Identidad territorial gaditana en el quinientos. Interpretación de fuentes documentales gráficas de época moderna.

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Descripción

Identidad territorial gaditana en el quinientos. Interpretación de fuentes documentales gráficas de época moderna. Toda ciudad tiene su carácter, su espíritu, su personalidad moldeada en base a los rasgos propios y adquiridos de una colectividad asentada en un territorio y en un momento concretos. Dicha identidad construida puede ser rastreada en las imágenes urbanas del pasado, si bien, algunos de esos aspectos identitarios de la ciudad pueden estar obsoletos u ocultos en la actualidad, constituyendo el alma oculta o esencia velada de la realidad urbana del presente. Al igual que las personas a partir de su genética construyen su personalidad en función de sus experiencias vitales, nuestras ciudades más veteranas poseen una identidad histórica y territorial forjada gracias a condicionantes, experiencias y eventos diversos durante su existencia. Se trata, en definitiva, de una serie de rasgos diferenciadores de una sociedad frente a otra, que parecen responder tanto a aspectos geográficos como históricos. En el caso de Cádiz, desde su remota fundación hasta el presente, su dilatada vida urbana confiere un especial carácter comercial y militar a la ciudad y a sus habitantes; una particular identidad urbana fruto del espíritu mercantil y marinero que motivó su génesis y justificó los esfuerzos para su continuidad en momentos en que peligró su existencia. Esta es la esencia urbana: mercantil, marinera y militar que en Cádiz “se respira” al recorrer sus calles y plazas; configuradas como escenario para una colectividad asentada en un particular espacio litoral, abierto al mar y a sus vientos. Sin embargo, dado su estado un tanto desvirtuado en el presente, su total comprensión no resulta evidente para visitantes ni habitantes. Por tanto, para una mejor comprensión de la identidad urbana y territorial de ciudades históricas, es necesario profundizar en su historia adoptando múltiples perspectivas aportadas desde variadas disciplinas involucradas en el conocimiento del pasado urbano y la arqueología de la ciudad. Desde época moderna, la ciudad de Cádiz cuenta con un considerable legado de fuentes documentales gráficas – mapas, cartas náuticas y portulanos; pinturas, grabados y vistas panorámicas; así como multitud de planos urbanos y dibujos –, que debe ser reivindicado como fuente documental para el conocimiento, puesta en valor y difusión del patrimonio cultural gaditano. La profusión de esta rica documentación gráfica se debió a las manos de comerciantes, navegantes y viajeros que la visitaron; pero también a dibujantes, pintores, arquitectos e ingenieros al servicio de la Corona o de la nobleza, que inmortalizaron gráficamente la ciudad en diversos soportes y técnicas gráficas, pero también con muy diferentes intenciones en su producción y difusión. De esta manera, contamos con un voluminoso corpus documental pendiente de estudio y valoración como fuentes fidedignas a la hora de interpretar y conocer el pasado urbano y la identidad de esta ciudad histórica. Dado el diferente grado de verosimilitud entre la representación y la realidad observada presente en las producciones gráficas, será imprescindible contextualizar las obras analizadas, teniendo en cuenta sus circunstancias de elaboración, así como las de sus autores y promotores. Sólo entonces estaremos en condiciones de contrastar las aportaciones de este tipo de fuentes documentales con informaciones procedentes de disciplinas como la arqueología o la historiografía. Veamos a continuación cómo el análisis e interpretación de imágenes y documentos gráficos, como fuente para el conocimiento del pasado urbano y social de Cádiz, cuenta con antecedentes tanto para dibujos como para fotografías. En el primer caso, conviene recordar Cádiz a través de 1513. Apuntes para su arquitectura y urbanismo desde el s. XIII (Navascués, 1996), con interpretaciones y reconstrucciones gráficas del núcleo de la villa medieval a partir de la vista más antigua de Cádiz, conservada en el Archivo de Simancas. Para el caso de imágenes fotográficas destaca Cádiz amurallada: su registro fotográfico (Garófano Sánchez,

