“Intervenciones arquitectónicas renacentistas en los palacios reales de Pamplona y Olite”, XIX Congreso del CEHA. Las artes y la arquitectura del poder, Castellón, Universitat Jaume I, 2013, pp. 889-906

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Descripción

Intervenciones arquitectónicas renacentistas en los palacios reales de Pamplona y Olite MARÍA JOSEFA TARIFA CASTILLA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA

Resumen: El presente artículo aborda las renovaciones renacentistas que transformaron los palacios reales navarros de Pamplona y Olite promovidas por los virreyes que los habitaron, especialmente Sancho Martínez de Leiva y el marqués de Almazán. En las remodelaciones arquitectónicas acometidas entre las décadas de 1570 y 1580 sobresale la supervisión y ejecución de trazas del artista genovés Juan Luis de Musante, maestro mayor de las obras reales de Navarra al servicio del monarca Felipe II. Palabras clave: Arquitectura, Renacimiento, Siglo XVI, Palacio, Pamplona, Olite, Juan Luis de Musante, Sancho Martínez de Leyva, Marqués de Almazán Abstract: This article deals about the Renaissance renovations that transformed the royal palaces of Olite and Pamplona promoted by the viceroys who inhabited them, especially Sancho Martinez de Leyva and the Marquis of Almazan. In the architectural renovations undertaken between 1570 and 1580 decades it is outstanding the performance monitoring and giving traces of the Genoese artist Juan Luis de Musante, master of the royal works in Navarre at the service of King Philip II. Keywords: Architecture, Renaissance, sixteenth century, Palace, Pamplona, Olite, Juan Luis de Musante, Sancho Martinez de Leyva, Marquis of Almazan El siglo XVI fue un periodo crucial para la historia del reino de Navarra, ya que se produjo, sin lugar a dudas, uno de los episodios de mayor repercusión en su devenir político,

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como fue la anexión a la Corona de Castilla en 15151. Esta realidad supuso el final de una monarquía o dinastía privativa navarra que rigiera sus destinos desde la creación del Viejo Reino en el siglo XI, cuyos orígenes se remontaban doscientos años con la configuración del Reino de Pamplona. Con la llegada al trono de Carlos I en 1516, los navarros pasaron a tener el mismo rey que el resto de los súbditos de los territorios que conformaban la Monarquía Hispánica. Consecuentemente, se instituyó la figura del virrey en los territorios navarros2, al igual que ocurrió con los dominios de la Corona de Aragón, Galicia o las tierras conquistadas de América, quien como representante del monarca, asumió la suprema autoridad civil y el mando militar. Sin embargo, Navarra siguió conservando sus fueros y leyes especiales3, e incluso Felipe II no tuvo inconveniente en reforzar sus instituciones privativas. Los numerosos palacios reales medievales en los que los monarcas navarros habían residido, como el de Pamplona, Olite, Tafalla, Estella, Sangüesa y Tudela4, quedaron deshabitados tras la anexión de Navarra a Castilla. En el caso del palacio de Pamplona, se convirtió en la residencia habitual del virrey, mientras que el resto de casas reales fueron ocupadas por destacados miembros de la nobleza navarra, como los Mencos, que disfrutaron del título hereditario de alcaides perpetuos del palacio de Tafalla, o los Rada, que ostentaron el rango de conserjes del palacio de Olite. Las remodelaciones emprendidas a lo largo del siglo XVI en los palacios reales no sólo respondieron a un fin utilitario, como era mejorar la habitabilidad de los viejos caserones, muy maltratados por la humedad, el paso del tiempo y el abandono. A ello se sumaron motivos de carácter estético, ante el deseo de remodelarlos siguiendo las directrices del nuevo lenguaje renacentista para que su construcción fuese acorde a la moda del momento. Finalmente, también hay que incidir en la importancia que en aquella época tenía el edificio como símbolo del poder real, que se traducía al exterior a través de su monumentalidad, disposición, materiales de construcción y emblemas heráldicos colocados en las fachadas. Estas tres causas se hacen perceptibles en las importantes reformas que se acometieron en dos de los principales palacios navarros a lo largo del Quinientos, el de Pamplona y Olite, en los que centramos el presente estudio. De dichas intervenciones arquitectónicas prestaremos especial atención a las realizadas en las décadas de 1570 y 1580, ya que en la remodelación  1.

2. 3.

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Boissonnade, P., La conquista de Navarra, Pamplona, Mintzoa, 1981. Suárez Fernández, L., Fernando el Católico y Navarra: El proceso de incorporación del reino a la Corona de España, Madrid, Rialp, 1985. Vázquez de Prada,V., «Conquista e incorporación de Navarra a Castilla», Cuestiones de Historia Moderna y Contemporánea de Navarra, Pamplona, Eunsa, 1986, pp. 11-24. Floristán Imízcoz, A., Historia de Navarra, III. Pervivencia y Renacimiento (1521-1808), Pamplona, Gobierno de Navarra, 1994. Salcedo Izu, J., El Consejo Real de Navarra en el siglo XVI, Pamplona, Universidad de Navarra, 1964, p. 66. Floristán Imízcoz, A., «Incorporación a Castilla y desarrollo institucional», Cuestiones de Historia Moderna y Contemporánea de Navarra, Pamplona, Eunsa, 1986, pp. 25-40. Floristán Imízcoz, A., «La unión a la Monarquía Española y a Francia», en Historia de Navarra, 2. Edades Moderna y Contemporánea, Pamplona, Diario de Navarra, 1993, pp. 321-329. Fortún Pérez de Ciriza, L.J., Floristán Imízcoz, A. y Virto Ibáñez, J.J., Historia de Navarra, III. Desde 1512 hasta nuestros días, Pamplona, Herder, 1989, pp. 9-30. VVAA, Sedes reales de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1991. Índice

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de ambos conjuntos reales participó uno de los artistas extranjeros mas sobresalientes e interesantes que encontramos trabajando en Navarra en el ámbito arquitectónico a lo largo del siglo XVI, como fue el italiano Juan Luis de Musante.

