INTELECTUALES, EXILIOS y EDUCACIÓN

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Descripción

LECTUA EXILIOS

DUCACIÓ 9 789871 855698

Intelectuales, exilios y educación Producción intelectual e innovaciones teóricas en educación durante la última dictadura

Claudio Suasnábar

Rosario, 2013

Índice PRESENTACIÓN Y AGRADECIMIENTOs......................................................

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PRÓLOGO............................................................................................................ 13 INTRODUCCIÓN................................................................................................ 19 CAPÍTULO I Intelectuales y exilio político en México Los debates sobre la dictadura y las reflexiones desde la derrota....................... 35 CAPÍTULO II Producción intelectual y profesionalización académica en educación De la crítica al reproductivismo a la reformulación conceptual.......................... 63 CAPÍTULO III Intelectuales-funcionarios y organismos internacionales en tiempos de dictaduras Del desarrollismo a los “estilos de desarrollo” en educación............................. 95 CAPÍTULO IV La producción intelectual del proyecto DEALC De los “estilos de desarrollo educativo” al paradigma de “educación y sociedad”............................................................ 121 CAPÍTULO V Argentina en dictadura, exilio interno y disidencia intelectual La “universidad de las catacumbas” y los debates sobre el modelo de universidad............................................................................ 155 CAPÍTULO VI De la guerra de Malvinas a la transición democrática Reconfiguración del campo intelectual de la educación y la reapertura del debate político-educativo....................................................... 183 EPÍLOGO El retorno a la democracia y el papel de los intelectuales de la educación......... 217

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A modo de conclusiones . ...................................................................... 229 Bibliografía ................................................................................................. 237

PRESENTACIÓN Y AGRADECIMIENTOS

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l libro que el lector tiene entre manos no sólo constituye una continuidad y profundización del estudio iniciado en “Universidad e Intelectuales. Educación y política en Argentina (1955-1976)” publicado en 2004, sino también representa un punto de inflexión, y a la vez, de cierre para una serie de preocupaciones intelectuales que acompañaron mi trayectoria de formación como investigador. Desde que comenzamos a indagar el derrotero seguido por los intelectuales de la educación en las décadas de 1960 y 1970 y las derivas del pensamiento socioeducativo durante los ‘80, han pasado casi 15 años en los cuales la preocupación por el vínculo siempre conflictivo entre intelectuales y política fue paralela al esfuerzo por comprender aquel pasado reciente que está en el origen de nuestra aún más reciente democracia. Ciertamente, el impulso inicial de estas indagaciones tenía una ambición más modesta que era entender las disputas que, al interior del campo educativo, habían generado el pasaje de notorios intelectuales y especialistas en educación a la gestión ministerial en el marco de la reformas neoliberales de la década del ‘90. La búsqueda de las raíces de aquellas disputas motivaron la exploración sobre las décadas más conflictivas y contradictorias de la historia reciente que, signadas por la radicalización política y la represión posterior, me permitieron recuperar un conjunto de experiencias y debates político-pedagógicos donde la tensión entre intelectuales y política se abría y complejizaba en un amplio abanico de modalidades de intervención y posicionamientos intelectuales. Lejos de ser una preocupación individual, estas indagaciones se nutrieron de discusiones e investigaciones que, si en un principio representaban un grupo minúsculo del campo académico (y aún más reducido del campo educativo), hacia el fin del ciclo menemista comienzan a desplegarse y a tomar visibilidad en el “debate sobre la violencia política en los años ‘60 y ‘70” en la Argentina. Así, por primera vez desde el retorno a la democracia, se abría la posibilidad de debatir a fondo no sólo las causas políticas, sociales y económicas que conllevaron al golpe militar de 1976 sino también las responsabilidades políticas de los distintos actores políticos y sociales, y en particular de las organizaciones armadas. Para muchos que nos sumamos a esos debates, se trataba de poner en cuestión tanto la llamada “teoría de los dos demonios” cristalizada en los años de la transición democrática como también la visión heroica de la “juventud maravillosa de los ‘70” que recuperando los ideales de transformación social, esquivaba la necesaria crítica y autocrítica de las acciones y concepciones sustentadas. Estas nuevas preguntas se encuentran en la base de esta investigación sobre los distintos exilios de los intelectuales de la educación durante la dictadura militar,en la

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cual si bien continúa la preocupación por la relación entre intelectuales y política, el foco se desplaza hacia el campo de las ideas y la reflexión intelectual. Más precisamente, nos interesó reconstruir la diáspora de aquellos especialistas en educación que desde dentro y fuera del país intentaron comprender no sólo el trágico final sino que más profundamente emprenderían la dolorosa tarea de revisar sus propias acciones y concepciones. Para aquellos que como yo terminamos la facultad en los primeros años de democracia, el “exilio mexicano” no fue únicamente sinónimo de renovación teórica sino también de aquellos profesores que habían vivido la universidad de los setenta y que retornaban al país trayendo nuevas ideas y problemas que desafiaban nuestras precarias certezas. Con esos recuerdos y muchas preguntas, en el año 2007 gracias a una beca de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México realizo una estancia de investigación en el Departamento de Investigación Educativa (DIE) del CINVESTAV que me permitió entrar en contacto con los autores de aquellos textos que habíamos leído en los años estudiantiles. Rastrear huellas y testimonios del exilio mexicano no sólo fue parte de lo que comúnmente se llama “trabajo de campo” de una investigación, sino una experiencia personal que hasta el día de hoy sigue marcando mi forma de comprender la vida académica e intelectual. No menos significativos fueron los testimonios de aquellos que sobrevivieron en el exilio interno, quienes desde los resquicios del régimen militar también emprendieron la tarea de revisar la experiencia aún fresca de los años precedentes. En buena medida, esta investigación intenta dar cuenta de distintos fragmentos de la historia intelectual de la educación que pueden pensarse como distintas trayectorias biográficas que, solamente hacia el final del período, convergen y se articulan en una amalgama de ideas que marcan la renovación del pensamiento socioeducativo. Paradojas del tiempo presente, la mirada compleja y contradictoria sobre los procesos de radicalización política de los ‘60 y ‘70, como también de la revisión crítica de la experiencia de aquellos años durante la dictadura militar, pareciera ir “a contrapelo” de cierto clima intelectual que apurado por encontrar continuidades lineales, pierde de vista el valor político del necesario debate sobre la historia reciente argentina. Con independencia de estas apreciaciones, y puesto que ninguna investigación es un producto enteramente personal, deseo expresar mi profundo agradecimiento a quienes de un modo u otro contribuyeron a que estas ideas y preocupaciones se transformaran en este libro, que es una versión corregida de mi tesis doctoral presentada en la FLACSO Argentina. En primer lugar, a mi directora Guillermina Tiramonti que una vez más compartió mis preocupaciones y me acompañó en mis tiempos largos y discontinuos de producción. Especialmente le agradezco su actitud amplia y respetuosa hacia mis planteos e inquietudes, aun en aquellos más polémicos e intrincados. A mi jurado de tesis Cecilia Lesgart, Mariano Plotkin y Carolina Kaufmann, y en



