Isis y Serapis en el África Romana

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Descripción

2015 Isis y Serapis en el África Romana

Álvaro Medina Martínez Trabajo Fin de Grado: Arqueología

Indice 1. Resumen del Contenido ................................................................................. 2 2. Introducción ................................................................................................... 3 2.1. Isis y Serapis antes de la llegada de los romanos ................................... 3 2.1.1. El origen egipcio ........................................................................... 3 i. Isis, diosa madre ....................................................................... 3 ii. Serapis, unificador de dos pueblos .......................................... 5 2.1.2. Isis y Serapis en el mundo griego ................................................. 7 i. Isis: Madre, esposa y benefactora de la sexualidad femenina .. 7 ii. Serapis en el mundo griego ...................................................... 11 3. Isis y Serapis en el Mundo Romano .............................................................. 13 3.1. Evolución histórica del culto de Isis y Serapis en Roma ........................ 15 3.2. Cultos de Isis y Serapis en las provincias romanas ................................ 16 3.3. Isis y Serapis en África Romana ............................................................. 17 3.3.1. Subdivisión administrativa ....................................................... 17 3.3.2. Iconografía de Isis y Serapis en África Romana ...................... 18 3.3.3. Las primeras evidencias del conocimiento de Isis ................... 19 3.3.4. Expansión de los cultos de Isis y Serapis ................................. 20 i. Mauritania y Numidia............................................................... 21 a. Juba II: El inicio de los cultos ptolemaicos en África ......... 21 b. Monedas isiacas de Juba II y de Cleopatra Selene .............. 22 c. Edificaciones ........................................................................ 22 d. Otras evidencias del culto de Isis y Serapis en Mauritania y Numidia ............................................................................... 23 - Lucernas y otros objetos ................................................. 23 e. Las tres evidencias epigráficas de Mauritania Tingitana ..... 24 3.3.5. África Proconsular.................................................................... 26 i. La problemática Púnica ........................................................... 26 ii. Las primeras evidencias de los cultos de Isis y Serapis bajo dominio romano.................................................................. 26 iii.Expansión de los cultos ptolemaicos en África Proconsular .... 27 4. Conclusiones .................................................................................................. 29 5. Índice de Ilustraciones ................................................................................... 31 6. Bibliografía .................................................................................................... 32

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1. Resumen del Contenido

Este trabajo es el producto de una labor de recopilación, estudio y revisión de

todas las obras que se refieren al culto e iconografía de Isis y de Serapis en el África Romana. El objetivo de mi trabajo es introducir el culto de Isis y Serapis en el África Romana. He tratado de recopilar la mayoría de los testimonios relativos al culto y a la iconografía de estas divinidades. Por ello, he debido realizar una búsqueda bibliográfica en profundidad aprovechando los recursos documentales y bibliográficos de diversas instituciones como la del Museo Arqueológico Nacional o de la Universidad Complutense, además de apoyarme en otros recursos en red. En primera instancia y para comprender el objetivo del mismo he decidido a modo de introducción definir a ambos dioses desde sus orígenes, establecer una línea de evolución (iconográfica y geográfica) para después enlazarlo con el tema de estudio. Hay que tener en cuenta, que el estudio de Isis y Serapis en una región romana implica por tanto el conocimiento de ambos dioses desde su condición más primigenia hasta la adopción en el panteón romano. Acto seguido, se analizarán estos cultos en Roma para posteriormente pasar a estudiar las mismas religiones en un espacio determinado. Tras analizar las principales manifestaciones culturales de la religión de Isis y de Serapis, se intentará vislumbrar el motivo por el cual estos cultos fueron implantados en el África romana.

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2. Introducció n

2.1. ISIS Y SERAPIS ANTES DE LA LLEGADA DE LOS ROMANOS 2.1.1. El origen egipcio Antes de comenzar a tratar a Isis y Serapis en el África romana, creo conveniente incluir el origen y evolución de ambos dioses antes del establecimiento de la cultura romana en esta región. Ambas divinidades, tanto Isis., como Serapis, proceden de Egipto. De forma general, las divinidades egipcias apenas recibieron culto en las provincias latinas. De hecho, eran las divinidades greco-egipcias; como en el caso de Serapis, las que tuvieron una mayor difusión en el mundo romano. A pesar de ello, otras divinidades como Isis o Anubis sí que supieron “amoldarse” a la religión romana (Toutain, 1967) y ser aceptados como deidades de culto. Esta discriminación entre unos dioses y otros, así como su adopción o exclusión del panteón romano; será denominado como “Interpretación Romana” (Cadotte, 2007) y será presentado en posteriores líneas. i. Isis, diosa madre Según la mitología egipcia, Isis representaba la mujer devota y la madre amante. Aparte de ello, era esposa de Osiris, dios ya de por sí muy primitivo (Shaw, 2000). Isis, además, era madre de Horus. Tanto Osiris, como rey del inframundo; así como Horus, eran dioses bastante importantes en el panteón egipcio. Por ello, Isis, alcanza desde fecha muy temprana un culto bastante popular entre los egipcios (Putnam, 2001). Es en la Dinastía V, durante el Reino Antiguo (2686-2125 a.C.), aparecen las primeras menciones a la diosa. Esto se debe a que el faraón Unas se identifica con el esposo de Isis, Osiris. Este dios, en un principio deidad local ctónica del Delta Oriental, se fue popularizando a lo largo de la tierra egipcia; debido a la simbiosis del poder real con el divino (Shaw, 2000). Esta popularidad, también debió afectar a todos sus mitos, así como a los dioses asociados al mismo; incluida su esposa Isis. 3

Esta teoría está apoyada por los hallazgos de la zona de Abydos, donde los restos cerámicos dedicados al dios Osiris son más que abundantes. De hecho, se constata que a final de la V Dinastía tenemos la presencia de una “ruta de peregrinación” hacía la llamada “Tumba de Osiris”. Partiendo de estos hechos, podríamos asumir que aunque el origen de la diosa es un tanto incierto, sí que se podría establecer una cronología en cuanto a su explosión de culto en tierras egipcias. El carácter de Isis como madre está relacionado directamente con el mito de la muerte de Osiris y el nacimiento de Horus. Estos tres dioses forman una tríada, simbolizando la unión familiar (Heyob, 1975). No obstante, hay que destacar que esta tríada no fue única, ni tampoco la más importante. Trinidades como la formada por Amón, Tut y Khonsu, muy venerada en Tebas; o la formada por Ptah, Sekhmet y Nefertum, fueron otros tríos que tuvieron igual o mayor importancia que la que incluía a Isis (Putnam, 2001).

Figura 1: Isis, según la iconografía egipcia. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Isis

El culto de Isis se propaga por todo Egipto durante la V Dinastía. Los templos que han llegado a nuestros días son los de Filé y Behbeit el-Haggar (Franco, 2004). Sin embargo, es muy importante marcar la verdadera naturaleza de la diosa en sus inicios para poder comprender la gran acogida que tuvo por griegos y por romanos. Isis se trataba de una deidad cósmica, madre y protectora del Delta. La diosa egipcia tiene tres naturalezas básicas: 1. Isis como hermana: Isis no sólo fue esposa de Osiris, sino también su hermana. Según la mitología egipcia, ante la muerte de su hermano; es Isis la encargada de llorarle y proclamarse en luto. Este aspecto es la que la relaciona directamente con el mundo de la muerte.

