nueva
cara en su fase tardía, la llamada cultura posmoderna, y sus expresiones
posmodernistas en el arte, en la moda, en el comportamiento cotidiano o en
la sobrevaloración del cuerpo y del sujeto, no son otra cosa que la lógica
cultural del capitalismo. La fragmentación, la descentralización, la
exaltación del individualismo, el consumo compulsivo, la esquizofrenia
presentista y la sensación de no pasado y no futuro de las generaciones
actuales, el desprecio de la historia y la mercantilización de lo
histórico, son expresiones de las mutaciones del capitalismo.

…que cuando se tomen decisiones sobre un lugar y un grupo de población se
tenga en cuenta simultáneamente las diferentes escalas del territorio que
influyan y se interconecten entre sí y con un enfoque de genero
interseccional; que considere las diferencias de las personas no solo según
el sexo sino también en función de la edad, el origen, su orientación
sexual, entre otras variables. Valorar la proximidad como cualidad de las
ciudades e integrando la realidad de tener un cuerpo sexuado femenino o
trans o disidente como usuario de los plenos derechos del espacio público,
y no que se tienda a la fragmentación o guetización.

Se considera que las prácticas vitales de hombres y mujeres en una sociedad
capitalista patriarcal, en vistas de garantizar el sostenimiento de la
vida, bajo los dictámenes de la división sexual del trabajo, se tejen a
través de una matriz de relaciones entre posiciones, psíquicas o sociales,
que crea relaciones de necesidad entre las mismas, y sólo es viable en la
medida en que sean ocupadas por distintos sujetos, femeninos o masculinos.
En este sentido, se puede pensar una ciudad con usos mezclados frente a una
ciudad funcionalista y segregada, puede mejorar las condiciones de vida de
personas con diferentes realidades, ya que permite la realización de
múltiples actividades cotidianas en menor tiempo y en un menor radio,
además de mejorar la accesibilidad a los diferentes usos urbanos.

Esto no se acerca ni por asomo a romper con mandatos milenarios, pero es
una nueva forma de ciudad, una ciudad accesible a todas las personas y no
solo a ese hombre, de edad media, heterosexual, profesional, casado y
descomprometido con las tareas de reproducción.

Así entendemos que el patriarcado, está sostenido sobre una doble
dimensión: por un lado, la dimensión socio-económica que garantiza el
sostenimiento de la vida en términos materiales; y, por el otro, la
dimensión psíquica-emocional que se constituye en el mecanismo por
excelencia de orientación del deseo, en respuesta a las exigencias
estructurales.





































Conclusión



El entorno físico no es solo escenario de la desigualdad, sino que también
actúa como reproductor de valores y principios (de siglos de imbricación
con los sistemas que actúan sobre el espacio) que promueven las
desigualdades económicas, étnicas y de género, como se ha tratado de
explicar. Por eso es la intervención por parte de todos y todas y todes en
el territorio, no solo para tener mejores formas de vivir la ciudad y en la
ciudad, sino también para que el espacio deje de reproducir y reforzar
estas desigualdades.

Como conclusión se podría decir que los estudios sobre el sujeto, y su
incorporación a la disciplina geográfica a partir de los años ´70 marcan
todo un giro epistemológico; y refleja notoriamente los nuevos tiempos que
corren, las ya viejas visiones estructuralistas, analíticas y cuantitativas
quedan obsoletas frente a un mundo más sensibilizado y critico a las
cuestiones sociales.

En este sentido, y en lo que toca al tema planteado en este trabajo, el
hecho de que se está asistiendo a la creación y florecimiento de grupos o
comisiones de género en las asociaciones profesionales y académicas, la
constitución y la consolidación de grupos de investigación en geografía y
genero, la incorporación de asignaturas sobre geografía y genero en los
planes de estudios, etc., es un reflejo fiel de que este enfoque va por
buen camino, aunque aún queda mucho por recorrer. Aunque quizás lo más
importante es que después de siglos de ostracismo detrás del patriarcado
reinante, se ven (y que bien se ven) cantidades de personas sin importar si
es mujer u hombre, peleando por lo que durante mucho tiempo se realizaba
como natural o como propio de la mujer. La emancipación femenina incluye la
conquista del espacio, el empoderamiento espacial y, en cuanto a lo
concerniente a este trabajo, la ruptura de espacialidades como las
generadas en las relaciones patriarcales; complejas relaciones entre
espacio, lugar y género que buscan destruir las espacialidades injustas
creadas por el capitalismo, y uno de sus tantos hijos, el machismo (Delgado
Mahecha, 134, 2003).

Que se puedan unir en matrimonio personas del mismo sexo, que obtengan los
mismos (y nunca adquiridos) derechos que cualquier persona, que se destape
la violencia dentro de la casa (sea verbal, psíquica o físicamente), que se
pueda hoy discutir sobre el aborto, entre otras tantas cosas, dan un
indicio de que la olla se destapó al fin y que aún hay muchas cosas por
resolver, pero que hoy pueden ser o no escuchadas, pero que, mejor todavía,
se hacen escuchar.

A manera de síntesis, podemos decir que el género es una perspectiva activa
dentro de la geografía que participa de las discusiones teóricas,
epistemológicas y metodológicas de nuestra ciencia, colaborando en la
construcción de su desarrollo.

El desafío de la geografía del género se entiende a partir de que, a
inicios del siglo XXI, nos encontramos frente a una recuperación de la
relación entre naturaleza y sociedad, pero en este caso situando dentro de
la sociedad a la clase social, el género, la cultura y las relaciones
sociales con respecto a la naturaleza y al espacio como elementos
fundamentales y no como orden secundario.

El desafío se vuelve tangible, el uso del espacio y del tiempo no tiene la
misma dimensión para hombres que para mujeres, y nos encontramos ante una
perspectiva masculinizada de ambas variables (espacio-tiempo), que, dados
los tiempos que trascurren, exigen ser revisados.























































Bibliografía



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