Imagen personal & Reputación profesional

July 1, 2017 | Autor: Mar Castro | Categoría: Comunicacion, Liderazgo, Desarrollo Personal, Comportamiento Humano, Protocolo Social
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Descripción

Imagen Personal&Reputación Profesional
Mar Castro
34

















COMPORTAMIENTO PERSONAL
&
REPUTACIÓN PROFESIONAL

Mar Castro








Saber ser, Saber estar, Saber hacer 3
Protocolo Social, una necesidad 9
Sonría, por favor 12
El poder de la amabilidad 14
El respeto te hace libre 16
Recuperando la elegancia personal 18
Exigua sociabilidad 20
Prudencia, señores, prudencia 22
Piropea bonito 24
Etiqueta en la Red 25
(Des)cortesía en la Red 27
Seudoexpertos en la Red 29
En la mesa… se conoce al caballero 31

















SABER SER, SABER ESTAR, SABER HACER
"Llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala".
Don Quijote de la Mancha
La comunicación y la convivencia son el propósito de las habilidades sociales por las que todos los seres humanos nos interesamos como medio y fin para mejorar las relaciones que mantenemos con familiares, amigos, vecinos, conocidos, desconocidos, compañeros, colegas, jefes…
La costumbre y los gustos generales de los miembros de una comunidad han propiciado el establecimiento de normas o recomendaciones sobre las conductas apropiadas. Comportarnos en sintonía con el entorno en el que nos encontramos en cada momento, sitio y ocasión sin dejar de mostrar (o manifestar) nuestra personalidad es el objetivo que persigue el tan popular pero a veces malinterpretado "Saber estar" que floreció con la práctica de los buenos modales en las cortes y propició, junto con los inventos y la educación, la evolución del ser humano.
Los códigos sociales de conducta han experimentado profundas variaciones en su avanzar a través de las distintas épocas. Hasta el siglo XVI, todos los textos relativos al civismo, sociabilidad o urbanidad distinguían tres categorías claramente diferenciadas: tratados de cortesía, reglas de moral común y artes amatorias o de placer. En esa centuria, la obra El cortesano, firmada por Baltasar de Castiglioni en 1528 y el tratado De civilitae morum puerilium libellus, primer código social para la educación de los infantes, escrito por Erasmo de Rotterdam en 1530, que introdujo el concepto de civilidad social en la cultura occidental, redujeron a dos las condiciones: manuales de civilidad, susceptibles de enseñarse y aprenderse; y, libros de artes del cortesano, expresión de una virtud individual singular de inviable enseñanza y aprendizaje.
Avanzado el siglo XVIII surge un nuevo género a medio camino entre los manuales de civilidad y las artes del cortesano: Reglas del decoro y de la civilidad cristiana, escrito por Juan Bautista de La Salle que viene a ocupar el lugar dejado poco antes por las normas de civilidad o los manuales del perfecto aristócrata, en clara discordancia con la naturalidad, la libertad de elección y el dinamismo imperante.
En los siglos XIX y XX la urbanidad retoma un importante papel en la cimentación de una sociedad liberal, que evoluciona al ritmo de las variaciones principalmente sociales y políticas, y el papel que ocupan en la misma la mujer y el hombre. Se pretende un modelo de personas respetuosas, disciplinadas, trabajadoras, responsables, de trato agradable y transmisores de estos valores a sus hijos. Reforzar el sentimiento de patria y la sensibilidad higiénico social son las principales innovaciones que incluyen los manuales de urbanidad de este período. 
En su adecuación a la compleja sociedad del siglo XXI, las normas de urbanidad se han sometido a un proceso de renovación, modernización y adaptación a los tiempos actuales, al ambiente concreto, a cada situación precisa y a las personas implicadas en el trato, siempre sin perder de vista las hipótesis que la sustentan: expansión de la sociabilidad y éxito de la convivencia, bajo las premisas de observación, prudencia y apreciación.
El fingimiento, la cursilería, la rigidez y la hipocresía no tienen cabida en la conducta y dignidad humanas. La naturalidad es esencial para un proceder correcto y seguro. La integración en grupos comunitarios propicia la deferencia, el aprecio y el interés como lenguaje social que identifica a sus miembros, que construyen su futuro sobre una base sólida en la que la sencillez, la amabilidad, el respeto, la tolerancia, la cordialidad y el sentido del humor ocupan un puesto privilegiado.
Desconocer cuestiones básicas de protocolo social coloca a los protagonistas de las distintas situaciones en una posición incómoda, al desconocer qué hacer, además de situarle en ridículo por esa ignorancia sobre cómo desenvolverse, de forma natural, lógica y flexible, en situaciones realistas y cotidianas.Sin lugar a dudas, todo es más agradable, saludable, conveniente y fácil si sabes cómo comportarte.
Vivimos en una sociedad en la que todo vale; cada persona pelea por sus intereses sin importarle las consecuencias sobre otros seres humanos. La educación social vive en la actualidad un desmerecido período de descalificación y afrenta. Se ataca a todo aquel, niño, joven o adulto, que practica las buenas formas y las palabras comedidas. Descuidamos el trato con nuestros semejantes con los que nos relacionamos a diario tanto en nuestros compromisos académicos y laborales como nuestro estimado tiempo de ocio. La grosería, como sabiamente apunta Alfonso Ussía, es la peor plaga que padece hoy en día la humanidad.
En la actualidad, la formación académica e incluso la experiencia profesional forma parte del currículum de millones de personas y, aún así, con ese historial curtido a base de esfuerzo y dedicación, no encuentran el necesario puesto de trabajo. ¿Cuál es la característica que diferencia a estos profesionales que ofrecen un currículo similar? Sin lugar a dudas, la educación, la cortesía, el saber estar. De qué valen todos tus conocimientos y experiencias si no sabes comportarte correctamente en tus relaciones sociales y profesionales. Aristóteles defendía que la armonía entre los miembros de una sociedad civil era completa cuando existía civilidad, conducta cívica mutua entre los ciudadanos. 
La coexistencia, o entendimiento social, demanda unas pautas de comportamiento y relación. Agradar a los demás y pertenecer a determinados grupos sociales son los objetivos de toda persona y el ejemplo es un efectivo método para merecer y disfrutar del respeto que ofrecemos sin olvidar que el respeto dado se convierte en respeto debido y que para recoger frutos, primero debemos sembrar la simiente.
… El que cifra su placer en herir y aborrecer, no es estimado jamás.
Quien no quiere a los demás, no puede hacerse querer…
Jose Rosas Moreno (Nuevo Manual de Urbanidad y Buenas Maneras, escrito en verso para la infancia. 1880)
¿Qué podemos hacer para recuperar el saber estar y poder disfrutar de las maneras y gentileza de nuestros semejantes?
Practicar la sonrisa desinteresada, fundamental en el desarrollo diario social, es portadora de alegría, relajación, felicidad, aceptación, optimismo, interacción, vitalidad, energía y salud, además de ser un poderoso método para combatir el miedo escénico. La poseemos en cantidades ilimitadas, es un recurso inagotable que obtenemos de balde. 
Ofrecer con derroche las palabras mágicas (perdón, por favor y gracias), sin contraindicaciones posibles y portadoras de tantas alegrías, satisfacciones y buen hacer.
Ceder el paso, especialmente en el transporte urbano, a personas mayores o con discapacidades permanentes o transitorias, mujeres embarazadas y progenitores que carguen con sus vástagos es una sana costumbre poca practicada por los adolescentes de nuestro país al igual que dejar salir antes de entrar en cualquier establecimiento o local. Todo se aprende…
Ser transigente; dedicar una sonrisa, una mirada de aprobación u ofrecer la mano en caso de necesidad; aprobar otras culturas, costumbres, tradiciones o credos; practicar la escucha efectiva; descartar de nuestra expresión verbal o gestual palabras o ademanes soeces; aceptar otras opiniones, costumbres o ideas; facilitar la integración de personas con discapacidades; tratar de forma justa a los demás meditando las consecuencias de nuestras acciones; interesarse por las personas de nuestro entorno; trabajar la actitud positiva; no alardear de méritos personales; potenciar el raciocinio; practicar la puntualidad; tratar con esmero a los animales, proteger las plantas y respetar el medio ambiente son sencillas pautas que imprimen un valor añadido a nuestro currículum personal y profesional.
El botellón merece un apartado independiente. Sin lugar a dudas, y antes de que la juventud defienda insistentemente su derecho a disfrutar y a beber donde quieran, preservaré los también derechos de los habitantes de las zonas que "arrasan" en su merecido momento de ocio indiscreto. No sólo provocan insomnio, cansancio e incluso depresiones la ausencia de horas de descanso, también la incomodidad y decepción que provoca que nuestros jóvenes asolen las zonas por las que pasan.
Posiblemente hoy les resulte falsa la afirmación que he escuchado de boca de muchos de ellos, años después de practicar esta peculiar forma de esparcimiento: "no es necesario beber para divertirse". Afortunadamente, muchos de nuestros muchachos serán conscientes de esta máxima en breve, al menos es lo que espero.
Es frecuente escuchar saludos del tipo Cómo te va, tío, Qué pasa, macho… Tía, tío o macho no es un tratamiento que se deba ofrecer, si acaso en un contexto muy informal y con personas de nuestra más absoluta confianza y con una connotación siempre positiva.
Mención especial merecen las boqueadas y los salivazos. Siempre se ha considerado el bostezo una muestra de aburrimiento, desinterés, incluso cansancio. Bostezar abiertamente sin cubrir la boca con una mano, pañuelo o servilleta es una tosquedad. Si en el transcurso de sus conversaciones con otras personas, es propenso a escupir micro partículas de saliva al hablar, no dude en recurrir a estas opciones o en ampliar la distancia a la que se relaciona. Por descontado, escupir, solos o acompañados, es una evidente grosería.
Permítanme finalizar mi exposición con una recomendación concreta, lógica y actual del científico, político e investigador del siglo XVIII, Benjamin Franklin: sea cortés con todos, sociable con muchos, familiar con pocos. Poniendo en práctica el saber ser, saber estar y saber hacer, siendo siempre uno mismo, con sus virtudes y defectos, triunfarán.





