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2. Isis como esposa: Isis también hace la función de perfecta esposa, ya que no sólo llora la muerte de su hermano (también marido), sino que se encarga de recoger las piezas de su cuerpo que han sido desmembradas y repartidas a lo largo de la tierra egipcia. 3. Isis como madre: Isis, es también la madre del dios Horus, encargado de derrocar al mal y proporcionar luz y justicia a la tierra de Egipto. La diosa aparece junto a su hijo como madre tierna y protectora; como bien se puede observar en varias figurillas, donde aparece Isis dando de mamar a Horus. La fidelidad, ternura y entrega, son características muy humanas que se ganaron la devoción del pueblo de Egipto. Estos atributos, considerados como los ideales de la familia, fueron la clave para ganarse la veneración de todas las esferas sociales, y alcanzar un amplio protagonismo en los cultos oficiales, ya fuera como plañidera, como madre o como esposa (Heyob, 1975). ii. Serapis, unificador de dos pueblos A diferencia de Isis, hay muchas teorías sobre el origen de este dios “a la griega”. Sabemos que la divinidad surge en Egipto en época Ptolemaica durante el siglo III a.C. Generalmente, se ha aceptado la teoría por la que durante el reinado de Ptolomeo I Soter (305-283 a.C.), fue necesaria la creación de un elemento unificador entre la dinastía griega y el pueblo egipcio. Supuestamente, el nuevo faraón se encargó de crear un nuevo ser divino que aunara ambas culturas, la griega y la egipcia; Figura 2: Estatua de Serapis, Museo PioClementino (Vaticano)

sincretizando

ambas

tradiciones

religiosas en un nuevo dios.

La propaganda oficial ptolemaica extiende una leyenda que legitima el nuevo culto. El dios pide en sueños a Ptolomeo que robara su estatua y la llevara a Alejandría, donde debería construirse un santuario. Sin embargo, el origen del culto no fue tan mágico ni mítico. 5

Serapis fue un dios que mezcló varias concepciones del mundo heleno y egipcio. Este hecho tiene un motivo fundamental, y es facilitar su introducción en el panteón egipcio sin el uso de elementos de presión. De hecho, Serapis tiene un origen más egipcio que griego; su onomástica es claramente egipcia: Osiris-Apis (Osor-Hapi) que evolucionaría posteriormente en Serapis (Heyob, 1975). A pesar de ello, no sería hasta Ptolomeo III cuando se instaura un culto oficial del dios. La imagen de la nueva divinidad debería ser “a la griega” ya que de utilizar la iconografía egipcia, ésta, no calaría en la mente griega. En contrapartida, y a pesar de usarse una efigie claramente helena; la esencia del dios, es decir, su significado, sería entendido por los egipcios y no les costaría aceptar su veneración. La teoría atribuye la estatua al escultor ateniense Briaxis (Heyob, 1975), quién con la ayuda de Manetón, supo moldear una nueva divinidad que satisficiera a griegos y egipcios. No obstante, se especula sobre la posibilidad de que el culto al nuevo dios fuera más teórico que real (Dunand, 1973). Si se observan las dedicaciones a la deidad en papiros y otras fuentes escritas, podrá observarse que Serapis tuvo un impacto bastante limitado en el Egipto Ptolemaico. De hecho, fue un dios cuyo “dominio” apenas excedió en la tercera centuria a la ciudad de Alejandría; siendo además venerado por los griegos asentados en la urbe (Fraser, 1960). Otra teoría que estudia el origen de este dios, es aquella que defiende el origen de este dios antes de la llegada de los ptolemaicos a Egipto. De hecho, sitúan el origen de Serapis coetáneamente con Alejandro Magno (Heyob, 1975). Inscripciones como las halladas en Halicarnaso, indican que su esposa Isis, ya eran conocida en Grecia a finales del siglo IV a.C. Otras evidencias epigráficas, como las halladas en Atenas (333-332 a.C.), mencionan un templo de Isis. Lo que podría abalar el culto de ambos dioses antes del reinado de Ptolomeo I. Esta última teoría ha sido muy criticada. A pesar de lo irrefutable de la epigrafía, el simple hecho de que el nombre de Isis fuera acompañada por epítetos como ‘οι

Αγυπτιοι,

parece indicar que la diosa era conocida como Isis egipcia; pero no

implicaba en absoluto que fuera adorada por griegos (Heyob, 1975); ni que por tanto Serapis hubiera sido concebido como divinidad durante el reinado de Alejandro Magno. 6

Fuera como fuese, Serapis toma la esencia de Osiris y de Apis. De esta forma, puede entenderse porqué Serapis suele acompañarse de Isis.

2.1.2. Isis y Serapis en el mundo griego Como se ha mencionado antes, la unión de ambos dioses pudo deberse a la asociación de los fieles de Isis con Osiris. A pesar de ello, no hay evidencias de que esto se realizara de una forma oficial. La ausencia de un templo ptolemaico dedicado al dúo divino parece confirmar la teoría de que esta asociación se hace de una forma “natural”. Por suerte, esto parece tener una consecuencia clara, y es que a pesar de que Serapis no consigue calar en la mente de los indígenas egipcios, sí que lo hace en la de aquellos egipcios que han sucumbido a la helenización. Por un lado, los egipcios continúan adorando a la primigenia Isis, mientras que la población griega que vivía en Egipto venera a Serapis, asumiendo su unión con Isis (Heyob, 1975). Muchos de estos helenos, asentados en Egipto, fueron a su vez mercaderes, soldados o navegantes (Cadotte, 2007) y llevaron los nuevos cultos ptolemaicos no solo a Grecia si no a todas sus colonias (Casadio, 2009). Hay que tener en cuenta, que no sólo fue la veneración de Isis y de Serapis la que se expande a lo largo y ancho del Mediterráneo; sino que también un compendio de dioses de origen egipcio los que se introducen en los cultos de occidente (Cadotte, 2007). i. Isis, madre, esposa, y benefactora de la sexualidad femenina Isis, encarnó tres esencias básicas: Madre, esposa y compañera. Estos tres pilares siguieron acompañando a la diosa durante toda “su trayectoria” por el mundo grecorromano. No obstante, la diosa fue adquiriendo otros atributos durante su expansión mediterránea como bien demuestran algunos de los epítetos que la acompañan (Heyob, 1975). El culto a Isis fue extraordinariamente difundido durante varias centurias y en diversos lugares. Comerciantes, guerreros y otros individuos cuyo oficio les obligaba a moverse constantemente por varios territorios, fueron seguramente los culpables de la propagación del culto de Isis por tierras helenas.

