Íberos y la Dama de Elche

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Descripción

La Dama de Elche: interpretaciones del mundo íbero

Facultad de Geografía e Historia    

Historia Antigua de la Península Ibérica Ayoze Nolasco Ferrer 3º De Grado de Historia Profesor: Antonio Manuel Chausa Sáez

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Índice

I. Introducción

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II. La imagen

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III. Aspectos socio-políticos

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IV. Aspectos económicos

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V. Aspectos religiosos

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VI. Bibliografía

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VII. Anexo

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Ayoze Nolasco Ferrer ([email protected]) 2

"En su enigmático rostro, a un tiempo ideal y real, en sus ojos vivientes, en sus labios voluptuosos, en su tranquila y severa frente, se halla cifrada toda la nobleza y la austeridad, toda la promesa y la reserva, todo el encanto y el misterio de la feminidad. Es asiática por sus lujosos aderezos y por cierta vaga técnica tradicional, que el artista ha conservado en el modelado; es también helena y aun ática, gracias a una indecible gracia genial de flor que le presta el mismo aroma de sus hermanas de la Acrópolis, y es sobre todo española, no solo por el tocado y las dos grandes ruedas que enmarcan su delicada cabeza, sino por la turbadora rareza de su hermosura. Es más española, si cabe, España misma. Iberia resurgiendo aun radiante de juventud de la tumba en la que ha estado sepultada durante más de veinte siglos"

PIERRE Paris (1903)1

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PARIS, 1903, pp. 308-309

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I. Introducción

Corría el año 1897 en la localidad de Alcudia, en el levante español, cuando Manuel Campello, un joven de catorce años, jugaba distraído con un azadón bajo el tórrido sol de una mañana de agosto. Uno de esos golpes de azada dejó al descubierto el rostro de una mujer tallada en piedra, como si le mirara desde dentro de la fría y oscura tierra, tal y como el propio Manuel Campello contaría muchísimo tiempo después. Con la ayuda de otros agricultores desenterró completamente el busto de la que hoy conocemos como "La Dama de Elche", una de las obras escultóricas más célebres del mundo. Incontables epítetos ha recibido desde entonces, incluido el de la mujer más bella del mundo (una denominación atribuida por Salvador Dalí), o también la de reina mora, por las características exóticas que creían apreciar los investigadores de esos últimos años del siglo XIX. También han sido numerosos los kilómetros que la escultura ha recorrido desde que fuera vendida por el doctor Campello, propietario de la finca, a Pierre Paris, un famoso arqueólogo francés, por un coste de cuatro mil francos de la época. El museo parisino se convirtió en la residencia de la Dama hasta que, en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial y por temor a la invasión nazi, fue trasladada hasta un castillo próximo a Toulouse. En 1941, los acuerdos entre el gobierno de España y el de Vichy llevaron la imagen al Museo del Prado. Finalmente, y desde 1971, descansaría como lo sigue haciendo a día de hoy, en el Museo Arqueológico Nacional. Ante un azaroso destino como el que ha tenido esta imagen en el poco más de este último siglo, la influencia que puede ejercer La Dama de Elche en cualquiera que se asome al mundo ibero es casi inmediata. Si a esto se le une el halo de misterio que posee, no solo por los detalles de su redescubrimiento, sino de todos los otros elementos atrayentes que posee (su peculiar mirada, lo característico de sus adornos, la trabajada técnica del escultor, etc.), se produce una combinación que puede llamar poderosamente la atención, como fue en mi caso. Sin embargo, no todo se reduce a ese atractivo romántico de los acontecimientos que la relacionan con los años de transito del siglo XIX al siglo XX, y sobre los cuales he querido incidir con las palabras de Pierre Paris citadas al principio de este trabajo. La Dama de Elche es un elemento de la cultura material del mundo íbero en la que se "esconden" una gran cantidad de elementos históricos de primer nivel, que son claves para entender la historia antigua de la