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particular a los dos últimos cuyas agudas e implacables críticas me estimularon para revisar y corregir el texto original. A mis amigos argen-mex Justa Ezpeleta, Eduardo Remedi, Susana García Salord y Susana Kriskausky no tengo palabras para agradecer su calidez y afecto. Justa fue mi orientadora no sólo en la investigación sino en muchos aspectos personales, tanto como Eduardo, con quien en nuestros paseos de fumadores, conversábamos sobre la vida y la academia sin solución de continuidad. Susana García me abrió su seminario de tesis para compartir preocupaciones y Susana Kriskausky, con sus juveniles 70 años, compartió conmigo sus vivencias pasadas y presentes como yo las mías con ella. A mis amigas mexicanas Laura Resendiz Zamudio, Rosa Martha Romo Beltrán, María Luisa Chavoya Peña y Norma Georgina Gutierrez Serrano mi más profundo agradecimiento por su amistad. Laura fue la puerta por donde aprendí a querer la cultura mexicana en su cotidianeidad. María Luisa y Norma Georgina además de aportar comentarios, ampliaron mi visión sobre la institucionalización de la investigación educativa en México. Rosa Martha, con quién comparto la misma inquietud por la historia de los grupos académicos, me aportó nueva información sobre la diáspora de argentinos. A mis amigos y colegas Mariano Palamidessi, Jorge Gorostiaga y Nicolás Isola, quienes leyeron y discutieron gran parte de los capítulos aportando críticas y sugerencias pero sobre todo me apoyaron y alentaron en todo momento. Con ellos comparto ese “híbrido” que es el NICPE (Núcleo de Investigaciones sobre Conocimiento y Política Educativa), que sin inserción institucional ni financiamiento estable nos muestra que lo más importante son las ideas y el esfuerzo para llevarlas adelante. A Laura Rovelli, Mariana Versino y Mónica de la Fare afectos entrañables y colegas de la facultad y del Instituto de Estudios y Capacitación de la CONADU que también leyeron críticamente varios capítulos pero sobre todo que me acompañaron en momentos difíciles. En lo personal, a Adriana que aunque no leyó nada de este trabajo, estuvo siempre alentando y acompañando, y a mis hijos Iván e Ignacio que aunque ya son más grandes y comienzan a tener su propia vida, sigo necesitándolos como cuando eran pequeños. A ellos especialmente quiero dedicarles este trabajo.

PRÓLOGO uevamente Claudio Suasnábar nos ofrece un texto que viene a cubrir un vacío en la producción académica del campo de la educación. Se trata de un texto complejo en el que convergen diferentes líneas de indagación y análisis. Puede ser considerado una historia de las ideas socio-educativas producidas durante el período de la dictadura militar, pero a diferencia de las tradicionales producciones de ese campo, donde las ideas se presentan con autonomía de los contextos y sus emisores, en este caso reconocen múltiples articulaciones con el campo intelectual de la época, las condiciones políticas y culturales en que éstas se desenvuelven y las circunstancias por las que discurre la vida de quienes la conciben. El texto reconstruye esta trama compleja a través de la cual se generan y modifican el cuerpo de ideas con que se configuró la cultura y el debate intelectual de una época crucial para la historia del país, como es la etapa de la dictadura militar. Es así como el conjunto de teorías, concepciones, discusiones metodologías, interpretaciones del fenómeno educativo, análisis de la situaciones nacionales y explicaciones políticas e ideológicas respecto del devenir del hecho educativo en la región, aparecen enraizadas en la trama de intercambios intelectuales que caracterizó la cultura de una época que paradójicamente combinó autoritarismo político con una notable efervescencia intelectual poniendo en cuestión los paradigmas teóricos, las prácticas políticas, las opciones individuales y los rumbos colectivos. El trabajo de Suasnábar tiene la virtud de rescatar las discusiones específicamente educativas, de relatarnos el proceso mediante el cual los esquemas abstractos con los que hasta ese momento se analizaba la realidad educativa, son puestos en cuestión para dar lugar a análisis situados en la cotidianidad escolar que complejizan los procesos que se vehiculizan a través de la escuela. A través de esta lectura asistimos a la génesis y desarrollo de muchas de las teorías que alimentaron nuestra formación y lo más impactante es que el texto nos permite acompañar a los intelectuales en el proceso de constituirse como tales, como los maestros de las futuras generaciones. En autor ha publicado previamente una obra muy semejante que abarca el período 1955/1976 de modo que el texto que estamos prologando permite completar un ciclo de gran importancia para el objeto de estudio del autor. Por una parte, las dos obras permiten reconstruir el surgimiento, apogeo y derrota de la pretensión vanguardista de los intelectuales,y por otra, posibilita hacer lo propio con los paradigmas teóricos en base a los cuales se desarrollaron las ciencias sociales en la región y nuestro país en especial. En cuanto a los intelectuales, la primera obra muestra el proceso de radicalización política de estos actores y su articulación en un espacio político-cultural

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caracterizado por la opción de la violencia como metodología destinada a saldar las diferencias y tensiones del orden social. En esta obra Suasnábar muestra el debate del exilio, la reflexión después de la caída de la fantasía revolucionaria y los quiebres que esta discusión generó en el campo de las izquierdas argentinas. La fisura suscitada por la revisión del pasado separó a aquellos que conceptualizaron como una “derrota estratégica” el desenlace catastrófico de la violencia política de los años ‘60 y los que la pensaron como el resultado del “error” de haber adoptado el camino de las armas para avanzar en la construcción de una sociedad más justa. Para quienes suscribieron la teoría de la derrota, se trataba de revisar estrategias y tácticas conservando la pretensión de asalto violento al poder; para los segundos se abrió la puerta de la valorización de las libertades democráticas como principio desde el cual sostener la lucha a favor de los ideales socialistas. La travesía intelectual de estos últimos los llevó primero a valorizar la obra de Gramsci que les ofrecía a través del concepto de hegemonía la posibilidad de un acceso no violento al poder a través de una construcción cultural que valorizaba su condición de intelectuales, transformándolos en artífices de la construcción de la hegemonía de grupos subalternos. Sin embargo Gramsci no fue el puerto de anclaje de estos intelectuales: la apertura democrática los encontró de la mano de Bobbio y de la valoración de la política como un campo de pluralismo conflictivo en el que juegan consensos y disensos que es necesario combinar. En cuanto al desarrollo de los paradigmas cognitivos el período tratado por las dos obras, se inicia con la introducción de las Ciencias Sociales en la región y el inmediato despliegue de las concepciones desarrollistas y sus numerosas críticas que fructificaron en la teoría de la dependencia y la hegemonía del estructuralismo tanto en su versión marxista como funcionalista. En el primer texto del autor se da cuenta de la penetración de estas ideas en la región, su presencia en el debate intelectual de la época y su impacto en la configuración de los posicionamientos de los intelectuales en el campo político-ideológico. En esta segunda obra, el autor da cuenta del conjunto de discusiones a las que fueron sometidas estas concepciones y las modificaciones que ellas generaron en los enfoques y metodologías de investigación del campo educativo. El análisis que se hace del proceso que llevan adelante los intelectuales de la educación durante el primer período de su exilio en México ejemplifica magistralmente esta cocina de ideas. Al mismo tiempo, la obra rescata la permanencia del enfoque estructuralista en las producciones de la época, fundamentalmente aquellas desarrolladas en el marco de la CEPAL y valoriza su enriquecimiento mediante una producción conceptual que permite introducir variaciones e informar sobre la heterogeneidad de situaciones por las que atraviesan los diferentes países de la región. Esta producción de la que da cuenta Suasnábar, se constituyó en la bibliografía de los programas de estudio de las actividades de formación de posgrado que se iniciaron a partir de la apertura democrática.