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Sin embargo, la diosa, al llegar a tierras nuevas tuvo que adaptarse a la estética griega. El abandono de la rigidez egipcia y la incorporación de la gracilidad y elegancia helenística fue quizá, el inicio de un proceso de asimilación de varios sincretismos religiosos, que no terminará hasta varias centurias después (Dunand, 1973). La diosa, comienza a asimilar varias deidades femeninas en función, forma y nombre en un proceso de sincretismo. A los rasgos de diosa madre y esposa fiel, se comienzan a incorporar otros muchos que hasta entonces no estaban asociados a la divinidad.

Figura 3: Copia romana de Isis helenística. Seguramente se trate de una Isis propia de la escuela de Alejandría. Museo del Pardo (Madrid)

Isis: Patrona marina

Es en época helenística, cuando Isis adquiere nuevos atributos. Un ejemplo

destacado de ello, es su asociación a Reina y Diosa del mar o Isis pelagia (Ceballos, 1973), así pues, se convierte en protectora del Faro de Alejandría, de puertos y de la navegación. Esta asociación al mundo marino no es casual, ya que fueron muchos los navegantes y mercaderes griegos, que, asentados en Alejandría adoptaron el culto a la diosa y por tanto la utilizaron como patrona. Este patronazgo se expande por la mayoría de los puertos del Mediterráneo y perdura a lo largo del tiempo. De hecho, este nuevo patronazgo le valió la edificación de un templo en la ciudad de Corinto (Ceballos, 1973). Isis: Diosa de la sexualidad femenina

Otro de los aspectos que eclosiona en el mundo griego es su asociación a diosa

de la sexualidad femenina, vinculándola directamente con divinidades como Astarté o Afrodita. Sin embargo, este sincretismo comienza a darse en la Baja Época (664-332 8

a.C.), cuando la diosa Hathor toma forma humana y se la identifica con un tocado a base de cuernos que rodean el sol (Shaw, 2000). Esta nueva representación de la diosa, provoca que ambas deidades, tanto Isis como Hathor, sean confundidas tanto en nombre como en atributos (Dunand, 1973). De ahí proviene su falsa asociación a la sexualidad femenina. Esta divinidad sincrética pasa a la costa siria y se la comienza a identificar con Astarté. Posteriormente, este culto desembarcará en zonas como Chipre donde se encuentra ubicado el santuario de Pafos (Ceballos, 1973). Isis: Diosa protectora de la tierra

Isis, como diosa ctónica también tiene una gran aceptación en el mundo griego y

llega a ser sincretizada con la diosa Deméter. Esta característica de la diosa, hunde sus raíces en el Antiguo Egipto. De hecho, se ha intentado relacionar el mito de la búsqueda de Isis con el mito de Deméter y Koré. Principales atributos de Isis en el mundo griego

Si se analiza uno por uno los sincretismos que ha ido recibiendo la diosa, se podrá

observar que en muchas ocasiones, Isis ha compartido un rasgo o atributo con otra divinidad femenina que ha permitido un sincretismo religioso: 1. Isis como diosa asociada al mundo de los muertos: Este rasgo “infernal” la relaciona con divinidades como Deméter, en asociación con la búsqueda de Koré. 2. Isis como diosa terrestre: Isis, protectora del Delta vuelve a reforzar la idea de Isis asociada a la diosa Deméter. 3. Isis como diosa del amor: Isis fue concebida en sus inicios como diosa de un amor más maternal y fiel que de un amor sexual. Pero su asociación a la diosa Hathor después de su antropomorfización desembocó en su relación con IsisAfrodita.

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Figura 4: Sincretismo entre Isis y Deméter. Villa de Adriano (Trívoli)

Figura 5: Sincretismo entre Isis y Afrodita. The Metropolitan Museum of Art (Nueva York)

Lo más destacable de Isis en el mundo heleno tiene que ver con la famosa isla de Delos, supuesto lugar de nacimiento de Apolo y Artemis, donde se construye un templo dedicado a Isis y que parecer ser el centro irradiador del culto a la diosa (Rodríguez, 2004-2005). Delos, no solo fue la isla que irradia el culto de Isis al resto del territorio griego, sino que además, el templo de Isis que se conserva en la isla es uno de los mejores ejemplos arqueológicos sobre este culto en tierra griega. No sólo fue en Delos donde se veneró a la diosa-madre egipcia. Otras zonas, como Eubea, Beocia, Épiro, Tesalia, Tracia, o incluso el Ática fueron centros a donde también aparece el culto a Isis (Dunand, 1973). Podemos establecer que el culto a Isis en Grecia se inicia en torno al siglo IV a.C. debido principalmente a algunas inscripciones que ya nos anuncian la existencia de este culto en tierra helena. Sin embargo, no se trataba de un culto oficial, eran tradiciones egipcias que se practicaban de forma privada por esclavos, navegantes o mercaderes, cuyo origen era egipcio. La construcción de los primeros Iseos en tierra griega fueron concesiones que se dieron a un grupo reducido de personas que practicaban estos cultos. Fue más adelante,

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aproximadamente un siglo después, cuando el culto se comienza a oficializar en diversas zonas de Grecia. ii. Serapis en el mundo griego Las primeras referencias del culto de Serapis en Grecia está relatadas por Macrobio; quien cuenta que el rey de Chipre, Nicrocreonte, se dirigió al dios hacia el año 312 a.C. para preguntarle qué tipo de divinidad era. Sea o no cierto dicho relato, se ha hallado en la ciudad chipriota de Solos una inscripción datada en el siglo III a.C., que menciona un templo erigido por orden del dios, por lo que se deduce que el culto al esposo de Isis era conocido durante esta centuria o incluso antes (Salvá, 1992). Serapis, al tratarse de una divinidad puramente sincrética, supo amoldarse a las concepciones griegas desde el momento de su introducción, llegando incluso a ser más importante que Isis (Dunand, 1973). Al igual que en el caso de Isis, Delos fue un importante centro irradiador de la cultura de Serapis, y al igual que en la actualidad, es el centro más importante para estudiar los cultos de este dúo divino. El Serapeo C es el más célebre de los santuarios que se dedican al dios. En él se rindió culto a las divinidades egipcias a partir del año 215 a.C. (Salvá, 1992). El más antiguo es el denominado Serapeo A, cuya fecha de construcción no está documentada, pero en el que se han encontrado inscripciones que explican el origen mítico del culto a los dioses egipcios en la isla. En otras islas cicládicas, como Rodas, Quíos, Samos o Tera, también se han encontrado inscripciones que atestiguan un culto al dios; al menos desde el siglo III a.C. El culto del dios Serapis, así como las divinidades asociadas a él, se difundió gracias a los mercaderes, a gentes que habían servido en el ejército egipcio o que habían tenido cargos oficiales en el Egipto de los Ptolomeos. Toda esa masa de población habitó en un contexto donde las relaciones comerciales estaban en pleno apogeo (Salvá, 1992) y que permitió todo tipo de intercambios culturales. Sin embargo, esta difusión no debe entenderse como una especie de “virus” que se va propagando a la vez que estas poblaciones se van moviendo. De hecho, la causa

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principal de la adopción de religiones mistéricas reside en los nuevos adeptos extranjeros. Las religiones tradicionales no habían sabido adaptarse a los continuos cambios filosóficos que se dieron en tierra helena. La religión, claramente ligada a la política, se había convertido en un elemento “extraño” para la nueva mentalidad griega. Este hecho, provoca una crisis espiritual generalizada, que se extiende especialmente por aquellas clases sociales cuya vinculación a la política era casi nula. Las religiones orientales eran cultos donde la persona era una parte muy activa en la liturgia. El fiel adoraba a sus dioses y los acompañaba de forma muy cercana en diversos eventos, como la conmemoración de su resurrección o de su muerte. Estos componentes, satisfacían la individualidad de la persona ya que se sentía más cercana a la divinidad y son el motivo fundamental para explicar el triunfo de las religiones mistéricas en Grecia (Salvá, 1992).

