Indicios de la urbanización en Monterrey durante el Porfiriato

August 28, 2017 | Autor: Arnoldo Diaz | Categoría: Historia Urbana, Porfiriato
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Descripción

Indicios de la urbanización en Monterrey durante el Porfiriato
Arnoldo David Díaz Tamez
Universidad Autónoma de Nuevo León

Introducción
Cuando se piensa en la ciudad de Monterrey, lo último que se piensa es en una zona rural o de producción agrícola, ya que ésta ha sido conocida desde su fundación con el título de Ciudad y a lo largo del siglo pasado ha tenido un desarrollo urbano y metropolitano que pocas ciudades del país han conseguido.
Sin embargo, el carácter meramente urbano de la ciudad no fue inmediato, este es un proceso que lleva décadas de desarrollo y en Monterrey no llega hasta finales del siglo XIX y se consolida hasta 1940. El analizar esto es el principal objetivo de este trabajo, los intentos por pasar de una zona rural a urbana y las reflexiones sobre éste tema.
Se parte desde la idea de que el estudio de los proceso urbanos es esencial para comprender las relaciones sociales que se gestan al interior de la ciudad, ya que estas determinan el desarrollo histórico de las poblaciones; a su vez, se cree que a través del estudio de la economía urbana se puede descifrar como se van dando los cambios económicos y como estos van a modelar la economía del país, ya que en la ciudad, en el siglo XX, es donde mayor número de población se concentra en el país, convirtiéndose en el centro de la economía mexicana.
Este trabajo se basa en fuentes bibliográficas, las cuales son escazas, por lo que éste es un intento de relacionar y comenzar a construir una historia de los procesos urbanos a través del análisis de los pocos trabajos que se pudieron encontrar que de alguna manera u otra aborden el tema. Esta fue tarea difícil principalmente por la falta de estudios, primero sobre la situación agraria de
Monterrey y Nuevo León en esta temporalidad, y así mismo, el lento desarrollo que tiene la historia urbana en la historiografía local.
Aun con esto, este trabajo revisa diversos libros sobre la estructura agraria en la época porfirista, sobre el avance de la urbanización en la misma temporalidad y los primeros años del siglo XX, así como algunos datos proporcionados por Isidro Vizcaya e Isabel Ortega Ridaura sobre los proyectos de urbanización antes y durante el régimen de Bernardo Reyes en Monterrey. Siendo de esta manera un trabajo introductorio, que parte de la situación del país en general para aterrizar las primeras reflexiones sobre el caso particular de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, enfocando el trabajo hacia el debate de los procesos urbanizadores de Monterrey y que se presta para el debate comparativo con otras ciudades de México y América Latina.
El campo mexicano durante el porfiriato
Si existe la posibilidad de que se desarrolle un proceso urbano donde las actividades productivas cambian y que por ende las relaciones sociales se ven modificadas, es lógico asumir que con anterioridad a esto existieron actividades agrícolas y ganaderas, es decir, una vida rural. Nuevo León en el siglo XIX antes de la llegada de Porfirio Díaz era conocido por su ganadería y su cultivo de productos citrícolas, sin embargo, Monterrey no tenía una participación importante en ninguna de estas producción, más bien era un centro administrativo con actividades agrícolas para el autoconsumo como se menciona más adelante. Aun sabiendo esto, por la misma limitante de fuentes bibliográficas que se presentan para el tema, para comprender como se va dando el desplazamiento de actividades productivas en Monterrey debemos revisar los problemas y la estructura de la agricultura a finales del siglo XIX bajo el régimen de Porfirio Díaz.
La época en que Porfirio Díaz asumió la presidencia del país (1876-1910) son años de avance en cuanto a las actividades económicas se refiere, la industria con base en la inversión extranjera juega un papel determinante en la vida del país, en las cuestiones agrarias la agricultura pasó por una transición entre una producción orientada al mercado interno y para satisfacer el consumo local, hasta el crecimiento de una agricultura de exportación especializada (Fujigaki, 2004; 101) lo que va a significar una serie de cambios en las relaciones sociales de los espacios rurales.
Y la manera en que esto se va a cristalizar es en la búsqueda constante de privatizar la propiedad agraria impulsada por el gobierno porfirista a partir, por lo menos de manera oficial, en 1883 con la primera de una serie de leyes orientadas a la modificación de la estructura agraria, la cual autorizó a colonos, extranjeros y mexicanos, a "denunciar" las tierras vírgenes y a constituir campañas "deslindadoras" con las cuales el Estado firmaba contratos (Gutelman, 1983; 33).