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Por esa razón, la gran novedad del texto que estamos prologando es que rescata la productividad que generó la dictadura militar. Como bien señala el autor en su introducción, son escasos los trabajos académicos que estudian el período haciendo foco en el análisis de las producciones culturales resultantes de la acción de los intelectuales disidentes que sostuvieron revistas, editoriales y espacios de reflexión que permitieron no sólo la sobrevivencia de las Ciencias Sociales sino que además nos proporcionaron un alimento cultural imprescindible para sostenernos en un medio saturado por la contundencia de las simplificaciones castrenses. A partir de la apertura democrática se han editado una serie de obras, reseñadas por el autor, que han estudiado el período y analizado el derrotero del sistema educativo nacional y de las políticas que el elenco militar llevó adelante con el propósito de hacer de las escuelas centros de socialización acordes con el orden autoritario impuesto. Hay estudios que analizan el acontecer educativo en esa época, pero muy pocos centrados en el rescate de la rica producción que generaron los diversos exilios externos e internos. Es Suasnábar, con este texto, quien cubre ese faltante ofreciéndonos un exhaustivo análisis de las discusiones, posicionamientos, estudios y producciones culturales con que los intelectuales y académicos burlaron la sentencia de silencio a la que pretendió someterlos la dictadura militar. El texto se ocupa de los debates teórico políticos y educativos de exilados de dentro y fuera del país que, a medida que revisaban críticamente su experiencia anterior, reformulaban el pensamiento socioeducativo que luego alimentaría a la transición democrática; ya sea generando los contenidos para el diseño de una nueva agenda para la política educativa y proveyendo sus fundamentos teórico-ideológicos, o aportando los materiales a partir de los cuales se formaron las siguientes camadas de académicos y expertos del campo educativo. En este punto quisiera agregar a las reflexiones de Suasnábar una consideración propia en relación a alguna de estas producciones y su impacto en el campo de la formación, para de esta manera rendir un homenaje a los autores que frecuentamos en los dorados años de la recuperación democrática y del inicio del área de educación de la FLACSO que fue el espacio que vehiculizó esta literatura y la proyectó a la escena nacional a través de sus actividades de formación e investigación de las que tuve el privilegio de participar. En nuestra formación de posgrado en FLACSO leímos al mismo tiempo los textos de los reproductivistas traducidos durante este período, que permanecían desconocidos para nosotros, y las críticas que sobre estas teorías habían elaborado los exiliados en México. Quienes habíamos congelado nuestra formación intelectual en el ‘75, cuando el avance de la derecha peronista nos alejó de la universidad, retomamos nuestras antiguas lecturas del marxismo para someterlas a la mirada crítica que resultaba de la “crisis de este paradigma”. Leímos a Bourdieu y Althusser, al mismo tiempo que a Gramsci y a producciones de la CEPAL. Conocimos a Ezpeleta y a Roc-

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kwell y sus trabajos de reconstrucción de la cotidianidad escolar que marcaron una nueva forma de interrogar al sistema y construir sus relaciones con la estructura del poder al mismo tiempo que conocíamos y adoptábamos las explicaciones estructuralistas que articulaban casi mecánicamente posición social con circuitos educativos. Recorriendo de la mano de Suasnábar el derrotero intelectual de nuestros exiliados, no puedo menos que lamentarme por la lectura poco atenta que hicimos de ellos y la dificultad que tuvo el programa de investigación que desplegó la FLACSO para incorporar el complejo juego del que resulta la especifica construcción de la desigualdad del sistema educativo nacional. La subsistencia de una concepción que pensaba al Estado y su capacidad de imposición, la fuente de los males del sistema y la llave maestra de su reconfiguración, subestimó y dejó de lado los avances que los intelectuales habían realizado, ya sea cuestionando las metodologías de interrogación a la escuela, o rescatando los modos de intervenir políticamente sobre el sistema, más atentos a la renovación de los paradigmas y la construcción de alternativas a la cotidianidad escolar. Otra usina de producción durante este período, que es analizada exhaustivamente por Suasnábar y que constituyó gran parte del material bibliográfico de nuestra formación a la salida de la dictadura, fueron los textos producidos por el proyecto DEALC en el marco de la CEPAL. Estas investigaciones coordinadas por Germán Rama desde una perspectiva renovada del desarrollismo-funcionalista nos iniciaron en una nueva lectura de la realidad latinoamericana, ya no basada en las antinomias que sosteníamos a partir de las influencias de la literatura de la dependencia, sino en un análisis sociopolítico que ponía en el centro de la atención la relación de las estructuras de poder societal con el desarrollo de los sistemas educativos nacionales. El concepto de “estilos de desarrollo” nos permitió romper la homogeneidad de los bloques construidos por la teoría de la dependencia y superar la linealidad de las propuestas provenientes de las teorías del desarrollo. Al mismo tiempo nos advirtió sobre procesos iniciados en los años ‘50 acompañando la expansión de los sistemas educativos de la región que ya marcaban las asimetrías existentes entre un sistema educativo que se expandía con la promesa de emancipación individual y bienestar colectivo y las restricciones en el acceso al ingreso y a la propiedad. Los datos estadísticos dan cuenta hoy de una ruptura de las correlaciones entre titulaciones y posiciones laborales para quienes provienen de los sectores más bajos de la escala social. El uso político de la promesa educativa pareciera haber llegado a su límite, las marcas del origen social comienzan a reposicionarse en la definición de los destinos laborales de estos grupos sociales. Finalmente, sólo me resta señalar que la producción de Claudio Suasnábar que se plasma en este texto, así como en el anterior, constituyen aportes insoslayables para la construcción de una historia de la educación argentina y de las ideas que alimentaron esa historia. En tiempos de elaboraciones ligeras e interesadas de los re-



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latos históricos, Suasnábar viene a rescatar el valor de una historia construida a partir del análisis serio y sistemático de los hechos y las fuentes. Guillermina Tiramonti Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede Argentina

INTRODUCCIÓN

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n los últimos años se viene consolidando en nuestro país un campo de estudios de la historia reciente que, si bien en sus comienzos focalizó su objeto de estudio en la última dictadura militar, posteriormente se fue ampliando. Hacia atrás con la indagación sobre las convulsionadas décadas del sesenta y setenta, y hacia delante en el período post-dictatorial explorando las distintas narrativas y representaciones sociales de ese pasado que se fueron desplegando en dichos años.1 Ciertamente, la conformación de este campo da cuenta del carácter traumático que tuvo la experiencia de la dictadura militar y del terrorismo de Estado que, en la búsqueda de explicaciones a la pregunta de porqué fue posible ese acontecimiento, ha impulsado la mirada sobre los procesos y situaciones que llevaron a ese desenlace como también a indagar las formas y modalidades en que se fueron construyendo los distintos relatos y memorias de ese pasado. Esta progresiva consolidación de la historia reciente se revela también en la amplia variedad de trabajos producidos en estos últimos años que van desde investigaciones académicas hasta narraciones testimoniales, pasando por indagaciones periodísticas, ensayos de reflexión y numerosas entrevistas, hecho que denota no sólo las preocupaciones por comprender y explicar esa experiencia sino también se encuentra estrechamente ligado a una dimensión política, ética y moral. La convergencia de aquella variedad de discursos y de estas preocupaciones son las que precisamente están en la base de las tensiones que atraviesa este campo de estudios en que, dicho muy sencillamente, conviven, se solapan y muchas veces confrontan, el discurso historiográfico (y más en general, el de las ciencias sociales) que pretende reconstruir y explicar ese pasado desde procedimientos disciplinares con las diferentes “memorias” de grupos y sujetos cuya relación con el pasado está mediada por la transmisión y mantenimiento de ciertos aspectos significativos de un relato que también constituye un sustrato de su propia identidad como actores.2 Al respecto, y partiendo de reconocer que la frontera entre uno y otro discurso no siempre resulta fácil de delimitar, esta indagación se inscribe en este campo de la historia reciente y pretende ubicarse en el marco de la investigación académica que, en un diálogo multidisciplinar, intenta reconstruir históricamente un objeto de estudio específico: la producción intelectual en educación en un recorte temporal

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Para una mirada panorámica sobre los principales debates sobre la historia reciente y su proceso de construcción como campo de estudios véase: Franco y Levín (2007). Un análisis sugerente y provocativo sobre las tensiones entre historia y memoria a partir del impacto del llamado giro subjetivo puede encontrarse en Sarlo (2005).

