Juan José Lahuerta, \"Decir Anti es decir Pro. Escenas de la vanguardia en España\". Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, febrero de 2011.

June 27, 2017 | Autor: M. García Hernández | Categoría: Art Criticism, 20th century Avant-Garde, Le Corbusier
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I''ISTITUCIÓX LIBRE de /

EI\SEI\AI.{74

de

EI.{SEÑAI.{ZA DIRECTOR Juan Marichal

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HoltnN4ln, e

R¡r¡r,l l¿Prse

La ecuanimidad creadora porJuan Marichal LaPesa, cnro testigo

11

por Diego Catalán Semblanza de Rafael LaPesa

r7

por Emilio Lorenzo

Carta a don Rafael LaPesa por Francisco Marcos Marín

2l

Don Rafael: Io sabido Y lo no dicho po"r Francisco Márquez Villanueva

23

P alabras de

27

Ftafael LaPesa

o Orísenes de Ia Lrashumanria

"porJulián de Zulueta de los Irn'ltortancia d,e la trashumanci'a para la conseruación

'

ecosistemas en EsPaña

porJesús Garzón a 1938 Las Misiones Ped,agógicas en la prensa de 1935

porJordana Mendelson

29

35 61

Las relaciones de Santiago Ramón y Cajal con la comunid,ad, neuro histoló gic a intern acion al por Alfredo Rodríguez Quiroga

81

El institucionista Francisco Quiroga y Rodríguez (1853-1894), primer catedrático de Cristalografía de Europa porJosé Luis Barrera Morate

99

y Clarín por Adolfo Sotelo Yázquez

De Calderón

EI jouen Borges

rr7

y la superaci,ón del nacionalismo

por Martín Rodríguez-Gaona

131

L-t¡.ii'erso doméstico o prisión de mujeres en el teatro español del

,i{/¡,t.t: deLa

Casa de Bernarda Alba (Federico García 1944)

-':. I 9t)6 t a El adefesio (Rafaet Alberti, :' : tr.-.¡cl \-ázqtrez de Castro

--.

139

t49 cno\-IC.q, ),;r'--*¿*";,;.^;.'': .';-:--.Jró.:i,-a

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Quiroga en el

porJ. \f . Ontañón

-W;,:t'r'¿'¡:al.

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d¿ Francisco de

1,67

Terán

168

Dialog,'.' tntre Gon:alo J[enéndn-Pidal y José Bello sobre Rafael

-Uberti

Creación delForo de la

168

Sierra

168

RESEÑAS .luan.fosé Lahuerta: Decir a

Anti

es decir Pro. Escenas de

la

anguard,i, a en Esp.añ a,

por Miguel Angel García Hernández Ánget González García:

El

169

resto. (Jna historia inuisible del arte

contemporá,neo,

por Horacio Fernández

174

RESENAS

Juan José Lahuerta: Decir Anli es decir Pro. Escenas de la vanguardia en España. Museo de Teruel, Teruel, 1

999r,

oNo creo que exista una historia, ni siquiera una vanguardia, o vanguardia alguna, en España en esos años. No se dio aquí ninguna de las condiciones esenciales para que ello ocurriera: exceso de oferta artística, nuevas burguesías necesitadas de nuevos modos de legitimación, autonomía

del mercado del arte, etc., Así comlenza, sin muchos rodeos, esle libro: Decir Anti es decir pro. Escenas de Ia vanguardia en España. Juan José

Lahuerta ha querido que lo supiéramos desde el principio; la vanguardia no se mide por su voluntad, sino por sus formas de producción y la red de

distribución que crea a su paso. La franca y valiente apertura de este libro -dando jaquó desde el principio- nos indica que en él no se trata tan solo de algunas escenas del arte y la arquitectura españolas de los años veinte y trein-

ta, sino que confronta dos ideas de vanguardia: una inexistente, la española, hecha de vóluntad, en el aire, con otra, la europea, que se comienza

a representar a sí misma por estos años como mercado. El arte español de los años veinte y treinta va a reclamar, como dice Lahuerta en el prólogo, un