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3. Isis y Serapis en el mundo romano

Pese a que Heyob no hace distinción del mundo griego y romano en su obra

(Heyob, 1975), considero que es importante separar un mundo de otro, que, a pesar de compartir rasgos no son la misma cultura. En este apartado se tratará la llegada de ambos dioses a Roma y su impacto en la cultura romana. Después, se explicarán estos cultos en África romana. La problemática romana, en cuanto a la adopción de religiones extranjeras, reside en la propia base del estado romano. La implantación de las deidades en el seno del panteón romano, responde a una serie de factores que debían darse en momentos concretos y que respondían a estabilizar el aparato estatal de Roma (A.Takács, 1994): 1. Factor convulso: si se observa a lo largo de la historia de Roma, se podrá atestiguar cómo es en momentos de extrema convulsión social, ya sea debido a crisis económicas o a guerras; cuando se adoptan los cambios de ideologías. Como ejemplo, tenemos a Cibeles, cuya implantación al culto romano coincide con las expansiones de Roma por el Mediterráneo. 2. Factor ideológico: Este factor se relaciona con el anterior, ya que son los momentos de crisis y convulsión, cuando los individuos ponen en duda sus sentimientos religiosos e ideológicos. Y tienen más posibilidades de adaptarse a nuevas religiones. La consecuencia más palpable de estos dos factores, es el alejamiento de la masa al estado, poniendo en peligro el aparato estatal y desestabilizando sus bases. La religión romana estaba íntimamente ligada al estado, por lo que el abandono de la religión estatal podría poner en cuestión al sistema o incluso destruirlo. En contrapartida, Roma tuvo la habilidad para aceptar cultos foráneos e implantarlos a los ya establecidos. No obstante, este proceso por el cual, una religión extranjera se hacía oficial, era un proceso largo en el que las instituciones estatales, véase el Senado, debían supervisar estos cultos exóticos para posteriormente adaptarlos a la visión romana (Cadotte, 2007). 13

El panteón romano, por tanto, era un compendio de deidades extranjeras e indígenas bajo una visión romana, lo que tradicionalmente se ha denominado interpretación romana, que compartían culto con otras de carácter puramente romano. Esto no era más que el resultado de estrategias políticas cuyo objetivo era unificar todos los sentimientos religiosos bajo un mismo orbe y así evitar el cuestionamiento de las bases estatales romanas. De hecho, eran las élites las que acaparaban las órdenes sacerdotales y políticas. Autores como Takács insisten en que la Pax deorum proporciona una estabilidad al estado, Pax humanum a la población del imperio y Pax romanorum a los ciudadanos romanos. Para conseguir estas “Paces”, Roma debería contar con numerosas herramientas, entre las que se incluía la religiosa (A.Takács, 1994). Hay que tener en cuenta, que la gran extensión del estado romano implicaba la existencia de culturas diversas, cuya visión religiosa no siempre podía coincidir con la romana y que suponía un peligro, al menos teórico, de las bases ideológicas de Roma (A.Takács, 1994). De hecho, y como se ha mencionado anteriormente, Roma y sus instituciones supervisaron toda religión extraña que se propagaba entre los habitantes del estado y de forma contradictoria esta era oficializada con ligeros cambios a la cultura romana. El objetivo era simple, ya que la adopción de una religión “revolucionaria” a nivel estatal, provocaba que ésta no se propagara con una fuerza superior a la deseada; causando además que los fieles de estas religiones se sintieran en cercanía con el estado tradicional. Pero, ¿Por qué la religión romana no tenía tanto éxito como las extranjeras? Sencillamente la problemática coincide con la visión helena; ya que la religión no sólo estaba al servicio de Roma sino que esta además no estaba pensada para satisfacer emocionalmente a los individuos ya que su utilidad era estatal y no emocional.

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3.1. EVOLUCIÓN

HISTÓRICA DEL CULTO DE

ISIS

Y

SERAPIS

EN LA CULTURA

ROMANA

Las primeras evidencias de Isis y Serapis en Roma antigua se remontan a la época republicana tardía. Un análisis numismático permite conocer que la sociedad romana ya conocía estos dioses aunque no los veneraba. De hecho, se considera que durante esta época el culto a Isis y Serapis no fue un movimiento revolucionario, sino que se trató más bien de un movimiento artístico o intelectual que llevó al empleo de simbología isaica (A.Takács, 1994). Por ello, se llevaron a cabo numerosas acciones en contra de estos cultos cuyo objetivo era frenar una posible desestabilización del estado. Estas acciones, sin embargo, no forzaron la desintegración de aquellas asociaciones que habían adoptado el nuevo culto. De hecho, la anexión del este del Mediterráneo a la extensión del territorio romano produjo la integración del culto de Isis y Serapis. Desde principio del Principado, la necesidad de integrar y oficializar el culto de ambos dioses era evidente. Su incidencia sobre la liturgia oficial se produce en el siglo I a.C., reconociéndose así el culto a ambos dioses. No obstante, emperadores como Augusto o Tiberio lucharon fervientemente contra este nuevo culto en momentos donde la estabilidad política era muy frágil, debido al temor del desarme del nuevo aparato imperial. Este temor desaparece cundo se consolida el Imperio y se reconoce a Egipto como una fuerza integradora del mismo. Calígula y Nerón protegen y patrocinan los cultos ptolemaicos; cuya consecuencia más evidente será el ascenso del emperador Vespasiano, y posteriormente Tito, que serán llevados a la púrpura imperial gracias al apoyo de las provincias orientales y de Egipto (Vega, 2012). La adopción de los cultos ptolemaicos de forma oficial, se materializa con la construcción del Templo de Isis en el Campo de Marte, iniciándose un proceso integrador de los cultos de Serapis e Isis. En época de Domiciano, se propaga un sentimiento de rechazo generalizado a estas religiones,

no sólo dentro del Imperio, sino también fuera del mismo. Sin

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embargo, y a pesar de esta nueva actitud, ambos dioses son considerados como dioses imperiales. En contraposición al rechazo ocurrido durante época domiciana, será Adriano, filoheleno reconocido, quien llevará estos cultos al máximo esplendor. Defensor de la filosofía helena y ptolemaica, Adriano introduce en Roma el gusto por lo egipcio que convierten a los objetos egipcios en bienes de lujo. La problemática arqueológica durante el gobierno de Adriano corresponde a que la aparición de objetos procedentes de Egipto puede conllevar a un error de interpretación, ya que no son indicador de cultos a divinidades egipcias, sino productos considerados como lujosos. Marco Aurelio sigue con la tradición iniciada por Adriano y es durante su imperio cuando se propaga este culto por el Danubio y el Rin (A.Takács, 1994). Los posteriores emperadores, como Cómodo, Septimio Severo o Caracalla protegen y patrocinan los cultos ptolemaicos. Caracalla, por ejemplo, manda erigir un Templo de Serapis en el Quirinal, cuya envergadura rivaliza con el Templo de Júpiter Capitolino, ejemplificando el éxito de los cultos orientales (Tinh, 1972). A finales del principado, la llegada del Cristianismo provoca convulsiones en Roma y sus emperadores, celosos de la llegada de un nuevo culto “revolucionario”, adoptan medidas que versan desde la persecución a los nuevos cultos hasta la tolerancia religiosa (A.Takács, 1994).

