Fundamentos para la Reconstrucción del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia

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Descripción

Fundamentos para la Reconstrucción del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia César Augusto Velandia Silva* Copyright 2015. Revista Convive IX “Paisaje Cultural Vivo y Sostenible-Circasia, Quindío”. Editorial Escala La reflexión sobre el Paisaje Cultural Cafetero de Colombia, PCCC a partir de los trabajos de formulación, nominación e inscripción de su expediente en la Lista de Patrimonio Mundial de Unesco, cuyo origen se remonta al año 1995, claramente se complementa con los resultados del Concurso de Vivienda Económica ConvivE IX “Paisaje Cultural Vivo y Sostenible”, puesto que se evidencia una novedosa propuesta por la construcción activa del futuro del paisaje cultural. Con motivo del Concurso enfocado en Circasia, Quindío, puede afirmarse con toda seguridad, que éste representa la puesta en valor de una aportación académica invaluable en la reflexión sobre el PCCC. La aportación del ConvivE IX se logra no precisamente en el objeto del Concurso – la vivienda económica- sino en los resultados de la interpretación de la dimensión regional, territorial y urbana que han tenido lugar en la exigencia interdisciplinar amplia para “leer” el PCCC. De tal manera que comprender el paisaje cultural en toda su extensión material e inmaterial, plantea a las universidades y alumnos participantes amplios retos de análisis y lectura que a la fecha no se habían presentado de esta forma ni para el Concurso ni para el PCCC. Sin embargo, la propuesta general del Concurso no reconoce del todo las amenazas sobre el PCCC que lo empujan a su desaparición inminente: los efectos de la variabilidad climática resultado del proceso de cambio climático global y el riesgo de amenaza del Volcán Cerro Machín, cuya área de impacto del desastre cubre el departamento del Quindío. Condiciones añadidas a un problema gigantesco a resolver: el PCCC inmerso en el ámbito geográfico, cultural, social contemporáneo visto por los estudiantes de arquitectura conscientes de una necesaria y recursiva visión multidisciplinar.

La dimensión compleja del PCCC Existen en el PCCC y por tanto en el análisis de los paisajes culturales, dos retos fundamentales. Por una parte, el reto de la comprensión de la noción del patrimonio ligada a un territorio – el paisaje cultural-, como una abstracción que supone la dificultad de materializar territorialmente una serie de manifestaciones intangibles o inmateriales (los saberes tradicionales, las fiestas religiosas y de las cosechas, entre otras) y otras tangibles (inmuebles o materiales, representadas por la naturaleza, la arquitectura, el urbanismo, la arqueología y los bienes muebles). Lo que inmediatamente conlleva una reflexión del patrimonio desde los intrincados procesos de percepción estética hasta los de apropiación social. Y por otra parte, el reto del desarrollo de las condiciones de la dimensión material recurrente a la lectura geográfica y ambiental-biológica del patrimonio. La Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de 1972, crea el Comité de Patrimonio Mundial, el cual aprueba en 1992 la categoría de Paisajes Culturales. El término paisaje cultural “abarca una diversidad de manifestaciones de las interacciones entre la humanidad y su ambiente natural”. De acuerdo con dicho Comité, “los paisajes culturales deberán seleccionarse sobre la base de su Valor Universal Excepcional y de su representatividad en

