Historia y sociedad 30 (enero-junio de 2016) Reflexiones sobre la Microhistoria italiana: conceptos, método y estudio de casos

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Descripción

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Universidad Nacional de Colombia / Medellín, enero-junio de 2016 ISSN impreso: 0121-8417 / electrónico: 2357-4720

Historia y Sociedad núm. 30, enero-junio de 2016 Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Vicerrector de la Sede: John William Branch Bedoya Decano de la Facultad: Yobenj Aucardo Chicangana Bayona Director del Departamento de Historia: Juan David Montoya Guzmán Fundador: Luis Antonio Restrepo Arango (1938-2002) Director: Darío Acevedo Carmona, Dr. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia Comité Editorial: Martha Clemencia Herrera Ángel, Dra. Universidad de los Andes, Bogotá-Colombia Juan David Montoya Guzmán, Dr. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia Gregorio Saldarriaga Escobar, Dr. Universidad de Antioquia, Medellín-Colombia Susana González Sawczuk, Dra. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia Matthew Brown, Dr. Universidad de Bristol-Inglaterra Alejandra Pasino, Dra. Universidad de Buenos Aires-Argentina Comité Científico: Dominique Lecourt, Dr. Universidad Denis Diderot, París VII-Francia Jane M. Rausch, Dra. Universidad de Massachusetts-Amherst-Estados Unidos de Norteamérica Marco Palacios Rozo, Dr. El Colegio de México-México D.F. Annick Lempérière, Dra. Universidad de la Sorbona, París I-Francia Anthony McFarlane, Dr. Universidad de Warrwick-Inglaterra

Marcos Cueto, Dr. Universidad Peruana Cayetano Heredia-Lima Eric Van Young, Dr. Universidad de California-San Diego-Estados Unidos de Norteamérica Nils Jacobsen, Dr. Universidad de Illinois at Urbana Champaing-Estados Unidos de Norteamérica Lucía Bastos Pereira das Neves, Dra. Universidad Federal de Río de Janeiro-Brasil Jorge Márquez Valderrama, Dr. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia Comité Honorífico: Jorge Orlando Melo González, M.A. Jaime Jaramillo Uribe (q.e.p.d) Universidad de los Andes, Bogotá-Colombia Álvaro Tirado Mejía, Dr. Vicepresidente del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas Fernando Botero Herrera, Dr. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia Patricia Londoño Vega, Dra. Universidad de Antioquia, Medellín-Colombia Margarita Garrido Otoya, Dra. Universidad de los Andes, Bogotá-Colombia Coordinadora editorial: Daniela López Palacio Corrección de textos: Daniela López Palacio Diseño gráfico: Oficina de Comunicaciones, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Diagramación e impresión: Todográficas Ltda. Carrera 72 N.o 45E-128. Tel.: 412 86 01 Distribución: Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín Páginas del número: 380 Formato: 16.5 x 24 cms. Tiraje: 200 ejemplares. Periodicidad: semestral ISSN impreso: 0121-8417. Licencia del Ministerio de Gobierno N.o 0095 de 1994. ISSN electrónico: 2357-4720

Dirección: Apartado N.o 3840 de Medellín-Colombia. Calle 59A n.o 63-20 Núcleo El Volador Bl. 46 4o piso. Fax: (57 4) 2604451 Correo electrónico: [email protected]/[email protected] Sitio web: http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/hisysoc/issue/archive Se autoriza la reproducción sin ánimo de lucro de los materiales citando la fuente. Precio: $ 19 000 (Colombia).

La revista Historia y Sociedad hace parte de los siguientes catálogos, bases bibliográficas, índices y sistemas de indexación: CLACSO- Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales de América Latina y el Caribe, Consejo Latinoamericano en Ciencias Sociales, Argentina. CLASE, Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales, UAEM, México. CREDI – Centro de Recursos Documentales e Informáticos, Organización de Estados Iberoamericanos – OEI. DIALNET – Difusión de Alertas en la Red, Universidad de Rioja, España. Fuente Académica, resúmenes actual, EP Smartlink texto completo, TOC Premier, Académica de búsqueda completo, SocINDEX, EBSCO Information Sevices, Estados Unidos. Historical Abstracts, America: History and Life, antes ABC-CLIO, Estados Unidos. IBSS – International Bibliography of the Social Sciences, London School of Economics and Political Science, Reino Unido. LATINDEX – Sistema Regional de Información en línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal, México. PRISMA – Publicaciones y revistas Sociales y Humanísticas, CSA-ProQuest, Reino Unido. PUBLINDEX – Índice de Publicaciones Seriadas Científicas y T ecnológicas Colombianas, Colciencias, Colombia. Actualmente en categoría A2. Sociological Abstract CSA-ProQuest, Estados Unidos. OCENET-Editorial Océano, Barcelona-España. LatAm-Studies. Estudios Latinoamericanos. Scielo - Scientific Electronic Library Online, Colombia. E-revistas – Plataforma Open Access de Revistas Científicas Electrónicas Españolas y Latinoamericanas, Madrid-España.

Los árbitros de este número de la revista fueron: Muriel Laurent, Dra. Universidad de los Andes, Bogotá-Colombia. Jane Rausch, Dra. University of Massachusetts Amherst, Amherst-Estados Unidos. Juan David Murillo Sandoval, Candidato a Dr. Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile-Chile. Edgardo Pérez Morales, Dr. New York University, Nueva York-Estados Unidos Marcelino Cuesta Alonso, Dr. Universidad Autónoma de Zacatecas, Zacatecas-México. Beatriz Bragoni, Dra. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza-Argentina. María Cecilia Salas Guerra, Dra. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia. Stefania Gallini, Dra. Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá-Colombia. María Eugenia Chaves Maldonado, Dra. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia. Renán Silva Olarte, Dr. Universidad de los Andes, Bogotá-Colombia. Max Sebastián Hering Torres Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá-Colombia. Patricia Cardona Zuluaga, Dra. Universidad Eafit, Medellín-Colombia. Gilberto Loaiza Cano, Dr. Universidad del Valle, Cali-Colombia.

Alberto Castrillón Aldana, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia. Francisco Alberto Ortega Martínez, Dr. Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá-Colombia. Carlos Adrián Saldarriaga Isaza, Dr. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia. Eder Antonio de Jesús Gallegos Ruiz, Candidato a Dr. El Colegio de México, México D.F.-México. Adriana Santos Delgado, Mg. Universidad del Valle, Cali-Colombia. Alexis Vladimir Pinilla Díaz, Dr. Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá-Colombia. Albeiro Valencia Llano, Dr. Universidad de Caldas, Manizales-Colombia. Rubén Darío Acevedo Carmona Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia. Guillermo Antonio Maya Muñoz, Mg. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín-Colombia. Reinaldo Giraldo Díaz, Dr. Universidad Nacional Abierta y a Distancia, Palmira-Colombia. Juan Santiago Correa Restrepo, Dr. Colegio de Estudios Superiores de Administración, Bogotá-Colombia.

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Presentación

CONTENIDO

DOSSIER 17-20

Presentación. Reflexiones sobre la Microhistoria italiana: conceptos, método y estudio de casos María Eugenia Chaves, Editora invitada

21-43

Entre el nachleben y el paradigma indiciario: Carlo Ginzburg y el método warburguiano en la historia del arte Federico Ardila Garcés

45-73

El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman María Eugenia Chaves Maldonado

75-104

Microhistoria italiana, antropología y archivos judiciales Eulalia Hernández Ciro

105-129

Lectura comparada de El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg y La herencia inmaterial de Giovanni Levi Michelle Evans Restrepo

131-167

Libertad civil y patriotismo en el Río de la Plata revolucionario: la experiencia de los esclavos negros en la provincia de Cuyo, 1812-1820 Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales

ARTÍCULOS 171-197

La Comisión Corográfica colombiana y la Mission Héliografique francesa: dos empresas a la luz del positivismo del siglo XIX Verónica Uribe Hanabergh

199-236

Acciones para la defensa realista en una ciudad novohispana. Zacatecas, 1808-1814 Mariana Terán Fuentes

237-264

Ciencia y ambiente en la aclimatación del eucalipto en el Valle de México a través de la prensa, 1869-1880 Rodrigo Antonio Vega y Ortega

265-290

Buscando culpables: la representación de las causas del crimen común en la prensa escrita de la ciudad de Pinar del Río, Cuba, durante la década de 1950 Juana Marta León Iglesias

CONTENIDO 291-319

La propuesta conservadora frente al proyecto educativo del liberalismo radical: la defensa de una educación católica a través de la prensa y las asociaciones Juliana Jaramillo Jaramillo

RESEÑAS 323-327

Carlos Vladimir Villamizar Duarte, La felicidad del Nuevo Reyno de Granada: el lenguaje patriótico en Santafé (1791-1797) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2012), 220 pp. Gilberto Loaiza Cano

328-331

Robinson Salazar Carreño, Tierras y mercados. Campesinos, estancieros y hacendados en la jurisdicción de la Villa de San Gil, siglo XVIII (Bogotá: Ediciones Uniandes-CESO, 2011), 222 pp. Julian Andrei Velasco Pedraza

332-336

Max Hering Torres y Nelson A. Rojas eds., Microhistorias de la transgresión (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Universidad Cooperativa de Colombia, Universidad del Rosario, 2015), 465 pp. Federico Ardila, Michelle Evans y Eulalia Hernández

EVENTOS 337-343

Conmemoración de los 40 años de las Facultades de Ciencias y de Ciencias Humanas y Económicas

344-348

Declaración sobre los índices de citación y las prácticas editoriales

349-351

Declaración de la Asociación de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales

353-357

Autores

359-368

Normas para autores

CONTENTS 13-14

Presentation

DOSSIER 17-20

Presentation. Reflections on Italian Microhistory: concepts, methods and cases study María Eugenia Chaves, Invited editor

21-43

Between the nachleben and the evidential paradigm: Carlo Ginzburg and the warburguian method in the history of art Federico Ardila Garcés

45-73

Anachronism in the writing of History: ¿Error or Possibility? Some reflections about the concept of time in Carlo Ginzburg, Marc Bloch and Georges Didi-Huberman María Eugenia Chaves Maldonado

75-104

Italian Microhistory, anthropology and judicial archives Eulalia Hernández Ciro

105-129

Comparative reading of The cheese and the worms by Carlo Ginzburg and The Inheriting Power by Giovanni Levi Michelle Evans Restrepo

131-167

Civil freedom and patriotism in the revolutionary Río de la Plata: the experience of black slaves in the province of Cuyo, 1812-1820 Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales

ARTICLES 171-197

The Colombian Corographical Commission and the Héliographique French Mission: two national projects in the light of the positivism of the 19th century Verónica Uribe Hanabergh

199-236

Actions for the royalist defense in a New Spain city. Zacatecas, 1808-1814 Mariana Terán Fuentes

237-264

Science and environment in eucalyptus acclimatization in the Valley of Mexico through the press, 1869-1880 Rodrigo Antonio Vega y Ortega

CONTENTS 265-290

Searching for culprits: the representation of the causes of common crime in the print media of the city of Pinar del Río, Cuba, during the 1950’s Juana Marta León Iglesias

291-319

The conservative proposal against the educational project of radical liberalism: the defense of catholic education through the press and associations Juliana Jaramillo Jaramillo

REVIEWS 323-327

Carlos Vladimir Villamizar Duarte, La felicidad del Nuevo Reyno de Granada: el lenguaje patriótico en Santafé (1791-1797) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2012), 220 pp. Gilberto Loaiza Cano

328-331

Robinson Salazar Carreño, Tierras y mercados. Campesinos, estancieros y hacendados en la jurisdicción de la Villa de San Gil, siglo XVIII (Bogotá: Ediciones Uniandes-CESO, 2011), 222 pp. Julian Andrei Velasco Pedraza

332-336

Max Hering Torres y Nelson A. Rojas eds., Microhistorias de la transgresión (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Universidad Cooperativa de Colombia, Universidad del Rosario, 2015), 465 pp. Federico Ardila, Michelle Evans y Eulalia Hernández

EVENTS 337-343

40th anniversary commemoration of Sciences Faculty and Human and Economic Sciences Faculty

344-348

Journal statement on quality control standards

349-351

Statement of the Humanities and Social Sciences Departments Association

353-357

Authors

359-368

Guide to authors

DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.54154

Presentación Nos complace presentar a nuestros lectores el número 30 de la revista Historia y Sociedad. Coincide con la celebración de los 40 años de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas que vino a fortalecer la enseñanza de elementos constitutivos de varias de esas disciplinas, no ya como asignaturas ocasionales sino como ejercicio de formación integral para los estudiantes de los pregrados de ingeniería. Más adelante, la Facultad agregó el nombre de Economía con lo que adquirió mayor entidad y robustez la misión encomendada por la Universidad. De una pequeña unidad en aquel entonces, hoy impartimos formación en los pregrados de Economía, Historia y Ciencia Política, maestrías en las mismas disciplinas y en Estética, doctorado en Historia y doctorado en Ciencias Sociales y Humanas. Detrás de ese acto trascendente para la Universidad en nuestra sede estuvo, entre otros, un profesor ampliamente conocido y reconocido por su compromiso con la academia integral y humanista, el doctor Darío Valencia Restrepo. Sus palabras, pronunciadas en el acto de celebración de los 40 años, las ofrecemos en este número. Reproducimos también dos pronunciamientos sobre los problemas derivados de políticas oficiales y de Colciencias por la desfinanciación de la investigación en las ciencias humanas y sociales, así como el desequilibrio evidente en la valoración de artículos y en la desvalorización de la publicación de libros en estas áreas. Uno de ellos firmado por decanos de estas facultades en universidades públicas y el otro por directores y editores de revistas de la región americana. En este número hemos dado cabida a un dossier sobre un subcampo de la Historia, que suscita gran interés y amplia polémica, la Microhistoria. La coordinación editorial de esta sección estuvo a cargo de la profesora del Departamento de Historia de nuestra Facultad, la doctora María Eugenia Chaves que, para el efecto, abrió las páginas a los estudiantes del doctorado de Historia y a sus más recientes elaboraciones. De su mano leeremos, enseguida, una breve introducción. Incluimos, además, una sección con cinco (5) artículos de revisión, balance e investigación con variada temática que estamos seguros llamarán la atención de especialistas y lectores N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 13-14

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Presentación

en general. Por último y como de costumbre, tenemos tres (3) reseñas sobre libros de reciente aparición. Invitamos a todos los amigos de la revista a fortalecer su consulta en el portal que para tal fin tiene la Universidad en su sitio web de revistas, y a ayudarnos en la divulgación de los artículos entre los estudiantes y público interesado en las investigaciones históricas. La Universidad está impulsando una política de reducción en el tiraje en versión de papel que hará cada vez más difícil hacer llegar los ejemplares de la manera tradicional hasta ahora utilizada. Esperamos comprensión de parte de nuestros colaboradores y amigos y quisiéramos que se mantengan fieles a la edición de cada número accediendo a ellos a través del portal enunciado. *** La revista Historia y Sociedad se suma al duelo que embarga el mundo de las Ciencias Sociales y Humanas de Colombia por la muerte del historiador Jaime Jaramillo Uribe. Pensamos que el maestro Jaramillo Uribe se merece todos los homenajes y reconocimientos que se le están haciendo en el país. Con él y con otros intelectuales de gran valía la investigación de la historia de Colombia incorporó el estudio de problemas más amplios y profundos desde una visión crítica y con el uso de fuentes documentales, que enriquecieron el conocimiento de aspectos desconocidos de nuestro pasado. Es mucho más lo que se puede decir sobre sus aportes a la llamada “Nueva Historia” de Colombia; por fortuna hay colegas que lo están haciendo a través de obituarios y semblanzas que dan cuenta de sus aportes. Promover el estudio de sus textos, es la mejor manera de perpetuar su gran legado. Darío Acevedo Carmona Director

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 13-14

Dossier Reflexiones sobre la Microhistoria italiana: conceptos, método y estudio de casos

DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.54155

Presentación. Reflexiones sobre la Microhistoria italiana: conceptos, método y estudio de casos1 Iniciando el mes de agosto del 2014, un grupo de estudiantes de la Maestría y del Doctorado en Historia se congregaron alrededor de un programa de lecturas y de seminarios que propuse en el curso de Teoría que dicté en ese semestre. El curso tuvo como objetivo abordar una serie de temas relacionados con la reflexión teórica y metodológica que la Microhistoria italiana ha construido, desde los años sesenta hasta la actualidad, en respuesta a los retos y posibilidades que la Antropología Cultural y la Crítica Literaria han presentado para la disciplina de la Historia. Al finalizar el curso, propuse a varios de los estudiantes que presentaron trabajos finales de excelencia la posibilidad de seguir ampliando y puliendo sus manuscritos hasta lograr un conjunto de artículos publicables. Este dossier es el resultado del arduo y demandante esfuerzo de quienes aceptaron seguir bajo mi dirección en esta ruta de comentario compartido, corrección y escritura. El resultado final creo que constituye un interesante aporte a la reflexión teórica y metodológica en el campo de la disciplina histórica en general y en el de la Microhistoria en particular. En un primer momento el curso exploró la respuesta que Ginzburg ofrece como reacción al debate que desde la Crítica Literaria, la Historia del Arte y la Antropología se ha venido articulando sobre los métodos y alcances teóricos de la Historia como disciplina. En este sentido el historiador italiano ha insistido en la importancia que en su método de investigación tienen las categorías analíticas como el indicio o el síntoma, y el estudio de casos particulares o anómalos en relación con contextos 1. Agradezco profundamente a todos los que participaron en el curso que propició este diálogo, pero de forma especial a Michelle Evans, Eulalia Hernández y Federico Ardila por haber decidido acompañarme en esta aventura. Con ellos compartí la emoción que produce el inicio de un nuevo reto y la satisfacción de conquistarlo. A Beatriz Bragoni agradezco su entusiasmo por contribuir y su apoyo en el intercambio académico durante el proceso de edición; a Darío Acevedo, director de la Revista, por haber confiado que este dossier sería realidad; y a todos los pares que de forma anónima evaluaron todos los artículos. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 17-20

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Presentación. Reflexiones sobre la Microhistoria italiana: conceptos, método y estudio de casos

estructurales. De igual manera, se dedica a analizar recurrentemente el tema de las fuentes históricas haciendo énfasis en la mediación que caracteriza su construcción y análisis. El concepto de tiempo y su importancia en la explicación histórica ha sido también objeto de su labor teórica. En este sentido sale a relucir en los textos teóricos y metodológicos de Ginzburg, la influencia que en su obra han ejercido los pensadores del siglo XIX dedicados al Psicoanálisis como Sigmund Freud, y a la Historia y Crítica del Arte como Aby Warburg. Por otro lado también es evidente que la obra de Ginzburg dialoga con la de pensadores tan importantes como Hayden White, Georges Didi-Huberman, o Marc Bloch. Los dos primeros artículos de este dossier se dedican a indagar en estos temas. Federico Ardila presenta un estudio sobre los interesantes cruces que la obra de Ginzburg, en particular su propuesta metodológica del paradigma indiciario, tiene con el concepto de Nachleben, central en la obra de Aby Warburg; un concepto que como muestra Ardila, ha sido últimamente estudiado por el filósofo y crítico de arte Georges Didi-Huberman, cuya obra constituye una crítica renovada a los métodos de la Historia como disciplina. En el artículo que sigue ofrezco por mi parte, una reflexión sobre los conceptos de tiempo histórico y de anacronismo. Para ello parto de algunos supuestos que al respecto han desarrollado Carlo Ginzburg y Georges Didi-Huberman. A pesar de que estos autores parecen tener puntos de vista divergentes, me interesa mostrar que ambos tienen una importante filiación con la obra de Marc Bloch, lo que invita a profundizar en los posibles puntos de contacto para entender conceptos fundamentales en su obra tales como los de indicio y síntoma, y la insistencia del historiador italiano en el estudio de casos particulares. La segunda parte del curso estuvo dedicada a indagar la forma en que la Antropología —en particular la etnografía y el estudio de lo simbólico— han inspirado las sendas metodológicas de la Microhistoria. Esta relación se funda en el interés de Carlo Ginzburg y Giovanni Levi por estudiar las prácticas culturales y socio-económicas como expresiones y formas fundamentales en la historia de resistencia de las clases subalternas a la dominación. Ginzburg establece así, una interesante relación entre la labor del antropólogo y la del juez quienes, en su interacción con sus informantes y testigos, van tejiendo un entramado complejo de elementos culturales y de relaciones de poder en los que las voces de la cultura subalterna quedan registradas, a pesar de la fuerte mediación. En este sentido, Ginzburg establece que este paralelo también puede aplicarse al historiador que en relación con sus fuentes asume el papel N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 17-20

Presentación. Reflexiones sobre la Microhistoria italiana: conceptos, método y estudio de casos

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de antropólogo, pero también de juez. Su reflexión sobre esta doble similitud tiene consecuencias metodológicas muy importantes, tal y como lo muestra el artículo de Eulalia Hernández. Hernández explica la forma en que esta lectura teórico-metodológica puede aplicarse en el estudio de las fuentes judiciales sobre la vida cotidiana y las formas de cultura material de los sectores subalternos en Medellín del siglo XX. Giovanni Levi, a su turno, se ha esforzado por delimitar lo que ha sido su posición metodológica en relación a la labor investigativa y narrativa desplegada por su compatriota, autor de El Queso y los Gusanos. En este sentido, si bien se inspira profundamente en las enseñanzas de los antropólogos e historiadores sociales, Levi pone distancia respecto a los supuestos de la Antropología Cultural. Su apuesta tanto teórica como metodológica tiene como objetivo explicar la agencia de los individuos para resistir la presión del poder hegemónico y, en este sentido, su narrativa asume las características de una metodología que privilegia la “densidad” del detalle en un contexto al que Levi caracteriza como fisurado y en constante transformación. La contribución de Michelle Evans a este dossier, aporta una lectura minuciosa del entramado narrativo y metodológico de estos dos autores. La autora ofrece una evaluación de la forma en que estos dos historiadores construyen la narrativa histórica, usan los métodos para el manejo de sus fuentes y desarrollan la presentación de los resultados de la investigación. Evans confirma con su lectura que, si bien estos historiadores parten de elementos teóricos y metodológicos comunes, como la reducción de escala y la relación entre casos anómalos y contexto, fundamentales divergencias caracterizan su producción más importante. El dossier se cierra con la contribución de los historiadores argentinos Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales. Su artículo se produce como parte de una serie de trabajos dedicados a estudiar la documentación judicial que da cuenta de la forma en que los esclavos crearon un concepto de libertad en el contexto de la revolución de independencia en el Río de la Plata durante el temprano siglo XIX. Sustentando el manejo de las fuentes y la presentación de resultados en el método de la Microhistoria italiana, su aporte permite afincar en la práctica histórica varias de las interrogantes que los artículos precedentes han ido hilvanando. En este sentido, el dossier no solo es el producto del trabajo extendido de un curso de Teoría, sino que se convierte en un espacio de encuentro que sobrepasa los límites de la academia local. Un ejercicio que siempre complejiza y a la vez torna más interesante el diálogo. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 17-20

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Presentación. Reflexiones sobre la Microhistoria italiana: conceptos, método y estudio de casos

Los autores esperamos que este dossier alimente, tanto a nivel local como internacional, el diálogo académico entre quienes nos sentimos convocados por la discusión teórica y metodológica que propone la Microhistoria italiana y por la pasión que nos trasmite ese “rumor de múltiples voces” que constituye el archivo judicial. María Eugenia Chaves Maldonado, PhD Editora invitada Medellín, octubre de 2015

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 17-20

DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.52458

Entre el nachleben y el paradigma indiciario: Carlo Ginzburg y el método warburguiano en la historia del arte* Federico Ardila Garcés** Resumen El presente artículo analiza los aportes historiográficos de Carlo Ginzburg en la disciplina de la historia del arte y sus relaciones teórico-metodológicas con la obra del historiador alemán Aby Warburg. A partir del análisis de los trabajos en los que Ginzburg se ocupa del estudio de obras de arte del Renacimiento florentino, este trabajo propone un recorrido por los conceptos warburguianos relativos a la concepción del tiempo histórico, del síntoma y de la importancia de la huella y el indicio como herramientas analíticas para el estudio de la cultura visual. Partiendo de dicha reflexión teórica, el artículo presenta conclusiones sobre las relaciones entre la disciplina histórica, en particular la microhistoria, y la historia del arte. Palabras clave: historiografía, metodología, Historia del Arte, Carlo Ginzburg, Aby Warburg.

*

Artículo recibido el 11de agosto de 2015 y aprobado el 16 de septiembre de 2015. Artículo de revisión. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Palermo. Magister en Historia del arte latinoamericano por el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES/UNSAM). Estudiante del doctorado en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Medellín-Colombia. Correo electrónico: [email protected]. **

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43 ISSN impreso: 0121-8417 ISSN electrónico: 2357-4720

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Entre el nachleben y el paradigma indiciario: Carlo Ginzburg y el método warburguiano en la historia del arte

Abstract This paper analyzes the historiographical contributions of Carlo Ginzburg in the discipline of art history and his theoretical and methodological relations with the work of the German historian Aby Warburg. From the analysis of the works in which Ginzburg studies the art of the Florentine Renaissance, this paper presents a review of the warburgian concepts related to the conception of historical time, the symptoms and the importance of the trace as analytical tools for the study of visual culture. Based on this theoretical analysis, the paper presents conclusions on the relationship between the historical discipline, particularly microhistory, and art history. Keywords: historiography, methodology, Art History, Carlo Ginzburg, Aby Warburg.

Introducción En 1966, mientras trabajaba en el Warburg Institute de Londres, el italiano Carlo Ginzburg escribió “De A. Warburg a E. H. Gombrich. Notas sobre un problema de método”1. En dicho artículo este autor se propuso desarrollar los aportes metodológicos que Aby Warburg y sus continuadores en ese instituto, proporcionaron a la disciplina de la historia del arte. El objetivo del antedicho ensayo historiográfico fue, según el historiador italiano, revisar la viabilidad de la utilización de documentos figurativos —es decir de pinturas, dibujos o grabados— como fuentes documentales para la investigación histórica. Esa temprana aproximación de Ginzburg a problemas metodológicos de la historia del arte fue continuada a lo largo de su carrera intelectual en investigaciones específicas sobre la cultura visual del Renacimiento italiano. A pesar de que él mismo no se consideró un estudioso de la historia del arte, en las siguientes páginas intentaremos recorrer el itinerario llevado a cabo por este autor en algunos de sus acercamientos a esa disciplina.2 1. Carlo Ginzburg, “De A. Warburg a E. H. Gombrich. Notas sobre un problema de método”, en Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia, Carlo Ginzburg (Barcelona: Gedisa, 1989), 38-93. Además de la obra de Warburg, Ginzburg considera en ese texto la obra de Edgar Wind, Fritz Saxl, Erwin Panosky y Ernst H. Gombrich, entre otros historiadores del arte. 2. Carlo Ginzburg, Pesquisa sobre Piero (Barcelona: Muchnik Editores, 1984), XIII. Sobre las contribuciones de Ginzburg a la historia del arte, ver Fernanda Pitta, “Limites, impasses e passagens: a história da arte em Carlo Ginzburg”, ArtCultura Vol: 9 n.o 15 (2007): 127-143. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

Federico Ardila Garcés

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Trataremos en particular cuatro de sus trabajos: dos de carácter teórico-metodológico, y dos que abordan problemas específicos de historia del arte.3 Nuestro objetivo será plantear determinados puntos de contacto entre estos textos y la propuesta metodológica desplegada por Aby Warburg, pues pensamos que la obra de ese autor y la temprana experiencia de Ginzburg en el Warburg Institute, fueron fundamentales en la construcción del aparato analítico del historiador italiano. Como intentaremos demostrar más adelante, la obra del maestro alemán, ha sido objeto durante las últimas décadas, de renovadas lecturas que permiten plantear nuevas relaciones entre sus propuestas teórico-metodológicas y las investigaciones que Ginzburg ha llevado a cabo tanto en el campo de historia de las imágenes como en el de la historia en general.

1. Aby Warburg y Carlo Ginzburg Aby Warburg, nacido en Hamburgo en 1866, fue un estudioso de la historia del arte que se preocupó desde el comienzo de su formación por plantear las relaciones de la Antigüedad clásica con la cultura visual del Renacimiento florentino. La importancia de sus estudios, como ha explicado Gertrud Bing, se debió al desarrollo de un método de investigación que buscaba responder a preguntas particulares sobre el vínculo de la obra de arte con su contexto social y su función práctica, bajo una perspectiva multidisciplinar, que incluía aspectos psicológicos, antropológicos, mágico-religiosos o económicos.4 Su legado, como expone el mismo Ginzburg en “De A. Warburg a E. H. Gombrich”, ha sido continuado por un gran número de historiadores e historiadores del arte, desde Frizt Saxl hasta Ernest Gombrich. Ese ensayo es el único trabajo en el que Ginzburg trata de manera amplia la obra de Aby Warburg y su legado intelectual e institucional, siendo relativamente escasas las alusiones al historiador alemán en sus escritos posteriores.5 3. Carlo Ginzburg, “De A. Warburg a E. H. Gombrich”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 38-93 [escrito en 1966]; Carlo Ginzburg, “Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 138-175 [escrito en 1979]; Carlo Ginzburg, “Tiziano, Ovidio y los códigos de la representación erótica en el siglo XVI”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 117-137 [escrito en 1978]; y Carlo Ginzburg, Pesquisa sobre Piero [publicado por primera vez en 1981]. 4. Gertrud Bing, “Prólogo”, en El renacimiento del paganismo. Aportes a la historia cultural del Renacimiento europeo, Aby Warburg (Madrid: Alianza Editorial, 2005), 61-67; Ernst H. Gombrich, Aby Warburg. Una biografía intelectual (Madrid: Alianza Editorial, 1992). 5. Además de los textos que tratamos en el presente artículo podemos mencionar Carlo Ginzburg, “Mémoire et distance. Autour d’une coupe d’argent doré (Anvers, ca. 1530)”, Diogène n..o 201 (2003): 108N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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Entre el nachleben y el paradigma indiciario: Carlo Ginzburg y el método warburguiano en la historia del arte

Como expuso Ginzburg, el objetivo primordial de las investigaciones de Warburg fue el de reconstruir el vínculo entre las representaciones figurativas y las experiencias, los gustos y la mentalidad de una sociedad determinada.6 Ese propósito se construyó, según Ginzburg, a partir de un doble vía, a su vez interrelacionada: por un lado, Warburg consideraba las imágenes a la luz de documentos históricos que permitieran dilucidar cuestiones específicas sobre su significado y su interpretación, por ejemplo, alusiones a textos literarios que explicaran la elección de determinados temas o sus tratamientos formales y la aparición de comitentes en las obras o de programas iconográficos. Por otro lado, en sus investigaciones, Warburg hacía uso de las imágenes figurativas como un documento sui generis para la postulación de problemas más amplios de la historia de la cultura renacentista, como la posible existencia de un “pathos dionisíaco” en el Renacimiento florentino, lo cual contradecía la concepción “apolínea” y sin contradicciones, sostenida por la historiografía tradicional. Sin embargo, como advierte Ginzburg, este doble camino metodológico de estudio de las imágenes ha supuesto un peligro para la historia del arte: el método de análisis iconográfico de las obras de arte —es decir, aquel que se ocupa de la búsqueda del significado temático de las imágenes y su interpretación a partir de relaciones con textos— a pesar de presentar una mediación objetiva entre éstas y determinado ambiente social o cultural, corre el riesgo de caer en una circularidad donde se interpreta el material figurativo valiéndose de contextos históricos generales ya explicados por otros medios.7 Pero el italiano, además de constatar este riesgo del método iconográfico, reconoció en la obra de Aby Warburg un interés por resquebrajar ese círculo explicativo mediante la ampliación de las fronteras metodológicas de la historia del arte tanto de forma espacial como material. Según las palabras de Warburg: 125; y Carlo Ginzburg “Oltre l’esotismo: Picasso e Warburg”, en Rapporti di forza. Storia, retorica, prova, Ginzburg (Milán: Feltrinelli, 2000), 127-148. 6. Carlo Ginzburg, “De A. Warburg a E. H. Gombrich”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 41. 7. Sobre este peligro metodológico, Ginzburg no hace referencia a la obra del mismo Aby Warburg sino a la de otros autores como Erwin Panofsky quien ha sistematizado el método de la iconografía. Al respecto ver Erwin Panofsky, “Iconografía e iconología: introducción al estudio del arte del Renacimiento”, en El significado en las artes visuales, Panofsky (Madrid: Alianza Forma, 1979), 45-75; y Carlo Ginzburg, “De A. Warburg a E. H. Gombrich”, en Mitos, emblemas, Ginzburg 53 y 54. Sobre otro análisis crítico del método iconográfico y una revisión historiográfica del mismo, ver Nicos Hadjinicolaou, “Grandeza y miseria de la iconografía”, en La producción artística frente a sus significados, Hadjinicolaou (México: Siglo Veintiuno Editores, 1981), 103-124. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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[…] solo es posible iluminar los grandes procesos evolutivos esforzándonos en aclarar detalladamente un punto oscuro concreto, y esto a su vez solo es posible con un análisis iconológico que, rompiendo el control policial que se ejerce sobre nuestras fronteras metodológicas, contemple la Antigüedad, el Medioevo y la Edad Moderna como épocas interrelacionadas, e interrogue tanto a las obras de arte autónomas como a las artes aplicadas.8

Para dicha empresa Warburg se valió de una heterogénea y variada documentación, que incluía fuentes, tanto textuales como figurativas, que en apariencia tenían poca importancia. Basta con revisar algunas de las investigaciones por él realizadas para comprobar cómo intentó llevar a cabo este propósito. En su trabajo de 1907 sobre el banquero florentino Francesco Sassetti, Warburg incluyó, por ejemplo, documentos tan diversos como escritos personales de la familia Sassetti, textos filosóficos, pinturas, emblemas, monedas, elementos decorativos de tumbas, consideraciones sobre historia económica de la época, entre otras fuentes.9 En la revisión pormenorizada de esos documentos, Warburg encontró en la mención de la “Fortuna” en las palabras póstumas de Sassetti un indicio —ese punto oscuro concreto— de lo que él consideraba que era la reaparición de una “fórmula arqueológica del patetismo” o pathosformel.10 Por medio de ésta fórmula se intentaba expresar, en una red variada de manifestaciones figurativas y textuales interrelacionadas, la lucha del individuo con el mundo en el estilo heroico de la Antigüedad pagana.11 En el análisis del universo ideológico particular en el que emergía esa figura de la Fortuna se encontraba la clave de una confluencia de tiempos: por un lado, la manera cómo en el primer Renacimiento se percibía una creciente confianza del individuo en sí mismo, reveladora de 8. Aby Warburg, “Arte italiano y astrología internacional en el Palazzo Schifanoia de Ferrara”, en El renacimiento del paganismo, Warburg, 434. Cursivas añadidas por el autor. 9. Aby Warburg, “La última voluntad de Francesco Sassetti”, en El renacimiento del paganismo, Warburg, 177-206. 10. Sobre la noción de pathosformel, ver Aby Warburg, “Durero y la Antigüedad italiana”, en El renacimiento del paganismo, Warburg, 404 [original escrito en 1905]; Georges Didi-Huberman, “Dialektik des Monstrums: Aby Warburg and the symptom paradigm”, Art History Vol: 24 n.o 5 (2001): 622-645; Collen Becker, “Aby Warburg’s Pathosformel as methodologial paradigm”, Journal of Art Historiograhy, n.o 9 (2013): 9-19; José Emilio Burucúa, “Después del holocausto, ¿qué? Reflexiones sobre la pintura de Guillermo Roux, la noción de Pathosformel y una explicación provisoria de la imposibilidad de representación de la Shoah”, ramona n.o 24 (2001): 11; Felisa Santos, “Aby Warburg, nachleben de un pathos”, conferencia, VI Jornadas Nacionales de Arte en Argentina, La Plata, 8 de octubre de 2008. 11. Aby Warburg, “La última voluntad”, en El renacimiento del paganismo, Warburg, 191. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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una sensibilidad más subjetiva y, por otro, la permanencia de una cultura medieval fundada en la lealtad, en el linaje, y en el “poder misterioso del destino”, y de Dios.12 Francesco Sassetti fue una figura de gran importancia en las investigaciones de Aby Warburg, como lo demuestra el célebre ensayo de 1902 sobre el arte del retrato en la burguesía florentina.13 En este caso, el objeto de análisis de Warburg fueron los frescos realizados por Domenico Ghirlandaio en Santa Trinità, que representan a Lorenzo de Medici y su círculo de familiares cercanos y amigos en una escena de la confirmación de la regla franciscana. Su intención, en ese texto fue ilustrar las relaciones entre los comitentes de las obras, es decir el mismo Sassetti, y los artistas que las realizaban. Partiendo de esclarecer la identidad de algunos de los personajes retratados y la forma cómo estos se representaban a sí mismos y, haciendo uso de una amplia y múltiple cantidad de fuentes, Warburg logró recrear de una manera magistral el mundo ideológico, social y familiar de la burguesía florentina.

2. “Dios está en los detalles”: Piero, Tiziano y Ovidio Volvamos entonces a Ginzburg, para ver de qué manera ha aplicado los procedimientos metodológicos de Warburg, a problemas específicos de la historia de las imágenes en dos de sus trabajos: Pesquisa sobre Piero y “Tiziano, Ovidio y los códigos de la representación erótica en el siglo XVI”. En el primer texto, nuestro autor realiza una investigación de tres obras de Piero della Francesca: el Bautismo de Cristo (1450, actualmente en la National Gallery de Londres); el ciclo de Arezzo sobre la Santa Cruz (1452-1466, Basílica de San Francisco, Arezzo); y la Flagelación de Cristo (1444, actualmente en el Palacio Ducal de Urbino). Su análisis parte de la exploración iconográfica de dichas piezas para determinar, no solamente el tema que ellas representan, sino atribuir una cronología a las mismas.14 Las pinturas de este artista, como el mismo Ginzburg demuestra en 12. Aby Warburg, “La última voluntad”, en El renacimiento del paganismo, Warburg, 191 y 193. 13. Aby Warburg, “El arte del retrato y la burguesía florentina”, en El renacimiento del paganismo, Warburg, 147-175. 14. Para una discusión más amplia sobre los problemas metodológicos de la datación de obras de arte, ver Carlo Ginzburg, “Datación absoluta y datación relativa: sobre el método de Longhi”, en Tentativas. El queso y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis de culturas subalternas, Ginzburg (Bogotá: Ediciones desde abajo, 2014), 123-135. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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ese trabajo, han sido objeto de múltiples interpretaciones debido, en parte, a la poca información que se tiene sobre ellas y a lo enigmáticas que son en cuanto a su significado temático y su procedencia.15 El método que utiliza Ginzburg en su pesquisa incluye la consideración conjunta de aspectos estilísticos y datos específicos sobre los comitentes de las obras, que se retroalimentan para llegar a conclusiones a propósito de las cuestiones mencionadas.16 Sobre la Flagelación de Cristo por ejemplo, una de las tablas más enigmáticas del pintor umbro en lo que a contenido y composición se refiere, Ginzburg comenzaba a reseñar exhaustivamente las investigaciones previas, a partir de lo cual identificó la ausencia de consenso sobre la datación, el encargo y el contenido de la obra. Partiendo de ese estado del arte, el ejercicio se concentró en el análisis de detalles fisionómicos, arquitectónicos o estilísticos, que son comparados con obras más documentadas del mismo artista o de otros, así como con fuentes escritas o incluso con reliquias religiosas. Con respecto a los enigmáticos personajes representados en primer plano, Ginzburg concluía que se trataba de determinadas personalidades de la vida social contemporánea al artista, cercanos a su círculo de asiduos comitentes. La relación entre esa escena de la vida cotidiana contemporánea con la del plano posterior, que representa la flagelación de Cristo, sería tanto temporal como ontológica. Mediante recursos compositivos y un uso simbólico de la perspectiva, Piero habría representado en la misma obra una escena religiosa y su evocación oral por parte de los personajes ubicados en primer plano y quienes habitaban en una temporalidad contemporánea al artista. La Flagelación tendría entonces un carácter alegórico, a través del cual se simbolizaban los flagelos sufridos por la iglesia cristiana, particularmente la griega, bajo el dominio turco y así la pintura tendría, por lo tanto, implicancias políticas.17 Partiendo del desciframiento iconográfico, Ginzburg se proponía reconstruir las condiciones políticas que hacían de esta obra una especie de propaganda de instigación a las 15. Acerca de las diversas investigaciones realizadas sobre estas obras de Piero della Francesca, ver David Carrier, “Piero della Francesca and His Interpreters: Is There Progress in Art History?”, History and Theory Vol: 26 n.o 2 (1987): 150-165. 16. Sobre la recepción de este texto en el campo de la historia del arte, ver Paola Zambelli, “Menocchio to Piero Della Francesca: The Work of Carlo Ginzburg”, The Historical Journal Vol: 28 n.o 4 (1985): 998; y Fernanda Pitta, “Limites, impasses e passagens”, 138-143. 17. Carlo Ginzburg, Pesquisa sobre Piero, 91 N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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cruzadas, para defender la institución eclesiástica griega, en peligro por las amenazas de una invasión turca en Morea en 1459. La tesis desarrollada por Ginzburg en ese trabajo, sobre el carácter de alegoría política de las pinturas de Piero, ya había sido propuesta por Warburg y sería, en este sentido, una profundización de la misma: Este fresco [la Batalla de Constantino, en el ciclo de Arezzo] es una incitación, indescriptiblemente importante, para los cristianos de Europa a levantarse contra el terror turco: una llamada que no podría ser expresada más intensamente sino a través de una analogía (establecida en primer plano por los mismos refugiados) con la primera batalla decisiva entre fieles y cristianos.18

En un artículo previo a su obra sobre Piero y titulado “Tiziano, Ovidio y los códigos de la representación erótica en el siglo XVI”, Ginzburg se había ya acercado a la tradición del erotismo figurativo en la cultura visual tardo renacentista.19 Su propuesta era esclarecer cómo fueron trabajadas por Tiziano determinadas fórmulas de representación erótica en algunas de sus obras y cuál fue la función que ellas cumplieron. Allí el historiador italiano se detuvo en el estudio particular de las representaciones de Dánae realizadas por Tiziano, con el objeto de precisar qué tan intencional fue, de qué manera funcionó su contenido erótico, y cuáles eran sus destinatarios. El método desarrollado por Ginzburg estuvo vinculado con la tradición iconográfica que busca fuentes textuales para obtener claridad sobre las elecciones del artista en la representación de las escenas de sus obras. En esa línea, su indagación lo llevó a proponer que fue a partir de vulgarizaciones de textos de Ovidio, y de las ilustraciones en grabado que los acompañaban, y no de sus originales en latín o griego, de dónde Tiziano alimentó iconográficamente sus obras con temas mitológicos. Por tal motivo, el autor concluía que en Tiziano encontraríamos, más que un pintor de corte humanista, uno ligado a las tradiciones contemporáneas de la cultura en lengua vulgar.20 Llegados entonces a este lugar, Ginzburg pasó a investigar la cuestión de la circulación de imágenes eróticas en la cultura del Renacimiento durante el siglo XVI. Para este propósito, empezó por clasificar sus dos tipos de destinatarios: por un lado un destinatario público e indiferenciado, en donde las imágenes podían ser o inten18. Aby Warburg, Adenda a “La Batalla de Constantino de Piero della Francesca, según una acuarela de Johann Anton Ramboux”, en El renacimiento del paganismo, Warburg, 281. 19. Carlo Ginzburg, “Tiziano, Ovidio y los códigos”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 117-137. 20. Carlo Ginzburg, “Tiziano, Ovidio y los códigos”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 122. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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cional o semi intencionalmente eróticas. De las primeras, no se conoce mayor información y tenían un campo de circulación reducido. De las segundas, eran en general imágenes de carácter sagrado donde se representaban desnudos. Por otro lado, las imágenes eróticas podían tener destinatarios privados y diferenciados, pertenecientes a élites, que contaban con un corpus mayoritario de obras intencionalmente eróticas, en su mayoría de carácter mitológico. En este sentido, Ginzburg advirtió dos indicios que lo llevaron a sacar conclusiones sobre el carácter erótico de las imágenes que ilustraban los textos vulgarizados de Ovidio y de Horacio, los cuales habrían influenciado las pinturas de Tiziano. Los dos indicios fueron, de una parte, el aumento de los discursos de la élite eclesiástica que daban cuenta de su preocupación por atacar este tipo de representaciones, así como el incremento durante esos años de procesos de regulación sobre la vida sexual de los individuos, lo que estaría manifestando, según Ginzburg, un aumento en la circulación de esas imágenes y la percepción de estas como eróticas por parte de las instituciones de control moral. De otra parte, Ginzburg encontró en algunos volúmenes de las vulgarizaciones de los textos de Ovidio, tachaduras en las imágenes de desnudos que los ilustraban, lo que comprobaría, según el autor, que estas generaban un impacto visual entre sus lectores.21 Ambos indicios se presentaban como síntomas de procesos sociales más amplios referidos a la circulación y la recepción de determinados tipos de imágenes: Gracias a la imprenta, un público de perfil aún indefinido para nosotros pero que, de todos modos, comprendía a algunas capas sociales inferiores (artesanos e, incluso, campesinos) entró en contacto no solamente con la página impresa, sino también con las imágenes que con frecuencia la acompañaban.22

En este sentido, Ginzburg, al comprobar la relación entre las ilustraciones de los textos vulgarizados de Ovidio y las obras de Tiziano, propuso una nueva hipótesis sobre la circulación de las imágenes entre las clases subalternas y las dominantes. Según el autor dicha circulación tomaría una vía que va desde las reproducciones de estas imágenes en textos de lengua vulgar, a las cuales accedían las clases subalternas, hasta los destinatarios de obras de arte privadas, elaboradas por Tiziano, y que eran adquiridas por las élites. De esa manera, el trabajo de Ginzburg daba cuenta de los modos de conocimiento y de circulación de lo simbólico en las capas sociales 21. Carlo Ginzburg, “Tiziano, Ovidio y los códigos”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 131. 22. Carlo Ginzburg, “Tiziano, Ovidio y los códigos”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 131. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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inferiores, y la influencia que estos tienen en el acervo iconográfico de las clases hegemónicas. Se trataría entonces de una suerte de circularidad cultural que mostraba las formas de apropiación de los bienes simbólicos y de sus usos como armas de legitimación o de resistencia a determinados valores culturales. Ahora bien, podríamos plantear acá una relación de similitud con el programa que desarrolló el italiano en su conocida obra de 1976, El queso y los gusanos. Vemos que en ambos trabajos trataba de determinar las repercusiones de ciertas condiciones sociales —como la aparición de la imprenta, por ejemplo— en el incremento del acervo de imágenes y de palabras, o de discursos figurativos o textuales, y por lo tanto de conocimiento, en esas clases subalternas del campesinado o de artesanos.23 Pensamos entonces que el ensayo sobre Tiziano es también un ejemplo de lo que Carlos Aguirre ha denominado a partir de su lectura de El queso y los gusanos como un “nuevo modelo de historia crítica para el examen de las culturas subalternas”24. Ese modelo, común a esos dos trabajos pero también presente en gran parte de las investigaciones desarrolladas por Ginzburg, intenta dar cuenta de cómo las clases subalternas no reciben de manera pasiva y desfasada la cultura de las clases hegemónicas, sino que ellas mismas son constructoras de un acervo cultural complejo que posee una lógica específica la cual no deja de reafirmarse y de reconfigurarse.25

3. Nuevas perspectivas sobre Aby Warburg: Georges Didi-Huberman y el fantasma warburguiano

Durante gran parte de los siglos XX y XXI, la obra y la vida de Aby Warburg ha sido objeto de un renovado interés por parte de historiadores del arte y de académicos 23. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI (Barcelona: Muchnik Editores, 1981). 24. Carlos Aguirre, “El Queso y los Gusanos: un modelo de Historia crítica para el análisis de las culturas subalternas”, Revista Brasileira de História Vol: 23 n.o 45 (2003): 77-101. 25. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 13-28. Un análisis sobre los supuestos metodológicos de ese trabajo y de otros microhistoriadores italianos puede encontrarse en Beatriz Bragoni, “Historiografía, microhistoria. Algunas consideraciones en torno a un tema recurrente”, CUYO. Anuario de Filosofía Argentina y Americana n.o 15 (1998): 135-148. Para una crítica a la propuesta de circularidad cultural y a la metodología usada por Ginzburg en sus investigaciones, ver Paola Zambelli, “Menocchio to Piero Della Francesca”, 983-999. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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de otras disciplinas en múltiples latitudes.26 La relectura de su obra, corta pero densa, ha permitido revisar de manera constante las bases sobre las que se ha fundado epistemológicamente la disciplina de la historia del arte.27 Por ejemplo, gracias al interés, directo o indirecto, asumido por parte de los llamados “historiadores sociales del arte” de la academia británica de la post-guerra, como Frederick Antal, Michael Baxandall o T.J. Clark, el intento de Warburg por fundar una disciplina que no se basara en las grandes obras maestras sino en complejos modelos de producción y de circulación de las imágenes, fue adquiriendo fuerza paulatina.28 No obstante, como ha señalado Christopher S. Wood en un artículo reciente, la presencia del legado warburguiano en la historia del arte no ha sido constante y en muchos casos, como lo demuestran algunos trabajos de Baxandall o Panofsky, sus referencias han sido omitidas, cuando no olvidadas por completo.29 Además de la relectura de Warburg propuesta por Ginzburg en el artículo de 1966 como modelo para una historia cultural, ha sido Georges Didi-Huberman quien, en las últimas décadas, se ha interesado de forma más enfática u obsesiva, por la aplicación del legado fantasmal del historiador alemán, en sus investigaciones.30 El interés de Didi-Huberman por Warburg se presenta de manera más exhaustiva en su libro La imagen superviviente. Historia del arte y el tiempo de los fantasmas según

26. Sobre la influencia de Warburg en la historiografía del arte, ver Collen Becker, “Aby Warburg’s Pathosformel”, 1-25; Michael Diers, “Warburg and the Warburgian Tradition of Cultural History”, New German Critique n.o 6 (1995): 59-73; Spyros Papapetros, “The Eternal Seesaw: Oscillations in Warburg’s Revival”, Oxford Art Journal Vol: 26 n.o 2 (2003): 169-176. En América Latina el resurgimiento de la obra de Aby Warburg se dio en los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI con el trabajo de José Emilio Burucúa entre otros. Al respecto ver José Emilio Burucúa, Historia, arte y cultura: de Aby Warburg a Carlo Ginzburg (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007). 27. Warburg publicó solo nueve textos de más de diez páginas y ninguno supera las 70. Ver Christopher S. Wood, “Aby Warburg, Homo victor”, Journal of Art Historiography n.o 11 (2014): 5. 28. Christopher S. Wood, “Aby Warburg, Homo victor”, 8. 29. Christopher S. Wood, “Aby Warburg, Homo victor”, 8-24.; y Matthew Rampley, “From Symbol to Allegory: Aby Warburg’s Theory of Art”, The Art Bulletin Vol: 79 n.o 1 (1997): 41-55. 30. Obsesiva y fantasmal en el sentido de “algo o alguien que vuelve continuamente, que sobrevive a todo, que reaparece de cuando en cuando, que enuncia una verdad en cuanto al origen. Es algo o alguien que no se puede olvidar pero que, sin embargo, es imposible reconocer con claridad”: Georges Didi-Huberman, La imagen superviviente. Historia del arte y el tiempo de los fantasmas según Aby Warburg (Madrid: Abada Editores, 2009), 26. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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Aby Warburg, publicado en el 2002.31 Pensamos que una lectura de este texto, puede darnos nuevas luces sobre las influencias que Warburg ha tenido en la obra de Carlo Ginzburg y las relaciones teórico-metodológicas entre ambos autores. Para Didi-Huberman el valor de la obra de Warburg se debe a su propuesta de descomponer los modelos epistemológicos de la historia del arte, basados en cronologías e influencias, corrientes que desde Vasari a Winckelmann, habían fundado y fundan aún hoy los cimientos de dicha disciplina. Según el autor: Warburg sustituía el modelo [vasariano y winckelmanniano] natural de los ciclos “vida y muerte” y “grandeza y decadencia”, por un modelo resueltamente no natural y simbólico, un modelo cultural de la historia en el que los tiempos no se calcaban ya sobre estadios biomórficos sino que se expresaban por estratos, bloques híbridos, rizomas, complejidades específicas, retornos a menudo inesperados y objetivos siempre desbaratados. Sustituía el modelo ideal de los “renacimientos”, de las “buenas imitaciones” y de las “serenas bellezas” antiguas por un modelo fantasmal de la historia en el que los tiempos no se cavaban ya sobre la transmisión académica sino que se expresaban por obsesiones, “supervivencias”, remanencias, reapariciones de las formas.32

En última instancia la obra de Warburg estaba aplicando lo que según Didi-Huberman, se denomina un modelo sintomático, es decir aquel que funciona mediante la búsqueda de síntomas, y a través del cual las ideas sobre el arte y sobre la historia, ergo la disciplina misma de la historia del arte, tomaron un giro definitivo hacia nuevas fronteras. En este sentido, el trabajo del historiador alemán ha sido entendido a la manera de una “crítica al humanismo como un modelo complaciente, incluso burgués, de la cultura moderna”33, representado sobre todo por autores como Panofsky o Gombrich, entre otros, quienes han sido acusados de simplificar el pensamiento de Warburg, al exorcizar el carácter irracional y contradictorio que caracteriza la concepción de este sobre la historia y las imágenes.34 31. Un análisis de La imagen superviviente como respuesta a la obra canónica de Ernst H. Gombrich Aby Warburg. Una biografía intelectual, puede encontrarse en Spyros Papapetros, “The Eternal Seesaw”, 169-176. 32. Georges Didi-Huberman, La imagen superviviente, 24 y 25. 33. Christopher S. Wood, “Aby Warburg, Homo victor”, 10. Traducción del autor. 34. Para Christopher S. Wood esta afirmación debe ser tomada con precaución ya que el pensamiento de Warburg no puede leerse como una crítica convencional al pensamiento y la cultura humanista. Al respecto ver Christopher S. Wood, “Aby Warburg, Homo victor”, 12 y 14. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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Asimismo, autores como Matthew Rampley o Didi-Huberman han propuesto que el método iconológico sistematizado por Panofsky estuvo basado en una mala interpretación de los postulados de Warburg. El primero ha demostrado, por ejemplo, que en la tesis sobre Sandro Botticelli, las similitudes que marca Warburg entre los poemas de Angelo Poliziano y El Nacimiento de Venus, no tenían por objeto comprobar la influencia de los textos escritos en las imágenes de los artistas del Renacimiento; por el contrario, uno de sus intereses era demostrar que Poliziano y Botticelli compartían una concepción de la cultura de la Antigüedad grecorromana, y de la propia cultura del Renacimiento, como una dialéctica entre el pathos dionisíaco y el idealismo del clasicismo humanista, que contradecía los postulados de la historiografía tradicional de corte winckelmanniano.35 Por su parte, el trabajo de Didi-Huberman se ha enfocado en la problematización epistemológica de nociones warburgianas que, según apunta, han sido relegadas por los estudiosos de la disciplina, cuando no olvidadas de lleno.36 Tal es el caso del concepto de nachleben (traducido generalmente como supervivencia o pervivencia), al que considera como un elemento central de su obra y de sus aportes a la disciplina de la historia del arte. Esa noción es entendida por el historiador francés como la “pos-vida, o capacidad que tienen las formas de jamás morir completamente y resurgir allí y cuando menos se las espera”37. Mariela Silvana Vargas ha analizado recientemente la importancia del concepto de nachleben en la tradición intelectual alemana, particularmente en autores como el mismo Warburg, Walter Benjamin o Friedrich Nietzsche, por mencionar algunos. Según Vargas, estos autores pusieron en el centro de sus investigaciones la cuestión de la vida de las manifestaciones de culturas del pasado y de su permanencia en el presente.38 Como hemos visto, un problema recurrente en la obra de Aby Warburg fue el de explicar “qué significado tiene la influencia de la Antigüedad para la cultura ar35. Matthew Rampley, “From Symbol to Allegory”, 42 y 47. 36. Georges Didi-Huberman, La imagen superviviente, 29. 37. Citado en Antonio Oviedo, “Nota preliminar”, en Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Georges Didi-Huberman (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2008), 17. La consideración del “Nachleben der Antike” como una noción capital en la obra de Warburg había sido también formulada años antes por Matthew Rampley en “From Symbol to Allegory: Aby Warburg’s Theory of Art”. Sobre el uso de esa noción en la tradición intelectual alemana y sobre las relaciones entre Warburg y Walter Benjamin, ver Mariela Silvana Vargas, “La vida después de la vida. El concepto de ‘Nachleben’ en Benjamin y Warburg”, Thémata n.o 49 (2014): 317-331. 38. Mariela Silvana Vargas, “La vida después de la vida”, 319. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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tística del primer Renacimiento”39. Tal influencia se manifiesta precisamente, a través de síntomas, de reapariciones intempestivas o anacrónicas, que se muestran en determinados momentos de la historia, por medio de formas expresivas que dan cuenta de la vida (Leben) y de la pervivencia de las imágenes. Dichas supervivencias permiten la irrupción de tiempos heterogéneos que a su vez son contenidos en ellas, e implican tanto una continuidad temporal como una disrupción cronológica.40 De esta manera, el interés que Warburg otorgaba en sus trabajos sobre el Renacimiento, a los detalles de la ropa o del movimiento, se debía que ellos “contienen y transportan aquellas energías del pasado”41. En ese sentido, el nachleben ocupa para Didi-Huberman, un lugar importante en la refundación epistemológica de la disciplina de la historia de las imágenes, debido a la concepción del tiempo en la que se basa. “La supervivencia tal y como la entiende Warburg”, explica Didi-Huberman: No nos ofrece ninguna posibilidad de simplificar la historia: impone una desorientación temible para toda veleidad de periodización. Es una noción transversal a toda división cronológica. Describe otro tiempo. Desorienta, pues, la historia, la abre, la complica. Para decirlo todo, la anacroniza.42

Esto significa, entre otras cosas, que entre el tiempo de las imágenes y el tiempo de la historia en general no existe una correspondencia y, por lo tanto, la disciplina de la historia del arte tiene que fundarse sobre una idea propia del tiempo. Las imágenes deberían ser entendidas, según su punto de vista, como una condensación de la cultura en un momento particular, como un “fenómeno antropológico total” cuyo tiempo, sobre el que debe construirse su conocimiento, será la supervivencia.43 Vale la pena detenernos en este aspecto del “fenómeno antropológico total” para comprender cómo los acercamientos de Warburg a la antropología anglosajona fueron fundamentales para plantear tanto la necesidad de considerar un tiempo histórico privativo de las imágenes, como la ruptura de las fronteras metodológicas de 39. Aby Warburg, “Arte italiano y astrología”, en El renacimiento del paganismo, Warburg, 415. 40. Spyros Papapetros, “The Eternal Seesaw”, 170. 41. Mariela Silvana Vargas, “La vida después de la vida”, 321 y 322. 42. Georges Didi-Huberman, La imagen superviviente, 75-76. Sobre la noción del anacronismo en la historia del arte, ver Georges Didi-Huberman, Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes; y Carlos Mario Fisgativa Sabogal, “Imágenes dialécticas y anacronismo en la historia del arte (Según Didi-Huberman), Filosofía UIS Vol: 12 n.o 1 (2003): 157-179. 43. Georges Didi-Huberman, La imagen superviviente, 43. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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la disciplina y, así, abrirlas a una verdadera “ciencia de la cultura”44. Sobre este punto, Didi-Huberman ha demostrado cómo la capacidad de la antropología de “desterritorializar campos de conocimiento, para introducir nuevos objetos y el anacronismo en la historia”45, fue en parte, el motivo que llevó a Warburg a estudiar la cultura ritual de los Hapi en Nuevo México en 1895.46 Así, la noción de nachleben habría sido, según propone Didi-Huberman, tomada por el historiador alemán del concepto de survival propuesto por Edward B. Tylor en un intento por complejizar el tiempo histórico, reconociendo en él temporalidades no naturales propias del mundo de la cultura.47 En ambos casos, el nachleben warburguiano y el survival de Tylor, aluden a permanencias de larga duración no en términos de esencias culturales o arquetípicas sino, por el contrario, en síntomas, en desplazamientos excepcionales que se expresan en cosas minúsculas y superfluas.48 En última instancia, la supervivencia de la Antigüedad warburguiana, explicaba entonces en el caso del Renacimiento florentino, la impureza y la complejidad de sus temporalidades, la permanencia anacrónica y en constante tensión entre el presente vivido y el pasado rememorado, el cual era expresado y contenido en las imágenes. Un pasado que por tanto, no muere del todo y que gracias a las imágenes adquiere nuevas formas de vida; de ahí su carácter fantasmal o espectral, que enriquecen de manera intempestiva el constante presente.

4. Ginzburg: entre el nachleben y el método indiciario A pesar de considerar el nachleben como una idea central en la obra del alemán, Didi-Huberman se ha encargado de exponer la falta de interés hacia él por parte 44. Sobre las relaciones de Aby Warburg con la antropología, ver Georges Didi-Huberman, “The surviving Image: Aby Warburg and Tylorian Anthropology”, Oxford Art Journal Vol: 25 n.o 1 (2002): 61-69; Claude Imbert, Nima Bassiri y Michael Allan, “Aby Warburg, between Kant and Boas: From aesthetics to the anthropology of images”, Qui Parle Vol: 16 n.o 1 (2006): 1-45; Carlo Severi, “Warburg anthropologue ou le déchiffrement d’une utopie: De la biologie des images à l’anthropologie de la mémoire”, L’Homme n.o 165 (2003): 77-128; Eduardo Grüner, “De íconos y contorsiones. Hacia una política ‘warburguiana’ en la antropología del arte”, ponencia, Congreso Artes en Cruce - Facultad de Filosofía y Letras (UBA), Buenos Aires, septiembre de 2010. 45. Georges Didi-Huberman, “The surviving Image: Aby Warburg and Tylorian”, 59. Traducción del autor. 46. Aby Warburg, El ritual de la serpiente (México: Sextopiso, 2004). 47. Georges Didi-Huberman, “The surviving Image: Aby Warburg and Tylorian”, 68. 48. Georges Didi-Huberman, La imagen superviviente, 50-53. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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de los miembros del Instituto Warburg y de la misma historia del arte, a lo largo del siglo XX. La voluntad de definir periodizaciones esquemáticas en la disciplina ha llevado a la invalidación de la noción y de los desplazamientos disciplinares y teóricos que propone. Como explicaba Didi-Huberman, desde Erwin Panofsky el problema de las supervivencias y las múltiples temporalidades que ella supone, se ha trasladado al de las influencias y las herencias, que permiten extirpar el anacronismo para formular jerarquizaciones genealógicas y periodizaciones bien definidas. ¿Es este el caso de los acercamientos de Carlo Ginzburg a la historia del arte? Los matices que diferencian su trabajo sobre Piero della Francesca del de Tiziano, imposibilitan ofrecer una respuesta absoluta a esa pregunta. Una de las críticas que Didi-Huberman hacía al método iconográfico panofskiano tiene que ver precisamente con la pretensión de obtener una concordancia de tiempos, donde se expliquen las obras del pasado con fuentes de época que arrojen luz sobre sus significados. Tal es, a nuestro parecer, el camino que recorría Ginzburg en su Pesquisa sobre Piero, pues allí la preocupación por la datación y la atribución de comitentes, mediante el análisis de fuentes sincrónicas, ocupaba el mayor desarrollo discursivo. De esa manera, y aunque este autor era consciente de los problemas metodológicos que acarreaban análisis puramente iconográficos, en la Pesquisa las conclusiones sobre los motivos políticos de la realización de La Flagelación, por ejemplo, se presentan como deducciones causales derivadas de concordancias temporales.49 De lo que se trataba, según advertía Ginzburg en el prefacio de esa obra, era de enfatizar en la relación de la obra de arte con el “contexto social y cultural específico” en el que ha nacido, mediante el análisis de la red de datos microscópicos extraestilísticos relativos a los comitentes, la datación y la iconografía.50 En ese orden de ideas, José Emilio Burucúa ha afirmado que el paradigma indiciario que Ginzburg propuso para la disciplina histórica un año después de su artículo sobre Tiziano y varios antes de la Pesquisa sobre Piero, es “per se una forma generalizada y sistemática del método warburguiano”51. En “Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales”, el historiador italiano desarrolló de manera amplia 49. Carlo Ginzburg, “De A. Warburg a E. H. Gombrich”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 54-93; y Carlo Ginzburg, Pesquisa sobre Piero, XX. 50. Carlo Ginzburg, Pesquisa sobre Piero, XXI. 51. José Emilio Burucúa, Historia, arte y cultura, 127 N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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este modelo epistemológico o paradigma, que rescató de determinadas tradiciones de las ciencias humanas de finales del siglo XIX, y en donde las alusiones a Warburg, a excepción del epígrafe, están casi ausentes.52 En ese célebre artículo y basándose en antecedentes como la sintomatología, el descifrado cinegético, la adivinatoria, la medicina, la connoisseurship artística, la grafología, la novela policial, o la literatura aforística, Ginzburg proponía un tipo de relato histórico basado en una estrategia epistemológica particular.53 En definitiva, este paradigma se fundaba en un saber milenario caracterizado por su “capacidad de remontarse desde datos experimentales aparentemente secundarios [“huellas” o “indicios”] a una realidad compleja, no experimentada de forma directa”54. En ese sentido, para la propuesta de sistematización de ese paradigma, realizada por Ginzburg, fue muy importante el trabajo del protomédico sienés Giulio Mancini, y sus intentos por elaborar un procedimiento que permitiera en el siglo XVII, la distinción entre obras de arte originales y sus falsificaciones.55 Así mismo, el método de atribución de autoría y datación de obras de arte que desarrolló Giovanni Morelli en las últimas décadas del siglo XIX, fue primordial no solamente en la construcción del paradigma, sino también en el modelo metodológico que se aplicó en la Pesquisa sobre Piero. Según este método, el proceso de atribución de obras debía centrarse en aquellos detalles del cuerpo que el artista realizaba de manera casi automática sin la necesidad de inspirarse en otros maestros: esos frag52. Además del epígrafe “Dios está en los detalles”, la única alusión a Warburg que encontramos, se presenta en la nota 124, donde se reseña su obra El renacimiento del paganismo como ejemplo de una investigación donde “mínimos indicios (Los ropajes en las obras de pintores florentinos del siglo XV) habían sido asumidos una y otra vez como reveladores de fenómenos más generales”. Ver Carlo Ginzburg, “Indicios: raíces de un paradigma de inferencias indiciales”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 163. 53. Carlos A. Aguirre Rojas, “Indicios, lecturas indiciarias, estrategia indiciaria y saberes populares. Una hipótesis sobre los límites de la racionalidad burguesa moderna”, Contrahistorias n.o 7 (2006-2007): 40. 54. Carlo Ginzburg, “Indicios: raíces de un paradigma”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 144. En su análisis de ese ensayo Carlos A. Aguirre definía el indicio como “una huella, o un rastro, o síntoma, o trazo, o vestigio, o señal, o signo, o elemento, que siendo el resultado involuntario, o del despliegue y existencia de un cierto proceso o de una cierta realidad, o a veces de una creación inconsciente de su propio autor, se constituye en un dato que solo aparentemente es marginal o intrascendente, pero que analizado con más cuidado se muestra como un dato revelador de una realidad oculta, más profunda y esencial”. Ver Carlos A. Aguirre Rojas, “Indicios, lecturas indiciarias”, 55. 55. Su procedimiento para verificar la autenticidad consistía en identificar aquellos detalles de la pintura realizados más rápidamente y que estaban tendencialmente más alejados de la representación fidedigna de lo real, como los pliegues del vestido o la cabellera. Ver Carlo Ginzburg, “Indicios: raíces de un paradigma”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 152. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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mentos menos trascendentes y poco influenciados por un estilo o escuela, como las orejas, los pies, las manos o las uñas. Tales detalles se catalogaban y entonces se procedía a compararlos formalmente con obras bien documentadas, para encontrar coincidencias que permitieran dilucidar los aspectos desconocidos. Tan importante como los aportes de Morelli, fue para Ginzburg el método psicoanalítico de Sigmund Freud —a su vez influenciado por el primero—, quien buscaba en signos exteriorizados de la conducta, conflictos escondidos en la parte inconsciente de la mente humana. Así mismo, también ejerció influencia sobre el historiador italiano, el trabajo detectivesco de Sherlock Holmes (personaje de Arthur Conan Doyle), quien buscaba de manera meticulosa las huellas y señales dejadas en las escenas del crimen, para luego construir con ellas un rompecabezas que perfilara de la manera más clara posible, la acción criminal. En definitiva el alcance de este método radica en la posibilidad de que a partir de relatos exhaustivos sobre fenómenos particulares o pequeños, podamos dar cuenta de macroprocesos sociales más amplios.56 “Se trata —según afirmó Ginzburg— de vestigios, tal vez infinitesimales, que permiten captar una realidad más profunda de otro modo inaferrable”57. Ahora bien, en opinión de Burucúa, el rastreo de huellas, indicios o síntomas propios del proceder de Warburg puede asemejarse de manera evidente al método indiciario de Carlo Ginzburg. En la misma línea Didi-Huberman ha afirmado que “la noción de supervivencia sería, en el ámbito de las ciencias históricas y antropológicas, una expresión específica de la huella”58. De hecho el historiador alemán se acercó a la medicina en 1891 y 1892 con el propósito de encontrar una definición de síntoma que le permitiera abrir las fronteras de la disciplina de la historia del arte hacia una “antropología de las imágenes” basada en una “psicología histórica de la expresión”59. Las fórmulas expresivas (pathosformel), contenidas en los detalles analizados por Warburg, eran entendidas de esa manera como síntomas de procesos históricos complejos, cargados de modelos temporales particulares (nachleben). Sin embargo, para 56. José Emilio Burucúa, Historia, arte y cultura, 134. 57. Carlo Ginzburg, “Indicios: raíces de un paradigma”, en Mitos, emblemas, Ginzburg, 143. 58. Georges Didi-Huberman, La imagen superviviente, 52. Cursivas añadidas por el autor. 59. La expresión fue formulada por Warburg en la conferencia “Arte italiano y astrología internacional en el Palazzo Schifanoia de Ferrara”. Sobre su significado e implicancias metodológicas, ver Georges Didi-Huberman, “Dialektik des Monstrums”, 622 y 623; y Ernst H. Gombrich, “Aby Warburg: His Aims and Methods: An anniversary Lecture”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes Vol: 62 (1999): 271. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 21-43

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Burucúa la Pesquisa sobre Piero “es hasta ahora el texto más warburguiano de cuantos ha escrito Ginzburg”, por el papel que le otorgó a las relaciones entre el comitente y el artista, como factor fundamental para esclarecer cuestiones sobre la cronología y su significado iconográfico.60 De otro lado, las interpretaciones de Didi-Huberman sobre el nachleben warburguiano y su crítica al método de concordancias eucrónicas panofskiano,61 invitan a pensar que la Pesquisa es de hecho el texto menos warburguiano, y a nuestro parecer más panofskiano, de los escritos por Ginzburg acerca de la historia de las imágenes, debido al énfasis atribucionista y al marcado interés por la indagación de fuentes sincrónicas. Según nuestro punto de vista, la investigación de Ginzburg sobre Tiziano, resultó ser una obra mucho más cercana al fantasma del historiador alemán, pues en ella el investigador italiano, se abocó a la búsqueda sintomática de las supervivencias de determinadas formas de representación erótica de la Antigüedad en la cultura visual del Renacimiento, así como de los motivos de su retorno en medios inesperados. A lo anterior cabe agregar, además, que dicho estudio se realizó a partir del análisis minucioso de huellas y de detalles minúsculos que daban cuenta de procesos sociales más amplios y complejos.

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.52609

El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman* María Eugenia Chaves Maldonado** Resumen En su libro inconcluso y publicado póstumamente, Apología por la Historia, Marc Bloch entregó como legado a la posteridad una crítica fundamental al concepto de tiempo como objeto del análisis histórico. En las últimas décadas este tema ha conocido un renovado interés entre los estudiosos de la Historia. Dentro de dicho debate, en donde el tema del anacronismo ha venido a ocupar un rol protagónico, el historiador italiano Carlo Ginzburg y el historiador del arte y filósofo francés Georges Didi-Huberman, han hecho aportes muy sugerentes. En este artículo pretendo pasar revista a dos intervenciones de estos historiadores sobre el tema del tiempo histórico para mostrar que a pesar de que adoptan posturas diferentes con relación al anacronismo, ambos están profundamente influenciados por la obra de Marc Bloch, situación que abre una serie de preguntas sobre las divergencias y convergencias que podrían existir en el desarrollo de su crítica.

Artículo recibido el 23 de agosto de 2015 y aprobado el 21 de septiembre de 2015. Artículo de revisión. PhD en Historia por la Universidad de Göteborg. Profesora titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Medellín-Colombia. Correo electrónico: [email protected] *

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El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman

Palabras clave: anacronismo, tiempo histórico, Marc Bloch, Carlo Ginzburg, Georges Didi-Huberman. Abstract In his unfinished and posthumously published book Apologie pour l’histoire, Marc Bloch bestowed on future historians a seminal legacy of critical reflections on the concept of time as the object of historical analysis. During the last decades, the concept of time in History has experienced a renewed interest by professional historians, in particular in reference to the category of anachronism. The Italian historian Carlo Ginzburg and the French art historian Georges Didi-Huberman are among those engaged in this debate. This article offers a reading of two works by these historians with the purpose of underlying the fundamental influence that Marc Bloch’s ideas on time had in Ginzburg and Didi-Hubermans’ critical interventions. Keywords: anachronism, historical time, Marc Bloch, Carlo Ginzburg, Georges Didi-Huberman. En el año 2011 Carlo Ginzburg dictó en varios foros una conferencia titulada “Our Words, and Theirs: A Reflection on the Historian’s Craft, Today”1. Como es bien sabido, entre 1960 y 1980 Ginzburg alcanzó reconocimiento mundial como historiador por su trabajo con archivos sobre brujería y herejía en las comarcas italianas del Friuli entre los siglos XVI y XVII. 2 Junto a otros historiadores italianos que también se concentraron en el estudio de casos excepcionales, dicho investigador estableció los contornos de una práctica histórica fundamentalmente experimental, que recibió el nombre de Microhistoria.3 Esta novedosa forma de historiografía ha sido considerada 1. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs: A Reflection on the Historian’s Craft, Today”, en Historical Knowledge. In Quest of Theory, Method and Evidence, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen (Cambridge: Cambridge Scholars Publishing, 2012), 97-119. Aquí utilizo la siguiente versión: Carlo Ginzburg, “Our words, and Theirs: A reflection on the historian´s craft, today”, Cromohs Vol: 18 (2013): 58-79. http://www.fupress.net/index.php/cromohs/article/view/14122/13124. DOI: http://doi.org/74d. 2. En particular dos de sus libros, Carlo Ginzburg, Brujería y cultos agrarios entre los siglos XVI y XVII (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2005); y Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, 3a edición (Barcelona: Muchnik Editores, 1999). 3. Sobre el contexto intelectual en el que nace la Microhistoria, ver Julio Serna y Anaclet Pons, “Microhistoria: instrucciones de uso” en Cómo se escribe la microhistoria, eds. Julio Serna y Anaclet Pons (Valencia: Universidad de Valencia, 2000), 231-273; y Carlos Aguirre, “Contribución a la historia de la N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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como un aporte significativo al conjunto de proyectos abocados a definir la nueva historia cultural,4 pues las reflexiones teórico-metodológicas que Ginzburg compuso a partir de los años ochenta, inspiradas en el intenso trabajo de archivo que da sustento a sus investigaciones y en su vasta erudición, constituyen a mi modo de ver, una contribución sustancial al debate que desde otras disciplinas, como la crítica literaria o la historia del arte, se ha desarrollado en relación a las posibilidades de la Historia para dar cuenta de su objeto de estudio.5 En su conferencia de 2011, Ginzburg toma como punto de partida uno de los problemas metodológicos de la investigación histórica ya anunciados con agudeza por Marc Bloch, el de la nomenclatura, es decir, la circunstancia propia de la Historia que, al carecer de un léxico especializado debe usar el lenguaje corriente para expresar los resultados de la investigación; lenguaje que muchas veces comparte con sus fuentes. Las reflexiones de Bloch a este respecto le permiten a Ginzburg dejar planteadas varias consideraciones sobre la objetividad de la escritura histórica, sobre el problema de la temporalidad en relación a la capacidad de significación del lenguaje, y sobre la mediación que inevitablemente atraviesa los testimonios con los que trabaja el microhistoria italiana”, Contrahistorias Vol: 1 n.o 1 (2004): 35-74. http://www.contrahistorias.com.mx. http://issuu.com/revistacontrahistorias/docs/revistacontrahistorias?e=3061989/2720652. 4. Sobre la nueva historia cultural y los contornos que la definen, ver Lynn Hunt, “Introduction: History, Culture and Text”, en The new cultural history, ed. Lynn Hunt (Berkeley y Los Ángeles: University of California Press, 1989), 1-25. 5. Para conocer el estado de dicha discusión en el contexto de la historiografía francesa hasta la década de los años sesenta, ver Françoise Dosse, La historia en migajas. De Annales a la “nueva historia” (México D.F.: Universidad Iberoamericana, 2006). Sobre la crítica que desde los estudios literarios se dirigió en contra de los métodos y el objeto de la Historia, ver Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX (México: Fondo de Cultura Económica, 2010); y Paul Ricoeur, Tiempo y Narración I: Configuración del tiempo en el relato histórico (México: Siglo XXI Editores, 2009). Un libro que ha sido fundamental para esta crítica, por su investigación sobre el realismo en la literatura europea y su relación con el concepto de tiempo es Erich Auerbach, Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental (México: Fondo de Cultura Económica, 2011). En cuanto al trabajo de Ginzburg, son dos los textos que compilan la mayor parte de su propuesta teórico-metodológica, Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia (Barcelona: Gedisa, 1989) [original en italiano, 1979]; y Carlo Ginzburg, El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010) [original en italiano, 2006]. Para conocer la reacción de Ginzburg a la obra de White, ver Carlo Ginzburg, “Microhistoria, dos o tres cosas que se de ella”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 297-326; y Carlo Ginzburg, “Unus testis”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 351-394. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman

historiador. Por último, hace una propuesta inspirada, como otras de sus reflexiones teórico-metodológicas, en las prácticas de la antropología.6 En este artículo pretendo hacer una lectura de estas reflexiones del investigador italiano para a continuación, concentrarme en un tema que resulta sugerente en su discurso, el del tiempo en la historia y en particular, el papel del anacronismo. En los últimos años, esta noción ha sido retomada por algunos historiadores con el propósito de hacer una nueva revisión crítica a los métodos de la disciplina. En mi criterio, la conferencia de Ginzburg hace un aporte interesante a dicho debate.7

1. Marc Bloch: los hombres, el tiempo, la nomenclatura Ginzburg inicia su conferencia con la siguiente cita tomada de Apologie pour l’histoire ou métier d’historien: “[…] para desesperación de los historiadores, los hombres no tienen el hábito de cambiar de vocabulario cada vez que cambian de costumbres”8. 6. Eulalia Hernández, “Microhistoria italiana, antropología y archivos judiciales”, Historia y Sociedad n.o 30 (2015). 7. Para ampliar estas consideraciones desde la disciplina histórica, ver Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (Barcelona: Paidós, 1993); Reinhart Koselleck, “Historia conceptual e historia social” en Futuro pasado, Koselleck, 105-140, ver página 129 para profundizar su idea de anacronismo; y Reinhart Koselleck, “Historia conceptual/historia social”, en Futuro pasado, Koselleck, 105-126, en particular 123. Ver también Nicole Loraux, La guerra civil en Atenas. La política entre la sombra y la utopía (Madrid: Akal, 2008). Su trabajo es un ejemplo del uso del “anacronismo controlado” para estudiar los elementos de la guerra civil poniendo en relación la Grecia clásica con la Comuna de París. Desde el punto de vista filosófico Jacques Rancière identifica a propósito de los momentos de revolución política y en una reflexión que recuerda a la de Marc Bloch, la emergencia de una transposición de temporalidades y de formas de nombrar que hablan del exceso que caracteriza al lenguaje, ese anacrónico que desorganiza las temporalidades y el discurso y, que según Rancière, ha sido domesticado por la Ciencias Sociales, eliminando la fuerza desarticuladora del anacronismo. Tales ideas se desarrollan en el artículo Jacques Rancière, “Le concept d’anachronisme et la verité de l’historien” citado tanto por Ginzburg como por Didi-Huberman, y al que desafortunadamente no he tenido acceso. Para complementar, ver Jacques Rancière, Los nombres de la historia. Una poética del saber (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1993), en particular, 35-54. Para estudiar la discusión desde la Historia del Arte, ver Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte como disciplina anacrónica” en Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Didi-Huberman (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2008), 31-97. 8. Esta obra de Bloch cuenta con dos traducciones al español: Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador, traducido por María Jiménez y Danielle Zaslavsky, 2a edición revisada (México: Fondo de Cultura Económica, 2001); y Marc Bloch, Introducción a la Historia, traducido por Pablo González y Max Aub, 3a reimpresión (México: Fondo de Cultura Económica, 2003). Cabe apuntar que Ginzburg convierte al inglés, las citas tomadas directamente del francés. De otro lado, a pesar de que la versión N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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A partir de aquí y siguiendo de cerca la obra del insigne historiador francés, Ginzburg examina las consecuencias de esta afirmación inicial. Como es costumbre, presenta sus ideas divididas en acápites numerados, siendo nueve en total. Los primeros cuatro los dedica a estudiar la “ambigüedad semántica” que es inherente al lenguaje en general, pero que se convierte en un problema metodológico central en la investigación histórica debido a dos situaciones señaladas por Bloch; la primera, que la Historia, a diferencia de las ciencias exactas, no ha desarrollado una nomenclatura propia de su quehacer y utiliza el lenguaje cotidiano para expresar sus resultados; y la segunda, que gran parte del lenguaje de la Historia proviene de su objeto de estudio. Por ello Ginzburg recobra en este punto la siguiente cita de Bloch: La Historia pues, recibe en su mayor parte su vocabulario de la materia misma de su estudio. Lo acepta ya desgastado y deformado por un dilatado uso; es además y por otra parte, ambiguo, como todo sistema de expresión que no sabe de un esfuerzo severamente concertado de los técnicos.9

Los problemas metodológicos que se desprenden de esta ambigüedad semántica, no solamente tienen que ver con una transposición de lenguajes como apunta Ginzburg, sino también con una transposición de temporalidades. Siguiendo a Bloch, el italiano recuerda que las palabras a lo largo de los siglos pueden mantenerse iguales, a pesar de que designan realidades totalmente diferentes, tal es el caso de las palabras historia y libertad.10 O al contrario en el devenir, estas pueden cambiar o desaparecer, sin que por ello la situación denotada por ellas haya cambiado o desaparecido. El historiador se enfrenta entonces a una permanente disyuntiva: utilizar propuesta por Étienne Bloch (Apología para la historia), recupera todos los detalles e inflexiones del manuscrito original, aquí he optado por usar la traducción española de Pablo González y Max Aub, quienes retoman la edición que Lucien Febvre hizo de la obra en 1949, debido a que el lenguaje en esta traducción me parece más claro. Considero que los pasajes aquí estudiados no sufren transformaciones que puedan afectar mi argumento. Ver: Marc Bloch, Introducción a la Historia, 38. 9. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 153. 10. Es interesante constatar que esta apreciación de Marc Bloch parece también hacer eco en algunas reflexiones centrales del historiador alemán Reinhart Koselleck, a pesar de que este no cita al maestro francés. Al respecto, ver Reinhart Koselleck, “Historia, historias y estructuras formales del tiempo”, en Futuro Pasado. Koselleck, 127-140; y Reinhart Koselleck, historia/Historia, traducido por Antonio Gómez (Madrid: Trota, 2004). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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el lenguaje que proviene de sus documentos o utilizar el leguaje de su propio tiempo aplicado a realidades ajenas a este.11 Según Ginzburg, para Bloch: La primera alternativa […] no lleva a ningún lado: a veces, la resistencia de palabras que son intrínsecamente ambiguas oculta el cambio en su significado; en otras ocasiones, una multitud de términos ocultan significados similares. Nos queda la segunda alternativa, que es riesgosa: términos como “sistema fabril” por ejemplo, pueden llegar a considerarse un buen sustituto para el análisis, promoviendo en consecuencia el “anacronismo: el más imperdonable de los pecados en una ciencia del tiempo”12.

Como vemos, Ginzburg termina esta interpretación de las ideas de Bloch con una cita textual que hace referencia al anacronismo. En este punto no sería superfluo preguntarse: ¿qué es el anacronismo en el texto de Marc Bloch y qué papel juega en el análisis histórico, tal y como lo concibe este historiador? En el acápite tercero de la parte cuarta de su texto, Marc Bloch habló del problema de “la nomenclatura”, último punto en lo que ha sido su reflexión sobre el análisis histórico, y al que le asigna la tarea primordial de comprender los hechos que constituyen el objeto de la historia: los hombres en el tiempo.13 Tal comprensión solamente será posible aproximando lo semejante y discerniendo parentescos entre fenómenos humanos que le llegan al historiador como una maraña de sucesos del acontecer; en definitiva, encontrando lo que hay de común en una realidad plural y fragmentada que es la que define a los individuos y a las sociedades, para construir en el devenir, clasificaciones que pongan de manifiesto “líneas de fuerza de una eficacia capital”. Bloch acepta que estas clasificaciones son abstracciones, sin embargo aboga por su uso pues los historiadores no pueden prescindir ni de la abstracción ni de la imaginación y advierte: “únicamente las clasificaciones que descansan en falsas similitudes serían funestas” porque, “si se olvidara ordenar racionalmente una mate11. Estas ideas están desarrolladas en Marc Bloch, Introducción a la Historia, 153-159 y 163-168. 12. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 98: “The former alternative […] leads nowhere: at times, the resilience of intrinsically ambiguous words conceals the change in their meanings; at others, similar meanings are concealed by a multiplicity of terms. We are left with the other alternative, which is risky: terms like ‘factory system’ for instance, may seem to be a substitute for analysis, hence promoting ‘anachronism: the most unpardonable of sins in a time-science”. Sobre los párrafos que inspiran esta interpretación de Ginzburg, ver Marc Bloch, Introducción a la Historia, 162 y 167. 13. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 50. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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ria que nos es entregada en bruto, solamente se llegaría a fin de cuentas, a negar el tiempo y, por ende, la historia misma”14. Esta tarea de encontrar las similitudes veraces empieza por resolver una pregunta de considerables consecuencias: ¿qué lenguaje debe usar el historiador para expresar el resultado de su investigación, el lenguaje de sus fuentes, o un vocabulario abstracto que este introduce para dar significado a los hechos del pasado? Su respuesta es que si bien el historiador hace uso de ambas posibilidades, es imprescindible estar consciente de que las dos conllevan graves peligros: o bien postular falsas semejanzas o bien caer en el anacronismo. En la primera alternativa, el uso del lenguaje que emana de las fuentes únicamente puede ser posible si se considera que el vocabulario de los documentos es a su manera, un testimonio, y como tal debe ser sometido a una rigurosa crítica: Todo término importante, todo giro de estilo característico, viene a ser un verdadero elemento de conocimiento; pero únicamente tras haber sido confrontado con lo que lo rodea, vuelto a considerar en el uso de la época, del medio o del autor; bien defendido, cuando ha sobrevivido durante mucho tiempo al peligro siempre presente del contrasentido por anacronismo.15

En la segunda alternativa, el uso de vocablos que subsumen la pluralidad de lo social y del individuo en un término abstracto, implican la trasposición de un lenguaje a un contexto ajeno: “La trasposición a otra lengua hecha a semejanza de una sociedad diferente se transforma en una empresa llena de peligros ya que escoger un equivalente es postular una semejanza”16. Por otro lado, un vocablo abstracto, aunque puede ayudar al análisis corre el riesgo de anquilosarse y perder su carácter de “fantasma” para producir efectos funestos, pues aplicar palabras abstractas no es crear entidades independientes: Es, bajo un nombre expresivo, agrupar hechos concretos cuya similitud, que la palabra significa con rigor, es también una realidad. En sí mismas, estas rúbricas son legítimas. Mal escogido o aplicado demasiado mecánicamente, el símbolo (que no está ahí sino para ayudar a analizar) acaba por hacer innecesario el análisis. De ahí que fomente el 14. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 143. 15. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 162. Cursivas añadidas por la autora. 16. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 144 y 157. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman anacronismo, el más imperdonable de todos los pecados, con respecto a una ciencia del tiempo.17

Por lo tanto, la tarea consiste en establecer semejanzas o similitudes que no sean falsas, una condición que referida a unos fenómenos en constante transformación, se cumple cuando el lenguaje usado por el historiador para expresar los resultados de su investigación, es el producto, por un lado, del análisis minucioso de los contextos históricos que definen los símbolos con los que una sociedad del pasado se expresa; y por otro, de la búsqueda de constantes que se mantienen a pesar del devenir y que se remiten a la unidad fundamental del sujeto y a los rasgos permanentes de una colectividad. Esta dialéctica es permanentemente puesta a prueba, como muestra la lectura que Ginzburg hace de varios de los trabajos en que Bloch presenta los peligros de adoptar una u otra perspectiva: la de las fuentes o la del investigador.18 Creo que es posible postular entonces, que la idea de anacronismo manejada por Bloch, y que Ginzburg recoge en su texto, no solamente califica un hecho temporal sino que relaciona de forma íntima la transposición de temporalidades y su paradójica constitución, con la adecuación o inadecuación de las similitudes y de las semejanzas, que el historiador debe buscar como fundamental acción del análisis histórico; una acción que se desarrolla en una continua dialéctica entre lo múltiple y lo concreto; lo permanente y lo fugaz. Pero también supone, como trataré de explicar más adelante, una concepción no lineal, es decir, no cronológica del tiempo histórico. Para Ginzburg, el problema que plantea Bloch sobre la transposición de temporalidades en relación con el lenguaje, posee un matiz aún más complejo —y cuya resonancia ha inspirado profundamente su propia labor como historiador— que tiene que ver con el hecho de que la inadecuación de las palabras para reflejar la realidad no solamente define la interacción del historiador con sus fuentes, sino la que tiene lugar entre los actores históricos mismos.

17. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 167. Cursivas añadidas por la autora. A propósito de los términos abstractos definidos como fantasmas, este autor dice: “Luego, el homo religiosus , el homo oeconomicus, el homo politicus, toda la retahíla de hombres en us, de la que se podría alargar la lista hasta el infinito, son cómodos fantasmas, y el peligro sería grave si los tomáramos por otra cosa”, Marc Bloch, Introducción a la Historia, 147. 18. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 100-101. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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2. Carlo Ginzburg: la palabra del historiador, la palabra de los “otros” Las investigaciones de Bloch sobre la historia medieval llevan a Ginzburg a formular dos preguntas ulteriores: “¿cuál es la relación entre las categorías que usa el observador y las que usa el actor, estas últimas recuperadas de los documentos medievales?”. Si los jueces de los tribunales medievales son observadores y actores al mismo tiempo: “¿Cuál sería la relación entre la representación de servidumbre que comparten los jueces y la representación de servidumbre que comparten los siervos?”19. Para analizar el alcance metodológico de estas cuestiones, Ginzburg trae a colación su investigación publicada en 1966 sobre los benandanti, un conjunto de campesinos del Friuli que entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII fueron enjuiciados por los tribunales inquisitoriales, pues decían dejar sus cuerpos para luchar con brujas y demonios y así asegurar buenas cosechas. Benandanti, un término desconocido tanto para los jueces inquisitoriales como para el historiador, se había constituido durante cincuenta años en un campo de disputa semántica entre la visión de los inquisidores que lo asimilaron a brujería, y la de los acusados, que entendían su misión como positiva e indispensable a su comunidad. Finalmente, y por efecto de lo que Ginzburg denomina “un choque cultural impregnado de violencia”, los campesinos benandanti terminaron aceptando la visión negativa impuesta por los jueces. Ginzburg nos recuerda que este trabajo se dirigió a mostrar “un fragmento de la cultura campesina que había sido lentamente distorsionado por la imposición de estereotipos inquisitoriales”20. A partir de su lectura de Bloch y de la reflexión retrospectiva que hace de su propia labor, Ginzburg identifica una doble condición, a la vez de diferencia y de identificación, que subyace al análisis histórico. La diferencia es la que se establece no solamente entre los códigos culturales del juez y los de los acusados, sino entre el historiador y sus fuentes. La identidad, signada por el anacronismo, es la que se produce 19. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 101. 20. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 102. Se refiere a su libro, Carlo Ginzburg, Los benandanti. Brujería y cultos agrarios entre los siglos XVI y XVII (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2005) [original en italiano, 1966]. Ver en particular 100-129. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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entre el historiador del presente y el inquisidor del pasado: “Con algo de vergüenza descubrí, a parte de mi identificación emocional con las víctimas, una problemática identificación intelectual con los victimarios”21. Este complejo juego de identidades y diferencias expresado en el lenguaje, obliga al historiador a encarar el hecho de que si en la escritura de la Historia intervienen emociones y permanentes conflictos de inteligibilidad y de temporalidades, resulta imprescindible buscar formas para estabilizar el lenguaje en el que se presentan los resultados de la investigación: A la luz de la riesgosa contigüidad entre el lenguaje del historiador y el lenguaje de la evidencia, la esterilización de los instrumentos de análisis resulta más urgente que nunca —especialmente en casos que muestran una contigüidad entre el observador y los observadores-actores (el inquisidor como antropólogo, el inquisidor como historiador).22

La tarea es compleja en tanto implica hacerse cargo del hecho de que la escritura de la Historia será siempre un acto situado y, por lo tanto, atravesado por la realidad que define al historiador; además exige enfrentar los desencuentros entre los lenguajes y las temporalidades que separan “nuestras palabras de las de ellos”. La solución que propone el historiador italiano está inspirada en el trabajo metodológico del antropólogo y lingüista estadounidense Kenneth Pike, quien en el estudio de sociedades indígenas mexicanas y de sus lenguas nativas propone establecer dos niveles de análisis: el de quienes hacen parte de esa cultura “otra” es decir los actores, un nivel que denomina emic; y el de quienes la estudian es decir los observadores, un nivel que se denomina etic. El análisis que hace el observador parte de su contexto cultural y aporta un punto de partida que, como tal, solamente arroja resultados parciales y tentativos. Estos primeros resultados deben refinarse a medida 21. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 106: “With some embarrassment I discovered, apart from my emotional identification with the victims, a troubling intellectual contiguity with the persecutors”. Al respecto ver, Ginzburg, “El inquisidor como antropólogo”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 395-411. La diferencia de símbolos o lenguajes que conviven de forma compleja en una sociedad, en lo que llamó “un bilingüismo jerárquico”, así como la incapacidad del lenguaje de reflejar completamente la realidad, fueron también señaladas por Marc Bloch, Introducción a la historia, 159-161. 22. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 104: “In the light of the risky contiguity between the historian´s language and the language of evidence, the sterilization of the instruments of analysis is urgent than ever especially in cases that display a contiguity between observer and observers-actors (the inquisitor as anthropologist, the inquisitor as historian)”. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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que ese examen vaya incorporando los elementos culturales del contexto del actor, es decir del contexto que es objeto de estudio. 23 Lo que Ginzburg rescata de este entramado teórico es la posibilidad de crear un sistema de equivalencias, una forma de traducción, en la que la diferencia entre “nuestras palabras y las de ellos” se convierta en una síntesis más acorde a la cultura “otra”. Esta opción metodológica la resume en el siguiente postulado: Los historiadores parten de preguntas formuladas usando términos que son inevitablemente anacrónicos. Con base en nueva evidencia, el proceso de la investigación modifica estas preguntas iniciales, rescatando respuestas que se articulan en el lenguaje del actor y que están relacionadas con las categorías propias de su sociedad, la misma que es totalmente diferente a la nuestra.24

Ginzburg hace una aclaración que me parece muy importante. Explica que al hablar de la inevitabilidad del anacronismo se hace eco de lo postulado por Marc Bloch: “Los documentos tienden a imponer su nomenclatura: el historiador si los escucha, escribe el dictado de una época cada vez diferente. Además, por otra parte, piensa según las categorías de su propio tiempo […]”25. Lo anacrónico, que Ginzburg entiende como el encuentro conflictivo del lenguaje del historiador con el lenguaje de las fuentes, propone considerarlo, siguiendo a Pike, como al nivel etic de la investigación. Este momento que él asocia a lo anacrónico estaría dirigido por interrogantes, es decir el acercamiento del historiador a sus fuentes pone a prueba, permanentemente, las certezas que lo constituyen como sujeto de conocimiento y convierte al análisis histórico en un proceso de traducción o interpretación que va alimentando un ejercicio de síntesis en constante transformación, dado que genera conclusiones siempre tentativas. 23. Para una revisión de la genealogía de estos conceptos tanto en la lingüística, como en la antropología cultural, ver Thomas Headland, “A dialogue between Kenneth Pike and Marvin Harris on emics and etics” en Emics and etics: the insider/outsider debate, eds. Thomas Headland, Kenneth Pike y Marvin Harris (California: Sage Press, 1990). Versión electrónica: http://www-01.sil.org/~headlandt/eticemic.htm. 24. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 105: “Historians start from questions using terms that are inevitably anachronistic. The research process modifies the initial questions on the grounds of new evidence, retrieving answers that are articulated in the actor’s language, and related to categories peculiar to their society, which is utterly different from ours”. Cursivas añadidas por la autora. 25. Ginzburg toma la cita directamente del original en francés. Para la traducción al español, ver Marc Bloch, Introducción a la Historia, 155-156. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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A partir de esta interpretación, el historiador italiano pone distancia de lo que considera han sido lecturas erróneas del papel del anacronismo en el análisis histórico: “Preguntas, no respuestas: una distinción que tienden a ignorar, quienes sin cuidado enfatizan la importancia del anacronismo en la investigación histórica, o lo desacreditan del todo como una categoría de análisis pertinente”26. En escueta nota al pie de página, el autor informa que su crítica va dirigida contra los historiadores Georges Didi-Huberman y Nicole Loraux, y contra el filósofo Jacques Rancière. Este distanciamiento, que anuncia cuestiones teóricas y metodológicas de trascendencia, no le merece, desafortunadamente, ningún desarrollo ulterior. Para Ginzburg, el método de Pike le resulta atractivo por la posibilidad de una síntesis que no se cierra en sus conclusiones, porque permanece expuesta a un desencuentro de temporalidades y de significados que hace que los elementos etics no puedan ser eliminados del todo. Este residuo, producto del anacronismo, lejos de ser “la bestia negra del historiador”, es para Ginzburg lo que permite integrar la tensión que provoca lo intraducible, en la medida en que incentiva una práctica fundamentalmente experimental que continuamente está modificando sus preguntas y sus respuestas; lo que a su vez, previene contra lo que el historiador italiano denomina empatía o ventriloquia, condición que supondría: “una insidiosa distorsión que resulta aún más peligrosa (por lo difícil de detectar) que la más anacrónica de las suposiciones”27. Ginzburg cierra su artículo con una última reflexión. Nos recuerda, nuevamente citando a Bloch, que el acercamiento metodológico que ha propuesto requiere del historiador “años de análisis para un día de síntesis”. Advierte sin embargo, que el análisis para servir a la síntesis debe enfocarse desde el principio en alcanzarla. En este sentido, la evidencia debe ser recolectada de acuerdo a una agenda cuyo objetivo sea un enfoque sintético: “En otras palabras, uno debe trabajar sobre casos que sean capaces de conducirnos a generalizaciones”. Esta sería la estrategia que le aseguraría al historiador un trabajo directo sobre la evidencia, favoreciendo una interpretación capaz de refinar las preguntas iniciales de tipo etic en respuestas de tipo emic, pues 26. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 105: “Questions, no answers: a distinction which has been missed by those who either carelessly emphasized the role of anachronism in historical research, or dismissed anachronism altogether as a pertinent category. One stars from etic questions aiming to get emic answers”. 27. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 106. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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“mientras más grande es la distancia con la evidencia primaria, más grande es el riesgo de ser atrapado por hipótesis formuladas sea por intermediarios o por nosotros mismos”28. En este punto, Ginzburg rescata el aporte de la Microhistoria y el paradigma indiciario, en donde se destaca que este último funciona bajo una lógica del síntoma.29 Por su extrañeza, por su carácter anómalo y por su capacidad de desgarrar la superficie de lo aceptado como normal, los indicios funcionan como puntos de partida para arribar hacia una síntesis en la que las formas culturales de los actores del pasado pueden significarse.30 Los estudios de caso, en su cualidad de huellas y síntomas, tienen la facultad de provocar nuevas generalizaciones, pero a la vez nuevas preguntas y por lo tanto nuevas investigaciones: “Las preguntas emic generan respuestas etic y viceversa”31.

3. Paradigma de indicios y poder de la anomalía El que Ginzburg termine su conferencia con una decidida reivindicación del paradigma indiciario, de la reducción de la escala de observación y del estudio de casos anómalos, se traduce en una reivindicación del método microhistórico. Esta posición 28. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 108-109: “In other words, one has to work out cases, which will lead to generalizations […] The greater the distance from the primary evidence is, the greater the risk of being caught out by hypotheses put forward either by intermediaries or by ourselves actually becomes. In other words, we risk finding what we are looking for and nothing else”. 29. Carlo Ginzburg, “Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales”, en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 138-175. 30. El argumento de este autor se apoya en el concepto de punto de partida (Ansatzpunkt) desarrollado por Auerbach para dar cuenta, en un análisis sintético, de la enorme diversidad de la literatura mundial. En definitiva, esta propuesta aboga por llegar a una conclusión general en la que no se pierda la diversidad y multiplicidad que define el objeto de estudio. Esta posición fue criticada fuertemente por Perry Anderson, en Perry Anderson, “The force of the anomaly”, London Review of Books Vol: 34 n.o 8 (2012), http://www.lrb.co.uk/v34/n08/perry-anderson/the-force-of-the-anomaly. (consultado el 18 de julio de 2015). 31. Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs”, en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 109: “Yet, microhistory, based on analytic (and thus first-hand) research, aims at generalization: a word which is usually, and wrongfully, taken for granted […] Emic answers generate etic questions, and viceversa”. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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resulta curiosa toda vez que el autor de El queso y los gusanos parecía haberse distanciado de estos supuestos metodológicos para concentrarse más en las tendencias de larga duración, en la búsqueda de elementos estructurales y en una serie de reflexiones teóricas y metodológicas.32 El retorno de Ginzburg a la estrategia metodológica de la microhistoria se produce como vimos, en la conferencia que aquí analizo y en el marco de una relectura de los postulados de Bloch sobre el tiempo histórico. Los estudios de caso, entendidos como indicios, son para Ginzburg el recurso más adecuado para hacer frente a una realidad histórica de tiempos, culturas y lenguajes múltiples y hasta cierto punto, intraducibles. Los casos anómalos, extraños y que no se explican en el contexto en el que aparecen, se constituyen en síntomas de estratos de relaciones profundos que son los que, en última instancia, explican lo singular. El estudio de casos mediante la reducción de la escala de observación responde a los postulados del paradigma indiciario y a la lógica del síntoma. A continuación explico la forma en que Ginzburg entiende estas categorías. Huellas, indicios y síntomas, aunque no son sinónimos, remiten a un “modelo epistemológico común”, que a pesar de haber experimentado transformaciones importantes, conserva rasgos estructurales de larga duración que se remontan a la habilidad del cazador de interpretar las huellas que va dejando su presa; a las prácticas adivinatorias en las que se incluyen las primeras formas de escritura; y a las técnicas de diagnóstico de la medicina. El suceso que más trascendencia tuvo en este modelo fue, según opina Ginzburg, la física galileana que al excluir del ámbito de las “ciencias” a los saberes que conservaban un margen “insuprimible de aleatoriedad”, estableció una frontera entre los que podían trascender lo individual y contingente para formular leyes generales y abstractas, y aquellos que no podían desprenderse del estudio de lo particular. Los saberes indiciales sin embargo, no desaparecieron, sino que en el siglo XIX conforman lo que el historiador italiano denomina un “modelo epistemológico” o “paradigma” que encuentran un espacio propicio de acción en tres ámbitos: el psico32. Muestras de este cambio de curso en Carlo Ginzburg, Historia nocturna. Un desciframiento del aquelarre (Barcelona: Muchnik Editores, 1991). Ver también Carlo Ginzburg y Trygve Riiser Gundersen, “On the dark side of history. Carlo Ginzburg talks with Tryve Riiser Gundersen”, entrevista, Samtiden (2003), versión electrónica en inglés: http://www.eurozine.com/pdf/2003-07-11-ginzburg-en.pdf.; y las compilaciones, Carlo Ginzburg, El hilo y las huellas; y Carlo Ginzburg, History, Rhetoric and Proof (Hanover y Londres: University Press of New England, 1999). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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análisis, la práctica de atribución de las obras de arte o connoisseurship, y la literatura; esta última expresada a través del desarrollo de la novela realista y de la novela policial. Tres personajes condensan las interrelaciones entre estos ámbitos: Giovanni Morelli, Arthur Connan Doyle y Sigmund Freud; personajes que además eran médicos. El primero desarrolló un método de atribución de las obras de arte fundado en detalles aparentemente banales; el segundo inventó los métodos con que el famoso detective Sherlock Holmes a través de seguir indicios, resuelve casos de homicidios; y el último descubrió el inconsciente a partir de detalles que parecían intrascendentes.33 El síntoma es para Ginzburg el elemento básico del paradigma indiciario, y su característica principal es la de ser un rasgo involuntario que, en relación al conjunto de signos culturales en el que emerge, parece no tener trascendencia. En el caso de la connoisseurship en las obras de arte, ya desde el siglo XVII se había planteado que “en los rasgos individuales se encuentran detalles caracterizados por la velocidad del trazo o más alejados de la representación de lo real que dependen más de la fantasía del ejecutor”34. En el siglo XIX Morelli habría fundado su método de atribución en este supuesto. Ginzburg, además sugiere que Freud se inspiró en el método de Morelli.35 Aunque no llega a expandir esta explicación, el historiador italiano ya había manifestado que las categorías de análisis que llama huellas, indicios y síntomas no son sinónimos; sin embargo, bajo su esquema los síntomas se caracterizan por ser expresiones del inconsciente, y lo sintomático se constituye en el elemento articulador del paradigma indiciario, es decir, de todos los otros elementos que definen los saberes indiciales en general. ¿Cuál es el sentido de retornar al paradigma de indicios y síntomas como estrategia metodológica para refinar la síntesis histórica que parte de preguntas de tipo etic, es decir anacrónicas, y busca llegar a respuesta emic, es decir propias del 33. Carlo Ginzburg, “Indicios. Raíces”, en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 138-175. Este Capítulo puede considerarse una forma en la que el italiano da cuenta del método conjetural con el que construyó su libro El queso y los gusanos. Al respecto, consultar: Julio Serna y Anaclet Pons eds., Cómo se escribe la microhistoria, 146-163. 34. Carlo Ginzburg, “Indicios. Raíces”, en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 152. 35. Carlo Ginzburg, “Indicios. Raíces”, en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 140-143. Didi-Huberman, en una nota a pie de página, rechaza las conclusiones de Ginzburg en este artículo. En particular la imagen de “un Freud ávido de detalles e ‘investigador policial’, cercano en cierto modo a Sherlock Holmes”. Ver: Georges Didi-Huberman, Ante la imagen. Pregunta formulada a los fines de una historia del arte (Murcia: CENDEAC, 2010), 208. Desafortunadamente, no expande las razones de su desacuerdo. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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contexto de los actores históricos que se estudian? La respuesta nuevamente está en una de las proposiciones más interesantes de Introducción a la Historia: “hemos aprendido que también el hombre ha cambiado mucho” dice Bloch, y añade: Su atmósfera mental se ha transformado profundamente, y no menos su higiene, su alimentación. Pero a pesar de todo, es menester que exista en la naturaleza humana y en las sociedades humanas un fondo permanente, sin el cual ni aún las palabras “hombre” y “sociedad” querrían decir nada. ¿Creemos, pues, comprender a los hombres si solo los estudiamos en sus reacciones frente a las circunstancias particulares de un momento? La experiencia será insuficiente incluso para comprender lo que son en ese momento. Muchas virtualidades que provisionalmente son poco aparentes, pero que a cada instante pueden despertar muchos motores más o menos inconscientes de las actitudes individuales o colectivas, permanecerán en la sombra. Una experiencia única es siempre impotente para discriminar sus propios factores y, por lo tanto, para suministrar su propia interpretación.36

El paradigma indiciario, que parte del estudio de indicios y síntomas, funciona porque se postula la existencia de un nexo profundo que explicaría los fenómenos individuales y porque, aunque ese nexo profundo no sea accesible mediante un conocimiento directo, los indicios y los síntomas permiten descifrar sus contornos; en este aspecto el paradigma se acercaría, según opina el italiano, a la labor psicoanalítica.37 Estudiando el caso de la cosmogonía de un molinero del Friuli que a fines del siglo XVI le llevó a ser víctima de la inquisición, Ginzburg encuentra que los discursos de Menocchio, son “como una grieta en el terreno” de la que aflora “un estrato cultural profundo tan insólito que resulta casi incomprensible”, un “remanente irreductible de cultura oral”38. De esta manera, vemos que el carácter sintomático del paradigma indiciario como lo entiende este autor, funciona en lo particular, es decir, se aparta de la búsqueda de leyes derivadas de la repetición de fenómenos similares, y más bien se concentra en aquellos rasgos que tienen la capacidad de conducir la investigación a detallar características contextuales que no han sido explicadas, y en última instancia 36. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 46-47. 37. Carlo Ginzburg, “Indicios. Raíces”, en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 162-163. 38. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 98-99. Paola Zambelli hizo, en su momento, una dura crítica a Ginzburg, en Paola Zambelli, “From Menocchio to Piero Della Francesca: The Work of Carlo Ginzburg”, The Historical Journal Vol: 28 n.o 4 (1985): 983-999. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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a redefinir esos contextos. Por tanto el caso funcionará como herramienta de análisis siempre y cuando tenga la capacidad de ser un síntoma. Sin embargo para el italiano, no existe caso totalmente extraño, ya que siempre es capaz de remitir a una serie, solamente que esta serie, este contexto explicativo, no es evidente.39 Es en dicho sentido que Ginzburg establece que el análisis debe construirse teniendo en cuenta la síntesis. Con este corolario, la pregunta sobre el papel del anacronismo aunque se ha planteado no queda resuelta. Para Ginzburg el anacronismo puede tener efectos ambivalentes en la práctica del historiador, pues si bien despierta una actitud de prevención, la tensión de la confluencia de tiempos que lo constituye abre, al mismo tiempo, la posibilidad de nuevas preguntas para avanzar en el conocimiento del pasado. Por otro lado, Bloch en una de sus reflexiones sobre el carácter del tiempo histórico —que como veremos, ha resultado tener importantes repercusiones en la disciplina hasta la actualidad— estableció que la convergencia de temporalidades, o “solidaridad de los tiempos”, no es lo que compromete el análisis histórico sino las falsas semejanzas, o la aplicación de un concepto de tiempo histórico lineal, reducible a una exacta cronología, errores que él asimiló a la idea de anacronismo. Este detalle en la aguda observación de Bloch, le sirve a Ginzburg para discutir la posibilidad de la traducción —entendida como interpretación— que el historiador debe hacer de las realidades del pasado, mediante el encuentro complejo de lenguajes atravesados por temporalidades traslapadas que las hacen a la vez familiares y diferentes. Lo anterior también constituye el telón de fondo sobre el que se despliega el discurso del historiador del arte Georges Didi-Huberman quien reinterpretando los postulados de Bloch sobre el tiempo histórico, anuncia una redefinición de los fundamentos epistemológicos de la Historia como disciplina, al enunciar desde la imagen en calidad de síntoma, la irrupción de tiempos complejos. A continuación presentaré mi lectura del artículo con que Didi-Huberman abre su hermoso libro Ante el Tiempo. En esta “Apertura” en la que el eco de Bloch es permanente, se ponen a consideración una serie de argumentos que recuerdan los que han acompañado las sendas teóricas y metodológicas abiertas por Carlo Ginzburg, una confluencia que parece natural en vista de su común admiración por Bloch y la reivindicación que ambos historiadores realizaron de pensadores que emergieron en 39. Carlo Ginzburg, “Microhistoria: dos o tres cosas que se de ella”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 351-394. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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el contexto de influencia germana de fines del siglo XIX, entre ellos el historiador del arte Aby Warburg.40

4. Didi-Huberman: el anacronismo, la memoria, el síntoma Singularidades pictóricas, como el fresco “de manchas erráticas” sobre el que se aprecia otro fresco representando la “Santa Conversación”, ambos pintados por Fra Angelico a mediados del siglo XV, funcionan para Georges Didi-Huberman como una aparición y como un desgarramiento temporal, que le abren la posibilidad de plantear una exigencia epistemológica de importantes consecuencias: la de explicar la razón por la que este detalle, tan visible y evidente, haya sido pasado por alto en toda la historia del arte que se ha ocupado del Renacimiento. Este silencio es para el autor francés una “voluntad de no ver” y “de no saber” que requiere una arqueología del saber sobre el arte y sobre las imágenes que debe proceder mediante una triple crítica: a la historia del arte como disciplina humanista; a la idea de “objeto de arte”; y al concepto de tiempo como objeto de estudio de la historia. Aunque sus esfuerzos en este libro están enmarcados en la historia del arte, su convicción es que esta triple crítica tiene el potencial de transformar el esquema epistemológico de la disciplina histórica misma.41 En oposición a los historiadores franceses de los Annales —marcados por la impronta de Lucien Febvre— y apoyándose permanentemente en Marc Bloch, la “Apertura” de Didi-Huberman está dedicada a definir uno de los instrumentos críticos de esa posible transformación epistemológica, el anacronismo. En lo que sigue me concentraré en exponer su definición del anacronismo, subrayando la huella dejada por las reflexiones de Bloch sobre el tiempo histórico, en la propuesta de este historiador del arte.42 40. A pesar de estas coincidencias importantes, ambos autores se citan solo marginalmente para implicar desacuerdos profundos. Al respecto, ver Georges Didi-Huberman, Ante la imagen, 208. Sobre la relación entre el trabajo de Carlo Ginzburg y el de Aby Warburg, ver Federico Ardila “Entre el nachleben y el paradigma indiciario: Carlo Ginzburg y el método warburgiano en la historia del arte”, Historia y Sociedad n.o 30 (2015). 41. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 49 y 50. Como lo puntualiza el autor estos asuntos ya fueron propuestos por él en su trabajo anterior, Georges Didi-Huberman, Ante la imagen, 21-72. 42. Para una lectura que enfatiza la influencia ejercida por la obra de Walter Benjamin, Aby Warburg y Jacques Rancière en esta concepción de la relación entre el anacronismo del tiempo histórico y la N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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La “aparición” del muro de Fra Angélico le revela a Didi-Huberman que la imagen no solo tiene una historia, sino que condensa tiempos complejos y traslapados que la convierten en “un extraordinario montaje” de anacronismos.43 El muro manchado no se explica en relación a las fuentes históricas que le son más o menos contemporáneas, ni tampoco como efecto del corpus de saberes del Renacimiento temprano en el que se produjo, pues en el muro estos saberes conviven con una estructura de significación del mundo que hunde sus raíces en la Edad Media y la cual, según Didi-Huberman, abre la posibilidad de entender el significado de dicho fresco. Esta complejidad temporal de la imagen, este “montaje de tiempos”, aparece entonces como un síntoma para el análisis crítico solamente cuando el elemento histórico que ha producido la imagen se “dialectiza” gracias al elemento anacrónico que contiene.44 En este sentido, el anacronismo, como lo entiende Didi-Huberman, tendría dos características básicas: por un lado, atraviesa todas las temporalidades, es decir elimina la concordancia entre los tiempos; y por otro, sería el modo temporal de expresar la sobredeterminación de las imágenes.45 Es así que el autor postula una triple relación de determinación epistemológica entre imagen, historia y temporalidad. Como consecuencia, la crítica del Arte debería nutrirse de los fundamentos epistemológicos de la Historia y viceversa. No obstante, Didi-Huberman duda que los instrumentos de análisis que hasta el momento ha desarrollado la disciplina de la Historia sirvan para responder de forma efectiva a este reto, cuya primera tarea es la de redefinir el concepto de tiempo histórico y por ende, establecer una epistemología del anacronismo.46 En lo que sigue de su artículo, el autor intentará explicar estas hipótesis. Para empezar, este historiador del arte define el espacio de producción histórica del que pretende distanciarse y contra el cual dirigirá la crítica de su propuesta epistemológica. Dicho espacio está conformado por un grupo de historiadores, todos ellos asociados a la Escuela francesa de los Annales y continuadores de las tendencias historiográficas desarrolladas por Lucien Febvre, quien mantuvo una firme posición imagen, ver Carlos Mario Fisgativa, “Imágenes dialécticas y anacronismo en la Historia del Arte (según Georges Didi-Huberman)”, Filosofía UIS Vol: 12 n.o 1 (2013): 155-180. 43. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 39-40. 44. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 41-42. 45. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 39-40. Jacques Rancière había mostrado que el anacronismo es una forma en que se expresa la sobredeterminación de las palabras. Ver: Jacques Rancière, Los nombres de la historia, 42. 46. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 50. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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en contra del anacronismo en el análisis histórico. Didi-Huberman opina que esta influencia que estigmatizó al anacronismo, no solo fue perniciosa y de larga duración, sino que impidió que se consolidara una crítica del tiempo histórico ya anunciada por Marc Bloch, a quien el investigador francés le reconoce el mérito de haber sido quien “introdujo el clavo de este anacronismo estructural” en la reflexión sobre los métodos de la Historia.47 Efectivamente, la crítica pionera de Marc Bloch al concepto de tiempo histórico aporta las notas fundamentales que a lo largo de la “Apertura” sostendrán como un bajo continuo, las variaciones que sobre el tema presenta Didi-Huberman. Las ideas de Bloch sobre el tiempo histórico como objeto de estudio de la Historia se pueden resumir en los siguientes puntos: primero, que el objeto de la historia no es el pasado, sino el tiempo: “[…] una realidad concreta y viva abandonada a su impulso irrevertible, es el plasma mismo en que se bañan los fenómenos, algo así como el lugar de su inteligibilidad”; segundo, que este tiempo histórico no es un transcurrir lineal o cronológico que pueda ajustarse a medidas exactas, sino que es, a la vez, un continuo y un cambio perpetuo”48; y tercero que la “solidaridad de las edades” que es el tiempo histórico, tiene tal fuerza que “los lazos de inteligibilidad entre ellas tienen verdaderamente doble sentido. La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente”49. Apoyado en una larga cita y en comentarios extendidos a estos temas, Didi-Huberman expande su argumento en las dos direcciones que cree anunciadas en la obra del maestro. Bloch había postulado que el objeto de la Historia no es el pasado sino el tiempo, pero el historiador del arte, propone además, que este tiempo atravesado por el anacronismo que conlleva, se convierte en un elemento impuro, en un “montaje no histórico” al que llama memoria. Por lo tanto, el tiempo complejo de la Historia, al que se refería Bloch, no sería otra cosa que la memoria. Por otra parte, el planteamiento de Bloch sobre el peso que en el análisis histórico tienen la palabra y el arte de la escritura, apuntaría a que la Historia depende de un “montaje no científico del saber” y que este montaje es una poética.50 47. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 54. 48. Marc Bloch, Introducción a la historia, 31-32. Para la referencia al “el ídolo de la falsa exactitud” ver 176. 49. Marc Bloch, Introducción a la historia, 47. 50. En este punto Didi-Huberman recoge las reflexiones de Rancière, en Jacques Rancière, Los nombres de la historia, 57-69. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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En este sentido, el anacronismo debería dejar de considerarse como la frontera ante la cual se “cierra la Historia” diferenciándose de la escritura de ficción, para transformarse en el elemento que “abre la Historia” a fin de permitirle complejizar el tiempo en su escritura.51 Una epistemología del anacronismo requiere por lo tanto, de un esfuerzo de apertura teórica hacia la filosofía y hacia el psicoanálisis. Es en este sentido que Didi-Huberman considera que los historiadores por su “vocación cronológica” y por su rechazo tradicional a la filosofía, están poco capacitados para asumir esta intervención teórica. Hasta aquí y siguiendo a Bloch, el autor ha definido el anacronismo como un elemento que contamina y desorganiza. Desorganiza el tiemplo lineal y lo muestra en su carácter “impuro”, es decir como memoria; desorganiza la escritura cronológica y la convierte en una poética.52 Para Bloch, por su parte el anacronismo es una anomalía producida por una falsa similitud, o por la aplicación de un criterio de tiempo histórico que no toma en cuenta las trasposiciones temporales que le constituyen.53 Su reflexión por lo tanto, si bien instituye la complejidad de los tiempos históricos como el principal problema metodológico en el análisis histórico, no usa la palabra “anacronismo” para definir esta complejidad temporal. De esta manera, Didi-Huberman encuentra que tal situación instaura una paradoja que ha impedido que el anacronismo “estructural”, descubierto por Bloch, sea utilizado por los historiadores posteriores como una herramienta de análisis importante: […] se dice que hacer la historia es no hacer anacronismo; pero también se dice que remontarse hacia el pasado no se hace más que con nuestros actos de conocimiento que están en el presente. Se reconoce así que hacer la historia es hacer –al menos—un anacronismo.54

Con esta constatación, el autor desplaza el “anacronismo estructural” que encuentra en Bloch, de su sentido negativo a su sentido positivo y lo convierte en el concepto que no solamente engloba todos los temas ya desarrollados en la Introducción a la Historia con respecto al tiempo histórico, sino que abre un más allá epistemológico. Con este movimiento, Didi-Huberman aspiraba a expandir tanto el 51. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 59-63. 52. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 59. 53. Marc Bloch, Introducción a la historia, 167. 54. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 55. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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análisis teórico como la crítica a los métodos de la historia, iniciados por Bloch y, que según su opinión, no pudieron continuar porque la psicología histórica y la historia de las mentalidades desarrolladas siguiendo la influencia perniciosa de Lucien Febvre, pusieron cortapisas a la posibilidad heurística del anacronismo.55 Con reluctancia, sin embargo, y sin dedicarles más que una referencia escueta, el francés reconoce que algunos historiadores como Roger Chartier, Reinhart Koselleck, Paul Veyne, Michel de Certeau o Nicole Loraux han roto con esta tradición realizando importantes aportes teóricos.56 No obstante, estos esfuerzos no le parecen suficientes para transformar el aspecto negativo del anacronismo —su “parte maldita”— en una posibilidad heurística efectiva.57 En ausencia de un historiador que pueda servirle de apoyo en esta tarea, Didi-Huberman recurre al filósofo Jacques Rancière, de quien opina: “Tiene razón en concluir que ‘la multiplicidad de las líneas de temporalidades, de los sentidos mismos del tiempo incluidos en un mismo tiempo es la condición del hacer histórico’”, y se pregunta: “¿No es el anacronismo la única forma posible de dar cuenta, en el saber histórico, de las anacronías de la historia real?”58. Ahora bien resulta sorprendente que 55. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 55. Es interesante constatar que Carlo Ginzburg dedicó una crítica similar a las conclusiones obtenidas por Lucien Febvre en su texto El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais. Al respecto, ver Carlo Ginzburg, “Prefacio”, en El queso y los gusanos, Ginzburg, 21-22. 56. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 64-66. De Nicole Loraux, rescata el interés por reivindicar el valor heurístico del anacronismo. Ver: Nicole Loraux, “Elogio del anacronismo”, en La guerra civil en Atenas, Loraux, 201-217. Profundamente inspirada por las reflexiones de Marc Bloch sobre la complejidad del tiempo histórico, Loraux propone una “práctica controlada del anacronismo” que en definitiva aboga por un proceso experimental de trasladar cuestiones del presente para entender los hechos políticos del pasado, en la convicción de que lo anacrónico tiene que ver con la “atención a lo repetitivo”, lo que a su vez no puede desligarse de la interacción entre las pasiones y el poder. 57. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 64-66. Esta aseveración debe ser contrastada con un artículo en el que François Dosse discute los aportes que algunos historiadores, en su mayoría franceses han hecho para pensar la complejidad de los tiempos históricos incorporando elementos teóricos tanto de la filosofía, como del psicoanálisis. Ver: François Dosse, “De l’usage raisonné de l’anachronisme”, EspacesTemps Les Cahiers n.o 87-88 (2005): 156-171; y Fina Birulés, “Usos del anacronismo: memoria y contemporaneidad”, ponencia, XV Congreso Nacional de Filosofía de la Asociación Filosófica Argentina, Buenos Aires, diciembre de 2010, quien hace una lectura de lo que ha sido el tratamiento realizado por historiadores y filósofos a la idea de anacronismo, haciendo en buena parte, una revisión del citado artículo de Dosse. 58. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 56. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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la conclusión de Rancière citada por el autor, recuerde vívidamente una de las más interesantes ideas de Bloch: La probabilidad vive pues en el porvenir, pero la línea del presente ha sido, en cierta manera imaginariamente retirada hacia atrás, de modo que es un porvenir de antaño construido con un fragmento de lo que actualmente es, para nosotros el pasado.59

Sin embargo, Didi-Huberman considera que la mediación de la filosofía es imprescindible para hacer una relectura de la crítica de Bloch al concepto de tiempo histórico: “Es la idea misma de anacronismo como error acerca del tiempo, lo que debe ser deconstruido” escribe Jacques Rancière: modo de decir que el problema es, ante todo, de orden filosófico. Algo que el historiador positivista tendrá cierta dificultad en querer admitir. Lo que no carece por otra parte de una cierta manera filosófica de plantear las preguntas que el propio Marc Bloch habrá reflexionado respecto del estatuto de su práctica histórica.60

La única Historia posible, sería entonces una Historia anacrónica, y el tiempo que le corresponde a esta disciplina es un objeto complejo de doble faz, a la vez cronológico y anacrónico; a esta cualidad paradójica del tiempo Didi-Huberman propone llamarla síntoma.61 Esta posición sobre el significado del tiempo histórico, que impacta por su potencia crítica, conserva bajo la mediación de Rancière, el eco de las reflexiones de Bloch y, su desarrollo, está inspirado directamente en la observación que el maestro francés legó a la posteridad como una tarea pendiente: Ahora bien, este tiempo verdadero es, por su propia naturaleza, un continuo. Es también cambio perpetuo. De la antítesis de estos dos atributos provienen los grandes problemas de la investigación histórica. Este, antes que otro alguno, pues, pone en tela de juicio hasta la razón de nuestros trabajos.62

Encontramos entonces, que un elemento constituyente del concepto de síntoma es la relación paradójica entre la repetición y la diferencia también planteada 59. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 123. 60. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman ,57-58. 61. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 62-71. 62. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 32. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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por Marc Bloch.63 Didi-Huberman, entre tanto, expandirá el campo heurístico de esta relación; es por esta razón que su concepto de síntoma adquiere sentido tanto en relación al tiempo, como en relación a la imagen. En relación al tiempo, y por efecto del anacronismo, el síntoma interrumpe el curso de la historia cronológica; en relación a la imagen, interrumpe el curso normal de la representación. Estas interrupciones no anulan ni el tiempo cronológico, ni la representación, pues ambas siguen siendo los soportes fundamentales del síntoma. En este sentido, el autor establece que el síntoma-tiempo y la imagen-síntoma son, en última instancia, el “inconsciente de la historia” y el “inconsciente de la representación” y, como tales, obedecen a una “ley subterránea” que desafía la observación superficial.64 Resulta entonces evidente el interés de Didi-Huberman por integrar en el análisis histórico tanto la filosofía como el psicoanálisis, un desafío para el cual no podrá contar, según ha venido expresando a lo largo del artículo, con el trabajo de sus colegas historiadores. La “Apertura” que propone sin embargo, no está huérfana de antecedentes teóricos. Didi-Huberman encuentra que entre fines del siglo XIX y la primera mitad del XX surgió un grupo de autores alemanes cercanos a la historia del arte y contemporáneos de Sigmund Freud, que formaron lo que llama una “constelación del anacronismo”. Su labor filosófica habría transformado la “episteme” de la disciplina histórica tomando en cuenta la relación entre la imagen y el tiempo histórico, definida por el anacronismo. Entre estos historiadores ocupa un lugar relevante Aby Warburg.65 La “Apertura” —un título que por lo demás funciona como una metáfora de los efectos que la imagen-síntoma y el tiempo-síntoma ejercen en el análisis histórico— parte de una singularidad pictórica: el muro manchado de Fra Angelico en el Convento de San Marcos, Florencia, que sugiere una crítica epistemológica al concepto de tiempo histórico. El anacronismo será el elemento fundador de esta crítica y del síntoma, el cual desde la complejidad de los tiempos, interrumpe la temporalidad en la Historia y la representación en la imagen. Esta “Historia anacrónica” que se manifiesta 63. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 63-66. El autor se refiere en este punto, a la historiadora de la Antigüedad Nicole Loraux y al filósofo Jacques Rancière, quienes, al igual que él, retoman la fundamental propuesta de Bloch de que el tiempo histórico es una compleja conjunción entre lo que permanece y lo que se transforma, entre la diferencia y la repetición. 64. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 63-64. 65. Georges Didi-Huberman, “Apertura: Historia del arte”, en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 71-78. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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a través del síntoma, responde a un montaje, o dicho en otras palabras, a una lógica particular que en el caso de la temporalidad anacrónica, corresponde a la memoria; y en el caso de la palabra anacrónica, corresponde a una poética. En este punto podemos decir que Carlo Ginzburg, quien reflexiona sobre la relación compleja entre el lenguaje del historiador y las temporalidades traslapadas que producen anacronismos, está moviéndose del lado de la palabra anacrónica. Como hemos visto, en las observaciones hechas por el historiador italiano sobre la relación compleja entre el lenguaje del historiador y su temporalidad, y el lenguaje de sus fuentes y la temporalidad que les es propia, este autor sugiere aplicar un método de interpretación de fuentes inspirado en la antropología y la lingüística. Esta alternativa más que resolver el debate, integra la ambigüedad que desde Marc Bloch caracteriza la idea del anacronismo. La “Apertura”, por su parte, devela la condición paradójica de este “anacronismo estructural” del tiempo histórico, y lo convierte en el eje de un proyecto epistemológico fundado en el poder de las imágenes como síntomas. Para Ginzburg, la estrategia metodológica que propone como una forma de prevenir, pero a la vez integrar la condición paradójica del anacronismo, descansa en el estudio de casos particulares que funcionan en el marco de un paradigma indicial, al que llama también sintomático, y se resuelve en un método que tomado de la antropología, establece una diferencia, en última instancia irreductible, entre los códigos culturales y el lenguaje académico del historiador y los de los sujetos históricos que estudia. La irreductibilidad que marca esta distancia puede salvarse en parte, mediante el ejercicio de síntesis que resulta de la traducción y que transforma el peligro del anacronismo en un residuo que en su irreductibilidad, es el que genera las preguntas que permiten seguir refinando la síntesis. Para Didi-Huberman, la transformación de la “parte maldita” del anacronismo en una apertura epistemológica, descansa en la fuerza teórica del síntoma, un concepto que a diferencia de lo que plantea Ginzburg, se resolverá en el espacio de la teoría psicoanalítica y de la filosofía.

Conclusiones El tema del anacronismo en el análisis histórico ha generado intervenciones de trascendencia como las de Georges Didi-Huberman, Carlo Ginzburg, Nicole Loraux y N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 45-73

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El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman

Jacques Rancière. En el presente artículo se han delineado algunas ideas preliminares para iniciar una lectura de los dos primeros autores y sus meditaciones sobre este tema. Mi objetivo ha sido mostrar que un importante punto de partida para ambos historiadores, fueron los postulados que sobre el tiempo histórico desarrolló Marc Bloch, un autor que por lo demás, inspiró de forma importante a Loraux y a Rancière. Dada entonces esta referencia común, se podía intuir la existencia de coincidencias y divergencias que resultan ser muy significativas a la hora de entender las consecuencias de su crítica para la práctica de la Historia como disciplina. Didi-Huberman y Ginzburg, a pesar de que parecen ignorarse mutuamente, se mueven alrededor de saberes y formas de decir que en ciertos sentidos resultan discordantes y en otros convergentes, bien sea porque retoman la idea de síntoma o porque su crítica tiene antecedentes en una “constelación” de pensadores que surgen a fines del siglo XIX asociados al psicoanálisis y a la crítica de arte; o bien porque ambos autores adjudican una gran importancia al estudio de casos particulares y anómalos, por cuanto éstos remiten a un contexto profundo, que no es evidente. La pregunta sobre hasta qué punto es posible establecer el alcance de estas convergencias y la formulación del análisis necesario para comprender la importancia de las divergencias, son temas que quedan abiertos a emprendimientos intelectuales futuros que rebasan, no solamente los alcances de este artículo, sino las herramientas analíticas de las que puedo servirme por el momento. Por tales motivos mi texto se constituye, ante todo, en un punto de partida más que de llegada y como tal, no pretendo tanto mostrar un camino recorrido, cuanto perfilar a grandes rasgos la ruta hacia un horizonte posible.

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.52479

Microhistoria italiana, antropología y archivos judiciales* Eulalia Hernández Ciro** Resumen A partir de los cruces entre la microhistoria italiana y la antropología, este artículo pretende aportar a un debate central de la historiografía contemporánea: el de la comprensión de la cultura popular y las clases subalternas a partir del trabajo intensivo y exhaustivo basado en expedientes judiciales. Para ello, se abordarán algunas de las influencias de la antropología en la investigación histórica, tales como la aparición y problematización de la noción de cultura popular, y el reconocimiento del valor etnográfico de los documentos judiciales. Por último, este artículo propone algunas posibilidades de investigación en el Archivo Histórico Judicial de Medellín (Colombia), resaltando el valor microhistórico de las expresiones e información que se pueden rescatar de procesos de la primera mitad del siglo XX. Palabras clave: antropología, archivos judiciales, microhistoria. Abstract From the interceptions between the Italian microhistory and anthropology, this article aims to provide a central debate of contemporary historiography account of popular culture and subaltern classes from the intensive and exhaustive judicial proceedings. To do this, some of the impacts of anthropology will be addressed in the historical work, as the appearance and questioning notion of popular culture, the ethnographic

Artículo recibido el 12 de agosto de 2015 y aprobado el 13 de septiembre de 2015. Artículo de revisión. Historiadora. Magíster en Estudios Socioespaciales de la Universidad de Antioquia. Estudiante del Doctorado en Historia, becaria de Colciencias, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Medellín-Colombia. Correo electrónico: [email protected] *

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N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104 ISSN impreso: 0121-8417 ISSN electrónico: 2357-4720

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value of court files and finally, some possibilities in the case of Judicial Historical Archive of Medellin. Key words: anthropology, judicial archive, microhistory.

Introducción Uno de los principales aportes historiográficos de la microhistoria italiana es el de haberse definido, en la perspectiva de Giovanni Levi, como una “práctica historiográfica de carácter experimental”1. Más allá de estar delimitada por una temática específica —como fue el caso de la historia social, política, económica, o de las mentalidades— la microhistoria adquirió definición a partir de sus procedimientos analíticos y sus formas de hacer. Este aporte sigue y amplía la ruta que, desde los años cuarenta del siglo pasado, había trazado Marc Bloch en su Apología para la historia o el oficio del historiador. Bloch consideraba al historiador como un hombre de oficio o artesano, enfatizando así en sus prácticas y objetivos, caracterizados por la observación, la crítica, y el análisis histórico. Esta comprensión de la investigación histórica no fue tanto una reflexión sobre filosofía de la historia, cuanto un tratado de método. 2 En las últimas décadas, esta perspectiva de la historia como práctica también se ha nutrido de los trabajos de Françoise Hartog, Roger Chartier, Michel De Certeau, Michel Foucault, Michel-Rolph Trouillot y Robert Darnton, quienes conciben simultáneamente las prácticas investigativas y enunciativas como objetos de estudio, posiciones políticas y métodos para abordar problemas. Esta perspectiva auto-reflexiva de varios intelectuales ha hecho posible el debate sobre la historiografía misma, y ha generado nuevas miradas acerca de las prácticas, los discursos y las representaciones en campos como lo cotidiano, la cultura popular, la lectura, entre otros.3 1. Giovanni Levi, “Sobre microhistoria”, en Formas de hacer historia, ed. Peter Burke (Madrid: Alianza Editorial, 2003), 122. 2. Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador, traducido por María Jiménez y Danielle Zaslavsky, 2a edición revisada (México: Fondo de Cultura Económica, 2001). Para otra mirada sobre las cercanías y cruces entre Marc Bloch y la microhistoria, ver María Eugenia Chaves Maldonado, “El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman”, Historia y Sociedad n.o 30 (2015). 3. Roger Chartier, Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marin (Buenos Aires: Manantial, 1996); Michel-Rolph Trouillot, Silencing the Past. Power and the Production of History (Boston: Beacon Press, 1995); y Robert Darnton, George Washington’s False Teeth: An Unconventional Guide to the Eighteenth Century (New York: W. W. Norton, 2003). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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El carácter experimental de la microhistoria ofrece distintas ventajas a los historiadores: enriquece la constitución y la manera de acercarse al archivo; problematiza las escalas de observación; cuestiona las formas de tejer las narrativas y de comunicarse con los lectores a través de la escritura; y hace visible el proceso creativo del historiador, apelando a las sensibilidades y a los sentidos de los sujetos. En fin, la microhistoria es una invitación a exteriorizar y pensar críticamente las prácticas. Por ejemplo, en el marco de las polémicas historiográficas de la década de 1970, y refiriéndose al desequilibrio entre la riqueza de los archivos italianos y sus desarrollos historiográficos, Carlo Ginzburg y Carlo Poni propusieron una ampliación de las posibilidades del material documental, que décadas antes ya había planteado Marc Bloch, pero que no había cristalizado entre los historiadores profesionales. La propuesta de Ginzburg y Poni no se referían exclusivamente a “los documentos conservados en los archivos y bibliotecas,” sino que también estaba pensado en “el paisaje, en la forma de las ciudades, en la manera de gesticular de la gente: Italia entera puede ser considerada —y lo ha sido— como un inmenso archivo”4. Este énfasis en el hacer, en la dimensión práctica y técnica del oficio historiográfico, también ha sido criticado. El historiador Peter Burke, por ejemplo, en unas cortas notas de debate sobre la microhistoria, señalaba un agotamiento de esta corriente y la carencia de un programa teórico explícito y coherente. 5 Sin embargo, como recuerda Carlo Ginzburg, de hecho se trataba de operacionalizar la teoría, uniéndola con el método: “Una vez más, escribir la historia y reflexionar sobre el oficio de historiador están inextricablemente conectados, como siempre lo han estado desde mis primeras experiencias en los archivos friulanos”6. De otra parte, sin desconocer la erudición temática y formal en el trabajo de del historiador italiano, Perry Anderson le cuestionó el haber sobrevalorado la anomalía en la investigación histórica a expensas 4. Carlo Ginzburg “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico”, en Tentativas. El queso y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis de las culturas subalternas. Ginzburg (Bogotá: Desde Abajo, 2014), 54. 5. Peter Burke, Formas de hacer historia (Madrid: Alianza, 2003). Para ampliar este debate, ver: Anaclet Pons y Justo Serna, “Nota sobre la microhistoria. ¿No habrá llegado el momento de parar?”, Pasado y memoria. Revista de Historia Contemporánea n.o 3 (2004): 5-25. 6. Matthew Collins, Interview with 2015 Tanner Lecturer Carlo Ginzburg, http://mahindrahumanities. fas.harvard.edu/news/interview-2015-tanner-lecturer-carlo-ginzburg-matthew-collins. (consultado en abril de 2015). Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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de la regla, y trató de mostrar que, necesariamente, la excepción no sería epistemológicamente más rica que la norma.7 Otra voz crítica, la de Paola Zambelli, diagnosticó un exceso interpretativo en los análisis de Ginzburg, a los cuales cataloga como una sobreinterpretación de las relaciones entre cultura popular y cultura erudita.8 En este contexto de asumir la historia como una práctica en constante transformación y reconociendo la importancia de los balances críticos, son varias las posibilidades que se abren para adentrarnos en el conocimiento de la microhistoria italiana: reconstruir una historia desde dentro, siguiendo trayectorias intelectuales a la manera de una cronología o biografía de sus autores y obras más importantes; trabajar sobre su actualidad, esto es, sobre sus repercusiones contemporáneas; sintetizar sus principales aportes teórico-metodológicos; o indagar por las relaciones con otros campos de saber, como la antropología, los estudios literarios y la historia del arte.9 En esa medida, los cruces con la antropología, serán la ruta privilegiada por el presente artículo. La fertilización de la historia con elementos de la antropología es clave para comprender el carácter experimental de la microhistoria. No tanto porque se trate de la construcción de acercamientos novedosos —esta relación puede rastrearse en proyectos historiográficos anteriores— sino porque dicha fertilización supera la trasposición mecánica de temas, objetos y procedimientos, es decir, se constituye en una perspectiva analítica.10 Más que un ejercicio de emulación de una disciplina por parte de la otra, el vínculo entre antropología y la historia, permitió arriesgar en el surgimiento y prácticas de la microhistoria, aproximaciones críticas y reflexivas sobre campos de

7. Perry Anderson, “The force of the Anomaly”, London Review of Books Vol: 34 n.o 8 (2012): 3-13, http:// www.lrb.co.uk/v34/n08/perry-anderson/the-force-of-the-anomaly. (consultado en julio de 2015). 8. Paola Zambelli, “Menocchio to Piero Della Francesca: The Work of Carlo Ginzburg”, The Historical Journal Vol: 28 n.o 4 (1985): 983-999. 9. Para profundizar en las síntesis sobre esta corriente, ver Carlos Antonio Aguirre Rojas, Microhistoria italiana. Modo de empleo (Barcelona: Montesinos, 2014); y Justo Serna y Anaclet Pons, Cómo se escribe la microhistoria. Ensayo sobre Carlo Ginzburg (Madrid: Ediciones Cátedra, 2000). Para el caso de la relación con la historia del arte, ver Federico Arcila Garcés, “Entre el nachleben y el paradigma indiciario: Carlo Ginzburg y el método warburguiano en la historia del arte”, Historia y Sociedad n.o 30 (2015). 10. Al respecto, ver Max S. Hering Torres y Amada Carolina Pérez Benavides, “Apuntes introductorios para una historia cultural desde Colombia”, en Historia cultural desde Colombia. Categorías y debates, eds. Max S. Hering Torres y Amada Carolina Pérez Benavides (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, Universidad de los Andes, Universidad Nacional de Colombia, 2012), 15- 46. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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saber, epistemologías, cronologías y geografías de la experiencia humana.11 En otras palabras, al tiempo que los microhistoriadores italianos insistían en “tomar prestados” de la antropología temas como la cultura, el folclor, la vida cotidiana, la agencia y los universos simbólicos de los sectores populares, y conceptos como cultura popular, también se apropiaron de las metodologías y propuestas de esa disciplina. Tales son los casos de la problematización de la figura del autor o la descripción densa (thick description) formulada por Clifford Geertz.12 Son precisamente este tipo de cruces los que le dan sustento al postulado del presente artículo. Su objetivo específico será avanzar en la comprensión de la cultura popular y de las clases subalternas a partir del trabajo intensivo y exhaustivo basado en expedientes judiciales. Para ello, se presentan tres apartados: el primero busca establecer cómo llegan los historiadores a tener entre sus objetos de estudio la vida cotidiana y la cultura popular. El segundo, tiene que ver con problemas de método —otro aspecto del acercamiento entre antropólogos e historiadores— y en el caso concreto de los expedientes judiciales, pasa por una enunciación y compresión crítica de las relaciones de poder entre jueces, abogados, sindicados y testigos. Retomando el trabajo de Carlo Ginzburg El juez y el historiador. Consideraciones al margen del proceso Sofri, este apartado explora las implicaciones metodológicas y políticas de elementos como los indicios, las pruebas y los testimonios, comunes a las profesiones del juez y el historiador.13 La tercera parte, recoge algunos aportes y retos planteados por la microhistoria italiana, 11. Los trabajos del historiador inglés E. P. Thompson proponen una aproximación crítica a la relación con la antropología. Ver: E. P. Thompson, “Historia y Antropología”, en Agenda para una historia radical, Thompson (Barcelona: Crítica, 2000), 15-43. Otra corriente historiográfica en la que ha sido clave este acercamiento, fue la tercera generación de la escuela de los Annales denominada antropología histórica, que agrupó historiadores como Jacques Le Goff, Philippe Ariès, Georges Duby o Emanuel Le Roy Ladurie. Ver: Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Los Annales de las ‘mentalidades’ y de la ‘antropología histórica’, 1968-1989”, en La Escuela de los Annales: ayer, hoy, mañana, Aguirre Rojas (Rosario: Protohistoria, 2006), 89- 106. Ver además, sobre las implicaciones geográficas y cronológicas del conocimiento histórico a partir de lo micro, Carlo Ginzburg, Historia nocturna. Las raíces antropológicas del relato (Barcelona: Península, 2003). 12. Para un análisis de las aproximaciones de la microhistoria a la descripción densa, ver José María Mantobani, “La ‘Descripción Densa’ (Thick Description) y sus relaciones con otras ciencias sociales”, Revista Geográfica n.o 124 (1998): 117–140, http://www.jstor.org/stable/40992749. (consultado en mayo de 2015). 13. Carlo Ginzburg, El juez y el historiador. Consideraciones al margen del proceso Sofri (Madrid: Grupo Anaya, 1993). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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que resultan útiles en la historiografía local de Medellín (Colombia), específicamente para el trabajo con expedientes judiciales producidos durante la primera mitad del siglo XX.

1. Muchas antropologías, muchas historias Para Giovanni Levi, hablar de la relación entre historia y antropología en abstracto carece de utilidad. Si bien la segunda ha sido muy importante para muchos historiadores, tanto influenciando sus conceptos y objetos de estudio, como motivando la apertura a fuentes no convencionales y nuevos tratamientos de las mismas, es necesario matizar las conexiones entre ambas disciplinas, especificando los intercambios que estas han sostenido. Por ejemplo, la tercera generación de la escuela francesa de los Annales, estuvo fuertemente atravesada por la antropología cultural y, por la misma época, los historiadores ingleses congregados en torno a la Revista Past and Present, buscaron en antropólogos como Evans-Pritchard no la formalización, sino más bien, el estudio singular de casos concretos dotados de su particular historicidad.14 En su Agenda para una historia radical, E.P. Thompson recordaba que el estímulo que recibió de la antropología no se limitó a la formación o construcción de modelos, sino que influyó sobre todo en la identificación de nuevos problemas y la percepción de los más viejos con nuevos ojos.15

14. En el caso de la tercera generación de la escuela de los Annales, ver Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Los Annales de las ‘mentalidades’”, en La Escuela de los Annales, Aguirre Rojas, 89–106; y Peter Burke, “La Tercera Generación”, en La revolución historiográfica francesa. La Escuela de los Annales: 1929- 1989 (Barcelona: Gedisa, 1999), 68-93. Entre los trabajos que se destacan como historiografía antropológica, cabe mencionar los de Jacques Le Goff sobre la Edad Media y los de Emmanuel Le Roy Ladurie, en especial su Montaillou, aldea occitana, de 1294 a 1324. Para la relación antropología e historia desde la historia social británica, ver E.P. Thompson, Agenda para una historia radical (Barcelona: Crítica, 2000); y E.P. Thompson, Costumbres en Común (Barcelona: Crítica, 1995). En el caso de las aproximaciones de Giovanni Levi a la antropología, ver: Giovanni Levi, La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII (Madrid: Nerea, 1999), en particular, el capítulo “La herencia inmaterial: el proceso de 1694”, 143- 163, donde releva la dimensión simbólica y la importancia de las formas de socialización; Giovanni Levi, “Los peligros del geertzismo”, en Luz y contraluz de una antropología histórica, comps. E. Hourcade, C. Godoy y H. Botalla (Buenos Aires: Editorial Biblos, 1995), 73-80; y José Luis Betrán et al., “Antropología y Microhistoria: Conversaciones con Giovanni Levi”, en Manuscrits n.o 11 (1993): 15–28. 15. E.P. Thompson, “Historia y Antropología”, en Agenda para, Thompson, 16. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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Y esta fue precisamente una de las líneas seguidas por los microhistoriadores italianos, quienes aún desde diversas orillas, como la de Edoardo Grendi o la de Carlo Ginzburg, apreciaron y adscribieron algunas de las propuestas de E.P. Thompson, como la importancia de la historia de las clases subalternas, la reivindicación de la human agency, la relevancia de la cultura popular para entender fenómenos históricos más generales y la noción de “contexto”16. Además de estas relaciones, Paola Zambelli recuerda cómo Carlo Ginzburg en varios de sus trabajos, y de manera fundamental en El Queso y los gusanos, explicitó sus afinidades con Antonio Gramsci a propósito de la historia de las clases subordinadas y de la problematización de conceptos como folclore.17 Pero más allá de estos vínculos antropológicos “indirectos” a través de E.P. Thompson, tanto en Giovanni Levi como en Carlo Ginzburg, son evidentes sus relaciones con la antropología interpretativa de Clifford Geertz, aunque como una influencia marcada por encuentros y desencuentros. Tanto Ginzburg como Levi, han realizado intervenciones críticas sobre la noción de descripción densa, así como sobre otras corrientes de la microhistoria, como las seguidas por Natalie Zemon Davis, o Alf Ludtke y Hans Medick.18 Por su parte, Levi ha hecho una revisión más general del “geertzismo” de Robert Darton y de otros científicos sociales.19 Las líneas siguientes, indagarán estas intersecciones a partir de la trayectoria de Carlo Ginzburg. 1.1. Carlo Ginzburg y la antropología En la conferencia magistral ¿Qué he aprendido de los antropólogos?, impartida en la Universidad Autónoma Metropolitana de México en 2008, Carlo Ginzburg reflexionó sobre un tema que, como él mismo reconoció, ha tenido gran importancia para su trabajo pero que no había estudiado a fondo: la relación con la antropología. Para desarrollarla, se remontó entonces a las primeras décadas de su vida, recordando que creció entre libros en una familia de intelectuales judíos: sus padres, Leone y Natalia Ginzburg, fueron desde muy jóvenes colaboradores de la editorial de Giulio 16. Justo Serna y Anaclet Pons, “Formas de hacer microhistoria”, Ágora. Revista de Ciencias Sociales n.o 7 (2002): 225. 17. Paola Zambelli, “Menocchio to Piero”, 986 y 995. 18. Para distanciarse de la visión de la microhistoria como una corriente monolítica, ver Michelle Evans Restrepo, “Lectura comparada de El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg y La herencia inmaterial de Giovanni Levi”, Historia y Sociedad n.o 30 (2015). 19. Giovanni Levi, “Los peligros del geertzismo”, en Luz y contraluz, comps. E. Hourcade et al. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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Einaudi, fundada en Turín en 1933 como un baluarte de la izquierda cultural y que acogía posturas opositoras, antifascistas y progresistas. En esa editorial Carlo Ginzburg hizo sus primeras colaboraciones, traduciendo a Marc Bloch, prologando sus Reyes Taumaturgos y codirigiendo, junto con Giovanni Levi, la colección Microistorie. Dada la influencia de sus padres y su cercanía con los libros, Carlo Ginzburg tuvo desde joven su primer encuentro con la antropología y, en este caso, con la obra que inauguró la colección de estudios religiosos, etnológicos y psicológicos de Eianudi en 1948: Il mondo magico. Prolegomeni a una storia del magismo, de Ernesto De Martino.20 De Martino (1908–1965) fue un reconocido antropólogo italiano, estudioso de la historia de las religiones y discípulo de Benedetto Croce. De su Il mondo magico, Carlo Ginzburg rescató el rechazo al eurocentrismo, expresado en la presentación de los chamanes siberianos como héroes culturales, tema al cual el microhistoriador le dedicó un volumen importante en su Historia nocturna. Ginzburg retomó también de De Martino la reformulación de los propósitos que habían definido la historia, como la unidad del yo y de las relaciones del yo con el mundo. Una reflexión filosófica que situó, junto a las de Theodor Adorno, Max Horkheimer, Walter Benjamin, Carlo Levi y Marc Bloch, como básica de su tiempo. Cuando parecían imparables los ejércitos nazis en Europa, estos pensadores coincidieron en cuestionarse —no obstante sus diferentes situaciones sociales e intelectuales— por cómo ha sido posible llegar a esto; qué debía pensarse de la historia cuando los había llevado allí; y cuáles eran las condiciones en las que entonces se podía pensar la historia.21 La tesis de licenciatura sobre los juicios por brujería que Carlo Ginzburg realizó en 1959, a sus veinte años, también fue resultado de sus primeros acercamientos a la antropología, vía la lectura de Il mondo mágico. Siguiendo a De Martino, lo que más le interesaba al microhistoriador de los juicios por brujería —y lo que marcó sus investigaciones posteriores— era “la posibilidad de reconstruir las actitudes y, eventualmente, los comportamientos de las mujeres y de los hombres sujetos a juicio”22. Mientras que para muchos historiadores analizar estos expedientes como documento de las actitudes y de los comportamientos era inadmisible o impensable, para los 20. Justo Serna y Anaclet Pons, “Formas de hacer microhistoria”, 223-224. 21. Carlo Ginzburg, “¿Qué he aprendido de los antropólogos?”, Alteridades Vol: 19 n.o 38 (2009): 132133. 22. Carlo Ginzburg, “¿Qué he aprendido”, 133-134. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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antropólogos se trataba de un tema de investigación de importancia reconocida, más bien obvia. Igualmente Ginzburg reconoce que para esa época empezó a toparse con Claude Levi-Strauss. Aunque acepta que existió una atracción, también reconoce que sintió una “ajenidad intelectual” con este autor. Lo explica en cierto modo debido a que era un antropólogo muy diferente a De Martino y a que percibía en su obra “un exceso de racionalismo”, que el italiano identificó con dos supuestos deterministas: el ambiental y el formal, ligados a las estructuras de la mente humana. No obstante, también registró puntos de encuentro, porque según narra Ginzburg, muchas de las preguntas que se formulaba Levi-Strauss le parecían traducibles a investigaciones históricas y a las cuales podía ofrecer respuestas distintas a las del antropólogo francés. Algunos ejemplos de esos posibles temas fueron: el modo de combatir los universales culturales (oposiciones binarias del tipo alto/bajo, derecha/izquierda) y el afán y la posibilidad de mostrar cómo, según los contextos históricos, esas oposiciones eran modificadas o subvertidas.23 La ampliación de la noción de cultura en la investigación histórica, fue un caso concreto en el que repercutió el cruce de esta con la antropología cultural. En general, dicha noción implicaba alta cultura o cultura aristocrática, pero según Carlo Ginzburg, un concepto ampliado de cultura permitía incluir no solo la producción artística o intelectual de los poderosos, sino más bien el “conjunto de actitudes, creencias, patrones de comportamiento, etc., propios de las clases subalternas en un determinado periodo histórico”. Asimismo esa apuesta conducía a superar la idea de folclore como “mera cosecha de curiosidades”. En síntesis, para el italiano, esta noción renovada combatía “la postura de quienes no veían en las ideas, creencias y configuraciones del mundo de las clases subalternas más que un acervo desordenado de ideas, creencias y visiones del mundo elaboradas por las clases dominantes quizás siglos atrás” y permitía reconstruir, a partir de la historia individual de personajes como Menocchio, un molinero del Friuli en el siglo XVI, la noción de una “cultura rural común”24. Entre otras cosas, la revisión del concepto de cultura llevó a considerar como objeto de estudio, la reconstrucción de vidas de mujeres y hombres de extracción no privilegiada y su relación con procesos sociales amplios. Así este cambio conceptual 23. Carlo Ginzburg, “¿Qué he aprendido?”, 134 -136. 24. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI (Barcelona: Península, 2014), 14. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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facilitó a los historiadores emprender varias tareas que parecían difíciles, o que no se habían siquiera planteado, tales como superar la escasez de testimonios sobre los comportamientos y actitudes de las clases subalternas y asumir las dificultades de aprehender la cultura oral —predominante entre esas clases— de épocas pasadas. La superación de esos obstáculos significó la apertura de nuevas vetas de trabajo, volviendo a fijar su interés en la riqueza de los archivos de tribunales laicos, civiles y eclesiásticos y dejando atrás la visión de algunos historiadores de la escuela de los Annales, quienes ante la escasez documental y el auge de la historia serial, plantearon que el estudio de las clases populares solo era posible a partir de datos estadísticos y cuantitativos, es decir, desde el anonimato.25 En esta misma línea, el interés por las clases subalternas revivió el debate historiográfico sobre la relación entre la mirada del juez y del historiador; entre indagatoria judicial e investigación histórica. Esto revela importantes implicaciones teóricas y políticas y, a su vez, pone en escena los nexos entre el historiador, la práctica judicial y el trabajo antropológico por el uso de las fuentes judiciales y por la forma de trabajar con las pruebas.26 Precisamente, la fuente más rica para investigaciones de este tipo la constituyen las actas provenientes de juzgados seculares y eclesiásticos, afirmación que podríamos hacer extensiva tanto a las épocas de las que se ocupa Carlo Ginzburg —siglo XV— como a los expedientes que reposan en el Archivo Histórico Judicial de Medellín para la primera mitad del siglo XX.27 25. Tal como lo recuerda Carlo Ginzburg en el prólogo de El queso y los gusanos, Françoise Furet sostenía que “la reintegración de las clases inferiores en la historia solo es posible bajo el epígrafe del número y del anonimato, de la demografía y del estudio cuantitativo de la sociedad”. Planteamiento que aparecería en la Revista Annales n.o 3, del año 1963, bajo el título “Pour une définition des clases inférieures à l’époque moderne”. Para profundizar en la relación microhistoria-escuela de los Annales, ver Anaclet Pons y Justo Serna, Cómo se escribe la microhistoria. Ensayo sobre Carlo Ginzburg (Madrid: Ediciones Cátedra, 2000). 26. Sobre las posibilidades del trabajo histórico derivadas de la relación juez-historiador a partir de los archivos y sus implicaciones teóricas y metodológicas, ver Carlo Ginzburg, “Apéndice. Pruebas y posibilidades. Posfacio a Natalie Zemon Davis, Il ritorno di Martin Guerre. Un caso di doppia identità nella Francia del Cinquecento, 1984”, en El hilo y las huellas: lo verdadero, lo falso, lo ficticio, Ginzburg (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006): 437; y Ranajit Guha, “La prosa de la contrainsurgencia”, en Las voces de la Historia y otros estudios subalternos, Guha (Barcelona: Crítica, 2002), 43-93; y Gayatri Chakravorty Spivak, “¿Puede hablar el subalterno”, Revista Colombiana de Antropología Vol: 39 (2003): 297-364. 27. El Archivo Histórico Judicial de Medellín (AHJM) fue acogido hace 25 años por la Universidad Nacional de Colombia. Está conformado por expedientes de los siglos XVII, XVIII, y, en su mayoría, de los siglos XIX y XX (en un período comprendido entre 1667 y 1975), referidos no solo a Medellín, sino a N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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2. Entre tribunales y libretas de notas: el valor etnográfico de los expedientes judiciales Ciertamente, los historiadores de las sociedades del pasado no están en condiciones de producir sus propios documentos, como hacen hoy en día los antropólogos, o como mucho tiempo atrás hacían los inquisidores. Pero si desean interpretar esos documentos, tienen algo que aprender de ambos.28

La reflexión sobre la confluencia de saberes y prácticas entre el juez, el historiador y el antropólogo, es otro de los aportes centrales de la microhistoria a la práctica historiográfica. Cruce evidenciado por Carlo Ginzburg cuando comparaba las indagatorias de inquisidores y jueces con la documentación de primera mano recogida por un antropólogo durante su trabajo de campo y que, posteriormente, sería valiosa para los historiadores.29 A partir de ello, visibiliza los filtros e intermediarios a los que están sometidos esos registros para dar cuenta de las clases subalternas, así como también de la diferencia de métodos, objetivos y distancias culturales entre estas prácticas interrogativas que se convierten en fuentes escritas privilegiadas. Entre el quehacer de antropólogos y jueces, Carlo Ginzburg trata de discernir dos de los principales obstáculos de las investigaciones históricas sobre las clases subalternas: por un lado, la escasez de testimonios sobre su comportamiento y actitudes; por el otro, la imposibilidad de rescatar su oralidad —principal forma social de transmisión de información de estos sectores— de manera directa. ¿Es posible rescatar la voz de las clases subalternas de los archivos judiciales e inquisitoriales? y, de ser posible, ¿puede hacerse “etnografía” de ellos, desde ellos?, ¿qué pasa con la interpretación?, ¿qué relación establecemos con las fuentes judiciales? 30 Estas son varios municipios de Antioquia y de Colombia que para el período colonial y republicano hacían parte de la jurisdicción de la Villa de la Candelaria y ciudad de Medellin. El AHJM hace parte del Laboratorio de Fuentes Históricas, que funciona en el Núcleo El Volador de la sede Medellín y que, junto con las Historias Clínicas del Hospital Mental de Antioquia, publicaciones periódicas, fondos coloniales, entre otros, forma un rico y poco explorado acervo documental. 28. Carlo Ginzburg, “El inquisidor como antropólogo”, en El hilo y las huellas: lo verdadero, lo falso, lo ficticio, Ginzburg (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006), 395–410. 29. Carlo Ginzburg, “El inquisidor como antropólogo”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 395. 30. Estas preguntas han tenido un importante lugar en los estudios subalternos y poscoloniales. Es el caso del ensayo ya clásico dentro de la teoría social contemporánea de Gayatri Spivak ¿Puede hablar N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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algunas de las inquietudes que suscitan las cercanías y distancias entre inquisidores, antropólogos e historiadores y que trataremos a continuación. Según Carlo Ginzburg, mientras que los inquisidores realizaron sus propias preguntas, teniendo al frente a los acusados, y los antropólogos pueden construir sus propias “fuentes”, a través de la observación directa “en campo” y el diálogo con sus “informantes”, los historiadores de las sociedades del pasado no pueden y, en cambio: […] Tienen que echar mano de fuentes escritas (y, eventualmente, de hallazgos arqueológicos) doblemente indirectas: en tanto que escritas y en tanto que escritas por individuos vinculados más o menos abiertamente con la cultura dominante. Esto significa que las ideas, creencias y esperanzas de los campesinos y artesanos del pasado nos llegan (cuando nos llegan) a través de filtros intermedios y formantes.31

Por ejemplo, para el caso de los procesos inquisitoriales, Carlo Ginzburg aceptaba que “el impulso de los inquisidores a buscar la verdad (su verdad, evidentemente) nos dio una documentación en extremo rica, sí, pero con profundas distorsiones debidas a las presiones físicas y psicológicas características de los procesos por brujería”32. Sin embargo, estas “advertencias” no son pesimistas, sino que expresan una herramienta metodológica para el tratamiento de las fuentes: “Hay que admitir que cuando se habla de filtros e intermediarios deformantes tampoco hay que exagerar (tampoco un inventario lo es), no significa que sea inutilizable”33. Así, lo importante es reconocer que no existen textos neutrales, porque incluso los inventarios notariales, en apariencia inocentes o neutrales, implican códigos culturales y fueron producidos el subalterno? (1985), que apunta a mostrar el silenciamiento estructural de los subalternos dentro de la narrativa histórica y de la necesidad de deconstruir “subalterno” como categoría monolítica. Para ello, entre otras cosas, evidencia las posibilidades biológicas del habla que tienen los subalternos con la imposibilidad de una posición discursiva desde la cual puedan hablar y responder. Sin desconocer la importancia de esta perspectiva y las derivas comunes con la microhistoria italiana —como las deudas con los estudios culturales marxistas, en específico con los trabajos de E.P. Thopmson y Antonio Gramsci— y aunque resultaría muy interesante un estudio comparativo entre la práctica de los estudios subalternos y la de la microhistoria, no se profundizará en estos tópicos en el presente artículo. Para conocer esta perspectiva, ver la traducción realizada por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, en Gayatri Chakravorty Spivak “¿Puede hablar el subalterno”, Revista Colombiana de Antropología, Vol: 39 (2003): 297-364; y Ranajit Guha, Las voces de la Historia y otros estudios subalternos (Barcelona: Crítica, 2002). 31. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 15-16. 32. Carlo Ginzburg, “El inquisidor como antropólogo”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 399. 33. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 19. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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en medio de relaciones de poder específicas. A renglón seguido, la tarea del historiador sería descifrarlos. Esta cuestión del acceso mediatizado al pasado, ya había sido expresada por Marc Bloch cuando admitía la “tiranía del pasado” pero, a su vez, la necesidad de un método crítico y la exploración de las condiciones que pueden determinar, limitar y posibilitar el análisis histórico: […] El conocimiento de todos los hechos humanos en el pasado y la mayoría de ellos en el presente, tiene que ser un conocimiento por huellas […] Trátese de los huesos amurallados en los baluartes sirios, de una palabra cuya forma o uso revela una costumbre, del relato escrito por el testigo de una escena antigua [o reciente], ¿qué entendemos, en efecto por un documento sino una “huella”, es decir la marca de un fenómeno que nuestros sentidos pueden percibir, pero es imposible de captar en sí mismo?34

Para este propósito, es interesante estudiar la noción de “archivos de la represión” construida por Ginzburg para referirse a los archivos inquisitoriales, y la cual aunque parece convocar un aplastamiento cultural del acusado, también es susceptible de producir precisamente a través de las opresiones, prohibiciones, barreras y represiones. Es decir, que esos documentos fragmentarios y que en ocasiones parecieran calcar fórmulas y tipologías de preguntas, deben leerse visibilizando y desentrañando las relaciones de poder, para así lograr acceder en los resquicios de expresión de las clases subalternas, a sus sentimientos y sus prácticas. Al mismo tiempo, deben interrogarse las anomalías y los silencios, esto es, lo que no aparece o lo que se da por sentado. Este es otro aporte de la microhistoria: no estar solamente del lado de las evidencias, sino apoyarse en la figura del detective para buscar los indicios que pueden dar a conocer significados por presencia o por ausencia. Esta contribución surgió a partir de debates específicos sobre la construcción de la historia medieval y moderna de Europa. En el prefacio del El queso y los gusanos Carlo Ginzburg criticó y tomó distancia de los planteamientos de Michel Foucault, por el tratamiento que este dio a los archivos y a los sectores subalternos en su obra Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi hermano. Ginzburg explicó que la perspectiva de Foucault implicaba una involución de su trabajo frente a su Historia de la locura en la época clásica. Entre otras cosas, lo acusa de un “irracionalismo estetizante”, y menciona “la ausencia en su libro de los locos” de una concepción de la cultura popular, que resulta ambigua y de “ajenidad absoluta” frente 34. Marc Bloch, Apología para la historia, 79. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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a la cultura dominante.35 Sin desconocer tales distancias, los aportes de la microfísica del poder en Michel Foucault pueden ser útiles para descifrar estas relaciones de poder entre las figuras del inquisidor y el inculpado para el caso del siglo XVI, así como también para las figuras de sindicados, ofendidos, denunciantes, testigos, jueces, abogados y peritos presentes en los casos del siglo XX. Efectivamente, esa microfísica permite considerar los dispositivos de saber-poder que están involucrados en estos procesos, tanto por las circunstancias en que se produjeron —que tienen que ver con las esferas públicas y privadas— así como por la espacialidad de los estrados y recintos judiciales, en donde todas las miradas se dirigen al banquillo del acusado.36 Al reconocimiento de este juego de poderes del cual quedan huellas en actas judiciales, es necesario añadir su carácter textual y dialógico que posibilita, al mismo tiempo, hablar de su valor etnográfico. En primer lugar, cabe resaltar que en un tribunal, los implicados en el juicio no están en pie de igualdad, así como tampoco hay igualdad —de otra manera— en la relación entre los antropólogos y sus informantes. Esta dimensión de poder (real y simbólico) y de presión, no puede omitirse, pero tampoco impide que puedan “leerse” —o escucharse— varias voces. Para entender esta perspectiva, Carlo Ginzburg se vale de la teoría literaria de Mijaíl Bajtín, quien, estudiando las novelas de Fiodor Dostoievski, propuso una estructura denominada dialógica y polifónica, en que los personajes individuales son considerados como fuerzas en pugna. De este estudio, proviene la noción de texto dialógico.37 Refiriéndose a estas polifonías identificadas por Bajtín, Javier Huerta Calvo anotaba que: Esta novela “a varias voces” contiene, así, una pluralidad de mundos, cada uno de los cuales se corresponde con cada voz que se deja oír en el texto. La misión del novelista consistirá en contraponer las voces-personajes entre sí, enfrentarlas dialógicamente, incluso consigo mismas, a fin de ofrecer no el devenir biográfico de un solo individuo con la restricción consiguiente del interés, sino la difícil coexistencia de diferentes voluntades. La categoría poética que resume esta concepción viene calificada por la palabra dialógica […] que hecha sus raíces en la misma antropología.38 35. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 19-22 y 237. 36. Michel Foucault, Microfísica del poder (Madrid: La Piqueta, 1979). 37. Para profundizar sobre esta noción, ver Mijaíl M. Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de François Rabelais (Madrid: Alianza Editorial, 1988); y Mijaíl M. Bajtín, Problemas de la poética de Dostoievski (México: Fondo de Cultura Económica, 1988). 38. Javier Huerta Calvo, “La teoría literaria de Mijail Bajtín (Apuntes y textos para su introducción en N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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Este concepto fue retomado por Carlo Ginzburg para mostrar cómo los procesos judiciales, aunque en ocasiones se tornen repetitivos o monológicos por las respuestas consonantes de los imputados con los inquisidores, sintetizan un diálogo. En este diálogo, el historiador puede llegar a percibir “voces diferenciadas, netas, distintas, e incluso en discordia”. Pulsos y tensiones que también aparecen en la serie de preguntas y respuestas consignadas en los procesos inquisitoriales; en las transcripciones de las conversaciones entre un antropólogo y su informante; o de forma implícita, en las notas etnográficas que describen ritos, mitos o instrumentos.39 Remitiéndose a sus investigaciones de archivo, el microhistoriador italiano resaltaba como: El “valor etnográfico” de esos procesos friulanos es extraordinario. No solo palabras, sino gestos, silencios, reacciones casi imperceptibles como un repentino rubor fueron registrados por los notarios del Santo Oficio con puntillosa minucia. Ante los ojos profundamente recelosos de los inquisidores, cualquier mínimo indicio podía sugerir una vía para llegar a la verdad. Desde luego, esos documentos no son neutrales; la información que nos proporcionan no es “objetiva” bajo ningún aspecto. Deben ser leídos como producto de una relación específica, de honda desigualdad. Para descifrarlos, debemos aprender a captar por detrás de la superficie tersa del texto un sutil juego de amenazas y miedos, de asaltos y retiradas. Debemos aprender a desenredar los abigarrados hilos que constituían el entramado de esos diálogos.40

Al respecto, es necesario precisar que la oralidad de las clases subalternas y de otros grupos, en el tránsito que va de la declaración a la escritura, se vuelve textual y se inscribe en diversos soportes, con intermediarios de índole humana y material. Sin embargo, como se ha querido mostrar, esta dimensión textual a la que accedemos en los archivos y acervos documentales, “no implica una mengua en las posibilidades cognitivas de la historiografía sino, por el contrario, una intensificación de ellas”41. Reconocer el carácter dialógico y las bases textuales de los testimonios, permitiría superar la visión según la cual la presencia de antropólogos e inquisidores deforman y anulan las creencias y los pensamientos de las culturas subalternas, convirtiéndose en un obstáculo para su conocimiento y comprensión. Por el contrario, este carácter España), Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica n.o 1 (1982): 148. 39. Carlo Ginzburg, “El inquisidor como antropólogo”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 410. 40. Carlo Ginzburg, “El inquisidor como antropólogo”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 403-404. 41. Carlo Ginzburg, “Apéndice. Pruebas”, en El hilo y las huellas, Ginzburg, 457. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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dialógico posibilita pensar que realidades culturales diversas pueden emerger aun de textos fuertemente controlados, como los procesos inquisitoriales, y los textos de los informantes etnográficos. En efecto, tanto en el caso de las libretas de notas y de las “desgrabaciones” de las cintas magnéticas (de uso común tanto entre antropólogos como funcionarios judiciales), así como en el caso de las declaraciones y expedientes, estamos esencialmente frente a transcripciones. Así, aunque el paso de lo oral a lo escrito implica perder entonaciones, dudas, silencios, gestos, estos no son de un carácter totalizante, porque: […] Con frecuencia, y siguiendo, sin saberlo, las costumbres de los notarios del santo oficio, los transcriptores registran entre paréntesis lágrimas, risas, respuestas truncadas o pronunciadas con especial ardor. En tal caso, la transcripción es ya interpretación y condiciona las interpretaciones sucesivas elaboradas en un futuro próximo (por ejemplo, aquel desde el cual yo escribo) o remoto.42

En el mismo sentido de la perspectiva dialógica, la dimensión textual de estos testimonios abre líneas de trabajo interesantes para los historiadores. Es el caso de los aportes de la descripción densa, como método propuesto desde la etnografía interpretativa de Clifford Geertz para develar las estructuras de significación y determinar su campo social y su alcance.43 Los materiales de un archivo dialógico y contradictorio pueden sin embargo servir de base a una interpretación etnográfica y facilitar la descripción densa, que a su vez “sirve para registrar en forma escrita una serie de eventos significativos o hechos que de otra manera se hubieran disipado, pero que pueden ser interpretados al ser insertados en el contexto, es decir, en la corriente del discurso social”44. Dentro de la práctica de la investigación histórica, este método etnográfico puede llegar a cumplir dos propósitos: aportar un enfoque científico para abordar los testimonios y huellas materiales, y servir como recurso literario, es decir, como un estilo de escribir o describir, no solo los resultados de las investigaciones, sino los avatares de la práctica misma.

42. Carlo Ginzburg, El juez y el historiador, 25. 43. Clifford Geertz, La interpretación de las culturas (Barcelona: Gedisa, 2003), 24. 44. José María Mantobani, “La ‘Descripción Densa’”, 123. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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3. El Archivo Histórico Judicial de Medellín: aproximaciones desde la microhistoria y la antropología45 Ubicados por lo general en edificaciones antiguas, los archivos son más que recintos polvorientos que guardan documentos viejos que se resisten a desaparecer. Sin embargo, esta primera piel de muros de cemento y ladrillo no debe pasarse por alto. La restauración y el cambio de uso de edificios para albergar estos patrimonios documentales, tanto como la localización y conservación de los mismos en salones, estantes y cajas, no obedecen únicamente a las necesidades pragmáticas de la archivística. Por el contrario, debemos recordar que lo conservado y lo descartado, son decisiones electivas hechas por personas e instituciones, que responden a determinadas políticas de la memoria. El agrupamiento de series documentales y su conservación en espacios seleccionados para ese efecto, siguen abiertamente pero también tras bambalinas, disímiles criterios de selección que a su vez reflejan distintas concepciones de la historia, la memoria y el patrimonio; si bien en muchas ocasiones, esos principios también se deben al simple azar. Cada documento conservado y puesto a disposición del público o de públicos lectores específicos, tiene una historia propia, unas condiciones de producción, circulación y apropiación espaciotemporales que deben explorarse y que no pueden desligarse de su contenido textual. Tal es el caso de las cartas de amor que llegaron a los juzgados del departamento de Antioquia a principios del siglo XX, y se insertaron en procesos judiciales como prueba de promesas de matrimonio incumplidas, de seducciones y de estupros. Pasaron a hacer parte del sumario, quedando a menudo traspapeladas entre folios y carpetas. Antes de llegar a estas instancias del poder judicial, dichas misivas eran guardadas con recelo por los enamorados, entre cajones, cofres y libros. Ahora bien, si solamente nos detuviéramos en el contenido de los escritos, perderíamos las posibilidades de sus trayectorias y de su materialidad. Esas dimensiones incluyen los sentimientos y relaciones interpersonales que las inspiraron, así como las plumas y el papel 45. La reflexión sobre los expedientes judiciales presentados en este apartado fue elaborada a partir de la investigación sobre cartas de amor y escrituras populares desarrollada en 2013, con una beca de investigación en patrimonio cultural de la alcaldía de Medellín. Ver: María Mercedes Gómez Gómez y Eulalia Hernández Ciro, Palabras de amor: vida erótica en fragmentos de papel. De la escritura y los relatos populares en el Archivo Histórico Judicial de Medellín 1900-1950 (Medellín: Sílaba Editores, 2015). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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utilizado; los emisarios a través de las cuales fueron transportadas; y, por último, los destinatarios de tales mensajes. Es decir, además del tránsito de diversos objetos de la vida cotidiana de tiempos pasados a los archivos o museos contemporáneos, no debe perderse de vista la “vida social de las cosas”, en este caso, la vida social del documento como objeto.46 Y es por esto que el conocido trabajo de archivo de los historiadores —que incluso sirve como elemento diferenciador frente a los demás investigadores sociales— debe entenderse más allá de la práctica de visitar un salón para, hurgar en silencio, en carpetas foliadas y con guantes de sílex, las evidencias que reafirmen o controviertan nuestras hipótesis.47 En primer lugar, recordando a Michel Foucault,48 es necesario trascender la noción de archivo como contenedor y como recinto cerrado y considerar que estos no preexisten a las investigaciones, sino que, por el contrario, los archivos se constituyen por ellas. Igualmente, como recuerdan Marc Bloch y Carlo Ginzburg, hay otro tipo de archivos, por ejemplo las ciudades mismas, que también deben interpretarse en clave de lenguajes, narrativas y experiencias. Las formas, las configuraciones espaciales, las arquitecturas, los paisajes, los objetos, sintetizan la materialidad de los tiempos y los espacios de los fenómenos humanos. El desciframiento de esas huellas y la crítica de esas síntesis son del historiador, su tarea primordial. Ahora bien, entre estas dos vertientes, la de archivos como acervos documentales —o archivos latentes— y la de los archivos vivos —como las ciudades—, los archivos judiciales guardan un lugar privilegiado: son un intersticio entre la experiencia social de los documentos y su materialidad.