Algunos apuntes biográficos de Juan Luis de Musante La llegada del genovés Juan Luis de Musante a Pamplona tuvo lugar a mediados de la década de 1570, para desempeñar el prestigioso cargo de maestro mayor de obras reales en Navarra al servicio del monarca Felipe II. Uno de sus principales cometidos fue la supervisión de la construcción de la ciudadela de Pamplona desde aproximadamente 1575 hasta la fecha de su fallecimiento en 1587. Los amplios conocimientos que Musante había adquirido en materia arquitectónica le hicieron sobresalir en su faceta de tracista, proporcionando los planos para la edificación del nuevo del monasterio de Leyre (1578-87)5 o la ampliación de la cabecera y crucero de la parroquia de Lerín6, ejemplo sobresaliente de la arquitectura clasicista en el ámbito geográfico navarro. Diseños para los que emplearía con destreza el «compas y una escuadra de laton forjado con otro yerro de laton», utensilios registrados en el inventario realizado de sus bienes a su muerte, así como «un tres ojas de laton para haçer cuadrantes»7. En definitiva, una figura de primer orden dentro de la producción arquitectónica navarra del último tercio del siglo XVI, con una elevada cultura, como revelan los 114 volúmenes impresos que componían su biblioteca, formada por libros de tratadística arquitectónica y otras materias afines a la construcción como las matemáticas, la geometría, aritmética, perspectiva o fortificación, entre otras disciplinas históricas, filosóficas y científicas8. En cambio, desconocíamos hasta el momento la participación y supervisión por parte de Musante de las reformas emprendidas en otros conjuntos civiles que son manifestación del poder real en Navarra, como las llevadas a cabo en los palacios reales de Pamplona y de Olite, remodelaciones emprendidas por los virreyes que los habitaron mientras desempañaron este importante cargo en el gobierno.  5.

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7. 8.

Tarifa Castilla, M.J., «El maestro italiano Juan Luis de Musante y su proyección en la arquitectura navarra del siglo XVI», Cuadernos de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, nº 3, Presencia e influencias exteriores en el Arte Navarro, Pamplona, Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, 2008, pp. 610-613. Por la maestría de esta obra que Musante acometía en el monasterio de Leyre, el marqués de Almazán le adjudicó la cifra de 1.000 ducados. Archivo General de Navarra (AGN). Prot. Not. Olite. Martín Ruiz. 1586. Tarifa Castilla, M.J., «La iglesia parroquial de Lerín: ejemplo excepcional de arquitectura manierista en Navarra», Príncipe de Viana, 2009, nº 246, pp. 10-12 y 18-29. Tarifa Castilla, M.J., «La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Lerín», en Garnica Cruz, A. y Ona González, J.L. (coords.), Lerín: Historia, Naturaleza, Arte, Zaragoza, Ayuntamiento de Lerín, 2010, pp. 187-188 y 191-195. AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 224054, fol. 85. Tarifa Castilla, M.J., «La biblioteca del genovés Juan Luis de Musante (1587), maestro mayor de obras reales de Felipe II», Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, 2011, vol. 23, pp. 31-46. Índice

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El palacio real de Pamplona Como ya hemos adelantado, la llegada del genovés Juan Luis de Musante a Pamplona tuvo lugar hacia el año 1575, por tanto al inicio del virreinato de Sancho Martínez de Leiva (1575-1579)9, quien expidió una cédula nombrándolo maestro mayor de las obras reales de Navarra. De acuerdo con este cargo, una de sus principales ocupaciones fue la supervisión de la buena marcha de las obras que se estaban acometiendo en la ciudadela de Pamplona10, apenas iniciada cuatro años antes, en 1571 de acuerdo a la traza, diseños y dirección del prestigioso ingeniero italiano Jacobo Palear Fratín11. Un empleo que le otorgó un alto prestigio profesional, llegando a contraer matrimonio en noviembre de 1577 con Catalina de Altuna12, hija de Juan de Villarreal, destacado arquitecto guipuzcoano que ostentaba el relevante título de veedor de obras eclesiásticas del obispado de Pamplona13. Como maestro mayor de obras reales, Juan Luis de Musante también intervino en las obras de remodelación palacio real de Pamplona (Fig. 1). Un edificio que había sido construido en tiempos de Sancho VI el Sabio (1150-1194) y donado por Sancho el Fuerte al obispo de Pamplona en 1198, una interesante muestra de arquitectura civil medieval, con dos grandes naves y una torre de esquina dispuestas en L. Constaba de amplias salas de reuniones y espacios para la vida privada, un pórtico y una galería de madera14. En el siglo XVI se produciría la primera de las grandes transformaciones que el edificio sufrió en época moderna, que llevaron a la modificación completa del palacio en planta y alzados, con el añadido de nuevas construcciones en las que el antiguo núcleo del siglo XII quedó absolutamente oculto. Tras la anexión de Navarra a Castilla el palacio real pamplonés dejó de ser residencia de la monarquía privativa de Navarra, en el que moraron los últimos monarcas propiamente navarros Juan de Labrit y Catalina de Albret, quienes tuvieron que salir precipitadamente del  9. 10. 11.