Estas leyes son regularmente interpretadas, con fin de justificar el movimiento revolucionario de 1910, como "políticas feudales" en las que México está enfrascado y podía superar su condición económica sin una transformación profunda de la agricultura, pero esta es una interpretación que puede considerarse equivocada ya que precisamente la intención de privatizar la propiedad agrícola habla de la formación de las condiciones necesarias para un desarrollo capitalista (Gutelman, 1983).
En el caso del norte, es sabido que la principal actividad del campo es la ganadera, aunque ciertas zonas contribuyen a la producción e importación agrícola como es el caso del algodón en la Laguna, mientras que Monterrey se vio beneficiado a lo largo del siglo XIX principalmente por figurar como centro comercial entre México y EUA, por ejemplo con el algodón de la zona mencionada que se comerciaba con EUA durante su guerra civil. El contacto de la zona norte del país con el país vecino trajo diversos avances en la agricultura y ganadería del mismo como son el riego por medio de molinos de viento, el desarrollo ferrocarrilero, la racionalización de la cría (Fujigaki, 2004; 112) entre otros.
La crisis del porfiriato de 1907 a 1910, la que será una de las principales causas para la revolución mexicana, afecta al campo mexicano de diversas maneras, primero se pueden mencionar las sequías y las plagas, además de la falta de modernización en los sistemas de riego y la falta de crédito para el sector agropecuario (Fujigaki, 2004).
Según Gutelman, la revolución no estalla en el campo, sino que se desarrolla en las ciudades donde encontraba apoyo en los empresarios que no participaban activamente en la política de Díaz, es decir, que no formaban parte de la élite de amigos del presidente, así como por otros sectores de la sociedad que no se veían beneficiados por el capitalismo "científico" (1983). Por esta razón, y a raíz de un análisis profundo de las diversas tendencias ideológicas que participan en el conflicto, el autor asegura que en las leyes de la reforma agraria volvemos a encontrar la ideología antiliberal en que aquellas se basaban (1983; 53).
Algunos autores como John Womack plantean que durante la revolución el sistema de peonaje, característico de las relaciones laborales durante el porfiriato, desaparece casi por completo en el centro, norte y sur del país; a su vez, las haciendas siguen funcionando aunque la mayoría de ellas de manera precaria y administradas por el gobierno (Fujigaki, 2004).
Lo que podemos rescatar para el caso de Monterrey es el hecho de que, al igual que en el resto del país, la pequeña propiedad agrícola dedicada al autoconsumo pasa a segundo plano durante el porfiriato, de tal manera que es posible que esto haya sido un factor para parar las inversiones en esta área de la economía y descuidar así las fincas locales, es aquí donde podemos encontrar uno de los factores para el proceso de urbanización en la ciudad de la época.
México y la urbanización en el siglo XX
El desarrollo urbano es respuesta de la hegemonía de la actividad industrial en la vida económica de una región, ésta cambia las relaciones sociales que se dan en un espacio específico ya que propician la creación de nuevos sectores sociales, como los obreros. A su vez, determinan y configuran el espacio urbano a través de las necesidades de las industrias más importantes, esto se manifiesta en el mejoramiento de caminos, aumento del transporte urbano y la creación de viviendas cercanas a los centros de trabajo.
No existen leyes generales sobre la urbanización ya que la sola presencia de ciudades no implica necesariamente la existencia de un proceso de urbanización. Éste es función del crecimiento de la población urbana como de la rural (Unikel, 1978; 33) por lo que las etapas de urbanización de cada ciudad son distintas y conllevan a consecuencias diferentes en cada una.
Sin embargo, se tiende a dividir las etapas de urbanización en México de la siguiente manera: la primera etapa de urbanización es de 1900-1940 cuando la población urbana ascendió de 1.4 a 4 millones de personas; la segunda etapa abarca de 1940-1980 donde la población urbana asciende de 4 a 39.6 millones, siendo esta la etapa donde se empiezan a gestar las primeras áreas metropolitanas del país; y de 1980 al 2005 se vivió la tercera etapa de urbanización cuando la población urbana pasó de 39.6 a 73.1 millones de habitantes (Sobrino, 2011; 65-66).