modelo de uarte digerido,, proclamado por revis_ ¿Esprlf Nouveau, Cahiers d'Art, Art et Décoration o lAmour de i?rL Revistas que elimínan cualquier idea de ruptura introduciendo a la vanguardia en la tradición o al lado de las últimas noticias sobre decoración de la casa, construyendo un hueco desde el cual ya no fuera dada a conocer, sino que fuera nreconocida,, entre lngres y un sofá moderno, y tan indiferente como ellos: simple objeto entre los objetos... Era, pues, un verdadero renacimiento del arte francés y de las industrias de lujo, como díce el título de la conservadora revista de Henry Lapauze, publicada en parÍs

tas europeas (normalizadoras, como

en los mismos años que llEsprit Nouveau, y donde aparecieron tres informes sobre aviones. coches y paquebotes que, desde la derecha y la Action Franqaise, venían a decir prácticamente lo mismo que Ozenfant y Jeanneret. Se dirían revistas paralelas, o que una tiraba de la otra, y no me pregunten en qué orden. Ese hueco, poblado de máquinas, bibelots y pintores mecanizados que se trasladaban de un lado a otro como si fueran ladrillos, como los cactus y estatuillas africanas vagando por los interiores modernos que admirablemente interpreta Lahuerta en ulnstantáneas de viaje,, indiferente a las ideologías puesto que es la técnica quien lo gestiona, es el índice más preciso para advertir que esa técnica fue la única vanguardia real de aquellos años y la encargada

1 Este libro fue presentado en la Residencia de Estud¡antes el día 6 de abrii de 2000 con una mesa redonda en la que participaron Emmanuel Guigon, Juan José Lahuerta, Miguel Ferre¡ Jaime D. v¡cente Á;,jó. esra reseña.

y;i;;ñ;;

170

RESENAS

arquitectura funcional moderna, y en la pobreza de algunas casas de Andalucía la npobreza> de la arq-uitectura purista, Manuel Bartolomé Cossío renaci' el perfecta con ecuación asegurara su le respondió: *En España todavía no le hemos miento... que rendido el culto que le debemos a Nuestra Señorevistas las muchas Son Renacimiento... Así entendía é1, y asi se lo en Europa y en España tienen como tema esa ra la Santa Pobreza,. falta de oferta palabra, y sbn muchas las que lo tienen además hizo entender Le Corbusier -a la vanguardia: y mercado-, burguesía artÍstica, empepor título, empezando, desde luego -como culto. Y así lo entendieron en las un a acceder primer número por el Lahuerta-, José iaría Juan E/ Sol cuando en un anuncio sobre el de Le Fordiste, que abría su tirada francesa en páginas de de Cine lndependiente de La Sarraz, bo-ngreso titulado artículo un significativo 1920 con "Resuproyectó lJn perro andaluz, el periodisse dond'e añ0, mismo rrección". Y coñtinuando, quizás, ese pór maldad o por simple constatación si sé no ta, el no 5, Chanel de cristal de cubo oor el nítido l,primer perfume de mujer para la mujer" .E/ de la upobre, realidad española, lo tituló 'Concilndependiente de La Sarraz'. . Quizás Átorno át orden es, antes que nada, una festiva lio de iine la razón de ser de este libro si digo entienda se representación de Navidad en un mundo ausente que la vanguardia española, a falta de oferta, buro máquinas las mujeres, las donde de conflictos guesía y mercado, soñaba teológicamente con el arte renacían perfectos y cristalinos a ritmo de áccedeia ese (Congreso,, y que la vanguardia en producción la de crujidos los de iazz-band v europea, con demasiados u0ongresos') a sus ya, desde cadena. Sú escenario se ha convertido espaldas, veía en España el mejor lugar para Corps' publicara de Esprll su Silver oue Kenneth mercancías celebrando uConciliosu' en un belén Oe cáitón piedra con sus figuritas sublimar sus modernidad que no llegaba, que soñaestándar que es necesario gestionar' Todo el Entre una artística, la burguesía y el mercaque la oferta ba Reyes los mundo cree oír ahora las voces de la modernización social y con ella la traerían do equiparando belén el administran mientras Magos seremos felices cuando vivamos en el étorno a la forma con el retorno al orden' No oaz -"Todos decían en El Sol-, y otra puede ser de otra manera cuando se piensa que basas estandarizadas', establece una macabra se renacer, que deseaba pocos-que regresar es ordenar, y cuando los enla edad de oro. Así que es la conioincidencia Chiride Giorgio como para desordenar, re!resan de las *posibilidades vanguardistas' co] o como Francis Picabia poco después, son frontación con la normalización de la vanguardia España de embargo' sin son, Otras repudiados. radicalmente que está en iuego en este libro, y con lo europea libro, este las palabras de Juan José Lahuerla en entre los que regresan y los que oue se repiten como un martilleo en todos sus ello, la identidad por decirlo en su justo medio: entre O progresan. de capítulos: edad de oro... Ese desplazamiento progresan y los que proporque que regresan la metáfora del uorden,, que había dado cuerpo ios Y desde luego, como porque regresan... gresan el desde y consistencia al arte de entreguerras ss¿5 "posibilidadeso, las que Lahuerta, áice el sobre ahora incidir a viene Roh, Franz íibro de Buñuel y Dalí sobre todo, a falta del susmito, oscuro y tenebroso, de su pacificación anuncian propicio, u¿cómo podrían ser sino voluniatrato Ia es sólo uretorno orden' al social. Cualquier Militares sin fusil; tanques de cartón pietétrica metáfora de esta edad de orq a la que ristas?'. y dra; decoradores en las Hurdes.'. Juan José Lahuerta restituye su escaso peso s.u Estas escenas españolas se me antojan una decia létrico', turbio brillo. .No existiría nada más línea de fuego en medio de pierrots Mau, uque una sociedad en la que todo el mundo verdadera vanguardistas snobs y teología faniasmales, tranquilizador, fuera ariista,. No existe nada más pero no por ser reconocida por se empieza a decir en los años veinte, que una modernista, paisaie arcádico, sino por proen este Lahuerta orden garantiza el sociedad en la que el arte de la ideología coincidencia La vocarla e irritarla. social, película de y una con Gasset Ortega de artística bien Cuando Le Corbusier, con la cabeza de Marcel tnhumana, La como modernos amueblada de ese /uga¡ vino a la Residencia de obJ'efos bisturí, con tejiendo va que Lahuerta [Éerbier, Escorial El ver en Estudiantes en 1928 y dijo