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Península Ibérica y sobre los cuales se han escrito numerosas obras desde su redescubrimiento hasta hoy en día. Como alumno de Historia, llevo leyendo sobre los íberos desde que prácticamente empecé la carrera, ya que es un tema que desde el momento en que lo descubrí me atrajo profundamente. Por lo tanto, y gracias a la libertad que se me brindaba a la hora de seleccionar el tema del trabajo, no dude en elegir un tema relacionado con la cultura íbera. El proceso de elección no duro mucho tiempo: en mi opinión, y por todas las razones que ya he dado, no hay otro objeto del mundo íbero que despierte tanto interés y tenga tanta importancia. Además, hablar de La Dama de Elche es poner sobre la palestra innumerables interrogantes: ¿Con qué tipo de ceremonia o ritual se la relaciona? ¿De quién es la identidad representada que nos observa tras esos elegantes rasgos? ¿Existió por lo tanto, una mujer con el mismo rostro que ha quedado inmortalizado en la escultura? ¿Cómo se la relaciona con otras Damas de la cultura íbera? ¿Mortal o Diosa? ¿Noble o Sacerdotisa? ¿O quizás todo a la vez? A partir de estos y otros muchos interrogantes intentaremos abordar diversos aspectos del mundo íbero (sociedad, política, producción, comercio y religión) usando la Dama como eje central sobre el cual desarrollaremos las ideas de este trabajo. Lo que sí podemos asegurar es que, a pesar de haber sido convertida en un mito, manipulada desde las distintas simpatías nacionalistas, emotivas y artísticas, transformada en alma inmemorial del pasado de una España imposible que quiso encontrarse en los engañosos espejos de unos orígenes nacionales, la Dama de Elche sigue siendo un símbolo más allá de sí misma. Un símbolo sobre el cual vamos a intentar esclarecer algunos de sus significados históricos.

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II. La imagen [Fig.1]

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III. Aspectos Socio-políticos

Aunque se hable de cultura ibérica como si fuera una misma realidad homogénea, hay que dejar claro que estamos ante un crisol de culturas con muchos elementos conectores, pero también con muchas diferencias entre sí. Tampoco se puede olvidar la enorme influencia oriental que tuvo, con los fenicios como los primeros actores en escena, y posteriormente griegos y romanos. Los diferentes pueblos íberos ocuparon una ancha franja de terreno que va desde la actual Andalucía hasta Cataluña y el sur de Francia2 [Fig.2]. Respecto a la cronología, J.J Eiroa establece la siguiente: Protoibérico 750-600 a.C., Ibérico Antiguo 600-400 a.C., Ibérico Pleno 400-200 a.C., Ibérico Tardío 200-al cambio de era. El mismo autor da una serie de factores que explicarían la emergencia de este grupo, entre ellos la importancia del sustrato local en la edad del bronce, la concentración de poder y riquezas o la revolución que supuso la introducción de la metalurgia del hierro3. Si bien presuponemos que no mantuvieron una unidad política propiamente dicha se puede observar una clara organización política. Entendemos que existe una idea afín al conjunto de la sociedad donde tendríamos a una serie de individuos, tanto masculinos como femeninos, pertenecientes a una élite social legitimada. Esta legitimación proviene de una sacralización de la institución monárquica, la cual usaría elementos de propaganda y ostentación del poder tales como la Dama de Elche. La idea de una institución monárquica con caracteres divinos se puede observar a lo largo de la historia, y pudo tener su origen en las primeras dinastías faraónicas4 en el Antiguo Egipto. Los íberos envolvían los elementos relacionados con la nobleza, aunque fueran ajenos, con un halo de prestigio sagrado tal y como se constata cuando contemplaron a los cartagineses vencidos por Escipión, al que consideraron un ser superior, un joven similar a los dioses5. Por lo tanto, podemos hablar del binomio príncipe/princesa, ubicado en lo más alto de una jefatura de tintes oligárquicos. Que lo alegórico cobre importancia por encima de lo material queda patente en la reiteración de celebraciones para conmemorar los ritos de paso, en los que la princesa tendría un papel simbólico principal. Esa importancia también estaría cotejada visualmente, ya que entiendo que esos individuos 2

Bendala, 2000, p. 134 Eiroa, 2006, p. 616 4 Baroja, 1976, p. 116 5 LIVIO, XXVI, 50 3

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se colocarían físicamente en un lugar destacado para así ser observados por toda la comunidad. Esto a su vez, daría sentido a un recargamiento en los adornos como el que luce la imagen: el objetivo es acaparar todas las miradas, ser el centro de atención. Esta sustentación del poder también se pone en práctica a través de los enterramientos, ya que se quiere preservar del paso del tiempo de aquello que se considera sagrado. No hay que olvidar que la Dama de Elche tiene una oquedad en su parte trasera [Fig.1], cuyo uso podría ser el de guardar las cenizas mortuorias. Unas cenizas que pudieron ser de la mujer que fue representada en la escultura (si es que en realidad se utilizó un modelo humano) o de cualquier otro individuo, pero en ambos caso tuvo que ser una persona importante. La inversión de tiempo y recursos en la realización de elementos de cimentación y exaltación del poder no responde a una simple egolatría. Entiendo que estamos ante un orden social jerárquico inestable en el que los restantes miembros de la oligarquía pugnan por llegar a lo más alto. Al no contar ese jefe con un aparato coercitivo pleno a su servicio, más propio de una organización estatal más compleja, tendría que apoyarse en sus partidarios, los cuales pueden validarlo o destituirlo. Por lo tanto, a través de este tipo de imágenes se buscaría la propia seguridad del jefe, reforzando el marco de creencias de la comunidad y la cual lo respaldaría frente a otros adversarios. Al mismo tiempo observamos como la mujer ibérica tuvo un papel fundamental en la sociedad. A través de las cerámicas podemos inferir que intervenían en toda clase de eventos pertenecientes a las esferas sociales, políticas y religiosas en igualdad con los hombres. Por lo tanto, su presencia fue constante en acontecimientos tales como procesiones, festividades, banquetes, rituales, etc.6 Desde los años ochenta ha venido dándose una creciente preocupación por el papel de la mujer y su invisibilización en la Historia, iniciándose numerosas líneas de investigación que han ido poniendo las bases de este campo de trabajo. Algunos de estos estudios se centran en los espacios que habitarían las mujeres, partiendo de la división por sexos que se harían de los diferentes espacios de la casa. Sin embargo, para Carmen Aranegui7 la división no se haría tanto por una cuestión de género, sino por una de clase. De esta manera, las mujeres pertenecientes a la clase sirviente habitarían las zonas de trabajo tales como cocinas o telares, y las mujeres aristócratas dispondrían de un espacio propio en las viviendas complejas con todo tipo de comodidades. Una de las hipótesis es que la Dama de Elche 6 7

