Identidad, mito y conflicto. La definición de los habitantes de un territorio en la novela Kalfukura de Jorge Baradit

July 24, 2017 | Autor: Samir Muñoz Godoy | Categoría: Literatura Latinoamericana, Literatura, Chilean Literature, Teoría Literaria, Mitologia, Literatura chilena
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IDENTIDAD, MITO Y CONFLICTO. LA DEFINICIÓN DE LOS HABITANTES DE UN TERRITORIO EN LA NOVELA KALFUKURA DE JORGE BARADIT MUÑOZ GODOY, Samir Jorge Melej / Filosofía y Letras, UBA - [email protected] Eje: Literatura Latinoamericana Tipo de trabajo: ponencia



Palabras clave: Chile – Mitología – Identidad – Violencia – Territorio

› Resumen Entendiendo que las metáforas cumplen una función cognitiva respecto a lo vivido, en el pensar tanto como en el actuar, desde la extensión de un dominio conceptual sobre otro (Lakoff y Johnson, 1995), sumado a que las creencias se realizan, comprendiéndolas como relaciones imaginarias con la condiciones de producción, donde la ideología es solo un grupo de estas (Raiter, 2012), y desde la definición de mito como relatos que proporcionan modelos de conducta y significan la existencia (Eliade, 1992), atendemos a un uso de las mitologías donde se reúnen estas consideraciones, en tanto son la extensión de un dominio conceptual sobre la experiencia y la vivencia de un grupo que las actúa como relaciones imaginarias con sus condiciones de producción. Así, la novela chilena Kalfukura de Jorge Baradit (Ediciones B, 2009), plantea un uso de mitologías propias que diferencian a los grupos que habitan un territorio, los identifica. A su vez, el mito permite una comprensión del territorio y el tiempo habitado, en términos de la metáfora que se hace sobre ellos desde los relatos propios, que devendrá en acciones y contraposiciones de cada grupo por dominar; una violencia dada como la guerra por un territorio. En la novela, estos grupos —Pueblos originarios, Americanos (chilenos) y Europeos— se definen en sus relaciones imaginarias, es decir, desde una serie de relatos para pensar y actuar sus existencias: dominios conceptuales enfrentados en ejercicios de poder y verdad, dictando reglas para la violencia (Foucault, 1979), que resultarán en cierto devenir histórico del territorio, específico de los habitantes que triunfen en el conflicto.

Identidad, mito y conflicto. La mitología puede entenderse como narrativas, con personajes, acciones y lugares, con una estructura interna y una relación sistémica entre todas sus manifestaciones; y, más allá, su variedad, como cierta iteración de una misma forma del suceso del lenguaje. Pero, como todo análisis que se presta al interior, se pierde de relaciones exteriores y en uso. ¿Para qué y cómo sirve una mitología? ¿Para qué y cómo sirve una narrativa? Sí desde Mircel Eliade (1992) entendemos que las mitología proporcionan «modelos de conducta, y confieren por eso mismo significación y valor a la existencia» (p.8), podríamos pensar en una función dada por la imitación de lo narrado, aquel relato como una escena digna de representar en el momento dado. Pero en tanto suceso del lenguaje, creemos que va más allá de una puesta en escena: así, desde un uso de los conceptos que da una narrativa, tanto de las palabras como de las relaciones, proponemos en los límites de la novela, que la mitología funciona como una metáfora cognitiva de la existencia, que otorga sentido antes que patrones; que se da desde un sistema de relaciones más menos conocido, o por conocer, marcando ya no modelos solo de conducta, sino también de creencias; por lo tanto, de pensar, y de posibilidades para el propia sujeto. Son conceptos que estructuran lo que percibimos, cómo atendemos a nuestra realidad, y las maneras que nos interrelacionamos, aprendido desde un relato comunicado. «La esencia de la metáfora es entender y experimentar un tipo de cosa en términos de otra» (Lakoff y Johnson, 1995, 41), y en nuestro caso, atenderemos a cómo se entienden y experimentan sucesos en los términos de una narrativa develada. La mitología como un sistema conceptual que estructura un accionar y se manifiesta en el lenguaje, una metáfora cognitiva en tanto permite una coherencia cultural, y de ahí, una identidad de grupo cohesionado. Aclaramos, llegados aquí, que nuestro límite está dentro de la novela, y desde ese mundo ficcional, en su trama e historia, analizaremos las maneras que entender la existencia que dan las metáforas que encontramos. Entonces, estamos ante varios dominios conceptuales que se extienden sobre otro —distintas mitologías que explican una realidad—, donde se piensa tanto como se actúa, permiten entender el mundo y la propia posición, al tiempo que plantean una verdad propia y coherente a la propia narrativa, y en la disputa, son parte del ejercicio de poder, y su hegemonía, lo garante para el triunfo. Cuando un sujeto hace de sí una mitología, de su cosmovisión, se encuentra posibilitado y a la vez limitado a una manera de entender la realidad y sus conflictos propios.

