La Alianza para el Cambio en Nayarit, 1999: El primer precedente exitoso de la estrategia aliancista anti-hegemónica en los estados

August 11, 2017 | Autor: O. Díaz Jiménez | Categoría: Mexican Studies, Mexican Politics, Electoral Studies, Party System
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Descripción

La Alianza para el Cambio en Nayarit, 1999: El primer precedente exitoso de la estrategia aliancista antihegemónica en los estados Oniel Francisco Díaz Jiménez 1 Maricela Zenón Becerril 2

Introducción Como muchos otros estados de la república mexicana, durante la etapa del partido hegemónico, Nayarit se caracterizó por el dominio electoral del Partido Revolucionario Institucional (PRI), basado en el cacicazgo, el corporativismo y las prácticas clientelares. Con excepción de la elección para gobernador de 1975, en la cual el Partido Popular Socialista (PPS) y su candidato, Alejandro Gascón Mercado, se constituyeron como un serio reto a la hegemonía priista, la competencia electoral en el sistema nayarita de partidos permaneció sumamente limitada durante la mayor parte del siglo XX. Pese al gradual crecimiento de la oposición (especialmente de la izquierda) durante los ochenta y noventa (Ladrón de Guevara, 1993; 2000, Ibarra Delgado, 2001), el PRI ganó la elección para gobernador de 1993 y la intermedia local de 1996 con porcentajes mayores al 50% de la votación (ver Tabla 1), lo que le permitió mantener el control del ejecutivo y del legislativo local, así como 19 de 20 ayuntamientos hasta 1999, año en que la formación de una alianza de partidos de oposición que incluyó tanto al Partido de la Revolución Democrática (PRD) como al Partido Acción Nacional (PAN) y encabezada por Antonio Echevarría Domínguez (un prominente empresario local recién salido de las filas del PRI), posibilitó la alternancia

1 Doctor en Ciencia Política y Estudios Internacionales por la Universidad de Birmingham, Reino Unido. ProfesorInvestigador del Departamento de Procesos Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana − Lerma. E-mail: [email protected] 2 Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública, con especialización en Comunicación Política por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Cuenta con Diplomado en “Régimen Electoral, Opinión Pública y Desarrollo de Campañas Electorales” por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente se desempeña como asesora en la Dirección de Asesoría de Rectoría de la UAEM. E-mail: [email protected]

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en la gubernatura. La Alianza para el Cambio en Nayarit sentó un precedente muy significativo en el proceso de cambio político en México, debido a que fue la primera alianza interpartidista exitosa en su tipo. La formación de la alianza electoral anti-PRI en Nayarit fue una respuesta de los partidos de oposición a los diversos cambios, económicos, políticos y sociales que intervinieron en la transición desde un sistema de partido hegemónico hacia un sistema de partidos más plural y competitivo. Sin embargo, otros factores tales como las rupturas en la coalición dominante al interior del PRI, así como los cambios en la organización interna de los partidos de oposición también tuvieron un papel relevante al facilitar la coordinación estratégica entre las elites partidistas con el fin de generar una alianza electoral. Este capítulo desarrolla un estudio de caso sobre la formación de esta alianza, en el marco de una comparación cualitativa de pocos casos estructurada y focalizada (George y Bennett, 2005), la cual fue guiada por las preguntas, supuestos e hipótesis de investigación definidos en el capítulo introductorio de este volumen. La primera parte del trabajo revisa las transformaciones en el sistema nayarita de partidos que generaron fuertes incentivos para la adopción de estrategias electorales de tipo catch-all (atrapa-todo) por parte de los partidos de oposición con el fin de ampliar sus tradicionales bases sociales de apoyo, incluyendo el coaligarse. La segunda parte se centra en los factores intrapartidistas, tanto al interior del PRI como al interior de las organizaciones partidistas de oposición que favorecieron la formación de la alianza, no obstante sus profundas diferencias ideológicas. Contexto socio-económico y político-electoral del estado El estado libre y soberano de Nayarit fue creado el primero de mayo de 1917 a partir de lo que fuera el séptimo cantón de Jalisco y tiene actualmente una superficie de 27,865 km2 (1.4% del territorio nacional) (Meyer, 2005). Durante la mayor parte del siglo XX, el estado 2

se caracterizó por tener una economía basada en el sector primario, el cual fue gradualmente reemplazado por actividades del sector comercio y de servicios durante los noventa (Pacheco Ladrón de Guevara, 2000; Contreras Valdez, 2011). A lo largo de los cuarenta, cincuenta y sesenta el estado tuvo un importante crecimiento poblacional, principalmente en el ámbito urbano. De 1950 a 2000, alrededor de una cuarta parte de la población nayarita, pasó de ser rural a urbana (véase Tabla 1), con importantes consecuencias para la competencia electoral en la entidad. Tabla 1. Datos demográficos de Nayarit (1930-2000)

Censo/Conteo

Población total

Tasa de crecimiento poblacional

Densidad poblacional (h/km2)

Población rural (Loc. de menos de 2,500 habitantes) (%)

Población urbana. (Loc. de 2,500 habitantes y más) (%)

1930

167,724

-

-

-

-

-

-

1940

216,698

-

2

8 h/km

2

1950

290,124

2.59

10.6 h/km

65.0

35.0

1960

389,929

3.4

-

57.4

42.6

2

1970

544,031

3.8

19.7 h/km

50.0

50.0

1980

726,120

2.23

26 h/km2

42.9

57.1

2

1990

824,643

1.28

28.6 h/km

37.9

62.1

1995

896,702

-

-

37.0

63.0

35.8

64.2

2000

920,185

1.1

2

34 h/km

Fuente: Meyer, 2005, Censo General de población y Vivienda, México, 1950-2000. INEGI, Estados Unidos Mexicanos, Conteo de Población y Vivienda, 1995, resultados definitivos, México 1996. INEGI, Tabulados Básicos, Estados Unidos Mexicanos, XII Censo General de Población y Vivienda, 2000, México, 2001.

Hasta antes de los noventa, la competitividad y la fragmentación electorales en el sistema nayarita de partidos fue muy limitada, particularmente en elecciones locales. No fue sino hasta la elección de 1993 que los márgenes de victoria entre el PRI y la oposición fueron menores a 33%, valor considerado como el punto de quiebre a partir del cual las posibilidad de que se forme (o no) una alianza es la misma, es decir del 50% (Reynoso, 2011) (véase Tabla 2).

