Fundar la educación en el diálogo.

October 12, 2017 | Autor: E. Molino | Categoría: Philosophy, Education, Hermeneutics, Dialogue, Martin Buber
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Eixo Temático: Fundamentos da Educação Fundar la educación en el diálogo. Desde la antropología filosófica de Martin Buber a la filosofía de la educación Eduardo Gabriel Molino Instituto de Educación Superior Argentina [email protected]

Resumen Teniendo en cuenta la obra buberiana en general, se ha puesto la atención en su trabajo paradigmático: Yo-Tú. En él se presenta una comprensión integral acerca del ser humano que, entre otros aspectos, centra su atención en la capacidad humana de comprender el mundo, desde una perspectiva cognitiva y ontológica. Es lo que, en el lenguaje del autor, cae bajo los campos de las relaciones Yo-Eso y Yo-Tú. En tanto que una persona tiene experiencia del mundo, puede acceder a él cognitivamente, se está en el ámbito del vínculo Yo-Eso. Habitualmente la escolaridad, en todo su itinerario gradual, se mueve en este campo con categorías espacio-temporales que permiten establecer conexiones entre múltiples conceptos. En general se encuentran en esta dirección los modelos pedagógicos que se ocupan de la educación en tanto proceso formal relacionado con la escolaridad en cualquiera de sus niveles académicos. Sin embargo la capacidad humana de conocer la realidad trasciende lo específicamente cognitivo. Para entrar en este terreno menos explorado por la pedagogía, Buber ofrece su reflexión en torno a la relación Yo-Tú. El binomio Yo-Tú, presenta de entrada una paridad entre ambos. El Tú está ahí, está constituido, tiene su propia entidad. En este caso se trasciende el plano puramente cognitivo para ingresar en el de la relación. Y esta ‗relación‘ se da ‗entre‘ un Yo y un Tú. Este ‗entre‘ que no pertenece ni al Yo ni al Tú, hace alusión al plano ontológico anteriormente aludido. Pensar el problema de conocer la realidad desde esta perspectiva más amplia, no es habitual en el contexto de la pedagogía orientada a la escolaridad, pero sin duda, es un problema propio para la filosofía de la educación. Al admitir la ‗relación Yo-Tú‘ como modo específicamente humano de apertura a la realidad, todo Tú se hace un interlocutor capaz de des-ocultar algún aspecto de verdad. Más aún si el Tú es otra persona humana, entonces la mediación apropiada para tal desocultamiento es el diálogo. En este sentido, desde la perspectiva educativa, el diálogo se hace inherente al planteo pedagógico y reclama el aporte de la filosofía de la educación. Palabras clave: Educación en el diálogo, Martin Buber, Filosofía de la educación. Desarrollo Presupuestos antropológicos en M. Buber. Hay quienes proponen a Martín Buber en el marco de lo que podría denominarse una filosofía del diálogo. Asumiendo esta concepción se describirá sucintamente cuál es la cosmovisión de este pensador siguiendo, para ello, su obra ‗Yo y Tú‘, en la que va presentando sus principales nociones antropológicas. En general, es propio de la reflexión filosófica, preguntarse acerca de aquello último que explica el mundo y la realidad que se puede contemplar. Cuando el hombre se dirige hacia esta realidad puede hacerlo de dos modos: desde un análisis racional, a partir de distintas experiencias, o bien, por su relación personal, por su modo peculiar de vivenciar, de