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términos de una región geocultural claramente definida y, en consecuencia, por su capacidad para ilustrar los elementos culturales esenciales y distintivos de dichas regiones”. (UNESCO, 2008) La definición de Unesco se refiere a que los paisajes culturales representan las obras que “…combinan el trabajo del hombre y la naturaleza”, y que “ilustran la evolución de la sociedad y de los asentamientos humanos a lo largo de los años, bajo la influencia de las limitaciones y/o de las ventajas que presenta el entorno natural y de fuerzas sociales, económicas y culturales sucesivas, internas y externas”, reflejando a menudo “técnicas concretas de utilización viable de las tierras, habida cuenta de las características y los límites del entorno natural en el que están establecidos, así como una relación espiritual específica con la naturaleza”. (UNESCO, 2005) De acuerdo con Mata Olmo (2006), “la convención entiende acertadamente que el paisaje constituye una realidad y una percepción global del territorio, en la que no cabe contraponer, sino fundir, lo natural y lo humano, sin negar por ello el distinto paso que en cada paisaje tienen los elementos naturales, rurales, urbanos o de cualquier otro tipo. Y por eso también la potencialidad del paisaje para la política de ordenación del territorio, una política que encuentra su sentido y su razón de ser como acción pública que aborda el territorio en su integridad, y no como mero escenario de política sectoriales”. Esta definición, en constante construcción debido a los cambios del paisaje y la representación que hacemos de él, nos lleva una y otra vez hacia el problema por resolver: su connotación cultural. El paisaje se explica desde varias propuestas científicas: la ecología, la geografía, la geología, la arqueología, la antropología, incluso la economía (expresada en la visión geográfica de Guhl1). A partir de las cuales se pueden encontrar múltiples definiciones, que no resuelven lo fundamental; de allí la pregunta: ¿Qué es lo cultural del paisaje? ¿Qué de cultural tiene? En la dimensión más amplia, lo cultural del paisaje supone un proceso de territorialización de la transformación social del espacio agroproductivo. La comprensión de tal proceso y su pregunta requieren el desarrollo de una epistemología del paisaje cultural que permita interpretar el espacio territorial transformado por el hombre y repensar la reconstrucción posible ante la inminencia de sus amenazas. Para emprender una interpretación al respecto, existen referencias que encuentro muy pertinentes, para dar cuenta de la relevancia y evolución de la reflexión sobre el rol cultural-social del paisaje en el panorama científico-disciplinar: 1.a. El reconocimiento a los factores sociales y culturales del territorio tiene una fuerte y fundamental influencia en la geografía. Sin embargo, las referencias al ‘territorio’ y ‘paisaje’ son excepcionales en la geografía clásica, y la gran discusión entre las escuelas representativas (inglesa, francesa, americana entre las más disímiles) y sus discontinuidades, se rigieron por la búsqueda de un acuerdo por la definición del objeto de la geografía entre el hombre y la naturaleza, que descubre su elemento aglutinante es decir, el espacio, social o natural. Para la geografía, durante gran parte del siglo XX, lo más cercano al concepto territorial y/o del paisaje es la construcción de la noción y la percepción del ‘Espacio Geográfico’. La búsqueda por un objeto de estudio de la geografía durante décadas recayó en recursivas y cíclicas discusiones sobre el espacio. Así como el ‘caballo de batalla’ de la antropología por décadas fue ‘el hombre’ y entre tanto esta ciencia tuvo su división seminal entre la antropología física y la antropología cultural, en el caso de la geografía lo fue el espacio. “Aunque una ciencia se defina por su objeto, no siempre la definición de la disciplina tiene en cuenta dicho objeto. Este es concretamente el caso de la geografía, cuya preocupación por su objeto explícito –el espacio social1

“GUHL, Andrés. (2008) “Café y Cambio de Paisaje en Colombia, 1970-2005” Medellín: Eafit.