12. 13. 14.

Sáenz Berceo, M.C., «El virreinato en Navarra: Sancho Martínez de Leiva», Revista jurídica de Navarra, 1997, nº 23, pp. 184-188. Tarifa Castilla, M.J., «Juan Luis de Musante, maestro mayor de las obras de la ciudadela de Pamplona», Artigrama, 2012, nº 26 (en prensa). Idoate, F., «Las fortificaciones de Pamplona a partir de la conquista de Navarra», Príncipe de Viana, 1954, nº 5455, pp. 76-87. Martinena Ruiz, J.J., La ciudadela de Pamplona, Colección Breve, nº. 11, Pamplona, Ayuntamiento, 1987, pp. 5-31. Echarri Iribarren, V., Las murallas y la ciudadela de Pamplona, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2004, pp. 137-177. Cámara Muñoz, A., «La ciudadela de Pamplona bajo los austrias», en Actas del Congreso Internacional Ciudades Amuralladas, Pamplona 24-26 noviembre 2005, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2007, pp. 33-55. Echarri Iribarren, V., «Génesis y evolución del recinto amurallado de Pamplona a partir del siglo XVI», en Actas del Congreso Internacional Ciudades Amuralladas, Pamplona 24-26 noviembre 2005, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2007, pp. 57-64. Martinena Ruiz, J.J., La Ciudadela de Pamplona. Cinco siglos de vida de una fortaleza inexpugnable, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, 2011, pp. 15-34. AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 224054, fol. 27. Tarifa Castilla, M.J., «Juan de Villarreal: tradición e innovación en la arquitectura navarra del siglo XVI», Príncipe de Viana, 2000, nº 221, pp. 617-654. Martínez de Aguirre, J. y Sancho J., «El palacio real durante la Edad Media», en El Palacio Real de Pamplona, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2004, pp. 13-88 y 110-126. Índice

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reino, dejando el palacio con los enseres y mobiliario empleado hasta el momento. A partir del segundo tercio del siglo XVI el palacio real de Pamplona pasó a ser ocupado por los virreyes, de ahí el apelativo de palacio de los Virreyes con que a veces se le denomina. También recibió el sobrenombre de palacio viejo, porque que tras la anexión el edificio fue abandonado, residiendo los virreyes en la fortaleza o castillo que mandó construir Fernando el Católico en 1513 en el sitio que ocupaba desde el siglo XIII el antiguo convento de dominicos, llamado de Santiago, no siendo habitado nuevamente hasta el año de 153915. No obstante, el palacio siguió siendo utilizado como alojamiento regio en las contadas ocasiones en que los monarcas hispanos visitaron la capital navarra. Así, en él se aposentó Carlos V durante su segunda visita a Pamplona en 154216, Isabel de Valois, la futura esposa de Felipe II lo hizo en enero de 1560 y el propio Felipe II en 159217. El marqués de Cañete fue el primer virrey que pasó a residir en el antiguo palacio de los reyes, emplazado en un punto dominante de la muralla de la ciudad, en el tramo comprendido entre los portales llamados de la Rocha y de Francia o del abrevador. El marqués se vio obligado a realizar en el edificio obras de consideración, tras años de abandono del inmueble y por su antigüedad, así como por su nuevo uso y función, al convertirse en residencia de la primera autoridad civil del reino, lo que exigía darle una distribución más cómoda y funcional acorde con la dignidad del nuevo inquilino, dotándolo de más habitaciones y de amplias salas de tipo palaciego, acordes con su función residencial. Hacia 1539-1540 se acometió la remodelación del patio central, de planta cuadrangular, formado por galerías o crujías porticadas, con un segundo piso sustentado por pilares que remataban en zapatas de madera. Las obras se llevaron a cabo bajo la dirección de Pedro del Malpaso, veedor de las obras reales del reino de Navarra, interviniendo en la obra de carpintería los maestros Juan de Ibiricu, Nicolau de Esténoz y Alonso Durazno y los gastos corrieron a cargo de Juan de Alarcón, pagador de obras reales18. En la actualidad el edificio tan sólo conserva la planimetría originaria del patio renacentista, porticado en dos de sus lados y sustentado por pilares cuadrados de ángulos ochavados. Importantes también fueron las reformas y mejoras que sufrió el palacio real de Pamplona bajo el mandato del virrey Sancho Martínez de Leiva (1575-1579), financiadas de su propio bolsillo. Un edificio en el que precisamente se hospedó Juan Luis de Musante a su llegada a la ciudad a mediados de la década de 1570, dado el aprecio y amistad que el virrey tuvo hacia su persona. El genovés contaba con un aposento para uso privado, perfectamente  15. Martinena Ruiz, J.J., «El palacio Real en los siglos XVI al XX», en El Palacio Real de Pamplona, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2004, pp. 146-147. 16. En su visita a Navarra, el emperador permaneció en Pamplona los días 13 al 15 de junio, pernoctando las tres noches en el palacio real. Iribarren, J.M., Pamplona y los viajeros de otros siglos, Pamplona, 1957, pp. 21-22. Martinena, J.J., «Historia de las visitas reales», en Los Reyes en Navarra, Pamplona, 1988, pp. 187-188. Idoate, F., Esfuerzo bélico de Navarra en el siglo XVI, Pamplona, 1981, p. 56. 17. Martinena, J.J., «Ceremonial de las presencias reales», en Signos de identidad histórica para Navarra, II, Pamplona, 1996, pp. 49-51. 18. AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 64.413. Martinena Ruiz, J.J., op. cit., 2004, pp. 147-149. Índice

