Historia de Chapinero

August 21, 2017 | Autor: Óscar Calvo Isaza | Categoría: Latin American Studies, Urban History, Environmental History, Bogota
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Descripción

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ALCALDIA MAYOR DE BOGOTA O. C.

b~ acueducto J¡J AG UA Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ

Instituto Distrital CULTURA Y TURISMO OBSERVATORIO DE CULTURA URBANA

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Jardín Botánico José Celestino Mutis ALCALDIA MAYOR OE BOGO TA O.C.

JosEFINA CAsTRO DE OssA

Compíladora

Asociación Vecindario Amigos Quebrada La Vieja Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá - E A A B Instituto Distrital de Cultura y Turismo - 1 D C T Jardín Botánico de Bogotá José Celestino Mutis

CONTENIDO

11 21

LA HISTORIA

21

85

Introducción ¡Hacia el norte, haci a el norte! · "Santafé se quedó al sur y Bogotá corre hacia el norte" Problemas de abastecimiento de agua en Bogotá Los amigos de la quebrada La Vieja Lecciones de Chapinero Notas Bibliografía

87

EL ACUEDUCTO

89

Recuperación integral de elementos del sistema hídrico: quebradas, ríos y humedales La quebrada La Vieja División territorial de la localidad Percepción ciudadana de la quebrada La Vieja Notas

25 36 47

6o 74 79

.,

LA S GRAC IAS

90

w6 w8 109 111

EL JARDÍN BOTÁNICO

112

132

Definición y ubicación Historia Gestión Los buenos oficios del Jardín Botánico Participación comunitaria Programación de las últimas actividades en las labores de recuperación Conclusión

137

DOS ACCIONES: DOS R ESULTADOS

137

148

Nuestros vecinos de arriba: Parque de Xiegua Planes inmediatos Notas

149

LISTA DE CONTRIBUYENTES AQUAV I E JA

ll5 120 125 129 130

145

Primera edición, 2003

© Asociación Vecindario Am igos Quebrada La Vie ja Call e 70 N° 4-05 Tel. [571]255 9123 Bogotá Colombia

Bogotá, 2003 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia

FOTOGRAF ÍAS

Portada y cuademillos a color Sylvia Patiño Spitzer Heproducción fotográfica Capítulo "La Historia" Clara Inés lsaza Capítulos "El Acueducto" y "El Jardín Botánico" Cortesía de Eduardo Bermúdez Rubiano y Jesús Robles Capítulo "Dos acciones: dos resultados" Ca rlos Mario Lema EDICIÓN

Pedro Lama DISEÑO G RÁFICO

Camila Cesarino Costa PREPRENSA

Elograf Ltda. IMPRE S IÓ N

Dupligráficas Ltda. Calle 18 Sur N° s-70 Tel. 2397089 Bogotá Colombia

lja historiaJ ÓSCA R l VÁN CALVO

INTRODUCCIÓN

.

Con el arrullo del agua descienden de la cordillera algunos recuerdos. Nos ponen al tanto de las cosás que fuero n, de lo diferentes que somos hoy y de las expectativas que tenemos. Las nubes y la lluvia, qué duda cabe, hacen parte imprescindible de la atmósfera sentimental que ha rodeado y rodea a los bogotanos . Hoy todavía llueve, y esperamos que los dones del agua nunca falten. Pero la ciudad aferrada a los cerros orientales es algo m enos que un recuerdo amoroso de los tiempos que se fueron : qui enes hemos sido testigos de las últimas décadas hemos visto aparecer otra ciudad, otro cl ima, uno más templado y variable según las zonas donde habitemos; además, la iluminación artificial, el tórrido humear de los carros, el hormigueo de la gente por las calles, el ruido de las voces y de la música han borrado de la faz esa ciudad taciturna y lúgubre que solía inspirar la vida espiritual de los bogotanos . Vivimos en una época ca racterizada por el "efecto invernadero", término que en ecología se refi ere, como muchos saben, a un fenómeno atmosférico que impide la fuga del calor hacia el espacio y garantiza las condiciones climáticas necesarias para la subsistencia de la vida en el planeta. Los bogotanos podemos corroborar muy bien cómo funcionan los invernaderos de la sabana, donde se producen de manera controlada las flores de exportación : allí se alteran las condiciones climáticas, se atacan las plagas y se fa cilita la síntesis de los nutrientes necesarios para las plantas. De manera que, en ciertos aspectos, es posible hacer una analogía entre un invernadero y el medio ambiente de la ciudad: la intervención humana, amparada en la capacidad de la ciencia y la técnica para transformar la naturaleza, ha creado un ecosistema artificial para el desarrollo y reproducción de la sociedad . 21 L A H I ST ORIA

La diferencia clave entre uno y otro es que no existe un palacio de cristal-o un cobertizo de plástico, para emplear una metáfora más adecuada con nuestra realidadque proteja a la ciudad de los intercambios de la biosfera. Por eso es necesario tener en cuenta la continuidad del ambiente urbano con las transformaciones que ha tenido y sigue teniendo todo el planeta. La ecología, precisamente, nos señala la dificultad ele dividir de manera tajante los problemas del medio ambiente; el curso de la biosfera -como una totalidad en la que se verifican los intercambios entre los seres vivos-, no reconoce una división tajante entre lo público y lo privado ni observa las fronteras políticoadministrativas, sean éstas trazadas por barrios, localidades, municipios, departamentos o naciones: la biosfera constituye la esfera ele lo público en la sociedad contemporánea. Así, la sensibilidad por el medio ambiente ha cobrado una importancia capital en los esfuerzos colectivos por reconocer la comunidad esencial ele los seres humanos, pero también la profunda desigualdad en la apropiación y utilización de los recursos naturales. Después ele que durante mucho tiempo la depredación indiscriminada de la naturaleza se tuvo como un símbolo ele progreso, hoy reconocemos con alguna claridad que los recursos que sustentan la vida humana en nuestro planeta no son ilimitados y, que en consecuencia, es necesario controlar racionalmente los cambios que obramos en los ecosistemas para que la vida de las futuras generaciones sea sostenible . Los ecosistemas de la sabana de Bogotá sufrieron un acelerado proceso ele cambio durante el siglo XX. Éste es evidente, por ejemplo, en la distorsión ele los períodos trimestrales ele lluvia y sequía, en el aumento de la temperatura media, en la disminución ele los caudales de los ríos y en la Je~ecación Je amplias zonas pantanosas. Este cambio se comprende como parte del desarrollo ele la capital del país, particularmente a partir de la segunda década del siglo pasado, y supuso la expansión ele las áreas pobladas más allá de los límites históricos del casco urbano ele la ciudad en el siglo XIX, la constitución de un sistema ele provisión ele alimentos cuya calidad es controlada para el consumo humano, la transición demográfica por la paulatina irrupción ele las instituciones ele salud pública, la especialización de las zonas urbanas de acuerdo a las actividades productivas modernas y la extensión continua de las redes de servicios públicos domiciliarios. Tal mutación no se entiende únicamente como alteración del paisaje, de las cosas que vemos todos los días en nuestro entorno, sino también ele un mundo invisible en el que reconocemos cambios químicos, físicos y biológicos ele los ecosistemas. La huella de 22 QUEBRADA LA VIEJA . T EST IMONIO DE UNA RECUPERACIÓN

Anónimo, [1900-1930]

Cataratas P. Calderón Tejada Colección particular y gentileza de Julio Ríos. Reproducción en afiche, origin al en fotografía. 66 x 96,7 cm.

la peregrina actividad de hombres y mujeres ha quedado grabada en nuestro medio, pero con él también hemos modificado nuestra forma de ver, sentir y representar la naturaleza y la vida social. Así pues, en la medida en que la ciudad ha cambiado de forma, la naturaleza se ha modificado irremediab_le!TJente y, con ella, los principios mismos que constituyen nuestra existencia. La preocupación por defender y conservar el medio ambiente en Bogotá ha jugado un papel preponderante en las iniciativas de las comunidades locales. La urbanización acelerada a partir de los años sesenta -legal e ilegal-, tanto en los estratos altos como en los medios y bajos, mostró la imposibilidad de continuar el desarrollo de la ciudad sin tener en cuenta los graves daños que se estaban produciendo en muchas zonas de la capital. Las juntas de acción comunal, las asociaciones vecinales y las organizaciones ecológicas se han empeñado en abrir un espacio de debate sobre los problemas que genera y podría generar en el futuro el uso abusivo de los recursos naturales. El Estado comprendió la importancia de esta labor, y la ha acompañado en la últimas décadas, con una normatividad completa en la materia, con diagnósticos técnicos regionales y locales, y con el apoyo de proyectos específicos. Pero habría que destacar, ante todo, que las inquietudes y las acciones de los ecologistas se han cualificado de manera sorprendente, forjando así nuevas expectativas sobre el espacio donde vivimos y los seres con los cuales transcurre nuestra vida: no velamos únicamente por algunos microambientes, sino por un entorno sensorial menos hostil para los ciudadanos: se combate la contaminación visual y auditiva, la depredación de los animales silvestres, pero también las diversas formas de agresión contra los animales domésticos, de trabajo y de laboratorio. La preservación del medio ambiente se ha desplazado del entorno natural hacia la actividad humana, de ahí que hayamos aprendido la importancia de concebir el ecosistema de una manera integral. Ahora nos preguntamos cómo interactúan los ciudadanos con su medio; cómo se organiza la sociedad en relación con otras especies vivas y cuál es el impacto a largo plazo de la utilización de diversas formas de energía. Sabemos que la ciudad, en sí misma, constituye una trama ecológica que compromete las formas de asociación entre los seres humanos, sus actividades productivas, sus necesidades de consumo, su natalidad y morbilidad, sus diferencias e identidades con respecto a la apropiación de los espacios públicos de la ciudad. 23 L A HISTORIA

Los nuevos conocimientos propician también nuevas acciones, verificadas en diferentes niveles. La Constitución ha incorporado al m edio ambiente como un derech() fundamental de los ciudadanos, y los gobiernos de la capital del país han hecho proyecciones - como el Plan de Ordenamiento Territorial- para que el futuro desarrollo económico de la ciudad sea sostenible. Entre tanto, el trabajo de las juntas de acción comunal, asociaciones vecinales y asociaciones ecologistas no ha parado, y con un apoyo más efectivo ele las instituciones ha sido posible el rescate de los humedales, la preservación ele especies ele flora y fauna nativas, la recuperación de los cuerpos de agua y la protección de los páramos, entre muchas otras actividades que hoy hacen posible gozar de una ciudad mejor. ¿Cuál es el papel de los trabajos comunitarios frente a los problemas ecológicos de Bogotá? Antes advertimos el reconocimiento de la ecología como un asunto global cuyas fronteras no están dirimidas por lo público y lo privado, o por las divisiones político-administrativas, sino por las relaciones siempre cambiantes entre los seres humanos y ele éstos con la biosfera en que se inscribe el destino de todas las especies vivientes. Pero así como los daños producidos en el medio ambiente en una esfera local o privada pueden acarrear problemas en todo el planeta - o en el espacio público-, las acciones pequeñas, y aún más si alcanzan cierta coherencia y persistencia, son útiles en la mejora y conservación del mundo en que vivimos. En una frase: lo que hacemos aquí y ahora cuenta, y cuenta de verdad. Son esfuerzos que comprometen tanto las acciones que podamos emprender, como la capacidad de crear nuevas expectativas sobre las inmensas posibilidades de construir entre todos una ciudad mejor: es enseñar nuestro camino y esti mular a otros para que inicien su propio traba jo. Desde luego, aún falta mucha agua por correr, y muchas experiencias que contar. De momento, queremos resaltar aquí la historia de la Asociación Vecindario Amigos Qu ebrada La Vieja, animar con ell a el trabajo de esta comunidad y promover la organización de otras asoci aciones en la localidad de Chapinero, en Bogotá, y en otras ciudades del país. Por eso, como lo enunció el periódico El Tiempo en septiembre de zooo: "La Asociación Vecindario Amigos Qu ebrada La Vie ja no para de soñar. El basurero de aguas negras que logró recuperar les sirve de empuje para su nuevo proyecto: desempolvar la historia de este cuerpo ele agua" .' En efecto, ya hace casi dos décadas que se inició dicha labor, primero como Junta de Acción Comunal y luego como Asociación, y hoy se puede 24 QUEBRADA LA V I E J A . TEST I MONIO DE UNA RECUP ERAC IÓ N

Francisco Wiesner Rozo, 1945

Bogotá, sus alrededores y hoyas hidrográficas Registro Municipal, N' 293-299, Bogotá, junio 15 de 1945, pp. 238 y 239. 45,5 x 20 cm.

decir que ha cumplido el primer objetivo trazado por los habitantes del barrio Nueva Granada desde 1984: recuperar de manera integral la ronda de la quebrada La Vieja. Para desempolvar esta historia, con el ánimo de examinar sumariamente los diversos elementos que produjeron en elpasado el deterioro del medio ambiente, y relatar los esfuerzos que desde hace muchos años emprendieron los bogotanos para detenerlo, vamos a contar fragmentos de otras historias, de la ciudad y de nuestra localidad, del agua y de los cerros. Vamos a dar un paseo por la ciudad, escuchando el ronroneo del agua que baja de los cerros, y dejaremos que ella nos evoque el pasado. Hablaremos de la sabana, de Bogotá, de Chapinero, de los días grises en que transcurría la vida cotidiana de los cachacos y de los días soleados del veranillo en que los paseos por el campo solazaban a hombres y mujeres cubiertos con ropa de los tobillos hasta el cuello. Charlaremos del agua, de cómo comenzó a llegar a las casas y a limpiar los cuerpos, y, por qué no, también de los cerros, de sus minas y sus canteras, de los esfuerzos para proteger los ríos y las quebradas. Así, entre cuento y cuento, caminaremos por La Vieja, y de vuelta al presente, contaremos la historia de sus amigos, de quienes hicieron posible que saliera de nuevo a la vista de todos, con sus aguas limpias, con una música clara que nos hace soñar, con los cantos de los pájaros y los pasos alegres de la gente.

jHACIA EL NORTE , HACIA EL NORTE!

Hoy la mayoría de nuestros ríos y quebradas se encuentran canalizados y su descenso pausado de los cerros hacia la sabana se escapa a las miradas de los bogotanos. Los cauces, otrora ricos en agua, no aparecen en el paisaje urbano. En su lugar, la imagen perturbadora de estrechos canales repletos de inmundicias hace de los ríos uno de esos territorios plagados de miedo para los habitantes de la ciudad. Siempre que vemos esos ríos comprendemos cómo nuestra propia actividad, la de nuestros antepasados, ha modificado profundamente el lugar donde vivimos. La utilización del agua ha sido siempre un factor decisivo para los asentamientos humanos. Cuando Bogotá se extendió desde su antigua morada entre los ríos San Francisco y San Agustín hacia el norte de la sabana, los ríos y las quebradas que descendían de los 2) LA HISTORIA

decir que ha cumplido el primer objetivo trazado por los habitantes del barrio Nueva Granada desde 1984: recuperar de manera integral la ronda de la quebrada La Vieja. Para desempolvar esta historia, con el ánimo de examinar sumariamente los diversos elementos que produjeron en elpasado el deterioro del medio ambiente, y relatar los esfuerzos que desde hace muchos años emprendieron los bogotanos para detenerlo, vamos a contar fragmentos de otras historias, de la ciudad y de nuestra localidad, del agua y de los cerros. Vamos a dar un paseo por la ciudad, escuchando el ronroneo del agua que baja de los cerros, y dejaremos que ella nos evoque el pasado. Hablaremos de la sabana, de Bogotá, de Chapinero, de los días grises en que transcurría la vida cotidiana de los cachacos y de los días soleados del veranillo en que los paseos por el campo solazaban a hombres y mujeres cubiertos con ropa de los tobillos hasta el cuello. Charlaremos del agua, de cómo comenzó a llegar a las casas y a limpiar los cuerpos, y, por qué no, también de los cerros, de sus minas y sus canteras, de los esfuerzos para proteger los ríos y las quebradas. Así, entre cuento y cuento, caminaremos por La Vieja, y de vuelta al presente, contaremos la historia de sus amigos, de quienes hicieron posible que saliera de nuevo a la vista de todos, con sus aguas limpias, con una música clara que nos hace soñar, con los cantos de los pájaros y los pasos alegres de la gente.

ji-lACIA EL NORTE, HACIA EL NORTE!

Hoy la mayoría de nuestros ríos y quebradas se encuentran canalizados y su descenso pausado de los cerros hacia la sabana se escapa a las miradas de los bogotanos. Los cauces, otrora ricos en agua, no aparecen en el paisaje urbano. En su lugar, la imagen perturbadora de estrechos canales repletos de inmundicias hace de los ríos uno de esos territorios plagados de miedo para los habitantes de la ciudad. Siempre que vemos esos ríos comprendemos cómo nuestra propia actividad, la de nuestros antepasados, ha modificado profundamente el lugar donde vivimos. La utilización del agua ha sido siempre un factor decisivo para los asentamientos humanos. Cuando Bogotá se extendió desde su antigua morada entre los ríos San Francisco y San Agustín hacia el norte de la sabana, los ríos y las quebradas que descendían de los 25 LA HISTORIA

cerros fueron vitales para la formación de nuevos núcleos de población. El más importante ele estos asentamientos fue Chapinero, en cuyos linderos corrían las aguas del río Arzobispo y las quebradas Las Delicias, La Vieja, Rosales, Chicó y La Cabrera. Aproximadamente a partir ele 1870 el desarrollo del caserío ele Chapinero exigió diferentes obras hidráulicas, más o menos complejas, que permitieran la conducción de agua destinada al consumo humano, la agricultura, la ganadería, la minería y la fabricación ele ladrillo . Por eso la historia ele Chapinero no se puede disociar de la historia de las fuentes de agua, y conocer cómo se formó y consolidó la población en sus primeras décadas puede, seguramente, ayudarnos a comprender cuáles fueron las transformaciones obradas en el medio ambiente y cómo se constituyó el espacio que hoy habitamos . Pero, ¿qué es Chapinero? Es el nombre de un lugar de Bogotá, un topónimo que, según las confusas indicaciones de los historiadores, tiene su etimología en un fabricante ele chapines, un chapinero que se hallaba instalado al norte de la ciudad en la época colonial. Chapinero, una pequeña aldea decimonónica, fue el lugar ele veraneo ele las familias "de rancia estirpe y seíi.oriales abolengos" . Luego tuvo el primer servicio ele transporte moderno, ¡un tranvía ele sangre como el ele Nueva York!, que permitió una comunicación más o menos ágil con Bogotá. Finalmente, convertido en barrio, se constituyó en el primer asentamiento propiamente burgués de la ciudad. Chapinero es hoy una entidad político-administrativa -la localidad segunda del Distrito Capital- , y el prefijo del nombre catastral de varios barrios ubicados al norte ele la ciudad. Pero como esos límites no se corresponden plenamente con el desarrollo ele Chapinero, es necesario considerar unos linderos diferentes, identificados, en términos generales, con la zona que históricamente sería la base para el crecimiento de la capital hacia el norte ele la sabana. Así; el área urbana ele la que nos ocupa.remos 'aquí corresponde más o menos a la sección ele la ciudad comprendida entre la calle 39 (sur) y la calle Cien (norte); la cuchilla de la cordillera (oriente) y la carrera Veinticuatro (occidente), en zonas que corresponden a las actuales localidades de Chapinero, Teusaquillo y Barrios Unidos. LOS PRI ME ROS RASTROS