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siempre se dejó en segundo plano.” (SANTOS, 1991). Jacques Levy (1975) afirma por tanto que “la geografía no puede dedicarse a los “hombres” o al “mundo” en general. Debe limitarse a lo que le es específico, es decir, el espacio que se ha de explicar y teorizar es el campo de la geografía científicael punto de partida para su definición”. Por esto el salto de la ciencia geográfica en realidad se observa en tanto abandona la discusión cíclica sobre el espacio y converge hacia la definición de ‘espacio geográfico’. El espacio geográfico es entonces la definición del “hecho social que considera a éste como todo método de acción que aparee como general en relación a una sociedad determinada y que, al mismo tiempo, existe por sí mismo independientemente de las formas individuales de manifestación”. Santos (1991) cita a Durkheim para cerrar esta definición en tanto el “espacio es un hecho social, una realidad objetiva (…) al ser un producto, es decir, el resultado de una producción, el espacio es un objeto social como cualquier otro”. En ‘La Geografía Cultural’ de Carl Sauer (1931, en GÓMEZ MENDOZA, 1982) se acerca al espacio geográfico por el que se refiere como los hechos del área cultural (conjunto de formas interdependientes), ya que “el área cultural del geógrafo consiste únicamente en las expresiones del aprovechamiento humano de la tierra, el conjunto cultural que registra la medida integral del uso humano de la superficie (…) los rasgos visibles, realmente extensivos y expresivos de la presencia del hombre. El geógrafo mapifica la distribución de estos rasgos, los agrupa en asociaciones genéticas, los traza desde el origen y los sintetiza en sistemas comparativos de áreas culturales” (…) Friedrich Ratzel en su Anthropogeographie edificó el armazón conceptual en el que se ha movido desde entonces la geografía humana.” Para Carl Troll (GÓMEZ MENDOZA, 1982) el espacio geográfico se define por una ‘estructura del paisaje’. “En relación con los elementos culturales del paisaje, O. Schlüter habló de una ‘Morfología del paisaje cultural’. “Por vez primera se establece una serie de categorías o escalas de estudio como las ‘unidades de paisaje’: ‘cinturones o zonas de paisaje, que se corresponden con las zonas climáticas y de vegetación.” La subdivisión de esos a su vez se realiza por las “unidades definidas por sus configuraciones espaciales” llegando a los paisajes más pequeños. Troll rescata la definición de Tansley del ‘Ecotopo’, “pequeñísimos espacios del paisaje geográfico” (…) Paffen los llama ‘células de paisajes’ (landschaftzelle).” 1.b. Al igual que la antropología, puede afirmarse que la geografía presentó una gran transformación debido a la crisis disciplinar y metodológica en los años setenta. El surgimiento de las ‘nuevas ciencias’ se remonta incluso a la intención de la interdisciplinariedad desde los años treinta, cuando surgieron “especialidades interdisciplinarias para el estudio del espacio, como el caso de los geólogos y los geógrafos (…) encargadas de estudiar fenómenos multidimensionales” (GONZÁLEZ, 2004). El progreso de los procesos o corrientes de la ‘Nueva Geografía’ en su enfoque como ‘geografía cultural’ resalta una preocupación epistemológica. Por su parte, estos procesos denotan una constante en utilización de un método científico hipotético-deductivo, tanto para el reconocimiento de la racionalización de los subsistemas geográficos, la observación e identificación de elementos perceptibles, como el análisis de los procesos del trabajo colectivo en un territorio. Relacionado con la acción metodológica, deseo analogizar en la medida de lo posible, qué representa esta reflexión epistemológica de la ‘Nueva Geografía’ consolidada o fortalecida en el proceso de la ‘Nueva Arqueología’. Con la finalidad de explicar su aprovechamiento como una referencia metodológica reconocible, ante la consideración de los hechos culturales (el paisaje cultural) y como objeto de investigación de esta disciplina desde la perspectiva de lo que se ha denominado ‘arqueología procesual’. El término ‘procesual’ proviene del inglés processual archaeology, acorde con las fuentes bibliográficas en español disponibles sobre esta rama del conocimiento, con la que se denominó a una escuela de la arqueología originada en los años setenta, a raíz de la crisis disciplinar de la antropología.

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Se denomina ‘procesual’ a la referencia metodológica desarrollada por la citada disciplina, mediante la aplicación del método científico hipotético-deductivo, con objeto de la reconstrucción de los procesos culturales del ser humano. Esta contribución se tiene gracias a los llamados ‘arqueólogos procesuales’, quienes a partir de un procedimiento llamado ‘procesualismo’ sostienen que “toda investigación arqueológica debe partir de una idea previa que dirija toda la investigación”. En donde el proceso validatorio de hipótesis se sustituye mediante métodos deductivos y de contraste mediante comparaciones con los grupos sociales del ámbito (histórico) de estudio, dirigidos al establecimiento de analogía comparativa. Lo que conlleva un reto metodológico, pues “la explicación de la realidad confrontada para su comprobación” y “explicitar sus consecuencias lógicas” de las hipótesis establecidas, como se menciona anteriormente, requiere de un repensamiento ‘procesual’. De esta forma, la realidad, como práctica social fruto del trabajo colectivo, supone una relación dialéctica entre el sujeto-objeto, el materialismo-idealismo, el proceso-estructura, el hombre-naturaleza: material de trabajo del materialismo dialéctico o del marxismo analítico. Por lo tanto, con base en la conceptualización del paisaje como resultado de la dialéctica marxista en el territorio, se observa pertinente la contribución de la interpretación ‘procesual’, en orden de estar en condiciones de explicar la realidad expuesta del paisaje cultural (natural / geográfico). En este ámbito de la discusión, para la definición del término ‘paisaje’, Georges Bertrand (1968, en GÓMEZ MENDOZA, 1982) identifica el problema principal “el problema es de orden epistemológico”. El paisaje “es el resultado, sobre una cierta porción de espacio, de la combinación dinámica y, por lo tanto, inestable, de elementos físicos, biológicos y antrópicos que interactuando dialécticamente los unos con los otros hacen del paisaje un conjunto único e indisociable en continua evolución. Posteriormente, Bertrand desarrolló el concepto de geosistema que adapta a una realidad europea antropizada, y lo amplía al concepto del Sistema GTP: Geosistema, ‘dimensión antrópica de un concepto naturalista’, Territorio, ‘dimensión naturalista de un concepto social’ y Paisaje, ‘dimensión cultural de la naturaleza’.

