Georg Simmel y sociología de la exclusión

August 31, 2017 | Autor: Jerónimo Molina Cano | Categoría: Social Exclusion, Sociology of Poverty
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Descripción

Georg Simmel

El pobre

Georg Simmel El pobre I n t r o d u c c i ó n de Jerónimo Molina Cano

sequitur

Indice s e q u i t u r [ s i c : sékwitur]: Tercera persona del presente indicativo del verbo latino sequor: procede, prosigue, resulta, sigue. Inferencia que se deduce de las premisas: secuencia conforme, m o v i m i e n t o acorde, d i n á m i c a en cauce.

Der Arme (1908) V e r s i ó n d e Javier E r a s o C e b a l l o s

D i s e ñ o cubierta: Rossella Gentile

Georg Simmel y la sociología de la exclusión © E d i c i o n e s sequitur, M a d r i d ,

2014

T o d o s los d e r e c h o s reservados

Jerónimo Molina Cano

www.sequitur.es

El pobre I S B N : 978-84-15707-17-2 D e p ó s i t o legal: M - 2 4 3 1 1 - 2 0 1 4 Impreso en E s p a ñ a

Georg Simmel

G E O R G SIMMEL Y LA SOCIOLOGÍA D E LA EXCLUSIÓN

Die Tatsache der Vergesellschaftung [bríngt] das Individuum in die Doppelstellung, von der ich ausging: dass es in ihr befasst ist und zugleich ihr gegenübersteht. ¡El hecho de la socialización pone al individuo ante la disyuntiva de partida: incorporado a ella, está al mismo tiempo enfrentado con ella. ] G. Simmel, "Das Problem der Soziologie", en Soziologie Untersuchungen über die Formen der Vergesellschaftung (1908), p. 28.

§1. Las vislumbres de la pobreza, de la escasez de recursos y, en general, de las incomodidades de la vida han moldeado la condición humana. Acontecimientos que, j u n t o a otros, así la carga ineludible de prestarle una forma de sociabilidad a su insociable materia, han forzado en el hombre la configuración de su historicidad. Reacciona el baqueteado ser humano ante los signos de las grandes incertidumbres (el hambre, el desorden, la muerte) afanándose en las más molestas activi7

dades. Abandona los ocios por los tósigos que acompañan sin excepción a toda vida de labor. Pierde así las horas contadas de su tiempo pero acrece su espacio, diría el pensaroso de la Zeit y el Raum, Cari Schmitt. Florecen las formas del espíritu objetivo, la "existencia petrificada". Se realiza con cada hombre, en suma, una singular mediación entre lo individual y lo universal, entre la historia y la metafísica, entre la convención y la naturaleza. Sobre la oposición kantiana entre la ley individual y la ley universal discurrió precisamente el filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel, discerniendo entre las distintas orientaciones del individualismo moderno: una constituida sobre el "hombre universal" alumbrado por el racionalismo del siglo X V I I I , que culmina en Kant, y otra sobre el "hecho concreto de cada i n d i vidualidad", actitud espiritual incubada por el romanticismo y a la que Stirner le da su forma mejor acabada. Es el individualismo numérico o de la unicidad contrapuesto al individualismo cualitativo o del pormenor. O el espíritu francés o inglés, llega a decir Simmel, contrahaz del germánico, según reza en su breve ensayo sobre Das Individuum und die Freiheit, parcialmente inédito hasta 1957. 1

§2. La figura de lo humano, en su hondón, no es sino la expresión del gran dualismo entre el objeto y el sujeto, proceso sin final en la distensión del tiempo que conocemos por historia o, en otro sentido, durée, térm i n o bergsoniano m u y apreciado por Simmel. Mas hay también una segunda instancia en esa contradicción capital, interna, por así decirlo, a la propia subjetividad. Ahí radica para Simmel la "tragedia de la cultura", pues pugna en ella "la vida subjetiva que es incesante, pero temporalmente finita, y sus contenidos que, una vez creados, son inamovibles, pero válidos al margen del tiempo". La lucha del alma subjetiva con el espíritu objetivado constituye la vida o, más bien, su trama, realidad que se abre a la consideración de las ciencias históricas, lo que en la mentalización o concepción simmeliana de la organización de los saberes científico se correspondería, particularmente, con una alta disciplina: la filosofía de la cultura, cuyos frutos se reconocen en Burckhardt, Spengler, Huizinga, Ortega y Gasset, Rópke y algunos otros de su estirpe. 2