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delimitado por los años de la dictadura, desde el conjunto de reglas y procedimientos que consensualmente acuerda la comunidad disciplinar. Lejos de comparar o competir con otros regímenes de verdad o veracidad que implican otros modos de escribir y narrar el pasado, la inscripción de nuestro trabajo expresa más bien los intereses del autor, antes que una toma de posición respecto de lo que, en definitiva, constituye una forma de indagación entre muchas posibles. No escapa a esta primera delimitación el hecho de que la producción académica sobre la dictadura militar ha estado condicionada por las distintas memorias y representaciones sociales como también por la propia construcción de los relatos estatales sobre el pasado reciente. Así, la actividad de denuncia de los organismos de derechos humanos durante la dictadura marcó el inicio de la construcción de una memoria, que se prolongaría y profundizaría tras su caída, con el aporte de una nutrida producción periodística y testimonial que, sumada a la acción estatal se orientó en líneas generales por la finalidad principal de señalar las responsabilidades de los autores intelectuales y ejecutores materiales de la política sistemática de exterminio. Por el contrario, la producción académica sobre la dictadura en estos primeros años fue – salvo contadas excepciones– prácticamente escasa y poco diversificada en sus temas, tendencia que comenzará a revertirse alrededor de comienzos de los noventa casi en concordancia con el veinticinco aniversario del golpe militar.3 En este sentido, quizás uno de los rasgos más destacados de esta producción reciente sea la incorporación en la agenda de investigación, del estudio más distanciado de los procesos de radicalización política y movilización social de los años setenta como parte de una indagación que reconoce en este período anterior, buena parte de las condiciones que llevaron al golpe del 24 de marzo y de las características inéditas que asumió el régimen militar. Como señala acertadamente Luis Alberto Romero4 en un pormenorizado estado de la cuestión sobre la violencia en la historia reciente argentina, el análisis y la comprensión de la dictadura militar resulta inseparable del período inmediatamente anterior que transcurre aproximadamente entre 1969 y 1976, en que el uso de la violencia política se tornó normal y en cierto modo aceptada por amplias franjas de la sociedad. Con todo, y sin entrar a revisar los trabajos de esa etapa, es posible delimitar un corpus básico de estudios e investigaciones que en líneas generales acuerdan en caracterizar al llamado “Proceso de Reorganización Nacional” como un punto de 3

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Sobre esta cuestión resulta muy interesante el trabajo de Daniel Lvovich, quien analiza y compara la evolución seguida por la historiografía sobre el Holocausto y las experiencias del nazismo y el fascismo en Francia, Italia y Alemania con las de nuestro país. A diferencia de estas naciones donde la discusión histórica precedió a un período de silencio de esta problemática, en Argentina las memorias de los sobrevivientes mantuvieron una continuidad en la discusión sobre la dictadura. Con todo, la investigación histórica al igual que en aquellos países tardó bastante en tomar esta problemática como objeto de estudio. Véase Lvovich en Franco y Levín (2007) y también en Lvovich y Bisquert (2008). Véase Romero (2008).



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inflexión en la historia argentina que transformaría de raíz el Estado, la sociedad, la economía y la política, marcando con ello el fin de una época para la Argentina.5 Resumiendo los principales aportes de esta producción reciente, podemos decir que una parte importante de estos trabajos se orientó a la caracterización de la dictadura desde el análisis político del régimen militar reconstruyendo no sólo los distintos períodos por los que transitó la empresa fundacional de los militares sino también las tensiones y conflictos internos entre las distintas facciones. Como parte de este tipo de análisis, el comportamiento complaciente de los partidos políticos frente a la dictadura y sus posicionamientos en el transcurso de las distintas coyunturas políticas constituye otra de las líneas exploradas por estos trabajos, los cuales también dan cuenta de las particularidades que adoptó el proceso de transición a la democracia. La dinámica económica es otro de los tópicos que tempranamente fueron analizados por la producción académica, que se centró en el estudio de las políticas neoliberales impulsadas por Martínez de Hoz, a partir de la apertura económica y la reforma del sistema financiero. Dicha cuestión sería posteriormente enriquecida y ampliada por aquellas investigaciones sobre el comportamiento de distintas corporaciones ligadas al campo económico (empresarios y tanques de pensamiento). A su vez, esta mirada sobre las corporaciones también sería profundizada con aquellos estudios que focalizan en la actitud de la Iglesia Católica y los sindicatos durante el régimen militar, los cuales si bien coinciden en mostrar la actitud complaciente que tuvieron estos actores sociales, por otro lado, revelan también la presencia de sectores dentro de la Iglesia que se opusieron así como la presencia de formas de resistencia obrera y sindical. Quizás en el tema de la represión y del terrorismo de Estado sea donde mayormente se concentra la producción testimonial y de investigación periodística, y en menor medida la de origen académico. Este hecho –como señalamos antes– comienza a revertirse en los últimos años con estudios que abordan y reflexionan sobre distintos aspectos pero que tienen en común la preocupación por explorar las distintas formas y actitudes en que la sociedad argentina “vivió” los años de la dictadura, las raíces de la pasividad social frente a los hechos aberrantes, y cómo se procesó posteriormente, la cuestión de los derechos humanos y los juicios a los militares.6 Dentro de estas mismas preocupaciones que se interrogan sobre los comportamientos sociales, unos pocos trabajos han analizado uno de los hechos principales del período como fue la guerra de Malvinas, cuestión que como la de la represión, se proyecta hacia en la etapa posdictatorial.7 5

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Para una revisión general de este período véase los siguientes trabajos: O’Donnell (1979); Oszlak (1984); O’Donnell, Schmitter y Whitehead (1989); Yannuzzi (1996); Cavarozzi (1997); Mignone (1999); Novaro y Palermo (2004); Quiroga (2004); Rouquie (1994); Suriano (2005); Obregón (2005); Quiroga (2006); Lida (2007). Véase entre otros los trabajos de Acuña (1995); Calveiro (1998 y 2005); Vezetti (2002). Véase Guber (2001); Lorenz (2006).

