¿Guerra fronteriza o apartheid informal?: Comentarios sobre “Los moribundos” de Julio Ramón Ribeyro

June 20, 2017 | Autor: L. Taiano Campoverde | Categoría: Peruvian History, Ecuadorian history, Peru-Ecuador wars, Shuar, Achuar, Julio Ramón Ribeyro
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Descripción

¿Guerra fronteriza o apartheid informal?: Comentarios sobre "Los
moribundos" de Julio Ramón Ribeyro
Leonor Taiano Campoverde
Universidad Técnica Particular de Loja
Resumen: Este estudio pretende analizar la ficcionalización de los
conflictos fronterizos entre Ecuador y Perú por medio de "Los moribundos"
de Julio Ramón Ribeyro. El interés de esta investigación radica en la
demostración de la manera cómo la literatura comprometida sobre las
fronteras ecuatoriano-peruanas individuó los verdaderos problemas que
marcaron el enfrentamiento entre los dos países y propuso, de manera
camuflada, las posibles soluciones para combatirlos hasta hacer de la
frontera un territorio de oportunidades.
Palabras clave: "Los moribundos", conflicto, frontera, apartheid, racismo.
Abstract: This study analyses the fictionalization of the Ecuadorian-
Peruvian border conflicts through "Los moribundos", short story written by
Julio Ramón Ribeyro. The interest of this research consists in evaluating
the way in which the Ecuadorian-Peruvian border literature has detected the
real problems that characterized the supposed confrontation between the two
countries and proposed, in a camouflaged way, possible solutions to do of
the frontier a territory of opportunities.
Keywords: "Los moribundos", conflict, borders, apartheid, racism.
Esa tierra nunca fue ecuatoriana, y, aunque en teoría
siempre formó parte del Perú, en verdad sólo ha sido hasta
ahora de los aguarunas, huambisas, shapras, jíbaros,
shoares y demás tribus infortunadas a las que nadie toma en
cuenta en esta disputa, aun cuando, sin duda, ellas serán,
como siempre que hay matanzas en la Amazonía, sus
principales víctimas.
Mario Vargas Llosa
Introducción
La citación inicial corresponde al artículo titulado "La guerra absurda" de
Mario Vargas Llosa. En su excelente análisis sobre la naturaleza ridícula
de los problemas fronterizos, el nobel peruano enfatizaba las razones
geográficas, políticas, sociales, económicas y étnicas que demuestran que,
a pesar de las "conflictivas fronteras", ambos países son, y siempre serán,
hermanos. Al mismo tiempo señalaba las verdaderas causas de las disputas
entre las dos naciones: la ineptitud de sus gobernantes, la exageración, la
mentira propagandística y el caudillismo (Vargas Llosa, 1995). El marqués
sugería, como máximo ejemplo del caudillo, al ecuatoriano José María
Velasco Ibarra, cuyos discursos se basaban en las luchas por la reconquista
del territorio:
Su tema favorito [de Velasco Ibarra] era la reconquista del territorio
-¡nada menos que la mitad del cuerpo sagrado de la patria!- engullido
al Ecuador por su vecino sureño. Debía de ser muy persuasivo porque no
hay político ecuatoriano que se atreva a desmentir esta fantasía
histórica, ni gobernante de Quito que facilite la demarcación de los
malhadados 78 kilómetros, con lo cual -quedaría finiquitado -el viejo
litigio, y, aún más importante, Ecuador y Perú podrían por fin
establecer una estrecha cooperación para el aprovechamiento conjunto
de los recursos de una región que, sólo ocupan ralas comunidades
indígenas de la familia de los jíbaros, que no saben siquiera por qué
de tanto en tanto les zumban las balas sobre las cabezas, y a los, que
los peruanos y ecuatorianos "civilizados" -caucheros, buscadores de
oro, narcos, prospectores de petróleo, misioneros y militares- han
maltratado y despojado por igual a lo largo de toda su historia
(Vargas Llosa, 1995).
Las observaciones de Vargas Llosa sobre la estrategia discursiva de Velasco
Ibarra se podrían aplicar a muchos de los líderes ecuatorianos y peruanos
implicados en las pugnas del siglo XX. Desde ambas partes de la frontera,
la supuesta "reconquista del territorio" se convirtió en el leitmotiv de
una propaganda malsana puesta al servicio del ingenuo consenso popular. Los
gobernantes de turno buscaban predisponer a las poblaciones a favor de la
guerra, haciéndola aparecer como una causa necesaria, justa y "verdadera".