PROTOCOLO SOCIAL, UNA NECESIDAD
El Protocolo social es mi especialidad, creo en su necesidad, defiendo su puesta en práctica y muestro la lógica de las pautas que contiene. Sencillez, respeto, prudencia, cortesía, tolerancia, amabilidad, humildad, naturalidad y sentido del humor son las bases sobre las que se asienta. Ofrece recomendaciones, que optimizan la coexistencia y el entendimiento consustancial al ser humano, adecuado a los condicionantes de cada situación precisa y a la realidad social actual; una época presidida por nuevas escalas de valores, introducción masiva de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, convivencia entre diferentes culturas, consumismo desenfrenado y escasez de conciencia crítica.
Los cambios experimentados deben traer consigo la adaptación a las particularidades y coyunturas actuales, y la distinción de las relaciones sociales en el marco del respeto, a uno mismo y a los demás, potenciando la amabilidad, el detalle, la ayuda, la comprensión y la seguridad, alentando el diálogo y la cooperación entre diferentes culturas, todo ello, aderezado con una buena, sincera y bella sonrisa.
El protocolo social contemporáneo hace una fusión entre clasicismo e innovación, costumbre y evolución, respetando la tradición pero capacitándola de la originalidad y el avance indispensable para adecuarla a la objetividad social establecida en la actualidad.
El conocimiento y aplicación de las recomendaciones que sugiere aportan seguridad a nuestros actos, afianzan relaciones, sellan confianzas y posibilitan el disfrute del trato entre las personas, fortaleciendo los vínculos que se establecen.
Todas las acciones, los comportamientos, las formas de actuar tienen un por qué. La respuesta a cualquier pregunta que uno se formule no es algo tan simple como responder Si o No, más bien, depende. ¿Depende de qué? De con quién, de dónde, de cuándo, de en qué momento, de cómo, de por qué. Qué circunstancias te motivan a actuar de esa forma, con qué tipo de gente, en qué situación, inducido porqué, con qué objetivo, qué factores influyen en tu conducta, qué prima a la hora de tenerlos en cuenta…
Toda acción tiene una causa que la origina, que la justifica, que la refuerza, que la recomienda, que la obliga, que… Cada situación requiere un comportamiento concreto adecuado a cada circunstancia, aplicado con tolerancia y transigencia.
Exigimos acciones bruscamente, demandamos respeto sin ofrecerlo a cambio, vociferamos como forma habitual de comunicación, rechazamos comportamientos sin argumentos que fundamentan nuestra decisión… Porqué nos dejamos arrastrar por actuaciones conjuntas que nos causan desasosiego, intimidamos con ácidos comentarios cuando estamos enojados, asumimos un protagonismo ilimitado cuando no nos corresponde; porqué, aún a sabiendas de actuar en desacuerdo con nuestras ideas, las llevamos a cabo, porqué…
Para integrarnos, para relacionarnos, para formar parte de un determinado grupo social; pero… ¿a cualquier precio? Permitir que otros dirijan tu vida, guíen tus pasos, orienten tus actos, encaminen tus acciones, anulen tus decisiones, desoigan tus deseos… y, aún encima, convertirte en una marioneta. ¿Merece la pena?
Descuidamos nuestra conducta, omitimos la dimensión que abarca nuestro proceder. El comportamiento pone de manifiesto los pensamientos, valores y objetivos que persigues. Tu forma de actuar refleja cómo eres, qué piensas, en qué te apoyas, por qué luchas, en qué cree; trae consecuencias que afectan a familia, amigos, compañeros, vecinos.
Comportamientos infantiles, simples, torpes, negligentes deben dejar paso a conductas naturales, sensatas y razonables; apoyadas en criterios lógicos y actuales, realistas. Huyamos de disculpas vacías de contenido, de opiniones subjetivas y de actitudes