El proceso de urbanización que ocupa a este trabajo es el primero, de 1900 a 1940, siendo este uno de los menos estudiados en la historiografía mexicana. Puede pensarse, que en estos cuarenta años un crecimiento poblacional y un desarrollo urbano son impensables debido al conflicto que representa la Revolución Mexicana y las altas tasas de mortalidad que ésta dejó, sin embargo, debemos recordar que en este periodo se consolida la industria.
Este primer proceso de urbanización se ve marcado por el rompimiento, o intento de, con el esquema liberal de crecimiento económico debido al movimiento revolucionario (Sobrino, 2011). El desarrollo urbano en este periodo es lento, especialmente en las décadas que van de 1900 a 1910 debido a las condiciones sociopolíticas de las zonas rurales que impedían el desplazamiento a las zonas urbanas, y de 1930 a 1940 debido a la fuerte crisis económica mundial (Unikel, 1978).
Monterrey y su primer proceso de urbanización
En el caso de Monterrey se ha podido encontrar que durante el primer decenio del siglo XX tuvo un crecimiento importante por el funcionamiento de plantas beneficiadoras de productos mineros, y más adelante reafirma su posición como uno de los mayores centros urbanos regionales del país lo que se le atribuye a su incipiente desarrollo industrial (Unikel, 1978).
Sin embargo, podemos ubicar que desde las últimas décadas del siglo XIX las dinámicas urbanizadoras del régimen porfirista, representado en Nuevo León con Bernardo Reyes a la cabeza del gobierno de 1885 a 1909, empiezan a modificar por completo las relaciones sociales. De esta manera podemos ligar los pocos datos encontrados sobre la urbanización en Nuevo León durante el periodo a estudiar y lo expuesto sobre el campo y la urbanización a nivel nacional.
Monterrey contaba en 1870 y hasta 1890 con aproximadamente 10 o 12 cuadras de norte a sur según lo expuesto por Isidro Vizcaya, las cuales se extendían del río Santa Catarina hasta la actual calle de Aramberri (2006), a las afueras de estas cuadras la ciudad se encontraba poblada por fincas esparcidas a lo largo de la ciudad las cuales se cultivaban árboles frutales regados mediante acequias alimentadas por el río, se conocía con el nombre de Las Quintas (Vizcaya, 2006; 50).
Este dato es uno de los más valiosos para analizar la condición urbana de la ciudad a finales del siglo XIX. Realmente aunque Monterrey lleva el título de ciudad su proceso urbano aun no despegaría, pero fuera de este dato aislado presentado por Vizcaya no existe libro que estudie o siquiera mencione a Las Quintas con este carácter semi-rural que caracterizaría a la ciudad hasta principios del siglo XX.
El progreso de la urbanización en Nuevo León, más allá del "embellecimiento" de la ciudad, podría situarse en 1890 cuando se promulgó una ley que eximía del pago de contribuciones por cinco años a las fincas urbanas que se edificasen en los siguientes dos años (Ortega, 2007; 13). La política de eximir impuestos de Bernardo Reyes para 1890 va a impulsar por un lado a la industria y por el otro a las fincas urbanas, de esta manera la industrialización y la inevitable urbanización que ésta genera crecen de manera conjunta, aunque la primera aún más rápido que la segunda.
Aún con las intenciones de crecimiento ordenado del gobierno de Reyes, el creciente número de pobladores exigía el ensanchamiento de calles, la creación de diversos puntos comerciales y zonas de convivencia como es el caso de la Alameda y otras plazas; con esto, el gobierno va a recurrir a la confiscación de algunas fincas urbanas que se interponían en las intenciones urbanísticas del gobierno (Ortega, 2007).
De esta manera el proceso urbano de Monterrey se da de manera administrativa, es decir, dentro de los planes modernizadores de Bernardo Reyes existe la intención de abandonar el carácter semi-rural de la ciudad, convirtiéndola en un centro industrial y urbano. Específicamente, es desde la materia fiscal donde se pueden encontrar los principales indicios de la urbanización administradora, ya que dentro de una lógica liberal la exención de impuestos a la inversión privada, es el principal rasgo para lograr este objetivo, siendo el sector privado quienes poseen los medios para iniciar la urbanización de la ciudad a través de las fincas ya mencionadas.
