Genealogía del vídeo para el cambio. Videoactivismo y vídeo radical online

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In: Videoactivismo y movimientos sociales. Teoría y praxis de las multitudes conectadas, David Montereo and Francisco Sierra (eds.) Gedisa/Ciespal

Genealogía del vídeo para el cambio. Videoactivismo y vídeo radical online Tina Askanius Introducción Vídeo participativo, vídeo radical, de agitación y comunitario; vídeo para el desarrollo, de guerrilla, underground video, de defensa de los derechos humanos, DIY vídeo, vídeos subversivos, vídeos de periodismo ciudadano, vídeo para el cambio social... A lo largo del tiempo, y desde varias disciplinas académicas y contextos políticos, se han puesto en juego numerosas etiquetas para describir y analizar las fórmulas de uso del vídeo por parte de actores situados en diferentes puntos del espectro político. Aunque no faltan términos, alcanzar cierta consistencia a la hora de hablar de vídeo y transformación social resulta algo más complejo, dado que cada uno de ellos adquiere un significado distinto dependiendo de quién los utilice o de las comunidades que los reclamen; desde ejemplos de uso del vídeo en causas legales, a material audiovisual destinado a los servicios de noticias internacionales, pasando por el vídeo pensado para proyecciones públicas o para "las audiencias globales de la web" (Gregory, 2010). Es posible establecer una distinción (un cierto “divorcio” incluso) entre un acercamiento teórico al videoactivismo y una definición más instrumental, basada en la práctica. Desde un punto de vista académico, el videoactivismo aparecería como una amalgama de formas estéticas centradas en la investigación y el retrato de realidades políticas. Los análisis procedentes de los estudios fílmicos y del género documental, por ejemplo, tienden a definir el vídeo y el cine radical atendiendo principalmente a aspectos de forma, al tema que se trata y a la intencionalidad a la que responde el ejercicio; el vídeo se aísla para examinarlo como texto mediático diferenciado a partir de la utilización de estrategias de revelación, exposición, argumento, testimonio o incluso prestando atención a los registros emocionales que moviliza para lograr algún tipo de cambio entre su audiencia (ver, por ejemplo, Corner 2011; Gaines 2007). Los manuales prácticos, por su parte, ofrecen una definición bastante más directa. Harding califica el vídeo como "un arma con la que promover justicia social y la protección del medioambiente (Harding 2001: 1). También desde una perspectiva basada en la práctica, Caldwell define el videoactivismo como el "proceso que se sigue para integrar el vídeo dentro de los esfuerzos en defensa de los derechos humanos con el objetivo de lograr una mayor visibilidad o impacto de una campaña concreta" (Caldwell, 2005: 3). Estas definiciones identifican al vídeo como un recurso más entre las estrategias de lobby y se ajustan mejor a las fórmulas de trabajo más consolidadas a nivel institucional; sin embargo, tampoco resultan útiles a la hora de definir los modos audiovisuales individuales y efímeros que predominan hoy día en la Internet o lo que Chanan (2012b) denomina como "el aluvión de vídeos de agitación social en la web"; vídeos que emergen al hilo de la ola masiva de protesta tanto en Europa como a nivel global. Se trata de vídeos que conmueven, movilizan y documentan eventos de acción directa y manifestaciones de indignados anónimos y del movimiento 15M en España, la ocupación de espacios públicos por parte de Occupy en diferentes puntos de Occidente tras el colapso de los mercados financieros; las protestas en el parque Gezi en Turquía o la revolución estudiantil del "invierno chileno" en 2011. 1

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En respuesta a este fenómeno, el presente capítulo busca iniciar un debate acerca de la categorización de lo que podríamos denominar como videoactivismo online de izquierdas. Tomamos como punto de partida la especificidad de un entorno mediático digital cada vez más nítidamente caracterizado por la ubicuidad del vídeo y por la competición por espacios de visibilidad entre un coro de voces diverso, aunque comprometido con la defensa del concepto de justicia social. En los entornos digitales, las tecnologías mediáticas híbridas y las prácticas de comunicación desestabilizan constantemente las categorías y etiquetas con las que tanto académicos como practicantes han venido trabajando sobre el videoactivismo hasta el momento. La legión de cineastas amateurs que se ha lanzado a las culturas participativas de Internet está creando un conjunto de prácticas complejas, que desdibuja el videoactivismo tal y como lo hemos conocido hasta el momento. Las culturas de la remezcla digital y las plataformas que permiten compartir vídeo desordenan igualmente las distinciones binarias basadas en la regulación del acceso, entre amateurs y profesionales, entre comunidades y comercio. Este fenómeno pone a prueba nuestra concepción de lo que es el videoactivismo y diluye los contornos que lo asocia con un núcleo de prácticas organizadas en torno a marcos éticos de acción en un compromiso conjunto con ideas de crítica social y discusión política. El presente texto defiende por lo tanto que resulta imprescindible ampliar nuestra perspectiva analítica más allá del trabajo estratégico de los movimientos sociales de cara a categorizar correctamente las cambiantes fórmulas del videoactivismo contemporáneo. Si queremos capturar la complejidad y las contingencias asociadas con el vídeo para el cambio social en los entornos digitales, los horizontes analíticos puestos en juego deben incorporar modos de expresión audiovisual informales e individuales a través de los que se vehiculan sensibilidades políticas que no forman parte de campañas concretas o de ejercicios de comunicación estratégica dentro del repertorio de una organización o red activista. Los modos contemporáneos del videoactivismo se caracterizan precisamente por estas tensiones entre formas de compromiso político individuales y colectivas, así como por la dualidad entre formas cotidianas y militantes de expresión política que muestran distintos grados de intencionalidad y de conflictividad. Para ilustrar y desarrollar este argumento, el texto llama la atención acerca de las fórmulas de videoactivismo digital que se utilizan en el ámbito de la política de izquierdas y del activismo en pro de la justicia social. Defendemos que la correcta interpretación de estas prácticas mediáticas requiere una atención exhaustiva tanto a la historia como a los contenidos del videoactivismo que se encuadra en este vector político. Comenzamos ofreciendo un mapa esquemático de los campos y disciplinas que han prestado atención analítica al videoactivismo, apuntando tres acercamientos clave, así como los horizontes teóricos que la literatura hace visible. De cara a convocar un sentido de trayectoria histórica que precede a la emergencia de los medios digitales y de las nuevas prácticas comunicativas, el texto proporciona también una breve historia del videoactivismo, trazando algunos paralelismos entre los primeros momentos de la utilización del video-cassette, la llamada "Revolución Portapak”,1 la emergencia del vídeo digital y el auge de plataformas como YouTube. 1

El término "revolución Portapak" se ha venido utilizando para designar de forma general la emergencia repentina de prácticas de activismo político y contraculturales que siguió al lanzamiento de la cámara Sony Portapak en 1956. En Occcidente, Nueva York actuó como punto de encuentro de distintas culturas underground de cine independiente, directores radicales y entusiastas de los medios en general que aprovecharon las nuevas posibilidades que ofrecía este nuevo avance tenológico en lo que respecta al activismo y la expresión cultural. Para profundizar en los trabajos que se realizaron en este periodo, es posible consultar Boyle 1992,1997; Hill 1995 y Stein 2001.

