Ideología política y composición social de los Voluntarios de la Libertad: algunas notas sobre el caso asturiano, 1868-1874

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Descripción

La Historia, lost in translation? Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea EDICIÓN PREPARADA POR:

Damián A. González Madrid Manuel Ortiz Heras Juan Sisinio Pérez Garzón

La Historia, lost in translation? Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

Edición Preparada por:

Damián A. González Madrid Manuel Ortiz Heras Juan Sisinio Pérez Garzón

Cuenca, 2017

CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA (13ª. 2016. Albacete) La Historia, lost in translation? : XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Albacete, 21 a 23 de septiembre de 2016 / edición preparada por, Damián A. González Madrid, Manuel Ortiz Heras, Juan Sisinio Pérez Garzón.– Cuenca : Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2017 3815 p. ; 24 cm.– (Jornadas y Congresos ; 9) ISBN 978-84-9044-265-4 1. Historia contemporánea - Congresos y asambleas I. González Madrid, Damián A., ed. lit. II. Ortiz Heras, Manuel, ed. lit. III. Pérez Garzón, Juan Sisinio, ed. lit. IV. Universidad de Castilla-La Mancha, ed. V. Título VI. Serie 94(100)"18/..."(063) HBLW

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación solo puede ser realizada con la autorización de EDICIONES DE LA UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.cedro.org), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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de los textos: sus autores. de las imágenes: sus autores. de la edición: Universidad de Castilla-La Mancha.

Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Colección JORNADAS Y CONGRESOS nº 9

Diseño de la cubierta: C.I.D.I. (Universidad de Castilla-La Mancha)

Esta editorial es miembro de la UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional. I.S.B.N.: 978-84-9044-265-4 (Edición digital)

Composición: Centro de Tecnologías y Contenidos Digitales (UCLM) Hecho en España (U.E.) – Made in Spain (U.E.)

ÍNDICE ACTAS XIII CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

PRESENTACIÓN

45

TALLER 1. Los procesos de nacionalización española. Siglos XIX y XX

49

TALLER 3. Corte y Monarquía en la Europa del siglo XIX

209

TALLER 4. El franquismo en construcción (1936-1953). Visiones y balances

251

TALLER 5. Violencia política y control social en el primer franquismo. Moralización y disciplina. Una perspectiva de género

417

TALLER 6. Espacios y experiencias de encierro y castigo en la España contemporánea

603

TALLER 7. El mundo rural en la España contemporánea: conflictos, consensos, vigencias

813

TALLER 8. Víctimas y disidentes en las dictaduras ¿Rehenes de las democracias? Nuevos retos en la transmisión de la historia reciente

845

TALLER9. Cercanías de una conmemoración: el 150o aniversario de la Revolución Gloriosa, 1868-2018

965

TALLER 11. Populismos. Identidades nacionales e identidades de clases

1135

TALLER 12. Democracia y autoritarismo en el mundo rural (1850-2000)

1261

TALLER 13. Los problemas de la construcción del estado contemporáneo en España durante el siglo XIX

1361

TALLER 14. Las izquierdas en los procesos de transición de la dictadura a la democracia en la Península Ibérica y América Latina

1467

TALLER 15. La España del Frente Popular. Acuerdos y controversias

1597

TALLER 16. El factor internacional en la modernización educativa, científica y militar de España

1709

TALLER 18. Propiedad / (re)apropiación. Historiadores y agentes mnemónicos: conocimiento y usos del pasado

1865

5

Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

TALLER 19. ¿Del mito al logos? Revisionismos, crisis y nuevas miradas al carácter modélico de la transición en España

2041

TALLER 20. Opinión pública, medios de comunicación y propaganda en el siglo XX

2149

TALLER 21. Religión, laicismo y modernidad: perspectivas transnacionales

2377

TALLER 22. Las relaciones hispano-marroquíes en perspectiva: el legado científico y cultural

2559

TALLER 23. El ferrocarril en España: un largo debate

2639

TALLER 24. El desarrollo de la ciudadanía social y el Estado interventor en España (1890-1975)

2741

TALLER 25. El lugar de la nación 25 años después de “comunidades imaginadas”

2823

TALLER 26. Del compromiso ideológico a la sociedad de consumo reconciliada: los intelectuales y la Transición cultural española

2915

TALLER 27. “The Dreamers”: género y compromiso juvenil

3027

TALLER 28. Ciencia historiográfica, transferencia del conocimiento y humanidades digitales: metodologías de investigación, documentación digital y revistas de historia 3131 TALLER 29. Paradojas de la reacción. Medios modernos para combatir la Modernidad 3205 TALLER 31. Ciudad, modernización y lógicas de la innovación en el mundo contempo ráneo

3279

TALLER 33. Asia y el Pacífico en clave comparada: estudios coloniales, postcoloniales y transnacionales

3363

TALLER 34. Repensar el fascismo español: nuevos enfoques y perspectivas

3463

TALLER 35. "Laberinto de pasiones": las relaciones España-Europa desde 1945

3613

TALLER 36. Crisis y cambios sociales: impactos en el proceso de modernización en la España del siglo XX, 1898-2008

3721

6

Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

TALLER9 Cercanías de una conmemoración: el 150o aniversario de la Revolución Gloriosa, 1868-2018

INTRODUCCIÓN, Rafael Villena Espinosa y Rafael Serrano García

967

1. ¿PORTANDO LA TEA? EL VIAJE MEDITERRÁNEO DE PRIM EN SEPTIEMBRE Y OCTUBRE DE 1868, Alberto Cañas De Pablos 975 2. EL USO DE LA PALABRA. LA DEMOCRACIA EN EL PARLAMENTO Y LA PRENSA DURANTE EL SEXENIO, José Miguel Delgado Idarreta y Rebeca Viguera Ruiz 987 3. ¿“RESOLVER LA CUESTIÓN POR LA FUERZA DE LOS VOTOS”? LA TENTACIÓN DEMOCRÁTICA DEL CARLISMO, Alexandre Dupont 1001 4. LOS HORIZONTES POSIBLES DE LA DEMOCRACIA. ROQUE BARCÍA Y LA RE VOLUCIÓN GLORIOSA, Ester García Moscardó 1013 5. LOS DISCURSOS POLÍTICOS EN LAS ELECCIONES A CORTES CONSTITUYEN TES. ALICANTE 1869, Vicente Juan Giner Lillo 1023 6. LOS PREPARATIVOS PARA LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE DE 1868 DESDE CANARIAS, Candelaria González Rodríguez 1037 7. AVANCES DEMOCRÁTICOS Y RESISTENCIAS LIBERALES: LA ARTICULACIÓN DEL PARTIDO RADICAL EN PROVINCIAS (1869-1871), Eduardo Higueras Casta ñeda 1051 8. UNA GLORIOSA REVOLUCIÓN: PRENSA SATÍRICA ILUSTRADA Y AFIRMACIÓN MILITANTE (1868-1870), Marie-Angèle Orobon 1065 9. LA GLORIOSA Y LA RADICALIZACIÓN DE LA SÁTIRA. TOMÁS PADRÓ, LA FLACA Y LA CULTURA POLÍTICA REPUBLICANA, Josep Pich Mitjana 1077 10. POR SUS HOMBRES... ¿LA CONOCERÉIS? ESTUDIO DE LA ÉLITE POLÍTICA DE LA REVOLUCIÓN GLORIOSA A TRAVÉS DE UNO DE SUS PROTAGONISTAS: FRANCISCO ROMERO ROBLEDO, POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN, Antonio Je sús Pinto Tortosa 1091 11. LA REVOLUCIÓN GLORIOSA Y LOS INICIOS DEL REPUBLICANISMO EN LA PRO VINCIA DE ALICANTE, Juan Carlos Pisabarros Herrezuelo 1109 12. IDEOLOGÍA POLÍTICA Y COMPOSICIÓN SOCIAL DE LOS VOLUNTARIOS DE LA LIBERTAD: ALGUNAS NOTAS SOBRE EL CASO ASTURIANO, 1868-1874, Sergio Sánchez Collantes 1121