Por una arqueología del paisaje A partir de una muy compleja definición de la arqueología científica y como antecedí, ‘procesual’, y ante la gran dificultad que le representó conformarse como disciplina en tanto homologarse entre sus objetivos y los de la antropología, Lull y Micó (1998) recuerdan una famosa frase de guerra de Willey y Phillips de 1959: ‘la arqueología o es antropología o no es nada’, así como el manifiesto estadounidense de Lewis Binford (1962) llamado ‘La Arqueología como Antropología’. A partir de los años 60 y durante los 70, la atención de los arqueólogos viró hacia la integración de variables naturales y culturales como condicionantes de los cambios estructurales en los patrones de asentamiento en el espacio. Con la aplicación de la teoría general de sistemas de Bertalanffy se moldearon con mayor precisión los ‘procesos’ de análisis, que permitieron una interpretación de los patrones arqueológicos subyacentes en el paisaje, fuera de la descripción documentativa tradicional que no reconocía una observación dinámica y multitemporal. (Binford, 1972; Clarke, 1977). Este desarrollo se denominó ‘arqueología procesual’. Entonces, ¿qué es la arqueología si no una reflexión sobre el pasado del paisaje? Es por esto que la arqueología del paisaje plantea la posibilidad del desarrollo de una metodología de trabajo de campo del paisaje pretérito, que desgrana las relaciones simbólicas del sujeto objetivo y subjetivo con el entorno.

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Por lo tanto, debe considerarse pertinente tomar prestado de la arqueología del paisaje la metodología y la reflexión científico-simbólica de la componente ‘cultura’, pero que evidentemente confirma que el concepto de ‘paisaje cultural’ deviene inducido por el concepto de paisaje y de cultura por parte de los arqueólogos, y no por los geógrafos y menos por los estudiosos de la (teoría de la) cultura y el patrimonio. Para tal fin, encuentro especialmente innovador el trabajo de Felipe Criado-Boado2 y su equipo experto de colaboradores del grupo de Investigación e Arqueología del Paisaje de la Universidade de Santiago de Compostela, entre los que están César Parcero Oubiña y Manuel Santos Estévez, quienes a partir de una amplia experiencia, han podido redefinir el concepto de paisaje, y consolidar ‘lo cultural’ del mismo. Así como plantear una autocrítica del marco metodológico procesual de referencia, para generar el marco científico de una Arqueología del Paisaje. “La arqueología del paisaje ha estudiado cada tipo de paisaje cultural y ahora comprendemos los paisajes como procesos, los monumentos como escenarios y ciertos sitios como lugares.” (CRIADOBOADO, 2004) Este marco científico inicia con el replanteamiento del concepto de espacio como producto socio-cultural “creado por la objetivación, sobre el medio y en términos espaciales, de la acción social tanto de carácter material como imaginario.” Para lograr esto se parte de la crítica al “empirismo reducido” del procesualismo, por su “noción simplificada de la realidad” científica del universo físico (la dimensión de lo concreto), que progresivamente ha dejado fuera “esa imagen del mundo, ámbitos de reflexión y experiencia que antes, sobre todo en las sociedades tradicionales, ocupaban también el espacio de la realidad. (...) Este tipo de elementos, al no ser controlables ni predecibles de modo directo, son más difíciles de manejar de forma eficaz e introducen indeterminación y márgenes de error en la investigación u sus aplicaciones.” (CRIADO BOADO, 1999) La arqueología del paisaje se propone entonces como estudio de la espacialidad humana que desarrolla una teoría crítica, la cual redefine el concepto de paisaje y una metodología de trabajo específica que busca develar las relaciones intrínsecas de la sociedad con la naturaleza. “La Arqueología del Paisaje (ArPa…) es una estrategia de trabajo que puede ser utilizada como una herramienta de gestión y estudio del registro arqueológico (…) implica ante todo determinar cómo se adapta, modifica, utiliza organiza y comprende el espacio (…) es una estrategia de investigación que comprende el estudio de todos los procesos sociales e históricos en su dimensión espacial.” (CRIADO BOADO, 1999). “La arqueología del paisaje pretende ir más allá de la visión empirista que entiende el paisaje como una realidad ya dada que se auto-contiene y autoexplica; y de la funcionalista que explica el paisaje como el medio y producto de los procesos sociales (…) Desde los criterios de la arqueología del paisaje, la pregunta es, entonces, de qué manera están estructuradas las relaciones colectivas del trabajo social que definen unas estrategias de ocupación del espacio y de qué modo marcaron o modificaron el espacio natural para convertirlo en un paisaje cultural o naturaleza transformada como espacio social.” (VELANDIA-JAGUA, 2014) “Es posible explicar una correspondencia estructural a partir del concepto de espacio y las estrategias socio culturales (…) en la medida que establece un rasgo 2

Profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, y director del Instituto de Ciencias del Patrimonio Cultural, INCIPIT. https://www.researchgate.net/profile/Felipe_Criado-Boado https://csic.academia.edu/FelipeCriadoBoado

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extrapolable a otras sociedades, un concepto rentable para el análisis cultural. (…) la no transformación del medio natural por las prácticas de subsistencia de ciertas comunidades debió ser compatible con unas prácticas socio-culturales que no pretendieron diferenciarse de la naturaleza a través de construcciones artificiales. Esta circunstancia indicaría una estrecha relación estructural en las estrategias de apropiación del espacio entre pensamiento, organización social, subsistencia y concepción-utilización del ambiente colectivo”. (CRIADO BOADO, 1993) Por lo tanto, “el paisaje debe entenderse a partir de la comprensión del espacio cuanto entorno físico o matriz medio ambiental de la acción humana; el espacio en cuanto entorno social o medio construido por el ser humano en el que se producen las relaciones entre individuos y grupos; el espacio en cuanto entorno simbólico o medio pensado que ofrece la base para desarrollar y comprender, la apropiación humana de la naturaleza”. (CRIADO BOADO, 1996a). De esta forma, la arqueología del paisaje se interpone mediante el desarrollo de una descripción deconstructiva del paisaje de tal forma que permite aislar los elementos y relaciones formales que lo constituyen. (CRIADO BOADO, 1999). En resumen, la arqueología del paisaje desarrolla tres análisis básicos, a partir del paisaje como producto social conformado por determinadas dimensiones del paisaje: a. El paisaje como entorno físico: Corresponde a la matriz medioambiental de la acción humana o arqueología social. b. El paisaje como entorno social: Es el paisaje representado por el espacio como entorno social o medio construido por el ser humano, corresponde a las relaciones sociales entre los individuos y sus grupos, o arqueología social de paisaje que sirve para comprender la aprehensión o apropiación humana de la naturaleza (CRIADO-BOADO, 1996). c. El paisaje como entorno simbólico: A partir de Ingold (1986), el paisaje como entorno simbólico es la representación del espacio como entorno del pensamiento, o medio simbólico como base para el desarrollo, la comprensión y la apropiación humana de la naturaleza, o “arqueología del paisaje imaginario” o simbólica. (CRIADO BOADO, 1999)

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Dimensiones del Paisaje

ESPACIO FÍSICO MATRIZ AMBIENTAL REALIDAD DADA

PAISAJE ESPACIO

ESPACIO SOCIAL MATRIZ RELACIONES

SIMBÓLICO MATRIZ MENTAL REALIDAD IMAGINADA

REALIDAD NUEVA

Fuente: Elaboración propia a partir de los conceptos de Felipe Criado-Boado

Las aproximaciones del Concurso y la amenaza de pérdida del Paisaje Cultural Cafetero Ahora bien y como contraparte, según el documento del Consejo de Política Económica y Social, CONPES 3803, “Política para la Preservación del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia”, los factores que ponen en riesgo el PCCC son:  Deterioro, pérdida y falta de apropiación social del patrimonio cultural del PCCC.  Disminución del área cultivada en café por el incremento de la rentabilidad de usos alternos del suelo y de las edificaciones.  Baja rentabilidad económica de la caficultura.  Poca resiliencia a los efectos del cambio climático y la contaminación ambiental.  Reducción de la facilidad de acceso y desplazamiento para el desempeño de actividades asociadas al turismo y el comercio del café.  Vulnerabilidad del Valor Universal Excepcional del PCCC por actividades extractivas y grandes proyectos de infraestructura.  Efectos negativos y pérdidas por amenazas de riesgos y desastres. Con este antecedente y como respuesta a una exigencia de escalas o niveles de análisis de las bases del Concurso, en las propuestas ganadoras se aportaron una serie de ejemplos para la comprensión del proceso de antropización del territorio en el ámbito regional y local a partir de la caracterización productiva y biodiversa de unidades de paisaje, de la composición de los pisos térmicos y ecotopos. Por su parte, el proyecto ganador localiza la solución posible en el estado del arte de los análisis económico-productivos de la escala geográfica de la región del PCCC y del departamento del Quindío, en los análisis de conectividad y flujos de capitales relacionados con la Cuenca del