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Introduciremos igualmente la noción del vídeo radical online con el objetivo de desarrollar una perspectiva que aglutine y contextualice los marcos dispersos desde los que se ha venido abordando el videoactivismo tanto desde posiciones históricas como de forma teórica. La etiqueta de vídeo radical online permite identificar y analizar un amplio espectro de prácticas audiovisuales dentro del entorno digital contemporáneo. Esta decisión centrará igualmente la discusión en el análisis del popular portal de vídeo YouTube con el afán de matizar el papel clave que esta plataforma juega en el ecosistema mediático en lo que respecta a la distribución y movilización de imágenes que apoyan y sostienen el activismo político hoy día. Por último, el capítulo aborda un debate acerca de algunos de los retos que se presentan frente al videoactivismo, defendiendo que las prácticas políticas y los marcos de interpretación éticos que han caracterizado el trabajo de colectivos de vídeo se encuentran hoy día en cuestión, en tanto que la larga tradición de trabajo con el poder de la imagen en el retrato político y la defensa argumental se están recolocando en los mecanismos de funcionamiento de las redes sociales y en las prácticas mash-up que caracterizan a las videoculturas digitales. Tendiendo puentes entre la teoría y la práctica del videoactivismo Resulta pertinente comenzar tratando de aportar un cierto orden a la variada literatura disponible en relación con la práctica del videoactivismo y su dimensión política. La misma abarca desde casos de estudio prescriptivos y textos claramente orientados hacia la práctica (por ejemplo, las contribuciones realizadas desde el terreno de la comunicación para el desarrollo) a las aportaciones realizadas desde otras vetas académicas dentro de las ciencias sociales y de las humanidades que se centran en aspectos como la documentación de eventos en vídeo, la relación entre la estética y la acción en el retrato político o la defensa de argumentos concretos. Con el afán de orientar al lector en esta jungla conceptual, en esta sección trataremos de mapear y conectar varios de los marcos interpretativos y vocabularios que, dentro de las distintas disciplinas y ámbitos (a veces opuestos), han hecho del vídeo su objeto de estudio. Por lo tanto, de cara a comprender este panorama complejo y fluctuante de los vídeos políticamente comprometidos, deberíamos comenzar dirigiendo la mirada hacia la multiplicidad de términos disponibles y hacia las variaciones que los mismos denotan. Si bien estas variaciones no pueden adscribirse únicamente al hecho de que los investigadores que las acuñan trabajen en diferentes “silos” académicos, sí es cierto que existe un patrón emergente que determina cómo cada término conecta con formas distintas acercarse al videoactivismo desde la academia. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en el terreno de los estudios sobre el desarrollo, en el ámbito de los estudios cinematográficos y del documental o en el estudio de los movimientos sociales. Conviene identificar al menos tres rutas distintas que se pueden seguir dentro de la bibliografía disponible sobre videoactivismo, que determinan distintos matices y, sobre todo, la concepción del vídeo como noticias alternativas, como forma de empoderamiento o como vía de documentación. El vídeo como noticias alternativas Dentro de la veta de estudio académica que se ocupa del uso alternativo de los medios de comunicación para la consecución de fines políticamente progresivos, el análisis de las prácticas de vídeo se entiende principalmente como fuente de noticias alternativas y de comentario político "de abajo a arriba". En este sentido, el vídeo ofrece la posibilidad de 3

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producir material informativo independiente, informado y contra-hegemónico frente a los medios corporativos convencionales (Atton 2001, 2007; Downing 2001; Halleck, 2005; Stein 2001). Esta perspectiva evoca la generación de esferas públicas alternativas y de espacios definidos por un sentido de oposición, lo que en los últimos años ha atraído la atención de disciplinas que estudian tanto el activismo político como la importancia de los medios en los movimientos sociales (ver Fraser 1992; Downing and Fenton 2003). Entre las etiquetas más frecuentemente aplicadas a las prácticas videoactivistas dentro de este ámbito de investigación se encuentran las de "vídeo alternativo" y "vídeo radical", que comparten raíces etimológicas en la reinterpretación tanto del documental político como de la producción de noticias y que, en un plano más concreto, emerge de la realización de vídeo experimental a finales de los años sesenta entre colectivos basados en los Estados Unidos como TVTV, Paper Tiger TV y Deep Dish TV. Dentro de esta tendencia, la teoría feminista y de los estudios queer ha tendido a centrarse en los vídeos sobre el SIDA realizados en la década de los ochenta como un capítulo importante dentro de la historia del vídeo radical (Juhasz 1999; Juhasz y Saalfield 1995). Por otro lado, la agenda informativa alternativa de los numerosos colectivos de producción de vídeo y televisión ha tenido bastantes altibajos en su afán de promover estilos de vida e interpretaciones de la realidad basadas en la oposición al capitalismo y a la sociedad de consumo. Esta veta del videoactivismo ha sido estudiada principalmente desde la perspectiva del periodismo ciudadano y de los medios alternativos (ver Chanan 2011). Recientemente, hemos visto un importante aumento en la producción de vídeo alternativo por parte de los movimientos contra la austeridad y de las dinámicas de resistencia a las fórmulas de gobierno neoliberales y al sistema capitalista global. Estos vídeos hechos por y sobre el propio activismo a través de movimientos como "¡Democracia Real Ya!", el 15M o "Occupy", principalmente de Europa y de Norteamérica, recuerdan de forma muy evidente la variedad de subgéneros del ámbito Latino Americano, particularmente el cine piquetero en Argentina. Aunque esta emergencia del cine independiente crítico puede rastrearse históricamente hasta la aparición del movimiento de desempleados a mediados de los noventa en Argentina (los llamados piqueteros), fue la documentación y la contemplación de los tumultuosos días de diciembre de 2001, con el colapso del país y la movilización generalizada en “caceroladas”, la que dio como resultado un mayor número de vídeos y proyectos dentro de esta tradición. Durante este periodo, un grupo de colectivos militantes como Cine Insurgente, el colectivo radical Cine Ojo Obrero, Contraimagen o el Grupo Primero de Mayo se lanzó a la tarea de documentar los enfrentamientos en las calles, a organizar proyectiones, producir programas televisivos (TV-Piquetera) y distribuir vídeos de bajo presupuesto con las imágenes del movimiento piquetero (Krischmar 2004; Falicov 2007). Mientras que el término "cine piquetero" se utiliza a menudo para referirse a las películas realizadas por los propios piqueteros en Argentina y a las causas que éste movimiento defiende, también ha comenzado a utilizarse en algunos contextos para referirse a un estilo más amplio de documental radical que refleja las luchas políticas de los grupos sociales marginalizados a un nivel más general (Mor 2012). Algunas de las disciplinas más importantes en las que esta perspectiva de vídeo como noticias alternativas ha estado vigente incluye la teoría de los movimientos sociales, los estudios en comunicación y los estudios fílmicos y del documental. En ellas, resulta posible trazar a lo largo del tiempo la emergencia de una cierta distinción entre “arte” y “artesanía”, según la cual las perspectivas sobre el arte visual, las video-instalaciones y otros modos diversos del vídeo documental y del cine radical se distancian de la centralidad de las noticias y de la información para centrarse en las formas de ver y percibir el mundo (Boyle 1992; Hill 1995). En pocas palabras, esta división refleja una diferencia entre las maneras en las que los académicos se han acercado y comprendido el objeto de estudio desde distintas disciplinas. En buena parte del trabajo académico sobre videoactivismo realizado desde las artes y humanidades, el vídeo 4