965

Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

IDEOLOGÍA POLÍTICA Y COMPOSICIÓN SOCIAL DE LOS VOLUNTARIOS DE LA LIBERTAD: ALGUNAS NOTAS SOBRE EL CASO ASTURIANO, 1868-1874

SERGIO SÁNCHEZ COLLANTES Universidad de Burgos Resumen Se presenta aquí un estudio de caso sobre los Voluntarios de la Libertad que, centrado en Asturias pero enriquecido con abundantes notas comparativas, analiza la extracción social de quienes integraban esta fuerza ciudadana y el predominio de las ideas republicanas en sus filas. Aparte de sumarse a otras investigaciones regionales que contribuyen a equilibrar las visiones de conjunto, este trabajo pone de manifiesto varios aspectos en los que no se ha insistido lo suficiente, como por ejemplo los nexos habidos entre el desempeño de puestos de mando en los Voluntarios y el encabezamiento de sublevaciones republicanas. Palabras clave: Sexenio Democrático, Milicia Nacional, Voluntarios de la Libertad, Republicanismo, Democracia, Socialización política, artesanado urbano, siglo XIX Abstract This is a case study about the “Voluntarios de la libertad” that, focusing in Asturias but enriched with abundant comparative disclosures in the notes, analyses the social background of those who integrated this militia and the predominance of republican ideology amongits ranks. Not only can this work be added to other regional studies in its attempt to provide a general overview of the topic, but it also brings to light several aspects that have not received an adequate attention so far, such as the connections between the highest military ranks in the Voluntarios and the leaders ofrepublican uprisings. Key words: “Sexenio Democrático”, “Milicia nacional”, “Voluntarios de la Libertad”, Republicanism, Democracy, Political socialization, urban craftsmanship, 19th century.

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Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

Sergio Sánchez Collantes

INTRODUCCIÓN El buen conocimiento de los Voluntarios de la Libertad, dado que constituía una fuerza ciudadana de ámbito municipal, exige la realización un número significativo de análisis locales que permitan construir una visión general más ajustada de lo que representó esta milicia en el Sexenio Democrático. La presente aportación, sumándose al esfuerzo de quienes han trabajado antes el tema (PÉREZ GARZÓN, 1978; HERRERO MATÉ, 2003), quisiera contribuir al enfoque comparativo a partir de dos aspectos básicos del caso asturiano: la composición social y las inclinaciones políticas dominantes en sus filas. Ambas vertientes nos parecen fundamentales por constituir la milicia uno de los instrumentos básicos de politización y participación en la esfera pública (PEYROU, 2006:10). La presencia de un liberalismo más exaltado en el seno de las milicias de Asturias se docu menta ya en el Trienio (CARANTOÑA, 1989). Las acusaciones de republicanismo que se hicieron entonces en varias provincias deben observarse con suma prudencia (GIL NOVALES, 1975: 266 267), pero sin duda abundaban los elementos radicales. Todavía en la década de 1830, las autori dades moderadas se oponían a la constitución de la milicia por temor a que, instrumentalizada por esos grupos, pudiese alterar el orden. En Oviedo, inicialmente, ni siquiera la amenaza de la guerra carlista animó a proporcionar fusiles a quienes se ofrecían para formar patrullas. Moro (1978: 84) ha considerado que “parecía preocuparles tanto como el carlismo los afanes innovado res de los exaltados, que pretendían la instauración de un régimen de mayores libertades”. Este recelo se plasmó en el testimonio del Comandante General de Asturias, que justifica su negativa a armar a los vecinos por haber quienes “aspiran a innovaciones políticas en que se restringen los saludables derechos del Trono, a quien pretenden dominar y someter” (GARCÍA GARCÍA, 1978: 116). Bajo la Regencia de Espartero, parece que se afianzó el peso de la extrema izquierda liberal en la milicia. Peyrou (2006: 32-33) constata un aumento de la presencia de demócratas y repu blicanos en esta fuerza ciudadana, en cuyo seno llegaron a obtener la mayoría en las elecciones de 1842 en Barcelona, Sevilla, Valencia, Castellón, Alicante, Santander, Pontevedra, Llerena o Vinaroz1. Y en la Asturias de este periodo, todavía muy parca en investigaciones, Carmen Gar cía (1990: 640) observa que “por primera vez se hacía patente la existencia de núcleos liberales radicales”. La tendencia continuó en el Bienio Progresista. El Partido Demócrata, aunque sin apenas organización en provincias, ya había difundido en 1849 un programa que incluía la reivindica ción de la milicia nacional como “primera garantía del orden público y de las instituciones”, integrada en el sistema militar como reserva2. No es casualidad, pues, que entre los periódicos democráticos aparecidos entonces en Madrid se halle uno elocuentemente titulado El Miliciano (PEYROU, 2006:48). Al terminar este periodo, hubo en Asturias quienes intentaron resistirse a la involución política, “un número reducido de milicianos díscolos” a los que, según la prensa, “se inculcaron ideas de desobediencia y de hostilidad”3. ¿Fue la Milicia Nacional un vivero de demorrepublicanos? En ningún caso se puede estable cer una relación inexorable entre la pertenencia a estas fuerzas y la profesión de ideas demo cráticas; pero sí debe notarse la considerable presencia de republicanos o de progresistas que terminaron siéndolo. De hecho, en la época tardoisabelina hubo quienes, al respaldar con su óbolo una suscripción auspiciada por los demócratas, se vieron en la necesidad de apostrofar su firma —o reemplazarla— con una fe de servicio en estos cuerpos, como una especie de galón que justificaba su determinación de apoyar la colecta: “un Miliciano demócrata”, “un partidario de la Milicia Nacional”, “un nacional del 33 que piensa volver a serlo”, un “miliciano nacional del 20 al 23”, dos exsargentos “de la M. N.”, un “miliciano nacional en Madrid el 43 y 54”, etcétera4. Se trataba, en definitiva, de una medalla que también recuerdan las necrológicas de los diri gentes más señalados: por breve que fuera la semblanza, rara vez olvidaban consignar el paso autora precisa que “en general el liberalismo progresista continuó dominando en la Milicia durante todo este periodo”. 2Programa de gobierno de la extrema izquierda del Congreso, Madrid, Imprenta de José M. Ducázcal, 1849, pp. 14-15. 3La Esperanza, 30-VII-1856. 4La Discusión, 16 y 17-III, 7-IV y 28-V-1859. 1La

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Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

Ideología política y composición social de los voluntarios de la libertad: algunas notas sobre el caso asturiano, 1868-1874 por la Milicia Nacional, detalle que certifica su relevancia en el cursus honorum que en el XIX tenía que seguir quien se preciase de buen liberal.