transgresoras y pongamos el acento en la educación, que nos hace libres.
Olvidamos, actuamos, desconocemos, avanzamos, dudamos, ¿preguntamos? He impartido cursos a cientos de mujeres y hombres de todas las edades y profesiones y me enorgullece poder afirmar que me sigue sorprendiendo gratamente el comprobar que si que si bien acuden con un concepto "estirado, rancio y elitista" del protocolo social y sus propuestas; su concepción del mismo varía, encontrándose con una materia accesible, flexible y actualizada que les atrapa y les hace ver la necesidad de su conocimiento y la simplicidad de su puesta en práctica.
Cada persona tiene unas actitudes, unas aptitudes y unas cualidades que la diferencian de los demás. Diferencia que humaniza, embellece y enriquece las relaciones sociales. Oscar Wilde decía que "la elegancia brota desde dentro, nace y es cualidad del espíritu, se expande y denota en la forma cotidiana de ser uno mismo".
El Protocolo social es aplicable a cualquier ámbito: personal, laboral, empresarial. No es exacto, se aplica con flexibilidad y criterio la práctica más adecuada a cada situación puntual. Actuar con seguridad, saber qué hacer en cada momento y realizarlo de forma adecuada es fundamental en cualquier función que se desarrolle.
Conducirte con naturalidad en los distintos ambientes, actuar de forma segura, proyectar tu mejor imagen en cada momento, destacar por tu tolerancia, discreción y solidaridad imprime mérito a tu biografía personal y profesional.
Un protocolo social respetuoso, actual, reflexivo, maduro, sensato y cauto. Es la disciplina que siento y defiendo, la que pongo en práctica y sugiero aplicar. Hoy más que nunca, la educación es un valor en alza.
"En realidad nunca crecemos. Sólo aprendemos a comportarnos en público". (Bryan White)


SONRÍA, POR FAVOR
El experto en emociones humanas y expresiones faciales, el psicólogo Paul Ekman, identificó 18 tipos de sonrisas que el rostro puede mostrar con ayuda de los 15 músculos faciales, de los casi 200 que componen la cara.
El estudio sobre la risa se remonta a la Antigüedad. Reconocidos pensadores de todos los tiempos le han dedicado reflexiones, posturas y teorías. Aristóteles o Darwin, entre otros, reflexionaron sobre la risa y sus efectos aunque discrepaban en la concreción del "animal" poseedor de esa capacidad. Aristóteles afirmaba que el hombre era el único capaz de poseerla y Darwin, por el contrario, sostenía que el mono también reía.
Ya en la modernidad, múltiples trabajos e investigaciones de filósofos, psicólogos, antropólogos, sociólogos y otros estudiosos sobre la risa y el buen humor probaron los beneficios de la sonrisa a nivel social, físico y psíquico. La risa es la expresión de un estado de ánimo alegre.
La risa es una poderosa herramienta de comunicación interpersonal, que potencia nuestra confianza y la fiabilidad que emitimos; estimula el sistema inmune, al aumentar el anticuerpo de la inmunoglobina A; eleva la tolerancia al dolor, actúa como efecto analgésico por su producción de endomorfinas, conocidas como hormonas de la felicidad; disminuye el estrés y los problemas cardíacos; potencia el sentido del humor y estimula la presencia de alegría; te presenta como una persona empática; intensifica la habilidad para pensar de manera holística; es reconocida como manifestación de inteligencia; tiene un poderoso efecto contagio y es gratuita e inagotable.
La sonrisa espontánea, genuina y atractiva, asociada a una mayor esperanza y calidad de vida, se conoce como sonrisa Duchenne, en honor al neurólogo francés que la hizo protagonista de parte de sus estudios. Es producida por una satisfacción auténtica y en su consecución intervienen los músculos de la boca, labios y ojos.