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amueblado con enseres propios, como cofres, sillas, mesas, bancos, además de todo el ajuar textil necesario de cama y mesa19. De la participación de Musante en las obras acometidas en el palacio del virrey da testimonio el inventario de los papeles que guardaba en el escritorio de la casa que tenía alquilada en la capital navarra a su muerte en 1587, referido como «un memorial de las obras que Joan Luis a de haçer en la casa y palacio real desta ciudad, firmado del Virrey»20. Lo escueto de la referencia no permite precisar la cronología más allá de los referidos años de 1575-1578 en los que Martínez de Leiva ocupó el cargo, ni tampoco aclarar en qué consistió exactamente su intervención. Desgraciadamente, los fondos documentales del Archivo Real y General de Navarra, en sus secciones de reino, comptos, protocolos notariales o tribunales reales, entre otros, no arrojan más luz al respecto. No obstante, una carta de Felipe II fechada el 18 de marzo de 1579, dirigida al sucesor de Leiva en el virreinato, proporciona información sobre aquellas obras, consistentes en «muchos reparos y aposentos vaxos y remidió otros altos con corredores cerrados con encerados y redes de yerros para pájaros y otros que caen sobre el río y una estufa con sus calderas y una cisterna y una torre y bodega para el vino y otra sala baja con otros aposentos para verano que caen a la parte el río, y un jardín que hizo hazer en el suelo de unas casas que se incorporaron en la Casa Real, que se extienden hasta la muralla que está junto a ella; y asimismo hizo otros reparos con muchas puertas y ventanas, encerados vidrieras, que todo está muy bien hecho» 21. Es decir, que mejoró la habitabilidad del palacio con la edificación de nuevos aposentos, poniendo en funcionamiento un sistema de calefacción para calentar estos fríos caserones construidos en piedra, y por el contrario acomodando otro espacio de la vivienda como residencia de verano con vistas al río Arga. También recuperó probablemente la cisterna para almacenar agua, e incluso la bodega donde guardaría a buen recaudo y temperatura adecuada los caldos de la tierra que degustaría en sus ingestas. El palacio además fue embellecido con la creación de un espacio próximo destinado a jardín y huerta, comprendido entre el muro de piedra del lado oeste, el camino de ronda de la muralla de la ciudad y la huerta del convento de los dominicos22. En definitiva, las reformas acometidas por el virrey Martínez de Leiva en esta sobresaliente mansión pamplonesa tuvieron una clara finalidad propagandística, la de mostrar ostentosamente a los habitantes de la ciudad el nivel social y económico de su dueño, el rey, y en segunda instancia la de su representante desde el punto de vista político en estas tierras navarras, concretando esta distinción en lo externo, especialmente en las fachadas, pero tam 19. 20. 21. 22.

AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 224099, fols. 98v-100v. AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 224054, fol. 88v. Martinena Ruiz, J.J., op. cit., 2004, pp. 151-152. Para dar al jardín y a huerta el espacio suficiente, el virrey adquirió por 4.100 ducados una casa en la que estaba la tenería o «tañería» del gremio de los zapateros, que hizo derribar, anexionando el solar, que quedó incorporado al real patrimonio. A los zapateros se les dejó debiendo 2.100 ducados, por lo que reclamaron al rey dicha cantidad. Felipe II mandó por cédula expedida el 18 de marzo de 1579 que se les pagase. Martinena Ruiz, J.J., op. cit., 2004, p. 153. Índice

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bién en su distribución interior, con estancias espaciosas revestidas por un mobiliario y objetos de decoración que dotaron a estas salas de fastuosidad y lujo. En definitiva, Martínez de Leiva puso en práctica las ideas del tratadista romano Vitruvio, que fueron recogidas por la teoría arquitectónica del renacimiento, para quien los tres elementos básicos de cualquier construcción civil eran firmitas, utilitas y venustas, por lo que un palacio debía agradar al que lo habitara, adornar la ciudad y deleitar al que lo contemplara23. Las sucesivas intervenciones a las que se vio sometido el edificio con posterioridad provocaron que el viejo palacio medieval, renovado parcialmente en el Quinientos, fuera perdiendo la noble presencia que tuvo en los siglos precedentes, viéndose muy afectado por las dos explosiones acaecidas en el molino de pólvora de la Rochapea en 1673 y 1733, que dañaron gravemente la fábrica. Su función como palacio de los virreyes se mantuvo hasta 1840, momento en que bajo la titularidad del ejército pasó a ser sucesivamente residencia de los Capitanes Generales hasta 1880 y Gobierno Militar hasta 1972. A partir de este año el edificio quedó abandonado, iniciándose un progresivo y alarmante proceso de deterioro, si bien a partir de 1994 se le dio un nuevo destino como sede del Archivo Real y General de Navarra, encargándose del proyecto de rehabilitación y adecuación el arquitecto Rafael Moneo, concluyendo las obras para el 2004. A pesar de todas las transformaciones y remodelaciones sufridas por el edifico, en la fachada principal del mismo se conservó la puerta que el virrey Martín de Córdoba mandó hacer con ocasión de la visita del monarca Felipe II a la ciudad en 1592 (Fig. 2). La remodelación del vano de acceso al interior no sólo estuvo motivado por un fin estético, el de hermosear la fachada, sino que más bien primó otra causa, la de colocar en ella el escudo con las armas reales, alusivas a la pertenencia del edificio por parte de la monarquía, para lo que hubo que eliminar la anterior divisa perteneciente a algún obispo24. Con esta actuación se pretendió consolidar y afianzar la posesión del palacio en manos de la realeza frente a los títulos y derechos que pudiera alegar en lo sucesivo el obispo pamplonés que reclamaba su posesión. La puerta describe un sencillo arco rebajado, quedando flanqueada por dos pináculos laterales que asientan sobre el dintel horizontal. En su parte central se despliega un segundo cuerpo más estrecho que acoge las armas imperiales de Carlos V, orladas con el collar de la orden del Toisón de Oro y timbradas con la corona-mitra y el águila bicéfala de los Habsburgo, emblema que queda flanqueado por dos columnas con la leyenda del Non Plus Ultra. Todo ello queda rematado por un frontón triangular moldurado. Estas armas habían sido talladas en 1542 con ocasión de la visita del emperador a la ciudad y colocadas en la puerta