Bernal, 2009, p. 3 Aranegui, 2012, p. 91

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es la representación de una mujer noble, lo cual encajaría con la idea de esa mujer de la élite que dispondría de ciertos privilegios y elementos de prestigio, pudiendo presentarse ante los demás engalanadas con todas sus joyas. Además de su participación en el mundo de los vivos, los espacios funerarios también albergan una amplia participación femenina. Una imagen femenina que en sus distintos soportes y usos se enlaza reiteradamente con la producción artística de estos espacios (ej. Dama de Baza) [Fig.3], remarcando el peso de lo femenino en el imaginario colectivo. Dentro de ese sincretismo que a tantos niveles se dio en la península ibérica y que también incluye la esfera religiosa, observamos que la mujer como símbolo es otro elemento más que se mezcla con el resto, pero sin perder un ápice de su identidad. Estaríamos hablando por lo tanto, de una Dama de Elche que representaría a la sacerdotisa, mujer designada para llevar a cabo una serie de ritos que en este caso estarían relacionados con el tránsito de una vida a otra. Una mujer con una posición de prestigio, posición que no tiene que verse únicamente fijada a la esfera funeraria y que puede abarcar otros niveles como el político, ya que esa participación en los ritos funerarios sería a su vez elemento de prestigio y cimentación para una jefatura necesitada de éstos. Se ha apuntado por parte de algunos autores la posible existencia de un sacerdocio femenino de carácter permanente u ocasional8, encargado de ceremonias y rituales concretos. Sin embargo, entiendo que la sociedad íbera no tenía una complejidad social y burocrática que necesitase y demandase una especialización en esas funciones, tal y como se observa en otros sacerdocios colegiados como el romano. Por lo tanto, siendo los elementos sacros (no solo relacionados con lo funerario, sino en general) tan atractivos para el juego de poder de las elites, éstos sin duda serían acaparados por la más alta cúspide social. Todo lo dicho hasta ahora no se puede entender completamente sin delinear un poco más cómo funcionaba este sistema de jefaturas. Este sistema se desarrollaba en un espacio delimitado conocido como el Oppidum, que no imitaba a otro modelo externo conocido por los íberos. No contaba con plazas o edificios públicos, apenas tenía calles porticadas y tampoco gozaba de una infraestructura para el suministro o evacuación de agua, tal y como encontramos en el mundo urbano griego o púnico de la misma época. Sin embargo, su importancia reside en que marca un punto de inflexión en las relaciones sociales de los pueblos iberos. Solo las jefaturas lo suficientemente fuertes para superar

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Izquierdo y Prados, 2004, p. 18

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la vida rural serían las que implantarían este modelo de Oppidum o lugar fortificado, con el que se designa a una población con capacidad defensiva y a su vez como sede central con capacidad de organización territorial. De esta manera, se crearía una red de relaciones jurisdiccionales con otras poblaciones de menor tamaño. Por lo tanto, una mayor complejidad enmarcada en lo que conocemos como sistema de jefaturas, estimuló una mejor planificación del espacio, habilitando laderas abancaladas y levantando murallas que las protegieran. Unas murallas que suponen la obra pública más importante del Oppidum tanto por su volumen constructivo como por la complejidad técnica que requiere su levantamiento. En el interior de estos Oppidum se habilitarían calles de hasta tres metros de ancho y con un número de viviendas que varían: desde menos de un centenar en los Oppidum más pequeños, hasta las casi tres mil de los más grandes. También se crearían en algunas comarcas un nivel secundario de poblaciones enlazadas con los Oppidum y dotadas también de estructuras defensiva, cuya finalidad podía variar desde la habitacional hasta la productiva o militar.