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se ha entendido como el reflejo de un tipo de arte y de un imaginario cultural concreto: un conjunto de investigaciones artísticas y cinematográficas de la conciencia humana, en algunos casos poniendo de relieve dimensiones del proceso perceptual que se imponen al objeto material producido (ver Gaines 2007; Renov and Suderburg 1996). Por otro lado, desde la línea de investigación prevalente en las ciencias sociales, el vídeo radical se percibe como un objeto principalmente centrado en la producción de noticias y representaciones alternativas, así como en la reinterpretación de los fenómenos y estrategias de comunicación adoptadas por los movimientos sociales (ver Atton 2001, 2007; Downing 2001). Más recientemente, un corpus teórico crecientemente relevante dentro de esta perspectiva social ha focalizado su trabajo sobre la visión del vídeo y de las plataformas digitales de difusión de vídeo como esferas públicas y repositorios del discurso político (Edgerly et al. 2009; Milliken, Gibson, y O’Donnell 2008; van Zoonen, Vis y Mihelj, 2010; Vergani and Zuev 2011). Estas contribuciones al debate académico se centran sobre todo en los contextos de producción y distribución del vídeo online prestando poca o ninguna atención al contenido de los vídeos como tal o a sus características estéticas. El vídeo como forma de empoderamiento La perspectiva que se acerca al vídeo como fuente de empoderamiento personal y colectivo es prevalente en el área de los estudios para el desarrollo, en la teoría de la globalización y en el campo interdisciplinar de la comunicación para el desarrollo. La atención empírica se centra en las prácticas de vídeo de las comunidades diaspóricas, de las minorías étnicas o de los grupos indígenas, así como en estudios de caso en el contexto de los países del tercer mundo. Desde el punto de vista histórico, los estudios fílmicos y del documental han dirigido su atención a formatos audiovisuales como el Third World Newsreels (TWN) (ver Renov, 1987) o el proyecto canadiense de vídeo "Challenge for Change" que se desarrolló entre 1968 y 1980 de cara tanto a promover oportunidades para la autorrepresentación entre minorías étnicas como a fomentar la visibilidad de sus luchas sociales como comunidades diaspóricas poco o mal representadas en los países occidentales (ver Waugh, Baker, and Winton 2010). A nivel conceptual, términos como "vídeo participativo", "vídeo para el cambio social" o "vídeo comunitario" son los que se usan con mayor frecuencia en este tipo de literatura, haciendo especial énfasis sobre los conceptos de "auto-afirmación" "autorreflexividad" y "empoderamiento". El vídeo se analiza como herramienta para el empoderamiento de comunidades urbanas o áreas rurales en riesgo de exclusión (ver, por ejemplo, Aufderheide 1995; Calvelo Rios 2006; Harris 2008; Hausmann 2004; Lunch 2004; Turner 2002; White 2003; Worthham 2008). Lo que distingue esta concepción del vídeo para el cambio social de otras prácticas audiovisuales es la importancia que se asigna al propio proceso de realización como práctica empoderadora y emancipadora en sí misma, "que promueve respeto en las relaciones con uno mismo y con los demás, un sentido de pertenencia y una percepción de identidad que van más allá del producto que se realiza" (White 2003: 65; para una interpretación clásica del proceso de Fogo,2 pionero en el ámbito del vídeo para el cambio social, ver Snowden 1984). Entendido como experiencia reflexiva y de auto-transformación más que como una 2



Reconocido ampliamente como uno de los primeros modelos de comunicación para el desarrollo, el proceso de Fogo hace referencia a un proyecto comunitario iniciado por Donald Snowden en 1967 en una pequeña isla de Newfoundland en Canadá. Utilizando vídeos de pequeño formato, Snowden animó a los pescadores locales a expresar sus problemas, ideas y visiones frente a la cámara, en vídeos que posteriormente se proyectaban y discutían en las propias comunidades pesqueras en las que problemas como el desempleo y la pobreza estaban generalizados. Esta nueva forma horizontal de aprendizaje y la creciente conciencia social que el ejercicio hizo posible convenció a los miembros de las distintas comunidades de la necesidad de organizarse políticamente y, con el tiempo, desembocó en un cambio de las políticas del gobierno para la zona.