Según el plano ele Domingo Esquiaqui (1791), a final es de la época colonial el extremo norte ele Santafé estaba delimitado por la iglesia franciscana ele San Diego. Por 26 QUEBRADA LA VI E JA. TESTIMO N IO DE UNA RECUPER A CIÓN

Enrique Price, 1914

Croquis de la cuenca de Cruz Verde Concejo Municipal de Bogotá, Archivos, t. 35, 1914, folio 243. B.C. LL.R., Bogotá. Litografla. 32,5 x 24,3 cm.

aquel entonces las tierras de Chapinero, propiedad de los padres dominicos, incluían una basta zona comprendida entre el río Arzobispo, los antiguos resguardos de Usaquén, la cuchilla de la cordillera Oriental y las lagunas de Suba. 2 El plano de Francisco Cabrer (1797), que comprende por primera vez a "Santafé de Bogotá y sus inmediaciones", registra, entre otros, los terrenos ubicados al nordeste de la ciudad, entre los ríos San Diego y La Cabrera. Contrario a las afirmaciones de Daniel Ortega Ricaurte, este croquis sí incluye varias construcciones al norte del río Arzobispo, entre ellas una ubicada sobre la quebrada La Vieja, en la que señala claramente el nombre de Chapinero. Sin embargo, el documento cartográfico que reporta la existencia de una fuente de agua con el nombre de La Vieja, vecina a Chapinero, no es exacto. El estudio de varios planos de la ciudad, publicados duran te las primeras décadas del siglo XX, indica que la fuente de agua denominada hoy quebrada La Vieja, cuyo nacimiento en el subpáramo se remonta a 3.100 metros sobre el nivel del mar, no es el mismo cauce de agua señalado en el plano. Al parecer, este plano confunde La Vieja con la quebrada Las Delicias, que desde finales del siglo XIX alimenta el acueducto y el tanque situados en el Alto de la Cruz (actual calle 65 con carrera Quinta, aproximadamente). En cualquier caso, ambas quebradas, La Vieja y Las Delicias, aprovisionaron de agua a los pobladores de Chapinero y así delimitaron el primer núcl eo de poblamiento al norte de la ciudad, ubicado cerca del cruce de los caminos que se dirigían a Suba, Usaquén y Chía. Según Daniel Ortega, en 1807 las tierras de propiedad de los dominicos fueron rematadas por orden del virrey Amar y Borbón -como parte de las reformas emprendidas por los monarcas españoles ilustrados- y compradas por José Antonio Sánchez por la suma de $23.ooo . Durante el siglo XIX, por efecto de las reformas finis eculares, estos terrenos se dividirían en diferentes haciendas, Teusaquillo, La Magdalena, La Merced, Palermo, El Campín y Rosales, nombres que tomarían los nuevos barrios de la ciudad en el siglo xx .3 EL PEQUEÑO VERSALLES

El asentamiento nuclear de Chapinero se encontraba disperso en los márgenes de las quebradas La Vieja y Las Delicias, en un cruce de caminos: "Al norte de la ciudad de 27 LA HISTO RIA

Bogotá, como a una legua de distancia, en el punto mismo donde la sabana se deslinda con las lomas que sirven de base a los páramos de oriente".4 Se trataba, a mediados del siglo XIX, de un puñado de casas pajizas construidas en derredor de una capilla y una pequeña plaza (actual calle Sesenta con carrera Séptima), asentada sobre un terreno donado en 1812 por el prócer de la independencia José María Carbonell . El camino de los Cerros, la carrera Séptima de hoy, servía como principal vía de comunicación con Bogotá. Por él llegaban en los días de veranillo las familias encopetadas de la ciudad a respirar el aire del campo . Aunque la ciudad era algo más que un pueblo grande, la sensibilidad de los bogotanos de clase alta con respecto a la muchedumbre se había desarrollado como la de sus pares en Europa: la presencia de los miasmas y la corrupción del aire en la ciudad se mostraban, entonces, como la excusa predilecta para buscar una "atmósfera limpia" de las "emanaciones humanas" y libre de la amenaza de enfermedades asociadas erradamente con la miseria urbana. Sobre la campiña se hallaban, hacia mediados de siglo, algunas quintas o haciendas pequ eñas y, en las montañas, las casas de los trabajadores de las canteras y los chircales, los llamados chircaleños. En Chapinero las casas eran pequeñas, pero los paseos por la campiña de la sabana y los baños m edicinales en la quebrada de La Vieja hacían muy cómodas las estancias de las familias, especialmente en Navidad, cuando se llevaba a cabo la celebración de los aguinaldos. "A Chapinero no se viene sino a bailar, y cantar, y corretear"; también a jugar, a charlar, a rezar, a buscar el amor, porque "es la tierra clásica de la planta llamada amor, como lo ha sido Bolivia de la mejor quina". En fin, allí se mataba el tedio, se despejaba la niebla y el frío de Bogotá: "Corazones tiranizados por el aburrimiento, volad a Chapinero".5 Según se lee en la clásica novela costumbrista de Eugenio Díaz, Los aguinaldos de Chapinero, las familias bogotanas arrendaban casas en la aldea y se "confederaban" para celebrar las fiestas religiosas. De día se realizaban paseos y de noche novenas . . . y las fiestas y el baile que liberaban a damas y caballeros del boato de la vida social en Bogotá. Uno de los paseos obligados era el de la quebrada La Vieja, cuyas aguas estaban recomendadas por los galenos para curar la indigestión y el reumatismo. Despu és de la celebraciones religiosas de rigor, el programa camino de los cerros incluía baño con vestido, comida campestre y juegos tumultuosos en la orilla de la quebrada. Desde allí, en una. pendiente: "mati zada de ob jetos varios y singulares, diseminados por entre los matorrales, pedriscos y 28 QUEBRADA LA V I EJA . TEST IMONIO DE UNA R ECUPE R ACIÓN

Margoth Pin to, 1950

Comelones como siempre Colección particular y gentileza de Stella lsaza. Fotografía. 11,5 x 7 cm.

cañadas [como] una loma de pesebre, en aumento, de esos que en Bogotá se exhiben por Nochebuena [ ... ]", se observaba claramente la planicie y el curso del río Bogotá: "De norte a sur recorre la llanura 1 con maj estad altiva y soberana 1 ostentando su calma y su frescura 1 como rey y señor de la sabana" 6 Otro plan muy concurrido era el paseo a la cascada de la quebrada Las Delicias. Siguiendo el camino de Arriba (hoy avenida Circunvalar) y tomando luego la escarpada ronda de la quebrada, con los músicos y la comida a cuestas, las familias llegaban allí para hacer un espléndido convite coloreado por los contrastes del paisaj e de los cerros, las rocas afiladas, la caída vertiginosa del agua, los líquenes, musgos y flores silvestres. La presencia de la natural eza posibilitaba la remembranza, las conversaciones botánicas o la poesía romántica. Durante las fiestas religiosas de la capilla de la C oncepción, las plantas de los cerros servían como ornamentos para altares y pesebres: Los principales elementos de adorno consistían en los vege tales de los bosqu ecillos y lomas de la aldea, y de los páramos que quedan detrás de la gran peña de oriente : arbustos de arrayán y de laurel, con que se decoró el altar; flores de quiche, de mosquero, de zarcillejo y de coral, con que se adorn aba n los bordes de la cuna; y, en fin, la cuna misma entre liquen de palos, piedras y p~j;J , ll amada de uche: éste fue el esce nario que presentó la capilla el día 24 para la celebración de la Nocheb uena7

Hasta 1879, sólo un puñado ele casas o quintas poblaban el sector, y se destinaban al recreo de las familias ricas de Bogotá. En los meses ele julio y diciembre, así como en los tradicionales piquetes, los cerros y las fuentes de agua recibían la visita de una incesante peregrinación de caballeros, señoras y señoritas. Otro ele los destinos favoritos de los "veraneantes" era la hacienda Rosales, propiedad del Mono Malo. En su parte oriental contaba con una piscina natural protegida por altas paredes, donde se bañaban alternativamente hombres y mujeres , vestidos y en completo recato. En el siglo XIX, los piquetes de las gentes "de rancia estirpe y señoriales abolengos" se acompañaron de la depredación ele la capa vegetal que cubría los cerros. Durante las temporadas ele Navidad y aguinaldos "se organizaban paseos al cerro a coger musgo para el pesebre, en forma tan alegre que es imposible olvidar. Eran numerosísimas las comparsas, que, con los vestidos más viejos, se trepaban al monte a arrancar los quich es, que se 29 LA H 1 STO RIA

Anó ni m o, 1900

Iglesia de Lourdes en construcción Coleccíón particular y gentileza de Julio Ríos. Reprod ucción en afiche, original en fotografía. 96 x 66 cm .

agarraban con sus blancas raíces a los árboles viejos". Otro tanto sucedía durante las incursiones de las "Amazonas criollas" por las haciendas El Nogal o El C hicó, donde las muj eres se divertían "matando copetones con fl echa, comi endo mortii'íos, cazando sapos" 8 La conm emoración de las fiestas religiosas fue, sin duda, el peor enemigo de la flora de la región y una de las causas evidentes del deterioro paulatino de las hoyas hidrográficas de las quebradas Rosales, La Vieja y Las Delicias. Aparejada de la Navidad, la celebración de la Inmaculada Concepción se realizaba utilizando como ornamentos diversas especies nativas: "Con grandes ramas de helechos y bejucos traídos del monte, se hacía el arco triunfal para la Virgen [ ... ] En los cerros se encendían numerosas hogueras y candelaclas h echas con fra ilejones. En las casas, en los balcones o ventanillas principales, o en los corredores, se colgaban farolitos, que se hacían de chusque y papel de seda de vist osos co l ores rL. . . ]" . 9 LOS SÍMBOLOS DE CHAPINERO

El 22 de agosto de 1875 miles de almas fervorosas emprendi eron una gran fiesta y un corte jo solemn e que acompañó el traslado de la Virgen ele Laureles desde las puertas de la Catedral Primada de Colombia hasta la capilla ele la Concepción y, en un ambiente político marcado por el conflicto confesional, tal profesión de fe adquirió gran importancia en la contienda de conservadores y liberales por la definición del carácter que debía tener el Estado colombiano. Al paso de la caravana, "en todos los balcones, ventanas y puertas por donde desfilaba la gran procesión, no se veía sino veneración, respeto, piedad, y vimos más de un librepensador meditabundo como reprendiéndose ele no pertenecer á la gran creencia civili zada de la humanid ad". Acompañados de una banda musical, después de hacer paradas en Las Nieves y San Diego, la procesión llegó a C hapinero donde, según los cálculos de Antonio María Amézquita , se encontraban 16.ooo que llenaban los cam ellones, la plaza , las casas, la llanura y las falda s de la cordillera. En la plaza un arreglo de ramas y musgo sirvió de trono para la imagen y a su lado, sobre un atril improvisado, una banda de músicos acompañada por coros angéli cos entonó cantos, himnos y alabanzas a M aría. 10 Los peregrinos y las corporaciones eclesiásticas siguieron al arzobispo ele Bogotá, Vicente Arbeláez, para poner la primera pi edra de la iglesia dedicada a la Virgen en su 30 QU E BR A DA LA V I E JA. T EST I MON I O D E UN A RE CU P E RACIÓ N

An ón imo, 19 38

Parque República Argentina. Al fon do la iglesia de Lourdes RegiStro Municipal, N' 13 7- 140. Bogotá, octubre 31 de 1938, pp. 420-42 1. Cliché. 16,5 x 18 cm.

Cla ra Inés lsaza, 2000

Torre iglesia de Lourdes Material de trab ajo de campo de óscar lván Ca lvo. Di apositiva . 24 x 35 mm.

advocación de Lourdes, centro cívico religioso de lo que más tarde sería el barrio C hapinero: "Capilla que hoy se presenta como el grano de mostaza, pero que mañana se verá alta y elevada más que los gigantescos cedros del Líbano, y competirá en h ermosura y conc urrencia con el templo edificado allá en las rocas de Masabille". El objetivo de la procesión era demostrar estas cuatro verdades: quien cree en la Inmaculada Concepción cree en la inefabilidad del pontífice romano; quien cree en un a y otra cosa cree en la aparición de Lourdes; quien cree en la Virgen de Laureles cree en la oportunidad de la definición dogmática de la concepción sin pecado de María y, por tanto, en la necesidad de colocar su imagen y edificar el templo de Chapinero "para matar los errores que hoy germinan en Colombia". Por eso el Arzobispo hizo inscribir en la Catedral Primada la siguiente frase: "Ba jo la protección de María Inmaculada Santafé religiosa prosperará" y, en realidad, surcando el camino ele la antigua Calle Real, la imagen de la Virgen ele Laureles parecía predecir el derrotero que seguirían en los siguientes años las más ricas familias de Bogotá hacia C hapinero, "este campo hoy solitario , pero que mañana lo veremos poblado como nuestra capital" 11 Pero el bando opuesto a la clerecía también haría una profesión ele su fe en Chapinero, esta vez con la fe en el progreso simbolizado por las vías férreas, los trazados del tranvía y el ferrocarril, que delinearían el tránsito ele la ciudad en dirección al norte de la sabana . Las obras del tranvía y el ferrocarril fu eron emprendidas por iniciativa de lagobernación del Estado soberano ele C undinamarca . Para su e jecución se utilizaron dos corredores paralelos a la carretera a Usac¡uén (hoy carrera Séptima), alineados desde Bogotá con el Puente del Común en C hía . Ambos proyectos sigu ieron inmediatamente a la peregri nación, que puso la primera piedra de la iglesia de Laureles, pero su e jecución tardaría casi una década en llevarse a cabo. M ientras el Ferrocarril del Norte se abriría paso por el altiplano hacia Santander para comunicar el norte de la cordillera Oriental con Bogotá, la línea del tranvía tendría un carácter eminentemente urbano y, hasta los primeros años del siglo XX, enlazaría sólo el tramo comprendido entre la Plaza de Bolívar y C hapinero. C omo la introducción de las redes técnicas requería tecnología y capital no disponible en Colombia, la concesión para la construcción del tranvía estuvo durante tres décadas en manos estadounidenses. El primer contrato se firmó en 1876, con el cónsul norteamericano W illiam Ranclall. En él se especificaban los permisos para la construcción 31 LA H I STOR I A

del tren de sangre de la ciudad, los derechos cobrados a cada pasajero, las obras necesarias para extender el riel, las exenciones concedidas a empleados públicos y los plazos para su construcción. Sin embargo, seis años después de la firma del contrato, la obra aún no se había iniciado; se firmó entonces uno nuevo que extendía el privilegio para la explotación del tranvía de veinte a treinta años, confirmaba el privilegio concedido a Randall-esta vez en calidad de ciudadano y no de cónsul de los Estados Unidos-, prohibía la ena jenación del contrato a su gobierno o a cualquier otro país extranjero, y obligaba a que se iniciaran las obras en 1883. 12 El tranvía , efectivamente, se construyó en el tramo especificado, pero la vaguedad de los términos del contrato produjo durante el resto del siglo una prolongada polémica judicial. Cuando se estrenó el tren de sangre de Bogotá, "como el de Nueva York", fue ampliamente celebrado como una conquista indefectible del progreso. Sin embargo, el pésimo servicio de los conductores, la existencia de una sola vía de ida y vuelta, el maltrato a los animales y el necesario transbordo en algunos tramos, terminaron desengaüando a los bogotanos de su tan preciada conquista. Puesto que el contrato del servicio de tranvía había sido firmado por el gobierno de Cundinamarca antes de la promulgación de la nueva Constitución -Bogotá únicamente prestó algunas vías públicas-, y al municipio estaba imposibilitado para participar activamente en las querellas judiciales. Por otra parte, el objeto del contrato -construir un tranvía como el de Nueva York- era profundamente vago y, desde luego, cuando finalmente la línea Bogotá-Chapinero estuvo terminada en la década del ochenta, el tren urbano de Nueva York tenía unas especificaciones técnicas completamente diferentes a las previstas en la del setenta. En cualquier caso, así la aspiración de contar con un servicio ele transporte a la altura ele las grandes capitales del mundo se hubiese dilatado durante décadas, el tranvía abrió las puertas de Chapinero a los bogotanos: aceleró el poblamiento del antiguo caserío y su transformación en un barrio periférico de la ciudad; hizo posible el desplazamiento cotidiano de la gente desde sus residencias campestres hacia los negocios o los trabajos en Bogotá; y fortaleció todo el corredor de la carrera Trece, alternativo a la Séptima, desde el oeste de San Diego hasta Chapinero. C on los símbolos ele la religión y del progreso de su lado, esta zona ele la ciudad adquirirá una importancia capital cuando, en el siglo XX , el crecimiento urbanístico ele Bogotá se ori entara definitivamei1te hacia el norte. 1 3 32 QUEBRADA L A VIEJA . TESTIMONIO DE UNA RE CUPE RACIÓN

Anónimo, 19 00

Quintas en construccíón

barrio Quesada Lotes en Chapinero, Bogotá, Tipografía Salesiana, 1900 [anexo en p. sin numerar], Archivos, t. 15,1909, .B.C.LL.R. Fotografía. 19,5 x 13 cm. Anónimo, [1910- 1915]

Antiguos tranvías de tracción de mulas (Bogotó-Colombia) Colección particular y gentileza de Julio Ríos. Reproducción en afiche, original en fotog rafía . 96 x 65 cm.

Waterlow & Limited, 1932

Tranvía Municipal de Bogotó $0,05 válido para un solo viaje .. Colección particular y gentileza de Julio Ríos. Fotocopia a color de bi!!ete original. 23,4 x 14,3 cm.

Anónimo, [ 1935- 1940] Primera foto aérea de Chapinero Afiche. 48 x 31 cm .