Las mitologías funcionan como metáforas cognitivas de la realidad, por lo tanto, ocupan un rol en las posibilidades de qué creer. En este mismo campo de las creencias, podemos pensar cierta mitología en los términos de una ideología, «una relación imaginaria de los sujetos con sus condiciones materiales de producción, por un lado, y que permiten —en una época cualquiera— la reproducción del modo de producción y las relaciones de producción vigentes y la dominación de la clase dominante» (Raiter, 2012, p.15). Desglosando la cita, habría entonces mitologías dominantes, y por tanto, ejercicios de poder y regímenes de verdad asociadas a esta, en una situación de conflicto. El análisis que proponemos de la novela Kalfukura, de chileno Jorge Baradit, apuntará a las mitologías en conflicto dentro del mundo ficcional de la novela, que son actuadas y pensadas por los personajes, entendiendo la guerra planteada como un enfrentamiento por dominar la manera de entender el territorio. A su vez, siguiendo a Foucault (1979), «el problema no está en hacer la partición entre lo que, en un discurso, evidencia la cientificidad y la verdad y lo que evidencia otra cosa, sino ver históricamente cómo se producen los efectos de verdad en el interior de los discursos que no son en sí mismos ni verdaderos ni falsos» (p.178), por lo que nuestro análisis no irá a por cuál cosmovisión es la verdadera, sino dentro de la ficción, cómo el ocupar la posición de ideología moviliza práctica y vivencias. En tanto una narrativa con un tiempo histórico, a su vez, veremos cómo esta relación demarca la acciones y la vivencia, más allá de la trama para proponer un tiempo histórico, y ahora mítico, al que refieren los sucesos de la novela. El viaje del protagonista se organiza en torno a cierta narrativa que se va revelando a él tanto como al lector, de manera separada y distinta para cada uno, que ordena una dirección y una misión; lo mismo que sucede con la mitología de los antagonistas, e incluso, con quienes rodean los sucesos sin una identidad individual, sino de grupo. Por último, para fines del análisis, propondremos tres grupos de mitologías, y por lo tanto, tres cosmovisiones: una de los Pueblos originarios, otorgada por la narrativa de origen y resistencia, encarnada en quienes se reconocen como tales; una Europea, dada por la narrativa de conquista y de pervivencia en términos cristianos, por parte de los sobrevivientes de la guerra de conquista; y una Americana, dada por una narrativa habitada de sincretismo, referente a su época, que ronda las dos anteriores pero en su realización como sociedad resulta ajena a la especificidad de entendimiento de los sucesos que estas permiten.

Cosmovisión de los Pueblos originarios. A lo largo del texto, se presentan como apartados que no son parte de la trama, pero sí de la historia, extractos que refieren a las cosmovisiones. Textos en forma de cita, construcciones polifónicas de una manera de entender el territorio que el texto va