Pero hay otro aspecto sustantivo en este complexio oppositorum que es la experiencia vivida: la relación entre la individualidad y la alteridad, entre el hombre y la gente, lo que Ortega, que se solazaba en la grande sociología del cambio de siglo, denominaba lo humano

1. Vid. Simmel, "El individuo y la libertad", en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Paidós, Barcelona 2001, pp. 411-424.

2. Vid. Simmel, "El concepto y la tragedia de la cultura", en Sobre la aventura. Ensayos de estética. Península, Barcelona 2002, p. 318.

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sin el hombre. Aunque hay también en ello algo de mediación operada entre el sujeto y la subjetividad objetivada, sustancia esta última de todas las formas e instituciones sociales como vida coagulada que son, lo decisivo ahora es la dinámica de la socialización, pues en ella se cifra el riesgo existencial de toda vida auténtica. La socialización es u n camino de dos jornadas, a la que puede añadirse una tercera, irreversible y última, en la sociedad masificada. La jornada de la pérdida de autenticidad, la socialización tout court o impersonalización, es la que primero se cumple. Viene después la socialización de primer grado, la de la reconstrucción consciente de la autenticidad a partir de la vida social. El hombre-masa, por último, se emboca hacia la insustancialización, que se cumple "cuando "el m o d o de ser de la gente" lastra el vuelo del alma hacia la región en que el hombre se reencuentra consigo mismo". A esta pérdida de sustancia de la personalidad la llamó Legaz Lacambra socialización de segundo grado. 3

cuya investigación haga de la Sociología una ciencia independiente con límites determinados". Esa tarea es, a su juicio, la única digna de considerarse una verdadera ciencia de la sociedad (Gesellschaftswissenschaft). 4

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La sociedad, no obstante, es u n todo orgánico, una "realidad unitaria" (einheitliche Realitat) de formas y contenidos, siendo aquellas el repertorio de interacciones o acciones recíprocas y estas "cuanto exista en los individuos capaz de originar la acción sobre otros o la recepción de sus influencias; llámese instinto, interés, fin, inclinación, estado o m o v i m i e n t o psíquico". "Por consiguiente, la socialización es la forma, de diversas maneras realizada, en la que los individuos, sobre la base de los intereses sensuales o ideales, momentáneos o duraderos, conscientes o inconscientes, que impulsan causal-mente o inducen teleológicamente, constituyen una unidad dentro de la cual se realizan a aquellos intereses" ([eine] Einheit [...] innerhalb deren diese Interessen sich verwirklichen). Así pues, la existencia de una "sociedad" no depende, en la visión de Simmel, de los diversos contenidos vitales (hostilidad, resentimiento 6

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3. Vid. Luis Legaz Lacambra, Socialización, administración, desarrollo. Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1971, pp. 13-17.

4. Vid. Simmel, "El problema de la sociología", en Sociología. Estudios sobre las formas de socialización. Alianza Editorial, Madrid 1977, p. 14. 5. Vid. Simmel, "El problema de la sociología", p. 35. 6. Vid. Simmel, "El problema de la sociología", p. 16. 7. Vid. Simmel, "El problema de la sociología", p. 17. El subrayado es nuestro. 8. Vid. Simmel, El conflicto. Sociología del antagonismo. Sequitur, Madrid 2010.