En consecuencia, ecuatorianos y peruanos, manipulados por medio de la
adopción de una política del rencor fronterizo, se convirtieron en los
idiotas útiles de una serie de líderes inescrupulosos que bajo eslóganes
publicitarios pegajosos[1] camuflaron la carencia de una ideología política
y condujeron al sacrificio de los jóvenes soldados, o mejor dicho a la
"quijotada de los desprotegidos de la sociedad". Esta era presentaba como
una acción épica, protagonizada por héroes dispuestos a dejarse arrebatar
la vida, pero no sus fronteras.
Probemos el amor de la Patria cumpliendo cada quien con nuestro
deber. Nuestra gran pasión es y debe ser el Ecuador […] El
Ecuador heroico que triunfó en Pichincha, el Ecuador de los
valerosos de hoy, heroicos luchadores de Paquisha, Machinaza y
Mayayacu, inmolados en estas legendarias trincheras. El Ecuador
heroico de la Cordillera del Cóndor. El Ecuador eterno y unido
en la defensa de su heredad territorial. […] Este Ecuador
Amazónico, desde siempre y hasta siempre. ¡Viva la Patria!
(Roldós, 1981)[2]
Es por ello que, de manera análoga, después de la sofocante apología
militarista, la paz también fue un instrumento de propaganda y las
iniciativas de conciliación se presentaron como una verdadera toma de
consciencia de la hermandad andina. Por consiguiente, la "amistad
ecuatoriano-peruana" se convirtió en el símbolo de la voluntad popular de
ambas naciones y en la insignia de que los gobernantes de ambos países
acataban la decisión pacífica de los ciudadanos, oponiéndose al belicismo
irresponsable que en años anteriores había sido enaltecido por la clase
política y por la prensa (Radcliffe, 1998, pp. 273-293).
Improvisamente la guerra dejó de ser sinónimo de patriotismo y pasó a ser
lo que siempre debía haber sido: "incivilización, violencia y
subdesarrollo". Alberto Fujimori y Jamil Mahuad liquidaron la guerra entre
"monos"[3] y "gallinas", creando una paz que les permitió cubrir las
deficiencias de sus respectivos gobiernos (McCutchen, 1996, p. 245).
Efectivamente, la armonía fronteriza del 26 de octubre de 1998 fue usada
por ambos presidentes para distraer escándalos electorales, colusiones
orgánicas, escándalos de narcotráfico, problemas de inflación, corrupción
bancaria y comprensión del consumo. La concordia fronteriza se convirtió en
la prueba de que, la fraternidad y el fratricidio ecuatoriano-peruanos,
estaban subordinados a los beneficios que estos pudieran generar para las
autoridades, sin tomar en cuenta los intereses de quienes los eligieron.
Si a mí me van a recordar por algo, sería por que logré superar el
problema con Ecuador. Los grandes problemas los transforme en grandes
retos […] no se cedió ni un centímetro de territorio peruano, se
incrementó el comercio y la comunicación entre Perú y Ecuador
(Fujimori, 2013)[4].
"Los moribundos" Ficcionalizacion y crítica de la guerra y la paz
He mencionado de manera sucinta algunos hechos sobre la guerra y la paz
ecuatoriano-peruanas porque ambas son representadas literariamente en "Los
moribundos" de Julio Ramón Ribeyro, relato incluido en la obra La palabra
del mudo, que podría ser interpretado como una protesta y oposición a las
relaciones diplomáticas entre los dos países a lo largo del siglo XX, ya
que presenta un contenido antibelicista, basado en una reflexión ético-
política, que se construye por medio de las vivencias de los personajes,
tanto civiles como militares. El relato alude al fallecimiento masivo de
los soldados ecuatorianos y peruanos a través de una descripción irritante
y patética que manifiesta la naturaleza ridícula de un holocausto que
simplemente servía para satisfacer las necesidades demagógicas de la clase
política y el morbo de los ciudadanos civiles.
Los que tienen polainas son los ecuatorianos -decía Javier-. Los
que tienen botas son los peruanos.
Pero estos detalles me tenían sin cuidado, pues lo único que me
interesaba era ver cómo los muertos, al morir, trataban de abrir
la boca y de enseñar los dientes, aunque fuera los dientes rotos
a través de los labios rotos. Me llamaba la atención la risa de
los muertos, una risa que yo encontraba, no sé por qué, un poco
provocadora […]. Otra impresión no me producían los muertos,
quizás porque había demasiados y su misma abundancia destruía
ese efecto patético que produce el muerto solitario. Ya no
parecían hombres los muertos en camionadas. Parecían cucarachas
o pescados (Ribeyro, 1973, p. 17).