informando, a modo de herencia, como las historias que pasan de generación en generación; fragmentadas. Cada quién, al hacerse de un dominio conceptual, lo usa para decir su experiencia acerca del lugar que habita. La novela sigue al descubrir y asumir la pertenencia a la cosmovisión de los pueblos originarios por parte del protagonista: «Se llama Alejandro Caspana, tiene doce años y no entiende qué diablos ocurre» (Baradit, 2009, p.12). La ausencia del dominio conceptual impide la comprensión del fenómeno que ocurre en el territorio. Primero, se entera de su lugar en el mundo: es hijo de la Pachamama, de la persona que encarna el territorio, y su misión, encontrar la Kalfukura, el corazón de la tierra, que fue llevada al fin del mundo, la Antártida. Y ahí, en ese ejercicio de poder, descubre que las palabras actúan: al declararle su odio por haberlo abandonado y hecho vivir como huérfano, la agonía de la Pachamama se hace presente. Y huye. Entonces, comienza un viaje donde el descubrir de la cosmovisión será propio, en el trayecto; y de paso, hacerse también con el dominio conceptual se transformará en comprender la propia historia, las filiaciones, responsabilidades y deberes sobre el mundo. Un primer texto es Tahuapac. Crónicas de las anomalías y consideraciones particulares acerca del territorio sagrado del Reyno de Chile donde se menciona: «Chile tiene la forma de un camino largo y angosto, pero también de una pista de despegue (...). Cuando llegue al final del camino, usted se vuelve un gigante preparado para saltar al mar y entrar a la Antártida y su secreto, como un guerrero de la Calfucura» (Baradit, 2009, 31), lo que viene a referir la misión del protagonista y los sucesos al encontrarse con la machi Alerayén. Cuando a Leonardo Caspana se le explica su posición en el mundo, el sentido de su existencia en términos de la cosmovisión de los pueblos originarios, entiende su rol como guerrero de la Kalfukura, hijo de la Pachamama, y mediador para el resurgir del territorio: el mito encarnado, ya en su forma de destino o decisión propia, permite luego asumir el rol en el enfrentamiento; entonces, legitima y propicia el actuar para sostener tal dominio conceptual como el ideológico, es decir, el que permita una idea de las relaciones con las condiciones materiales. Así mismo ocurre con Recuerdos de Pascal Cotipa Curawenu, donde se narra el viaje en los términos que hacen entender la narración como semejante a un periplo mítico; en sintonía a la repetición ritual de los mitos de origen (Eliade, 1992). Aun así, nosotros entendemos que ocurre una iteración: la mitología es asumida cuando se encarna y reiteran en un contexto propio, y distinto al origen, los procesos o dinámicas que refiere a una manera de crear, de vivir, propio de una comunidad cohesionada. El guerrero de la Kalfukura es la encarnación de la serpiente Tren Tren. Él viaja desde el desierto de polvo hasta el desierto de hielo. En ese lugar, que es donde empieza todo, el chacra muladhara se traga la gema azul y sube con rapidez bajo la cordillera, trepando por la columna

vertebral de territorio como una serpiente cundalini hasta explotar en la mente de la tierra a través de la puerta del Sol, el origen de nuestro espíritu. Tiahuanacu (...). Todos quedamos entonces conectados a la Pachamama en una red que nos junta todos sus hijos. Aquí quedamos todos hablando con todos y escuchándonos a todos. (Baradit, 2009, 117)