IV. Aspectos económicos

Como ya hemos apuntado, la introducción de la metalurgia del hierro en torno al siglo VI a.C. supuso una transformación en el modo de vida de los diferentes pueblos íberos9. A esto hay que unir el enorme desarrollo comercial que se produce debido a la creación de diferentes colonias de pueblos venidos del mediterráneo oriental, dinamizadores de las actividades de producción y transformación de productos. La Dama de Elche también nos servirá en este caso como vehículo de comunicación

de

aspectos

relacionados

con

las

actividades

productivas,

transformadoras y comerciales de la cultura que la creó. Quizás el elemento más destacable de la Dama a simple vista es el de los broches, collares, pasadores y otras piezas que presumiblemente están hechas de metales preciosos. Hay que tener en cuenta el enorme potencial minero-metalúrgico de la Península Ibérica, con yacimientos ricos en minerales como el estaño, cobre, plata y plomo, lo que puso el foco de atención del mundo antiguo en esas tierras. Un interés que no dejó de crecer a lo largo de los siglos hasta culminar bajo el dominio de Roma. El crecimiento demográfico tuvo mucho que ver con esto, ya que a medida que los núcleos poblacionales fueron creciendo, la

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Arribas, 1965, p. 32

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demanda de metales fue en aumento. Puesto que los yacimientos no son infinitos y su ubicación es aleatoria, se originaba la necesidad perentoria de ir en su busca10. Entendemos que las oligarquías del Oppidum sobre las que ya hemos hablado, realizaban una gestión de la minería ibérica, tanto de la explotación como de la transformación y la comercialización. Sin embargo, han surgido alternativas sobre las características de los adornos de la Dama. Según E. Ruano11, las cuentas podrían ser de vidrio en vez de metal, ya que fue sin duda un producto de lujo en la antigüedad. Esto queda demostrado por los estudios realizados a las cuentas vítreas aparecidas en las necrópolis de la Albufereta12. En mi opinión, este tipo de estudios que intentan buscar opciones y alternativas que enriquecen el discurso histórico son sumamente beneficiosas, y aunque posiblemente es un detalle que nunca se pueda llegar a esclarecer, es una opción que hay que tener en cuenta. Lo que sí queda claro, es que existía toda una industria de la transformación de elementos de prestigio (ya fuera metal o vidrio) que nos habla de una demanda de los mismos por parte de esas élites dominantes, así como de una especialización del trabajo por parte de los artesanos que realizaban estas piezas. Otro elemento de la Dama de Elche es el de su indumentaria, ligada al papel principal de la mujer en la actividad textil, la cual se entiende exclusivamente femenina. Esto ha quedado demostrado con la aparición de fusayolas13, pesas de telar, agujas, y otros elementos en diferentes tumbas femeninas. En la Dama de Elche podemos observar el conocimiento por parte del autor de la importancia de los detalles en la vestimenta, tal y como se advierte en la generosidad de los plegados del mantillo y que es algo propio de una sociedad que reconoce la calidad en el ropaje. Hay que tener en cuenta que la industria textil es una de las artesanías más reconocidas por los textos clásicos (Polibio III, 113, Estrabón III, 2, 6 y Plinio, Nat. XIX, 9-10 y VIII, 191) que hablan del mundo ibérico y en los que se menciona tanto el lino como la lana. No hay que olvidar que en estos momentos tenemos dos tipos de producción textil: una destinada al consumo propio, que se realizaría en un contexto de tares domestica; y por otro lado, una serie de tallares textiles con un destino claramente comercial. El control de esa industria tuvo que proporcionar cuantiosas ganancias, ya que como se deduce de 10

Aranegui, 2012, p. 191 Ruano, 1997, p. 252 12 Ruano, 1995, pp. 193-203 13 Elemento cerámico o pétreo perforado, de forma trapezoidal cónica o bicónica, empleado para labores textiles domésticas. 11