46. Parte de la reconstrucción de estas trayectorias y materialidades tienen que ver con la “crítica externa”, planteada en el manual ya clásico de Charles Langlois y Charles Seignobos, Introducción a los Estudios Históricos (Salamanca: Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2003). Aunque es necesario tener una mirada crítica sobre el culto al documento por el que abogaron tanto del positivismo francés como el alemán, no hay que desconocer los valiosos aportes brindados por ellos para el análisis documental. Para la ampliación de esta perspectiva de las materialidades, ver Arjun Appadurai, ed., La vida social de las cosas. Perspectiva cultural de las mercancías (México: Grijalbo, 1991), en especial la primera parte “Hacia una antropología de las cosas”, 17–122. 47. Sobre la experiencia del acercamiento a los archivos judiciales en el caso francés, revisar el texto ya clásico Arlette Farge, La atracción al archivo (Valencia: Edicions Alfons el Magnànim, 1991). 48. Michel Foucault, “El apriori histórico y el archivo”. En La arqueología del saber (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2002), 218–220. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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Es el caso del Archivo Histórico Judicial de Medellín (AHMJ), el cual no es solamente rico en información escrita, por sus declaraciones y transcripciones, sino que está lleno de huellas materiales “directas”, es decir, elaboradas de primera mano, tanto por escribanos, secretarios o funcionarios como a partir de las producciones cotidianas de personas comunes y corrientes. Tratemos de reconstruir lo que implicaba un procedimiento judicial para entender la polifonía de voces, objetos y sujetos que reposan en estos acervos documentales. Despuntando el siglo XX en la ciudad de Medellín, casos tan diversos como librar la honra de una familia o castigar a un presunto homicida tenían varias vías de resolución. Además de los controles policiales y de la iglesia, existían los juicios sociales y morales, los espacios y relaciones de poder en la escuela y la familia, y la instancia judicial. Procesados por delitos como rapto, hurto, amancebamiento, incumplimiento de promesa de matrimonio, estupro, homicidio o robo —todos ellos incluidos en el Código Penal vigente para la época— hombres y mujeres de diversos oficios y profesiones aparecen entre los sumarios del AHJM: agricultores, artesanos, campesinos, comerciantes, funcionarios públicos, zapateros, obreros, maestras de escuela, o amas de casa. Otros eran identificados primordialmente por sus condiciones físicas o morales: ancianos, alcohólicos, prostitutas, vagos, niños, y mujeres.49 Los despachos judiciales de Medellín funcionaron por algunas décadas en el edificio del Palacio Nacional, cuya construcción inició en 1925 y fue entregada en 1933. Su arquitectura en ladrillo y concreto reforzado y sus dimensiones, a pasar de que jamás fue completado el diseño original, lo hicieron un edificio impactante para la época. También fue famoso porque sus ventanas fueron utilizadas, por hombres y mujeres desesperados con sus condenas, como puertas al más allá. En ese lugar, a medida que avanzaban los procesos judiciales entre la pluma de los secretarios y el traqueteo de las máquinas de escribir, los relatos de las declaraciones empezaban a ocupar cada folio. Tras las voces de denuncia que iniciaban los sumarios, los jueces preceptuaban las investigaciones acudiendo a testigos, quienes de vista o de oídas, pudieran comen49. Sobre la vida en Medellín en las primeras décadas siglo XX, ver: Catalina Reyes Cárdenas. Aspectos de la vida social y cotidiana de Medellín: 1890-1930 (Bogotá: Colcultura, 1996); Fernando Botero Herrera. Medellín 1890-1950. Historia urbana y juego de intereses, (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1996); Jorge Orlando Melo, ed., Historia de Medellín, 2 Vols. (Bogotá: Compañía Suramericana de Seguros, 1996); Luis Fernando González Escobar, Medellín, los orígenes y la transición a la modernidad: crecimiento y modelos urbanos 1775-1932 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2007). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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tar lo ocurrido. Así recopilaban las pruebas y, de ser necesario, ordenaban peritajes médicos y detectivescos. En casos de crímenes de amor y desamor, estas indagaciones buscaban verificar la letra de las cartas o el estado de virginidad de las ofendidas, entre otros asuntos. Después de llevar a cabo las instructivas indicadas, una buena cantidad de delitos amorosos fueron sobreseídos, es decir, los jueces absolvieron a los sindicados; otros casos llegaron hasta los estrados. En un juicio se dictaminaba la culpabilidad y los tiempos de prisión, las multas, las penas a pagar o la inocencia de algunos acusados. Durante todos estos vaivenes jurídicos, las relaciones de poder entre abogados, testigos, sindicados y ofendidos, y los susurros y los rumores de ciudades y pueblos, atravesaron cada momento y marcaron la personalidad de los procesos. Para conservar la memoria institucional, los expedientes, sobreseídos o con condenas, se archivaron. En 1987, las oficinas del Palacio Nacional se trasladaron a un nuevo edificio para la justicia, ubicado en el Centro Administrativo La Alpujarra, complejo construido con fines racionalizadores de la función pública en la década de 1980. Entre otras cosas, en esa mudanza, centenares de cajas con valiosos materiales quedaron en los sótanos de otros lugares públicos a merced de la naturaleza, la humedad y el polvo. Posteriormente, esos documentos ignorados fueron acogidos, recuperados y ordenados por la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, donde hoy están disponibles para la consulta. Los documentos escritos por jueces y abogados constituyen tan solo una parte de los expedientes recuperados. En muchos casos, allí también se incluyen materiales extrajudiciales como planos, fotografías, dibujos, cartas, boletas y telegramas, los cuales fungieron en su momento como pruebas de ofendidos, sindicados o testigos, y fueron elaborados, en su mayoría, de puño y letra. Se trata de vestigios concebidos y creados por hombres que declaraban sus sentimientos a través de cartas de amor; de dibujos hechos por las autoridades policiales para reconstruir la materialidad de un delito; de planos que indicaban las coordenadas espaciales de los sucesos; de telegramas de padres desesperados que buscaban en diversos rincones del país a sus hijos que huían del seno familiar; o de retratos que guardaban las féminas como prueba de las intenciones de sus enamorados. En este sentido, los archivos judiciales ofrecen quizás un buen corpus de materiales para problematizar la dimensión sensitiva, emocional y objetual del trabajo del historiador. Los documentos oficiales y privados, las imágenes, y las formas de comunicación epistolar permiten poner a prueba el carácter experimental de la práctica historiográN.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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fica, tal como recordaba el microhistoriador italiano Giovanni Levi,50 o de la operación historiográfica, que proponía Michel de Certeau.51 Enfrentarse a los expedientes que conforman estos acervos, como los del AHJM, implica una doble práctica: por un lado, trabajar sobre preguntas de investigación propias y, por el otro, no perder de vista los procedimientos periciales que estuvieron involucrados en la actividad jurídica. Las actas judiciales son algo parecido a los cuadernos de campo de biólogos o antropólogos. En ellos se recopilaron declaraciones, pruebas, peritajes, dibujos, fotografías, observaciones y notas al margen. Estos documentos se fueron foliando hasta conformar un paquete y convertirse en sumarios. Hechos a lo largo del tiempo, algunos sintetizan días y semanas, y otros, meses e incluso años enteros de vidas de mujeres y hombres involucrados en estos procesos. Algunos, transitaron además por varias geografías, porque la complejidad de sus asuntos hizo que tuviera que acudirse a instancias especializadas o requerir pruebas y testimonios de diferentes localidades. Basta con leer un par de folios de estos archivos, para refutar la visión que pretende calificar a tales documentos como escritos planos y repetitivos, presentados siempre bajo las mismas fórmulas y esquemas. Al contrario, una polifonía de voces, luchas, juegos de poder y amplitud de clases sociales pueden encontrarse en su interior. Entre este mar de vidas, y alrededor de sumarios de casos de seducción e incumplimiento de promesa matrimonial, encontramos expresiones como, “el decir de ella es que lo quiere mucho”52; “hay una inteligencia secreta con fines escandalosos”53; “me dijo que me saliera con él que él me hacía feliz”54; “Antes que Henao había tenido ya dos novios pero no en serio, pues eran muchachos de pantalón alto y ni siquiera conversábamos”55; “esa noche no la perdí pero a la siguiente y en el mismo punto sí acabé de desflorarla; yo cuando usé de la Marín se encontraba virgen; después de esto seguí cohabitando con mucha frecuen-

50. Giovanni Levi, “sobre microhistoria”, en Formas de hacer historia, ed. Burke, 119–143. 51. Michel de Certeau, “La operación historiográfica”, en La escritura de la historia, de Certeau (México: Universidad Iberoamericana de Puebla, 1993). 52. Documento 10098, en Archivo Histórico Judicial de Medellín (AHJM), f. 3. 53. Documento 10098, en AHJM, f. 4r. 54. Documento 10857, en AHJM, f. 1r. 55. Documento 12197, en AHJM, f. 10r. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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cia con Lucila”56. Al igual que la muerte, se presume que los procedimientos judiciales son democratizadores, es decir, que no distinguen entre los haberes patrimoniales de los individuos, ni su posición política o condición étnica o de género. En teoría, a principios del siglo XX en el departamento de Antioquia cualquier persona podía ser sindicada, ir a juicio o incluso de ser condenada siguiendo el código penal vigente. Por ese motivo, los expedientes judiciales, al igual que los testamentos, son una rica fuente para indagar por la historia de los sectores subalternos y acercarse a su cultura material, sus prácticas y sus representaciones.57 No obstante esta riqueza heurística, la mayoría de trabajos historiográficos antioqueños que han trabajado este tipo de archivos, se han centrado en reconstruir la historia del funcionamiento del estado y sus instituciones, como la policía, la familia, la iglesia y el saber médico. Y, en menor medida, se han explorado las prácticas cotidianas y la vida material de sectores populares. Ahora bien, trabajar etnográficamente los expedientes judiciales, tal como lo propone Carlo Ginzburg, permitiría rescatar, además de la oralidad de los sectores populares, las intersecciones de esta con la materialidad del archivo, esto es con las condiciones de producción, circulación y apropiación de los diversos documentos en cada época, muchos de los cuales surgen de espacios y relaciones sociales no oficiales. Cuando el historiador se encuentra con boletas, cartas, telegramas y libretas, sería válido entonces cuestionar y analizar los tipos de papel, sus dimensiones, sus caligrafías o los aparejos de su fabricación, como las máquinas de escribir, la tinta, el tintero y la pluma, para luego indagar desde allí, las prácticas de escritura y de comunicación de los sectores populares. Además de esto, en las declaraciones aparecen escenas de la vida material de cada época, como los regalos que intercambiaban los amantes. Por ejemplo en 1942, Maruja García recordaba con nostalgia que: El señor Mariano Cadavid, me había regalado, durante el tiempo de nuestras relaciones, cuatro vestidos de seda debidamente confeccionados y durante el tiempo [que] estuve 56. Documento 11451, en AHJM, f. 10r. 57. Para el caso del trabajo histórico con documentos judiciales coloniales, ver María Eugenia Chaves, “La pregunta y el indicio. A propósito del trabajo sobre fuentes judiciales y casos particulares en la investigación histórica sobre los sectores subalternos”, en Las fuentes en las reflexiones sobre el pasado: usos y contextos en la investigación histórica en Colombia, ed. académico Óscar Almario García (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2014), 143-158. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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en la pensión, un tocador, un escaparate y un radio y el mismo sábado el señor Cadavid dio orden en la pensión de que no me dejaran sacar ninguno de estos muebles.58

Por otro lado, tanto en las exposiciones in extenso, como en las preguntas de los jueces y los abogados, o en las escrituras populares de las boletas y cartas de amor, pueden dilucidarse las “formas de redactar la oralidad”, es decir, la organización de las ideas, los tonos, la puntuación, las frases, las palabras que hoy están de desuso. Leamos una nota, escrita en papel, a máquina de escribir, y con una tinta roja, en donde Arquímedes, en 1927, instó a Neri para que le contestara pronto la carta que había escrito antes: “Pensada Neri/Te diré […] por segunda vez que me contestes la carta que mandé/ última, pero que sea una cosa buena, debes estudiar esa carta y así/ veréis lo que te pido. / Tu negro, Arquimides Ríos L [sic]”59.Esta dimensión escrita de la oralidad implica tratar los documentos no solamente como producciones manuscritas, sino como transcripciones desde las que podemos acercarnos a la experiencia social y cultural de la comunicación verbal que prevalecía en la vida cotidiana de aquellos sectores populares. Al igual que la “desgrabación” de las cintas magnetofónicas de investigadores sociales o de la escritura en los cuadernos de campo de los antropólogos, el desciframiento de las declaraciones tomadas a sindicados, ofendidos, testigos, abogados y jueces, es una forma de reconstruir la oralidad de sectores populares de tiempos pasados; por lo tanto, una ventana para comenzar a comprender sus culturas. En estas transcripciones, podemos desentrañar el carácter dialógico de los expedientes y, por eso, retomando la noción de “archivos de la represión” que utiliza Carlo Ginzburg para designar a los procesos inquisitoriales, proponemos hablar de los archivos judiciales como “archivos del delito”, noción que usamos para reconocer el aparataje y los dispositivos de control estatales, religiosos, ideológicos y sociales que caracterizaban la sociedad antioqueña de la primera mitad del siglo XX. Al mismo tiempo, los “archivos del delito” nos permiten acercarnos a los silencios, reacciones y hasta resistencias cometidas contra esos dispositivos de control y ciertas convenciones sociales en torno al cuerpo y los sentimientos. Al ser interrogado por un supuesto romance, Manuel Salvador Sánchez, un agente de policía que ejercía su oficio en Andes (un pueblo no muy 58. Documento 12702, en AHJM, f. 4r. 59. Documento 10643, en AHJM, f. 11r. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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lejano de Medellín), narraba que yendo para su casa, luego de “salir de la función”, es decir, de la misa, notó que: “Al frente de la casa del señor Dn. Alejandro Restrepo que queda a principios de la falda para subir al barrio ya dicho, vi que el señor Libardo Restrepo tenía abrazada a Lucila Marín y estaban de pie y al parecer estaban cohabitando”60. Cocinas, corredores, solares, mangas, potreros, trapiches, pensiones, fondas, posadas, plazas públicas, estaciones del ferrocarril, salones de radio, cantinas y bares. Las geografías rurales y urbanas, escondites, rutas, caminos, y cuerpos del delito —en sentido literal—, que emergen en cada relato, son otra de las riquezas de este acervo documental. Así Manuel Gutiérrez, declaraba en un juicio por rapto en el municipio de Abejorral, en 1927, que: [...] Interesado en favor de esta familia, solicité del señor alcalde de esta ciudad un oficio para emprender viaje en solicitud del rapto para hacerlo capturar y de la raptada para restituirla a su hogar. Obtuve su oficio y emprendí marcha hacia Marsella (Departamento de Caldas) donde tengo mi familia desde hace unos ventidós meses próximamente. En todas las poblaciones del tránsito y puntos más importantes estuve solicitando por los mencionados Ortiz y Ester Julia, pero nadie me dió razón de ellos. Luego fuí a Pereira y a Santa rosa de Cabal, a Buga, a Cartago y Puerto Caldas, Puerto de la Virginia y Belalcázar, donde obtuve noticia de que allí se encontraban; me valí de la autoridad y en vista del oficio que le presenté, capturaron a Jorge Ortiz y también a Ester Julia; los tuvieron en la cárcel y luego me entregaron a la muchacha, la cual trasladé a Marsella y la coloqué en mi casa con mi familia, donde se encuentra actualmente. No la traje para entregarla a sus padres porque está próxima a dar a luz un hijo, y me aconsejaron algunos amigos que no la pusiera en camino. El sindicado Ortiz está hoy preso en la cárcel de este circuito […].61

Pero estas espacialidades no surgían solamente de las voces escritas en las declaraciones. Los croquis, planos, esquemas y dibujos, levantados durante las investigaciones y que se configuraron como acervos probatorios de delitos imputados, van dibujando a través de líneas, rayas y puntos, las geografías del delito o, si se quiere, las cartografías del pecado. Materialidades, objetos, espacios, cuerpos, voces, paisajes, prácticas, representaciones, poderes, y resistencias, son algunas de las riquezas que hacen que la lectura de los archivos judiciales, no se reduzca simplemente a repasar literalmente los textos de expedientes y sumarios, sino que invita a dejar que los 60. Documento 11451, en AHJM, f. 9v. 61. Documento 10694, en AHJM, f. 11r. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 75-104

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sentidos, como el tacto, el olfato, el oído, y la vista se involucren en todo ese universo pretérito. El olfato detectivesco y la sensibilidad antropológica, por ejemplo, deberán ser parte del oficio del historiador, para que este pueda escuchar e interpretar todas las voces y dinámicas de poder implicados en cualquier sociedad. Más allá de “hacer trabajo de archivo”, se trata de sentir el archivo, de descifrar sus pieles. Ahora bien, esta aproximación emocional y creativa no busca diluir el estatuto científico de la historia y de las posibilidades de conocimiento del pasado, sino que por el contrario, quiere rescatar las subjetividades del historiador: sus experiencias, sus elecciones, y sus sentires. Reflexionar sobre estas condiciones humanas que nos atraviesan, significa, precisamente, comprender los límites y posibilidades del conocimiento del pasado. Además esta búsqueda por las pieles de los archivos, es también una oportunidad para restituir las vidas de los cuerpos y sujetos muertos que reposan allí y, al mismo tiempo, para resaltar la importancia de acercarse a cuerpos y geografías vivas. A la manera de arqueólogos que cavan escalonadamente y van desempolvando sus vestigios, o de geólogos que buscan entre las capas del suelo el conocimiento sobre la vida de la tierra, los historiadores deberíamos reconsiderar la aplicación de ejercicios asépticos y neutrales, para más bien empezar a diseccionar nuestros archivos. Los Judiciales, por ejemplo, tienen varias pieles; capas con sedimentos semánticos que indican que no estamos tratando con un simple objeto, sino ante todo con una síntesis de procesos: edificios que los resguardan, cajas en las que se han acumulado y organizado documentos; sumarios que, entre portadas de cartón, guardan folios; cartas, notas y boletas traspapeladas y, por último, los cuerpos mismos, el testimonio de los hombres u mujeres involucradas de principio a fin en los expedientes.

Bibliografía Fuentes primarias Archivo Archivo Histórico Judicial de Medellín (AHJM), Medellín-Colombia, Documentos 12702, 10643, 11451, y 10694.

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.52472

Lectura comparada de El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg y La herencia inmaterial de Giovanni Levi* Michelle Evans Restrepo** Resumen El queso y los gusanos y La herencia inmaterial son dos obras emblemáticas de la microhistoria italiana. Lo que sigue es un ejercicio comparativo entre ambas publicaciones, en un intento por extraer algunas claves sobre ese paradigma historiográfico. El método utilizado es la comparación por similitud y contraste, usando como parámetros de verificación las premisas clásicas de la microhistoria. Las fuentes consultadas, además de los libros en cuestión, privilegian el testimonio directo de los autores en entrevistas o textos teóricos, con el fin de capturar el espíritu de sus ideas con la menor mediación posible. El paralelo dejó en evidencia un alto grado de disonancia conceptual, incompatible con la percepción de la microhistoria como una corriente monolítica, por lo menos en lo que a sus dos líderes italianos se refiere. En ese sentido, la conclusión es que, más que uniformidad de criterios, los escritos reflejan la convivencia bajo un mismo modelo, de dos formas de acercamiento al pasado. Palabras clave: microhistoria, historiografía, metodología

Artículo recibido el 12 de agosto de 2015 y aprobado el 13 de septiembre de 2015. Artículo de revisión. Agradezco a la profesora María Eugenia Chaves el haber propiciado el espacio para el desarrollo de este trabajo y las orientaciones para llevarlo a buen término. ** Arquitecta. Especialista en Museología de la Universidade de São Paulo. Magíster en Artes de la Universidad Estadual Paulista. Magíster en Gestión y Conservación del Patrimonio del Politécnico José Antonio Echavarría. Estudiante del doctorado en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Medellín-Colombia. Correo electrónico: [email protected]. *

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129 ISSN impreso: 0121-8417 ISSN electrónico: 2357-4720

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Lectura comparada de El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg y La herencia inmaterial de Giovanni Levi

Abstract The Cheese and the Worms and Inheriting Power are two emblematic works of Italian microhistory. This is a comparative exercise between both publications, in an attempt to identify some clues about the microhistorical paradigm. The method used is a synchronous comparison by similarity and contrast, using the classic microhistory’s premises as terms of analysis. The sources consulted, besides the books in question, privilege the direct testimony of the authors in interviews and theoretical texts in order to capture the spirit of their ideas with the minimum mediation. The parallel exhibited a high degree of conceptual dissonance incompatible with the microhistory’s perception as a monolithic trend at least as far as its two Italian leaders are concerned. In conclusion, rather than the uniform criteria, the writings reflect on the coexistance under a same model of two ways of approching the past. Keywords: microhistory, historiography, methodology.

1. Los autores El queso y los gusanos y La herencia inmaterial son dos obras consanguíneas, hijas de la misma época.1 Carlo Ginzburg y Giovanni Levi, sus autores respectivos, nacieron en 1939 en la Italia noroccidental en el seno de hogares judíos. Perseguidas por su origen, ambas familias enfrentaron el exilio; los Ginzburg huyeron a una aldea en el Abruzzo y los Levi a la montaña piamontesa. Tanto Leone como Riccardo, padre el primero de Carlo y el segundo de Giovanni, militaron juntos en el movimiento antifascista Giustizia e Libertá, causa por la que ambos fueron presos y Leone asesinado. En gracia a esa filiación, Giovanni Levi fue nombrado así por las iniciales del grupo, y Carlo Nello Ginzburg en honor a Carlo y Nello, sus fundadores.2 Ginzburg y Levi participaron desde el principio de una triple condición, de carácter político, religioso y cultural. De cuna les vino la sensibilidad de izquierda y del medio la influencia de Marx. Después de la Segunda Guerra Mundial el centro de 1. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, 3a edición (Barcelona: Muchnik Editores, 1999); Giovanni Levi, La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII (Madrid: Nerea, 1990). 2. Consejo de Redacción, “Entrevista con Giovanni Levi”, entrevista, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría Vol: 19 n.o 71 (1999): 485, http://www.revistaaen.es/index.php/aen/article/ view/15663/15522. (consultado el 29 de mayo de 2015). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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gravedad del marxismo se localizó en Francia e Italia, donde impactó a las ciencias sociales en general.3 En El queso y los gusanos la impronta del materialismo histórico aparece en la lucha de grupos entre campesinado y autoridad eclesiástica de Montereale, mientras que en La herencia inmaterial se expresa en el interés por el funcionamiento del mercado en los albores del capitalismo. Estos autores comparten, además, la herida de la Segunda Guerra Mundial. Su condición de víctimas explica ciertas elecciones temáticas, pues como dijo Ginzburg, “conservé un recuerdo muy nítido de la persecución sufrida […] la idea de trabajar con marginales, con herejes, podía estar ligada al hecho de yo ser judío”4. Y según confesó Levi, “creo que pertenecer a un grupo de minorías es una cosa muy útil para ponerse problemas, para afrontar el mundo desde una perspectiva en parte victimista y en parte narcisista”5. En ese sentido, el interés por la “cultura de las clases subalternas o cultura popular” en El queso y los gusanos, y por “las comunidades campesinas o las masas populares urbanas” en La herencia inmaterial, respondería a una suerte de empatía de raíces biográficas.6 Miembros de una minoría étnica pero también intelectual, Ginzburg y Levi participaron de un ambiente cultural privilegiado en razón de su circunstancia familiar. Leone Ginzburg fue cofundador de la Editorial Einaudi y su esposa Natalia fue una reconocida novelista; mientras que Giovanni Levi está emparentado por vía paterna con el escritor y pintor modernista Carlo Levi y por línea materna con el también escritor Primo Levi.7 El linaje humanista seguramente alimentó la vocación de los dos autores por la historia, pero también su interés por las letras: Ginzburg afirma que la literatura 3. Carlos A. Aguirre Rojas, “Los contextos posteriores a 1968 y la microhistoria italiana”, en Microhistoria italiana. Modo de empleo, Aguirre Rojas (España: Montesinos, 2014), 45. 4. Alzira Alves de Abreu et al., “História e cultura: Conversa com Carlo Ginzburg”, entrevista, Estudos Históricos Vol: 3 n.o 6 (1990): 255-257, http://nei.ufes.br/sites/nei.ufes.br/files/Hist%C3%B3ria%20e%20 cultura_Conversa%20com%20Ginzburg.pdf. (consultado el 29 de mayo de 2015). Traducción de la autora. 5. Guido Crainz et al., “Il piccolo, il grande e il piccolo. Intervista a Giovanni Levi”, entrevista, Meridiana n.o 10 (1990): 211, http://www.rivistameridiana.it/files/Intervista-a-Giovanni-Levi.pdf. (consultado el 29 de mayo de 2015). Traducción de la autora. 6. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 10; Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 9. 7. Acerca de la familia de Carlo Ginzburg, ver Natalia Ginzburg, Lessico famigliare (Turín: Einaudi, 1963). Sobre de la doble autopercepción de Ginzburg, ver Charles Illouz y Laurent Vidal, “Carlo Ginzburg, «L’historien et l’avocat du diable». Entretien avec Charles Illouz et Laurent Vidal. Première partie”, entrevista, Genèses n.° 53 (2003): 114, https://www.cairn.info/resume.php?ID_ARTICLE=GEN_053_0113. (consultado el 29 de mayo de 2015). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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tiene mucho que ver con su oficio de historiador, mientras que Levi dice que su atracción por la autobiografía proviene del hecho de comparar la historia con la literatura.8 A la lista de coincidencias biográficas se suma la concurrencia de ambos autores durante la década del sesenta, alrededor del proyecto microhistórico italiano. La Revolución del 68 provocó una crisis cultural con consecuencias en el campo de la historia, cuyos modelos teóricos entraron en quiebra permitiendo la emergencia de nuevas perspectivas historiográficas.9 La nueva agenda trajo consigo la eclosión de diversos paradigmas alrededor del mundo, en Italia la novedad corrió por cuenta de la microhistoria.10 El primer órgano de difusión de la microhistoria italiana fue la revista Quaderni storici, en cuyo consejo editorial coincidieron Ginzburg y Levi, así como más tarde en la dirección de la colección Microstorie. Miembros del llamado núcleo duro, los dos autores convergen en el horizonte social de la microhistoria, pero con itinerarios diferentes: Ginzburg hacia la historia cultural y Levi hacia la historia económica, siendo El queso y los gusanos y La herencia inmaterial la mejor cristalización de las dos vertientes.11 Reacios a las definiciones, Ginzburg y Levi explican su noción de microhistoria a través de conceptos clave.12 Para el primero, esta se fundamenta en: “la reflexión sobre el particular, el nexo entre historia y morfología, el problema de la narración, el movimiento alternado entre el microscopio y el telescopio […] la polémica en contra del escepticismo posmoderno y la obsesión por la prueba”13. Para el segundo, consiste en “la reducción de escala, el debate sobre la racionalidad, el pequeño indicio como paradigma científico, el papel de lo particular (sin oponerse, sin embargo, a lo social), 8. Alzira Alves de Abreu et al., “História e cultura: Conversa”, 255; Consejo de Redacción, “Entrevista con Giovanni Levi”, 488. 9. Acerca del impacto de la Revolución del 68 en la historiografía, ver Carlos A. Aguirre Rojas, “Los contextos posteriores”, en Microhistoria italiana, Aguirre Rojas, 18-30. 10. A este respecto Ginzburg afirmó: “La microhistoria derivaba su impulso extrahistoriográfico de una crisis difundida de las ideologías: más precisamente, de su derrumbe inminente, si no es que ya entonces en curso. Y la persistencia de la microhistoria se explica también a partir de la persistencia de la situación histórica que había conducido a aquella crisis”. Ver: Carlo Ginzburg, Tentativas (Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2003), 57. 11. Carlos A. Aguirre Rojas, Microhistoria italiana. Modo de empleo, 111-112. 12. Conceptos que utilizaré como categorías de análisis en el apartado Las claves microhistóricas. 13. Carlo Ginzburg, Tentativas, 55. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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la atención a la recepción y al relato, una definición específica de contexto y el rechazo del relativismo”14. Como se ve, salvo por el factor morfológico en Ginzburg, y el énfasis contextual de Levi, hay una casi perfecta consonancia entre las dos visiones.15 Levi, sin embargo, no se identifica plenamente con el mencionado historiador. Si en lo personal lo considera “difícil”, desde el punto de vista intelectual tampoco hay completa coincidencia.16 Para Levi, la buena historiografía se divide en dos corrientes: los historiadores “éticos” como él y los historiadores “estéticos” como Ginzburg, esto es, “aquellos en cuya lectura no se siente la pasión moral sino que se siente la pasión del juego intelectual”17. Recriminaciones aparte, Levi se refiere a Ginzburg como “maestro” y atribuye a su influencia la escritura de La herencia inmaterial, cuyo texto preliminar incluso le ayudó a corregir.18 Según dijo Levi, el mío “es un libro polémico con Menocchio, porque yo he tratado de demostrar cuantas cosas caben en la historia de un imbécil, de un loco, mientras que él trató de demostrar cuántas cosas caben en la historia de un inteligente”19. Con esa frase, en la que confronta a Chiesa —personaje principal de La herencia inmaterial— y Menocchio —protagonista de El queso y los gusanos—, Levi abre paso a la comparación.

2. Las obras El queso y los gusanos y La herencia inmaterial recogen las preguntas que de manera continuada han hecho parte del repertorio de la microhistoria, esto es, “la 14. Giovanni Levi, “Sobre microhistoria”, en Formas de hacer historia, ed. Peter Burke (Madrid: Alianza, 1996), 142. 15. Ambos temas se tratarán en el apartado Las claves microhistóricas. 16. Beatriz Bragoni et al., “Entrevista a Giovanni Levi”, entrevista, Estudios sociales Año V n.o 9 (1995): 117, http://bibliotecavirtual.unl.edu.ar/ojs/index.php/EstudiosSociales/article/view/2343. DOI: http://doi. org/783. (consultado el 29 de mayo de 2015); José Luis Betran et al., “Antropología y microhistoria. Conversación con Giovanni Levi”, entrevista, Manuscrits n.o 1 (1993): 16, http://www.raco.cat/index.php/ Manuscrits/article/viewFile/23216/92444. (consultado el 29 de mayo de 2015). 17. Beatriz Bragoni et al., “Entrevista a Giovanni Levi”, 123. 18. José Luis Betran et al., “Antropología y microhistoria”, 16; Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 15. Ginzburg, a su vez, agradece a Levi sus comentarios al texto que dio origen a Historia nocturna. Ver: Carlo Ginzburg, Historia nocturna. Las raíces antropológicas del relato (Barcelona: Ediciones Península, 2003), 70. 19. Beatriz Bragoni et al., “Entrevista a Giovanni Levi”, 123. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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transición entre feudalismo y capitalismo; la tensión entre Antiguo Régimen y nuevo orden político; la formación del estado moderno y la emergencia de la idea de nación moderna; los nexos entre cultura popular y cultura de élite; la formación e identidad de las clases trabajadoras”20. El queso y los gusanos, es un libro sobre Domenico Scandella, alias Menocchio, un molinero friulano condenado a muerte en 1601 por orden del Santo Oficio. En su contra cursaron dos procesos por renegar de la fe católica, imputación que no lo hubiera hecho diferente de otros herejes de no ser porque sus palabras suponían conocimientos, en teoría, ajenos a su clase. Lo que se deriva de la pesquisa es que las afirmaciones de Menocchio estaban enraizadas en antiguas tradiciones orales, que sumadas a un particular acervo de lecturas dieron origen a una cosmovisión fascinante. La sintonía de su discurso con cuestiones supuestamente exclusivas de ciertos grupos letrados se explicaría, según Ginzburg, por un fenómeno de circularidad entre élite y clases subalternas.21 La herencia inmaterial expone el caso de Giovan Battista Chiesa, sacerdote piamontés acusado de abuso de la práctica de exorcismo en 1697. Su prédica se articula a una realidad social particular, la del pequeño poblado de Santena, donde el autor verificó la utilización por parte del campesinado de operaciones de sobrevivencia distintas a la lógica de maximización de la renta. Estrategias como la indivisión de los bienes por familias, la solidaridad social y la transmisión del estatus entre generaciones, permitieron a Levi refutar el lugar común según el cual la sociedad rural del Antiguo Régimen era un mundo inmóvil incapaz de iniciativas autónomas. La hipótesis de este historiador, en cambio, es la racionalidad específica del mundo campesino, orientada no solamente a la resistencia, sino a la transformación activa de la realidad social y natural.22 El queso y los gusanos fue publicado por primer vez en 1976 y La herencia inmaterial en 1985, ambos bajo el sello Einaudi. La casa editora era el fortín político-cultural de la izquierda italiana y agente en la década de los ochenta de la micro20. Beatriz Bragoni, “Historiografía, microhistoria. Algunas consideraciones adicionales en torno a un tema recurrente”, CUYO. Anuario de Filosofía Argentina y Americana n.o 15 (1998): 144, http://bdigital. uncu.edu.ar/objetos_digitales/1607/bragonicuyo15.pdf. (consultado el 28 de julio de 2015). 21. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 7. 22. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 11-12. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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historia a través de la colección Microstorie. De ella hizo parte La herencia inmaterial, décimo título de la serie, pero no el libro de Ginzburg. El queso y los gusanos fue el precursor de una corriente que solo hasta su publicación comenzó a ser definida en cuanto tal. Desde ese punto de vista, dicho texto es el ascendiente del libro de Levi y de todos los de su género. Pero si La herencia inmaterial hizo parte de una colección sobre historiografía, El queso y los gusanos fue publicado bajo la modalidad de ensayo, es decir, más para la literatura, información que, como se verá, algo dice del estilo de Ginzburg.23 De ambos se puede afirmar que son libros fundamentales, hecho del que da fe la traducción a 25 idiomas de El queso y los gusanos y a 13 de La herencia inmaterial.24 Por otro lado son obras cerradas, en la medida en que ninguna de las ediciones sucesivas ha sufrido corrección, aunque sí adición, ya que la edición francesa de La herencia inmaterial tuvo un prefacio de Jacques Revel, por lo que solo estrictamente El queso y los gusanos ha permanecido intacto. Para Justo Serna y Anaclet Pons, esa inmutabilidad es un indicador de la dimensión literaria de El queso y los gusanos, ya que, como señaló Hayden White, las obras de los grandes historiadores no pueden ser refutadas ni impugnadas, ni siquiera en presencia de nuevos datos.25 Tanto El queso y los gusanos como La herencia inmaterial surgieron por accidente. De hecho, fueron Menocchio y Chiesa quienes aparecieron sorpresivamente a los ojos de sus intérpretes. Ginzburg halló su rastro en 1963 mientras trabajaba en Il benandanti, en medio de los procesos de la inquisición friulana.26 Se dedicó al molinero solamente diez años después, en desarrollo de una estancia en la Universidad de Princeton, donde escribió la primera versión de El queso y los gusanos.27 Levi, por 23. Acerca de la relación entre el marco editorial y el contenido textual, ver Justo Serna y Anaclet Pons, “El ensayo como forma”, en Cómo se escribe la microhistoria. Ensayo sobre Carlo Ginzburg, Serna y Pons (Madrid: Cátedra, 2000), 37-66. 24. Acerca de la buena fortuna crítica de los llamados “libros culturales”, ver Justo Serna y Anaclet Pons, “El queso y los gusanos, veintitantos años después”, en Cómo se escribe la microhistoria, Serna y Pons, 23-36. 25. Justo Serna y Anaclet Pons, La historia cultural: autores, obras, lugares (Salamanca: Akal, 2013), 120; Justo Serna y Anaclet Pons, Cómo se escribe la microhistoria, 31 y 195; Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX (México D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1992), 15. 26. Fondazione Internazionale Balzan. Carlo Ginzburg, Milán, 2011, http://www.balzan.org/upload/estrattoginzburgita.pdf., 13. 27. Acerca del proceso creativo de El queso y los gusanos, ver Carlo Ginzburg, “El ojo del extranjero”, Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura n.o 47 (2001): 85-92. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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su parte, se topó con el exorcista en 1979 en medio de un fondo obispal, en el que investigaba sobre los procesos matrimoniales en conexión con la aplicación de la contrarreforma.28 La versión final de La herencia inmaterial también fue escrita durante una pasantía en Princeton, donde Levi fue invitado entre 1983 y 1984.29 Los dos historiadores asistieron a planteles diferentes aunque asociados: Ginzburg a The Shelby Cullom Davis Center for Historical Studies en un programa con amplia trayectoria en historia cultural, y Levi al Institute for Advanced Study a un programa de Ciencias Sociales, ambos bajo el sistema de seminarios temáticos interdisciplinarios.30 El seminario de Cultura popular del Davis Center se desarrollaba en medio de álgidos debates donde cada participante defendía su proyecto ante los pares, contexto que dio origen al prefacio de El queso y los gusanos. Según Jacques Derrida, la introducción tiene una relación menos circunstancial con la lógica del libro, pues presenta el concepto general en su división, mientras que el prefacio obedece a una necesidad ocasional.31 La necesidad de Ginzburg era responder a las críticas que le habían elevado sus colegas, de ahí el tono beligerante, mientras que para Levi la introducción no era un espacio de confrontación sino de exposición.32 En el prefacio de El queso y los gusanos el autor se inscribe en los estudios de clases subalternas o cultura popular, entendiendo por ello la definición del conjunto de actitudes, creencias, y patrones de comportamiento, propios de las clases subalternas en un determinado período histórico. Se distancia así de la historia de las mentalidades por su connotación interclasista, y de la histoire événementielle por su carácter anecdótico. A nivel intelectual se aparta de Robert Mandrou y Geneviéve Bollème, 28. Beatriz Bragoni et al., “Entrevista a Giovanni Levi”, 124. 29. Acerca del proceso creativo de La herencia inmaterial, ver Giovanni Levi, “La microhistoria”, Indagación: Revista de Historia y Arte n.o 0 (1994): 234-235, http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=185117. (consultado el 29 de mayo de 2015). 30. The Shelby Cullom Davis Center for historical studies, Princeton University, http://www.princeton. edu/dav/program/fellowship_information/. ; Institute for Advanced Study, Princeton University, http:// www.ias.edu/people/cos/users/8519. (consultado el 11 de octubre de 2014). Del Davis Center también hicieron parte Peter Burke, Nathalie Zemon Davis y Roger Chartier, entre otros. Al Institute for Advanced Study también asistió Clifford Geertz. Acerca de la influencia anglosajona en la nueva historiografía, ver Justo Serna y Anaclet Pons, La historia cultural, 115-148. 31. Jacques Derrida, Dissemination (Londres: The Athlone Press, 1981), 17. 32. Acerca de los efectos del formato de El queso y los gusanos en lo que tiene que ver con los elementos pretextuales, textuales y paratextuales, ver Justo Serna y Anaclet Pons, Cómo se escribe la microhistoria, 68-71. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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por transmitir una imagen estereotipada de la cultura popular; de Michel Foucault y Derrida, por eludir interpretar la cultura subalterna con la excusa de que esta solo se conoce a través del órgano represor; de François Furet, por reducir las clases inferiores a datos cuantitativos; y de Lucien Febvre, por pretender allanar las diferencias entre clases sociales bajo esquemas generalizantes. Se aproxima, en cambio, a Emmanuel Le Roy Ladurie, Natalie Zemon Davis y Edward Palmer Thompson, por su capacidad de obtener resultados investigativos a partir de documentos exiguos, y especialmente a Michail Bachtin, por su tesis de la influencia recíproca entre cultura dominante y cultura popular.33 En la introducción de La herencia inmaterial, el autor se sitúa teóricamente frente a dos modelos: el de E. P. Thompson, en el que los derechos de la sociedad predominan sobre la economía, y el de George M. Foster, en el que la cultura popular está condicionada por la cantidad limitada de recursos disponibles; a lo que Levi propone una tercera vía, según la cual tanto la sociedad local como el poder central salen cambiados.34 Como se ve, no hay puntos en común entre el prefacio del uno y la introducción del otro, salvo por un fragmento en el preámbulo de El queso y los gusanos que parece anticipar el rol que Chiesa desempeñaría años más tarde en La herencia inmaterial: “en un individuo mediocre, carente en sí de relieve y por ello representativo, pueden escrutarse, como en un microcosmos, las características de todo un estrato social en un determinado período histórico”35.

3. Las claves microhistóricas 3.1. Excepcional normal Menocchio y Chiesa son dos personajes en apariencia similares, hombres premodernos, habitantes rurales de antiguos estados italianos, reos de la Inquisición, y sin embargo uno es el héroe —“una extraordinaria personalidad”— y el otro el antihéroe —“un imbécil, gusano”—36. Menocchio es lo que en microhistoria se conoce 33. Carlo Ginzburg, “Prefacio”, en El queso y los gusanos, Ginzburg, 9-24. 34. Giovanni Levi, “Introducción”, en La herencia inmaterial, Levi, 9-16. 35. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 18. 36. Fondazione Internazionale Balzan, Carlo Ginzburg, 13; Beatriz Bragoni et al., “Entrevista a Giovanni Levi”, 123. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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como excepcional normal,37 concepto usado por primera vez por Edoardo Grendi para referirse al “documento excepcional [que] puede resultar excepcionalmente ‘normal’, justamente porque es relevante”38. Aunque Grendi se refería a la fuente, lo excepcional normal también se entiende aplicado al objeto de estudio, a lo que Ginzburg llamó casos no generalizables, anómalos y marginales que por ello mismo pueden ser considerados reveladores.39 Menocchio es, según Ginzburg, un “caso límite” que permite apreciar lo que es estadísticamente más frecuente, y al mismo tiempo intuir otra realidad que aparece solo en forma latente.40 No que Menocchio fuera excepcional por ser único en su tipo, sino porque de manera excepcional consta en los documentos. Otros como él probablemente existieron pero, tal como dice Ginzburg en la última línea de su relato, “de ellos no sabemos nada”41. De otra parte, y aunque según Levi, Chiesa era un sujeto excepcional por la meticulosa atención con que llevaba su libro de curaciones, en La herencia inmaterial lo excepcional normal no es un individuo sino una circunstancia: la reciprocidad en el mercado de la tierra, donde “la desviación de un cambio equilibrado es la norma”42. Para Levi, “La historia de Chiesa ha sido el objeto, pero también el pretexto, de una reconstrucción del ambiente social y cultural del pueblo”; mientras que para Ginzburg, el objeto es el mundo intelectual, moral y fantástico que informa el discurso de Menocchio.43 En ese sentido se trata de dos tipologías historiográficas diferentes, El queso y los gusanos es una historia individual y La herencia inmaterial una historia colectiva, por ende también lo es el tipo de relato: un estudio de caso y una prosopografía.44 La opción por un modelo antropológico o sociológico responde a la natura37. A ello se refieren Ginzburg y Levi cuando definen microhistoria en función de lo particular. 38. Edoardo Grendi, “Micro-analisi e storia sociale”, Quaderni storici n.o 12 (1977): 512. Traducción de la autora. 39. Carlo Ginzburg, “El ojo del extranjero”, 90. 40. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 18-19. 41. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 183. 42. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 36, 105. 43. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 13; Carlo Ginzburg, “Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella”, Manuscrits n.o 12 (1994): 30. 44. Sobre la tipología de El queso y los gusanos no hay consenso. Para Levi se trata de una biografía de caso límite, esto es, Menocchio entendido como un caso extremo de ninguna manera modal. Ver: Giovanni Levi, “Les usages de la biographie”, Annales ESC n.o 6 (1989): 1332, http://www.persee.fr/web/ N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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leza del problema: Ginzburg estudia a Menocchio en singular porque su existencia no se explicaba en el marco de Montereale, mientras que Levi estudia a Chiesa a la luz de la realidad de Santena, porque su suerte solamente se comprendía en ese escenario.45 Se trata, en suma, de una cuestión de contexto. 3.2. Contexto Según se vio, la definición específica de contexto es, de acuerdo con Levi, una de las características de la microhistoria. En su opinión, Hay […] dos posibles maneras de leer un contexto social: viéndolo como un lugar que atribuye significados a casos particulares “extraños” y “anómalos”, revelando su significado oculto y, consecuentemente, su ajuste a un sistema [el caso de El queso y los gusanos], o descubriendo el contexto social en el que un hecho aparentemente anómalo o carente de significación cobra sentido al revelarse las incoherencias ocultas de un sistema social aparentemente unificado [el caso de La herencia inmaterial].46

En El queso y los gusanos la pregunta por el contexto tiene que ver con la búsqueda de un escenario donde la atipicidad de Menocchio es la norma. El “lugar” que explica el discurso del molinero no es un territorio, ni un grupo social, sino el contexto ampliado de la cultura popular. Su realidad cobra sentido en el marco de una tradición revues/home/prescript/article/ahess_0395-2649_1989_num_44_6_283658. (consultado el 25 de julio de 2015). Ginzburg, por su parte, dice que su obra no se limita a la reconstrucción de una vivencia individual, sino a la reconstrucción del universo de Menocchio. Ver: Carlo Ginzburg, “Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella”, 29-30. Por otro lado, y según Serna y Pons, se trata de una historia social individual. Ver: Justo Serna y Anaclet Pons, Cómo se escribe la microhistoria, 97. En gracia de discusión, El queso y los gusanos no sería exactamente una biografía porque no se trata de la vida de Menocchio sino apenas de un suceso, el que surge con el proceso de herejía en su contra. Pero, tal como apunta Ginzburg, no es tampoco la historia de esa vivencia, o no solamente, porque de ella se desprenden relaciones que conectan a Menocchio con realidades que extrapolan el ambiente en que el hecho se produce. Aunque esa capacidad de un personaje de arrojar luz sobre contextos que trascienden lo que le es inmediato no es exclusiva de Menocchio, otras historias similares no quedaron registradas en los documentos —por lo menos en lo que hasta ahora se conoce—. Se trataría entonces de un caso atípico, y el suyo un estudio de caso, una tipología genérica que recoge los vectores anteriores, y que consiste en el análisis pormenorizado de un objeto en lo que tiene de particular. 45. Acerca de la proximidad de Ginzburg con la antropología, ver Carlo Ginzburg, “Qué he aprendido de los antropólogos”, Alteridades Vol: 19 n.o 38 (2009): 131-139, http://www.redalyc.org/articulo. oa?id=74714814009. (consultado el 29 de mayo de 2015). 46. Giovanni Levi, “Sobre microhistoria”, en Formas de hacer, ed. Burke, 138. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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en la que confluyen mitos de distinta naturaleza, que le han sido transmitidos tanto por vía escrita como oral desde tiempos y espacios lejanos. En ese universo de referencias, el Friuli es apenas una coordenada geográfica. Otro es el caso de La herencia inmaterial, donde la inexplicable fluctuación de los precios de la tierra solo encuentra razón en la realidad inmediata de Santena. La lógica invertida del mercado, del mayor valor del bien en cuanto más estrecho el vínculo social entre las partes, se naturaliza en una comunidad que, amenazada por la guerra y el hambre, no encuentra más recurso que la solidaridad. De esa realidad inestable sacó provecho Chiesa, cuya prédica, aunque inefectiva, hizo eco en una población ilusionada con la posibilidad de superar la adversidad por la vía del exorcismo. 3.3. Relato Contexto inmediato y contexto ampliado se corresponden con formas específicas de narración, lo que remite al problema del relato. En términos de género, tanto Ginzburg como Levi optaron por el retrato, sea este personal o de grupo. El de Menocchio, sin embargo, es un retrato imperfecto en razón de las discontinuidades propias de la documentación, y, más importante, de los meandros en el discurso del molinero, que no avanza en una dirección lineal sino que eventualmente calla, se desdice o sus palabras cambian de sentido. Aunque Ginzburg hubiera podido transformar las lagunas en una superficie lisa, su propuesta es exhibir las limitaciones tanto del expediente como del pensamiento del imputado.47 Así se lee: “Menocchio se sintió probablemente asaltado por una duda. El miedo o la incertidumbre le hicieron callar por un instante. Luego, en el fondo de su memoria brilló una representación observada en alguna iglesia”48. El carácter literario de pasajes como el anterior abre una grieta en la postura de Ginzburg acerca de los peligros de la ficción.49 En El queso y los gusanos el autor está 47. Carlo Ginzburg, “Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella”, 30. 48. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 36. 49. Ginzburg critica a Roland Barthes y a Hayden White por su idea de que los textos historiográficos, como los textos de ficción, son autorreferenciales y están unidos por una dimensión retórica. Ver: Carlo Ginzburg, “Sobre Aristóteles e a história, mais uma vez”, en Relações de força. História, retórica e prova, Ginzburg (São Paulo: Companhia das Letras, 2002), 48. Sin embargo, en El queso y los gusanos también operan las estrategias que White identifica como específicamente poéticas de la historiografía. Según el N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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constantemente novelando, y la trama que utiliza es la tragedia, la cual convencionalmente se construye sobre un personaje noble que atraviesa todo tipo de adversidades hasta enfrentar su destino fatal. El mecanismo principal es la intriga, no solamente como recurso tendiente a crear expectativa sobre el desenlace del protagonista, sino en el sentido de la dosificación de la información. Aunque Ginzburg conoce de antemano el resultado de la investigación, su táctica es llevar el lector paulatinamente a través de hipótesis sin valor concluyente hasta finalmente acercarlo a la que previamente ha concluido que es la mejor explicación. Por otro lado, aunque el subtítulo del libro de Levi —La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII— sugiere una obra biográfica, el objeto real es la sociedad, de ahí la opción por la prosopografía.50 A través del estudio de las redes relacionales, Levi descubrió cómo la sociedad rural de Santena opuso resistencia a la normalización catastral para efectos tributarios, mediante la conformación de sociedades familiares expandidas o el comercio de bienes por mecanismos solidarios. Desde ese punto de vista, de la exposición de las pequeñas-grandes hazañas de gente corriente por garantizar su supervivencia, La herencia inmaterial luce como una epopeya moderna, pero solo en términos de trama. Sin pretensiones literarias, Levi discurre sobre su tema valiéndose de un lenguaje duro, con las formas del análisis cuantitativo propias de las ciencias económicas.

norteamericano, frente a los hechos, el historiador escoge tanto una trama narrativa como una forma de argumentación que les dé explicación. Así —modo de tramar o el significado que el historiador imprime a los datos a través de la elección de un tipo de relato se trataría, en El queso y los gusanos, de una tragedia irónica; tragedia porque la caída del protagonista significa una ganancia de conciencia para el espectador, e irónica porque desmonta las explicaciones que hasta el momento se habían ofrecido para fenómenos semejantes; y —modo de argumentación, o la explicación de lo que ocurre en el relato invocando principios de combinación que sirven como presuntas leyes de explicación histórica se trataría, en El queso y los gusanos, del modo contextual, donde el objeto de la explicación es identificar los “hilos” que ligan al individuo con su espacioso presente socio-cultural. Los conceptos “modo de tramar” y “modo de argumentación” fueron extraídos de Hayden White, Metahistoria, 19, 20, 28 y 36. 50. La prosopografía es un método histórico “que organiza información sobre las personas a partir de sus nombres a fin de reconstruir el contexto social, el origen étnico y regional, y las relaciones familiares y profesionales”. Ver: Marietta Horster, en Koenraad Verboven, Myriam Carlier y Jan Dumolyn, “A short manual to the art of prosopography”, en Prosopography Approaches and Applications: A Handbook, ed. K. S. B. Keats-Rohan (Oxford: Occasional Publications of the Unit for Prosopographical Research, 2007), 5. Traducción de la autora N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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3.4. Recepción Lo anterior apunta a uno de los problemas del relato que preocupa a la microhistoria, esto es, la recepción o cómo comunicar al lector los resultados. Fue Ginzburg quien transmitió a Levi la necesidad de vulgarizar el conocimiento: “Esta ha sido una enseñanza fundamental para mí. Ginzburg escribe para el público. Yo, en cambio, escribía esencialmente para Franco Venturi”51. Aunque en teoría La herencia inmaterial fue un intento de cambiar el estilo, es claro que la prosa de Levi es más técnica, mientras que Ginzburg es más lírico, según él mismo confiesa: “Siempre intento controlar lo que escribo, o sea, siempre intento crear efectos. Esto es muy importante para mí, y muy consciente. En mis libros hay un lado medio novela del siglo XIX, un lado medio coup de théâtre”52. En un acto deliberado, Ginzburg usa un tipo de escritura amigable para captar la gran audiencia mientras que el lenguaje erudito lo reserva a los paratextos. Tal es la estrategia de la microhistoria: “La idea de escribir para un público amplio me parece un fin en sí mismo. Si la investigación es importante, ¿por qué debería ser exclusiva de un grupo restringido de profesionales?”.53 El resto de la operación aparece en el final de la declaración: “Podremos interesar personas que no son profesionales si compartimos con ellas no solo el resultado de las investigación, sino también el camino recorrido para llegar hasta él”54. En palabras de Levi, mostrar al lector la cocina y no solo el pan.55 Aun si lo más correcto sería “hacer el pan con el lector”, visto el modo reiterado en que ambos autores optan por la narración en segunda persona del plural. Tanto El queso y los gusanos como La herencia inmaterial hacen exhibición pública del camino tortuoso de la pesquisa. Esto en varios sentidos: primero de hacer al lector partícipe de las dificultades: “De nuevo tenemos 51. Beatriz Bragoni et al., “Entrevista a Giovanni Levi”, 124. Franco Venturi fue profesor de Levi en el Instituto de Historia de Turín. Durante su etapa formativa, Levi tenía una idea “corporativa” de su público, pensaba que sus lectores debían ser historiadores profesionales, entre ellos, y en especial, Franco Venturi, por quien decía tener una admiración ciega. Ver: Guido Crainz et al., “Il piccolo, il grande e il piccolo”, 214 y 218. 52. Alzira Alves de Abreu et al., “História e cultura: Conversa”, 261. 53. Alzira Alves de Abreu et al., “História e cultura: Conversa”, 261. 54. Alzira Alves de Abreu et al., “História e cultura: Conversa”, 261. 55. Juan José Marín, “Entrevista a Giovanni Levi”, entrevista, Revista de historia (Heredia) n.o 41 (2000): 146, http://biblat.unam.mx/es/revista/revista-de-historia-heredia/articulo/entrevista-a-giovanni-levi. (consultado el 29 de mayo de 2015). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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la impresión de hallarnos ante un callejón sin salida. […] A fuerza de chocar con los muros de este laberinto, volvemos al punto de partida. Casi volvemos”56; segundo, de presentar la dirección de la investigación: “Intentaré demostrar que aunque no hay una correspondencia entre representaciones simbólicas y mundo social […]”57; tercero de mostrar los vacíos: “No existen documentos que permitan explicar por qué no se produjo otra intervención inmediata sobre este modo de actuar de Chiesa”58; y cuarto de plantear conjeturas sobre los vacíos: “Esta vez, lo más que podemos proponer es una solución puramente conjetural: que Menocchio hubiese llegado a conocer directamente De Trinitatis erroribus de Serveto”59. Conjetura es el “juicio que se forma de las cosas o acaecimientos por indicios y observaciones”, lo que lleva a otro de los puntos de la microhistoria, el pequeño indicio como paradigma científico.60 3.5. Indicio El paradigma indiciario es un modelo cognoscitivo basado en la inferencia abductiva.61 Según Ginzburg, “si la realidad es opaca, existen ciertos puntos privilegiados —señales, indicios— que nos permiten descifrarla”62. En ausencia de la prueba irrefutable, el microhistoriador arriesga interpretaciones sobre el pasado a partir de huellas, trazos y signos, de la misma manera que opera el médico ante el síntoma, o el psicoanalista frente al lapsus. Sin valor de verdad aunque sí de verosimilitud, la conjetura se acompaña gramaticalmente de adverbios de posibilidad como tal vez, quizás, probablemente, etc. El uso prolijo de ese vocabulario en El queso y los gusanos y en La herencia inmaterial —cerca de 62 y 102 veces respectivamente— indica el alto nivel conjetural de ambas obras. Con todo, son básicamente dos los indicios fundacio56. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 15-16. 57. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 28. 58. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 19. 59. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 107. 60. Real Academia Española, http://lema.rae.es/drae/. (consultado el 29 de mayo de 2015). 61. La inferencia abductiva se fundamenta en el descubrimiento de eventos anómalos o sorpresivos para los cuales hay que crear conceptos o reglas desconocidas hasta ese momento. Ver: Elssy Bonilla-Castro y Penélope Rodríguez Sehk, Más allá del dilema de los métodos: la investigación en ciencias sociales (Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2005), 254. 62. Carlo Ginzburg, “Huellas. Raíces de un paradigma indiciario”, en Tentativas, Ginzburg, 151. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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nales: a Levi lo instigó la inexplicable fluctuación de los precios de la tierra en Santena, que lo llevó a lanzar la hipótesis del mercado solidario, esto es, la tasación del suelo conforme al vínculo social; mientras que para Ginzburg fue la inusitada elocuencia de Menocchio, lo que le hizo especular sobre la influencia en su discurso de lecturas iniciáticas. 3.6. Morfología Ginzburg, de hecho, es quien llevó al extremo el ejercicio especulativo a través de la morfología. La investigación morfológica se utiliza para comprender áreas o períodos poco o mal documentados a través de la comparación. La idea es que “en la sección transversal de cualquier presente también están insertados muchos pasados de diverso grosor temporal que (sobre todo en el caso de testimonios folclóricos) pueden remitir a un contexto espacial mucho más vasto”63. Así, la localización de fenómenos similares, aún en contextos y épocas distantes, permitiría argumentar a favor de algún tipo de continuidad histórica. Esa es la sensación que transmite, por ejemplo, el descubrimiento de la analogía conceptual entre la visión del origen del universo de Menocchio y el mito indio de la génesis del cosmos. No habiendo explicación evidente para la sintonía, dice Ginzburg: “Así pues, vemos aflorar en los discursos de Menocchio, como de una grieta en el terreno, un estrato cultural profundo tan insólito que resulta casi incomprensible”64. De vuelta al indicio, este no es legible a todos, de ahí el ingenio del microhistoriador. Ginzburg dice: “Era necesario aprender a leer entre líneas, a atrapar indicios mínimos, a identificar los pliegues que señalaban bajo la superficie de los textos la presencia de tensiones profundas, no reducibles al estereotipo”65. Y Levi refrenda: “Es importante para el historiador y su fantasía leer entre líneas el documento”66. Otros antes que ellos pasaron de largo, pues según Ginzburg, casi todos los historiadores que conocía habrían ignorado el caso de Menocchio o, 63. Carlo Ginzburg, Historia nocturna, 62-63. 64. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 98. 65. Fondazione Internazionale Balzan, Carlo Ginzburg, 12. 66. Giovanni Levi, “O trabalho do historiador: pesquisar, resumir, comunicar”, Tempo Vol: 20 (2014): 10, http://www.scielo.br/pdf/tem/v20/pt_1413-7704-tem-20-20143606.pdf. DOI: http://dx.doi.org/10.5533/ TEM-1980-542X-2014203606. (consultado el 29 de mayo de 2015). Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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como mucho, lo habrían confinado a una nota de pie de página.67 Y en el mismo sentido Levi afirmó: “Lo que me dejó desconcertado leyendo los libros que se ocupan del mercado de la tierra […] es que ninguno examinara el nivel de los precios, o sea, que todos dijeran: hay mercado dado que existe una transacción expresada en moneda”; la clave está en el resto de la frase: “En realidad el problema era la extrema dispersión de los datos, que se podía percibir solo reduciendo la escala de observación”68. 3.7. Escala La reducción de la escala o el análisis cercano es la premisa central de la microhistoria. Según Levi, “Es partir de una lectura muy concentrada y muy microscópica de un elemento, para poder luego generalizar” o, según Ginzburg, “para comprender cosas más grandes y hasta ahora desconocidas o descuidadas”69. En La herencia inmaterial la operación microanalítica consiste en “estudiar un fragmento minúsculo del Piamonte del siglo XVII, reconstruyendo en detalle las vicisitudes biográficas de cada habitante del pueblo de Santena que haya dejado algún resto documental”; donde las palabras “minúsculo” y “detalle” traducen la fórmula microhistórica tamaño x densidad.70 Tamaño no solo en el aspecto dimensional sino de la relevancia mínima o nula, para ejemplo los adjetivos que Levi dedica a Santena y al exorcista: “un lugar sin importancia, una historia corriente”71. Densidad en el sentido de exhaustividad, de la aprehensión “total” del objeto de estudio a partir de decenas de miles de documentos —entre los que se cuentan 32.000 referencias nominativas, para una media de más de 20 referencias por persona.72 Esta es, según Levi, “una de las técnicas fundamentales de la microhistoria [:] leerlo todo, todo es significativo”73. Voracidad que evoca 67. Carlo Ginzburg, “El ojo del extranjero”, 88-89. 68. Guido Crainz et al., “Il piccolo, il grande e il piccolo”, 234. 69. Fernando Casullo et al., “Identificando al enemigo. Entrevista a Giovanni Levi”, entrevista, Revista de Historia (Uncoma) n.o 10 (2005): 186, http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/historia/article/view/224. (consultado el 29 de mayo de 2015); Vittorio Foa y Carlo Ginzburg, Un dialogo (Milán: Feltrinelli, 2003), 137. Traducción de la autora 70. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 11. 71. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 12. 72. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 47. 73. José Luis Betran et al., “Antropología y microhistoria”, 19. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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la descripción densa, concepto importado por la microhistoria desde la antropología cultural, entendida como la interpretación de un fenómeno social a partir de su descripción microscópica.74 Al final de la operación lo micro salta a lo macro, tal como reza un pasaje de La herencia inmaterial: “Lo que sucede en Santena es un episodio particular pero tiene un significado general”75. ¿Para generalizar qué?, se pregunta Levi en otro lugar: “Para generalizar preguntas, no respuestas”76. Y añade: “Yo creo haber creado una indicación de qué preguntas se deben hacer para estudiar los mercados de la tierra del mundo”77. En El queso y los gusanos Ginzburg también enfatiza el tamaño mínimo de Montereale, que define como un pueblecito, una pequeña aldea perdida en las colinas, el microcosmos de Menocchio.78 Del ya minúsculo Montereale, Ginzburg extrae el caso del molinero, que presenta como un fragmento —aquí la parte también alude a la escala— de la cultura de las clases subalternas.79 La relevancia del personaje no viene dada a priori, la vida de Menocchio transcurrió en el más completo anonimato hasta que Ginzburg restituyó la importancia de quien define como “nuestro precursor”80. Metodológicamente difiere de Levi, pues le preocupa que “la investigación pueda ser perjudicada por un exceso de documentación. Cuando uno está inundado por una enorme cantidad de datos es difícil (si no imposible) identificar aquellos verdaderamente significativos”81. A lo exhaustivo opone lo intensivo, dice: “un caso estudiado de manera intensiva puede arrojar las bases de una generalización”82. Pero, nuevamente, ¿para generalizar qué?, a lo que Ginzburg, como Levi, responde: la riqueza está en generalizar las preguntas.83 En la práctica esto significa “delimitar un ámbito 74. Clifford Geertz, La interpretación de las culturas (Barcelona: Gedisa, 2003), 32. 75. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 139. 76. Fernando Casullo et al., “Identificando al enemigo”, 186. 77. Juan José Marín, “Entrevista a Giovanni Levi”, 137. 78. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 29, 30 y 65. 79. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 10. 80. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 24. 81. Editorial, “Correspondencia. Carlo Ginzburg”, entrevista, DC PAPERS, Revista de crítica y teoría de la arquitectura n.o 12 (2004): 20, http://www.raco.cat/index.php/DC/article/view/84092. (consultado el 29 de mayo de 2015). 82. Fondazione Internazionale Balzan. Carlo Ginzburg, 13. 83. Fondazione Internazionale Balzan. Carlo Ginzburg, 13. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

Michelle Evans Restrepo 123 de investigación en cuyo seno habrá que llevar a cabo análisis particularizados similares. Solo de esta manera podremos eventualmente extender las conclusiones a que podamos llegar”84. Como ya se vio, la descripción densa implica dos tipos de explotación de la fuente, exhaustiva o intensiva, conforme se trate de la interpretación de Levi o de Ginzburg. La exhaustividad es inherente al método prosopográfico, ya que para Levi en La herencia inmaterial se trataba de seguir el rastro de cada miembro de la comunidad santenense a través de todos los documentos disponibles, a fin de reconstruir la red relacional que los articulaba. En ese método, que Ginzburg denomina “micronominativo”: “Las líneas que convergen sobre el nombre, y que arrancan de él, configurando una especie de telaraña de mallas estrechas, le dan al observador la imagen gráfica de una red de relaciones sociales en las cuales el individuo está inserto”85. Para Ginzburg, en cambio, en El queso y los gusanos se trataba de rastrear el origen del discurso de un solo individuo, en busca de lo cual apeló al método filológico. La estrategia hermenéutica era “aprehender las tensiones, las disonancias al interior de un texto” a través de una lectura lenta, atenta a todos los matices.86 3.8. Antirrelativismo La lectura a contrapelo es una lección de Arnaldo Frugoni que, según Ginzburg, le ayudó a rechazar las posiciones neoescépticas.87 Esas palabras hacen puente a la última categoría microhistórica: el rechazo al relativismo / escepticismo posmoderno. En El queso y los gusanos esa discrepancia está consignada en el prefacio, donde toma distancia de lo que denomina positivismo ingenuo, neopirronismo, o irracionalismo estetizante, que identifica con Foucault y Derrida. La diferencia está básicamente en la actitud frente al documento; inmovilista en el caso de los dos pensadores franceses y propositiva en el de Ginzburg. Frente a la condición fragmentaria y mediatizada de los documentos que recogen la voz de los sujetos subalternos, Ginzburg dice: “El 84. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 22-23. 85. Carlo Ginzburg, “El nombre y el como: intercambio desigual y mercado historiográfico”, en Tentativas, Ginzburg, 86. 86. Fondazione Internazionale Balzan. Carlo Ginzburg, 17. 87. Fondazione Internazionale Balzan. Carlo Ginzburg, 16. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

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hecho de que una fuente no sea objetiva […] no significa que sea inutilizable”88. En el texto ello se verifica en varios pasajes en los que el autor advierte que el sentido de las palabras del imputado Menocchio es cambiante, constatación que lejos de paralizarlo le permite descubrir la fuerza que deforma la verdad, sea esta el miedo, la violencia o incluso la intervención de un tercero.89 Aunque El queso y los gusanos es anterior a la arremetida de Ginzburg contra Hayden White, de quien se ocupa solamente a partir de la década de los ochenta, el libro ya traía el germen del problema: la retórica como técnica de seducción.90 De acuerdo con Ginzburg, para los escépticos metodológicos “la historiografía, así como la retórica, se propone solamente convencer; su fin es la eficacia, no la verdad”; mientras que para él, la retórica historiográfica se sustenta en la prueba.91 Si para la conjetura basta el indicio, la verdad exige la prueba necesaria. En esa escala de valores, la conclusión principal de El queso y los gusanos, de la latencia de antiguas tradiciones orales en el discurso de Menocchio, es una conjetura, mientras que la atribución de sus palabras a la lectura de textos, que se comprobó tuvo a su alcance, es una solución con carácter de verdad o, por lo menos, con apariencia de verosimilitud. Y mientras Ginzburg hizo frente a las dificultades que imponen las actas inquisitoriales, Levi le apostó a otro género de fuentes, de tipo notarial, parroquial, catastral y administrativo, por su carácter neutro, incluso democrático, en razón de que todo ciudadano en algún momento de su vida quedaría registrado en ellas.92 Aun en el estrecho margen de interpretación que deja una documentación tan normalizada, Levi, al igual que Ginzburg, consiguió revelar su trasfondo: “la referencia de las actas notariales a una única familia nuclear esconde las estrategias contrapuestas de relaciones de parentesco no corresidentes; las compra-ventas de tierra, asumidas como una expresión de un mercado impersonal, cubren las reglas de la reciprocidad que presiden las transacciones”93. La lectura transversal de los documentos permitió a Levi probar el argumento de la solidaridad social como estrategia económica, sin 88. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 14. 89. Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 106, 107, 112, 142, 151, 159 y 178. 90. Justo Serna y Anaclet Pons, “AntiWhite”, en Cómo se escribe la microhistoria, Serna y Pons, 185. 91. Carlo Ginzburg, “Sobre Aristóteles e a história”, en Relações de força, Ginzburg, 48. 92. José Luis Betran et al., “Antropología y microhistoria”, 27-28. 93. Giovanni Levi, La herencia inmaterial, 13. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 105-129

Michelle Evans Restrepo 125 embargo, la relación entre la asertividad de la comunidad y el éxito de la predicación de Chiesa es apenas una suposición. Así Levi, como Ginzburg, transita entre lo factual y lo posible.

Conclusión En síntesis, El queso y los gusanos y La herencia inmaterial convergen y se separan en un camino que parte de la misma orilla —la microhistoria— y va hacia el mismo destino —la forma en que los oprimidos resistieron al poder—. Por un lado está Menocchio y su desafío a la autoridad eclesiástica por medio del lenguaje, y por el otro está la comunidad santenense y su evasión de la normalización catastral por medio de la valoración simbólica de la tierra. Ambas luchas fueron infructuosas, pues al final todos resultaron vencidos ya fuera por la muerte o por los primeros arrestos del capitalismo. Eso en lo que se refiere al argumento, ya que el hacer de la microhistoria es otro asunto: la premisa de lo micro fue intensiva en Ginzburg y exhaustiva en Levi; el contexto fue ampliado en Ginzburg e inmediato en Levi; el relato fue novelado en Ginzburg y técnico en Levi; la perspectiva disciplinar fue antropológica en Ginzburg y socioeconómica en Levi; y el método fue exegético en Ginzburg y estadístico en Levi. Tantas divergencias ilustran la dificultad de definir un axioma microhistórico, Ginzburg y Levi ya habían confesado la imposibilidad de hacer un retrato de grupo, ciertamente tan difícil como una foto de dos.94

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.52537

Libertad civil y patriotismo en el Río de la Plata revolucionario: la experiencia de los esclavos negros en la provincia de Cuyo, 1812-1820* Beatriz Bragoni ** Orlando Gabriel Morales*** Resumen En este trabajo pretendemos recuperar algunas voces y prácticas de esclavos y libertos de la Gobernación de Cuyo (Argentina), relativas a la enunciación de concepciones e iniciativas colectivas e individuales a favor de la libertad civil, las cuales prevalecieron en el ciclo de las guerras de revolución e independencia. Las mismas proceden de un conjunto de expedientes judiciales (concernientes a un intento de alzamiento armado por parte de un grupo de negros esclavos y a tres litigios de mujeres negras contra sus amos), los cuales permiten apreciar la intersección entre las oportunidades y variaciones operadas en el sistema normativo e institucional y, la capacidad de agencia de los sectores subalternos, en un plano político dominado por la nueva legitimidad patriótica y revolucionaria.

* Artículo recibido el 19 de agosto de 2015 y aprobado el 21 de septiembre de 2015. Artículo de revisión. ** Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Profesora regular de Historia en la Universidad Nacional de Cuyo. Investigadora independiente del CONICET en el Centro Científico y Tecnológico de Mendoza. Mendoza-Argentina. Correo electrónico: [email protected] *** Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata. Becario Posdoctoral del CONICET en el Centro Científico Tecnológico de Mendoza. Mendoza-Argentina. Correo electrónico: omorales@ mendoza-conicet.gob.ar N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167 ISSN impreso: 0121-8417 ISSN electrónico: 2357-4720

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Palabras clave: historia social, microhistoria, revolución política, esclavitud, conflicto social, afrodescendientes. Abstract In this paper, it is recovered some voices and practices of slaves and freedmen of the Government of Cuyo (Argentina) concerning conceptions and individual and collective initiatives for civil liberty during the cycle of wars of revolution and independence. They were originated from a set of case files which can let appreciate the intersection of opportunity and operated changes in the regulatory and institutional system, and the political agency of subaltern sectors, subject to the new patriotic and revolutionary legitimacy. Keywords: social history, microhistory, political revolution, slavery, social conflict, afrodescendants.

Introducción En un influyente artículo, Giovanni Levi pasó revista de las motivaciones intelectuales que habían abonado la agenda de los microhistoriadores italianos, y concluyó que más que un cuerpo de principios dispuesto a postular alguna ortodoxia, la microhistoria constituía una práctica historiográfica.1 Dicha conclusión llegó tras evaluar el notable impacto obtenido por algunos textos clásicos que habían movilizado los circuitos académicos euroatlánticos, a raíz de las nuevas formas de aproximación al conocimiento del pasado y ante la insatisfacción de los modelos macroexplicativos. Por tal motivo, la reducción de escala como variable de observación dirigida a fines experimentales y el tratamiento intensivo de los vestigios o huellas de la acción social (individual o colectiva), en relación con la naturaleza no necesariamente coherente de los sistemas normativos, se erigieron en claves primordiales del trabajo del historiador quien, además, lejos de omitir los procedimientos que habían concurrido en la pesquisa, los hacía explícitos en cuanto no eran independientes de sus resultados. 1. Giovanni Levi, “Sobre la microhistoria”, en Formas de Hacer Historia, ed. Peter Burke (Madrid: Alianza, 1993), 119-143. Sobre el impacto historiográfico de la microhistoria, ver Jacques Revel, “L’Histoire au ras du sol, Présentation”, en Le pouvoir au village. Histoire d’un exorciste dans le Piémont du siecle XVII, Giovanni Levi (París: Éditions Gallimard, 1989), I -XXXIII; y Justo Serna y Anaclet Pons, “El historiador como autor. Éxito y fracaso de la microhistoria”, Prohistoria Año III n.o 3 (1999): 237-259. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 133 Esta apretada caracterización leviniana sobre la microhistoria, anticipa los supuestos y procedimientos de investigación que este artículo ofrece sobre las formas populares de intervención política en la otrora Provincia de Cuyo, durante la revolución rioplatense. En esta oportunidad y sobre la base de trabajos previos2 —enriquecidos con nuevas referencias empíricas y preguntas de análisis— proponemos explorar las prácticas y representaciones de esclavos y libertos cuyanos, relativas a la libertad civil y el patriotismo revolucionario. Ambos conceptos y las experiencias resultantes de los selectivos procesos de apropiación por parte de grupos plebeyos, resultan particularmente indicativos de las formas en que la legitimidad revolucionaria vigorizó expectativas e intervenciones políticas sujetas a las exigencias de los dirigentes patriotas, de nutrir los cuerpos armados para afianzar el poder revolucionario y su tejido normativo, el cual inspirado en la agenda de los letrados patriotas legisló, en este contexto, a favor de los afrodescendientes e indígenas. Los enfoques y procedimientos que animan esta investigación recogen en buena medida el utillaje conceptual y práctico aportado por la historiografía francesa e italiana, que plantearon lineamientos medulares en torno de los desafíos y posibilidades que enfrentan los historiadores al momento de restituir e interpretar experiencias de la “cultura popular”3. En ese sentido, los expedientes judiciales se revelaron como fuentes privilegiadas para tales ejercicios, pues permitieron capturar acciones, percepciones y lógicas de individuos y grupos sociales asentados en las márgenes de la cultura escrita. 2. Beatriz Bragoni, “Esclavos libertos y soldados: la cultura política plebeya en Cuyo durante la revolución”, en ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de La Plata, ed. Raúl O. Fradkin (Buenos Aires: Prometeo, 2008), 107-150; Beatriz Bragoni, “Esclavos insurrectos en tiempos de revolución (Cuyo 1812)”, en Negros de la patria. Los afrodescendientes en las luchas por la independencia en el antiguo Virreinato del Río de La Plata, eds. Silvia C. Mallo e Ignacio Telesca (Buenos Aires: SB, 2010), 113-130; y Beatriz Bragoni, “Participación popular en Cuyo, siglo XIX”, en Hacer política: la participación popular en el siglo XIX rioplatense, comps. Raúl O. Fradkin y Gabriel Di Meglio (Buenos Aires: Prometeo, 2013), 205-238. 3. A título de ejemplo, ver Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI (Barcelona: Muchnik Editores, 1999); Arlette Farge, La vida frágil: violencia, poderes y solidaridades en el París del siglo XVIII (México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1994); Jim Sharpe, “Historia desde abajo”, en Formas de Hacer Historia, ed. Burke, 38-58; y Carla Hesse, “La preuve par la lettre. Pratiques juridiques au tribunal révolutionnaire de Paris (1793-1794)”, Annales HSS n.o3 (1996) : 629-642. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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Vertebradora de la historia social y de la historia cultural, orientada a descifrar creencias y comportamientos de los sectores subalternos, la información producida tanto por expertos o funcionarios menores del régimen indiano, como por los primeros tiempos independientes, abrió nuevas perspectivas no solo para los cultores de la historia del derecho y de las instituciones judiciales, sino también y muy especialmente, para los historiadores y antropológos dedicados a historizar las formas de acción social y política de los sectores plebeyos. El valor de estos archivos reside entonces, en la enorme fecundidad hermenéutica de una documentación que consigue poner en escena las voces de un universo de protagonistas anónimos convirtiéndose así en llave de acceso para develar, a partir del lenguaje de los actores, una práctica judicial concreta en la que hombres y mujeres elaboran estrategias tendientes a interferir o condicionar la coacción de los sistemas normativos.4 Los historiadores argentinos, atentos al nuevo clima historiográfico, han ofrecido evidencias empíricas e interpretaciones valiosas sobre las motivaciones y formas de acción política en el tránsito del antiguo régimen a la Revolución.5 En la mayoría de los estudios disponibles, las sumarias y juicios criminales levantados por el personal judicial han arrojado evidencias o indicios reveladores que permitieron explorar, como ha sugerido Ginzburg, las relaciones existentes entre “los testimonios y la realidad por ellos designada o representada”6. Por este camino, las fuentes judiciales nos ofrecen un rumor de múltiples voces en donde, a pesar de las mediaciones, la dispersión y fugacidad, se pueden capturar individuos y grupos so4. Giovanni Levi, La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII (Madrid: Nerea, 1990). 5. Para el caso del Río de la Plata, ver Carlos Mayo, Estancia y sociedad en la pampa (Buenos Aires: Biblos, 1992); Raúl O. Fradkin, “Représentations de la justice dans la campagne de Buenos Aires, 18001830”, Etudes rurales Vol: 149 n.o 149-150 (1999): 125-146 ; Ariel De la Fuente, Children of Facundo. Caudillo and Gauchos Insurgency During the Argentina State-Formation Process (La Rioja 1853-1870) (Durham y Londres: Duke University Press, 2000) ; Raúl O. Fradkin, “¿Facinerosos contra cajetillas? La conflictividad social rural en Buenos Aires durante la década de 1820 y las montoneras federales”, Illes i Imperi n.o 5 (2001): 5-33; Raúl O. Fradkin, “Anatomía de una montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires a mediados de la década de 1820”, Dimensión Antropológica Vol: 35 (2005): 163-189; Gabriel M. Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo (1810-1829) (Buenos Aires: Prometeo, 2005); Raúl O. Fradkin, “Introducción: ¿Y el pueblo dónde está? La dificultosa tarea de construir una historia popular de la revolución rioplatense”, en ¿Y el pueblo dónde está? ed. Fradkin, 9-25. 6. Carlo Ginzburg, El juez y el historiador. Acotaciones al margen del caso Sofri (Madrid: Anaya & Muchnik, 1993), 22. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 135 ciales que de no ser por un acontecimiento excepcional hubieran quedado en el anonimato.7 De esta manera, la documentación judicial alojada en repositorios oficiales y correspondiente a la etapa abierta con la ruptura revolucionaria en la jurisdicción de Cuyo, constituye un corpus eficaz de testimonios referidos a un conjunto mayor de datos o “acontecimientos” que permiten establecer el marco de relaciones sociales y discursivas en que se insertaron y adquirieron sentido los cambios operados en la cosmovisión de los negros esclavos y libertos.8 Naturalmente, la cadena indiciaria aludida no resulta homogénea sino que exhibe variaciones significativas en relación con la calidad de información que arrojan. No obstante, las huellas elevan a un primer plano argumentos y repertorios de intervención que permiten formular algunos interrogantes: ¿qué argumentos y estrategias pergeñaron los esclavos y libertos ante las autoridades instituidas para obtener la libertad o preservar derechos que creyeron usurpados por sus amos?, ¿qué tipo de conexiones pueden establecerse entre tales intervenciones y los cambios operados en el contexto político y social? En rigor, tales problemáticas vienen siendo tratadas por la renovada historiografía latinoamericana que estudia los afrodescendientes en el período tardocolonial e independiente temprano y su participación en las revoluciones y en la independencia en diferentes espacios nacionales. 9 La historiografía rioplatense, por su parte, ha subrayado el com7. María Eugenia Chaves Maldonado, “La pregunta y el indicio. A propósito del trabajo sobre fuentes judiciales y casos particulares en la investigación histórica sobre los sectores subalternos”, en Las fuentes en las reflexiones sobre el pasado: usos y contextos en la investigación histórica en Colombia, ed. Óscar Almario García (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2014), 143-158; María Eugenia Chaves Maldonado, “El oxímoron de la libertad. La esclavitud de los vientres y la crítica a la esclavización africana en tres discursos revolucionarios”, Fronteras de la historia Vol: 19 n.o 1 (2014b): 174-200. 8. María Eugenia Chaves Maldonado, “La pregunta y el indicio”, en Las fuentes en las reflexiones, ed. García, 143-158. 9. Algunas compilaciones recientes reúnen una variedad de autores y problemas de investigación que dan cuenta de la renovación y diversificación de este campo de estudio. Al respecto ver Celia Cussen, Huellas de África en América: Perspectivas para Chile (Santiago: Editorial Universitaria, Ediciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, 2009); Heraclio Bonilla, Indios, negros y mestizos en la independencia (Bogotá: Planeta - Universidad Nacional de Colombia, 2010); Silvia Mallo e Ignacio Telesca, Negros de la patria. Los afrodescendientes en las luchas por la independencia en el antiguo Virreinato del Río de La Plata (Buenos Aires: SB, 2010); Véronique Hébrard y Geneviève Verdo, Las independencias hispanoamericanas. Un objeto de historia (Madrid: Casa de Velázquez, 2013). Contribuyen directamente aquí otros trabajos. Ver: Ana Frega, “Los caminos de la libertad en tiempos de revolución. Los esclavos en la Provincia Oriental Artiguista, 1815-1820”, en Estudios sobre la cultura afro-rioplatense. Historia y presente, comps. Arturo Bentacur, Alex Bomchi y Ana Frega (Montevideo: FHCE, 2004), 45-66; Montserrat N. Arre Marfull N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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ponente popular que acompañó al proceso de militarización disparado en la capital virreinal a raíz de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, y su efecto correlativo en el ciclo de guerras que estructuró la emergencia de una nueva comunidad política independiente en los confines australes del antiguo imperio español.10 También es conocido el papel desempeñado por la población esclava masculina en las formaciones militares que alimentaron los ejércitos de la independencia.11 Asimismo, la historiografía sobre el Río de la Plata tardocolonial ha puntualizado las formas en que los esclavos conceptualizaron la noción de libertad y ha revelado prácticas ensayadas para obtenerla antes y después de 1810.12 De modo semejante, en los últimos treinta años, diversos estudios han permitido caracterizar el peso relativo de los afrodescendientes en la economía y la sociedad,13 subrayando la manera en que la revolución y la guerra y Karrizzia A. Moraga Rodríguez, “Litigios por sevicia de negros y mulatos esclavos. Estrategias de ‘sobrevivencia social’ en Chile colonial (s. XVIII)”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Débats (2009), http:// nuevomundo.revues.org/55954. (consultado el 1 de agosto de 2015); Scarlett O’Phelan Godoy, “Una inclusión condicional: Indios Nobles, indios del común, esclavos y castas de color entre la rebelión de Túpac Amaru y la Independencia”, en Entre la colonia y la república: rebeliones, insurgencias y cultura política en América del Sur, comps. Beatriz Bragoni y Sara Mata (Buenos Aires: Prometeo, 2009), 75-94. 10. Tulio Halperin Donghi, “Militarización revolucionaria en Buenos Aires”, en El ocaso del orden colonial en Hispanoamérica, comp. Tulio Halperin Donghi (Buenos Aires: Sudamericana, 1978), 121-158; Gabriel Di Meglio, “Soldados de la Revolución. Las tropas porteñas en la guerra de independencia, 1819-1820”, Anuario IEHS n.o 18 (2004): 39-65;y Tulio Halperin Donghi, Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1791-1850) (Buenos Aires: Prometeo, 2006). 11. Víctor Barrionuevo Imposti, Los esclavos de San Luis en el ejército de los Andes y otros documentos sanmartinianos (Villa Dolores: Talleres Gráficos Democracia, 1947); José Luis Masini Calderón, “La esclavitud negra en San Juan y San Luis. Época independiente”, Revista de Historia Americana y Argentina Vol: IV n.o 7 y 8 (1962/3): 177; José Luis Masini Calderón, La esclavitud negra en Mendoza. Época Independiente (Mendoza: D’Accurzio, 1962); Jorge Comadrán Ruiz, “Cuyo y la formación del ejército de los Andes. Consecuencias socioeconómicas”, Congreso Internacional Sanmartiniano Tomo VII, Buenos Aires, 1978, 576-610; y Sara E. Mata, “Negros y esclavos en la guerra por la independencia. Salta 1810-1821”, en Negros de la Patria. eds. Mallo y Telesca, 131-148. 12. Lyman Johnson, “La manumisión de esclavos en Buenos Aires durante el Virreinato”. Desarrollo Económico Vol: 16 n.o 63 (1976): 333-348; Silvia C. Mallo, “La libertad en el discurso del Estado, de amos y esclavos, 1780-1830”, Revista de Historia de América n.o 112 (1991):121-146; Miguel Ángel Rosal, Africanos y afrodescendientes en el Río de La Plata. Siglos XVIII-XIX (Buenos Aires: Editorial Dunken, 2009). 13. George Reid Andrews, Los Afroargentinos de Buenos Aires (Buenos Aires: De la Flor, 1989); Marta Goldberg, La vida cotidiana de los negros en Hispanoamérica (Madrid: F. de Larramendi, 2005); Florencia Guzmán, Los claroscuros del mestizaje. Negros, indios y castas en la Catamarca Colonial (Catamarca: Universidad Nacional de Catamarca, 2010); y Juan Carlos Garavaglia, “The economic role of slavery in a non-slave society. The River Plate, 1750-1860”, en Slavery and antislavery in Spain’s Atlantic empire, eds. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 137 se convirtieron en vía de acceso para asumir la libertad individual.14 Por último dichas investigaciones han ofrecido evidencias sobre la sociabilidad de los afroporteños en el ciclo posrevolucionario, poniendo de relieve que las mismas no entraron en contradicción con el orden liberal.15 Vemos entonces, que los estudios disponibles sobre la plebe africana y afrodescendiente, han permitido formular nuevos interrogantes e interpretaciones sobre sus “intervenciones en el proceso de la independencia”16. Dicha preocupación por parte de la historiografía resulta simultánea al ambiente institucional y académico dispuesto a complejizar las versiones clásicas aportadas por las narrativas nacionalistas y regionalistas, que tendieron a erigir relatos compactos sobre el “imaginario nacional” como crisol de razas (por los efectos de la inmigración europea finisecular), con efectos correlativos en la invisibilización de la población afrodescendiente.17 Al respecto, en años recientes, los cientistas sociales han puesto de relieve el peso de un discurso dominante de la “historia nacional” que enfatizó la blanquedad, y de un sistema de clasificación racial que silenció las evidencias fenotípicas contra la “ilusión de blanquedad”, como variables estructurales que contribuyeron a la relativa ausencia de estudios sobre los afroargentinos.18 En este contexto, las líneas Josep M. Fradera y Christofer Schmidt-Nowara (New York: Berghahn, 2013), 77-100. 14. Ana Frega, “Los caminos de la libertad”, en Estudios sobre la cultura afro-rioplatense, comps. Bentacur, Bomchi y Frega, 45-66. 15. Ricardo Rodríguez Molas, “La música y la danza de los negros en el Buenos Aires del siglo XVIII y XIX”, Revista Historia Vol: 2 n.o 7 (1957): 103-126; Pilar González Bernaldo, “Vida privada y vínculos comunitarios: formas de sociabilidad popular en Buenos Aires, primera mitad del siglo XIX”, en Historia de la vida privada en la Argentina, dirs. Fernando Devoto y Marta Madero (Buenos Aires: Taurus, 1999), 147-169; Oscar Chamosa, “Lubolos, tenorios y moreiras. Reforma liberal y cultura popular en el carnaval de Buenos Aires de la segunda mitad del siglo XIX”, en La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces, comps. Hilda Sabato y Alberto Lettieri (Buenos Aires: FCE, 2003), 115-135; Oscar Chamosa, “‘To Honor the Ashes of Their Forebears’: The Rise and Crisis of African Nations in the PostIndependence State of Buenos Aires, 1820-1860”, The Americas Vol: 59 n.o 3 (2004): 347-378; y Lea Geler, Andares negros, caminos blancos. Afroporteños, Estado y Nación Argentina a fines del siglo XIX (Rosario y Barcelona: Prohistoria Ediciones - TEIAA Universidad de Barcelona, 2010). 16. Raúl O. Fradkin, “Introducción: ¿Y el pueblo dónde está?”, en ¿Y el pueblo dónde está?, ed. Fradkin, 9-25. 17. Orlando Gabriel Morales, “Representaciones de alteridades ‘negras’, africanas y afrodescendientes, en la sociedad nacional en Argentina. Primera década del siglo XXI” (tesis de Doctorado en Comunicación, Universidad Nacional de La Plata, 2014). 18. Alejandro Frigerio, “‘Negros’ y ‘Blancos’ en Buenos Aires: Repensando nuestras categorías raciales”, en Buenos Aires negra. Identidad y Cultura, ed. Leticia Maronese (Buenos Aires: Comisión para la N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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siguientes retomarán los desafíos interpretativos y heurísticos exigidos por la práctica microhistórica, para rescatar a los negros “olvidados en el tercer patio” —según la expresión acuñada por Lanuza al describir la presencia negra/africana en la cultura argentina de mediados del siglo XX—19 a partir del repertorio de voces y prácticas que modelaron sus formas de acción política. Llegados a este punto, conviene precisar la hipótesis o conjetura que guía nuestra pesquisa: que el cambio político, o más precisamente, el remplazo del principio de legitimación y de autoridad, y algunas iniciativas legales promovidas por los letrados patriotas, constituyeron una coyuntura favorable para que los esclavos y libertos pusieran en marcha argumentos y estrategias destinadas a sustituir el estatus jurídico del antiguo régimen y, sobre todo, a intervenir en la arena política en el contexto de la fragilidad e inestabilidad del “sistema de la Patria”. Por otra parte, en lo que refiere a la estructura de este artículo, se ha creído conveniente exponer primero en forma sintética la trama de una conjura de esclavos contra sus amos ocurrida en la ciudad de Mendoza, en el año 1812, en tanto el plan de subversión se erige en caso límite (o de excepción) de las pretensiones plebeyas de obtener la libertad civil.20 Mientras que en la sección siguiente se mostrará cómo en un período contemporáneo las mismas expectativas fueron asumidas por tres mujeres esclavas y canalizadas pacíficamente a través de querellas judiciales que ofrecen evidencias sobre la capacidad de agencia de los esclavos21 en la órbita doméstica o privada. Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, 2006), 77-98; Alejandro Frigerio, “De la ‘desaparición’ de los negros a la ‘reaparición’ de los afrodescendientes: comprendiendo la política de las identidades negras, las clasificaciones raciales y de su estudio en la Argentina”, en Los estudios afroamericanos y africanos en América Latina: herencia, presencia y visiones del otro, comp. Gladys Lechini (Córdoba y Buenos Aires: CEA - CLACSO, 2008), 117-144; y Marta M. Maffia, “La enseñanza y la investigación sobre África y Afroamérica en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina”, en Los estudios afroamericanos, comp. Lechini, 369-395. 19. José Luis Lanuza, Morenada (Buenos Aires: Schapire, 1967). 20. Si bien el caso del levantamiento armado de los negros se trabajó en avances previos, ya citados, aquí es retomado con propósitos diferentes. Ahora apuntamos a exponer los nexos entre las motivaciones esgrimidas por los esclavos y las resoluciones prácticas del proceso judicial que ilustran de manera eficaz las variaciones de los sistemas normativos y de los argumentos jurídicos a raíz del giro revolucionario. Por su parte, los litigios de mujeres esclavas contra sus amos no han sido tratado anteriormente. 21. Cabe señalar que, según un censo realizado en Cuyo en 1812, en los años revolucionarios en Mendoza los negros sumaban 4.456 personas y así constituían el 33 por ciento de la población (en este caso no se distinguía entre esclavos y libres). Mientras que en el año 1823 otro censo de población contó en Mendoza unos 2.079 negros, que representaban un 12 por ciento de la población, de los cuales 744 N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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1. Libertad civil y patria en el horizonte de un alzamiento de negros (1812) El 2 de mayo de 1812 el teniente gobernador de la ciudad de Mendoza, coronel José Bolaños, designado por la autoridad triunviral con sede en Buenos Aires, tomó conocimiento de un hecho en ciernes que más tarde catalogaron como “una sublevación entre los negros esclavos de este pueblo contra sus amos y de consiguiente contra el gobierno”22. Según el expediente, Bolaños se vio obligado a suspender las celebraciones públicas dispuestas para conmemorar el “cumpleaños de la Patria”, mientras que las familias decentes optaron por abandonar la ciudad y refugiarse en haciendas y chacras de los extramuros. La conmoción oficial dio paso a la reclusión de los principales cómplices de la conjura y a la puesta en marcha de la maquinaria judicial destinada a obtener evidencias objetivas que permitieran caratular el delito. En esta instancia, solo se disponía de una pequeña proclama escrita a mano, seguramente por el único de los implicados que sabía leer y escribir, el negro libre Joaquín Fretes. Este último había arribado meses antes a Mendoza desde Santiago de Chile a raíz de haber obtenido por parte de su amo, Juan Pablo Fretes, un influyente canónico del obispado de Concepción, la carta de libertad que el gobierno patriota chileno había instituido para afianzar entre la plebe urbana, la chispa de la revolución.23 La citada evidencia, de la cual se incluyeron tres ejemplares en el expediente, hacía explícita la adhesión de los esclavos involucrados al gobierno central con sede en Buenos Aires: “Viva la patria, viva la unión y nuestra excelentísima Junta del Río de La Plata y nuestra amable libertad. Viva ¡Viva!”24. Pero si bien la proclama permitía verificar las iniciativas políticas de los esclavos rebeldes, resultaba insuficiente para calificar el proceso como acción sediciosa en cuanto no cuestionaba la autoridad del gobierno sustituto de la Monarquía española y sus leyes. Para plantear esa definición era neceeran esclavos. Para más detalle, ver José Luis Masini Calderón, La esclavitud negra en Mendoza. Época Independiente, (Mendoza: D’Accurzio, 1962). 22. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en Archivo General de la Nación (AGN - Argentina), Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 1. 23. Guillermo Feliú Cruz, La abolición de la esclavitud en Chile (Santiago: Editorial Universitaria, 1973). 24. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 54. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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sario producir más elementos de prueba, de modo que el personal judicial diseñó un detallado cuestionario con el objeto de llevar a cabo una rueda de interrogatorios a los identificados como cabecillas y a otro conjunto de negros, pardos y mulatillos sospechados de complicidad. Asimismo, la instrucción del proceso requirió declaraciones de personajes de alto influjo social, en particular, de los amos de los esclavos y de algunos presbíteros vinculados a los sospechosos de manera directa e indirecta. ¿Qué tipo de información buscaba obtener la autoridad para avanzar en la investigación? Un primer examen del interrogatorio da cuenta de las prioridades del juez para obtener declaraciones significativas orientadas a documentar la organización sediciosa: 2. Digan: ¿Qué cosas oyeron decir de novedad? 5. Ítem Digan: ¿Si conocen a un negro Joaquín que acabó de llegar de Chile y qué le han oído decir tocante de la libertad? 7. Ítem Digan: ¿Qué saben de una novedad o revolución que se decía haber entre los pardos y si saben para qué o con qué cuento se iba a hacer? 14. Ítem. ¿Si saben haya habido en otra parte del mundo o de los dominios españoles algún levantamiento de los pardos, contra los españoles, por qué razón haya sido y si lo han oído decir, digan a quién?25