2012); un recorrido por la historia de las murallas de Cádiz en imágenes, desde las primeras estereoscopías francesas y colecciones fotográficas clásicas - Clifford, Laurent, Lévy -, hasta postales o imágenes de aficionados a la fotografía que registraron su derribo a principios del s. XX. Por otra parte, las implicaciones territoriales del sistema defensivo de la Bahía de Cádiz y buena parte de su registro gráfico, ha sido recientemente analizado en Guía de las Fortificaciones y Sistemas de Defensa de la Bahía de Cádiz (Aladro Prieto - Ortega Feliú, 2012). En ese sentido, la ciudad denominada “Emporio del Orbe” por Fray Gerónimo de la Concepción por su papel protagonista en los circuitos comerciales internacionales, también cuenta con una reciente publicación, El Patrimonio Fortificado: Cádiz y el Caribe. Una relación transatlántica (Abad Balboa – Chías Navarro, 2011). Durante un proceso de auge comercial y demográfico que duraría varios siglos, la fortificación de la ciudad y de la Bahía de Cádiz fue configurando progresivamente un complejo sistema defensivo de escala territorial, que tendría ecos e influencias en el desarrollo y defensa de estratégicas ciudades y plazas fuertes en el Mediterráneo, la costa atlántica de África y el Caribe español.

La identidad urbana de Cádiz en las fuentes documentales gráficas del siglo XVI Con objeto de limitar el alcance de este trabajo, se han seleccionado una serie de fuentes documentales gráficas representativas del carácter gaditano, correspondientes al comienzo de la época moderna; cuando, gracias a la imprenta y al auge cartográfico, se produce una mayor proliferación de mapas, planos e imágenes urbanas. Se trata de grabados, pinturas y dibujos de comerciantes, artistas y viajeros, locales, nacionales o extranjeros, que plasmaron gráficamente sus percepciones e impresiones de Cádiz; tal y como las percibieron tanto visual como sensorialmente, pues el carácter de una ciudad trasciende la realidad física observable a simple vista para incorporar otros aspectos que resultan intangibles en una mirada superficial, pero que se descubren al recorrer la ciudad y convivir con sus habitantes, conociendo y comprendiendo su auténtico, personal e intransferible carácter urbano. La primera de las imágenes seleccionadas es el dibujo de Cádiz conservado en el Archivo General de Simancas con el título: Dibujo de la Ciudad de Cádiz (…) (Fig. 1, AGS; Anónimo, 1513). Analizado por J. Navascués en Cádiz a través de 1513, muestra una imagen todavía medieval de Cádiz: una villa portuaria de pequeñas dimensiones con un recinto amurallado en lo alto del promontorio que ocupa el Barrio del Pópulo, con sendos arrabales desprotegidos a ambos lados de la Plaza de Corredera (actual San Juan de Dios), verdadero centro comercial de la villa volcado hacia la bahía. A continuación, conviene resaltar por su gran difusión posterior, una serie de tres grabados sobre Cádiz incluidos en las distintas ediciones del Civitates Orbis Terrarum (6 tomos entre 1572 y 1617, con más de 360 láminas que representan más de quinientas ciudades) en las que, G. Braun como editor se sirvió de la destreza con el buril de G. Hogenberg y de los dibujos de los principales dibujantes y cartógrafos de la época: Hoefnagel, van Deventer, Stumpf, Münster, van de Neuvel, … La mayoría de los dibujos de ciudades españolas se deben a G. Hoefnagel (Amberes 1542-Viena 1600), hijo de un comerciante de diamantes de Amberes que viajó por España entre 1563 y 1567. Incansable viajero, que también visitó Francia, Inglaterra e Italia, registró en sus retratos de ciudades aspectos relacionados con esa componente inmaterial de la identidad urbana. El autor muestra una especial sensibilidad para observar la organización comercial y los intereses económicos de colectivos humanos: sus atuendos y costumbres, actividades económicas principales, así como multitud de rasgos específicos de cada territorio y ciudad; componiéndolo en una escenografía urbana que además de los detalles urbanos y arquitectónicos - necesarios para la descripción física del enclave