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herramienta táctica, el vídeo participativo y comunitario no siempre contempla opciones para el cambio social. Sería más acertado decir que el empoderamiento se asienta sobre las opciones que se ponen a disposición de los individuos y comunidades "para reconstituir sus propios códigos culturales, y denominar al mundo en sus propios términos" (Rodriguez, 2004). Este ámbito académico se encuentra hasta cierto punto dominado por guías que ofrecen fórmulas para poner en marcha proyectos de vídeo participativo en diferentes partes del mundo (ver Harding 2005; Lunch and Lunch 2006; Shaw and Robertson 1997) así como por evaluaciones descriptivas de proyectos y debates centrados en casos de buenas prácticas que se llevan a cabo con la colaboración de ONGs y organizaciones de desarrollo y ayuda (ver Braden 1998; Evans and Foster 2009; Lie and Mendler 2011). Aunque basada aún principalmente en una lectura estética y procesual, es posible encontrar una perspectiva diferente en relación con la utilización del vídeo como fórmula de empoderamiento en acercamientos más antropológicos al tema. Maple (2014), por ejemplo, realiza un análisis etnográfico de los activistas y militantes que utilizan el vídeo como herramienta para documentar y revivir las experiencias sensitivas y afectivas que se derivan de las confrontaciones con la policía y de la participación en las protestas callejeras. Video como documentación El examen del vídeo como elemento de evidencia visual se asocia a menudo con la veta académica que aborda aspectos relacionados con los derechos humanos y con el papel de los medios en la documentación de injusticias sociales y violaciones de derechos. El alcance de este tipo de investigaciones abarca tanto el contexto de los regímenes represivos como el de las democracias liberales. Términos como "vídeo de defensa de los derechos humanos", "vídeos de testimonio", "contravigilancia" o "vigilancia ciudadana" han adquirido un valor de uso definido en los últimos tiempos (ver Anthony and Thomas 2010; Huey, Walby y Doyle 2006; Wilson and Serisier 2010; Whitty 2010). Desde la perspectiva del activismo en pro de los derechos humanos, Gregory et al se adentran en la discusión conceptual acerca de lo que diferencia el vídeo de testimonio de otras formas de vídeoactivismo, ofreciendo una taxonomía útil de géneros videográficos y de sus audiencias potenciales atendiendo a las formas en las que estos han sido utilizados de cara a documentar abusos de los derechos humanos. Dentro de esta tradición, el vídeo tiende a estudiarse en términos de su utilidad como (1) evidencia en entornos legales y tribunales internacionales de guerra; (2) en relación con aspectos relacionados con la judicatura e instituciones de la ONU (ver Pillay 2005); (3) como fórmula de apelación directa a los diferentes tomadores de decisiones o, de forma alternativa, como herramientas de movilización en el marco de campañas de concienciación realizadas por activistas dentro de comunidades de solidaridad físicas o virtuales (Gregory et al, 2005). Yendo aún más allá, Harding (1998) sugiere que el vídeo de testimonio puede funcionar de tres modos distintos: como pacificador en entornos de protesta; como defensa en casos de arrestos falsos o de violencia y, finalmente, como parte de la colección de evidencias visuales frente a cualquier tipo de "ofensa". Un ejemplo de las organizaciones que trabajan con el vídeo principalmente como fórmula de documentación y de recolección de evidencias visuales es la ONG norteamericana WITNESS, nacida a partir de los altercados provocados por el apaleamiento filmado de Rodney King en 1992 (Gregory 2010). En diciembre de 2007 varios activistas de WITNESS crearon la plataforma de vídeo on-line "The Hub" centrada en la difusión de vídeos de defensa de los derechos humanos. Sin embargo, desde 2010, “The Hub” se ha transformado en un mero repositorio de "vídeos para el cambio social" que almacena los vídeos subidos a ella desde su lanzamiento. El proyecto ilustra los numerosos esfuerzos (no siempre exitosos) que persiguen el objetivo de crear alternativas no-corporativas a plataformas como YouTube. Otro ejemplo interesante lo encontramos en el caso del nodo 6

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B´Tselem,3 un centro de información israelí del Centro para los Derechos Humanos dentro de los territorios ocupados que trabaja de forma extensiva con vídeos digitales y a partir de proyectos que incluyen la distribución de cámaras entre los ciudadanos. La iniciativa utiliza los servidores de YouTube como única forma de almacenamiento y como espacio centralizador para la distribución de los vídeos que se realizan en su seno. Conectar las historias del videoactivismo. La versión corta de una larga historia Si tomamos esta breve discusión teórica como referencia, la noción del vídeo para el cambio social aparece como un concepto múltiple, cuya interpretación depende tanto del punto de fuga desde el que nos acerquemos a él como de los diferentes contextos académicos desde los que intentemos entender las prácticas videoactivistas. Sin embargo, otra de las dimensiones relevantes de cara a comprender este fenómeno en toda su dimensión la constituye el apartado histórico. En los últimos años, el discurso relacionado con las redes sociales se ha visto revestido de una retórica optimista que le ha llevado a ser considerado como el elemento catalizador de un tipo de movilización política express, condensada en expresiones como "la política a través de Facebook" (Facebook politics) o la "democracia según YouTube" (YouTube democracy) (para un análisis crítico de estos debates, ver Christensen 2011; Cottle 2011; Curran, Fenton, y Freedman 2012). Dentro de la extensa discusión sobre el papel de las redes sociales en procesos de cambio político, YouTube ha sido considerado con frecuencia como una contribución clave en la transformación del discurso político y como un defensor tanto de la libertad de expresión como de la participación democrática (para profundizar críticamente en este tipo de evaluaciones, ver Gillespie 2010; Kim 2012; Wasko and Erickson 2009). En algunos pasajes de esta ola de optimismo, YouTube aparece incluso como la materialización de las visiones de los pioneros del videoactivismo analógico y de los movimientos de guerrilla televisiva: una utopía en la que un ejército de productores amateurs (produsers) cumplen la promesa de “emitir uno mismo” que encabeza YouTube, haciendo realidad así el sueño radical de una televisión para la gente que se fraguó en las décadas de los sesenta y setenta (ver Jenkins, 2006).4 En mitad de estos debates acerca del poder transformador del vídeo digital y de las nuevas plataformas de difusión y almacenamiento, conviene recordar que las prácticas del videoactivismo vienen precedidas por una larga historia que anticipa en mucho la actual proliferación del vídeo digital. Una sensibilidad analítica hacia la trayectoria del vídeoarte y del propio activismo nos muestra que, si bien YouTube y otras redes sociales constituyen el epicentro de las culturas participativas contemporáneas que se reúnen en torno al vídeo, no representa ni su punto de origen ni la forma final de este proceso. Aunque las limitaciones de este texto no nos permiten elaborar una perspectiva histórica más completa, sí resulta posible facilitar a los lectores algunos ejemplos que evidencien cómo un estudio comparativo de la historia reciente del videoactivismo y del uso de los medios en el seno de los movimientos 3



B´Tselem es una ONG israelí creada en 1989 que trabaja de cara a documentar las violaciones de los derechos humanos que se producen en Cisjordania. En 2006, la organizacion comenzó a expandir sus actividades audiovisuales, uniéndose a YouTube y más tarde a MySpace y Facebook. Para una lectura detallada de los proyectos de vídeo que ha llevado a cabo esta organización, es posible consultar www.btselem.org/video 4

El llamado movimiento "Guerrilla TV" nació inicialmente a partir del acceso de los consumidores a videocámaras de saldo y el desarrollo de la tecnología del video-cassette hasta llegar a la distribución masiva de estos sistemas a partir de finales de la década de los sesenta en adelante. De forma más específica, el término refiere a un grupo de activistas y artistas organizados en torno a colectivos de vídeo en los Estados Unidos como Paper Tiger TV, Videofreex o la Raindance Foundation (que posteriormente se convertiría en TVTV). Estos colectivos aspiraban a poner en marcha y consolidar estructuras de informacion alternativa que disputaran el terreno a los códigos de la televisión comercial. El término "guerrilla TV" fue acuñado por Michael Shamberg, cofundador de Raindance Corporation en el manifiesto del mismo nombre publicado en 1971.