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Pacífico, la importación–exportación de insumos y materias primas para la construcción del PCCC inscrito en las redes (tangibles e intangibles) del capitalismo del siglo XXI. Adicionalmente, en el ConvivE IX se asiste a un reconocimiento sorprendente del grave problema del relevo generacional en el PCCC. Con una edad promedio 55 años, los caficultores del PCCC afectados por la influencia de la modernización y la escasa competitividad local del negocio del café ante el mercado global, ven como los jóvenes de la región no desean trabajar como caficultores. El trabajo colectivo como producto social asociado al cultivo del café, que como forma de vida transformó un territorio nuevo de paisaje cafetero centenario y sus saberes, dado que enfrentan otro factor que pone en riesgo el PCCC y se denomina “relevo generacional”, el cual representa la pérdida del caficultor como parte de la cadena productiva de la región.3 En las propuestas para el ConvivE, se desarrollan esquemas de vinculación de la productividad y el trabajo de los caficultores hacia atractores o nodos agrícolas enlazados con la vivienda rural y la conectividad de los centros poblados del municipio de Circasia que motiven la apropiación y arraigo de los jóvenes emprendedores del PCCC. Asimismo, en términos del atributo general del paisaje vivo y su relación con la urbanización sostenible, en el ConvivE IX se han destacado, en varias de sus propuestas, la instalación de sistemas colectivos de tratamiento de aguas grises y de circulación de aguas lluvias, y la coexistencia y vinculación de las microcuencas del terreno de intervención al diseño urbano, un conocimiento de los servicios ecosistémicos en unidades de paisaje que mediante su duplicación permite una reconstrucción posible. Por otra parte, en relación con los efectos negativos y pérdidas por amenazas de riesgos y desastres en el PCCC, estos tienen que ver con los fenómenos de remoción en masa, las erupciones volcánicas y los movimientos sísmicos. En una región afectada por el sismo de 19994, con claras evidencias sociales y trazas culturales muy profundas a raíz de este evento, no ocurre lo mismo frente a la actividad volcánica. Si bien se reconoce la experiencia del desastre de Armero causado por el evento del Volcán Nevado del Ruiz, no existe una presunción cultural de las trazas de los eventos volcánicos, se puede referir más a una “convivencia cotidiana” en el caso de Manizales ante la alerta naranja de la actualidad. Por tanto, la inminencia del evento volcánico del Volcán Cerro Machín (VCM) es prácticamente desconocida. Como parte de la agenda de las Corporaciones Autónomas Regionales, la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo y Desastres, UNGRD, a partir de la memoria científica elaborada por Ingeominas (2003), los eventos volcánicos del Cerro Machín tienen ocurrencia cada novecientos años. Hoy, nos ubicamos exactamente en el periodo que comprende el año 900 de la última actividad. Por sus características, el VCM se caracteriza por ser un edificio explosivo, cuyo mapa de amenaza y riesgo arroja la marea piroclástica en dirección occidental arrasa por completo el Paisaje Cultural Cafetero del Quindío, afecta los municipios de Calarcá, La Tebaida, Montenegro, Circasia, Armenia, Córdoba, Filandia, Salento, y en Valle del Cauca en su polígono central llega a intervenir los municipios de Sevilla y Caicedonia. Los estudios dimensionan el impacto hemisférico, regional y local del Volcán Cerro Machín, comparable con los eventos del Volcán Pinatubo en Filipinas en 1993. Por lo tanto, debe pensarse en las acciones preventivas del riesgo no mitigable, pero asimismo en las políticas de manejo adaptadas a las situaciones inminentes descritas, tanto en ordenamiento territorial, ambiental, paisajístico y de apropiación del patrimonio. En la actualidad 3

Se identifica como uno de los factores que afectan la conservación del bien, según el Plan de Manejo del PCCC (MINCULTURA, 2011) 4 25 de enero de 1999, con una magnitud de 6.2 grados en la escala de Richter

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el VCM, perteneciente al sistema volcánico del Volcán Nevado del Ruiz (VNR), de acuerdo con el Boletín Semanal de Actividad del Volcán Cerro Machín 5, el VCM presenta alerta “Nivel Amarillo de actividad ó (III): cambios en el comportamiento de la actividad volcánica (…) durante esta semana el volcán Cerro Machín, continuó registrando actividad de tipo volcano-tectónica, relacionada al fracturamiento de roca dentro del edificio volcánico. Esta actividad presentó niveles energéticos muy bajos con magnitudes inferiores a 0.5. Con relación a los demás parámetros monitoreados no presentaron cambios significativos.” Nivel de alerta y estado de la actividad

Fuente: Servicio Geológico Colombiano. Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales.