La trama que se lee cobra entonces un sentido, se logra entender de cierta manera, a la vez que se repiten rasgos distintivos de la cosmovisión, como considerar un guerrero de la Kalfukura en la historia, Leonardo Caspana en la trama. A su vez, vale recordar que Tren Tren es la serpiente que, en términos mapuche, permite la pervivencia de los hombres sobre la tierra. Así mismo, el chakra muladhara está relacionado con la tierra y la supervivencia, así como lugar desde donde comienza la serpiente kundalini en las doctrinas hinduistas y las distintas apropiaciones de esta. Antes que plantear aquí el sincretismo, es otro movimiento: al tener un dominio conceptual propio es posible la apropiación de términos de otras mitologías que desarrollen y digan aspectos del mismo, considerando la relación intensional que posee el lenguaje. Así, pueden convivir sin contradecirse, es decir, manteniendo la coherencia propia de las metáforas cognitivas, diferentes tradiciones dentro de la lengua, pero sin por ello un grupo dejar de manifestar la suya como ideológica. Aparecen en la novela una serie de imágenes que emulan las crónicas de Felipe Huamán Poma de Ayala. Aquí, se presenta el relato del territorio desde la perspectiva del sobreviviente, el que aún recuerda algo del suceso. Se entiende y explica por qué la Kalfukura fue llevada al fin del mundo, asumiendo un género lingüístico propio de la época de colonia, en términos del tiempo de la historia de la novela, posterior al hechizo que dejó a ambas cosmovisiones en un intersticio dónde asomó una cosmovisión propia de cada nueva comunidad cohesionada, las distintas naciones de América. Pero solo cumple una función de testimonio que no se realiza ni encarna, asumiendo ya el sincretismo al usar términos tales como “infieles”, “Ciudad del Apostal Santiago”, “encomendarse a Dios”. Por lo tanto, en última instancia, queda en un espacio de referencia a la cosmovisión de los pueblos originarios pero nunca en su encarnación. En Manual secreto de instrucción para el combate urbano y adoctrinamiento, ya comienzan a aparecer una serie de citas que refieren a una manera de entender el conflicto dado: aquí, se revela la cosmovisión de los pueblos originarios por oposición a la europea. Son narraciones del conflicto que se prestan a entenderlo desde la perspectiva propia de cada cosmovisión. Los chamanes americanos tenían en su poder la Kalfukura, que equilibraría la vida y los vientos de todo el planeta; el regalo de un dios caído. Pero algo ocurrió: el esfuerzo mental que

hicieron todos los chamanes de América, desde México hasta la Patagonia, para el levantar el cerro del sol y el de la luna en medio del valle de Santiago, fue escuchado allá lejos, en Europa, por magos y alquimistas oscuros que se maravillaron por la energía desplegada (...) La guerra fue terrible. Los conquistadores avanzaron con sus conjuros negros, sus demonios y sus cañones aplastando todo a su paso en dirección al sur. (…). La muerte se adueñó del paisaje, las aves luchaban desesperadas contra sables y fusiles, los pumas interponían sus cuerpos contra las balas y la metralla; los árboles peleaban codo a codo con los hombres rojos, intentado detener a la marea de fierro y dientes hediondos que no saciaban su hambre jamás (…). Los que sabían se retiraron de escena y buscaron refugio en otros paisajes. Se separaron para perderse mejor. No dijeron nada ni se comunicaron, dejando al azar, que nunca es azar, el momento de reunirse otra vez y completar el sueño. (Baradit, 2009, p.38-41)

Aquí la manera de entender la conquista mágica de América también plantea una diferencia con la historia del lector; el mundo secundario aunque tenga coherencia interna, requiere de los referentes de un exterior ya por diferencia o completitud; este sería un análisis en términos de mundos ficcionales, que no atañe a este trabajo pero vale considerar (cfr. Campos, 2014). Más allá de esto, se plantea una manera de entender el conflicto con sus participantes, que se ve encarnada en la batalla del protagonista en el bosque del lago Icalma, donde luego se enterará su rol dentro de los sucesos por el relato oral de un lonko. Así misma, la reunión del ejercito de los pueblos originarios, que llega hasta Rapa Nui, se entiende cuándo se encarna el mito que refiere a una comunidad cohesionada en todo el continente, en el dominio conceptual y los términos de la experiencia para entender la vivencia y los fenómenos. De los Pueblos originarios es la cosmovisión que construye la mitología expresada por los habitantes que se reconocen herederos o participantes de los pueblos originarios del territorio. Sean Mapuches, Aymaras, Pascuences, Quechuas, Mayas, se plantea una comunidad del continente que vive con una cosmovisión común a todos. Así, en el asumirla, estaría el espacio de resistencia que guarda no solo la tecnología necesaria, sino también los sujetos capaces de reconocer una manera de actuar, y enfrentar a aquellos otros, conocedores del dominio conceptual que interpretan y actúan la cosmovisión que busca en el territorio una mera riqueza. En el inicio del viaje aparece un guía, Kallawaya, un brujo del altiplano, también llamado después Cunza, Kalku o Serpiente emplumada, que se revela como un impostor; se plantea la cooperación entre ciertas mitologías de los pueblos originarios y europeas en la conquista del territorio. Pero el relato que da al protagonista resulta una mera explicación antes que la encarnación de una cosmovisión, refiriendo a una leyenda de personajes, antes un mito que plantee un dominio conceptual. En ese mismo relato, queda, por ejemplo, fuera la idea de un "guerrero de la Kalfukura", necesaria para entender el periplo que traza