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sociales nos puede ayudar a comprender algunas de las contingencias asociadas con el uso del vídeo digital para el activismo político hoy día. El uso del término videoactivismo se popularizó durante la década de los ochenta debido a la proliferación de cámaras de uso doméstico (Harding 2001, 2005). A pesar de que la comercialización de este tipo de cámaras marca un importante repunte en la producción de vídeo alternativo, no puede decirse que represente el comienzo de este tipo de prácticas que tienen sus raíces en la historia temprana del propio cine (Gaines, 2007). De hecho, acercarnos a los orígenes del vídeo online radical nos retrotraería al menos hasta el movimiento obrero fotográfico de la década de los veinte y los treinta5 y a los noticieros soviéticos distribuidos a través de los trenes y barcos propagandísticos con sus proyecciones en pueblos a lo largo de las primeras décadas del siglo XX, pasando posteriormente por el modelo social-realista de Grierson y su defensa del trabajo obrero a través de filmes documentales (Nichols, 1991). La lista continuaría con los colectivos de noticias y la televisión de guerrilla a finales de los sesenta y setenta (Boyle 1997; Nichols 1973; Renov 1987), con el Tercer Cine de los movimientos revolucionarios latinoamericanos también en estas décadas (Solanas y Getino, 1969), el vídeoactivismo de género sobre el SIDA en los años ochenta, el llamado "narrowcasting" y la documentación sistemática en vídeo de las marchas masivas a favor de la justicia global y las contra-cumbres en los años noventa y a principios del siglo XXI, así como los diferentes dispositivos de producción alternativos y de contra-noticias que diferentes colectivos activistas han tratado de implementar mediante tecnologías de vídeo y otros tipos de medios visuales (ver Askanius 2012a, 2012b; Teune 2013; Wilson and Serisier 2010). A finales de los noventa, a medida que el acceso a la producción, consumo y distribución de materiales en vídeo se democratizaba gracias a Internet, fueron muchos quienes se lanzaron a trabajar en el terreno audiovisual con el objetivo de documentar la realidad y cuestionar los problemas sociales y las estructuras de poder imperantes (Gregory et al, 2005). En este periodo, caracterizado por la emergencia de estructuras mediáticas e infraestructuras crecientemente globalizadas, se pusieron en marcha un importante número de redes alternativas en el seno de varios grupos activistas transnacionales de izquierda. El hecho más destacado fue sin duda el nacimiento de Indymedia en el marco de un proyecto colectivo que pretendía, en un primer momento, facilitar cobertura informativa independiente de las protestas de una coalición transnacional de activistas, redes, organizaciones y movimientos ante una reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Seattle, en 1999 (ver Kidd, 2003). En los años siguientes, otros proyectos alternativos similares seguirían este camino en conexión directa con las protestas masivas y las cumbres alternativas en Génova, Praga, Góteborg, Paris, Rostock, Toronto y otros lugares. Este tipo de eventos continúan siendo documentados hoy día desde abajo por cadenas y medios provisionales. Junto a estas redes mediáticas de corta vida, emergieron o se reinventaron un buen número de organizaciones videoactivistas, que volvían a tomar la palabra tras un largo periodo de silencio en el ámbito de la crítica social a lo largo de buena parte de los ochenta y principios de los noventa. Dichas redes proporcionaron a personas en todo el mundo un lugar en el que encontrar información alternativa sobre las manifestaciones contra la globalización neoliberal y sus patrones de gobernanza. Este tipo de cobertura aún es relevante hoy día, dado que los medios tradicionales continúan desplegando una tendencia bastante evidente a interpretar el activismo de izquierda como una serie de actos de violencia provocados por la rabia contenida y por el sinsentido general (ver Juris 2005). Fueron de hecho los esfuerzos por observar, documentar, movilizar y generar conciencia acerca de estas formas de protesta 5



Los ejemplos de grupos dentro de este movimiento incluyen la llamada Workers´ Film and Photo League en los Estados Unidos entre 1928 y 1935 (Nichols, 1973)

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descentralizadas y espectaculares las que provocaron el auge del videoactivismo a finales de los noventa (Harding 2005). Por lo tanto, la nueva generación de activistas mediáticos que utilizan las posibilidades que ofrece Internet están (de forma más o menos consciente) tomando el relevo de una larga tradición de trabajo audiovisual con fines de progreso. Hasta la llegada de Youtube a mediados de la primera década del siglo XXI resultaba bastante difícil subir videos a la red y verlos en streaming. Sin embargo, con la llegada de esta plataforma, las culturas del vídeo alternativo comenzaron a resultar atractivas no sólo para los activistas sociales y los "tecno-geeks", sino también para todo un popurrí de videógrafos amateurs, creadores de diarios fílmicos, video artistas, realizadores de documentales y, en general, comunidades e individuos que aportan a YouTube material en bruto o poco editado directamente desde sus teléfonos móviles. De manera similar a como el desarrollo tecnológico a finales de los sesenta situó el poder de crear imágenes en movimiento en las manos de los usuario de cámaras domésticas (ver, por ejemplo, Boyle 1997; Hill 1995), la democratización del acceso a los medios visuales sufrió un nuevo giro con el crecimiento acelerado y la popularización de las plataformas de difusión de vídeo digital como YouTube y otras. Las organizaciones políticas y las redes activistas comenzaron a utilizar YouTube, Facebook o MySpace (y más tarde Twitter) de forma bastante rápida de cara a mejorar y acelerar la distribución gratuita de su material. En este proceso, los activistas tendieron a abandonar espacios como Indymedia y otras iniciativas mediáticas sin ánimo de lucro, sustituyéndolas por estas plataformas corporativas. Hoy día, prácticamente todas las organizaciones alternativas que utilizan los medios y los colectivos de vídeo poseen su propio canal de YouTube.6 Como sugiere este breve esquema histórico, la novedad del tipo de videoactivismo presente en los ambientes digitales se centra no tanto en la utilización del vídeo como herramienta política como en el análisis de las formas en la que estos vídeos son producidos, distribuidos y consumidos a nivel global a través de los medios digitales. En definitiva, los modos contemporáneos del videoactivismo están caracterizados por prácticas que mezclan lo nuevo y lo viejo, el pasado y el presente. Sin embargo, mientras resulta posible reconocer los incentivos y las dinámicas que se encuentran detrás del videoactivismo en Internet como continuación de una tradición progresiva de pensamiento y acción de izquierdas, estas nuevas prácticas comunicativas tienden a reorganizarse y redirigirse de cara a ajustarse a la emergencia de nuevas formas y espacios del compromiso político. La mayor parte de los materiales que circulan en Internet responden así a formas y patrones estéticos reconocibles desde un imaginario político de izquierdas; sin embargo las nuevas tecnologías tienen también el efecto de ampliar, reconstruir y reinterpretar las prácticas existentes. Mientras que las producciones audiovisuales en los años del Portapak circulaban mediante redes de base como documentales editados en cintas de vídeo, hoy el material se sube directamente a Internet, lo que indica un nuevo tipo de inmediatez y de simultaneidad en relación a los eventos que se cubren en este tipo de producciones. Esto acarrea también nuevas tensiones y riesgos que emergen irremisiblemente unidos a este espacio ampliado para la visibilidad y para la acción. Por ejemplo, si en los tiempos del primer videoactivismo las redes y las estaciones de 6