de hacer de la tradición, las máquinas o las industrias de tuio -del consumo, en definitiva-, lo que

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RESEÑAS

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es

cortando mientras cose v suturando al cortar, no hay nada. y en ese comedor no está ahora la un ejemplo notable de cónstrucción de una hislomesa donde proust mojó la magdalena en el té, riografía de combate. Juan José Lahuerta se insiino ra mesa d;d;p;;ir; ta sata de Juntas... tala en estas paradojas con la pasión de un niño Pero no.es.esto lo importante, sino el gesto, prey la paciencia de un notario. se diría que la gueciso e higiénic. la secretaria del rra no va con é1, o que é1, habiendo creadó Banco coñtrola nuestra ulo único de ier[te¡ldad: línea de fuego, se entretuviera después en ir conProusl,,. nos dlce, uson las paredes y el suelo,... tando las latas de conserva que dejan atrás Una mujer oe ta'timjiezá-Jsla diariamente ese vencidos' Hay algo tan afilado en esie libro como dormitorio vacio, s¡n lamá nimesitta, sin orinal ni el palo que talla sin cesar un soldado en el des- pantuflas, vacia ioi céniceros oer comedor, perfucanso de la batalla. Y es que en la lucha entre ha et am¡réntá ittéá ñr J,Lrrs... At rerminar ta narradoresy documentarisfas, que recone ra his- visita nos otrrien-üna-cuñie cartón que por toriografía

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#;il;;

la

los

contemporánea desde Michelet

y y

Thiers, Juan José Lahuerta optado, simpre'.ha. mente, por mirar. sus descripciones, crínicas asépticas, desembocan generalmente en una minación formal imprevista o en.un.detalle que habíamos advertido. Esas descripciones sólb preparan una especie de epifanía de nuestra ceguera, y demuestran -porque son demostracioñesque la historia del arte es una narración hasta que se convierte, súbitamente, en revelación. Ahóra ya sabemos lo que hará con er paro: nos ro cravará en el ojo" Ese instante del sóldado que da

ilúno

por

arruinadas todas las batallas menos la de

la

punta de su paro. tailado en, ra furia y en ra carma, leconviene al kabajo de Lahuerta.cbn más

co¡ároiá-uúttÁos r"'iá rái,or, una magdatena,

.i

Aigunos piensan quó a óioresa de un venrajoó crédito hiporelarñ, no es más que er pago por unas virtudes revolucionariasbien cumirtio"asi nos .oro ra fregona lntre nuestras u¡litas...- És-a magoatena que desencadena el trana¡ó áeümemoria en proust se convierte ,qri én ái Das Kapitar nos ofrece para clalsurárlá. lóe'luien son los excesos que se comelieron allí? ¿Dónde están sus

;íq;,

ññl-ññitn.