3.2. CULTOS DE ISIS Y SERAPIS EN LAS PROVINCIAS ROMANAS

Después de haber analizado el culto de ambos dioses de manera muy general a

lo largo de la historia de Roma, el siguiente paso, es mostrar aunque sea de forma muy breve el impacto de las nuevas religiones ptolemaicas en algunas provincias occidentales el territorio romano: 1. Hispania: Las evidencias de los cultos ptolemaicos en Hispania son posibles gracias al hallazgo de un templo dedicado al dios Serapis en Ampurias, así como otro dedicado a Isis en Baelo Claudia (Rodríguez, 2004-2005). A pesar de la teoría por la cual se explica la llegada de estos cultos de mano de los fenicios, 16

finalmente se ha podido comprobar que no fueron estos, sino una familia procedente de Alejandría que con el apoyo de la oligarquía local y bajo protección de los emperadores, mandan construir el primer templo dedicado al dios sincrético en la Península Ibérica; propagando así las religiones mistéricas ptolemaicas (Alvar, 2002). 2. Galia: En Galia se constata la existencia de cultos dedicados a los dioses ptolemaicos pero constreñidos en la parte sur de Francia, aquella que toca a la costa del Mediterráneo. De hecho, estos cultos son bastante raros en el Norte y Oeste de la tierra francesa. Las evidencias arqueológicas que confirman la presencia de estos cultos no son edilicias sino epigráficas

y votivas.

Inscripciones que aluden a la existencia de pequeños santuarios de Serapis o de Isis, así como figuritas votivas de Isis u Osiris, remarcan también la existencia de estos cultos (Leclant, 2002). 3. Germania: Al igual que en Francia, en la zona germana solo se puede confirmar la existencia de los cultos a los dioses egipcios gracias a la epigrafía hallada en el territorio. No obstante, y a diferencia de otras provincias latinas, en Germania la veneración por Isis es bastante más abundante que la veneración por Serapis (Haase, 2002). 4. Provincias alpinas del Alto Imperio: Estas provincias siempre han sido un paso de mercaderes y soldados que atravesaban las provincias de Germania e Italia. Tradicionalmente, se ha considerado que fueron estos los culpables de la propagación del culto ptolemaico. No obstante, recientes estudios han demostrado que a pesar de los hallazgos encontrados en estas zonas, la ausencia de centros urbanos importantes permitió que el culto a los dioses egipcios no llegara a implantarse (Cibu, 2002).

3.3. ISIS Y SERAPIS EN ÁFRICA ROMANA 3.3.1. Subdivisión administrativa Tras haber analizado, la evolución, historia e impacto, es el momento para abordar el tema principal del proyecto: Isis y Serapis en África romana. El territorio africano bajo dominio romano se divide en (Manton, 1988):

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1. Mauritania: Dividida a su vez en Mauritania Tinginata y Mauritania Caesarensis. Comprende la actual zona de Marruecos y tres cuartas partes de Argelia. 2. Numidia: Comprende la parte más oriental de Argelia 3. África proconsular: Se extiende por todo Túnez y buena parte de Libia.

Figura 6: División administrativa de África Romana sobre el año 46 a.C. junto con algunas ciudades mencionadas en el trabajo. Elaboración propia

3.3.2. Iconografía de Isis y Serapis en África La iconografía de los dioses en esta región no difiere mucho de la que podemos encontrar en otras zonas del Imperio: 1. Serapis:

Los

restos

de

cabezas

encontradas del dios en la región africana

(Iol

Cesarea,

Lambese,

Thamugadi [Fig 7]…) muestran a un dios maduro de pelo largo y barbado, tocado

con

un

modius,

atributo

iconográfico propio del dios (Laporte, 2002). 2. Isis: Considerada como la diosa de Memfis o la Augusta. De esta deidad han

Figura 7: Una de las cabezas del dios Serapis encontradas en Thamugadi, Argelia (Laporte,2002: 311)

aparecido más restos que de su compañero, por lo que la identificación 18

iconográfica

de

la

diosa,

así

como

el

conocimiento de su representación en esta región es mucho más completa. Isis es representada como una mujer solemne [Fig. 8], tocada con un disco en horizontal, simbolizando la luna, enmarcado por dos víboras. La cabellera, tratada con minuciosidad presenta tres o cuatro tirabuzones, denominados “bulces libios”. En el pecho, la diosa muestra el famoso Nudo de Isis, atributo iconográfico de la diosa. También

puede

instrumento

de

aparecer

llevando

procedencia

remarca la identidad de la diosa.

egipcia,

sistro, que

Figura 8: Estatua de Isis encontrada en Lambese, Argelia (Laporte, 2002:296)

a. Isis lactans: Isis aparece amamantando a su hijo, Harpócrates. Harpócrates es la analogía “a la romana” de Horus egipcio. Éste está representado como un infante que está mamando de la diosa, o bien con una actitud juguetona, cuya característica más desdeñable es cómo el niño se chupa el dedo con la boca. Su aspecto infantil puede recordar al dios Eros, aunque Harpócrates es reconocido por su tocado egipcio (Laporte, 2002).

3.3.3. Las primeras evidencias del conocimiento de Isis El culto a Isis ya era conocido antes de la llegada de los romanos. No obstante, sólo era Cartago donde estos cultos se realizaban gracias a un sincretismo entre la diosa Astarté, Derketó (Atargatis) o Deméter e Isis. Las primeras evidencias del culto isiaco corresponden al siglo IV a.C., aunque solo se limitaban a la zona de África Proconsular (Laurent Bricault, 2002). Esto se debe principalmente al hallazgo de diversos objetos púnicos cuya cronología es mucho anterior a las primeras evidencias de ritos isiacos en otras zonas y que son claras imitaciones de objetos egipcios. Un ejemplo destacable es un amuleto de Isis alada cuya cronología se sitúa en el siglo III a.C. (Laurent Bricault, 2002)