EL BARRIO

En 1884 el Concejo consideró por primera vez el problema del traslado masivo ele habitantes al caserío de Chapinero por la construcción del tranvía. Acordó entonces el emplazamiento de un mercado dominical donde se vendieran víveres y animales en pie; la liberación por dos afios de cualquier contribución a quienes quisieran expender sus productos en ese lugar, y la construcción ele un coso cuyas ganancias fueran dedicadas a las mejoras del caserío.'4 Un afio después, cuando el desplazamiento de población previsto ya se había iniciado formalmente, el Concejo de Bogotá acordó convertir este sector en un nuevo barrio de la ciudad y, un poco más adelante, estipuló la jurisdicción de la Quinta Inspección Mun icipal: por el norte, desde el nacimiento de la quebrada La Cabrera aguas abajo hasta la unión con el río Negro, siguiendo aguas abajo hasta la confluencia con el río Arzobispo; por el sur, el río Arzobispo aguas arriba hasta su nacimiento en la cordillera y, en este punto, hasta el cerro Pan ele Azúcar; por el este, el cerro Pan de Azúcar hacia el norte para encontrar el origen de la quebrada La Cabrera; por el oeste, río Arzobispo aguas abajo hasta su confluencia con el río Negro, en el potrero de Las Velas, hacienda del Salitre.'5 Todo parece indicar que en Chapinero las obras públicas fueron muy pocas y que las mejoras realizadas en el recién creado barrio corrieron en principio por cuenta de los propietarios. En el barrio, dice el alcalde de Bogotá en 1886, "no se ha hecho mejora alguna que merezca mencionarse en este informe, debido en gran parte al ningún interés que por las obras materiales manifiestan los vecinos de Chapinero". M ientras en todos los barrios ele la ciudad se adelantan obras ele empedrado y alcantarillado, el inspector quinto afirmaba, en 1887, no haber adelantado ninguna obra por su cuenta y sólo reporta la construcción ele catorce edificios particulares. En el afio siguiente la situación mejora un poco, pero el desarrollo es lento con respecto al conjunto ele la capital: "De Chapinero mecomunica el sefior inspector - informaba el alcalde-, que se han hecho las siguientes mejoras: un puente de madera denominado de 'Las Casas', otro también ele madera sobre la quebrada Las Delicias, y uno de calicanto sobre la misma quebrada en el antiguo camino de Usaquén, hoy del Meta" 16 Aún en 189o, cuando el Acuerdo número 15 de 1889 había creado una junta especial para las obras públicas de cada barrio, el inspector quinto dice que las reunion es no 33

LA lllSTORIA

se habían verificado, que eran intermitentes o se realizaban en Bogotá - donde residían todos sus miembros- sin contar con su presencia. Lo mismo se reporta para 1892, cuando por la carencia absoluta de fondos no se emprendieron obras públicas, pese a que repetidas veces el inspector pidió recursos para el efecto a la Junta de Obras. La situación por aquel entonces no era nada buena: a consecuencia del desbordamiento de los ríos en el mes de noviembre se cayó el puente de madera construido dos años atrás; por la falta de servicio de aseo había varios muladares y, pese a las advertencias de la autoridad, las familias seguían sacando las bas ura a altas horas de la noche; además, varias enfermedades, especialmente la disentería, atacaron durante la temporada de lluvias a la población asentada en los cerros 1 7 Un completo informe de 1895 permite elaborar un primer cuadro del desarrollo del barrio en los últimos años del siglo XIX. En C hapinero existían cuarenta manzanas y 16o cuadras trazadas donde se ubicaban 230 habitaciones y vei nte "tiendas de habitación", con una población aproximada de 2. 300 personas. Existían seis planteles educativos - cinco colegios para ambos sexos, una escuela pública y una escuela privada donde se educaban un total de 215 alumnos-, los cimientos de la plaza ele mercado y tres plazoletas. El barrio contaba además con dos iglesias: la primera, denominada Capilla Antigua y dedicada a la Virgen de la Concepción, y la segunda consagrada a Nuestra Señora de la Concepción de Laureles, que se convirtió a la postre en sede parroquial. Las principales arterias que comunicaban Chapinero con Bogotá y con la sabana eran la Carretera del Norte (hoy carrera Séptima), el Ferrocarril del Norte (hoy avenida Caracas), el Tranvía (hoy carrera Trece) y el Camino a Suba (hoy calle 68). 18 Para esa década ya era evidente que Chapinero se estaba convirtiendo en un lugar de distinción para las elites bogotanas. En el catastro ele 1890 se observa un primer censo ele la propiedad raíz que reporta con detalle las edificaciones de ese sector de la capital. Se trataba, en números redondos, de 120 casas, casalotes o casitas, quince quintas y haciendas, treinta lotes y una veintena de tiendas ele habitación o piezas, cuyos propietarios eran en su mayoría un puñado ele familias con los apellidos más atildados de Bogotá: Malo, Pombo, Lesmes, Grau, Silva, Rivas, Kopp y Ca rbone!!, entre otros. 19 Pero todavía no se trataba de viviendas sino de casas ele recreo. Éste era visto por aquel entonces como el uso primordial del suelo en los suburbios de Bogotá, como dejan ver las reiteradas quejas por asentamientos populares que podían arruinar el paisaje y la 34

QUE BRADA LA VIEJA

TEST IM ONIO DE UN A RE CUPERACIÓN

"pureza del aire" en C hapinero. Al norte del río Arzobispo, existía un grupo ele habitaciones populares que serían censuradas desde una perspectiva aireista (y ciertamente con el tono despreciativo y clasista que utilizaban los galenos ele la época) en un informe de la junta ele mendigos:

Anónimo, [19 10- 1915]

Quintas de Chapinero -Bogotá, N° 129 Colección particular y gentileza de Julio Ríos. Restaurante Las Margaritas. Afiche, impreso de

Hay además en esta ciudad, en la salida del Norte, una se ri e de chozas tan inmundas y miserables, que faltan palabras para describir esas espantosas moradas de desgra cia e inmoralidad [... ] Allí pasan echados en el suelo, durmiendo desnudos, en estado con tinuo ele embriaguez y

origina l. 48,3 x 32,4 cm.

en chocante m ezcla; hombres, mujeres, mu chachos y muchachas prese ntando el más escandaloso y repugnante espectáculo; se ven ahí, muchachitos obligados á mendigar por medio ele amenazas y privaciones [ .. ] Los alrededores ele las ciudades populosos en todas las nacion es, son escogidos para la construcción de preciosas casas ele recreo, en donde por la menor acumulación ele habitaciones se respiran mejores aires; mientras que en nuestra capital son precisam ente los alrededores más próximos los que se hallan hab itados por tan triste e infeliz vecindario 2 0

Sin embargo, la presencia ele los grupos populares no se restringía a este núcleo y, además, tenía un origen remoto. Así se puede entrever por el desarrollo ele las actividades comerciales, artesanales y extractivas ele Chapinero. Entre los establecimientos enumerados en 1895 se pueden contar dos tiendas ele comercio, cinco tiendas ele víveres, dos boticas, dos casas ele asistencia, once chicherías, dos zapaterías , tres ca rpinterías, una sastrería, una herrería, catorce tejares, tres minas de carbón, dieciséis minas de arena y diez canteras en explotación. La cantidad de tejares, minas y canteras establecidas en el nuevo barrio, pone de presente la importancia que tenían las actividades relacionadas con la extracción de piedra, carbón, arena y greda en los cerros de Chapinero . Como lo señala Daniel Ortega al referirse a los primeros asentamientos al norte del río Arzobispo: En todas estas haciendas había confortables y espaciosas casas, por lo ge neral de paja y tapia pisada. Algunas tenían el lujo ele estar techadas con tejas de barro, que en aquella región no era difícil de conseguir, ya qu e era una de las pocas industrias qu e tenían sus primitivos habitantes, porque allí era excelente y abundante la greda que había en sus chircales, con la cual las fabri caban, y a lomo ele burro llevaban hasta Santafé 2 1

35

LA HI ST ORIA

Mi nas, canteras y chircales eran las actividades productivas más antiguas y difundidas de la comarca, y con los materiales provistos por ellas se aceleró la construcción ele habitaciones y edifi cacion es en las décadas que le siguieron a 188o. El desarrollo gradual ele la extracción ele barro colorado, arena y pi edra, así como la propagación ele hornos, atrajo por lo menos desde el siglo XIX una creci ente población trabajadora que matizó profundam ente la presencia elitista en las zonas llanas. Como ocurría paralelamente en el centro ele la ciudad, las casas ele los trabajadores estaban asentadas en los terrenos pendientes, cerca del lecho ele los ríos en el pie ele monte ele los cerros, mientras las casas ele las haciendas y luego las casas quintas se localizaron donele se inicia la planicie, siguiendo la línea carreteable proyectada por los ingenieros ilustrados al final ele la Colonia -la carrera Trece-. Los reducidos núcleos de población asociados a las canteras, las minas y los chircales del siglo XIX comenzaron a crecer en los años veinte por las migraciones del campo a la ci udad, y en las sigui entes décadas, atra jeron nuevos asentamientos hasta completar el con junto de los barrios populares de los cerros orientales.

"SANTAFÉ SE QUEDÓ AL SUR Y BOGOTÁ CORRE HACIA EL NORTE"

Hasta finales del siglo XIX no se habían organizado urbanizaciones en Chapinero. Las edificaciones existentes se construyeron desordenadamente en los terrenos de las antiguas haciendas, sigu iendo la traza de la Carretera y el Ferrocarril del Norte en las rondas de las quebradas La Vieja y Las Delicias. La mayoría de las casas o quintas servían como lugares de estancia temporal para las familias bogotanas. En Chapin ero se realizaban amenas jornadas, acompasa das en las noch es por el sonido del piano, los versos recitados en voz alta o las gentiles polémicas sobre literatura y filosofía. Allí llegaba fatigado Jorge Isaacs, autor de M aría , para descansar de sus correrías en la quinta C hantillí ele Ricardo Silva; allí trabajaba Baldomero Sanín Cano, por aquel entonc es administrador del tranvía ele sangre; allí vivía Helena Mi ralla, cuya hacienda Tucumán fungía como tertulia literaria; y allí, tras la muerte el e 36

QU E B R A DA LA V I E J A . TEST I MONIO DE UNA R ECUPERAC I ÓN

Anónimo, [1910-1915]

Quinta en Chapinero Colección particu lar y genti leza de Julio Ríos. Afiche. 96 x 63,5 cm.

su hermana Elvira, escribió José Asunción Silva· el poema Una noche (más conocido como Nocturno m). Las luciérnagas fantásticas, los perros que le ladran a la luna, los rayos y las sombras misteriosas ele la noche constituían parte del ambiente sensible ele Chapinero, lugar escogido por las elites para escrutar los secretos ele la naturaleza, huir del aliento ocre ele las gentes del pueblo y apartarse del mundanal ruido. Pero al despuntar el siglo XX Chapinero comenzó a perder esa "aura romántica" y, cada vez más cerca ele la ciuclacl, cobraría la velocidad y la clensiclacl sensitiva del ambiente propiamente urbano. Con las primeras urbanizaciones, el trazado ele nuevas calles y el mejoramiento ele los medios ele transporte, se iniciaría la conversión del barrio en epicentro ele la vida bogotana: la vieja Santafé quedaría atrás; Bogotá, con Chapinero, marcharía hacia el norte. URBANIZACIÓN

Hacia finales ele los años ochenta y principios ele los noventa se autorizó licitar la construcción ele un hipódromo en las cercanías ele la ciudad. Se concedió privilegio exclusivo por veinte años a Carlos José Espinosa y Rafael Espinosa para la construcción y explotación del H ipódromo ele la Gran Sabana, ubicado en terrenos ele la quinta llamada La Magdalena -hoy barrio La Magdalena-, cerca del río Arzobispo. Más tarde, para que el hipódromo no fuera atravesado por el Ferrocarril del Norte, el contrato sería modificado y se reglamentaría la construcción ele un camellón que lo comunicaría con Bogotá 22 En 1898 el urbanizador Antonio Izquierdo inició elloteo ele graneles extensiones ele terreno para la construcción ele vivienda en los barrios Mariscal Sucre, Quesada y del Mercado. El primero estaba localizado entre las actuales carreras Trece y Séptima, y las calles 39 y 45; el segundo (hoy parte ele Marly), entre carreras Trece y Catorce, y las calles 47 y 53; y el tercero entre carreras Catorce y Dieciocho, y las calles 58 y 6o. El programa ele urbanización ele Izquierdo preveía la venta ele lotes higiénicos en Chapinero, con plazo ele 72 mensualidades sin interés. En una época en que el papel moneda brindaba pocas garantías para el ahorro, la valorización ele la tierra ofrecía la ventaja ele "colocar su capital en un negocio que dará ganancia segura sin esfuerzo ele ninguna clase" .2 3

Anónimo, 1904 Lotes de Antonio Izquierdo en Chapinero Lotes en Cha pinero, Bogotá, Tipografía Sa lesia na, 1900 [anexo en p. sin numerar], Archivos, t. 15, 1909, folio 38 1 B.C. LLR. Impresión hecha de orig in al (ac uarela) . 102 x 4 1 cm.

37

LA HISTORIA

En esa época el servicio de agua domiciliaria se anticipaba ya como una nec esidad fundam ental , y los lotes de Antonio Izquierdo , siempre que los propietarios de una manzana así lo exigiera n a la C ompañía de Acueducto, podrían contar en el futuro con sus propias plumas. Para el efecto, el urbanizador clonó a la C ompañía un terreno en el pi e ele monte donde se construiría más tarde el tanque para el acuedu cto de C hapinero, alimentado por las quebradas Las D eli cias y La Vieja, y confi aba que así quedarían abastecidos los barrios Q uesada y del Mercado -Sucre se abastecería del río Arzobispo-. Al mismo tiempo advertía que varios terrenos contaban con aljibes a poca profundid ad y agua de buena calidad, evidencian do así que todavía en ese entonces la utilización ele aguas subterráneas era una práctica común entre los bogotanos. 24 La compra de los lotes se presentaba como una estrategia de ahorro que permitiría a las familias asegurar el futuro ele sus hijos. Las muj eres fueron uno de los blancos preferidos ele esta campaña publicitaria llevada a cabo en los principales periódicos de la ciudad. Y para orientar la asignación de los ahorros fem eninos hacia la compra de terrenos, la publicidad daba como e jemplo la decisión de una ama de casa :

Antonio Izquierd o, 19 00

Barrio Mariscal Sucre Archivos, t. 15, 1909, folio 381, Bogotá, B.C.ll.R. Litografía. 23,5 x 14 cm .

SERIE D E FOTOS ABAJO : Anó nim o, 19 04

Detalle Bavaria

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Lotes de Antonio Izquierdo en Clwpíne ro [detalles]

-Q uiero - agregó después de algunos momentos de silencio- qui ero ahorrar algo de mis gas tos, para mi hijo. He visto un os anuncios ele venta de unos lotes en C hapinero, pagabl es por

Lotes en Chapinero, Bogotá, Tipografía Salesiana, 1900

mensualidades, en cuotas pequelias, y des eo comprar un o o dos para ese angelito, pero ha de ser ele ah orros que haré en ciertos gastos míos [ .. . ] Ahorros míos, úni camente m íos, ¿lo oyes?

Archivos, t. 15, 190 9, fol io 38 1. B.C.LL.R. Impresión hecha de ori gina l (acuarel a) . 102 x 41 cm .

Detalle barrio del Mercado y la iglesia de Lo urdes

Q UEBRADA L A V I E J A . T EST I MON IO DE UN A R E C U PE R A CI Ó N

[anexo en p. sin numerar],

Detalle Hipódromo

Antonio Izquierdo, 1900

Barrio del Mercado

Arch ivos, t. 15, 1909, folio 381, Bogotá, B.C.LL.R. Litografía. 23,5 x 14 cm.

-

Anónimo, 1900

Casa en el barrio Sucre Archivos, t. 15, 1909, folio 381 Bogotá, B.C.LL.R. Fotografia. 19,8 X 13 cm.

Anónimo, 1900

Anónimo, 1900

Lotes del barrio del Mercado. Plaza en construcción

Barrio del Merca do. Estación del Ferrocarril. Vista norte de Chapinero

Archivos, t. 15, 1909, folio 381, Bogotá, B.C.LL.R. Fotografía. 19,8 x 13cm.

Lote s en Chapine ro, Bogotá, Tipografía Salesiana, 1900, Archivos, t. 15,1909, B. C.LL.R. Fotografía . 19,8 x 13 cm.

Detalle barrio Sucre

Detalle barrio del Quesada

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LA HI STO RIA

Detalle calle Sesenta

Anton io Izq u ie rd o, 1900

Barrio Quesada

Y en realidad, las listas de compradores en cada barrio permiten entrever que muchos lotes fueron adquiridos como medio de ahorro y capitalización, en una época en que el papel moneda no ofrecía muchas garantías. Allí se encuentran corrientemente personas que adquirieron dos, tres, y hasta ocho terrenos en un solo barrio sin que se construyera ninguna edificación. 2 5 Chapinero representaba el presente y el futuro de Bogotá: "Santafé se quedó al sur y Bogotá corre hacia el norte" . Para dividir lo vie jo de lo nuevo estaban el Panóptico, el Asilo de Locos y el Cem enterio Central. La nu eva ciudad com enzaba en la fábrica de cerveza Bavaria, y atravesaba la llanura con vías amplias y modernos medios de transporte. Así, la invocación del norte constituiría el nuevo destino urbano: La ciudad del porvenir, la grande, hermosa y salub re ca pital de Colombia, busca la ancha sabana para extend erse, aire para oxigenarse, lu z para iluminar sus ojos y alegrar a sus habitantes . Qui ere de jar las descarnadas fald as ele los ce rros que la oprimen en tre sus

Archivos, t. 15, 1909, folio 381, Bogotá, B.C.LL.R. Litografía. 23, 5 x 14 cm .

A nó n imo, 1900

Casa del barrio Quesada Lotes en Chapine ro, Bogotá, Tipog rafía Sal esiana, 190 0 [an exo en p. si n numerar], Arch ivos , t. 15, 1909, B.C. LL. R., Fotografía . 19,8 x 13 cm. Anónimo, 1900

Quinta fr ente al barrio Quesada Archivos, t. 15, 1909, fol io 381, Bogotá, B.C.LL.R. Fotografía. 19,8 x 13 cm.