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la ostentación de la indumentaria de la Dama de Elche y de muchas otras, se produciría una serie de costosos tejidos destinados a las clases más privilegiadas14. Aunque no hay ningún elemento que a simple vista se pueda relacionar a la Dama con elementos tan "mundanos" como la producción agrícola o ganadera, si escarbamos un poco en la simbología de este tipo de imágenes salen diversos elementos a la luz. Lo femenino se puede poner en relación con el agua, junto con otros líquidos vitales, y el agua obviamente, está relacionado con todo lo que crece. En la misma dirección apuntaría la relación mujer-fecundidad, haciendo alusión a la fertilidad de los campos. Los íberos realizaron la explotación de diversos recursos agropecuarios. Cultivaron cereales tales como la avena y el mijo, de los cuales se han encontrado diversos elementos relacionados: silos para la acumulación de excedentes de hasta 5000 litros de capacidad15; molinos rotatorios para su transformación y también elementos relacionados con la elaboración y consumo de la cerveza. Además, sembraban leguminosas, en una posible puesta en marcha de sistemas de rotación de los cultivos, alternando legumbres con cereales para enriquecer los suelos. No hay que olvidar tampoco la importancia del olivo y la vid, ligada a la producción, consumo y comercialización de productos tan demandados como son el vino y el aceite. También se constata el consumo de higos y la producción de miel. En la ganadería se realizaba la cría de caballos, cerdos, bovinos, etc., tanto para su consumo y elaboración de productos secundarios como uso en tareas de transporte y arado. A esto había que unir gallinas, asnos y conejos, y la actividad cinegética que proveía de jabalíes, corzos y ciervos. Respecto al almacenamiento de estos recursos, coexistían los elementos de cestería con los cerámicos, los cuales serian fundamentales en las actividades comerciales. Es notable la adaptación del concepto de ánfora a partir de los modelos fenicios occidentales y posteriormente púnicos. Y es que como ya hemos apuntado, los rasgos orientalizables de la Dama de Elche pone en relieve la intensa e influyente relación con fenicios, griegos y púnicos, que motivaba y permitía un importante tráfico comercial. De ahí la existencia de una serie de almacenes para ese comercio marítimo, enlazado con un tráfico fluvial para llegar hasta las poblaciones del interior y que fueron fortificándose con el paso del tiempo. Estos elementos de defensa responderían a probables episodios de saqueos y pillaje ejercidos por otros grupos rivales. Junto a estas 14 15

Aranegui, 2012, pp. 198-200 Aranegui, 2012, p. 197

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fortificaciones, el aumento de población en esos enclaves ayudaría a la defensa, ya que un mayor número de individuos desmotivaría a los bandidos a la vez que se ejercería un mayor control del territorio. Sus funciones no se limitaban a las actividades de intercambio, sino que en ocasiones funcionaban también como espacios de producción y almacenaje, con algunos signos que infieren un carácter ritual más allá del meramente económico. A partir de esos enclaves se constituían unas rutas para el tráfico de los diferentes productos, organizadas desde los Oppidum. Si hablamos de comercio en la península ibérica, hay que referirse también a los emporios. Puntos de intensa actividad comercial para los cánones de la época y especializados en la redistribución y el intercambio. El emporio ibérico sería por lo tanto un centro de operaciones que abarcaría un tráfico de larga distancia, con una génesis que parte del elemento griego unido a la contribución indígena, sin la cual no se puede entender su funcionamiento. Sin las redes de enclaves dirigidas desde el Oppidum sobre las que hemos hablado, las cuales engrasaban la circulación del tráfico comercial, estos emporium dejarían de existir con el tiempo. A cambio de productos manufacturados provenientes del Mediterráneo se entregarían toda una serie de recursos excedentarios, producidos por una economía controlada por las élites. Unos productos cuyo destino serán los mercados de todo el Mediterráneo, y que establecerían el "reflujo" económico de regreso hacia la Península ibérica, sostén de toda esa actividad16. Estos movimientos de productos generadores de riquezas son los que permiten mantener el aparato legitimador de las élites jerárquicas de las que hemos hablado. No se puede entender la realización de objetos de un alto nivel técnico como la Dama de Elche y de toda una orfebrería realizada presumiblemente en materiales como la plata y el oro, sin una clase privilegiada que demande y adquiera estos productos, indicadores a su vez de una alta posición social. Al margen de la necesidad espiritual que pueda tener un individuo por los elementos sacros y simbólicos que implican esta escultura, la necesidad de poseer elementos que justifiquen su posición, y a la vez lo diferencien de otros grupos, se pone de manifiesto claramente como algo inherente al ser humano, tal y como se puede observar en otras culturas y épocas.

