Gandhi el Diseñador [Español] (2014)

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Descripción

Columna PD 91 GANDHI EL DISEÑADOR Por: Alfredo Gutiérrez Borrero [email protected] Aunque en Occidente, la idea resulte extraña Mohandas Karamchand Gandhi, o Mahatma (1869-1948), fue un diseñador. De su proyecto, que forzó la salida de los británicos del subcontinente, surgió la India actual, gracias a ideas que pasaron de conceptos a hechos, refiere Mundon Pandan Ranjan, autor del tradicional curso “Diseño conceptos y consideraciones”, en el National Institute of Design (NID) de la ciudad de Ahmedabad, institución que Venessa Wong, editora asociada del magazín neoyorquino Bloomberg Businessweek, incluyó (2009) entre las mejores 31 escuelas de diseño del mundo. Ahmedabad es, asimismo, la urbe más populosa de Gujarat, en India del Oeste, el estado que aloja a Porbandar, ciudad natal de Gandhi. Ranjan, asiduo participante del PHD-Design list (prestigioso foro académico de diseño) ubica a Gandhi, junto al argentino Tomás Maldonado, celebre por su papel en la HfG de Ulm, y al Nobel de Economía indio 1998, Amartya Sen, entre quienes impulsaron el pensamiento en diseño normativo, político y legal. Es legendaria la relación de Mahtama con la rueca o hiladora que empleó para observar sistemáticamente cómo inciden las cosas fabricadas en el mundo y los efectos que nuestras palabras y acciones tienen en los demás según el uso que les damos, máxime cuando (Gandhi fue abogado) de los hábitos nacen las leyes. Margaret Bourke-White, documentalista estadounidense quien tomó una icónica foto de Gandhi con su rueca, comprobó que Mahatma la operaba una hora diaria desde las 4 de la tarde. Todos los miembros de su casa de meditación y enseñanza (áshram) hilaban y animaban a otros a ello. Para Ben Cosgrove, editor de Life.com, hilar era como una religión entre Gandhi y sus seguidores, quienes estimaban la rueca como un prodigio curativo que describían en términos muy poéticos. Gandhi pensaba que la rueca doméstica (en India la llaman charkha) facilitaba expresar la astucia manual, desenredando la mente para conducirla al descanso. Cuando mucha gente junta manipulaba charkhas conformaba comunidades silenciosas, de cuya meditativa sobriedad emergían, como exudados, creaciones análogas a los capullos de las mariposas y los panales de las abejas. En la intervención de millones de personas en el hilado, Gandhi vislumbró el camino a la unidad de propósito nacional. Consideraba que la India sería independiente si la multiplicación de las industrias artesanales llevaba al autogobierno de los individuos (swaraj), desde la descentralización política y la construcción de comunidad, que postuló como alternativa al gobierno jerárquico. Como juzgaba el estado una “máquina sin alma”, buscó cimentar desde la base la resistencia de los individuos al control gubernamental, nacional o extranjero, como capacidad para manejar moralmente sus asuntos. La charkha de hilar la incluyó en numerosas propuestas de bandera para la India, hasta que, según su encargo, fue adoptada la tricolor (azafrán, blanco y verde) o version Swaraj presentada en el congreso indio de Kakinda (1931), creada por Pingali Venkayya llevaba una rueca en la franja central (en 1947 sería substituida por la chakra —rueda del dharma o la justicia— tomada del capitel del león de Ashoka, de la santa ciudad budista de Sarnath).

Por todo eso, Nelson Mandela halló en Gandhi la única crítica integral a la sociedad industrial avanzada. Donde otros apenas reprocharon su totalitarismo, él impugnó el aparato productivo. Más que objetar la ciencia y la tecnología, priorizó el derecho al ejercicio del trabajo, y refutó cualquier mecanización que lo afectara. Rechazaba la maquinaria a gran escala que acumulaba riquezas en manos de unos pocos para someter al resto. Creía en las bondades de artefactos pequeños, con los que los humanos estableciéramos armónicos vínculos de interdependencia, como el jugador de hockey con su bastón o Krishna con su flauta (en el siglo XX, Iván Illich ofreció con sus herramientas convivenciales un concepto similar); gracias a ellos, afirmaba, los individuos superaríamos la enajenación de la máquina y recuperaríamos la dignidad del proceso creativo. Su proyecto de diseño más práctico fue la charkha (rueca) que difundió el magazín de Popular Science Monthly, USA (edición diciembre de 1931, página 60). Esta era portátil y plegable, del tamaño de una máquina de escribir, que abría y cerraba como un maletín con un asa para transportarla. Al desplegarse para su uso, funcionaba mediante una pequeña manivela que movía dos ruedas y un eje. Gandhi resolvió los detalles de su rueca en una de sus reclusiones en la cárcel del Yerwada en el estado de Maharashtra debida a sus campañas de “desobediencia civil”, luego la usaría en su visita a Europa en 1931. Bocetos originales se conservan. Hoy, hay renovado interés por esa condición de diseñador como demuestran trabajos de Aditya Dev Sood en The Sunday Guardian (junio, 2011) y Betsy Greer en el blog Craftivism (febrero, 2014). Dev Sood en su texto “La visión de diseño de Gandhi es un testamento a su alma creativa” concluye que él superaba las convenciones y la inercia de la opinión pública, merced a su percepción crítica del significado subyacente de las cosas, atento a sus incidencias sociales y morales, fuera de la maestría en el oficio, los efectos visuales y las estrategias de mercado. Él reconfiguró las relaciones entre los eslabones de la cadena de valor para aumentar la equidad participativa en el sistema socioeconómico. Reivindicó la insistencia en la verdad (satyagraha) como base de un diseño que nos permitiese compartir valoraciones de los artefactos. Así, el ‘khadi’, palabra que inicialmente designaba la tela hilada a mano (cuyo uso popularizó el Mahatma) acabó por aplicarse a una filosofía de la producción sin marca, asociada al autocuidado integral, interior y exterior del cuerpo, para relacionarse con personas, lugares, animales y cosas. Gandhi, aunque la India está en el hemisferio norte, encarna para Boaventura de Sousa Santos la idiosincrasia del sur, una alternativa a la imposición del desarrollo occidental como rumbo único. Su principio es el swadeshi (que traduce “lo del propio país”) y promulga servir primero a los más próximos mediante materias primas locales. Otro diseño existe. Y sí, eso fue gol de Yepes.

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