Groucho Marx defendía la risa como "el mejor invento de la humanidad"; el Dalai Lama ha confesado que su pasatiempo favorito es la risa y Mahoma afirmaba que quien hacía reír a sus compañeros merecía el paraíso. Todas las personas sonreímos en la misma lengua.
La sonrisa es un fenómeno que puede "cultivarse" leyendo y escuchando anécdotas, moralejas, viñetas, historias y chistes; compartiendo la risa; buscando el lado humorístico de las situaciones; dedicando tiempo a diversiones o actividades que genere alegría; riéndonos alegremente antes situaciones graciosas; gesticulando exageradamente ante un espejo; regocijándonos ante una buena acción; contentándonos con las satisfacciones de nuestras personas queridas …
¡Sembremos sonrisas!


















EL PODER DE LA AMABILIDAD
Leo en el blog de Antonio J. Alonso, dedicado al coach y a la reflexión (http://blog.alonso-businesscoaching.es), una cavilación en torno al libro Los equipos amables llegan los último, de Bryan Cole Miller, publicado en 2010, donde se asegura que "los equipos de trabajo de cualquier organización son menos eficientes si lo que se pretende es que, prioritariamente y en todo momento, reine la amabilidad en su seno".
Comparto totalmente su opinión de que la amabilidad es "generalmente conveniente pero no puede ser convenida por decreto", como tampoco es posible que la amabilidad presida todos y cada uno de nuestros actos sociales o profesionales. Lo que no es discutible es que la amabilidad debe ser intrínseca a la intención, la competencia, la capacidad o la habilidad para realizar aquello en lo que creemos.
Eludir el compromiso, ampararse en el silencio o relajar nuestras responsabilidades son muestras de falta de profesionalidad que manifiestan desinterés, exigua preparación o ausencia de competencia. Actitudes que bien pueden aplicarse al término amabilismo, que define acertadamente el señor Alonso como "suerte de humillación personal hacia los demás con la intención de obtener grandes beneficios con esa interesada postura". Es decir, una táctica, estrategia o maniobra inconsistente e inapropiada. Totalmente desaconsejable sustentar nuestras actuaciones en deleznables prácticas. No sin razón, Rochefoucauld, calificó a la amabilidad como una auténtica virtud siempre y cuando estuviera libre de segundas intenciones...
El amabilismo no debe surgir para evitar una confrontación (con la consiguiente apatía y estancamiento laboral), en estas situaciones, la firmeza cortés actúa convenientemente sin por ello dejar practicar la amabilidad.



Una persona amable no tiene porque ser sentimental, blandengue, débil o inconsistente. Honestamente, no creo que un sujeto que practique la violencia verbal o gestual y provoque incomodidad entre sus colegas o empleados, consiga resultados óptimos para su negocio o resuelva conflictos. Más bien, todo lo contrario.
La amabilidad no está reñida con ser exigente, recriminar a los subordinados o discutir honestamente. Sencillamente, el respeto debe presidir el requerimiento a cumplir; la privacidad, proteger las recriminaciones; y, las discusiones, permitir la aportación de los presentes exponiendo justificadamente sus posiciones.
No está de más recordar que la amabilidad es una cualidad espontánea que manifiesta naturalidad, respeto y tolerancia; una actitud indulgente, tolerante y servicial. Podemos ser pacifistas, triunfalistas, observadores, enérgicos, individualistas, solidarios o perfeccionistas sin dejar por ello de practicar la amabilidad.
















EL RESPETO TE HACE LIBRE
"El respeto te hace libre. Es un valor que se adquiere" es el inicio del capítulo El respeto de mi libro Protocolo social para Jóvenes que bien se podría aplicar a la introducción de cualquier texto que tenga por objeto el conocimiento de unas pautas de comportamientos naturales, sencillas, lógicas y actuales que aporten seguridad a nuestros actos y mejoren nuestras relaciones sociales, que faciliten, en resumen, el disfrute de nuestro trato con los demás, en lugar de, lamentablemente, tener que padecerlo.
En una de las muchas charlas que mantuve con los estudiantes, previas a la escritura del manual, me enojé (tras someter a una dura prueba de resistencia a mi paciencia) ante la desconsideración que me mostraban así como falta de interés hacia un proyecto que les implicaba y que les ofrecía la oportunidad de hacerse eco de sus deseos, quejas, aspiraciones… Me cansé de escuchar a lo largo de todas las sesiones que mantuvimos: "queremos respeto de nuestros padres", "demandamos respeto de los profesores", "exigimos…". La palabra respeto presidía todas sus demandas pero, curiosamente, no lo ofrecían. El día en cuestión, aún recuerdo el mal momento que pasé al tener que soltarles una reprimenda, les expliqué muy seriamente que exigían un respeto que no demostraban a los demás. Que si para ellos pedían respeto, primero debían ofrecerlo. Que si una persona no respeta, jamás será respetada. "Si tratáis mal, se os tratará mal. Porque cada uno recibe lo que merece" fueron mis últimas palabras antes de abandonar el aula, eso sí, en un silencio sepulcral que hasta el momento no había conseguido en ninguna actuación.
Hoy me han venido a la mente estas sesiones tras recibir un artículo que me ha hecho llegar una colega canaria en el que se anunciaba el cese fulminante del Delegado de Tráfico de Palencia, a escasamente dos meses de su jubilación, por denunciar las groserías plasmadas en las tarjetas de felicitación que la Subdirectora General de Formación para la Seguridad enviaba a sus subordinados,

en el ejercicio de sus funciones, no a título personal. Aún a riesgo de vulgarizar este texto con los insultantes parabienes navideños, los reproduzco textualmente: "En 2005 "Feliz 2005 por el culo te la hinco", en 2010 "por el culo te la hinco otra vez" y en 2011, "Feliz año nuevo, chúpame un huevo". Sin comentarios.
El director general de Tráfico, Pere Navarro, justificó la destitución argumentando que el denunciante (de tan injustificable actitud) "había faltado el respeto a un superior y que por tanto había perdido su confianza en él".
Señor Navarro, acaba de perder usted una magnífica oportunidad de demostrar que los cargos políticos están al servicio del ciudadano y deben ser los primeros en dar ejemplo de saber ser, saber estar y saber hacer. Ha olvidado la sabia premisa que afirma que el respeto dado se convierte en respeto debido. Y ha conseguido que los españoles perdamos la confianza en usted.
Me resisto a finalizar este escrito sin proporcionarle a la señora Cedenilla una serie de supuestos claro ejemplo de cómo se puede materializar el respeto. Conocer la labor que nos corresponde realizar; aceptar que no podemos saberlo todo y que cada día podemos aprender algo nuevo; descartar de nuestra expresión verbal y gestual palabras o ademanes soeces o difamatorios; suprimir maltratos, humillaciones o vejaciones; reprender con cariño y en privado... son solo algunas manifestaciones de una actitud deferente.
¡Ante todo, respetaos vosotros mismos¡ Si Aristóteles levantara la cabeza…