El medio centenar de declaraciones registradas a lo largo de casi dos meses permite apreciar aspectos indicativos de los contextos, solidaridades y motivaciones que animaron la “campaña de morenos”. Ante todo, el tiempo de la Cuaresma, de los preparativos de las fiestas patrias y de las faenas agrícolas exigidas por la vendimia habían favorecido las “juntas de esclavos” dando lugar a oportunidades adicionales de encuentro, más allá de las rutinas domésticas. El apretado calendario festivo, religioso y productivo que no distinguía sino que asociaba el ámbito urbano y el rural, había favorecido la multiplicación de circuitos y contactos personales a través de los cuales se habían mantenido conversaciones en los cuartos de las casas, los atrios de las iglesias, las pulperías y los fandangos. Al interior de ese ambiente se habían difundido importantes novedades e impresos procedentes de Buenos Aires que habían puesto de relieve propuestas legales 25. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 2. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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contrarias a la esclavitud. En efecto, el día 9 de abril el gobierno central había prohibido la introducción de esclavos en el territorio, había dispuesto la expulsión de expediciones de esclavatura de sus puertos, y amenazaba que en caso de no hacerlo los esclavos serían confiscados, declarados libres y destinados a ocupaciones útiles.26 Pero las perspectivas abiertas con esas noticias no constituían las únicas referencias que habían animado la proliferación de voluntades afines a las maquinaciones libertarias de los esclavos y libertos. De hecho, el énfasis por documentar el grado de conocimiento y proximidad de los esclavos con el negro libre Joaquín Fretes exhibía in situ en qué medida el cambio de status legal de este último era el resultado de la acción mancomunada entre su amo y el gobierno de Chile. Varios testimonios dieron cuenta del activismo libertario que el susodicho había desarrollado en el momento de hacer pie en Mendoza convirtiéndose en el principal intérprete de las reivindicaciones. A propósito de ello, el esclavo Fructuoso Sosa dijo en su declaración: “Que solo de vista conoce al Negro Joaquín, que hace poco tiempo llegó de Chile y que en la citada junta oyó decir que este negro había expuesto (según hace memoria) que en Santiago de Chile les habían dado o les iban a dar la libertad a los esclavos”27. Por su parte, el esclavo Nicolás señaló que: “No conoce al Negro Joaquín pero que hablando el que declara con las criadas del finado Don Francisco Borja Corbalán le dijeron estas que el negro andaba diciendo que en Chile y en Buenos Aires eran ya todos los esclavos libres”28. Las declaraciones atestiguaban la incidencia del negro Joaquín y correlativamente el liderazgo ejercido por el esclavo Bernardo Aragón, quien ejercía el oficio de músico y era analfabeto. Este había motorizado la reunión de voluntades y recursos materiales para asaltar el cuartel de la ciudad y exigir la carta de libertad para los levantados. El reclamo de los esclavos no solo se fundamentaba en los argumentos prácticos obtenidos por medio del negro 26. , “Registro Oficial de la República Argentina que comprende los documentos expedidos desde 1810 hasta 1873” (Buenos Aires, 1879), en Centro de Documentación e Información del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de la República Argentina, tomo primero 1810 a 1821, http://cdi.mecon. gob.ar/greenstone/cgi-bin/library.cgi?e=p-01000-00---off-0registr1--00-1----0-10-0---0---0direct10---4-------0-0l--11-es-50---20-help---00-3-1-00-0--4--0--0-0-11-10-0utfZz-8-00&a=d&cl=CL1. (consultado el 30 de julio de 2015). 27. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 3. 28. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 8. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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Joaquín sino que se conectaba con un universo mucho más amplio de reivindicaciones libertarias e intervenciones plebeyas y negras registrado en el continente. Al respecto, y según el testimonio de algunas mulatillas, Bernardo había manifestado “que era necesario hacer en esta Ciudad lo que los negros de las Islas de Santo Domingo, Matando a los blancos para hacerse libres”29. Tal razonamiento, con conexiones más allá de la vida de la aldea mendocina, dinamizó el diseño de tácticas destinadas a ejecutar el plan, asegurando mínimas condiciones materiales y ampliando la red rebelde. El negro Bernardo apeló a los recursos que tenía a su alcance: consideró necesario disponer de un cuarto próximo al Cuartel, para almacenar armas y pólvora y activó a un núcleo de amigos y allegados con el fin de estimular nuevas adhesiones. En esa red mínima se encontraba el esclavo de Joaquín Sosa y Lima, el negro Fructuoso Escalada, zapatero y nacido en San Juan, quien fue también invitado por Bernardo a una junta de morenos con el propósito de “hacerse libres”. También otros oficiales y aprendices de zapateros mantuvieron conversaciones en el mismo sentido, como el negro Nicolás, esclavo de Doña Manuela Ares y natural de Arrecifes; los mulatillos Felipe y Toribio; y el negro Juan Antonio. Es probable que la incidencia de Bernardo sobre ese pequeño grupo de zapateros estuviera vinculada al papel desempeñado por su padre como maestro del gremio. Por fuera de la clave corporativa, Miguel, un esclavo del Colegio de la ciudad natural de Guinea, participó de las juntas de negros para el designio del levantamiento que intentaban a instancias de Bernardo, quien, según sus dichos, “era el principal y el que los convocaba o instruía”30 para acordar como habían de ejecutar el hecho y en ese marco le hizo entender que tenía una Gazeta de Buenos Aires en que ordenaba que todos los esclavos fuesen libres. Aunque la mayoría de los testigos identificaron a Joaquín y a Bernardo como los principales cabecillas del grupo conspirativo, ese liderazgo aparecía sostenido por otros intermediarios. Entre los más decididos figuró el negro Joseph, esclavo de Agustina Gómez, quien en el interrogatorio reconoció a Bernardo como su comandante. El Negro Jorge, natural de Angola, soltero y sin oficio, esclavo de un maestro carpintero, declaró que Joseph lo había convocado a una junta con motivo de levantarse en so29. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f.7. 30. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 15. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 143 licitud de su libertad y que este iba citando a todos los paisanos que encontraba, por lo que concluía que era el “principal móvil de esa revolución”31. Entre tanto, los negros Domingo y Ambrosio, esclavos del peninsular Juan Francisco Cobo y de Manuel Tiburcio Videla; Domingo, esclavo de Xavier Cavero; y Juan Manuel y Antonio, esclavos de Doña Juana María de Rosas, se repartieron algunas tareas para atraer más adeptos de los esclavos del convento de Santo Domingo y del colegio. En ese marco, Joseph María, esclavo de Antonio Moyano, oyó decir a un peón en la chacra de su amo que corría en el pueblo el rumor de que Bernardo y Joaquín “estaban conquistando a los demás esclavos para levantarse. Para esto tenía el dicho Bernardo armas, pólvora y balas en su cuarto”32. Más tarde, durante los interrogatorios, un amigo de Bernardo agregó más detalles sobre el alcance de la rebelión poniendo en evidencia que en el curso de los días las intenciones originarias habían cambiado radicalmente de carácter: “Los esclavos iban a dar fuego a todos los señores, saquear sus casas y con dichos dineros pagar la soldadesca, y luego recoger las caballadas de las haciendas y alfalfares y con ellas pasar a reunirse en Buenos Aires”33. Este testimonio revela aristas de la movilización y politización plebeya: exhibe un conocimiento de las estrategias de acción política y de las compensaciones materiales que exigía la organización miliciana, e ilustra las prácticas de actuación política vigentes desde 1810 que habían sido apropiadas por los insurrectos para desafiar la autoridad de los amos y del gobierno. La tensión entre casta y clase presente en la cultura política popular de las revoluciones atlánticas de los siglos XVIII y XIX,34 parece haber intervenido también aquí en el recrudecimiento de las posiciones de los negros y en el relativo éxito de su emprendimiento. En efecto, el testimonio del esclavo de Don Manuel Labusta, el negro Joaquín, contribuye a esta línea de ideas al reconocer que el negro Domingo, esclavo de Xavier Cavero, le había dicho que se trataba de una Junta en la que querían 31. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 12. 32. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 16. 33. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 16. 34. Peter Linebaugh y Marcus Rediker, La Hidra de la Revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del Atlántico (Barcelona: Crítica, 2005). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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matar a sus amos, los blancos, para ser libres. No obstante, el testimonio de Antonio María, esclavo de Doña Juana María de Rosas, complejiza aún más la identificación de los perfiles sociales y políticos contrarios a los intereses de los negros, en tanto al momento de puntualizar el alcance y el sentido de la rebelión ideada, confesó que Bernardo le había contado que: De Buenos Aires había venido declarada la libertad de los esclavos, y que esta la tenían usurpada aquí los señores jueces, de lo que tenía constancia por unos papeles que tenía en su poder y que era preciso para el alivio de ellos. Para hacerlo debían tomar el Cuartel y la Sala de Armas y avanzar contra los sarracenos quitándoles el dinero y género que tuviesen para luego presentarse a la Justicia y que los declare libres, y si no querían concurrir a Buenos Aires al Superior Gobierno.35

El cuadro expuesto quedaría incompleto si no se diera cuenta del motor político (e ideológico) que alimentaba y hacía factible la ejecución de los objetivos perseguidos. En efecto, la movilización aparecía impregnada de la politización de los negros a favor de la “Junta de Buenos Aires” como referente exclusivo de identificación patriótica y sostén ineludible del régimen revolucionario, sobre el que se podía respaldar también la justicia de las pretensiones plebeyas. Esa apelación no solo había impregnado las proclamas libertarias secuestradas en el cuarto de Bernardo, sino que también estuvo en boca del negro Joseph el día anterior al desmantelamiento del plan, cuando arengó a sus paisanos con la consigna de: “Avanzar al cuartel, tomar las armas, y luego reunirse en la Plaza, levantar una bandera con un escrito que dijera Viva la Patria y viva la Libertad, pero sin quitar la vida ni el dinero a nadie; y luego ir a Buenos Aires a defender la Patria”36. ¿Qué situaciones políticas habían originado y sostenido esas convicciones patrióticas? Sin duda el arribo del “forastero” venido de Chile, y las noticias sobre la aceleración del debate político a favor de las libertades de los sectores plebeyos (negros e indígenas), disparado con la marea insurgente, se convirtieron en evidencias firmes para que los esclavos enredados en el grupo rebelde diseñaran su propio plan para modificar su status jurídico y obtener la libertad civil. También resulta evidente 35. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 43. 36. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 14. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 145 que esa estrategia utilizó los recursos jurídicos y políticos disponibles, y quizá el matiz distintivo de esa elaboración política haya consistido en que la Junta de Buenos Aires fuera percibida por los negros como garantía institucional para sostener la justicia del reclamo. En resumidas cuentas, el lenguaje y las prácticas políticas de los negros daban cuenta de cómo habían interpretado esa compleja y sofisticada trama conceptual jurídica y política que sintetizaba los preceptos liberales, generalmente conocida a través de los debates doctrinarios de las élites. A esta altura, cabe preguntarse: ¿a qué universo de ideas habían accedido los negros? y ¿qué tipos de intermediaciones habían propiciado la convicción de disputar su libertad individual por medio de un levantamiento armado colectivo y postergar otras acciones recurrentes como la compra de la libertad o la fuga?37 La asociación entre lealtad a la Junta de gobierno y libertad civil había ganado fuerza en el ámbito social mendocino durante la cuaresma, cuando el Prior Matías del Castillo impartió en el templo de Santo Domingo más de treinta sermones en cumplimiento de una orden gubernamental. En ese marco, recalcó la legitimidad del Superior Gobierno y promovió la obediencia al mismo, instruyendo además sobre los derechos del hombre, el amor a la Patria, la soberanía de los pueblos y la libertad.38 La prédica de Castillo es ejemplo de las mediaciones ejercidas por el personal eclesiástico en la difusión del lenguaje revolucionario;39 y en lo que hace a nuestro 37. La práctica de la fuga por parte de esclavos en el Río de la Plata tardocolonial ha sido analizada por Eduardo Saguier, “La fuga esclava como resistencia rutinaria y cotidiana en el Buenos Aires del siglo XVIII”, Revista de Humanidades y Ciencias Sociales Vol: 1 n.o 2 (1995): 115-184. Ese recurso ilustra también los itinerarios negros que nutrieron las filas del artiguismo en el Banda Oriental. Ver: Ana Fraga, “Caminos de libertad en tiempos de revolución. Los esclavos en la Provincia Oriental Artiguista, 18151820”, en Estudios sobre la cultura afro-rioplatense, comps. Bentancur, Borucki y Fraga, 45-66. 38. “Representación de Jacinto Godoy, Francisco de Paula Cuervo y Maestro don Manuel Astorga a los Señores Presidente y Vocales de la Excma. Junta de las Provincias Unidas del Río de la Plata” (Mendoza, s. f.), AGN, Gobierno de Mendoza, Sala X, leg. X-5-5-2; “Oficio de Antonio Suarez, Francisco, Femando Guiraldes y José Rudesindo de Castro al Señor Teniente Gobernador de la ciudad de Mendoza” (Mendoza, 13 de mayo de 1812), AGN, Gobierno de Mendoza, Sala X, leg. X-5-5-2. Para mayor desarrollo, ver Genevieve Verdó, “El escándalo de la risa, o las paradojas de la opinión en el período de la emancipación rioplatense”, en Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, eds. François-Xavier Guerra y Annick Lempérière et al. (México: FCE, 1998), 225-269. 39. Tulio Halperin Donghi, Tradición política española e ideología revolucionaria de mayo (Buenos Aires: Eudeba, 1961); Jaime Peire, El Taller de los Espejos. Iglesia e Imaginario 1767-1815 (Buenos Aires: Claridad, N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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objeto, no parece azaroso que varios testigos hicieran referencia a que por aquellos días la iglesia de Santo Domingo había servido de punto de reunión de los esclavos y tampoco el hecho de que algunos de los esclavos de la orden hayan participado en la planificación del levantamiento armado. Es decir, es probable que los esclavos y libertos en cuestión hayan accedido a la liturgia del mencionado Prior. El mismo clérigo, quien un año antes había negado a un esclavo la carta de libertad alegando que este vivía en buenas condiciones dentro del convento, expuso ante el juez que el reclamo de los esclavos era justo.40 También el testimonio de Agustín Bombal, rector de los predicadores, abonó ese juicio. Por su parte, la versión del dominico Domingo de la Xara Quemada, de la Casa Grande de Santiago de Chile pero residente en Mendoza, fue mucho más enfática y confesó que había alentado el reclamo porque en Chile ya se había otorgado la libertad a los esclavos y porque aborrecía la servidumbre. Ahora bien, la literatura histórica ha subrayado la creciente impugnación de la opinión ilustrada sobre la esclavitud, y no hay razón para dudar que la pretensión plebeya en Mendoza constituyera un síntoma revelador del clima libertario que impregnó la era revolucionaria. Pero si bien los planes esbozados por los esclavos mendocinos en 1812 pueden ser interpretados en ese registro, el mismo resulta poco satisfactorio al momento de considerar el peso del contexto político en el tratamiento de la causa. Para entonces, el cambio operado en la médula del poder en Buenos Aires a favor de la independencia, había precipitado el remplazo de autoridades en Mendoza, y enarbolado a los grupos más decididos a afianzar la revolución. Esa clave patriota operó decisivamente en la vida política local, y el juicio sobre la pretensión plebeya habría de convertirse en caja de resonancia no solo de las tensiones facciosas, sino del predominio político del sector patriota y de su decidida influencia para acelerar la integración de la población esclava al nuevo orden revolucionario. Los procedimientos judiciales muestran el complejo itinerario que adquirió este asunto que como brasa caliente, introdujo no pocos dilemas en torno a la pena prescripta por las leyes ante semejante crimen. Esas perplejidades se vislumbran con nitidez tanto en el desarrollo 2000); y Nancy Calvo, Roberto Di Stefano y Klaus Gallo, Los curas de la Revolución. Vidas de eclesiásticos en los orígenes de la Nación (Buenos Aires: Emecé, 2002). 40. En el estudio de Silvia Mallo figura la negativa del fraile Matías del Castillo de otorgar la carta de libertad del esclavo Fernando Guzmán, y quien definió la esclavitud como “miserable estado” aunque preservándola en virtud de la “libertad de hecho” y las “dulces” condiciones otorgadas por el convento. Ver: Silvia C. Mallo, “La libertad en el discurso del Estado”, 121-146. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 147 del proceso al momento de la sentencia que involucró a los fiscales acusadores, como en las estrategias argumentativas (jurídicas y políticas) diseñadas por quienes asumieron la defensa. Revisemos en detalle su tratamiento. El primer fiscal se excusó de asumir el caso por no contar con formación suficiente para hacerlo,41 remplazándolo entonces el licenciado José Antonio Moreno quien, después de haber pedido el riguroso presidio de los “esclavos delincuentes” por haber atentado contra el orden de justicia sostenido por los amos, las leyes y las Constituciones del Estado, solicitó ser exonerado porque “desconocía las leyes”. El tercer fiscal, Pedro José Pelliza, que estudió leyes en la Universidad de San Felipe (Chile),42 hizo variaciones significativas en relación a su antecesor al evocar nociones jurídicas que prescribían que “el castigo de crímenes debía coincidir a la persona que lo comete”, desechando por completo el argumento esgrimido por la defensa que apelaba al auxilio de los juzgados por “ser patriotas”. También expuso que la pretensión de los esclavos de obtener la libertad merecía un castigo ejemplar para eludir las tentaciones de aquellos que quisieran emularlo, concluyendo que el yugo de la esclavitud era acorde “al derecho común de gentes”43, y que por este “los esclavos no pueden eximirse de la infeliz situación de esclavos”. Los abogados que asumieron la defensa de los esclavos hicieron uso simultáneamente de nociones jurídicas del antiguo y del nuevo régimen. José Rudecindo Castro apeló a la idea de “rusticidad” de los acusados y sostuvo que su delito debía ser interpretado como de “entendimiento” y no de “hecho”. Pues, en efecto, solo se había podido verificar el contacto entre algunos esclavos y la incidencia de su patriotismo. Este argumento, orientado claramente a disminuir la responsabilidad de los acusados, se completó con otro no menos sugerente dedicado a homologar el ensayo libertario de los esclavos con el “ejercicio lícito del empleo de armas contra aquellos que se oponían a la libertad civil”44. 41. El que presentó sus excusas fue Pedro Nolasco Ortiz, nacido en Mendoza, quien estudió Derecho en Chile (1804) donde realizó práctica forense por lo que la Real Audiencia expidió su título de abogado en 1811. 42. Pelliza había estudiado filosofía y teología en Córdoba y en 1795 pasó a Santiago donde cursó leyes, ejerciendo en Mendoza desde 1803. En el período aquí estudiado también fue Alcalde de Primer Voto enrolado en las filas contrarias al sector más simpatizante de la Junta de Buenos Aires. 43. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 76. 44. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 64. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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El segundo defensor, Joseph Obredor, argumentó taxativamente que la acción de los esclavos debía ser ubicada en las coordenadas del patriotismo y de la libertad civil. Tales argumentos tenían conexión con el decreto de libertad de vientres resuelto por la Asamblea Soberana en 1813 y con las ideas del nuevo Teniente Gobernador instituido en Mendoza, quien había contribuido a crear la Sociedad Patriótica Literaria para discutir los más sagrados derechos del hombre. Asimismo, en el alegato de Obredor la violencia del proyecto de los esclavos no radicaba en los “principios” que lo forjaban sino en el modo en que lo pretendían ejecutar, y esto los eximía de culpabilidad. Dicho juez contrastó la conducta de los negros con la de los Americanos y Españoles “enemigos del sistema” que habían encabezado “sucesos criminosos contra la Patria”45 en Potosí y Oruro. Las pocas evidencias reunidas demostraban que el patriotismo y la obediencia al Gobierno Superior constituían los sustentos de las expectativas libertarias. Entonces, las cualidades de los negros mendocinos eran: “memorables estímulos no solo para el vulgo torpe y arrojado, sino también para los sensatos y de luces”46. El defensor también sumó argumentos con el propósito de interpretar el comportamiento de los acusados a la luz de una tradición jurídica radicalmente distinta a la que hasta entonces había enmarcado este caso: “todo el mundo es igual, es independiente, mucho más el hombre que no conoce distinción”47. Esos conceptos rebatían las tradiciones de antiguo régimen que “habían alterado la humana naturaleza dividiéndola en noble y plebeya, rica y pobre”48. En la perspectiva de Obredor se debía impugnar el derecho de gentes, en cuanto este había constituido el trasfondo jurídico sobre el cual el fiscal había organizado la acusación. En sus palabras, dicho funcionario: Da la razón de diferencia de nuestros derechos y de los esclavos, y esgrime que los esclavos constituidos en servidumbre por derecho de gentes no pueden por esto eximirse de la infeliz situación de esclavos. ¡Ah! derecho de gentes maldito, y detestado aun por 45. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 78. 46. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 79. 47. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 79. 48. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 79. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 149 las naciones incultas y bárbaras; derecho de gentes ratificado por tiranos; derecho de gentes que justificó la conquista.49

En esta línea de ideas, el derecho Justiniano resultó efectivo para reubicar el concepto de esclavitud vinculado con los prisioneros de guerra “puestos en servidumbre por consideración de Paz para evitar invasiones y hostilidades de los propios hombres”50. Sin embargo la petición de absolución de los negros sublevados exigía otro tipo de argumentos, en este caso, políticos. Por eso, el abogado recurrió a la experiencia de militarización de los negros previa a la Revolución de 1810, mas no se retrotrajo a la práctica miliciana de los negros libres por cesión o por compra que había moldeado el régimen de milicias del orden antiguo, sino que tomó el año 1806 como punto de partida de la genealogía política y patriótica en la que debía inscribirse la conducta de los acusados. Obredor insistió en que los esclavos encaminaron la solicitud “por las sendas de la razón, moderación y decoro a las autoridades”51, y concluyó que los negros no solamente merecían la libertad por el mérito adquirido sino porque “han sabido desempeñar sus misiones en la Causa Sagrada de la Patria con virtud, constancia y heroísmo desde la entrada Inglesa, hasta la última acción del Tucumán”52. Esas razones justificaban su absolución e integración en los regimientos patriotas, lo cual a su vez entraba en sintonía con la carta gaditana que preveía la obtención de la ciudadanía española por parte de la población afroamericana que sirviera a la Patria. En la instancia de la sentencia, el argumento de la defensa fue correlativo a la decisión del Tribunal, que ordenó liberar a los reos y enviarlos a Buenos Aires para engrosar las filas del batallón de libertos, estableciendo para cada uno de ellos un tiempo de servicio en las armas.53 Pero esta decisión no agradó a los amos, quienes 49. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 80. 50. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 81. 51. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. f. 83. 52. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, ff. 83-84. 53. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, ff. 84-85. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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apelaron colectivamente la sentencia por medio de la representación del Síndico Procurador General de la Ciudad, argumentando que lo dictaminado suponía una afrenta contra sus derechos. Sin que de otra parte los mismos hallen qué motivo ha influido en la privación que se les hace del dominio que sobre los mismos tenían; y, así como ellos no lo encuentran, tampoco el Síndico. Porque, si ha sido supuesto cuanto de la conspiración se ha dicho, libres de crimen los esclavos han debido pasar al servicio de sus amos; pero si ella ha sido efectiva y en ella comprendidos reos los esclavos, aunque debiesen perderse para sus amos, ellos no tienen por qué ganar su libertad ni hay porque premiarlos además con destinarlos al recomendable y honroso servicio de las armas.54

El Cabildo de Mendoza también se hizo eco del reclamo de los amos y rechazó el veredicto aludiendo al “mal ejemplo para los demás, porque en cierto modo ven cumplidos los efectos de su abortada conspiración”55. De modo que así salió a superficie un problema que no había sido pronunciado y considerado en los alegatos durante el proceso: el perjuicio que representaba al derecho de propiedad de los amos, el otorgamiento de la libertad civil a los esclavos involucrados en el plan de levantamiento armado. En el mismo sentido se pronunció la Cámara de Apelaciones, quien interpretó que la sentencia era perjudicial a los amos en tanto los privaba de una propiedad legítima que en todo caso debía recompensarse “con el justo valor por ellos; pues esto mismo ha testificado el Superior Gobierno en el Rescate de los Esclavos ordenado en decreto del 31 de mayo del año pasado, conciliando sabiamente la libertad que les dispensa con el derecho de propiedad de sus amos”56.

2. La libertad civil en el horizonte de esclavas demandantes de sus amos En la cotidianeidad de la sociedad mendocina de la época revolucionaria, las tensiones en torno del respeto y del cumplimiento de los derechos de los esclavos por 54. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 87. 55. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 88. 56. “Criminal de la investigación del alzamiento montado por varios” (Mendoza, 1812), en AGN, Tribunales, Sala IX, leg. 263, exp. 4, f. 91. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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parte de los amos estaban lejos de ser un fenómeno novedoso. Tampoco eran nuevas las controversias por la concesión de la libertad civil, pues en el ámbito judicial había amplia constancia de conflictos sobre la base de este problema. En nuestro registro de las fuentes judiciales de Mendoza (en materia civil), correspondientes a la primera mitad del siglo XIX, hallamos casi treinta causas relativas a la libertad civil de esclavos, a los derechos de estos a un buen trato y a controversias en torno de la propiedad de los mismos. Otros tantos reclamos y litigios con participación de esclavos y libertos, fueron registrados en fuentes judiciales mendocinas en materia criminal (delitos y actos de sedición) y en documentación de la sección de Gobierno, como correspondencia al Gobernador Intendente de Cuyo (solicitudes realizadas por esclavos). Con base en las mismas, podemos decir que sobre el total de las causas consignadas es notable la predominancia de litigios en torno de la libertad civil y de los derechos de los esclavos y libertos a partir de 1810, y especialmente, después de 1812. En tal sentido, la resolución judicial del caso de los esclavos que pretendían levantarse en 1812, por el hecho de la absolución y de los derechos reconocidos a los involucrados, puede haber sido para este sector popular una bisagra entre un antes y un después en la percepción de los derechos propios y de su poder de organización. Además, en febrero de 1813, apenas meses después que se desbarató el plan de los esclavos en Mendoza, el Supremo Poder Ejecutivo Provisorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata comunicó en Buenos Aires que la Asamblea Soberana General Constituyente había decretado la “Libertad de vientres”. Así versaba el bando publicado en virtud del decreto: Siendo tan desdoroso, como ultrajante a la humanidad, el que en los mismos pueblos, que con tanto tesón y esfuerzo caminan hacia su libertad, permanezca por más tiempo en la esclavitud los niños que nacen en todo el territorio de las Provincias unidas del Río de la Plata, sean considerados y tenidos por libres, todos los que en dicho territorio hubiesen nacido desde el 31 de enero de 1813 inclusive en adelante, día consagrado a la libertad por la feliz instalación de la Asamblea general, bajo las reglas y disposiciones que al efecto decretará la Asamblea general constituyente.57

Esta y otras determinaciones políticas en relación con la abolición progresiva de la esclavitud (que fue derogada completamente en el año 1853 por la Constitución Nacional), llevaron a José Luis Masini Calderón a sostener que en el periodo independiente surgió un nuevo esclavo y un nuevo tipo de servidumbre: la del liberto. Según 57. José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846) (Buenos Aires: Emecé, 2007), 189. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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el autor, “el nuevo período procura la desaparición del esclavo cosa, que era contra naturaleza, y además busca que desaparezcan las diferencias sociales que daban el nacimiento y el color”58. En este sentido, aunque el alcance de los principios del “nuevo período” podría discutirse, es cierto que solo entre 1812 y 1815, el gobierno central con sede en Buenos Aires dictó una batería de medidas en favor de manumitir esclavos, prohibir su tráfico, eliminar la esclavitud de los niños, reglamentar el ejercicio de los libertos e integrar estos últimos a ejércitos y milicias.59 Con todo, las diferencias sociales y jurídicas eran notorias y esto se deja ver en el ámbito de la justicia, el cual constituye un espacio privilegiado para detectar la reproducción de tales desigualdades, ya sea por desequilibrio en el acceso de los distintos sectores sociales a cargos públicos o por la mediación ejercida por representantes de las élites letradas, inclusive en el caso del Defensor de Pobres. También porque el contenido de algunos casos judiciales, dejan ver que quienes impulsaban reclamos, y en especial los esclavos y libertos, se fundamentaban en la apreciación de una injusticia con base en la divergencia jurídica y social; mientras que la voz mediada de los querellantes, connotaba la expectativa de estos por encontrar en la normativa jurídica, un respaldo en favor de su razonamiento y lograr un dictamen que revirtiera su situación. En este punto, cabe destacar que la exploración de las fuentes judiciales mendocinas nos enfrenta con una presencia relevante de mujeres negras en calidad de litigantes contra sus amos por cuestiones relativas a la libertad civil; y que los casos en que estaban involucran resultan significativos a los fines de nuestro estudio por varias cuestiones. De un lado, estos casos demuestran que la gestión y la potencialidad enunciativa en torno del reclamo por la libertad civil, no eran una capacidad exclusiva de los varones negros ni estaban indisolublemente asociados con el argumento del patriotismo (tal como resultaría de generalizar conclusiones a partir de los hechos de 1812). Por otro lado, estos expedientes nos entregan evidencias de las querellas de los esclavos y libertos cuyanos, en este caso usando canales institucionales no disruptivos del orden social vigente. En relación con esto último, en los tres casos que trataremos, se contrapone directamente libertad civil con el derecho de propiedad. El mismo problema se reveló al final del proceso judicial en el caso de los esclavos 58. José Luis Masini Calderón, “La esclavitud negra en la República Argentina - Época independiente”, Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, Segunda Época Vol: 1 n.o 1 (1961), 136. 59. Silvia C. Mallo, “La libertad en el discurso del Estado”, 124. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 153 rebeldes del año 1812, cuando luego de que el derrotero argumentativo que ubicó primero las tensiones sociales en el campo de la sedición y del patriotismo, se topó posteriormente con la encrucijada de las determinaciones económicas. En este marco, la mulata liberta Juana Corbalán se presentó en noviembre de 1814 a la justicia mendocina para reclamar que se le devolviera el dinero pagado por ella para comprar a su hijo liberto de poco más de un año y para que se apercibiera seriamente a los tasadores que le pusieron el precio de veinte pesos, “como a infractores de los estatutos Soberanos”. También pidió que se reconviniera al defensor de Menores por haber acordado la venta del liberto.60 El problema tuvo origen en el hecho de que Juana había comprado su propia libertad por ciento cincuenta pesos entregados a su ama Doña Juana Josefa Corbalán, quien, contra lo dispuesto por la Ley de Vientres el año anterior, le vendió también a su hijo, llamado Roberto, aprovechando el cálculo hecho por tasadores nombrados por ella y por el Defensor Público de Menores. Este suceso fue calificado por la liberta como “gravoso a mis intereses, perjudicial, y escandaloso al orden social”61. Por lo tanto, apeló al artículo 5o del Reglamento de la Soberana Asamblea, dictado el 6 de marzo de 1813, donde se establecía que cuando se vendiese una esclava que tuviera un hijo liberto menor de dos años, esta debería pasar con él a poder del nuevo amo, pero si el liberto fuese mayor de dos años sería voluntad del vendedor quedarse con él o traspasar su propiedad al comprador junto con la esclava. De modo que, a ruego de la liberta, Manuel Antonio Pizarro, su representante, apeló en su reclamo a dicho artículo del Reglamento y argumentó que: Si este privilegio se declara en favor del comprador con mayor motivo, y con más justo título se deberá declarar en favor de una madre liberta que con su honradez y trabajo personal, y las propiedades que heredó el liberto de su padre, podrá proporcionarle una educación correspondiente a la dignidad de un hombre libre, y acaso con más esfuerzo y atención que a un liberto que reconoce hasta la edad de quince años un amo que se le aprovecha de un trabajo, y olvida las obligaciones de la educación como que no tiene el interés de una madre amorosa, y compasiva, que debe desvelarse por la honradez del hijo que alimentó en sus entrañas.62 60. “Corbalán Juana sobre su libertad” (Mendoza, 1814), Archivo General de la Provincia de Mendoza (AGPM), Judicial Civil, Época Independiente, Letra “C”, n.o 539, leg. 17865, f. 1. 61. “Corbalán Juana sobre su libertad” (Mendoza, 1814), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, Letra “C”, n.o 539, leg. 17865, f. 2. 62. “Corbalán Juana sobre su libertad” (Mendoza, 1814), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, Letra “C”, n.o 539, leg. 17865, f. 2. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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Por lo general, en las demandas iniciadas por esclavos, sus defensores argüían que la libertad era un valor superior que dignificaba al hombre y al pueblo que era capaz de reconocer este derecho en todos los hombres. En el caso de Juana Corbalán se esgrimieron cuatro razones para sustentar su convicción de que el reclamo emitido era justo, y para postular el recurso por el cual este podía obtener legitimidad: la propia capacidad de trabajo y subsistencia de la liberta, su condición de propietaria, su mayor predisposición a educar al niño y su aptitud como contribuyente al ahorro de las instituciones públicas. Jamás puede compararse el anhelo del comprador con el de la madre en proporcionar al liberto las ventajas de su suerte, aquel le mira siempre como una propiedad arrendada que solo va a disfrutarla, esta como una porción de sus entrañas; aquel como un extraño, esta como identificado consigo misma, y de aquí es que si el comprador de la esclava tiene un derecho para llevarlo consigo, con mayor razón debe llevarlo la madre liberta y principalmente si esta es como yo que poseo propiedades capaces de ahorrar a la Tesorería Filantrópica las rentas que debe emplear en la emancipación del liberto.63

En efecto, estas premisas obtuvieron legitimidad judicial cuando se dictaminó que se le devolvieran a Juana Corbalán los veinte pesos en que había sido valorado su hijo Roberto y se ordenó a los peritos tasadores que se acogieran al reglamento dictado en la materia. Ahora bien, aunque parezca paradójico, el núcleo de su argumentación apeló, en este caso a su derecho de propiedad, en función de demostrar su capacidad económica y productiva para constituirse en una madre libre responsable del bienestar de su hijo. En definitiva, en esta causa no se discutió el derecho de propiedad de los amos, sino que se solicitó el respeto de las nuevas normativas vinculadas a la libertad de vientres en el marco de la vigencia del comercio de esclavos. Por otro lado, en las demandas de los amos, estos aseguraban que el derecho a la propiedad no podía ser avasallado en nombre de la libertad civil de los esclavos o de su derecho a un buen trato. Este argumento lo encontramos, por ejemplo, en la voz de Don José María Latorre, quien pretendía retener en propiedad a una negra llamada Victoria, esclava del difunto marido de su esposa, Doña María Antonia Peralta. Por eso, la misma Victoria recurrió al Defensor de Esclavos de Mendoza para solicitar una petición en contra de 63. “Corbalán Juana sobre su libertad” (Mendoza, 1814), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, Letra “C”, n.o 539, leg. 17865, ff. 2-3. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 155 Peralta y Latorre, por no entregarle la carta de libertad, según lo había dispuesto y manifestado por escrito antes de su muerte el difunto Don Ángel Victorino Chaves. Pero en este contexto, a la “causa privilegiada de la libertad”, que alegaron Victoria y su defensor oficial, el denunciado Latorre interpuso en su defensa el derecho de propiedad. Más aún, en la medida en que aquel no encontró el menor fundamento en el alegato del ministerio, sostuvo que al Defensor General de Menores y Esclavos no lo movía más que un interés personal: Un deseo de perjudicarme, pues no siendo posible que el ministerio conciba ha de alcanzar del juzgado una sentencia favorable hacia la criada, no habiendo principio alguno que lo favorezca, es cierto que no hay otro interés que el de hacerme cargar los gastos y molestias de un Litis.64

Esta acusación llevó al representante del ministerio público a tener que justificar su procedimiento, defender el desempeño de sus funciones, y aclarar que no tenía intención de ocasionar perjuicios a otras personas o generar enemistad con algún vecino. Así también, el Defensor se vio empujado a exponer las relaciones de poder que Latorre pretendía hacer valer en su favor, por medio de elevar una representación al Gobernador.65 Finalmente, la negra Victoria fue reconocida por libre y se dictaminó la entrega del correspondiente título de libertad, dando lugar así al reconocimiento del valor de la libertad civil de la esclava por sobre los intereses materiales y los vínculos sociales de sus apoderados. Otra vez, lo que estuvo en discusión en este caso no fue la legitimidad de la esclavitud en sí misma, sino de la propiedad de la esclava. En las fuentes judiciales hemos detectado con significativa frecuencia el tipo de conflictos antes mencionados, ya sea entre el derecho de propiedad del amo y el de libertad civil de un esclavo, o en la existencia de tensiones sociales y de poder hacia el seno de la comunidad y de las élites mendocinas, por litigios en torno de la propiedad de esclavos. Algunos de estos aspectos se hacen evidentes en la demanda por sevicia que en junio de 1815 promovió el Regidor Defensor de Menores de 64. “El defensor de menores por la esclava Victoria Chaves con don Ángel Victoriano Chaves por libertad de una esclava” (Mendoza, 1830), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, Letra “C”, n.o 1133, leg. 17716, f. 3. 65. “El defensor de menores por la esclava Victoria Chaves con don Ángel Victoriano Chaves por libertad de una esclava” (Mendoza, 1830), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, Letra “C”, n.o 1133, leg. 17716, ff. 4-5. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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Mendoza, a instancias de la criada Juliana, contra Don Miguel Villanueva, quien era Teniente Coronel efectivo de los Ejércitos de la Patria. La demanda inicial sostenía que Villanueva “prescindiendo de aquellos sentimientos propios de la humanidad se ha excedido con crueldad en castigar injustamente a una criada de su dominio llamada Juliana” 66, y solicitaba el nombramiento de dos facultativos para hacer los peritajes que permitieran corroborar la ocurrencia de un acto de sevicia. Haciéndose lugar a la solicitud del Defensor y realizados los reconocimientos e informes por parte de los expertos, el representante de Juliana argumentó que: Se demuestra de un modo evidente los sentimientos de una venganza empeñada sobre una esclava indefensa. Este acto de ferocidad es una verdadera alevosía que excediendo los términos de ese deplorable dominio que el bárbaro abuso de las reglas ha sostenido en nuestra misma especie priva por las leyes al pretendido señor de un derecho insostenible contra la naturaleza y la humanidad. Ambas se interponen ya reclamando la libertad que pertenece a esta desgraciada.67

El reclamo por la libertad de Juliana apelaba a encontrar legitimidad en el hecho de que “la ley se la concede de hecho en el momento que consta la sevicia”68. Pero en este caso el Defensor no logró un dictamen a favor de Juliana, pues el Juez recurrió a una ley vigente que ofrecía un intersticio entre el derecho de propiedad y el de la libertad civil: Disponiendo la Ley de Partida (que no está derogada) que el Juez venda al esclavo inmoderadamente castigado por su señor entregando a este el precio para que jamás vuelva aquel a su potestad; se declara no haber lugar a la libertad que se solicitaba para la sierva Juliana, cuyo valor será regulado por tasadores que nombrarán el Defensor y su amo dentro del tercer día, corriendo la enajenación por mano del primero.69

Este litigio no se cerró con este dictamen, pues al año siguiente Miguel Villanueva se presentó ante la justicia y reclamó para sí el dinero que debió resultar de 66. “Juliana criada contra Miguel Villanueva” (Mendoza, 1815), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, 58-J, n.o 633, leg. 46765, f. 1. 67. “Juliana criada contra Miguel Villanueva” (Mendoza, 1815), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, 58-J, n.o 633, leg. 46765, f. 2. 68. “Juliana criada contra Miguel Villanueva” (Mendoza, 1815), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, 58-J, n.o 633, leg. 46765, f. 2. 69. “Juliana criada contra Miguel Villanueva” (Mendoza, 1815), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, 58-J, n.o 633, leg. 46765, f. 27. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 157 la operación de venta de su esclava Juliana, y/o de la producción de su conchabado, y acusó de incumplimiento al Defensor que había promovido la causa contra él, pues a más de una año de lo sentenciado por el Juez no había tenido noticias del destino de su criada. 70 Ahora bien, la exploración nos lleva a la mencionada “Ley de Partida”; y al respecto sabemos que Las Siete Partidas de Alfonso X rigieron para América con algunas modificaciones, en el marco de las Leyes de Indias (1680), y que durante el período colonial se dictaron diversas Reales Cédulas para legislar en las sociedades coloniales hispanoamericanas sobre aspectos concretos, como la esclavitud.71 Así, la Partida IV, Título XXI, Ley VI regulaba lo relativo a la violencia del amo sobre el esclavo y ordenaba que: Si algún hombre fuese tan cruel con sus siervos, que los matase de hambre; o les diera tal cantidad de azotes, que no lo pudiesen sufrir, que entonces se puedan quejar los siervos, al juez. Y el de su oficio, debe encontrar si en verdad es así; y si fuera verdad, debe venderlos, y dar el costo a su señor.72

Esta referencia deja ver que la legislación indiana y la justicia colonial reconocían a los esclavos la posibilidad de recurrir a la justicia en caso que el amo los castigase o maltratase indebidamente. Asimismo la ley fijaba a la autoridad judicial una función de intervención en la relación privada amo-esclavo; pero la disposición no contemplaba la libertad del esclavo por sevicia del amo y resguardaba el derecho de propiedad de este. Tal disyuntiva jurídica fue tratada por Silvia Mallo para el Río de La Plata, y con su trabajo nos llega el caso de Fernando Guzmán, un esclavo mendocino propiedad de un convento de la ciudad. En ese caso, el ya mencionado Prior fray Matías del Castillo (cuyas palabras habían podido servir de inspiración a los negros rebelados en 1812), le negó la carta de libertad a Guzmán y justificaba tal decisión alegando que: “En tanto no se altere ese derecho de gentes, estamos en posesión de sus resultados”73. Tal situación puede ser mejor comprendida si nos remitimos al 70. “Juliana criada contra Miguel Villanueva” (Mendoza, 1815), AGPM, Judicial Civil, Época Independiente, 58-J, n.o 633, leg. 46765, f.1. 71. Montserrat N. Arre Marfull y Karrizzia A. Moraga Rodríguez, “Litigios por sevicia de negros y mulatos esclavos”, http://nuevomundo.revues.org/55954. (consultado el 1 de agosto de 2015). 72. Montserrat N. Arre Marfull y Karrizzia A. Moraga Rodríguez, “Litigios por sevicia de negros y mulatos esclavos”, http://nuevomundo.revues.org/55954. (consultado el 1 de agosto de 2015). 73. Silvia C. Mallo, “La libertad en el discurso del Estado”, 132. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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examen que ha hecho Chaves Maldonado de algunos discursos sobre la libertad en un espacio de enunciación fronterizo entre la historia colonial y la temprana república. Al respecto la autora sostiene que: Desde el siglo XVI, conceptos de diversa factura, asociados a la pugna entre derecho natural y derecho de gentes, determinaron de manera contradictoria y conflictiva las posibilidades para significar la libertad de los pueblos expresada en la independencia; y la de los esclavizados, expresada en el abolicionismo.74

Por nuestra parte, estamos en condiciones de decir que los esclavos y libertos cuyanos debieron transitar ese espacio fronterizo de enunciación y jugar un papel en aquella liza, aunque fuera de forma mediada. En efecto, las fuentes judiciales que examinamos permiten arrojar luz sobre las huellas de ese andar y dejan ver sus pretensiones y acciones políticas tanto individuales, como colectivas.

Conclusiones Llegados a este punto, vale la pena llamar la atención sobre la práctica historiográfica que en este estudio permitió acceder a las acciones y representaciones sobre la libertad civil y el patriotismo asumidas por los esclavos y libertos cuyanos en la época revolucionaria de principios del siglo XIX. En los expedientes judiciales, que como se ha dicho constituyen testimonios valiosos para acceder a la cosmovisión de los grupos plebeyos, encontramos entre líneas, a pesar de estar mediados por el personal judicial, vestigios de las intervenciones y discursos de estos sectores involucrados en dicha coyuntura. Tal cadena indiciaria ha permitido restituir voces muchas veces silenciadas por la historiografía local: las de los afrodescendientes. La reducción de la escala de observación y el tratamiento intensivo del material de análisis permitieron, en este caso, una mejor apreciación de los argumentos y estrategias políticas (individuales y colectivas) de los esclavos y libertos, orientadas a obtener su libertad civil, al facilitar su especificación y el establecimiento de relaciones entre distintos aspectos de la realidad social restituida. En ese sentido, uno de sus recursos fue apropiarse del patriotismo y adherir la Junta constituida en Gobierno Superior de la Provincias del Río de la Plata, tal y como ocurrió con los esclavos que 74. María Eugenia Chaves Maldonado, “El oxímoron de la libertad”, 176. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

Beatriz Bragoni y Orlando Gabriel Morales 159 urdieron un plan de sublevación, el cual implicó mecanismos de organización colectiva, consecución de armas, previsión de la toma del Cuartel de la ciudad, adhesión y proyección de incorporación en los ejércitos patrios. En esta misma línea, también pudimos descubrir la capacidad de acción de algunas esclavas mendocinas con base en los recursos jurídicos disponibles, para reclamar su libertad o exigir justicia en casos de violaciones de sus derechos. Por tales motivos, la observación microscópica del plan de levantamiento armado y de algunas querellas de esclavas contra sus amos, los cuales fungen como acontecimientos excepcionales o que rompían esporádicamente la estabilidad de los sectores sociales dominantes, nos han permitido restituir y poner en contexto algunos conflictos sociales más o menos dispersos y fugaces protagonizados por actores anónimos que tuvieron lugar en el periodo revolucionario, y que serían difícilmente aprehensibles a una perspectiva macroexplicativa. De otra manera no podríamos acceder a las tensiones sociales sobrevenidas tras los reclamos de esclavos por su libertad civil y a la reacción de los amos en defensa de su derecho de propiedad. Sin embargo, la necesaria mirada totalizadora, que indaga las múltiples dimensiones del hecho histórico, permitiendo establecer vínculos entre las mismas y enmarcarlas en un conjunto mayor de relaciones sociales y discursivas, puso aquí en un primer plano la tensión entre el “derecho de gentes” y los principios jurídicos liberales en tanto sistemas jurídico normativos divergentes, que en aquel momento histórico disputaban el predominio de legitimidad. En este sentido, y como lo han mostrado otros estudios latinoamericanos sobre la resistencia de eslavos y libertos, los indicios que surgen de los archivos examinados muestran las solidaridades y agencias de estos y dejan entrever la difusión de los preceptos liberales transcurridos solo dos años de revolución en el Río de La Plata. El lenguaje y las prácticas políticas de los negros sublevados dan cuenta de cómo habían interpretado esa compleja y sofisticada red conceptual, jurídica y política,. En todos los casos, los testimonios de los partícipes develaban su concreto conocimiento de las ideas liberales y de las variaciones operadas en el sistema normativo e institucional de la patria naciente. Así, por medio de intervenciones que sostenían su objetivo de acceder a la libertad, discutieron eventualmente la legitimidad del derecho de propiedad en relación con el de la libertad civil o apelaron estratégicamente N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 131-167

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a su propia capacidad de constituirse en propietarios, u a otros valores liberales con legitimidad social en tanto medios dignificantes del hombre libre, para justificar su derecho a la libertad. De este modo, los negros cuyanos transitaron de la revolución a la independencia en el Río de La Plata, con expectativas acerca de sus propias posibilidades para una integración más equitativa que la ofrecida por el antiguo régimen colonial y aprestos a emprender acciones concretas para alcanzar el preciado ejercicio de la libertad civil.

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Artículos

DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.53810

La Comisión Corográfica colombiana y la Mission Héliographique francesa: dos empresas nacionales a luz del positivismo del siglo XIX* Verónica Uribe Hanabergh** Resumen Este artículo hace una comparación entre la Comisión Corográfica colombiana y la Mission Héliographique francesa, entendidas como dos empresas estatales que se apoyaron en componentes visuales y estéticos imprescindibles para entender sus objetivos. Estos dos proyectos, vistos a la luz del positivismo del siglo XIX, pretendían hacer un inventario de su país con base en la geografía y la arquitectura, respectivamente, como elementos principales del paisaje que permitirían la construcción de la nación moderna. Las imágenes, elementos de registro y de poder, son asumidas aquí como el eslabón fundamental para entender la coincidencia del nacimiento de ambas empresas en un mismo momento, con propósitos similares y con resultados diferentes. Palabras clave: Comisión Corográfica, Mission Héliographique, Colombia, Francia, positivismo, fotografía.

Artículo recibido el 14 de noviembre de 2014 y aprobado el 10 de septiembre de 2015. Artículo de reflexión. ** Doctora en Humanidades (Arte, Literatura y Pensamiento) de la Universidad Pompeu Fabra. Profesora asociada. Directora del programa Historia del Arte del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes. Bogotá-Colombia. Correo electrónico: [email protected] *

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197 ISSN impreso: 0121-8417 ISSN electrónico: 2357-4720

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Abstract The aim of this article is to compare the Colombian Corographic Commision and the French Mission Héliographique as state enterprises that used important visual and aesthetic components to back their objectives. These two projects, seen under the light of nineteenth-century positivism, meant to survey their countries using geography and architecture respectively, as basic landscape elements to build the modern nation. Images, elements of survey and power, are understood here as the main link to understand the coincidence of the birth of these projects both at the same time, with very similar purposes, and very different results. Key words: Corographic Commision, Mission Héliographique, Colombia, France, positivism, photography.

Introducción Mucho se ha escrito sobre la Comisión Corográfica en Colombia, desde la geografía, desde la historia, desde la antropología y algunas pocas cosas desde la historia del arte. Asimismo se ha escrito sobre la Mission Héliographique francesa desde estas mismas disciplinas, incluida la historia de la fotografía y de la arquitectura. En nuestro conocimiento, no se ha dicho nada sobre ambas en forma comparativa para entender la coincidencia de su surgimiento en un mismo instante, con propósitos similares y con resultados diferentes. Tanto el proyecto de la Comisión como el de la Mission reflejan el momento que las vio nacer; un momento coyuntural en los dos países, cuando algún tipo de inventario de nación se hizo necesario para construir imaginarios colectivos sobre estados que estaban en procesos paralelos de cimentación. El propósito de este artículo es hacer un breve relato de estos dos sucesos como episodios de la historia del arte, comparándolos en una revisión a la luz de la historia que los enmarcó. Uno y otro determinaron un evento importante dentro de las historias culturales, visuales y materiales de sus respectivos países, y pueden ser entendidos de forma paralela como evidencia del pensamiento positivista del siglo que los promovió. Esas circunstancias son resultado de dos aspectos que aquí se quieren resaltar: primero, el binomio arte-ciencia, en el que el pensamiento científico y sus herramientas permearon el mundo del arte y viceversa. Esto es visible tanto en la Comisión Corográfica, que buscaba plantear el paisaje y la realidad por medio de N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

Verónica Uribe Hanabergh 173 la mirada del dibujo, así como en la Mission, que usó novedosas técnicas fotográficas para afirmar su plan. Segundo, el uso de la geografía como instrumento para gobernar un país donde el registro de la mirada estética respaldaba esa iniciativa, pues encontraba en la creación de imágenes una manera de consolidar su intención. Quien conoce e inspecciona su territorio puede gobernarlo: en Colombia, un gobierno liberal que apoyaba la construcción federalista y en Francia, Napoleón III y la Segunda República, siendo dos sistemas que buscaban simultáneamente la modernización y la preservación del país. Estos sucesos estuvieron influenciados por la corriente positivista, que tuvo efecto desde su natal Francia hasta llegar a Colombia.Tras estudiar estos dos programas de manera independiente y paralela, surgió la motivación de unirlas en un mismo análisis, a partir de la coincidencia —no tan coincidente— de las fechas en las que se llevaron a cabo: la Comisión Corográfica, de 1850 a 1859, y la Mission Héliographique, en 1851. Este examen de las ideas que las crearon, de los autores que las gestaron, de las resonancias filosóficas y políticas que las desarrollaron y los medios con los cuales se registraron, entre otros, resultó en una tabla comparativa (Anexo 1) con puntos de similitudes y de divergencias. De todas formas, la conclusión de esta confrontación es que ambos proyectos nacieron de iniciativas estatales, con propósitos respaldados por el positivismo de la época, en las que la intención de registrar para mirar, registrar para rescatar, registrar para conservar, registrar para revisar y registrar para aprender es evidente.

1. La Comisión Corográfica: 1850-1859 La Comisión Corográfica colombiana se creó por medio de una ley del congreso del 15 de mayo de 1839 bajo el mandato del presidente Tomás Cipriano de Mosquera, si bien la ejecución de dicha tentativa recayó sobre el gobierno de José Hilario López en 1849. Su duración total fue de nueve años (1850-1859) y estuvo dirigida por el militar y geógrafo italiano Agustín Codazzi. Incluyó una revisión regional cartográfica y botánica y la descripción de estas mismas por medio de la literatura y del arte.1 Bajo la dirección de Codazzi, el botánico José Jerónimo Triana continuó con los trabajos 1. Para una lectura más detallada de la Comisión, ver Verónica Uribe,  “Translating Landscape: The Colombian Corographic Commission”, The Journal of Arts and Humanities Vol: 3 n.o 1 (2014): 126-136. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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de la expedición botánica y el escritor Manuel Ancízar2 primero, y después el futuro presidente Santiago Pérez Manosalva3 (presidente de los Estados Unidos de Colombia entre 1874 y 1876) se encargaron de relacionar los recorridos mediante la palabra escrita. Asimismo, la Comisión como proyecto artístico tuvo tres momentos puntuales: bajo el pincel del venezolano Carmelo Fernández, de 1850 a 1851, quien se encargó de los dos primeros viajes de la delegación; luego con el talento del inglés Henry Price en 1853, que incluyó el tercer itinerario; y, por último, de 1855 a 1859 con los aportes del colombiano Manuel María Paz y del francés Leon Ambroise Gauthier,4 cuando se exploró el sur y el oriente del país en diez rutas más. Según Gabriel Giraldo Jaramillo, la Comisión fue “la empresa de más ambiciosas perspectivas y de más cumplidas realizaciones que se intentó durante el siglo XIX en nuestro país”5. Para entender los objetivos de la Comisión debemos leer la ley del congreso del 29 de mayo de 1849 con la cual se autorizó definitivamente el proyecto.6 Sus dos primeros artículos resultan relevantes para esta investigación: Art. 1. Agustín Codazzi se compromete a formar una descripción completa de la Nueva Granada y a levantar una carta general de dicha República y un mapa corográfico de cada una de sus provincias, con los correspondientes itinerarios y descripciones particulares, todo, a más tardar, dentro del término de seis años contados desde el día 1 de enero de 1850. Art. 2. Tanto la descripción como los mapas de que trata el artículo anterior, tendrá la extensión, claridad y exactitud necesarias para que el país pueda ser estudiado y co2. De hecho, Salazar Ramos ubica a Ancízar dentro de la corriente romántica, cuando explica que: “En Ancízar no existe la preocupación por establecer la legitimidad de la revolución emancipatoria, sino el análisis de la situación presente y del destino de la nacionalidad”. Ver: Roberto J. Salazar Ramos, “Romanticismo y positivismo” en La filosofía en Colombia, coord. Germán Marquínez Argote (Bogotá: El Búho, 2004), 248. 3. El viaje de Santiago Pérez aparece publicado en Santiago Pérez, “Apuntes de un viaje por el sur de la Nueva Granada en 1853”, en Museo de cuadros de costumbres: Biblioteca del Mosaico, ed. Banco Popular (Bogotá: Banco Popular, 1973), 145-157 y 265-274. 4. Para entender la relación que Gauthier tuvo como cuarto pintor de la Comisión, ver Beatriz González, Manual de Arte del siglo XIX en Colombia (Bogotá: Uniandes, 2013), 169-218. 5. Gabriel Giraldo Jaramillo, Colombia en 1850: álbum de la Comisión Corográfica (Bogotá: Librería Suramérica, 1946), VIII. 6. La primera ley del congreso que ordenó hacer un proyecto de esta envergadura fue emitido el 15 de mayo de 1839. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

Verónica Uribe Hanabergh 175 nocido en todas sus relaciones principalmente en lo tocante a topografía, estadística y riquezas naturales.7

Es en estos dos artículos donde se entiende la finalidad corográfica tras el conocimiento de las regiones y sus habitantes; donde se concibe el detalle de las descripciones necesarias y se deduce la amplia gama de estudio esperada de los mismos recorridos. Esta necesidad de construcción de país es descrita por Beatriz González, así: La disolución de la Gran Colombia a partir de 1827 y la muerte del libertador Simón Bolívar (1830) dieron origen a una necesidad sentida por todos los mandatarios de la recién nominada Nueva Granada: desarrollar un programa de construcción de la nación. El primer paso consistió en trazar el mapa territorial del país.8

En total, se conocen alrededor de 214 acuarelas, producto de los diez itinerarios realizados por Bogotá y sus alrededores, los Santanderes, las provincias de Antioquia, Cauca, Córdoba, Mariquita y Medellín, el río Atrato, la costa Pacífica, Casanare y Caquetá. A través de esas láminas exploró la geografía física, la geografía humana y social, los medios de transporte, las antigüedades indígenas y los lugares emblemáticos del paisaje colombiano de la época. Cada artista, en su estilo, capturó lo que se consideraba esencial en las diferentes regiones, para hacer un retrato de la nación y colaborar con el proyecto político federalista que fue padre de la empresa. Para Giraldo Jaramillo: […] Los pintores de la Comisión Corográfica como sus antecesores del Instituto Botánico buscaron la naturaleza y encontraron el paisaje; por los caminos de la ciencia alcanzaron las regiones divinas del arte; conducidos por un móvil inmediato y directo, con un propósito esencialmente didáctico, hicieron el hallazgo formidable de los elementos naturales como parte integrante de la creación artística.9

Esta integración de la ciencia con el arte es evidente, sobre todo, en las láminas de Carmelo Fernández y de Henry Price, debido a que los dos fueron instruidos no solo 7. Eduardo Acevedo Latorre, “Los trabajos de la Comisión Corográfica” en Jeografía física y política de las provincias de la Nueva Granada por la Comisión Corográfica bajo la dirección de Agustín Codazzi (Bogotá: Publicaciones del Banco de la República, 1957), 10. 8. Beatriz González, Manual de Arte, 169. 9. Gabriel Giraldo Jaramillo, Colombia en 1850, XII. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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en técnicas, sino también en nociones estéticas sobre la pintura de paisaje.10 La formación académica de Manuel María Paz, a diferencia de los otros, fue únicamente en dibujo científico bajo la instrucción del mismo Codazzi (Paz estudió en el Colegio Militar de Bogotá en 1848). Esto hace que algunas de sus ilustraciones se sientan esquemáticas, sintéticas y carentes de sensibilidad frente al tema y a la técnica de la acuarela. Así como la Peregrinación de Alpha texto de Manuel Ancízar publicado por entregas en El Neogranadino y los mapas de Codazzi, los resultados estéticos de la Comisión Corográfica no fueron publicados en el momento de su elaboración. Gran parte de las imágenes están hoy consignadas en la Biblioteca Nacional de Colombia y en la Colección de Arte del Banco de la República, e incluyen en su mayoría paisajes, tipos sociales y antigüedad indígenas, todas hechas en acuarela, de formato pequeño, enmarcadas dentro del papel y tituladas, con el lugar o provincia específica. Su importancia radica en que son evidencia de la modernidad del proyecto civilizador que pretendía construir la Comisión. Una mirada del país hacia el país, en la cual la mayor cantidad de aspectos de su naturaleza, su geografía, sus castas y tipos, sus medios de transporte y su legado indígena quedaron registrados. Todo esto con una motivación utilitaria, de desarrollo, de explotación económica y también con una política de justificación hacia una nación federal que pudiera hacer un recuento de lo que tenía dentro de sus límites. Cuando se revisan estas láminas, se encuentran muestras de todo lo dicho. En ejemplos puntuales, ilustraciones como Casa de Boyacá, Provincia de Tunja, de Carmelo Fernández (Imagen 1), proponen un inventario del tipo de vivienda, de algunos animales presentes en la zona (el caballo como medio de transporte y las gallinas como medio de subsistencia), y de tipos sociales que aparecen como parte del paisaje pero visten sus ropajes típicos. Otro ejemplo es Iglesia de Ocaña donde se reunió la Convención colombiana, también de Carmelo Fernández (Imagen 2), una acuarela que reproduce un edificio emblemático y además lo inscribe dentro de la historia reciente del país.11 En este dibujo, Fernández presentaba a cuatro solitarios personajes típicos de la región al lado de la construcción. 10. Para conocer la formación de cada uno de los artistas, pueden verse las tablas biográficas en Beatriz González y Henry Price, Henry Price: paisajista de la Comisión Corográfica de la Nueva Granada, 18191863 (Bogotá: Duff and Phelps de Colombia, 2000), 116-117. 11. La convención de Ocaña fue una asamblea constituyente que se llevó a cabo en esa ciudad entre el 9 de abril y el 10 de junio de 1828 y tuvo como objetivo reformar la Constitución de Cúcuta de 1821. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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Imagen 1. Fuente: Carmelo Fernández. Casa de Boyacá, provincia de Tunja. Acuarela sobre papel. Biblioteca Nacional de Colombia

Imagen 2. Fuente: Carmelo Fernández. Iglesia de Ocaña donde se reunió la Convención Colombiana. Acuarela sobre papel. Biblioteca Nacional de Colombia

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De la autoría de Henry Price encontramos acuarelas como Ídolos de los indios (Imagen 3), que representa cuatro adornos de oro, objetos que flotan simétricamente en el papel, como si hubieran sido elegidos sin una aparente particularidad. En Santa Rosa de Osos (Imagen 4), Price construyó un lindísimo paisaje de la población antioqueña, desde cuyo primer plano observamos un pequeño campesino apoyado sobre un palo en una alta ribera; en el segundo plano, metidos en lo profundo de una estrecha cañada, aparecen otros dos minúsculos personajes juntos, y en un tercer plano lejano, la población de Santa Rosa con sus tejas de barro y la blanca iglesia que marca la centralidad de la composición.

Imagen 3. Fuente: Henry Price. Ídolos de los indios. Acuarela sobre papel. Biblioteca Nacional de Colombia

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Imagen 4. Fuente: Henry Price. Santa Rosa de Osos. Acuarela sobre papel. Biblioteca Nacional de Colombia

Por último, dos láminas de Manuel María Paz que ejemplifican la Comisión y su programa, pueden ser Vista de la ciudad de Cali i del nevado del Huila (Imagen 5), en la que, de forma muy suave y tenue, el autor presenta el paisaje de la ciudad con las montañas y el nevado al fondo; en el primer plano hay un grupo de tres figuras reunidas, un hombre que viaja a caballo y algunos otros animales de este tipo. Ese dibujo no pretende rescatar un motivo principal, sino más bien reconocer la vista panorámica de la ciudad y la geografía que la inscribe. En Vista del pueblo de Puracé, tomada del “Alto de los Pesares” (Imagen 6), Paz enfatizó en la geografía y la topografía que envuelve al pequeño caserío, que además aparece enmarcado entre dos cascadas. Con la suavidad de la perspectiva atmosférica, se representa un cuadro muy diverso en su relieve, mientras que en el primer plano, se exhibe a dos hombres que conversan, al tiempo que cuidan a sus vacas.

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Imagen 5. Fuente: Manuel María Paz. Vista de la ciudad de Cali i nevado del Huila. Acuarela sobre papel. Biblioteca Nacional de Colombia

Imagen 6. Fuente: Manuel María Paz. Vista del pueblo de Puracé, tomada del “Alto de los Pesares”. Acuarela sobre papel. Biblioteca Nacional de Colombia N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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Con estos seis ejemplos podemos entender aquella visión que tuvieron tanto los gestores como los creadores activos de las láminas de la Comisión Corográfica, cuando plantearon “formar una descripción completa de la Nueva Granada”12. Es en la delicada observación de lugares, personas, costumbres, eventos históricos y accidentes geográficos particulares que las acuarelas logran retratar a la nación que se quiere observar y aprender.

2. La Mission Héliographique: 1851 La Mission Héliographique es el nombre con el que se conoce a uno de los más importantes proyectos fotográficos de mediados del siglo XIX en Francia. A partir de él se envió a un grupo de fotógrafos para que registraran todos los monumentos de la Alta Edad Media, sobre todo, los que estaban en peligro de desaparecer por el estado de abandono en el que estaban. A esta empresa se le llamó Mission (Misión), ya que fue un proyecto estatal cuyos cimientos se encuentran en la creación de la Société Héliographique y la Comission des Monuments Historiques. Heliográfica (héliographique), entendida desde su etimología como helios: sol y graphos: escribir, describir, trazar; lo cual en términos fotográficos, equivale a crear un positivo directo tras una larga exposición de la luz del sol sobre una placa metálica. Una de las maneras de entender la importancia de esta Misión es conocer que fue el primer encargo fotográfico público y colectivo de la historia de la fotografía. El daguerrotipo, que había sido un desarrollo de Louis Daguerre presentado en 1839 al público francés, ofreció muchos problemas a la hora de ser trabajado al aire libre y de ser utilizado para reimpresos y para publicaciones. Después de este invento, surgió el calotipo con sus negativos de papel, que permitió la producción múltiple; a este avance aportaron Louis Désiré Blanquart-Evrard y Gustave Le Gray.13 Cuando apareció la técnica del colodión sobre vidrio, difundido en particular por el inglés William Henry Fox Talbot, los fotógrafos empezaron a aprovechar la nitidez y el delineamiento de las formas que permitía esta técnica, para reproducir paisajes y vistas urbanas, con un mayor valor estético para las imágenes, más allá de su simple valor documental. A partir de este adelanto, Le Gray inventó la técnica del 12. Eduardo Acevedo Latorre, “Los trabajos de la Comisión Corográfica”, en Jeografía física y política, 10. 13. Uno de los futuros fotógrafos de la Mission Héliographique. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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colodión húmedo, reduciéndo sustancialmente el tiempo de exposición, y permitiendo mayor eficacia para la toma al aire libre. Quentin Bajac explica: Esta técnica estaba llamada a un futuro de éxito. La utilización de una placa de vidrio como soporte del negativo unida al uso del colodión solución de algodón pólvora disuelta en éter de alcohol constituye una gran innovación: la superficie lisa del vidrio permite la obtención de una imagen sin grano, de una gran precisión, mientras que el colodión resulta una sustancia más rápida. Al combinar a partir de este momento la nitidez del daguerrotipo con la multiplicidad del calotipo, y precisar de un tiempo de exposición muy inferior, este procedimiento eclipsa rápidamente a sus dos rivales.14

El 29 de septiembre de 1837, bajo el mandato de Luis Felipe I de Orleans, el ministro del Interior reunió un grupo de especialistas y creó la Comission des Monuments Historiques. Esta Comisión tenía siete miembros, entre ellos, el conde de Montesquiou (familiar de Luis Felipe) y Prosper Mérimée,15 nombrado secretario y, más adelante, inspector de los Monumentos Históricos.16 La labor principal de esta Comission era hacer un inventario de todos los monumentos antiguos y de la Edad Media de Francia, para poner en marcha su recuperación y conservación patrimonial. El concepto y el papel del monumento se volvieron imprescindibles a la hora de desarrollar la idea de nación y de memoria histórica. M. Christine Boyer lo enfatiza así: “Cualquier lugar sobre el mapa de Francia que estuviera marcado por un megalito, una iglesia, una tumba o una plaza se convirtió en un lugar en la historia de la nación”17. La Comission también estaba encargada de apoyar la escritura de una historia nacional que incluyera todos los materiales importantes e inéditos,18 de hacer un registro de 14. Quentin Bajac, “Cobre, papel, vidrio” en La invención de la fotografía: la imagen revelada, Bajac (Barcelona: Blume, 2011), 48. 15. Escritor, historiador y arqueólogo, nombrado miembro de la Academia francesa en 1844, autor de Carmen, novela en la cual está basada el libreto de la ópera de Georges Bizet. 16. Anne de Mondenard, “La photographie au services des Monuments historiques” en La Mission Héliographique: cinq photographes parcourent la France en 1851, De Mondenard (París: Éditions du patrimonie, 2002), 17. 17. “A place on the map of France marked by a megalith, a church, a tomb or a square, became a place in the history of the nation”. Ver: M. Christine Boyer, “La Mission Héliographique: Architectural Photography, Collective Memory and the Patrimony of France, 1851” en Picturing Place: Photography and the Geographical Imagination, eds. Joan M. Schwartz y James R. Ryan (Londres: I. B. Tauris, 2006), 27. Traducción de la autora. 18. Anne de Mondenard, “La photographie au services”, en La Mission Héliographique, De Mondenard, 19. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

Verónica Uribe Hanabergh 183 las necesidades de restauración y de ejecutar esos proyectos lo más pronto posible. El proyecto empezó con dibujantes arquitectónicos; después, se utilizó el daguerrotipo y posteriormente el calotipo, procesos que, como ya se explicó, son reemplazados por el éxito del colodión húmedo. Después de muchas discusiones sobre la practicidad y la facilidad de la fotografía como posible apoyo a las primeras labores de la Mission, esta le pidió al fotógrafo Henri Le Secq que presentara unos negativos en papel como muestra. Al ver que la idea sería exitosa, la Comission creó en 1851 el proyecto de la Mission Héliographique, que consistió en seleccionar a cinco fotógrafos miembros de la Societé Héliographique19 para que salieran hacia coordenadas diferentes e hicieran un gran inventario de los monumentos franceses. El 24 de agosto de 1837, un mes antes de la creación de la Comission des Monuments Historiques, se había estrenado la primera línea del ferrocarril en Francia. Este avance, que durante toda la década de 1840 continuó entretejiendo sus líneas por el país y cambiando la noción de paisaje para siempre, colaboró en la creación de la Mission, pues facilitó la llegada a los monumentos remotos de manera rápida y cómoda. Los cinco fotógrafos a quienes se encargó este trabajo fueron Edouard Baldus (1813-1889), Hippolyte Bayard20 (1801-1887), Gustave Le Gray (1820-1884), Henri Le Secq (1818-1882) y Auguste Mestral. A Baldus se le encomendaron las zonas del sur y el este del país; a Bayard, las zonas de Bretaña y Normandía; Le Gray viajó hacia el Valle de los Castillos del Loira, Blois y algunas pequeñas poblaciones con monumentos románicos; a Le Secq lo enviaron al noreste del país a fotografiar las grandes catedrales góticas y, por último, Mestral estuvo junto con Le Gray en la población de Carcassone y otros lugares emblemáticos del centro y sur de Francia. Los avances en los recorridos y las noticias que llegaban de los artistas se publicaron en La Lumière (1851-1860), la primera revista fotográfica europea. Sobre los artistas y sus encargos explica Rocío Robles Tardío:

19. El primer presidente de la Societé Héliographique fue el fotógrafo y diplomático francés Jean Baptiste Louis Gros, quien estuvo en Colombia entre 1839 y 1843 como encargado de negocios de Francia. Es reconocido por haber traído el daguerrotipo a Colombia. Otro de los destacados miembros de la Societé fue el pintor romántico Eugène Delacroix. 20. En su momento, Bayard fue vicepresidente de la Societé Héliographique. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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La Comisión Corográfica colombiana y la Mission Héliografique francesa: dos empresas a la luz del positivismo del siglo XIX Todos contaban con una escasa experiencia fotográfica, salvo Bayard, y todos procedían del campo de la pintura. A cada uno se le asignó una ruta, elegidas a partir del mapa de las líneas ferroviarias francesas, cuyo esquema primordial había quedado establecido en 1842. Con sus cámaras, estos fotógrafos contribuyeron a la recuperación y “restauración” gráfica de la historia de Francia; y con los raíles hilvanaron sus huellas, sus ruinas y sus monumentos.21

Durante un año, estos artistas recorrieron el territorio asignado e hicieron fotografías de puentes, castillos, iglesias, edificios romanos, edificios públicos y fortificaciones, entre otros. Además el propósito de la restauración no fue solo una idea; desde su creación, la Comission fue implementándola en monumentos históricos que habían sufrido tanto las vicisitudes del tiempo como los efectos destructivos de siglos de historia y la más reciente revolución francesa. Para esto, se apoyaron en el arquitecto y arqueólogo Eugène Viollet-le-Duc. En 1840, Prosper Merimée, el inspector, le encargó la restauración de la basílica románica de Vézelay que estaba al borde de la ruina, entre muchas razones, porque durante el siglo XVI había sido atacada por los hugonotes y en 1819 había sido golpeada por un rayo. Para entender la labor de este arquitecto, no solo como director de la restauración física de los monumentos, sino en la concepción moderna de su trabajo, Boyer explica: Sin tener un modelo, Viollet-le-Duc desarrolló su teoría de la restauración al trabajar sobre los monumentos. Su misión era clara: curar las debilidades de las estructuras góticas para así darles una integridad histórica, formal y estructural. Todas las partes de una estructura estaban ligadas entre sí; cambiar alguna significaba alterar otra. Entonces, el arquitecto debe entender la lógica interna de cada estructura y la forma como se relaciona cada parte con su todo. Debe determinar una unidad de estilo y controlar el equilibrio de las partes. Viollet-le-Duc definiría: “Restauración: la palabra y la cosa son modernas. Restaurar un edificio es restablecerlo a un estado en el cual seguramente nunca existió”.22 21. Rocío Robles Tardío, Pintura de humo (Madrid: Siruela, 2008), 15. 22. “Having no other model to follow, Viollet-le-Duc would develop his theory of restoration by working on monuments. His mission was clear: to cure the weaknesses of Gothic structures in order to give to them historical, formal and structural integrity. All of the parts of a structure were intimately tied together; to change one meant to alter another. Thus, the architect must understand the internal logic of each structure, how each part was related to the whole. He must determine a unity of style controlling the equilibrium of parts. Viollet-le-Duc would eventually define ‘Restoration: the word and the thing are modern. To restore a building is to re-establish it in a state which may never have existed”. Ver: M. Christine Boyer, “La Mission Héliographique”, en Picturing Place, eds. Schwartz y Ryan, 33. Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

Verónica Uribe Hanabergh 185 La modernidad de la Mission está presente en cada uno de sus elementos, en el uso del más reciente desarrollo fotográfico por parte de los fotógrafos franceses que trabajan para aportar a la construcción de la nación moderna a través de la revisión del pasado; en el objetivo de la restauración; en el uso de las líneas ferroviarias; e incluso en la falta de terminación y publicación del proyecto visual. El resultado de este gran programa fue un conjunto de alrededor de trescientos negativos e impresiones cuyo destino final fue el archivo en lo que se conoce hoy como el Centre des Monuments Nationaux (Centro de Monumentos Nacionales). Nunca fue publicado como tal23 y, entre las varias hipótesis que existen para las causas de esta Mission inconclusa, está la que explica Naomi Rosenblum: Tristemente, el proyecto de las Missions nunca llegó a buen término. Aproximadamente 300 negativos e impresiones quedaron archivados sin haber sido reproducidos o publicados, ya fuera porque el único objetivo del proyecto hubiera sido el de crear un archivo o porque los fotógrafos capturaron estas estructuras antiguas bajo una luz demasiado favorable para ser utilizadas como propaganda en los esfuerzos de restauración.24

La lógica de la estética del colodión y el perfeccionamiento de las técnicas resultaron contraproducentes para la iniciativa que tuvo la campaña original. Al revisar las fotografías resultantes de la Mission Héliographique, lo que se encuentra el observador es una gran variedad de imágenes influidas por un pintoresquismo romántico. En algunos casos con suaves tonos grises y en otros con sepias, las imágenes se funden entre la idea de existencia y de abandono. En algunas fotografías aparece la presencia humana, pero cuando es así, suelen ser personajes lejanos, distantes, pequeños, que entran o salen de una iglesia, que conversan de manera privada frente a un pórtico. En su mayoría retratan edificios y lugares silenciosos, solitarios, y 23. De hecho, las dos únicas publicaciones completas y detalladas que existen sobre la Mission Héliographique son Philippe Néagu et al. La Mission Héliographique: Photographies de 1851. Exhibition catalogue (París: Inspection Gélnélrale des Muséles Classéls et Contrôléls, 1980); y Anne De Mondenard, “La photographie au services des Monuments historiques”, en La Mission Héliographique, De Mondenard. 24. “Unhappily, the Missions project never reached full fruition. Negatives some 300 and prints were filed away without being reproduced or published, either because the project´s sole aim was to establish an archive or because the photographers depicted these ancient structures in too favorable a light for the images to serve as propaganda for restoration efforts”. Ver: Naomi Rosenblum, “Documentation: Landscape and Architecture, 1839-1890” en A World History of Photography, Rosenblum (Nueva York: Abbevile Press Publishers, 1997), 10. Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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suspendidos en el tiempo. Resulta curioso que aquel objetivo de registrar para llevar a cabo arreglos prácticos no es tan evidente en las láminas. Dice Rosenblum que son imágenes más artísticas que científicas. Muchas de ellas buscaron fuertes contrastes entre luz y sombra, como en Face sud, arc de triomphe, Orange (Vaucluse)25 (Imagen 7) de Édouard Baldus; en otras, los cambios de luz desaparecen y la imagen completa queda unificada por un mismo matiz, como en Portail ouest, église Saint-Ours, Loches (Indre-et-Loire)26 (Imagen 8), de Gustave Le Gray y Mestral.