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huerráii E; ;;rrár.ro, en esa magdalena, porque todo transcurré áquí entre dos higiénicas'visiias áó. ii*pr:ezas: pasos, barro, agua, jabón... L" i¿gr* hacer su trabajo. ,,Éstag láÉ*éste es el

v..ti. il; ,r¡¡ p.i.jJs,,

preci- "

sión que el modelo, tan decimonónico, de ((cen- suero,... Ése es que exproraba tro y Periferia'. No es de reflejo vanguardista Lahuerta en el primero de sus libros, i927: una lo que habla este ribro, sino.d'e una-experiencia aitstracciónnec;rr*;r;;;ndoquehahecho ya,era hora que alguien afilara deteni- desaparecer las huellas, como dijo paul Dermée 1I9t: -qyty damente rerampaguea en er encuentro entre en tózo: ,,oráá o.rtrv. !"rá riritu a eso; que corbusier y cossío: ,,y0, gu.9 necesiro represen- Dadá nos ayude a rracer rá hbuta rasa,después tarme pobre, renacer, necesito que tú ro seas,. cada uno nor.trói r..lñrt,.r¡,,a una casa lo que cossÍ0, con mucha sangre fría, contestó: moderna.on.rr"rr..rn .é.iá 1, desagües cen_ nYo, que soy pobre, necesito seguir siendo pobre, trarizados, esrilo ¿a¿a oe isá6., ¡, l..0 avanza; ra pues esa pobreza, que es tu riqueza, será tam- suciedad arp.ró.._-No1r.o qr. a nadie re bién mi riqueza,. Así comienzan ras coinciden- cuéste mucho imaginut. ras vanguardias cias en la edad de oro... Hqce po.o n. ün¡áo q,, pensar en er rraba- f;iJTl"JT;3J1X3,ff]'5'Í:; jo de Juan José Lahuerta v me venía a la memo- nu..ir. t"nii y rr.'i'm ürim, po¡. asistir al conria constantemente una imagen. La historia conforman con decir: ulo único de muy sencilla' En la antigua casa de Marcel Proust Proust es el aire,... veros Ñnrr.rar aire a ortega en París se ha instalado un Banco.que ha puesto y Gasset en el primer capÍtulo de este libro; hinsus, oficinas en ra pranta baja y er nMuseo proust, óhan aire.. Darí v Lrirál"iá"n.cer suyo, en er en ta de aniba, como conviene, rógicamente, vací0, erdiscursá A¿ rE;;;;ñ;rveau;se hincha sólo a lo que llaman *verdag histórica, sino a aire,, y nada ,as qu, añe,- eri ra revista ,4Nrl representación verticar que de eila nos hacemos. desdé cuyas prgr,rtt;;;iie"éascrr reconoce er Ensenan, cordialmente, el dormitorio y el come- traóaso eil iniroóucirrálinüü Áooerna en catador. Pero en ese dormitorio, absorutambnte vacío, tuÁá, uunque cree que es posibre habrar de otras

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RESENAS

172 cosas' (política, boxeo, music-hall I6i¡s,... Par? quien quiere soñar siempre es meior constru¡r paredes abstractas dentro de una celda que intentar recorrer sus sucios muros. Esa modernidad de Gasch recuerda la inevitable tortura, laberintica y opresiva, de quien se entretiene en eso a cambio de no tocar nada. Así que esas imágenes no aparecían allí para construir la modernidad, sino para estar en completa sintonía, aunque encajada y comprimida, con la que se ofrecía desde París. ¿No eran esos los temas modernos que aparecÍan en LEsprit Nouveaú? ¿Y no se ofrecían para hacernos saber que no se trataba de fabricar una modernidad sino, simplemente, de reconocerla? Gasch rechaza el arte para apropiarse con más fuerza de lo moderno, pero de lo moderno entendido como algo de lo que no se discute, como triunfo, como lo que hay... La edad de oro no era un simple renacimiento, sino una hipertrofia del presente -y ésa es la luz, negra, que abre este libro-, tallada con los huesos y la sangre de quienes vemos en tantas instantáneas de la época: artistas apenas reconocibles, disfrazados de retorno para hacer menos violento, o más seductor, su trabajo de tecnócratas... Lahuerta los mira como si fueran armaduras andantes. Recuerdo ahora la implacable precisión con que lee la fotografía de la exposición Picabia, llena de máquinas y españolas, en las salas Dalmau, que espantó a Breton por no saber

