Geografía del Género: El espacio como instrumento de discriminación, dominación y control

July 16, 2017 | Autor: Diego Zubiaurre | Categoría: Estudios de Género, Geografia, Feminismo Latinoamericano, Geografias de género, Estudios espaciales
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Descripción

Geografía del Género:
El espacio como instrumento de discriminación, dominación y control

Diego Zubiaurre


























Nueva tesis feminista


¿Cómo decirte
hombre
que no te necesito?
No puedo cantar a la liberación femenina
si no te canto
y te invito a descubrir liberaciones conmigo.
No me gusta la gente que se engaña
diciendo que el amor no es necesario
-"témeles, yo le tiemblo"
Hay tanto nuevo que aprender,
hermosos cavernícolas que rescatar,
nuevas maneras de amar que aun no hemos inventado.
A nombre propio declaro
que me gusta saberme mujer
frente a un hombre que se sabe hombre,
que sé de ciencia cierta
que el amor
es mejor que las multi-vitaminas,
que la pareja humana
es el principio inevitable de la vida,
que por eso no quiero jamás liberarme del hombre;
lo amo
con todas sus debilidades
y me gusta compartir con su terquedad
todo este ancho mundo
donde ambos nos somos imprescindibles.
No quiero que me acusen de mujer tradicional
pero pueden acusarme
tantas como cuantas veces quieran
de mujer.



Gioconda Belli








Introducción

El género se refiere a todas las diferencias entre hombres y mujeres que
han sido construidas socialmente, y no significa lo mismo que sexo, puesto
que este último es de naturaleza biológica y no social. Las relaciones de
género, tales como las surgidas en la división del trabajo, en la familia,
o en el lugar de trabajo y fuera del trabajo, son relaciones sociales que
tienen importantes variaciones espaciales. Las relaciones de género en
sentido estricto hacen referencia a las relaciones de poder existentes
entre hombres y mujeres; en la mayor parte de ámbitos espaciales,
culturales y temporales existe una relación de subordinación de las mujeres
con respecto a los hombres. Sin embargo, las condiciones precisas, las
contrapartidas y la intensidad de esta subordinación experimentan grandes
diferencias regionales.

El género es concebido como una construcción social en la cual las nociones
de lo femenino y lo masculino son adquiridas y transmitidas a lo largo de
las generaciones, involucrando también relaciones de poder impuestas por
instituciones. Es un elemento constitutivo de las relaciones sociales,
basado en las diferencias percibidas entre los sexos, y, género es la
manera primordial de significar relaciones de poder. De hecho, este
concepto hace referencia a todas las diferencias entre mujeres y hombres
que fueron construidas social y culturalmente y que condicionan relaciones
de subordinación/dominación.
Gran parte del comportamiento humano no es resultado de las preferencias
individuales, sino que está gobernado por reglas institucionales, normas y
convenciones que tienen poderosos efectos materiales en la vida de la
gente, como a su vez, por un sistema económico que regulan en conjunto con
los anteriores –el capitalista, en este caso- y que legaliza todas estas
preferencias en la búsqueda única de la maximización de beneficios. Se ha
definido a las instituciones como "las reglas del juego" de una sociedad,
la capitalista. Estas reglas pueden estar escritas o no, ser explícitas o
implícitas; codificadas en leyes, ordenadas por políticas, santificadas por
la religión, mantenidas por los convencionalismos o arraigadas en la manera
de pensar de la familia, de la comunidad y de la sociedad. Juegan un papel
importante para dar forma al comportamiento humano, en términos de lo
permitido y de lo prohibido. Las reglas desde el punto de interés para este
trabajo son:
Influyen en la división por género del trabajo de producción y de
reproducción, en diferentes partes del mundo.

Producen patrones regionales distintos en la participación de la fuerza
laboral y en la actividad económica de mujeres y hombres.
Desde la teoría geográfica, ya desde finales de la década del '60 y
principios del '70 se está dando una vuelta a las teorías e investigaciones
relacionadas a lo que es el sujeto y su reivindicación territorial, en
contraposición a las geografías analíticas y objetivistas de mitad del
siglo xx. Se produce esto debido a que esos últimos estudios no expresaban
la realidad social de aquel entonces y se necesitaba un cambio de dirección
para el trato de ciertos temas que escapaban a las geografías reinantes por
ese entonces. Los movimientos feministas, con sus ideas revolucionarias,
llegan al ámbito académico a partir de los años setenta, y son las ciencias
sociales y humanas las que comienzan a absorber todo su contenido
innovador, a la vez que se da el florecimiento de una cultura contestataria
favorable a las movilizaciones sociales de grupos marginados y oprimidos en
la sociedad (negr@s, mujeres, homosexuales, etc.).
Al intentar indagar sobre la presencia de las corrientes de pensamiento que
influyeron en los estudios de género dentro de la geografía, nos
encontramos con la obligación de mencionar el feminismo, que es considerado
como una concepción teórica, una práctica de interpretación y, más que
nada, como un movimiento político. Un movimiento que va más allá de la
academia, pues el diálogo con los discursos y las reivindicaciones sociales
fue y es muy productivo, aunque eso no signifique que la tan deseada
igualdad de género sea alcanzada.