RECUPERANDO LA ELEGANCIA PERSONAL
Una buena amiga y colega promovió recientemente un debate en una red profesional en el que formulaba una cuestión difícil de responder: "¿Dónde están los hombres elegantes?". Me atrevo a introducir mayor complejidad al tema extendiendo la pregunta, y su más complicada aún respuesta, a: ¿Dónde están las personas elegantes? ¿Dónde ha quedado la categoría personal de nuestros congéneres? ¿Se ha perdido totalmente o todavía podemos "rescatarla"?
Es habitual encontrar íntimamente asociados los términos elegancia y belleza, como si una sin la otra no tuvieran sentido, origen o significado alguno. Es también frecuente relacionar elegancia y glamour, elegancia y clase, elegancia y estilo o elegancia y delicadeza. Lo cierto es que se tiende a buscar símiles o comparaciones para definir o descifrar los contenidos de un concepto que por sí mismo es amplio y significativo.
Es obvio que las apariencias influyen en las decisiones que tomamos subliminalmente pero no lo es menos que elegancia es un término magnífico y singular. En nuestro interior tenemos una predisposición natural a ser elegantes y la interiorización y práctica de valores como naturalidad, humildad, tolerancia, sentido del humor, amabilidad, prudencia, sensibilidad, cordialidad, entusiasmo, discreción, nobleza, sencillez, integridad, proporción, flexibilidad y dinamismo y; el comportamiento, nuestro saber hacer, en nuestras acciones diarias darán buena muestra de ella.
Elegancia es saludar a entrar en un establecimiento y despedirse al salir; elegancia es pedir las cosas con educación y agradecer el gesto recibido; elegancia es utilizar un lenguaje sencillo y cortés; elegancia es vestir acorde a la ocasión atendiendo los deseos de los anfitriones; elegancia es cumplir los compromisos adquiridos sin escudarse en absurdas disculpas; elegancia es actuar como se espera de nosotros; elegancia es armonía entre palabra y acto.

Practiquemos la elegancia en el pensamiento y en el discurso; en la expresión gestual: en el trato con familiares, amigos, compañeros, conocidos y desconocidos; en la recepción y expresión de buenas y malas noticias; en el comer; en el cumplimiento de la palabra dada; en el saludo y despedida; en la forma de vestir un traje o defender un peinado; en la cesión del paso; en el cumplimiento de deberes y obligaciones; elegancia en...
Indudablemente, esta elegancia personal que defiendo, que me gusta llamar "categoría personal", está bastante ausente en nuestra sociedad. Aún así, no pierdo la esperanza de que retorne... aunque sea lentamente.
Aspiremos a ser elegantes "en su sentido más amplio".




















EXIGUA SOCIABILIDAD
Acabo de leer un artículo titulado "Los cerdos de la ciudad" en un diario de mi localidad, editado el 31 de enero de este año, que me ha provocado sentimientos encontrados por la brutal franqueza con que el autor expone sus argumentos sin hueco para la esperanza o el reconocimiento.
El periodista relata una "asquerosidad" que está sucediendo en la sauna de una piscina municipal en la que varios ¿señores? evacuaron sin pudor provocando la sustitución en varias ocasiones de una parrilla allí situada, a la vez que establece un símil entre el comportamiento de los cochinos y el de los humanos.
Justifica las costumbres de los porcinos, "animales inteligentes y muy limpios" al afirmar que jamás evacúan en el mismo sitio donde comen o duermen y se revuelcan en el lodo para mantener reducido tu temperatura corporal, eliminar aprovechados parásitos que se alojan en sus pieles así como protegerse de las quemaduras que provoca el sol.
Critica la falta de civismo que se produce en nuestra hermosa ciudad, "por puercos de dos patas", citando numerosas manifestaciones del mismo: vómitos en calles repletas de locales de copas; orinas en cualquier vía pública; defecaciones de canes, en jardines y plazas; escupitajos en las aceras; y acciones como toser o estornudar con la boca abierta, especialmente en espacios reducidos atestados de gente (léase, ascensores).
A estos ejemplos me permito añadir muchos otros como rascarse sin consideración en partes del cuerpo delicadas (por su estratégica ubicación); mostrar impudorosamente zonas, que deberían estar reservadas para los ojos de personas de nuestra elección; tirar pañuelos usados, envoltorios varios, chicles masticados, cigarrillos aprovechados hasta el último milímetro y un sinfín de objetos más al pavimento; prender el pelo con una varilla del paraguas, dar un empujón, un pisotón o apartar a uno sin la menor contemplación; dejar restos de nuestra

presencia en arenales y arboledas; hablar a gritos o interrumpir el paso en las aceras; aparcar en pasos de cebra o en los accesos a los garajes; echar mano de la bocina a la mínima ocasión acompañándolo, en ocasiones, de gestos obscenos con las manos o la cara; … ¿Sigo?
Exigimos, no pedimos; criticamos, no nos interesamos; gritamos, no argumentamos. Lamentablemente, estas situaciones y acciones son prácticas que podemos encontrar en infinidad de situaciones y lugares. Aun así, me resisto a aceptar que esta descripción es la tónica general que nos caracteriza y que estamos perdidos sin remedio. No señor.
Como firme defensora de una necesaria urbanidad, adaptada a las peculiaridades e idiosincrasia de la época en la que vivimos, propongo predicar con el ejemplo, ser tolerantes y proactivos, empatizar con nuestros semejantes, imprimir delicadeza a nuestras reprimendas y firmeza a nuestra cortesía en lugar de reproches, juicios y disputas.
En otra ocasión, relataré numerosas muestras de urbanidad y cortesía que también podemos encontrar a diario en nuestras relaciones interpersonales y en las calles de nuestra ciudad porque… ¡Haberlas, hailas!