Leonardo Caspana. Así, ya no se ubica como relato mítico sino como simple explicación contextual para los sucesos, que le daría su carácter de impostura y falsificación: la falta de coherencia para la iteración de los sucesos en la vivencia de una comunidad cohesionada.

Cosmovisión Europea. Al igual que la cosmovisión de los Pueblos originarios, asumiendo en este caso una condena, se presenta en fragmentos y recuerdos de transmisión oral que aparecen a lo largo del texto. Quiénes lo encarnarán y realizarán serán los conquistadores supervivientes bajo tierra, comandados por Diego de Almagro y Pedro de Valdivia. Ya en su primera aparición enuncian «“Tomad y comed, que este es mi cuerpo, no hay otro camino al cielo para nosotros» (Baradit, 2009, p.37). Relegados a vivir bajo tierra, quemados por el sol y alimentándose con sangre, en su propio dominio conceptual encuentran los términos coherentes para explicar los efectos del hechizo de los pueblos americanos. Así, se legitima una práctica violenta en tanto es aún comprensible por la mitología que sustenta una manera de vivir y de actuar, al mismo tiempo que pervive un objetivo: la conquista del territorio. Entender la electricidad como un demonio, el metro como un monstruo bajo la ciudad, la Kalfukura como un objetivo de poder y conquista, son todos participantes de la cosmovisión y coherentes consigo misma. Por otro lado, aparecen citas que siguen funcionando como testimonio ante el olvido. En Historia verídica del Reyno de Chile, relatada por uno de sus fundadores principales se narra la fundación de la capital: El hombre estaba ahí abajo, atravesado por la punta aguzada de la viga. Nos miramos entre hermanos porque ninguno supo decir en qué momento se metió dentro aquel hombre. Dios lo tenga en su santo seno. La viga quedó de pie, uno de los nuestros dijo que el valle estaba cambiando un poco de color y todas las aves que iban en vuelo cayeron a tierra de inmediato. Topamos el agujero con tierra y piedras. Nadie volvió a hablar de él. Alrededor de la viga se demarcó la Plaza de Armas de la Ciudad del Apóstol Santiago de la Nueva Extremadura (Baradit, 2009, p.139)

Dentro de la tradición de los círculos herméticos y la organización de separación de poderes y saberes dentro de la cultura europea, sumadas a la proliferación de sociedades secretas como conducta cultural, es posible entender que es coherente que quién narra presente duda ante cierta información, pero no ante la realización del suceso. Así, la fundación de la ciudad de Santiago se entiende como parte de un ritual adecuado a la cosmovisión europea, considerando la figura de mártir y el sacrificio, lo que luego habilitará al lector a entender que una ciudad colonial se alce entre la Santiago del siglo XX; de este conflicto y la reacción de los habitantes del territorio hablaremos al analizar la cosmovisión chilena.

Otro texto dentro de la novela es Fragmento de un monólogo declamado en italiano por un desconocido. Texto transcrito de la grabación hallada en el armario del fallecido obispo de Santiago, don Andrés Corona Montella. Aquí se relata la vivencia del hechizo por parte de los europeos conquistadores, los efectos de su condena, y su perdición. Los ejércitos se componían de guerreros brutos de Castilla y Leon, sabios alquimistas de Praga, brujos oscuros germanos y un batallón de magos venidos de Istanbul y Alejandria. Todos escondidos en las bodegas de las carabelas bajo el más estricto de los secretos, durmiendo un sueño seco en cajones de madera de ébano rellenos de tierra europea. La guerra fue mágica y la ganaron los europeos en muy corto tiempo. Los pueblos rojos de América fueron sorprendidos por un ataque brutal, masivo, rápido e inmisericorde (…). Pero algo ocurrió. El último de los pueblos de la tierra, los guardianes del fin del mundo, le dio cruda batalla (…). Los europeos somos águilas de la luna, dijo Valdivia. Y esa sola frase bastó para que los sacerdotes mayas, cobijados en tierra mapuche, prepararan, en conjunto a machis y chamanes quechuas, un arma en la forma de una frase explosiva que caería desde el sol –el protector de la América Roja- para aplastar a los conquistadores bajo un conjuro durante quinientos años (…). No podían tomar agua, no podían comer carnes. Con los días descubrieron que podían tragar sangre sin destrozarse las resecas membranas de su interior. Lloraron de rabia y autocompasión. Se escuchaban gritos debajo de la tierra (Baradit, 2009, p.130-133)