1. LOS VOLUNTARIOS DE LA LIBERTAD Y EL REPUBLICANISMO Al triunfar la Gloriosa en 1868, reapareció la milicia nacional como exigencia de las juntas revolucionarias, aunque con la denominación Voluntarios de la Libertad. Para el republicanismo federal continuaba siendo una aspiración básica, una fuerza que tenía que estar “a disposición de los respectivos gobiernos municipales”5. En Asturias, como en otras provincias, este cuerpo volvió a formar parte del paisaje urbano, con “su pintoresco uniforme de pantalón pardo, levita azul y sombrero con penacho” (JOVE, 1895: 95). Palacio Valdés (1992: 291-292) evocó en un pasaje elocuente cómo fueron “los días dichosos de la revolución triunfante” en la capital de la provincia, mencionando a los volun tarios como el primero de los elementos definitorios del cambio político: “Los nacionales, las asambleas, las manifestaciones públicas, los discursos, los motines [... ]”. Los republicanos se afanaron en que los Voluntarios de la Libertad se engrosaran con simpa tizantes. Lo propiciaron sin embozo, públicamente, como reflejan los taxativos llamamientos de su prensa: “advertimos a nuestros correligionarios de Gijón que el alistamiento continúa y que es necesario que todos, sin excepción, acudan a inscribirse”. Deseosos de figurar en la vanguar dia de la revolución, incluso hubo comités republicanos que vinieron a arrogarse las funciones de la milicia frente a las operaciones carlistas, como el de Llanes, que elevó al Ayuntamiento una comunicación por medio de la cual “sus individuos se ofrec[ían] a la Municipalidad para la conservación del orden público y seguridad del vecindario”6. El resultado de dicha estrategia parece haber sido una notable republicanización, si no del cuerpo en su totalidad, sí de muchas compañías e incluso de batallones, que evidenciaban así una manifiesta “filiación republicana” (JIMÉNEZLANDI, 1996: 187). En este sentido, los mandos debieron de influir en la orientación del conjunto. Pero no hay que olvidar que hubo lugares en los que el progresismo radical dominó: en Cuenca incluso se ordenaron expulsiones por tener afiliación al Partido Republicano (BARQUÍN ARMERO, 2012:23). En el caso de Asturias, algunos testimonios sugieren una relativa patrimonialización de esta fuerza, que llegó a juzgarse casi propia. Recoge bien esta idea una declaración del corresponsal de La Igualdad en la que repasaba los activos de que disponían en Asturias: “[... ] Contamos también con una fuerza republicana de mil honrados ciudadanos, armados, organizados y adictos a la República”7.

Fig. 1.- Detalle del alistamiento de Voluntarios de la Libertad de Gijón. Fuente: Archivo Municipal de Gijón, Expediente 85/1868 (Especial 49). Republicano Federal, Madrid, J. Castro y Comp., 1870, p. 79. República Española [Gijón], 6-VIII-1869. Archivo Municipal de Llanes, Libro de Actas, 7-VIII-1869, p. 73. 7La Igualdad, 25-XI-1868. 5Anuario 6La

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Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

Sergio Sánchez Collantes La propia actitud recelosa del Gobierno provisional evidencia su desconfianza hacia una mi licia que temía “compuesta mayoritariamente de republicanos” (MONLLEÓ PERIS, 2001: 59). Se trata de un fenómeno documentado en muchas provincias. En Almería, por ejemplo, llegaron a dirigir cuatro de las ocho compañías de la capital; en Jaén también se ha destacado ese predo minio; y en Valencia existió una “abrumadora adscripción republicana” (MARTÍNEZ LÓPEZ, 2006: 64; JAÉN MILLA, 2014: 145; PIQUERAS, 1992: 67). Sobre los Voluntarios de La Coruña, donde fue comandante el médico ovetense Ramón Pérez Costales, se ha dicho que la prepon derancia de los ideales democrático-republicanos “no ofrece dudas”, y las explicaciones dadas para justificar el interés de los republicanos en que así fuera parecen extrapolables a cualquier región: la milicia era la encarnación del “pueblo en armas” que salvaguardaba el orden y los principios revolucionarios; constituía un recurso decisivo en caso de una eventual sedición a fa vor de la República; podía ejercer como un auténtico grupo de presión en el devenir político de la localidad; y, en fin, desempeñar cargos en los Voluntarios era un modo de obtener autoridad, prestigio e influencia, factores todos que reportaban lealtades muy útiles para disponer de una red de apoyos (MORENO GONZÁLEZ y SUÁREZ RODRÍGUEZ, 2001: 233-234, 236, 239). Des de la supresión de las juntas, como explica Piqueras (1992: 57), la milicia era el “último baluarte revolucionario” para defender lo conquistado. Harían falta más estudios de caso para valorar el alcance real de esta fuerza republicana entre los Voluntarios, pero tales predilecciones explican fenómenos como el recelo de las autori dades hacia este cuerpo, la apreciable implicación de milicianos en las tentativas insurreccionales del federalismo o los conflictos en torno a la jura de la Constitución —monárquica— de 1869. Vayamos por partes. Por lo pronto, desde los inicios del Sexenio los adversarios políticos de la milicia fueron construyendo una imagen bastante peyorativa del cuerpo, a menudo fruto tanto de la hostilidad como del miedo. Sin negar que hubiera en sus filas personajes de conducta reprochable —igual que en 1873, como veremos—, no es creíble la generalización en la que incurren algunos testimo nios. Para Martínez Agosti (1916: 78), por ejemplo, los Voluntarios de la Libertad, a quienes “el vulgo [... ] distinguía mejor por el remoquete de “Cipayos”“, eran “una cosa así como el desecho de los pueblos; gente poco habituada al trabajo, algo levantisca y de dudosas costumbres, que se dejaban ir por las dos pesetas diarias, el pan, alojamiento y gajes, si caían”. Ahora bien, no siempre fueron enemigos quienes transmitieron mensajes de este tipo, pues hubo liberales pro bados que se mostraron ambivalentes, como Fermín Canella (1915: XLV): “fue y es institución muy discutida, que así prestó grandes servicios a los ideales de la Libertad y del Orden, como no pocas veces fue perturbadora para los mismos patrióticos intereses”. El recelo de ciertos sectores ante la preponderancia que podrían adquirir las inclinaciones re publicanas en el seno de los Voluntarios enlazaba con el que ya había existido en los años treinta en otro contexto: lo provocaba el temor a una fuerza armada cuyos integrantes profesaban ideas más radicales que las que en ese momento definían el marco político. El miedo se redoblaba por el carácter mayoritariamente plebeyo de una tropa a la que seducían oficiales que, eventualmen te, podrían dictar órdenes subversivas. En otras palabras, una conexión demasiado íntima entre milicia, armas y republicanismo federal —el partido— levantaba suspicacias en otros grupos políticos. Más aún si también mediaba una excesiva complicidad con las autoridades munici pales. Como explica de la Fuente Monge (2007: 223), esa milicia representaba un “excepcional instrumento de presión política, que era a su vez una importante red asociativa para extender la cultura republicana”. Algo de lo anterior subyace en un conflicto que se desató en Oviedo por una excesiva demo cratización del consistorio; una apertura al elemento popular que muchos juzgaron desmedida. Los roces estuvieron motivados por la presencia —aparentemente inofensiva— de grupos de vecinos en los balcones del Ayuntamiento durante un desfile de los Voluntarios. El gobernador reprobó esta práctica alegando que los concurrentes no eran regidores ni trabajadores municipa les, pero el Consistorio replicó: Eran [...] ciudadanos honrados a quienes nunca se negó la entrada. Siendo estas casas por naturaleza las oficiales del pueblo, cuantas veces han querido tratar pú blicamente algún asunto se han reunido en ellas. Hoy especialmente que se halla proclamada y sancionada la libertad de reunión [... ], inconveniente parecería cual