La posición manifestada aquí lejos de ser apocalíptica es la de poner en el mapa la situación que guarda esta amenaza ante el PCCC. La cual podría iniciar por establecer una política clara para la gestión del riesgo, y no esperar a tener el evento encima para gestionar la política. Tal es el caso del Conpes del Volcán Galeras 6, el decreto 3905 de 2008 para la implementación del Plan de Reasentamiento en la Zona de Amenaza Volcánica Alta (ZAVA) del Volcán Galeras, declarada como zona de desastre por el Decreto 4106 de 2005 y el Conpes del Nevado del Huila7, desarrollados a partir de los eventos ocurridos.

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Servicio Geológico Colombiano a través del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, 28 Abril al 04 de Mayo de 2015. http://www2.sgc.gov.co/Manizales.aspx. Consultada el 11 de mayo de 2015. 6 7

Conpes 3501 de 2007 Conpes 3667 de 2010.

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Mapa de amenaza del Volcán Cerro Machín y el PCCC

Fuente: IGAC-Federación Nacional de Cafeteros de Colombia

Las aportaciones para la reconstrucción del Paisaje Cultural Cafetero Con base en lo anterior, cabría preguntarse por la necesidad, de aquí a 50 años, por la reconstrucción del PCCC, favorecido en su configuración de suelos volcánicos fértiles para la producción de un café de alta calidad y la biodiversidad del paisaje. Considero una aportación para la reflexión de las bases fundamentales de la reconstrucción del PCCC los hallazgos del Concurso ConvivE IX. Algunas de las propuestas del ConvivE IX desarrollan modelaciones de reconstrucción del paisaje, para esto se requiere de una sensibilidad muy particular frente al entendimiento e interpretación del PCCC y el resultado es muy valioso: a manera de una arqueología del paisaje, y tal vez siendo necesaria una investigación científica posterior, el Concurso revela estratificaciones en modelos que comprimen las unidades del paisaje en los ecotopos más representativos, disponiéndose de acuerdo a las características fisiogeográficas del paisaje, agrupados por secuencias o superpuestos de acuerdo a la altitud. Se evidencia en las propuestas más destacadas, el desarrollo de una concepción espacial del paisaje cultural que utiliza como recurso una especialización multidisciplinar de los equipos participantes. A partir del ConvivE, y con una noción clara de los efectos de la variabilidad climática, se identifican modelos de reconversión del paisaje, el desarrollo de tipologías de predios productivos

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compatibles con la actividad agrícola sostenible, se plantean escenarios de evolución del paisaje vivo desertificado, al paisaje recuperado y conservado, se generan propuestas para la recuperación patrimonial natural-cultural. Y como respuesta a las formas de apropiación de la dimensión simbólica del paisaje, se reconoce el valor patrimonial de la producción de la guadua, del café, del cuidado del agua, de la apropiación de los materiales para la construcción arquitectónica. Los otros paisajes culturales en Colombia Existen en la lista tentativa de Unesco8 una serie de iniciativas del gobierno colombiano que se encuentran en proceso, algunas con mayor énfasis por su avance reciente a cargo del Ministerio de Cultura (resaltados en negrilla). En el trabajo de estas declaratorias, se ha podido encontrar oportunidades para dirigir a futuro la construcción de una política específica por la preservación del patrimonio y la aplicación de condiciones de conservación de los paisajes culturales, a partir de vacíos que se han abierto a partir de la experiencia del PCCC y que se pueden tener en cuenta para la definición, tratamiento y manejo de otros territorios igualmente significativos. Entre los sitios que representan ejemplos destacados de arquitectura y urbanismo con una referencia territorial se tienen: El Canal del Dique, que posee unas implicaciones históricas, de manejo ambiental y de ingeniería hidráulica notables, además de los retos e implicaciones futuras en materia de transporte logístico y desarrollo económico y del turismo. La Infraestructura de la United Fruit Company, la cual representa el territorio de la Masacre de las Bananeras, narrada en “Cien Años de Soledad” y el impacto de la planificación de los asentamientos industriales, ferroviarios y de vivienda en esta región del Magdalena. Extendida a los municipios de Aracataca, Ciénaga, El Retén, Fundación, Pueblo Viejo y Zona Bananera (municipio creado con este nombre en 1964), y que incluso tiene manifestaciones en el Barrio Prado en el Distrito de Santa Marta. El Sistema Hidráulico Prehispánico del Río San Jorge, un territorio transformado por el trabajo colectivo de los pobladores de la cultura Zenú, representa un enclave geográfico dentro de un paisaje cultural de grandes dimensiones, en la confluencia del paisaje cultural de La Mojana y de la Depresión Momposina, que entre ellas constituyen una de las reservas de agua más grandes del mundo. Catalogados como paisajes culturales se tienen en la Lista tentativa de Unesco: el Desierto de la Tatacoa, la Vivienda Vernácula Palafítica de la Ciénaga Grande de Santa Marta y de la Ribera del Río Atrato y los Pueblos de la Sal (que resaltan la arqueología y el patrimonio de la explotación salina prehispánica en Nemocón, Tausa y Zipaquirá), éste último en desarrollo por la Secretaría de Cultura de la Gobernación de Cundinamarca. En cuanto a las iniciativas del patrimonio mixto se tienen: La Cuenca Baja del Río Chicamocha, localizado en los municipios de Barichara, Cepitá, Curití, Jordán, Los Santos, Molagavita, Piedecuesta y Villanueva, territorio que cuenta con valores históricos, geológicos, arqueológicos y naturales y evidencias de procesos del poblamiento del 8