territorial-, incorporaba escenas curiosas de sus habitantes desarrollando actividades que habían llamado su atención en sus visitas y viajes. El primero de los grabados de Cádiz publicados en el Civitates Orbis Terrarum, Gades ab occiduis insulae partibus (…) (Fig. 2, ICC; Civitates, 1564), muestra la ciudad desde la Punta de San Sebastián, centrando la escena en dos personajes junto a la ermita homónima - un clérigo y una mujer – detallando corrales de pesca y pescadores entre las rocas y bajos que quedan al descubierto en la bajamar; además, incluye una curiosa anotación sobre las ruinas de la ciudad de Cádiz en la antigüedad. Se completa la composición con dos viñetas enmarcadas que llamaron la atención del cronista gráfico: la costumbre de los lugareños de jugarse un año en galeras, y la curiosa manera de embarcar en andas a los comerciantes que visitaban la ciudad. Sobre ambos marcos, se muestran dos especies animales traídas de las Indias, como reflejo de las exóticas mercancías que podían encontrarse en Cádiz. Entre ambas “viñetas” inferiores se dispone la figura del mítico fundador de la ciudad, Hércules, acompañado de dos leones que en lugar de ser dominados, parecen devorarle las manos. Y presidiendo la composición, bajo el título de la vista, un gran atún como leit motiv de la gran metrópoli del comercio americano en que se ha convertido Cádiz a fines del quinientos. El segundo de los grabados de Cádiz incluido en el Civitates lleva el sugerente título: La muy noble (…) ciudad de Cadiz. Almadrava de Caditz; Caliz olim Gades (Fig. 3, ICC; Civitates, 1564). Dividido en dos escenas, la superior muestra el serpenteante camino del arrecife; que desde la Isla de León (San Fernando), una vez atravesado el Puente de Suazo, conducía a Cádiz a través de un cordón litoral arenoso. Al fondo destaca la Puerta del Muro, con un bastión central provisto de artillería y dos cortinas hasta el mismo borde de los acantilados laterales. Y a la izquierda de la muralla se dibuja el perfil abrupto del frente de Vendaval, distinguiéndose el Castillo Viejo, la torre campanario de la Catedral vieja, dos atalayas de vigilancia a la altura de Capuchinos; y finalmente, en el extremo occidental las desaparecidas ermitas de Santa Catalina y San Sebastián. Por su parte, la escena inferior describe con todo lujo de detalles la almadraba gaditana que entonces se ubicaba en las inmediaciones de Torregorda. Se dibujan dos torres o atalayas que servirían para otear a los atunes y dirigir la operación desde tierra; entre ellas una multitud izando a tierra las redes de atunes, a las órdenes de un capataz a caballo, y apoyando toda la operación desde el mar dos grandes galeras de remos. El autor también describe en primer plano un campamento provisional compuesto por tiendas de campaña y cocinas al aire libre donde se despiezan los atunes, se cocinan y preparan las conservas, que finalmente se introducen en barriles para su transporte y comercialización. El ambiente de trabajo que se respira es festivo, subrayado por un guitarrista que ameniza la escena sentado sobre unas rocas a la izquierda, mientras a la derecha un hidalgo calma su sed con un alto y estrecho catavinos que le suministran desde una sombreada tienda provisional repleta de tinajas; que suponemos con agua, pero bien podría tratarse de los afamados vinos gaditanos que solo unos años más tarde, se llevarían los ingleses como parte de las mercancías incautadas en el saqueo de Cádiz de 1596, y que a la postre convertiría a los asaltantes en los mayores consumidores e importadores de vinos del marco de Jerez. Por último, el tercer grabado del Civitates referido a la ciudad de Cádiz, lleva por título: Sevilla. Cádiz. Málaga. La muy noble (…) ciudad de Cádiz, (Fig. 4, ICC; Civitates, 1564) dado que contiene vistas de esas tres ciudades andaluzas, ocupando la vista de Cádiz el lugar central. En este caso, también se trata de una visión de Cádiz desde el Camino de la Isla, pero esta vez el dibujante nos ofrece la vertiente de la Bahía, retratando el populoso puerto de Cádiz con multitud de barcos de todos los pabellones, vigilados de cerca por la flota de la armada anclada en el centro de la Bahía. Se aprecian