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A diferencia de la producción académica sobre las décadas del sesenta y setenta donde uno de los tópicos más trabajados fue el de las transformaciones en el campo cultural e intelectual, en el caso del período de la dictadura militar todavía son escasos los estudios aunque, ciertamente, ofrecen hipótesis sugerentes que esta investigación intentará profundizar. En este sentido, resultan estimulantes aquellos trabajos que centraron su interés en las formas de disidencia intelectual puestas de manifiesto en las experiencias de revistas culturales, en la labor desarrollada por los centros académicos no universitarios y en la actividad de algunas editoriales de perfil progresista que, en el marco de la cultura del miedo, marcan los contornos por donde sobrevivieron las ciencias sociales durante la dictadura militar. Las políticas de represión cultural completan este pequeño grupo de trabajos que analizan las estrategias de censura y control ideológico que implementó el régimen militar como también desde una mirada de largo plazo, exploran las transformaciones operadas en el campo literario y campo editorial en estos años.8 Más recientemente, una serie de estudios vienen analizando distintos aspectos de la problemática del exilio, fenómeno que si bien no es nuevo en la historia nacional, durante la última dictadura adquirió proporciones nunca vistas. Tematizado en los primeros años de la democracia, a través de ensayos testimoniales y entrevistas, los nuevos trabajos concuerdan en plantear que no hubo un exilio sino varios, tanto por la diversidad de países por donde se expandió la diáspora como por las diferentes motivaciones y situaciones que contiene este fenómeno. Al respecto, la idea de “migración política” resulta una definición adecuada para abarcar la complejidad de un fenómeno que no se reduce exclusivamente al exilio de militantes y activistas políticos, sino que incluye un abanico más amplio de situaciones donde convergen diferentes motivaciones que tiene en común la percepción de amenaza o riesgo de vida como causantes de la salida del país ligada a la persecución político-ideológica y cultural impulsada por la dictadura. Dado que buena parte de los exiliados eran intelectuales e investigadores, algunos de estos trabajos permiten aproximarnos a un aspecto central de nuestra investigación: los debates políticos que se desplegaron durante los años de la dictadura.9 Esta sintética revisión de la producción académica sobre la dictadura militar que, ciertamente recuperaremos y profundizaremos en los diferentes capítulos, nos 8

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Véase Altamirano y Sábato en Quiroga y Tcach (2006); Vessuri (1992); Gociol (2003); Invernizzi (2005). Además de los trabajos ya citados pueden consultarse también Avellaneda (1986); De Diego (2001 y 2006); Patiño (1998). La bibliografía que se presenta no es una revisión completa de los trabajos de investigaciones, ensayos, testimonios o recopilación de entrevistas sobre el exilio argentino sino de aquellos que a nuestro juicio resultan más significativos. Bernetti (2003); Brocato (1986); Imaz (1997); Margulis (1986); Parcero, Helfgot y Dulce (1985);Yankelevich (2002 y 2004); Yankelevich y Jensen (2007); Franco (2008); Jensen (2010).



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revela el escaso desarrollo de estudios referidos a la problemática de los procesos de producción intelectual durante estos años. Quizás el trabajo que constituye una excepción, y por tanto, resulta un antecedente relevante para nuestra investigación, sea el libro de Cecilia Lesgart (2003) Los usos de la transición a la democracia. Si bien su período se encuentra “a caballo” de las décadas del setenta y del ochenta trascendiendo de esta manera nuestros límites temporales, resulta una de las pocas historias intelectuales que analiza los procesos de producción intelectual e innovaciones conceptuales operados en el campo de la ciencia política y la sociología política latinoamericana. Por su parte, la producción académica proveniente del campo educativo sobre la dictadura militar, también evidencia que fue una preocupación que estuvo presente en los inicios de la democracia pero que rápidamente sería desplazada por otras problemáticas más ligadas con la agenda de política educativa de la transición.10 Al igual que en el campo de la historia, esta situación comenzaría a revertirse hacia finales de la década del noventa, a partir de la solitaria labor de Carolina Kaufmann y su equipo, quienes reinstalarían esta temática en la agenda de la historiografía educativa, esfuerzo que, sin embargo, no alcanza a compensar el carácter todavía embrionario de los estudios sobre la historia reciente del campo educativo. En este sentido, y resumiendo los principales aportes de estos trabajos, podemos decir que el libro El Proyecto Educativo Autoritario. Argentina 1976-1982 de Juan Carlos Tedesco, Cecilia Braslavsky y Ricardo Carciofi constituye una investigación pionera, elaborada en los últimos años de la dictadura. La perspectiva analítica que introduce en los estudios socioeducativos, como intentaremos demostrar en nuestra investigación, expresa la renovación del pensamiento educativo operada en los mismos años del régimen militar. De tal manera, las contradicciones entre la propuesta económica de los militares y los valores trasmitidos a través del currículum escolar, la alta rotación de los equipos ministeriales y los conflictos entre los distintos proyectos que impulsaron, así como el análisis de las políticas educativas y su impacto en la evolución cuantitativa del sistema educativo, aportaron una primera caracterización de la dictadura en materia educativa. Una prolongación de esta línea de investigación profundizaría en los componentes autoritarios de la cultura escolar y los obstáculos para avanzar en la democratización del sistema. En la década del noventa, los estudios posteriores ampliaron este espacio de indagación hacia las distintas modulaciones del discurso político-pedagógico autoritario revelando las matrices ideológicas y las fuentes teóricas en que abrevaron 10 Véase Tedesco, Braslavsky y Carciofi (1984); Filmus y Frigerio (1986); Kaufmann, y Doval (1997); Kaufmann y Doval (1999); Kaufmann (2001, 2003 y 2006); Puiggrós (1986); Pineau, Mariño, Arata y Mercado (2006); Tiramonti (2004); Suasnábar y Palamidessi en Palamidessi, Suasnábar y Galarza (2007).

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las pedagogías dictatoriales. Esta indagación sería profundizada en el estudio de los grupos académicos que los generaban, “mapeando” de esta manera las diferentes expresiones que adoptaron en las carreras de ciencias de la educación del país como también en las distintas manifestaciones que tuvieron en la formación docente y en los libros de texto editados en estos años. El libro de Pablo Pineau y colaboradores El principio del fin. Políticas y memorias de la educación en la última dictadura militar (1976-1983) editado recientemente, recupera una mirada global de la problemática que, al profundizar las hipótesis de los primeros trabajos, caracteriza las estrategias de políticas educativas en tanto combinación de estrategias de represión y de discriminación. A riesgo de simplificar demasiado, podemos decir, que la producción historiográfica del campo educativo sobre este tema ha puesto especial acento en revelar la profundidad del carácter destructivo que alcanzó la dictadura en materia educativa como también en señalar la forma sistemática que tuvo el accionar militar sobre la vida cotidiana en las escuelas y universidades. Con todo, estos estudios e investigaciones –orientadas no sólo por una preocupación académica sino también por la necesidad de aportar a la construcción de una memoria colectiva y al esclarecimiento de lo que pasó en la escuela y en la educación–, han prestado poca atención a las distintas experiencias y manifestaciones de disidencia, resistencia u oposición de individuos, grupos e instituciones durante estos mismos años como tampoco han indagado sobre la producción intelectual de éstos y otros segmentos de intelectuales de la educación que, desde dentro o fuera del país, siguieron produciendo y reelaborando el pensamiento socioeducativo. Desde esta perspectiva, la presente investigación sostiene la hipótesis que, si bien la dictadura militar marca indudablemente un punto de ruptura para el campo intelectual y el campo educativo en particular, también constituyó en el plano de la producción intelectual, un período de una profunda revisión crítica de las experiencias políticoeducativas de las décadas precedentes y de “ajuste de cuentas” con los paradigmas que las sustentaron. De tales procesos no sólo derivará en una reformulación teórica del pensamiento socioeducativo, sino más importante aún, en una nueva agenda de política educativa de la transición democrática. En cierta forma, los interrogantes que guiaron esta investigación son una continuidad y profundización de nuestras exploraciones sobre los procesos de configuración del campo pedagógico universitario en los años sesenta y setenta,11 que busca articular aquellas preocupaciones y reflexiones provenientes del campo de la historia reciente y la historia intelectual con las líneas de pesquisa abiertas pero todavía poco exploradas de la historiografía educativa.12 En este sentido, la presente investigación 11 Véase Suasnábar (2002). 12 En este punto resulta interesante la comparación con Brasil y México donde hay una atractiva producción académica sobre la evolución de las ideas educativas en nuestro período tales como los trabajos