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encontrarse con la realidad. El único modo que el hombre posee, de referirse tanto a sus experiencias como a las relaciones vividas por él, es por medio de la palabra; bien porque por medio de ella expresa a los demás sus ideas, como porque le sirven para estructurar su modo de pensar. A partir de aquí Martín Buber comienza su reflexión haciendo referencia a la existencia de dos pares de vocablos fundamentales. ―Una de estas palabras primordiales es el par de vocablos YO-TÚ. La otra palabra primordial es el par YO-ESO”. (cfr Buber, 2001, 7) Ninguno de estos pares de palabras hace referencia a cosa alguna, más bien apuntan a aquello que todo varón y mujer conoce en su vida cotidiana. Permanentemente se piensa en determinadas ‗cosas‘, y en ciertas ocasiones la vinculación con aquello que está delante deja de ser un simple objeto para revestir las características de un Tú. “En cuanto experiencia el mundo pertenece a la palabra primordial YO-ESO”. (cfr Buber, 2001, 9) Referirse a experiencia, significa asumir algo, sea lo que sea, como un objeto y por tanto poder pensar sobre él o tratar con él, exclusivamente desde el Yo. Por ejemplo, se puede especular intelectualmente sobre cualquier asunto; o al apreciar una planta que está ahí en la ventana o al perrito que convive con alguien en su casa, se puede pensar en ellos en tanto que objetos, considerar lo que necesitan para vivir, hablar de su crecimiento. El gerente de personal de una empresa puede planear estrategias en relación a las personas con las que trabaja. Incluso refiriéndose a Juan o a Pedro, si en cualquiera de estos casos se trata de un modo objetivado de referencia a algo, se está en el ámbito del Yo-Eso. “La palabra primordial YO-TÚ establece el mundo de relación”. (Buber, 2001, 9) Toda persona vive, en ciertas ocasiones, otro tipo de encuentro con la realidad que no es idéntico al modo objetivo que se describía en el párrafo anterior. En ciertos momentos aquello que está ahí, esa persona, un animal o la planta de la ventana e incluso una circunstancia concreta, hacen que uno entre en ‗relación‘ con ellos. Buber describe tres tipos de relaciones. La primera es la que se entabla con la naturaleza, la segunda es la vida con los hombres, y la tercera es la comunicación con las formas inteligibles; pero en estos tres tipos de relación es un Yo que se dirige a un Tú, dándose lugar a la reciprocidad. No se trata de un simple manejo conceptual, se ha traspasado el plano de la experiencia, se está en una relación. Con esta expresión Buber está significando que en el plano de la relación Yo-Tú el hombre se encuentra con el Ser, es decir con aquello último y primero, del que participa todo lo que es. Entonces cada mujer y cada varón respecto a la realidad que está en torno a sí, puede disponerse de dos modos: en una postura objetiva, encuentra un sin fin de objetos, seres vivos, otras personas e incluso circunstancias, a partir de las que puede alcanzar diversas experiencias; estas le permiten un grado de conocimiento conceptual, fundamental en la vida humana. La otra manera de vincularse con la realidad es cuando aquello que se presenta ante la persona establece con ella una relación. En este caso el conocimiento tiene otras características no es ya con un objeto con quien se trata, sino con un Tú, con algo o alguien ‗que es‘. ―Del hombre a quien llamo Tú no tengo un conocimiento empírico”, dice Buber (2001,12). Es decir, ambos tipos de contacto con la realidad, el nivel de la experiencia y el de la relación, son necesarios y cumplen cada uno su papel en la vida humana; sin embargo se excluyen, en el sentido de que no se puede simultáneamente estar tratando con lo mismo de ambas maneras. ―La experiencia es alejamiento del Tú”. (Buber, 2001, 12) Prácticamente todo el bagaje cultural con el que una persona es formada durante su juventud, por el cual incorpora datos de la historia y la geografía, maneja el lenguaje y herramientas de