Sin embargo, durante la Revolución Mexicana la ciudad no tuvo un desarrollo urbano importante, pocos edificios se construyeron y la crisis económica no dejo muchos fondos para el mejoramiento de las calles y/o edificios dañados por el tiempo y por las acciones bélicas que se llevaron a cabo. Lo interesante de este periodo es la gran cantidad de migrantes que empiezan a llegar a Monterrey, provenientes de zonas rurales del estado y de otros aledaños que se veían afectados por la crisis económica, la hambruna y el crimen en sus poblados natales; por esto aunque la población de Monterrey crece, la del resto del estado disminuye, perdiendo más de treinta mil habitantes entre 1910 y 1921 (Ortega, 2007)
Conclusiones
En resumidas cuentas, la urbanización es un proceso que, aunque no tiene leyes generales y no siempre comparte características de una región y tiempo a otros, es un objeto de estudio completo que puede ser investigado desde diversos ámbitos, ya que es un proceso determinante para el desarrollo de las relaciones sociales en conjunto que se presentan en este espacio.
Ante el poco conocimiento que tenemos de como comienza este proceso en Monterrey es que se parte del análisis del campo mexicano y de la urbanización a nivel nacional, por lo que se puede concluir que ante las reformas que afectan al campo al privatizarlo y convertirlo en gran propiedad durante el Porfiriato, sumándose el interés por el desarrollo industrial del país, la urbanización se va a acelerar a principios del siglo XX a nivel nacional con diferentes manifestaciones a nivel local.
Para Monterrey esto se manifiesta en la gradual desaparición de las fincas semi-rurales, ubicadas principalmente en Las Quintas, a través de las políticas fiscales de Bernardo Reyes, ya que se puede suponer que pasan a un plano menos relevante de la economía local, o por lo menos del interés privado local, ante la incipiente industria y el apoyo fiscal que proporciona el gobernador porfirista a la inversión privada para desarrollar las fincas urbanas.
De esta manera se verán desplazadas por fincas urbanas, de las cuales no se cuenta por el momento con información más allá de la presentada, pero que pueden representar los primeros elementos urbanos de la ciudad que después de la revolución mexicana con la gran cantidad de migrantes que llegan y el impulso enorme que se le dará a la industria, la ciudad comenzará un proceso de urbanización tan grande que tan solo veinte años después comenzará a expandirse a nuevos municipios con la conformación del área metropolitana. Avance que hasta el día de hoy no se detiene.

Bibliografía
Fujigaki, Esperanza (2004) La agricultura, siglos XVI al XX. México: UNAM
Gutelman, Michel (1983) Capitalismo y reforma agraria en México. México: Ediciones Era
Ortega Ridaura, Isabel (2007) "Orden y Progreso: El periodo reyista en Nuevo León", en Morado, Cesar (coord.) Nuevo León en el siglo XX. La transición al mundo moderno: del reyismo a la reconstrucción (1885-1939), Tomo 1. Nuevo León: Fondo Editorial de Nuevo León.
Sobrino, Jaime (2011) "Urbanización en México: evolución contemporánea y perspectiva al año 2030" en Cabrera Mendoza, Enrique (coord.) Ciudades mexicanas. Desafíos en concierto. México: FCE/CONACULTA.
Vizcaya, Isidro (2006) Orígenes de la industrialización de Monterrey: una historia económica y social desde la caída del Segundo Imperio hasta el fin de la Revolución (1867-1920). Nuevo León: Fondo Editorial de Nuevo León.
Unikel, Luis (1978) El desarrollo urbano de México: diagnósticos e implicaciones futuras. México: Colegio de México.





Pueden mencionarse trabajos con estas características como el editado por Mario Cerutti Producción, ejidos y agua en el noreste de México: la región citrícola de Nuevo León (siglos XIX y XX) y la tesis de maestría de Antonio Peña Guajardo La economía novohispana y la élite local del Nuevo Reino de León en la primera mitad del siglo XVIII, que si bien son buenos textos, por la temporalidad o el espacio geográfico no se revisaron en el presente trabajo.
Se cierra en el 2005 ya que es el año en que termina la clasificación de Jaime Sobrino y no se podría asegurar que después de este año las dinámicas urbanas siguen siendo las mismas o si han cambiado de manera abrupta.
Ubicándola hasta la década de 1920

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