Lo que trataré de hacer en este trabajo es presentar de forma monográfica
los principales aportes que desde esta ciencia, desde la década del `70 han
hecho a la Geografía del Género, en particular las vinculadas al feminismo,
que dentro de esta corriente, es la que me despierta mayor interés debido a
Geografía del Genero incluye posiciones del tipo de lograr mayor
participación de la mujer en la vida pública pero que no cuestiona al
sistema capitalista como creador de desigualdades de género, o en todo
caso, hace caso omiso a las causas estructurales de su producción en
general. En cambio, la Geografía Feminista ya marca una posición ideológica
mucho más nítida; no es simplemente una geografía interesada en poner de
relieve las actividades de la mujer y sus implicaciones espaciales, sino
que es aquella que de forma explícita considera la estructura de género de
la sociedad y, a la vez, contrae un compromiso con miras a aliviar a corto
plazo las desigualdades consiguientes y a su erradicación a través del
cambio social a largo plazo. Parece evidente que las implicaciones que el
estudio del género puede tener en la geografía son al menos tan importantes
como las del análisis de los factores sociales y/o económicos que conforman
la sociedad y el espacio. Todas las corrientes feministas están de acuerdo
en que las diferencias de género confieren a las mujeres y a los hombres
una situación de poder y de prestigio social muy desigual que explican la
posición de inferioridad de la mujer.

Ya habiendo puesto un marco bastante preciso de que voy a tratar de mostrar
y desde que punto de vista, trataré de estructurar el trabajo donde en el
primer apartado se muestre el surgimiento y desarrollo de estas corrientes
(la Geografía del Género en general, y la Geografía Feminista, en
particular) que respondieron a varias causas, así como la reproducción en
el espacio de algunas formas de dominación, control y discriminación por
parte de algunos actores, siguiendo una lógica en el tiempo. En el segundo
apartado, veremos cómo las instituciones ya mencionadas trabajan para darle
a esas formas de desigualdades, un marco legal y reproducir eso en el
espacio y como esas instituciones "realizan su trabajo" desde diferentes
puntos.
Por último, plantearemos la conclusión con el objetivo claro de mostrar que
el espacio, dentro de un sistema que, siguiendo una lógica que lo ha
caracterizado (y no del mejor modo), es un claro (y el mas ejemplar)
muestrario de desigualdades de género.