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cálculo; casi todo el entrenamiento orientado a la adquisición de un oficio o de una profesión, tienden, en general, a capacitar a las personas en el trato objetivo con la realidad, se trata de múltiples experiencias. Por lo que se viene exponiendo y, coherentemente con el pensar buberiano, resulta sencillo, desde el modo objetivo de conocer propiamente humano, captar el alcance de las experiencias en el mundo del Yo-Eso; sin embargo, es más complejo captar cuál es el alcance de la relación implicada por el trato Yo-Tú. Una primera posibilidad es asociar la experiencia relacional del Yo con un Tú al plano de los sentimientos. Sin embargo el planteo de Buber es mucho más profundo. La relación Yo-Tú surge entre ambos. No requiere ningún tipo de mediación. Alcanza la totalidad del ser de los que participan de tal encuentro. Implica reciprocidad, diálogo, atención al otro o a lo otro. Es una presencia del Tú frente al Yo. Es el encuentro profundo de lo más íntimo y común a ambos, es un diálogo de ser a ser. Un término que puede sintetizar todo esto y que es utilizado por Buber, con este fin, es referirse al amor. ―Los sentimientos acompañan al hecho metafísico y metapsíquico del amor, pero no lo constituyen” (Buber, 2001, 15-16). Es necesario dotar a este término de su significación profunda, llevarlo hasta el plano que le corresponde en este contexto. ―Los sentimientos se los „tiene‟; el amor es un hecho que „se produce‟” (Buber, 2001, 16) Resulta muy propio del autor que estamos siguiendo el término ‗entre‘. Y se acaba de ponerlo en sintonía con la palabra ‗amor‘. Para precisar mejor esta implicación entre ambos términos, conviene citarlo expresamente a Buber cuando aclara que ―el amor está entre el Yo y el Tú” (Buber, 2001, 16). El amor es la relación que se establece. Pero más aún es una relación donde toda la persona está comprometida, íntegramente, porque ―el amor es la responsabilidad de un Yo por un Tú” (Buber, 2001, 16). Este tipo de conocimiento que surge de la relación que el Yo puede establecer con un Tú, no sólo permite una comunicación auténtica con quien se dialoga, sino que a la vez, da lugar al propio desarrollo de lo más propiamente humano: el amar. La relación humana tiene lugar en la esfera del ‗entre‘. Sólo cuando el ser humano reconoce al otro, en toda su alteridad, se reconoce a sí mismo como ser humano. Para Buber pronunciar ambas protopalabras: Yo-Eso y Yo-Tú es necesario y propio de la vida de todo varón y de toda mujer. Sin embargo él mismo pone de relieve que ―la exaltada melancolía de nuestro destino reside en el hecho de que en el mundo en que vivimos todo Tú se torna invariablemente en Eso” (cfr Buber, 2001, 17). El posicionamiento antropológico de Buber que se acaba de esbozar, llevado al plano pedagógico, abre la reflexión en torno al papel que la educación ha de asumir en vistas de un ser humano que integre ambos planos, el de la experiencia Yo-Eso y el de la relación Yo-Tú. Educar desde la experiencia. Educar desde la experiencia, implica asumir la capacidad propiamente humana de conocer la realidad, tratando con ella en el ámbito del Yo-Eso. La antropología que suscribe el autor estudiado, tiene como punto de partida la alteridad real entre el Yo –sujeto– y las cosas que frente a él se presentan –objetos– por tal motivo, ya se considere que la acción educativa apunte a un proceso de asimilación, transformación o creación de contenidos, en cualquiera de estos casos el modo de asumirlos ha de ser desde una actitud dialógica, si se quiere poder comprenderlos. El mundo interior del hombre, su pensamiento y sensaciones, puede ser expresado mediante el lenguaje, en sentido amplio, lo que incluye no sólo el simbólico-verbal. En la interpretación del significado del lenguaje surgen algunos inconvenientes, por lo que se prefiere asumir una