4 0 QUE BR A DA LA V IEJ A. TEST IM ON I O DE UN A REC UP E R AC I Ó N

rodillas [y] correr un poco por los prados de la sa bana ; ya se siente adulta y desea moverse; deja la cloaca in mun da, la alca ntarilla sin aguas, las orillas del San Agustín y del San Francisco, foco ele putrefacción, el cuchitril ahumado y asfixiante, la call e torcida , es tre ch a y desfo ndada ... Sí, ¡la ciudad ele la Repúbli ca se des prende ele la ciudad ele la Colonia, co mo una nií'ía alegre y fresca se desprend e el e los brazos de una regañona y ce jijunta noclri za! 26 ACUEDUCTO, ALCANTARILLA DO Y ASEO

M uy temprano , la municipalidad tomó las primeras medidas relativas a la dotación ele aguas en el caserío ele Chapinero, incluyendo esta parte ele la ciudad en los acuerd os orgá nicos del ramo de aguas a partir de 188o, y especialm en te en los acuerdos 22 y 23 de 1886, que declararon de propiedad del Distrito y de uso público las quebradas Las Delicias y La Vieja -salvo la tercera parte de sus aguas sobre la cual podrían gravitar servidumbres que estuvieran legal y anteriormente constituidas-, e incluyeron el barrio en el contrato de provisión por acueducto de hierro. "La junta de aguas tendrá presente todo lo necesario para la buena administración del Ramo, en el barrio Chapinero, ahora que comienza a formarse, y para evitar males en el futuro, si se tiene presente que, perteneciendo este barrio al Distrito de Bogotá, le son comunes todas las disposiciones vigentes" 2 7 Según el Acuerdo 22, las dos terceras partes de uso público ele dichas quebradas serían conducidas a una o varias pilas para el abasto de la población, de jando los sobrantes para el establecimiento de lavaderos públicos; en la boca de la cañería habría presencia permanente de un celador que velaría por la conservación de la pureza del agua, y por otra parte el producto de. las ventas de pajas de agua limpia se aplicaría a la construcción de acueductos, pilas y lavaderos. Además, la junta del ramo concedería una paj a ele agua limpia a cada uno de los vecinos del barrio que contribuyera con $150 para la construcción de una tubería que llevara el agua limpia hasta la antigua plaza ele Chapinero. Los residentes, en efecto, adelantaron una suscripción de $wo -lograron reunir $5.ooo- correspondientes a los adelantos de los derechos a una paja de agua por dos años, según la escala ele precios prevista por la Compañía. El objeti vo era la instalación ele la tubería de hierro por parte ele la Empresa de Acueducto. Sin embargo, en 1890 el inspector quinto afirmaba no saber nada sobre el desarrollo de tal suscripción 28 4 1 LA HIS TORIA

Hacia el final del siglo el Concejo aprobó una proposición solicitando al gerente de la Empresa de Acueducto que extendiera el servicio al barrio Chapinero, que proveyera de agua a muchas casas que aún carecían de ella y nombrara a un fontanero para evitar las suspensiones ocasionadas por el mal estado de las cañerías. En un informe dirigido al gerente del Acueducto, en 1912, se afirma que "en visita que practiqué hoy al barrio Chapinero tuve ocasión de observar la cantidad de agua que entra al tanque, escasa en demasía, y de oír de boca ele muchos propi etarios y vecinos de esa parte de la ciudad la alarmante situación que atraviesan sus hogares por la falta de ese elemento indispensable para la vida". Y dado que Las Delicias surtía en pésimas condiciones a la población, se imponía a la Empresa "tomar las aguas que legalmente se pueden separar de la quebrada La Vieja, ll evándolas al clesarenaclor que hoy fun ciona y ele ahí al tanque para la provisión suficiente del barrio", porque ele lo contrario, afirma el informe, "la vida allí se hará imposible y si el verano continúa las familias tendrán que emigrar forzosamente en busca del elemento ele que hoy carecen". Ese mismo año, a través ele un trazado ele 1.100 metros ele longitud, doscientos metros por tubería de gres y novecientos metros por una zan ja improvisada, se hi zo realidad la conducción del líquido de la quebrada La Vie ja al tanque ele Chapinero 2 9 Al final ele esa década varios propietarios se asociaron con la Empresa ele Acueducto, ya en manos públicas, para proveer con las aguas ele la quebrada Rosales el norte de Chapinero: la empresa se comprometió a conducir las aguas a través ele una tubería a una caja ele decantación o distribución; a dirigirlas por otra tubería hasta la Gran Avenida (m ás tarde denominada Avenida Chile o calle 72); a obtener el permiso ele los dueños ele los terrenos el e donde debían tomarse las aguas y a colocar cientos ele plumas en las urbanizaciones ele los propietarios (clepenclienclo del monto ele las clonaciones que en dinero o en tierras aportara cada uno el e ellos ).3° Nominalmente todos los servicios prestados en Bogotá tenían vigencia en Chapinero, pero ele manera idéntica al caso del agua, fueron muchos los memoriales enviados por los habitantes para pedir que se instalaran el alcantarillado y el aseo público en el barrio. El servicio ele aseo era fundamental: además ele la recolección ele basuras, del barrido ele los caños y muladares, incluía dos veces al mes la limpieza ele los cauces y las riberas de todas las fu entes ele agua en la población . D e los veintiocho carros ele aseo que se contrataron en 1887, con sus respectivos conductores y animales ele tiro , sólo uno estaba 42 QUEB RADA LA VIEJA. TESTIMO N I O DE UNA RE CUPERA C I Ó N

Compañ ía de Acueducto de Bogotá, 1904

[Re cibo del Acueducto de Bogotá] Archivos, t. 9, 1904, folio 158, Bogo tá, B.C.LL.R. Manuscrito, impresión hecha de original (acuarela) . 20 x 13,5 cm.

destinado al servicio de aseo en Chapinero. Pero cuando el tifo y la disentería atacaron el barrio en 1891 y 1893, Chapinero aún no había sido incluido en el contrato de aseo de la capital. Por tanto, se hizo necesario aceptar la donación ele una mula y su pastaje para llevar la basura fuera del área habitada. Al parecer, únicamente en las coyunturas epidémicas las autoridades se preocuparon por el aseo del barrioY Sólo en la década ele los aí'ios noventa del siglo XIX se comenzaría a disc utir la necesidad de disponer excusados públicos para erradicar los mulad ares ele los ríos de Bogotá, pero aún durante muchos años del nuevo siglo las rondas ele los ríos sirvieron como "lugares comunes" donde los transeúntes orinaban o defecaban. Así, los ríos contaminados superficialmente por excrementos humanos fu eron los últimos reductos urbani zados por las dificultades que presentaba su canalizaciónY La construcción ele las primeras alcantarillas en Bogotá se llevó a cabo durante el mismo período, aunque en realidad la extensión del servicio fue mínima o nula en gran parte de la ciudad hasta el siglo XX . Todavía en 1912, la mayoría de los desechos ele Chapinero pasaban por zanjas a cielo abierto. Así lo demuestra un memorial dirigido por los vecinos de la calle 59 entre carreras Catorce y Quince al Conce jo: se declaraban "asediados por una chamba que recibe todas las inmundicias de la parte alta de la población; esta chamba se halla descubierta y por lo tanto no se le ocultará á vuestro ilustre criterio, que es un constante peligro para la salud ele los habitantes vecinos á esa calle" 33 Esta inquietu d, acompaiiada seguramente de muchas otras, fue acogida ese mismo afio -1912- con la apertura de un concurso para levantar el plano del alcantarill ado de C hapinero -comprendido entre la quebrada La Vie ja y el río Arzobispo-. Los proyectos detallarían las dimensiones, pendientes, materiales y costos por cuadras, así como los colectores que se debían adoptar, y se rían estudiados por la Sociedad Colombiana de Ingenieros, a la que se le había instruido para que evaluara y publicara el plano que sobre alcantarillado en Chapinero había presentado la casa Pearson de Londres, advirtiendo qu e si la extensión y costo de la obra, o la presentación de una propuesta mejor impedían que éste fu era adoptado, se acudiría al concurso en mención. 34 Con el alcantarillado, finalmente construido en el curso de la ·década del di ez, los residuos humanos fueron paulatinamente canalizados por atarj eas y tubos que llegaban siempre a las partes bajas de los ríos y las quebradas, por cuyos cauces circulaban ele oriente a occidente de la sabana hasta desembocar en el río Bogotá.

Alfredo Ort ega ( ing. civil), 1900

Excusados públicos por el sistema de pozos negros Archivos, t. 2, fo lio 107, Bogotá, 1900, B.C.LL.R. Original en acuarela. 59, 5 x 48,5 cm.

Anónimo, 1923

Acueducto del río del Arzobispo y estanque de San Diego Archivo, t. 97, folio 34 1-344, Bogotá, B.C.LL.R. Dibujo sobre papel mantequilla . 33,5 x 32 cm.

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LA HISTORIA

¡VAMOS HA C IA EL NORTE!

Durante el prim er siglo republicano Bogotá no se extendió considerableme nte sobre la sabana; más bien se densificó hasta saturar la retícula colonial. Y aunque a partir de la década de 1870 Chapinero constituía ya en un núcleo de población importante - allí se estaba formando el primer barrio socialmente especializado de la ciudad-, habría que esperar hasta el siglo XX para que el crecimiento urbano se orientara definitivamente hacia el norte de la sabana. En 1876 la muni cipalidad introdujo el sistema ele calles y carreras. Diferenciadas por su orientación cardinal y numeradas en forma consecutiva, se creaba así una nomenclatura racional que aboliría los nombres coloniales ele la ciudad. Este sistema, vigente hasta hoy, se inspiró en el modelo de Nueva York -al igual que las especificaciones técnicas del tranvía de sangre- , y sugería claramente la idea de un progreso planificado e ilimitado de la ciudad en el futuro. Inicialmente, C hapin ero contaba con su propia nomenclatura: durante la primera década del siglo XX las vías públicas tenían los nombres ele personajes hi stóricos como Belalcázar, Jim énez de Quesada, Bolívar, Galán, Córdoba, o de ciudades como Medellín, Bogotá, Bucaramanga, Tunj a35 Sin embargo, en 1911 el Concejo consideró, una vez más, que C hapinero hacía parte de la ciudad y, por tanto , acordó homogen eizar la nomenclatura del barrio con la de Bogotá: las carreras Trece y Séptima se~ guirían denominándose así en su prolongación hacia el norte, y la numeración de las puertas ele las casas se haría el e la misma manera, continuando indefinidamente la que ya existía en el centro de la ciudad. 36 Las dos direcciones de la primera expansión urbana hacia la sabana serían congruentes con las dos vías alin eadas por los ingenieros ilustrados al fin al de la Colonia -la calle y la carrera Trece de la nomenclatura actual-, correspondientes con las carreteras del Occidente y del Norte. En realidad, en los albores del siglo XX existían dos carreteras que se denominaban "del Norte": la antigua, que alineada durante la Colonia surcaba la sabana - hoy Autopista Norte- , y la nueva, aliado de las montañas -hoy carrera Séptima-. Entre una y otra, la avenida del Tranvía -hoy carrera Trece- formaba el prim er tramo alin eado entre San Diego y Chapinero, y se prolongaba en línea recta con la Carretera de la Sabana hasta Chía. La Carretera de las M ontañas, con una longitud aproximada de veinticinco kilómetros y un ancho que variaba entre quince y veinte metros, partía del Parque Centenario y 44

QU E BR A DA L A V IEJA. TES T I MO N IO DE UN A R E CU PER AC I Ó N

Anó n imo, 1934

Villa Mariana, residencia de don Rudo/( Kohn en la avenida San tiago de Chile Registro Municipal, N' 30, Bogotá, 3 1 de marzo de 1934, t. 111, pp. 196 Y 197. Cliché. 13, 6 X? An ón imo, 19 37

Un aspecto de la avenida d el Nogal (Chapinero) Reg1:Stro Muniopal, N' 11 5 y 1 16, Bogotá 31 de octubre de 1937, pp. 596 y 597. Cl iché. 16 x 1 1,S cm

An ó n im o, [ 1910- 19 15 ]

Quintas del Rosario (Chapinero) Colección particular y gentileza de Julio Ríos. Afiche. 9 6,5 x 65,3 cm.

Anóni mo, [ 1910- 19 15] Calle de Chapinero

se unía a la de la sabana en el Puente del Común. Sobre el espacio abierto por esta vía se ordenará el poblami ento de las clases media y alta ele Bogotá en el siglo xx37 Para la segunda década del siglo XX ya era notable el desarrollo urbanístico que había tenido el sector a partir ele su núcleo inicial de poblamiento en el caserío ele Chapinero. En el plano de 1911 se puede ver con claridad que la quebrada La Vie ja es el límite urbanizado al nordeste de la ciuclacl, y se aprecia el perfil del acueducto y los tanques ele recolección de aguas. E n el plano ele 1913 el barrio Chapinero comprendía los territorios al norte de la calle 45, hasta los linderos del municipio con Usaquén. En ese entonces, las principal es edificaciones eran el convento ele los Hermanos Cristianos, el Matadero Público, los cuarteles del Polígono, el convento Jesuita , la Capilla de la Concepción, la iglesia de Lourdes, la estación del Ferrocarril del Norte, la estación del Tranvía Municipal, el convento ele los Hermanos Terciarios, el colegio La Salle, la Plaza de Mercado, el Tanque del Acueducto y la Casa ele la Salud Marly. 38 En 1913 se contempló la necesidad ele construir un cementerio en Chapinero para facilitar el traslado de los cadáveres y evitar las graneles movilizaciones de los corte jos fúnebres por la ciudad . La obra sólo se iniciaría en forma en la siguiente década, sobre un lote ubicado al occidente del barrio. También hacia 1915 se comenzaron a regularizar los servicios públicos domiciliarios ele acueducto, alcantarillado y energía eléctrica , cuya prestación había sido hasta entonces nula, cuando no irregular o restringida.39 Diez años después, el límite ulterior ele la ciudad se extendía hasta la calle 76, donde se emplazaba elesele 1912 el Gimnasio Moderno, mientras que la quebrada La Vieja, en su primer trayecto por la ciudad -entre la carrera Séptima y la Catorce, y calles 67 y 71-, permanecía como un polo negativo para la urbanización debido a lo pantanoso del terreno.4° Entre tanto, la construcción de un gran horno para la cocción ele barro colorado , en los chircales de propiedad ele la familia Pardo Rubio -ubicados en la calle 51 con carrera Cuarta-, sumada a las minas ele sal, los hornos de cal y las canteras ele arena y piedra ya existentes, generó una nueva ola de poblamiento en los cerros de Chapinero. Se trataba, todavía, ele casas más o menos aisladas, enclavadas en las montañas; no ele barrios completos como los que se consolidarían en Chapinero durante la segunda mitad del siglo XX. Mucho antes de 1948, el norte de la ciudad se había convertido ya en el lugar predilecto para la clase alta, a la que la clase media seguía los pasos. Las casas y quintas que datan ele la primera mitad de siglo, construidas primero según el estilo neoclásico y luego el

Colecció n pa rticular y gen tileza de Juli o Ríos. Afiche . 97 x 64. 8 cm.

Anónimo, [ 1910-19 15] Chapinero Colección particular y gentileza de Julio Ríos. Afich e. 96,5 x 66,5 cm.

Clara Inés lsaza, 2000 La carrera Trece Ma terial de trabajo de campo de Osear lván Calvo. Diapositiva. 24 x 35 m m.

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LA HISTOR I A

inglés, revelan cómo el norte se constituía en el lugar de residencia permanente para las más poderosas y ricas famili as bogotanas. En la segunda mitad de la década del diez , el crecimiento de la población llevó a la división de la antigua jurisdicción de Chapinero -para entonces ya la Octava Inspección de Policía- por la segregación del barrio Sucre -Inspección Onceava-, de la calle 45 hacia el sur 4 ' En 1912 Bogotá tenía 12o.ooo habitantes, de los cuales el 6% - 7.200- vivía en C hapinero. Seis años después, en 1918, la participación de los habitantes de Chapinero -9.2oo- en el conjunto de la población -144.000- permanec ía estancada cerca al 6%. Sin embargo, en este último año Sucre -en términos generales, la actual localidad de Teusaquillo- se había escindido de Chapinero, y por tanto los 7· 300 habitantes de esta nueva división se deben adicionar para obtener una estimación del crecimiento de la población total en el norte de la ciudad. Así, resulta que, para 1918, eln,5% de los bogotanos -16.5oo personas- vivía en el antiguo Chapinero, lo cual supone un crecimiento absoluto delu4,9% de su población - el más alto de toda la capital- y del 5,5% de su participación relativa en la población total-el segundo más alto después de Las Cruces 1 San Cristóbal- con respecto a 1912.42 En el norte de la ciudad, a partir de los años veinte, y durante los treinta, cuarenta y cincuenta, la identifi cación entre barrio y unidades administrativas se rompió definitivamente por la proliferación de urbanizaciones como Palermo, Quinta Camac ho , San Luis, Gra nada , E l Nogal y El Retiro. Si al ini cio de este período aún quedaba un vacío consid erable entre Bogotá y C hapin ero, en la década del cuarenta esa franj a de terreno fue copada de este a oeste por nuevas edificaciones. Entonces el Ferrocarril del Norte cedería el paso a la avenida Caracas y, con ella, se acabaría de fo rmar la cintura de la ciudad hoy conocida como Centro Internacional -estrecho margen entre las carreras Quinta y Catorce-. Esto acelera significativamente la movilidad urbana y transforma el trazado de la ciudad en su extensión hacia el norte de la sabana, formando manzanas menos regulares, vías más anchas y una retícula menos rigurosa. Durante el período fundamental (1910-1948) para la constitu ción del norte a partir del primer barrio socialmente especializado de la ciudad, se defini eron muy claramente los usos del suelo en la capital del país. Los establecimientos de asistencia social y punición, las cárceles, los asilos, los hospitales y los orfanatos se desplazarían por regla general al sur y occidente de la ciudad. La misma suerte ~orrerían las industrias, las plazas de 46

QUEBR A D A LA VI E JA. TESTIMO N IO D E UNA RE CU PERAC I Ó N

Anónimo, 1933

Residen cia de don Alejandro Solazar (Calle 69) Registro Municipal, N° 1O, Bogotá,

31 de mayo de 1933, t. 1, pp. 300 y 301. Cl iché. 13,2 x 1O cm.

Anónimo, 1933

Residencia de don Ricardo Solazar (Calle 64) Registro Municipal, N° 1O, Bogotá 31 de mayo de 1933, t. 1, pp. 300 y 301. Clich é. 13,2 x 10 cm .

Anónimo, 1937

mercado y los centros de abasto. E ntre tanto, el norte se distingui ría por una mayor funcionalidad ele sus espacios, por una completa dotación de servicios públicos domiciliarios y por su equipamiento urbano, fundamentalmente por la proliferación de zonas verdes, clínicas especializadas y centros educativos privados .

Casas construidas para los empleados municipales (Calles 56 y 58, carreras Quince y Dieciocho) Registro Municipal, N' 115 y 116, Bogotá, 31 de octubre de 1937, pp. 596 y 597. Cliché. 16,2 x 11 ,S cm. Anónimo, 1942

Casas para empleadas construidas por el Banco Central Hip otecario (Calle 69A, carrera 17)

PROBLEMAS DE ABASTECIMIENTO DE AGUA EN BOGOT.~

Registro Municipal, N° 2 17-221, Bogotá, marzo 15 de 1942, pp. 48 y 49. 14 x 10 cm.