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Tabla 2. Resultados Electorales, Elecciones para Gobernador Nayarit, 1981-2005 (%) CONV

PRI PVEM PANAL

PAN PRD PT PRS

PRD PT PRS

PT CONV

Otros

Fragmentación

NP

Competitividad (MV)

Participación Electoral

Año

PRI

PAN

IZQ/ PRD

1981

82

0

15

0

0

2

0

0

0

0

0

0

2

0.31

1.05

67%

47.2%

1987

91

2

5

0

0

1

0

0

0

0

0

0

1

0.16

1.00

87%

54.7%

1993

57

4

26

2

2

1

1

0

0

0

0

0

5

0.58

1.43

32%

70.7%

1999

44

0

0

0

0

0

1

0

0

52

0

0

0

0.52

1.87

8%

63.9%

2005

46

6

0

0

0

0

0

2

0

0

42

0

0

0.58

2.09

4%

58.3%

PRS

PT

PPS

PVEM

Nota: el porcentaje de la izquierda en 1981 corresponde al PCM y al PSUM en 1987.

Tabla 3. Resultados Electorales, Elecciones para Presidencias Municipales Nayarit, 1981-2002 (%) Año

PRI

PAN

IZQ/ PRD

PRS

PT

PPS

PVEM

CONV

PDM

PARM

PPN

PFCRN

PAN PRD PT PRS

Otros

Fragmentación

NP

Competitividad (MV)

Participación electoral

1981

80

0

17

0

0

2

0

0

1

0

0

0

0

0

0.33

1.06

63%

40.4%

1984

81

1

14

0

0

2

0

0

2

0

0

0

0

1

0.33

1.05

67%

50.9%

1987

89

2

6

0

0

1

0

0

1

0

0

0

0

1

0.20

1.01

84%

54.9%

1990

82

2

11

0

0

1

0

0

0

2

0

2

0

0

0.31

1.03

71%

41.9%

1993

58

4

24

2

2

2

0

0

0

1

4

1

0

2

0.60

1.41

33%

71.2%

1996

52

28

14

1

4

0

1

1

0

0

0

0

0

0

0.63

1.73

24%

56.6%

1999

48

0

0

0

0

2

1

0

0

0

0

0

48

1

0.54

2.09

0%

64.9%

2002

50

31

10

0

4

0

0

4

0

0

0

0

0

1

0.65

1.85

19%

62.9%

Nota: el porcentaje de la izquierda en 1981 corresponde al PCM y al PSUM en 1987.

4

Por su parte, el índice del Número de Partidos (NP) (Molinar, 1991a) promedió un partido de 1981 a 1993 en elecciones locales para renovar la gubernatura y las presidencias municipales (véase Tablas 2 y 3). Sin embargo, a partir de finales de los noventa ambos indicadores reflejan claramente la transición desde un sistema de partido dominante de competitividad limitada a uno competitivo. En la elección de 1996 el margen de victoria se redujo a sólo 24%, lo que incrementó la probabilidad de formación de una alianza electoral en 1999 y el NP mostró, por primera vez, la lógica de competencia bipartidista que ha caracterizado al sistema de partidos en su etapa competitiva (véase Tabla 2). Un análisis más detallado de la evolución de la competitividad y el número de partidos a nivel municipal muestra que el PRI mantuvo su posición dominante en el sistema nayarita de partidos hasta principios de los noventa (más del 84% de los municipios en la elección de 1993 aún mostraban una lógica de partido dominante) (véase Gráfico 1). 3 No obstante, los datos también revelan que la tendencia predominante durante la segunda mitad de los noventa fue la competencia bipartidista (entre dos o dos y medio partidos). Desalineamiento electoral

Durante la mayor parte del periodo autoritario, el PRI se caracterizó por su capacidad para obtener un amplio apoyo electoral a partir de una variedad de grupos y sectores de la sociedad mexicana, a través de sus estructuras corporativas y redes clientelares. No obstante, su mayor apoyo, tradicionalmente había provenido de los electores de las zonas rurales y de los sectores con menos recursos y menos educados de la población (Handelman, 1997) (véase también, Klesner, 2005). En el caso de Nayarit,

3 Los municipios se agrupan en cuatro categorías de acuerdo al esquema propuesto por Guadalupe Pacheco Méndez (1997): 1) De partido dominante: se refiere a los municipios en los que predomina un solo partido (NP = 1.0 a 1.5). 2) Bipartismo puro (o sistema de dos partidos): municipios donde dos partidos compiten efectivamente (NP = 1.5 a 2.0). 3) Bipartismo plural (o sistema de dos partidos y medio): municipios en los que dos partidos compiten y se les agrega un tercero, que es más débil (NP = 2.0 a 2.5). 4) Tripartidismo (o multipartidismo): municipios en los que tres (o más) partidos compiten (NP > 2.5).

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estudios previos muestran la fortaleza electoral del PRI en poblaciones indígenas y en localidades rurales dispersas, así como una correlación positiva entre voto priista e indicadores de analfabetismo, falta de comunicaciones y marginación social, durante los ochenta y principios de los noventa (Pacheco Ladrón de Guevara, 1993). 4 Gráfico 1. Municipios del estado por el número de partidos (NP) 1990–2002

Municipios (%)

100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0%

1981

1984

1987

1990

1993

1996

1999

2002

Partido Dominante (1.0–1.5)

19

19

18

19

17

9

2

1

Bipartidismo Puro (1.5–2.0)

0

0

1

1

2

7

13

10

Bipartidismo Plural (2.0–2.5)

0

0

0

0

1

4

4

5

Tripartidista (NP > 2.5)

0

0

0

0

0

0

1

4

Fuente: Cálculos del autor. 1981-1993: Banco de datos electorales a nivel municipal del Centro de Investigación y Docencia Económicas - CIDE (1980-1999); 1996-2002: Instituto Estatal Electoral de Nayarit - www.ieen.org.mx