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tiene por objetivo analizar la producción intelectual en educación durante los años de la dictadura desde la clave analítica de los cambios de problemática y desplazamientos conceptuales operados en el pensamiento socioeducativo en términos de innovaciones teóricas. Planteado de esta manera, la investigación intentó articular dos grandes líneas de análisis. La primera se dirige a reconstruir los debates teórico-políticos y educativos, a partir de las intervenciones de los distintos individuos y/o grupos, que están en la base de los procesos de revisión crítica de la experiencia político-educativa anterior y de reformulación teórica del pensamiento socioeducativo. Lejos de constituir un corpus homogéneo y claramente delimitado, la reconstrucción de estos procesos nos obliga a explorar dichos debates e intervenciones en diferentes espacios geográficos: los desplegados por los intelectuales que se quedaron en el país y los que marcharon al exilio; en diferentes ámbitos institucionales: los desarrollados por los intelectuales que ingresaron en organismos internacionales y los que se insertaron en universidades extranjeras y también diferentes temporalidades ya que, como no puede ser de otra manera, los “tempos” de estos debates estuvieron condicionados por las diferentes inserciones laborales y espacios geográficos. Ciertamente, esta producción intelectual que derivará en la reformulación teórica del pensamiento socioeducativo no fue sólo el resultado de la reflexión y estudio de intelectuales argentinos sino, por el contrario, representa una construcción colectiva donde participaron numerosos investigadores mexicanos, brasileros, chilenos y uruguayos. En este sentido, si bien nos focalizamos principalmente en la participación de los intelectuales argentinos, esta serie de procesos debe pensarse desde una territorialización regional de debates y problemática que excede lo nacional. La segunda línea de análisis íntimamente ligada a la anterior, retoma aquella preocupación señalada más arriba respecto de la necesidad de vincular el análisis de la dictadura militar con los procesos y dinámicas sociales del período anterior. En este sentido, y quizás con mayor razón dada la naturaleza de nuestro objeto de estudio, la pregunta que estructura esta línea de indagación remite por un lado, al análisis de las continuidades y rupturas en el pensamiento socioeducativo de las décadas del sesenta y setenta con respecto al producido durante el período de la dictadura militar, y por otro lado, interesa profundizar en el derrotero y trayectoria de los intelectuales y expertos en educación de activa participación en las década precedentes como también de aquellos jóvenes investigadores y las nuevas formaciones que durante este período se incorporarán a los debates y tendrán un papel relevante durante los años de la transición democrática. En buena medida, pretendemos captar el carácter de Souza Araujo (1995); Pariera Cordeiro (2002); Moreno (2005). En el caso de México merece destacarse también la preocupación por vincular la historia intelectual con la historiografía educativa que se revela en los trabajos de Granja Castro (1998); Granja Castro (2002); Quintanilla (2008).

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asincrónico de estos procesos de producción intelectual que no sólo están cruzados por los diferentes ámbitos institucionales y espacios geográficos sino también por las distintas experiencias y trayectorias de los individuos y sus respectivas formaciones intelectuales. En este sentido, vale aclarar que si bien nuestra investigación se plantea como una historia intelectual cuyo foco principal está puesto en las derivas del pensamiento socioeducativo durante la dictadura militar, este análisis no puede prescindir (a riesgo de convertirse en una historia de las ideas tradicional) de la reconstrucción de las trayectorias de los productores intelectuales, de sus posicionamientos políticos y de las propias condiciones de producción. Ciertamente, estos procesos de reformulación teórica del pensamiento socioeducativo tampoco se vuelven inteligibles al margen de considerar las discusiones teóricas y las reflexiones políticas desarrolladas por las ciencias sociales latinoamericanas y de la propia evolución política de los distintos regímenes autoritarios que se implantaron en la región. Es por ello, que nos interesó reinsertar estos procesos en el marco del clima intelectual que recorre estos años, los cuales como analizaremos posteriormente, estuvieron signados por la derrota de los proyectos políticos de carácter transformador que con distintas características en cada país se desplegaron en la década precedente. En este sentido, resulta necesario aclarar que por lo dicho anteriormente se hará referencia ineludible a aquellas líneas de reflexión de la producción intelectual en las ciencias sociales que –si bien excede los límites de nuestro estudio– influyeron en la reformulación teórica del pensamiento socioeducativo. Cuestiones de método En esta breve presentación de nuestro objeto de estudio y revisión del estado de la discusión, hemos señalado por un lado, la inscripción de esta investigación en marco de la llamada “historia intelectual”, y por otro, fuimos utilizando una serie de categorías teóricas que provienen de la “sociología de los intelectuales”. En este sentido, este apartado se plantea más bien como un ejercicio de explicitación de los criterios y elecciones metodológicos que orientaron la investigación, habida cuenta de que lejos de constituir campos claramente delimitados, los mismos en la práctica de investigación se superponen y complementan posibilitando diferentes “usos” de categorías y nociones, y a la vez, permiten la construcción de una multiplicidad de objetos de estudio. En rigor, la convergencia de estos campos parte del reconocimiento de que la exploración del movimiento de las ideas y los sistemas de pensamiento no está desligada de los productores intelectuales ni de las condiciones de producción de esos universos simbólicos. Planteado en estos términos, en primer lugar, realizaremos una mirada panorámica de la historia intelectual como campo problemático, y en segundo lugar, presentaremos los criterios metodológicos que orientaron el proceso de investigación.



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Indudablemente, uno de los rasgos que caracteriza actualmente la historia intelectual es el estado de dispersión teórica y pluralidad de objetos que delinean un conjunto heterogéneo de prácticas historiográficas. Este estado de situación en buena medida constituye una de las consecuencias del llamado “giro lingüístico” que en los últimos treinta años, no ha dejado de hacer sentir su revulsiva influencia en el conjunto de las ciencias sociales.13 En el campo de la historia específicamente, la irrupción de esta perspectiva conllevó un desplazamiento en los temas y problemáticas de estudio que se manifiesta en la progresiva consolidación de ese espacio difuso de intersección que conforman la historia política, la historia de las elites culturales y la historia social de las ideas. Frente a las explicaciones que ponían el acento en las “determinaciones” de las estructuras socioeconómicas y su expresión en términos de clases y fracciones de clase, la “historia intelectual” reintroduce la cuestión de las ideas y los productores intelectuales como parte insoslayable de la comprensión de los fenómenos históricos.14 Como señala François Dosse (2007) en el campo de la historia intelectual es posible ubicar distintas corrientes teóricas cuyas denominaciones (historia conceptual, semántica histórica, historia social de las ideas, etc.) expresan no solamente formas de abordaje específicas, temáticas y preocupaciones diferentes sino también el peso de las tradiciones académicas nacionales en la conformación de estos campos de estudio.15 En este sentido, la definición genérica que despliega este autor nos parece que sintetiza los rasgos comunes que presentan las diferencias corrientes:

13 Así, la aceptación de que el “discurso” no es una dimensión diferente de la “realidad” sino que es parte constitutiva de ella, de que “texto” y “contexto” no se explican por derivación de uno respecto del otro, sino que conforman una única trama de sentido, son todas afirmaciones que fueron erosionando los fundamentos del pensamiento estructuralista que ­–en sus diferentes variantes– predominaron durante las décadas del sesenta y setenta. Para una visión panorámica de este debate con especial referencia al contexto norteamericano véase el trabajo de Palti (1998). 14 Una visión panorámica de las tensiones y dilemas de la historia intelectual así como algunos usos en nuestro medio véase Altamirano (2005). Para una visión más “francesa” de estos debates puede consultarse también el trabajo de Rodriguez da Silva (2002). Representativos de algunas de las posiciones en estos debates puede consultarse los trabajos de Chartier (1996); Darnton (1990). 15 Sólo a título de ejemplo, podemos decir que en Francia se desarrollará en el marco de la historia cultural y la historia social de las ideas donde uno de los representantes más conocidos es Roger Chartier. En el mundo anglosajón se desplegará bajo la denominación más sintética de historia de las ideas impulsada por Arthur Lovejoy como también a partir la historia de los conceptos de la llamada Escuela de Cambridge representada por Quentin Skinner y John Pocock o en su variante alemana de la semántica histórica cuyo representante más notorio es Reinhart Koselleck. De la tradición francesa hemos indicado algunos textos en notas anteriores, para las demás se pueden consultar los trabajos de Koselleck, (1993), Pocock (2001) y Skinner (2002).