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3.3.4. Expansión de los cultos de Isis y de Serapis por el Norte de África A pesar de que las primeras pruebas de la presencia de estos cultos en tierra africanas se dan en el siglo I a.C. (Roler, 2003), es en el siglo posterior cuando estas religiones se expanden y se desarrollan Los cultos isiacos se expanden a lo largo de las provincias africanas, pero tan solo se constriñen a ciertas ciudades: 1. Mauritania: a. Mauritania Cesarea: En esta región la presencia más importante de los cultos ptolemaicos ser encuentra en su capital: i. Iol Cesarea: templo dedicado a Isis situado en la capital y mandado construir por Juba II en el siglo I d.C. (Roler, 2003) b. Mauritania Tinginata: En esta región tenemos tres evidencias epigráficas, asociadas en ocasiones a algunas monumentales, de la presencia de los cultos ptolemaicos. El primero de ellos situado en Banasa, el segundo en Volubilis, y el tercero en Septem fratres (Bohec, 2002). 2. Numidia: Están documentados la presencia de varios templos, destacándose: i. Cirta: Situado en la actual Constantina (Argelia), se encuentra un templo dedicado al dios Serapis. No hay restos hasta la fecha aunque está atestiguado por un escrito del siglo IV. (Laporte, 2002) ii. Lambese: Se atestigua la presencia de una pequeña capilla dedicada a Isis y Serapis. No obstante, esta capilla estaba situada en un barrio formado por diversos templos, por lo que se piensa que no debió tener mucha trascendencia. (Laporte, 2002) iii. Tigmad: A pesar de que el culto a la Dea Africa en esta ciudad fue abundante también se han encontrado restos que apoyan el culto al dios Serapis (Salcedo, 1996). 3. África Proconsular: La presencia del culto de Isis se documenta desde el siglo IV a.C., aunque es en el siglo I a.C. cuando aparecen los primeros cultos a los dioses ptolemaicos romanizados. Cuya expansión se dará en los siglos siguientes (Laurent Bricault, 2002).

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i. Mauritania y Numidia a. Juba II: El inicio de los cultos ptolemaicos en África

La primera aparición de los cultos ptolemaicos en la región africana están

relacionados con el gobierno del rey Juba II durante el siglo I d.C., en época plenamente augustea (Laporte, 2002). Juba II fue hijo del rey de Numidia, Juba I, quien se suicidó tras la victoria de César sobre Pompeyo. Tras esto, su hijo se traslada a vivir a Roma donde es educado de forma esmerada en las tradiciones grecorromanas. Tras su periodo de educación vuelve a Numidia como rey legítimo pero plenamente romanizado. Juba II se casa con una de las últimas descendientes ptolemaicas

egipcias: Cleopatra

Selene, hija de la última reina de Egipto, Cleopatra VII y Marco Antonio. Su esposa, plenamente alejandrina, había sido educada en los cultos ptolemaicos, cultos que adoptó su marido quien intentó imponerlos en Numidia (Laporte, 2002). No obstante, y debido al carácter romano del rey, los habitantes de Numidia no tardaron en ver al nuevo rey como un rey extraño y extranjero. Este hecho obliga a abandonar a Juba II Numidia y

Figura 9: Algunas monedas de Juba II y Cleopatra Selene. (Laporte, 2002: 259)

trasladarse con su esposa a Mauritania. Juba II es nombrado entonces Rey de Mauritania e hizo de su capital Iol Cesarea enclave plenamente romano. Es aquí donde parece encontrarse la cuna de los cultos a Isis y Serapis en África. A pesar de no tener ningún tipo de evidencia material, si que sabemos de la existencia de un Iseo gracias a las fuentes literarias (Roler, 2003).

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También la existencia de abundantes monedas de Juba II y de Cleopatra Selene que muestran símbolos isiacos [Fig. 9] y egipcios son claras evidencias de la implantación por primera vez de la veneración a las deidades ptolemaicas en esta zona (Laporte, 2002). b. Monedas isiacas de Juba y de Cleopatra Selene

La procedencia egipcia de Cleopatra Selene fue quizá clave para entender la

adopción de Juba II de los cultos de Isis y Serapis (Roler, 2003). La existencia de abundantes pruebas numismáticas que evidencian el ferviente culto que tenían ambos monarcas a la religión ptolemaica es una prueba más que palpable de la implantación de estos cultos en la región africana. Las alusiones a la diosa Isis son muy abundantes en las monedas de Juba II, que puede aparecer solo o junto a su esposa [Fig. 9]. Estas alusiones pueden ser de diversos tipos, siendo muy frecuente el uso de atributos iconográficos de la diosa como los signos lunares, las estrellas, el tocado isiaco formado por dos víboras o el sistro. Serapis, por otro lado, también puede ser representado a través de sus atributos iconográficos o como un buey. El tipo principal de emisión numismática de este periodo responde a un modelo ya presente en épocas anteriores, en el que aparece el monarca a modo de βασιλεως acompañado de diversos atributos iconográficos de distintos dioses. (Laporte, 2002). c. Edificaciones principales

A primera vista, observamos cómo los cultos ptolemaicos parecen extenderse

por Numidia y por Mauritania durante el siglo II y III pero solo a ciertas ciudades. El porqué de ello parece residir en la propia esencia de las ciudades. Tres de las cuatro ciudades (Iol Cesarea, Lambaesis y Tigmad) son ciudades fundadas como enclave militar romano (excepto Iol Cesarea): 1. Tigmad: Es mandada construir por Trajano ex nihilo como zona militar en el año 100. Desde su fundación, Tigmad experimenta un crecimiento espectacular. Los contactos que se producen entre las distintas culturas (egipcios, romanos e indígenas) se tradujeron en el florecimiento de los sincretismos religiosos cuya máxima expresión se atestigua con la 22

construcción del mayor conjunto religioso de la región del Norte de África (Salcedo, 1996). El culto más característico de la ciudad será el de Dea Africa, pero no hay que obviar los restos del pequeño santuario que se encuentra en este complejo y que apoyan el culto del dios Serapis, que, aunque minoritario no es inexistente (Laporte, 2002). 2.

Lambaesis: También es una ciudad castrense romana. En ella se encontraron restos de dos santuarios contiguos (Salcedo, 1996). Sabemos la existencia de la veneración por los dioses ptolemaicos debido al hallazgo de una estatua de Isis. Aunque lo que más evidencia las religiones sincréticas de Isis y de Serapis es el templo dedicado a ambas deidades (Laporte, 2002).

3.

Iol Cesarea: pese a no ser militar fue una urbe construida por Juba II, rey ya de por sí plenamente romanizado. Esta ciudad, construida siguiendo el gusto del rey mauritano, cuenta con un Iseo y multitud de evidencias que demuestran la existencia de los cultos de Isis y Serapis (Roler, 2003).

Al analizar estas tres ciudades parece que la expansión de los cultos ptolemaicos fue más teórica que real. La adopción de estos cultos solo se produjo en ciudades claramente de carácter romano y no se da en otras zonas “indígenas”. Se trata, por tanto, no de una adopción sino una implantación de cultos ya que fueron los colonos quienes establecieron sus cultos y no los indígenas quienes aceptaron estas nuevas religiones. d. Otras evidencias del culto de Isis y Serapis en Mauritania y Numidia - Lucernas y otros objetos: ¿Culto de clases bajas?