Imagen 7. Fuente: Édouard Baldus. Face sud, arc de triomphe, Orange (Vaucluse). 1851. Musée d´Orsay. Rép. des photo No. 221. Photo (C) Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais/ Patrice Schmidt

25. Costado sur, arco de triunfo, Orange (Vaucluse). Traducción de la autora. 26. Portal occidental, iglesia Saint-Ours, Loches (Indre-et-Loire). Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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Imagen 8. Fuente: Gustave Le Gray et Mestral. Portail oust, église Saint-Ours, Loches (Indre-et-Loire). 1851. Musée d´Orsay. Rép. des photo No. 85. Photo (C) Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt

Los puntos de vista y encuadres desde donde se tomaron las fotografías también fueron variados. En imágenes como Tour sud, cathédrale Notre-Dame, Reims (Marne)27 (Imagen 9), de Henri Le Secq, el fotógrafo se aventuró a subir a la torre norte o a un posible andamio instalado en el momento, para registrar desde allí la torre sur. En Portail sud, église Saint-Seurin, Bordeaux (Gironde)28 (Imagen 10), Le Gray y Mestral se acercaron directamente hasta la reja de hierro que protegía el portal para hacer una toma en ángulo de tímpano. Sobre esta elección, acerca del fotógrafo Baldus, Robert Hirsch dice que: 27. Torre sur, catedral de Notre-Dame, Reims (Marne). Traducción de la autora. 28. Portal sur, iglesia de Saint-Seurin, Bordeaux (Gironde). Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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La Comisión Corográfica colombiana y la Mission Héliografique francesa: dos empresas a la luz del positivismo del siglo XIX Baldus reconoció la importancia de elegir un punto de vista que iluminara la naturaleza tridimensional del sujeto. Además de usar la tradicional vista frontal de sus contemporáneos, en muchos casos prefirió puntos de vista oblicuos. Sus composiciones dependen en balancear planos de espacio pictórico que compiten a través del uso de contrapuntos horizontales y verticales, eliminando así las distracciones, y concentrando el enfoque del observador dentro de la organización pictórica del marco.29

Imagen 9. Fuente: Henri Le Secq. Tour sud, cathédrale Notre-Dame, Reims (Marne). 1851. Musée d´Orsay. Rép. des photo No. 155. Photo (C) Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt 29. “Baldus recognized the importance of choosing a vantage point that illuminated the three-dimensional nature of the subject. In addition to the traditional frontal views of his contemporaries, he often favored oblique points of view. His compositions rely on balancing competing planes of pictorial space through the use of horizontal and vertical counterpoints, eliminating distractions, and concentrating the viewer´s focus within the pictorial organization of his frame”. Ver: Robert Hirsch, “Calotype Rising: The Arrival of Photography” en Seizing the Light: A Social History of Photography, Hirsch (Nueva York: McGraw Hill, 2009), 53. Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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Imagen 10. Fuente: Gustave Le Gray et Mestral. Portail sud, église Saint-Seurin, Bordeaux (Gironde). 1851. Médiathèque de l´architecture et du patrimonie. Reg. 9. Photo (C) Ministère de la Culture Médiathèque du Patrimoine, Dist. RMN-Grand Palais / Gustave Le Gray / Auguste Mestral

Cada imagen tomada en los recorridos de la Mission logró capturar un momento, un lugar, una cultura, una geografía y una historia diferentes. En la medida en que se observan estas imágenes, se siente una nostalgia hacia un remoto pasado, pero también un anhelo por su subsistencia y permanencia en una nueva historia. El pasado más antiguo de la civilización francesa, registrado en imágenes como Dolmen dit “grande allée couverte”, Bagneux (Maine-et-Loire)30 (Imagen 11) de Le Gray y Mestral, o en Vue intérieure du théâtre romain, Orange (Vaucluse),31 de Baldus (Imagen 12) y en todas las tomas de edificios medievales, está presente. 30. Dolmen llamado “gran calzada cubierta”, Bagneux (Maine- et-Loire).Traducción de la autora. 31. Vista interior del Teatro Romano, Orange (Vaucluse). Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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Imagen 11. Fuente: Gustave Le Gray et Mestral. Dolmen dit “grande allée couverte”, Bagneux (Maineet-Loire). 1851. Musée d´Orsay. Rép. des photo No. 91. Photo (C) Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt

Imagen 12. Fuente: Édouard Baldus. Vue intérieure du théâtre romain, Orange (Vaucluse). 1851. Musée d´Orsay. Rép. des photo No. 220. Photo (C) Ministère de la Culture - Médiathèque du Patrimoine, Dist. RMN-Grand Palais/Edouard Baldus

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3. Las empresas a la luz del positivismo del siglo XIX El positivismo fue una corriente de pensamiento francesa que tuvo sus raíces a principios del siglo, primero con el filósofo Henri de Saint-Simon y después con Auguste Comte, cuya principal afirmación y forma de conocimiento se basó en el método científico. Esto sentó unas bases importantes para traer a la luz nociones como lo utilitario y el utilitarismo, conceptos que de una manera u otra afectaron también la producción cultural del momento. Después del siglo de las luces, los estudios adquirieron la seguridad de llevar respuestas lógicas, probables y alejadas de supersticiones y tradiciones, lo cual constituyó un primer peldaño hacia la comprensión del mundo, causa y consecuencia de la creciente industrialización de la sociedad europea. Auguste Comte fue secretario de Saint-Simon en 1817 y a partir de allí inició el desarrollo de sus trabajos filosóficos. Esta relación solo duró siete años y desde 1826, el primero empezó a dictar su curso de filosofía positiva en el Ateneo Real de París, curso que después fue publicado en seis volúmenes. Tras leer esta publicación, comenzó la comunicación por correspondencia entre este francés y el inglés John Stuart Mill. Una de las directrices del pensamiento de Comte que aquí interesan es la fiel creencia en el método científico y en la idea de que la ciencia no solo aporta al conocimiento de la humanidad, sino que ese conocimiento también debe contribuir al mejoramiento de la sociedad. Es un momento que aparece además en la coyuntura de un fuerte interés por la reconstrucción europea, apoyado por el triunfo del nacionalismo.32 En Colombia, la filosofía positivista se desarrolló hacia finales del siglo XIX de la mano de Ignacio V. Espinosa, Salvador Camacho Roldán y Rafael Núñez, lo cual hizo impide calificar a la Comisión Corográfica como hija de aquella corriente, ya que está llegó treinta años después. Aunque la tendencia francesa de Comte y después la inglesa de Mill, sí arribaron al país después de los procesos independentistas, para afirmar la necesidad que tenía la nueva nación de conocerse por medio del método científico, según Roberto J. Salazar Ramos, la teoría que más marcó la primera mitad del siglo colombiano fue la romántica y explica que: Para los románticos de mitad del siglo XIX, la historia colombiana, no obstante la revolución en la emancipación, había caminado lenta, repitiendo casi las huellas de los ciclos de la historia pre-juliana. Era necesario, entonces, abrirla, inyectarle el dina32. Michel Bourdeau, “Auguste Comte”, en Stanford Encyclopedia of Philosophy, http://plato.stanford. edu/entries/comte/. (consultado el 10 de octubre de 2014). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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La Comisión Corográfica colombiana y la Mission Héliografique francesa: dos empresas a la luz del positivismo del siglo XIX mismo del movimiento ruptural, empujarla hacia la novedad, hacia lo desconocido empíricamente pero adivinado en la utopía: había que consolidar la nación, reestructurar el estado, liberar definitivamente los individuos y las cosas, el pensamiento y las creencias, los ritos y los dichos.33

Esta necesidad de entender el mundo por medio de leyes universales y del uso de la razón, motivó a las dos empresas que aquí se estudian. El hecho de ser planes organizados, con objetivos puntuales que buscaban unos resultados bastante predecibles, ya convierte a estas dos delegaciones en parte de un proyecto sistemático, planeado y delimitado con rigurosidad. En su Introducción de 1957 a la Jeografía física y política de las provincias de la Nueva Granada de Agustín Codazzi, Eduardo Acevedo Latorre explicaba con acierto que: La lucha por la Libertad, a comienzos del siglo XIX, marca una pausa en el avance científico del país, aun cuando el entusiasmo permanece latente. Con el despertar de la República torna el deseo por el saber y ya unido a la necesidad imperiosa de conocer la nación técnicamente y apreciar mejor sus recursos y sus posibilidades, pues los conocimientos que se tenían hasta entonces, eran imprecisos y aún su área era desconocida.34

Ese aprovechamiento de los recursos y sus posibilidades fue una de las directrices principales de la Comisión Corográfica que, en su minucioso estudio de las regiones desde diferentes disciplinas, buscó acercarse a esa verdad desconocida para adoptarla como parte del desarrollo del nuevo país. Lo esencial de la Comisión fue la importancia de ese proyecto didáctico, regido por fines políticos, cuya intención principal fue provocar una mirada del país hacia sí mismo como estrategia para revisar, recomponer y reinventar la nación que pretendía ser. Con la urgencia de reconstruir su identidad política, el país deseaba establecer sus condiciones en medio de la lucha entre las opciones federalista o centralista, sin conocer a cabalidad el contenido de las localidades que debía gobernar. Para poder definir esa situación, se preció de los principios del positivismo que llegaron al país y lo permearon con su completa adhesión al conocimiento científico. La idea saint-simoniana de promover el cambio social dentro del orden, se prestaba a la perfección para afirmar la noción de la Comisión de reintegrar zonas olvidadas por 33. Roberto J. Salazar Ramos, “Romanticismo y positivismo”, en La filosofía, coord. Marquínez, 233. 34. Eduardo Acevedo Latorre, “Los trabajos de la Comisión Corográfica”, en Jeografía física y política, 5. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

Verónica Uribe Hanabergh 193 completo después de la muerte de Bolívar en 1830. Asimismo, el concepto de utilitarismo de Comte impregnó el pensamiento que vio un futuro en este tipo de proyectos. Expresa Beatriz González que: En el texto fundacional de la Comisión Corográfica, la ley del 15 de mayo 1839, se habla de la utilidad en la división política del territorio de la República y se la considera como un instrumento para la buena administración de los pueblos. En relación con el término utilidad se debe tener en cuenta que dentro de las teorías del utilitarismo muy en boga en Europa, la organización científica de los datos sensoriales constituye una forma definitiva del conocimiento. Son interesantes los diversos matices que toma esta palabra en el lapso que va desde la Expedición Botánica y la Comisión Corográfica. La expedición es hija de la Ilustración y el positivismo tiene sus raíces en la Ilustración. La Comisión Corográfica se establece cuando el positivismo llevaba veinticinco años de enunciado. El sentido de la palabra utilidad se había cambiado por utilitarismo y las teorías del utilitarismo de Comte, eran ya reconocidas en la Nueva Granada y mencionadas en escritos por hombres públicos tan notables como Florentino González.35

Por otro lado, la Mission Héliographique francesa también fue resultado de este razonamiento, en tanto el registro de la memoria de un país se hace urgente y es visto como una herramienta para la restauración y conservación del patrimonio arquitectónico del pasado, como lo afirma Anne de Mondenard: En ese siglo positivista, el nuevo procedimiento [la fotografía] es percibido como una herramienta moderna, exacta, apta para reproducir la realidad y, por lo tanto, para ofrecer una copia fiel del mundo. Este avance es acompañado en Francia por la toma de conciencia de un pasado, de un patrimonio arquitectónico maltratado tras la Revolución Francesa y que, de este modo, contribuye a definir la idea de nación.36

Es en aprovechamiento de la propuesta positivista, que la Mission Héliographique optó por la novedosa técnica de la fotografía para llevar a cabo el proyecto. Francia, en buena medida, madre del invento de la fotografía y sus desarrollos, junto con Inglaterra, se valió de su propio progreso para fomentar la mirada hacia el pasa35. Beatriz González, Manual de Arte, 169. 36. “Dans ce siècle positiviste, le nouveau procédé est perçu comme un outil moderne, exact. Apte à reproduire la réalité et, partant, à offrir une copie fidèle du monde. Cette marche en avant s´acompagne, en France, d´une prise de conscience du passé, notamment du patrimonie architectural, si malmené pendant la Révolution française et qui, à sa façon, contrinue à definir l´idée de nation”. Ver: Anne de Mondenard, “La photographie au services des Monuments historiques”, en La Mission Héliographique, De Mondenard, 12. Traducción de la autora. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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do, con una técnica prometedora. Así opina Juliet Hacking, cuando explica que: “Los esfuerzos de la Mission Heliographique formaban parte del movimiento para aprovechar lo que se consideraba la imparcialidad de la fotografía en el registro sistemático de información”37. La mirada positivista es evidente en la Mission desde los avances técnicos que la hicieron posible hasta los objetivos que tuvo como estandarte. El uso del dibujo y de la fotografía en la Comisión y en la Mission, respectivamente, demuestra la utilización de la imagen como fuente para aprovechar y respaldar ese conocimiento empírico. Aun cuando movimientos como el impresionismo, en Francia, representan mejor esa visión pragmática del análisis de los fenómenos físicos y naturales como la luz, en el uso de la fotografía empleada para un propósito como la Mission Héliographique, también es evidente esa intención.

Conclusión Por medio de la revisión de las dos empresas estatales que fueron la Comisión Corográfica y la Mission Héliographique, atendiendo a los cimientos que las crearon hasta los resultados que produjeron, se puede entender la correlación y coincidencia cronológica de estos dos proyectos. Son hijas del pensamiento modernizador, progresista y emancipador. El uso de estrategias metodológicas, de organización de recorridos y de estrategias visuales comprueba que cada una de estas entidades estuvo inscrita en el pensamiento positivista del siglo XIX. El uso del conocimiento geográfico en ambas, revela una urgencia por organizar nociones de nación y de país que tanto en Francia como en Colombia38 estaban presentes en la década de 1850. Como programas cuyo interés residía en la revisión de su historia, de sus monumentos y de su diversidad cultural, la Comisión y la Mission, cada una a su manera y con los medios posibles del momento, encontraron una forma de inspeccionar, explorar, sondear e intervenir el espacio que las rodeaba. Es en este acto de reconocimiento donde cada país ubicó su proyecto de construcción a partir de la historia que se le había legado. Y esa apertura al reconocimiento propio, fundamentado en un elemento tan primario como el examen del territorio nacional, creó los cimientos suficientes para continuar la historia de ambos países en el heterogéneo devenir del siglo XIX. 37. Juliet Hacking, “El Calotipo francés” en Fotografía: toda la historia, Hacking (Barcelona: Blume, 2013), 75. 38. República Neogranadina (1830-1858), para ser más exactos con el nombre del momento. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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Anexo 1 Tabla 1. Comparación entre las dos empresas39 Comisión Corográfica Colombia 1850-1859 Cuatro pintores (tres y Gauthier) Empresa del Gobierno (liberal) Inventario nacional Inventariar la geografía física y humana Registra para construir Reconoce Construcción de Nación Posterior a la Independencia Conciencia de territorio Dibujo, acuarela Se inspira en el Atlas físico y político de la República de Venezuela, de 1840. Atlas cartográfico de Codazzi en Venezuela, de 1836 Romanticismo-positivismo-nacionalismo Relación entre geografía física y humana Paisajes, tipos sociales y antigüedades Tunjos y jeroglíficos No se publicó

Mission Héliographique Francia 1851 Cinco fotógrafos Empresa del Gobierno (conservador) Memoria nacional Inventariar monumentos antiguos y medievales Registra para reconstruir Preserva Construcción de Nación Posterior a la Revolución Francesa Conciencia de patrimonio Fotografía (colodión húmedo) Se inspira en los grabados Les Monuments de la France, de 1816 Positivismo-nacionalismo Relación entre geografía física y arquitectura Paisajes y arquitectura Dólmenes No se publicó

Fuente: elaboración de la autora.

39. La idea de una tabla comparativa es tomada del análisis que hace Wendelin Guentner entre las propiedades del boceto y la obra de arte terminada. Ver: Verónica Uribe, El arte del fragmento: el origen del boceto como expresión estética (Barcelona: Erasmus Ediciones, 2012), 120. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 171-197

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.53808

Acciones para la defensa realista en una ciudad novohispana. Zacatecas, 1808-1814* Mariana Terán Fuentes**

Resumen El presente artículo tiene como propósito explicar algunos de los mecanismos de defensa empleados durante la guerra de insurgencia de 1810, en una de las más importantes ciudades novohispanas reconocida por su producción minera, a través del papel que para ello desempeñaron tanto el ayuntamiento como la intendencia. En un contexto de crisis política acelerado desde 1808, se observa un proceso de transformación de las nociones y prácticas de la defensa por distintas corporaciones sociales. En particular, se destacan las estrategias defensivas incorporadas por el ejército realista para salvaguardar la ciudad de Zacatecas. Palabras clave: defensa, guerra, lealtad, ayuntamiento, ejército realista, Zacatecas.

Artículo recibido el 4 de diciembre de 2014 y aprobado el 30 de abril de 2015. Artículo de investigación. Este artículo se realizó en el marco de la Red Temática de Cuerpos Académicos PROMEP “Estudios de historia política y social de México” integrada por los Cuerpos Académicos de “Historia Regional de Aguascalientes” de la Universidad Autónoma de Aguascalientes; “Historia social y cultural de México de la colonia y siglos xix y xx” de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa; y “Del antiguo régimen a la formación de los Estados Nación” de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Agradezco además los valiosos comentarios y de Jaime E. Rodríguez, Virginia Guedea, Manuel Chust Calero, Sonia Pérez Toledo, Eduardo Cardoso y de los dos dictaminadores de la revista Historia y Sociedad. ** Doctora en Historia por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores nivel II. Profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Zacatecas-México. Correo electrónico: [email protected] *

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236 ISSN impreso: 0121-8417 ISSN electrónico: 2357-4720

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Abstract The goal of this article is to explain some of the defense mechanisms used through the role played by the City Council and the Quartermasters during the 1810 Independence War in one of the most important cities of the New Spain, which was known for its mineral production. From 1808 and given the context of an accelerated political crisis, a change in defense practices by various social corporations was observed. In particular, defensive strategies orchestrated by the Real Army (ejército realista) to guard the City of Zacatecas. Keywords: defense, war, loyalty, common council, royalist army, Zacatecas.

Introducción La crisis política de la monarquía española tuvo su más clara expresión en 1808 con el avance de las fuerzas de Napoleón Bonaparte en la península ibérica y el secuestro de la familia real. Un factor exógeno como la ocupación militar fortaleció el apego de los distintos cuerpos sociales a la monarquía por medio de múltiples muestras de fidelidad hacia el rey, la religión y la patria.1 El momento de crisis de soberanía entre 1808 y 1810 tuvo impactos diferenciados en las ciudades, villas y pueblos de los territorios de ultramar. Por un lado se renovó la ritualización de las juras al rey y se emprendieron disposiciones para recabar fondos a través de préstamos y donativos; y por otro, desde órganos de gobierno local como los ayuntamientos, se consultó la tradición legal castellana con especial interés en el antiguo pacto monárquico: el vínculo entre el rey suprema potestad obligada a procurar el bien común y sus naturales obligados a poblar de gente los territorios, a cultivar la tierra y a guardarle fidelidad. Se trataba de un poder imperial e indivisible, desconcentrado de quien 1. Es abundante la bibliografía sobre el tema. Mi interpretación tiene deudas con la obra de Jaime E. Rodríguez, La independencia de la América Española (México: Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las Américas, 1996); Virginia Guedea, En busca de un gobierno alterno. Los Guadalupes de México (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1992); Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz (Valencia: Centro Francisco Tomás y Valiente, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999); José María Portillo Valdés, Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional en España (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000); François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (México: Fondo de Cultura Económica, Fundación MAPFRE, 1993). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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lo ejercía, y no un poder patrimonial como el de los reyes franceses “basado en una progresiva centralización y uniformización”2. Gracias al fuerte carácter de permeabilidad del pacto entre rey y naturales, es que a lo largo de las principales ciudades, villas y pueblos del conjunto monárquico proliferaron respuestas similares en defensa y lealtad a la patria católica y a su legítimo monarca condenando por usurpador a la figura de Bonaparte. En este contexto de crisis política monárquica y de guerra en la Nueva España se diversificaron los blancos de la lealtad: de jurar obediencia al rey, se pasó a jurar obediencia a la Junta Central, a las Cortes y finalmente a la Constitución Política de la monarquía española. Si una manera de defender a esta última institución, fue la serie de enfrentamientos bélicos donde los soldados españoles fueron los principales protagonistas, el vacío de poder que se ocupó con juntas provinciales, Junta Central, Regencia y Cortes abrió otro camino para emprender la defensa de la monarquía española en el terreno constitucional. Desde estos dos frentes, la guerra de insurgencia representó una posibilidad en el interior de la Nueva España de poner en práctica una serie de mecanismos que transformaron las maneras de resistir y enfrentarse en las ciudades, villas y pueblos. Con la conflagración iniciada en 1810 se multiplicaron los tópicos de la defensa: la patria, la religión, el rey, la ciudad, las familias, las propiedades, el comercio, los caminos, los edificios civiles y religiosos. La defensa fue motivo para incidir en la reorganización de la sociedad y en la resignificación de los espacios, a la vez que implicó una mudanza en las prácticas institucionales de vigilancia y mantenimiento del orden público. A diferencia de otras regiones de la Nueva España, sobre todo las del sur, en la provincia zacatecana predominó el control de la contrainsurgencia en el mando político y militar de sus instituciones. Los jefes del ejército realista supieron aprovecharse tanto de la estructura de policía que prevalecía en la ciudad, como de la capacidad para controlar las instituciones locales, en particular el ayuntamiento, con el propósito de implementar una serie de disposiciones que le permitieran garantizar el control de la ciudad de Zacatecas para impedir la propagación del ejército insurgente. Fue esta situación bélica en donde la concepción de la defensa se secularizó al grado de sostener, en un significativo testimonio, que solo con la ciudad amurallada 2. Adeline Rocquoi, “Tierra y gobierno en la península ibérica medieval”, en Las Indias Occidentales. Procesos de incorporación territorial a las Monarquías Ibéricas, eds. Óscar Mazín y José Javier Ruiz Ibáñez (México: El Colegio de México, 2012), 54. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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y protegida por una compleja red militar de los ejércitos del rey, podría asegurarse su supervivencia.

1. 1808: sacrificio, defensa y lealtad a la patria católica No fue extraño que el cabildo de la ciudad de Zacatecas manifestara su fidelidad a la corona española cuando conoció las noticias de la ocupación militar de Bonaparte. Los miembros del ayuntamiento hicieron referencia a Fernando vii como el mejor de los reyes, a la inamovible lealtad zacatecana, tan potente que pese a estar lo más apartada “en un abandonado rincón de la Septentrional América”, era capaz de hacerse resonar “en los benignos oídos de Vuestra Majestad”3. En ese sentido, Dios se convirtió en el Dios de las batallas. Las noticias de los sacrificados y heroicos soldados españoles fueron conocidas en el recinto de los ayuntamientos de las capitales provinciales como Zacatecas. Ese Dios de las batallas era la providencia que multiplicaba las victorias en las armas católicas españolas. Después del combate del 2 de mayo de 1808 aquellos soldados inmolados fueron considerados Padres de la patria. Los integrantes del concejo conocieron las noticias de la guerra entablada entre los soldados del rey y la fuerza militar encabezada por Bonaparte, a través de correos, semanarios mercantiles, gacetas y correspondencia. La frase escrita en el libro de cabildo de 1808 en la ciudad de Zacatecas sintetiza la esperanza dispensada sobre el nuevo monarca y sobre la segura providencia divina en tiempos de guerra: […] que el Dios de las batallas multiplique laureles y victorias al aguerrido ejército e inexpugnables armas de Vuestra Majestad; que aquel príncipe grande que lo es por excelencia de la paz y que pudo dejarla por herencia a sus fieles discípulos, la conceda perpetua, duradera y estable al reinado que comenzamos a disfrutar bajo los benéficos paternales auspicios de un Rey cuya dominación esperamos formará las delicias de cuantos tenemos la gloria de pregonarnos sus humildes vasallos.4

El conocimiento de los sucesos bélicos que enfrentó la metrópoli y el riesgo de perder su soberanía, conllevaron a que en el ayuntamiento de la ciudad se diera una 3. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 19 de Julio de 1808), en Archivo Histórico del Estado de Zacatecas (AHEZ), Fondo Ayuntamiento de Zacatecas, f. 112r. 4. Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 19 de Julio de 1808), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas, f. 112v. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

Mariana Terán Fuentes 203 toma de posición política, en donde dominó la idea de poner en sacrificio haciendas, propiedades, caudales, familias, vidas y arbitrios. En varias de las actas de aquel libro se puede leer “sentimientos patrióticos”, “fidelidad zacatecana”, “hasta la última gota de sangre”5. La tradición legal consultada incluyó tanto las Partidas, como las Leyes de Toro; se citó a Covarrubias, en particular el capítulo de las cuestiones prácticas: “La sucesión se ha adoptado en España por el consentimiento general del pueblo. Luego, sin su anuencia y voluntad, no puede el soberano mismo constituir otro rey sobre nosotros que no provenga de la dinastía recibida por la nación”6. Este argumento jurídico fue interpretado por el cabildo bajo la tradición pactista: si el rey está en peligro, amenazado e impedido para gobernar, “el pueblo es tenido de guardar y defender al rey que es puesto a semejanza de ellos y demás que es Señor natural”7. Correspondía al pueblo, por tanto, impedir que se enajenara o repartiera al reino; tocaba al pueblo participar en su defensa. A raíz de la crisis política hispana, la vieja institución del ayuntamiento se convirtió en un espacio para el debate y la protección de la ciudad, de la provincia y de la patria. Aquellos “asuntos del día” se volvieron el centro de atención de sus miembros. El cautiverio del monarca desató la cuestión por la soberanía que a su vez implicó consultas sobre la tradición pactista. Así la defensa de la soberanía y la guerra contra el usurpador fueron las dos caras de una misma moneda. Los testimonios evidenciaban que el ayuntamiento dejó de ser el termómetro de los asuntos locales para convertirse en espacio de discusión jurídica de la basada en la referencia a la costumbre legal castellana. Los cabildos tuvieron un relevante papel político en tanto representaron el órgano institucional que buscó entender, por una parte, una situación de conflicto internacional, de crisis de soberanía y, por otra, que pretendió constituirse en el espacio propicio para establecer posiciones políticas, acuerdos específicos y estrategias prácticas para la defensa. Analizar su función en estos años de crisis no presupone aquella concepción de asumir a la monarquía como una metrópoli con sus colonias, sino a un conjunto monárquico 5. Marco Antonio Landavazo, La máscara de Fernando VII. Discurso e imaginario monárquicos en una época de crisis. Nueva España, 1808-1822 (México: El Colegio de México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, El Colegio de Michoacán, 2001), 59-96. 6. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 5 de agosto de 1808), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas, f. 117r. 7. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 5 de agosto de 1808), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas, f. 117v. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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integrado donde permeaban en sus distintos reinos, elementos cohesionadores que impactaron tanto a Murcia como a Zacatecas. Importa, por tanto, explicar la especificidad de las intervenciones que implementaron actores e instituciones en la red local, a la vez que comprenderlas en sus relaciones genéricas, o lo genérico contenido en lo específico.8 “Hecatombes”, “cruentas catástrofes” fueron algunas de las voces con que se llamó a ese año de guerra. La defensa debía prepararse. La Nueva España y el conjunto de sus provincias se alistaron para resguardar a Fernando vii e impedir la llegada de los soldados franceses al Nuevo Mundo. Primó la idea de que si bien la península ibérica estaba ocupada, América podía liberar al conjunto monárquico con un sólido y estratégico resguardo. Muestras de lealtad a través de paseos del real pendón por la ciudad y juramentos de fidelidad al monarca ratificaron ese sentido de guerra y defensa. La ofensiva venía de fuera, pero en esta tierra se justificaba mover a las armas para la libertad del rey, símbolo de la libertad para la patria católica.9 Pese a la reciente política de consolidación de vales de 180410 y a las resistencias del cabildo por atender todas las solicitudes de 8. José Javier Ruiz Ibáñez, “Entre el mundo y la península. Los protagonistas de la monarquía hispana”, Anales HSS n.o 4 (2014): 927-954. El autor plantea una serie de proposiciones para explicar la complejidad de la monarquía española: su composición e integralidad, su propia legitimidad, valorar las acciones de pobladores locales no como “simples espectadores”, reconocer los vínculos que atan a los protagonistas donde destaca la figura del rey, atender la interacción entre la monarquía y el mundo, poner hincapié en la importancia de estudios locales que evidencian diversas formas de circulación y, por ende, de articulación entre las partes de la monarquía. 9. El mismo tono se observa en la sala capitular de Fresnillo: “[…] poniéndose a disposición de su excelencia (el virrey José de Iturrigaray) no solo este ayuntamiento, sino todos los vecinos honrados […] unidos con el pueblo porque dicho Excelentísimo disponga de sus personas y proporciones en defensa de la justa causa que anima a todo real vasallo de su Real Majestad cuya libertad con ansias desea”. Ver: “Libro de actas de cabildo” (Fresnillo, 4 de septiembre de 1808), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas, f. 144r y 144v. 10. Gisela von Wobeser, La consolidación de vales reales, 1804-1812 (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2003); Carlos Marichal y Daniela Merino, De colonia a nación: impuestos y política en México, 1750-1860 (México: El Colegio de México, 2001); El ocaso novohispano: testimonios documentales, comp. David Brading (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1996). Entre los textos compilados por Brading, se encuentra la representación del corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, donde hace una larga y convincente exposición de motivos por los cuales debe ser frenada esta agresiva política fiscal contra la Nueva España: “[…] las consecuencias que prepara la ejecución de la real cédula son tan funestas como ciertas e indefectibles, y el tiempo en que se ponen a la vista de este tribunal es el más oportuno y conveniente, esto es en el principio, cuando el daño no está hecho, cuando la justicia exige y la prudencia dicta que se evite el perjuicio, que una vez ejecutado, no tiene remedio”, 250. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

Mariana Terán Fuentes 205 fondos que a sus puertas llegaban, en septiembre de 1808 los integrantes del ayuntamiento reunieron algunos donativos para “mantener la guerra de los europeos, nuestros hermanos”11. Solo participaron los alcaldes y regidores, algunos ofrecieron 50 pesos, otros 100 pesos y si la guerra hubiera sido duradera, esas mismas cantidades se comprometían a entregar cada año. El tipo de discurso de los donantes abundaba en expresiones de fidelidad a la corona española: […] Sin embargo de haber contribuido ya con dos mil pesos para el donativo de esta ciudad y provincia, promovido por el celo de Vuestra Señoría a más de otras cantidades que por diferentes veces y conductos tengo exhibidos con destino al socorro de las actuales necesidades de la monarquía, creo haber hecho muy poco para los testimonios que quisiera poder dar de mi lealtad al gobierno bajo el cual he logrado la dicha de vivir, del reconocimiento que debo a la nación española que me ha distinguido con la acogida más favorable desde mis primeros años, y del interés sumo que me merece la causa justísima que defiende contra la nación francesa y su malvado jefe Bonaparte.12

Mientras tanto, se hicieron las elecciones para integrar la Junta Central Gubernativa, se formaron las instrucciones de las subdelegaciones de la intendencia donde se puso énfasis en la importancia de fomentar nuevas asociaciones como sociedades económicas, de beneficencia, sociedades patrióticas y promover órganos de divulgación. Las instrucciones de las subdelegaciones de la provincia de Zacatecas reconocieron la importancia de la tradición ilustrada para promover “la felicidad de la nación”, al exponer los principales problemas de sus jurisdicciones en los ramos de comercio, agricultura, educación, industria y población. Coincidieron en que el acaparamiento de tierras en unos cuantos era un factor de desequilibrio económico y social lo que impactaba en la inutilidad de la tierra y de los hombres; asumieron que el tema de la educación como uno de los principales medios para alcanzar “la felicidad de la nación” debía ser tratado y atendido en virtud de las precarias condiciones en las que se encontraban todas las escuelas de primeras letras; adscribieron la importancia de eliminar trabas al comercio y de incentivar la producción minera.13 11. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 20 de octubre de 1808), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas, f. 187v. 12. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 29 de enero de 1810) en AHEZ, Subserie Correspondencia, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 13. Ver el conjunto de instrucciones de las subdelegaciones para la Junta Central, en Documentos para el estudio de la cultura política de la transición. Juras, poderes e instrucciones. Nueva España y la Capitanía General de Guatemala, 1808-1820, comp. Beatriz Rojas (México: Instituto Mora, 2005). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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Esta serie de instrucciones hizo ver, por otra parte, el sentido de pertenencia a un mismo conjunto monárquico, el reconocimiento de que cada una de esas partes formaba una nación y que, atendiéndolas en lo particular, se podía alcanzar eso que se denominaba “la felicidad de la nación” sustentada en un mismo pie. En tal sentido, este conjunto de representaciones provinciales evidenció uno de los componentes de la monarquía española: su concepción organológica y corporativa,14 en donde cada parte está unida a otra y reconocen una cabeza para su unidad, integración y funcionamiento. A diferencia de las subdelegaciones de Jerez, Fresnillo, Sombrerete, Nieves y Pinos que presentaron sus edictos describiendo los principales problemas de tierra, comercio, industria, educación y población, el ayuntamiento de la ciudad de Zacatecas, se pronunció claramente desde un discurso global e integrador, por restablecer el poder legislativo a las Cortes: […] Que se restituya a la Nación congregada en Cortes el poder legislativo, se reformen los abusos introducidos en el ejecutivo, y los ministros del rey sean responsables de los que se introdujeren […] que se establezca el más perfecto, justo e inviolable equilibrio no solo entre los dos poderes, sino también en la representación nacional en dichas Cortes.15

Con la instalación de las juntas provinciales, de la Junta Central y de la Regencia se fue formando otro discurso sobre la defensa de la patria: no solamente las armas y los enfrentamientos bélicos podían ser considerados elementos de indiscutible valor para tal propósito, sino sobre todo el papel de las Cortes. Como en otras provincias de la Nueva España, en Zacatecas se recibió la copia del manifiesto de la Junta Suprema del reino dirigido a la nación española que, entre otros argumentos, sostenía que “la Junta Central se instaló y su primer cuidado fue anunciaros que si la expulsión de los enemigos era la primera atención en tiempo, la felicidad interior y permanente del Estado era la principal importancia”16, es decir, si las primeras acciones fueron de carácter bélico para la defensa física e inmediata de las ciudades y pueblos; las segundas habían sido constituirse internamente como un órgano con capacidad jurídica tanto para enfrentar a este enemigo y expandir su defensa moral, como para “la felicidad 14. Xavier Gil Pujol, “Integrar un mundo. Dinámicas de agregación y de cohesión”, en Las Indias Occidentales. Procesos, eds. Óscar Mazín y José Javier Ruiz Ibañez, 72. 15. “Poder de la ciudad de Zacatecas”, en Documentos para el estudio de la cultura, comp. Beatriz Rojas, 91. 16. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1809), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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permanente del Estado”17. El manifiesto puso énfasis en el papel histórico de las Cortes: estaban orientadas hacia el renacimiento del pacto entre un pueblo con derechos y un monarca con obligaciones. Ambas dimensiones le darían a la monarquía española la posibilidad de constituirse a sí misma y de enfrentar al enemigo: Así es que luego que el torbellino de los sucesos militares se lo permitió, hizo resonar en vuestros oídos el nombre de vuestras Cortes y para nosotros ha sido el antemural de la libertad civil y el trono de la majestad nacional. Nombre pronunciado antes con misterio por los eruditos, con recelo por los políticos, con horror por los tiranos, pero que desde ahora debe significar en España la base indiscutible de la monarquía, la columna más segura de los derechos de Fernando VII y de su familia, un derecho para el pueblo, y para el gobierno una obligación […].18

El título de Cortes para la nación dejó de ser un asunto exclusivo de los eruditos. Ese nombre se escuchó en el interior de los ayuntamientos en relación con la defensa e integridad de la monarquía española o, como el caso del cabildo zacatecano, las Cortes fueron interpretadas para que les fuese restituido su poder de legislar y se estuviera en condición de lograr el equilibrio entre los poderes. Entre 1808 y 1810 se formó entre los letrados y funcionarios de la ciudad de Zacatecas una especie de espíritu patriótico por los defensores de Zaragoza, sus viudas y los pupilos de los que habían muerto en la más justa de las guerras.19 En opinión de los integrantes del concejo, los donativos eran para sostener los derechos de la libertad, pues la atención pasó de Fernando vii al valor de la independencia y la libertad respecto a una nación extraña y contaminada. Estas ideas se reforzaban además con la llegada de noticias a través del Correo semanario político y mercantil de México, sobre nuevos establecimientos como el llamado “Beneficencia a favor de los nobles defensores de la patria”, instalado a extramuros de la ciudad de Valencia, en España, con el propósito de brindar ayuda a los militares mutilados, y de ofrecer vitalicia notoriedad de sus nombres en actos cívicos, al ser escritos en los archivos de la Junta Superior, del reino y del pueblo en que 17. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1809), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 18. “Copia del manifiesto de la Junta Suprema del reino a la nación española” (ciudad de Zacatecas, 1810), en AHEZ, Actas de cabildo, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 19. Vidas ejemplares por su heroísmo en la defensa de la patria, dieron cuerpo a esta imagen compartida entre los letrados de la ciudad, como el caso de la resistencia de Agustina de Aragón en el Portillo ante las fuerzas de Napoleón en 1808 para repelerlas, aunque poco tiempo después lograron entrar a Zaragoza. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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nacieron donde quedaría grabada la batalla en la que participaron “para perpetuar su memoria y estimular a sus compañeros de armas”20. Por el mismo periódico se difundieron después las victorias que habían conseguido las armas españolas. Entre los detalles, se daba cuenta de la resistencia de los soldados, de las estrategias de los oficiales, del estado de sitio en Cádiz, de la fortificación de los puentes como el de Zuazo, del rechazo valeroso de los enemigos que, pese a su superioridad en materia naval y militar, se dieron a la retirada.21 A través de estos reportajes y descripciones de guerra en la península, el sector letrado de ciudades y villas se enteró de los actos heroicos, conoció y valoró lo que era defender una plaza en pos de la patria, afirmándose así su espíritu patriótico hacia la metrópoli y haciendo de la lealtad, la defensa, la religión y el sacrificio, símbolos cohesionadores en tiempos de guerra. En septiembre de 1810, los diputados americanos y peninsulares se habían reunido en la Isla de León. Los temas alrededor de la declaración de la soberanía nacional fueron la representación, la ciudadanía, la división de poderes, la constitución, los derechos y las obligaciones de los involucrados en el pacto nacional. Los diputados reunidos en Cortes generales y extraordinarias proclamaron en septiembre de 1810 la soberanía nacional; y propusieron la elaboración de una constitución como la mejor manera de defender los territorios de la monarquía. En esos días la provincia de Veracruz se preparaba para enfrentar al enemigo en el puerto; sin embargo, otra guerra iniciaba en territorio novohispano, una “conmoción social”, como la llamaron después los diputados en el puerto de Cádiz, transformó de manera radical, las prácticas y estrategias para la defensa de la ciudad.22

2. De la defensa de la patria monárquica a la defensa de la ciudad Hasta el bienio 1808-1810 la guerra aconteció en otro continente. Los donativos solicitados a las provincias como Zacatecas habían sido una manera efectiva, 20. Correo semanario político y mercantil de México, 24. 21. Correo semanario político y mercantil de México, 144. 22. Juan Ortiz, El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825 (Castelló de la Plana: Universitat Jaume I, 2008). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

Mariana Terán Fuentes 209 pero lejana, de participar en la guerra. El avance militar que Napoleón demostró en la península española fue conocido en América; por esa razón su figura estaba aún más estigmatizada. Bonaparte avanzaba y el Nuevo Mundo se resguardaba. Dos fueron las principales resistencias que moldearon rápidamente el rechazo hacia el comandante francés: su fama anticatólica y su condición de usurpador de una corona española que únicamente le pertenecía a la dinastía Borbón. Entre 1809 y septiembre de 1810 se siguieron con gran interés los acontecimientos políticos de España, no obstante los asuntos de la ciudad y de la provincia continuaron con la tranquilidad acostumbrada: se concentraron en garantizar el abastecimiento de maíz, agua y azogue; y en la celebración de las funciones religiosas dedicadas a la virgen de Guadalupe, a la virgen de Nuestra Señora del Patrocinio, al Corpus Christi y al cumpleaños del rey. Las autoridades organizaron una rogativa pública a la capilla del Cerro de la Bufa con el fin de bajar y trasladar por las principales calles de la ciudad la pequeña pieza de bulto de la virgen del Patrocinio para que por su intercesión, se restituyera a Fernando vii en el trono; y al mismo tiempo se formó una compañía de jóvenes para la defensa de los derechos de su monarca. Tal fue la agenda del ayuntamiento de la ciudad hasta que el 21 de septiembre de 1810 se supo de un levantamiento en la parroquia de Dolores encabezado por su cura. A partir de entonces, otros fueron los temores; la guerra no era cosa que pasara solamente en un continente alejado por más de dos mil leguas, sino que también podía contaminar el territorio americano y propagarse en ciudades como Guanajuato, Zacatecas, Guadalajara y Valladolid. ¿Qué noticias se tuvieron del levantamiento en la parroquia de Dolores? ¿Quién era el cura Miguel Hidalgo? ¿Quiénes lo secundaban? ¿Por qué se habían alzado? ¿Contra quién? ¿El cura Hidalgo tenía alguna relación con Bonaparte? Fueron algunas de las preguntas que circularon entre los grupos de letrados de Zacatecas, y de las cuales no obtuvieron respuesta; sin embargo, sus primeras acciones fueron directo a la defensa inmediata de la ciudad. Entre 1808 y 1810 los alcaldes, regidores y vecinos tenían formadas tres representaciones de la defensa: hacia su monarca con donativos para sufragar la guerra contra Francia; hacia la nación española con el establecimiento de Cortes; y hacia la ciudad con su protección durante la emergencia del conflicto local durante los últimos meses de 1810. De la misma manera los referentes geográficos de la defensa cambiaron: dejó de circunscribirse al norte por las posibles incursiones de los indios bárbaros, para concentrarse N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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en el Bajío novohispano por el riesgo encarnado en el cabecilla Hidalgo y en el puerto de Veracruz por las tropas francesas. Las prácticas defensivas de la ciudad y la provincia en tiempos de guerra pasaron por muchas transformaciones entre los años de 1810 a 1814. En la primera fase estuvieron encabezadas por el intendente, la junta de vecinos y el cabildo. Luego, y en tanto el conflicto se diseminó por otros territorios del virreinato, se sumaron a la defensa los militares de altos rangos y sus subordinados como los comandantes realistas quienes entablaron batallas, y en algunos casos llegaron a ocupar el cargo de intendentes. Asimismo se crearon organismos de vigilancia como las Juntas de Seguridad que representaron a los órganos judiciales ubicados en las principales ciudades como Zacatecas y villas como Sombrerete con el propósito de custodiar la zona e iniciar proceso judicial a aquellos que presentaban indicios como infidentes. Además de los actores colectivos que participaron en la conservación de la ciudad, se crearon un conjunto de competencias específicas destinadas a la preservación de propiedades particulares (viviendas, haciendas, comercios) y de edificios públicos civiles y eclesiásticos; a la creación de batallones urbanos y compañías milicianas; y a la adopción de medidas fiscales para el mantenimiento de las tropas. Esto tuvo que ver con la percepción que se tenía de la guerra: si al principio se le identificó con un levantamiento focalizado en contra de las autoridades locales y de corta duración, con el correr de los días esa expectativa se modificó totalmente, pues dejó de pensarse como un motín que podía apagarse en unas cuantas horas; se trataba de un levantamiento de gran escala que se estaba expandiendo por las principales villas y pueblos del Bajío novohispano e incluso en otras provincias del virreinato. El asunto reveló una mayor preocupación cuando llegaron las noticias de que el cura Hidalgo había mandado a sus “emisarios” para extender el influjo de su movimiento allende del Bajío y así convocar la participación de los nuevos seguidores a través de las armas. En esa medida el aparente alzamiento pasó a considerarse como una verdadera insurrección. Unos cuantos meses después, desde las Cortes en el puerto de Cádiz, los diputados como Miguel Gordoa hablaron no de insurrección, sino de conmoción social, desorden, anarquía; mientras que para el diputado Alcocer se trataba de una enfermedad que había que cortar de raíz.23 En la apreciación de los vecinos de los pueblos, villas y ciudades “contaminados” con la guerra, cobró fuerza la idea de que esa rebelión no 23. Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, sesión del 9 de enero, 1811. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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tendría un fin inmediato, ni se limitaría a quedarse en un solo lugar. Por tanto, para las autoridades locales como el ayuntamiento y después la intendencia, el sentido de este disturbio condujo a emprender y mantener distintas estrategias para la defensa de la ciudad ante los cabecillas y gavillas insurgentes. Estas acciones definieron un nuevo horizonte y un conjunto de expectativas de los vecinos y autoridades locales que marcaron un hito en la tradición cultural de la defensa.

3. El papel del cabildo en la defensa de la ciudad Una periodización sobre las acciones de defensa de la ciudad tendría que ver, primero, con la situación de emergencia para salvar las vidas de los europeos, ya que de manera inmediata se conocieron los acontecimientos vividos en la ciudad de Guanajuato. Desde los primeros días de la guerra, se propagaron las noticias de que en aquella ciudad se había entablado un combate en el que habían perdido la vida numerosos españoles y algunas de las principales autoridades de la provincia. En esa medida la estrategia defensiva del intendente de Guanajuato, Juan Antonio de Riaño, fue concentrar víveres, hombres y caudales en el edificio de la Alhóndiga, medida fuertemente criticada por el ayuntamiento de aquella ciudad pues consideraba que había sido un gran error guardar a los europeos y desconfiar de la plebe, como después lo explicó Lucas Alamán, porque con ello se dejaba la puerta libre para que los enemigos se apoderaran de la ciudad.24 Los hechos en la toma de la Alhóndiga por parte de los insurgentes fueron rápidamente conocidos como los “teatros del horror”. En Zacatecas se trató de evitar por todos los medios que aquellos sucesos se repitieran. Ante situaciones de crisis, la junta de vecinos representó un papel fundamental. Cuando hubo escasez de grano o de agua, o en aquella que provocó en Zacatecas un gran número de muertes por hambre y peste en 1875, dicha junta se reunía con el fin deliberar, analizar y tomar acuerdos para enfrentar la crítica situación. Integrada por los miembros del ayuntamiento, los vecinos del comercio y minería, y algunas autoridades de las comunidades religiosas de los diferentes conventos de la ciudad, se podía reunir en cualquier momento del día, según la emergencia de la situación. En septiembre de 1810 la convocó el intendente Francisco Rendón. El tema principal 24. Lucas Alamán, Historia de México, Vol: I. (México: Editorial Jus, 1942) 265. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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fue la defensa de la ciudad. Los rumores cada vez eran más fuertes sobre el “cabecilla” Hidalgo y sus seguidores quienes entraban a pueblos y villas a saquear y asesinar. El intendente convocó a los peninsulares a que armados formaran patrullas de vigilancia; consultó sobre el número de armas; levantó una suscripción para construir lanzas que los propios artesanos elaboraron; se pidió auxilio al gobernador de las fronteras de Colotlán para que armase el mayor número de compañías de dragones de milicias; se prohibió el consumo de bebidas embriagantes así como disparar cuetes25 o celebrar reuniones de más de cinco personas, solicitó apoyo tanto a su provincia como a los intendentes de San Luis, Durango y Guadalajara; y ordenó a los administradores y dueños de haciendas que enviasen “mil y más caballos montados y armados” que serían pagados con fondos de la Real Hacienda. Sin embargo, como lo describe Lucas Alamán, “por grande que fuese la actividad del intendente para dictar estas medidas, poco podía esperarse de ellas en una provincia enteramente desarmada y desprevenida y en que no había tropas ningunas organizadas”26. No obstante, el conde Santiago de la Laguna, José Rivera de Bernárdez, acudió al llamado del intendente Francisco Rendón acompañado por un grupo de “doscientos de sus sirvientes montados y con algunas armas”27, mientras que el gobernador de Colotlán destinó dos compañías de dragones para guarnecer la villa de Aguascalientes;28 pero ni este lugar ni la subdelegación de Pinos lograron reunir un mínimo de hombres para que fueran en auxilio de Zacatecas.29 Durante la mañana del 6 de octubre el intendente recibió un comunicado del general Calleja donde se anunciaba la cercanía de los insurgentes; Carlos María de Bustamante señala que en ese texto Calleja le anunciaba que los mismos insurgentes que habían atacado la ciudad de Guanajuato, estaban próximos a Zacatecas.30 Así el intendente Rendón convocó a una junta de vecinos con la participación de mineros, 25. Juan Ortiz sostiene que la prohibición de elaborar y disparar cuetes es una muestra que evidencia las tensiones sociales y la desconfianza hacia las clases populares. Ver: Juan Ortiz, “Política y poder en una época revolucionaria. Ciudad de México, 1800-1814”, en Historia política de la ciudad de México. Desde su fundación hasta el año 2000, coord. Ariel Rodríguez (México: El Colegio de México, 2012) 176. 26. Lucas Alamán, Historia de México, Vol: II, 17. 27. Lucas Alamán, Historia de México, Vol: II, 18. 28. Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la Revolución Mexicana, Vol: I, (México: Instituto Cultural Helénico, Fondo de Cultura Económica, 1985) 124. 29. Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico, 125. 30. Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico, 125. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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comerciantes, miembros del ayuntamiento, administradores de rentas, el cura, y prelados de varias órdenes para analizar el asunto. Llegándose a la conclusión de que la ciudad era indefendible al no contar con fuerza armada propia, por lo que algunos de los europeos ese mismo día emprendieron su huida escondiendo sus bienes o dejándolos encargados. La “plebe” se amotinó pidiendo las cabezas de Fermín de Apezechea, dueño de la mina de la Quebradilla y la de Ángel Abella, administrador de correos.31 Según Bustamante, grupos numerosos de barreteros se colocaron frente a las casas de los españoles para evitar que sacaran ropa, comestibles, enseres, joyas y barras de plata, aprovechando la ocasión para exigir el pago de su trabajo.32 La defensa que se emprendió en ciudades como Zacatecas primero a cargo de las autoridades locales y después de militares realistas, fue la “causa justa” entendida como aquella que permitiría restablecer el orden en el virreinato. El desorden y la conmoción que venían de fuera (sea de Guanajuato o de la metrópoli ocupada) debían ser fuertemente rechazados. Unas cuantas semanas transcurrieron para que los gobernantes locales tuvieran la idea de que se trataba de un movimiento mayor en el cual estaban implicadas algunas villas como León, Aguascalientes y Teocaltiche, además de lo sucedido en la ciudad de Guanajuato. Se tuvo certeza de que había sido un levantamiento ubicado en el Bajío novohispano por un cura que tenía tras de sí el apoyo de distintos grupos de trabajadores. El 27 septiembre de 1810 el ayuntamiento de la ciudad recibió más noticias sobre la ola de violencia a través de un bando manifestando “los escandalosos atentados cometidos y que continúa cometiendo el cura de los Dolores, Dr. Miguel Hidalgo y los capitanes de Dragones de la reina, Ignacio Allende y Juan Aldama con otros de su facción, ofreciendo premios a los que presentaren vivos o muertos a estos tres individuos”33. En octubre el intendente de Zacatecas, Francisco Rendón, hizo lo mismo que algunos peninsulares: salió huyendo de la ciudad con su familia, pues “la plebe se ha apoderado de mi autoridad”34; y arguyó que su acción estaba justificaba porque la ciudad era indefendible, pero prometió que iba a dejar encargado a otro funcionario 31. Lucas Alamán, Historia de México, vol. II, 19. 32. Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico, 126. 33. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1810), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 34. Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico, 126. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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de la provincia y de la capital. En aquel primer periodo y ante la huida del intendente quien supuso con gran temor que la situación no tenía solución, el ayuntamiento fue ocupado por algunos ex integrantes que habían participado en él en 1808, y que habían sido expulsados por los peninsulares. Se trataba de americanos que, con la excepción de los hermanos Manuel y Ramón Garcés (vinculados con el ejército de Hidalgo), tuvieron un destacado papel en calidad de intermediarios35 entre las fuerzas enfrentadas en la guerra. Este cabildo, dirigido por José Francisco Castañeda, ejecutó una medida inédita para salvaguardar la gobernabilidad de la provincia: nombró al conde Miguel Rivera de Bernárdez como intendente interino de buena fama y nota pública, quien se supo después, también simpatizó con el movimiento de Hidalgo. El conde aceptó el nombramiento, y entre las acciones que sostuvo, la principal fue evitar que se repitieran “los horrores de Guanajuato”, intentando que los amotinados en Zacatecas no acabaran con las vidas de los pocos españoles que quedaban en la ciudad. Hacia los meses de octubre y noviembre de 1810 el levantamiento de Hidalgo fue asociado con los vocablos insurrección y revolución. Y era tal el ambiente, que cuando hubo un motín en el mineral del Fresnillo, por el alza del precio del maíz; se calificó a los sublevados capturados como “insurgentes”36. La provincia de Zacatecas representaba una zona estratégica para las fuerzas insurgentes, pues era el paso obligado para extender su movimiento hacia el norte del virreinato. Los emisarios que había enviado el cura Hidalgo hacia esta localidad llegaron primero a las villas de León y Aguascalientes; aunque su propósito era arribar a la capital provincial. En este primer periodo de la guerra las autoridades y vecinos de la ciudad se encontraban atemorizados por la noticia de que el mariscal Rafael Iriarte se encontraba en Aguascalientes. Hidalgo e Iriarte fueron objeto de gran temor: al primero por sus actos cometidos en Guanajuato y al segundo por saberse que era emisario de aquel y que podía arribar a la ciudad de Zacatecas de un momento a otro. En junta de vecinos 35. Héctor Sánchez, Insurgencia y contrainsurgencia en Zacatecas, 1810-1813 (Zacatecas: Universidad Autónoma de Zacatecas, Legislatura del Estado de Zacatecas, 2009) 91. 36. Rosalina Ríos estudia en particular este tumulto y sostiene que dada la cercanía entre tumulto e insurgencia orilló a que las autoridades asociaran al primero con la segunda y que los implicados en el motín fuesen vistos también como insurgentes. Ver: Rosalina Ríos,“Un tumulto por el alza del precio del maíz en Fresnillo, Zacatecas, 1810”, en La corona en llamas. Conflictos económicos y sociales en la independencia iberoamericana, eds. José Antonio Serrano y Luis Jáuregui (Castelló de la Plana, Universitat Jaume I, 2010) 251. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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se decidió enviar al cura José María Cos a entrevistarse con el mariscal Iriarte para evitar actos de sangre y violencia. Iriarte lo recibió en la villa de Aguascalientes con un estandarte de la virgen de Guadalupe. El cura Cos trató de convencerlo de que entrara a Zacatecas sin violencia, pero el mariscal insurgente no dio muestras de aceptar tal condición; él estaba bajo las instrucciones de avanzar a Tierra Adentro para que se conocieran los motivos por los cuales se había iniciado esta sublevación a cargo del cura Hidalgo.37 Ante el avance del mariscal Iriarte, la junta de vecinos determinó que era indispensable levantar una fuerza militar para contener al ejército revolucionario. Se sabía en la ciudad de Zacatecas de saqueos a propiedades,38 haciendas y comercios y de actos violentos como asesinatos ocurridos en aquella villa, en la de Teocaltiche y en la villa de Lagos. Se conoció que “la canalla” no había perdonado ni siquiera la vida de los sacerdotes y que el militar realista Gutiérrez de la Concha había sido fuertemente atacado en las inmediaciones de León. Por eso desde Aguascalientes se solicitaron refuerzos y el envío de tres cajones de pólvora de la ciudad de Zacatecas. De otro lado, en los cañones de Juchipila y Tlaltenango, en el sur de la intendencia, los cabecillas se estaban adentrando y apoderando de sus plazas. Este fue uno de los principales problemas para las fuerzas del rey, tal como lo ha estudiado para otras regiones Christon Archer, esto es, la diseminación de los insurgentes que operaban desde zonas escabrosas y alejadas de los centros urbanos.39 No se trataba entonces solo de los horrores sabidos de los teatros de Guanajuato; el fenómeno se propagaba con gran rapidez y esto era un factor que incrementaba el temor y las acciones inmediatas para asegurar la defensa.40 De hecho, 37. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1810), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas 38. Fue frecuente que ante la noticia de la llegada de los insurgentes, los vecinos de la ciudad escondieran sus pertenencias en baúles enterrados en zanjas que contenían barras de plata o planchas de cobre, como sucedió en la Hacienda de Trancoso donde se encargó al administrador dicho contenido “a precaución de que no lo sorprendieran los insurgentes cuya revolución estaba muy a los principios y no quiso aventurarlas en su conducción a la capital de México para donde se dirigía […]”. Ver: “Diligencias de Fermín de Valerdi, vecino de Parral en nombre de Carlos de Arreaga, subdelegado del pueblo de Cuencamé para probar la legítima posesión de unas planchas de cobre que se encuentran depositadas en la Real Caja de esta ciudad”, en AHEZ, Serie Civil, Fondo Poder Judicial. 39. Christon Archer, “Las tropas expedicionarias españolas en la guerra de independencia de México, 1810-1822”, en Revisión histórica de la guerra de independencia en Veracruz, coord. Juan Ortiz Escamilla (Veracruz: Universidad Veracruzana, 2008) 198. 40. Para el caso de la ciudad de México, Juan Ortiz menciona que prácticamente estaba indefensa: “[…] N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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los rebeldes y sus cabecillas se habían logrado internar rápidamente en las principales villas de la provincia de Zacatecas: Fresnillo, Nieves, Río Grande, Aguascalientes.41 Ahí dieron a conocer un singular documento, la “Proclama a los Americanos”, en donde se anunciaban las razones que habían tenido los líderes para levantarse en armas: guardar los preciosos dominios de Fernando vii y conservar ilesa la religión católica. El mariscal Iriarte nombró a varios de los suyos como comandantes, cada uno con la misión de avanzar y ganar plazas para la causa de Hidalgo, sin embargo, los motivos para la tropa y para la “plebe” no estaban claros: un mismo Dios, una misma ley y un mismo rey, ¿por qué entonces en bandos contrarios?

4. La ocupación de los realistas y su posición en el mando político y militar El conde de Santiago de la Laguna, Miguel Rivera de Bernárdez, intendente interino de la provincia de Zacatecas, terminó escapando de la ciudad tras ser acusado por haberse relacionado con los principales jefes rebeldes. Este vacío de poder fue llenado inmediatamente por las fuerzas realistas. El hecho de que estos se reconcentraran en los principales puestos de mando tanto de la ciudad como de la provincia, marcó un nuevo escenario político en el desenvolvimiento de la guerra en Zacatecas. El general Calleja mandó a Juan Manuel Ochoa apodado El Rayo Zacatecano a ocupar la intendencia, una vez que se enteró de la victoria que había obtenido en la ciudad. Según las actas de cabildo de enero de 1811 (poco después del triunfo de las fuerzas realistas sobre las insurgentes en la batalla de Puente de Calderón), la sala capitular

con mucho esfuerzo se instalaron guarniciones de voluntarios civiles en las calzadas de La Piedad, en el paseo de Bucareli y en Chapultepec. En sus calles se formaron barricadas para repeler un posible ataque, y las azoteas de casas y edificios se cubrieron de piedras para que los propios moradores las utilizaran como proyectiles en caso de que los insurgentes ingresaran al recinto. Sin duda se trataba de un hecho inédito en 300 años”. Ver Juan Ortiz, “Política y poder en una época revolucionaria. Ciudad de México”, en Historia política de la ciudad de México, coord. Ariel Rodríguez, 178. 41. Eric van Young ha caracterizado a los “cabecillas” que participaron en la guerra de insurgencia: procedían de ciudades pequeñas del medio rural, “ni remotamente ricos”, aunque algunos podían tener tierras y algo de ganado. El autor sugiere que este tipo de jefes se pudo haber enriquecido con los bienes del enemigo. Ver: Eric Van Young, La otra rebelión, La lucha por la independencia de México, 1810-1821 (México: Fondo de Cultura Económica, 2006) 317-319. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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estaba repleta de “muchos capitanes y militares”42 quienes acompañaban al comandante Ochoa a asumir sus nuevas funciones ante la provincia zacatecana: Se le hizo notorio el referido nombramiento y parecer del cabildo dijo que lo aceptaba y aceptó dando las debidas gracias al jefe que lo ha nombrado y al ayuntamiento que inmediatamente lo ha recibido, ofreciendo la señal de la Santa Cruz y bajo su palabra de honor usar bien, fiel y legalmente el empleo de Intendente en los términos que se le ha conferido.43

Félix María Calleja mandó a sus hombres de confianza para asegurar el restablecimiento del orden, garantizar la tranquilidad pública, ofrecer indultos a los que se acogieran a las nuevas autoridades, estrechar la vigilancia respecto a los focos de insurrección que pudieran aparecer en la ciudad y exhibir al vecindario los cuerpos ahorcados como escarmiento. Con la fuerza armada de los milicianos de San Luis Potosí, el jefe militar de las fuerzas realistas había logrado para entonces liberar a Guanajuato, llegar a la ciudad de Guadalajara después de tres sonadas batallas y continuar la persecución de los insurgentes rumbo al norte, en la villa de Aguascalientes y en la ciudad de Zacatecas.44 El éxito de las fuerzas del rey se debió en gran parte a la estrategia de atrincheramiento y defensa de las principales capitales del virreinato novohispano como lo fue la ciudad de Zacatecas. Si en octubre de 1810 el ayuntamiento de la ciudad había nombrado intendente para mantener la gobernabilidad de la provincia, la situación para enero de 1811 fue que el máximo jefe militar de los realistas nombró por su propia autoridad, al nuevo intendente de la provincia con el fin de asegurar y garantizar la protección del territorio, acción similar que ejecutó con el comandante Bernardo Bonavia para la intendencia de Durango. El general Calleja pretendió así controlar a las provincias que tenían una ubicación geográfica decisiva como Durango, San Luis45 42. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 43. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 44. Christon Archer, “Peanes e himnos de victoria de la guerra de independencia mexicana. La gloria, la crueldad y la demonización de los gachupines, 1810-1821”, en Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, ed. Jaime E. Rodríguez (Madrid: Fundación MAPFRE-Tavera, 2005) 243. 45. En San Luis Potosí, para enfrentar a los insurgentes, Calleja formó dos cuerpos milicianos: como caballería de lanceros a los Fieles del Potosí y en el regimiento de infantería a Los Tamarindos. Ambos regimientos fueron apoyados por hacendados y mineros de la provincia. Ver: Juan José Benavides Martínez, “Un nuevo espacio de poder: las milicias de San Luis Potosí a finales del periodo colonial”, Temas de N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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y Zacatecas con el fin de impedir el avance de la insurgencia y cortar su comunicación al norte del virreinato. En ese sentido el general Calleja nombró a los comandantes militares Bernardo Bonavia y Juan Manuel Ochoa en calidad de intendentes de Durango y Zacatecas con el propósito de que reasumieran el mando militar, político y de hacienda, adquiriendo así la facultad de designar autoridades públicas, jefes y dependientes de las reales rentas, y reponer a aquellos vecinos que gozaran de la confianza de los nuevos intendentes. La idea que justificó las acciones de Calleja para formar una nueva estructura de gobierno fue “conservar el orden público y restablecer las cosas” advirtiendo que mientras esta finalidad no se lograra, se castigaría con el “último suplicio a los cabecillas y sus seguidores”46. A partir de entonces la intendencia estuvo a cargo de los jefes realistas, quienes se valieron además de un tipo de propaganda basada en el terror: 47 infundir miedo entre la población fue un factor de gran importancia en la atmósfera que prevaleció en la ciudad de Zacatecas. Los testimonios abundan en este elemento, sea para referirse a nombres de jefes realistas en particular como El terror de los insurgentes, sea para divulgar los hechos sanguinarios en procesos judiciales o las penosas historias de aquellos que finalmente fueron pasados por las armas. No obstante así fue también el pánico propagado por los insurgentes entre la población, al lanzar nombres como El temerísimo Susano Varela, el malvado rebelde del Padre Calvillo o el uso de nombres de lugares como el insurgentado valle de Huejúcar. Gran temor provocó la noticia conocida de que los insurgentes en la zona de los Cañones, al sur de la intendencia, habían derrotado a las fuerzas de José Francisco Álvarez y “estaban preparando una nueva revolución”48. Sin embargo, entre unos y otros se suponían falsedades y exageraciones como bien lo hizo notar el comandante realista Felipe Díaz cuando hizo un balance de las operaciones del ejército rebelde:

historia Argentina y Americana n.o 13 (2008): 39-78. 46. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 47. Christon Archer, “Peanes e himnos de victoria”, en Revolución, independencia y las nuevas, ed. Jaime E. Rodríguez, 242. 48. “Segundo cuaderno de la causa contra José María Medina, vecino del valle de Huejúcar, por infidencia”, (Huejúcar, 11 de agosto de 1811), en AHEZ, Serie Criminal, Fondo Poder Judicial. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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Donde quiera que ellos estén publican ventajas, repican batallas, triunfos y vencimientos con tanto más ardor cuanto son más falsos. Fingen contestaciones, aparentan correos, nombran sujetos, suponen puestos y quieren hacer ver a sus gavillas que ya son suyos todos los lugares del reino para que jamás deje por los incautos de fomentarse aquel su único partido.49

De todas maneras el ayuntamiento no logró ejercer un gobierno al margen del intendente. El conjunto de medidas acatadas por el cabildo fueron determinadas por los comandantes militares: para el caso de la provincia zacatecana, por el comandante Juan Manuel Ochoa. Durante el periodo en que Calleja tuvo capacidad para enviar tropas a Zacatecas desde San Luis Potosí, (porque estas se mantenían ocupadas tratando de socavar a las gavillas que había en aquella intendencia), le envió una serie de instrucciones al comandante Ochoa para que fueran adoptadas e implementadas por las instituciones locales, en particular por el cabildo de la ciudad. Entre otras, la formación de compañías de milicias integradas por “vecinos honrados”, para lo cual se solicitó al ayuntamiento que le pasara al capitán de fernandinos y comandante de artillería de Nueva Vizcaya, don Juan Zambrano, una lista de los sujetos decentes que se encontraran en condiciones de participar en el servicio militar y otra lista de “vecinos buenos y de opinión” para formar las compañías “según su número”50. En ese contexto, se recibieron dos ejemplares de la proclama del virrey Francisco Javier Venegas dirigida a los habitantes de la Nueva Galicia para la defensa del virreinato y dos versiones más del gobernador de la mitra de Valladolid dirigidos “al pueblo cristiano” con el propósito de fijar rotulones en los principales edificios públicos de las ciudades, para dar a conocer la excomunión formulada por el obispo de aquella diócesis, Manuel Abad y Queipo, al cura Miguel Hidalgo. La opinión del ayuntamiento respecto a esta extraordinaria noticia fue que “siempre ha estado penetrado de estos contenidos a pesar de las irrupciones que ha sufrido esta ciudad por los insurgentes como es constante”51. En esa misma sesión de cabildo, se compartió revelación aún más preocupante: la amenaza de que la ciudad pudiera quedar desa49. “Testimonio de la sumaria formada al patriota de la ciudad de Zacatecas, don Felipe Díaz González, sobre infidencia”, (ciudad de Zacatecas, 1818), en Archivo General de la Nación de México (AGNM), Grupo Documental Infidencias, Vol: 85, exp. I. 50. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 51. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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bastecida de maíz. Efectivamente, desde los Cañones, en particular de Tlaltenango, Atolinga y Jalpa, se comentaba que mientras los caminos estuvieran controlados por las fuerzas del rey, los indios no dejarían pasar el cereal. Por tanto no era solo la ciudad aquello que debía protegerse, sino que era necesario formar un plan defensivo para el conjunto de la intendencia. En ese contexto, se ordenó enviar la tropa a los lugares y villas estratégicos a fin de guarecer la entrada e impedir el avance de los insurgentes. Fue así que se instruyó el envío de esa birgada al sur de la provincia, en Jerez y Tlaltenango; al poniente, en la Hacienda de San Mateo de Valparaíso y en la villa de Sombrerete. Otra instrucción del comandante realista Juan Manuel Ochoa, en junta de vecinos, fue que se instruyera a los reverendos padres del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Guadalupe para que propagaran el Evangelio y convencieran al pueblo “de los horrores en que los han imbuido los faccionarios de la insurrección”. En opinión de las autoridades realistas, la sagrada escritura era un poderoso instrumento de persuasión que contribuía a preservar la tranquilidad pública, pues no solo promovía el convencimiento por las grandes verdades, sino que llamaba a aborrecer los vicios. La insurgencia era uno de ellos, y los curas y sacerdotes que se mantenían leales a la corona española podían fácilmente convencer a los fieles de las fatales consecuencias de la “actual revolución”. Siguiendo con esa misma línea, en el real de Mazapil, el sacerdote aseguró que las poblaciones debían cerrar sus oídos a los rebeldes porque eran “contrarios al amor mutuo que unos y otros nos debemos profesar. Que los europeos habían sido nuestros padres en lo temporal porque de ellos procedíamos, y en lo espiritual pues habían traído a nuestro hemisferio las luces del Evangelio”52. Expansión del Evangelio y juramento de fidelidad a Fernando vii, fueron misiones asumidas para la política persuasiva adoptada por las fuerzas del rey. Según el general Calleja, debía recordarse en ese juramento la obediencia y lealtad de la ciudad al augusto monarca, así como la subordinación ante todas las autoridades. Ese compromiso representó así, en esa situación de guerra, la confirmación del pacto de lealtad. Las diferentes corporaciones sociales y políticas debían participar en este ritual; y todo aquel que adscribiera un 52. “Denuncia de Salvador Ramírez y Victoriano Flores del real de Mazapil contra el cura presbítero Joaquín Velasco y Antuna por infidencia”, (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Serie Criminal, Fondo Poder Judicial. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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jefe al margen de esa apuesta institucional, era considerado infidente, como fue el caso del cura que promovió desde la parroquia de Dolores la “insurrección americana” (así llamada en febrero de 1811) quebrantando “vilmente el sagrado juramento”53.

5. Fortificar y defender la ciudad “En una olla o barranca yace la ciudad de Zacatecas, famosa, quizá por eso tan rica, que siendo de tan legítima hija de los elevados montes que la circundan, como forzosa heredera les disfruta los preciosos tesoros que ocultan sus profundos senos […]”54. Con esta frase iniciaba el segundo Conde de la Laguna, José Rivera de Bernárdez, la descripción de la ciudad en 1732. Zacatecas está custodiada al poniente por el cerro del Grillo, al oriente por el cerro de la Bufa y al sur por el cerro de la Virgen, por lo cual podría suponerse que el terreno le proporcionaba una defensa natural. Contaba además, con tres caminos: uno al poniente con dirección a la rica zona minera del Fresnillo, un segundo al oriente rumbo a Guadalupe entre la Ciudad de México y otro al norte hacia la zona minera de Vetagrande. En cada una de las tres entradas se instaló una garita a cargo de la Diputación de Comercio.55 De acuerdo al censo de 1793 en la ciudad de Zacatecas habitaban 268 europeos, 5.644 españoles criollos, 12.800 mestizos y 6.260 indios. En 1806 el intendente de la provincia ofreció un dato altamente significativo para valorar la importancia de dicho lugar: “En el espacio de seis leguas poco más o menos de que se compone el terreno de la capital, se hallan abiertas más 53. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 54. José Rivera de Bernárdez, “Descripción breve de la muy noble y leal ciudad de Zacatecas”, en Testimonios de Zacatecas. Selección de Gabriel Salinas de la Torre (Zacatecas: Ayuntamiento de la ciudad, 1989-1992), 76. Por su parte, en la “Ordenanza de la división de la muy noble y leal ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas en cuarteles”, se daba cuenta de la dificultad de su traza “por la suma irregularidad que se advierte en el establecimiento de sus calles y edificios, pues situada la población en una quebrada, torcida y angosta cañada, no fue posible (aun desde los principios de su fundación) sacar las mismas calles y casas con un regular orden y con justas correspondencias de unas a otras, tornándose, por consiguiente, una porción de Pueblo grande tan confuso y apeñuscado, que con dificultad podría conseguirse un plano que diese la necesaria idea para la distribución de cuarteles”. Ver: Ordenanza de la división de la muy noble y leal ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas en cuarteles (México: Imprenta de Mariano Zúñiga de Ontiveros, 1801). 55. Claudia Magaña, Panorámica de la ciudad de Zacatecas y sus barrios durante la época virreinal (Zacatecas: Gobierno del Estado de Zacatecas, 1998) 60. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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de once mil bocas de minas de plata […]”56; además en su zona más septentrional se encontraba el convento de San Francisco y el barrio de indios de Tlacuitlapan, puntos estratégicos porque allí comenzaba el camino de las minas (Fresnillo, Sombrerete) y se ubicaban las haciendas de la Pinta, las Mercedes y la Plata. Por otro lado, hacia el oeste y muy cerca al cerro del Grillo, se encontraban importantes edificaciones como el templo y la plazuela de Santo Domingo, junto con los edificios del colegio grande de los jesuitas y el antiguo colegio de San Luis Gonzaga; aunque cabría apuntar que en esa dirección también se encontraba el barrio de negros de Pedregoso. Asimismo se localizaba allí el conjunto conventual agustino, en cuya plazuela se establecía el tinaguis, en las cercanías del arroyo de Chepinque, el cual representaba el acceso natural al suroccidente de la ciudad. Hacia el otro lado del arroyo, los puestos de vigilancia guardaban el convento de la Merced Nueva (antiguo edificio de San Juan de Dios), el rastro, la carnicería, las tocinerías, el juego de pelota y el palacio nobiliario del conde de San Mateo, don Fernando de la Campa y Cos. Rumbo al poniente y cerca de las instalaciones de agustinos y juaninos, estaba el barrio de indios de Tonalá, Chepinque. En sus inmediaciones, se asomaba la entrada del Camino Real de Tierra Adentro (salida a la villa de Jerez y a los Cañones de Juchipila y Tlaltenango donde estaban diseminados los insurgentes). En la parte más sur de la ciudad se encontraba el barrio de indios del Niño —cerca del camino a México—, la capilla de la Aurora, y el templo del barrio de indios de San José. La supervisión en esta zona era muy importante, porque ahí se concentraban los principales edificios públicos civiles y eclesiásticos como la Real Caja, la Alhóndiga (al lado norte de la plazuela de Villarreal), la iglesia parroquial, la plaza mayor, las casas de cabildo, la cárcel, las casas reales, la Real Aduana, el Real Ensaye, la fábrica de tabacos, los comercios, el mesón y las alcaicerías. Además, en esa misma área se concentraba el mayor número de las viviendas de los españoles,57 y fue allí donde a partir de 1810, 56. “Noticias estadísticas de la provincia de Zacatecas (1804-1806)”, en Descripciones económicas regionales de Nueva España: provincias del Norte, 1790-1814, comp. Enrique Florescano e Isabel Gil (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Educación Pública, 1976) 96. 57. Según información obtenida por Claudia Magaña hacia 1780 en esta zona sur de la ciudad habitaban 33 españoles, 4 mestizos y un mulato. Por lo que se refiere al pueblo de San José se concentraban 21 mulatos, 69 mestizos, 5 españoles y 48 indios. Los españoles pobres habitaron en las orillas de la ciudad “formando barrios aledaños a los pueblos de indios”. Ver: Claudia Magaña, Panorámica de la ciudad de Zacatecas, 62-63. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

Mariana Terán Fuentes 223 se estableció la Casa de Moneda. Era pues el corazón de la ciudad que daba vida a las relaciones comerciales, políticas, cívicas y religiosas en la región. Hacia 1801 Zacatecas se dividió en cuatro cuarteles mayores y cada uno en dos menores; esta acción obedeció a la necesidad de las autoridades de volver “más expedita la administración de la justicia y a poner en el mayor orden posible el gobierno político y económico”58, por lo cual se pretendía contar con un mejor y más eficiente mecanismo de vigilancia con el propósito de evitar y castigar a los delincuentes que preferían la oscuridad de la noche, para realizar sus actos delictivos. En ese sentido se propuso observar con especial atención los lugares públicos preferidos por estos como las vinaterías, mesones, trucos y fondas en donde se daba la ocasión para la embriaguez y los juegos. Mientras tanto, los desórdenes y escándalos públicos, así como los pleitos maritales podían ser únicamente amonestados, sin trascender a una mayor sanción. Tal esquema de inspección de la ciudad también tenía como propósito cuidar la salud de sus habitantes, mantener limpias las casas, calles y plazas, procurar la instrucción a través de escuelas, incentivar la beneficencia entre viudas y niños, evitar el ocio, los vicios y la holgazanería. Sin embargo, dicha estructura no estaba preparada para una conflicto bélico; las autoridades locales improvisaron sobre ella al organizar un sistema vecinal de vigilancia que debía custodiar los principales edificios: la Real Caja, la Alhóndiga, la fábrica de tabacos, los templos y conventos, las plazuelas, el cabildo, las casas de los vecinos del comercio y la minería. Según algunas de las fuentes del poder judicial, esa supervisión se dio principalmente desde los edificios altos como las torres de los templos, y desde los balcones y los cruceros de los callejones de la ciudad. Prevalecía la idea de que cerrar y fortificar espacios era una manera eficaz de preservar la seguridad. En la sala de cabildo, por ejemplo, se propuso que se debían cerrar los callejones que daban a la plazuela de Villarreal para ahí preparar el armamento destinado para enfrentar a los rebeldes. Dicha plazuela estaba cercada por la fábrica de tabacos y por el palacio nobiliario del conde Fernando de la Campa y Cos, además, contaba con una fuente donde se filtraba la mejor agua para beber; de esa manera se podía adaptar como cuartel militar, al obstruir los dos únicos espacios abiertos que la dejaban vulnerable. Los alcaldes y regidores consideraron “interesante” el asunto, sin embargo lo desecharon porque sabían que en ninguna plaza de armas 58. Ordenanza de la división de la muy noble, Artículo I, 9. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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del reino, así en la paz como en la guerra, se había fortificado: “Buen ejemplo han dado de esto México, Veracruz y Guadalajara y otros lugares a los cuales solamente se ha fortificado en su circuito”59. Argumentaban los críticos de esta medida, que los rebeldes podían hacer escaramuzas y entretener a la tropa dentro de los límites de la plazuela “destrozando los sagrados intereses del rey en sus cajas y en su casa de entrada y el resto del vecindario, lo que no podría remediarse fácilmente por no estar del todo expedito el paso de aquella”60. El ayuntamiento reconoció la falta de acciones oportunas para ocuparse en la defensa, pues había un alto grado de incertidumbre, ambigüedad y confusión en las autoridades y los vecinos ante una situación conflictiva que carecía de un fin cercano. Sin embargo, las autoridades locales no dejaron de improvisar medidas de readaptación de los espacios para convertirlos en infraestructura mínima de guerra. En ese sentido destinaron parte de las instalaciones del convento de San Agustín para disponer allí la Junta de Seguridad y al mismo tiempo emplearlo como cuartel militar donde se alojaran tropa, oficiales, uniformes, animales y armamento, convirtiendo a su vez a la plazuela agustina en lugar para realizar los ejercicios de instrucción militar. Mientras tanto el convento de san Juan de Dios Viejo se transformó en una maestranza que reunió a herreros, carpinteros, fundidores, sastres y albañiles encargados de la fundición de plomo para balas, de la compostura de cañones y cureñas, y del alistamiento de armamento para su traslado a diferentes puntos de la provincia.61 El 4 de mayo de 1811 en sala de cabildo, sus integrantes determinaron la creación de un batallón de leales urbanos compuesto de cinco compañías de infantería, dos de caballería y una de artillería. Se acordó que esta propuesta se discutiera y analizara en junta de vecinos. Dos días después uno de los vecinos propuso la contribución mensual de doscientos cuatro pesos, sin embargo esa cuota resultaba insuficiente para sostener al batallón urbano. Por ello se concluyó que el financiamiento tenía que 59. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 60. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1808), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas f. 190r. 61. Mariana Terán, Por lealtad al rey, a la patria y a la religión. Zacatecas, 1808-1814 (México: Fondo Editorial Estado de México, 2012) 233-239; Eder Antonio de Jesús Gallegos, “Tecnología militar en tiempos de José María Morelos y Pavón: la producción de artillería 1812-1815”, en La insurgencia mexicana y la Constitución de Apatzingán 1808-1824, coords. Ana Carolina Ibarra, Marco A. Landavazo, Juan Ortiz, José Antonio Serrano y Marta Terán (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2014) 79-94. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

Mariana Terán Fuentes 225 salir de los negocios mineros, que podían llegar a proveer la respetable cantidad de cincuenta mil pesos. La necesidad de “armar a la ciudad” marca una nueva fase dentro del proceso revolucionario. Intendencia, ayuntamiento y junta de vecinos coincidieron en esta medida porque se sabía que el enemigo cada vez era más “sanguinario, bárbaro y cruel”. La percepción del cabildo en torno a la guerra, tras ocho meses de conocer sobre el levantamiento del cura Hidalgo, era de angustia y pesimismo, pues aludían a los “funestísimos males”, que azotaban a Zacatecas. En ese sentido el recurso a la ciudad en armas fue una medida extraordinaria e inédita, porque los ayuntamientos precedentes nunca habían considerado que su localidad podría hundirse y verse envuelta en un irreparable mal. En esa nueva situación, ese era el único método para enfrentar con firmeza la situación. Para poder lograr ese objetivo, el 6 de junio de 1811 el síndico procurador, hizo hincapié en la necesidad de erigir una Casa Provisional de Moneda dada la interrupción de numerario que llegaba desde la Ciudad de México, lo cual llevaría a que las principales actividades como la minería, el comercio, la industria, la agricultura y la ganadería se vieran “envueltas en una desgracia sin tamaño”. A esas alturas de la guerra, los cabildantes creían que los insurrectos no solamente amenazaban sus vidas con actos de violencia, sino con los efectos desestabilizadores en la economía de la provincia. En mayo de 1811 Calleja dio a conocer desde la villa de Aguascalientes su Reglamento político militar para la autodefensa de haciendas, ranchos, ciudades, villas y pueblos impulsando la organización de sus pobladores en cuerpos de milicias, para que defendieran por sí mismos sus territorios, en tanto que el ejército solamente cumpliría un rol de apoyo en puntos estratégicos. El plan fue concebido por Calleja después de analizar la condición de los rebeldes: la tropa realista había logrado romper su estructura general, haciendo que perdieran consistencia y se diseminaran en pequeñas gavillas compuestas por bandidos. Sin embargo opiniones menos optimistas como la del comandante realista, José de la Cruz, aseguraban lo contrario.62 No obstante algunos historiadores destacan que el plan Calleja introdujo, por lo menos, dos cambios sociales importantes: se eliminaron las distinciones étnicas al formarse un solo cuerpo de milicianos y el nombramiento de oficiales dejó de ser facultad de 62. Christon Archer, “Peanes e himnos de victoria”, en Revolución, independencia y las nuevas, ed. Jaime E. Rodríguez, 249. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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los jefes militares para convertirse en un proceso de elección por parte de aquellos: “Para la defensa de una población no importaba si se era pobre o rico, blanco, indio o casta, sino las habilidades que los milicianos tuvieran para usar las armas y el caballo o su capacidad para organizar la defensa y enfrentarse al enemigo”63. En esa misma dirección actuaron los vecinos de la villa de Sombrerete: buscaron armarse, levantar tropa, y pedir auxilio a las provincias internas: Y adoptar todas aquellas providencias que dictaba la necesidad y las circunstancias en que se veía constituido para sostenerse en medio de tan asombrosa revolución, cuyo único empeño fuese celar sobre la conducta del público y particulares, establecer reglas para el buen orden y conocer de toda causa de estado, puesto que no tenía a quién reconocer, y era el único pueblo fiel y libre de la Provincia.64

El 6 de junio el cabildo recibió un oficio de Calleja con la instrucción de que el nuevo intendente encargado del mando político, militar y de la Real Caja era el teniente coronel Martín de Medina, efectivo del regimiento de infantería de la Nueva España. En ese contexto, el ayuntamiento recibió otro bando en el que se pedía a las autoridades y a la población que contribuyeran con una “suscripción patriótica” para mantener a los soldados en los ejércitos de la península a “razón de diez pesos mensuales cada uno” durante el tiempo que fuera necesario. Sin embargo las prioridades local habían cambiado y lo principal era la defensa de la provincia y de la ciudad en detrimento del apoyo los peninsulares en su lucha frente a los franceses: El ayuntamiento contesta que por los graves dispendios que han tenido que sufrir los caudales públicos en todo el tiempo en que la insurrección ha invadido esta ciudad, han quedado sin fondos y sin arbitrio alguno para poderse suscribir con algunas acciones, cuyas rentas únicamente son producidas de las armas y maíces.65

Por el momento el jefe militar se encargó de dar cuenta detallada de su triunfo sobre el ejército insurgente en Puente de Calderón. Sostuvo que había derrocado a un enemigo numeroso, pero desorganizado, y que los indios flecheros de Colotlán 63. Juan Ortiz, Guerra y gobierno: los pueblos y la independencia de México (Sevilla: Universidad de Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía, El Colegio de México, Instituto Mora, 1997) 81. 64. “Diligencias de los vecinos de Sombrerete” (villa de Sombrerete, 1811), en AHEZ, Serie Sombrerete, Fondo Intendencia. 65. “Libro de actas de cabildo”, (ciudad de Zacatecas, 1811), en AHEZ, Fondo Intendencia, Serie Sombrerete. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

Mariana Terán Fuentes 227 que habían acompañado las huestes insurgentes salieron de la batalla horrorizados. A partir de entonces, en la ciudad de Zacatecas el nombre de Félix María Calleja se asoció con autoridad, verticalidad y liderazgo. Algunos de sus comandantes lo apodaban El Señor de la Guerra o Nuestro ángel custodio. La dureza de sus decisiones fue confirmada por las sentencias que se derivaron de los procesos judiciales de infidencia librados contra varios insurgentes, quienes fueron declarados delincuentes y traidores a la patria. Varios de estos condenados, fueron colgados tras su ejecución “para constancia de su delito al público”66. Calleja adquirió así reconocimiento por haber sido capaz de enfrentar y derrocar a los saqueadores rebeldes, y por eso fue distinguido en el interior de la provincia como el restaurador del orden. Las instrucciones de dicho general Calleja no se ponían en cuestión. Su plan militar contra “los devoradores de estos dominios”, había tratado de adaptarse en toda la provincia de Zacatecas. De esta manera para la subsistencia del batallón urbano se ordenó la creación de fondos de haciendas y minas; se pidió al cabildo la entrega de los arbitrios y si no los tuviere, formar una contribución forzosa. Según los libros de acuerdos: No cesó un instante el ayuntamiento en que tuviera el más exacto cumplimiento lo dispuesto por el señor Calleja, haciendo a los vecinos una exacción de 50,000 pesos por una vez, cerca de 20,000 por segunda y pasado por tercera a formar el plan de arbitrios más riguroso hasta en los víveres de primera necesidad, los que han producido hasta junio unos 30,000 pesos […].67

Las medidas diseñadas para sostener dicho cuerpo miliciano, se manifestaron en la solicitud de préstamos forzosos y gravámenes. A diferencia de la primera relación de donativos de 1808 donde los integrantes del cabildo fueron los únicos en contribuir, ahora la instrucción de Calleja se extendía a diversos sectores sociales. En el cuadro 1 pueden apreciarse las cantidades y porcentajes otorgados por comerciantes (tendajones, boticas, vinaterías), panaderos, religiosos, mineros, así como por los vecinos de las municipalidades del partido de Zacatecas (Vetagrande, Pánuco, Sauceda y Guadalupe).

66. “Causa formada a José Eugenio Lodosa”, (ciudad de Zacatecas, mayo de 1811), en AGNM, Grupo Documental Infidencias, Exp. 1. 67. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1812), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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Acciones para la defensa realista en una ciudad novohispana. Zacatecas, 1808-1814 Cuadro 1. Donativos para las tropas del rey, por sector, 1812 Sector Negociaciones mineras Funcionarios de cabildo Religiosos Comerciantes Panaderos Hacienda de beneficio Puesto de justicia de Guadalupe Vecinos de Guadalupe Vecinos de Pánuco, Vetagrande y Sauceda Vecinos sin especificar oficio Existente en Alhóndiga Total

Cantidad 12450 700 1700 2310 480 50 50 100 200 737 704,6 19481,6

Porcentaje 63,9 3,5 8,7 11,8 2,4 0,2 0,2 0,5 1 3,7 3,6 99,5

Fuente: “Libro de actas de cabildo” (ciudad de zacatecas, 1812) en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas (elaboración de la autora).