 23. Vitrubio Pollion, M., I Dieci Libri dell’Architecttura, Milán, Il Polifilo, 1994, pp. 37-41; Palladio, A, I Quattro libri dell’Architectura, Milán, Hoepli, 1945, pp. 6-7; Alberti, L.B. De re aedificatoria, Oviedo, Gráficas Summa, 1975. 24. El blasón suprimido podría identificarse con el del Papa Benedicto XII (1334-1342), que ostentó su dignidad en tiempos del obispo Barbazán, el último prelado del que constan obras en el edificio. Martínez de Aguirre, J. y Menéndez Pidal, F., «Precisiones cronológicas y heráldicas sobre el mural del refectorio de la catedral de Pamplona», Príncipe de Viana, 1996, nº 207, p. 9. Índice

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del Castillo Viejo mandado edificar por Fernando el Católico, donde permanecieron hasta el referido año de 1592 cuando fueron trasladadas a su definitivo emplazamiento.

El palacio real de Olite Desconocida hasta el momento era también la participación de Juan Luis de Musante en las remodelaciones emprendidas en el palacio real de Olite, la obra cumbre de la arquitectura palaciega medieval navarra en lo que corresponde a la ampliación que el monarca Carlos III el Noble hizo del antiguo palacio entre 1388 y 1420, de acuerdo al estilo internacional, con la adición de torres, galerías, jardines y otras necesidades, acometidos por maestros venidos de fuera25. Un conjunto complejo, conformado por estancias y patios que incluye además la parroquia de Santa María con su torre26. Un edificio en el que tras épocas medievales de esplendor, en el siglo XVI con la anexión de Navarra a Castilla inició su declive, siendo abandonado a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, y sucumbiendo finalmente tras el incendio a que fue sometido por orden del general Espoz y Mina. Un palacio, que al igual que ocurriera con el de Pamplona, tras la caída de la dinastía Albret en 1512 quedó desamparado, al dejar de ser Olite corte y residencia real. Entre los años 1525 y 1568 aproximadamente fue habitado por los marqueses de Cortes quienes acometieron importantes obras27. No obstante, a comienzos de la década de 1570 estaba desocupado y en un pésimo estado de conservación, advirtiéndose el 7 de febrero de 1571 que los palacios «se llueben y estan tan maltratados que si no se pone horden con brevedad en su remedio se acabaran de dirruyir, en que se rescivira muy grande daño». Cuatro días más tarde el conjunto palacial fue visitado por orden del Consejo Real de Navarra, realizándose una memoria de las reparaciones que se habían que llevar a cabo de acuerdo con el dictamen de maestros carpinteros, yeseros y plomeros como Pedro Pérez, Pedro de Zatalarrutia, Miguel de Cuéllar y Diego Pérez, albañiles vecinos de la villa y Juan Amel, carpintero28, intervención que ascendía a la elevada cantidad de 1.500 ducados29.

 25. Martínez de Aguirre, J., Arte y monarquía en Navarra (1328-1425), Pamplona, Gobierno de Navarra, 1987, pp. 139-185. 26. García Gainza, M.C., Heredia Moreno, M.C., Rivas Carmona, J. y Orbe Sivatte, M., Catálogo Monumental de Navarra, III. Merindad de Olite, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1985, pp. 312-326. 27. Idoate, F., «Obras de conservación del Palacio Real de Olite (siglos XVI-XIX)», Príncipe de Viana, 1968, nº 112113, pp. 238-241. Ostolaza Elizondo, M.I. y Panizo Santos, J.I., Cultura y élites de navarra en la etapa de los Austrias, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 2007, pp. 26- 39. 28. AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 11, nº 5. Año 1571. 29. Idoate, F., op.cit., 1968, pp. 241-244. Índice