Ya vimos cómo la paulatina constitución de C hapinero fue punta ele lanza ele la ciudad en su marcha hacia el norte de la sabana. Recorrimos sus caminos desde la época en que era lugar ele veraneo frecu entado por las rancias famili as bogotanas; seguimos su tránsito de caserío a barrio; acompañamos las pri meras urbanizaciones y esbozamos su desarrollo en las primeras décadas del siglo XX . Ahora veremos cómo, al tiempo que Bogotá crec ía, se hacía imprescindible controlar de una manera más eficaz el abastecimiento ele agua y convertir en propiedad pública una franja importante de los terrenos ubicados en los cerros orien tales. Durante casi todo el siglo XIX el bafí.o corporal no se consideraba necesariam ente saludable, y el mi edo a reconocer el cuerpo desnudo establ ecía una barrera infranqueable con respecto al aseo personal. Pero muy lentame nte la densificaci ón de la trama urbana y la hipersensibilidad somática traducida por la higiene implicaron, además ele una modificación sustancial en la fo rma de vida ele los bogotanos, exigencias desconocidas con respecto a la dotación ele aguas y a la cond ucción de exc rementos y materiales residuales. A partir de la década del sesenta del siglo XIX se detecta una mayor preocupación de la municipalidad por regular la provisión ele agua en la ciudad. Para esa época, un puñado ele edificaciones contaba con pajas ele agua en sus casas, y el servicio público existía únicamente en las fuentes, estos depósitos ele agua tallados en piedra donde se reunía cotidianamente el pueblo bogotano desde la época colonial.43 E n 1869 se creó una junta conformada por los propi etarios de mercedes de agua, a qu ienes se les delegaron todas las facultades para administrar, reca udar e inve rtir las contribuciones del ramo. Ese mismo año, las fuentes de la ciudad, las cañerías y las cajas 47

LA HISTORIA

matrices de las que se distribuía el agua para las cañerías particu lares fueron declaradas de propiedad exclusiva "del común", esto es, de propiedad públi ca. Así mismo , cesaron los derechos qu e durante la Coloni a y la Repúbli ca se habían concedido para recibir agua gratu ita -mercedes-.44 En 1878, el Conse jo Administrativo del Distrito quedó a cargo de la admini stración e inspecc ión del ramo de aguas, medida que fu e ratificada dos años después. Con esta norma , las fuentes de agua de la cordillera Ori en tal fueron tambi én consideradas "de uso común", pero , en contravía de lo dispuesto en el Ac uerdo de 24 de 1869, se restauró el usufructo de las mercedes de aguas que se comprobaran con documentos auténticos, aunque dichas mercedes no impli caba la propiedad de la fu e nte o río , sino de la cantidad ele agua qu e se hubiera concedido o concedi e ra e n cualquier época.45 Desde 1886 la administración del ramo fue entregada en concesión a particulares -modo privado de provisión del servicio-, quienes pusieron en operación el primer acueducto de hierro en el país y una red de servicio domiciliario que alcanzó 2.8oo plumas en 1897 46 Sin embargo, los caudales de aguas que alimentaban el acueducto eran cada vez más escasas y los derrumbes en los cerros oriental es afectaban continuamente el abastecimiento. Se trataba, entonces, de un servicio intermitente de aguas que hoy consideraríamos turbias , y que se podía suspender durante largos períodos: tanto en invierno , por desliza mientos de tierra, como en verano por falta de lluvias.47 De la misma for ma que en C hapinero, las canteras, las minas y los chircales eran el e je de las actividades productivas en el centro de la ciudad. El progresivo desarrollo de la extracción de materiales y la propagación de hornos atrajo una crecie nte pobl ación trabajadora y precipitó la erosión del suelo y el deterioro de las cuencas hidrográficas. Fueron severos los trastornos que esto provocó en el ecosistema local y en el abastecimi ento de agua para la ciudad. Ya en 1894 el Concejo Municipal había acordado regular la explotación de las canteras en la zona comprendida entre la quebrada La Vieja en C hapinero, hasta el cerro de Vitelma al sur ele la ciudad , en respuesta a la n ecesidad de conservar los ríos y las redes del Ac ueducto. Sin embargo, las perm an entes explosiones subterráneas con dinamita, los consecuentes derrumbes de tierra y la desviación de algunos cauces pusieron en evidencia la persistencia ele estas actividades. Un informe presentado por la Comisión Permanente del Ramo de Aguas, en 1897, pedía al gob ierno muni cipal tomar medidas urgentes, 48

Q UE BRADA LA V I E J A. TEST IMO N IO D E U N A RE CUP E R A C I ÓN

Ramos, 1937

Escena típica de dos muchachos del pueblo que cargan agua en tarros Registro Municipal, N° lOS, Bogotá, 15 de mayo de 1937, pp. 252 -253 . Cliché. 14 x 16 cm.

para qu e se im pida n los daños que por imprudencia se han e jec utado con el trabajo de canteras, chircales, etc., que afl ojan el terreno y acelera n sobre la ciudad desastres ya predichos en varias épocas. [ .. . ] E n co nce pto de vuestra Comisión, es éste el asu nto más grave y trascen-

Anónimo, 1931

Trabajos de alcantarillado para la pavimentación de la carrera Trece, entre la plazuela de Los Libertadores y la calle 43

dental en qu e debe oc up arse la administración pública municipal; y si para prevenir el mal que amena za á la ciudad se pueden construir obras que lo impidan, y hay necesidad de suspe nder cualquiera otra atención, debiera hacerse así. Ésta es cuesti ón de existencia [para ] la capital

República de Colombia. Mensaje del alcalde de Bogotá al Concejo Municipal, Bogotá, Imprenta Municipal, 1931, pp. 168 y 169. Cliché. 15,5 x 10 cm.

de la Rep(ibli ca.48

Pese a todo, la explotación indiscriminada de los cerros orientales continuó, aun en medio de la escasez generalizada de agua qu e amenazaba a la ciudad. Además de los desequilibrios ambientales, el agotamiento del precioso líquido era una consecuencia natural del desarrollo demográfico de la capital, cuya población creció un 0,1% entre 1843 y 1869, y un 2,7% entre 1870 y 191849 Al finalizar el siglo XIX, aun cuando se habían transformado las redes de distribución, las fuentes para la provisión de agua en Bogotá permanecían prácticamente inalterables con respecto a la época colonial (sólo el barrio C hapinero gozaba de un sistema completamente independi en te ele abastecimiento). En tanto, el agua de algunos ríos y quebradas provenientes de la cordillera Oriental permanecía como propiedad privada -apoyada por títulos coloniales unas veces, vendida por la propia municipalidad en otras-, o era utilizada a discreción por quienes detentaban la posesión de tierras en sus nacimientos y cauces. Cuando los concesionarios finalmente terminaron el acueducto en 1888, encontraron graneles dificultades para ampliar e incluso sostener el servicio en las dos décadas siguientes, porque, de un lado, el caudal de las aguas disponibles diminuía y los propietarios de otras fuentes de agua se negaban a cederlas al municipio y, de otro, carecían del capital suficiente para realizar los ensanches en las redes que demandaba el crecimiento poblacionaJ.5° Desde 1892, si no antes, el Concejo quiso contratar un abogado que hiciera valer los derechos del M unicipio sobre las rondas de los ríos y arroyos de la ciudad. La situación llegó a tal extremo que el gerente del Acueducto envió un memorial al Congreso en el que solicitaba ayuda para la consecución ele las aguas del río Fucha o ele cualquier otra para la provisión ele agua en Bogotá. En efecto, el Congreso se vio compelido a dictar la Ley 143 ele 1896, "que autoriza al gobierno para comprar agua potable para el abasto de Bogotá". 49

LA HISTOR I A

A esa determinación se opuso con ahínco José Segundo Peña, comisionado permanente del ram o ele aguas, aseverando: "Que el M unicipio ele Bogotá es el dueño ele las aguas que vierten de Oriente á Occidente en corrientes, quebradas ó ríos, fu entes ó vertientes que hasta hoy existen ó pueden aparecer, con excepción de las vertientes que nazcan en las casas privadas en la ciudad" S' Cuatro años más tarde, en plena guerra ele los M il Días, el jefe civil y militar, ante una resolución del alcalde para utilizar las aguas del F ucha o San Cristóbal, resolvió amparar la propi edad de los dueños del molino Tres Esquinas sobre el curso del río, hecho que produjo la renuncia irrevocable del alcalde capitalinoY Este problema se prolongó durante las tres primeras décadas del siglo XX, pero ya en 1898, después que fu era conocido el de~allado informe de la Comisión Permanente del Ramo de Aguas, el alcald e Higinio Cualla, quien controló eficazmente el gobierno de la ciudad desde 1884 hasta 1900, haría una propuesta que tendría profundas repercusiones históricas en todo el siglo XX bogotano: Es tanto lo que m e preoc upa la salub ri dad y el ornato ele la capital, qu e he ll egado a concebir la idea ele qu e tendría inmensa ventaja en todos sen tidos la adquisición, si no ele todo, ele gran parte ele los terrenos situados en al Oriente, Nordeste y Sudeste ele la población . . . ]Una vez que di chos terrenos fueran prop iedad del Mu nicipio, podrían implantarse en ellos arb oledas propias ele su clima, que con el tiempo sería n una ve rdadera riqueza pa ra el M unicipi o y llenarían el tripl e objeto ele aumen tar las aguas, contene r los derrumb es y hermosea r el con junto, form ando parques que, cultivados con esmero, dotarían a Bogotá ele saludables emanac iones. 53 EL CONTROL BIOQUÍMICO DEL AGUA

Con el despertar de siglo XX es posible notar u n cambio en la sensibilidad de los habitantes urbanos con respecto al medio ambiente, verificada por la irrupción ele la medicina como fi ltro imprescindible para asegurar la calidad del agua, del aire y los alimentos para una mejor vida en la ciudad. Y las preocupaciones sobre la higiene muestran un proceso ele desplazamiento muy claro hacia el oriente ele la ciudad: como los pobladores situados en las zonas altas de la ciudad no tenían acceso a los servicios públi cos, sus despojos y residuos podían contaminar el agua y ocasionar enfermedades a los hab itantes ele las 50 QUEBR A DA LA V I E ) A. T E ST I M ON 1 O DE U N A RE CUPE RAC 1 ÓN

Al cázar, 1935

Laboratorio Municipal Registro Mu nicipal, N° 49 y 50, Bogotá, 31 de enero de 1935, t. 5, pp. 24 y 25, B.C.LL. R. Cliché. 16,2 x 10,2 cm.

partes bajas. Así, en la medida en qu e las pajas privadas y las fue ntes públicas que abastecían el agua dependían de una red hidráuli ca integrada, se imponía la necesidad de esterilizar el Acueducto e higienizar los cauces de los ríos que lo alimentaban. Por muchos años tales preocupaciones se expresaron en diagnósticos equivocados sobre la causa de las enfermedades que , por e jemplo, se atribuían a la pobreza. Sin embargo, a la par con el avance del saber científico en el curso del siglo XX , la experimentación se convirtió en la principal herramienta para detectar los peligros que ac echaban al medio ambiente e introduj o los conceptos de contaminación y asepsia como puntos de partida cruciales para comprender el origen de algunas enfermedades y experimentar m edidas sanitarias que impidi eran su contagio. Hasta la primera década del siglo XX no se le aplicaba a las aguas ningún tratamiento bioquímico, pues para la administración y la Junta del Ramo de Aguas el problema principal era liberar los cincuenta kilómetros de las redes del acueducto ele arena, sedim ento y cascajo provenientes de la erosión. Sin embargo, a principios del siglo XX los brotes constantes de fiebre tifoidea habían puesto en alerta a la Academia ele Medicina y a las au toridades municipales sobre un fenó meno nu evo: la contaminación. El escenario que permitió expli ca rla fue el laboratorio, como espacio de experimentación controlado por el in vestigador, esterilizado , opuesto al medio exterior, bajo cuyo signo se inauguraba una nueva época. E n Bogotá no existía un laboratorio, o al menos no en la acepción de experimentación microbiológica y bacteriana. El 28 enero ele 1909 Luis Herrera Restrepo , jefe del laboratorio de toxicología -análisis químico-, confirmaba en un memorial dirigido al Conce jo capitalino que su dependencia no era responsable de la higiene en la ciudad y denunciaba la carencia de herrami entas para enfrentar los problemas de salubridad pública en Bogotá: "Muy difícil, por falta de elementos, es encontrar pronto la causa de este aumento de la endemia tifoidea; investigación ésta que requiere estudios prolij os, conducidos con método y disponiendo ele todos los elem entos de que en otras partes están provistas las autoridades [ ... ]".54 La carencia de un laboratorio adecuado fue señalada también por Federico Lleras Acosta, pero invirti endo los términos ele la disc usión sobre la calidad de las aguas en Bogotá: ya no se trataba simplemente de denunciar la presencia de microbios, sino de probar positivamente, por medio de la experimentación , que el agua para el consumo h umano ) 1 LA HI ST ORIA

estaba contaminada. Tal fue el origen de una memoria que dirigió el 4 de mayo de 1909 a la Academia de Medicina con el título Algunos datos sobre análisis bacteriológico de las aguas de Bogotá , primer esfuerzo ele esta naturaleza del que se tenga noticia y cuyo documento original tiene gran trascend encia para el estudio ele la historia del agua en Bogotá. Según el relato de Lleras: "Debido a las proporciones alarmantes ele la última epidemia ele fiebre tifoid ea la Dirección de Higiene y Salubridad me ordenó que practicara el análisis del agua del Acu.eclucto, á fin ele investigar si podría considerarse ésta como factor etiológico en las infec ciones tíficas". Pero el Laboratorio Municipal, como lo aceptaba su propio jefe, carecía por completo de los instrumentos necesarios para efectuar análisis bacteriológicos, de manera que Lleras se decidió a practicar "algunas investigaciones" en su "pequeño laboratorio particular".55 Los resultados de esa iniciativa son reveladores, más que por su exactitud, porque evidencian la emergencia ele nuevos métodos y discursos científicos rápidamente acogidos por la municipalidad. E n un primer experimento Lleras concluyó que la del Ac ueducto era "al menos un agua sospechosa", pues probabl emente contenía el bacilo del cólera, pero que el "agente patógeno" observado en el microscopio no se podía diferenciar claramente del "bacilo tífi co ele Eberth" y, en tanto, "podría ser este último", o "como era lo probable, podrían existir ambos en las aguas anali zadas".56 Sin embargo, su primera investigación encontró serias limitaciones: "Entonces no me fu e posible practicar la numeración ele los gérmenes contenidos en el agua, debido a qu e bs gelatinas en que practiqué las siembras, a pesar de haber logrado manten erlas entre 20 ° y 22 ° para evitar su licuefacción, siempre [la] sufrieron [ ... ], pues se desarrollaron gérmenes que tienen por propiedad liquidar este medio ele cultivo aun á la temperatura del laboratorio [sic. ]" .57 Y en consecuencia, en una nueva etapa, sus esfuerzos se dirigieron al análisis cuantitativo ele los gérmenes en un nuevo y más apropiado medio el e cultivo, el Agar de H esse, recomendado por los Anales del Laboratorio Municipal ele Lima. E n ca jas de petril con Agar ele Hesse y en tubos ele caldo peptoni zaclo, sembró simultáneamente tres muestras ele agua tomadas en la fu ente de origen, en la parte alta y en la parte baja del Acueducto ele la ciudad, "con todas las precauciones ele asepsia [ . .. ] para observar, día por día y hora por hora, los cambios que fueran produciéndose". Los cálculos realizados por Lleras indican que el agua del Chorro ele .Padilla, en su fuente ele origen, era "muy pura", pues sólo contenía entre siete a diez bacterias por centímetro cúbico; mientras que 52 QUEBRADA LA VIEJA. TE S TI MON I O DE UN A RE C UPE RAC l ÓN

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en la parte alta y baj a del Ac ueducto el agua se debía considerar como "impura", dado que contenía u.ooo y 15.ooo bacterias por centímetro cúbico respectivamente, y, además, porque toda estaría "contaminada casi seguram ente por el Coli-bacilo" y, "muy probablem ente también ", por el bacilo de la fiebre tifoidea "que, si no hemos podido aislar e identifi car, es sin duda [por] la falta de téc nica y [por] la deficiencia de nuestros laboratorios". En conclusión: el agua del acu educto "presenta graves peligros para la salud pública".58 ¿Cómo tratarla entonces? Por indicación de un colega suyo adelantó nuevas pruebas al agua del Acueducto tratada a través del filtro Pasteur, bujía Chamberland, con miras a identificar un sistema de purificación bacteriológica que pudiera ser implementado en Bogotá. Hasta enton ces el Acueducto M unicipal h abía intentado adoptar una "batería de filtros" -de su existencia se sabe, paradó jicamente, por las reiteradas quejas sobre su abandono o inoperanci a- o colador mecánico cuya acción bactericida se asociaba a la aromatización y al movimi ento, pero que no comprendía en estricto sentido el tratamiento esterilizador del agua59 Así, el experimento de Lleras con agua filtrada por ti erras porosas introduciría una nueva exigencia higiéni ca: no bastaba limpiar, había qu e esterilizar el agua, retener todos los microbios que pudieran contaminarla antes de que fuera introducida en las redes del acueducto 6 0 Si bien la municipalidad aprobó en julio de 1909 el Acuerdo número cinco "por el cual se organi za el Laboratorio M unicipal", al considerar que "algunas epidemias que diezman los habitantes ele la ciudad, tienen por causa la calidad de las aguas ele que se abastece la población", se abstuvo ele asociar directamente la calidad del agua y la fiebre tifoidea, indicando sólo que la leche era su vehículo de transmisión y el de la tuberculosis. Así se corrobora qu e, más allá ele la coyuntura, la conclusión más relevante de esta primera experiencia fu e precisar la carencia o, si se quiere, las posibilidades que entra ñaban los estudios microbiológicos; y, por esta vía, la necesidad ele emprender una acción política sustentada en la "imperiosa n ecesidad [de establecer] un laboratorio donde se analicen periódicamente las aguas y artículos que se dan al consumo, y en donde se hagan investigaciones formal es sobre las causas de las epidemias, así como de otros asuntos relacionados con la higien e pública y la salubridad de la ciudad [ ... ]" 6 1 Pero queda otro asunto: "¿Cómo explicarnos el por qué las aguas del Acueducto ac usan en la parte baja de la ciudad una mayor riqueza bacteriológica?" Ya notaba Luis Herrera Restrepo que "las exacerbaciones tíficas" se habían propagado primero en San

Federico Ll eras Acosta, 1909

N' 3, agua del Acueducto, cultivo en Agar de Hesse. Arch ivos, t. 21, fol 1o 627- 629, 1911, Bogotá, B.C. LL.R. Fotografía. 11,5 x 17,5 cm . Federico Lleras Acosta, 1909

N' 2, agua del Acueducto. Cultivo en Agar de Hesse, Archivos, t 2 1, fol1o 627-6 29, 191 1, Bogotá, B.C.LL.R. Fotografla. 11,5 x 17,5 cm.

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L A HISTORIA

Victorino, el límite occidental y más bajo de la ci udad, y atribuía ese hecho al vacío que se producía en los conductos cuando la compañía interru mpía el servicio; entonces, las sustancias líquidas ele los drenaj es mal dispuestos ingresaban por succión a la red entre fisuras o dislocaciones ele la tubería de hi erro 62 Lo mismo opinaba Lleras, para quien "estando las cañerías contiguas en muchos trayectos a las alcantarillas puede haber en los tubos solución de continuidad, perforaciones, etc., que constituyen puertas de entrada por donde se contaminan mayormente las aguas" .63 El comisionado ele higiene y salubridad, edil Bermúdez, recomendó en su informe al Conce jo solicitar ele nuevo al químico muni cipal "un análisis del agua en distintos puntos del trayecto del Ac ueducto, para comprender mejor cuáles son los puntos en donde hay más motivos de infección" 6 4 E n su inform e de comisión, Bermúdez nos ofrece una clave para saber cuál fue la explicación ele las autoridades sobre las causas ele la mala calidad del agua en la parte baja de la ciudad. Aunque el comisionado no comprende el concepto ele contaminación en sus argumentos, casi todos sus comentarios se refi eren a la higienización y el control sanitario del Paseo Bolívar. Así, no dudaba en precisar algunas medidas preventivas propuestas en el proyecto del acuerdo: "Háganse las gestiones del caso con el fin ele que se componga el camellón llamado Paseo Bolívar para que no continúe siendo un foco de infección para la ciudad" y, en otro aparte, "la compra ele los terrenos de la parte alta del Boquerón es indispensa ble para despo jar de viviendas que no pueden vigilarse bien, los terrenos en los que los ríos toman nacimi ento". 65 LA APROPIACIÓN PÚB L I CA DE LOS CE RROS ORIEN T ALES

Desde el último cuarto de los años 18oo, la construcción de un barrio especial para los pobres que permitiera la demolición ele las habitaciones ubicadas en las faldas de los cerros orientales constituyó parte importante de un plan más general, con gran resonancia a lo largo del siglo siguiente: convertir los cerros orientales en una reserva forestal. Y desde luego, el mismo proyecto siguió su curso durante toda la prim era mitad del siglo XX, ahora avalado con mayor ahínco por las exigencia de la salud pública. La concreción evidente ele los primeros experimentos microbiológicos en el siglo XX fue la creación del Laboratorio M unicipal, cuya labor en el análisis de aguas, y como un medio para arti cular la experimentación científica alas labores del gobierno municipal, 54

QUEBRADA L A VIEJA. TEST I MON I O DE UNA RE CUPERAC IÓ N

Ram o s, 1937

Un aspecto yo desapa recido del Pos eo Bolívar Registro Municipal, N° 105, Bogotá, 15 de mayo de 1937, pp. 252 -253 . Cli ch é. 15, 2 x 15 cm.

se puede corroborar a partir de 1916. E n la misma medida , los experimentos sirvieron para la expedición de un acuerdo "por el cual se dictan algunas medidas sobre salubridad de la ciudad". El acuerdo ilustra claramente cómo la actividad de las autoridades municipales se consagró a la "higienización " ele las habitaciones de los trabaj adores y a la adquisición de predios en los cerros orientales ele Bogotá. En consecuencia, después de que el municipio de la Empresa ele Acueducto hiciera lo propio en 1913, el Conce jo acordó en 1915 la compra o expropiación ele los predios donde nacían las aguas de la red hidráulica para garantizar el abastecimiento de la ciudad66 Este proceso, como es apenas lógico, se inició en el centro histórico, pero sus repercusiones se harían sentir lentamente en el norte ele la ciudad. Ya desde 1916 se procedió a las primeras compras de terrenos en las hoyas hidrográficas y a la reforestación de algunas zonas en los cerros orien tales, pero sería tras la "epid emia de gripe" de 1918 cuando estas acciones com enzarían a gene ralizarse , centradas por completo en la necesaria "higienización" del Paseo Bolívar. El Paseo Bolívar era una calzada fangosa que se extendía en forma de herradura por la falda ele los cerros tutelares de Bogotá - Monserrate y G uadal u pe- , a lo largo de la cual se encontraban dispersos los principales asentamientos populares de la ciudad, ubicados estratégicamente en los lechos de los ríos que proveían de agua a la mayoría de la población. Es necesario advertir qu e los cerros constituyen la estructura fronteri za el e la capital del país hacia el oriente, de forma qu e consti tuyen la principal referencia cardinal de la ciudad -el oriente siempre aparece en los planos donde deb ería estar el norte-. Al oriente se encu entran nuestros graneles reservorios de agua, los páramos, un ecosistema por encima de los 3· 500 metros que sólo existe en los Andes ecuatoriales y septentrionales, y traspasándolos se halla el límite definitivo ele la cordillera con las llanuras y las selvas de las cuencas de los ríos O rinoco y Amazonas. Después de la extinción de los resguardos en el altiplano cundiboyacense, los indígenas migraron desde diversas localidades hacia

Ramos, 1937

Habitaciones derruidas para la transformación del Paseo Bolívar Registro Municipal, N° 1 17, 11 8, 11 9 y 120, Bogotá, noviembre-diciembre de 1937. Cliché. 16 x 20 cm .