Para dar cumplimiento a la instrucción, se leyó la lista de los que debían contribuir mediante aporte forzoso para la subsistencia del batallón.68 Entre quienes se opusieron, a esta distribución, estuvieron el presbítero José Francisco Sánchez y el cura párroco Vicente Ramírez, quienes reclamaron el privilegio de la inmunidad eclesiástica, pues pese a su acendrado patriotismo, sostenían que no podían anular sus propios derechos resguardados en cánones, concilios y leyes reales. Por tales motivos le dijeron al general Calleja que esa instrucción no se podía aplicar de manera uniforme: 68. Rodrigo Moreno Rodríguez, “Fiscalidad y financiamiento de la insurgencia”, en La insurgencia mexicana y la Constitución de Apatzingán, coord. por Ana Carolina Ibarra et. al, 135-153. En este ensayo se aborda lo que ya Christon Archer había planteado como “economía de guerra” entendida como la serie de medidas para asegurar el abasto, mantener la tropa, vigilar el transporte y los precios de las mercancías. Moreno, a través de la historiografía dedicada a los “dineros insurgentes” y “dineros trigarantes”, repasa algunos de los aspectos representativos del financiamiento para mantener los ejércitos durante la guerra de insurgencia en Nueva España, entre otros, préstamos, donativos, diezmos, alcabalas o incautación de plata. Para el caso que analizo, sobre todo en los primeros años de la guerra en la provincia de Zacatecas, en las relaciones de bienes saqueados en comercios y propiedades, aparecen barras y alhajas de plata. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

Mariana Terán Fuentes 229 El nunca bien ponderado Félix María Calleja, cuando deja orden a Vuestra Señoría para la formación del batallón y que se pida empréstito forzoso al vecindario, no refiere cosa alguna a eclesiásticos porque tiene siempre presente sus excepciones y privilegios y sabe que los buenos patriotas no necesitan de violencia, por lo que no puede decirse que dicho general habló de todos.69

A pesar de que en la relación de préstamos aparecen los 1.700 pesos del convento de San Agustín, del cura párroco y del rector del Colegio de San Luis Gonzaga, los aludidos defendían que el orden civil no podía imponerse al eclesiástico, “no quiera Vuestra Señoría meter su hoz en mies ajena”. Así las cosas, resultaba evidente que por más que se buscara fomentar el patriotismo zacatecano en el llamado a contribuir económicamente, esta estrategia para sostener la guerra trajo una serie de inconformidades como la arriba enunciada por los religiosos, pero también por otros sectores sociales como el caso de dos leñadores que se negaron a dar su parte al soldado del batallón provincial enviado a tal efecto. Este expuso su queja frente al cabildo de la ciudad: […] Tuvieron el atrevimiento no solo de negarse a una pensión tan justa, sino que atropellando sus respetos y los derechos invulnerables de ese ilustre ayuntamiento, osaron hasta pegarle con garrotes y perseguirle con una hacha […] Estos malos hombres han ultrajado la autoridad de Vuestra Señoría y […] si no se corrige un exceso de esta naturaleza con la prontitud y severidad, se reirán de la representación de un gobierno y jamás escarmentarán sin la presencia de un ejemplar castigo.70

No obstante, sin ceder intenciones, se procedió a gravar productos que no fueran de primera necesidad como barriles de aguardiente y vinos de todas las clases (incluido el chinguirito y mezcal), cera, chile, azúcar, piloncillo, maíz para consumo de las minas, sebo, aceite de comer, almendras, cristal labrado, loza de talavera, vidrios para coches, cacao y canela.71 Empero la medida fue insuficiente: a finales de 1811 las autoridades locales tuvieron que recurrir a otro tipo de impuesto más doloroso para la población. Los altos costos para mantener la milicia, condujeron a que se aplicara tasa a los productos básicos como el maíz, cuya fanega debía recaudar dos reales. En la 69. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1812), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 70. “Libro de actas de cabildo” (ciudad de Zacatecas, 1808), en AHEZ, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. 71. “Cuaderno de oficios y contestaciones”, (ciudad de Zacatecas, enero 1812), en AHEZ, Subserie Correspondencia., Fondo Ayuntamiento. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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subdelegación de Fresnillo en la hacienda de Rancho Grande, el consumo mensual se distribuía entre pastores (54 fanegas), vaqueros (8 fanegas), labradores y arrieros (29 fanegas) y gastos extraordinarios de la casa (7 fanegas), mientras que en la hacienda de Trujillo el consumo semanal de los pastores era de 10 fanegas, de los vaqueros 9, de los labradores 48 y 6 fanegas por los gastos de casa. Entre los meses de noviembre de 1813 y abril de 1814 se recabaron 969 pesos correspondientes a 3,933 fanegas.72 Sin embargo todo intento por parte de las autoridades locales de recaudar y aumentar las contribuciones para la milicia se quedó corto frente a los altos costos mensuales que implicaba el pago de armamentos, municiones, fundición de balas, compostura de cureñas, cañones, fusiles, pagos a oficiales, sargentos, cabos, y soldados. El cuadro 2 da cuenta de los gastos subyacentes a ese programa. Cuadro 2. Fuerza que mantiene en el día el batallón de milicias provinciales y los gastos de cada mes, 1812

Compañía de granaderos

Oficiales 3

Sargentos 4

Cabos Soldados gastos 4 32 911.4

1ª. Compañía de fusileros

3

3

4

40

1,139.3

2ª. Compañía de fusileros

3

3

4

40

1,139.3

3ª. Compañía de fusileros

3

3

4

40

1,139.3

4ª. Compañía de fusileros

3

3

4

33

943.6

Artillería Caballería Total

3 3 21

2 2 20

4 4 28

43 30 258

1,179.3 918.4 7,361.6

Fuente: “Cuadernos de oficios y contestaciones” (ciudad de Zacatecas, enero de 1812), en AHEZ, Serie Actas de Cabildo, Subserie Correspondencia, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas.

A pesar de todo, la fuerza realista se consolidaba. No solamente la ciudad de Zacatecas, sino toda la provincia estaba guardada por los ejércitos del rey, ubicados estratégicamente tanto en Sombrerete —donde llegó a reunir 25 compañías milicia72. “Informes de los impuestos sobre fanegas de maíz consumido en las Haciendas de Fresnillo y del pósito de Zacatecas gravado para el socorro de la tropa de esta ciudad” (ciudad de Zacatecas), en AHEZ, Serie Alhóndiga y pósito, Subserie Abasto de grano, Fondo Ayuntamiento de Zacatecas. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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nas del lugar, de Nazas y de las Provincias Internas— como en la villa de Jerez, lugar que permitió seguir con mayor rigor y mejores resultados a los insurgentes diseminados en la región de los Cañones, en particular en Atolinga, Tlaltenango, Juchipila, Nochistlán, Jalpa y la villa de Calvillo. Hacia 1813 la fuerza militar realista ascendía a 9.371 integrantes distribuidos en 238 artilleros, 2.661 infantes y 6.472 de caballería. Mientras tanto en la villa de Jerez se concentró el cuerpo de patriotas con 2.859 hombres, acompañado en Tlaltenango por 1.773 integrantes, y en Juchipila, Jalpa y Nochistlán por otros 823. Es decir para 1813 el 58% del bando realista vigilaba la zona sur de la provincia zacatecana, en donde además mayoría de la población era indígena.73 En todo caso la capital de la provincia estaba controlada por las fuerzas del rey y pese a los brotes de inconformidad por los costos de manutención, los vecinos y las autoridades locales reconocieron que sin soldados hubiera sido difícil mantener la tranquilidad pública y preservar la defensa de su territorio.

Conclusiones A diferencia de otras regiones del virreinato de Nueva España, como las del sur, en donde los insurgentes tuvieron oportunidad de establecer gobiernos, organizar y difundir sus principios a través de la prensa, poner en funciones a la junta americana, al congreso de Chilpancingo, firmar el acta de independencia y la constitución de Apatzingán, el movimiento insurgente en la provincia de Zacatecas fue más irregular e incluso pudo ser debilitado. Efectivamente, este se caracterizó en un primer momento por su rápida expansión y arraigo en los Cañones de Juchipila y Tlaltenango habitada en su mayoría por población indígena, lo cual complicó los intentos del ejército contrainsurgente para apagar los focos rebeldes. Un segundo momento estuvo marcado por la entrada del líder insurgente Ignacio López Rayón a la ciudad zacatecana, quien durante quince días de abril de 1811 trató de reorganizar el ejército y convocar la conformación de la junta nacional americana, pero no logró hacerlo pues la estrategia del ejército realista marcó un tercer momento del conflicto, al ocupar la ciudad de Zacatecas durante los días de mayo, para enviar tropas a la villa de Jerez y a los Cañones de Juchipila y Tlaltenango y asegurar militarmente a la villa de Sombrerete con la confluencia de más de 25 compañías de milicianos, obstruyendo el tránsito 73. Héctor Sánchez, Insurgencia y contrainsurgencia, 214-215. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 199-236

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de los insurgentes a las Provincias Internas. Esos tres escenarios que caracterizaron al movimiento insurgente en Zacatecas, hicieron que dicha provincia terminara por calificarlo a partir de 1812, como un asunto de aislados focos guerrilleros y no de un movimiento político fortalecido. El ejército del general Calleja había dado muestras de dirigir a las instituciones locales, gracias a las diferentes estrategias defensivas enfocadas en la ciudad capital. En ese sentido, tres fueron los elementos que permitieron posicionar a las fuerzas realistas, en una provincia tan estimada por su riqueza minera: primero su compromiso por defender a la ciudad de los insurgentes; segundo el haber controlado instituciones de gobierno como el ayuntamiento y la intendencia; y tercero su opción por el recurso a la legitimidad ceñida en las cortes y en la constitución de 1812. Los jefes realistas al haber promovido el juramento a la constitución en junio de 1813, reconocieron como única y legítima autoridad, a la monarquía española. En medio de una fuerte epidemia que azotó a la población en la ciudad de Zacatecas, se leyó y juró la constitución con repiques de campanas y salvas de artillería. El cabildo envió un saludo de felicitación a Félix María Calleja —quien el 22 de abril había enviado a la ciudad un ejemplar de la carta magna— tras enterarse de su nueva responsabilidad como jefe político superior de la Nueva España. 1813 también fue el año en que dicha localidad recibió el decreto que fijó el 24 de septiembre como el día que conmemoraba la instalación de las cortes. Para ese momento la ciudad y la provincia de Zacatecas estaban aseguradas totalmente por los destacamentos realistas. En otras palabras, las estrategias defensivas habían resultado muy eficaces para dar inicio a una nueva ritualidad cívica.

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.53809

Ciencia y ambiente en la aclimatación del eucalipto en el Valle de México a través de la prensa, 1869-1880* Rodrigo Antonio Vega y Ortega** Resumen Entre 1869 y 1880 se publicaron en la prensa local más de sesenta escritos referentes a la aclimatación del eucalipto en el Valle de México. Estos constituyen actualmente la base para comprender la intención de los hombres de ciencia tras su pretensión de implementar esta especie vegetal en la Ciudad de México. En ese sentido la historia social de la ciencia ha permitido identificar algunos de sus criterios: el valor terapéutico atribuido al eucalipto; la tendencia a plantar árboles para mejorar la higiene urbana; la utilidad de dicho árbol en las manufacturas de los artesanos y en la industrialización; y su siembra como ornato de los espacios públicos de la urbe. El presente análisis busca por tanto revelar las prácticas, intereses y finalidades de los naturalistas amateurs y profesionales en torno al proceso de aclimatación de especies extranjeras para reforzar los ramos económicos del país. Palabras clave: botánica, prensa, medio ambiente, ciencia. Artículo recibido el 6 de diciembre de 2014 y aprobado el 10 de septiembre de 2015. Artículo de investigación. Esta investigación es parte del proyecto PAPIIT núm. IN 301113-RN 301113: “La Geografía y las ciencias naturales en algunas ciudades y regiones mexicanas, 1787-1940”. Responsable Dra. Luz Fernanda Azuela, Instituto de Geografía-UNAM. También es parte del proyecto PIFFYL (2015-032): “Historia ambiental iberoamericana (siglos XIX y XX): propuestas historiográficas y metodológicas”. Responsable Dr. Rodrigo Vega y Ortega, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM ** Doctor en Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor del Colegio de Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ciudad de México D.F.-México. Correo electrónico: [email protected] *

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264 ISSN impreso: 0121-8417 ISSN electrónico: 2357-4720

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Abstract Between 1869 and 1880 more than sixty writings on the acclimatization of eucalyptus in the Valley of Mexico were published in the press. A sample of these writings are the basis for understanding the purpose to acclimate the species by scientists from Mexico City through the press. The social history of science analyzes that such purposes were grouped into categories such as the therapeutic value of the species, the tendency to plant trees to improve urban hygiene, tested for eucalyptus had useful manufactures artisans and promote industrialization, and planting and beautification of public spaces of the city. The analysis of the sample reveals several practices, interests and objectives of amateur and professional naturalists on the process of acclimatization of foreign species to strengthen the Mexican economy. Keywords: botany, press, environment, science.

Introducción Entre 1869 y 1880 en la prensa de la Ciudad de México se publicaron varios escritos que siguieron el proceso de aclimatación del eucalipto (Eucalyptus globulus)1 en los espacios públicos capitalinos. Ese hecho propició algunas discusiones acerca de la pertinencia de introducir ese árbol en la urbe, así como sobre la veracidad de sus virtudes higiénicas; de su valoración como planta de ornato; de los medios conocidos para propagarlo; de la investigación taxonómica; y de sus posibles usos artesanales, industriales y comerciales. En tales debates participaron naturalistas mexicanos, tanto profesionales2 (médicos, ingenieros de minas, geógrafos y farmacéuticos), como amateurs3 (sacerdotes, comerciantes, funcionarios, abogados, hacendados y empresarios), quienes constituyeron el entramado científico local a partir de su participación en agrupaciones, escuelas e instancias gubernamentales. Ambos grupos emplearon la prensa como medio para emitir opiniones públicas sobre la adaptación del eucalipto. 1. En la actualidad se reconocen cerca de 600 especies del género Eucalyptus. De todas ellas, algunas son las más conocidas, como el E. globulus que en el siglo XIX fue la que se aclimató en varios continentes. En el caso mexicano, esta especie fue muy popular en los proyectos botánicos. El E. globulus es originario del sur de Australia y fue descrito en 1800 por el botánico Jean Labillardière, quien lo transportó a Europa. 2. Los profesionales de ciencia para la época, eran los individuos que habían cursado una licenciatura certificada en alguna institución educativa. 3. Los amateurs son individuos que carecían de un certificado de estudios superiores en alguna rama de la ciencia. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 239 En la historiografía de la ciencia mexicana, recientemente se ha definido la figura del amateur como el individuo “capaz de participar tanto de la cultura académica como de la cultura popular, y de contribuir al proceso de democratización del saber”4. Como lo demuestran los artículos de prensa, estos aficionados acompañaron a los profesionales en el proceso de diversificación de la cultura científica mexicana y de otras latitudes. Lo anterior se opone la visión tradicional que tomaba el amateurismo como una fase anterior a la profesionalización, ejemplo de la “verdadera” ciencia mexicana.5 En cuanto a la presencia del eucalipto en los periódicos de la Ciudad de México, podemos decir que transcurrió en dos fases en el siglo XIX: la primera comprende de 1869 a 1880, referida a la descripción del proceso de aclimatación y la segunda abarca de 1880 a 1900, momento en el cual se discutió su aprovechamiento como parte de la flora mexicanizada. Esta investigación se centra en la primera fase y para su análisis toma una muestra representativa compuesta de treinta escritos que se enmarcan en un panorama global de sesenta referencias sobre la aclimatación del eucalipto. Las fechas extremas del estudio están justificadas porque en 1869 se publicó inicialmente un escrito en una revista de la ciudad de San Luis Potosí, en donde se reseñaban las nuevas actividades botánicas capitalinas. Por otro lado varios artículos editados hacia 1880, concluyeron que la nueva especie vegetal ya se había aclimatado por completo en varias ciudades mexicanas. El objetivo de esta investigación es comprender los propósitos que tenían los hombres de ciencia de la Ciudad de México para importar allí el eucalipto. A fin de lograr esto, se adoptó la perspectiva de la historia social de la ciencia, aplicada a una muestra representativa de la hemerografía científica de amplia difusión. En esa medida se pudo reconocer que los principales fines de estos científicos fueron los siguientes: ponderar el valor terapéutico de la especie para curar ciertas enfermedades; asumir la tendencia a plantar árboles para mejorar la higiene urbana; evaluar con pruebas la utilidad del eucalipto para las manufacturas de los artesanos y la indus4. Agustí Nieto, Los públicos de la ciencia. Expertos y profanos a través de la historia (Madrid: Fundación Jorge Juan, Marcial Pons Historia, 2011), 135. 5. Juan José Saldaña, “Introducción. Historia de las instituciones científicas en México”, en La Casa de Salomón en México. Estudios sobre la institucionalización de la docencia y la investigación científicas, coord. Juan José Saldaña (México: UNAM, 2005), 32. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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trialización nacional; y su empleo como elemento de ornato de los espacios públicos. Además, los estudios sociales de la ciencia permiten ver que —como lo muestra la prensa— amateurs y profesionales participaron por igual en esta empresa botánica. En cuanto a las fuentes de esta artículo, se trabajaron dos tipos de impresos periódicos: por un lado, la prensa masiva que en sus páginas daba a conocer escritos de todo tipo, por ejemplo noticias, textos de intelectuales, anuncios, datos curiosos, transcripciones de autores extranjeros y temas científicos, como es el caso de El Siglo Diez y Nueve, La Colonia Española, El Monitor Republicano, El Pájaro Verde, México y La Ilustración Potosina. Y por otro lado, la prensa científica que se confeccionaba en las agrupaciones de la Ciudad de México, y entre cuyos títulos se enocntraban El Minero Mexicano, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, El Propagador Industrial, Gaceta Médica de México, La Naturaleza y El Faro Homeopático. En la historiografía de la Botánica mexicana parece que los científicos profesionales fueron los únicos individuos que escudriñaron la flora nacional y se ha soslayado el hecho de que varios amateurs publicaron numerosos trabajos sobre especies extranjeras. Además también se ha olvidado que en el Valle de México entre 1869 y 1880 se introdujeron varias plantas foráneas, como el eucalipto, a través del esfuerzo de profesionales y aficionados que buscaban en las ciencias naturales la solución a diversos problemas del país, ya fueran medicinales, económicos, alimenticios o recreativos. Los pocos trabajos históricos sobre el devenir del eucalipto en México, se han centrado en su aprovechamiento terapéutico e higiénico, y en las discusiones que eso suscitó entre algunos médicos de finales del siglo XIX. Algunos de los autores que escribieron sobre el tema fueron Nina Hinke, Humberto Urquiza y Luz Emilia Aguilar. Hinke afirmó, por ejemplo que “en el último tercio del siglo [XIX] fueron los médicos quienes impulsaron la aclimatación del eucalipto en el Valle de México con el fin de ‘sanear’ la ciudad y reducir los casos de malaria y otras fiebres”6. Sin embargo, la autora solo analiza el escrito del médico De Bellina y omite las distintas polémicas que sobre el eucalipto se encuentran en la prensa de la época. Urquiza y Aguilar, por su parte, se concentraron en desmentir el mito “divulgado por expertos en ecología y urbanismo, y de apariencia científica, sobre que la introducción masiva de eucaliptos al Valle de México es responsabilidad del ingenie6. Nina Hinke, “La llegada del eucalipto a México”, Ciencias n.o 58 (2000): 60. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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ro Miguel Ángel de Quevedo (1859-1946)”7. Estos investigadores se quedaron enfrascados en la cuestión de si Quevedo introdujo o no este árbol y para ello citaron algunos ejemplos de la prensa del último tercio del siglo XIX, pero sin analizarlos a profundidad. Por ello, esta investigación se propone reconocer la gama de intereses que rodearon la introducción de la mirtácea en el Valle de México entre 1869 y 1880, más allá de los aspectos médicos y la determinación de los responsables históricos de dicho proceso biológico. Sin embargo en otras historiografías americanas se ha analizado el papel del eucalipto en la transformación ambiental de varias regiones del mundo, como es el caso de los estudios de Robin W. Doughty8 y Regina Duarte.9 Sobre la historia ambiental mexicana resaltan las investigaciones de Christopher R. Boyer10 y Emily Wakild11, que abordan distintos aspectos de la transformación física del país desde la época colonial al siglo XX. La aclimatación de plantas exóticas en México inició desde tiempos coloniales, aunque se reforzó después de 1821, gracias a las labores del Jardín Botánico de la Ciudad de México, del Museo Nacional y la Secretaría de Fomento. Las tres instituciones científicas se apropiaron de las estrategias europeas de introducción de árboles, en especial las promovidas desde el Real Jardín de Kew, que después de 1839 inició un ambicioso proyecto de apropiación de plantas de las colonias británicas, como las de Oceanía. A partir de 1857, con la fundación del Real Herbario de Melbourne, las semillas de eucalipto se dispersaron por el mundo, de manera que en 1865 fueron sembradas en el Jardín de Aclimatación de El Cairo y en 1867 se trasplantaron a Sudáfrica, Argelia, Italia, Estados Unidos y Cuba.12 En 1869 las semillas ya circulaban en la Ciudad 7. Humberto Urquiza y Luz Emilia Aguilar, “El tlacuache, el coco y el eucalipto”, Nexos, México (2013), http://registropersonal.nexos.com.mx/?p=3826. (consultado el 10 de julio de 2014). 8. Robin W. Doughty, The Eucalytus: A Natural and Commercial History of the Gum Tree (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2000). 9. Regina Duarte, “Entre ipês e eucaliptos”, Nómadas n.o 22 (2005): 74-85. 10. Christopher R. Boyer, A Land Between Waters. Environmental Histories of Modern Mexico (Tucson: The University of Arizona Press, 2012). 11. Emily Wakild, Revolutionary Parks. Conservation, Social Justice and, Mexico´s National Parks, 19101940 (Tucson: University of Arizona Press, 2011). 12. Sobre los procesos botánicos de aclimatación, ver Regina Horta, “Between the National and the Universal Natural History Networks in Latin America in the Nineteenth and Twentieth Centuries”, Isis Vol: 104 n.o 4 (2013): 777–787. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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de México y varias capitales americanas. Esto demuestra que en la década de 1860 el eucalipto se propagó por varios continentes al valorarse como una planta útil en los rubros ya señalados. Es interesante constatar que los jardines de aclimatación apoyados por los estados occidentales sirvieron para introducir nuevas especies vegetales, “pues se consideraba que una especie adaptada a un nuevo suelo y clima se volvía cosmopolita”, es decir, se insertaba en la flora mundial, así como en las redes internacionales de naturalistas y comerciantes.13 Aunque en la década de 1860 la capital mexicana carecía de una institución botánica, la larga tradición en esta ciencia hizo posible que numerosas variedades crecieran con vigor en el país. Durante el proceso de naturalización del eucalipto en la Ciudad de México, tuvo lugar la reorganización de los espacios científicos, como el Museo Nacional, la Secretaría de Fomento, la Escuela Nacional de Medicina, la Escuela Nacional de Ingenieros, la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE) y la Academia Médica de México (AMM, 1864), y se fundaron unos nuevos como la Sociedad Mexicana de Historia Natural (SMHN, 1868), la Sociedad Minera Mexicana (SMM, 1873) y la Sociedad Médico Homeopática Mexicana (SMHM, 1874).14 Dichos lugares fueron los que acogieron los planes de adaptación de especies exóticas. En esa medida la relación de los estudios históricos sobre ciencia y ambiente, por ejemplo en el caso del eucalipto, aporta elementos para comprender “la valoración de la naturaleza por parte de los seres humanos desde el punto de vista económico y político”15. En efecto, los objetivos de aclimatación de cualquier especie tienen un trasfondo utilitario conformado y puesto en práctica por la élite de cada región, bajo el amparo de los hombres de ciencia que estructuran la forma en que se llevará a cabo. Los escritos de la prensa especializada y de la prensa masiva local se insertan en la tendencia europea de inventariar la flora mundial para “descubrir” la utilidad de cada especie, sobre todo, la de los árboles, en el desarrollo industrial, terapéutico, de 13. Rebeca García Corzo, “Jardines botánicos de Guadalajara durante el siglo XIX: un aspecto olvidado de la ciudad”, en Jardines históricos brasileños y mexicanos, eds. Ana Rita Sá y Ramona Pérez (México: UAM-A/Universidade Federal de Pernambuco, 2010), 151. 14. Sobre el asociacionismo, ver Luz Fernanda Azuela, “La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, la organización de la ciencia, la institucionalización de la Geografía y la construcción del país en el siglo XIX”, Investigaciones Geográficas n.o 52 (2003): 153-166. 15. Alexis Rojas, “Reflexión sobre investigación e historia ambiental”, Reflexiones Vol: 89 n.o 2 (2010): 187. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 243 comunicaciones y de transportes. La introducción de ejemplares exóticos en América Latina, en muchos casos, obedeció a una relación dominante con la naturaleza que se fomentó desde Europa occidental a través de las ciencias naturales. Para satisfacer esas nuevas necesidades desde la década de 1820, las élites de los países ex coloniales se propusieron aportar materias primas nativas y foráneas, para venderlas a las naciones industrializadas.

1. Escritos sobre aclimatación El escrutinio taxonómico del eucalipto fue uno de los componentes de su procesos de aclimatación en la Ciudad de México, pues los naturalistas mexicanos recabaron la mayor cantidad posible de información sobre la planta para poder determinar con mayor certeza el tipo de suelo y cuidados que requerían las semillas. Por eso varios de estos escritos, iniciaron presentado datos generales de carácter taxonómico, anatómico y fisiológico para informar a los lectores. Los practicantes de la botánica se propusieron que la ciencia resolviera “problemas prácticos e individuales, y creara conciencia sobre lo conveniente que sería emprender la explotación racional de los recursos naturales en beneficio del país”16. Para ello, fue necesario desarrollar prácticas y técnicas que facilitaran el crecimiento de las semillas y la obtención de productos de cada planta.17 En esa medida la aclimatación de especies extranjeras, debe mucho a los colectores vinculados a agrupaciones, instituciones y escuelas, pues a la par que “trabajaban por cuenta propia, vendían semillas o propágulos a compañías comerciales o instituciones científicas” para enriquecer acervos públicos y privados.18 En el caso de las asociaciones mexicanas ya señaladas, estas colaboraron frecuentemente con escritos y conferencias sobre la experimentación a que era sometida la especie y aportaban elementos generales para que el público conociera las características de la mirtácea. 16. Luz Fernanda Azuela y Rafael Guevara, “La obra del naturalista Alfonso Herrera Fernández”, en Tres etapas del desarrollo de la cultura científico-tecnológica en México, eds. María Luisa Rodríguez e Iris Guevara (México: UNAM, 1996), 62. 17. Lynn Nyhart, “Natural history and the ‘new biology’”, en Cultures of Natural History, eds. Nick Jardine, James Secord y Emma Spary (Cambridge: Cambridge University Press, 1996), 440. 18. Jorge Arguedas, “La exploración botánica de Costa Rica en el siglo XIX”, en Ciencia y técnica en la Costa Rica del siglo XIX, ed. Giovanni Peraldo (San José: Editorial Tecnológica de Costa Rica, 2003), 143. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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Ejemplo de ello fue el primer escrito que habló sobre la introducción del eucalipto en el Valle de México, titulado “El eucalypto” (1869) y cuyo autor conocido como “H” lo dedicó a José Tomás de Cuellar (1830-1894), publicándolo en La Ilustración Potosina. Allí se mencionaba que: [Hacía] pocos días que paseando en el jardín de la casa que V. [habitaba] prometí darle algunas noticias sobre el hermosos árbol que allí [vimos], el eucalipto. Como en los vestidos, también en las plantas [entraba] la moda y este árbol [era] uno de los que no [debían] faltar en los jardines de los hombres de mejor gusto de Europa […] las primeras noticias que [tuve] de él no [eran] de fecha muy fresca. Refirió White en su Diario de un viaje a la Nueva Gales del Sur, publicado en 1780, que del eucalyptus resinifera, conocido en Australia se [habían] obtenido, de un solo individuo, hasta 60 galones del jugo que se [conocía] en Farmacia con el nombre de Kino de la Bahía Botánica, [era usado] como astringente en la Materia Médica […] El árbol que [daba] origen a estos imperfectos apuntes [procedía] de unas semillas que trajo de Europa Ramón Errazu [1840-1904]. Florencio Cabrera sembró unas cuantas hace 4 años, obtuvo un almácigo de 6 plantas que [existían] en el jardín.19

Las palabras de “H” evidencian la valoración del eucalipto como planta de ornato para espacios privados que, debido a su popularidad entre las clases media y alta urbanas, se trasladó posteriormente al espacio público. Asimismo aquel resaltaba el interés de profesionales como el farmacéutico Cabrera, y de amateurs como Errazu y Cuéllar, quienes transportaban semillas desde varias partes del mundo hacia México. De hecho, Errazu repartió muchas de estas entre los naturalistas capitalinos, antes de dirigirse a la ciudad de San Luis Potosí donde efectuó algo similar. Por su parte, el mismo “H” exponía datos generales de una especie poco conocida en el país a fin de familiarizar a los lectores, algunos de los cuales llegaron a interesarse en plantar el eucalipto en su hogar. En lo atinente a las descripciones básicas de la mirtácea, El Propagador Industrial publicó en 1876 un artículo del médico cubano Ambrosio González del Valle (1822-1913).20 El escrito fue leído en la Academia de Ciencias Mexicanas en noviem19. H., “El eucalypto”, La Ilustración Potosina Vol. 1 (1869): 246. 20. Ambrosio González del Valle, “Reflexiones sobre la influencia del arbolado y del Eucaliptus globulus en la salud pública”, El Propagador Industrial, Vol: 1 n.o 38, 1 de marzo, 1876. Este médico se interesó en las epidemias caribeñas y los remedios botánicos para combatirlas. Se le considera uno de los principales higienistas cubanos, cuyas propuestas reformaron los hospitales y cementerios de la isla. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 245 bre de 1875 e incluyó una amplia reseña del “coloso vegetal austral” examinado en 1792 por el médico francés Jacques-Julien Houtton de La Billardière (1755-1834), tras una larga exploración por las islas de Oceanía. Dicho naturalista caracterizó al eucalipto como un árbol que crecía “con irresistible tendencia a buscar la luz en terrenos incultos, en los valles y laderas húmedas de las montañas” que fácilmente se podría transplantar en países de escasa vegetación. Su detallada explicación incluyó el color, tamaño y grosor del tronco, así como el inventario de semillas, raíces y hojas. Estas últimas eran reconocidas tanto por su tonalidad “azul de Suecia tirando a verde de mar” como porque durante “las brisas de la noche al conmover sus ramas y sus hojas [esparcían] a gran distancia un olor balsámico agradable” del cual se podían extraer productos farmacéuticos y perfumes para los hogares.21 Una vez obtenidos los detalles sobre esta especie, los naturalistas adquirieron una base para “descubrir” sus utilidades en distintos campos, por lo cual los miembros de las agrupaciones capitalinas se dedicaron a difundir los datos taxonómicos para informar a los lectores. Años antes, el amateur veracruzano José Apolinario Nieto (1810-1873), dio a conocer desde la ciudad de Córdoba su escrito “Jardín Experimental de Aclimatación”22. Allí señaló que en marzo de ese año había fundado un establecimiento dedicado a cultivar “con particular esmero diversos vegetales indígenas y exóticos, aprovechando los frecuentes envíos de semillas” del Departamento de Agricultura de Washington, del Real Jardín Botánico de Melbourne y de la Sociedad Hortícola de California. Nieto era socio corresponsal de varias corporaciones capitalinas y mantenía correspondencia con decenas de científicos compatriotas. El veracruzano le propuso a la red científica, intercambiar plantas útiles e incluso venderlas al “público con sus respectivos precios”. Una planta de Eucalyptus globulus, por ejemplo, costaba 0.371 pesos, doce valían 4 pesos y cien se vendían por 25 pesos.23 En todo caso, las palabras de Nieto denotaban la presencia de diversas 21. Ambrosio González del Valle, “Reflexiones sobre la influencia del arbolado y del Eucaliptus globulus en la salud pública”, El Propagador Industrial Vol: 1 n.o 38, 1 de marzo, 1876, 455. 22. José Apolinario Nieto, “Jardín Experimental de Aclimatación”, El Siglo Diez y Nueve, México, 14 de marzo, 1872. Nieto desarrolló varias actividades naturalistas en el Estado de Veracruz, por lo que fue comisionado por el Ministerio de Fomento como agente especial. En Córdoba fundó una colección botánica de la zona. Fue socio de varias agrupaciones mexicanas y extranjeras. 23. José Apolinario Nieto, “Jardín Experimental de Aclimatación”, El Siglo Diez y Nueve, México, 14 de marzo, 1872, 4. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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semillas extranjeras, gracias a la correspondencia que mantuvo con espacios de interés para los naturalistas mexicanos, como fueron las botánicas americanas, europeas y australianas. Es posible que las semillas circularan por la República a través de los intercambios y de la venta al público que se anunciaba en la prensa de circulación nacional. Hacia 1873 el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística publicó en “El Eucalyptus” las medidas que varios naturalistas habían desarrollado para su aclimatación “en los desnudos llanos” del septentrión mexicano. El escrito señaló que debía tenerse en cuenta “que la estación de su crecimiento activo en [Australia] se caracterizaba por la abundancia de fuertes lluvias y una atmósfera consiguientemente húmeda”, situación que demandaba un regado continuo para que crecieran las semillas, como había sucedido en algunas ciudades de la costa del Pacífico, donde se cultivaron para sombrear las calles.24 Es notorio que la naturalización del eucalipto tuvo lugar en varias ciudades de América durante las décadas de 1860 y 1870, por lo cual las experiencias de cada lugar ayudaron a afianzar el proceso, mismas que se dieron a conocer en la prensa por medio de los botánicos.25 En otro artículo publicado en 1875 se comentó que la Sociedad Minera Mexicana (SMM) había solicitado al ayuntamiento un lote de semillas de eucalipto “para repartirlas a los socios corresponsales de los distritos mineros”. El cabildo aceptó la propuesta, pero la Comisión de Paseos informó que a partir de septiembre comenzaría la distribución, pues aún se encontraban en estado latente. Mientras tanto, la SMM decidió dar a conocer en su periódico un “opúsculo sobre el cultivo de aquel precioso árbol” para que llegara a la mayor cantidad de lectores posible.26 La principal estrategia de las corporaciones científicas fue echar mano de la red de socios foráneos para acopiar, distribuir y estudiar las especies nacionales y extranjeras, siendo la prensa el medio privilegiado para tramitar el proceso. En los periódicos de circulación nacional se difundieron muchas menciones sobre la venta de plantas en la Ciudad de México. Por ejemplo, el horticultor alemán Oscar A. Droege 24. Anónimo, “El Eucalyptus”, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística Vol: 1 (1873): 158. 25. Regina Horta, “Urban Trees and Urban Environmental History in a Latin American City”, Global Environmental n.o 3 (2009): 120-153. 26. Anónimo, “Los eucaliptos globulus”, El Propagador Industrial Vol: 1 n.o 10 (1875): 120. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 247 desde 1874 publicó de forma recurrente en El Monitor Republicano un anuncio titulado “Gran cajón de semillas y plantas”. En su tienda, ubicada en la tercera calle de San Francisco número 5, vendía plantas extranjeras tales como “trigo para la estación de aguas, centeno inglés y escocés, remolacha inglesa, alfalfa de Provence, zacate inglés, lentejas de Rusia y semillas de eucaliptos”27. Por otro lado el francés Martin Oddoux, también promocionó su local ubicado en la calle San Francisco número 4, con el anuncio “Horticultura, floricultura, y arboricultura de ambos mundos”, el cual se dio a conocer en El Monitor Republicano y La Iberia en 1875. Allí el comerciante ofrecía a los lectores una nutrida y variada colección de “plantas, cebollas, semillas de flores y hortalizas, árboles frutales, rosales y eucaliptos”28. Un año después, el señor Vincourt notificó en el mismo periódico sobre su establecimiento situado en la calle del Espíritu Santo número 5, y al cual había acabado de llegar un lote de “semillas de hortalizas y de flores, alfalfa de Provenza, eucaliptos y zacatillo inglés”29. Todavía para enero de 1880 en El Siglo Diez y Nueve tuvo cabida un clasificado pagado por la droguería de J. Labadie y E. Pinson que promocionaba la “entrada de semillas de varias especies de eucalipto”30. Tales publicaciones son evidencias del amplio tráfico de semillas llevado a cabo en la capital mexicana por parte de extranjeros vinculados a casas comerciales, y que respondían al deseo de amateurs y profesionales nacionales por poseer colecciones privadas de toda clase de especies, muchas de ellas foráneas, como parte del proceso de aclimatación vegetal. Pero la introducción del eucalipto en el Valle de México y su posterior aprovechamiento, requirió la elaboración de estudios botánicos al alcance de los profesionales y aficionados, en los cuales se advirtieron sus características organográficas, así como sus requisitos fisiológicos para vivir y reproducirse. En ese contexto se añadió además, la presencia de un público dispuesto al asiduo intercambio de semillas de eucalipto entre particulares y agrupaciones para sembrarlo con distintos objetivos.

27. Oscar A. Droege, “Gran cajón de semillas y plantas”, El Monitor Republicano, México, 28 de abril, 1874, 4. 28. Martín Oddoux, “Horticultura, floricultura, y arboricultura de ambos mundos”, El Monitor Republicano, México, 30 de diciembre, 1875, 4. 29. Anónimo, “Gabinete de lectura”, El Monitor Republicano, México, 25 de octubre, 1876, 4. 30. Anónimo, “Aduana de México”, El Siglo Diez y Nueve, México, 3 de enero, 1880, 3. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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2. Escritos sobre terapéutica Durante todo el siglo XIX, las plantas nativas y extranjeras fueron aprovechadas por médicos, farmacéuticos, boticarios y otro tipo de actores de la salud de la ciudad de México.31 Por esta razón el eucalipto fue apreciado por los científicos de la década de 1870 como una especie de interés terapéutico, sobre todo para algunos miembros de la Academia Médica de México (AMM), quienes se dieron a la tarea de someter a la planta a experimentos químicos y clínicos para determinar “los procesos fisiológicos resultantes del uso médico [para] exigir un correcto juicio sobre su utilización en el enfermo”32. Hacia 1872 se publicó en la Gaceta Médica de México un artículo para alertar a los boticarios sobre el incremento en la venta de medicamentos de mala calidad. El autor señalaba que el farmacéutico francés Duquesnel había demostrado que la esencia de eucalipto o eucaliptol podía ser falsificada con alcohol, esencia de trementina y aceite de copaiba. La manera de aquilatar la pureza de la esencia original era mezclarla con un volumen igual de agua en un tubo graduado y agitarla: “Por el reposo de ambos líquidos se [separaban] y el aumento de volumen del agua [indicaba] la cantidad del alcohol sustraído al aceite esencial adulterado”33. Resulta evidente que a escasos años de la aclimatación del eucalipto en el Valle de México ya se comercializaba como medicamento y había sido tanta su popularidad que ya se imitaba sus extractos para ampliar las ganancias de ciertas farmacias. Por esta razón el gremio médico-farmacéutico se propuso emplear su órgano impreso para avisar a los lectores de las falsificaciones a través de sencillos consejos. De otro lado en 1874 el médico Aniceto Ortega (1825-1875)34 publicó el “Dictamen que el Consejo Superior de Salu31. Luz Fernanda Azuela y Rafael Guevara, “Las relaciones entre la comunidad científica y el poder político en México en el siglo XIX, a través del estudio de los farmacéuticos”, en Construyendo las ciencias químicas y biológicas, coord. Patricia Aceves (México: UAM, 2000), 239-257. 32. Paul Hersch, “La influencia de la fitoterapia francesa en México y el cometido de una terapéutica individualizada”, en México Francia: memoria de una sensibilidad común. Siglos XIX-XX, ed. Javier Pérez Siller (Puebla: BUAP, 1998), 284; Ana María Carrillo, “Profesiones sanitarias y lucha de poderes en el México del siglo XIX”, Asclepio Vol: 50 n.o 2 (1998): 149-168. 33. Anónimo, “Falsificación de la esencia del Eucaliptus globulus”, Gaceta Médica de México Vol: 7 (1872): 329-330. 34. Ortega fue parte del Consejo Superior de Salubridad de la Ciudad de México, director del Hospital de Maternidad y catedrático de Obstetricia en la Escuela Nacional de Medicina. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 249 bridad del Distrito Federal ha dado acerca de la planta llamada Eucalyptus globulus con relación a las diversas propiedades que la caracterizan”. Allí se dio una síntesis de los experimentos que el Consejo había empleado para verificar que el árbol era apropiado “para la curación de algunas enfermedades” a través de investigaciones clínicas.35 El eucaliptol había sido sancionado como sustancia análoga “en su composición química al principio volátil del Laurus camphora,36[por lo que era] un buen medio para neutralizar los malos efectos de los pantanos y lagunas”. Ortega recomendó su uso en forma de cápsulas para combatir las fiebres y resfriados, e informó en calidad de regidor del ayuntamiento, que iba a fomentar su plantación para iniciar una industria farmacéutica que explotaría el eucaliptol en la elaboración de medicamentos para la población mexicana.37 Dicho extracto se uniría a otras plantas empleadas con fines terapéuticos y, en el corto plazo, se convertiría en un nuevo sector económico para los hacendados interesados en ello. Asimismo, el médico propuso la instalación “ordenada, juiciosa y abundante” del eucalipto en sitios convenientes del Valle como una medida higiénica para mejorar la salud de sus habitantes, así como para contribuir a la modernización del ornato urbano. En la misma fecha y periódico el farmacéutico Alfonso Herrera (1838-1901)38 también publicó su “Nota sobre la esencia del Eucalyptus globulus”. Allí expuso que: La esencia extraída por destilación de las hojas de este árbol [era] un líquido muy fluido, casi incoloro de un olor análogo al del alcanfor. [Comenzaba] a hervir a 170º y permaneciendo estacionario hasta que [se destilaba] entre 188 y 190º, [pasaba] una porción del líquido y la última no [destilaba] a una temperatura superior a 200º […] El eucaliptol [tenía] una densidad de 0,905 a 8º […] A menos de 18º [permanecía] líquido, aspirar su vapor mezclado con aire, [producía] en la boca una sensación fresca y 35. Aniceto Ortega, “Dictamen que el Consejo Superior de Salubridad del Distrito Federal ha dado acerca de la planta llamada Eucalyptus globulus con relación a las diversas propiedades que la caracterizan”, El Siglo Diez y Nueve, México, 4 de septiembre, 1874, 2. 36. L. camphora es un sinónimo de la planta conocida como Cinnamomum camphora, de la cual se obtiene el alcanfor. 37. Aniceto Ortega, “Dictamen que el Consejo Superior de Salubridad del Distrito Federal ha dado acerca de la planta llamada Eucalyptus globulus con relación a las diversas propiedades que la caracterizan”, El Siglo Diez y Nueve, México, 4 de septiembre, 1874, 2. 38. Herrera fue un farmacéutico que ejerció la profesión en boticas, como profesor en la Escuela de Medicina y la Escuela Nacional Preparatoria, y como socio de agrupaciones científicas. Publicó numerosos estudios botánicos sobre especies mexicanas. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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Ciencia y ambiente en la aclimatación del eucalipto en el Valle de México a través de la prensa, 1869-1880 agradable, [era] poco soluble en el agua, se [disolvía] sin dejar residuo en el alcohol, la solución alcohólica diluida [tenía] un olor semejante al de las rosas, su composición atómica [estaba] representada por C24H20O2.39

La nota de Herrera revela la serie de estudios químicos que algunos farmacéuticos aplicaron sobre el eucalipto, tanto para conocer sus características y definir la manera en que serían producidos los medicamentos, como para comprender su actuación fisiológica en el ser humano. Se ve entonces que la prensa científica y la prensa masiva se abocaron a difundir este tipo de temas en la opinión pública, con el objetivo de dar conocer su utilidad. En el órgano de la Sociedad Médico Homeopática Mexicana (SMHM), el médico Rafael Navarrete40 publicó en 1874 “Eucalyptus globulus”, para acreditar las propiedades del alcanfor de eucalipto en el tratamiento homeopático. Según dicho autor, la mirtácea podía remediar trastornos nerviosos, pues actuaba “enérgicamente en el cerebro raquidiano” y ayudaba a controlar los movimientos del corazón.41 Después de varios análisis clínicos, el médico Navarrete divulgó sus resultados como una forma de legitimar la homeopatía en el terreno científico, al insistir que esa disciplina efectuaba prácticas y métodos similares a los alópatas para “descubrir” las propiedades terapéuticas de la flora. Los distintos profesionales de la salud realizaron investigaciones similares, y si bien los presupuestos teóricos fueron diferentes, lo que estuvo fuera de la discusión fue la virtud medicinal de la especie australiana. En la Gaceta Médica de México, el artículo “Influencia saludable de los eucaliptos” publicado en 1877 resaltó las bondades curativas del eucaliptol, aunque ciertos médicos le concedieron “virtudes exageradas y haciendo uso inmoderado de él” afectaban a los enfermos.42 Además, también se aprecia la popularidad del eucalipto para odorizar los hogares y espacios laborales de la Ciudad de México y como agente para atacar los miasmas que supuestamente eran la causa de enfermedades. Por su parte la farmacéutica mexicana aún carecía de profundas investigaciones químicas 39. Alfonso Herrera, “Nota sobre la esencia del Eucalyptus globulus”, El Siglo Diez y Nueve, México, 4 de septiembre, 1874, 2. 40. Navarrete es considerado uno de los fundadores de la tradición homeopática mexicana por sus amplias investigaciones, la apertura de un consultorio y la fundación de agrupaciones especializadas. 41. Rafael Navarrete, “Eucalyptus globulus”, El Faro Homeopático Vol: 1 (1874): 21. 42. Anónimo, “Influencia saludable de los eucaliptos”, Gaceta Médica de México Vol: 12 (1877) 195. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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que definieran con exactitud las propiedades terapéuticas de las plantas empleadas para hacer medicamentos, aunque estaba comprobado que los bálsamos de eucalipto ayudaban a eliminar los miasmas de los hogares provenientes de los terrenos pantanosos del Valle. Por último, el 10 de mayo de 1877 en El Minero Mexicano se comunicó que el médico Bucquoy, del Hospital Cochin de París, había dicho que las medicinas empleadas “en el tratamiento de la gangrena pulmonar, ninguna [había] dado mejores ni más felices resultados que el eucalipto”, bajo la forma de un alcoholado que incluía dos gramos de tintura y que mezclándose con agua de flor de naranja, se suministraba diariamente a los pacientes.43 Claramente el gremio científico capitalino, estuvo al tanto de la experimentación clínica extranjera la cual se daba a conocer en noticias de la prensa europea y americana, y a su vez se reproducían en las revistas mexicanas para mantener al público al tanto de los beneficios terapéuticos del eucalipto, informando sus virtudes y los modos en que se empleaba para curar enfermedades, tanto por los profesionales de la salud como por los amateurs. Ambos usaron a su favor los impresos académicos y los masivos para publicitar sus actividades en torno a esta especie, muchas veces con fines de lucro como se advierte en la publicidad de medicamentos.

3. Escritos sobre higiene y ornato Durante el siglo XIX fue común el comercio botánico entre regiones del planeta, para satisfacer necesidades de ornato urbano y del hogar, pues se creía que ciertas plantas mejoraban la higiene pública y privada de los espacios frecuentados por las clases media y alta de Europa y América.44 En la segunda mitad de la centuria, en las ciudades de ambos continentes se ampliaron las opciones de espacios públicos para el entretenimiento de sus habitantes. Algunos de ellos, como plazas, paseos, alamedas y jardines, se poblaron con árboles de todo tipo para deleite de los habitantes. En la misma época, “la jardinería pública en plazuelas, glorietas, camellones y banquetas cobraría fuerza”, con el propósito de convertir la capital mexicana en una ciudad 43. Anónimo, “El Eucalyptus globulus en la curación de la gangrena pulmonar”, El Minero Mexicano Vol: 4 (1877): 485. 44. Rosalina Estrada y Miguel Ángel Cuenya, Enfermedades, epidemias, higiene y control social. Nuevas miradas desde América Latina y México (Puebla: BUAP, 2013). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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“verde” a semejanzas de sus homólogas europeas.45 Para ello, fue necesario adecuar dichos espacios con todo tipo de plantas vistosas, ya fuera por los colores y aromas o por sus virtudes para alejar los miasmas de los de dichos lugares. Así, el eucalipto representó un caso especial, ya que cumplía con ambas necesidades. La avenida que cobró mayor renombre entre 1869 y 1880 fue el llamado Paseo de la Reforma, concebido en 1865 por el ingeniero austriaco Alloys Bolland a las órdenes del emperador Maximiliano para unir el Castillo de Chapultepec con el centro de la ciudad. Ahora bien, el proyecto de modernización urbana no solamente se basó en sembrar árboles en los espacios públicos, sino que durante los años setenta también incluyó los postulados del higienismo.46 Al respecto, el amateur Ignacio Cumplido (1811-1887),47 miembro de la Comisión de Paseos del Ayuntamiento, expresó el 18 de enero de 1873 en El Pájaro Verde que era necesario emprender trabajos que modernizaran al Paseo de la Reforma, pues los integrantes de la Comisión: Habían visitado todos los jardines y paseos encomendados a su vigilancia, encontrándolos en el estado más completo de abandono y destrucción, sin herramientas, sin orden en el plantío y sin la atención debida por falta de elementos. [Las mejoras iban] a proporcionar ventajas a toda la población y particularmente a las personas que [pagaban] contribución municipal por carruajes y que [carecían] de sitio donde poder respirar aire libre y hacer ejercicio. En el plantío de árboles, la Comisión [desarrollaría] la aclimatación del eucalipto que [existía] ya en abundancia y que [tenía] propiedades febrífugas que [contribuirían] a desaparecer el tifo, las fiebres intermitentes y otras calenturas que se [desarrollaban] por los miasmas palúdicos que se [desprendían] de las aguas estancadas.48

Cumplido también expresó que la Comisión había determinado plantar al menos 2,000 árboles entre fresnos, sauces y eucaliptos, “cuyas excelentes condiciones higiénicas [estaban] probadas”49. El programa de los comisionados reunió los principios 45. Ramona Pérez Bertruy, “El eclecticismo histórico en la arquitectura de jardines de la Ciudad de México: 1866-1929”, en Jardines históricos, eds. Ana Rita Sá y Ramona Pérez Bertruy, 235. 46. Sobre el contexto latinoamericano, ver Arturo Almandoz, “Sobre el imaginario urbano de la Latinoamérica republicana, 1830-1950”, Cuadernos Americanos n.o 645 (2004): 7-21. 47. Cumplido fue un impresor y editor de revistas de la Ciudad de México que se interesó por la Botánica desde su juventud. Participó en varias ocasiones en actividades del Ayuntamiento capitalino. 48. Ignacio Cumplido, “Paseo de la Reforma. Trabajos que son necesarios para que este lugar pueda llenar su objeto”, El Pájaro Verde, México, 18 de enero, 1873, 1. 49. Ignacio Cumplido, “Paseo de la Reforma. Trabajos que son necesarios para que este lugar pueda N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 253 de ornato e higiene bajo la guía naturalista, a través de la plantación de eucaliptos en el Paseo de la Reforma y el bosque de Chapultepec que eran lugares frecuentados por la élite. Los delegados se tomaron en serio la tarea de renovar la flora a la manera de las capitales europeas, en donde también se había introducido la mirtácea. Un año más tarde, Cumplido dio a conocer el “Informe que dio al Ayuntamiento la Comisión de Paseos el 14 de diciembre próximo pasado, respecto de los trabajos ejecutados en este ramo en el año anterior de 1873”. El amateur mencionó que el paseo de Bucareli “demandaba una urgente y pronta reparación por no existir un sitio a propósito para que las familias salieran diariamente a respirar aire libre”, para la cual se había propuesto sembrar más de 100 eucaliptos que se desarrollaban con rapidez.50 En ese sentido el ayuntamiento valoró a la especie como un elemento favorable para el ocio de la población mexicana, el cual además resguardaba la salud de los paseantes, combatiendo los miasmas y evitando que el espacio público fuera un foco de enfermedades. El ingeniero Antonio García Cubas (1832-1912),51 regidor del ayuntamiento en 1876, opinó sobre el proyecto de higiene urbana presentado a la corporación en el mes de septiembre. Dicho plan proponía enfrentar la insalubridad del Valle de México, para lo cual era indispensable “la plantación de eucaliptos en gran escala” en los paseos de Bucareli y La Viga; en plazas públicas y plazuelas de los barrios; en los terrenos que rodeaban a la capital; en la avenida de los Hombres Ilustres, Buenavista, Ribera de San Cosme y San Antonio de las Huertas; y en los panteones de Campo Florido y La Piedad, “a fin de extinguir los gases y miasmas pútridos” que emanaban del agua estancada de los lagos, acequias y canales. García Cubas señaló que la aclimatación del eucalipto en el Valle de México ya se había “efectuado sin dificultad alguna” desde 1869, por lo que solo había que esperar su crecimiento para mejorar el ambiente de la ciudad.52 Es claro que varios de los hombres de ciencia que formaban parte del ayuntamiento, intervinieron en la modernización urbana mediante la plantación de árboles considerados provechosos para el ornato y la higiene. Como eran expertos en el tema, llenar su objeto”, El Pájaro Verde, México, 18 de enero, 1873, 1. 50. Ignacio Cumplido, “Informe que dio al Ayuntamiento la Comisión de Paseos el 14 de diciembre próximo pasado, respecto de los trabajos ejecutados en este ramo en el año anterior de 1873”, El Siglo Diez y Nueve, México, 9 de enero, 1874, 3. 51. Ingeniero geógrafo que llevó a cabo varios estudios científicos en la Ciudad de México. Participó en varias agrupaciones científicas y en cargos dentro del ayuntamiento. 52. Antonio García Cubas, “Salubridad pública”, El Monitor Republicano, México, 27 de enero, 1876, 1. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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continuamente publicaron escritos en la prensa para informar de sus decisiones a los habitantes. En otro texto de autor anónimo titulado “El Eucalyptus globulus” se retomó en 1876 la petición hecha por la Sociedad Minera Mexicana (SMM) al ayuntamiento, con el fin de obtener semillas de eucalipto que se enviarían a los socios foráneos, “para que se [encargaran] de la plantación, cuidado y propagación” de la especie. La SMM había decido que era preferible conseguir las semillas “de los árboles que [había] en la capital, y cuya aclimatación [estaba] efectuada”, en lugar de solicitarlas a agrupaciones extranjeras. El cabildo aceptó, pero pidió esperar hasta que se recogieran ejemplares del bosque de eucaliptos cercano al lago de Texcoco.53 En esa medida la persistencia de la SMM por expandir la especie en el país, denota el amplio interés de varios sectores, por reproducir el eucalipto como medida de higiene y ornato, en otras regiones extra capitalinas. Cabe apuntar que los socios recurrieron a una instancia gubernamental compuesta por amateurs y profesionales de la ciencia, imbuidos por la cultura botánica de la época. También es interesante constatar el activo tráfico mundial de semillas en el que participó de forma activa el medio científico mexicano, al igual que apreciar el éxito de la introducción del eucalipto en menos de una década, no solo en la ciudad sino fuera de ella. En 1878 se informó que Vicente Riva Palacio, secretario de Fomento, había comprado 50 mil eucaliptos para plantarlos en las calles con fines de embellecimiento.54 Al día siguiente se anunció que el funcionario obtendría esos árboles a través del mencionado Oscar A. Droege, que llevaba varios años vendiendo semillas importadas, si bien las estacas de eucalipto se encontraban sembradas en un predio ubicado en Buenavista. Droege se comprometió a entregar los árboles en quince meses, ofreciendo un precio de 10 centavos por árbol.55 De acuerdo con varios escritos de la prensa, durante 1879 se plantaron los 50 mil árboles en los espacios públicos de la urbe como medida para ahuyentar los miasmas y adornar los paseos. La compra de las plantas por parte de la secretaría revela las estrategias gubernamentales para modernizar a la Ciudad de México, así como la popularidad que la especie había cobrado en la opinión pública, al grado que la institución destinó una fuerte suma de dinero a la compra y acondicionamiento del terreno para la siembra. Tales eucaliptos no se importaron de Australia u otras partes 53. Anónimo, “El Eucalyptus globulus”, El Propagador Industrial Vol: 1 n.o 38 (1876): 456. 54. Anónimo, “El C. Ministro de Fomento”, El Minero Mexicano Vol: V n.o 39 (1878): 484. 55. Anónimo, “Plantíos de árboles”, El Siglo Diez y Nueve, México, 7 de junio, 1878, 3. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 255 del mundo, sino que estos crecieron y se tomaron del Valle de México, donde estaba concluyendo el proceso de aclimatación. La prensa capitalina demostró que entre 1869 y 1880 el eucalipto fue tema de lectura y conversaciones de los lectores, pues era un tema que repercutía en el ámbito higiénico y físico del espacio público. De ahí que esta especie fuera de interés para distintos grupos, tanto gobernantes locales y federales, como hombres de ciencia, redactores, y habitantes en general, quienes gustaban de pasear por la ciudad en sus ratos de ocio y aspiraban a limpiar la urbe de las emanaciones que supuestamente provenían del agua estancada del Valle de México.

4. Escritos sobre manufacturas, industria y transporte El eucalipto también fue apreciado como materia prima para elaborar diversos objetos, tal y como ocurría con el pino, la caoba, el hule, el oyamel y el encino. Efectivamente durante el siglo XIX, la madera fue un valioso recurso natural porque de él provenían muchos utensilios para la vida diaria, el transporte, el hogar y las comunicaciones. En esa medida además de los usos terapéuticos, de ornato e higiénicos, la aclimatación de la mirtácea también suplió necesidades de explotación forestal, que durante la década de 1870 abastecía la producción de corcho, resina, papel, trementina y colofonia. La construcción del ferrocarril “tuvo un fuerte efecto en los recursos forestales de la región”, ya que se requería de madera para los durmientes de las vías y energía para las máquinas de vapor. De la misma manera este recurso también era muy estimado en los astilleros para el armazón de los buques.56 Una de las primeras propuestas para el aprovechamiento de los troncos del eucalipto fue demostrada en 1875 por el médico Ferdinand von Mueller (1825-1896),57 en un escrito publicado en la revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural (SMHN), y en donde se apuntaron aspectos de taxonomía, anatomía, distribución geográfica, medio de aclimatación de las semillas y, sobre todo, aspectos útiles de la especie, por ejemplo que “la madera se [consideraba una] de las más duras, siendo su 56. Rodolfo Huerta, “Agua, bosques y capitalismo: la región de Chalco, 1890-1940”, en La construcción social de un territorio emergente: el Valle de Chalco, eds. Daniel Hiernaux, Alicia Lindón y Jaime Noyola (Toluca: El Colegio Mexiquense-H. Ayuntamiento Valle de Chalco Solidaridad, 2000) 77. 57. Fue un científico alemán que emigró a Australia en 1847. Allí formó una colección botánica, además de explorar la isla, que originó al Herbario Nacional de Victoria. Perteneció a la Sociedad Linneana de Londres. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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densidad superior a la del encino. [Era] propia para todo género de construcciones civiles y navales, y los ingleses la [empleaban] en sus colonias para durmientes de camino de fierro”58. El naturalista recomendó efectuar plantíos de eucalipto para su comercialización, debido a que crecían 50 centímetros cada mes.59 Otros productos que se conseguían del eucaliptol eran perfumes, cremas, jabones y bálsamos. Por eso el autor propuso que el eucalipto reforzara las manufacturas y productos industriales que se elaboraban en México, pues algunos de ellos se importaban. El mismo año José Apolinario Nieto también expresó en La Naturaleza que en el Valle de México varios hacendados habían iniciado la plantación de la mirtácea como medida para atraer agua y así “cubrir rápidamente los grandes espacios de terreno que la destructora mano del hombre [había] despojado de toda especie vegetal, dejándolos en la más triste desnudez”, ya que el régimen de lluvia había variado con una tendencia decreciente. Nieto consideró que si la experiencia resultaba positiva, la medida podría repetirse en las zonas semiáridas para suscitar las precipitaciones y con ello estimular la llegada colonos que desempeñaran actividades agropecuarias.60 Aunque en la época no se efectuaron investigaciones que relacionaran al eucalipto con el sistema de lluvia, resulta interesante que algunos naturalistas consideraran esta especie como medio para estabilizar la humedad de sus propiedades. El ingeniero Mariano Bárcena (1842-1899),61 secretario de la Sociedad Minera Mexicana (SMM), en el “Acta de la sesión del día 1º de junio de 1875” recordó que su colega García Cubas había disertado sobre “las importantes circunstancias” del Eucalyptus globulus por “su rápido crecimiento, la prodigiosa altura que [alcanzaba] y la dureza y elasticidad de su madera, que lo [recomendaban] infinitamente para cuidar de que se propagase en los distritos mineros, como recurso de construcción de casas y para apuntalar los tiros de las minas”62. De nuevo observamos una insistente discusión científica sobre el reconocimiento del eucalipto como una especie útil a la sociedad, en este caso como 58. Ferdinand von Mueller, “Descripción del Eucalyptus globulus”, La Naturaleza Vol: 2 (1875): 161. 59. Ferdinand von Mueller, “Descripción del Eucalyptus globulus”, La Naturaleza Vol: 2 (1875): 163. 60. José Apolinario Nieto, “El Eucalyptus globulus”, La Naturaleza Vol: 2 (1875): 159. 61. Bárcena llevó a cabo varios estudios botánicos en las agrupaciones científicas de la ciudad de México. Ocupó varios cargos en la administración pública y fue profesor de instrucción superior. 62. Mariano Bárcena, “Acta de la sesión del día 1º de junio de 1875”, El Propagador Industrial Vol: 1 n.o 9 (1875): 98. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 257 elemento constructivo y proveedor de madera en las zonas de escaso arbolado. Otra utilidad del eucalipto se sugirió en 1876 en La Colonia Española. Un autor anónimo expresó que el capitán Minard había determinado su función como insectífugo, pues una noche en que los mosquitos habían invadido su casa “cogió un pequeño eucalipto que tenía en una gran maceta en el jardín y los trasladó a su alcoba, desterrando por este medio a los insectos”63. El escrito hizo un llamado a los químicos y farmacéuticos mexicanos para que desarrollaran un mercado de interés para la población mexicana e incluso también para al ganado y animales domésticos de las insectos en zonas cálidas. Por otro lado en 1877 se propuso otro uso, pues “a propósito del combustible, el plantío de eucaliptos dentro de pocos años [comenzaría] a satisfacer la necesidad de madera”, tanto para los hogares como el ferrocarril, la industria y los gremios artesanales.64 Es evidente que al final de la década de 1870, los bosques de eucalipto eran tan amplios que los naturalistas los visualizaron como recursos forestales similares a las coníferas empleadas tradicionalmente en esos destinos. Días después, en El Pájaro Verde se publicó un artículo que alababa el ingenio de Jesús Cajide, un egresado de la Academia de San Carlos, que en la época se desempeñó como encargado del panteón de La Piedad. Este, en sus ratos de ocio, aprovechaba la madera de los eucaliptos del cementerio para elaborar “una silla y otras piezas pequeñas trabajadas perfectamente, pudiéndose notar en ella la solidez de esa madera y su belleza, por las hermosas vetas de varios colores. [Los muebles demostraban que] el Eucalypts globulus no sólo [era] un árbol altamente medicinal y desinfectante, sino que además su sólida y exquisita madera se [prestaba] a toda clase de construcciones”65. La nota sobre la inventiva de Cajide evidencia el aprovechamiento artesanal de esta planta, siendo muy posible que otros artesanos siguieran los pasos de aquel para renovar la oferta mobiliaria en la Ciudad de México. Además, sobre las características de la madera de eucalipto, en El Minero Mexicano se precisaba que cuando estaba recién cortada era suave, pero contenía “tanta agua que bien pronto [endurecía] haciéndose imperecedera para buques, diques y muelles”. El teredo o broma y las polillas no podían penetrar en la madera, por lo cual en la India usaban la madera del 63. Anónimo, “El eucalyptus”, La Colonia Española Vol: 3 n.o 139 (1876): 3. 64. Anónimo, “Mineral de Pachuca”, El Minero Mexicano Vol: 4 n.o 50 (1877): 601-602. 65. Anónimo, “Muebles de madera de Eucalyptus”, El Pájaro Verde, México, 16 de julio, 1877, 1. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

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Eucalyptus para tablones de las vías férreas desafiando así al clima y los insectos.66 El autor de ese texto exhortó a los lectores a fin de que aprovecharan esta especie como materia prima para buques, carretas, muebles, carrozas, utensilios de cocina, puertas y papel, ampliando de esta manera la gama de maderas utilizadas en la Ciudad de México, y abaratando el costo de los objetos fabricados con las coníferas. Por último, en El Siglo Diez y Nueve se publicó “El eucalipto es el árbol del porvenir” (1878), texto que versaba sobre otras propiedades de la madera, como la alta resistencia de la goma resinosa, por lo cual se utilizaba en Europa para construir buques, diques y muelles.67 La valoración del eucalipto como recurso forestal para la construcción de todo tipo de transportes, hizo que se le considerara un tema de interés público, pues el auge de los barcos, el ferrocarril y el telégrafo requería de continuamente de la madera para su expansión. Como es evidente, la utilidad de esta mirtácea fue más allá de la terapéutica y la higiene, ya que se encontraron diferentes atributos que la hicieron deseable para la construcción, el combustible, las manufacturas y la industria, y aunque estos no fueron el uso dominante de la especie, sí fueron parte importante del proceso de aclimatación del eucalipto en el Valle de México. Los escritos muestran el interés de profesionales y amateurs por determinar las utilidades del árbol e integrarlo a la vida económica de la sociedad mexicana y de su erario, en una análisis que corría paralelo a los estudios sobre la flora endémica mexicana.

Consideraciones finales Desde el siglo XVIII en la prensa europea y americana se informó del proceso de aclimatación de las especies vegetales en varias partes del mundo, a la cual subyacían fines utilitarios de tipo económico, científico y demográfico. Para ello, los practicantes de las ciencias naturales intervinieron activamente en este proceso que se extendió hasta inicios del siglo XX, y en el cual participaron tanto profesionales como amateurs que laboraban o estaban vinculados a jardines botánicos, cátedras naturalistas, agrupaciones, comisiones de exploración y ministerios científicos, los cuales cumplieron un papel importante en la aclimatación vegetal, durante la segunda mitad del siglo XIX. La historia de la ciencia mexicana se ha centrado en el interés de los naturalistas 66. Anónimo, “El Eucalyptus”, El Minero Mexicano Vol: 5 n.o 13 (1878): 450-451. 67. Anónimo, “El eucalipto es el árbol del porvenir”, El Siglo Diez y Nueve, México, 27 de junio, 1878, 1-2. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 237-264

Rodrigo Antonio Vega y Ortega 259 por la flora nacional y ha abordado con menos intensidad las investigaciones sobre las especies introducidas, a pesar de que ambas se utilizaron para resolver problemas locales de toda índole. De ahí que la presencia de los debates sobre el eucalipto en la prensa, haya sido parte de la práctica botánica en México y del interés de todo tipo de lectores. También se advierte que el ayuntamiento estuvo conformado por hombres de ciencia que emplearon a esta institución política para difundir el conocimiento sobre la especie, promover la dispersión de semillas y mantener una intensa comunicación con los espacios científicos de la época, como la Secretaría de Fomento, las escuelas de instrucción superior y las agrupaciones científicas. Además, la importación de la mirtácea, fue uno de los mecanismos usados para la modernización del espacio público urbano, caracterizada en su aspecto físico por la plantación de ejemplares mexicanos y foráneos en paseos, plazas y jardines, gracias a las propuestas escritas en la prensa por las agrupaciones científicas e instancias gubernamentales. Efectivamente los escritos botánicos se incluyeron en periódicos y revistas de circulación nacional, lo que pone de manifiesto el amplio interés del público por el aprovechamiento de la flora, así como el hecho de que la Ciudad de México fue pionera en la inserción del eucalipto en otras ciudades y regiones del país. La prensa fue entonces el vehículo que informó a los lectores sobre las características de esta especie y sobre la variedad de beneficios que aportaba desde salud y belleza, hasta dinero para los empresarios silvícolas; aunque todo ello muy influenciado por los modelos centroeuropeos. En la década de 1880, el eucalipto ya estaba aclimatado y se había incorporado a la transformación ambiental del Valle de México. Además, las nuevas teorías médicas lo acogieron como un gran aliado en su lucha contra los microorganismos. Por ese motivo se requieren de más investigaciones que analicen el devenir del eucalipto en México durante el siglo XX.

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.53787

Buscando culpables: la representación de las causas del crimen común en la prensa escrita de la ciudad de Pinar del Río, Cuba, durante la década de 1950* Juana Marta León Iglesias** Resumen Los discursos emitidos por la prensa escrita sobre las causas del crimen común, han sido insuficientemente abordados por la historiografía cubana; carencia que se hace más evidente en el plano local. Por ello, este artículo se propone valorar la construcción de las reflexiones en torno a la etiología de ese tipo de crimen en la ciudad de Pinar del Río, durante la década de 1950. Este período estuvo marcado por la actitud de la burguesía pinareña ante lo que percibían como la influencia de los procesos de modernización social y cultural en el comportamiento de los pobladores. En esa medida, el presente análisis, permitió comprender que las consideraciones sobre el delito, difundidas por la prensa de la localidad, inculpaban a los estilos de vida considerados “modernos”, de causar la deformación familiar y social, por lo cual reclamaban a la educación fungir como la principal forma de disminuir el crimen común. Palabras clave: historia social, modernización, psicología social, criminalidad.

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Artículo recibido el 19 de diciembre de 2014 y aprobado el 30 de abril de 2015. Artículo de reflexión. Licenciada en Estudios Socioculturales de la Universidad de Pinar del Río. Máster en Estudios Históricos Regionales y Locales del Instituto de Historia de Cuba. Profesora de la Universidad de Pinar del Río. Pinar del Río-Cuba. Correo electrónico: [email protected] **

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290 ISSN impreso: 0121-8417 ISSN electrónico: 2357-4720

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Abstract The speeches emitted from the written press, related with the causes of the common crime have been insufficiently approached by the Cuban historiography, and this affirmation becomes more evident in the local plane. In this sense, this article intended to value the structuring of the reflections on the etiology of the common crime in the city of Pinar del Rio, Cuba, in the decade of 1950. This period is characterized by the perception by the local middle class, of the influence of the social and cultural modernization processes in the behavior of the residents. The analysis allowed understanding that the reflections on the crime, spread by the plane press, inculpated to the “modern” lifestyles as causes that impact in the deformation of the families and the society, for what it considered that the education was the main form of diminishing the common crime. Key words: social history, modernization, social psychology, criminality.

Introducción La horrible información anunciada desde los púlpitos de las iglesias, difundida por los cables telefónicos, publicada por la estación de radio de Garden City, KIUL (‘Increíble tragedia, indescriptible con palabras, se ha abatido sobre cuatro miembros de la familia de Herb Clutter a última hora del sábado o en la madrugada de hoy. La muerte, brutal y sin motivo aparente...’) provocó en el oyente común una reacción más próxima a la de Mamá Truitt que a la de la señora Clare: estupor teñido de consternación, una sensación de vago horror que las heladas fuentes del miedo individual se encargaron rápidamente de hacer más profunda e intensa.1

Con estas palabras describía Truman Capote la reacción social ante la noticia del inexplicable crimen que aterrorizó en 1959 al pequeño pueblito de Holcomb, en Kansas, Estados Unidos. Los medios de comunicación que transmitieron los insólitos detalles del caso,2 sembraron el pánico y la desconfianza, y contribuyeron a fijar el es1. Truman Capote, A sangre fría (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998), 46. 2. Algunas circunstancias resultaron estremecedoras en el asesinato de Herbert Clutter, su esposa Bonnie y sus hijos Nancy y Kenyon. Entre ellas estuvo el hecho de que las víctimas fueron atadas y asesinadas a tiros de escopeta en su hogar, donde no hubo rastros de hurto y fueron cortadas las líneas telefónicas. La aparente sinrazón de ese crimen, contribuyó a que se extendiera el pánico y la desconfianza colectiva ante la posibilidad de ser asesinados sin causa alguna. Ver: Ariel Dorfman, “La última obra de Capote, ¿un N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

Juana Marta León Iglesias 267 tereotipo del delincuente de la época: con antecedentes de abuso infantil, provenientes de familias disfuncionales, o con homosexualidad latente, rasgos que quedaron integrados en la psicología social estadounidense. El relato anterior es solo un ejemplo de la frecuente exposición de la violencia criminal a través de la prensa y la literatura. Si bien la fascinación mediática por el crimen no es originalmente norteamericana, ni tampoco inició en el siglo XX, a partir de la década de 1950, con el incremento de la influencia de los medios de comunicación en las sociedades, aumentó drásticamente la publicación de notas referidas al delito en su dimensión más morbosa y sensacionalista. El poder ejercido por aquellos y sus potencialidades para criminalizar prácticas y grupos sociales son tan dominantes, que sus preceptos (condicionados por intereses clasistas bien determinados), son frecuentemente reproducidos acríticamente por aquellos sujetos y sectores criminalizados. Por demás, la llamada opinión pública, expresada en los medios de comunicación, construye sus discursos sobre la base de ocultamientos y sobrevaloraciones, que en el caso del fenómeno criminal, si bien en ocasiones han contribuido a poner en la agenda pública el tema delictivo, también han incentivado un miedo hacia él, por cuenta de la exageración que rodea los hechos contenidos en las notas rojas. La relación de los medios de comunicación con la criminalidad, puede sustentarse en diversos modelos teóricos. A los efectos del análisis que este artículo propone, se han considerado relevantes los siguientes postulados, propios de las teorías de la comunicación y de la criminología. En primer lugar la teoría del aprendizaje social (TAS), postulada por Albert Bandura, la cual se apoya en el supuesto de que la conducta agresiva es aprendida al entrar en contacto con notas u observaciones de otras conductas análogas. Según esta hipótesis, los individuos pueden modelar su comportamiento sobre la base de aquellos propalados por los medios de comunicación, los cuales no solo aportan oportunidades para que los futuros agresores aprendan las mejores formas de cometer delitos, sino que también convierte a personajes criminales en arquetipos de conducta a seguir.3 En segundo lugar, la teoría de los efectos limitados, asume que los medios de comunicación otorgan estatus, es decir, prestigian y legitiman a determinados indinuevo género literario?”, Anales de la Universidad de Chile, n.o 138 (1966): 94-117. http://www.anales. uchile.cl/index.php/ANUC/article/view/22425. DOI: 10.5354/0717-8883.1966.22425. 3. Albert Bandura, Social Learning Theory (New York: Prentice Hall, 1977), 42. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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viduos o grupos, por lo que convierte en significativas sus opiniones para el interés general. Asimismo, esos canales de transmisión imponen las normas sociales, a partir de la exposición pública de determinados hechos, e incluso desde la organización de verdaderas campañas ilustrativas. Dicha propuesta, también sugiere que los medios son una suerte de narcótico social cuya eficacia puede impedir incluso que el público advierta la manipulación.4 En tercer lugar, tendríamos la teoría de los efectos del estímulo (o de los indicios agresivos), defendida principalmente por Leonard Berkowitz. De acuerdo con este autor, la publicación de noticias referidas a actos violentos, podrían incrementar la predisposición de los espectadores a incurrir en ese tipo de conductas.5 Por último, se tuvo en cuenta a la teoría del etiquetamiento según la cual, la desviación social es el resultado de un proceso en el que la mayoría social califica negativamente aquellos comportamientos de las minorías que son contrarias a las normas culturales estandarizadas de la mayoría.6 Vale destacar que en este proceso de estigmatización, la prensa adquiere un rol fundamental en tanto se erige como portavoz de las opiniones de las clases hegemónicas. A partir de las perspectivas anteriormente enunciadas, tomaremos como punto de partida el hecho de que si bien la prensa escrita no resulta determinante en la formación y ejecución de propósitos criminales, sí puede influir —tal vez decisivamente— en la naturalización social del crimen y la violencia. Los medios impresos, por un lado pueden estimular la comisión de acciones delictivas al erigir “héroes” criminales, y por otro al funcionar como un sistema de control social, pueden contribuir mediante campañas de opinión, a la criminalización de actos, individuos, sectores sociales o ideas contrarias a las que sustentan los grupos dominantes. Sobre el alcance y la importancia del poder mediático para la conformación de mentalidades colectivas relacionadas con el crimen común, puede afirmarse que con Aguillón y Mendoza que: Los medios impresos de información crean, modelan y orientan el comportamiento de la opinión pública sobre los temas de interés que se debaten en la esfera social. La percepción ideológica que se forma el receptor de los sucesos informativos publicados 4. Paul Lazarsfeld y Robert Merton, “Los medios de comunicación de masas, el gusto popular y la acción social organizada”, en Industria cultural y sociedad de masas, eds. Daniel Bell et. al. (Caracas: Monte Ávila, 1992), 231-259. 5. Leonard Berkowitz, Aggression: a social psychological analysis (New York: McGraw-Hill, 1962), 34. 6. Howard Saul Becker, Outsiders: Studies in the Sociology of Deviance (New York: The Free Press, 1963), 9. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

Juana Marta León Iglesias 269 en los periódicos, va a depender en última instancia de la selección y jerarquización de los acontecimientos que durante el proceso de producción se convierten en noticias.7

Es necesario determinar entonces qué entendemos por crimen común, máxime si se tiene en cuenta que este es una noción que ha variado a lo largo del tiempo. La criminalidad cuenta con una diversidad de conceptualizaciones, que han ampliado o restringido el alcance de este fenómeno, por lo cual resulta muy difícil arribar a una definición única e incontrovertible. Aunque los juristas han circunscrito el conjunto de hechos punibles legalmente tipificados y a las personas que los ejecutan,8 en la actualidad este criterio resulta estrecho si se toma en cuenta la evolución del pensamiento penal y la influencia de teorías sociológicas que ponen énfasis en el rol de la sociedad y sus instituciones en la producción y reproducción de conductas desviadas. En este artículo se considera la definición de criminalidad que aporta Tamar Pitch, por cuanto toma en cuenta un amplio margen de conductas consideradas delictivas, más allá de aquellas que aparecen jurídicamente tipificadas, y que afectan negativamente los intereses de la sociedad en su conjunto. Para este autor, el fenómeno criminal está constituido por aquellas conductas “que se apartan de las normas jurídicas y sociales por exceso o por defecto; o simplemente aquellas que son definidas como tal por los ‘otros’”9. Este concepto también es adoptado por la relación que establece con aquellos otros, entendidos como las instituciones de control social penal y extrapenal, que definen qué conductas y qué individuos son considerados criminales. Precisamente, la influencia de estas instancias resulta vital para comprender la génesis de la conducta desviada. Esta investigación, que tomará en cuenta la relación entre crimen y prensa escrita, y su injerencia en la regulación social, también considera los elementos aportados por Álvaro Pérez Pinzón, cuando expresaba que la criminalidad debía ser analizada desde los procesos de criminalización, los cuales operaban en varias áreas: Primero, las instituciones sociológicas: lo religioso, económico, político, militar, recreativo, educativo, y familiar, como generadores de desviación y de reproducción de la 7. Pedro Aguillón Valle y María Inés Mendoza, “El delito violento y su significado ideológico en las páginas de sucesos”, Omnia Vol: 18 n.o 3 (2012): 129-147. 8. Caridad Navarrete Calderón, “Criminología: alcances, ciencia, disciplina y práctica social”, en Criminología, coord. Tania De Armas Fonticoba (La Habana: Editorial Félix Varela, 2006), 6-27. 9. Tamar Pitch, Teoría de la desviación social (México: Editorial Nueva Imagen, 1980), 26. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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Pese a que la delincuencia es una arista insoslayable para comprender el comportamiento de las sociedades, en Cuba los análisis históricos sobre ese tema no son frecuentes. Por tanto, los principales antecedentes de este estudio se encuentran en trabajos de tipo sociológico11 o antropológico,12 desarrollados durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. A partir de la década de 1990 vieron la luz un conjunto de investigaciones históricas relativas al crimen y la marginalidad urbana y rural. Sin embargo, aunque las mismas presentaron diversas perspectivas del acto criminal y sus relaciones con el control social, la mayoría de estos estudios se han circunscrito por lo general a la ciudad de La Habana y al siglo XIX,13 o a la cuestión racial en relación con el delito en las primeras décadas del siglo XX.14 Hasta donde se ha podido determinar, excepto la ciudad de Pinar del Río,15 ninguna otra ciudad del país cuenta con estudios regionales que aborden la temática durante la década de 1950, lo cual limita las posi10. Álvaro Pérez Pinzón, Curso de criminología (Bogotá: Editorial Temis, 1986), 10. 11. Entre los estudios de corte sociológico, ver José Antonio Saco, “Memoria sobre la vagancia en la Isla de Cuba”, en Colección de papeles científicos, históricos, políticos, y de otros ramos sobre la Isla de Cuba, ya publicados, ya inéditos, por Don José Antonio Saco, Saco (La Habana: Dirección General de Cultura, Ministerio de Educación, 1960). Si bien el autor no diserta sobre el crimen común, toma como punto de partida de su análisis el fenómeno de la vagancia, al cual sitúa como origen de la mayor parte de los males que sufría la sociedad esclavista cubana del siglo XIX. 12. Entre los principales estudios antropológicos sobre la criminalidad cubana, ver Fernando Ortiz, Los negros brujos (apuntes para un estudio de etnología criminal) (Madrid: Librería de Fernando Fe, 1906); e Israel Castellanos, Los jóvenes delincuentes en Cuba (La Habana: Editorial Carasa, 1934). 13. Yolanda Díaz Martínez, La peligrosa Habana. Violencia y criminalidad a finales del siglo XIX (La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2005); y Yolanda Díaz Martínez, Visión de la otra Habana: vigilancia, delito y control social en los inicios del siglo XIX (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2011). 14. Iván Vázquez Maya, Un discurso ilustrativo en torno a la discriminación contra negros y mestizos a inicios del siglo XX en Cuba (La Habana: Archivo Nacional de Cuba, 2013), http://www.arnac.cu/index. php/documentos-en-el-tiempo/un-discurso-ilustrativo-en-torno-a-la-discriminacion-contra-negrosy-mestizos-a-inicios-del-siglo-xx-en-cuba/1751.html. (consultado el 28 de mayo de 2014). 15. Juana Marta León Iglesias, “Criminalidad común en períodos de revolución: Los discursos del poder en torno a la criminalidad en Pinar del Río, Cuba (1952-1958)”. Historelo. Revista de Historia Regional y Local Vol: 6 n.o 11 (2014): 275-307. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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bilidades de comparación de las conclusiones aquí obtenidas con realidades similares en otras latitudes del país en ese período. A partir de estas consideraciones, el presente artículo se propone valorar las reflexiones emitidas por los medios impresos locales, relativas a la relación entre el crimen común y la modernización social y cultural en la ciudad de Pinar del Río, Cuba, durante la década de 1950. En este sentido, se parte de la idea de que la opinión expresada en la prensa plana, propagó un discurso que, en su concepción, estaba direccionado por una idea central: mientras se alababan los beneficios indudables que la modernización de la ciudad traía consigo para el otrora pacífico poblado, se deploraba que la influencia de estos procesos propiciaran estilos de vida que, al transformar la manera de asumir valores tradicionales, fueran causas directas del incremento del crimen común. Esta forma de pensar la criminalidad y sus causas respondía a las concepciones de la burguesía local, las cuales lejos de considerar la posible influencia de factores económicos y sociales en la conducta criminal, culpabilizaba a la influencia de fenómenos culturales exógenos como responsables del crimen común. Por tal motivo es importante aclarar qué se entiende por modernización social y cultural, y cómo esta se materializó en el contexto de la ciudad de Pinar del Río. La modernización suele asociarse a “cambios cuantitativos en los niveles de desarrollo económico, tecnológico y cultural”16. En el caso de la ciudad de Pinar del Río, este proceso resultó discreto, aunque significativo dados los antecedentes de atraso económico y social de la región. Allí aquel se tradujo en el desarrollo de la arquitectura, el urbanismo, la cultura artístico-literaria y el pensamiento social, de la mano de un crecimiento demográfico, causado en parte, por los movimientos migratorios campo-ciudad, producto de la veleidosa fortuna que deparaba el cultivo tabacalero, típico renglón productivo de Vueltabajo. Sin embargo, esta transformación no estuvo exenta de contradicciones, porque las consecuencias culturales del progreso socioeconómico, tan deseado, entró en contradicción con los estilos de vida tradicionales y socialmente considerados “correctos”. En ese sentido las preocupaciones de la intelectualidad sobre las consecuencias morales de este cambio, fueron anotadas por la prensa escrita local. Por ello, en esta investigación se realizó un análisis de los textos que, durante la década de 1950, fue16. José Ramón Fabelo Corzo, “Nota sobre Modernidad y modernización”, El Cuervo (Universidad de Puerto Rico-Aguadilla) n.o 23 (2000): 17-22. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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ron publicados en la ciudad de Pinar del Río, relativos a las causas que motivaban la criminalidad en la ciudad. Para tales fines, se diferenció entre los artículos de opinión y las notas clasificadas como de crónica roja, aun cuando muchas veces carecían del sensacionalismo típico de este tipo periodismo. Teniendo esto presente, la lectura estuvo guiada por los siguientes indicadores: criterios sobre el comportamiento del delito común; concepciones sobre la actuación del sistema de control social penal (aplicación de la legislación); el comportamiento de policías y jueces; y la influencia de la cárcel en la conducta criminal. En los textos de opinión, se analizarán particularmente, los principios que determinaban las causas del delito, así como los juicios sobre la relación entre crimen y desarrollo social urbano, en este caso, con énfasis en las contradicciones surgidas entre la moral tradicional y la conducta delictiva. En las crónicas rojas se pondrá más atención en develar el tipo de delito reflejado, los medios de que se valió el agresor para cometer el crimen; las motivaciones que lo animaron; el lugar en donde se cometió; la caracterización de la víctima y la frecuencia con que se publicaban estas notas en la prensa plana. Los principales periódicos analizados fueron Heraldo Pinareño17 y Vocero Occidental18 (los más antiguos y de mayor circulación). También fueron significativos los artículos publicados en la revista Pinar del Río, órgano oficial del Comité Todo por Pinar del Río,19 que expresaba el sentir de sus 17. El periódico Heraldo Pinareño fue fundado en la ciudad de Pinar del Río en 1923. Durante la mayor parte del período en que estuvo vigente, su director fue el periodista Isidro Pruneda. En 1956, dicho cargo fue asumido por su hijo Lázaro Pruneda Canto, auxiliado por su madre Conchita Canto de Pruneda. Dada su antigüedad y constancia, se auto titulaba el “decano de la prensa pinareña”. Este periódico no era órgano de ningún partido político, y se nombraba representativo de los intereses de la colectividad local. Centraba su interés en las actividades económicas y sociales de las élites locales, y era miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa, así como de la Asociación Nacional de la Prensa Plana de Cuba. 18. El periódico Vocero Occidental había sido fundado durante la década de 1940. Su director, Juan P. González Clemente, fue durante la década de 1950 una de las personalidades intelectuales más publicitadas de la localidad. La filiación política del semanario era populista, y sus tiradas salían con el exergo: “Al servicio de los intereses generales de la provincia de Pinar del Río”. Los temas principales que publicaba eran los sociales y reseñas de visitas de figuras de la política y la cultura nacional. A tono con su función de portavoz de intereses hegemónicos, demandó a las autoridades la solución de problemas que dificultaban la convivencia y la salud pública de los ciudadanos, y criticó las conductas consideradas amorales, lo cual lo convirtió en vehículo de expresión de las ideas modernizadoras de la intelectualidad pinareña. Se le reprochó que, a raíz del golpe de Estado batistiano de 1952, no asumiera una actitud más radical y combativa contra el cuartelazo. 19. El Comité Todo por Pinar del Río fue fundado el 26 de noviembre de 1941 por la voluntad de 16 N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

Juana Marta León Iglesias 273 autores (periodistas e intelectuales locales ampliamente reconocidos en la ciudad), sobre la modernización de la ciudad y el cómo estos cambios se reflejaron en el comportamiento social de los pinareños. Cabe apuntar que este trabajo cuenta con un antecedente directo en el texto publicado por la autora, titulado “Criminalidad común en períodos de revolución: Los discursos del poder en torno a la criminalidad en Pinar del Río, Cuba (1952-1958)”20. Si bien dicho estudio exploró el papel de la escuela y la prensa, como instrumentos de control social, solamente se centró en la opinión expresada en el Vocero Occidental, y en hallar la reproducción de criterios que estigmatizaban a los sectores populares como propensos a delinquir. Además, allí también se exploró la relación entre medio impreso y crimen común, desde una perspectiva más integradora, porque analizaba con más detenimiento la manipulación del crimen común con fines políticos, pues muchas veces se omitieron ante la opinión pública, noticias referidas a los actos sangrientos de la represión gubernamental iniciada contra los grupos insurgentes que combatían el régimen de facto de Fulgencio Batista (1952-1958). En cambio, en el presente artículo el contexto político no es abordado a profundidad, porque no constituye un elemento explicativo determinante. Aquí el énfasis reside en el pretendido vínculo entre crecimiento urbano, incremento demográfico e introducción de novedades tecnológicas (radio, cine y televisión), con el incremento del crimen común. Por tanto, este escrito es una aproximación preliminar a la comprensión de las opiniones sobre las causas de los sucesos criminales, aun cuando en alguna medida, la mentalidad creada pudiera utilizarse (como se hizo) con fines políticos.