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Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

Ideología política y composición social de los voluntarios de la libertad: algunas notas sobre el caso asturiano, 1868-1874 quier prohibición [... ] (GARCÍA CALZÓN, 1983: 76-77).

Todo indica que lo que alimentó la desconfianza del gobernador fue el hecho de que se tratara de un acto de los Voluntarios, percibido como una demostración de fuerza —amenazante— de los republicanos. Tampoco hay que subestimar la importancia de tales escenificaciones para los jóvenes que se estaban formando políticamente: Leopoldo Alas, Tomás Tuero y Palacio Valdés presenciaban fascinados las maniobras (ANTÓN DEL OLMET y TORRES BERNAL, 1919:57). Hennessy (1966: 127) ha recordado que, igual que antaño con los progresistas, “la milicia era una fuerza de partido sin vigencia legal y si quedaba sin suprimir pronto se convertiría en el punto central de toda su organización”. Esto no significa que no hubiera diversidad ideológica y choques de liderazgo, algo que refleja Félix Aramburu (1989: 129-130) cuando destaca tres notas características de los Voluntarios de Oviedo: “sus disgustillos interiores para la elección de jefes, sus alardes casi siempre inocentes de dominio y de habilidad y lucimiento militares, y sus agitaciones y amagos de tormenta al llegar la hora del desarme”. Las divisiones eran naturales y patentes en muchas localidades, como por ejemplo en Málaga, donde hubo un sector “de orden” y otro republicano que contestó a la petición de sometimiento “con tiros al aire y un “¡Viva la República!”“ (ARCAS CUBERO, 1985: 42). En Valencia se intentó solucionar esto con la mezcla de voluntarios de distintos batallones, “para evitar que alguno que tenga un marcado color político se deje llevar por la acción de algún jefe díscolo” (MONLLEÓ PERIS, 2001: 78). Y en Navarra parece que no se dieron esos problemas por dominar orientaciones liberales más templadas (HERRERO MATÉ, 2003: 309). Estos choques con las autoridades jalonan los primeros meses del Sexenio en muchas ciu dades. En Oviedo hubo momentos de tensión ya en las semanas iniciales, por ejemplo cuando los ministros de Gracia y Justicia y Hacienda acordaron devolver el convento de Santo Domingo al Seminario, momento en que, según informó el gobernador civil de la provincia, “se reunió la milicia con demostraciones hostiles al gobierno”, aunque “el alcalde y algunos jefes de ella lograron su dispersión”8. La actitud opositora de un sector importante de los Voluntarios de la Libertad se puso de manifiesto cuando, en junio de 1869, se promulgó la nueva Constitución monárquica y hubo que jurarle lealtad. El descontento de los milicianos de ideas republicanas había ido en aumento desde la propia disolución de las juntas revolucionarias, decepción a la que se fueron sumando otras (promesas incumplidas, umbral del sufragio en los 25 años en lugar de los 20...). Ya a finales de 1868, los tumultos que se produjeron en Andalucía y el consiguiente desarme de los Voluntarios habían encendido las primeras sublevaciones en Cádiz y Málaga. Unos hechos sobre los que ironizó con clarividencia un jovencísimo —16 años— Leopoldo Alas (1985: 441): “Dícese que van a desarmar a los nacionales. ¿A que se arma?”. Ahora los roces derivaban de la negativa de muchos a jurar un texto que, decían, atentaba contra sus convicciones. En Asturias, el periódico La República Española tachó la Constitución de “engendro híbrido” y consideró “un día de luto” la jornada en que se promulgó9. Según García Calzón (1983: 97-98), la nueva tesitura política “fue acogida favorablemente en líneas generales” por las instituciones, pero se produjeron “algunos conflictos que cabe resaltar no por su magni tud, sino más bien por la influencia que tuvieron en la radicalización de posturas de una parte del grupo republicano”. Después de que el gobernador de Oviedo cursara la invitación para el solemne acto en que iba a promulgarse el Código, el 6 de junio, hubo tantas ausencias de republicanos y de carlistas que se ordenaron un sinfín de ceses, alterándose con ellos la compo sición de nada menos que 27 corporaciones en toda la provincia. Sólo en el Ayuntamiento de Gijón fueron destituidos hasta diez concejales republicanos y otros siete presentaron su dimisión por no estar de acuerdo con el rumbo que tomaba la revolución. En Oviedo parece que no se registraron ceses ni dimisiones, peculiaridad que García Calzón atribuye al predominio de las estrategias benevolentes que aceptaban las nuevas reglas (1983: 98-99 y 124)10.

Igualdad, 21-XI-1868. Veían en la medida del Gobierno “una provocación premeditada”. República Española, 15-VI-1869. 10No siempre se trató de republicanos: el presidente de la Junta de Instrucción Pública de Siero, por ejemplo, alegó que como católico no podía jurar una norma que proclamaba la libertad de cultos. 8La