Ra m os, 1935

Barracas que han sido

demolidas en eL Paseo Bolívar Registro Municipal, N' 117, 118, 119, 120, Bogotá, novi embre-diciembre de 1937, pp. 640-641 Cliché. 16 x 16,5 cm.

Anónimo, 1933

La pieza sórdida en que la familia proletaria come, duerme y trabaja en sombría promiscuidad .. . Registro Municipal, N° 22 , Bogotá,

30 de noviembre de 1933, pp. 714-7 15. Cliché. 13,5 x 9,5 cm.

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LA HISTO RI A

la capital para engrosar la poblaci ón mestiza ubi cada en los suburbios. Fueron acogidos en el antiguo puebl o ele indios o Pueblo Vie jo, encallado en las faldas de los cerros de G uadalupe y Monserrate, al oriente de la Plaza Mayor. Allí, entre los ríos San Agustín y San Francisco, los asentamientos populares crecieron por la expulsión que generó la división de la propiedad en el centro ele la ciudad durante la segunda mitad del siglo XI X. Los cerros ya estaban habitados por los grupos populares al comenzar el siglo XX, pero su desalo jo sólo se hi zo imperativo cuando la migración campo-ciudad, acelerada en la década del veinte, hizo más densa la población y forj ó "varios núcleos de habitacion es obreras que circundan la dudad como una enorme herradura que la aprieta y la ahoga con sus pés imas condiciones higiénicas".67 En 1922 los asentamientos populares localizados entre el Parque ele la Independencia y la plaza ele Egipto incluían los barrios primero y segundo de San Ignacio de Loyola,

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Departam ento Municipal de Urbani sm o, 1935

Estudio de Saneamiento del Paseo Bolívar Alberto Zorrlla, "El Paseo Bolívar",

Registro Municipal, N' 117, 118, 119, 120, Bogotá, noviembre-diciembre

de 1937, p. 619. Cliché. 22 x 13 cm.

Anón imo, 1933

Anónimo, 1937

Panorama de la Quinta de Bo lívar Registro Municipal, N' 9, Bogotá, 15 de mayo de 1933,

Carretera del Paseo de Bolívar (De la plazuela de Egipto al Santuario de la Peña) Registro Municipal, N' 117, 118, 119, 120, Bogotá, noviembre-diciembre

t. 1, pp. 268 y 269. Cliché. 17,1 x 12,8 cm.

de 1937, pp. 640-641. Cliché. 16 x 11,5 cm.

QUEBRA DA L A V I E J A . TE STI M O N I O DE UNA RE CUPE RAC I ÓN

Ramos, 1937

Callejuela del Paseo Bolívar, ya desaparecido. Registro Municipal, N' 117, 118, 119, 120, Bogotá, noviembre-diciembre de 1937, pp. 640-641. Cliché. 14,5 x 11 ,5 cm.

San Luis, San Martín, San Miguel, Egipto y La Peña, Las Aguas, Chiquinqui rá y Belén, enclavados en un terreno pendiente, arcilloso y pedregoso, y cuyas construcciones eran en su mayoría "locales ciegos, aislados o en pasajes, ele ventilación insuficiente, sin agua ni wc y con suelo de tierra pisacla" 68 Una mirada a las medidas dictadas por el municipio nos da una buena idea ele la prolífica actividad desarrollada para expulsar a los habitantes ele la zona. Ya en 1919 se asignaron $z .8oo para compra ele chozas en el Paseo Bolívar, con motivo de la construcción Je u!la carretera a Guadalupe. Luego el Concejo facultó al alcalde y al personero munici pal para adquirir o expropiar terrenos y edificaciones en el Paseo Bolívar, acción que se verificó cuando en 1926, en virtud ele los Acuerdos 2 y 13 de 1926, fuero n aprobados los primeros contratos de compra 6 9 .

Ramos, 1937

Aspecto ya desap arecido de las callejuelas del Paseo Bolívar Registro Muniopal, N' 117, 118, 119, 120, Bogotá, noviembre-diciembre de 1937, pp. 640-641 Cliché. 12 x 20 cm.

Anónimo, 1937

Anónimo, 1937

Muro de contención de la Media Torta Registro Municipal, N' 117, 11 B, 119, 120, Bogotá, noviemb re-diciembre

Parte alta de la Media Torta, lugar que se considero el más indicado para erigir el monumento al Zípa

de 1937. pp. 640-641. Cliché. 16 x 11,5 cm.

Registro Municipal, N° 117, 118, 119, 120, Bogotá, noviembre-diciembre de 1937, pp. 640-641. Cliché. 16 x 11,5 cm.

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LA HISTORIA

An ó nimo, 19 37

El Acuerdo 45 de 1927 prohibió cualquier edificación en el sector, mientras que el Acuerdo 20 de 1929 dispuso organizar una sociedad anónima dedi cada a la adquisición, higienización, embellecimi ento y urbanización de la parte oriental de Bogotá. En desarrollo de estos acuerdos el municipio adquirió los predios de San Martín , M edia Torta, El Huido, Buena Vista, entre otros, con una extensi ón aproximada de 194-485 m>, y por un valor de $12o.o5o. Allí se destruyeron "las habitaciones indeseables", pero la alta estimación ele los predios y las dificultades legales para proceder a la expropiación mantuvieron congeladas las acciones hasta 1935, cuando se ordenó a la reci én creada oficina de urbanismo levantar un plano ele conjunto del sector central, donde se fijaron las viviendas que deberían demolerse, los terrenos por adquirir para evitar nuevas construcciones y las zonas en que se construirían parques, vías arborizadas y monumentos. Ese mismo año se incluyó esta obra en los planes para la celebración del cuarto centenario de la funda ción de la ciudad, y se constituyeron comisiones de ba rrios, higiene, demografía y catastro, cuyos estudios mostraron que desde el punto ele vista presupuesta! no era posibl e comp rar todos los predios necesarios. Se decidi ó enton ces adelantar el plan únicamente en los terrenos situados al oriente del Paseo Bolívar, esperando que la valorización consecuente del suelo presionara la expulsión de los arren datarios pobres del sector occiclental.7° Esta zona será la primera reserva ambi ental ele la ciudad y, aunque ya en los años veinte y treinta el agua para el acueducto no se tomaba únicamente del río San Francisco, la "higienizaci ón" del Paseo Bolívar en el centro-oriente de la ciudad marcó el precedente para la protección de los cursos ele agua en la ciudad. La apropiación de terrenos se limitó inicialmente al centro , porque el municipio no logró desalojar a los habitantes de los asentamientos situados al sur del barrio Egipto. Hacia el norte, a pesar ele la persistencia $8

Q UEB RADA LA V IE J A. T EST I MON I O D E U NA R E C U PE R AC I ÓN

Tres ram ales de las carreteras que conducen al Santuario de La Peña, a la iglesia de Egipto y al Chorro de Padilla Registro MuniCipal, N' 117, 11 8, 11 9, 120, Bo gotá, noviembre-dici embre de

193 7, pp. 640-641. Cliché. 16 x 8,5 cm. Anó nimo, [19 36-19 37]

Term inal de la carretera plazuela de Egipto -Santua rio d e La Peña Registro Municipal, N' 117, 118, 11 9, 120, Bogotá, noviembre-diciembre de 193 7, pp. 640-64 1. Cliché. 16 x 11 ,5 cm.

Anónim o, [1936-1937]

Otro aspecto de la carretera en el punto llamado Los Pinares

de algunos reductos como el barri o La Paz y la Perseverancia, la apertura del Paseo Bolívar, hoy avenida Circunvalar, permitió la compra ele terrenos en el pie ele monte y los cerros, terrenos que se articularían con otros ya adquiridos para la construcci ón del Parque Nacional en la hoya del río Arzobispo . Sin embargo, éste fue apenas el desenlace preliminar ele una larga lucha por la apropiaci ón pública ele los cerros orientales, continuada en la segunda mitad del siglo XX por la extensión ele la avenida ele los Cer:-os hacia el norte de la ciudad . Pero en los años setenta, los pobladores de los cerros en C hapinero, organi zados y movilizados en defensa de sus barrios, invocando el derecho a la ciudad, lograrían evitar la ejecución del Programa Integrado ele Desarrollo Urbano trazado por la Alcaldía ele Bogotá. Como vimos, a partir ele 1916 el muni cip io adquirió sucesivamente los terrenos de las hoyas hidrográficas de los cursos ele agua que abastecían el Acueducto , y fom entó su repoblación forestal. En general, además ele la expropiación ele terrenos saturados el e habitaciones en los cerros, en la primera mitad del siglo se produj o una profunda modificación por la apropiación pública de los recursos indi spe nsabl es para el desarrollo ele la ciudad. En el centro de cualquier debate sobre el agua se en contraba el ca rácter de la propiedad, o más bien , las limitaciones necesarias a la propiedad privada de los recursos naturales estratégicos para la ciudad. El primer y definitivo ava nce en el tema se produjo con la conducción de las aguas del río San C ristóbal a los tanques de Vitelma, en el sur de la ciudad. Antes del siglo XX la posibilidad ele un usufructo común de las aguas estuvo seriamente restringida por las mercedes de origen colonial y, más adelante, por la apropiación privada de este recurso durante las primeras décadas republicanas. Pero finalmente el líquido cobró la forma de una mercancía cuya circulación era vital para la ciudad y la

Registro Municipal, N' 117, 118, 119, 120, Bogotá, noviembre-diciembre de 1937, pp. 640-6 41. Cliché. 16 x 11,5 cm.

59

LA HJ S'I'O RIA

ampliación de las redes del acueducto le confirió al agua entubada el carácter de imprescindible para la existencia urbana. E n la m edida en que las pajas privadas y las fu entes públicas dependían de una o varias redes hidráulicas integradas, que relacionaban con mayor fuerza a unos ciudadanos con otros, se imponía la necesidad de un control centralizado de las hoyas hidrográficas. En adelante, la construcción ele nuevos sistemas de abastecimiento estuvo siempre acompai'íada por la compra de los terrenos ele las hoyas de los ríos. Así ocurrió en la primera mitad del siglo XX con Vitelma, alimentada con aguas del río San Cristóbal, y con la represa de la Regadera, alimentada por el río Tunjuelo (y en la segunda mitad del siglo con los sistemas Wiesner-Tib itó y C hingaza). A finales ele los ai'íos cuarenta el Acueducto había adquirido 7.ooo fan egadas de tierra en las vertientes ele los ríos San Francisco, Arzobi spo, San C ristóbal, Tunjuelo y las quebradas Las D elicias y La Vieja. Estas quebradas, sumadas a la de Rosales, proveían de agua esterilizada, pero no filtrada , al sector nordeste de Chapinero, que por su altura no se alimentaba con agua de los tanques de purificación. La reforestación se inició con la siembra ele eucaliptos-globulus, pinos, cipreses y chusques. El eucalipto se consideró primero como benéfico, pero más tarde sería desechado porque no ayudaba a la conservación del agua por su gran poder de absorción. Entonces, con el apoyo ele agrónomos y silvicultores, se entendió que era necesario repoblar los cerros con vegetación espontánea arbustiva y de matorral -provechosa para almacenar y regular las aguas lluvias- , mezclada convenientem ente con árboles nativos y especias foráneas cuidadosamente seleccionadas7 1

LOS A MIG OS DE LA QUEBR AD A LA VIEJA

Aunque ya inmerso en el desarrollo urbano, durante muchos ai'íos Chapinero fu e un barrio más o m enos retirado ele Bogotá. Aún en los ai'íos sesenta del siglo XX se podía decir "voy a Bogotá", o "vengo de Chapinero", como si se tratara de dos lugares diferentes. A finales ele los ai'íos sesenta y principios de los setenta, cuando la nuevas generacion es invadi eron las calles y los parqu es de la ciudad, C hapinero comenzó a perder su aspecto homogéneo ele sector resid encial. 6o

QUE BRADA LA VIEJA. TEST I MON I O DE UNA REC UPERAC I ÓN

Sylvia Patiño Spitzer, 2003

Un aspecto de la quebrada La Vieja

La vida barrial se vería lentamente quebrantada por la irrupción de una gigantesca población flotante, y el tránsito vehicular aceleraría la comunicación con otros sectores de la ciudad. Entonces el comercio invadió definitivamente la carrera Trece, vía que se había desarrcllaclo históricamente como eje fundamental de las actividades en el norte de la ciudad, y condu jo a la saturación de la vías y las calles del sector centro y suroeste de Chapinero. El elevado crecimiento de la población entre 1970 y 1995 trasformó el aspecto y la vida de Chapinero. Una vez traspasado el límite norte de la calle Cien, Bogotá se desplazó rápidamente, siguiendo el trazado de las avenidas sobre las cuales se había desarrollado el antiguo barrio desde el siglo XIX: la Autopista Norte - continuación de la carrera Trece- y la carrera Séptima. Se operó entonces una profunda subdivisión de las antiguas quintas y casas, como había ocurrido en el centro histórico un siglo antes . En consecuencia, en las décadas siguientes a 1970 se produjo la proliferación de la propiedad hori zontal. Las familias extensas habían dejado su lugar a las familias nucleares, y a ellas se dedicó un nuevo tipo de vivienda : el apartamento . En muy pocos años las nuevas edificaciones, levantadas arriba de la carrera Séptima, convirtieron los apartamentos en la forma dominante de habitación de las clases medias y altas radicadas en el sector. Entretanto, la aparición ele grandes centros comerciales en todo el norte hizo cada vez menos importantes las calles y los parques públicos como centros de socialización. Los antiguos asentamientos populares localizados en los cerros, antes habitados por un pui'íado de familias, se multiplicaron con la explosión demográfica del último tercio del siglo. La prohibición de la explotación de canteras había sido el centro de un cruento debate desde finales del siglo XIX, pero fue en la década del cuarenta cuando finalmente , como parte de la política de conservación de las hoyas hidrográficas, su fun cionamiento quedó proscrito en Chapinero. C lausuradas las canteras, los trabajadores obtuvieron terrenos como parte de pago de sus prestaciones, y allí se establecieron sus viviendas sin que les fu era reconocida plenamente la propiedad sobre la tierra. Con el correr de los años y el incremento de las migraciones, la franja oriental de los cerros entre el río Arzobispo y la quebrada del Chicó llegaría a poblarse por diferentes medios, para completar el cuadro de los barrios populares de Chapinero: El Paraíso, Mariscal Sucre, Pardo Rubio, Las Delicias, Bosque Calderón, Juan XXI I1, Santo Domingo, Luis Alberto Vega, San Luis, La Sureña, San Martín de Pones, Los O livos, Vereda Verjón Bajo y Granada. 61 LA HI ST OR I A

Durante los años setenta la administración distrital se propuso extender la avenida de los Cerros para formar un corredor vial de alta velocidad que comunicase el centro con el norte de la ciudad. En perspectiva, esta obra se puede entender como la continuación del Paseo Bolívar, pues la expulsión de sus habitantes y la construcción de la avenida de los Cerros sólo se pudo cumplir parcialmente en la primera mitad del siglo - entre la iglesia del barrio Egipto y el Pa rqu e Nacional-, aunque se tenía previsto desde enton ces el desalojo ele toda la población que aún habitaba los barrios al sur ele Egipto y al norte del boquerón del río San Francisco. Los vestigios más antiguos que se conocen de la intención de extender el Paseo Bolívar hacia Chapinero datan ele los años treinta, pero sin eluda nada ele esto se adelantó en la form a de un corredor vehicular que conectara directamente el centro y el norte de la ciudad. Sería pues en la década del setenta, a través de lo que se denominó Programa Integrado ele Desarrollo Urbano, cuando se definiría la constru cción de esta obra. Pero como treinta años atrás con el Paseo Bolívar, la constru cción de la vía en el proyecto original se acompañó con la id ea de desalojar a los habitantes de los barrios orientales de la ciudad, desde San C ristóbal hasta Chapinero. Aunque la ave nida Ci rcunvalar se construyó fin almente al rondar los ochenta, la legítima resistencia de los pobl adores al desalojo -de la cual provino , por prim era vez, la invocación del derecho a la ciudad-, así como los múltiples problemas con los que se topó la administración clistrital, impidieron que el proyecto se desarrollara plenamente. Si bien es cierto que la carencia de servicios públicos en los barrios populares había producido durante mucho tiempo la con taminación con residuos líquidos y sólidos ele ríos y quebradas, no es menos importante señalar que la construcción de la C ircunvalar aceleró las presiones para la urbanización y el consecuente deterioro ele los cursos ele agua en los cerros orientales. Con la construcción de la avenida Circunvalar, las clases altas se apropia ron de las faldas de los cerros y una bu ena parte de C h apin ero se trasladó al pie de la cordillera. Los edificios de apartame ntos ubicados en barrios com o Rosales, Chicó Norte, N ueva G ranada y Bosqu e Calderón se levantaron mu chas veces en los lotes de jados por la demolición de las antiguas casas y quintas, lotes qu e no contaban con alcantarillado adecuado para vivienda multifamiliar y cuyos desechos iban a parar con fre cuencia en los cursos de agua. 6 2 QUEB RADA LA V IEJ A . TEST I MON I O D E UN A REC UPE R AC I ÓN

Cla ra Inés lsaza, 2000

Chapinero Materia l de trabajo de campo de Ósca r lván Calvo. Diapositiva. 24 x 35 mm.