No obstante, y más allá de la existencia de grandes templos o grandes estatuas,

también es importante el análisis de otros objetos que, a pesar de ser construidos de forma modesta pueden dar una valiosa información sobre la extensión real del culto de Isis y de Serapis. Muchos de estos objetos, en la mayoría lucernas con iconografía ptolemaica, fueron considerados como objetos que, debido a lo modesto de su fabricación, pertenecían a las clases populares (Toutain, 1967). De ahí la falsa vinculación de los cultos ptolemaicos y las clases más bajas de la sociedad romano-africana (Cadotte, 2007). 23

Pero no es lo modesto de sus materiales, sino su presencia en las tumbas de esta clase lo que permite poder decir que al igual que las élites también fueron las capas bajas de la sociedad quienes practicaron también estos cultos (Laporte, 2002). A pesar de ello, hay que subrayar su presencia en zonas plenamente romanizadas y por tanto zonas muy aisladas de África romana (Laporte, 2002). Esto permite que se pueda establecer por tanto una conexión entre grados de romanización tanto en cuanto, estos cultos se hubieran establecido. La población africana, mayormente las élites municipales, siguió adorando a sus dioses (Toutain, 1967), aunque de forma romanizada: Saturno, Ceres y Caelestis (Cadotte, 2007). e. Las tres evidencias epigráficas de Mauritania Tingitana

Las tres evidencias epigráficas que aparecen en Mauritania Tinginata también

son dignas de estudio. A pesar de que estas evidencias ya de por sí son muy escasas su presencia indican la extensión de estos cultos por esta zona (Bohec, 2002). 1. Primera Inscripción: Hallada en Banasa (Sidi Al bou Djenoum, Marruecos) a 25 km del Atlántico. Se trata de un grabado sobre mármol encontrado delante de un templo denominado “el Capitolio” cuya transcripción sería la siguiente: Isidi Aug(ustae) sacrum./ L. Antoninus Cha/ rito, L. Anton(i)/ Valentis lib(ertus), ob/ honorem (se)/ uiratus, d(e)d(it et) d(e)d(icauit). “Consagración a Isis Augusta. Lucio Antonino Caro, liberto de Lucio Antonino Valero, ofrece esta dedicación en honor a… A pesar de que la datación no es del todo exacta, la presencia del tria nomina nos indica que la inscripción puede estar en torno al siglo II-III d.C. (Bohec, 2002). Lo interesante de esta epigrafía es el epíteto de Isis como Augusta. Esta terminación suele relacionar directamente con los cultos imperiales (Vega, 2012), ya que es usado para indicar un lazo de parentesco con el emperador. Sin embargo, esto no es siempre así ya que este término ya es utilizado desde tiempos de la monarquía y puede indicar también una característica de superioridad (Bohec, 2002).

24

En este caso, y tras comprobar que el oferente es un liberto, se puede observar que la intencionalidad del texto indica una el agradecimiento de una petición a Isis. Y que de paso el personaje, en su condición de liberto, usa a la divinidad para obviar su origen humilde (Bohec, 2002), y agradecer su ascensión al sevirato. 2. Segunda inscripción: La segunda inscripción fue encontrada en Volubilis. Fue hallada en el foro, concretamente en la parte central del mismo. No sólo es esta inscripción la que apoya un posible culto en esta zona sino que también el hallazgo de una estatua de Serapis-Hércules y dos estatuas de Isis, evidencian la posible existencia de cultos ptolemaicos en la ciudad. La inscripción reza lo siguiente:

Isidi Aug(ustae) sacrum/ Caecilius Felix L. Caec(ilii)/ [C]aecilani libertus,/ [ob h]onorem (se)uri(atus),/ d(e) s(uo) [p(osuit)].

Cuya traducción al castellano moderno sería la siguiente:

“Consagración a la Augusta Isis. Lucio Caecilio Felix, liberto de Lucio Caecilio Caeciliano, ha hecho instalar (este monumento) en agradecimiento de su ascensión a sevirato” Al igual que la anterior inscripción, se trata de un liberto que agradece su ascensión social. El sevirato fue una institución urbana de carácter semioficial, propia de las coloniae y municipiae que permitían a los libertos enriquecidos ejercer algunos cargos públicos (Cuesta, 2014). Por lo que esta inscripción al igual que la anterior tiene seguramente el mismo objetivo. 3. Tercera inscripción: Hallada en Septem Fratres, la actual Ceuta. En este caso se trata de una estela de la que solo se conserva la parte derecha superior y que aparece el nombre de Isidi, no obstante, su mala conservación impide saber que es lo que pone, aunque la aparición del nombre de Isis podría ser un testimonio de los cultos ptolemaicos en esta región (Bohec, 2002). Es interesante observar como en estas inscripciones, son libertos quienes no solo agradecen a Isis su posesión del sevirato sino que además la elevan al rango de Augusta. 25

Podría interpretarse por tanto que en esta región el uso de la deidad es una forma de legitimar su pertenencia a una clase social elevada y directamente ligada con la ciudadanía romana. Algo que podría concordar con el uso de los cultos ptolemaicos como muestra de romanización.

3.3.5. África Proconsular i. La problemática púnica Las evidencias de la existencia del culto a Isis en África Proconsular antes de la llegada de los romanos son más que evidentes. Como se indicó anteriormente, ya tenemos evidencias púnico-fenicias que atestiguan, no solo el conocimiento de la diosa egipcia sino su adoración bajo formas sincréticas púnicas y fenicias (Laurent Bricault, 2002). En Cirene, por ejemplo, hay constancia de la existencia de un templo de Isis erigido desde el siglo IV a.C. apoyado por fuentes epigráficas e iconográficas que lo evidencian (Laurent Bricault, 2002). Sin embargo, y a pesar de este testimonio aplastante, hay que tener en cuenta que estamos hablando de los cultos romanos de Isis y no de los púnicos. ¿La existencia de cultos a Isis pudo afectar a la visión indígena con la llegada del mismo culto pero bajo interpretación romana? ii. Las primeras evidencias de los cultos de Isis y Serapis bajo dominio romano Tras la destrucción de Cartago en el 146 a.C. a manos de los romanos (Hervás, 1995) los cultos a la diosa Isis parecen sumirse en un letargo. La primera evidencia del resurgimiento de esta religión mistérica parece producirse en el siglo I a.C. cuando la provincia de África Proconsular es adherida al Imperio a manos de Augusto (Laurent Bricault, 2002). El culto de Isis parece restablecerse, pero esta vez, la diosa estará acompañada de su compañero, Serapis. Esto se debe al hallazgo de varias monedas de la época con el busto del dios (Laurent Bricault, 2002).