PRUDENCIA, SEÑORES, PRUDENCIA
Habla de lo que sepas y hasta donde sepas. Insisto, habla de lo que sepas y hasta donde sepas.
Cualquier persona que haya asistido a alguno de mis cursos, charlas, clases, conferencias, etc., o participado en conversaciones, públicas o privadas en las que me encontrara presente, en las que el tema tratado fuera el noble arte de la conversación; las cualidades que deben presidir el diálogo; las premisas sobre las que se asientan las opiniones, en muchas ocasiones tan osadamente vertidas; o, la cautela con la que deben emitirse los juicios, en su mayoría acusatorios e infundados, me habrá escuchado pronunciar este consejo en múltiples ocasiones. No me cansaré de repetirlo: habla de lo que sepas y hasta donde sepas.
No admito, y soy consciente de la dureza de mis palabras, que el desánimo, el abatimiento, el aburrimiento, el pesimismo, la precaria situación económica, la falta de oportunidades laborales, el triste y pobre régimen alimenticio que siguen miles de ciudadanos, el hacinamiento que se produce en pocos metros cuadrados para dar cabida a numerosos miembros de la misma unidad familiar, la ausencia de ocio (por carecer de financiación), y muchas otras cuestiones, todas ellas amargas y penosas, generen un panorama desolador en el que todo vale. No señores. No todo vale, en absoluto.
Opinamos sobre todo y sobre todos con independencia de nuestro conocimiento, formación, experiencia o cultura. Nos erigimos en jueces y señores que valoramos, juzgamos, aseveramos, criticamos y castigamos sin piedad y sin fundamento. Todos sabemos de derecho, de protocolo, de economía, de… y con total impunidad, mucho desconocimiento y poca vergüenza, dictaminamos y sentenciamos.
Ya está bien!!
Paremos esta locura que nos envuelve y arrastra hacia un barrizal estéril y desconsolador que nada bueno aporta.

Arrimemos el hombro y pongámonos en marcha y en vez de tanto lamento, tanta crítica destructiva, tanta intolerancia, tanta inflexibilidad y tanto juicio popular esmerémonos por recuperar la esperanza en nuestro futuro y la confianza en nosotros mismos.
Atraigamos nuevamente a nuestras vidas la cordura, la tolerancia, la discreción, la sensibilidad, el respeto, la humildad, el sentido común, la ilusión, la amabilidad, la sencillez y la fe en que conseguiremos todo aquello que nos propongamos.
Convirtámonos en el soporte de nuestros sueños!
A trabajar, señores y, prudencia, mucha prudencia.




















Piropea "bonito"
He leído varios artículos que aseguran que la práctica del halago tiene efectos positivos tanto en el ámbito personal como en el laboral. Un inestimable elemento motivador que eleva el rendimiento de las personas, reduce el absentismo laboral y colabora en el incremento de la capacidad de vida en varios años.
Esta intensa y esperanzadora afirmación debería ser suficiente para fomentar la práctica del elogio en los distintos entornos en los que nos desenvolvemos a diario, lo que me impulsa a comentaros cuáles deben ser las particularidades que le caracterizan: elegancia, sinceridad, especificidad y personalización.
Silbar, gritar o emplear gestos y palabras vulgares son formas de galantería "primitivas" e inaceptables que provocan desagrado, atropello, incomodidad y rechazo social.
El piropo cumple tres funciones principales: reconocer una cualidad o valor y ponerlo de manifiesto; alabar una acción o hecho concreto; y, estar dirigido a una persona, colectivo o entidad concreto.
La periodicidad en la utilización de las alabanzas depende de la oportunidad de la misma. Una vez a la semana es la recomendación ideal para no "caer" en la adulación. Su emisión debe estar justificada y realizarse en el momento preciso. Elogiar como primera toma de contacto con una persona desconocida, como solución rápida a un desacuerdo, tras a una disculpa o como única forma de comunicarse, no es apropiado.
Piropea bonito y... "a modiño"!! :-)






ETIQUETA EN LA RED
Netiqueta, o etiqueta en la red, responde al conjunto de normas básicas que regulan el comportamiento de los usuarios en el ciberespacio. Estas reglas pueden ser de carácter general, o aplicadas a los foros, blogs, mensajes y grupos sociales. Las personas que participan en la comunicación telemática determinan el código de actuación a seguir.
El ser humano no puede no comunicarse. En los últimos años el canal de transmisión de la información ha variado considerablemente merced al vertiginoso crecimiento que ha experimentado internet y a la profusa afluencia a los múltiples servicios que ofrece, lo que ha propiciado una modificación en la forma de relacionarse los consumidores de este potente mundo digital.
El correo electrónico y las redes sociales ocupan una parte importante de nuestro tiempo y actividad, personal, social y empresarial. A través de ellos nos presentamos, transmitimos conocimientos, proyectos, pensamientos y nos promocionamos. Es un poderoso medio a través del cual establecemos nuestra comunicación.
Los millones de usuarios que nos conectamos a diario debemos conocer las recomendaciones acerca del funcionamiento de este pujante cosmos digital. Únicamente se conocen escuetos consejos sobre el comportamiento adecuado en la interacción humana que se produce a través de este medio telemático. Normas, no escritas y facultativas, que inciden positivamente en la diferenciación de nuestros perfiles, la construcción y mantenimiento de la imagen de marca así como la elaboración de la reputación digital.
Entre las distintas recomendaciones que integran la etiqueta en la red, destacan la concisión y la precisión como características que deben protagonizar el escrito; la ubicación del tema a comunicar, que a su vez determinará la prontitud en la respuesta, que debe ofrecerse siempre; la protección de la identidad de los contactos, premisa que