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Aranegui, 2012, pp. 209-212

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V. Aspectos religiosos

Antes de comenzar este apartado, quisiera hacer una reflexión epistemológica sobre las fuentes y su transmisión. Tal y como expuso perfectamente J. Bermejo Barrera17, hay un axioma dentro de la metodología histórica clásica no conscientemente formulado por ningún individuo, pero si aceptado y asumido colectiva e inconscientemente, por el cual se crea una correlación indisoluble entre el documento histórico y la información que en ella reside. Siempre que la intencionalidad y buena voluntad del autor del documento sea constatada, el documento será válido, ya que podía y quería decir la verdad. Sin embargo y al amparo de esta reflexión expongo lo siguiente: creo que en muchas ocasiones, a la hora de interpretar una fuente, ya sea un documento escrito cuya información está ya plasmada o un elemento como el objeto de este trabajo, hay que evitar tanto el presentismo, como lo que yo califico como "preteritismo". Es decir, que al situar un objeto en el pasado, buscamos una "oquedad funcional" donde pueda ser encajado. Para ello, buscamos la intencionalidad del autor, si puede ser conocida, o en caso contrario, rastreamos pistas en el contexto histórico donde situamos el objeto. Sin embargo y en mi opinión, creo que al intentar componer este acople exacto y perfecto entre el objeto y su función hay que evitar el uso del martillo en el que se puede convertir el discurso reflexivo. Un mismo objeto puede haber tenido a lo largo de su vida diversos usos, llegando incluso a alejarse mucho del que tenía en mente el individuo que lo creó. Esta brecha se agranda aún más si el objeto en cuestión no es una herramienta con una funcionalidad más específica, como podría ser un zapato o una cuchara. Por lo tanto, a la hora de entrar en un apartado tan sujeto a distintas interpretaciones como pueden ser los diversos usos que se le dio a un objeto como la Dama de Elche, envuelta en un marco de creencias, hay que presentar un amplio abanico de las mismas. A las ya citadas anteriormente en otros apartados, entraremos a continuación a otras aún más relacionadas con los ritos y la simbología. El estudio de la religión ibérica es interpretado a la luz de los hallazgos arqueológicos, iconográficos y artísticos. A través de ellos, se ha conseguido establecer la idea una religión politeísta como resultado de la evolución de las deidades a las que se les daba culto en el sustrato indígena, como consecuencia del influjo de las

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Bermejo, 1982, p. 43

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divinidades fenicias y griegas18. A esto se le une la percepción universal de lo divino: lo sagrado puede ser también el bosque, la tierra, las rocas, algunos animales, el agua o el propio lugar de culto19. Centrándonos en la imagen divina femenina, vemos como ocupa un papel protagonista y es representada como una especie de Diosa Madre. Según T. Moneo, durante el Período Orientalizante se identifica a esa Diosa Madre con la diosa fenicia Astarté [Fig.4]. Como consecuencia de los cambios sociopolíticos producidos en el siglo IV a.C., el dominio aristocrático conllevó transformaciones ideológicas en las que se atestigua la llegada de Tanit, divinidad cartaginesa que se mezcla con la Astarté (Ej. Alcudia de Elche, Alicante). Por lo tanto, según la autora se produce un dominio ideológico de la divinidad de la mixtura "Astarté-Tanit-Juno-Caelestis" en el Sur y Sureste peninsular20. Sin embargo, tal como J. Bermejo expone21, y como yo mismo reflexioné al principio de este capítulo, estoy en contra de las afirmaciones categóricas que defiendan ese acople perfecto y exacto entre un objeto y una interpretación, más aún sin disponer de documentos o testimonios que lo refuercen. Se cae en un ejercicio de simplificación de unos procesos enormemente complejos, pertenecientes a la esfera de las mentalidades de estas comunidades. Haciendo un ejercicio de abstracción, no hay que pensar que inevitablemente la mezcla de dos elementos culturales, "A" y "B", dará como resultado "A", "B", o "AB". En cambio, "C", "D", "E"… y así hasta el final del abecedario, son resultados del todo posibles a esa unión de "A" y "B". Por otro lado, y como adelantamos en la introducción de este trabajo, existe el debate sobre si la obra representa la imagen de una mujer mortal o el de una diosa, o incluso si el autor quiso fusionar ambas expresiones para manifestar la unión de lo humano con lo divino. Como ya vimos, para R. Ramos La Dama de Elche tiene que ser sin ninguna duda el retrato de una mujer real22, ya que las dos mitades de su rostro no son simétricas, y por lo tanto no se da en ella la perfección física de la divinidad. Tampoco cabría el hecho de que esta imperfección fuera producto de la poca pericia del escultor, ya que el resto de la composición denota una gran técnica. No obstante, que el modelo fuera real no equivale a que el autor haya querido representar a una mujer real. 18 19 20 21 22

Moneo, 2003, p. 423 Reyero y Galan, 2010, p. 44 Moneo, 2003, p. 450 Bermejo 1982, p. 40 En este mismo trabajo, p. 9