vecinos de la ciudad capital. Sus intenciones eran lograr un mejoramiento higiénico de la ciudad, además de potenciar la creación de obras de bien público, con la esperanza de que estas acciones, a la larga, tributaran a un mejoramiento de la conducta social de los habitantes y al orgullo de ser pinareño. Ver: Arsenio Carmona Pérez, Julio Sierra Socorro y Yadira Pérez Díaz, Comité Todo por Pinar del Río (Pinar del Río: Unión de Historiadores de Cuba, 2005). Su revista fue incisiva con las problemáticas sociales urbanas, además de que se interesó por la crítica literaria, cinematográfica, y la historia local. En esta publicación intervinieron renombrados intelectuales pinareños. 20. Juana Marta León Iglesias, “Criminalidad común en períodos de revolución: Los discursos del poder en torno a la criminalidad en Pinar del Río, Cuba (1952-1958)”. Historelo. Revista de Historia Regional y Local Vol: 6 n.o 11 (2014): 275-307. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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1. Pinar del Río en la década de 1950: el pensamiento sobre el desarrollo y sus contradicciones con la realidad social La ciudad de Pinar del Río se encuentra ubicada en la región conocida como Vueltabajo, en el extremo más occidental de Cuba. Su evolución histórica durante los primeros siglos coloniales fue bastante lenta, caracterizada por un espaciado proceso de apropiación del espacio. Dicha localidad, que devino en la capital de la provincia homónima, continuaba teniendo aspecto aldeano a principios del siglo XIX, y no fue sino hasta 1867 que alcanzó el título de ciudad. La expansión territorial, demográfica y urbana de la nueva urbe de se concretó hacia las décadas finales del siglo XIX y principios del XX, cuando comenzaron a edificarse sus construcciones más representativas y a dispensarse la prestación de servicios públicos básicos.21 Dadas las dificultades que tradicionalmente habían existido para la comunicación de los poblados pinareños entre sí y con el exterior, y pese a su ubicación cercana a la capital cubana, estos conservaron tanto desde el punto de vista físico como desde el pensamiento de sus habitantes, un ambiente apacible propio de las ciudades provincianas. A esto se sumaba la presencia de elementos socio psicológicos legados por la abundante presencia canaria, entre los que se contaban la afectividad, el puritanismo, la sencillez y la humildad,22 que acentuaban el carácter sosegado y pueblerino. A lo anterior se añadía el atraso económico de la región, lo cual propició que en la identidad cultural del pinareño, existieran rasgos de subvaloración con respecto a los demás ciudadanos del país. Ahora bien, aunque la ciudad alcanzó cierta fisonomía urbana durante las primeras décadas del siglo XX, fue durante los años cuarenta que comenzó un desborde espacial provocado por el crecimiento demográfico, producto de las continuas migraciones de campesinos que buscaban en la ciudad mejores oportunidades, luego de las pérdidas sufridas por las sucesivas crisis de los cosecheros de tabaco.23 Durante este período, el progreso de Pinar del Río guardaba 21. Para profundizar en los avatares del proceso de conformación urbana de Pinar del Río, ver Emeterio Santovenia, Ensayo histórico de Pinar del Río (Pinar del Río: Imprenta La Casa Villalba, 1919). 22. José Tomás Bethencourt Benítez, Psicología del pueblo canario (Tenerife: Universidad de La Laguna, 2003), http://elguanche.info/psicologiadelpueblocanario.htm. (consultado el 20 de octubre de 2014). 23. Francisco Romero Ríos y José María Sánchez Fernández. “La neocolonia”, en Síntesis Histórica Provincial de Pinar del Río, eds. Clemente de Jesús González Leal, Enrique Giniebra, Enrique Manuel Alonso Alonso y Juan Carlos Rodríguez Díaz, et al. (La Habana: Editora Historia, 2012), 197-300. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

Juana Marta León Iglesias 275 estrecha relación con el cultivo de la hoja, principal renglón económico y sustento para un alto porcentaje de la población. Esa vocación monoproductora de la región provocó que la fortuna de la ciudad dependiera directamente de los beneficios de la producción tabacalera. Las desventajas que se derivaban de esta situación las expresaba un articulista de la revista Pinar del Río, cuando afirmaba: “En nuestra provincia vueltabajera, el cultivo del tabaco controla el afán de progreso y se infiltra en todos los proyectos de mejoramiento; es el causante de los mayores desvelos que a veces se traducen en una prosperidad desenfrenada o en una penuria aterradora”24. Sin embargo, hacia la década de los cincuenta se observó un crecimiento en el número de personas empleadas en labores no agrícolas en todo el municipio.25 Según el censo efectuado en el año de 1953, las labores agrícolas ocupaban al 52.2% de la población económicamente activa mayor de 14 años, en tanto el 46.9% restante se dedicaba a la manufactura, las construcciones, el comercio, el transporte, las comunicaciones y el trabajo en almacenes.26 Esto permite afirmar que, si bien la agricultura acaparaba una parte importante de la fuerza de trabajo en Pinar del Río, la estructura ocupacional se estaba desplazando hacia otras actividades no relacionadas con el cultivo tabacalero. Esto también permite analizar hasta qué punto se habían desarrollado las condiciones urbanas en la ciudad, en donde se encontraban empleados una buena parte de los habitantes del municipio. Un ejemplo del cambio que se estaba operando, fue el incremento de quehaceres propios de la vida urbana. Los oficios más recurrentes fueron los relacionados con la manufactura (4788 obreros), el comercio (3262 personas) y los servicios (4866 24. Roberto Herrera Rodríguez, “Pinar del Río evoluciona de aldea a gran ciudad”, Pinar del Río Vol: 2 n.o 13 (1948): 12-13. 25. El Censo de Población y Viviendas de 1953 no ofrece el dato de la ocupación de la población mayor de 14 años de la ciudad de Pinar del Río, como de ninguna otra ciudad cubana. Los datos que se ofrecen se circunscriben a los municipios. En el caso de Pinar del Río, enclavada en el municipio homónimo, contaba con cuatro barrios urbanos (Primero Norte, Primero Sur, Segundo Norte y Segundo Sur). Los restantes barrios del municipio concentraban a la población rural. Por tanto, en el caso del porcentaje que se corresponde a la población dedicada al laboreo agrícola, este puede ser drásticamente menor en el caso de la ciudad de Pinar del Río, al estar concentrada la mayor parte en los barrios rurales del municipio. Sin embargo, la población dedicada a actividades manufactureras, comerciales o de servicios se encontraba mayormente en la ciudad, por tanto, los datos ofrecidos anteriormente pueden no ser significativos a los efectos de la argumentación que se ofrece. 26. República de Cuba, Informe del Censo de Población, Viviendas y Electoral, (La Habana: Imprenta P. Fernández y Cía., 1953), 189. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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personas). Esta realidad además de dinamizar a la sociedad y economía local, constituyó una atractiva opción para aquellos que deseaban buscar sustento lejos de las veleidades del tabaco; por eso las migraciones del campo a la ciudad contribuyeron consolidar la tendencia al crecimiento demográfico registrado durante la década de 1950, pero que había iniciado desde 1907.27 Ciertamente, la ciudad había crecido y contaba con los servicios que le acreditaban como un enclave de importancia, pues hacia los años cuarenta, ya tenía un trazado de calles moderno, servicios de ómnibus, sitios nocturnos de diversión, periódicos, emisoras radiales, hospitales y escuelas. En este sentido, la revista Pinar del Río llamaba la atención sobre los cambios que se habían producido en la ciudad y cómo estos debían corresponderse con transformaciones en la conducta de sus habitantes: Sin grandes esfuerzos recordamos aquel Pinar del Río, aquel pueblo mío, que conocimos apenas tuvimos uso de razón. Apegado a rígidos cánones de moral social de ineludible observancia, la vida de los pinareños transcurría tranquila y ordenada, inmensa [sic] en un ambiente de pueblerinas virtudes y morigeradas costumbres.28

Sin embargo, luego de comentar las relaciones de afecto o consanguinidad establecidas entre la mayoría de los pobladores de la pequeña localidad, así como el respeto mutuo y la solidaridad que unía a personas por medio de vínculos amicales, este autor desdeñaba la entrada de la modernidad en un pueblo donde lo apacible cedió paso a lo bullicioso: La ciudad ha crecido […] Ya los altos edificios nos vedan la campiña, todos los habitantes no nos conocemos y no somos de la misma familia, de ahí que no tenemos por qué tolerarnos nuestros recíprocos excesos y extralimitaciones. Tenemos que pagar el precio de nuestro crecimiento y civilización, al costo de aquellos hábitos y maneras de vida, porque no en balde vacían los ómnibus, sus cargas de forasteros, que nos ven y nos juzgan.29

La adopción por parte de los pinareños de nuevos estilos de vida vinculados con el crecimiento urbano, se reflejó de forma contradictoria en la prensa local: por un lado, mientras se celebraba el desarrollo de la ciudad, por otro se mostraba pre27. Victor H. Olmetid, Censo de la República de Cuba bajo la administración provisional de los Estados Unidos (Washington: Oficina del Censo de los Estados Unidos, 1908), 197. 28. Alfredo Herrera Quintans, “Mi pueblo y nuestro pueblo”, Pinar del Río Vol: 2 n.o 19 (1949): 15. 29. Alfredo Herrera Quintans, “Mi pueblo y nuestro pueblo”, Pinar del Río Vol: 2 n.o 19 (1949): 17. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

Juana Marta León Iglesias 277 ocupación por las consecuencias que aquello traería sobre el orden de la moral y la conducta social de los pinareños, ahora que podían establecer contactos más fluidos con el resto del país, y que iban a ser influidos por la publicidad realizada desde la radio, el cine y la televisión. Tales efectos no se hicieron esperar: como consecuencia del atiborramiento de la ciudad, desde los años cuarenta comenzaron a surgir barrios marginales, caracterizados por el hacinamiento y pésimas condiciones higiénicas, convirtiéndose así en zonas ideales para actividades ilícitas como el juego prohibido, el tráfico de drogas y la prostitución, en una ciudad en donde las zonas de tolerancia y los lupanares estaban ubicados incluso, en sus zonas céntricas.30 Por otro lado, desde 1950 se registraron mayores cantidades de delitos violentos, en comparación con los acontecidos durante 1940, representados principalmente por la malversación, la alteración de precios de las cosas, las estafas y otros delitos económicos.31 Ahora bien, la actitud de indiferencia por parte de las autoridades locales y nacionales en torno al deterioro social de la ciudad y la región, suscitó que las principales acciones orientadas a llamar la atención sobre situación, surgieran de la iniciativa privada, fundamentalmente de intelectuales pinareños. Este es el caso del Comité Todo por Pinar del Río, el cual fue secundado ampliamente por la población, en sus propósitos de mejoramiento social. La ejecutoria de esta institución le valió los elogios de políticos locales y nacionales, pero nada más, pues la postura de los gobernantes cubanos no cambió demasiado, ni redundó en las necesarias mejoras exigidas por los habitantes, pese a que durante el período de 1944 a 1952, dos presidentes de la República habían nacido en Vueltabajo.32 30. Juana Marta León Iglesias, “Criminalidad común en períodos”, 275-307. 31. Este análisis está basado en la comparación entre las cantidades de delitos registrados durante las décadas de 1940 y 1950, cuyos expedientes judiciales se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Pinar del Río, en los fondos: Audiencia Sala Penal (leg. 9, exps. 72-74; leg. 17, exps. 163-187; leg. 35, exps. 276-281; leg. 45, exps. 349-393; y leg. 73, exps. 702-724) y Tribunal de Urgencia (leg. 127, exps. 769-794; leg. 136, exps. 929-953; leg. 138, exps. 976-1002; leg. 160, exps. 1158-1184; leg. 196, exps. 1574-1684; y leg, 207 exps. 1826-1853). 32. Se trata de Ramón Grau San Martín (Consolación del Norte, Pinar del Río, 1882- La Habana, 1969) y Carlos Prío Socarrás (Bahía Honda, Pinar del Río, 1903- Miami, 1977), ambos pertenecientes al Partido Revolucionario Cubano. Durante el tiempo en que ejercieron la máxima magistratura de la nación, se exacerbó la corrupción administrativa, el gansterismo y la represión contra el movimiento obrero y campesino. Ver: Francisca López Civeira, Oscar Loyola Vega y Arnaldo Silva León, Cuba y su historia (La Habana: Editorial Félix Varela, 2005). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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En un contexto donde la modernización urbana contrastaba con el menoscabo de varias áreas de la ciudad (aumento de barrios marginales),33 y con la transformación de las antiguas relaciones sociales (incremento de la violencia social), la prensa pinareña, alimentada por burguesía local (aun cuando esbozaran contenidos con tonos populistas), consolidó durante los años cincuenta, un discurso que renegaba del progreso de la ciudad, en tanto este fomentaba la pérdida de los valores familiares y sociales tradicionales. En este punto cabe preguntarse si aquello denunciado como una “pérdida de valores”, no se trataba más bien de una sustitución de los mismos, en donde la premisa de la familia como unidad patriarcal, estaba cediendo paso a la valorización del sujeto como ser individual capaz de realizar elecciones de forma libre y personalizada. En ese sentido la radio, la televisión y el cine eran definidos por los periódicos, como los culpables de ese declive moral. La radio había llegado a Pinar del Río en 1931, pero comenzó a ganar preponderancia hacia finales de la década del cuarenta y principios de la siguiente,34 en tanto que la televisión inició su expansión durante los años cincuenta. Por esos años la ciudad pinareña también contaba con tres salas en las que además de presentar espectáculos teatrales, se exhibían filmes de factura mexicana y estadounidense, fundamentalmente.35 Tales funciones eran frecuentemente criticadas por considerarse lesivos al pudor y la moral, al contener escenas románticas explícitas, desnudos ligeros o presentar películas de acción, en las que se ensalzaba al personaje bandido como triunfador en los negocios y el amor.36 Este fue el ambiente en que se desarrolló el discurso de la prensa local sobre las causas que provocaban el crimen común; representación a la cual subyacían los preceptos de la clase media burguesa, y que atribuían a la entrada de elementos modernos, como el entretenimiento, la deformación de la educación tradicional, y por tanto, la causa de los comportamientos criminales. 33. Durante la década de 1950, el periódico Vocero Occidental publicó reiteradamente exigencias a las autoridades locales para que atendieran asuntos propios de una gran ciudad. Ejemplos representativos de ello son los artículos: “Abandonado Pinar del Río por el Ministerio de Salubridad”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 1 de junio, 1957, 1; y “Somos una gran ciudad: demandemos más y mejor salubridad”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 12 de julio, 1958, 7. 34. Wilfredo Denie Valdés, La radio en Pinar del Río en sus 70 años (1931-2001) (Pinar del Río: Ediciones Vitral, 2001). 35. Francisco Romero Ríos y José María Sánchez Fernández. “La neocolonia”, 258. 36. Rogelio Raymat García, Educación Popular: Libro del Hogar, de la Escuela y de la Sociedad (La Habana: Imprenta P. Fernández y Cía., 1957), 117. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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2. El discurso de la prensa escrita sobre la etiología de la criminalidad en la ciudad de Pinar del Río (1952-1958) Hay un periodismo de la sospecha y del control, que se esconde bajo el pragmatismo pedagógico de las noticias, que ha inundado desde la manera de conservar la salud, hasta los efectos de la dieta, el pago de los impuestos y la crianza de los hijos.37

Estudios anteriores sobre el rol de la prensa ante el crimen común en la ciudad de Pinar del Río en el período 1952-1958, han permitido afirmar que esta criminalizó las acciones insurgentes contra el gobierno de facto que, liderado por Fulgencio Batista, se hizo con el poder el 10 de marzo de 1952. A partir de 1957, la publicación frecuente de la nota roja creó la sensación de un incremento del crimen común que no se respaldaba verdaderamente con la cantidad de casos juzgados y condenados por la justicia pinareña.38 Mas, si el análisis de estos medios buscaba dilucidar las causas que motivaban el delito, se advierte también que sus cuestionamientos evadían las contradicciones sociales y económicas, y se centraban en las características psicológicas del individuo, así como en el supuesto impacto del entorno social en las conductas de los sujetos. En esa medida las reflexiones de dichos articulistas produjeron tres conclusiones. Primero, que la conducta delictiva era provocada por un relajamiento de la autoridad paterna y de la educación familiar, originado en la propagación de modelos pedagógicos provenientes de corrientes psicológicas estadounidenses. Según los periodistas, este tipo de crianza derivaba en la conformación de personalidades enfermas, proclives al delito. Segundo, que la criminalidad era el producto de imitar los contenidos vistos en filmes, programas radiales y revistas. Y tercero, que era conveniente introducir métodos científicos en la investigación policial a fin de garantizar la impunidad, y con ello poder disuadir a los futuros criminales. Consideremos estas ideas de forma más detallada. Desde la prensa local se afirmaba que el crimen era causado por el impacto de las costumbres modernas en el cuidado de los hijos, pues se creía que el ritmo acelerado de la época impedía el necesario contacto familiar, indispensable para establecer 37. Germán Rey, “Miradas oblicuas sobre el crimen. Modalidades discursivas y estrategias de narración”, en Los relatos periodísticos del crimen, eds. Germán Rey et. al., (Bogotá: Centro de Competencia en Comunicación para América Latina, 2007), 15. 38. Juana Marta León Iglesias, “Criminalidad común en períodos de revolución”, 275-307. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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relaciones educativas y afectivas entre sus miembros. Por ello, estos medios se escandalizaban tanto ante crímenes que involucraban a familiares cercanos en condición de víctima y victimario.39 Incidentes como estos, que tan hondamente impactaban en la conciencia social, hicieron que el periódico Vocero Occidental, uno de los más influyentes de la ciudad, escribiera su opinión acerca de la influencia de los tiempos modernos en la familia: La tónica de nuestros tiempos en el sector de los hechos criminales está tarada por una efectiva inclinación hacia los casos en que los protagonistas están ligados por vínculos de sangre. Padres que atentan contra la vida de sus hijos. Esposos que se agreden y eliminan entre sí. Hermanos que se convierten en depravados Caínes e hijos homicidas que no se atienen ante el sagrado amor que les deben a los que le dieron el ser. ¿Dónde radica en verdad la causa de este desquiciamiento de los sentimientos humanos? La pregunta tiene aún difícil e incompleta respuesta. La civilización, con su extraordinario y constante avance material […] es —puede afirmarse así— el principal motivo impulsor del dramático auge alcanzado por esta especie abominable de hechos antisociales. […] La vida moderna, con la ausencia casi total del calor de los padres en la actualidad del hogar, la transformación en las costumbres y la moral hiriendo en lo más hondo de la organización familiar, el desarrollo incontrolable de la radio y la televisión y la facilidad de comunicación que han empequeñecido el mundo en el que vivimos, son factores fundamentales que han influido poderosamente en la creación de este problema. Nos hemos quedado muy atrás en el terreno espiritual.40

Por su parte, los pedagogos locales consideraban que el incremento de la criminalidad se debía a la flexibilidad paterna pues según esta opinión, los padres habían perdido toda la autoridad sobre sus hijos, una vez que las corrientes psicológicas del momento, importadas sobre todo de Estados Unidos, habían proscrito los castigos corporales.41 Según estos criterios, la supresión de aquellos y la concesión de derechos a los menores, socavaban la autoridad familiar, lo cual daba pie a la creación de ciudadanos que carecerían de valores como la responsabilidad y el respeto a la autoridad. Un importante pedagogo pinareño, en un libro doctrinario sobre educación familiar, explicaba este precepto: 39. “Muerto a Balazos por su tío un joven en un bar de esta ciudad”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 16 de agosto, 1958, 7. 40. Edmundo Alemany Poch, “Criminalidad”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 11 de octubre, 1958, 6. 41. Benjamin Spock, The common sense book of baby and child care (Buenos Aires: Javier Vergara Editor, 1989). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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Hay crisis de padres porque hoy, doloroso es decirlo, pero salvo excepciones, están gobernando los niños en la casa. La opinión de gran parte de los padres no tiene la efectividad de antes. Se ha perdido la autoridad paterna de antaño. En que los niños se dominaban con miradas; se ha hecho dejación de funciones y hoy, son los niños párvulos los que eligen la escuela donde les gusta asistir; la motocicleta aunque en ello le vaya la vida en la calle […] sin saber ese padre que tal vez estén propiciando la propia muerte, por exceso de complacencias.42

La poca exigencia de los padres, lejos de educar y hacer felices a los niños, generaba personalidades alienadas, embriones de la criminalidad futura. Se ve entonces, que en vez de ofrecer una explicación real sobre las causas que motivaban la comisión de delitos, la opinión pública acudía a viejos postulados positivistas en los que se identificaba la delincuencia con un asunto patológico. Téngase en cuenta que desde finales del siglo XIX, Cuba recibió el impacto del positivismo criminológico, y ajustándose a las concepciones de estos autores, los médicos higienistas así como el sistema educacional, se ampararon en estos preceptos para calificar científicamente como perversos y desequilibrados a aquellos sujetos que se salieran de la norma o que provinieran de contextos calificados como disfuncionales. Estas clasificaciones —parte del proceso de criminalización— fueron empleadas en aras de ejercer un control sobre clases sociales emergentes o sobre sujetos cuya conducta les contraponía a los intereses políticos de las clases hegemónicas.43 Aunque atemperadas por criterios más sociológicos, todavía en la década del cincuenta persistía la idea de creer que la conducta criminal era producto de desequilibrios biológicos. Por tanto, se apelaba a la ciencia médica para declarar como dementes a aquellos que cometían crímenes o que potencialmente podrían llegar a hacerlo. Estas opiniones estaban sustentadas por el cuerpo penal vigente en el período,44 42. Rogelio Raymat García, Educación Popular, 119-120. 43. León Iglesias Juana Marta, “Represión al crimen: las instituciones de justicia y policía en la ciudad de Pinar del Río, Cuba (1938-1958)”, Cuadernos de Historia (Santiago) n.o 39 (2013), 93-111. 44. El texto penal vigente durante la década de 1950 era el Código de Defensa Social, puesto en vigor desde 1938. Influenciado por el positivismo criminológico, se basaba en dos premisas fundamentales: el de la defensa social y el de la peligrosidad de los delincuentes. Por demás, establecía índices o grados de peligrosidad, y tipificaba una serie de comportamientos que aun cuando no se consideraban delito, ponían a los individuos en estado predelictivo. Entre estos se encontraba la enajenación mental permanente, el cretinismo, la imbecilidad, la embriaguez habitual y el ejercicio de vicios moralmente reprobables. Ver: José Agustín Martínez, Código de Defensa Social (La Habana: Jesús Montero Editor, 1936), 190. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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el cual disponía una serie de medidas de internamiento para los posibles criminales. Este fue el caso del menor René Rodríguez, quien fue presentado a las autoridades por vagabundo. Los médicos que recomendaron su internación, observaron “índices de peligrosidad pre-delictiva por enajenación mental”, y acordaron enviarlo al Hospital Psiquiátrico de Mazorra en La Habana.45 Eran los doctores quienes tenían la potestad para determinar la cualidad de saludable o enfermo de los individuos y, con ello, su destino. Sin embargo, esta distinción estaba, como afirma Foucault,46 validada por los intereses del poder, quien tiene a su cargo la facultad de delimitar qué comportamientos serán considerados anormales y ofensivos al cuerpo social. Por otro lado, la década de los cincuenta también fue un momento en el que la radio y la televisión, ganaron pronto amplia aceptación popular, ya que proporcionaban contenidos entretenidos y accesibles a grandes sectores de la población. Por demás, fueron vehículos ideales para difundir el estilo de vida estadounidense. 47 Al incrementarse las exhibiciones de filmes sobre bandidos, fríos asesinos, damas sensuales y fatales, bien pronto fueron valorados como causa del crimen común. Algo similar ocurrió con la irrupción del rock and roll, dada la polémica que rodeó el surgimiento de ese género musical. En 1958, las carteleras de los cines pinareños exhibían filmes como Bandido (1956), Brindis de Sangre (1957) y La mujer que inventó el amor (1956).48 Esta última provocó la creación por parte de la Iglesia Católica, de la llamada Legión de la Decencia, la cual tenía entre sus fines “combatir la inmoralidad”, a través del control de “los espectáculos públicos y las películas prohibidas para menores”, además de otros hechos más graves como la prostitución y el juego ilícito.49 La presentación de historias violentas o con matices eróticos hería las sensibilidades más conservadoras y alentaba las discusiones referidas a la formación de las generaciones venideras. No pocos se preocupaban y escandalizaban por la repercu45. José Cantón Navarro, “De San Cristóbal”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 16 de febrero, 1957, 6. 46. Foucault Michel, Microfísica del poder (Madrid: La Piqueta, 1979). 47. Reinier Borrego Moreno, “La dominación anunciada: Publicidad comercial y fantasía norteamericana en Cuba (1948-1958)”, Perfiles de la Cultura Cubana, n.o 13 (2014), http://www.perfiles.cult.cu/article_c. php?numero=13&article_id=326. (consultado el 3 de diciembre de 2014). 48. “Cartelera Cultural”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 16 de febrero, 1958, 5. 49. “Acta de reunión de la Asociación de Caballeros Católicos” (5 de marzo de 1956), en Archivo de la Diócesis de Pinar del Río (ADPR), Fondo Acción Católica (sin procesar). Sin folio [s.fol.] N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

Juana Marta León Iglesias 283 sión que los medios audiovisuales pudieran ejercer en las mentes juveniles. En este sentido, un comentarista afirmaba que “lo que se está oyendo (y viendo) en los cines locales le mete miedo a los que lo han visto y oído todo”50. En esa misma línea de pensamiento, otro comentarista cultural se lamentaba de que la mayor parte de las producciones solamente fomentaran conductas antisociales en niños y adultos. En este sentido, apuntaba que: El espíritu infantil del niño se ve constantemente contaminado por las malas influencias del cine corruptor […] que abusa de la debilidad mental de los niños cuando acapara su atención para después proyectarla sobre una película dañina y vulgar, donde siempre se destaca la personalidad de un siniestro sujeto que viola las leyes, las costumbres sociales y las reglas de una conducta moral […] Las películas dejan una impresión obscena depositada en el cerebro débil del niño […] Esta concepción encuentra su máximo apoyo en los numerosos niños desequilibrados psíquicamente que deambulan por las calles de nuestra capital, en forma de pandillas, llegando a convertirse en delincuentes.51

La creencia de que el crimen tenía su origen en la emulación de patrones atractivos pero perjudiciales propagados a través del cine, se hizo patente cuando en 1958 un importante pedagogo pinareño se quejaba de que los contenidos de los medios de comunicación eran fuente de perversión en los jóvenes, pues incentivaban el crimen: El cinematógrafo, corruptor de la juventud, propagandista de todas las desnudeces, de todas las relajaciones, desde la fuma de mariguana al asesinato alevoso y artero, celosamente preparado, junto con la infidelidad de la esposa […] La prensa y las revistas, propagandistas de todos los suicidios, de todos los desnudos no artísticos en todas las poses y de todos los crímenes pasionales y asesinatos más horrendos, que interesan solo a la justicia, y que debieran permanecer en las fojas de un sumario.52

Como el cine, la irrupción del rock and roll también provocó opiniones desfavorables en gran parte de la intelectualidad pinareña. Como es sabido, este género musical y la estética que le acompañaba fueron objeto de fuertes controversias, ya que representaba la rebeldía de una juventud que intentaban buscar su propio universo 50. “Sección De Todo un Poco”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 28 de junio, 1958, 8. 51. Edelberto Hernández, “El cine desde el punto de vista social y pedagógico”, Heraldo Pinareño, Pinar del Río, 20 de octubre, 1951, 2. 52. Rogelio Raymat García, Educación Popular, 117. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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sonoro y social, desde una fusión de diversos ritmos en la que no se excluía la música de los afronorteamericanos. En el caso de Pinar del Río, pese a que la influencia cultural de la llamada generación beatnik norteamericana parece no haber sido notable, la prensa de la ciudad reaccionó hostilmente ante la influencia de este género musical en el comportamiento de la sociedad pinareña. Era común que se homologara el debilitamiento de las normas sociales a la llegada del rock and roll; por ello el Vocero Occidental, se lamentaba de que por ese motivo se desconocieran las normas de educación formal, incluso en predios tan solemnes, como los espacios de administración de justicia.53 Junto a la música y el cine, la ciencia estaba abriéndose un lugar en las mentalidades colectivas, y este proceso de legitimación también alcanzó la esfera criminológica, aunque en el caso de Cuba, la aplicación de métodos científicos en ese campo, se remontaba a unas décadas atrás. Sin embargo, no fue sino hasta los años cincuenta que tal vez como forma de intimidar a los potenciales delincuentes, cobró auge la publicación de artículos aparentemente desprovistos de intencionalidad o no relacionados con hechos criminales ocurridos en la ciudad. En tales notas se insistía en la incorporación de metodologías modernas para identificar al criminal, y en este sentido es significativo un artículo en el que se afirmaba que: Los métodos de investigación criminal han adelantado tanto, que un pelo, un trocito de madera, hasta una molécula de polvo, pueden servir para identificar al criminal que creyó realizar un crimen perfecto. La investigación científica ha triunfado a acosta de la deductiva.54

Un año más tarde, la propia prensa afirmaba que la criminalidad común había crecido con respecto al año anterior.55 En este contexto, la opinión pública culpaba al gobierno y la sociedad civil por la poca efectividad de las políticas que se trazaron para prevenir y castigar a los delincuentes. Por ellos se comenzaron a retomar de forma tal vez romántica, las historias de criminales que cometieron hechos alevosos, pero que pasaron sus últimos momentos envueltos en el dolor y el arrepentimiento. Reconociendo entonces las carencias de la justicia terrena, en una ciudad como Pinar 53. “Sección De Todo un Poco”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 2 de febrero, 1957, 8. 54. “Los asesinos más expertos dejan huellas para los detectives”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 5 de enero, 1957, 11. 55. “Existió alarmante alza de la criminalidad el año pasado”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 6 de septiembre, 1958, 1. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

Juana Marta León Iglesias 285 del Río en donde la justicia y la ley se aplicaban de forma diferencial, según fuera la clase social del criminal,56 los redactores preferían remitirse a la justicia divina, como el último juez ante el cual debía rendir cuentas el criminal. Así por ejemplo, se escribió la notica sobre el moribundo Angelo LaMarca, autor del secuestro y asesinato del niño Peter Weinberger. El periodista, suponiendo que el homicida —quien murió ejecutado en la silla eléctrica en el año 1958— se había arrepentido en su agonía, afirmaba: Se ha hecho justicia, justicia humana. O por lo menos, lo que hasta ahora entendemos por ello. Pero falta aún otra justicia superior: la justicia divina, ante la que irremediablemente tendrá que rendir cuentas el sádico criminal […] el crimen nunca paga.57

Los discursos sobre el crimen común y sus causas, profundizaron sobre todo en las características psicológicas del individuo y en su reacción particular frente al entorno. Ese pensamiento, enmarcado en el sentimiento de orgullo local, concibió una representación en donde el crimen era visto como una desviación fruto de la mala educación social; situación que conllevó a reclamar a las instancias de control social, una mayor contundencia en su operación a fin de impedir la desaparición de los valores seculares.

Conclusiones Las causas del crimen común, según la prensa pinareña, estaban determinadas por la influencia de elementos culturales foráneos que, como parte del proceso de modernización de la ciudad, transformaron los estilos de vida tradicionales. Entre las cuestiones que según los periodistas propiciaron ese cambio, se destacaba la deficiente crianza de los hijos por padres mimadores incapaces de ofrecer una correcta educación; y la influencia de la música y el cine de origen estadounidense, ya que estos sintetizaban los ideales de rebeldía de la generación de 1950, corrompiendo así a los jóvenes y “deteriorando” su sentido moral. Como una suerte de antídoto contra estos males, los articulistas remarcaban los avances científicos y sus aplicaciones destinadas a refinar la identificación del criminal, como una forma de poder demostrar la imposibilidad de la impunidad. Finalmente, cabe destacar que el presente trabajo, 56. Juana Marta León Iglesias, “Represión al crimen: las instituciones de justicia y policía”, 93-111. 57. Alemany Poch Edmundo, “Justicia”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 1 de agosto, 1958, 8. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 265-290

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priorizó los factores de origen externo que influyeron en estos discursos, y por eso no se ocupó de los elementos de orden interno que, como la crisis económica nacional o las contradicciones sociales del período, pudieron influir en el comportamiento de la criminalidad.

Bibliografía Fuentes primarias Archivo Archivo de la Diócesis de Pinar del Río (ADPR), Pinar del Río-Cuba. Fondo Acción Católica (sin procesar). Archivo Histórico Provincial de Pinar del Río (AHPPR), Pinar del Río-Cuba. Fondo Audiencia Sala Penal. Archivo Histórico Provincial de Pinar del Río (AHPPR), Pinar del Río, Cuba. Fondo Tribunal de Urgencia. Publicaciones periódicas “Abandonado Pinar del Río por el Ministerio de Salubridad”. Vocero Occidental, Pinar del Río, 1 de junio, 1957, 1. “Cartelera Cultural”, Vocero Occidental, Pinar del Río, 16 de febrero, 1958, 5. “Existió alarmante alza de la criminalidad el año pasado”. Vocero Occidental, Pinar del Río, 6 de septiembre, 1958, 1. “Los asesinos más expertos dejan huellas para los detectives”. Vocero Occidental, Pinar del Río, 5 de enero, 1957, 11. “Sección De Todo un Poco”. Vocero Occidental. Pinar del Río, 28 de junio, 1958, 8.

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Juana Marta León Iglesias 287 “Sección De Todo un Poco”. Vocero Occidental. Pinar del Río, 2 de febrero, 1957, 8. “Somos una gran ciudad: demandemos más y mejor salubridad”. Vocero Occidental, Pinar del Río, 12 de julio, 1958, 7. Alemany Poch, Edmundo. “Criminalidad”. Vocero Occidental, Pinar del Río, 11 de octubre, 1958, 6. Alemany Poch, Edmundo. “Justicia”. Vocero Occidental, Pinar del Río, 1 de agosto, 1958, 8. Cantón Navarro, José. “De San Cristóbal”. Vocero Occidental, Pinar del Río, 16 de febrero, 1957, 6. Hernández, Edelberto. “El cine desde el punto de vista social y pedagógico”. Heraldo Pinareño, Pinar del Río, 20 de octubre, 1951, 2. Herrera Quintans, Alfredo. “Mi pueblo y nuestro pueblo”. Pinar del Río Vol: 2 n.o 19 (1949): 15-17. Herrera Rodríguez, Roberto. “Pinar del Río evoluciona de aldea a gran ciudad”. Pinar del Río Vol: 2 n.o 13 (1948): 12-13. Libros Olmetid, Victor H. Censo de la República de Cuba bajo la administración provisional de los Estados Unidos. Washington: Oficina del Censo de los Estados Unidos, 1908. Raymat García, Rogelio. Educación Popular: Libro del Hogar, de la Escuela y de la Sociedad. La Habana: Imprenta P. Fernández y Cía., 1957. República de Cuba. Informe del Censo de Población, Viviendas y Electoral. La Habana: Imprenta P. Fernández y Cía., 1953.

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.48716

La propuesta conservadora frente al proyecto educativo del liberalismo radical: la defensa de una educación católica a través de la prensa y las asociaciones* Juliana Jaramillo Jaramillo** Resumen Durante la segunda mitad del siglo XIX colombiano, sectores conservadores y allegados a la iglesia católica se opusieron al proyecto educativo propuesto por el gobierno liberal, entre 1860 y 1870, debido a su orientación laica, la cual aquellos veían como una amenaza para la estabilidad de la religión y la iglesia en el país. A raíz de esto los grupos “procatólicos” emprendieron una ofensiva contra el gobierno para hacer frente a su proyecto educativo y promover al mismo tiempo su propia propuesta pedagógica. El presente artículo tiene por objeto examinar dos de los mecanismos centrales a los que aquellos recurrieron con el fin mencionado, tales fueron la prensa y las asociaciones. De este modo, se pretende que este examen contribuya a una mejor comprensión de la transformación que tuvo la educación colombiana hacia el último cuarto del siglo XIX, al pasar de un modelo educativo laico a uno confesional. Palabras clave: Colombia, siglo XIX, educación, catolicismo, prensa, asociaciones.

Artículo recibido el 29 de enero de 2015 y aprobado el 1 de junio de 2015. Artículo de investigación. Historiadora y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Coordinadora de Investigación en la Corporación Universitaria Minuto de Dios, Seccional Bello. Bello-Colombia. Correo electrónico: [email protected] *

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Abstract During the second half of Colombian nineteenth century, conservatives and people who were close to the Catholic Church, opposed to the public educational project proposed by the Liberal government between 1860 and 1870, due to its secular orientation which was viewed as a threat to the stability of religion and Catholic Church in the country. Because of this, the “procatholic” groups launched an offensive against the government to fight its educative project and to promote at the same time their own pedagogical project. This article aims to examine two of the central mechanisms that they used with the goal mentioned, such were the press and the associations. Thus, it is intended that this review will help to better understand the transformation that took Colombian education, towards the last quarter of the nineteenth century, from a secular educational model to a confessional one. Keywords: Colombia, nineteenth century, education, catholicism, periodicals, associations.

Introducción Hacia mediados de 1880 el rumbo de la educación colombiana dio un giro radical. Tras vencer a los liberales en el campo de batalla, los conservadores asumieron el poder ejecutivo y expidieron una nueva carta política sentando así las bases de un gobierno centralista y de orientación tradicionalista y procatólica. Su llegada a las esferas del gobierno también les permitió poner punto final al proyecto educativo liberal lanzado entre las décadas de 1860 y 1870, al reemplazarlo por una propuesta educativa de carácter confesional. A diferencia de sus opositores, quienes favorecían un modelo laico y de orientación racionalista, los conservadores consideraban que la enseñanza debía fundamentarse en principios religiosos y que la iglesia debía ser, antes que el Estado, la institución llamada a dirigir la educación nacional. Bajo esta idea, el gobierno conservador firmó en 1887 un Concordato con la Santa Sede mediante el cual se otorgó a la iglesia amplios privilegios en la vida educativa y, adicionalmente, se acordaron medidas para trasladar comunidades religiosas al país con la misión de instruir al pueblo colombiano. Este giro en la gestión educativa del país, convirtió a Colombia —como señaló el historiador norteamericano Vincent Farrell— en un caso particular N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

Juliana Jaramillo Jaramillo 293 dentro del conjunto de las repúblicas hispanoamericanas, ya que mientras en estas la tendencia dominante había sido la instauración de sistemas de instrucción pública seculares y controlados por el Estado, en el caso colombiano se dispensó a la iglesia un papel protagónico en su devenir educativo.1 La historiografía del país ha estudiado ampliamente las diferencias que en materia educativa tuvieron liberales y conservadores, caracterizando los debates, los discursos y las concepciones ideológicas que los enfrentaron.2 Una menor atención se ha prestado, sin embargo, a las estrategias que en el terreno práctico se pusieron en marcha para defender las respectivas apuestas pedagógicas; desatención que ha sido más notoria en lo que respecta al bando tradicionalista. El presente artículo se orienta en esta dirección. Su objetivo es dar cuenta del programa adelantado por los sectores conservadores para desafiar el proyecto educativo liberal, y promover al mismo tiempo su propio ideal sobre dicho tema. Más que los contenidos de las polémicas intelectuales, lo que nos interesa aquí son los mecanismos de acción, y especialmente dos que fueron fundamentales: las asociaciones y la prensa. Estos dos escenarios se constituyeron para los líderes de la oposición conservadora, en instrumentos clave para movilizar y comprometer a su favor la opinión de amplios sectores de la población. Los estudios sobre las prácticas asociativas y periodísticas realizados por la historiografía hispanoamericana, como los trabajos de François-Xavier Guerra, Hilda Sabato, Carlos Forment y Gilberto Loaiza Cano,3 han puesto de relieve la importancia que aquellas tuvieron en los procesos de definición de la vida pública de los nacientes 1. Sobre el papel de la iglesia católica en la educación colombiana durante los años de 1886 a 1930, ver Robert Vincent Farrell, “The Catholic Church and Colombian Education, 1886-1930. In Search of a Tradition” (tesis PhD en Filosofía, Columbia University, 1974). 2. Jane Rausch, La educación durante el federalismo: la reforma escolar de 1870 (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo-Universidad Pedagógica Nacional, 1993); Jorge Enrique González, Legitimidad y cultura: Educación, cultura y política en los Estados Unidos de Colombia, 1863-1886 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005); y Olga Lucía Zuluaga, Colombia: dos modelos de su práctica pedagógica durante el siglo XIX (Medellín: Universidad de Antioquia, 1979). 3. François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (México: Fondo de Cultura Económica-MAPFRE, 1993); Hilda Sabato, “Estado y sociedad civil, 18601920”, en De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de la iniciativa asociativa en Argentina, 1776-1990, eds. Roberto Di Stefano et al. (Buenos Aires: GADIS, 2002), 99-167; Carlos Forment, Democracy in Latin America 1760-1900. Civic selfhood and public life in Mexico and Peru (Chicago: The University of Chicago Press, 2003); Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación (Colombia, 1820-1886) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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estados americanos. Tanto la prensa como las agrupaciones voluntarias, ofrecieron a la población civil nuevas formas de sociabilidad que por su orientación más libre e igualitaria propiciaron el desarrollo de debates y la intervención de numerosos individuos en variados campos de la esfera pública. Se trata, por consiguiente, de prácticas cuyo estudio permite acceder a un panorama más amplio —que no restringido a los grupos dirigentes o a las élites políticas— de la participación que tuvieron individuos de distinta procedencia social en los procesos que marcaron el devenir histórico de las sociedades americanas. Así, para el caso particular de este texto, el estudio realizado sobre las prácticas periodísticas y asociativas permitirá mostrar la importante movilización que hacia la década de 1870 se desarrolló en el país en torno a la definición de la educación nacional.

1. El proyecto educativo liberal y la oposición conservadora En la historia colombiana del siglo XIX el llamado periodo federal que comprendió los años de 1863 a 1885 ha sido conocido como la edad dorada de la educación colombiana. Durante estos años el gobierno que se encontraba en manos del partido liberal puso en marcha la que fue hasta entonces la propuesta de instrucción pública más ambiciosa que se había impulsado en el país. A diferencia de los liberales, que gobernaron en la mitad del siglo y defendieron tenazmente las ideas del librecambio y, en consecuencia, una política no-intervencionista, la generación de liberales que ocupó el poder entre las décadas del sesenta y el ochenta propugnó decididamente por un mayor protagonismo del Estado en la vida pública, sobre todo en lo referente a la educación y a las vías de comunicación, dos campos en los que la iniciativa privada, según se pensaba, había sido ineficiente hasta entonces.4 Convencidos entonces de esta urgencia, los dirigentes liberales expidieron en 1867 una ley que dio origen a la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, conformada por seis escuelas y provista de becas destinadas a costear el estudio y la manutención de jóvenes provenientes de los nueve estados en que se dividía el país;5 y tres años más tarde, el 1.o de noviembre de 1870, promulgaron el 4. David Church Johnson, Santander siglo XIX. Cambios socioeconómicos (Bogotá: Carlos Valencia editores, 1984). 5. “Lei que crea la Universidad nacional de los Estados Unidos de Colombia”, Anales de la Universidad N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

Juliana Jaramillo Jaramillo 295 Decreto Orgánico de la Instrucción pública primaria (en adelante DOIPP) mediante el cual se dispuso la organización de las escuelas primarias bajo un sistema uniforme y centralizado; se declaró la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza para la población infantil en edad escolar (7 a 15 años aproximadamente); y se ordenó la creación de escuelas normales en todos los estados para la formación profesional de maestros y maestras.6 Para ese entonces, los contemporáneos estimaban que la tasa de analfabetismo en Colombia, un país que no superaba los tres millones de habitantes, era mayor al 90% de la población; una cifra que resultaba naturalmente alarmante, pero que por lo mismo servía perfectamente para justificar la determinación del gobierno de emplear “una parte de los recursos de la colectividad en difundir la instrucción”7. A pesar del amplio consenso que pareció existir entre las élites decimonónicas sobre la importancia que debía tener la educación en la consolidación del nuevo orden republicano, y a pesar de que la reforma de los liberales pretendía responder a la demanda de un Estado más atento a la instrucción pública, demanda que provenía no solo de las élites liberales sino también de las conservadoras y de los sectores populares, una serie de circunstancias y medidas poco afortunadas impidieron que la propuesta de instrucción liberal fuera bien acogida por buena parte de la población. En particular, hechos como que el DOIPP no estableciera la enseñanza religiosa como una materia obligatoria en el currículo de las escuelas primarias y normales; que una ley dispusiera que las polémicas obras de Jeremy Bentham y Destutt de Tracy —dos autores condenados por la iglesia dadas sus posturas— se asignaran como textos de estudio en la Universidad; o que el gobierno liberal contratara a nueve maestros alemanes, siete de los cuales eran protestantes, para dirigir las futuras escuelas normales, fueron disposiciones que como cabe esperar generaron gran molestia entre los sectores más conservadores y allegados a la iglesia. Para estos últimos, aquellas medidas demostraban claramente que detrás del proyecto instruccionista no había un interés genuino y patriótico del gobierno liberal por el progreso de la educación Nacional de los Estados Unidos de Colombia, Bogotá, septiembre, 1868, 7-9; y “Decreto Orgánico de la Universidad nacional”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, Bogotá, septiembre, 1868, 17-59. 6. Estados Unidos de Colombia, Decreto Orgánico de la Instrucción pública primaria (Bogotá: Imprenta de la Nación, 1870). 7. Aníbal Galindo, Historia económica i estadística de la Hacienda Nacional desde la Colonia hasta nuestros días (Bogotá: Imprenta de Nicolás Pontón y Compañía, 1874), 102. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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nacional, sino antes bien un “malévolo plan” destinado a atacar la institución eclesiástica y a desterrar la fe católica de la sociedad colombiana.8 En síntesis, aquellos veían la reforma educativa como una más de las tantas medidas anticlericales —además de la desamortización de bienes eclesiásticos, la expulsión de comunidades religiosas o la tuición de cultos— que los “enemigos de la Iglesia” habían estado promoviendo en el país desde sus primeros años de vida independiente.9 Así las cosas, la resistencia contra la reforma no se hizo esperar. En cabeza de la reacción estuvo un grupo de jerarcas de la iglesia colombiana y de representantes del conservatismo, entre los que se encontraban principalmente los llamados escritores católicos.10 Ambos grupos unieron fuerzas y desplegaron una intensa e incendiaria campaña de desprestigio contra el gobierno liberal y sobre todo contra su proyecto de instrucción, en una ofensiva “procatólica” que se desarrolló principalmente partir de cuatro frentes. Primero la prensa, con los periódicos religiosos, entre los cuales se encontraban La Caridad (Bogotá, 1864-1879), El Tradicionista (Bogotá, 1871-1876), La Sociedad (Medellín, 1872-1876) y Los Principios Políticos-Religiosos (Popayán, 18711874).11 Segundo desde el campo asociativo, mediante la fundación y participación 8. La anterior fue una afirmación común en la prensa católica de la época. Ver: “Escuelas masónicas”, La Caridad, Bogotá, 15 de julio, 1875, 555-558. 9. Sobre la reacción que generó la reforma educativa entre el clero y los conservadores, ver Jane Rausch, La educación durante el federalismo; Luis Javier Ortiz Mesa, Obispos, clérigos y fieles en pie de guerra. Antioquia, 1870-1880 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia-Universidad de Antioquia, 2010); Gilberto Loaiza, Sociabilidad, religión y política, 184-188; y Fernán González González, “Iglesia y estado desde la convención de Rionegro hasta el Olimpo Radical 1863-1878”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura n.o 15 (1987): 128-130. 10. Los escritores católicos fueron un grupo de “hombres de letras” de origen laico que asumieron desde el campo de la producción intelectual la defensa de la Iglesia y la doctrina católica. También se les conoció con el nombre de apologistas o polemistas católicos. Ver: Sergio Mejía Macía, El pasado como refugio y esperanza: la historia eclesiástica y civil de Nueva Granada de José Manuel Groot (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo-Universidad de los Andes, 2009). Sobre el tema particular de la participación de la intelectualidad católica conservadora en la prensa para el fin descrito, ver William Elvis Plata Quezada, “Catolicismo y prensa en el siglo XIX colombiano: compleja inserción de la Iglesia en la modernidad”, Franciscanum Vol: LVI n.o 15 (2014): 161-211. 11. Sobre la oposición que hicieron dos de los periódicos mencionados al DOIPP, ver Amparo Martínez Correa, “La instrucción pública primaria en Antioquia durante la reforma instruccionista a través del periódico ‘La Sociedad’, 1870-1876: aspectos político religiosos” (tesis de Maestría en Educación, Universidad de Antioquia, 1991); y Gilberto Morales Higuita, “La reforma educativa de 1870. Una lectura en las páginas de ‘El Tradicionista’” (tesis de pregrado en Historia, Universidad Nacional de Colombia, 2003). N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

Juliana Jaramillo Jaramillo 297 en asociaciones de militancia católica. Fue este el caso de Miguel Antonio Caro, quien fundó en 1871 la Juventud Católica de Bogotá, y el de Mariano Ospina Rodríguez quien lideró la importante red de Sociedades Católicas que desde 1872 se crearon en Antioquia y otras regiones del país.Tercero a través de la política con la fundación de un Partido Católico en 1871.12 Y cuarto por medio de la educación, gracias a la promoción y creación de instituciones de enseñanza orientadas por principios religiosos.

2. La “solución conservadora” a la cuestión educativa Ante la lluvia de críticas que recayeron sobre la reforma, los liberales recurrieron a medios similares a los empleados por sus opositores para armar su defensa. En variados casos también respondieron a aquellos de manera desafiante; con una intención claramente provocadora dirigieron a través de sus publicaciones reiteradas invitaciones a los conservadores y a los curas a fundar sus propias escuelas. Si tan grande era el interés que estos declaraban por regentar la educación popular y si, como afirmaban, era la iglesia la llamada a ejercer la potestad de la educación nacional,13 ¿por qué entonces —manifestaban los liberales— no se dedicaban aquellos a establecer escuelas y difundir ampliamente los beneficios de la ilustración a las clases populares? El cuestionamiento de los liberales resultaba sin duda desafiante. Sin embargo, más que la iglesia —entendida esta como una unidad— fueron los civiles quienes en alianza con un grupo de clérigos fueron capaces, y por lo menos hasta cierto punto, de responder a esos desafíos. La iglesia colombiana, hubiese pretendido o no sustituir al Estado en sus funciones educativas, se encontraba para entonces en una situación de gran desventaja para lograr con éxito ese cometido. Por un lado, porque sus recur12. Las bases y el programa de este partido fueron publicadas en el periódico fundado y dirigido por Miguel A. Caro, El Tradicionista, Bogotá, 21 de noviembre, 1871. 13. De acuerdo con Farrell, la prensa católica de la década del ochenta atacó la idea de un Estado Docente y enfatizó en el derecho divino de la iglesia a educar: “According to Catholic thinking the Church ‘is the rightful teacher, not the State. The latter institution must protect instruction, but it can never be the ‘doctor’ of society’”. El autor toma la anterior cita de: Anales Religiosos de Colombia, Bogotá, 15 de junio de 1885. Ver: Robert Vincent Farrell, “The Catholic Church”, 22. Uno de los capítulos de su tesis fue traducido al español y publicado con el siguiente título: Robert Vincent Farrell, “Una época de polémicas: críticos y defensores de la educación católica durante la Regeneración”, Revista Colombiana de Educación n.o 35 (1997): 5-39. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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sos se habían estado reduciendo desde los primeros años de vida republicana a causa de las políticas “anticlericales”, condición que se agravó en las décadas del sesenta y setenta al decretarse la desamortización de los “bienes de manos muertas”14. Y por otro lado, porque el personal eclesiástico se encontraba aminorado, como efecto de políticas liberales de años anteriores que llevaron a la supresión y la clausura de la mayoría de los conventos, órdenes, colegios y seminarios donde se reclutaban y formaban los nuevos religiosos. A causa de esto podría pensarse que la insuficiencia no era solamente numérica, sino que también representaba ciertas carencias en lo relativo al nivel de formación intelectual del cuerpo claerical.15 Aquel era entonces un desafío que superaba las fuerzas de la iglesia colombiana de ese entonces. Sin la cooperación del Estado, como lo aseguraba el dirigente liberal Salvador Camacho Roldán, la iglesia era incapaz de satisfacer por sí misma las necesidades educativas de la nación. Más allá de los esfuerzos aislados y de poco alcance que algunos curas lograban realizar al abrir pequeñas escuelas y colegios en sus parroquias, era poco lo que aquella podía realmente hacer de una manera amplia y sistemática: El clero católico no puede enseñar. No tiene rentas para dar gratuita la enseñanza a las clases pobres, como puede hacerlo el Gobierno; no tiene organización alguna que le permita formar maestros; no tiene la confianza pública en cuanto al objeto primordial a que se dirigen sus instituciones docentes; […] Ahora bien: si la Iglesia no puede fun14. Tomás Cipriano de Mosquera, “Decreto de septiembre de 1861 sobre desamortización de bienes de manos muertas”, Bogotá, 9 de septiembre de 1861. Este decreto determinó que todas las propiedades rústicas y urbanas, los capitales de censos y otros bienes pertenecientes a las corporaciones civiles y eclesiásticas fueran adjudicados a la nación “por el correspondiente a la renta neta que en la actualidad producen o pagan, calculada como rédito al 6 por 100 anual; y reconociéndose en renta sobre el Tesoro, al 6 por ciento”. Posteriormente, una nueva disposición expedida por el Congreso Nacional, la Ley 60 del 10 de junio de 1872, determinó en su artículo 10 “que la renta nominal de las entidades eclesiásticas sería reconocida al 3% y no al 6% como se había dispuesto antes”. Ver: Fernando Díaz Díaz, “Estado, Iglesia y desamortización”, en Manual de Historia de Colombia, tomo II (Bogotá: Procultura, 1984), 411-466; y Luis Javier Ortiz Mesa, Obispos, clérigos y fieles, 63. 15. Disposiciones sobre supresión y/o expulsión de órdenes religiosas fueron tomadas en distintos momentos del siglo XIX: durante las administraciones de Francisco de Paula Santander (décadas de 1820 y 1830), de José Hilario López (1849-1853) y de Tomas Cipriano Mosquera (décadas de 1860 y 1870). Refiriéndose a los efectos de estas medidas, los redactores de La Sociedad (Medellín) afirmaron lo siguiente: “La supresión de los conventos menores, y las numerosas secularizaciones […] redujeron mucho el número de religiosos. Abandonados los estudios, la ociosidad fue mayor, y mayores también sus malas consecuencias”. Ver: “Las órdenes monásticas y religiosas”, La Sociedad, Medellín, 17 de enero, 1874, 282. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

Juliana Jaramillo Jaramillo 299 dar escuelas ¿Qué se propone combatiendo sin descanso el respeto debido a las que sostiene el Gobierno? 16

Es importante anotar que la anterior opinión no era exclusiva de un representante de la élite liberal. En buena medida, también los conservadores, entre ellos algunas de sus figuras más notables como Miguel Antonio Caro, Mariano Ospina Rodríguez, José Manuel Groot y José Joaquín Ortiz, llegaron a pensar y a expresarse en este mismo sentido. Mal que bien, estos debieron reconocer que la iglesia colombiana no estaba preparada para asumir la misión de gran educadora. Para estos líderes conservadores, por tanto, la solución a la cuestión educativa nacional no estaba ni en manos de dicha institución —incapaz para el momento de estar a la altura de tan importante labor— ni mucho menos en las de un Estado cuyos gobernantes se conducían por principios ideológicos distintos a los suyos. Así, los conservadores hallaron la solución en otra parte, particularmente en un figura exterior: las comunidades religiosas de origen europeo. Para aquella época, en efecto, varias órdenes religiosas, como era el caso de los Jesuitas y los Hermanos Cristianos —del lado masculino— y de las de las Hermanas de la Caridad y las de Nuestra Señora de los Dolores —del lado femenino— se habían hecho a una gran fama internacional por su destacado papel en el campo educativo, hasta tal punto que también eran conocidas con el nombre de “comunidades docentes”. Los conservadores, entonces, propusieron que se trajeran algunas de estas compañías al país con el fin de hacerlas responsables de la educación nacional. A primera vista la “solución conservadora” no parece novedosa. Algunas de las órdenes religiosas que durante el periodo colonial se establecieron en el territorio, habían jugado desde entonces y hasta mediados del siglo XIX por lo menos, un papel importante en el campo educativo. Tales habían sido los casos sobre todo los Jesuitas, los Dominicos y los Franciscanos, en cuyas manos había estado el control 16. La anterior cita fue tomada de un artículo escrito por Camacho Roldán en 1881 con el objeto de contestar al artículo que había publicado el obispo de Popayán, Carlos Bermúdez, en La Semana Religiosa (Popayán), y en el cual este último se negaba a aceptar las medidas tomadas por el Gobierno para conciliar la “cuestión religiosa”, y declaraba que la iglesia católica “es la única que tiene la misión divina de enseñar a todas las gentes”. Camacho alegaba que esta era una pretensión carente de fundamento: “¿Por qué pretende el clero católico el privilegio de la enseñanza? ¿Quién le ha dado esa misión? ¿Qué títulos puede alegar para sustentarla?”. Ver: Salvador Camacho Roldán, “Punto negro en el horizonte”, en Escritos varios, tomo II, Camacho (Bogotá: Incunables, 1983), 97-111. Artículo publicado originalmente en el periódico La Unión, Bogotá, 27 de septiembre, 1881. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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de los colegios de enseñanza superior durante aquella época.17 Así pues, la novedad no residía tanto en la presencia de dichas órdenes, ya conocidas por los nacionales y particularmente por su papel pedagógico, a pesar de que para la década del sesenta la mayoría de ellas había desaparecido;18 sino que la novedad estaba sobre todo en sus alcances, en la medida en que las comunidades docentes —según proponían— llegarían para establecerse a lo largo y ancho del territorio, y se encargarían de educar, no solo a los sectores de las élites del país como había ocurrido antes, sino a los distintas clases sociales: los jóvenes y las jóvenes de las clases altas y bajas. Para los redactores de La Sociedad, periódico que dirigía en Medellín el líder conservador Mariano Ospina Rodríguez, cada comunidad podría hacerse cargo según su “especialidad” de alguno de los grados de la escala educativa. Para el caso de la enseñanza secundaria, la cual debía ser “clásica” y “científica”, lo más acorde era que la tomaran los Jesuitas, “que son los mejores y mas probados profesores conocidos en el mundo de la ciencia”. En los casos de la enseñanza elemental y la enseñanza de carácter técnico (artes y oficios mecánicos), por su cariz tradicionalista y conveniente sobre todo a los sectores populares, los encargados debían ser los Hermanos Cristianos. De la educación de la mujer, por último, se encargarían las comunidades docentes femeninas. Así, La Sociedad consideraba que con los esfuerzos sumados de todas estas órdenes se podría abarcar el amplio espectro de la educación nacional.19 17. Sobre la labor educativa de las órdenes religiosas durante el periodo colonial y republicano, ver Renán Silva Olarte, Universidad y sociedad en el Nuevo Reino de Granada. Contribución a un análisis histórico de la formación intelectual de la sociedad colombiana (Medellín: La Carreta editores, 2009); Renán Silva Olarte, Los Ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808. Genealogía de una comunidad de interpretación (Medellín y Bogotá: EAFIT-Banco de la República, 2008); Clara Guillén de Iriarte, Nobleza e Hidalguía en el Nuevo Reino de Granada. El Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, 1651-1820 (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1994); Clara Guillén de Iriarte, “Educación y poder, el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 1653-1853, Boletín de Historia y Antigüedades Vol: 86 (1999): 659-699; y Sergio Elías Ortiz, Del Colegio de la Compañía de Jesús a la Universidad de Nariño (1712-1904) (Pasto: Imprenta del Departamento, (1956). 18. Lo anterior a causa de las medidas tomadas por los gobiernos y que llevaron a su supresión o expulsión. Según Juan Felipe Córdoba, para la década del setenta solo quedaban en el país dos congregaciones masculinas: los Filipenses que se habían radicado en Pasto en 1830 y los padres Lazaristas que se instalaron en Popayán en 1870, después de haber sido llamados por el obispo Carlos Bermúdez para dirigir el Seminario que este había instalado recientemente en aquella ciudad. Ver: Juan Felipe Córdoba, “Las comunidades de religiosos en Antioquia, 1885-1950”, en Memorias XI Congreso Colombiano de Historia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2000), http://relicultura.tripod.com/ponencias/juan_cordoba. Consultado el 9 de enero de 2015. 19. “Educación e instrucción”, La Sociedad, n.o 66, Medellín, 4 de septiembre, 1875, 170-171. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

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Convencidos entonces de que la educación no podía quedar en mejores manos, los conservadores y sectores procatólicos emprendieron una intensa campaña proselitista, cuyo desarrollo tuvo lugar principalmente a partir de dos frentes. Primero, el de la opinión pública, en donde la prensa se convirtió en una de sus principales herramientas para orientar al público a favor de sus propósitos. Y segundo, el frente de la acción colectiva, a través de la organización de asociaciones destinadas a convocar la ayuda y recursos de la población.

3. La batalla periodística por una educación católica Desde el lado periodístico encontramos los numerosos periódicos que los conservadores crearon durante las décadas del sesenta y setenta del siglo XIX, y que aprovecharon con fines propagandísticos para promover su modelo educativo de carácter confesional, y defenderlo como la alternativa ideal frente al programa de instrucción laica de los liberales. En algunas de sus más importantes publicaciones, como fueron La Caridad (Bogotá), La Sociedad (Medellín), El Tradicionista (Bogotá), El Catolicismo (Bogotá) y Los Principios Político-Religiosos (Popayán),20 surgieron numerosos artículos relacionados con las comunidades docentes, a través de los cuales buscaron ilustrar a los lectores sobre algunos de los rasgos más característicos de aquellas; aspectos sobre su organización, sus orígenes, sus fundadores y sus principios rectores. Pero además de este objetivo de familiarizar al público con las comunidades —y en especial con las que eran menos conocidas debido a su reciente origen o al hecho de 20. La Caridad inició su publicación en septiembre de 1864 en Bogotá bajo la dirección de José Joaquín Ortiz. Entre sus colaboradores estaban Venancio Ortiz, José Manuel Groot, José Caicedo Rojas, Manuel María Madiedo y José Manuel Marroquín. La Sociedad se fundó en Medellín en junio de 1872 por iniciativa de Mariano Ospina Rodríguez, quien fue uno de los principales líderes del partido conservador durante el siglo XIX. El periódico sirvió de órgano a los intereses de la Sociedad Católica de Medellín y al movimiento asociativo católico en general. El Tradicionista fue fundado por Miguel Antonio Caro en Bogotá en noviembre de 1871. De su publicación fue responsable una “Compañía Anónima organizada por miembros del Partido Católico con el objeto de imprimir, importar y difundir obras de carácter católico”. El Catolicismo fue creado por Manuel María Madiedo en Bogotá en mayo de 1868. Madiedo adoptó para su publicación el mismo nombre que había tenido el periódico creado por el Arzobispo Manuel José Mosquera en 1849, y que contó con la colaboración de los principales escritores católicos de aquella época, entre ellos, J. M. Groot, Rufino Cuervo y José Ignacio Márquez. Del periódico Los Principios Políticos-Religiosos, publicado en Popayán entre 1871 y 1874, estuvieron a cargo los líderes conservadores Sergio Arboleda y Carlos Albán. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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que nunca se habían establecido en el país— aquellas publicaciones tenían, ante todo, el propósito de convencer a los lectores sobre la idea de que para el país resultaba más conveniente dejar la educación en manos de las comunidades religiosas que en las de los gobiernos o en las de los particulares: “Cuanto mejor —afirmaba La Sociedad— que lo que hay hoy entre nosotros, no sería emplear lo que se gasta en instrucción publica, en traer de Europa profesores hábiles y dados al oficio, así para la enseñanza primaria como para la secundaria, que dirigieran a ese fin la juventud”21. Para los redactores de La Sociedad, esos “profesores hábiles” no eran otros que los miembros de las comunidades religiosas, en especial de dos de ellas hacia las que mostraban mayor predilección: los hermanos de las Escuelas Cristianas (o de La Salle), y las hermanas de la Enseñanza, “gentes que no enseñan por negocio, por ostentación ni por ningún interés precario y mundanal, sino por un fin santo, por un voto sagrado que tienen hecho a Dios de servirle en esa forma”22. Los publicistas católicos recurrieron a argumentos de la más diversa índole en su afán por demostrar la ventaja que en materia de enseñanza tenían las órdenes respecto a los laicos. En esa medida aquellos defendieron la índole religiosa de estos maestros como una de sus principales fortalezas pues, según afirmaban, las comunidades al estar integradas por individuos consagrados a la vida religiosa, podrían garantizar perfectamente la educación moral y católica del pueblo colombiano. Otra de sus premisas tenía que ver con los costos de la educación, ya que estos podrían reducirse si se entregaba su operación a las comunidades religiosas. De acuerdo con su explicación dicha situación se debía, por un lado, a las múltiples funciones que asumían sus miembros, ya que estos no solamente se hacían cargo de las tareas de enseñanza sino también de las relativas a la administración y dirección de sus establecimientos; y por otro lado, la vocación misma de las órdenes tenía consecuencias económicas positivas, en tanto estas asumían sus labores docentes como un “fin santo” y no con miras a lucrarse de ellas. Así, por ejemplo, lo señalaba La Sociedad al manifestar que en el caso de la comunidad de Nuestra Señora de los Dolores, sus hermanas hacían el trabajo sin esperar “otro sueldo ó remuneración que el modesto alimento de la Comunidad, el calzado y el vestido uniforme, que es singularmente económico”23. 21. “Educación e instrucción”, La Sociedad, n.o 66, Medellín, 4 de septiembre, 1875, 171. 22. “Educación e instrucción”, 17 La Sociedad, n.o 66, Medellín, 4 de septiembre, 1875, 171. 23. “Una reforma radical en la educación de las niñas”, La Sociedad, Medellín, 2 de noviembre, 1872, 161. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

Juliana Jaramillo Jaramillo 303 En ese orden de ideas, los conservadores consideraban que las comunidades religiosas ofrecían otra ganancia a nivel presupuestal. Gracias a la importancia que aquellas le atribuían a las actividades asistenciales, podría delegarse sobre ellas la misión de fundar y dirigir en el país establecimientos de beneficencia, tales como hospitales, casas de asilo y hospicios. Así, pues, con la llegada de órdenes religiosas al país se mataban dos pájaros de un solo tiro; la nación no solamente ahorraba gastos en materia de instrucción, sino que lo haría también en lo concerniente al ramo de la beneficencia pública.24 De otro lado un último aspecto al que los publicistas católicos dieron relevancia en su argumentación a favor de las comunidades, fue el de la calidad de la enseñanza. Para este fin lanzaron varios artículos, algunos de ellos tomados de publicaciones extranjeras, que apuntaban a mostrar los logros y la experiencia pedagógicas obtenidas por las comunidades religiosas. Hacia 1872, por ejemplo, La Sociedad publicó un artículo titulado “Escuelas legas comparadas con las de las órdenes católicas docentes”, cuyo contenido provenía de una hoja francesa llamada Patrie. Allí se proponía un estudio de carácter estadístico sobre la educación en Francia que buscaba demostrar la superioridad de la enseñanza dada por las órdenes religiosas respecto a la de las oficiales, adoptando como base el número de becas y reconocimientos recibidos por sus respectivos estudiantes. De acuerdo con aquel texto, mientras los alumnos de las órdenes docentes de París habían obtenido, en un periodo de veintitrés años (1848-1871), un total de 802 becas, los de las escuelas legas tan sólo habían obtenido 173 para un periodo similar. Adicionalmente, se hacía énfasis en la ventaja de las órdenes en lo relativo a la “grande economía de los gastos”, pues las escuelas parisinas, con sus 18.123 alumnos, costaban a la nación 617.947 francos anuales; mientras que las de las órdenes, a las que asisten 16.611 estudiantes sólo costaban 318.291, “la mitad menos que lo que cuestan las laicas”25. Lo anterior es una muestra de la compleja argumentación que desarrollaron los conservadores para defender su propuesta educativa. Como se vio, aquellos no solamente apelaron al fervor religioso de la población u otros elementos igualmente emotivos, sino que se valieron por igual de tesis que se distinguían por su carácter más objetivo y racional, y con las cuales se permitieron promover la labor 24. “Aprovechemos la ocasión”, La Sociedad, Medellín, 21 de marzo, 1875, 369. 25. “Escuelas legas comparadas con las de las órdenes católicas docentes”, La Sociedad, Medellín, 30 de noviembre, 1872, 197. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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pedagógica de las órdenes religiosas para defenderla como la solución educativa más viable para el país: “Decimos que no hay medio alguno de obtener una enseñanza perfeccionada, y conforme a nuestra situación social y a nuestros recursos, sino es confiarla a Órdenes docentes católicas”26.

4. El llamado a la acción colectiva La campaña por la causa católica también se apoyó en la congregación de cientos de fieles en asociaciones de militancia religiosa, como fueron para entonces las llamadas Sociedades Católicas, Asociaciones del Sagrado Corazón de Jesús y Juventudes Católicas. Entre los años de 1870 y 1880, cerca de 170 de estas asociaciones se fundaron en el país luego del llamado que varios curas, líderes conservadores y escritores católicos hicieron a la población para organizarse en pro de la defensa de la iglesia y la fe católica.27 Aunque ignoramos el número total de los individuos que pertenecieron a las mencionadas asociaciones, los datos que conocemos sobre algunas de ellas —suministrados por sus miembros o bien por los autores que se han ocupado de su estudio— sugieren que se trató de un fenómeno de participación social de considerables dimensiones. Así lo revelan, por ejemplo, los casos de las Sociedades Católicas de Cali y de Riosucio, poblaciones ubicadas en el Estado del Cauca, que contaban para 1876 con cerca de 800 y 500 miembros, respectivamente,28 o el de las Asociaciones del Sagrado Corazón de Jesús establecidas en la región antioqueña y las cuales sumaban para 1874 unos tres mil integrantes.29 A diferencia de las cofradías u otras organizaciones religiosas similares, caracterizadas por su cariz más contemplativo y relativo al mantenimiento del culto, las nuevas asociaciones católicas se distinguieron por el papel mucho más activo que tuvieron en la vida pública, a través de los campos político, 26. “Una reforma radical en la educación de las niñas”, La Sociedad, Medellín, 2 de noviembre, 1872, 162. 27. Juliana Jaramillo Jaramillo, “El movimiento educativo en los Estados Unidos de Colombia (18631886). Una mirada a través de la participación de las asociaciones voluntarias” (tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 2013), 78-89. 28. “Las Sociedades Católicas y las Democráticas del Cauca”, La Sociedad, Medellín, 11 de marzo, 1876, 377; “Sociedades Católicas en el Estado del Cauca”, La Sociedad, Medellín, 18 de marzo, 1876, 385. 29. Patricia Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad en Colombia: Medellín y Antioquia 1850-1930 (Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2004), 124. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

Juliana Jaramillo Jaramillo 305 social y educativo. En efecto, muchas de ellas participaron en las pugnas electorales y partidistas de la época; en las publicaciones periódicas que construyeron contenidos religiosos, literarios y pedagógicos; en actividades de beneficencia; apoyando al clero en sus labores doctrinales; y en las escuelas cuya fundación o sostenimiento patrocinaron, lo cual demuestra el importante interés y compromiso que aquellas tuvieron hacia distintos aspectos de la vida civil.30 Ahora bien, aunque estas agremiaciones tuvieron injerencia en variados campos, la polémica suscitada alrededor de la pedagogía y el peligro que en ella vieron los fieles para el porvenir del catolicismo en el país, llevó a que gran parte de las asociaciones católicas se ocuparan de una manera preferente de la “cuestión educativa”. De hecho, el origen de muchos de estos grupos, como sucedió sobre todo en el antiguo Estado Soberano del Cauca, estuvo estrechamente vinculado a la agudización del conflicto causado por la reforma instruccionista. En el Cauca, en efecto, las asociaciones católicas aceleraron su expansión luego del convenio celebrado el 30 mayo de 1874 entre el gobierno caucano y el gobierno federal para iniciar la ejecución del DOIPP en la región.31 En ese contexto, los feligreses adelantaron una “cruzada religiosa” en contra de dicha reforma, y durante ese proceso las asociaciones católicas entraron a jugar un papel protagónico a través de las múltiples acciones que emprendieron para combatir las llamadas “escuelas sin Dios”. Una de sus estrategias consistió en la publicación de artículos en periódicos antiguos o nuevos, que se fundaron con tal propósito. Fueron estos los casos de La Sociedad y La Juventud Católica que redactaban exhortaciones 30. Sobre las asociaciones católicas en el país, ver Gloria Mercedes Arango de Restrepo, Sociabilidades Católicas, entre la tradición y la modernidad. Antioquia, 1870-1930 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia - DIME, 2004); y Patricia Londoño, Religión, cultura y sociedad; Gilberto Loaiza, Sociabilidad, religión y política; Sindy Paola Veloza Morales, “Hacer caridad para el alma, organizarse para defender la fe. Las asociaciones católicas bogotanas (1863-1885)”, Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Vol: 19 n.o 2 (2014): 335-354; y Juliana Jaramillo Jaramillo, “Educación y asociaciones voluntarias en Colombia 1860-1880. Demandas e iniciativas educativas desde la sociedad”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura Vol: 41 n.o 1 (2014): 61-90. 31. “Convenio”, El Escolar, Popayán, 1 de octubre, 1874, 3-7. Sobre el tema, ver Fernanda Muñoz, “El ideal del nuevo ciudadano: entre educación moral, religiosa y republicana. Adaptación del Decreto Orgánico de Instrucción pública primaria de 1870 en el Estado Soberano del Cauca”, Historia y Espacio n.o 37 (2012): 154-170; y Gloria Mercedes Arango, “Estado Soberano del Cauca: asociaciones católicas, sociabilidades, conflictos y discursos político-religiosos, prolegómenos de la guerra de 1876”, en Ganarse el cielo defendiendo la religión: guerras civiles en Colombia 1840-1902, eds. Luis Javier Ortiz et al. (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005), 329-355. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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provenientes de la sociedad católica de Medellín y la juventud católica de Cali, respectivamente. Asimismo, varias asociaciones se encargaron de la elaboración de solicitudes y manifestaciones de todo tipo para protestar ante las autoridades oponiéndose a la ejecución del DOIPP. Para mencionar un solo ejemplo, encontramos la petición que la mencionada juventud católica de Cali, elevó en agosto de 1872 a los miembros de la asamblea constituyente del Estado para pedir que se restableciera la enseñanza de la religión en las escuelas. Según argumentaban sus jóvenes integrantes, dicho requerimiento satisfacía perfectamente “las aspiraciones de todos los habitantes del Cauca”, razón por la cual era un deber de los diputados, en tanto representantes del pueblo caucano, corresponder a los deseos y la voluntad de este: “Os será también satisfactorio establecer la enseñanza de dicha religion porque ella es la de las convicciones de los individuos á quienes representais en esa augusta corporacion y cuyos intereses estais obligados á defender, como hombres buenos”32. Algunas asociaciones católicas, especialmente las de esta región, también hicieron esfuerzos considerables para establecer sus propias escuelas con el fin de ofrecer a los padres de familia una alternativa para la educación de sus hijos diferente a las escuelas “ateas” de los liberales. A pesar de que esta era una iniciativa que suponía más recursos y un esfuerzo mayor por parte de los asociados, estos lograron fundar cerca de una treintena de escuelas católicas en la región hacia mediados de 1870.33 Pero si bien este es un número importante, el mismo no deja de ser insuficiente si se compara con la red escolar construida por el gobierno; aquella no solamente era de lejos mucho mayor —sus escuelas sumaban poco más de 150—34 sino que se encontraba mejor dotada a nivel de infraestructura, textos, material pedagógico e inclusive, contaba con directores más cualificados. Valga decir, sin embargo, que esta desventaja cuantitativa no impidió que las escuelas católicas lograran perjudicar de hecho el curso de la reforma instruccionista. A causa de ellas, en efecto, así como de la estigmatización que en general sufrieron los establecimientos oficiales, el grado de asistencia a estos últimos se vio considerablemente afectado y en algunos casos, incluso, la alta deserción obligó a las autoridades a disponer la clausura de escuelas. 32. La Juventud Católica, Cali, 22 de agosto, 1872, 13. 33. Jane Rausch, La educación durante el federalismo, 121. 34. De acuerdo con el Anuario Estadístico de Colombia, hacia 1873 existían en el Estado del Cauca 157 escuelas públicas: 135 de niños y 22 de niñas. Ver: Aníbal Galindo, Anuario Estadístico de Colombia (Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1875), 78. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

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Tal fue lo que ocurrió, por ejemplo, a la escuela establecida en Calibío (Cauca). Según su director, Ignacio Muñoz, la mayoría de padres había retirado a sus hijos de la escuela —quedando aquella reducida a tres alumnos— luego de que el cura los hubiera amenazado diciéndoles que: “Si mandáis vuestros hijos a esas Escuelas costeadas por el Gobierno, no podréis recibir el perdón de vuestras culpas, absolutamente careceréis de todo beneficio espiritual”35. Este incidente hizo que el gobierno ordenara a Muñoz el cierre de su escuela y la entrega de los útiles a las autoridades “hasta que sea posible comenzar de nuevo las tareas en la escuela interrumpidas por influencias de la autoridad eclesiástica”36. Pero nacidas en medio del caldeado ambiente de confrontación que caracterizó a los años de 1870, las escuelas católicas no pasaban de ser una solución temporal. Si el clero colombiano, como pensaban los conservadores, no estaba preparado para asumir la “gran misión educativa”, menos lo estaba la sociedad cuyos esfuerzos bien podían ser suficientes para erigir unos cuantos planteles, pero no eran lo bastante consistentes para asegurar su sostenimiento a largo plazo, ni mucho menos para construir una verdadera red escolar nacional. Aquellos, por tanto, no perderían de vista el objetivo mayor que se habían propuesto: importar comunidades religiosas europeas. Tal fue la meta que se propusieron las asociaciones organizadas durante el año de 1873 por las élites de Pasto, Popayán, Buga y Bogotá con el nombre de sociedad de padres de familia para la cristiana educación primaria. Con una vocación menos populista (más que reclutar masivamente integrantes se proponían recaudar dinero), y menos activas en la vida pública (no crearon periódicos y su exposición parece haber sido muy reducida), estas asociaciones tendieron a concentrar todos sus esfuerzos en la tarea de recoger contribuciones de la población para costear el viaje y la instalación en el país de hermanos de la comunidad de La Salle. Al parecer, fue en la ciudad de Pasto (Cauca) en donde surgió la iniciativa de fundar la agremiación que defendía tal objetivo. En esta ciudad cerca de veintisiete padres de familia, reunidos el 19 de junio de 1873, constituyeron la primera de estas sociedades y acordaron, seguidamente, 35. “Nota del Director de la Escuela de niños de Calibío: participa la clausura de esa Escuela por falta de alumnos”, El Escolar, Popayán, 16 de marzo, 1876, 495. 36. “Nota del Director de la Escuela de niños de Calibío: participa la clausura de esa Escuela por falta de alumnos”, El Escolar, Popayán, 16 de marzo, 1876, 495. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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hacer un llamado a sus pares, los “compatriotas de Popayán, Cali, Palmira y Buga, que aspiran también al establecimiento de escuelas cristianas”, a unirse a sus esfuerzos con miras a llevar a cabo su mismo objetivo bajo un “sistema común y uniforme”37. Los primeros en responder a este llamado fueron los vecinos de Popayán. En esta localidad la Sociedad se instaló durante la reunión que tuvo lugar el 18 de julio en la casa de Joaquín Mosquera. Seguidamente, se unieron los de Buga: cincuenta y seis de sus habitantes se reunieron el 31 de agosto para proceder a su instalación.38 Ese mismo día, por último, se estableció también la de Bogotá —aunque bajo el nombre de Sociedad de Enseñanza Primaria— a partir de la reunión convocada en la casa de Rufino José Cuervo, a la que asistieron cerca de diez y seis personas, entre los que se encontraban los hermanos José Joaquín y Juan Buenaventura Ortiz, José Caicedo Rojas, Miguel Antonio Caro, José Manuel Groot y Diego Fallon. Otros tres más, Carlos Holguín, Victo Lago y Juan de Brigard, según se lee en el acta de su instalación, “enviaron excusas de no poder asistir a la Junta, manifestando su deseo de pertenecer a ella”39. En el Estado de Antioquia los miembros de la Sociedad Católica de Medellín alabaron la iniciativa de las élites del Cauca y Cundinamarca y emplearon su periódico La Sociedad para hacer propaganda a los esfuerzos realizados por aquellas, publicando las actas de sus reuniones y demás información sobre sus trabajos. Si bien sus integrantes no se interesaron por la fundación de una asociación igual, estos sí llegaron a ocuparse en alguna ocasión de una iniciativa similar. Esta consistió en traer a las Hermanas de Nuestra Señora a la ciudad de Medellín, para fundar un colegio de enseñanza secundaria y un asilo para “las huérfanas desvalidas”. A fin de llevar a cabo tal empresa, la Sociedad Católica contaba con la suma de dieciséis mil pesos donados para tal propósito, por dos prestigiosas matronas, las señoras Antonia Jaramillo de Vásquez y Teresa Martínez Barrientos.40 Así, a lo largo de cuatro años la 37. Tomado del acta de instalación de esta sociedad de la cual se publicaron algunos extractos en: “Escuelas cristianas”, La Sociedad, Medellín, 2 de agosto, 1873, 90-91. También en este periódico se publicaron más tarde sus estatutos: en La Sociedad, n.o 67, Medellín, 20 de septiembre, 1873, 146-147. 38. “Escuelas cristianas”, La Sociedad, Medellín, 2 de agosto, 1873, 90-91. 39. Jerónimo Argáez, “Sociedad de enseñanza primaria. Acta de instalación”, La Sociedad, Medellín, 20 de diciembre, 1873, 252. 40. “Crónica religiosa interior”, La Sociedad, Medellín, 13 de julio, 1872, 36. También en el periódico La Caridad se publicó una nota felicitando la iniciativa de aquellas señoras, las que “tan generosamente N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

Juliana Jaramillo Jaramillo 309 Sociedad Católica estuvo al frente de tal proyecto. Con ese objetivo en mente, organizó reuniones públicas destinadas a recaudar donaciones de las familias pudientes de la ciudad; publicó en su periódico numerosos artículos relacionados con aquella comunidad religiosa; y utilizó la influencia de algunos de sus miembros para conseguir el respaldo del gobierno antioqueño. Una nota publicada en el Boletín Oficial (Medellín) en el año de 1876 nos sugiere que la Sociedad había logrado comprometer al gobierno regional en la dirección de aquel proyecto. En ese texto se indicaba que el Secretario de Gobierno había puesto a disposición de tres comisionados colombianos residentes en París la suma de cuatro mil pesos para contratar con la comunidad el envío de “cuatro a seis Hermanas de Nuestra Señora, de Namur, o si allí no las hubiere, de California”41. Aparte de la iniciativa descrita, no conocemos ninguna otra que haya sido liderada por las asociaciones católicas establecidas en Antioquia; algo que seguramente tuvo mucho que ver con la situación favorable que se vivía en este Estado en lo referente a la iglesia. En efecto, y como afirmaban los redactores de La Sociedad, en Antioquia no era tan urgente, “como en el resto de la República la multiplicación de las escuelas cristianas para oponerlas a las escuelas sin Dios, creadas por el Gobierno general, porque aquí tanto la educación oficial como la particular son eminentemente católicas”42. Ahora, volviendo a las Sociedades de Padres de familia, la de Pasto fue la única que tuvo éxito en sus propósitos al conseguir hacia 1874 que dos hermanos institutores de la comunidad de La Salle provenientes de Europa, llegaran a Colombia con la misión de regentar una escuela primaria.43 Para cubrir los gastos de su viaje e instalación en la ciudad, la Sociedad utilizó las donaciones voluntarias entregadas por la población civil y el clero. Así, por ejemplo, por una nota publicada en La Sociedad en septiembre de 1873 sabemos que esta asociación había logrado recaudar tan solo en su primer año de existencia una suma nada despreciable de 10.346-3 pesos.44 Las destinan parte de su fortuna a educar las niñas del Estado”. Ver: “Las Hermanas de Ntra. Señora”, La Caridad, Bogotá, 26 de octubre, 1871, 346. 41. La nota del Boletín Oficial fue reproducida en el periódico de la asociación, como “Crónica interior”, La Sociedad, Medellín, 4 de marzo, 1876, 370. 42. “Crónica religiosa interior”, La Sociedad, Medellín, 3 de enero, 1874, 266. 43. “El Ecuador”, La Caridad, Bogotá, 1 de agosto, 1872, 183-185. 44. “Crónica religiosa interior”, La Sociedad, n.o 66, Medellín, 13 de septiembre de 1873, 139. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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otras tres sociedades de padres de familia, por su parte, no gozaron de tanta suerte como la anterior. Para estos grupos que buscaron traer comunidades docentes al país en la década de 1870, la mayor dificultad que se les presentó no estuvo relacionada —al menos aparentemente— con un asunto de orden económico. Sus integrantes —muchos de ellos pertenecientes a las clases altas— o bien contaban con recursos propios, o bien podían intentar conseguirlos a partir de campañas prodonativos u otras estrategias similares. El principal problema, en cambio y según ellos expresaron, debía atribuirse a la agitada situación política del momento. Efectivamente, la presencia de los liberales en el poder, las disposiciones “anticlericales” de estos, el historial que del país en materia de expulsiones a órdenes religiosas y clérigos,45 y, en general, el ambiente de confrontación entre partidos políticos que marcó aquellos años, y que en ocasiones derivó en enfrentamientos violentos, fueron hechos que —entre otros— convirtieron a Colombia en un destino muy poco atractivo para las comunidades religiosas europeas. Así, a pesar de que las invitaciones realizadas a estas en la segunda mitad del siglo XIX, según afirma Londoño, “llegaron en buena hora, en vista del acelerado crecimiento de algunas de ellas, sobre todo las femeninas”46; ni el estado colombiano ni tampoco, muchos de los convulsionados países hispanoamericanos que adelantaban reformas de corte liberal y anticlerical,47 debían figurar entre los destinos predilectos de estos grupos religiosos.