Aquí, se explica y entiende la situación de los conquistadores europeos que se narra a lo largo de la novela. Además, podemos ver que los referentes comunes dentro de las mitologías permiten su relación: así como la serpiente kundalini y Tren-Tren, aquí la maldición se explica por un entendimiento desde los pueblos americanos de la posición que ocupan los pueblos europeos. Acceder a la mitología de otro implica entonces un poder de afectar, de ejercer un poder dentro de los términos que afectan a una comunidad que los asume.

Cosmovisión Chilena. La incapacidad de la población chilena de entender los sucesos define esta cosmovisión. No se logra entender el territorio, y no hay apropiación posible de los términos de otras cosmovisiones en tanto no es posible darle coherencia con la experiencia vivida por la comunidad cohesionada. Así, cualquier referente es adecuado en tanto una salida, no una respuesta propia, sino una que al menos permite saber que alguien sabe. Aterrorizados, los ariqueños concurrieron en procesión desde todas las iglesias de la ciudad a rogar por su silencio y sosiego. Alguien dijo que era el llamado de las almas de los cientos de soldados muertos en aquella batalla sangrienta (…). Otros fueron más lejos y hablaron de dioses atacameños tutelares que regresaban a cobrar su despojo y su exilio. (Baradit, 2009, p.11)

Al igual que la herencia de la cosmovisión, su incertidumbre está dada por el relato oral y el testimonio que ahora no es capaz de sostener y encarnar una manera de entender

el territorio. Así, la cosmovisión que queda luego del olvido de la historia, solo tiene lugar para la incertidumbre. Ante el batallón de conquistadores que salen bajo tierra e invaden Santiago, las fuerzas militares son diezmadas y nada pueden hacer, mientras no hay manera, más que estar atónito —sin palabras, sin dominio conceptual—, de responder a los cambios que sufre el territorio, en su geografía y habitantes. La respuesta resulta entonces la violencia, la sospecha de la locura, y la enajenación de conflicto por el territorio: la impotencia. —¡Digo que algo viene desde los túneles, por la cresta!... ¡No me vengan con que no hay nada en las cámaras! ¡No estoy loco! (…) Los encargados de vigilar las cámaras no podían creer lo que veían. La escena en Baquedano comenzaba a repetirse en cada estación de metro con mayor o menor resistencia (…). Las hordas no tardaron en enfrentar a patrullas y pelotones que eran superados y aniquilados con rapidez. Más bien devorados por la masa hambrienta que avanzaba (…). Helicópteros sobrevolaban el área y ametrallaban las enormes masas blancuzcas que desde el cielo parecían moverse como bandadas de pájaros, rápidas y coordinadas. La misma coordinación que sirvió para organizar una colosal descarga de ballestas contra un Black Hawk hasta herirlo de muerte, haciéndolo caer en la ladera sur del cerro San Cristóbal. Santiago era dominado por una imparable ola de locos aullando palabras y frases en español antiguo, con signos y cruces marcas en la piel a puntas de clavos o vidrios. (Baradit, 2009, p.155)

Ni aún la tecnología permite entender cuando se ausentan las palabras. Sí permitiría enfrentar, pero como sucede con la formulación del hechizo sobre los conquistadores, si no se entiende un fenómeno el sujeto se encuentra incapacitado de ejercer poder sobre él, de apropiarlo y afectarlo desde la propia cosmovisión. El rescate del territorio viene entonces del guerrero de la Kalfukura, junto a su padre y el ejército de seres mitológicos que ha reunido para una última batalla. Aquí se resuelve la derrota de los conquistadores en tanto son entendidos, y ellos han olvidado las posibilidades de ejercicios de poder por parte de los pueblos americanos.