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postura hermenéutica, que da lugar a comprender el lenguaje en el marco de sistemas simbólico-culturales. De este modo la actuación escolar, estaría en condición de proponer al estudiante un abordaje del lenguaje, como medio de expresión, necesariamente valorado en contexto, lo que en términos concretos implica una actitud en donde no se interpreta a distancia lo dicho, sino que se procura un acercamiento al interlocutor, ya se trate de un material de estudio o, mucho más, si se trata de una persona presente ahí. Los aspectos educativos, comprendidos en el ámbito de la experiencia, se basan en la distinción sujeto-objeto. Entre ellos pueden enumerarse todas las cosas del mundo físico circundante, incluso los seres vivos y las personas, en cuanto son pasibles de una coordenada espacio-temporal, cierto ordenamiento y vínculos causa-efecto; pueden incluirse también aquí valores y sentimientos, en tanto que objetivados; de manera que cualquiera de estos contenidos, mediante la facultad del lenguaje, pueden transformarse en un objeto común. Ahora bien, habrá aprendizaje si hay comprensión. En el plano cognitivo, se pueden analizar los requisitos para lograr un aprendizaje significativo –basado en la incorporación de nuevos conocimientos a una estructura ya existente de saberes previos, mediante conceptos que faciliten el anclaje–; pero se propone la posibilidad de una comprensión más amplia bajo una consideración hermenéutica. Esta se basa en ayudar a los estudiantes a descubrir el horizonte histórico en el que se ubica el objeto de estudio, lo que implica todo el contexto que le sirve de referente, y desde allí procurar la fusión con su propio horizonte de comprensión. En este punto, la propuesta de los horizontes de comprensión, en el contexto educativo, permitirá que el abordaje hermenéutico pueda transformarse en el modo –actitud– de dirigirse a la realidad, tanto de las cosas como del Otro. Y esta actitud, se orienta al plano de la relación. En el seno de la escolaridad, los contenidos de estudio se presentan estructurados en torno a disciplinas, que se van especializando a medida que avanza la capacidad del estudiante. Se propone, incluso para con estos contenidos, la posibilidad de un acercamiento dialógico; de modo que sólo allí se alcanzará la plena comprensión de los mismos. Esto es posible si una vez alcanzado el contenido, se logra despertar de tal modo la sensibilidad del sujeto al punto que, para él, ese ‗Eso‘ (Cosa) se convierta en un Tú. Se puede considerar también la cuestión de la educación para la vida social. Recurriendo una vez más a la hermenéutica, se encuentra en la noción gadameriana de tradición un punto equilibrado para presentar valores que hacen al acervo histórico de una comunidad, pero en diálogo con las exigencias de la época actual. Buber acerca, frente a esta problemática, la delicada noción de ‗nosotros‘ como dimensión comunitaria de la relación Yo-Tú. En general, la educación formal se ocupa de los aspectos hasta aquí señalados. En ella tiene un lugar relevante el desarrollo de las capacidades cognitivas que, a través del lenguaje, hace viable el acceso conceptual al mundo circundante. Buber señala enfáticamente la importancia central que esto encierra para el ser humano. Pero también propone la posibilidad de algo más. Educar en la relación. La apertura al mundo es posible en dos ámbitos, el del Yo-Eso (la experiencia) y el del Yo-Tú (la relación). Uno de los aspectos principales que este trabajo pretende postular es en relación a si este último plano, el de la relación Yo-Tú, merece ser considerado también cuando se analiza el fenómeno educativo. A este respecto se propone asumir esta cuestión en dos momentos. Por un lado se puede hacer alusión al ‗educar en la relación‘ y también se puede proponer el ‗educar para la relación‘. Si se pone la atención en el ‗en la relación‘ este tiene el sentido de ‗ámbito, lugar, clima, actitud, postura existencial‘. Dado que este nivel educativo es ontológicamente diverso, en tanto apunta a que, fruto de un Yo que se dirige a un Tú, se haga manifiesto el ser, que