Sin embargo, para finales de los ochenta, el proceso de modernización socioeconómica había trasladado el mayor peso del electorado a las zonas urbanas, tanto a nivel nacional (Molinar, 1991b; Klesner, 1994; Pacheco Méndez, 1995) como a nivel local (Pacheco Ladrón de Guevara, 2000, 2002) (ver Tabla 1), disminuyendo, por un lado, el tamaño de los grupos que componían la base tradicional de apoyo priista y aumentando, por el otro, el tamaño de los grupos sociales fuera de ella, así como más susceptibles de votar por la oposición –tales como la clase media y la clase urbana de bajos ingresos–. Los estudios de geografía electoral en Nayarit muestran una mayor competitividad y fragmentación electoral en elecciones federales, particularmente en 4

A partir de un análisis longitudinal a nivel municipal con base en los resultados de tres elecciones de diputados federales (1982, 1987 y 1991) y dos de presidentes municipales (1987 y 1990) Pacheco Ladrón de Guevara (1993) examinó la variación en el apoyo promedio de los electores hacia el partido dominante a través de los diversos municipios del estado. Su trabajo muestra que aquellos municipios con dominio electoral del PRI, se caracterizaban por tener: población dispersa (menor a cien habitantes en cada comunidad), población mayoritariamente monolingüe (cora o huichol), un elevado número de habitantes analfabetas, falta de comunicaciones, así como la ausencia de servicios públicos básicos (agua potable, energía eléctrica, educación, comercio y salud).

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localidades con mayores niveles de urbanización, alfabetismo, ingreso y acceso a servicios públicos y comunicaciones durante los ochenta y principios de los noventa (Pacheco Ladrón de Guevara, 1993). 5 En el nuevo contexto electoral predominantemente urbano, los tradicionales vínculos corporativos del partido dominante, altamente dependientes de los sindicatos y las organizaciones campesinas, se volvieron cada vez más ineficaces para obtener votos, especialmente en los centros urbanos del país. Además, a nivel nacional, el pobre manejo de la economía y la crisis económica de 1994-95, terminaron por acentuar aún más el clivaje pro-régimen/anti-régimen predominante en el sistema mexicano de partidos (Domínguez y McCann, 1996), propiciando a su vez un más acelerado desalineamiento de los votantes respecto del PRI (Molinar, 1991b; Klesner, 1994, 2005). 6 En Nayarit, el desalineamiento se manifestó en el declive gradual de la votación para el PRI y en el aumento de la competencia y la fragmentación partidistas, particularmente en las zonas más urbanizadas de la entidad, así como por la vía de la abstención y el no empadronamiento (Pacheco Ladrón de Guevara, 1993, 2002). Aunque el PRI aún mantenía su dominio en el sistema de partidos local, su base de apoyo disminuía gradualmente debido al declive de las tasas de participación electoral y de empadronamiento. En otras palabras ‘el PRI mantenía la mayoría respecto de los que

5 El estudio de Pacheco Ladrón de Guevara (1993) muestra que, en elecciones federales, ‘los electores de las localidades cuyas características socioeconómicas tienden a identificarlos como pobladores urbanos, tienden a pluralizar el voto’ (Pacheco Ladrón de Guevara, 1993: 78). Sin embargo, la relación entre variables de modernización socioeconómica y de apoyo hacia la oposición tendían a diluirse en elecciones locales durante el mismo periodo. Lo cual da cuenta de la debilidad de la oposición en elecciones locales (Ladrón de Guevara, 1993; 2000, Ibarra Delgado, 2001). 6 El desalineamiento partidista entendido como el debilitamiento de las lealtades afectivas hacía el PRI por parte del electorado es un aspecto clave del cambio político-electoral en México. Diversos autores (Dalton et al., 1984; Hagopian, 1998) señalan que el desalineamiento partidista puede eventualmente transformarse en un desalineamiento electoral, caracterizado por niveles crecientes de fragmentación y volatilidad electorales, así como un aumento en las tasas de abstencionismo.

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votaban, pero no la mantenía respecto de los potenciales ciudadanos ni de los empadronados’ (Pacheco Ladrón de Guevara, 2002: 20). 7 En este sentido, Ladrón de Guevara (2002) señala que la creciente urbanización generó fuertes incentivos para que el PRI dirigiera sus estrategias electorales cada vez más hacia los sectores urbanos de la sociedad nayarita. Sin embargo, el prolongado periodo de dominio electoral gracias a su amplia base de apoyo rural, hicieron difícil para el partido, abandonar los vínculos de carácter corporativo con los electores, que le habían resultado tan efectivos en el pasado. En lugar de adoptar estrategias electorales más modernas y acordes al profundo cambio social experimentado en las zonas más pobladas y urbanizadas del estado, la clase política tradicional, encabezada por el gobernador Rigoberto Ochoa Zaragoza (1993-1999) se empeñaría en reactivar el corporativismo y el clientelismo como sus principales vías de contacto con el electorado (Ibarra Delgado, 2001). De forma paralela al proceso de desalinemiento del electorado respecto del PRI, el PAN y el PRD desarrollaron estratégicamente sus estructuras organizativas a nivel más local durante los noventa, con el fin de lograr una mayor penetración territorial y así ampliar sus tradicionales bases sociales de apoyo. Esto dio lugar a la formación de dos sistemas bipartidistas paralelos, uno caracterizado por la competencia PAN-PRI en el norte y centro-oeste y el otro por la competencia PRD-PRI en el sur del país (Pacheco Méndez, 1997, 2003; Klesner, 2005). 8 La combinación de ambos desarrollos: el desalineamiento del electorado mexicano y los esfuerzos de la oposición a nivel local para derrotar al PRI, generó a su vez fuertes incentivos para que los partidos de

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En lo referente a la participación electoral, el estado muestra episodios de muy baja participación. En las elecciones para gobernador de 1981 el índice de participación fue de 47.2%, y en el proceso electoral de 1990 se registró sólo un 41.9% de participación (ver Tabla 1). 8 Diversos estudios sobre los cambios en el sistema mexicano de partidos durante los noventa argumentan que este podría ser descrito con mayor precisión como un sistema de tres partidos a nivel nacional (y en el congreso) que coexiste con un par de sistemas bipartidistas con fuertes bases regionales a nivel subnacional (Pacheco Méndez, 1997, 2003; Klesner, 2005).