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“Esta historia intelectual se ha desarrollado en un punto de encuentro entre la historia clásica de las ideas, la historia de la filosofía, la historia de las mentalidades y la historia cultural. Este espacio de investigación también tiende a hacerse autónomo. Sin intención imperial, esta historia intelectual simplemente tiene como ambición el hacer que se expresen al mismo tiempo las obras, sus autores y el contexto que las ha visto nacer, de una manera que rechaza la alternativa empobrecedora entre una lectura interna de las obras y una aproximación externa que priorice únicamente las redes de sociabilidad. La historia intelectual pretende dar cuenta de la obras, de los recorridos, de los itinerarios, más allá de las fronteras disciplinares.” (Dosse, 2007: 14) Partiendo de esta definición es posible derivar una serie de criterios metodológicos que orientaron nuestra investigación. La primera cuestión que plantea la superación de la desviación “idealista” que explica el surgimiento y evolución de las ideas en función de sus cualidades intrínsecas o bien por el genio creador del autor, como de la desviación “estructuralista” que explica estos mismos fenómenos por los condicionantes externos (políticos, económicos y sociales), remite a resaltar el necesario carácter multidisciplinar que en la vinculación entre sociología e historia y otras ciencias sociales, posibilita analizar y explicar los productos intelectuales en el cruce de estas dos líneas de fuerza. En este sentido, es indudable que el aporte de la “teoría de los campos” de Pierre Bourdieu (1983, 1995, 1997, 1998) así como los conceptos de “tradición”, “instituciones” y “formaciones” de Raymond Williams (1980 y 1994) han demostrado poseer una gran potencialidad explicativa en la medida que ambos autores comparten la preocupación por inscribir el análisis de los productos culturales y los propios productores en el marco de una sociología de la cultura que intenta escapar y superar tanto las explicaciones estructuralistas u objetivistas, como también las distintas formas de subjetivismo. Con todo, es necesario aclarar que esta investigación ha privilegiado la función orientadora de estas categorías no sólo por oposición a los “usos canónicos” (más preocupados por la fidelidad al autor) sino también por la especificidad de nuestro objeto de estudio que impide pensar las derivas del pensamiento socioeducativo en términos de campo en el contexto de la dictadura militar. En rigor, la investigación intenta poner de manifiesto el estado de dispersión y aislamiento de los fragmentos de un espacio como el educativo que, como señalamos en otro trabajo (Suasnábar, 2004), hacia mediados de los años setenta todavía no se había podido constituir como campo. Así, el uso de estas nociones más bien operan como un horizonte de llegada que cuidadosamente hemos denominado reconfiguracion del campo intelectual de la educación en el período de transición democrática.



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La segunda cuestión estrechamente vinculada a la anterior, remite a la necesidad de explicar e interpretar los discursos (expresado en la materialidad de una obra, conjunto de obras o sistemas de pensamiento) en relación con su contexto, esto es, en relación con las características del momento histórico o coyuntura particular. Al respecto, resulta esclarecedor el señalamiento de Carl Schorske, quien plantea que situar e interpretar una obra supone inscribirla en la “encrucijada de dos líneas de fuerza”: una vertical, diacrónica, a través de la cual “vincula un texto o un sistema de pensamiento a todo lo que les ha precedido en una misma rama de actividad cultural”; la otra horizontal, sincrónica, por la que “la historia establece una relación entre el contenido del objeto intelectual y lo que se hace en otros dominios en la misma época”.16 En cierta forma, la complementariedad del enfoque diacrónico y el enfoque sincrónico posibilita captar el carácter transversal que adoptan los procesos de producción intelectual, y a la vez, permite explicar los momentos de continuidad y cambio, escapando a la lógica endógena que puede llevar una lectura interna de un texto o sistema de pensamiento como también a la lógica exógena que sólo interpreta los cambios como reflejo de otra serie discursiva. En este sentido, nos resultaron útiles un conjunto de categorías provenientes de la tradición estructuralista como las de “campo problemático”17 que designa cierta unidad específica de una formación discursiva (conceptos, problemas, temas) para explicar los movimientos de desplazamiento y cambio o ruptura que, siguiendo a Schorske, se pueden captar en la convergencia de lo diacrónico y sincrónico. Desde este instrumental es posible reconstruir los procesos de generación de nuevas ideas y categorías teóricas, a partir de los cambios de problemática y desplazamientos conceptuales que, como señala Cecilia Lesgart en su estudios sobre la idea de transición democrática, producen procesos de “estiramiento conceptual”, de “vaciamiento analítico” o la “proliferación de tipologías” como síntomas de estos proceso de cambio teórico. La tercera cuestión que plantea la práctica de investigación en este campo remite a la importancia de los posicionamientos intelectuales situados en un determinado contexto (intelectual e histórico) que marcan los límites y posibilidades de dichos posicionamientos como también de las condiciones de producción intelectual, todas cuestiones que, ciertamente, complementan el anterior señalamiento. En buena medida, esta perspectiva de análisis ha sido la que animó gran parte de los trabajos e inves16 Citado en Dosse (2007: 14). 17 En esta investigación hemos tomado de manera libre la noción althusseriana de campo problemático. Según este autor: “Sin una teoría de una historia de las formaciones teóricas, no se podría captar y designar la diferencia específica que distingue dos formaciones teóricas diferentes. Con esta finalidad, creí poder utilizar el concepto de problemática de Jacques Martin para designar la unidad específica de una formación teórica y en consecuencia, el lugar de la asignación de esta diferencia específica y el concepto de “ruptura epistemológica” de Bachelard para pensar la mutación teórica contemporánea a la función de una disciplina científica.” (Althusser, 1987: 23).