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Sergio Sánchez Collantes

Fig. 2.- Municipios en los que varió la composición del Ayuntamiento al promulgarse la Constitución. Fuente: elaboración propia con los datos de García Calzón (1983: 97-99). Sea como fuere, en los Voluntarios de la Libertad sí se generó un profundo descontento y las bajas se multiplicaron en diferentes provincias (MONLLEÓ PERIS, 2001: 75). El grueso de los alistados en Oviedo se negaron a comparecer en la jura de la Constitución. Según un testigo, “de ochocientos milicianos, sólo sesenta y dos asistieron a la formación”; además, cuando el secreta rio del gobierno civil procedió a la lectura del articulado, se oyeron “algunos gritos subversivos de ¡viva la República federal!”. Los capitanes, los tenientes y otros oficiales pertenecientes a cin co de las seis compañías existentes en Oviedo presentaron la renuncia de sus cargos el día 7. Una semana después, el gobernador publicó un bando en el que “se ordenaba que en el término de seis horas entregasen las armas todos los que no habían asistido”, lo que se tradujo en la disolución del cuerpo “a excepción de jefes, voluntarios y oficiales que ha[bía]n dado pruebas de adhesión”. Los ánimos se caldearon tanto que algunas tiendas “fueron cerradas precipita damente” debido al “conflicto que se temía”, mientras que en Gijón se preparó una instancia para elevar firmas a las Cortes pidiendo el cese del gobernador11. El Ayuntamiento, consciente de la agitación reinante, trató de suspender dicha orden y le recordó a la autoridad que “los voluntarios siempre habían dado pruebas de sumisión y de obediencia” (GARCÍA CALZÓN, 1983: 100)12. Cuando se procedió a la reorganización de los Voluntarios, en el nuevo alistamiento se mo dificaron los criterios adoptados, muy suspicaces respecto a las predilecciones ideológicas de los aspirantes: únicamente se aceptaría a los leales al nuevo orden político. El requisito parece haberse seguido a rajatabla, puesto que en Oviedo, ya el 19 de junio, de los 235 apuntados sólo se admitieron 113 y al final sumaron en total unos 300, cifra muy inferior a la que había tenido el cuerpo13. Según García Calzón (1983: 102), el número se mantuvo en Gijón, con unos 200; Avilés, 50; Siero, 40; y Mieres, de 25 a 30. Se había producido una verdadera depuración y los excluidos protestaron: cuando se verificó la nueva jura de la Constitución, el día 26, se dieron “graves enfrentamientos entre los asistentes”. La criba generaba rencores, como sugirió el diputado re publicano José González Alegre en el Congreso en 1871, cuando le preguntó al ministro de la Gobernación sobre un batallón de Voluntarios formado en Oviedo “con abstracción de muchos liberales antiguos”, lo que a su juicio no servía “más que para excitar las pasiones, promover desórdenes y alarmas, y quizá violencias para el libre ejercicio del sufragio”14. Mientras tanto, en La Coruña, Pérez Costales había declinado la invitación a los actos de la promulgación que le trasladó el gobernador de la provincia. Lo hizo en unos términos que, República Española, 15, 18 y 22-VI-1869. El Imparcial, 20-VI-1869. autora precisa que en las demás localidades de la provincia “no hubo ningún problema”, y que en Oviedo molestó especialmente la orden de que la entrega de las armas se verificase en los cuarteles de Santa Clara y de la Guardia Civil, algo que el Ayuntamiento consideró “imprudente” y logró evitar. 13Desde La República Española, 6-VIII-1869, se recomendaba continuar el alistamiento hasta formar un batallón de 400 ó 500 voluntarios. 14Diario de Sesiones del Congreso, 15-VII-1871, p. 2757.

11La

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Ideología política y composición social de los voluntarios de la libertad: algunas notas sobre el caso asturiano, 1868-1874 además de desafiantes, resultan muy elocuentes por la idea de unanimidad ideológica que el jefe transmite: Recibida la atenta invitación [... ] es de mi deber dar a V. S. las más expresivas gra cias por su galante atención, y cumple a mi lealtad manifestarle que el batallón de voluntarios no asistirá a autorizar con su presencia dicho acto, antes bien con su au sencia protesta de las desgracias que puedan recaer sobre la nación española con la promulgación de ese Código que en tanto defrauda las esperanzas de este pueblo tan digno de la libertad como poco afortunado para conseguirla (MORENO GONZÁLEZ y SUÁREZ RODRÍGUEZ, 2001: 239). En Asturias, la disolución o reestructuración de esta fuerza ciudadana siempre fue consi derada todo un acontecimiento, un episodio local merecedor de un recuerdo duradero que se encargó de perpetuar la medallística conmemorativa. Tan interesante uso cultural lo testimonia el cronista ovetense López Dóriga, que nos ha legado una relación de los sucesos a los que la mentalidad de la época reservaba semejante honor: “la fecha de nuestras primeras relaciones amorosas, la del estreno del primer chaquet, la primera salida fuera del pueblo en que uno nació, el motín de los consumos, la jura de la Constitución, el desarme de la milicia [... ]”15. Ya vigente la Constitución, los sectores del federalismo denominado “intransigente” secun daron diferentes tentativas de insurrección en las que abundan republicanos que habían perte necido a los Voluntarios. Es importante subrayar aquí esas lealtades que se habían ido forjando y que explicarían el ascendiente de muchos oficiales sobre la tropa, hasta el punto de granjear se su concurso para levantamientos cuyo desenlace resultaba cuando menos incierto. En dicho sentido, Pere Gabriel (1994: 353) ha recordado que los Voluntarios de la Libertad —igual que después los de la República— siguieron “unas formas de organización y articulación que escon dían bastante claramente caudillismos y reclutamientos clientelares” que devendrían “la base de la insurrección republicana general de octubre de 1869”. También de la Fuente Monge (1996: 136) ha incluido la milicia entre los medios que sirvieron a los republicanos para crear nuevas clientelas desde los ayuntamientos. Esos liderazgos forjados en el ámbito de la milicia, además, se robustecían en otros espacios de la sociabilidad formal, como los círculos republicanos, e informal, al calor de tertulias o reuniones menos estructuradas. Para ilustrar este último supuesto basta la figura de Joaquín el Risón, un legendario veterano de la antigua Milicia Nacional que regentó en Oviedo el histórico café Risón y que se distinguió por su proverbial carisma: “de decidora y amena fabla, agrio el genio y envuelto en largo y lustroso gabán” (Uría, 1914: 18). Entre sus parroquianos, recordó Adolfo Posada uno que “sufría la obsesión de las obras de Proudhon” (1983:55). La primera gran insurrección federal con ramificaciones en varias provincias estalló en octu bre de 1869. El principal cabecilla en Asturias fue Bernardo Coterón, un pequeño comerciante de Oviedo, alcalde barrio, miembro del comité republicano local y oficial de los Voluntarios. Las simpatías y fidelidades que fue labrando en esa milicia debieron de ayudarle a reclutar co rreligionarios para una empresa tan arriesgada que, además, les terminó acarreando despidos y otras represalias. Bajo su liderazgo, una partida se levantó en el centro de la región y asaltó la fábrica de armas de Trubia. Según algunas fuentes, llegaron a contarse hasta 200 hombres, y la hipótesis que cabe plantear es que muchos habrían procedido de esa milicia. De hecho, los Voluntarios de la Libertad de Oviedo solicitaron el indulto para Coterón y su lugarteniente, mientras se producía la dimisión de jefes y oficiales. En la capital, igual que en Avilés, Mieres y Siero, se recogieron las armas de este cuerpo (SÁNCHEZ COLLANTES, 2011:59 y ss.). También en la sublevación desarrollada paralelamente en Galicia intervinieron milicianos. El de octubre se levantaron en Orense entre 250 y 300 republicanos armados, a los que se unieron 2 muchos campesinos, que proclamaron la República federal con el auxilio de los Voluntarios de la Libertad (CAGIAO CONDE, 2006: 38). Y en La Coruña lo hicieron la noche del 14 y uno de los factores que soliviantaron los ánimos fue justamente la disolución del batallón, algunos de cuyos miembros habrían participado en la rebelión (MORENO GONZÁLEZ y SUÁREZ RODRÍGUEZ, 2001: 240 y 242). Si dirigimos la mirada a otras regiones, se observa el mismo fenómeno: baste con mencionar el caso de Valencia (PIQUERAS, 1992: 107 y ss.). 15El

Carbayón [Oviedo], 12-VIII-1890.