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oposición abandonaran el énfasis en sus diferencias ideológicas y adoptaran estrategias organizativas y electorales de tipo catch-all orientadas a captar votos de los votantes desalineados con el fin de ampliar sus bases de apoyo (Klesner, 2005). En el caso de Nayarit, Pacheco Ladrón de Guevara (2002) argumenta que el vacío dejado por el PRI en las zonas urbanas y el debilitamiento de sus tradicionales bases sociales de apoyo generó una considerable ampliación del mercado electoral local. Sin embargo, los partidos de oposición carecían de la capacidad para tomar ventaja de esa expansión. Aun así, el PRI enfrentó una competencia cada vez más fuerte, con el PAN recibiendo el voto de las clases medias y con el PRD disputándole el voto rural y el de los pobres de las ciudades durante los noventa. Los actores de la alianza El PRD: el artífice de la alianza Después de su creación en 1991, el PRD se caracterizó por tener un pobre desempeño en elecciones federales, así como una limitada penetración territorial en elecciones locales hasta mediados de los noventa. Sin embargo, a finales de esa década el perredismo logró avanzar territorialmente mediante la concentración de sus esfuerzos de desarrollo partidista de manera más estratégica a nivel local. Un evento importante en este sentido fue la victoria de su principal líder y fundador, Cuauhtémoc Cárdenas en la primera elección para elegir al jefe de gobierno de la Ciudad de México en 1997. Ese mismo año el partido estuvo muy cerca de ganar la gubernatura del estado de Campeche en una elección muy competida, nominando a Layda Sansores, una prominente ex miembro del PRI a la cual le había sido negada la nominación del tricolor, como su candidata (Escamilla, 2001). Posteriormente, el PRD lograría capitalizar las frecuentes luchas y divisiones al interior del partido dominante en diversos estados de la república, mediante la estrategia

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de postular como candidatos a gobernador a políticos populares provenientes de las filas del PRI (con todo y sus redes clientelares), después que estos perdieran (o fueran excluidos del proceso para competir por) la candidatura del tricolor (Becerra Chávez, 2005; Klesner, 2005). Empero, tal estrategia de desarrollo partidista a nivel local tuvo resultados mixtos. Por un lado ésta funcionó en estados como Zacatecas (1998) donde la base perredista más el capital político del candidato, Ricardo Monreal, fueron suficientes para derrotar al PRI (Klesner, 1999). En otros estados como Tlaxcala (1998) (Klesner, 1999; Xelhuantzi López, 2001) y Baja California Sur (1999) (Klesner, 2005) el triunfo requirió además de establecer alianzas con partidos pequeños (el PT y/o el PVEM) en las cuales el PRD fue el actor central. Por otro lado, la estrategia fracasó rotundamente en Puebla y Veracruz en 1998, generando profundas divisiones internas que terminaron por limitar seriamente las campañas de los candidatos, enviando al partido hasta el tercer lugar de las preferencias electorales (Klesner 1999). 9 Aun así, la nominación de ex priistas como candidatos del partido se volvió parte del repertorio de estrategias del perredismo para incrementar su presencia electoral a nivel sub-nacional. Sobre todo en aquellos estados (como Nayarit) donde se carecía de cuadros con perfil ganador al interior del partido. En Nayarit, los partidos de izquierda (primero el PPS, luego el PSUM, y posteriormente el PRD) habían logrado constituirse como la segunda fuerza política durante la mayor parte de los ochenta y noventa. Sin embargo, esto no se había traducido en triunfos electorales significativos (Pacheco Ladrón de Guevara, 1999). El mejor resultado electoral de los perredistas se dio en la elección local de 1993, cuando obtuvieron una cuarta parte de la votación total. El posicionamiento del PRD como 9

Esto sin mencionar que en muchas regiones del país, particularmente en el sur, el PRD se compone mayoritariamente de ex priistas y de sus clientelas. Sin embargo, como bien menciona Klesner (2005), este tipo de estrategia permitió la generación de la competencia de tipo bipartidista en diversos estados donde el PRI había gobernado previamente prácticamente sin desafío alguno dado que el PAN había logrado un grado mínimo de penetración territorial.

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segunda fuerza en la entidad se debió, en buena medida, a su exitosa vinculación con diversos grupos y movimientos sociales de izquierda, incluyendo a dirigentes sindicales, magisteriales y productores agrarios (frijoleros, cañeros y tabaqueros), grupos deudores de la banca, entre otros, y a que logró disputarle efectivamente al PRI el voto proveniente del sector rural y de los pobres en las zonas urbanas del estado. Posteriormente, de manera similar a la estrategia seguida por el PAN en el norte del país durante los ochenta, los dirigentes perredistas a nivel local buscaron el apoyo de la clase media y el sector empresarial mediante el ofrecimiento de candidaturas y puestos públicos a empresarios prominentes anteriormente ligados al PRI tales como Ernesto Navarro Gonzáles, a quien le ofrecerían una senaduría de minoría en la elección federal intermedia de 1997. Posteriormente, nominarían a Antonio Echevarría como candidato a la gubernatura en 1999 (Ibarra Delgado, 2001; Pacheco Ladrón de Guevara, 2002). Cabe señalar que aunque la formación de la Alianza para el Cambio incluyó a varios partidos (entre ellos al PAN), el PRD tuvo un papel mucho más proactivo y relevante en el proceso. Fueron los dirigentes del partido del sol azteca quienes desde un inicio buscaron a Echevarría como su posible candidato, así como la coordinación con otros partidos de oposición para derrotar al PRI. Los principales líderes del PRD a nivel local se caracterizaron por su origen universitario y su vinculación con corrientes específicas del perredismo nacional (Pacheco Ladrón de Guevara, 2002), tales como Guadalupe Acosta Naranjo, ex dirigente cañero y líder estudiantil ligado a la corriente de los chuchos, quien junto al Senador Navarro Gonzáles y el mismo candidato Antonio Echevarría, sería uno de los principales impulsores de la Alianza para el Cambio (Ibarra Delgado, 2001). Aun así, cabe mencionar que no todas las corrientes locales del perredismo local aprobaron la candidatura de Antonio Echevarría y mucho menos la formación de una alianza con el