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Si se quería representar el contacto de lo humano con lo divino, relación con la que convivían permanentemente y que era canalizada a través de los diferentes ritos de transito, una figura que fuera a su vez mujer y diosa serviría a la perfección para ello. Así que se puede pensar que ciertas mujeres se prestaron a ser modelo de un escultor que quisiera plasmar la divinidad. Por lo tanto, estoy inclinado a pensar que si se buscaba esa conexión entre lo humano y lo divino se elegirían a sacerdotisas, mujeres que desempeñasen esa función de nexo entre las dos realidades, y a las que se les representarían con la ornamentación propia de los ritos. Aunque a primera vista pueda chocar con la imagen dada en este mismo trabajo, de una noble con sus joyas, insisto en que no hay que verlo como mundos separados u opuestos. Entiendo que al igual que en otras épocas de la Historia, las mujeres (y también los hombres) acudirían a los oficios religiosos con una serie de ornamentos (hoy en día en la religión católica serían cruces, vírgenes, etc.), los cuales también llevaban (aunque quizás con el matiz de una menor cantidad) el resto del tiempo. Por lo tanto, unos elementos que son de prestigio económico y social a su vez pueden serlo también de carácter religioso. En otro orden de cosas, el corte abrupto de la escultura ha sido también objeto de interpretaciones. Incluso que la escultura desenterrada en 1897 era una estatua completa que fue manipulada con fines económicos. Por lo tanto, cabe preguntarse si el escultor realizó una estatua completa, o en cambio un busto, tal y como ha llegado hasta nosotros. En contra de la hipótesis de que fuera una estatua completa, R. Ramos23 expone que la zona basal apenas está trabajada, y que el corte corresponde al realizado al desbastar el bloque de piedra. De esta manera el autor habría buscado el simbolismo de un personaje que emergería del propio suelo, respondiendo a un rito de tránsito entre nuestra realidad (el mundo de los vivos), y ese otro mundo (el de los muertos), que se entiende reside en las profundidades de la tierra. Por ello, como la imagen parcial que constituiría un busto, es un elemento que en el pensamiento ibérico no tiene apenas representación, el autor interpreta que aquellos que la contemplasen verían ese mensaje: un personaje que sale de la tierra y asciende hasta la luz, y que ha sido "congelado" en medio de un proceso de pleno surgimiento. Aunque hay múltiples voces que explican que por la posición retrasada de la cabeza respecto al tronco, tuvo que ser una dama sedente o incluso una estatua de pie, los argumentos dados por el artífice, junto a ese

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Ramos, 1997, p. 4

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grosero tratamiento de la parte basal, me inclinan a pensar que no es posible, aunque no lo rechazo completamente. Teniendo ya claro que, independientemente del modelo usado y de los elementos transversales que acompañan a la Dama, estamos ante una imagen con características religiosas, podemos entrar a valorar los elementos que la relacionan con una diosa. El ponerse en manos de un poder superior que proteja y provea, es el germen de la aparición de las divinidades vinculadas a la fertilidad y a sus atributos (salud, lluvia, agricultura, mundo subterráneo, etc.). En definitiva, a todo aquello que se hace imprescindible para la vida, y que en épocas de carencias de estos recursos se reforzaría la necesidad de hacer algo, de tener un papel activo en su consecución. Es por ello que las religiones, aunque tengan distintas formas de relacionar las divinidades con los elementos del mundo físico, es algo afín a todas las culturas. En el caso de la Dama de Elche, el hecho de estar abundantemente enjoyada nos puede recordar a la apariencia de las diosas de la fecundidad, cuyos adornos no eran solo estéticos sino que poseían un atributo de poder.24 Además es posible ver una serie de características cultuales que la diferencian de otras de la misma época. A pesar de las influencias coloniales, no puede vincularse con otros cultos oficiales realizados en Fenicia, Grecia o Cartago. Un ejemplo de esto es el hecho de que los íberos no tuvieran divinidades protectoras del Oppidum, las cuales si se daban en las metrópolis de Oriente25. Para finalizar este apartado y el trabajo, he querido traer a este punto la interesante teoría que sitúa a la Dama de Elche como la representación de una novia ataviada con todas sus joyas. Uno de los defensores de esta postura es Matilde Fernández Montes26, que nos habla de cómo la composición de la imagen está sujeta al rigor y la minuciosidad característicos de una importante ceremonia. Acudiendo a fuentes etnográficas, muestra los paralelismos entre los adornos de la Dama y las dotes de boda de diversos puntos del Mediterráneo y sus áreas de influencias, donde la novia se tiene que exhibir de forma recargada. Por lo tanto, para la autora estaríamos ante la imagen de una mujer a punto de realizar un importante rito de transito, cuyos elementos no están puestos al azar, sino que tienen todo un cúmulo de significados. Desde las rodelas, que serían símbolos solares en una clásica representación de la fertilidad, hasta el tocado que le cubre la cabeza, el triple collar, etc. Todo ello convertiría a la figura de

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Ramos, 1997, p. 3 Aranegui, 2012, p. 173 26 Fernández, 1997, pp. 187-199 25