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En 1582 el marqués de Almazán y virrey de Navarra desde 1579, Francisco Hurtado de Mendoza y Fajardo30, visitó la residencia real, comprobando personalmente «que estaba en la mayor parte derruyda»31, por lo que inició un nuevo periodo de obras. Es en esta restauración del palacio acometida en la década de 1580 en la que participó el maestro de obras reales Juan Luis de Musante, quien conservaba entre los papeles de su escritorio «una capitulacion echa con su excelencia sobre la obra del Palacio Real de Olite»32, quedando encargado de dirigir los trabajos. Para ello contó con diferentes mandamientos otorgados por el virrey Almazán que le permitieron contratar oficiales y tomar los materiales necesarios en la referida fábrica, fundamentalmente madera de las localidades navarras de Sangüesa y Santa Cara33, lugares a los que llegaban las almadías por el río Aragón con los troncos de pino y otras especies de árboles. En la memoria anteriormente citada de febrero de 1571 en la que se recogieron las reparaciones que precisaba la casa real de Olite, entre otros asuntos se mencionaba la necesidad de reconstruir los aposentos del cuarto viejo donde vivía Jaime de Zabalza que daban a la plazuela. Este personaje desempeñaba el importante cargo de sobrestante de la obra desde al menos el año de 1556, cuanto tuvieron lugar las importantes reformas acometidas en el edificio por los marqueses de Cortes34. También se indicaba en el informe derruir una chimenea ubicada bajo dichos aposentos y hacerla de nuevo35. Por tanto, obras que entendemos atañían al llamado Palacio Viejo, una construcción medieval con base romana, y de planta rectangular, enmarcada por cuatro torres, núcleo originario del Castillo-Palacio en el cual, tras la construcción del palacio nuevo promovido por Carlos III en el siglo XIV, se encontraban las caballerizas, las cocinas y otras dependencias secundarias. Rodeando la planta baja del patio central se localizaban la guardarropa, la despensa o resposteria y la capilla de San Jorge, además de la gran sala de la Corte, que coincidía con la fachada principal y en el piso alto las habitaciones principales (Fig. 3). El edificio se encontraba en un pésimo estado de conservación, sobre todo a nivel de cubiertas, lo que había provocado el derrumbe de techos en algunas estancias, y otras estaban a punto de hacerlo al estar sustentadas por vigas de madera podridas, como refieren los memoriales36.  30. 31. 32. 33. 34. 35. 36.

Ostolaza Elizondo, M.I. y Panizo Santos, J.I., op. cit., 2007, pp. 41-49. AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 11, nº 7. AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 224054, fol. 87v. AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 224054, fol. 89. Idoate, F., op.cit., 1968, p. 240. AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 11, nº 5, fol. 7v «En el quarto viejo a la mano izquierda ay quatro aposentos, en los quales ay dos chimeneas y en el ultimo aposento ay necesidad de entre el chambrelado y el techo de techar quartizos de madera y tomar las goretas y adereçar los suelos que estan muy maltratados (...) La sala grande del quarto viejo tiene de largo cient y veinte pies y de ancho veinte y dos, estan muy gastados todos los maderos que en ella ay y los mas dellos de puro podridos han hecho vicio, y por lo consiguiente el maderamiento que sostiene el tejado de tal manera que no osa pasar nadie por la dicha sala, y si cayese el dicho tejado segun el peso grande que tiene de losa, derribaria el suelo que corresponde sobre las caballerizas que estan debajo del dicho suelo». AGN. Comptos. Papeles Inútiles. Caja 374. Índice

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El 21 de septiembre de 1582 el marqués de Almazán dictó la orden para la reparación que se había de hacer en el cuarto viejo que estaba junto a la sala grande y los graneros de la referida casa real, dependencias próximas a las habitaciones de Zabalza37. En ellas participaron numerosos oficiales a jornal, que venían trabajando en este mismo edificio desde años anteriores, como Pedro de Arcez y Juan Amel, carpinteros, Martín de Araiz y Juan de Callenueva, yeseros, el cerrajero Martín Lasine, todos ellos vecinos de Olite y el carpintero Juan de Bayona, avecindado en Larraga38. El marqués debió quedar satisfecho con su actuación, ya que el 9 de febrero de 1583 les encargó nuevos trabajos de yesería y carpintería, a pesar de que todavía no habían terminado el «quarto nuevo»39. Este nuevo contrato fue rubricado en Tudela unos días más tarde, el 17 de febrero, donde se encontraba el marqués, en el que se adjuntaron dos memoriales, uno con los trabajos de yesería a realizar, y otro con las labores correspondientes a la cerrajería40. La mayor parte de las estancias, como el granero pequeño al que se accedía subiendo la escalera principal, la sala grande, la estancia en la que encontraba la despensa, otro aposento posterior y la dependencia de la torre, estaban volteados por bóvedas que había que enlucir, y en tres de ellos, el granero, el cuarto con la despensa y el llamado postrero, abrir una ventana. En el caso de la sala grande, que anteriormente estaba destinada a granero, sería provista de cuatro ventanas y tres puertas. Por estos trabajos los carpinteros Arcez y Amel y los yeseros Araiz y Callenueva percibirían 450, cantidad que les sería entregada en tres tandas. Por tanto, se remodelaron la mayor parte de puertas y ventanas de la casa real, como confirman nuevamente los pagos que en diciembre de 1583 percibieron Pedro Accez y Juan Amel, tras haber concluido ventanas con balaustres torneadas y otros vanos que daban a la plaza y parte del río, que fueron tasados en 76 ducados41. Ante la magnitud de los trabajos, en marzo del mismo año de 1583 el Marqués de Almazán se concertó con Martín de Gurruchaga, obrero de villa vecino de Olite, con objeto de que finalizase la obra que restaba «en el quarto nuevo que se labra en la dicha casa real», en lo referente a labores de carpintería y yesería. El artífice concluiría su labor en el plazo de dos meses y medio, percibiendo por ello la suma de 356 ducados42. Las obras prosiguieron en otras zonas del Palacio Viejo, y así en la capitulación que se redacta en junio de 1583 se recogieron las intervenciones arquitectónicas que se habían de acometer en los aposentos donde vivía Jaime de Zabalza «y los entresuelos que debaxo de los dichos aposentos se an de hazer para el dicho Çabalça o la persona que su excelencia fuere servido resida y las paredes de piedra que se an de hazer a la parte de los corrales desde los cimientos, y la puerta principal de la dicha casa real conforme a la traça que hizo Joan  37. 38. 39. 40. 41. 42.

AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 11, nº 7, fol. 1- 2v. AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 68, nº 6. AGN. Prot. Not. Olite. Martín Ruiz. 1583. Caja 8103. Archivo de Protocolos de Tudela. Tudela. Gaspar de Agramont. 1583, doc. 22. AGN. Comptos. Papeles Inútiles. Caja 374. AGN. Comptos. Papeles Inútiles. Caja 374. Índice

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Luys, maestro mayor de las obras de Pamplona», por orden del virrey43. De la lectura completa del documento se deduce que, siguiendo las indicaciones del plano facilitado por Musante, el maestro que acometiese la fábrica debía construir un cuarto o dependencia que quedaría dividido en dos aposentos por un tabique de ladrillo, enlucidos al interior, e iluminado cada uno de ellos por dos ventanas, un vano mediano que daría a la parte de los corrales, mientras que la ventana principal tendría vistas a la plaza que precede la fachada principal. También se determinó la construcción de un entresuelo por debajo de las dos estancias principales, que contaría con una cámara y una cocina con su chimenea. Otro de los ítems obligaba al artista que concertase esta fábrica a ejecutar la puerta principal de entrada al palacio, de 8 pies de ancho y 12 de alto, «quadrada conforme a la traça que se le diere y a de venir la dicha puerta en medio del corredor de la entrada principal y se a de hazer de piedra», especificándose que el material pétreo necesario para su realización se tomaría de la derruida casa de la conserjería. El resto de los materiales a emplear, como yeso, cal, maderas, arena, teja, losas y otros, correrían a cuenta del oficial que la acometiese, si bien podría aprovechar los despojos del cuarto que se había de renovar, siempre que estuviesen en buen estado de conservación. La obra fue contratada en Pamplona el 11 de junio de 1583 por Domingo de Laporta, maestro de edificios residente en la capital, comprometiéndose a tenerla concluida para el mes de septiembre del presente año, por la que percibiría 600 ducados, presentando por fiadores al propio Musante y al carpintero Andrés de Lasaga, «artifiçes y maestros del arte de edificar»44. Con objeto de poder comenzar la construcción, Laporta percibió inicialmente 250 ducados de los 600 acordados45. Los registros de Comptos recogen los pagos hechos al artífice en octubre y noviembre de 1584 por trabajos en la casa real de Olite46. Por tanto, Juan Luis de Musante se encargó de supervisar y dar la traza de las importantes reformas que el marqués de Almazán acometió en el palacio real de Olite en la primera mitad de la década de 1580, lo que le obligó a residir temporalmente en la localidad, tal y como confirma el poder que el 13 de noviembre de 1583 otorgó a favor de su hombre de confianza, el italiano Antonio Pisano, para que en su nombre cobrase 42 ducados a Juan y Pedro de Larralde, vecinos de Pamplona y Juan Rogel, avecindado en Estella, que le debían en relación con las obras del monasterio de Santa Eulalia de Pamplona47. La participación de Musante en las obras de la casa real de Olite fueron relevantes, ya que llegó a percibir en total la cifra aproximada de 200 ducados48. Las remodelaciones acometidas en Olite fueron de tal magnitud que el virrey se vio obligado a enviar en 1583 y 1584 la suma de 100 ducados anuales con los que pagar a los  43. 44. 45. 46. 47. 48.

AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 265008, fols. 103-104v. AGN. Comptos. Documentos. Caja 166, nº 57, fols. 1-4r. AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 11, nº 8. AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 68, nº 8. AGN. Prot. Not. Olite. Martín Ruiz. 1583. Caja 8103. Tarifa Castilla, M.J., op. cit., 2008, p. 609. AGN. Tribunales Reales. Procesos. Sig. 265008, fols. 33 y 53. Índice

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numerosos artífices de todos los gremios que trabajaron en ellas, frente a la cifra establecida hasta el momento de 50.000 maravedíes al año49. Las mejoras continuaban en 1585, cuando se retiraron cuatro rejas de hierro viejas, así como cierta cantidad de plomo50. Conocemos los nombres de algunos de los artistas que trabajaron en el palacio en los primeros años de la década de 1580, como el cantero Martín de Araiz, el carpintero Juan Amel o el yesero Juan de Callenueva, percibiendo estos dos últimos a fines de 1585 la cantidad de 45 ducados por la ejecución de una escalera51. También tenemos constancia de la participación de Juan de Villanueva, obrero de villa, que en enero de 1585 cobró dos ducados «por el derrueco de unas paredes de las casas de la consergía frontero de las bentanas de la Casa Real para dallas luz»52. Efectivamente, desde abril de 1584 algunos peones desescombraban ciertos materiales que había en la plaza existente delante de la fachada principal del viejo palacio53, con la finalidad de crear un espacio urbano digno que antecediera a la residencia real. Estas zonas de esparcimiento serán cada vez más necesarias dentro de las abigarradas tramas urbanas de herencia medieval, para ser empleadas bien como lugares de reunión, cívicos o religiosos, o celebración de ferias y mercados. Por ello se hizo un remate a candela con objeto de sacar la piedra movediza que estaba delante del edificio en la referida plaza, adjudicándose el trabajo Martín de Zuriquian, vecino de Olite, en 22 ducados, suma que percibió en junio de 158554. Las sucesivas y continuas reformas a las que ha sido sometido el palacio de Olite a lo largo de los siglos de la Edad Moderna55 hasta quedar semiderruido en 1813 durante la Guerra de la Independencia, cuando fue incendiado por el general navarro Espoz y Mina para evitar que las tropas francesas se hicieran fuertes en él, cuyas hermosas ruinas de romántica imagen impresionaron a pintores como Pérez Villaamil56, hacen imposible la identificación del referido cuarto del palacio viejo en el que tuvo una participación directa Musante, o los espacios en los que trabajaron el restos de los artífices mencionados. Todas las dependencias internas del referido palacio viejo desaparecieron con las destrucciones del siglo XIX, por lo que el edificio actual es fruto del proyecto de restauración de los arquitectos Yárnoz Larrosa acometido a partir de los años 30 del siglo XX, restauración que ha durado más de cuarenta años. Del castillo viejo perteneciente a los siglos XII-XIII, no quedan en pie más que los muros y las torres: la de San Jorge, donde estaba la antigua capilla de su nombre, la torre de la Prisión al nordeste, la de la Cigüeña, al noroeste y una cuarta sin nombre al suroeste. La  49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56.

AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 68, nº 68. AGN. DSI-07. Caja 289. AGN. DSI-07. Caja 289. AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 68, nº 8, fol. 8. AGN. Comptos. Papeles Sueltos. 1ª Serie. Leg. 68, nº 8, fol. 20 AGN. DSI-07. Caja 289. Véase al respecto, Idoate, F., op. cit., 1968, pp. 238-271. Urricelqui Pacho, I., «El romántico despertar de las ruinas del Palacio Real de Olite. Los trabajos de Juan Iturralde y Suit y Aniceto Lagarde», en Palacio Real de Olite 1869, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2006, pp. 71-118. Índice

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amplia fachada que hoy se contempla sobre la plaza es la pared occidental y uno de los lados largos del recinto rectangular. Este flanco occidental conserva los vanos de las ventanas altas de la Cámara larga, cuyo labrado estuvo a cargo de los ayudantes del prestigioso artista francés de Jehan Lome, de arcos apuntados y compleja tracería a base de trilóbulos, donde figuran las armas de Navarra y Evreux. En el centro de dicha fachada, como único testimonio de las reformas acometidas en el siglo XVI en el palacio bajo el empeño del marqués de Almazán y bajo la supervisión del maestro mayor de obras reales Juan Luis de Musante, se abre la puerta de piedra diseñada por el genovés, que hoy da acceso al parador Nacional Príncipe de Viana (Fig. 4). Una portada coronada por un blasón y cuyos motivos ornamentales se han visto seriamente deteriorados por el paso del tiempo y las inclemencias climatológicas, y en cuyo dintel se labró la inscripción: «Reinando las Españas y Nuevo M(undo e)l Catholico rey don Phelippe nuestro señor, el Excmo. Sr. Marques de Alma(zán) de su Consejo de Estado, su bissorey y cappitan general, mando (reed)ificar y con nuevas obras reparar esta casa real, MDLXXXIIII». Se trata de una puerta de gran sencillez en su diseño arquitectónico, muy clásica, que nada tiene que ver con el característico estilo serliano del uso del sillar almohadillado y la inclusión de hornacinas imperante en las décadas centrales del siglo XVI. Un vano adintelado, flanqueado por pilastras lisas en las que apean sencillas ménsulas acanaladas que limitan un dintel liso con la referida leyenda, y sobre el que se desarrolla un segundo cuerpo que acogía en su parte central el escudo del monarca Felipe II, hoy completamente perdido. Una puerta en la línea de los modelos arquitectónicos que difunden Giacomo Barozzi da Vignola (1507-1573) y Andrea Palladio, cuyos tratados poseía Musante, tanto la Regola delli cinque ordini d’archi- tettura que vio la luz en Roma el año de 1562, una de las obras de teoría artística más importantes de la segunda mitad del siglo XVI, como I quattro libri dell´architecttura (Venecia, 1570)57, entre otros muchos libros de arquitectura que conformaban su magnífica biblioteca compuesta por un total de 114 volúmenes. Finalmente, junto a estas obras acometidas en los palacios reales de Pamplona y Olite, Musante también desempeñó la dirección de otros proyectos urbanísticos de carácter público acometidos en la capital navarra, auspiciados por el regimiento pamplonés, como la construcción de las desaparecidas cárceles reales (1585)58 o las obras de nivelación y cimentación de la calle Nueva emprendidas en 158259 para hacer más practicable su tránsito60, una vía larga que cruzaba la ciudad de este a oeste y que benefició sanitariamente a la ciudad al cegar un espacio habilitado como basurero y depósito de inmundicias. Tareas de  57. Tarifa Castilla, M.J., op. cit., 2011, p. 35. 58. Tras continuas ampliaciones en los siglos del barroco, las cárceles reales llegaron a ocupar la casi totalidad del espacio de la actual Plaza de San Francisco, con su fachada y puerta principal a la calle Tecenderías –actual Ansoleaga– y dando la parte trasera del edificio a la calle Nueva. 59. Arazuri, J.J., Pamplona. Calles y barrios, vol. II, Pamplona, 1979, pp. 308-310. Martinena Ruiz, J.J., La Pamplona de los Burgos y su evolución urbana. Siglos XII-XVI, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1974, pp. 274-282. 60. Tarifa Castilla, M.J., op. cit., 2008, p. 610. Índice

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índole urbanística que hablan de la nueva imagen de modernidad que irradia la ciudad, con pequeñas intervenciones en la trama urbana con objeto de embellecerla y hacerla más funcional, como la traída de aguas y la ejecución de fuentes.

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Fig. 1. Palacio real de Pamplona

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Fig. 2. Palacio real de Pamplona. Detalle de la puerta con el escudo de Carlos V

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María Josefa Tarifa Castilla - Intervenciones arquitectónicas renacentistas en los palacios reales

Fig. 3. Palacio real de Olite

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Fig. 4. Palacio real de Olite. Detalle de la puerta. 1584

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