La figura del enemigo tiene una función significativa en "Los moribundos",
probablemente porque sirve para demostrar que la diplomacia ecuatoriano-
peruana siempre tuvo una naturaleza ambigua, difícil de contextualizar y de
entender. Ribeyro, profundiza sobre la presencia del invasor extranjero que
sirve también para definir al "yo" nacional. La obra demuestra que, de
manera paradójica, el "otro" de los conflictos ecuatoriano-peruanos no es
tan disimilar al "yo", no es verdaderamente portador de una extrañeza
total. El enemigo de "Los moribundos" es simplemente el símbolo de una
relación absurdamente hostil entre hermanos que en realidad sirve para
reforzar los estamentos nacionales.
El herido [peruano] seguía hablando en quechua. Mi papá salió
rápidamente y se dirigió al comedor.
-¿Alguno de ustedes sabe quechua? -oí que preguntaba […]
El ecuatoriano, que había estado todo el tiempo completamente cubierto
con su sábana, sacó la cabeza.
-Quiere escribir carta -dijo.
-¿Cómo sabes?
-Yo entiendo, señor […]
-Él y yo hablamos la misma lengua (Ribeyro, 1973, p. 26).
Efectivamente, la identificación entre soldados de ejércitos supuestamente
enemigos, debido a que ambos comparten un código lingüístico prehispánico,
transmite un mensaje polémico, pues muestra que las guerras fronterizas
entre ejércitos ecuatorianos y peruanos camuflaron problemas estamentales
por los que determinados ecuatorianos se aprovechaban de otros
ecuatorianos, al mismo tiempo que determinados peruanos lo hacían con sus
respectivos conciudadanos. Esto puede percibirse claramente cuando llega el
momento de estrechar los lazos de amistad y de "negocios" entre los vecinos
andinos, pues se excluye de esta "fraternidad" a los soldados heridos, tal
vez porque estos pertenecen a la clase social carente de voz en ambos
países: el campesinado indígena.
Y mientras tanto los heridos, olvidados ya se seguían muriendo en
nuestra casa […] Por una confusión de la burocracia militar, esos
heridos no figuraban en ninguna planilla y las autoridades querían
desentenderse de ellos. En medio del regocijo del armisticio, los
moribundos eran […] los parientes pobres […] lo que conviene esconder
y olvidar, para que nadie pueda poner en duda la belleza de la vida
(Ribeyro, 1973, p. 27).
Finalmente, Ribeyro muestra que la familia ecuatoriano-peruana selecciona
cuáles ecuatorianos y cuáles peruanos merecen integrar esa concordia
fronteriza y quiénes requieren ser aislados de una paz exclusivista basada
en factores étnico-sociales. Con esta historia, se pone de manifiesto que
las verdaderas separaciones en Ecuador y Perú no se debieron a las
fronteras, ni a los conflictos bélicos entre ambas naciones. En realidad,
Ecuador y Perú vivieron una serie de confrontaciones marcadas por un
apartheid informal que aún hoy afecta a una parte de su población.
"-Yo ya me quiero ir, niño -siguió-. Yo soy del Ecuador, de la sierra
de Riobamba […] Ya puedo caminar. Despacito me iré caminando […]"
Mucha gente importante de la ciudad fue invitada […] esa noche, entre
ella, el comandante de la zona y un ecuatoriano que era dueño del
"Chimborazo", el bar más grande de Paita. Marcos, que iba mucho a ese
bar, había querido que lo invitaran, pues dijo que era una comida de
"fraternidad". En medio de la comida llegaron los gritos del depósito
[…]
-Tenemos unos heridos -dijo excusándose-. Vamos a ver qué pasa -y
mirando al dueño del "Chimborazo" agregó-. Uno es paisano de usted,
según me he enterado esta mañana.
El ecuatoriano se hizo el desentendido y le llenó la copa al
comandante, mientras la conversación empezaba de nuevo. Yo me levanté
para seguir a mi papá (Ribeyro, 1973, p. 26).
El autor no permanece impasible ante este régimen informal que afecta a
ambos países, sino que denuncia el sacrificio sangriento de las minorías,
replanteando el verdadero significado de los conceptos de guerra, paz,
libertad, justicia y paridad dentro de los sistemas segregacionistas
ecuatoriano-peruanos, que perpetúan los códigos estamentales de la sociedad
colonial. Es por ello que Ribeyro enfatiza el hecho de que la población
indígena, a lo largo del siglo xx, se vio obligada a formar parte de un
conflicto fronterizo que en realidad no le concernía y, después de
encontrada la paz, los héroes fugaces volvieron a vivir en un estado de
inferioridad.