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Los templos de esta época no están bien documentados, de hecho se sospecha que hay dos templos asociados a los dioses ptolemaicos: 1. Templos de Sabratha (Libia): a. Serapeum: Se trata de un templo situado al noroeste del foro de la ciudad de Sarbratha. Tradicionalmente se ha identificado como un Serapeum, debido principalmente al hallazgo de dos cabezas barbadas que han sido atribuidas al dios Serapis. Sin embargo, la ausencia de buenas publicaciones sobre las mismas no permite corroborar que estas pertenezcan a la deidad (Laurent Bricault, 2002). b. Iseo: El segundo templo muestra el mismo problema que el anterior. Este supuesto Iseo está situado en la costa de Sabratha. Las excavaciones de este templo se realizan en los años 30 y 40 del siglo XX a cargo de arqueólogos italianos quienes lo catalogan como Iseo pero sin ningún tipo de prueba que lo apoye, por lo que podría ser de cualquier deidad. (Laurent Bricault, 2002). iii. Expansión de los cultos ptolemaicos en África Proconsular A partir de los siglos II y III d.C., los cultos ptolemaicos en África Proconsular se expanden. Los testimonios referidos a Isis y Serapis se multiplican y la construcción de templos dedicados a los dioses se hace totalmente evidente (Laurent Bricault, 2002). 1. Leptis Magna: En esta ciudad aparece un templo asociado al dios Serapis, de hecho, son múltiples los materiales que se encuentran en las inmediaciones del templo y que corroboran el culto al dios sincrético en este santuario. A pesar de que el templo no ha podido ser fechado con exactitud, el hallazgo de una estatua de Marco Aurelio en este templo ha permitido situar la erección del templo en época Antonina (Laurent Bricault, 2002). 2. Bulla Regia: En este caso, el templo que encontramos en esta ciudad se trata de un Iseo situado en las proximidades del teatro de la urbe. Un altar dedicado a la diosa y una estatua de la misma deidad permiten la identificación del santuario isiaco. Ambos materiales, tanto el altar como la estatua, están fechados en el siglo II d.C., también en época Antonina.

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Otros materiales, como numerosas lucernas con iconografía de ambos dioses ptolemaicos o varias estatuas en otros lugares de la ciudad también datan de esta época (Laurent Bricault, 2002). En otras zonas de África Proconsular, la aparición de numerosas evidencias de los cultos ptolemaicos se triplica. Lucernas, estatuas y otros documentos muestran como estos cultos se expanden por la región de África Proconsular. Sin embargo, esta “explosión” no es casual. La dinastía Severa promociona ferozmente estas religiones mistéricas por lo que su expansión en esta zona se debe por presión del estado y no por una adopción de los propios indígenas.

28

4. Conclusiones

Desde los primeros testimonios de la diosa Isis en el 2600 a.C., hasta el declive y

abandono de los cultos ptolemaicos en el siglo IV d.C., la evolución y transformación de estas religiones mistéricas fueron evidentes. Tras una etapa de transición acaecida durante los siglos IV y III a.C., donde los primeros sincretismos e interpretaciones se realizan en la costa siria, pasando después a la Magna Grecia cuyo conocimiento es absorbido por los romanos, el culto de Isis y de Serapis se extenderá por todas las provincias de Roma, llegando a ser incluso promocionado por algunos emperadores. En el caso de las regiones de África del Norte, el culto de Isis y de Serapis tiene efectos distintos en la población y fueron usados para distintos fines: 1. Mauritania y Numidia: Los cultos se extienden principalmente por zonas totalmente romanizadas. Estas zonas, en su mayoría castrenses, o como en el caso de Iol Cesarea,

construidas al gusto de un rey, comparten una

característica en común: la presencia romana desde su inicio o bien su creación desde una mente romanizada. El análisis de los testimonios referidos a los cultos ptolemaicos hallados en las regiones de Numidia y Mauritania, demuestra que, estos cultos fueron usados por la población como medio de promoción social. Esto es evidente, tanto en cuanto, encontramos producciones asociadas a estos cultos en contextos cuyo objetivo es la promoción de un estatus, en este caso, la de ciudadano romano. Las epigrafías, en las que libertos agradecen a la Augusta Isis su ascenso, lucernas encontradas en contextos funerarios, así como producciones numismáticas con simbología ptolemaica; parecen indicar que estos cultos sirvieron para promocionar una razón social. Sería quizá interesante analizar los objetos ptolemaicos hallados en las distintas ciudades para realizar un análisis de romanización. 2. África Proconsular: A diferencia de las dos regiones anteriores, el culto de Isis, en África Proconsular ya era conocido desde el siglo IV a.C. Este culto estaba sincretizado con otras deidades púnicas y fenicias. Tras la destrucción de Cartago en el siglo II a.C., este culto parece desaparecer. 29

Sin embargo, la llegada de los romanos provoca la reinstauración del culto Isiaco, aunque bajo una visión romana algo que no debió calar mucho en la mente indígena. Es interesante observar, como en esta región, estos cultos no parecen ser usados por la población como medida de promoción social. A pesar de que las evidencias y testimonios de la existencia de cultos ptolemaicos en África Proconsular son más abundantes que en Mauritania o Numidia, aún parece no haberse encontrado ninguna prueba que asocie estos cultos con el interés de algún individuo de acercarse al estado romano. De hecho, es más que posible que la expansión de estos cultos por África Proconsular en los siglos II y III d.C. fueran más bien debido a una promoción imperial que a una adopción voluntaria por parte de los fieles. El uso de las religiones en Roma para mantener sus bases estatales fue una herramienta muy utilizada a lo largo de su trayectoria. De hecho, sería muy interesante relacionar cómo el declive y caída del aparato estatal romano se produce con la adopción del cristianismo, cuya esencia era incompatible con el sistema social y político del Imperio. En el caso de las religiones ptolemaicas, cuya base era más humana y cercana a los individuos; Roma aprovechó su expansión para incluirla en sus creencias, ya que la hacerla oficial permitía la cercanía entre el sistema romano y los fieles. Esto demuestra de nuevo, cómo en algunas ocasiones los nuevos fieles usaban estas religiones como pretexto para declarar su orgullo por su pertenencia a la cultura de Roma, o cómo en otras ocasiones, los emperadores desarrollaron fervientes políticas para implantar a toda costa esto cultos y así intentar evitar el cuestionamiento de la sociedad romana que comienza a producirse en el siglo III d.C., coincidiendo con la crisis del Estado romano.

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5. IÍndice de Ilustraciones

Figura 1. Isis, según la iconografía egipcia...................................................................... 4 Figura 2. Estatua de Serapis, Museo Pio-Clementino (Vaticano) ................................... 5 Figura 3. Copia romana de Isis helenística. Seguramente se trate de una Isis propia de la escuela de Alejandría. Museo del Pardo (Madrid) ...................................... 8 Figura 4. Sincretismo entre Isis y Deméter. Villa de Adriano (Trívoli) .......................... 10 Figura 5. Sincretismo entre Isis y Afrodita. The Metropolitan Museum of Art (Nueva York) ................................................................................................................ 10 Figura 6. División administrativa de África Romana sobre el año 46 a.C. junto con algunas ciudades mencionadas en el trabajo. Elaboración propia ................... 18 Figura 7. Una de las cabezas del dios Serapis encontradas en Thamugadi, Argelia (Laporte,2002: 311) ......................................................................................... 18 Figura 8. Estatua de Isis encontrada en Lambese, Argelia (Laporte, 2002:296) ............. 19 Figura 9. Algunas monedas de Juba II y Cleopatra Selene. (Laporte, 2002: 259) ......... 21

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