Geografía del Género y el espacio
El mundo académico, a veces, es sensible a las transformaciones de cada
tiempo (o al menos así debería serlo), muchos trabajos en diferentes
disciplinas empiezan a dar visibilidad a la mitad de la humanidad (las
mujeres), hasta entonces ignorada en los diferentes estudios y, de esta
forma, se comienza a cuestionar la cultura occidental patriarcal. De hecho,
el feminismo, independientemente de las corrientes teóricas o ideológicas,
se presenta como un proyecto político comprometido con los cambios sociales
y orientado al logro de la igualdad humana. En este sentido, las
desigualdades de género basadas en la diferencia exponen y muestran como
las relaciones sociales son sesgadas por relaciones desiguales entre
hombres y mujeres que contribuyen a la subordinación de éstas en la
sociedad. Entre todos esos microcosmos académicos, encontramos como dentro
de la geografía, si bien breve y poco trabajada en número, pero con grandes
teóricos, vemos un desarrollo del tema.
La geografía de género tiene sus orígenes en las geografías radicales y en
los movimientos feministas de los años setenta, pero sus desarrollos
recientes se han orientado hacia la construcción de delimitaciones
ontológicas, marcos epistemológicos y métodos diferentes (Delgado Mahecha,
p. 133, 2003). Este giro se explica en la medida en que se hacen más
evidentes las diferencias y especificidades de género de sus visiones,
experiencias y prácticas sociales de espacio, lugar y ambiente. Y el
discurso propio se consolida con el incremento de la conciencia de que los
metadiscursos de las epistemologías tradicionales de la modernidad excluyen
las diferencias de género, raza, sexualidad, religión, etnicidad, dominio
colonial, etc.
Esta geografía es en sí misma diversa. Pero todas las tendencias coinciden
en señalar que las geografías modernistas, tanto las positivistas como las
marxistas, asumen una visión occidentalista del mundo, son de perspectiva
masculina, ignoran "el otro" femenino y, a menudo, definen la feminidad
como ausencia de masculinidad.
La geografía de género es influida por corrientes marxistas, como
mencionamos anteriormente, así como por posmodernistas y
posestructuralistas, y pretende llevar a cabo una deconstrucción de las
geografías que, tradicionalmente parcializadas a favor del hombre, han
ignorado esta perspectiva. La idea central es que el espacio no es neutro
desde la perspectiva del género; es necesario incorporar estas diferencias
sociales en el análisis espacial y territorial, porque ellas permiten
entender las claves de la organización de la sociedad que discrimina a las
mujeres el acceso al espacio, y que utiliza el espacio como medio de
control social y político.
Así, el espacio se configura como un instrumento de discriminación, de
dominación y control que sustenta el dominio masculino en la sociedad. La
desigualdad social entre hombres y mujeres se espacializa, y la
espacialización de la mujer constituye un medio de dominación. Entonces, la
lucha por la justicia en las relaciones de género pasa necesariamente por
la lucha política por el espacio y las espacialidades alternativas que
incluyen, entre otras, las esferas del hogar, el trabajo, la recreación y
la vida comunitaria. Para ilustrar, basta con señalar que la lucha de las
mujeres por conquistar espacios de trabajo fuera del hogar implica el
cambio sustancial de la espacialización tradicional, que confina el trabajo
femenino al adentro o interior del espacio doméstico. Mostrar que el
espacio no es un ente neutral en la organización y reproducción de la vida
social, es también hacer visibles sus potencialidades políticas.
Los roles desempeñados por las mujeres en el hogar, en el trabajo y en
todos los ámbitos de la vida social son espacialmente organizados y
controlados por el hombre, y constituyen un instrumento de dominación y
discriminación. Las prácticas sociales desarrolladas por las mujeres son
diferentes y generan espacialidadespropias de su género.
Por estas razones, la geografía de género declara la urgencia de explorar
las prácticas sociales de producción y reproducción del espacio, teniendo
en cuenta las diferencias de género y las relaciones de poder que de ellas
se derivan. Lo femenino se debe definir en términos positivos como "el
otro" diferente, y no como el "otro" incompleto carente de masculinidad.
Doreen Massey -quien se declara marxista y feminista -, señala que dicha
tarea requiere visiones alternativas del espacio fundadas en las siguientes
proposiciones (Massey, 1994: 264-269):
1. El espacio no es estático y el tiempo no es aespacial. De hecho, la
espacialidad y la temporalidad son diferentes, pero ninguna puede ser
conceptualizada como la negación de la otra. Es necesario insistir en la
necesidad de pensar que todas las cosas ocurren en el espacio-tiempo.
2. Es necesario conceptualizar el espacio como producto de las
interrelaciones, como la coexistencia simultánea de interpelaciones e
interacciones en todas las escalas desde el nivel más local hasta el más
global. Urge reconocer que lo espacial es socialmente constituido, tanto
como que lo social es necesariamente constituido espacialmente. El espacio
no es estático porque las relaciones sociales que lo crean son dinámicas.
Como consecuencia de su creación social, el espacio está lleno de poder y
simbolismo, y es una compleja red de relaciones de dominación, de
subordinación, de solidaridad y de cooperación.
3. Lo espacial es tanto un elemento de orden como de caos. El espacio
contiene y expresa el orden impuesto por lo socialmente planeado, pero
también el desorden producido por la yuxtaposición de espacialidades
contradictorias, por los posicionamientos espaciales de los "otros", o las
contraespacialidades de los subordinados. En este sentido, el espacio es
político y abierto a la lucha política. No es fijo, ni muerto, ni mucho
menos neutral.
4. Los roles desempeñados por las mujeres en el hogar, en el trabajo y, en
general, en todos los ámbitos de la vida social, son espacialmente
organizados y espacialmente controlados por los hombres, y constituyen un
instrumento de dominación y discriminación. Las prácticas sociales
desarrolladas por las mujeres son diferentes y generan espacialidades
propias de su género.
5. La emancipación femenina incluye la conquista del espacio, el
empoderamiento espacial y la ruptura de espacialidades opresoras como las
generadas en las relaciones patriarcales.
Con estos elementos teóricos, entre otros, esta geografía feminista explora
en diferentes escenarios de la vida social las complejas relaciones entre
espacio, lugar y género; busca las posibilidades y oportunidades de la
lucha política para destruir espacialidades injustas, como las creadas por
el capitalismo y por el "machismo", y para construir nuevas espacialidades
que permitan el reconocimiento y la expresión de la diferencia.
El estado actual de las investigaciones se preocupa por hacer visibles a
las mujeres, sin explicar su comportamiento social, político o cultural.
Sin embargo, hay algunos trabajos recientes que han comenzado a reconstruir
históricamente las nociones de género y explicar el comportamiento de las
mujeres en la sociedad.
Las estructuras del capitalismo se mantienen intactas, aunque con una nueva
cara en su fase tardía, la llamada cultura posmoderna, y sus expresiones
posmodernistas en el arte, en la moda, en el comportamiento cotidiano o en
la sobrevaloración del cuerpo y del sujeto, no son otra cosa que la lógica
cultural del capitalismo. La fragmentación, la descentralización, la
exaltación del individualismo, el consumo compulsivo, la esquizofrenia
presentista y la sensación de no pasado y no futuro de las generaciones
actuales, el desprecio de la historia y la mercantilización de lo
histórico, son expresiones de las mutaciones del capitalismo.
Consideramos que las prácticas vitales de hombres y mujeres en una sociedad
capitalista patriarcal, en vistas de garantizar el sostenimiento de la
vida, bajo los dictámenes de la división sexual del trabajo, se tejen a
través de una matriz de relaciones entre posiciones, psíquicas o sociales,
que crea relaciones de necesidad entre las mismas, y sólo es viable en la
medida en que sean ocupadas por distintos sujetos, femeninos o masculinos.