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Sergio Sánchez Collantes En 1870 volvió a tramarse una insurrección que debía estallar en varias provincias cuando Amadeo llegase a España, si bien el asesinato de Prim disuadió al final a sus impulsores. Pero en la trama volvieron a estar implicados muchos Voluntarios al decir de Rodríguez Solís, que aseguró que, tras estar en Bilbao, concertó en Santander una entrevista secreta con el alcalde Lorenzo Sañudo y el jefe de la milicia Juan Enrique Arolas, quienes se mostraron “dispuestos a secundarlos con grandes probabilidades de triunfo, ya que las ocho compañías de la Milicia se componían sólo de republicanos” (RODRÍGUEZ SOLÍS, 1931: 202-203). En Jaén, los Voluntarios cobraron nuevamente protagonismo en la sublevación de 1872 (JAÉN MILLA, 2014: 160).

2. LA COMPOSICIÓN SOCIOLABORAL: LOS VOLUNTARIOS DE GIJÓN Tal y como manifestaba hace unos años Rafael Serrano (2001: 16), el estudio de las listas de Voluntarios para averiguar su extracción social “ha sido un objetivo preferente en algunas monografías locales”. Es de lamentar que en muchas ciudades no haya sobrevivido esta docu mentación, pero hay otras que la conservan. El valor del listado que se custodia en el Archivo Municipal de Gijón reside en los datos sociológicos que contiene, ya que se especifican los oficios. Adelantemos que la mitad eran artesanos, lo que obliga a recordar las observaciones de Grego rio de la Fuente (2000: 242) sobre la milicia de 1868: “no representaba a las élites revolucionarias sino al sector popular más comprometido con el cambio político”. El carácter humilde de muchos integrantes de estos cuerpos ya se había manifestado elocuen temente en la Barcelona de 1837, donde existió un batallón “llamado de la blusa” (VILLALBA HERVÁS, 1897: 151); y en 1869 una milicia eminentemente plebeya vivió la paradoja de tener que disuadir a huelguistas de su misma extracción social que paralizaron el sector textil en la ciudad (GARCÍA BALAÑÀ, 2008: 758). A su vez, en la Valencia del Sexenio, Piqueras (1992: 67) ve “una Milicia de artesanos y trabajadores dirigida por veteranos que, a lo sumo, son pequeños propietarios o comerciantes”. Y esa naturaleza proletaria también dominó en Madrid, al decir de Pérez Garzón (1978: 510). Sin embargo, en algunas ciudades se advierte un perfil más mesocrá tico que popular, como refleja la investigación sobre Pamplona en diferentes épocas (HERRERO MATÉ, 2003: 105-108, 217-219 y 267-268). En los Voluntarios gijoneses, aunque haya una fuerte presencia de clases medias y artesa nas, también se observan representantes de la burguesía industrial, circunstancia que justifica el uso del calificativo interclasista siempre y cuando se aclare que esto no difuminó su carácter eminentemente popular. En lo que respecta a sus predilecciones ideológicas, el análisis prosopo gráfico (SÁNCHEZ COLLANTES, 2007) corrobora la altísima presencia de republicanos, sobre todo federales. Una militancia, por cierto, armonizable con las prácticas religiosas, según matizó —refiriéndose a Oviedo— Adolfo Posada (1983: 17): Ni por un momento se plantearon sus hombres, mi padre y mi tío Guillermo, el problema de la compatibilidad entre ser milicianos o “voluntarios de la libertad” y gozar de la prerrogativa parroquial de empuñar una vara del palio en los oficios de Semana Santa. El conjunto de 249 Voluntarios de la Libertad gijoneses que se documentan reunía a nu merosos artesanos y trabajadores de oficio (50,8%), empleados (14%), asalariados y operarios fabriles (14 %), profesionales (6,8 %), comerciantes e industriales (6,8 %) y un pequeño grupo de ocupaciones difíciles de clasificar (7,6%)16. El colectivo más representado, la menestralía urbana, supone la mitad: un porcentaje similar al que se constata en otras ciudades. Así, tras considerar las muestras de Córdoba, La Coruña, Palencia y Tarragona, Gregorio de la Fuente (2000: 242) Municipal de Gijón, Expediente 85/1868 (Especial 49). Las categorías que mencionamos no ofrecen muchas dudas, salvo los que hemos catalogado como asalariados y operarios fabriles, pues algunos podrían no haberlo sido exactamente; sin embargo, el concepto de jornalero (14) no debe de referirse aquí a trabajadores del campo y las restantes ocupaciones parecen aludir casi todas a obreros industriales: ajustador (9), moldeador (4), fundidor (2), calderero (1), armero (2), maquinista (1), tallador (1) y uno de la fábrica de chocolate. Por lo demás, hemos sido flexibles e incluido en la consideración de empleados (9) a los cesantes (2), serenos (11), municipales (7), camineros (4), un telegrafista y un corredor de número.

16Archivo

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Ideología política y composición social de los voluntarios de la libertad: algunas notas sobre el caso asturiano, 1868-1874 concluye que ese voluntariado, con una edad media de 33 años, “estaba ocupado en su mayor parte en trabajos manuales: 63 por 100 artesanos y oficios, 13 por 100 empleados de toda con dición, 11 por 100 comerciantes y afines, 6 por 100 profesiones liberales, 5 por 100 oficios del sector primario (hortelanos, trabajadores, jornaleros del campo, pastores y pescadores) y 0,6 por 100 fabricantes e industriales”. Entre los Voluntarios de Gijón que eran artesanos, destacan holgadamente los zapateros, que suman 40 individuos, es decir, un 16% del total de 249. Aparte, hasta un 10% del conjunto lo formaban una serie de oficios ligados al trabajo de la madera (20 carpinteros —incluyendo dos de ribera— y 5 ebanistas). También disfrutaba de una amplia representación el grupo de los herreros (10), como el de los sastres (10). Si los consideramos junto con los sombrereros (11), como elaboradores todos de prendas de vestir que no sean calzado, llegan al 8,4 %. El resto de los que hemos computado dentro de esos oficios tradicionales no proporcionaron tantos integrantes, aunque descollaron los canteros (7)17. Algunos oficios, por lo demás, hacen inevitables ciertas apreciaciones. Acerca de los zapate ros, por ejemplo, hay que recordar el clásico estudio de Hobsbawm (1987) sobre el predicamento que logró en ellos el radicalismo. En muchas poblaciones españolas también se observa que abundan los zapateros que militaron en el republicanismo. Lo mismo cabe decir de los sastres, que en otras provincias dieron al republicanismo señalados adalides: en Tarrasa fue sastre uno de los principales cabecillas del federalismo local, Joaquim Marinel.lo (COLOMI BUSSOT, 2003: 50); de Teruel, podría mencionarse el caso del federal Mateo Garzarán (VILLANUEVA HERRE RO, 1993: 345); y dos sastrerías, en fin, aparecían entre los talleres donde se podían apuntar los simpatizantes de la Fusión Republicana de Barcelona a finales de los noventa (DUARTE, 1986: 150 y 369).