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tigaciones sobre la relación entre intelectuales y política en los décadas del sesenta y setenta en nuestro país.18 Más recientemente, el libro de Federico Neiburg y Mariano Plotkin Intelectuales y expertos19 en diálogo crítico con las anteriores producciones, ha llamado la atención respecto del uso mecánico de categorías como “autonomía” y “campo” que tienden a incorporar “los valores de los sujetos estudiados, como valores del analista”, lo cual lleva a la confusión de mezclar categorías de análisis con otras de identificación. Desde esta perspectiva, lejos de visiones normativas y dicotómicas sobre las relaciones entre intelectuales y expertos, postulan cierta línea de continuidad entre estas posiciones que se revela en los movimientos de pasaje y circulación de individuos, ideas y formas de intervención en distintos ámbitos como el Estado, la academia y el mercado. En este sentido, y recuperando estos señalamientos, esta investigación ha privilegiado una definición más bien descriptiva de la noción de intelectual como la enunciada por François Bourricaud (1990), quien los caracteriza “como agentes de circulación de nociones comunes que conciernen al orden social”, esto es, cuando “se apoyan en la posesión de un saber para legitimar pretensiones de intervención en la esfera social –ideológica o política” (Sigal, 1991: 19). De tal manera, utilizaremos esta noción para referirnos indistintamente a investigadores, pedagogos, especialistas o expertos en educación para indicar solamente esta pretensión de intervención en la esfera de la política o política educativa que, si bien supone un recorte del universo de intervenciones incluidas dentro de lo que llamamos pensamiento socioeducativo (y que por tanto deja afuera aquella otra producción ligada por ejemplo a la psicología o las didácticas específicas), por otro lado, abre este espacio de intervenciones a individuos provenientes de otras disciplinas no educativas. Al respecto, vale aclarar una vez más que nuestro objeto de estudio es la producción intelectual en educación que, ciertamente está ligada a los productores intelectuales pero que no se identifican sino que por el contrario suponen distintas dimensiones de análisis. Partiendo de estas orientaciones metodológicas y de las prevenciones señaladas en el uso de las categorías teóricas se definió un primer corpus de fuentes documentales compuestos por una serie de publicaciones periódicas cuyo seguimiento a lo largo del período nos permitió aproximarnos a los debates teóricopolíticos y educativos. En este sentido, el estudio de las revistas político-culturales y, en nuestro caso, el de las revistas político-pedagógicas resultan recortes privilegiados no sólo para visualizar los procesos de producción intelectual, sino también para identificar y caracterizar grupos o formaciones, por cuanto, constituyen zonas de intersección entre la actividad cultural y la intervención política.20 18 Para una visión panorámica de esta discusión véase Altamirano (2006); Brunnery Flisfisch (1983). 19 Véase Neiburg y Plotkin (2004). 20 Véase Girbal-Blacha y Quatrocchi-Woisson (1999).



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Al respecto, podemos decir que las revistas ocupan un lugar “a mitad de camino entre el carácter de actualidad de los diarios y la discusión grave de los libros”,21 rasgo que precisamente hace de este tipo de publicaciones un material sumamente fértil para el estudio de ese heterogéneo conjunto de fenómenos y procesos que aborda la historia intelectual. Si bien las revistas comparten con la prensa esa voluntad de construir opinión, las formas en que esta intencionalidad se expresa asumen diferentes modalidades en cada una. Así, mientras los diarios intentan formar opinión a través de la transmisión de información, el objetivo de las revistas esta puesto centralmente en debatir y confrontar ideas.22 Por otro lado, como empresa cultural suelen ser la expresión de grupos intelectuales con diferente grado de homogeneidad ideológica, y en general, son vehículo de organizaciones formalmente estructuradas (universidades) o de corrientes de opinión intelectual (movimientos y tendencias). Las revistas político-culturales, por tanto, son publicaciones periódicas deliberadamente producidas para generar opinión tanto hacia adentro como hacia afuera del campo intelectual. Por ello, una de sus características es que: “...la revista tiende a organizar a su público, es decir el área de lectores que la reconozca como instancia de opinión intelectual autorizada. De ahí que como forma de la comunicación cultural, la diferencia entre el libro y la revista no sea puramente técnica. Toda revista incluye cierta clase de escritos (declaraciones, manifiestos, etc.) en torno de cuyas ideas busca crear vínculos y solidaridades estables, definiendo en el interior del campo intelectual un ‘nosotros’ y un ‘ellos’, como quiera que esto se enuncie. Ético o estético, teórico o político, el círculo que una revista traza para señalar el lugar que una ocupa o aspira a ocupar marca también la toma de distancia, más o menos polémica, respecto de otras posiciones incluidas en el territorio literario. [...] Otro rasgo, que puede tomar a veces la forma de libro pero parece inherente a la forma revista, es que ésta habitualmente traduce una estrategia de grupo.” (Altamirano y Sarlo, 1993: 96-97) Esta potencialidad que tienen las revistas es la que hemos privilegiado en nuestro análisis de fuentes que como señalamos antes nos posibilita seguir la evolución del 21 La expresión corresponde a Simon Jeune, citado por Girbal-Blacha (1999 : 23). 22 Reflexionando sobre las implicancias metodológicas que supuso su investigación del diario La Nación, Ricardo Sidicaro expresa que: “A diferencia de un libro, en el que su autor escribe tiempo después, más alejado de la conmoción inicial, los editoriales se redactan al calor de las coyunturas. Un autor de un libro recibe comentarios pasado un cierto tiempo. Un editorial de un diario tradicional repercute al día siguiente, de él se dialoga. Son ideas en movimiento en las que es dable reconocer la inmediata voluntad política de quien se hace responsable de ellas”, (Sidicaro, 1997: 76).

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pensamiento socioeducativo. Desde esta elección metodológica podemos distinguir un conjunto revistas de carácter institucional como la Revista de la CEPAL, un segundo grupo de revistas que podríamos caracterizar de político-culturales en sentido estricto como Punto de vista, Crítica y Utopía, Cuadernos Políticos y la revista Controversias, y por último, un tercer grupo de revistas específicamente políticopedagógicas tales como la Revista Argentina de Educación, la Revista del Instituto de Investigaciones Educativas y la Revista Perspectiva Universitaria. Un segundo corpus de fuentes complementario del anterior lo constituyeron una vasta gama de libros y publicaciones, los cuales nos permitieron profundizar en ciertas líneas de la producción intelectual del período como pueden ser los documentos elaborados en el marco del Proyecto CEPAL/UNESCO/PNUD Desarrollo y Educación para América Latina y el Caribe (DEALC) o los numerosos libros que se publicarían en el exterior y que dan cuenta de eventos y encuentros regionales por donde transitaría el derrotero del pensamiento socioeducativo. Las entrevistas en profundidad realizadas a personalidades significativas del período constituyeron nuestra tercera vía de acceso a los proceso de producción intelectual aunque esta información por ser una relectura intencionada del pasado se prefirió no utilizarla como fuente histórica sino más bien para “hilar” ciertas trayectorias intelectuales de individuos, grupos o instituciones que complementan la información relevada en las revistas y demás publicaciones. *** Los resultados de esta investigación están organizados en seis capítulos, un epílogo y una conclusión final. El primero analiza los debates políticos del exilo argentino que conforman el clima intelectual del período, los cuales estarán signados por la caracterización de la dictadura militar y la reflexión desde la derrota política. El segundo focaliza en los procesos de revisión crítica de las experiencias político-pedagógicas y de renovación teórica desplegada por distintos segmentos de intelectuales de la educación en México. El tercer capítulo explora los procesos de revisión crítica de la experiencia cepaliana que se caracterizarán por el desplazamiento de la problemática del “desarrollo” hacia la formulación de “estilos de desarrollo”. El cuarto analiza la producción intelectual del proyecto DEALC que continuando la revisión cepaliana avanza en la formulación del paradigma de “educación y sociedad” que renovaría el pensamiento socioeducativo latinoamericano. El quinto analiza las experiencias de disidencia intelectual que en el marco del exilio interno se desplegaron durante la dictadura recuperando los debates educativos sobre los modelos de universidad. El sexto capítulo analiza el proceso de reconfiguración del campo intelectual de la educación y la reapertura del debate político-educativo que se abre con la derrota de Malvinas. Por último, el Epílogo recupera la etapa final del período, explorando el debate sobre



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el papel de los intelectuales de la educación frente al retorno a la democracia. Hacia el final se presentan las conclusiones de este estudio.

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