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propiamente se lo halla ‗entre‘ los dos interlocutores en diálogo; por tal motivo no puede ser propuesto al modo de experiencia, es decir, desde el Yo-Eso. En este sentido juega un papel fundamental el rol que asuma el educador, en tanto que ‗educador dialógico‘. Para Buber, el proceso educativo es en definitiva un ‗alumbramiento‘, que lo caracteriza como: un encontrar y solicitar en el alma del Otro, aquello que reconoce en sí como correcto y vital; y esto no puede ser sino a través de una actitud de ‗encuentro‘ –prioridad actitudinal–. Señala además que en esta actitud hay un exponerse dado que el Otro puede negarse a ella, pero este riesgo implica también el que se alcance la esperada reciprocidad. Por lo dicho, se evidencia que para educar en la relación, lo central se halla en torno al ‗encuentro‘. Para que este se logre debe haber una ‗orientación‘, en cuanto ‗movimiento esencial dialógico‘, de un sujeto hacia otro. Hay propiamente ‗encuentro‘ cuando surge el diálogo. Con respecto a la práctica educativa en un aula de clases, lo propio es que esta revista las características de todo ‗encuentro interpersonal‘. Buber enfatiza que se requiere del educador la capacidad de aceptar a todos, partiendo de que serán todos diferentes; mantener con cada uno un trato personal y directo; y finalmente presenta el papel del educador como aquel que tiene la misión de ‗abrir el alma‘ de los jóvenes que se les ha confiado, y esto sólo es posible, desde la relación personal, que implica necesariamente tener que conocer las circunstancias vitales –horizonte– de cada uno. De esto recién sintetizado, que sin duda es lo central en referencia al educar en la relación, se desprenden tres consideraciones que ayudarán en el logro de tales cometidos. En primer lugar, se requiere procurar desde el mismo proceso educativo vivir un clima de libertad y responsabilidad, enmarcada en valores comunes. La apertura dialógica que se viene proponiendo, implica asumir al Otro en su libertad. Respecto del educador esto se concretiza en requisitos tales como: que es necesario que conozca y valore las capacidades de cada uno – conforme a su madurez–, que se dirija a cada estudiante como a su Tú –invitándole a asumir su libertad-responsabilidad desde cada una de sus tareas cotidianas– y, a partir de esto último, desde el sentido que cada uno pueda darle a cada tarea concreta, ayudar a encontrar el sentido global de la propia existencia. También, en segundo lugar, surge la reflexión acerca de que el diálogo puede ser propuesto, pero no exigido. El educador ha de asumir, en este sentido, un respeto pleno por los ‗tiempos‘ de cada semejante. Pero a la vez, desde su actitud propia, respetuosa de la conciencia del Otro, puede ayudar a captar el sentido que encierra la relación dialógica. Se propuso al respecto que esto será conforme a la edad de los estudiantes; en los niños hay cierta dependencia de lo normativo –en tanto expreso por el adulto–, mientras que en los jóvenes es la automeditación la que puede llevar a la captación del sentido y el ejercicio de su libertadresponsabilidad. En todo esto hay una referencia a la actitud moral del educador, entendida esta en cuanto delicadeza en las actitudes; particularmente frente a aquello que pueda inferirse como justo-injusto dependiendo de la actitud de apertura al diálogo. En tercer lugar, conviene que el educador –en vistas a su tarea de ‗alumbramiento‘– considere que la ‗verdad‘ es concerniente a cada cosa y que puede ser ‗desocultada‘ a través del diálogo. Nuevamente hay que recurrir a una actitud hermenéutica y a las nociones antes aludidas de los horizontes. Lo particularmente interesante aquí, es la consideración de que el Otro es portador de aspectos valiosos de la verdad, y que el diálogo es medio para compartirla. Educar para la relación. El otro aspecto por considerar es lo concerniente al educar para la relación. Al respecto se puede partir de la distinción de que la actitud relacional es propia del hombre, y no algo que se adquiera mediando un proceso educativo. Por tanto, el significado de ‗educar para la relación‘ implica tener presente que, dado que todo Tú deviene en Eso –y esto es