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PAN. En una carta abierta a la opinión pública, la corriente Cardenista del PRD en Nayarit se deslindó de los compromisos entre la dirigencia estatal y nacional del partido con Antonio Echevarría (Pacheco Ladrón de Guevara, 2002). En el caso del PT, también había cierta renuencia inicial por parte de los dirigentes locales para coaligarse con el PAN. Por su parte, Acción Nacional tuvo un papel más bien reactivo en la formación de la alianza. La decisión de la dirigencia local panista de sumarse a la iniciativa perredista fue tomada pocos días antes para el cierre de registro de partidos. El PAN: un papel más bien reactivo Hasta antes de mediados de los noventa la presencia electoral del PAN en Nayarit era muy limitada (obtuvo sólo 4% de la votación total en la elección 1990, y 3.6% en 1993). No fue sino hasta la elección federal de 1994 que el partido comenzó a captar los votos de la clase media urbana, en buena medida gracias a la campaña electoral de su candidato presidencial, Diego Fernández de Ceballos (Pacheco Ladrón de Guevara, 1999). En 1996 el panismo nayarita registró un crecimiento sorprendente al obtener 27.1% de la votación, desplazando al PRD al tercer lugar (14%), pese a que históricamente la izquierda había sido la segunda fuerza electoral en la entidad (Pacheco Ladrón de Guevara, 1999). 10 Mucho del crecimiento de Acción Nacional se debe a la reproducción de tácticas y estrategias de campaña basadas en el uso intensivo de medios masivos de comunicación que habían resultado exitosas en estados vecinos tales como Jalisco, así como a la incorporación de jóvenes militantes a las filas del partido (Pacheco Ladrón de Guevara, 2002). En este sentido, el PAN parece haberse beneficiado significativamente del desalineamiento del electorado nayarita respecto del PRI y de la limitada capacidad para realinear al electorado por parte de la izquierda. Estado de la situación de los contrincantes en el ámbito local 10 En la elección de 1990, el PRD había alcanzado un 11% de las preferencias del electorado. El PAN, por el contrario, solamente había obtenido el 2%. En 1993, el PRD había obtenido casi un cuarto de la votación total, mientras que el PAN solo había alcanzado el 4%.

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Corrientes del PRI en años previos a la formación de las alianzas Análisis previos apuntan hacia el debilitamiento y la ruptura en la coalición dominante priista a nivel local debido a la muerte de Emilio Manuel González Parra, como un factor relevante que facilitó la coordinación entre los partidos de oposición alrededor de la candidatura de Antonio Echevarría Domínguez (Ibarra Delgado, 2001; Pacheco Ladrón de Guevara, 2002). Durante la mayor parte del siglo XX, la política nayarita se había caracterizado por los cacicazgos. El primero de ellos fue el del gobernador Gilberto Flores Muñoz, político priista que fue capaz mantener el control del estado durante 18 años (1946-1964), nombrando a los dos gobernadores que le sucedieron en el cargo: José Limón Guzmán y Francisco García Motero (Meyer, 2005; Contreras Valdez, 2011). Su dominio en el estado finalizó después de su confrontación con el presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), aunque logró mantener un grado relativo de influencia en la política local de 1964 a 1975 (Ibarra Delgado, 2001). El otro hombre fuerte de la política estatal fue Emilio Manuel González Parra, gobernador de 1981 a 1987, así como diputado y senador de la república por el PRI en repetidas ocasiones. González Parra se caracterizó por ser un político de corte conservador ligado a la Confederación de Trabajadores de México (CTM), considerado como el líder moral del priismo en la entidad, así como con un gran peso en la dirección estatal del partido. Su cacicazgo político se extendió prácticamente desde principios de los ochenta hasta finales de los noventa (Ibarra Delgado, 2001; Pacheco Ladrón de Guevara, 2002). Su deceso en 1998 generó un vacío de poder y una creciente división entre diversos grupos al interior del partido. Particularmente relevante fue la tensión entre el grupo político afín al exgobernador Celso H. Delgado Ramírez (1978-1993), vinculado al salinismo, y el grupo emilista, más cercano al gobernador en funciones, Rigoberto Ochoa Zaragoza

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(1993-1999). Ambas corrientes representaban proyectos políticos opuestos. Los de la corriente emilista eran políticos del ala político-tradicional del partido, de formación predominantemente local, mientras que los celsistas eran formados en el centro del país, y por lo tanto tenían posturas más liberales en lo político y en lo económico (Ibarra Delgado, 2001). 11 Mucho del conflicto interno se centró en evitar que la corriente celsista y su candidato se hicieran del control de la gubernatura. No obstante, después de una serie de complicadas negociaciones entre ambos grupos, con la intervención de la dirigencia nacional del PRI, se terminó por designar como ‘candidato de unidad’ a Lucas Vallarta Robles, político de 72 años de edad, más cercano al grupo celsista pero con una formación local y de corte más bien tradicional, en un intento por mantener la unidad del partido. Sin embargo, el considerable número de grupos políticos involucrados y de aspirantes a la candidatura hicieron muy difícil gestionar el conflicto intrapartidista de manera eficaz. 12 Al final, se terminó por excluir del proceso de selección del candidato a la gubernatura a figuras importantes de la política local, con los capitales tanto político como económico suficientes para constituirse como una seria amenaza a la continuidad del PRI en el poder, en caso de romper con el partido y encabezar una amplia alianza de partidos de oposición, tal y como sucedió con el político-empresario Antonio Echevarría Domínguez; quien se había desempeñado como Secretario de Finanzas del Gobierno del Estado, durante dos administraciones consecutivas: la de Rogelio Flores

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Ante esta difícil coyuntura, los dirigentes de ambas corrientes se desprestigiaban entre sí, en su intento por ocupar el vacío de poder que había dejado la muerte de Emilio Manuel González Parra, lo que devaluó la imagen estatal del PRI, al percibírsele como una organización en la cual se anteponían los intereses grupo y no los del partido (Ibarra Delgado, 2001). 12 La nominación del candidato al interior del PRI, fue un proceso complicado debido al registro de otros seis precandidatos: Álvaro Vallarta Ceceña, José Luis Medina Aguilar, Miguel Ángel Navarro Quintero, Salvador Sánchez Vázquez, Liberato Montenegro Villa y Felix Torres Haro.