La definición de los habitantes de un territorio. Las distintas cosmovisiones se construye y revelan en una multitud de relatos propios, que forman parte de la misma comprensión en tanto guardan una coherencia interna con los sucesos de la trama presentada en la novela como con la historia que esta refiere, posibles de entender como posiciones frente al conflicto de las distintas comunidades involucradas. El enfrentamiento por el continente, entonces, fue por las cosmovisiones, por la identidad y el dominio conceptual con el cuál entender; bien comulga con esto las posturas críticas que apuntan a un vaciamiento del otro como método y

consecuencia de la conquista de América: un olvido, una ausencia de un discurso propio, la posición del subalterno. Así, la novela plantea diferentes maneras de entender el conflicto; siendo, a su vez, ella misma un dominio conceptual posible para referir a los sucesos históricos de la conquista de América. No como verdad, sino como manera de entender, como una serie de términos y mitologías que pueden servir para hacer de la vivencia, que ahora es del lector, una experiencia posible de comunicar. Porque, en gran medida, se encuentra ahí la posibilidad de «hacer funcionar la ficción en la verdad; de inducir efectos de verdad con un discurso de ficción, y hacer de tal suerte que el discurso de verdad suscite, “fabrique” algo que no existe todavía, es decir, “ficcione”. Se “ficciona” historia a partir de una realidad política que la hace verdadera, se “ficciona” una política que no existe todavía a partir de una realidad histórica» (Foucault, 1979, p.168). La relación con el exterior de la novela, en tanto asumiendo la lectura, está en plantear una manera entender del territorio que no se encuentre contemplada, y así, salir de cualquier régimen de verdad aceptado aun cuando se identifiquen ejercicios de poder realizados. En resumen, y como conclusión, los habitantes de un territorio se definen por el relato que encarnan y asumen, sin por ello que el registro histórico pierda su valor; al contrario, viene a ser otro discurso que no deja de ser una narración de los sucesos: una posición ideológica que utiliza cierto dominio conceptual para entender. La identidad a lo largo de la novela se da por asumir cierta referencias al pasado y las responsabilidad que acarrea para el futuro; también, por entender la posición dentro de los conflictos y decidir actuar de cierta manera en pos de ellos. Caspana vive su camino del héroe a medida que es consciente del dominio conceptual que repone la resistencia y propiedad de los pueblos originarios, los conquistadores actúan en los términos que su mitología le permite, la nación que siguió a la pausa del conflicto encuentra su carencia en la incertidumbre e impotencia que la falta de términos produce. Ya como ideología, ya como metáfora cognitiva, ya como mitología; debemos reconocer que los términos utilizados sirven para entender dentro de dominios conceptuales, que siempre terminan siendo propios, el fenómeno que ocurre en la obra. Así, desde el interior, es posible a su vez plantear funcionamientos y decir la experiencia de la lectura. Aun dentro de los límites de la novela, el asumir que se utilizan metáforas con su función y efecto en tanto sistema coherente, implica reconocer las diferencias y posibilidades de sujetos y sucesos.

› Referencias bibliográficas Baradit, Jorge (2009). Kalfukura. Santiago de Chile: Ediciones B. Campos, Guadalupe (2014). “Modalidad mimética y mundos posibles“ en Riva, Gustavo (comp.) Entender, destruir, crear. Un recorrido por los primeros tres años del grupo Luthor. Buenos Aires: EDEFyL. Eliade, Mircel (1992). Mito y realidad. Barcelona: Labor. Foucault, Michel (1979). Microfísica del poder. Madrid: La piqueta. Lakoff, George y Johnson, Mark (1995). Metáforas de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra. Raiter, Alejandro (2012). “Tus creencias y la de los medios” en Raiter, Alejandro y Zullo, Julia (comp.) Esclavos de las palabras. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras.

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