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indefectible–, conviene poner de relieve, como parte del actuar educativo, que el hombre es capaz de su apertura dialógica al Otro, y por este al Ser, que acontece en el ‗entre‘. Con tal fin se puede advertir que Buber presenta tres ámbitos para la relación. Por un lado con el mundo de las cosas, por otro con los demás hombres y finalmente la relación con el misterio del Ser. Educar para la relación con las cosas implica que, ya sea en el ámbito de las ciencias, las artes o la filosofía, toda experiencia Yo-Eso, pueda, movido por una actitud de comprensión hermenéutica, arribar al diálogo Yo-Tú. Educar para la relación con respecto a los otros hombres es procurar enfatizar que, cuando un Yo dirige la palabra a su Tú, se hace manifiesto ‗entre‘ ambos el amor, en tanto característico de lo humano. El amor es quien dota de sentido la vida de cada persona. Y con respecto a esto se puede aludir, desde la perspectiva buberiana, a la importancia en distinguir ‗ser‘ de ‗parecer‘. Conclusiones Se ha caracterizado desde el comienzo de este trabajo las diferencias entre el mundo del YoEso y del Yo-Tú. Se hizo referencia a la singular importancia que cada uno de estos posee respecto al quehacer educativo. Sin embargo, ―la esfera de lo interhumano es la esfera del uno-frente-a-otro; su despliegue lo denominamos lo dialógico” (Buber, 1997, 75). Buber caracteriza tres tipos de diálogo, aquí se pone la atención en el que él denomina diálogo auténtico. A propósito él dice: ―el auténtico [diálogo] –da lo mismo si hablado o callado–,[es] donde cada uno de los participantes considera al Otro o a los Otros en su ser y ser-así y se dirige a ellos con la intención de que se funde una reciprocidad vital” (Buber, 1997, 41). De donde entonces, el diálogo auténtico, será aquel que haga manifiesto el ser-en-sí de lo Otro. Cabe aclarar que ―es fundamentalmente erróneo querer comprender el fenómeno interhumano como algo psíquico. Si por ejemplo dos hombres entablan un diálogo, a ello corresponde eminentemente lo que ocurre en las almas de uno y de otro, lo que sucede si uno escucha o se decide a hablar. Sin embargo ello es sólo el secreto acompañamiento del diálogo mismo, un acontecimiento fonético pleno de sentido cuyo sentido no se encuentra ni en uno solo de los interlocutores ni en los dos juntos, sino únicamente en su cooperación en persona, en su entre ambos” (Buber, 1997, 75).

“El verdadero diálogo y, en consecuencia, cualquier plenificación actual de la relación interhumana significa aceptación de la otredad” (Buber, 1997, 80). Por ello ―la situación dialógica es accesible sólo ontológicamente. Pero no arrancando de la óntica de la existencia personal ni tampoco de las dos existencias personales, sino de aquello que, trascendiendo a ambas, se cierne „entre‟ los dos. En los momentos más poderosos de la dialógica, en los que, en verdad, „la sima llama a otra sima‟, se pone en evidencia que no es lo individual ni lo social sino algo diferente lo que traza el círculo en torno al acontecimiento. Más allá de lo subjetivo, más acá de lo objetivo, en el „filo agudo‟ en que el „yo‟ y el „tú‟ se encuentran se halla el ámbito del „entre‟” (Buber, 2001, 16).

Ahora bien justamente ―el amor está entre el Yo y el Tú” (Buber, 2001, 16). Por tanto una educación fundada en el diálogo auténtico estará orientada en el amor, característica suprema de lo humano. Bajo esta perspectiva, lo más esencial de cada varón y cada mujer, es su dignidad personal. De aquí que queda fuera de este modelo pedagógico