Clara Inés lsaza, 2000

Nororiente de Chapinero Material de trabajo de campo de óscar tván Ca lvo. Diapos itiva de 50 asa. Lente gran an gular de 2 8 mm . 24 x 35 mm.

Clara Inés lsaza, 2 0 00

Chapinero y el centro de la ciudad Material de trabajo de campo de óscar lván Calvo . Diapositiva . 24 x 35 mm.

L A Q U EBRADA LA V I E JA Y SUS N U E VOS AMIGOS A tod os los bogotanos, a toda la ciudadan ía bogotana y no bogotana, especialm ente el personal de Chapinero, tengo que decirl es qu e tienen un edén. Es el único sector qu e ti ene agua pura po r la mitad del ba rrio y a ell os les co rresponde algún día vigil ar y ayudar a conservar estos ce rros orientales qu e son el pulmón ele Bogotá . Tene mos que defenderlos sin ningún color pol ítico , sin ningún color religioso . Es deber el e todos los bogotanos, un deber ele todo ciudadano: la purificación del aire ele Bogotá. AG U STÍ N H E R NÁN DEZ, GU ARD ABOSQ U E S .

La Vie ja es una quebrada el e alta montaii.a cuyo nacimiento se encuentra arriba de los 3.2oo metros en el subpáramo o páramo húmedo. Junto con el río Arzobispo, y las quebradas Las Deli cias, Rosales, La Cabrera y Chicó, form a parte de la cuenca alta del río Bogotá. Intervenida por la acción human a por lo menos hace dos siglos, su cauce fue utilizado desde 1912 para mejorar el abastecimiento de agua en Chapinero, función que cumplió hasta 1989, cuando entró en servicio el túnel de Rosales que hace parte del sistema Wiesner-Tibitó. Actualmente, su ronda está protegida por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá , y se encuentra poblada por ensenillos, tunos, arrayanes y taguas, entre las especies nativas, y por eucaliptos, pinos ciprés y pinos pátula , entre las esp eci es forá:1eas . "La quebrada nace a dos kilómetros, de la C ircunvalar hacia arriba . Ti ene un nacimiento del que brotan cuatro o ci nco pulgadas de agua constantemente. Nu nca se merma esa agu a, sale en el área de una hectárea de tierra , como una especie ele nacimi ento parejito", afirma Agustín He rnández, gua rda forestal de la Empresa ele Acueducto y Alca ntarillado de Bogotá encargado de la protección de la hoya de la quebrada.7 2 En la década del setenta, La Vieja, intervenida ya por la actividad humana, conservaba en parte su aspecto natural. Cuenta Josefina Castro, enamorada desde hace muchos años ele la quebrada y fundadora ele la Asociación de Vecinos encargada de su recuperación y protección, que cuando llegó al barrio en 1971, "la quebrada era un sitio agradable. Me encontraba personas que bajaban ele la montaña (todavía no existía la C ircunvalar), con aspecto campesino, para dar ele beber agua a sus rebafíos"73 Sin embargo, La Vieja fue contaminada como otras quebradas ele la ciudad, por las aguas negras provenientes del 63

l. t\

H I STO RIA

barrio Santo Domingo, asentado en los terrenos de una antigu a cantera, y por conexiones inad ecuadas de alcantarillado del propio barrio Nueva Granada, que vertían los desechos de algunos edificios residenciales. Como afirma nuevamente Agustín Hernández: Cuando yo llegué a principios de los noventa esto era un basurero y bajaban aguas negras desde lo alto, porque Santo Domingo Alto no tenía alcantarillado y las aguas negras bajaban por el canal y botaban mucha basura, mucho chiquero. Santo Domingo fue un barrio de invasión que llevaba unos veinte o treinta años allí, no tenía ni alcantarillado ni nada. Tomaban el agua ele la parte alta ele la quebrada La Vieja por una convención comunal con la Empresa ele Acueducto, pero no tenía alcantarillado. Entonces las aguas negras bajaban a la quebracla74

En 1981, al regreso de un viaje, Josefina Castro no encontró en la quebrada el paisaje que había conocido en los setenta, ni los pastores ni el agua limpia que bajaba de los cerros. Ya había sido construida la avenida Circunvalar, y de inmediato, afirma ella, "noté la gran diferencia: la quebrada estaba horrible" _75 El deterioro acelerado ele la quebrada se produjo, al parecer, en el curso ele diez años, especialmente después del primer auge ele la edificación multifamiliar en el sector. Como nos cuenta el arquitecto Konracl Brunner, uno de los activistas comunitarios: "Esto era un muladar, estaba cercado y vivían indigentes entre el pasto. Nadie se acercaba. La basura que había en la ronda era basura estrato seis, botellas ele champaña, de whisky. Era un hoyo negro e inseguro".7 6 Los vecinos no caminaban por la ronda, le temían al lugar y cerraban las cortinas para evitar la imagen dolorosa de una quebrada llena ele basuras. "Hasta que un día dije -afirma Josefina-: ¡no!, no voy a bajar más las cortinas. Más bien las abro y limpiamos nuestra quebrada. Eso fue en el año 1984, cuando con otros vecinos del edificio, Raimunclo Angulo y Aníbal Plazas, tomamos la decisión y empezamos a trabajar en la quebrada". Su labor consistió, primero, en el aseo del lugar, y, luego, en la búsqueda ele apoyo por parte del gobierno capitalino: Nos empeza mos a poner los guantes y las botas. Empezamos a convocar amigos que vivían en otros edificios. Llegó la época en que el doctor Andrés Pastrana era alcalde ele Bogotá. Fuimos a la Alcaldía a ver cómo podíamos recibir aportes del Distrito para realizar una labor más eficaz. Nos dij eron que nos organizáramos como Junta ele Acción ComunaJ.77 64

QUEBRADA LA VIEJA. TESTIMONIO DE UNA RE CUPERAC IÓN

Josefina Castro, p reside nta de la Asociació n, en un mom ento de solaz ju nto a la quebrada.

La Junta de Acción Comunal fue la primera form a de organización de los vecinos en el s.ector, en 1984, y seguramente también fue una de las comunidades de estrato alto pioneras en el trabajo ecológico . "Eso era cosa de locos, porque una Junta de Acción Comunal no se identificaba con un barri o de estrato seis. El estrato seis es el más difícil para hacer labores comunitarias."78 Siguiendo las indicaciones de las autoridades distrital es, los vecinos hicieron todas las diligencias tendientes a obtener recursos para recuperar la quebrada, pero como "la conciencia ecológica en esa época no estaba tan despierta como ahora , entonces nos costó mucho trabajo encontrar apoyo". Las dificultades fueron muchas, continúa Josefina, porque: En la Junta de Acción Comunal éramos muy pocos . Esperábamos que el Distrito nos colaborara, pero nun ca supimos bien para qué nos servía la Junta de Acción Comunal. Queríamos que el Distrito nos apoyara con obras concretas dentro de la ronda, pero como no lo logramos, no hicimos más reuniones anual es de Junta . Los vecinos en esa época no eran los mismos, a veces se acercaban unos, a veces otros, y fu e difíc il organi za rnos según los requisitos legales exigidos por el Distrito79

La primera junta de los vecinos de La Vieja pone en evidencia el despertar de una sociedad civil en torno a problemas como la protección del m edio ambiente. Sin embargo, su propósito de crear un espacio alternativo para disfrutar del ambiente no era del todo · original. Muchos barrios han pugnado durante casi tres décadas por una apropiación más equilibrada de los recursos naturales y por una acción del Estado que garantice el derecho de los habitantes a un medio ambiente sano. El proyecto de los vecinos de la quebrada La Vieja se diferenciaba de los demás en un solo aspecto: se ponía en juego la capacidad para convocar y organizar un trabajo colectivo en el estrato más alto de la población bogotana, el llamado "estrato seis", históricamente ajeno al activismo comunitario. Por supuesto, las condiciones de la organización y la acción de una comunidad en un barrio burgués son muy diferentes a las de un barrio popular. No se trata, como en el caso de los grupos ecológicos de los barrios popul ares, ele una concepción de la ecología íntimamente ligada a las necesidades básicas de la población -servicios públi cos-, a condiciones extremas de peligro -explotación de canteras, inundaciones, residuos tóxicos- o a

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una historia compartida de lucha por la apropiación de un territorio -historia barrial-. Además, la solidaridad y el trabajo colectivo, definitivos en las primeras etapas de los barrios populares, está ausente en los sectores donde cada quien compra una parte de una edifi cación ya construida, dotada por completo de servicios públicos, y confía en el éxito individual a través de su propio esfuerzo. La intimidad del h ogar y los lugares privados o semi-privados como condominios residenciales, centros comerciales, club es, gimnasios, restaurantes, colegios y universidades, so n los núcleos de las actividades de la clase alta. El espacio públi co, donde el interca mbi o con otra~ clases sociales no tiene ningún tipo de restricción, sirve como transición entre estos lugares, de manera que la calle, el parque, el bosque o el propio barrio escapan a la atención inm ediata de los vecinos. ¿Cómo volver sus miradas haci a el espacio público? ¿Cómo convocar su solidaridad para activar el trabajo comunitario? ¿Cómo organi zarse si las in stancias legales previstas por el Estado no se adecuaban a las expectativas del sector? La distinción con respecto a otras organizaciones del mismo tipo permitió a los activistas comunitarios aprovecha r las contribuciones especiales que los vecinos podían ofrecer -no sólo en dinero, sino también de acuerdo con sus profesiones- , y despertar la solidaridad del barrio invocand o, a través de la quebrada, necesidades sensibles de los pobladores como la seguridad, el deporte, el paisa je y la salud . A los vecinos los unió la preocupación por embellecer la quebrada, pero no embellecerla de cualquier manera: se trataba de transformar un caño abi erto de aguas negras en un rincón especial, lleno de sensaciones gratas, donde fu era posible disfrutar del contacto con la naturaleza. Aun cuando la primera Junta de Acción Comunal aparentemente no había tenido éxito, los vecinos no dejaron de trabajar: hi cieron colectas y contrataron jardineros para que una vez al mes arreglaran la ronda de la quebrada. Más tarde, cuenta Josefin a Castro, "empezamos a pedirle más colaboración a los vecinos, casa por casa y puerta por puerta". Desde luego, "esa labor fu e la más aburrida, pero al mismo tiempo la más importante: sin ella no tendríamos una comunidad bien organizada". La gestión clave fue la seducción de los vecinos durante vari os años: convocar al trabajo colectivo, limpiar la quebrada y descubrir la belleza antes oculta por la basura; recuperar, a través de la naturaleza, un espacio donde se produce el reencuentro y la distinción de la propia comunidad en el juego, el caminar, el paisa je y el sonido del agua. 80 . 70 QUEBRA D A LA V I EJ A. TES T IMONIO DE UNA RECUPERACIÓN

Hacia 1990, tras la invasión de nuevos terrenos en la reserva forestal , el barrio Santo Domingo Alto finalmente fue desalojado. Así, la quebrada se liberaba de los desechos que se originaban en ese bar-rio. Sin embargo, persistía el problema de las aguas negras que de manera irregular vertían en la quebrada los edificios residenciales de la zona cuyas alcantarillas no estaban conectadas con el tubo madre de la empresa. Esto se comprobó, finalmente, cuando los vecinos acudieron a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, que cumpliría una de las labores más importantes para la recuperación de La Vieja: Fui al Acueducto con Raimundo Angulo y Aníbal Plaza, y les preguntamos: "¿Cómo hacemos para controlar las aguas negras que bajan a la qu ebrada?". La respuesta fu e inmedi ata: "No se preocupen, allá vamos". ¡Y aquí vinieron! Empezaron a verter tinhtras en los conductos de los edificios. Y, claro, éstas llegaban a la quebrada. Entonces ce rraron las conexiones inadec uadas y restablecieron la conexión con el tubo madre. F ue una buena labor la que hizo la Empresa de Acueducto y Alca ntarillado, y gracias a ellos hoy el agua de la quebrada está limpia.

En 1991, y dado que la creación de la Junta de Acción Comunal no había surtido ningún efecto, los vecinos de La Vie ja se decidieron a conformar una asociación sin ánimo de lucro; a través de ésta comenzarían a gestionar nuevos proyectos. Con la asesoría de Camilo Mazuera se hicieron todos los trámites necesarios para la nueva constitución legal de la comunidad. Así nació como persona jurídica la Asociación Vecindario Amigos Quebrada La Vieja, ahora capaz de administrar y captar fondos para la recuperación de su quebrada: La Asociación está muy organizada. Los trabajadores están inscritos en el Seguro Social, y disfrutan de todos los beneficios legales a los que tienen derecho. Una buena organización es crucial a la hora de contar con la ayuda de la administración de cada edificio, para generar confianza en la gente y estimular su colaboración con el trabajo comunitario. Pero, más importante que cualquier cosa: los resultados están a la vista; por la quebrada corre agua limpia y los vecinos pueden disfrutar de la naturaleza 8 '

A pesar de todo, dice Josefina Castro, "habíamos tratado de hacer más o menos esto mismo desde que empezamos. Ningún alcalde nos había pu esto atención". Durante un 71 LA HISTORIA

buen tiempo las labores de la comunidad se orientaron únicamente al aseo del lugar y a la siembra de algunos árboles, sin poder lograr todavía el objetivo que la comunidad se había trazado: el tratamiento integral de este cuerpo de agua. Si la idea no fructificó en sus inicios, la espera no fue en vano: en 1998, con el apoyo de la Fundación Compartir, la iniciativa vecinal fu e acogida por el gobierno ele Bogotá como parte estratégica ele su programa para recupera r el espacio público: Enrique Peñalosa fue qui en, como alcalde, nos apoyó desde un primer momento . Él se posesionó un primero de enero, y el 9 ya nosotros estábamos en su despacho con el proyecto. "Sefiar alcalde, tenemos una propu esta, ayúcl enos" . Al enterarse del asunto respondió: "El espacio público va a ser una preocupación fundam ental de mi gestión, cuenten con mi apoyo". Y no se quedó en palabras. De su admin istración recibimos aportes importan tes a través de la Empresa ele Acueducto, el Jardín Botánico, el Instituto Distrital ele Recreación y D eporte, y el Instituto de Desarrollo Urbano. El Jardín Botánico nos dio los árboles, el ID U los anden es y los caminos, el lORD nos dio los juegos de los niños y las canecas, y la EAAB un muro de contención . La ilumi-

nación la pusimos los vecinos con nuestras propias contribuciones82

Así, la recuperación ele la ronda de la quebrada La V ie ja se convirti ó en parte integral ele un plan para redimir y preservar nueve cursos de agua provenientes de los cerros ori entales ele Bogotá . Este esfuerzo ofreció ya sus primeros frutos: la restauración superficial del cauce del río San Francisco, a través del eje ambiental ele la calle Trece, y la recuperación de la quebrada La Vieja en el barrio C hapinero . El programa piloto para la rec uperación de la ronda ele la quebrada La Vieja es una muestra fehaci ente de cómo los vecinos de un sector ele la ciudad , asociados con las empresas del sector público, pueden definir estrategias comunes para rescatar y proteger el medio ambiente en nuestra ciudad. En abril del año 2000 este proyecto ll egó a feli z término. La inversión total fue de seiscientos millones de pesos, y se contó con la participación del Instituto ele Desarrollo Urbano (mu), el Jardín Botánico de Bogotá José Celestino Mutis, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado ele Bogotá (EAAB ), el Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte (IDRD ), la Alcaldía y la Junta Administradora Local ele C hapinero. El paisa je jugó un papel importante en la promoción comercial de los edificios multifamiliares de los altos de Chap inero, porque desde esta zona se pueden apreciar 72 Q UEBRADA LA V I E J A . TE ST IMONIO DE UNA R ECUPE R AC I ÓN

muy bien los cerros y la sabana. Pero el paisaje no invitaba necesariamente a recorrer los lugares, a vivirlos; más bien estaba dispuesto para apreciarse desde las ventanas. En cambio, ahora la quebrada invita a salir de los apartamentos, a convivir con los vecinos y hacer nuevos amigos; a disfrutar del canto de los pájaros y a relajarse con el sonido del agua. Prueba de ello es la reunificación del sector, antes dividido tajantemente por la ronda de La Vieja, y el tránsito cotidiano de las personas por un puente que comunica el norte y el sur del vecindario. Abierta al tránsito cotidiano y a las actividades recreativas, la ronda de La Vieja cobra nueva vida. Éste ha sido uno de los anhelos de la Asociación: permitir que la gente regrese a la calle a disfrutar de un espacio público alternativo: "No buscamos crear un parque tradicional, con pasto, árboles y sillas. Queremos un parque-bosque protegido por la comunidad, que permita gozar del agua en el futuro y anime el regreso de los animales. Hemos sembrado plantas que les gustan a los pájaros e introdujimos truchas que ahora nadan en el agua limpia de la quebrada". 83 ¿Cuál es la proyección urbana de este tipo de iniciativas? Más que un caso aislado, el trabajo comunitario de los vecinos de la quebrada La Vieja se debe entender como parte del despertar de la ciudad con respecto a los problemas de la esfera pública. Hasta entonces, el "estrato seis" se había mantenido al margen, replegado en sus hogares y con las "cortinas cerradas", ajenos a los lugares de interacción con otros grupos sociales. En parte esto se debe a que sus intereses se expresan a través del Estado, al que se delega cualquier iniciativa al respecto. Sin embargo, en las últimas dos décadas las inquietudes ecológicas han permitido generar nuevas expectativas sobre el espacio público; expectativas que exigen la acción del Estado pero que no se agotan en ella. Por ende, convocan necesa riamente la participación de las comunidades -los estratos altos incluidos- para la solución de sus problemas. Las inquietudes ecológicas, expresada de diversas formas en el curso de los siglos XIX y XX, hicieron notar la necesaria interdependencia de los grupos sociales en el entorno urbano y permitieron entrever la fragilidad de los límites entre lo público y lo privado. Aunque en el caso de las organizaciones de los estratos altos se trata de iniciativas que por ahora se concentran más en el paisaje o en la recreación que en los problemas ambientales como tales, su trabajo, en la medida en que propicia el reconocimiento de la ciudad como un espacio compartido donde lo que hacen unos afecta a los otros, permite tejer nuevos hilos de solidaridad y construir espacios alternativos para el reencuentro de la 73

LA HISTORIA

comunidad. En la quebrada La Vie ja se recuperó tanto el agua y el paisa je como la confianza de los vecinos en el valor del esfuerzo compa rtido. Hoy queda muy poco de la sucia quebrada y de los matorrales por donde caminaban los vecinos aterrados por la aparición de ratas gigantes. Los puentes, los caminos y la luz permiten la apropiación de este valioso espacio por parte de los bogotanos. La gente del vecindario poco a poco se siente más segura cuando llega a sus casas y se arriesga a charlar con sus vecinos. Desde la montaña, y hasta el lugar donde la quebrada es canalizada para seguir su curso por la ciudad, existe un espacio abierto que invita a pensar en el futuro: "La ronda de la quebrada siempre tendrá vida y habrá muchas cosas más que hacer. Al contar nuestra historia buscamos estimular a la gentes de otras comunidades. Decirles que sí se puede, que no importa si la gente parece irremediablemente apática, que así sean pocos los que batallen, vale la pena."84