coayuda a proteger la seguridad de los destinatarios; y, la programación de la firma en un contexto formal o la relajación de ésta en una situación informal.
Tener siempre presente que nuestros escritos hablan por nosotros exige controlar el lenguaje empleado, no usar palabras argot, abreviaturas irreconocibles o sustituir letras por sonidos; respetar las normas de ortografía y sintaxis; emular los formatos tradicionales de la carta escrita, que incluye saludo, desarrollo y despedida; escribir en mayúsculas cuando las reglas del idioma en que se escriba así lo dicten, lo que evitará ofrecer una imagen descuidada o apática; no recargar el texto con fondos llenos de imágenes o colores, que únicamente conseguirá ralentizar la descarga de archivos; y, recurrir al uso de emoticones y acrónimos de forma puntual y únicamente en situaciones desenfadadas.
Ofrecer el tratamiento que nos gustaría recibir, pensar antes de escribir, releer el mensaje antes de enviarlo y mostrarse indiferente ante un intento de agresión humanizan nuestra relación en la web.
El respeto dado se convierte en respeto debido. Nunca digas vía online aquello que no te atreverías a decir en un cara a cara. Eres responsable de tus palabras.












(DES)CORTESÍA EN LA RED
Circula por la Red un artículo pregonando las sugerencias a tener en cuenta para movernos con seguridad y eficacia por la aplicación de comunicación instantánea más utilizada en nuestro país: Whatsapp.
Alabo la intención de sus autores de mejorar la calidad de la relaciones que se mantienen vía internet pero desapruebo totalmente el tono empleado para llegar a los lectores, extremadamente informal y repleto de expresiones y ejemplos vulgares, que contrasta con el tratamiento social escogido para dirigirse a éstos, de "usted".
Expresiones del tipo: "si tiene que gritar, coaccionar o amenazar de muerte a alguien, sea civilizado hágalo en persona" (olvidan los autores de tan peligroso juego de palabras que por la Red circulan internautas con escaso o nulo sentido del humor) o "usted es más vago que la chaqueta de un guardia" (aludiendo a la ausencia de un estado personalizado en la aplicación) llenan sus páginas.
Páginas igualmente repletas de expresiones carentes de buen gusto como las alusiones a internamientos en clínicas psiquiátricas si se empecina uno en mantener sus prácticas (erróneas); afirmar que si alguien no responde su mensaje se debe al odio que le profesa; considerar acosadores "cutres, vagos y de tercera" a aquellos que consultan la hora de la última conexión de sus contactos; recomendar "elegancia" en su comportamiento a personas "pusilánimes y sociópatas"; y, mentir como justificación a la falta de respuesta.
Lamento leer este tipo de comentarios, con la indudable finalidad de ganarse (fácilmente) el corazón de los lectores y el loable objetivo, quiero creer, de mejorar nuestras relaciones a través Internet.
Como entusiasta defensora de la cortesía, tanto en su manifestación en un medio social como en un contexto digital, estoy totalmente a favor de la relajación de las formas empleadas en entornos online en beneficio de una

comunicación inmediata y fluida pero nunca olvidando que nuestros lectores son personas que merecen que nos dirijamos a ellos con sencillez y cercanía pero también respetando su intelecto.
Puedo entender que la televisión, al satisfacer las demandas de una mayoría de fieles espectadores emitiendo degradantes programas del corazón, experiencias de convivencias personales basadas en la descalificación y la ambición o desnudos integrales como único "valor añadido" de los sujetos que así se muestran, ofrece una imagen "cutre" de la audiencia pero no lo es menos que otra mayoría de espectadores no son sentimos identificados con este tipo de espacios triviales basados en la crítica y el vituperio y en los que el entretenimiento ameno y sano o el aprendizaje intelectual, cultural o espiritual brillan por su ausencia.
La realización de una lectura positiva del texto me lleva a exponer de manera generalizada las recomendaciones ofrecidas por sus autores y que apoyo en su totalidad: escoger detenidamente la foto de perfil; participar en aquellos grupos que nos aporten y en los que aportemos información, experiencias, etc.; valorar las imágenes y enlaces que compartimos y enviar mensajes breves y personalizados.
Singularízate!!










SEUDOEXPERTOS EN LA RED
Como experta en protocolo que ama su profesión, no puedo dejar de preocuparme por articulillos que circulan por la nube criticando, sin argumentos que lo sustenten, al personaje de moda. En esta ocasión, como en muchas otras, le ha tocado el turno a la princesa Letizia con motivo del traje que vistió en la recepción que la Familia Real ofreció al Santo Padre en el palacio de la Zarzuela durante su estancia en nuestro país coincidiendo con la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud.
La autora del texto, indudablemente una desconocedora del protocolo social del siglo XXI, se permite criticar a la Princesa de Asturias por vestir una falda dos o tres centímetros por encima de la rodilla y traje de color blanco (realmente era de un tono arena). Afirma, sin el mínimo atisbo de duda, que "siempre tiene que dar la nota mostrando 'rebeldía' contra su propia entidad, la monarquía". La susodicha se siente aliviada al reconocer en la Princesa ausencia de escote y peinado y maquillaje austeros. Celebro su tranquilidad.
Finaliza sus letras sentenciando que "los arcaicos protocolos y más con el Papa deberían empezar a cambiar. ¿O acaso es Letizia una pecadora por enseñar sus rodillas?… Obviamente, no. Aunque, mientras exista el protocolo debería cumplirlo porque es su trabajo".
Me pregunto, señorita que se apoda con el estrafalario sobrenombre de Miss Catwalk, ¿con qué autoridad llama a Doña Letizia con el calificativo de Leti? Entiendo ese apodo únicamente en un contexto totalmente privado y efectuado por una persona de su entorno más íntimo y admitido por la receptora del apelativo. Está tratando con elevada irreverencia a la futura Reina de España, con independencia de que este suceso sea de su agrado o de sus preferencias monárquicas o republicanas. Cuide, por favor, el tratamiento que ofrece a los protagonistas de sus noticias. Todas las personas merecemos un respeto, con independencia de nuestra condición social, profesional o económica, que usted no ha demostrado ensayar.