Así entendemos que el patriarcado, está sostenido sobre una doble
dimensión: por un lado, la dimensión socio-económica que garantiza el
sostenimiento de la vida en términos materiales; y, por el otro, la
dimensión psíquica-emocional que se constituye en el mecanismo por
excelencia de orientación del deseo, en respuesta a las exigencias
estructurales.











Instituciones y Género
Volviendo al motor inicial de estas desigualdades, como creaciones
sociales, el papel que toman las instituciones no se puede disimular; las
instituciones en sí son conceptos abstractos, pero toman forma concreta en
las organizaciones, los "equipos", que son los que hacen el juego. En la
sociedad existen cuatro categorías clave de instituciones, cada una con un
dominio o área de influencia particular; y cada una de ellas está asociada
a un diferente juego de organizaciones y grupos. Estas categorías son:
estados, mercados, sociedad y familia.
Las instituciones proveen una estructura y, por lo tanto, un grado de
estabilidad a la vida diaria, ficcionado este por las legitimaciones de las
mismas. Reducen la incertidumbre, hacen predecibles ciertas formas de
comportamiento y permiten a los individuos cooperar con los demás para
producir resultados que no podrían obtener por sí solos. Al mismo tiempo (e
independientemente de su ideología oficial) las instituciones rara vez
operan en forma igualitaria. En general, tienden hacia relaciones
jerárquicas organizadas alrededor de:
Desigualdades de posesión o acceso a los medios de producción (tierra,
capital, finanzas, equipo).
Atributos conseguidos (educación, habilidades, contactos).

Varios atributos adscritos socialmente (género, edad, casta, etc.).
En este trabajo, nos meteremos (o trataremos de hacerlo) en el último
punto. La desigualdad de género, una de las formas más penetrantes de la
desigualdad. Y no sólo porque se encuentra en casi todas las sociedades,
sino también porque se suma a otras formas de desigualdad. Esta desigualdad
se construye a través de:
Leyes formales y estatutos que forman la ideología oficial de una sociedad
y sus instituciones.