artes de pesca en primer plano, como una gigantesca red que los pescadores izan a tierra desde la playa, justo debajo del acantilado sobre el que discurre el camino en el que apreciamos un arriero que transporta en su acémila un par de atunes, al tiempo que saluda a un grupo de músicos, cantantes y danzantes que se divierten al son de tambores, panderetas y palmas. Como telón de fondo, la ciudad de Cádiz en el extremo del istmo al atardecer, defendida de incursiones terrestres por las Puertas del Muro, que tras ellas muestran los edificios principales de la urbe: Iglesia Mayor, El Castillo y la Calle Nueva. A ambos lados, se describen el frente portuario a la derecha y el frente de oceánico a la izquierda. Otra de las imágenes urbanas seleccionadas por mostrar aspectos de la idiosincrasia gaditana en el s. XVI, lo constituye una lámina de corte naturalista-científico del mismo autor flamenco conservada en el Staatliche Museem de Berlin, describiendo los moluscos de la Bahía: ostiones, almejas vieiras o peregrinas, burgaos, cañaíllas, etc… con el título: Seashells and view of Cadix. Muscheln und Ansicht von Cadix (Fig. 5, SMB; Hoefnagel, 1578-1592). Además de la información sobre especies locales de moluscos dibujados en primer plano sobre la arena de la playa, el autor muestra al fondo una vista del frente de Vendaval desde la Puerta del Muro hasta la Punta de San Sebastián, destacando entre el perfil urbano el Castillo de la Villa, la Catedral Vieja, y dos torres-atalayas, en las inmediaciones de Capuchinos. Como hemos visto el carácter marinero y comercial es uno de los rasgos principales de la identidad urbana de Cádiz en el siglo XVI. No en vano desde el descubrimiento de América, la ciudad ha experimentado un auge económico y demográfico muy importante. Sin embargo, antes de que el siglo acabe, la ciudad sufriría una experiencia traumática que marcará en adelante su personalidad: el saqueo anglo-holandés de 1596. Veamos los antecedentes de dicho asalto y el estado en que se encontraban las defensas de Cádiz, unos años antes de este episodio determinante para la identidad gaditana. En 1587 se produce en Cádiz un primer ataque por parte de corsarios ingleses, quienes a las órdenes de su reina Isabel I hostigaban puertos y flotas del imperio español con objeto de minar su monopolio en las rutas del comercio americano. En este caso, el corsario Francis Drake protagonizaría una operación de castigo preventivo a la poderosa Armada que Felipe II preparaba con intención de invadir Inglaterra, en una acción combinada con el Príncipe de Parma. Como resultado de esta primera “visita” inglesa a la Bahía de Cádiz tenemos dos dibujos conservados y custodiados en la Public Record Office en Londres. El primero de ellos es obra de W. Borough: Map of the city, harbour and vicinity, showing the positions of English and Spanish warships, anchorages; towns and villages indicated by buildings in perspective (Fig. 6, PRO; CQ Fig. 1; 1587). Mientras que el segundo, The plotte of Cadis August 1587 (…) (Fig. 7, PRO; CQ Fig. 32; 1587), corresponde a un anónimo, si bien forma parte de la misma expedición de Drake que inmortalizara Lope de Vega en su obra La Dragontea. Ambos planos manuscritos delinean los contornos de la bahía, junto con las principales localidades (Sanlúcar, Chipiona, Jerez y El Portal, Rota, El Puerto, Puerto Real y, por supuesto, Cádiz); accidentes geográficos de referencia para la navegación (desembocadura del Guadalquivir y de Guadalete, etc…); detallando además los principales torres y castillos de defensa de la Bahía y de la ciudad de Cádiz (Puntales, San Felipe, Santa Catalina de El Puerto), e información sensible de carácter militar (posición de la armada y la flota mercante en el seno de la Bahía, puntos estratégicos como el Puente de Suazo, etc…), u obstáculos a la navegación como bajos rocosos y bancos de arena (Las Puercas, El Diamante, etc…). Es decir, un completo informe militar sobre Cádiz y su Bahía, que la delata como objetivo militar de primer orden para la monarquía inglesa. En esta ocasión, la flota comandada por Drake únicamente estorbaría los preparativos de la Armada, incendiando la flota surta en la bahía, pero sin llegar a desembarcar en tierra firme. Por el contrario, en el verano de 1596 la flota anglo-holandesa repitió el asalto, esta vez con éxito. Desembarcaron en El Castillo de El Puntal, comandados por el Conde de Essex, quien dividiendo sus tropas en dos grupos, dirigiéndose uno de ellos al Puente Suazo para impedir la llegada de