Fig. 3.- Composición social de los Voluntarios de la Libertad de Gijón en 1868. Fuente: elaboración propia a partir de los datos del Archivo Municipal de Gijón, Expediente 85/1868 (Especial 49)..

el oficio de cerrajero (3), barbero (2), chocolatero (2), platero (1), confitero (1), latonero (1), hojalatero (2), pintor (4), curtidor (1), fotógrafo (1), albañil (1), cohetero (1), polvorista (1), labrante (1) y maestro de obras (1). Junto con los 35 que figuran literalmente como zapateros, hemos computado a 5 maestros de obra prima, que la Real Academia Española definía en 1852 y en 1869 como el “arte de zapatería de nuevo”, según puede verse en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española < http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle > [Consulta: 26/05/2016]

17Hallamos

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Fig. 4.- Desglose ocupacional del 51% de Voluntarios de la Libertad gijoneses que en la Fig. 3 se definen como “artesanos y trabajadores de oficio”. Fuente: Archivo Municipal de Gijón, Expediente 85/1868 (Especial 49). Junto con la información sociolaboral, de los Voluntarios de la Libertad de Gijón se conservan algunos datos de interés relacionados con el universo simbólico y las representaciones. Así el distintivo que utilizaron, cuya tonalidad morada entroncaba con la milicia nacional de 1820 y, en última instancia, con los comuneros castellanos (DUARTE, 2004: 105). Pero, singularmente, importa reparar en la figura que aparecía en el centro de la bandera: el rey Pelayo. Una paradoja sobre la que no dejó de llamar la atención el erudito local Julio Somoza (1884: 90-91): “¡[... ] el fundador de la monarquía visigoda conduciendo al combate las huestes republicanas!”.

3. DE LA REPÚBLICA A LA RESTAURACIÓN Esta milicia ciudadana que se venía organizando en determinados periodos para salvaguar dar las conquistas liberales, y que en 1868 adoptó el nombre de Voluntarios de la Libertad, fue otra vez rebautizada al sobrevenir el cambio político de 1873. Denominados ahora Voluntarios de la República, continuaban bajo el mando de los ayuntamientos y, más radicalizados, no dejaron de constituir un instrumento de presión aquel bullicioso verano, cuando el federalismo se mezcló con la revolución social (PÉREZ GARZÓN, 1978: 516). En Oviedo, igual que en otras ciudades de España, el 12 de febrero de 1873 se vivió una jornada histórica al proclamarse la República “ante el numeroso pueblo reunido en la plaza, la fuerza del ejército, carabineros, voluntarios movilizados y ciudadanos republicanos armados para el sostenimiento del orden”, todos los cuales “fraternizaron y secundaron con el mayor entusiasmo los vivas” (GARCÍA CALZÓN, 1983: 185-187). Los testimonios, en efecto, recogen la presencia de milicianos desde el mismo acto fundacional de nuevo régimen. En su visión de los hechos, Benito Canella ratifica ese protagonismo cuando afirma que llegaron a la plaza “los republicanos recientemente armados, y [que] vinieron los antiguos voluntarios y la tropa”18. Los discursos de quienes hablaron desde el balcón, entre los que figuraba Manuel Pedregal, “fueron contestados con caluroso entusiasmo por el pueblo y fuerza armada” sin oírse “ni un insulto, ni un solo muera”19. Hubo, sin embargo, algunos conflictos reseñables. Por lo pronto, hay que subrayar que la Guardia Civil no compareció en el histórico acto de la proclamación. La ausencia debió de obedecer al dominio de las inclinaciones monárquicas en el cuerpo, la misma razón mutatis mutandis que había llevado a muchos milicianos a no jurar la Constitución del 69. Los roces entre la benemérita y el nuevo régimen fueron notorios. Además, el capitán general de la región militar en la que se encuadraba Oviedo se negó a poner sus efectivos a disposición del Gobierno republicano. Entre los momentos de tensión destacó el día 13, cuando todos los guardias civiles 18Archivo Histórico de Asturias, Fondo de Posada 19Según El Radical Asturiano [Oviedo], 13-II-1873.

Herrera, 11.419/47 (carta a Posada Herrera, Oviedo, 11-II-1873).

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Ideología política y composición social de los voluntarios de la libertad: algunas notas sobre el caso asturiano, 1868-1874 —unos 200— se concentraron en Oviedo y su comandante le trasladó al gobernador militar su deseo de alojarlos en el cuartel de la Vega, petición que rechazó el Consistorio: [...] no mereciendo la confianza del Ayuntamiento el Cuerpo de la Guardia Civil por sus antecedentes, creía que no debería alojarse en el Cuartel de la Vega, punto importante por más de un concepto y custodiado hoy por Voluntarios de la Repú blica [...], haciéndole observar los inconvenientes que se oponen al acuartelamiento [... ](GARCÍA CALZÓN, 1983: 189-190). No por casualidad, nada más conocerse la abdicación de Amadeo, el cuerpo de voluntarios había sido reorganizado con diligencia en ciudades como Oviedo, Gijón y Avilés. El consistorio de la capital, donde predominaban los federales, decidió por unanimidad, sin esperar instruc ciones del Gobierno, armar a los Voluntarios de la Libertad, una fuerza que los documentos ya empiezan a llamar “republicanos” o “de la República”. Para dirigirlos se nombró a siete jefes, todos ellos federales que otrora habían sido expulsados por negarse a jurar la Constitución mo nárquica. García Calzón aclara que “la entrega de armas escapó al control de las autoridades municipales, [... ] en una situación de impotencia total para poder frenar o controlar los excesos cometidos desde el día de la proclamación”, ya que “la masa federal asaltó materialmente la fábrica de armas de la Vega con el objeto de armarse por su cuenta”. Nos recuerda también que no faltaron casos de indisciplina: así los de quienes no se presentaban a veces a las guardias o dejaban sus ocupaciones pretextando que debían servir como Voluntarios; o el de quien llegó a esgrimir las armas en público y protagonizó disturbios o tiroteos (1983: 193-194 y 221). Por no hablar de los problemas de alcoholismo, que han dejado rastros como la siguiente nota del veterinario federal Wenceslao Guisasola: “He recogido el arma al ciudadano Juan Fernández por encontrarse en estado de embriaguez”. Ni que decir tiene que tales casos, aun sin ser generales, fueron utilizados por los adversarios que trataban de desacreditar al cuerpo20. Aquellos días se publicó un Reglamento orgánico del batallón de voluntarios de la República federal de Gijón, hoy ilocalizable (ALONSO BONET, 1967: 234). El 13 de febrero, ante la imposibilidad de mandar una fuerza armada para mantener el orden, el gobernador civil acordó con el concejal Eladio Carreño el envío de 200 fusiles para esa milicia. A las tres semanas, el número de alistados había llegado a 300 por el contexto de guerra carlista (“temiéndose que el partido reaccionario promueva conflictos en esta localidad”)21. Cuando los republicanos gijoneses precisaron más armas, enviaron a Madrid una delegación de concejales para solicitarlas: “Pi, Ministro de la Gobernación, [...] nos autorizó con una orden para el Sr. Ministro de la Guerra, al que nos presentamos el día 7 con la petición de 300 fusiles”22. Tales pertrechos eran indispensables para repeler ataques como los sufridos por los Voluntarios de Lena, donde un grupo se amotinó y les disparó al grito de “¡muera la República!” y “¡viva Carlos VII!”23. Desde el punto de vista sociolaboral, los Voluntarios de la República asturianos debieron de mantener porcentajes similares a los de sus predecesores, los de la Libertad. Lo mismo parece haber ocurrido, por ejemplo, en La Coruña (MORENO GONZÁLEZ y SUÁREZ RODRÍGUEZ, 2001: 243): artesanos (54,5%), empleados (23%), empresarios (8,5%), asalariados (en torno al 5,5 %), profesionales liberales (5%) y propietarios (3,5%). Se trató esencialmente, pues, de veci nos humildes, como también se infiere de la documentación municipal de Oviedo: “muchos de los voluntarios republicanos carecen de recursos”24. Ya en verano, el Consistorio acordó pagar ocho reales si se hallaban “en una situación económica difícil”, pero los grados de la oficiali dad los ocuparon pequeños propietarios y varones con carrera que podían sufragarse los gastos del uniforme; una discriminación a la que puso fin el Ayuntamiento gijonés cuando, ya en ju nio, acordó costear “los uniformes y equipos de todos los oficiales” para que “todas las clases pued[ier]an optar a los cargos de jefes de la milicia” (GARCÍA CALZÓN, 1983: 195). Quizás la diversa extracción socioeconómica se unió a los personalismos y la controversia doctrinal para generar roces cuyos motivos últimos se nos escapan: Municipal de Oviedo, Expediente 5.918, s. p. (emplean también los sintagmas “guardia de voluntarios repu blicanos”, “fuerza ciudadana” y algún otro). 21Archivo Municipal de Gijón, Libro de Actas, 1-III-1873, p. 52 v. La República Democrática (Madrid), 24-IV-1873. Véase también el trabajo de García Calzón (1983: 183 y 192). 22Archivo Municipal de Gijón, Libro de Actas, 1873, p. 116. 23La Esperanza, 5-III-1873. 24Archivo Municipal de Oviedo, Expediente 5.918, s. p. 20Archivo