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§3. Son las formas en las que transcurre la vida social el objeto de la meditación sociológica. Así responde Simmel a la pregunta sobre aquello "propio y nuevo

emulador, afirmación de la individualidad, etc.), sino de la efectiva vigencia espacial y temporal de las "formas de socialización" (Formen der Vergesellschaftung). El "hecho puro de la socialización" (reine Tatsache der Vergesellschaftung)' constituye el núcleo irradiante de la sociología formista (formal Soziologie) de Simmel, pero también de lo que puede denominarse sociedad sensu strictissimo. 9

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objeto de sus meditaciones. Ello le ha dado a su obra una riqueza de contenidos y matices y u n tono estetizante que, en ocasiones, ha perjudicado su fama de sociólogo y filósofo.

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A l menos en u n sentido restringido, la sociedad consiste en la estructura fluida de todas las formas de socialización, "organismos visibles que se i m p o n e n por su extensión" y que Ortega llamó usos fuertes. Mas hay también, j u n t o a estos, u n infinito número de formas de relación de "mínima monta" en las que comparece la sociedad en status nascens.' En efecto, los hombres comen juntos, se visten y se adornan para estar en compañía; lo m i s m o se escriben cartas que se cobran venganza o sienten celos y envidia; confían a otros sus secretos, coquetean, juegan, maldicen y se insultan, etc. Simmel, atento a todos estos episodios de menor cuantía, los usos blandos de Ortega, los convirtió en 2

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9. Vid. Simmel, "Rosas. Una hipótesis social", en Imágenes momentáneas. Gedisa, Barcelona 2007. 10. Vid. Simmel, "Digresión sobre el adorno", en El secreto y las sociedades secretas. Sequitur, Madrid 2010, pp. 68-77. 11. Vid. Simmel, "El problema de la sociología", op. cit, p. 20. 12. Vid. Simmel, "El problema de la sociología", p. 29. 13. Vid. José Ortega y Gasset, El hombre y la gente. Alianza Editorial, Madrid 2003.

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§4. Simmel, al articular formas y vida que fluye, dejó incoado el estatuto científico posible para una psicología social. Sin embargo, su verdadero interés había sido el estudio de las formas de socialización, independientemente de la materia vital pautada. Descubrió en ellas el sociólogo alemán u n carácter ambivalente, en cierto m o d o contradictorio, pues inexorablemente trazan una línea que separan u n estar-dentro y u n estarfuera que rige la posición de cada individuo según los contextos en los cuales se desenvuelve su existencia. En términos generales, toda socialización incluye al sujeto en u n círculo social, pero a la vez le veta la incorporación a otros ámbitos, excluyéndole de los mismos. Marca pues toda forma de socialización u n dentro y u n fuera: podría decirse entonces que todo individuo se enfrenta a la tesitura de estar involucrado y comprometido con ciertas formas de la sociabilidad o estar contra ellas, siendo refractario a lo que puedan significar. Semejante dialéctica, este dualismo inclusión-exclusión, con apariencia de banalidad superior, constituye una de las claves de acceso a la sociología de Simmel, 13

complementaria de otras bien conocidas: la ley individual, expuesta por Michael Landmann, y la dialéctica de la asociación y la disociación, ensayada por Julien Freund. 14

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§5. Toda forma de ordenación social tiene como momento de negatividad o caso límite la anarquía o desorden que pone en cuestión las vigencias sociales del grupo. Se trata pues de una situación en la que se presenta a cada individuo, con una pregnancia insospechada, la disyuntiva radical de la pertenencia o nopertenencia a cierto estado de cosas. Por eso decía Freund que la fuerza socializante de u n conflicto se pone siempre de manifiesto a propósito del fenómeno de la exclusión. Sin llegar al extremo de la discordia o la lucha, hay otras situaciones y formas sociales en las que ha quedado por así decirlo "petrificada" la dialéctica entre las dinámicas de inclusión y exclusión, pudiendo constatar-se que u n estar-juera puede ser al mismo tiempo u n estar-dentro.

clase? ¿al de su familia? ¿al de su parroquia? Desde luego, afirma Simmel. Así es: al menos en los casos en que aún se ejerce una cierta actividad económica, se es miembro de una iglesia o una familia. ¿Qué sucede entonces con los hombres "cuya posición social es la de ser tan sólo pobres, pobres y nada más"? [véase aquí, p. 83] Simmel es m u y claro al respecto de "la particular exclusión (eigentümliche Ausschliefiung) de que es objeto el pobre por parte de la colectividad que lo socorre": se trata de la "la función que desempeña dentro de la sociedad, como u n m i e m b r o de la misma en situación diferenciada"[p. 40].