Conclusiones
Al inicio de este estudio recalqué la manera cómo "la reconquista del
territorio" y la posterior "hermandad fronteriza" fueron los principales
motivos de una propaganda que buscaba la manipulación popular sin importar
el sacrificio de los jóvenes soldados, quienes eran presentados como héroes
en los períodos de guerra y eran olvidados en los períodos de paz.
En su ficcionalización de la guerra y la paz ecuatoriano-peruana, Julio
Ramón Ribeyro penetra la verdadera identidad de los sacrificados, señalando
que ambos ejércitos estaban formados por campesinos indígenas que hablaban
quechua. A partir su reconstrucción étnico-lingüística, el autor ofrecía
una interpretación comprometida de la situación fronteriza, pues sugería
que esta camuflaba un apartheid informal que tendía a sacrificar a las
minorías de ambas fronteras.
Creo que el mensaje de Ribeyro debe ser tomado en cuenta si deseamos que en
este siglo XXI las fronteras ecuatoriano-peruanas se conviertan en
verdaderos territorios de oportunidades, por eso concluyo esta ponencia
invitándoles a resistir a cualquier huella de segregacionismo o apartheid
informal que dé lugar a la perpetuación de categorías estamentales entre
compatriotas. Para crear una sólida armonía fronteriza es necesario hacer
que todos los miembros de ambos países participen de esta reconciliación,
lo que exige una verdadera integración de las minorías étnicas, que hasta
el momento han sido utilizadas en estrategias de folcrorización política,
pero aún no han logrado convertirse en en protagonistas de la economía y la
historia de sus respectivos países, pues daría lugar el desarrollo de una
diplomacia de tolerancia, de intercambio y de igualdad.
Bibliografía
Centeno, M. A. (2003). Blood and debt: War and the nation-state in Latin
America. Penn State Press.
Fontaine, G. (2003). L'Equateur, néo-libéral malgré soi. Problèmes
d'Amérique Latine, (49).
McCutchen, G. (1996). Frontera peruano-ecuatoriana: selección de memoranda
e informe final de George McBride, asesor técnico norteamericano para la
Comisión Mixta Demarcadora de Límites : repertorio documental. Lima:
Ministerio de Relaciones Exteriores.
Radcliffe, S. A. (1998). Frontiers and popular nationhood: geographies of
identity in the 1995 Ecuador-Peru border dispute. Political
Geography, 17(3), 273-293.
Ribeyro, J. R. (1972). La palabra del mudo: cuentos 52/72 (Vol. 1). Milla
Batres Editorial.
Vargas Llosa, M. (1995). La guerra absurda. El país, 3.
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[1] Entre los lemas ecuatorianos figuran "Ecuador siempre unido", "ni un
paso atrás", mientras que en Perú eran populares canciones que aludían a la
invasión ecuatoriana. Basta pensar a "la locura expansionista de los
invasores" y "al invasor, vamos a decirle no".
[2] Estas palabras corresponden al último discurso de Jaime Roldós, fue
pronunciado el 24 de mayo de 1981 en el estadio Olímpico Atahualpa. En
aquel periodo, el gobierno de Roldós estaba pasando por una crisis de
popularidad debido a varias medidas económicas que no fueron bien
percibidas por la ciudadanía. Para mayor información véase Fontaine, G.
(2003). L'Equateur, néo-libéral malgré soi. Problèmes d'Amérique Latine,
(49).
[3] Las razones por las cuales los peruanos llaman "monos" a los
ecuatorianos son inciertas. Algunos piensan que esto se debe a que, durante
los conflictos bélicos, los soldados ecuatorianos se subían a los árboles
como estrategia de ataque/defensa. Hay otras tesis que afirman que el
sobrenombre proviene de la época colonial, en el que unos monos
provenientes de Guayaquil llegaron a la Casa Real de España y causaron un
gran alboroto en dicho palacio. Rompieron todo lo que pudieron, mordieron a
algunos empleados. Entonces el rey pidió que manden de regreso a América a
los monos de Guayaquil. El termino se hizo famoso en la Real Audiencia de
Quito ya que desde España mandaron una carta diciendo que en el barco
traían de vuelta a los monos de Guayaquil y pues luego este recuerdo de los
monos de Guayaquil se quedó grabado en el colectivo de la gente que vivía
en Quito quien empezó a llamar monos a los Guayacos por cariño. Otra tesis
tiene una connotación económica y dice que el apodo se debe a que en
determinado periodo Ecuador se convirtió en el primer exportador de
plátano, alimento principal de los monos.
[4] Alberto Fujimori publicó este texto en su cuenta Facebook en noviembre
2013. Para mayor información véase
http://peru.com/actualidad/politicas/alberto-fujimori-recordo-firma-paz-
ecuador-logre-superar-ese-problema-noticia-204985
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