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―la falsa perspectiva del „modo de ser‟ irremediable... pues el hombre es, en cuanto tal, redimible.(…) El presupuesto principal para el surgimiento de un verdadero diálogo es que cada uno se refiera a su compañero como a este hombre. Comprendo al Otro, lo suyo: comprendo que es esencialmente de otro modo en esta forma determinada, propia y exclusiva, y le acepto de tal modo que puedo dirigirle, justamente a él, y con toda seriedad, mi palabra” (Buber, 1997, 78). “La verdadera dirección de su ser hacia Otro incluye tal confirmación o aceptación. Evidentemente, ello no significa de ningún modo una aprobación; pero allí donde estoy contra Otro, ya le acepto como compañero de un auténtico diálogo, le digo Sí en cuanto persona” (Buber, 1997, 87). Finalmente, ―si ha de surgir un auténtico diálogo, cada uno de los que participen tiene que introducirse a sí mismo en él. Y esto significa que ha de tener la intención de decir, en cada caso, lo que piensa acerca del tema en cuestión; lo cual significa, de nuevo, que ha de prestar la contribución de su espíritu sin merma ni desviación. También los hombres muy sinceros creen no estar obligados por ello a decir todo „lo que han de decir‟. Pero en la gran confianza que es aliento del verdadero diálogo, aquello que en cada caso he de decir ya tiene en mí el carácter de lo que quiere-ser-dicho, y no puedo rechazarlo ni retenerlo en mí. Lleva, irreconocible para mí, la marca que indica la pertenencia a la vida comunitaria de la palabra. Donde existe la palabra dialógica auténtica tiene que llegarle su derecho a través de la incondicionalidad. Pero incondicionalidad es justamente lo contrario del hablar a tontas y locas. Todo depende de la legitimidad de „lo que he de decir‟. Y, por supuesto, tengo que estar atento a elevar la palabra interior y, consiguientemente, a palabra hablada aquello que he de decir justamente ahora, pero que aún no poseo lingüísticamente” (Buber, 1997, 87).

Para regresar nuevamente al ámbito propio de lo pedagógico, se puede ver que si Buber señala que la educación es puramente dialógica, sin duda se refiere al diálogo auténtico que acaba de caracterizarse. Pueden surgir dos cuestionamientos; el primero referido al inconveniente práctico, propio de la actividad docente, respecto al trato con muchos estudiantes a la vez. Buber, al respecto frente a un planteamiento extremo, daría este ejemplo como respuesta: ―Cuando tiene a su cargo ... gran cantidad de gente a la que, naturalmente, no puede conocer como tal diferenciadamente ni recordar, [lo posible es] que cuando una de ellas entra realmente, con algún motivo, como individuo, en su horizonte y en su ámbito de decisión, la percibe, sin esfuerzo, no como un número con máscara humana, sino como persona” (Buber, 1997, 66), de donde puede comenzar a encontrarse una solución al problema, si se es capaz efectivamente de un diálogo auténtico, en el aquí y ahora con cada persona concreta. Entonces una primera observación sería esta: la actitud dialógica como estilo pedagógico, implica un trato personal con cada uno en particular, atento, desde un Yo que le dirige su palabra a un Tú. La segunda objeción puede estar referida al método. Es que: Un chico de diez años no necesita saber nada de „encuentro‟ o de „relaciones mutuas interpersonales‟. Pero en su contacto con el maestro debe tener el sentimiento de que puede contarle todo a aquel hombre. Lo principal es que tú, el educador, eres el hombre en quien se puede confiar. Los alumnos deben ser convencidos a través de la prueba de la realidad: ¡muéstrasela a ellos! (Buber, Martín. «De la fonction Educatrice», en: La vie en dialogue. Paris, Aubier, 1959; citado en: Altarejos Masota, F. et.al. (1991) Filosofía de la Educación Hoy. Tomo 2. Dykinson. Madrid. pag. 344) De esto una segunda observación: la actitud dialógica como estilo pedagógico, se basa en procurar invitar a cada persona a vivir la relación Yo-Tú, por lo que podría decirse que

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pretender ‗educar para la relación‘, sólo es posible ‗educando en la relación‘. Y finalmente, puede afirmarse que este estilo pedagógico marcado por la actitud dialógica, se distinguirá en sí mismo, por tener la capacidad de, desde las tareas y hechos cotidianos, evidenciar el Ser que se manifiesta ‗entre‘ un Yo que se dirige a un Tú, cuya expresión plena es el Tú eterno. Referencias Buber, Martín. (2001) Yo y Tú. Nueva Visión, Buenos Aires. ------------------ (2000) ¿Qué es el hombre? Fondo de Cultura Económica, México. ------------------ (1997) Diálogo y otros escritos. Riopiedras, Barcelona. Molino, Eduardo Gabriel. (2010) El diálogo como actitud pedagógica. Una reflexión filosófica sobre la educación a partir de la antropología filosófica de Martín Buber. Paulinas, Buenos Aires.

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