si una

española era tan moderna como una

máquina o una máquina tan pintoresca como una española. Sólo quien talla y afila su palo podría haber reparado en aquella niña al fondo con calcetines blancos... nEllas -las españolas de Picabia y la niña con sus zapatos de botón- no son del mundo al que fue a parar Breton, ese mundo

en el que no enconlró lo que buscaba,. ¿Qué podía buscar Breton sino lo que Lahuerta ve: la desaparición misma de esa niña que arruinaba cualquier esprit moderne? Toda España estaba, sin embargo, allí, en la niña, en la ceguera de Breton, tan ajena a lo moderno como incrustada en ello.

Niñas en las españolas; habitaciones en una

celda; escenas en la escena... Por los mismos años, unos estudiantes que soñaban que los congresos eran concilios y los concilios congresos hacían en su celda versos y coplas, tan ingenuos y graves, pero tan recónditos alavez, que sólo

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aquella niña con calcetines blancos podría haberlos pensado. "Mientras que leo el Bauhaus venido de Seveningen...,, dijo en el primer verso Rafael Alberti. Y Lorca, en el segundo, le contestó: ume cago en Jacinto Grau y en la Santísima Virgen...,, Es obvio que el Bauhaus viene de Weimar, Dessau o Berlín, así que lo sorprendente no es la pueril respuesta de Lorca, sino el lugar, fabuloso e inquietante, del que Alberti hacía llegar la modernidad para que pudiera rimar con la Vir-

gen. Breton vio ese lugar en Dalmau, sólo él podría haberle espantado. Vio lo que ahora nos hace ver perturbadoramente Lahuerta en este libro: una modernidad sin fundamento, sin lugar, vagando errática por Europa al ritmo de las voces de sus adoradores. uDios en el campo no vive en un rincón,, dice un verso de Joseph Brodsky. Esta pequeña historia del arte español de entreguerras, que parece una radiografÍa del mal, llena de rincones, esqui-

nas, subtenáneos y cuevas, construida usin punto fijo y sin eje,, como dice el propio Lahuer-

ta, me recuerda vivamente a los teatros sadianos o alas carceri de Piranesi. Y lo digo porque unas veces vemos aparecer cuerpos convulsos en un escenario -Ortega, Gaudí o Dalí- y otras la tragedia del escenario mismo. No creo, sin embargo, que se haya construido un escenario sin perso-

najes más terrible, aunque tampoco más elocuente, que el que constituye el núcleo fundamental de las páginas de este libro: cuando Juan José Lahuerta contrapone el fotograma final de El

hombre de Ia cámara, de Dziga Vertov -la sobreimpresión de un ojo y un objetivo- y el fotograma del ojo cortado en Un perro andaluz. El oio panóptico de la sociedad moderna frente al que ya sólo puede ser un escándalo... La lectura que Lahuerta hace de ese ojo cortado como el hundimiento de la metáfora -que hunde con ella las paletas pretensiones artísticas de Ortega y Gasset- es aún más inquietante por haberse desentendido de sus actores planteando así el verdadero escenario del arte de entreguerras: o ver a la metáfora rigiendo el destino técnico del mundo -y da igual si en las proclamas de Vertov o en las de Ortega- o no ver nada... .El cine-ojo consigue que el tiempo retrocedau, decía Vertov, y lo ilustró con una famosa secuencia en la que, tras mostrar que está mal repartida la riqueza, echó hacia atrás la película