Un ejemplo de estos colectivos de vídeo que en la actualidad están digitalizando cintas de 8 y 16mm. y publicándolas en YouTube lo encontramos en el trabajo de Peoples Video Network (www.youtube.com/user/peoplesvideo) o de Deep Dish TV (www.youtube.com/user/DeepDishTV). El Media Burn Archive de Tom Weinberg, uno de los fundadores del colectivo de vídeo de San Francisco TVTV (Top Value Television) se encuentra también en YouTube (www.youtube.com/user/MediaBurnArchive). En el caso de ejemplos de redes mediáticas actuales que realizan un uso amplio de YouTube se pueden mencionar los ejemplos de Indymedia (www.youtube.com/user/IndymediaPresents) y Undercurrent (www.youtube.com/user/visionontv)

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televisión por cable actuaban como gatekeepers, hoy día son redes sociales como YouTube, Facebook o Twitter las que asumen este papel. La historia reciente facilita numerosos ejemplos de cómo estos actores corporativos eliminan de forma sistemática contenidos polémicos de naturaleza política o intentan convertirlos en formas de negocio, permitiendo por ejemplo a organizaciones ajenas monitorizar la producción audiovisual activista que se publica a través de sus servidores. En este sentido, su función como gatekeepers deviene en ejercicio censor (Gregory 2010). De igual forma las nuevas posibilidades de visibilidad y la capacidad de difusión que ofrecen estos espacios virtuales están asociados a riesgos de vigilancia y a posibles repercusiones por parte de las autoridades (Ullrich and Wollinger 2011). No obstante, cabe apuntar también que los activistas son crecientemente conscientes de estos riesgos y ponen en marcha movimientos contra-estratégicos, por ejemplo, utilizando YouTube para replicar archivos de vídeo y bases de datos a través de distintos canales impidiendo así que se pierdan los materiales retirados por la plataforma (Fish, 2014) o también convirtiendo a la plataforma en espacio de contra-vigilancia en el que reunir y compartir evidencia visual de casos de brutalidad policial, respuesta frente a acusaciones o utilización de boletines informativos sobre la violencia en las protestas (Wilson and Serisier 2010). Vídeo radical online. Comprender el videoactivismo dentro de los mecanismos de las redes sociales Para ilustrar y desarrollar una perspectiva que conecte las diferentes vetas de la bibliografía académica dentro del campo que nos ocupa sin violentar la tradición histórica desde la que emerge el videoactivismo en Internet, proponemos la noción de vídeo radical online como una forma de etiquetar y describir el amplio espectro de vídeos para el cambio social que habitan en los entornos digitales. Con este movimiento, partimos de la admisión de que el nivel de estabilidad genérica que se requiere para llevar a cabo este ejercicio puede admitir un cierto grado de contingencia y variación. Para ello, conviene concebir YouTube y otras redes sociales a modo de ventanas que nos permiten considerar la forma en la que los nuevos actores y prácticas de comunicación dan forma a las luchas contemporáneas por la visibilidad en los espacios del videoactivismo actual. Si queremos comprender los mecanismos del videoactivismo y lo que conlleva en el ámbito digital, es pues necesario dirigir la atención analítica hacia las esferas de la circulación y hacia la economía política de los espacios en los que se muestran y consumen estos vídeos. Aunque no cabe duda de que efectivamente las páginas de YouTube albergan principalmente gatos adorables y bebés sonrientes o vídeos de proveedores corporativos de entretenimiento que actúan como socios comerciales de la plataforma, también es cierto que el portal ha venido incorporando a su diseño funciones para facilitar su utilización como herramienta videoactivista. Conviene recordar que en este nuevo contexto digital el videoactivismo abarca prácticas muy diversas; las nuevas tecnologías mediáticas, herramientas de edición simplificadas y la presente oferta de portales de difusión de vídeo digital están de hecho creando nuevas condiciones de posibilidad. Sin embargo, también cabe preguntarse si la disponibilidad de vídeo en las cámaras de los móviles, junto a la accesibilidad que permiten las redes sociales, no acabarán convirtiendo a todo el mundo en activista y, por lo tanto, difuminando esta figura hasta hacerla desaparecer por completo. Un primer paso hacia la identificación del vídeo radical en este panorama pluralizado y diverso consiste en situar el videoactivismo más allá del mero material sin editar que se sube a la red (Chanan 2011). Existe una importante diferencia entre el vídeo amateur que documenta una manifestación, rodado en el móvil y que se sube a la web directamente, y un documental editado en el que se muestran violaciones de los derechos de los manifestantes y que hila un argumento en relación con diferentes temas como la brutalidad policial o la represión estatal. Este tipo de 10