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Sergio Sánchez Collantes Leemos en una carta de Oviedo que allí se reunieron varios comerciantes, propieta rios e industriales para organizar la milicia por barrios como en otras capitales; pero que se presentaron en el local de reunión varios individuos que se decían republica nos, promovieron disturbios y no se llegó a un acuerdo25. Algunos “desórdenes electorales” ocurridos durante los comicios municipales también apun taban a miembros de los Voluntarios de la República. En 1874 seguían publicándose citaciones alusivas. El juez de primera instancia de Pola de Lena, por ejemplo, reclamó la comparecencia de Antonio Rodríguez-Vigil López, exteniente de la 3a compañía de Voluntarios de Oviedo, así como de quienes “estuvieron a sus órdenes”, por altercados ocurridos en el pueblo de Cam pomanes. El magistrado llamó asimismo a “un tal Aguilar, cabo que fue de Voluntarios de la República y a otros quince o veinte Voluntarios de la misma” por “excesos electorales” en La Veguellina26. Si en 1868 parecía que los republicanos dominaban muchos batallones de los Voluntarios de la Libertad, en 1873 se acentuó la percepción de esta milicia como una suerte de apéndice del partido, sin que ello impidiera la existencia de batallones de otras tendencias (como demuestra lo sucedido en Madrid en la jornada del 23 de abril). Así que, como explica Duarte (2013: 117), los adversarios vieron en ellos, más que un cuerpo representativo del conjunto de la nación, la fuerza armada de una facción en la que además cobraban excesivo protagonismo las clases subalternas. Y, al producirse el golpe de Pavía y ordenarse rápidamente el desarme, se opusieron en muchas provincias, incluida Asturias: “El entonces Gobernador militar y los suyos resolvieron no acatar el Gobierno constituido: contaban con los Voluntarios de Oviedo y llamaron a los de Gijón y Trubia para formalizar la resistencia” (FERNÁNDEZ DE MIRANDA, 1907: 308). En efecto, las providencias judiciales de aquellos días llamaron a comparecer a muchos referidos como “ex voluntarios movilizados de la República”, entre ellos el ya citado Antonio Rodríguez Vigil y quienes estuvieron a sus órdenes27. En otros puntos de España también fueron principalmente los Voluntarios quienes asumie ron la defensa de la República. Así, hubo serios conatos de sublevación federal en Badajoz y estallaron abiertamente insurrecciones en Zaragoza, donde “la lucha fue verdaderamente terri ble”; en Valladolid, cuyas calles se poblaron de barricadas; y en diversos puntos de Barcelona entre los que destacó Sarriá, que engrosaría el calendario conmemorativo del republicanismo y su martirologio (VERA Y GONZÁLEZ, 1886: 891-894; RODRÍGUEZ SOLÍS, 1893: 723-724). A la sazón, continuaban las incursiones de las partidas carlistas, de modo que no tardó en necesitarse otra fuerza que supliese a los Voluntarios. El Ayuntamiento de Oviedo, por ejemplo, convocó una reunión para organizar una Milicia Ciudadana, aunque sus integrantes fueron escrupulosamente seleccionados con un método preciso: “hacer la clasificación y eliminación de las listas [de] todas aquellas personas que por su conducta moral y política no deban formar parte de dicha Milicia”28. Al restaurarse la monarquía, todo lo relacionado con los Voluntarios se percibirá en la doc trina oficial y el imaginario de los propietarios como algo desafiante o peligroso para las ins tituciones vigentes (PÉREZ GARZÓN, 1978: 520). Después de 1875, como afirma Villanueva Herrero (1993: 297), “cualquier acto público en el que aparezcan exmilicianos será visto como un fermento político republicano” por las autoridades canovistas, incluso la simple celebración de la derrota del carlismo. En el Oviedo de 1882, las ordenanzas prohibían incluso llevar en los carnavales “trajes completos [... ] de la Milicia”29. Y todavía entonces, continuó habiendo exvo luntarios implicados en conspiraciones y asonadas republicanas, como demuestra la partida que se levantó en 1880 en Lena (SÁNCHEZ COLLANTES, 2011: 117-141). Uno de los detenidos tras estos hechos fue el citado Antonio Rodríguez Vigil, primo carnal de quien la lideró, Valeriano Díaz Vigil, que a su vez había figurado entre los jefes —sargento 2o— de los Voluntarios de la República de Gijón30. 25El

Imparcial, 8-III-1873. Oficial de la Provincia de Oviedo, 20-II, 16-V y 20-VII-1874. 27Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, 27-I y 7-II-1874. 28Archivo Municipal de Oviedo, Libro de Actas, 22-II-1874 y ss., p. 41 v. y ss. 29Ordenanzas municipales de la ciudad de Oviedo y su término, Oviedo, Imp. y Lit. de Vicente Brid, 1882, p. 20. 30La Igualdad, 20-VI-1873.

26Boletín

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