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la novia en algo sobrehumano, trascendental, poseedora de la magia y el poder de dar la vida, como futura madre reproductora. Para ello se basa en los elementos de adorno que "humanizarían" la figura de la Dama. Éstos están realizados con gran minuciosidad, siendo esculpidos con gran detalle incluso los elementos de sujeción mecánica, por lo que es evidente que el escultor tenía ante sí joyas reales. Sin embargo, no hay porque hacerse a la fuerza la idea romántica de un escultor prendado de la belleza de una mujer con los rasgos de la Dama de Elche, y a la que tenía que reproducir en piedra. Según M. Bendala 27, el modelo usado por el escultor podría tratarse de una figura de madera con joyas reales. De esta manera, y como indica A.Perea28, la dama no tiene porque ser la copia exacta y real de un único modelo. Sería la representación de algo menos delimitado, introduciendo elementos duales y contradictorios, como por ejemplo un rostro asexuado acompañado de atributos tradicionalmente asociados al género femenino. En el otro extremo se sitúa Rafael Ramos Fernández29, que defiende que el modelo tuvo que ser real y "vivo". Para ello valora también la importancia de los elementos de ornamentación cuya disposición no está realizada al azar, al igual que las ropas, y por lo tanto responde a un retrato del natural o copia de una imagen, pero que en última instancia el rostro tuvo que ser el de una autentica mujer. Por lo tanto, se plantea este debate sobre si la Dama de Elche existió o no como una persona real. Creo que la circunstancia de que lo fuera o no es un aspecto que difícilmente se podrá dilucidar. Se insiste en este tema, ya que permite tender puentes hacia ciertos individuos de unas clases privilegiadas, pudiéndoseles identificar visualmente ataviados tal y como vemos en la Dama de Elche. Sin embargo, el problema reside como ya hemos apuntado, en intentar leer el pasado a través de nuestra propia realidad. Que fuera una novia el día de su boda no excluye otras lecturas, ya que el concepto de boda en la antigüedad difería del nuestro. No tenía por qué ser la prometida de otro ser humano, sino de una divinidad. Para Ricardo Olmos30, lo humano y lo divino se confunden, y tanto la muerte como la vida son complementarias e inseparables, por lo que una novia puede serlo de una entidad no humana. Al igual que en la Grecia clásica o en el Sur de Italia, coetáneos al mundo íbero, la muchacha Perséfone es la novia que se caso con Plutón, en una ceremonia que tiene lugar en el 27

Bendala, 1997, p. 251 Perea, 1997, p. 147 29 Ramos, 1997, p. 6 30 Olmos, 1997, p. 249 28

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más allá. Es decir, se puede llegar a pensar que la imagen de una mortal o de una diosa se traslade al mundo de la muerte como la imagen de una novia. La muerte sería la otra cara de la moneda de la realidad, junto con la vida, vida que puede surgir a partir de la muerte. En cambio Carmen Aranegui31 incide en que estas Damas representan a grandes señoras, mas matronas que novias, en el sentido de que disponen de una estabilidad personal mucho mayor que la de una novia. Las joyas en este caso, serían las prerrogativas y signos de prototipo ideal, más propio de esta matrona, como mujer madura, que de la mujer joven. Aunque entiendo que la lectura es correcta, no creo que sea completa, ya que no siempre se repiten los modelos de madurez unida al prestigio en el pasado, habiendo excepciones de jóvenes cargados con un enorme halo de prestigio debido a factores como la posición heredada o los meritos alcanzados (Alejandro Magno, Cesar Augusto, etc.). José M. Gómez Tabanera32 expone que la Dama de Elche presenta un tocado nupcial que aun puede verse en el África mediterránea. Trae a colación el mito de Dido, reina de Cartago, que obligada a casarse se inmola en las llamas. Por tanto, relaciona a la Dama de Elche con una cuestión apenas tratada hasta hoy en día, como podría ser su implicación en un rito de fundación poblacional. Esta hipótesis me parece sumamente interesante, y podría dar un cambio de rumbo en la interpretación de estas esculturas. Como última idea, habría que esbozar que la Dama pudiese estar relacionada con otro tipo de ritual de transito diferente del nupcial. Encajaría perfectamente en el funeral de un marido/padre perteneciente a la élite, donde la esposa/hija se ataviaría de todos los elementos de prestigio y poder necesarios que señalasen su categoría social. De esta manera, y posicionada en un lugar de honor en el ritual de transito, sería observada por toda la comunidad, reforzando el mensaje de legitimidad que se quiere proyectar una vez muerto el líder. Hemos llegado al final de este breve recorrido, con quizás más preguntas que al principio. Se han esbozados muchas ideas y apuntado otras que pueden llevar por nuevos caminos. Caminos que en su mayoría conducirán a callejones oscuros y sin salida, pero no por ello menos enriquecedores, ya que la meta no es llegar al final, sino comenzar el camino. Creo que la conclusión está clara: solo a partir de la confrontación de ideas y del esfuerzo y trabajo de los profesionales implicados, podremos saber algún 31 32

Aranegui, 1997, p. 250 Gómez, 1997, p. 250

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día que nos quiere decir la Dama de Elche desde la prisión de piedra en la que está atrapada. VI. Bibliografía

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VII. Anexos

Fig. 1

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Fig. 2

Fig. 3

Fig. 4

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