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Curiel (1975 a 1981) y la de Emilio M. González Parra, y como Secretario de Gobierno durante la gestión de Rigoberto Ochoa Zaragoza. Al parecer, el PRI sobreestimo el tamaño de su base social de apoyo, y subestimó el impacto que podía generar una alianza entre los partidos de oposición en el nuevo y más competitivo mercado electoral. Muchas de las decisiones tomadas por los líderes del partido en esa elección, incluyendo la selección de su candidato se orientaron a mantener y a movilizar a su propia base de apoyo en lugar de alcanzar a los votantes fuera de ella. Desafortunadamente para el PRI, esa base se había reducido substancialmente debido al desalineamiento electoral, y su candidato, Lucas Vallarta, nunca pudo llenar las expectativas que se esperaban de él, especialmente el unificar a un partido que en ese momento se encontraba muy fragmentado (Ibarra Delgado, 2001). Situación de la política partidaria a nivel nacional: contexto nacional desfavorable Como parte del panorama nacional que se presentaba en ese momento surgieron una serie de conflictos que dificultaron la posibilidad de una alianza electoral entre el PRD y PAN. Entre tales aspectos se encontraban las pugnas al interior de la dirigencia nacional panista centradas en evitar establecer antecedentes de alianzas electorales con miras a la elección presidencial del 2000. Al parecer, existía la confianza de que el partido podía ganar la presidencia de la república por sí solo, con base en la fortaleza adquirida en elecciones locales (Ladrón de Guevara, 2000). Al final, profundas diferencias ideológico-programáticas, particularmente respecto a temas de política económica, entre el PAN y el PRD (tanto a nivel de elite como a nivel de sus bases tradicionales de apoyo) terminaron por imponer obstáculos insalvables a la coordinación estratégica entre las fuerzas opositoras al régimen priista con el fin de lograr una alianza electoral para competir por la presidencia (Greene, 2007). De manera similar al ámbito nacional, existía la idea al interior del panismo local, de participar en las elecciones locales al

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margen de alianza alguna. Los dirigentes panistas estaba convencidos de que el partido había adquirido la fuerza electoral suficiente como para no necesitar de una alianza pues el porcentaje de votación obtenido por el partido en años anteriores mostraba un crecimiento significativo en estados vecinos como Jalisco, pero principalmente en las elecciones locales de 1996. Un año antes de la elección (julio) las elites del partido aun sostenían el argumento de haber logrado diversos éxitos electorales durante 59 años sin necesidad de realizar alianzas con otras fuerzas políticas (Pacheco Ladrón de Guevara, 2002). Por si esto fuera poco, el mismo Echevarría y su equipo reconocían lo complicado de realizar una alianza entre el PRD y el PAN debido a los recientes enfrentamientos y polarización entre las dirigencias de ambos partidos respecto a diversos temas de la agenda legislativa en el congreso federal, en particular sobre el polémico tema del FOBAPROA. Así, ante los cuestionamientos sobre buscar una alianza entre los dos partidos, Echevarría argumentaba que la alianza en Nayarit respondía a dos aspectos. Por un lado “el bien común, el bienestar y la justicia social” y por el otro, derrotar al PRI, por lo cual la decisión de unir fuerzas se debía a un objetivo compartido entre ambos partidos (Pacheco Ladrón de Guevara, 2000). Desempeños electorales previos de los partidos aliados La competencia bipartidista predominante tanto a nivel estatal como en la mayoría de los municipios generó también fuertes incentivos para la formación de una alianza entre los partidos de izquierda y el PAN. En sistemas tripartidistas (o multipartidistas) donde los partidos tienen un apoyo electoral similar y homogéneamente distribuido a lo largo del territorio en disputa, estos tienen fuertes incentivos para buscar competir por su propia cuenta, sobre todo en elecciones en las cuales sólo basta una mayoría simple para ganar. Sin embargo, en el caso de Nayarit, ninguna de las dos principales fuerzas

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políticas de oposición contaba con un apoyo electoral lo suficientemente homogéneo a través del territorio estatal con el fin de vencer al PRI. La mayoría de los municipios se caracterizaban por un formato de competencia bipartidista, ya fuera entre el PRI y el PAN o bien entre el PRI y la izquierda. Por si esto fuera poco, el PRI había obtenido 52% de la votación total en las elecciones locales de 1996 y 51% en las federales de 1997. Por su parte, el PRD y el PAN habían logrado alcanzar 42% de la votación total en 1996 y, junto al PT, 47% en 1997. La paridad de fuerzas entre ambos partidos sería evidente en la elección federal intermedia de 1997, en la cual los panistas obtendrían 23% y los perredistas el 21% de la votación. Por lo tanto, dado el formato de competencia bipartidista en la mayoría de los municipios, el coaligarse ofrecía importantes beneficios ya que ahí donde el PRD fuera débil, el PAN estaría en posibilidades de suplir tal debilidad y, a su vez, en aquellos municipios donde el PAN tuviera poca presencia el PRD podría compensarla. Coyuntura política de la formación de la alianza Más allá del contexto electoral, otros factores relacionados con las dinámicas intrapartidistas del partido dominante y de la oposición jugaron un papel relevante en la formación de la alianza. Por un lado, la falta de candidatos competitivos al interior de los partidos de oposición hacía necesaria la búsqueda de candidatos externos. Por el otro, la creciente división que se presentaba al interior del partido dominante, especialmente después de la muerte de Emilio M. González Parra, así como la exclusión de Antonio Echevarría Domínguez del proceso de selección del candidato a gobernador y su posterior salida del PRI generaron fuertes incentivos para que el PRD y posteriormente el PAN abandonaran los posicionamientos ideológicos y decidieran ofrecer la candidatura a Echevarría, un político con el suficiente carisma, capital político y financiero como para constituirse en un serio contendiente a la gubernatura.