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ejercicios permiten filtrar y dejar fuera el amplio número de vídeos sin ningún tipo de intencionalidad y, en ocasiones, sin tan siquiera un argumento político implícito. Al mismo tiempo, este filtro también permite ciertos niveles de interpretación y reconoce la contingencia y la disolución de las fronteras que suelen acompañar a este tipo de prácticas. Por lo tanto, bajo el amplio manto del vídeo radical online resulta posible considerar una variedad de vídeos difundidos a través de Internet por movimientos sociales, organizaciones, grupos y redes. Estos incluirían tanto "vídeos de movilización" (que mueven a la acción y dan instrucciones para actuar de forma previa a las protestas y acciones activistas) como "videos de testimonio" (que documentan y generan una narrativa a partir de la exposición de condiciones injustas o negligencias políticas, brutalidad policial y violaciones de los derechos humanos). Otra categoría agruparía al amplio número de vídeos que documentan reuniones o asambleas comunitarias, eventos espontáneos y acciones varias. Estos videos constituyen un sencillo repositorio que utiliza las redes sociales a modo de almacenamiento. De igual forma, un número creciente de películas "viejas" de 8 y 16 milímetros se están digitalizando y subiendo a YouTube principalmente con el objetivo de preservarlas como documentos históricos, aunque también con la esperanza de que alcancen a nuevas audiencias potenciales. No obstante, hay que tener en cuenta que YouTube es también un espacio en el que resulta posible encontrar abundantes vídeos de remezcla y mash-ups en los que individuos sin afiliaciones políticas se dedican a jugar con formas estéticas audiovisuales y protocolos cercanos a la argumentación política, tomando a menudo el material que utilizan directamente de la realidad social. Desde esta perspectiva, YouTube ofrece una ventana desde la que considerar cómo los espacios de Internet dan cobertura a múltiples dimensiones del compromiso político ciudadano mediante formas mundanas y creativas de trabajo audiovisual (Bennett 2008). Al mismo tiempo, la amplitud de organizaciones videoactivistas y de colectivos presentes en YouTube puede dar una idea de de los modos en los que temas serios de la agenda política se prestan a tomar formas humorísticas o creativas para adaptarse a un espacio que, en definitiva, responde a los patrones propios del entretenimiento. Entender y definir lo que tipifica al videoactivismo contemporáneo requiere por lo tanto que incluyamos estas formas efímeras e individualizadas de expresión política que no forman necesariamente parte de la estrategia de comunicación ni de las campañas políticas puestas en marchas por organizaciones o redes activistas. Desarrollemos este punto con algo más de detalle. Como hemos visto, en el pasado la producción alternativa de vídeos quedaba confinada al trabajo de colectivos fílmicos politizados o a la acción de grupos artísticos y organizaciones varias. El visionado de un vídeo constituía una experiencia colectiva en la que, por ejemplo, se proyectaban obras en la parte trasera de una furgoneta o en reuniones comunitarias (Boyle 1997). Por el contrario, a través de una plataforma como YouTube, los vídeos y canales tienden a recoger el trabajo de un individuo no necesariamente afiliado a una organización, grupo o red de naturaleza política. De hecho, YouTube se configura más bien como una plataforma que da salida a la expresión política individual, centrada sobre la experiencia subjetiva y sobre nociones identitarias al menos en la misma medida en la que forma parte del repertorio comunicativo de organizaciones, redes y grupos políticos (Fenton and Barassi 2011). Estos cambios en la tecnología y en el clima político hacen necesario repensar una serie de asunciones acerca de la naturaleza del videoactivismo y de lo que puede lograr hoy día. Plataformas como YouTube dificultan esta comprensión, ya que tienden a colapsar las categorías y distinciones entre vídeos de defensa de los derechos humanos, radicales, comunitarios, amateur, DIY y participativos, tal y como hemos venido describiendo. En 11

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YouTube, por ejemplo, los esfuerzos de colectivos más establecidos en tareas como la documentación de casos de brutalidad policial se mezclan con los esfuerzos de amateurs que, sin estar necesariamente guiados por objetivos políticos, pueden por azar haber filmado en una manifestación uno de estos casos, subiendo el material a Internet sin editarlo si quiera. En este sentido, los principios éticos de la remezcla asociados con las culturas del vídeo digital no deben entenderse únicamente como una suerte de carta blanca para fundir al azar las distintas tradiciones de uso del videoactivismo. Las prácticas mash-up también se manifiestan en las fórmulas estéticas a partir de las cuales fragmentos concretos se reutilizan y dan lugar a nuevos vídeos de compilación. La circulación y reapropiación de las imágenes rodadas por otros resulta un aspecto fundamental de las culturas de Internet a partir del cual los usuarios se involucran en actividades de reutilización, apropiación y recirculación que definen en buena medida lo que hasta el momento se ha venido describiendo con expresiones como "ciudadanía do-it-yourself" (Hartley, 2010), "democracia Photoshop" (Jenkins 2006) o lo que Bennett y Toft (2009) denominan como "estilos auto-actualizables de participación cívica a través de medios participativos". Sin embargo, aún se ha reflexionado poco acerca de cómo estos principios éticos de la remezcla se relacionan con y se traducen en prácticas de vídeo que movilizan un sentido de justicia social. Tampoco alcanzan las reflexiones en la actualidad a dilucidar si es posible reconciliar esta ética del mash-up propia del vídeo digital con la afirmación de verdad evidencial asociada con el vídeo radical. De esta forma, las prácticas del videoactivismo, ya sea desde el punto de vista de la producción alternativa de información, de la comunicación para el desarrollo o de la documentación de violaciones de derechos humanos, están cambiando como consecuencia de este proceso dual, expandiendo el acceso de la ciudadanía a la producción y a la circulación a través de los medios por un lado, y fomentando por otro el control corporativo sobre esta comunicación de base y la infraestructura que utiliza. Una fórmula para calibrar las cambiantes condiciones del videoactivismo reside precisamente en la consideración dual de las formas en las que las redes sociales contribuyen a (1) incorporar a los ciudadanos "ordinarios" y a los creadores amateurs de contenidos mediáticos a las prácticas del videoactivismo y del comentario político, así como a (2) generar un espacio en el que los actores relacionados con los movimientos sociales y las comunidades políticas hacen uso de herramientas online para sus acciones a través de la subida de vídeos de cara a la consecución de objetivos concretos. YouTube, Vimeo y otras plataformas de difusión de vídeo digital se constituyen principalmente como espacios en los que estos dos grupos de actores se encuentran fomentando que las prácticas comunicativas de cada uno de ellos confluyan. A medida que las prácticas e imaginarios políticos del videoactivismo se sitúan de forma creciente dentro de los mecanismos que estructuran las redes sociales, se hace necesario abordar y comprender las zonas grises que surgen entre la documentación en vídeo y los esfuerzos para construir narrativas de vídeo documental que defienden argumentos concretos. Las prácticas asociadas con el vídeo radical online pueden por lo tanto entenderse como parte del repertorio comunicativo de las organizaciones y grupos políticos y como un ejercicio llevado a cabo por activistas sin filiación e individuos que pertenecen a grupos y redes dispersas. En los entornos digitales contemporáneos encontramos de hecho tanto vídeos que se realizan como parte de un programa político o campaña concreta como formas más individualizadas de compromiso. En lugares como YouTube estos dos tipos de videoactivismo no sólo coexisten, sino que interactúan de forma fructífera. Las prácticas de vídeo radical incluirían modos de compromiso político individual y colectivo, fórmulas que se sitúan dentro de modos creativos y expresivos dentro de lo que Castells define como "autocomunicación de masas" (Castells, 2009) y esfuerzos colaborativos generados por las prácticas mediáticas de los movimientos sociales. Los distintos modos de expresión política en el espectro del 12