Además, está efectuando una crítica módica, dando por hecho (he de aclararle que de forma errónea) que conoce y aplica la vestimenta requerida en este tipo de eventos a la vez que informa a los lectores de sus textos, de nuevo erróneamente, sobre la correcta indumentaria a seguir. Como experta en protocolo y oratoria, redactora de artículos de opinión y autora de varios libros, y practicante del consejo que me permito ofrecerle: por favor, documéntese concienzudamente sobre el tema a tratar en su blog. A muchos se nos eriza el vello leyendo y escuchando comentarios indolentes. Dejémonos de juicios gratuitos y dediquémonos a valorar el trabajo desarrollado por las personas a las que dedicamos nuestros escritos amén de otros aspectos de interés.
En el caso concreto que cita, la recepción no es un acto religioso ni tiene lugar en sede papal por lo que no debe vestir nuestra protagonista una falda que sobrepase la rodilla o un tono oscuro en sus prendas. La Princesa tiene un estilo propio que defiende y con el que se siente cómoda y, siempre y cuando se adecúe a la vestimenta requerida como en la situación que comenta, va estupenda. No se preocupó de vestir un look favorecedor sino acorde con la ocasión: elegante, sencillo y discreto.
He de decir en su favor, Miss Catwalk, que aún desconociendo su formación o profesión, comparto su perplejidad ante la campaña iniciada por una web de moda en la que defienden que niñas de 10 años posen con camisetas que anuncien: "¡Nada sabe tan bien cómo sentirse delgada!". Toda una afrenta a la lucha contra la anorexia (afortunadamente, los productos han sido retirados del mercado de manera inmediata).
Un apreciado colega la definió como: "otra joya de las letras". Estamos rodeados de bisutería que hace alarde de pieza de alta joyería sin la cualificación, el conocimiento, la capacidad y la elegancia necesarios para representar tan excepcional cualidad.


EN LA MESA… SE CONOCE AL CABALLERO
Compromiso en el vestir, estilo de vida refinado, distinguida gestualidad, conducta intachable… El patricio romano, el dandi francés, el gentleman inglés o, un término más cercano y apropiado, el caballero español, se caracteriza por ser un sujeto respetuoso,cabal, bizarro, ecuánime, ilustrado y cortés. Una persona virtuosa, paciente, y buen oyente, protagonista de una elegancia atemporal.
Capacidades y aptitudes notables que describen a nuestro prócer, a las que hay que integrar otros atributos materializados en su saber ser, estar y hacer con independencia de la época, circunstancia, ambiente o lugar en el que se encuentre.
"En la mesa y en el juego se conoce al caballero…" y a las señoras, me gusta añadir, es una de las sentencias más conocida, aceptada y divulgada, por muchos de los lectores de este magnífico blog.
La buena mesa es, y ha sido desde tiempos inmemoriales, un lugar de encuentro en torno al cual gira el mercado de reuniones sociales, políticas, intelectuales y empresariales. Un escenario en el que, con mayor o menor solemnidad, se celebran banquetes, considerados actos de cortesía; un entorno en el que entidades y ejecutivos sellan acuerdos empresariales; un espacio en el que se concentran negociaciones delicadas y se estudian operaciones estratégicas; un emplazamiento para festejar inolvidables acontecimientos personales o familiares. En definitiva, un enclave privilegiado, sobresaliente e inimitable en el que experiencias y vivencias se evocan incesantemente en nuestra memoria.
Los placeres de la mesa han provocado, y provocan, debilidades en monarcas, nobles y señores. Enrique III de Francia, a mediados del siglo XIV, dictó las recomendaciones y normas a seguir por los comensales en el primer código del que se tiene constancia.
Unas décadas antes, el Menanger de Paríshabía difundido las precisas instrucciones con las que un noble cortesano instruyó a su plebeya esposa con la intención de mantener el decoro en la mesa: "mantener la boca cerrada mientras se mastica y no hablar con la boca llena; limpiarse la boca antes de beber de la copa; no agarrar la ración más grande de la fuente o usar prolijamente la servilleta".
El Codex Romanoff, tratado de gastronomía y manual de usos y costumbres renacentistas atribuido a Leonardo da Vinci, enumeró hábitos indecorosos de los comensales: "ningún invitado ha de sentarse sobre la mesa, ni de espaldas o bajo ella, ni sobre el regazo de cualquier otro convidado; no ha de tomar la comida del plato de su vecino de mesa (ni poner trozos de su propia comida de aspecto desagradable o a medio masticar en su cuenco) a menos que antes haya pedido su consentimiento; no utilizar su cuchillo para hacer dibujos sobre la mesa; no hacerruidos de bufidos o dar codazos; no poner los ojos en blanco o caras horribles; jamás hurgar en la nariz o en la oreja mientras está conversando; no conspirar en la mesa ni proponer acertijos obscenos si está junto a una dama".
Los distinguidos modales que singularizan al hombre sensible y cortés del siglo XXI se plasman en el conocimiento y puesta en práctica de algunas premisas más que se suman a las citadas: acomodarse en el asiento con la espalda apoyada en el respaldo de la silla, una vez que se hayan sentado las señoras; reconocer el consentimiento tácito por parte del anfitrión, indicando el inicio de la degustación, con la servilleta sobre sus piernas; conversar con los contertulios situados de frente, a izquierda y derecha de cada uno; observar las reglas para consumir correctamente los alimentos; sostener adecuadamente los cubiertos y las copas; acompasar ritmo de la comida y conversación; repetir con moderación; no apartar el plato tras la ingesta de viandas ni agrupar en el mismo los utensilios sin utilizar; levantarse de la mesa cuando el anfitrión haya autorizado a ello; y, pronunciar expresiones culinarias únicamente en ambientes familiares e informales. Delicadeza, cortesía y discreción presiden el comportamiento en la mesa.
El binomio Qué eres, qué pareces alcanza su máxima expresión cuando imagen, conducta y modales conforman, en armonioso equilibrio, una imagen natural y espontánea del caballero español.




























FUENTE: www.marcastro.es
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