LECC IO NES DE C HAPINER O

Cuando la ciudad se ale jó de las montañas, Chapinero fu e el primer destino de los habitantes bogotanos en su periplo para domesticar la sabana de Bogotá. La pequeí'ía aldea que había surgido en un cruce de caminos al norte de la ciudad, entre las quebradas Las Delicias y La Vieja, era parte de una gran hacienda colonial, subdividida en el siglo XIX por efecto de las reformas finisecula res. Chapinero fue un lugar de recreo para las elites bogotanas del siglo XIX: allí se celebraba todos los años el aguinaldo navideño, festividad religiosa que propiciaba el peregrinaje de los bogotanos hacia el norte de la sabana durante la temporada de veranillo. Las estancias veraniegas o temporales en el "pequeño Versalles" de Bogotá correspondían a la lenta transformación de una cultura señorial a otra burguesa, simbolizada a través del medio amb iente, o, como se le llamaba en la época, el clima, el aire o la atmósfera. Dicha sensibi lidad, caracterizada por la hipertrofia de los sentidos y el despertar del cuerpo, es la matriz en el largo plazo de las preocupaciones de la ecología. Aunque la capital de Colombia era una ciudad muy pequeña, sus elites, así como sus pares ele la Francia decimonónica, creían que las emanaciones de la exigua multitud bogotana corrom74

Q UE BRADA L A VIEJ A . TES TI MONIO D E UNA R ECUPERA C IÓN

pían la atmósfera y limitaban la respiración en la ciudad. Aquella misma sensibilidad condujo ai;J.as elites a pensar que las enfermedades tenían su origen en las condiciones exteriores del medio ambiente y, por ese camino, concluyeron erradamente que la miseria prohijaba su proliferación en la ciudad. Ir a Chapinero permitía respirar aire puro, libre de los peligros que entrañaban las "emanaciones sociales". Antes de que en 1910 se iniciara en propiedad la expansión de Bogotá hacia la sabana, la sensibilidad de las elites con respecto a las condiciones del ambiente los había llevado a emplazar parcialmente sus habitaciones en Chapinero. A partir de 1870 las antiguas haciendas sei'íoriales cedieron lentamente su lugar o se mudaron en casas quintas donde las elites residían de manera temporal. No fue gratuito, pues, que allí se verificara la construcción del prim er medio ele transporte colectivo da la ciudad, el tranvía, ni que allí la Iglesia católica proclamara, con la construcción del templo de Lourdes, su dogma sobre la Inmaculada Concepción de Jesús. El templo y el tranvía fueron los símbolos a partir de los cuales se trazarán las coordenadas urbanas y sociales de Chapinero en las primeras décadas del siglo XX. Después de 1876 aparecerán allí otros dos espacios fundamentales para la burguesía: el escenario deportivo, con la construcción del hipódromo en la década de 1890, y el colegio campestre, con la fundacióncrlel Gimnasio Moderno en 1912. La formación de Chapinero como un barrio burgués, esto es, como el primer lugar socialmente especializado de la ciudad, precede a la expansión urbana. En términos sociales, la burguesía buscó diferenciarse de otros grupos e identificarse a sí misma como clase social a través del espacio; para el efecto procedió a construir un entorno nuevo. En Chapinero las elites policlasistas del siglo XIX se convertirían en burguesas, y a la vez, el barrio Chapinero demarcó el espacio donde se desarrollarían la burguesía y la clase media en el siglo XX : el norte bogotano. La urbanización del barrio Chapinero se inició ya consolidado el prim er asentamiento, cuando, hacia 1900, la propiedad del suelo urbano se presentó como una forma de proteger el capital de los vaivenes del papel moneda. Allí, por primera vez, el servicio domiciliario ele agua se reveló como un elemento indispensable para la vida (no obstante, la dotación del líquido en la zona era todavía muy restringido). Hasta entonces, y aunque la dotación de agua para Chapinero estaba incluida en el contrato que dio lugar a la construcción del primer acueducto ele hierro en la ciudad, las obras hidráulicas en la zona no garantizaban el uso corriente del servicio. El problema, compartido por la recolección de basuras y el 75

LA HISTORIA

alcantarillado, se agudizaba cada vez más por el crecimiento de la población en el barrio, uno de los más altos en el conjunto de la ciudad durante las primeras décadas del siglo. En toda Bogotá la generalización del abasto de agua para la población chocó con la apropiación privada de los cauces de los ríos y las quebradas, práctica colonial que persistió - se radicalizó incluso- durante el primer siglo de vida republicana. Hacia 1890 las autoridades entrevieron por primera vez la necesidad de enajenar a favor del Estado todas las ti erras donde se filtraba el agua para el abasto de la ciudad, pero sólo en la década del diez se inició en forma la compra de terrenos de los cerros orientales, acompañada, claro, de la expulsión de los arrendatarios que los habitaban. Esto permitió la creación de un cinturón ambiental en el oriente de la capital. Se trató de una iniciativa de largo aliento, comparable a la propuesta formulada en los últimos años por el gobierno de Bogotá, y que prevé crear en el siglo XX I un anillo ambiental en el occidente de la sabana. La enaj enación de los cerros en el curso del siglo XX representó una conquista de si ngular importancia para la ciudad. Aunque se produjo en períodos diferentes, se observó en todo el oriente de la ciudad porque, precisam ente , la introducción prim ero y la generalización después del abasto de agua a través de las redes hidráulicas permitió entrever la nec esaria interdependencia de los ciudadanos. Históricamente, los grupos populares dedicados o vinculados a las activi dades extractivas se asentaron en los terrenos pendientes y rocosos del oriente, mientras que las elites se apropiaron de las tierras fértiles y llanas del occi dente. Pero este patrón vertical de asentamiento, cuestionado ya desde el siglo XIX, se hizo del todo insostenible cuando las nuevas migraciones del campo a la ciudad aceleraron el crecimiento de la población en las primeras décadas del siglo XX. La mayor densidad poblacional en los cerros orientales, en los lugares donde circulaban los recursos acuíferos para el abasto de la ciudad, se presentó así como un límite para la provisión del servicio en el occidente. En realidad, el primer acercamiento a este problema se produjo a partir de una concepción errada sobre la relación entre enfermedad y miseria , la misma que había conducido a las elites a desplazarse hacia Chapinero . Los higienistas de viejo cuño creían que algunas enfermedades se propagaban por el aire, a través de miasmas, y adjudicaban a los grupos populares enclavados en los cerros el origen de los padecimientos que sufrían los habitantes de las partes bajas. Pero frente a esta visión difusa, muy extendida incluso hasta la década de los años treinta, los científicos experimentales introdujeron lentamente el 76

QU E BRADA LA VIEJA. TE ST I MO N 1 O DE UNA R ECUPE RAC 1 ÓN



concepto de contaminación biológica que hizo posible conocer la etiología de ciertas enfermedades. Ya no se trataba de buscar los seres terríficos que deambulaban por la atmósfera, sino de seres vivos concretos, microorganismos cuya proliferación se podía controlar en principio si se conocía el medio preciso que permitía su difusión entre los humanos. Las miradas convergieron así en la necesidad de esterili zar el agua para evitar la propagación de ciertas enfermedades y, de man era más general, en el control de la contaminación del agua utilizada en la ciudad. Pero, ele nuevo, ya no se trataba de fu entes aisladas sino ele una red hidráulica integrada cuya contaminación acarrearía probl emas atodos: se prevé así la necesaria interdependencia de los habitantes urbanos y la urgencia de implementar un control centralizado del servicio. Una concepción moderna del agua como bien público se abría paso, y en la m edida en que se conocieron las condiciones de los ecosistemas locales que regulan los ciclos del líquido, esta categoría se aplicaría al conjunto de las hoyas hidrográficas que abastecían - y abastecerían en el futuro- a la capital del país. En Chapinero la burguesía construyó su barrio lejos ele la ciudad, en un espacio donde creía poder controlar los intercambios sociales incómodos, simbolizados por un m edio ambiente no especializado -hostil, compartido con otros grupos sociales-. Pero como el barrio se formó en el siglo XIX, adoptó el mismo patrón vertical de ase ntamiento de la ciudad: mientras las casas quintas y las urbanizaciones se ubicaban en el llano, los trabajadores dedicados o asociados con las labores extractivas permanecían, casi invisibles, en las pendientes orientales. Los trabajadores de las canteras y los chircales se habían radicado allí al menos desde el siglo XIX, pero como en el caso del centro-oriente de la ciudad, sólo se hici eron incómodos cuando las migraciones a partir de los años sesenta -las más rápidas y masivas del siglo XX- engrosaron sus barrios o atrajeron otros nuevos. Observamos entonces que la enajenación ele terrenos y la expulsión el e los pobladores populares en el centro-oriente de la ciudad en la primera mitad del siglo XX, y el intento fru strado de enajenar los terrenos y expulsar a los pobladores del oriente de Chapinero en la segunda mitad constituye n un único proceso cuyo trasfondo es la apropiación pública de los recursos naturales de la ciudad. Empero, una diferencia fundamental consistió en la capacidad el e los habitantes populares de Chapinero para organizarse y resistir durante más de veinte años todas las tentativas ele desalojo hasta obtener la regularización total ele sus barrios. Otra diferencia, acaso más importante, fu e la revitalización del

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LA HISTO RIA

con cepto de lo públ ico consagrada en la reivindicación de un nuevo derecho: el derecho a la ciudad, indispensable para las actividades que adelantarían en los siguientes años los grupos ecologistas . C abe anotar que mientras la hoya del río San Francisco en el centro-oriente de Bogotá se mantuvo parcialmente protegida, en el oriente de C hapinero, en cambio, muchas zonas que debieron reservarse para la protección ambiental fu eron ocupadas por nuevas urbanizaciones residenciales "estrato seis". Desde luego, en los dos casos la presión por urbani za r no es comparable, porque después de los años sesenta, al son de los vaivenes del mercado de vivienda, el patrón de poblamiento de la ciudad se transform ó definitivamente y la burguesía prefirió ocupar las zonas altas, desplazándose ligeramente desde el llano, dond e había surgido el barrio hasta su emplazamiento actual en los cerros orientales del norte de la sabana. Pero tambi én es evidente que las autoridades no actuaron con el mismo celo en beneficio ele lo público: fu eron tan violentas para desalo jar a los pobladores populares como complacientes a la hora de limitar la edifi cación com ercial en las rondas ele las quebradas el e C hapin ero. Las consec uencias ele la tolerancia de las autoridades con las compañías urbanizadoras fu e inocultabl e, entre otras cosas, por las instalaciones inadecuadas e il egales del alca ntarillado que precipitaron los desagües de algunos edificios hacia los cursos de agua. Ahora bien, si durante las dos décadas que siguieron a la urbaniza ción residencial del norte ele C hapinero, los habitantes de los edificios de apartamentos permanecieron "con las cortinas cerradas" para no ver el descalabro ecológico de la zona, hacia los años noventa, com o parte de una preocupación común por el espacio público ele la ciudad, los vecin os de los barrios de "estrato seis" comenzaron a organizarse para trabajar en embellece r y renovar su entorno natural. Es el caso, en concreto, de la Asociación Vecindario Amigos Quebrada La Vieja, cuya activiclacl persistente a lo largo ele veinte añ os logró convocar a los vecinos del barrio Nueva Granada para construir una organización comunitaria empeñada tanto en recuperar la ronda de la quebrada como en crear un espacio alternativo para el goce ele la naturaleza. Una motivación ele esa índole no es aún pan de cada día en los estratos altos, pero por ahora señala la emergencia de la sociedad civil en la reivindicación del derecho a la ciudad. Si en principio el derecho a la ciudad era visto como un reclamo excl usivo de los 78

QUEBRADA L A V I E J A . TEST I M O NIO DE UNA R ECUPERAC I ÓN

sectores populares interesados en obtener vivienda y servicios públicos por parte del Estado, en los últimos años su invocación ha permitido cobijar diversas expectativas de los habitantes urbanos. Entre ellas, la ecología ocupa un lugar central, porque pone el acento en uno de los debates de mayor actualidad en la ciudad: ¿qué es el espacio público?, ¿cuáles son su límites?, ¿cómo se apropian de él los habitantes urbanos? Hoy estas preguntas no se formulan sólo desde el Estado, no le competen sólo al gobierno; también son importantes para quienes, organizados en sus comunidades, se preocupan por el medio ambiente y aportan nu~vas propuestas, acciones y reflexiones sobre la ciudad. NOTAS ' "Historia de vie jos amigos", en El Tiempo, 1 de septiembre de 2000. 'Domingo Esquiaqui, Plano de Santafé de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada, Santafé de Bogotá, 1791, Bogotá, Centro de Información Geográfica, l.G.A.C., s.f. Tampoco aparece Chapinero en los planos de Codazzi (1852) y Clavija (1894 [1891]). Daniel Ortega Ricaurte, Apuntes para la historia de Chapinero, Bogotá, Academia de Historia- Editorial Kelly, 1967, p. 7· 1 Ibíd., pp. 9-1o. • Eugenio Díaz Castro, "Los aguinaldos de Chapinero", en Novelas y cuadros de costumbres, t. 1, Bogotá, Procultura, 1985, p. 41. 5 Ibíd. , pp. 44 y 103. 6 Ibíd. , pp. 57 y 6o. 1 Ibíd., p. 105. 8 Ortega Ricaurte, op. cit., pp. 13-15. 9 Ibíd. , pp. 20-21. w AntoniJ María Amézquita, Descripción sumaria de la colocación en Chapinero de la Santísima Virgen en

su advocación de Lourdes y discurso panegírico que en presencia de diez y seis mil almas, pronunció en aquella plaza con motivo de esta solemnidad el selior canónigo doctor Antonio María Amézquita, secretario del capítulo metropolitano, el 22 de agosto de 1875· Dedicado al ilustrísimo y reverendísimo selior arzobispo doctor Vicente Arbeláez, Bogotá, Imprenta de Echeverría Hermanos, 1975, p. 2. " Ibíd., pp. 6, 13 y z6. " "Acuerdo número 16 de 1876, que concede privilegio para la co nstrucción de un ferrocarril en la ciudad de Bogotá", ACB 186o-86, 1984, pp. 404-407; "Acuerdo número 22 de 1882, aprobatorio de un contrato", ACB 186o-86, 1984, pp. 6o2-6o4; "Actas. Sesión del día 17 de febrero de 1888", en Registro Municipal, N' 358,o9/o3!t888, p. 1628. 79

L A HISTORIA

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"Acuerdo sobre refac ción, mejoramiento y sostenimiento de las vías públicas del Distrito y las del Estado que parten de él", ACB 186o-86, 1984, pp. 230-231. "Acuerdo número 29 de 1884, por el cual se establ ece un mercado de víveres en el caserío de C hapinero",

ACB 186o -86 , 1984, pp. 696-697· •; "Acuerdo número 12 de 1885, por el cual se dividen en dos secciones los barrios de Las N ieves y Santa Bárbara", ACB 186o-62, 1984, pp. 714-715; Ortega Ricaurte, op. cit., pp. 16-18. •6 "Informe del Alcalde de Bogotá", en Registro Municipal, No 287, 23/o7h886, pp. 1191-1192; "Memoria que dirige el alcalde de Bogotá al Honorable Concejo Municipal en el año de 1887'', en Registro Municipal, N" 351, 31/12h887, pp. 1455-1456; "Memoria que dirige el Alcalde de Bogotá al Concejo Muni cipal de 1888 en el día de su instalación", en Registro Municipal, No 370, 2o/o7h888, p. 1676. ' 7 "República de Colombia-Depa rtamento de Cundinamarca- Sección s· de Policía Municipal - Chapinero, 30 de mayo de 189o", en Registro Municipal, No 458, o7fo6h89o, p. 2027; "Informe del inspector 5° de Policía Municipal sobre el año de 1891", en Registro Municipal , No 534, u /01h 892, pp. 3168-3170. •8 "Inspecciones. Datos estadísticos", en Registro Municipal , No 693, 31/o8h895, pp. 3830-2832. '9 Junta Central de Catastros, Provincia de Bogotá, Bogotá, 1890, pp. 36-39. 0 ' "Junta de mendigos", en Registro Municipal, No 297, uhoh886, p. 1235. " "Inspecciones. Datos estadísticos", pp. 3830-2832. " "Acuerdo número 24 de 1888 qu e dispone el establecimi ento en el Distrito de un Hipódromo ó C irco para diversiones públicas" , en Registro Municipal, N" 382, 1888, p. 1730; "Acuerdo número 21 ele 1891 que aprueba un contrato sobre establecimiento ele un hipódrom o", en Registro Municipal , N" su, Bogotá, 1891, p. 3071; "Acuerdo núm ero 4 de 1893 por el cual se reform a y aclara un contrato", en Registro Mu nicipal, N" 588, Bogotá, 1893, p. 3363; "Acuerdo núm ero 6 de 1898 por el cual se aprueba un co ntrato (celebrado con los señores Ca rl os José y Rafael Espinosa G. )", en Registro Municipal, N• 791, Bogotá, 1898, p. 4221. ' 3 Antonio Izquierdo, Lotes de Antonio Izquierdo en Chapinero con gra ndes plazos sin pagar interés. Ventajas

para los compradores. Caja de ahorros-descuentos sobre lotes, Bogotá, Tipografía Salesiana, 1900, pp. 3-4. Ibíd., pp. 8-9. '; Ibíd., pp. 14-15, 22-32. 6 ' Ibíd., pp. 19-20. 24

'7

"Acuerdo número 4 [188o], orgá nico del ramo de aguas", ACM 186o-86, 1984, pp. 485-490; "Acuerdo núm ero 23 ele 1886, por el cual se aprueba un contrato sobre provisión ele aguas á la ciudad por tubería de hierro", pp. 750- 755· La parte citada aparece en el "Acu erdo núm ero 22 de 1886, orgánico del ramo de

aguas"' pp. 748-749· .s "República de Colombia- Departamento de Cundinamarca- , Sección s• ele Policía Municipal-Chapinero, 30 ele mayo de 1890", en Registro Municipal, No 458, Bogotá, 1890, p. 2027.

80 QUEBRA DA LA VIEJA. TESTIMONIO DE UNA RECUP ERAC I ÓN

M. M. Mallarino, copia de la ca rta enviada al gerente de la Compañía de Acueducto, Archivos, B.C.LL.R, t. 3, folios 610-612, Bogotá, 1912; Olimpo Gallo, carta al alcalde de la ciudad, Archivos, B.C.LL.R, t. 3, folio 44, Bogotá, 1912. JO El contrato se suscribió por la Empresa de Acueducto, de un a parte, y José Ma ría Samper, propietario del lote donde se estaba co nstru ye ndo el G imnasio Moderno; E du ardo Quintana Vanegas, propietario de los terrenos que forman la urbani zación adyacente a la Gran Avenida (ca lle 68); la Compañía Colombiana el e Seguros, propietaria de los terrenos del Nogal situados al occidente de la carrera Séptima . "Acuerdo número 55 ele 1919, por el cual se ap ru eban unos co ntratos referentes a la captación de las aguas de la quebrada ele Rosales", ACB 1919-1921, pp. 121-127. '' "Conce jo Municipal. Sesión del día 25 ele noviembre ele 1892", en Registro Municipal, N' 579, Bogotá, 1893, p. 3347; "Acuerdo núm ero 18 de 1887 que aprueba un contrato", en Registro Municipal, N' 327, Bogot
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