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videoactivismo online abarcan desde el compromiso instrumental y autoconsciente con asuntos de alta carga política que buscan ejercer poder para fines concretos hasta modos de expresión política mucho más sutiles, informales y ocultos. En YouTube las práctica mediáticas de los movimientos sociales y los modos colectivos de compromiso político intencional que estos representan se yuxtaponen y en ocasiones chocan con las prácticas mediáticas de individuos sin filiación política y los ejercicios mundanos de comentario y remezcla (sólo potencialmente políticos) que se desarrollan como parte central de las culturas audiovisuales en Internet. Estas nociones demuestran que es posible entender los modos de compromiso político en relación con prácticas de vídeo radical como una forma de atraer a individuos sin un bagaje inicial de autoridad política. En este sentido, estas prácticas que emergen desde dentro de los espacios de interacción y acción que facilita YouTube forman parte de un entramado mediático más amplio que en la actualidad está transformando "el quién en el ámbito de la política" (Couldry, 2012: 120). Ciertamente la dimensión latente de la política individual y las nuevas reservas de actores potenciales no deberían verse como una traducción directa en patrones de eficacia política o en cambios concretos en las agendas imperantes (Fenton y Barassi 2011). O, parafraseando al propio Couldry, la reestructuración de "el quién de la política" no significa que haya cambios en "el qué de la política" (Couldry, 2012: 123). Los cambiantes espacios del videoactivismo. Retos de futuro y preocupaciones éticas Me gustaría acabar esta discusión incidiendo brevemente en varios de los retos a los que se enfrenta el videoactivismo actualmente y señalando algunas de las direcciones que puede tomar la investigación sobre este tema en el futuro. Como ya se ha sugerido con anterioridad, los espacios para el diálogo y la acción que genera el videoactivismo se han trasladado hacía el ámbito digital. En este proceso, los marcos éticos de acción y las prácticas políticas que han venido caracterizando a la acción videoactivista de colectivos politizados se transforman al trasladarse a un contexto en el que la tradición de trabajo con el poder de la imagen en la realización de retratos políticos y en la defensa de argumentos ideológicos se reasigna de forma creciente a los propios mecanismos de funcionamiento de las redes sociales y a las prácticas mash-up y de remezcla propias de las videoculturas digitales. Nos encontramos así frente a una encrucijada y aún sabemos poco acerca de lo que puede suceder a las prácticas y proyectos políticos en estas zonas grises que generan las plataformas más populares en Internet, en las que el amateur se encuentra con el profesional, el anticapitalismo da la mano al control corporativo y la política mundana y diaria abraza al activismo militante. La posibilidad de aislar y examinar casos de estudio en esta mezcla cacofónica de voces, géneros e intereses implica una tarea metodológica difícil, que exige atención analítica a aspectos como la economía política de estos entornos digitales o los circuitos de distribución en los que hoy día opera el videoactivismo. Los modos del videoactivismo contemporáneo se sitúan pues dentro de un entorno mediático arbitrario y caótico, dominado por plataformas corporativas sin compromiso alguno con agendas de acción radical o con los proyectos políticos que estos vídeos vehiculan. En estos entornos, los videoactivistas afrontan problemas entre los que se encuentran, por ejemplo, la descontextualización de los vídeos, que entran a formar parte de un espacio mediático híbrido. Aislados de su contexto original, los videos para el cambio social quedan desligados de las opciones para actuar que son su razón de ser, a menos que como advierte Sam Gregory estas queden incorporadas en la misma fábrica textual del vídeo (Gregory 2010). En este sentido, a menos que los vídeos dirijan a la audiencia hacia un espacio de acción que se encuentra más allá de la propia plataforma, YouTube tiende a consolidar patrones de acción que se limitan a 13

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la producción y consumo de vídeos a nivel individual, dejando fuera el ámbito comunitario. Con ello, los entornos promovidos por las redes sociales fracasan a la hora de unir a las personas con voces similares que interactúan en Internet (ver Fenton y Barassi 2011; Juhasz 2008). La emergencia de nuevas tecnologías e infraestructuras de comunicación ha "descentrado" la práctica videoactivista en tanto que el acceso y la distribución de vídeos se han convertido en opciones disponibles para grupos de personas cuyo afán de autorrepresentación y retratos políticos había permanecido hasta la fecha confinado a los rincones más marginales de internet (y antes incluso a los círculos de distribución reducidos que se formaban en torno a comunidades en las que se compartían, realizaban y visionaban cintas de vídeo). Las ideas críticas, los debates y discusiones no permanecen ahora en estos guetos alejados de la vida pública y, en el caso de los entornos digitales como YouTube, estos vídeos pueden de hecho en la actualidad alcanzar a una audiencia muy amplia. Sin embargo, esta apertura del ámbito del videoactivismo acarrea consigo una dualidad de potencialidades y riesgos que debe ser tenida en cuenta (Gregory 2010, 2012). La investigación futura en este terreno necesita examinar activamente las formas en las que estas tecnologías emergentes pueden llevarse por delante patrones éticos de actuación que se han venido erigiendo a partir de prácticas compartidas y de un código de comportamiento común mediante la actuación de colectivos de vídeo en el pasado. En diferentes países y con diferentes nombres, los videoactivistas veteranos se empeñan hoy día en educar y promover una cierta conciencia entre los llamados nativos digitales y, en particular, en el seno de una generación de activistas nacidos dentro de una cultura mediática participativa que promueve el intercambio de contenidos y la remezcla (ver Askanius 2013; Gregory 2010, 2012). Por ello, la investigación sobre el videoactivismo debería preguntarse acerca de cómo estos códigos éticos y de comportamiento sobreviven en YouTube y si lo harán en futuras plataformas por el estilo, por ejemplo en el caso de las emisiones en directo vía streaming, cada vez más populares, o incluso entre una tercera generación del fenómeno vídeo. Plantear y examinar en profundidad estas cuestiones facilitará orientación a los practicantes y a los académicos que se dedican al videoactivismo de cara a desarrollar normas que, dentro de los propios espacios digitales, aseguren dinámicas que promuevan el respeto y la tolerancia y minimicen el riesgo tanto dentro como más allá de las propias plataformas. Referencias bibliográficas Anthony, M.G. y Thomas, R. (2010). “This is citizen journalism at its finest: YouTube and the public sphere in the Oscar Grant shooting incident”. New Media & Society, 12, págs. 1280–1296. Askanius, T. (2012a). “Protest movements and the spectacle of death: From urban places to video spaces”. Journal of Social Movements Conflict and Change, 35, págs. 105–133. Askanius, T. (2012b). “DIY dying: Video activism as archive, commemoration and evidence”. International Journal of E-politics, 3(1).págs, 12–25. Askanius, T. (2013). “Online video activism and political mash-up genres”. Journalism, Media and Cultural Studies. http://www.cardiff.ac.uk/jomec/research/journalsandpublications/jomecjournal/4november2013/index.html Atton, C. (2001). Alternative Media. Londres: Sage.

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