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Cabe señalar que inicialmente, Echevarría buscaría la candidatura del tricolor. Sin embargo, el 06 de enero de 1998 el Gobernador Rigoberto Ochoa anunció a los precandidatos registrados en el PRI sin que Echevarría fuera siquiera considerado. Al parecer, para la elite local del partido, era más importante nominar a un político con capacidad de unificar y movilizar a las estructuras, a los diferentes grupos y a las bases partidistas en lugar de un actor local con arraigo y popularidad entre el electorado. Ante la negativa, Echevarría renunciaría al PRI el 30 de marzo para buscar posicionarse entre diversos sectores sociales y políticos del estado con el fin de lanzar su candidatura a la gubernatura. Entre sus estrategias de posicionamiento, el empresario propondría la realización de una consulta ciudadana donde los nayaritas expresaran si estaban o no de acuerdo con su candidatura, su lema fue “Si el pueblo quiere, yo quiero”. Sin embargo, para que Echevarría pudiera ser candidato requería de un partido que sirviera de plataforma para sus aspiraciones. Por un lado se encontraba el PAN que, pese a haber sido tercero en las preferencias de los votantes durante los ochenta, había tenido un impresionante crecimiento electoral a partir de la elección de 1996. Por el otro se encontraban los partidos de izquierda, sobre todo el PRD, que históricamente había sido la segunda fuerza electoral en el estado. Al final, Echevarría y su equipo buscarían activamente una alianza que incluyera a ambos partidos, con el objetivo de fortalecer su candidatura e incrementar la posibilidad de ganar las elecciones de 1999. El primer acercamiento se dio con el PRD, partido que se convertiría en el principal promotor de la alianza antiPRI, ya que sus acciones y papel proactivo provocaron cambios significativos en el comportamiento estratégico tradicional del resto de los partidos, incluyendo al PAN. Después de la salida de Echevarría del partido dominante, la dirigencia local perredista convocó a destacados líderes políticos y sociales con el fin de planear la

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estrategia a seguir en la elección de 1999. Análisis previos hablan de una fuerte percepción por parte del liderazgo local del PRD sobre la necesidad de renovar las tácticas y estrategias electorales tradicionales que privilegiaban las cuestiones ideológico-programáticas por encima de la maximización de votos. De acuerdo con el Secretario Estatal del PRD, Arturo Marmolejo, el partido realizó un análisis exhaustivo de su fuerza electoral y de las demás fuerzas de oposición en el estado. La conclusión del análisis fue que el partido podía competir, pero difícilmente ganar sin una alianza electoral con el PAN y el PT (Marmolejo, citado en Pacheco Ladrón de Guevara, 2000: 280). Es así como el 2 de mayo de 1998, el VIII Pleno del Consejo Estatal del PRD aprobó la realización de una alianza electoral con otros partidos de oposición con el fin de enfrentar al PRI en el proceso electoral de 1999, para lo cual se estableció una Comisión Promotora de la Coalición. La coalición se integraría por dos representantes de Antonio Echevarría y dos dirigentes estatales de cada partido, incluyendo al PRD, al Partido del Trabajo (PT), al Partido de la Revolución Socialista (PRS), al Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y al Partido Auténtico de la Revolución Mexicana del Estado de Nayarit (PARMEN), con el compromiso de que trabajarían fuertemente al interior de sus respectivos partidos a fin de que cada uno nominara a Echevarría como su candidato. 13 La Comisión extendió también una invitación al PAN para que se integrase a la alianza. Negociaciones para la formación de la Alianza y la distribución de cargos Inicialmente la dirigencia local panista, se opuso a la alianza con el PRD. Sin embargo, para septiembre de 1998, la situación había cambiado significativamente. El posicionamiento y la fuerza de la candidatura de Echeverría eventualmente obligaron a

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El PVEM y el PARMEN eventualmente terminarían por salirse de la comisión para ir solos en la candidatura del estado.

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los panistas a reconsiderar su posición inicial y el 24 de septiembre de 1998 el Comité Directivo Estatal del blanquiazul finalmente se manifestó abierto a la posibilidad de formar una alianza electoral con otros partidos. Un día después la Comisión Coordinadora de la Coalición haría un llamado final para que el PAN se sumase a la alianza, a lo cual los panistas responderían que nunca habían estado cerrados a la posibilidad de integrarse en una alianza que incluyera al PRD, o algún otro partido de oposición. Tres días más tarde, expresarían las condiciones bajo las cuales estarían dispuestos a unirse a la alianza, entre las cuales se encontraban: a) el tomar como base para la negociación sobre el reparto de las candidaturas a las presidencias municipales y a las diputaciones locales, los resultados electorales del proceso electoral local de 1996; b) que se respetaran los tiempos y las reglas de selección de candidatos de cada partido político; y c) que hubiera un respeto absoluto a los órganos de dirección interna de los partidos (Pacheco Ladrón de Guevara, 2002). El 02 de Octubre, la Comisión Coordinadora Ejecutiva de la Coalición expresó su respuesta, en la cual se aceptaría que el PAN encabezara las planillas de los ayuntamiento de Ixtlán del Río, Amatlán de Cañas, Jala, La Yesca, San Pedro Lagunillas, Bahía de Banderas, Compostela, San Blas y Ruiz, debido a que en esos municipios el PAN contaba con una mayor capacidad de movilización de acuerdo a los resultados obtenidos en las últimas contienda electorales. Por su parte, el PRD encabezaría los municipios de, Huajicori, El Nayar, Rosamorada, Santa Maria del Oro, Jalisco, Tecuala, Compostela y Santiago Ixcuintla (estos dos últimos junto al PT). El resto de los municipios (incluyendo Tepic) se elegirían por medio de los mecanismos de consenso y/o consulta (véase Tabla 4). El porcentaje de votación obtenida por la alianza se distribuiría de la siguiente manera: el PAN y el PRD obtendrían cada uno 38%, el PT 18% y el PRS 6%. Respecto a las candidaturas a diputados al congreso local, los

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distritos de mayoría se distribuirán de la siguiente manera: el PRD y el PAN tendrían 8 candidatos cada uno y el PT dos candidatos. Por su parte, la integración de las listas de diputados de representación proporcional se distribuirían dando prioridad a los partidos pequeños, cuyos candidatos ocuparían los dos primeros lugares de la lista (véase Tabla 4). Tabla 4. Distribución de candidaturas: Ayuntamientos, diputados de mayoría y representación proporcional Ayuntamientos