RESEÑAS

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para volver a las materías primas, puras e incontaminadas, de la edad de oro. No pasaría mucho tiempo antes de que las técnicas masivas de destrucción de la memoria de Stalin, Hitler o Das Kapital demoslraran que ese travelling inverso se hacía realidad. Asi que el asunto no estaba tanto en cómo construir lo nuevo frente a Io viejo, sino en cómo construir lo nuevo en la radical ausencia de la memoria. Muchas veces he oído a Lahuerta

decir cómo los artistas de vanguardia acaban absorbidos por las mismas fuerzas que habían querido desencadenar: son innecesarios cuando esa misma modernidad vuelve redundantes sus

proclamas. Se convierten en altavoces de su publicidad o en testigos de su propio silencio. ¿No será el arte español, carente de una modernidad real, una desoladora imagen construida por la vanguardia europea para no oír ese silencio? Yo creo reconocer en la violencia con que Juan José Lahuerta persigue esta carencia de vanguardia en España no sélo la constatación de una realidad, sino, al mismo tiempo, una postura de combate. Pues bien: si hemos de estar arrojados a la línea de fuego, ¡que sea así! ¡No existe una historia, no existe una vanguardia, o vanguardia alguna, y no existe, como ha dicho Lahuerta en olro momento, España! ¿Qué histo-

ria? ¿Qué vanguardia? ¿Qué España? O por decirlo de forma francamente agresiva: ¿Qué arte? Los historiadores del arte han obviado generalmente estas preguntas, que son precisamente las que pone sobre la mesa en el prólogo

de su libro, como si no necesitaran ser planteadas, o como si no supiéramos ya que son precisamente ellas -tiempo, ideología y espacio- las que organizan el discurso. Lahuerta no parte de ninguna tenitorialidad ni de ninguna definición de vanguardia. Deja que los actores que la repre-

sentan hablen, que suban al teatrillo, que no abandonen, por ninguna idealización histórica, la escena de la que nunca salieron. Escenas, pues, y todo ello -historia, vanguardia y España- escenas... Escenas de la escena en escena, podrían

llamarse estas Escenas de

la

vanguardia en

España. Un título que convendría muy bien a un libro que practicando una historiografía usin punto fijo y sin ejeo, como un tornillo iorcido, demuestra impecablemente que cuanto más torcido esté ese tornillo más agujero abrirá al apretarlo. La fuerza que hacemos sobre él trabaja tanto en profundi-

dad como en anchura, de tal modo que, como ocune muchas veces, su profundidad acaba siendo la superficie de su propia anchura: un enorme hueco... Al mirar por el que ha abierto Lahuerta en este libro descubrimos que España es el telón bajo el que se esconde el incendio de Europa. La sombra de sus cenizas. He aquí, en estas escenas españolas, las sombras de las vanguardias, nPor

la uña, el león', decía la tratadística clásica. uPor la som-

bra, su huella,, dice Juan José Lahuerta.., Esas huellas bonadas por las vanguardias, como han sido borradas en la habitación de Proust, esa reivindicación de los objetos de níquel y cristal con la que enmascarar la desposesión y el papel consolador del arte en la época de la administración de las masas dejan en España sombras. Tan densas, que no me extraña que se conforme con presentar clínicamente muchas de ellas, como si fueran casos, dejando al lector que saque sus propias conclusiones. A mí me ha venido a la memoria al ver el choque enlre el ojo mecánico de El hombre de Ia cámaray el ojo cortado de Un perro andaluz -y por intentar dominar la enfermedad- una escena del Cine-Ojo de Dziga Vertov: aquella en la que la cámara, tras pasear por unos siniestros niños uniformados que van delatando a quien no cumple ios requisitos de la producción, cae, de repente, sobre un asilo psiquiátrico. La pedagógica intención de Vertov era demostrar que esos locos estaban enajenados, pero no de su propia cordura, sino de la producción: residuos del orden nuevo, (esquirlas contrarrevolucionariaso, como decia Medvedkin de los .trabajadores de r¡tmo retrasado,. Retrasados, cenizas del orden... En un momento de incertidumbre, Vefov deposita la cámara sobre el ojo, delirante y abierto, del loco encargado de decir la única frase cuerda de toda la película: uYo todavía no he nacido,... No es una tarea fácil saberlo. Antes de recordar a Artaud, que les escupió a la cara a los sunealistas lo mismo, siempre pienso en Lahuerta, que anda siempre entre ese tipo de residuos, y no porque sean cosas que sobren, y ni siquiera porque falten, sino porque sabe que todavía no han nacido. Ese ojo, que se agranda y abisma mientras lo nuevo se denumba, es el sumidero de

este libro: unas histonas del arte español de entreguerras desde la escena, no nacidas al poderde la Hisioria ni a su producción de sentido.