Las normas no escritas y los entendimientos compartidos que ayudan a
conformar el comportamiento diario en el mundo real.
Aunque la desigualdad de género se halla extendida por toda la sociedad,
los análisis institucionales que de ella se hacen suelen empezar por la
familia y los parientes, pues éstas son las formas más elementales de
organización en las que se encuentra la desigualdad. Los papeles y las
responsabilidades de hombres y mujeres en el terreno doméstico revelan en
gran parte la forma en que la sociedad considera su naturaleza y sus
capacidades y, por lo tanto, construye las diferencias y desigualdades de
género. Además, la familia y los parientes son responsables de la
organización de gran parte de la actividad productiva y reproductiva.
Consecuentemente, aun cuando mujeres y hombres participen en la economía
general, esta participación está en parte estructurada por las relaciones
dentro del hogar.
Las familias y los parientes se diferencian de otras instituciones por la
naturaleza de las relaciones que hay dentro de ellas. Generalmente se basan
en lazos íntimos de sangre, matrimonio y adopción (en contraste con las
relaciones más impersonales, de contrato y estatutos, que se encuentran en
el mercado y en el Estado). También son, en general, "adscritas al género".
En otras palabras, para ser marido, esposa, hermano o hermana, hay que ser
macho o hembra. En la mayor parte de las sociedades, las mujeres tienen a
su cargo las funciones de cuidado y mantenimiento, que incluyen desde tener
y cuidar a los hijos hasta el amplio rango de actividades necesarias para
la supervivencia y bienestar diarios de los miembros de la familia. Los
hombres pueden participar en algunas de estas tareas, especialmente
enseñando a los niños "a ser hombres", o desempeñando algunas tareas
hogareñas; pero en general están mucho menos involucrados en este trabajo
que las mujeres.
Así, las mujeres tienen un papel clave en los procesos no remunerados de la
reproducción social, es decir, la tarea de reproducir los recursos humanos
de la sociedad. Sin embargo, el papel que desempeñan en la producción y en
la acumulación –y la forma que este involucramiento toma– varía
considerablemente de una cultura a otra. Diferentes reglas, normas y
valores gobiernan la división de género del trabajo y la distribución por
género de recursos, responsabilidades, intervención y poder. Estos son
elementos críticos que comprenden la naturaleza de la desigualdad de género
en las diferentes sociedades. Las ideas y creencias sobre el género que
existen en el terreno doméstico son trasladadas a otras relaciones
sociales, sea conscientemente en la forma de discriminación de género o
inconscientemente como preferencia de género. Así, el Estado y el mercado
no resultan entes impersonales, sino "portadores del género", pues colocan
a mujeres y hombres desigualmente en el acceso a los recursos y les asignan
valores desiguales en el dominio público.






































Clasificando las coacciones de género

Se ha tratado de dar una explicación institucional de la desigualdad
de género. Se ha enfocado a la organización de la familia, pero
también ha señalado la relevancia de instituciones más amplias como
mercados, estados y sociedad como "portadores de género". Este
segmento, tomando como punto de partida el trabajo de Naila Kabeer
"Lugar preponderante del género en la erradicación de la pobreza y las
metas de desarrollo del milenio", hace diferentes categorías de
coacciones de género (las que reflejan los sistemas de la familia y la
parentela, así como los que reflejan ambientes institucionales más
amplios). Estas coacciones pueden dividirse en dependientes del
género, intensificadas por el género, y formas impuestas de
desventajas de género. Todas ellas dan un fondo al análisis de las
relaciones entre desigualdad de género y pobreza.
"Coacciones específicas de género "
" "
"Estas reflejan las reglas, normas y valores que forman parte de "
"la construcción social del género. Presentan variaciones entre "
"grupos sociales particulares en contextos particulares, y en la "
"forma que estos grupos definen masculinidad y feminidad. Ideas "
"sobre, por ejemplo, sexualidad masculina y femenina, pureza y "
"polución, reclusión femenina y aptitudes y cualidades "naturales""
"de hombres y mujeres; que ayudan a explicar diferencias entre lo "
"que es permitido a los hombres y lo que es permitido a las "
"mujeres en diferentes culturas. "
" "
"Coacciones intensificadas por el género "
" "
"Estas reflejan desigualdades de género en recursos y "
"oportunidades. Clase, pobreza, etnicidad y locación física crean "
"desigualdades, pero el género tiende a hacerlas aún más severas. "
"Las coacciones intensificadas por el género se encuentran, por "
"ejemplo, en cargas de trabajo, pago a los esfuerzos de trabajo, "
"salud y educación, y acceso a recursos productivos y "
"oportunidades entre mujeres y hombres en el hogar. Cuando los "
"recursos son escasos, las mujeres se encuentran con mayores "
"desventajas que los hombres de la familia. Algunas desigualdades "
"pueden ser resultado de normas comunitarias, como las costumbres "
"que determinan la herencia. Otras brotan de decisiones tomadas en"
"el hogar, a menudo porque se considera que las mujeres tienen "
"menos valor que los hombres. "


Formas impuestas de desventajas de género


Estas reflejan la predisposición, la preconcepción y la mala
información de los que están fuera del hogar y de la comunidad, y que
tienen el poder de colocar los recursos. Estos actores institucionales
pueden reproducir y reforzar activamente la discriminación de géneros
tradicional. Algunos ejemplos incluyen:


Empleadores que se niegan a contratar mujeres o que sólo las contratan
para trabajos típicamente "femeninos", que son generalmente los peor
pagados.