Diputados de representación proporcional

Diputados de mayoría

Municipio

Partido

Distrito

Partido

Lugar

Partido

1 Acaponeta

Consenso o consulta

I

PAN

1

PT

2 Ahuacatlán

Consenso o consulta

II

PRD

2

PRS

3. Amatlán de Cañas

PAN

III

PRD

3

PAN

4. Bahía de Banderas

PAN

IV

PRD

4

PRD

5. Compostela

PRD-PT

V

PAN

5

PAN

6. Huajicori

PRD

VI

PAN

6

PRD

7. Ixtlán del Rio

PAN

VII

PAN

7

PT

8. Jala

PAN

VIII

PAN

8

PAN

9. El Nayar 10. Rosamorada 11. Ruiz 12. San Blas 13. San Pedro Lagunillas

PRD PRD PAN PAN PAN

IX X XI XII XIII

PRD PT PRD PT PAN

9 10 11 12

PRD PT PRD PAN

14. Santa María del Oro

PRD

XIV

PAN

15. Santiaguito Ixcuintla

PT-PRD-Convenio

XV

PRD

16. Tecuala

PRD

XVI

PAN

17. Tepic

Consenso

XVII

PRD

18. Tuxpan

PAN

XVIII

PRD

19. Xalisco 20. La Yesca

PRD PAN

Fuente: Pacheco Ladrón de Guevara (2002).

La Comisión también aceptó que Echevarría compitiera por la candidatura panista de acuerdo con las reglas internas del partido. Por lo tanto, el 3 de enero, Antonio Echevarría fue registrado como precandidato del PAN a la gubernatura, al igual que el empresario local Heleodoro de la Mora (quien se oponía a la alianza). Sin embargo, este último terminó por renunciar a su precandidatura el 6 de febrero dejándole el camino libre a Echevarría. Su triunfo en obtener la nominación panista se debió, en gran medida, a la negociación con diversos grupos al interior del partido. El 12 de febrero la 21

alianza PRD, PAN, PT y PRS finalmente solicitó su registro bajo el nombre de Alianza para el Cambio, pese a que inicialmente tenían contemplado registrarse como Coalición Democrática Nayarita dado que el PVEM y el PARMEN se adelantaron y tomaron ese nombre para registrarse como coalición. 14 Otro factor que favoreció la alianza en Nayarit fue el bajo grado de influencia de las dirigencias partidistas nacionales de oposición sobre las locales, las cuales gozaron de un significativo margen de maniobra para coaligarse. En el caso del PRD, este nunca se ha caracterizado por ser una organización centralizada. El líder nacional perredista, Andrés Manuel López Obrador, declararía que ‘serían los perredistas de Nayarit los que deberían de decidir si realizaban o no una alianza con el PAN’ (Pacheco Ladrón de Guevara, 2002: 41). La libertad otorgada a los perredistas locales permitió dinamizar las acciones previas a la elección con el fin de lograr los acuerdos necesarios en torno a una posible alianza electoral. Por su parte, el PAN había mostrado un grado considerable de descentralización durante los ochenta. En diversos estados, tanto los estatutos como las elites nacionales del partido habían garantizado amplia libertad a las organizaciones locales con el fin de decidir las estrategias más adecuadas para competir en elecciones locales contra el PRI (Mizrahi, 2003). Conclusiones El contexto electoral de Nayarit caracterizado por el desalineamiento y las aún limitadas bases de apoyo social del PAN y del PRD favoreció fuertemente la formación de una alianza electoral anti-PRI entre ambos partidos. Sin embargo, pese al aumento de la competitividad electoral y el crecimiento de la oposición durante los noventa, ninguno de los dos partidos había logrado posicionarse aun como una fuerza política con la

14

El 16 de febrero el PVEM se separó de la Coalición Democrática Nayarita e ingresó en su lugar el PPS, el candidato registrado para esta alianza fue Ernesto Rivera Herrera. Por su parte, el PVEM eligió a Misael Ibarra, un profesor normalista que había sido candidato a senador en 1997. El Partido Movimiento Electoral del Pueblo postulo Alejandro Gascón Mercado, candidato que se distinguía por no pertenecer a ningún partido político.

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capacidad organizativa y electoral suficiente para derrotar al partido dominante. Aunque importantes, los incentivos generados por un mercado electoral más competitivo no explican por si solos la formación de la Alianza para el Cambio en Nayarit. Otras variables relacionadas con los cambios en la organización interna del partido hegemónico y de los partidos de oposición fueron también muy importantes para facilitar la coordinación entre las fuerzas opositoras al régimen. Los candidatos habitualmente juegan un papel decisivo para unificar o dividir la fuerza electoral de una o varias agrupaciones políticas. En el caso de Nayarit, la selección de Echevarría como el candidato que encabezaría a la alianza anti-PRI fue uno de los factores más relevantes en la consolidación de la alianza entre panistas y perredistas, no obstante sus marcadas diferencias ideológicas. Otro aspecto a considerar sobre las características internas de los partidos de oposición que favoreció la formación de la alianza fue el bajo grado de influencia

de

las

dirigencias

partidistas

nacionales

sobre

las

locales.

La

descentralización en ambas organizaciones partidistas favoreció la coordinación estratégica a nivel de sus elites locales pese a las preferencias encontradas por parte de las elites nacionales respecto a la alianza y a temas polémicos de la agenda legislativa del Congreso Federal. Referencias Becerra Chávez, Pablo Javier (2005), "El PRD después de la alternancia: tensiones y conflictos internos", en Manuel Larrosa Haro y Pablo Javier Becerra Chávez [comps.], Elecciones y partidos políticos en México, 2003, México, D.F., Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, pp. 103-120. Contreras Valdez, Jose Mario (2011), Nayarit, Historia Breve, 2a ed. Mexico, Fondo de Cultura Economica. Dalton, Russell J., Scott C. Flanagan, James E. Alt y Paul Allen Beck (1984), Electoral Change in Advanced Industrial Democracies: Realignment or Dealignment?, Princeton, NJ, Princeton University Press. Domínguez, Jorge I. y James A. McCann (1996), Democratizing Mexico: Public Opinion and Electoral Choices, Baltimore, MD, Johns Hopkins University Press. Escamilla, Alberto (2001), "El proceso electoral en Campeche: de la hegemonía a la competitividad", en Manuel Larrosa Haro [comp.], Elecciones y Partidos Políticos en México, 1997, México, Universidad Autónoma Metropolitana, pp. 131-138.

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