5. La Regeneración y el ocaso del proyecto educativo liberal Entre 1876 y 1877 el país se vio envuelto en una nueva guerra civil que fue conocida por sus contemporáneos con el nombre de guerra de las escuelas debido a 45. De hecho, los mencionados Hermanos Cristianos que se habían instalado en Pasto hacia 1874 debieron salir del país luego de la reacción que sobrevino a la guerra civil de 1876-1877 en la cual el gobierno liberal emprendió una persecución contra el clero a causa del papel beligerante que algunos de sus miembros tuvieron como promotores y combatientes de la contienda. Sobre este tema y en general sobre las congregaciones religiosas francesas en el país, ver Margot Andrade, “L’influence francaise en Colombie” (tesis de Doctorado en Historia de las relaciones internacionales, Université de Nantes, 2009). 46. Patricia Londoño, Religión, cultura y sociedad, 221. 47. Según señala Luis Javier Ortiz, “Entre 1850 y 1880, en casi toda América Latina, el Estado liberal impuso su soberanía, rompió con la Iglesia y en buena medida la controló expropiándole sus bienes y rentas, además de limitar sus privilegios y su poder político”. Ver: Luis Javier Ortiz, Obispos, clérigos y fieles en pie de guerra, xxx. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

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la importancia que en su desencadenamiento tuvo la “cuestión educativa”. Aunque en esta batalla el gobierno liberal pudo vencer al bando rebelde, conformado por los conservadores y el clero, su victoria fue bastante limitada. Luego de ella, quienes habían sido los mayores abanderados de la reforma educativa fueron desplazados del poder, algo con lo cual aquella perdió su principal impulso. Posteriormente, una nueva guerra civil en 1885 terminó por poner punto final al régimen federal establecido por los liberales. De la mano de los independentistas —facción moderada del liberalismo— los conservadores ascendieron al poder y rápidamente redactaron una nueva carta política. Bajo este nuevo sistema constitucional, conocido en la historiografía como la Regeneración, el país se constituyó como una república unitaria, centralista y de orientación procatólica. Los nuevos dirigentes conservadores también aprovecharon esta oportunidad para adaptar el programa educativo nacional a tales principios. En este sentido, establecieron como obligatoria la enseñanza religiosa y la observancia de las correspondientes prácticas piadosas en las escuelas, colegios y universidades. Adicionalmente, a través del Concordato que firmaron con la Santa Sede en 1887, acordaron mecanismos para promover la llegada de comunidades religiosas al país: mientras el gobierno se comprometía a garantizarles seguridad, recursos y algunos otros privilegios, el Vaticano se obligó a prestar su cooperación al gobierno en las gestiones que este debiera realizar ante las órdenes. El Concordato también otorgó al clero colombiano la facultad de decidir sobre los textos escolares que debían emplearse para la enseñanza de la religión y la moral y, lo que es más, le dio el poder para inspeccionar y censurar todos los ejemplares de estudio que sin importar la materia, no consideraran conformes con la doctrina católica. Además de abrirles las puertas, la Regeneración ofreció a las comunidades religiosas, privilegios e incentivos para establecerse y funcionar en el territorio. La ley 89 de 1888, por ejemplo, autorizaba a los gobiernos la asignación de fondos públicos a los colegios de secundaria que fueran dirigidos por religiosos.48 Según afirma Patricia Londoño, “casi todos los demás contratos que se hicieron con comunidades religiosas en el período fueron suscritos entre funcionarios del Gobierno colombiano y las congregaciones”49. En algunos casos estos convenios —como ocurrió con el firmado entre Jesuitas y el gobierno antioqueño en 1885— fueron “par48. Patricia Londoño, Religión, cultura y sociedad, 221. 49. Patricia Londoño, Religión, cultura y sociedad, 231. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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ticularmente generosos”, pues el gobierno pagaba los salarios, suministraba equipos y asignaba una suma mensual al colegio, “en tanto que la comunidad disfrutaba de una total independencia educativa”50. Todo ello explica la abundancia de comunidades religiosas que comenzaron a llegar al país desde mediados de la década del ochenta; migración que no se detuvo sino hasta muy entrado el siglo XX. Así, al lado de los ya mencionados Hermanos Cristianos, llegaron también los Eudistas, los Salesianos, los Franciscanos, las Hermanas de la Compañía de María, las Hermanas del Buen Pastor, entre muchas otras órdenes que se asentaron en distintas ciudades del país asumiendo labores tanto en el campo de la enseñanza como en el de la beneficencia. El hecho de que ese haya sido el rumbo que tomó la educación colombiana —el del protagonismo de la iglesia católica— después de haber caminado durante algunas décadas por la senda laica, tiene sin duda mucho que ver con el trabajo desarrollado por los grupos procatólicos a través de sus órganos de publicidad y las asociaciones que organizaron. Desde los años setenta, como se vio, estos habían estado abonando el campo de la opinión pública. A través de la prensa buscaron remplazar la imagen de una iglesia “ignorantista” y opuesta a las “luces”, por una donde antes bien se mostraba, progresista y a la vanguardia del movimiento educativo. Si por un lado, como señalaban los redactores de La Sociedad, era de lamentar que el anticlericalismo o las “preocupaciones volterianas” —que habían sido dominantes desde la independencia entre las élites políticas— hubieran privado al país de las ventajas que “habrían sacado para su civilización de las órdenes docentes”, por otro, se destacaba que algo se había avanzado en esa dirección y que para 1870 el país contaba con hombres ilustrados “muy superiores a esas preocupaciones”: Si ahora 30 años se hubiera propuesto traer a este país asociaciones católicas docentes para educar las niñas, las preocupaciones dominantes habrían gritado furiosas: ¡Qué! Educación monacal para las hijas de los republicanos! Y quizá no habría habido quien se atreviera a decirles: las Órdenes docentes educan e instruyen las niñas de la parte mas culta y civilizada de la sociedad de Europa y de los Estados Unidos, en donde hay recursos de todo género para dar la mejor educación posible; y no les confiaremos nuestras hijas nosotros; nosotros ignorantes, pobres, atrasados hasta más no poder? […] No se habrían atrevido a decirlo, porque según la manía entonces dominante, nosotros estábamos a la vanguardia de la civilización hispano-americana.51 50. Patricia Londoño, Religión, cultura y sociedad, 230. 51. “Una reforma radical en la educación de las niñas”, La Sociedad, Medellín, 2 de noviembre, 1872, 155. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 291-319

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Pero no fue una imagen más positiva de la iglesia el único factor que jugó a favor de este nuevo rumbo de la educación nacional. Como lo han planteado algunos autores, detrás de esta situación también hubo algo de “oportunismo económico”, esto es, una evaluación que hicieron los contemporáneos sobre las ventajas que en materia de gasto público podía obtener la nación al compartir con las comunidades religiosas —ya que no era el propósito delegar de manera absoluta como lo demuestran las subvenciones oficiales— sus responsabilidades educativas.52 De acuerdo con Vincent Farrell, para el gobierno simplemente resultaba más barato tener personal de las comunidades religiosas dirigiendo las escuelas públicas.53 No obstante, cabe recordar que este último aspecto de orden económico tampoco fue olvidado por los militantes de la causa religiosa. Como se mostró antes, estos supieron elaborar de una manera bastante audaz una argumentación múltiple y dirigida a distintos públicos, desde los más “fanáticos” hasta los más “racionalistas”, con el fin de promover su propuesta de modelo educativo de corte conservador. De hecho, como sabemos, fue su proyecto y no el de los liberales el que salió victorioso.

A manera de conclusión Al finalizar el siglo XIX la balanza entre los que lucharon por una escuela laica y los que lo hicieron por una confesional terminó por inclinarse a favor de los últimos. En este resultado, como se ha querido mostrar en las anteriores páginas, no solo influyó el cambio de gobierno ocurrido en la década de 1880 —el desplazamiento de los liberales del poder por parte de los conservadores— sino que también jugó un papel importante el intenso activismo que desplegaron los sectores procatólicos desde los años de 1870. En efecto, a través de sus actividades en los campos de la prensa, el asociacionismo y la enseñanza, aquellos pudieron abonar el terreno de la opinión pública y conseguir el respaldo que necesitaban de la población, no solamente para poner en 52. A propósito de esto, Farrell afirmaba que: “The Colombian national government had an economics take in the Church since it was much easier to utilize the church to maintain and advance the educational statuos-quo than it was to draw deeply on government financial sources”. Sobre la colaboración que se dio entre el Estado y la iglesia, el autor señalaba que: “The most telling indication that the state was willing to cooperate with the Church in its educational endeavors was financial aid”. Ver Robert Vincent Farrel, “The Catholic Church”, 137 y 138. 53. Robert Vincent Farrell, “The Catholic Church”, 16. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016 PP. 291-319

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jaque la reforma de instrucción liberal sino también para impulsar su propia propuesta pedagógica. En este sentido, las asociaciones y la prensa se revelaron como objetos de estudio claves para comprender las transformaciones educativas que marcaron al país en la segunda mitad de su siglo XIX. Asimismo, aquellas dos son una prueba de cómo desde el ámbito de la sociedad civil, fueron emprendidas acciones que incidieron de manera importante en el devenir de esa coyuntura. En otras palabras, esos dos escenarios evidenciaron que la educación no fue definida únicamente desde las altas esferas del Estado, sino también “desde abajo”, a través de la participación que tuvieron en ella numerosos individuos de distintas procedencias sociales.54 Reconocer esta mayor diversidad de actores es, sin duda, un paso importante para superar el tradicional enfoque historiográfico centrado en el Estado, y así poder acceder a una comprensión más rica, compleja y equilibrada de la historia educativa colombiana.

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RESEÑAS

DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.53811

Carlos Vladimir Villamizar Duarte, La felicidad del Nuevo Reyno de Granada: el lenguaje patriótico en Santafé (1791-1797) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2012), 220 pp. Como bien lo dice al inicio del libro del autor, este se ha propuesto hacer “el análisis conceptual de la patria” y de ese modo ha incursionado en un terreno poco frecuentado por la historiografía colombiana. Tanto por el asunto como por el periodo analizado y por el tratamiento interpretativo, el libro constituye una novedad. Por el asunto, porque el examen de la noción de patria, no ha conocido una revisión detallada; por el periodo, porque según Villamizar el “lenguaje patriótico durante el periodo colonial no ha despertado demasiado interés en nuestro entorno académico”; y por el tratamiento interpretativo, porque allí se ofrece una propuesta de análisis que se concentra en el momento histórico del concepto de patria, cuando fue plasmado en el Papel Periódico de Santafé de Bogotá, entre 1791 y 1797. El estudio guarda relación con algunos aportes previos, situándose parcialmente en una tradición ante la cual, por supuesto, quiere establecer necesarias distancias, o de lo contrario el libro sería poco novedoso. En primer lugar guarda una relación con el trabajo pionero de Renán Silva Olarte, en su “lectura orientada” del Papel Periódico de Santafé; pero se diferencia por el énfasis, pues Villamizar solo pretende seguir la ruta del concepto de patria. En segundo lugar, también hay un vínculo con la obra de Georges Lomné cuyos aportes han sido quizá los más sistemáticos en cuanto al seguimiento del discurso patriótico entre 1789 y 1830, en Quito y Santafé de Bogotá. Precisamente, en la juiciosa introducción, el autor advierte que discutirá su enfoque con el del historiador francés. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

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La felicidad del Nuevo Reyno también parece un ejercicio más cercano al estilo de Pierre Rosanvallon, autor prolífico en la historia política conceptual y que aparece citado en aquí. Pero hay otros nexos menos explícitos en esta obra. El estudio evoca obviamente aquella corriente historiográfica conocida, como historia de los conceptos políticos y cuyo paradigma es el trabajo de Reinhart Koselleck. Sus discípulos en Hispanoamérica han mostrado avances generosos en la construcción de un glosario o diccionario político y social del mundo iberoamericano (Iberconceptos), proyecto investigativo y editorial dirigido por Javier Fernández Sebastián. Más cercano a las inquietudes de Villamizar Duarte, estaría el argentino Elías José Palti, y sin embargo libro La nación como problema (Fondo de Cultura Económica, 2003), apenas si aparece en la bibliografía que el autor colombiano debió consultar. Digamos que, grosso modo, hay una relación con esta zona historiográfica de ya conocida tradición en Europa y menos enjundiosa en América latina. Lo curioso es que esta relación no aparezca ni sugerida ni discutida en la introducción ni en el transcurso del libro; aunque sí puede percatarse el eco del análisis histórico conceptual de Koselleck por lo menos en un par de asuntos: en lo que concierne a la selección del corpus documental, en este caso un periódico, y a la cesura temporal en que Villamizar concentra su investigación. Es bueno insistir en que el libro examina el uso del concepto antes de los sucesos revolucionarios que condujeron a un nuevo orden político y a la desaparición de los vínculos con la monarquía española. Como lo han dicho varios autores, el proceso de independencia americana supuso revaloraciones drásticas de categorías orientadoras de la vida pública, como pueblo, soberanía, o democracia. En lo que concierne a los sentidos de patria debió suceder algo semejante; sin embargo, Villamizar Duarte no analiza diacrónicamente las mutaciones semánticas de esa noción, sino que prefirió concentrarse en lo que llamó “la construcción de una arqueología del concepto” (p.15). Si tomamos a pie juntillas lo que puede entrañar una “arqueología”, deberíamos ir de inmediato a Michel Foucault y habría que pedirle al autor unas precisiones; no hay que confundir la averiguación arqueológica propuesta por el pensador francés con revisar los antecedentes en la historia de un concepto. Lo cierto es que al ver el conjunto de su propuesta, no creemos que haya habido un trabajo arqueológico; mejor, quizás, estamos ante un estudio sincrónico del concepto, determinado en muy buena medida por la relación de una “comunidad letrada” con un régimen monárquiN.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

Reseñas 325 co; esa comunidad letrada, por supuesto principal productora de los matices semánticos, dejó un legado discursivo que Villamizar Duarte aprovechó para comprender eso que solemos denominar el “imaginario político” de una época. En cuanto a la exposición de libro podemos decir que es sencilla, ya que se sustenta casi en el análisis del Papel Periódico, suponiendo que ese impreso fue capaz de condensar un momento de transformación conceptual. Villamizar considera que hubo un cambio interesante en el espacio de opinión pública y en el régimen de publicidad en la América española a partir de 1767. En esa medida cree que el periódico en mientes puede informar acerca de ese cambio que, es bueno decirlo, estuvo teñido de ambigüedades. El autor sostiene, además, que el siglo XVIII fue un “periodo crucial” en las transformaciones del sentido de patria, dada la nueva actitud política de España frente al Nuevo Mundo y, en particular, a las tentativas de instalación del Virreinato del Nuevo Reino de Granada. Por supuesto, esos cambios en la relación entre metrópoli y sus colonias tuvieron efecto en las encrucijadas geoestratégicas de la Corona española. Por tanto Villamizar acudió a un conjunto de obras sintomáticas de los cambios habidos en la segunda mitad de ese siglo, acerca de la percepción de la patria. De esto resultó un análisis del componente colectivo del concepto y los conflictos surgidos en torno a la definición de dicha noción. Ahora bien, los historiadores investigamos el pasado porque algo en el presente nos impulsa o porque creemos que el comportamiento de nuestras sociedades tiene su explicación en tradiciones o legados de generaciones anteriores; porque creemos que el pasado puede proyectarse como larga sombra hasta nosotros. Sensible a esto, el autor del libro reseñado, considera que ir tras las huellas discursivas de la patria y sus términos asociados nos permite descifrar los conflictos actuales colombianos. Al ver la minuciosa evaluación conceptual desplegada en los tres capítulos, es ostensible que tal concepto y sus derivados, como patriotismo o patriota corresponden muy bien con formas de expresión de la obediencia, la sumisión, el apego y hasta el amor por las autoridades. Podríamos decir que la movilización escrituraria de aquellos años alrededor de la patria perteneció a una retórica de la lealtad. Sin embargo, llegar a conclusiones de esta naturaleza sería una perogrullada. Tal vez resulta más interesante mencionar que esa retórica, fue uno de los dispositivos simbólicos con que el estado monárquico pretendió tener control sobre sus súbditos. El autor de La felicidad del Nuevo Reyno logra mostrar muy bien que hubo un despliegue de N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

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esfuerzos estatales para construir un ambiente ideológico de fidelidad a la corona española en una coyuntura de reorganización administrativa y geoestratégica, con el apoyo de agentes intelectuales cortesanos (por ejemplo el muy fiel periodista Manuel del Socorro Rodríguez), y de un instrumento cuya eficacia comunicativa en Europa ya había sido probada: el periódico. Para la segunda mitad del siglo XVIII, en la América española, todas las capitales de virreinato (México, Buenos Aires, Lima, Santafé de Bogotá.), tenían medios impresos. De hecho fueron los virreyes quienes auspiciaron su existencia, convirtiéndose incluso, en protectores de los escritores responsables de ellos. Así la publicidad ilustrada mediante el formato de los periódicos pareció imponerse como parte de la actividad de difusión de la corona. Al ser extensiones del imperio español, las colonias en América, solicitaban mediante sus letrados hacer parte de esa conversación que implicaba participar de los propósitos ilustrados de las monarquías. La Ilustración era entendida, en este tipo de publicaciones, como un ejercicio informativo acerca de “nuestras riquezas”; las riquezas de cada virreinato, porque allí se transmitían las actividades científicas de los “sabios”. De esta manera el periódico permitió reafirmar la pertenencia al imperio español, a los ritmos de la ciencia europea y al circuito general de comunicación de conocimientos útiles. Conversar con Europa y a la vez reproducir sus noticias daba una ilusión de continuidad entre la corona y sus posesiones americanas. Y así el establecimiento de periódicos en las capitales virreinales reprodujo relaciones de poder metropolitanas: la fidelidad a la corona quedaba plasmada en el ánimo “patriótico” con que los ilustrados criollos contribuyeron a la acumulación de información sobre la situación de la población y el territorio. Entender el lugar y los propósitos asignados a la prensa que surgió en la América española en aquellos años, condujeron a que Villamizar relativizara —inclusive— la noción de autor, a través del método arqueológico. El redactor responsable del Papel Periódico, el cubano Manuel del Socorro Rodríguez podría verse, más bien, como una pieza del engranaje publicitario de la monarquía española; como un individuo capacitado para poner a circular lemas y preocupaciones de las autoridades coloniales, habilitado por “licencia del Superior Gobierno”, para poner en sintonía a las élites lugareñas con los mandatos provenientes de la península. Quizás este aspecto sea el más discutible en el minucioso análisis del autor reseñado; porque situar el periódico en la órbita de la publicidad imperial y asignarle “el lugar social de producción”, N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

Reseñas 327 como premisa de análisis, podría ayudar a comprender mejor el régimen discursivo al que perteneció. Aun así, el joven historiador logró percibir que parte de la trama explicativa se encuentra en los desafíos que vivió España ante sus rivales europeos y, también alcanzó a ponderar la eficacia del periódico como forma de comunicación privilegiada: en sus conclusiones afirma que la prensa fue un artefacto que “contribuyó tanto al incremento como a la transformación cultural de las comunidades lectoras neogranadinas” (p. 198). Asimismo este estudio demostró claramente que el uso de los vocablos de patria o patriotismo puede estar relacionado —y no solamente en el período histórico referido— con coyunturas en que se vuelve apremiante, para cualquier forma de gobierno, conseguir lealtades y apegos unánimes que eviten fisuras en el orden político. Este libro fue originalmente una tesis de maestría que obtuvo la mención laureada en la Universidad Nacional de Colombia. El rigor con que asumió este análisis conceptual permite pensar en las varias posibilidades de la historia de los lenguajes políticos. Su apuesta narrativa y explicativa salió airosa, porque no se empecinó en un ejercicio circunscrito exclusivamente a las fronteras de un periódico. Villamizar acertó al hallar y examinar la condición colectiva en que evolucionan esos lenguajes. Gilberto Loaiza Cano Doctor en Sociología del Instituto de Altos Estudios de América Latina, Paris III. Profesor Titular Universidad del Valle Correo electrónico: [email protected]

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DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n30.53812

Robinson Salazar Carreño, Tierras y mercados. Campesinos, estancieros y hacendados en la jurisdicción de la Villa de San Gil, siglo XVIII (Bogotá: Ediciones Uniandes-CESO, 2011), 222 pp. El libro que a continuación comentaremos, analiza una temática a la que apenas se le está volviendo a prestar atención: el mundo rural neogranadino del siglo XVIII. Siendo una versión revisada de su tesis de maestría, Robinson Salazar se introdujo en un problema de investigación que desde los estudios de Germán Colmenares, Hermes Tovar y Orlando Fals Borda —por mencionar los más renombrados— no ha sido retomado sino en años muy recientes por la historiografía colombiana. Algunos investigadores se están enfocando en la vida rural del siglo XVIII neogranadino, poniendo atención en aspectos fundamentales, aunque muchas veces descuidados, como la producción agrícola y ganadera de campesinos (Hugues Sánchez), y la manera en que esta se articulaba con los mercados y el poblamiento conforme al crecimiento demográfico (Mauricio Arango). Precisamente algunos de estos temas son tratados en el texto reseñado. Allí el autor se abocó a tratar tres problemas para estudiar la economía rural de San Gil en el siglo XVIII. En primer lugar, realiza un análisis pormenorizado de la propiedad rural: los ciclos de su mercado de compra-ventas, los precios de las transacciones y la ubicación de los predios. De esta forma Robinson Salazar ha logrado corroborar con mucho más detalle lo postulado por Mario Aguilera y John Leddy Phelan ya bastantes años atrás, en cuanto al predominio de la pequeña propiedad en las zonas donde se presentó el levantamiento comunero de 1781 y a la escasa N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

Reseñas 329 presencia de grandes propiedades —de menor extensión por cierto— que en regiones como la costa caribe o el Valle del Cauca. La fragmentación agraria se evidenció en los bajos precios y en designaciones que, aunque imprecisas, son muestra de la división y poca dimensión de los terrenos. Las fluctuaciones de ese mercado se explican por una variedad de condiciones en cada uno de los ciclos. En ocasiones fueron determinantes el aumento demográfico, la demanda económica interna y externa, así como las condiciones climáticas y las epidemias. Por ejemplo hacia finales en las décadas de 1770 y 1780, se presentó una crisis a la cual debieron enfrentarse campesinos, estancieros y hacendados, con serias dificultades para superarla por parte de los primeros. Fue precisamente el aumento de esta población campesina la que generó una presión demográfica tal, que conllevó a la continua fragmentación de la mediana y pequeña propiedad, a las cuales ellos accedieron por compra o arrendamiento y que los hizo una parte importante de la composición social de los involucrados en el mercado de tierras. En segundo lugar, el libro se aproxima al universo campesino, para entender la producción, los caudales, el trabajo y el mercado de los campesinos del paisaje rural sangileño. Aquí se revela toda la dinámica del mundo rural y en particular, el estudio del campesinado, permite ver una fuerte movilidad en términos tanto de desplazamiento como de ascenso social; la variedad de formas de trabajo rural con arrendatarios, jornaleros y concertados; los principales productos para el sustento familiar y el comercio tales como maíz, tabaco, algodón y caña de azúcar; así como la distribución en el mercado de esa producción, directamente en los poblados o por medio de tratantes. De todo lo anterior se puede ver “[…] un cuadro rural complejo y dinámico donde los niveles de riqueza eran diversos en relación al acceso de la tierra, el empleo de mano de obra extrafamiliar y la posibilidad de interactuar en las relaciones de intercambio” (p. 71). En tercer lugar, Salazar Carreño propone un acercamiento a las haciendas y estancias. Allí se analizan los tipos de haciendas o estancias según la producción en que se concentraran (agrícolas, ganaderas o mixtas), la extensión de las mismas, las transacciones en que fueron vendidas y su ubicación. Este último punto es uno de los más interesantes pues las haciendas, como otras propiedades, se localizaron en sitios claves que mediaban entre los caminos reales, las fuentes hídricas y la poca distancia de las parroquias, conformando un eje que atravesó la demarcación de la villa por N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

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su parte occidental. Esta posición constituyó una ventaja para obtener con facilidad mano de obra libre, que fue cada vez más predominante que la indígena y la esclava. Otra particularidad de la haciendas sangileñas fue su restringida capacidad comercial y expansiva, pues solamente se transfirieron entre pocos compradores, algunos con nexos familiares, y porque la presión de las propiedades que estaban alrededor fue un elemento de peso para detener su agrandamiento. Ahora bien, llegados a este punto se pueden destacar algunas consideraciones. La primera es la misma autocrítica que realiza el autor al evaluar las limitaciones de su estudio, bien por la amplitud del tema, o bien por las fuentes disponibles. En ese sentido señaló algunas líneas de trabajo abiertas a futuro, como la gestión interna de las haciendas —que se podrían dar con la existencia de los libros de cuentas—; la productividad de las distintas propiedades; una cuantificación del comercio hacia otras provincias; la cantidad de tierra transada, entre otros. Mencionar esto le permite dejar abierta la recomendación para estudiar la historia rural durante los siglos de dominación española y durante épocas posteriores. Otro apunte que podemos hacer sobre el libro, es que este representa un importante avance en la historiografía del siglo XVIII de lo que actualmente es el departamento de Santander. En la actualidad muy pocos autores se dedican a la investigación de esta región,1 cuando hace años venían produciéndose tesis sobre la demografía, el crédito y la estructura de la propiedad.2 Por otra parte, hay un trabajo heurístico interesante pues el corpus documental que sostiene la investigación han 1. Cabe destacar los recientes aportes de Roger Pita Pico, “El poblamiento parroquial en Santander en tiempos de la Colonia”, Boletín de Historia y Antigüedades Vol: XCVIII n.o 853 (2011): 289-320; Roger Pita Pico, “Vestigios de la lengua Guane: una aproximación al fenómeno del mestizaje idiomático en Santander”, Lingüística y Literatura n.o 63 (2013): 295-316; Roger Pita Pico, “Sustento, placer y pecado: la represión en torno a la producción y el consumo de chicha en el nororiente neogranadino, siglo XVIII”, Anuario de Historia regional y de las Fronteras n.o 17-2 (2012): 143-170; y Roger Pita Pico, “Nobleza y limpieza de sangre en el nororiente neogranadino, 1710-1810: entre la segregación y la amenaza étnica”, Procesos Históricos: Revista de Historia y Ciencias Sociales n.o 24 (2013), 16-43. 2. María Cristina Cerón Ortiz y Elizabeth Gelvez Pinzón, “Demografía histórica del Socorro en el periodo colonial, 1684-1810” (trabajo de grado pregrado en Historia, Universidad Industrial de Santander, 1997); Luz Mary Castellón Valdéz, “Mercado de la tierra, Socorro 1780 a 1810” (trabajo de grado pregrado en Historia, Universidad Industrial de Santander, 2003); y Guillermo Llache Orduz. Bautismos, matrimonios y defunciones en el Socorro, San Gil y Barichara, 1778-1837” (trabajo de grado pregrado en Historia, Universidad Industrial de Santander, 2006). Cabe señalar que el interés por la historia colonial de esta región ha decaído con el tiempo, como lo evidencian la reducción de tesis dedicadas a ese período. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

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sido los registros notariales. Estos, a pesar de la obvia importancia que tienen para la historia económica y social, siguen sin ser trabajados a pesar de todo su potencial. Tierras y mercados es un ejemplo de lo que se puede lograr con este tipo de fuentes. Al respecto se pueden indicar otro par de observaciones. Una revisión más amplia de los expedientes judiciales por deudas y tierras hubiera proporcionado un esbozo de la dimensión conflictiva en el mundo rural, en donde se pudiera captar la cultura judicial que expresaban campesinos, estancieros y hacendados en los litigios. Además, dichos expedientes, también podrían permitir un acercamiento más profundo a las circunstancias sociales alrededor de la propiedad, como bien el mismo autor lo señaló. Por otra parte, de algunas situaciones históricas el autor no ha destacado suficientemente ciertos aportes de su trabajo. Uno que reúne varios elementos, es el de haber mostrado la diversidad del mundo campesino, el cual algunos todavía podrían ver poco articulado a los mercados allende de sus condiciones inmediatas, con poca movilidad y con relaciones de dominación que condicionaron su pobreza. El libro de Salazar demuestra precisamente todo lo contrario.3 No resta sino hacer una convocatoria siguiendo la recomendación del autor. Desde hace algunos años se ha estado investigando el problema de la vida y la economía rural en varios territorios del Nuevo Reino de Granada. Este tipo de realidades nos ayudan a entender una gran parte de la época ya que la mayor parte de la población se localizaba en el mundo rural. En ese sentido, situaciones como la estructura de la tenencia de la tierra y la circulación de la producción campesina son fundamentales para comprender aspectos sociales y culturales de aquella sociedad. Por lo tanto, es hora de que el puñado de historiadores que se encuentran trabajando y que han trabajado estos temas, aporten a la comunidad académica y al público en general una Historia rural del Nuevo Reino de Granada. Julian Andrei Velasco Pedraza Historiador de la Universidad Industrial de Santander Magíster en Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México Estudiante del Doctorado en Historia de El Colegio de Michoacán Correo electrónico: [email protected]

3. Para ver condiciones similares sobre un campesinado dinámico en el Río de la Plata se pueden ver los trabajos de Juan Carlos Garavaglia y los de Raúl Fradkin. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

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Max Hering Torres y Nelson A. Rojas eds., Microhistorias de la transgresión (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Universidad Cooperativa de Colombia, Universidad del Rosario, 2015), 465 pp. Microhistorias de la transgresión recorre un amplio universo temporal, que inicia en el siglo XVII y llega hasta el presente, con el objeto de historizar las “prácticas de la transgresión” en Colombia. Para ese fin, la compilación incluye artículos que abordan casos tan heterogéneos como acusaciones de bestialismo, parricidio, abigeato, homicidio de sí mismo, alteración del orden, asesinato con sevicia, engaño colectivo, celebración de espectáculos prohibidos, crímenes pasionales, hasta la traición de códigos de honor al interior de grupos insurgentes como las FARC. Los protagonistas de estas contravenciones son sujetos tan diversos como un indio pijao, un esclavo negro, un sacerdote jesuita, un asesino epiléptico, falsos presbíteros, hombres y mujeres envueltos en crímenes pasionales y la comunidad de Chapinero de fines del siglo XIX, entre varios más. Ante esta multiplicidad de temas e investigaciones, la presente reseña enfatiza en las líneas de convergencia del proyecto editorial: el tratamiento de la transgresión desde perspectivas teórico-metodológicas de la microhistoria. Once artículos, el primero “Transgresión y microhistoria”, realizado por los editores a manera de introducción, y diez más, agrupados cronológicamente en cuatro apartados, reúnen el esfuerzo de profesionales de varias disciplinas que participaron N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

Reseñas 333 entre los años 2013 y 2014 en un coloquio sobre Microhistoria y transgresión. De estos encuentros y del diálogo con otros investigadores que venían trabajando en estas mismas líneas, resultó el texto que aquí se comenta. Proyecto que, por lo demás, ofrece una continuidad con otros ejercicios que reflexionan sobre las formas de hacer historia en nuestro país como: Cuerpos anómalos (2008) e Historia Cultural desde Colombia. Categorías y debates (2012). Así mismo, siguiendo las líneas de análisis abiertas por historiadores como Giovanni Levi y Carlo Ginzburg, que caracterizaron las ediciones de los Quaderni Storici en Italia, esta compilación se anuncia como un proyecto de carácter experimental, que plantea, entre otros retos, la incapacidad de una definición a priori y en términos absolutos de la microhistoria. Como adelantamos, el objetivo de esta iniciativa editorial es historizar la transgresión, es decir, explicarla desde una perspectiva histórica. Como anotan sus editores, esta se refiere a “una variedad de prácticas [que van desde] traspasar, irrespetar, infringir, pecar, delinquir y resistir, pero implica, asimismo, crimen y abyección”. En este sentido, la transgresión puede ser entendida desde dos perspectivas: en primer lugar, como el incumplimiento de la norma o la violación de las leyes, estipuladas de manera explícita por las instituciones que detentan el poder. En segundo lugar, como aquellas prácticas que ocurren en el espacio simbólico de la vida social y cultural bajo el aspecto de “comunidades de valores, sensibilidades y formas de entender el mundo”, que intervienen tanto en las subjetividades de los individuos, como en el devenir histórico y cultural de una sociedad. Así, las prácticas de transgresión pueden llevarse a cabo tanto dentro como fuera del ámbito jurídico o penal que es donde se transgrede la ley establecida. Algunas transgresiones que ocurren en el ámbito de lo cotidiano tienen como finalidad o consecuencia la subversión de las relaciones de poder, a diferencia de aquellas donde el sujeto transgresor peca, delinque o infringe la norma, con el objetivo último de satisfacer sus intereses personales o los de otros, sean estos económicos, políticos, sexuales o emocionales. Al respecto, Michel Foucault ha propuesto en el “Prefacio a la transgresión”, que esta: No es en últimas como lo negro a lo blanco, lo prohibido a lo permitido, lo exterior a lo interior, lo excluido al espacio protegido de la morada. Es, más bien, quizás algo así como el relámpago que en la noche del fondo del tiempo da un ser denso y negro a lo que ella niega, lo ilumina desde el interior y colma profundamente, le debe su viva

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Reseñas claridad, su singularidad desgarradora y enderezada y sin embargo, se pierde en ese espacio que ella firma con su soberanía y finalmente se calla por haber dado un nombre a lo oscuro.1

Se trata, entonces, para Foucault, de gestos fugaces y fulgurantes que, más que subversivos, llevan a la norma a sus propios límites para la definición de su ser. Transgresión y norma dependen mutuamente: la primera permite que seamos conscientes de la segunda. Ahora bien, de las alternativas posibles para el estudio de estas prácticas, las investigaciones incluidas en el volumen Microhistorias de la transgresión se enfocan en el crimen y el delito. La mayoría de trabajos toma como objeto de estudio procesos judiciales, que en algunos casos son contextualizados o problematizados con cuestiones de mayor amplitud, proponiendo interpretaciones sobre el motivo de los crímenes, el devenir de sus procesos penales y las consecuencias de los mismos. Al abordar la transgresión de forma privilegiada desde las prácticas delictivas y la historia del crimen, y dejando de lado el amplio abanico que el asunto de la transgresión como práctica simbólica podría incluir (como por ejemplo, otras formas de detentación del poder y su resistencia, diferentes a las de las instituciones judiciales oficiales), el proyecto editorial presenta un aporte significativo, aunque parcial, de la historia de las prácticas de transgresión en Colombia. Si aceptamos la tesis de Michel Foucault de que las prácticas de constitución del poder y las que pretenden transgredirlo son inseparables, entonces la atención exclusiva a las prácticas que vulneran la norma establecida por la ley corre el riesgo de dejar en el olvido el análisis de otras formas de dominación y de agencia presentes en la cultura de manera diversa. En ese sentido, uno de los beneficios que tendría un estudio comprensivo de la transgresión, es el de fungir como una vía que trasciende las leyes —estipuladas en las normatividades— para acceder a otras formas del ejercicio del poder, que no están explícitas, pero que al ser transgredidas se manifiestan, como el relámpago en la noche. Al respecto, sería interesante preguntarse si al lado del camino de la historización de las prácticas de transgresión a partir de procesos judiciales, existen registros, materiales o fuentes que posibiliten entender las otras prácticas de transgresión. Al respecto, los editores afirman que la utilización de la noción de transgresión como eje temático no pretende funcionar como marco teórico de los artículos inclui1. Michel Foucault, “Prefacio a la transgresión”, Obras esenciales (Madrid: Paidós, 2010), 145-160. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

Reseñas 335 dos en el volumen. La propuesta es, más bien, dar cuenta de las posibilidades interpretativas que ese concepto pueda tener en el ejercicio del trabajo microhistórico. En este sentido, a la par de una historización de las prácticas de transgresión, la compilación es un aporte al estado de la cuestión desde el punto de vista de la microhistoria. Esta postura permite comprender entonces —y ahí una de sus mejores contribuciones— que la historia de las leyes y las instituciones penales en el país, no estuvo exenta de porosidades y contradicciones, sobre todo en un estado en formación y debilitado de manera constante por la presencia de la violencia y el crimen. Diferente a la transversalidad —explícita en unos casos más que en otros— de la noción de transgresión como eje temático común a todos los textos, el trabajo microhistórico presenta particularidades en cada caso, que provocan una heterogeneidad metodológica en el proyecto y que hace difícil rastrearlo de forma global. Como arriba señalábamos, más que en su definición, la microhistoria es una corriente historiográfica que se reconoce en sus presupuestos metodológicos. Teniendo en cuenta esto y según lo que se anuncia en la presentación del libro, no todos los autores aplican con el mismo énfasis la práctica microhistórica y algunos no lo explicitan o no lo reflejan en la construcción e interpretación de los problemas de investigación. Tal es el caso de la noción de indicio y de lo excepcional normal, el cambio de escala de observación y el manejo exhaustivo de las fuentes. Revisando estos presupuestos, en la apuesta teórico-metodológica de Carlo Ginzburg, podemos decir que los indicios son huellas o puertas de entrada que permiten acceder a problemas más amplios o generales. Por ejemplo, en el artículo Policías y prohibición de gallos. Control y descontrol en Chapinero, 1892, el autor se pregunta por el vacío, por la falta de firmas en un memorial y, desde allí, reconstruye las relaciones de poder entre la población del barrio Chapinero y la policía a finales del siglo XIX. Por su parte, para la microhistoria, lo excepcional normal alude al tratamiento de una realidad que solamente aparece de manera latente, por el resquicio que le deja la realidad evidente. Entre los artículos, un buen ejemplo de este recurso es el trabajo Polvo y cenizas. Bestialidad y orden social en Antioquia colonial, donde la autora sospecha que la excepcional aplicación a rigor de una pena, es indicativa, no del funcionamiento correcto de la justicia, sino de la iniquidad de la misma. Otros autores por su parte, parecieran no explotar esta característica de la microhistoria y terminan equiparando lo excepcional con lo excéntrico, con el caso pintoresco, raro N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

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o con titulares sugerentes, crítica comúnmente hecha a esta práctica historiográfica. El reto consiste, pues, en cómo volver las transgresiones —que por definición serían excepcionales, anómalas— en casos sugerentes desde la perspectiva microhistórica. Tal como lo pretende la microhistoria, el movimiento alternado de la escala de observación implica la retroalimentación entre varios niveles de visión y no solamente la ilustración del uno por el otro y viceversa, diálogo que puede darse a nivel de lugares, problemas y temporalidades. Una buena ilustración de este procedimiento, es el del delincuente epiléptico, donde a partir de un caso particular, el juicio por el crimen en el que se alegó epilepsia en el imputado, se logra mostrar la historia de la epilepsia en Colombia y su relación con el marco de procesos judiciales, esto es, la relación que existe entre la construcción social de la enfermedad y el sistema judicial. Frente al manejo de las fuentes, cabe resaltar que en la mayoría de los casos hay una amplitud y pluralidad de ellas, destacándose una aproximación crítica y una forma exhaustiva y rigurosa con la que se abordan, constatan y problematizan. Es decir, los trabajos logran apropiarse de las oportunidades metodológicas para el tratamiento de las fuentes desde el enfoque microhistórico. Un buen ejemplo de ello es el texto sobre los sacerdotes impostores, ya que en él se combina la revisión de la tradición oral, las entrevistas a diversos personajes de Puente Nacional, los ecos en la prensa, las publicaciones de los implicados, entre otros, logrando reconstruir un amplio y denso mapa de las vidas de los personajes implicados y de los sucesos en dicha localidad. En definitiva, Microhistorias de la transgresión, es un aporte significativo en la experimentación de las técnicas microhistóricas en Colombia, haciendo énfasis en el manejo de casos judiciales. A partir de este trabajo, sería interesante ampliar el espectro de perspectivas que permitan una comprensión más exhaustiva de la transgresión como práctica de detentación y resistencia en las relaciones de poder. Federico Ardila Garcés: [email protected] Michelle Evans Restrepo: [email protected] Eulalia Hernández Ciro: [email protected] Estudiantes del Doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Medellín

N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 323-336

Eventos Conmemoración de los 40 años de las Facultades de Ciencias y de Ciencias Humanas y Económicas Me siento muy honrado de participar en esta ceremonia académica para conmemorar los 40 años de funcionamiento de la Facultad de Ciencias y de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Una ceremonia que se ve enaltecida por la presencia de distinguidas personalidades y por la realización del acto en el recinto que lleva el nombre de uno de los grandes de Colombia y figura central en la historia de nuestra Alma Máter, el maestro Gerardo Molina. Muchas sensaciones se precipitan en este momento cuando recordamos el proceso que dio origen a esas dos nuevas Facultades y evocamos los nombres de tantos que contribuyeron a su exitosa culminación. Como nada ocurrió gratuitamente, permítanme ustedes que me ocupe brevemente de las causas mediatas e inmediatas de lo que hoy justamente celebramos. Estoy convencido de que la causa mediata fue la llamada Reforma Patiño de la Universidad Nacional. En efecto, en la década de los años sesenta existían tres facultades en la llamada seccional Medellín de la Universidad, sin ninguna relación entre ellas y obligadas a tratar individualmente sus asuntos académicos y administrativos con los directivos centrales en Bogotá, lo que obligaba a dilatados trámites. Eran las Facultades de Minas, Agronomía y Arquitectura. Aquella reforma centró la vida académica de la Universidad en los departamentos y no, como antes, en las carreras y en las facultades de una docencia profesionalizante. Un nuevo departamento, como el de química por ejemplo, tendría la responsabilidad de prestar sus servicios a las carreras de las diferentes facultades y, a la vez, propender por el desarrollo y por el despegue de una investigación de carácter colectivo en su ciencia específica. No olvidemos que en aquellos años la investigación se veía como una tarea individual y excepcional, pues los profesores nos dedicábamos totalmente a la docen-

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cia, con ocasionales responsabilidades de tipo administrativo. Lo anterior fue el primer paso para acercar las tres Facultades en lo que sería a partir de entonces una integración progresiva cuyo actor central fue Peter Santa María, en ese entonces decano de la Facultad de Minas. Sin esa integración no habría sido posible que dichas Facultades más tarde se desprendieran generosamente de áreas de importancia tradicional con el fin de conformar las dos nuevas Facultades. La causa inmediata ocurre hacia mediados de la década de los años setenta, cuando ya la antigua seccional se ha transformado en sede y tiene una vicerrectoría y un cuerpo directivo. Son los momentos en que el país sale de un gobierno autoritario, que incluso produjo injustas expulsiones de distinguidos profesores en la Universidad de Antioquia y en nuestra sede, y se inicia la presidencia de Alfonso López Michelsen. Es cuando este mandatario inicia el llamado “Mandato claro” y nombra como rector de la Universidad Nacional al gran jurista y figura de izquierda Luis Carlos Pérez, como una expresa muestra de apertura y nuevos tiempos para la Institución. En esas circunstancias, un grupo de profesores consideró que había llegado el momento para ampliar el ámbito académico de la sede Medellín y por tanto fomentar el desarrollo de las ciencias exactas y naturales, así como el de las ciencias sociales, las humanidades y las artes. Quien les habla, en ese entonces vicerrector de la sede, pronunció unas palabras ante la comunidad académica el 14 de mayo de 1975 para invitar a una discusión sobre la posibilidad de reestructurar la sede Medellín a partir del principio central antes mencionado. Me permito citar algunos apartes del documento correspondiente: “Un análisis histórico de la acción desarrollada por las tres facultades de la Universidad Nacional en Medellín muestra su acentuado énfasis tecnológico…el Acuerdo No. 17 de 1969, emanado del Consejo Superior Universitario, prescribe los programas que podrá adelantar la Sede al definirla como centro tecnológico de la Universidad Nacional…creemos que las circunstancias regionales, nacionales e internacionales han cambiado en los últimos años. Para empezar digamos que no es posible concebir el desarrollo de la industria, la ingeniería, o la técnica en general, sin el avance previo del conocimiento científico… Es ya un lugar común hablar sobre la Universidad que vive de espaldas al País… que no es el centro donde se plantean los grandes problemas colombianos… Pero en forma más simple planteemos una pregunta: ¿por qué no existe entre nosotros la Universidad crítica?... La segunda dirección a la que apunta el documento que hoy preN.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 337-343

Eventos 339 sentamos se refiere al fortalecimiento de las ciencias sociales”. El documento señaló como elemento de discusión la propuesta de crear una sola Facultad que reuniera las ciencias exactas, físicas y naturales, las ciencias sociales y las humanidades. Terminada la discusión, que pudo durar unos dos meses, se decidió llevar a la instancia central de la Universidad la propuesta en cuestión. La respuesta fue aprobar dos Facultades, una de Ciencias y otra de Ciencias Humanas, de modo que Medellín siguiera el modelo de la sede Bogotá. Unos cinco meses después de iniciada aquella discusión, mediante el Acuerdo 80 del 23 de octubre de 1975, el Consejo Superior Universitario estableció para la sede Medellín una nueva estructura académica con el fin de dotarla de las unidades propias de un centro universitario más completo. El principal efecto del Acuerdo fue la creación de las Facultades de Ciencias y de Ciencias Humanas. Cuando quien les habla llevó la propuesta al Consejo Superior Universitario, ya con la recomendación del Consejo Académico, contó con el total apoyo del rector Luis Eduardo Mesa Velásquez, quien había sucedido a Luis Carlos Pérez luego de una grave crisis en el centro docente, relacionada con el Hospital San Juan de Dios. Después que hiciera una amplia exposición sustentada en valores académicos, recibí una ceñuda mirada del entonces ministro de educación y presidente del Consejo Superior, Hernando Durán Dussan, seguida de la siguiente frase lapidaria: “Y eso, doctor ¿cuánto cuesta?” Retrospectivamente creo que se perdió una oportunidad muy significativa pues una única facultad tal vez habría permitido el acercamiento y la interacción entre científicos y técnicos, de una parte, y humanistas, de la otra, una vieja preocupación en Occidente. En los años cincuenta, C. P. Snow pronunció en Londres una célebre conferencia con el título “Las dos culturas”, en la que lamentaba los perjuicios que se derivaban del alejamiento, casi podía decir la oposición, entre científicos y letrados. Se dio comienzo a una polémica que todavía no termina. Más recientemente, el gran científico y humanista Edward O. Wilson ha revivido la teoría denominada consiliencia (un bello neologismo que quiere decir “saltar juntos”) para señalar que todas aquellas formas de conocimiento tienen un fundamento común ya que se puede postular la unidad del conocimiento. Vale la pena mencionar que, décadas después, la Universidad EAFIT creó una Facultad de Ciencias y Humanidades. No suele ser fácil ni elegante mencionar nombres, pero estoy seguro de que nuestra Institución tiene una deuda de gratitud con quienes por la época ejercían el decanato en cada una de las tres facN.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 337-343

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ultades. Héctor Jaime Wolff, de Arquitectura; Miguel Ángel Restrepo, de Agronomía; y Alfonso Ramírez Rivera, de Minas. A ellos agregaría tres profesores cuyo concurso fue decisivo: Luis Antonio Restrepo Arango, el querido y recordado Toño Restrepo; Álvaro Tirado Mejía, quien hoy nos honra con su presencia; y Michel Hermelin Arbaux, cuyo reciente fallecimiento ha enlutado a Colombia y, en especial, a su comunidad científica. El profesor Tirado Mejía fue el primer decano de la Faculta de Ciencias Humanas y posteriormente sería vicerrector de la sede. Y el profesor Hermelin fue el primer decano de la Facultad de Ciencias. Pero no debemos olvidar a tantos profesores y empleados que, generosamente dejaron oficinas y laboratorios que tal vez habían sido su hogar académico durante largos años, para trasladarse a otros predios que albergarían las dos nuevas Facultades. Y, finalmente, un homenaje a las tres antiguas Facultades que se desprendieron de áreas académicas vitales y de mucha tradición: la Facultad de Minas, de Matemáticas y Física; la Facultad de Agronomía, hoy de Ciencias Agrarias, se desprende de Biología y Química; y la Facultad de Arquitectura, de Humanidades. Suficiente en cuanto a la historia. Es oportuno que ahora señalemos por qué esta celebración de los 40 años está plenamente justificada y, por lo tanto, nada mejor que intentar un apretado balance de las realizaciones de las dos Facultades en dicho lapso, así como de sus perspectivas futuras. La hoy Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, cuenta hoy con tres programas de pregrado: Historia, Ciencia Política y Economía, esta última a partir de la transformación de un programa que existía con el nombre de Economía Agrícola en la Facultad de Agronomía. Son cuatro las maestrías: Historia, Ciencias Económicas, Estética y Estudios Políticos. Y finalmente, mencionamos dos programas doctorales actualmente en funcionamiento: el doctorado en Historia y el doctorado en Ciencias Humanas y Sociales. Es claro el avance en investigación pues en 2014 se contaba con 24 grupos de investigación, uno de ellos clasificado en la categoría máxima de Colciencias, tres en la segunda categoría y dos en la tercera. Con respecto a la extensión son muchas las actividades que se han desarrollado en las cátedras Pedro Nel Gómez, Luis Antonio Restrepo, Educación y Religión, y Cultura y Sociedad. La Facultad organizó el que hoy se considera el primer congreso del país sobre historia en 1977 y una década después fue sede del décimo congreso. Además, en 2003 se estableció el programa “Prácticas Universitarias para la Convivencia Ciudadana” por medio de un convenio interadN.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 337-343

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ministrativo entre la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, el Municipio de Medellín, y el Banco Interamericano para el Desarrollo –BID-. En su ejecución participaron estudiantes de los programas de Ciencia Política, Historia y Economía, con el propósito de desarrollar ejes temáticos relacionados con la Historia del conflicto armado, Vocación productiva de los barrios de Medellín, Pedagogía ciudadana, Convivencia ciudadana y democrática, Derechos Humanos y Constitución Política de Colombia. En cuanto a publicaciones, la Facultad cuenta con las revistas Historia y Sociedad, Ensayos de Economía, Historelo (una revista de historia regional y local) y Forum (sobre ciencia política). Y se han publicado numerosos libros y documentos cuya sola enumeración rebasaría con creces el tiempo que debo dedicar a esta exposición. Tres laboratorios prestan su apoyo a las diferentes tareas académicas: Fuentes Históricas, Ciencias Sociales y Económicas, y Estudios Geográficos. Es muy del caso que terminemos este primer balance mediante la mención de nuevos proyectos de la Facultad que nos muestran su visión del futuro: un Doctorado en Estética, Maestrías en Estudios Culturales, en Archivística y en Enseñanza de las Ciencias Humanas y Sociales. Y, en cuanto a la extensión, se proyectan un centro de prospectiva e innovación social al igual que un laboratorio de pedagogía social. Pienso que estos datos son suficientes para dar cuenta del progreso y dinamismo de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Quisiera agregar que uno de los objetos centrales de la nueva Facultad de Ciencias Humanas y Económicas se relacionaba con la importancia que adscribíamos a la formación integral de los estudiantes de las carreras científico tecnológicas. Existía por aquellos años un serio programa de humanidades en la Facultad de Minas que propiciaba un tronco fundamental de estas asignaturas, seguido de materias electivas, todo ello a lo largo de los 10 semestres de la respectiva carrera. Es desafortunado que dicha experiencia se haya olvidado como parte de una tendencia entre nosotros, y habría que decir en el mundo, de suprimir o reducir las humanidades para favorecer carreras relacionadas con los sistemas de computación, con lo estrictamente tecnológico o con los negocios. Una tendencia que bien ha denunciado la distinguida filósofa norteamericana Marta Nussbaum en su libro Sin ánimo de lucro – Por qué la democracia necesita de las humanidades. Por su parte, la Facultad de Ciencias comenzó a desarrollar su estructura curricular con los programas de pregrado y posgrado de Matemáticas, los cuales pertenecían anteriormente a la Facultad de N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 337-343

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Minas. La carrera de Matemáticas fue creada allí en marzo de 1969, como respuesta a la demanda de los docentes de Matemáticas que en ese entonces prestaban sus servicios a los programas de Ingeniería. Y ya en 1967 se había fundado el Posgrado en Matemáticas, como una Maestría en Ingeniería con énfasis en Matemáticas Aplicadas. Una de las tareas primordiales de la Facultad en los últimos veinte años ha sido el fortalecimiento y ampliación del Posgrado de Matemáticas y la creación de nuevos posgrados. La Facultad de Minas, que se desprendió de un área central de su centenaria actividad, creo que hoy debe ver con satisfacción cómo las matemáticas y otras áreas científicas básicas se vinculan a las aplicaciones en ingeniería. Señalaría también el enorme progreso de un área de tanta significación como la Estadística, hoy con su correspondiente Doctorado. Sus egresados tienen ya un amplio reconocimiento en la industria. La Facultad cuenta con cuatro carreras de pregrado: Matemáticas, Estadística, Ingeniería Biológica e Ingeniería Física; y en lo correspondiente a posgrado, dos especializaciones, once maestrías y cuatro doctorados, así: Física, Matemáticas, Biotecnología y Ciencias con el área de Estadística. Es de anotar que los pregrados en Ingeniería Física e Ingeniería Biológica son de los más exitosos en cuanto a número de estudiantes, vinculación de los egresados a las empresas y continuación de estudios doctorales en el exterior. Por su parte, la maestría en enseñanza de las ciencias es probablemente la más exitosa de la ciudad en cuanto a número de admitidos: se han formado más de 400 egresados con el título de Magíster en un programa en continuo crecimiento, cuya labor social es silenciosa pero efectiva para mejorar la educación en la región y el país. Actualmente, las diferentes áreas cuentan con una planta docente y de investigadores altamente calificada, con nivel de Maestría y Doctorado, investigadores que mantienen vínculos activos con pares académicos de la comunidad nacional e internacional. Es impresionante registrar que la Facultad de Ciencias cuenta con 42 grupos de investigación, nueve de los cuales obtuvieron la máxima clasificación de Colciencias en 2015, siete obtuvieron la segunda y cinco, la tercera. Se destacan también las numerosas publicaciones en revistas acreditadas, entre ellas la propia de la Facultad. Todo ello apoyado por seis laboratorios, los museos de Entomología y Micología, así como un herbario. La calidad de las publicaciones está garantizada por un comité editorial de carácter internacional y las exigencias editoriales de la propia Universidad. La Facultad de Ciencias N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 337-343

Eventos 343 considera crear en el futuro los pregrados en ciencias químicas y en ciencias de la computación; una Maestría en Ingeniería Física; y, de mucho interés, un Doctorado en Ciencias Naturales que integraría áreas de Química, Biociencias y Entomología. Para terminar, espero que las exigencias de tiempo me hayan permitido convencer a ustedes de que los balances después de 40 años, suficiente tiempo para la madurez de un ser humano pero poco para una institución, nos permiten justificar la visión de aquella reforma de los años setenta, y que las tres tradicionales Facultades, que en su momento generosamente cedieron áreas fundamentales de su quehacer, pueden hoy estar ampliamente satisfechas por el resultado de esa transformación radical de la sede Medellín. Darío Valencia Restrepo Medellín, 7 de octubre de 2015

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Declaración sobre los índices de citación y las prácticas editoriales Por iniciativa de la Revista chilena de literatura, de la Universidad de Chile, los editores de algunas revistas latinoamericanas nos reunimos el 29 de septiembre del 2014 en Santiago de Chile para discutir políticas comunes y formas de apoyo en nuestra actividad. Los asistentes coincidimos en expresar nuestra inconformidad frente a las formas predominantes de medición de la calidad académica de las publicaciones que, en primer lugar, privilegian criterios administrativos y cuantitativos sobre los contenidos y, en segundo lugar, tienden a ignorar las prácticas académicas propias de las humanidades, que son diferentes a las de las ciencias exactas y aplicadas. Por eso, hemos decidido firmar la siguiente declaración pública, en cuya redacción hemos trabajado durante el primer semestre del 2015. Antecedentes En los últimos años, varios gobiernos latinoamericanos han venido adoptando formas de medición de la calidad académica basadas en las nuevas políticas de administración pública, que privilegian el uso de indicadores y métricas por encima del contenido y del valor científico, social y cultural intrínseco del trabajo académico. Tales políticas han sido asumidas también por algunas universidades, cada vez más atentas a la visibilidad y el impacto, a la posición en los ránquines internacionales, y en general a la formación de capital humano en una perspectiva que privilegia el desarrollo económico. Por lo general, los modelos de medición adoptados se basan en las prácticas académicas de las ciencias exactas y aplicadas, e ignoran las particularidades que caracterizan el trabajo académico en las ciencias humanas. Como criterio general, se suele privilegiar el paper como formato estándar de la producción académica, por encima de otras formas de difusión del conocimiento más afines a las humanidades, como el ensayo o el libro. Además, estos modelos conciben la utilidad del conocimiento de un modo restringido, limitado a la aplicación práctica y a la solución de problemas concretos.

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Eventos 345 Las ciencias humanas, por su naturaleza reflexiva y polémica, no se ajustan a este tipo de criterios, y esto no significa que sean menos importantes para la sociedad. El saber que ellas buscan es abierto y plural, no está dirigido exclusivamente a las comunidades académicas, sino también al ámbito público. Las humanidades fortalecen y alientan la apropiación crítica de la cultura y la tradición, abren espacios de discusión y debate, y tienen una dimensión utópica que va más allá de la mera solución de problemas inmediatos. Por eso, las humanidades no se adaptan fácilmente a los criterios meramente cuantitativos, ni a las formas estandarizadas de producción académica. De hecho, al adecuarse a los criterios de calidad imperantes, las humanidades a menudo se ven obligadas a traicionar su naturaleza, sus fines y su efecto social y cultural. Las publicaciones que suscribimos el presente documento abogamos por una reformulación de los criterios de evaluación académica en las ciencias humanas. Nuestros comités editoriales comprenden la necesidad de la evaluación, pero se oponen a que ésta sea concebida a partir de principios cuantitativos o basados en la aplicación práctica inmediata del conocimiento. Dadas las diferencias de tradición e identidad entre las disciplinas, consideramos que tanto las universidades como los estados deben adoptar modelos de medición diferenciados, que tengan en cuenta las particularidades de cada una de ellas, y en cuya elaboración se cuente con una participación verdadera de las comunidades académicas. Solo así podrán establecerse criterios claros para la adopción de políticas públicas con respecto a la investigación académica en nuestras áreas que redunden, efectivamente, en el bien general. Algunos estados y universidades han adoptado, sin matices, criterios puramente cuantitativos de evaluación basados en los índices de citación, cuyos análisis y métricas se asumen como indicadores directos de la calidad de las publicaciones y de sus contenidos. La necesidad de publicar en revistas o en otros medios que se reportan en estos índices se ha convertido en política pública, en un imperativo para los investigadores, lo que afecta la lógica de la producción académica, los enfoques de las investigaciones, los formatos en los que se escribe y la naturaleza de algunos proyectos editoriales regionales. Esta exigencia y el enfoque cuantitativo dominante crean problemas para los investigadores, y no solo en el ámbito de las humanidades. En el área de las ciencias exactas y naturales han surgido voces críticas frente a los parámetros de evaluación y a la importancia excesiva que han adquirido los índices de citación y el factor impacto. La evaluación cuantitativa, han señalado, es apenas N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 344-348

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uno de los elementos de la evaluación de la calidad académica, pero no es el único, y ni siquiera el más importante. En todas las áreas, la evaluación académica debe ser contextual, pues debe hacerse a partir de la misión y el proyecto específico de las instituciones, de las publicaciones, de los distintos saberes disciplinarios, de los grupos de investigación y los individuos que son evaluados. El contexto cultural y socioeconómico juega un papel importante en la consideración de la calidad de una publicación académica en cualquier área, pero especialmente en las humanidades y las ciencias sociales. Los indicadores suelen favorecer, por ejemplo, las publicaciones en inglés, pues tienen índices de citación más altos, se editan en países desarrollados y las más importantes se proponen como publicaciones “nucleares” (core journals), es decir, publicaciones que consolidan un canon de la literatura académica más relevante para cada disciplina. Pero las ciencias humanas y sociales, por su propia naturaleza, están vinculadas a contextos regionales y lingüísticos específicos, y esos vínculos son fundamentales en la consideración de la calidad de los productos académicos. Así ha sido reconocido, por ejemplo, en el documento “Bases para la Categorización de Publicaciones Periódicas en Humanidades y Ciencias Sociales”, publicado en junio del 2014 por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet) de Argentina. Allí se establece con claridad que el factor de impacto no tiene la misma incidencia en las ciencias sociales y las humanidades que en otras disciplinas, y que los libros —individuales y colectivos— tienen una gran importancia en la producción científica de este campo, a pesar de que no suelan ser incorporados en los índices de citación. El documento dice, además, que criterios bibliométricos como el factor de impacto no deben ser usados sin más para evaluar la calidad de las publicaciones en ciencias sociales y humanidades. También vale la pena destacar la decisión del conicet de poner en un mismo nivel los índices internacionales (WoS, Scopus) y los regionales (SciELO) o nacionales, como parte de una estrategia para fortalecer la producción regional, y para proponer la lengua española como un idioma de importancia en la generación de conocimiento y la difusión científica en las humanidades y ciencias sociales.

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Eventos 347 Acuerdos para las prácticas editoriales y académicas Basados en los antecedentes anteriores, los comités editoriales de las revistas firmantes de la presente declaración hemos decidido formular una serie de acuerdos básicos que guíen nuestras prácticas editoriales y académicas: • Consideramos que la calidad de nuestras revistas no se basa en un indicador de citación, sino en los contenidos que publican. Por eso, no utilizamos los índices de citación como herramienta promocional. La evaluación de los artículos recibidos tiene como criterios centrales la originalidad y la claridad de sus argumentos, y el aporte que ellos puedan hacer en la discusión académica sobre problemas literarios, estéticos, históricos y culturales. No se tienen en cuenta, por eso, aquellas cualidades o tendencias que puedan incidir directamente en el incremento de la citación de ningún autor o artículo, y mucho menos de cada una de nuestras revistas en su conjunto. • Nuestras revistas promueven la lectura de sus contenidos y facilitan el acceso de los lectores, pero no obligan a los autores, por ejemplo, a citar artículos previamente publicados por ellos mismos, sino únicamente lo que sea relevante para los fines de cada texto, y de acuerdo con las recomendaciones que surjan del arbitraje por pares. Nuestras revistas tampoco se ciñen exclusivamente al formato del paper, ni a la estructura usual del artículo científico (introducción, métodos, resultados y discusión). • Para nuestras revistas, los sistemas de indexación y resumen internacionales son un elemento clave en la difusión de sus contenidos, pues facilitan la localización de la información y el diálogo académico entre pares (esos eran, de hecho, sus propósitos iniciales). Sin embargo, una revista que no esté indexada en esos sistemas, especialmente en aquellos que miden la citación, no debería ser menos valorada por ese hecho. • Nuestras revistas promueven la difusión gratuita de sus contenidos o su adquisición a precios asequibles para los lectores, pues consideramos que el conocimiento, el debate y la argumentación deben ser públicos. • Nuestras revistas no cobran ni se proponen cobrar a los autores por publicar en ellas, para garantizar el acceso libre a sus contenidos.

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Queremos invitar a otras revistas y editoriales académicas a suscribir la anterior declaración y a tener en cuenta los principios aquí establecidos. Hasta ahora, esta declaración tiene el respaldo de 103 publicaciones de Brasil, Chile, Estados Unidos de América, Puerto Rico, Francia, Argentina, Colombia (incluida la Revista Historia y Sociedad), Perú, España, Italia, Rumania, Túnez, Venezuela, Ecuador, México y Eslovenia.

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Declaración de la Asociación de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales Las decanas y los decanos de las Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales de universidades públicas, reunidos el 2 de octubre de 2015 en la Universidad del Valle (Cali), manifestamos el propósito de crear la Asociación de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales con el propósito central de defender y ampliar el papel de nuestros saberes en la universidad colombiana y en la realidad nacional, con una proyección internacional. La asociación jugará el papel de representación de la comunidad académica de las humanidades y las ciencias sociales, respondiendo a la carencia de un organismo que sea reconocido como interlocutor válido que permita responder a la urgencia de generar un programa nacional, con proyección internacional, en humanidades y ciencias sociales y generar espacios de reflexión, discusión, concertación y definición de políticas públicas con el estado, para el desarrollo de las humanidades y las ciencias sociales. En este marco, manifestamos nuestra preocupación, rechazo y diferencias críticas por la política pública en los siguientes puntos. La ley de ciencia y tecnología vigente y el papel que juega COLCIENCIAS en su gestión, centrada en una visión productivista del conocimiento y de la investigación. Nos oponemos al modelo de medición de COLCIENCIAS de grupos de investigación, investigadores y revistas, desarrollado desde una perspectiva instrumentalista del conocimiento y la investigación, que más que incentivar y estimular al investigador, lo que hace es distraerlo de su verdadero quehacer. Un modelo en el que, por ejemplo, el valor investigativo y académico del libro ha sido disminuido en su jerarquía e importancia. Nos preocupa la desfinanciación de la investigación por parte de COLCIENCIAS en todos los saberes, pero de manera especial en las humanidades y las ciencias sociales, que ha sido una constante, pero que en los últimos años se ha agudizado. En razón de esto, solicitamos a COLCIENCIAS que no haga la convocatoria de medición de grupos e investigadores el próximo 15 de octubre y que, por el contrario, acoja la propuesta y los criterios de las universidades reunidas en el Segundo Encuentro “Cultura e investigación: Estados del arte”, organizado por la Facultad de Ciencias N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 349-351

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Humanas y Artes, de la Universidad del Tolima, los días 8, 9 y 10 de octubre próximo, en Ibagué. Ante la situación crítica del sistema nacional de ciencia y tecnología, la deslegitimidad de la ley y las normas que lo rigen, los problemas que aquejan a COLCIENCIAS en la gestión de sus políticas y ante la necesidad de una nueva política pública en ciencia y en tecnología, estamos proponiendo la elaboración de una nueva Ley de Ciencias, Saberes y Tecnologías, en la que se reordenen las funciones y el papel de COLCIENCIAS en el fomento de la investigación en torno a estas actividades. Esta nueva ley reconocerá la autonomía de la universidad y tanto su construcción como su ejecución se concertarán entre COLCIENCIAS y las Universidades. En cuanto a las políticas del Ministerio de Educación Nacional, pedimos a la Señora Ministra de Educación, Gina Parody, que en relación con el proyecto de resolución por la cual se establecen las características específicas de calidad de los programas de licenciatura en el marco de las condiciones de calidad para obtener el registro calificado, acoja la clamorosa exigencia de construir una mesa nacional para discutir y concertar este tema y que haya respeto por la autonomía universitaria, que se ha desconocido por completo. Manifestamos, además, nuestra sorpresa, preocupación y rechazo por el nuevo modelo MIDE, Modelo de Indicadores del Desempeño de la Educación y consideramos que debe ser discutido y concertado con las universidades, pues este también lesiona la autonomía universitaria. Finalmente, en esta reunión estamos convocando al Segundo Encuentro “Cultura e investigación: Estados del arte”, organizado por Facultad de Ciencias Humanas y Artes de la Universidad del Tolima, los días 8, 9 y 10 de octubre próximo, en Ibagué, en el que haremos pública esta declaración. También estamos invitando a la reunión del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), del 9 al 13 de noviembre en Medellín, en el que también presentaremos esta declaración, buscando el apoyo de la comunidad latinoamericana. Por último, la asociación ha propuesto, como una actividad clave, la realización periódica de encuentros, de modo que convocamos para el próximo año, en el mes de

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marzo o abril, al Encuentro de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales, que se realizará en la Universidad del Valle (Cali), para lo cual se ha conformado un comité organizador con representación de las Facultades presentes en esta reunión. Firman esta declaración: Gabriel Gallego Montes - Decano Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Caldas; Orlando Londoño Betancourth - Decano Facultad de Artes y Humanidades, Universidad de Caldas; Juan Humberto Gallego Ramírez- Decano Facultad de Bellas Artes y Humanidades, Universidad Tecnológica de Pereira; Alfonso Torres Carrillo - Decano Facultad de Humanidades, Universidad Pedagógica Nacional Carlos Mario Lozano Medina - Decano Facultad de Humanidades, Universidad del Magdalena Ricardo Sánchez Ángel - Decano Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia; Rosy Eugenia Reyes Pinilla - Decana Facultad de Artes y Humanidades, Universidad de Pamplona; Yobenj Aucardo Chicangana Bayona - Decano Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín; Gloria Patricia Peláez Jaramillo - Decana Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Antioquia; Gabriel Jaime Vélez Cuartas - Jefe Centro de Investigación - Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Antioquia; Luís Carlos Castillo - Decano Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad del Valle Gladys Stella López Jiménez - Decana Facultad de Humanidades, Universidad del Valle Universidad del Valle, Cali, 2 de octubre de 2015

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Autores Federico Ardila Garcés Licenciado en Historia del Arte (Universidad de Palermo, Buenos Aires - Argentina), Magíster en Historia del arte Argentino y Latinoamericano (Instituto de Altos Estudios Sociales-IDAES/UNSAM). Estudiante del doctorado en Historia (Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín). Miembro del grupo de investigación Historia, Trabajo, Sociedad y Cultura en la misma institución.

María Eugenia Chaves Maldonado Licenciada en Ciencias Históricas por la Pontificia Universidad Católica de Quito, Ecuador. PhD en Historia por la Universidad de Göteborg, Suecia. Hizo un posdoctorado en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de Londres. Ha sido investigadora del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo, Suecia, y profesora visitante en la Universidad Andina Simón Bolívar, Quito. Es autora del libro Honor y Libertad. Discursos y Recursos en la estrategia de libertad de una mujer esclava (Göteborg, 2001); Genealogías de la Diferencia. Tecnologías de la salvación y representación de los africanos en Iberoamérica colonial (Bogotá, 2009); y Los otros de las Independencias, los otros de la nación (Medellín, 2015), los dos últimos como editora. Gran parte de sus publicaciones se encuentran en formato electrónico en el sitio de academia.edu. Actualmente se desempeña como Profesora Titular en la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

Eulalia Hernández Ciro Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Magíster en Estudios Socioespaciales de la Universidad de Antioquia. Estudiante del Doctorado en Historia, becaria de Colciencias, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín; investigadora de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la misma Universidad y del grupo Estudios del Territorio —GET—, adscrito al Instituto de Estudios N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 353-357

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Autores

Regionales —INER— de la Universidad de Antioquia. Coautora de los libros Palabras de amor: vida erótica en fragmentos de papel. De los relatos populares en el Archivo Histórico Judicial de Medellín, 1900 – 1950 (2015) y Medellín, una ciudad se piensa y se transforma. 50 años del Departamento Administrativo de Planeación (2011). Entre sus investigaciones recientes, se encuentran “Mucha tela que cortar. Memorias e historias desde los barrios de Robledo” (2014) y “Arte, piel de barrio. Memorias artísticas y culturales desde las calles y esquinas del noroccidente de Medellín, 1970–2012” (2013); procesos de recuperación de la memoria barrial también publicados.

Michelle Evans Restrepo Arquitecta de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en Museología de la Universidade de São Paulo. Magíster en Artes de la Universidade Estadual Paulista. Magíster en Gestión y Conservación del Patrimonio del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echavarría y estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

Beatriz Bragoni Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires, profesora regular en la Universidad Nacional de Cuyo, e investigadora independiente del CONICET en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales del Centro Científico y Tecnológico de Mendoza. Realizó estudios posdoctorales en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Ha sido profesora invitada de varias universidades europeas y latinoamericanas. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas entre las que destacan Annales. Histoire, Sciences Sociales, Anuario de Estudios Americanos y América Latina en la Historia Económica. Entre sus libros se destacan: Los hijos de la revolución. Familia, negocios y poder en Mendoza en el siglo XIX (Taurus 1999), “Premio Academia Nacional de la Historia” (obra inédita 1999‐2002) y Premio Ensayo “Juan Draghi Lucero” (1999); San Martín. De soldado del Rey a héroe de la nación (Sudamericana 2010); y José Miguel Carrera. Un revolucionario chileno en el Río de la Plata (Edhasa 2012). Ha editado Microanálisis. Ensayos de historiografía argentina (Prometeo 2004); De la colonia a la república: rebeliones, insurgencias y culN.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 353-357

Autores 355 tura política en América del Sur (Prometeo 2009), coordinado junto a Sara E. Mata; Un nuevo orden político. Provincias y Estado Nacional, 1852‐1880 (Biblos 2010) en colaboración con Eduardo Míguez; y El sistema federal argentino. Debates y perspectivas, 1860‐1910, (Edhasa 2015), en colaboración con Paula Alonso. Es miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia (RA).

Orlando Gabriel Morales Doctor y licenciado en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata. Profesor de Comunicación Social en la misma institución. Becario Posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Actualmente desarrolla actividades en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales del Centro Científico Tecnológico de Mendoza, dependiente del CONICET, y en el Centro de Estudios Aplicados en Migraciones, Comunicación y Relaciones Interculturales de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata. También desempeña actividades de docencia en la Licenciatura de Producción en Medios de Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Sus trabajos sobre comunicación intercultural y antropología de las migraciones han sido publicados en diversos medios nacionales e internacionales. Ha sido docente en la Cátedra de Antropología Social y Cultural y coordinador de la línea de investigación “Identidad/es y Sujeto/s” del Instituto de Investigaciones en Comunicación de la de La Universidad Nacional de La Plata. Es Director Ejecutivo del medio de comunicación Otros en Red. Periodismo para una comunicación intercultural (UNLP).

Verónica Uribe Hanabergh Maestra en Bellas Artes de la Universidad Nacional de Australia y Doctora en Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Es pintora, investigadora y profesora asociada del Programa de Historia del Arte de la Universidad de los Andes donde dicta cursos generales de Historia del arte y cursos especializados en los siglos XVIII y XIX tanto en Colombia como en Europa y Estados Unidos. Actualmente se desempeña como Directora del Programa de Historia del arte de la misma Universidad. Ha publicado dos libros: El arte del fragmento: el origen del boceto como N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 353-357

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Autores

expresión estética (Barcelona: Erasmus, 2012) y El pintor viajero: exploración y pintura en la creación moderna (Barcelona: Erasmus, 2013). Es coautora del libro de Beatriz González Manual del Arte del siglo xix en Colombia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2013), el cual fue ganador en 2014 del Premio Julio González Gómez. Ha publicado varios capítulos de libros y artículos en revistas nacionales e internacionales. Sus investigaciones más recientes buscan establecer relaciones en la producción de pintura de paisajes en el siglo XIX entre Colombia y Europa.

Mariana Terán Fuentes Doctora en Historia por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Cursó la maestría en Estudios del Lenguaje en El Colegio de Michoacán y la licenciatura en Sociología en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ha publicado investigaciones sobre la cultura política novohispana, en particular el mundo del sermón guadalupano con El artificio de la fe. La vida pública de los hombres del poder en el Zacatecas del siglo XVIII (mención honorífica en la categoría de tesis doctoral en el Premio Anual del INAH, Francisco Javier Clavijero, 2001). Ha participado en diversas publicaciones entre artículos, capítulos y libros dedicados a los temas de insurgencia, guadalupanismo y la formación del federalismo en México. Es profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de Zacatecas e integrante del Sistema Nacional de Investigadores nivel II. En 2010 obtuvo el primer lugar en el Premio Internacional de Historia, convocado por la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario con su investigación Por lealtad al rey, a la patria y a la religión. Zacatecas: 1808-1814, (Fondo Editorial Estado de México, 2012).

Rodrigo Antonio Vega y Ortega Doctor en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en donde se desempeña como profesor del Colegio de Historia. Las líneas de investigación que ha desarrollado son la historia de la ciencia mexicana en el siglo XIX y la historia ambiental de México en los siglos XIX y XX. Algunas de sus publicaciones son: “Recreación e instrucción botánicas en las revistas de la ciudad de México, 1835-1855”. Historia Crítica n.o 49 (2013): 109-133; “José N. Rovirosa: sus escritos científicos sobre recursos naturales, 1880-1900”. Estudios. Filosofía, Historia, Letras n.o 105 (2013): 35-55; N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016, PP. 353-357

Autores 357 “La Zoología y el Diario de los Niños (ciudad de México, 1839-1840)”. Revista Historia de la Educación Latinoamericana Vol: XV n.o 20 (2013): 275-293.

Juana Marta León Iglesias Licenciada en Estudios Socioculturales (Universidad de Pinar del Río, 2007). Máster en Estudios Históricos Regionales y Locales (Instituto de Historia de Cuba, 2012). Actualmente se desempeña como profesora de Historia Regional y Local del Departamento de Estudios Socioculturales de la Universidad de Pinar del Río (Cuba). Sus investigaciones se han centrado en el estudio de la criminalidad, la policía, el sistema judicial y las representaciones colectivas sobre el crimen y el delincuente común en la ciudad de Pinar del Río durante el período 1940-1958. Sus resultados han sido publicados en revistas de Colombia, Chile y Argentina.

Juliana Jaramillo Jaramillo Historiadora y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Sus áreas de interés son la historia social, cultural y educativa del periodo republicano en Hispanoamérica. En el 2011 participó en el programa Jóvenes Investigadores e Innovadores de Colciencias con una investigación sobre los fenómenos asociativos y periodísticos en los Estados Unidos de Colombia en relación con su papel en procesos de modernización cultural. Es Coordinadora de Investigación en la Corporación Universitaria Minuto de Dios, Seccional Bello, e integrante del Grupo Interdisciplinario de Estudios Sociales (GIES), de esta misma institución. Ha publicado los artículos “Educación y asociaciones voluntarias en Colombia 1860-1880. Demandas e iniciativas educativas desde la sociedad” (Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 2014); y “La Guerra civil de 1876-1877 y el castigo de los curas ‘rebeldes’: el caso del obispo de Pamplona Ignacio Antonio Parra” (Historia y Sociedad 2013).

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Normas para los autores • Historia y Sociedad publica artículos inéditos que presenten resultados de investigación histórica, innovaciones teóricas sobre debates de interpretación histórica o balances historiográficos completos. • Publicamos textos en español, inglés, francés o portugués aunque se admitirán colaboraciones en otros idiomas. • Los artículos no pueden estar simultáneamente en proceso de evaluación en otra publicación. • Los trabajos no deben exceder las 11.000 palabras, incluyendo resumen, notas y bibliografía. Deben presentarse en tamaño carta, a espacio sencillo, márgenes de 3 cm, con fuente Times New Roman de 12 puntos. • Los artículos deben enviarse con traducción del título al inglés e incluir un resumen (abstract), en español e inglés, que no supere las 150 palabras. Se recomienda que este contenga información sobre los fundamentos del estudio y sus objetivos, metodología, resultados y conclusiones principales. • El resumen debe acompañarse de 3 a 6 palabras claves en español e inglés, con apoyo preferible del Thesaurus de la Unesco (http://databases.unesco.org/thessp/.) o de otro thesaurus reconocido. • Incorporar en sus textos las normas de citación de la revista: http://www.revistas. unal.edu.co/index.php/hisysoc/about/submissions#authorGuidelines. • Si se desea resaltar palabras o frases en el texto, usar de preferencia letra cursiva. • Las reseñas: deben versar sobre libros pertinentes para la disciplina histórica, el número de páginas no debe ser inferior a dos ni superior a cinco, y los libros reseñados deben haber sido publicados en los últimos cinco años, aunque se podrían considerar excepciones. • Anexar los datos del autor: nombre, domicilio, teléfono, correo electrónico, nombre de la institución donde labora, cargo y currículo breve (no mayor a 150 palabras). • Los originales se conservarán como parte del archivo de la Revista. • Los trabajos se reciben en formato digital y deben ser enviados a través del siguiente portal: http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/hisysoc/about/submissions#onlineSubmissions. (registrarse como autor para enviar artículos y como N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016

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Normas para los autores lector para recibir noticias de la revista). Las dudas se atenderán en los correos electrónicos: [email protected] / [email protected]

Evaluación de los artículos y proceso editorial Una vez recibido un artículo, el Comité Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista, así como su pertinencia para figurar en una publicación de Historia. Posteriormente, toda contribución es sometida a la evaluación de dos árbitros anónimos, y en caso de empate se nombrará un tercer lector cuyo concepto será definitivo. El resultado de las evaluaciones será comunicado al autor en un período inferior a seis meses a partir de la recepción del artículo. Las observaciones de los evaluadores, así como las del Comité Editorial, deberán ser tomadas en cuenta por el autor, quien hará los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le será indicado por el editor de la revista (aproximadamente 15 días). Luego de recibir el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su aprobación. El Comité Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones básicas de estilo. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores.

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Normas para los autores

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formación y distribución) a la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, para incluir el texto en la Revista Historia y Sociedad (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. • En caso de que un artículo quisiera incluirse posteriormente en otra publicación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación original en Historia y Sociedad, previa autorización solicitada a la dirección de la revista.

Presentación general de los artículos Los artículos no deben tener más 11.000 palabras incluyendo notas de pie de página, y respetando las siguientes especificaciones: • Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos, subcapítulos, etc.) deben ir numeradas en números arábigos, excepto la introducción y la conclusión, que no se numeran. • Los términos en latín y las palabras extranjeras deberán figurar en letra itálica. • La primera vez que se use una abreviatura, esta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos (sangría). • Debe haber un espacio entre cada uno de los párrafos; estos irán sin sangrado. • Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, así mismo, titulados, numerados secuencialmente y acompañados por sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se ubican enseguida del párrafo donde se anuncian. Las imágenes se entregarán en formato digital (jpg o tiff 300 dpi y 240 pixeles). Es responsabilidad del autor conseguir y entregar a la revista el permiso para la publicación de las imágenes que lo requieran. • Las notas de pie de página deberán aparecer en números arábigos. • Al final del artículo deberá ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño 11, a espacio sencillo. Se organizará en fuentes primarias y seN.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016

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Normas para los autores cundarias, presentando en las primeras las siguientes partes: archivo, publicaciones periódicas, libros. En la bibliografía deben presentarse en orden alfabético las referencias completas de todas las obras utilizadas en el artículo, sin incluir títulos que no estén referenciados en los pies de página.

Referencias Historia y Sociedad utiliza una adaptación del Chicago Manual of Style, en su edición número 15, versión Humanities Style. A continuación se utilizarán dos abreviaturas que permiten ver las diferencias entre la forma de citar en las notas a pie de página (N) y en la bibliografía (B): No usar Op.cit ni Ibíd para las notas a pie de página. Luego de la primera citación se procede así: Nombre Apellido, dos o tres palabras del título, 58-79. Libro: De un solo autor: N- Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 445. B- Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad: Editorial, año. Dos autores: N- Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 78-79. B- Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Cuatro o más autores: N- Nombre Apellido(s) et al., Título completo (Ciudad: Editorial, año), 134-167. B- Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s), Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Artículo en libro: N- Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en Título completo, eds. Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año), 69-73. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016

Normas para los autores 363 B- Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. En Título completo, editado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año, 58-79. Artículo en revista: N- Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título revista Vol: n.o (año): 58. B- Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título revista Vol: n.o (año): 58-79. Artículo de prensa: N- Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título periódico, Ciudad, día y mes, año, 58. B- Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título periódico, Ciudad, día y mes, año, 58-79. Tesis: N- Nombre Apellido(s), “Título tesis” (tesis pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad, año), 58-79. B- Apellido(s), Nombre. “Título tesis”. Tesis pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad, año. Fuentes de archivo: N- “Título del documento” (lugar y fecha, si aplica), en Siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./leg./t., f. o ff. La primera vez se cita el nombre completo del archivo y la abreviatura entre paréntesis. B- Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País. Sección(es), Fondo(s). Publicaciones en internet: N- Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), eds., Título completo (Ciudad: Editorial, año), http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev_est/pdfs/7.pdf (fecha de consulta). B- Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año. http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev_est/pdfs/7.pdf

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Guide to Authors • Historia y Sociedad publishes original articles based on history research, new theoretical debate on the subject of historic interpretation or historiographic reviews. • The journal publishes papers in Spanish, English, French and Portuguese, although collaborations in other languages will be considered. • The articles must not have been presented simultaneously for evaluation purposes to any other journal. • The papers must not exceed 11.000 words, paper size A4, single spacing, 3cm margins, and font Times New Roman 12 pts. • The paper should contain the tittle and abstract, both in Spanish and English, 150 words maximum. The abstract should contain information about the backgrounds and objectives of the study, methodology, results and main conclusions. • 3 to 6 key words must be added in Spanish and English. They should be taken preferably from the Unesco’s Thesaurus (http://databases.unesco.org/thessp/), or any other recognized Thesaurus. • The articles must have into account the journal author’s guide: http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/hisysoc/about/submissions#authorGuidelines. • If the author wants to emphasize some words or sentences, preferably italic style should be used. • For the Reviews: Reviews must be on books related the historic discipline, the number of pages must not be less than 2 nor more than 5, the reviewed books must have been published in the last five years, although we can consider some exceptions. • Annex author information: name, address, telephone, fax number and e-mail, institutional affiliation, position in the institution and a short CV, for the recognition credits. • The originals would be kept as a part of the journal’s files. • Papers must be sent in digital format to the following website: http://www.revistas. unal.edu.co/index.php/hisysoc/about/submissions#onlineSubmissions (sing in as author to send your collaboration and as reader to get journal’s a n n o u n c e -

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Guide to Authors 365 ment). The questions will be attended in these e-mail addresses: revhisys@gmail. com/[email protected]

Evaluation of articles and editorial process Once the paper is received, the Editorial Committee ensure it fulfills the basic requirements of the journal, as well as its relevance for publication. Subsequently it will be evaluated by two anonymous referees and by the Editorial Committee. In case of contradiction between the concepts of the two referees, the article will be sent to an anonymous third referee whose concept will be decisive. The result of the evaluation will be communicated to the author in no longer than six months from the date of reception of the article. Authors must respond to the comments and suggestions of both referees and the Editorial Committee, and must undertake the adjustments. These adjustments must be carried out within the period of time indicated by the journal’s editor (approximately 15 days). After reception of the modified paper, the author will be informed of its approval. The decisions of the Editorial Committee concerning which articles will be published and in which edition are final. Such decisions are dependent upon author submiting all the required documentation on time. The journal reserves the right to make minor style changes to the text. During the edition process the authors may be contacted by the editors to solve any outstanding queries. In both the evaluation and editing processes, email will be the prime means of communication with authors.

Guide to authors of approved texts for publication (articles and reviews) • The author will be sent two copies of the journal in which his/her article appears. These will be sent by mail. • It is a requisite that authors of approved articles complete the “Autorización para Publicación de Obras y Cesión de Derechos Patrimoniales” form and return it duly signed. By doing so, they authorize the use of the property rights (reproduction, N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016

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public communication, transformation and distribution) by the Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín for the incorporation of the text in the journal Historia y Sociedad (printed and electronic versions). In this way, authors also confirm that is an original work and that they have not incurred in fraud. • Should the paper be presented for publication in any other medium, clear reference to the original publication in Historia y Sociedad must be included and permission from the editor must be previously requested.

General presentation of the articles Papers must not exceed 11.000 words, including footnotes, and should follow these guidelines: • Subdivisions in the text (chapters, subsections, etc.) should use Arabic numbers, except the introduction and the conclusions, which should not be numbered. • Terms in Latin and foreign words should appear in italic. • The first time an abbreviation is used, it should appear in parenthesis after the complete form, and then the abbreviation is to be used alone. • Quotations of more than four lines should follow the long quote format, which is between quotation marks, single spacing, font size 11 and reduced margins. • There should be a space between paragraphs and no indent. • All charts, tables, figures, photographs and maps should appear referenced in the text, should have a title, a consecutive numeration and must indicate the source of the information at the foot. They are to be located after the paragraph where they were referenced. Images must be presented in digital format (jpg or tif 300dpi and 240 pixels). It is the authors’ responsibility to obtain and submit to the journal permits of the images that require it. • Footnotes should have Arabic numbers. • The bibliography section should be located at the end of the article, written in Times New Roman size 11, single spacing. It should be divided in primary and secondary sources, the former containing: archive, periodical publications and books. In this section the bibliography used in the text must be presented in alphabetical order, and must not include titles that aren’t referenced in footnotes.

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References Historia y Sociedad uses an adaptation of the Chicago Manual of Style, in its 15th edition, version Humanities Style. Below two abbreviations are used to distinguish between referencing in foot notes (N) and in the bibliography section (B). Do not use Op.cit and Ibíd in foot notes. After the first reference, proceeded like this: Name Lastname, two or three words of the title, 58-79.

Book: One author: N- Name Lastname(s), Full title (City: Editorial, year), 445. B- Lastname(s), Name. Full title. City: Editorial, year. Two authors: N- Name Lastname(s) and Name Lastname(s), Full title (City: Editorial, year), 78-79. B- Lastname(s), Name, and Name Lastname(s). Full title. City: Editorial, year. Four or more authors: N- Name Lastname(s) et al., Full title (City: Editorial, year), 134-167. B- Lastname(s), Name, Name Lastname(s), Name Lastname(s) and Name Lastname(s). Full title. City: Editorial, year. Article in book: N- Name Lastname(s), “Article tile”, in Full title, eds. Name Lastname(s) and Name Lastname(s) (City: Editorial, year), 69-73. B- Lastname(s), Name. “Article tile”. In Full title, edited by Name Lastname(s) and Name Lastname(s). City: Editorial, year, 69-73. Article in journal: N- Name Lastname(s), “Article tile”, Journal title Vol: n.o (year): 58. B- Lastname(s), Name. “Article tile”. Journal title Vol: n.o (year): 58-79. N.O 30, MEDELLÍN, COLOMBIA, ENERO-JUNIO DE 2016

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Guide to Authors Article in news paper: N- Name Lastname(s), “Article tile”, News paper title, City, day and month, year, 58. B- Lastname(s), Name, “Article tile”. News paper title, City, day and month, year, 58-79. Thesis: N- Name Lastname(s), “Thesis tile”, (grade/masters/PhD thesis in, University, year), 58-79. B- Lastname(s), Name. “Thesis tile”. Grade/masters/PhD thesis in, University, year. Archive sources: N- “Document title” (place and date, if applicable), in Abbreviation of the archive, section, Fund, vol./leg./t., f. or ff. The first time the full name of the archive must be referenced and the abbreviation in parenthesis. B- Full name of the archive (abbreviation), City-Country. Section(s), Fund(s). Publications on internet: N- Name Lastname(s) and Name Lastname(s), eds. Full title (City: Editorial, year), http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev_est/pdfs/7.pdf, (date of consult). B- Lastname(s), Name, and Name Lastname(s), eds. Full title. City: Editorial, year. http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev_est/pdfs/7.pdf.

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FORMATO DE SUSCRIPCIÓN Nombre ______________________________ Apellido ___________________________ Institución ______________________________________________________________ Dirección _______________________________________________________________ Apartado Aéreo ______________________ Código Postal _________________ Ciudad _______________________ País ________________________ Correo de contacto ________________________________________________________ Modalidad de pago: Efectivo _______ Cheque bancario _____ Envío internacional _____

Dos ejemplares por año más envío: COLOMBIA: 50 000 COP AMÉRICA: 60 USD RESTO DEL MUNDO: 120 USD Es posible solicitar números anteriores, consultando previamente su disponibilidad al correo [email protected] http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/hisysoc/issue/archive

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