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174

RESEÑAS

¿Cómo no recordar ahora que el Cine-Ojo es anterior al Hombre de la cámara, y que aquel

ción del ¿¡{su, p0r citar a Benjamin recordando

objetivo mecánico venía. pues, a controlar el sinsu modernidad sentido de ese ojo delirante sin fundamento-, por lo que aquel fotomontaje no era una superposición sino una sustitución, o

Lahuerta. La rapidez de Breton por controlar las primeras películas de Buñuel e insertarlas en

-o

aún más: una victoria? ¿Y cómo no recordar, como nos recuerda Lahuerta, que cuando las vanguardias de la edad de oro estaban dedicadas a hacer olvidar aquel ojo insensato, dos españoles, Luis Buñuel y Salvador DalÍ, lo van a seccionar con una navaja de afeitar, y que ese gesto, que vuelve a poner en escena la infamia que las

vanguardias europeas ocultaban, llegaba, sin embargo, tarde? Se quedará, a falta de una vanguardia, de una España y de una historia, en gesto. Y gesto, ante todo, en beneficio del surrealismo, esa *última instantánea de la rehumanizaÁngel González García: El resto. Una

historia invisible del arte contemporáneo. Edición de Miguel Angel García Hernández, Museo de Bellas Artes de

Bilbao

y

Museo Nacional Centro de

Arte Reina Sofía, Bilbao

y

Madrid,

2000.

Ángel González García es profesor de historia del arte en la Universidad Complutense de Madrid. Aparte de eso, ha sido crítico de arte y ha organizado alguna exposición" Es historiador, da clases en lt/adrid y vive en un pueblo de Alicante. Pero no posee la biblioteca de Aby Warburg, ni las colecciones de dibujos de Giorgio Vasari, ni tampoco la casa y los jardines de Bernard Berenson. Por no tener, ni tiene las barbas del padre Pavel Florenski.

Nada del otro mundo, dirán los que descono-

cen su trabajo, que son, como es de esperar, legión. Ni siquiera es catedrático, ni tampoco es,

ni ha sido, director de ninguno de los

infinitos museos y centros de arle con los que se han obsequiado los políticos en Ios últimos años. Si

soy sincero, creo que Angel González García forma parte de ese etcétera, de esos otros, a los que ha dedicado el libro que motiva esta nota. Del resto. Y ¿qué es el resto? Lo que queda, lo que debe quedar. *El resto n0 es lo que sobra, sino lo que falta. Y lo que falta es distinguir entre

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las palabras menos amables de Juan José genealogías f ílmicas, por decir que ese sinsentido que inumpía en Un perro andaluz lo entroncaba con los Hermanos Marx y el Gordo y el Flaco. demoslraba, desde luego, que la vanguardia española nacía y terminaba, en ese único gesto. en París... La pequeña comedia de Vertov se volvía tragedia en manos de Buñuel y Dalípara caer de nuevo, a plomo, en la comedia. Y así, de la comedia a la tragedia y de la tragedia a la comedia, se mueven las ruedas de este libro. Asi comienzan y acaban las edades de ora.

Miguel Angel García Hernández lo que sobra y lo que falta,. Sobran tantas cosas que llevaría su tiempo enumerarlas. Falta también

mucho, es cierto, pero en esto podemos ser modestos y fijar la atención en aquellas cosas que se echan más de menos, que tampoco son tantas. Por ejemplo, falta arte. Pero, ¿cómo va a faltar arte, si nunca hubo tantos museos como ahora, ni tantos artistas, tantas revistas, tantos críticos e historiadores, ni tantos funcionarios medrando a su costa? El problema reside en qué será aquello a lo que se llame arte. ¿Lo que ofrecen semana tras semana los periodistas y los politicos? Entonces el arte sería algo así como una de esas papeletas mariposa que han hecho a Bush presidente, en las que lo decisivo (la deci-

sión del votante) desaparece en una maraña incomprensible e indescifrable que acaba por anular su razón de ser y, con ella, la única posibilidad de participar en la historia que permite la democracia, El arte es oka cosa.

Desde hace mucho, desde Nietzsche

al

menos, se dice que el arte estimula y amplía la

experiencia. Frente

a su limitación durante

el

curso de la existencia, el arte proporciona ocasiones, no siempre atendidas, de ir más lejos, más allá. A situaciones que no podrían experimentarse sin el arte. Por ello, el arte es importante: mejora la vida, hace habitable la tiena. Es una de las condiciones de una existencia digna. No sólo no es poco, a veces es lo único, tanto que ha habido

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