14. Vid. Introducción de M. Landmann a G. Simmel, Das indivíduelle Gesetzt. Suhrkamp, Francofuerte del Meno 1968. 15. Vid. Introducción de J. Freund a G. Simmel, Sociologie et épistemologie. Presses Universitaires de France, París 1981.

El ser pobre, en principio, es la condición resultante de una función socializante tan formalizada como pueda serlo, recuerda Simmel, el ser contribuyente o ser funcionario. Pero como en el caso del extranjero, el pobre se encuentra frente a la sociedad como u n todo y podría decirse también que fuera de ella: ahora bien, el pobre, a diferencia del forastero, estando excluido, queda emplazado también en u n estar-fuera que no es sino una forma particular del estar-dentro [p. 71]. La conclusión de Simmel con respecto a la doble posición (Doppelheit der Position) del pobre resulta categórica: se trata de uno de los hechos sociológicos elementales o primarios, tal vez constitutivos (ganz elementare soziologische Tatsache). Así, el pobre no deja de ser una de las expresiones concretas de una ley general: "por

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Es el caso de la exclusión (Ausschliefiung)

del pobre:

¿a qué círculo social pertenece u n pobre? ¿al de su

m u y encajado que esté el individuo en la vida del grupo, por mucho que su vida privada esté entrelazada con la vida social, siempre se encuentra frente a esa colectividad, participando de su funcionamiento o sacando beneficio de ella, siendo bien o m a l tratado por ella, vinculado con ella interiormente o sólo exteriormente; en definitiva: como separado de ella, como objeto respecto al sujeto que sería el conjunto social, del que, sin embargo, es miembro: parte-sujeto, por el hecho mismo de sus acciones y circunstancias, que están en la base de sus relaciones" [p. 71].

§6. Además del "pobre" como figura singular a través de la cual opera una forma de socialización, contenido de una "sociología de la exclusión", en el mismo ensayo Der Arme Simmel se ocupa también de una "sociología de la pobreza" o, más bien del socorro o la asistencia a los pobres. Significativamente, el estudio p r i n cipia con la consideración del dualismo derecho-deber que atraviesa las interacciones humanas. Desde una perspectiva sociológica, apunta Simmel, se impone el derecho: la sociedad aparece así como una red de pretensiones y facultades que, subsidiariamente, implica deberes para terceros. El otro, en este contexto, es el terminus a quo de las motivaciones personales. Cabe, sin embargo, una consideración ética y rigorista, en la que 16

p r i m a el deber y las obligaciones, de m o d o que el otro se presenta ahora como el terminas ad quem [p. 21]. El móvil de la acción, radicado en las convicciones y dictados de la conciencia, es ante todo el deber para con uno mismo. 16

A juicio de Simmel, esta dualidad encuentra su caso decisivo en las concepciones de la asistencia a los pobres: ¿se trata de u n derecho equiparable al derecho al trabajo o a la existencia, categorías divulgadas desde el siglo X I X por el socialismo jurídico?, ¿no será u n deber impuesto por concepciones religiosas o filantrópicas, incluso una carga necesaria para el mantenimiento del orden y el fomento de la protección de la comunidad? A ello se trata de dar respuesta en las páginas que siguen, que merecen la relectura al lado de otros pequeños clásicos de la literatura de pobres, sociológica o no: el De subventione pauperum de Luis Vives, la Mémoire sur le paupérisme de Alexis de Tocqueville o, mucho más cercano en el tiempo, el The culture of Poverty del antropólogo norteamericano Oscar Lewis. Jerónimo Molina

Cano

Universidad de Murcia

16. Vid. Simmel, Ley individual y otros escritos. Paidós, Barcelona 2003, pp. 103-106. 17

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