Sindicatos y asociaciones profesionales que definen a sus miembros en
forma que quita a las mujeres el deseo de afiliarse.


Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que tratan a las mujeres como
clientes dependientes, más que como agentes activos.


Asociaciones religiosas que definen a las mujeres como inferiores a
los hombres, y que no les dejan hacerse sacerdotisas o leer los textos
sagrados.


Bancos que se niegan a conceder préstamos a mujeres empresarias porque
los consideran riesgosos por definición.


Jueces que afirman que las mujeres son violadas por su forma de ser o
actuar.


Estados que definen a la mujer como menor de edad y bajo la custodia
del hombre; o como ciudadanos de segunda clase, con menos derechos que
los hombres.


Estas desventajas de género muestran cómo las normas y creencias
culturales se encuentran también en los supuestamente impersonales
dominios de mercados, Estado y sociedad civil.






































Conclusión

Como conclusión se podría decir que los estudios sobre el sujeto, y su
incorporación a la disciplina geográfica a partir de los años ´70 marcan
todo un giro epistemológico; y refleja notoriamente los nuevos tiempos que
corren, las ya viejas visiones estructuralistas, analíticas y cuantitativas
quedan obsoletas frente a un mundo más sensibilizado y critico a las
cuestiones sociales.

En este sentido, y en lo que toca al tema planteado en este trabajo, el
hecho de que se está asistiendo a la creación y florecimiento de grupos o
comisiones de género en las asociaciones profesionales y académicas, la
constitución y la consolidación de grupos de investigación en geografía y
genero, la incorporación de asignaturas sobre geografía y genero en los
planes de estudios, etc., es un reflejo fiel de que este enfoque va por
buen camino, aunque aún queda mucho por recorrer. Aunque quizás lo más
importante es que después de siglos de ostracismo detrás del patriarcado
reinante, se ven (y que bien se ven) cantidades de personas sin importar si
es mujer u hombre, peleando por lo que durante mucho tiempo se realizaba
como natural o como propio de la mujer. La emancipación femenina incluye la
conquista del espacio, el empoderamiento espacial y, en cuanto a lo
concerniente a este trabajo, la ruptura de espacialidades como las
generadas en las relaciones patriarcales; complejas relaciones entre
espacio, lugar y género que buscan destruir las espacialidades injustas
creadas por el capitalismo, y uno de sus tantos hijos, el machismo (Delgado
Mahecha, 134, 2003).

Que se puedan unir en matrimonio personas del mismo sexo, que obtengan los
mismos (y nunca adquiridos) derechos que cualquier persona, que se destape
la violencia dentro de la casa (sea verbal, psíquica o físicamente), que se
pueda hoy discutir sobre el aborto, entre otras tantas cosas, dan un
indicio de que la olla se destapó al fin y que aún hay muchas cosas por
resolver, pero que hoy pueden ser o no escuchadas, pero que, mejor todavía,
se hacen escuchar.

A manera de síntesis, podemos decir que el género es una perspectiva activa
dentro de la geografía que participa de las discusiones teóricas,
epistemológicas y metodológicas de nuestra ciencia, colaborando en la
construcción de su desarrollo.

El desafío de la geografía del género se entiende a partir de que, a
inicios del siglo XXI, nos encontramos frente a una recuperación de la
relación entre naturaleza y sociedad, pero en este caso situando dentro de
la sociedad a la clase social, el género, la cultura y las relaciones
sociales con respecto a la naturaleza y al espacio como elementos
fundamentales y no como orden secundario.

El desafío se vuelve tangible, el uso del espacio y del tiempo no tiene la
misma dimensión para hombres que para mujeres, y nos encontramos ante una
perspectiva masculinizada de ambas variables (espacio-tiempo), que, dados
los tiempos que trascurren, exigen ser revisados.


Bibliografía

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