Gracias Rosario Ferre por ayudar a otra poeta

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Descripción

Gracias, Rosario Ferré En este Día de la fiesta de la Virgen de la Guadalupe, que coincide con la Inmaculada Concepción, os traigo una anécdota:

Desde 1979 estuve enseñando la obra de Rosario Ferré en Rutgers. En 1980 escribí una reseña de un libro de una de sus primeras obras y en 1981, presenté una ponencia sobre su trabajo en una conferencia internacional en la ciudad de México. Ya para 1982, la había traído a la atención de los críticos en los EE.UU. En ese mismo año, fue invitada, junto a mí, a una conferencia de escritoras que se llevo a cabo en Smith/Mt.Holyoke. Los organizadores eran gente realmente comprometida pero que no tenían fondos enormes. Decidieron tener a dos escritoras compartiendo una habitación doble, así que Rosario Ferré y yo fuimos asignadas a la misma habitación. Ferré, en ese momento, no tenía un doctorado y venia desde Puerto Rico. Cuando llegó, les dijo a los organizadores que tenía que tener una habitación para ella sola, porque ella había traído demasiadas maletas y su hijo venía a visitarla. Se creo un problema por la solicitud porque no había habitaciones más que dar. En deferencia a sus “exigencias” acepte ceder a su antojo de tener la habitación para ella sola. Dos escritoras jóvenes, una de ellos de Colombia, me dijeron que podía dormir en su habitación. No queriendo imponer sobre ellas al afirmar que "Yo era la primera" y exigiendo dormir en una de sus camas, acordamos que ellas podían tener las camas y que yo dormiría en el suelo. Y así lo hice. Durante muchos años después de eso, y después de yo haber presentado, creado y presidido la primera mesa redonda sobre la obra de Rosario Ferré en la MLA, Rosario me hizo otro desplante el que no pienso relatar. Durante muchos años me sentí herida. Hoy quiero darle las gracias a Rosario. Si yo dormí en el suelo debido a su antojo para que una Ferré pudriera ser tratada como una reina de Ponce y una Umpierre como una chica de La veintiuna, ya no me importa. ¿Por qué? Porque si por dormir en ese piso en una conferencia en la que yo era la invitada y Rosario la recién llegada significó que un día en el futuro después de 1981, Rosario ayudara a Ana Castillo en su vida, valió la pena. En el momento en que Ana me dijo en junio de 2012, a través del teléfono, que Rosario era una mujer que había sido muy buena con ella, todo quedo perdonado. Así es como las hermanas verdaderas piensan.

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