refuerzos desde tierra firme, mientras el otro se dirigiría a Cádiz, asaltándola por la Puerta del Muro. Una vez superada la muralla, continuaron su ataque por el interior de la ciudad, saqueando y quemando casi toda la ciudad, capturando gran cantidad de mercancías y barcos, apresando y llevando cautivos a Londres a un número considerable de personalidades importantes, pertenecientes a los distintos estamentos presentes en la ciudad. Este triste episodio acabaría por difundirse por toda Europa con imágenes y grabados del saqueo de Cádiz, alimentando con hechos la “leyenda negra” creada por los protestantes anglo-ingleses como propaganda contra del católico imperio español. Finalmente, enumeramos algunos ejemplos de estas imágenes propagandísticas: retratos de nobles ingleses que intervinieron en el ataque, planos y mapas describiendo la operación militar, y grabados de diversa índole que circularon por Europa. - Fig. 8 B. Boazio-Th. Coksonus An exact map of the town of Cales (PRO; 1596). - Fig. 9 Anónimo Plan illustrating the English capture of Cadiz on 21 June 1596. (PRO; 1596). - Fig. 10 Anónimo Equestrian Portrait of Charles Howard. Bridgeman Images; (PRO; 1596) - Fig. 11 Anónimo: The English and Dutch Force facing the Spanish Fleet in the Port of Cadiz in 1596; (PRO; 1596-1600). - Fig. 12 Thomas de Leu Retrato de Sir Walter Releigh (PRO; 1596); - Fig. 13 Huberti Cales Males (1596); Cales Males. L´an 1596 (…). (ICC; 1596). - Fig. 14 Anónimo: Plan illustrating the English capture of Cadiz on 21 June 1596. Bridgeman Images; (PRO; 1596-1600). Conclusiones Como hemos podido comprobar, los documentos gráficos, una vez contextualizados y contrastados con las informaciones aportadas desde la arqueología y la historiografía, son valiosas fuentes de información a la hora conocer e interpretar el pasado de nuestras ciudades históricas. Se trata de evaluar el grado de verosimilitud de este tipo de documentos gráficos de indudable valor artístico pero discutida fiabilidad científica por su vocación didáctica y propagandística, o a causa de las licencias que se permitieron en su producción sus dibujantes, grabadores y editores. Mediante la profundización en el contenido de las descripciones gráficas analizadas, se espera avanzar en el conocimiento de los procesos de gestación, producción y levantamiento de dibujos, planos o vistas; contribuyendo a su difusión y valoración como patrimonio histórico y documental, pero también como fuentes de información de la realidad urbana del presente y del pasado. La identidad de Cádiz en el siglo XVI, está íntimamente ligada a su emplazamiento geográfico: la bahía de Cádiz. Se trata de una ciudad que vive del mar en sus dos vertientes más importantes: la pesca y el comercio. Sin embargo, esta fuente de riqueza y progreso, también trae consigo los peligros de constantes asaltos de piratas berberiscos o corsarios ingleses, entre otros. La necesidad de defensa de ese rico comercio, europeo, africano, mediterráneo y atlántico, acabará por inducir el espíritu castrense y el carácter militar, en esa dualidad que caracterizará en adelante a Cádiz: emporio del orbe.

Durante el convulso siglo XVI y con el apoyo de la monarquía, la ciudad de Cádiz irá adquiriendo protagonismo militar, acometiendo un progresivo plan de fortificación y defensa de la ciudad y su bahía, en un complejo sistema defensivo de escala territorial cuyo desarrollo ocupará los siguientes y no menos decisivos siglos XVII y XVIII. En 1625, tan solo unos años después del saqueo de 1596, otra flota anglo-holandesa repetiría el intento de asalto a Cádiz comandada por el Conde de Lexte, si bien esta vez las defensas de la ciudad combinadas con las de la bahía frustraron el ataque gracias a las obras acometidas por ingenieros militares, como Francés de Álava, Calvi, Spanochi, o el Capitán Cristóbal de Rojas, quien diera las trazas del Castillo de Santa Catalina operativo desde 1598, abriendo un nueva etapa en Cádiz con creciente presencia y protagonismo del estamento militar. Este cambio de mentalidad se hace patente también a nivel político, con la sustitución del Corregidor por un Gobernador militar al frente de una renovada Cádiz; cuyo protagonismo militar de escala territorial es acorde a su preponderancia en el comercio internacional y que no tardaría en adquirir un término específico que lo evidencia: el presidio de Cádiz. A partir de entonces, todos los esfuerzos de la ciudad se encaminarán en este sentido: fortificarse para garantizar la seguridad y defensa de su puerto natural, la Bahía de Cádiz. Y dicho papel tendrá su recompensa en su creciente protagonismo como puerta de entrada a las riquezas del comercio americano, en detrimento de su rival en el monopolio del comercio americano: Sevilla. Los resultados finales de este lento proceso administrativo y constructivo, tardarían en llegar más de dos siglos, pero darían como resultado la imponente ciudad portuaria y fortaleza de finales del s. XVIII; que hoy podemos admirar en la Maqueta de Cádiz realizada por Alfonso Ximénez entre 1777 y 1779, por encargo de Carlos III.

La ciudad de Cádiz dibujada del XVI al XIX. Fernando C. Díaz Moreno Dirs.: Dr. Antonio Gámiz Gordo- Dr. José Manuel Aladro Prieto Seminario de Innovación Docente en Investigación Predoctoral, Grupo HUM-700, E.T.S. de Arquitectura, Universidad de Sevilla 7-04-2015

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