http://whc.unesco.org/en/tentativelists/state=co

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cañón desde el siglo XII, existencias del intercambio cultural entre la población indígena y el proceso colonial, así como la concentración de restos arqueológicos en el sitio de Los Santos. La iniciativa unificada de los Parques Nacionales Tayrona, Sierra Nevada de Santa Marta y su Conjunto Arqueológico (antes Ciudad Perdida-Buritaca 200) y el sitio del Sur de la Provincia de Ricaurte, localizado en los municipios de Arcabuco (Provincia Ricaurte bajo), Chíquiza (Provincia centro), Gachantivá, Ráquira, Sáchica, Santa Sofía, Sutamarchán, Tinjacá, Villa de Leyva, territorio que cuenta con bienes naturales como el Santuario de Fauna y Flora de Iguaque, restos geológicos, paleontológicos, restos de la cultura material arqueológica, manifestaciones arquitectónicas y urbanísticas, y las manifestaciones inmateriales ligadas a las actividades y oficios relacionadas con el manejo de las fibras agrícolas que denotan valores excepcionales resultado de los procesos de intercambio cultural y de aprovechamiento del territorio. Por otra parte, debe reconocerse que los sitios arqueológicos declarados como patrimonio cultural de la Nación e inscritos en la Lista de patrimonio mundial, responden a un territorio transformado simbólicamente por el hombre y por lo tanto a un paisaje cultural. Entre estos se tienen los parques nacionales arqueológicos de San Agustín e Isnos y Tierradentro. Estos sitios patrimoniales para su preservación deben tratarse y manejarse complementariamente como paisajes culturales. Por último, debe hacerse un reconocimiento a la importante aportación académica y formativa por parte de las Universidades ganadoras del Concurso, y por aquellas que enriquecen la discusión del Concurso con su participación, tanto nacionales como extranjeras. Estas facultades de arquitectura y urbanismo están formando una escuela, puesto que han construido equipos multidisciplinares que relacionan al arquitecto-diseñador con la biología, la geografía, la antropología, la arqueología; y sobre todo se destaca la innovación en la forma de aprender arquitectura enfrentada al paisaje y el reto del ordenamiento territorial: han superado paradigmas escalares que suelen limitar el proyecto educativo de las facultades, han desarrollado lenguajes y procesos de representación que trascienden las formas tradicionales de enfrentarse al proyecto.

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CÉSAR AUGUSTO VELANDIA SILVA www.unal-co.academia.edu/CesarVelandia 7 de abril de 1969 Arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, 1991. Tiene estudios de Doctorado de Urbanismo en la Universidad Politécnica de Cataluña, becado por la Agencia Española de Cooperación Internacional. Magister en Desarrollo Urbano y Sistemas de Información Geográfica de la Universidad Iberoamericana en México.

Perfil

Consultor con experiencia en el sector público y privado por más de 15 años en México, en materia de planeación urbana y regional, ordenamiento territorial, vivienda e infraestructura, sistemas de información geográfica y desarrollo inmobiliario. Docente con experiencia en la Universidad Iberoamericana en México y Pontificia Universidad Javeriana en Colombia. Actualmente es profesor de la Maestría en Planeación Ambiental de la Universidad Tecnológica de Bolívar en Cartagena de Indias. Adicionalmente se desempeña como asesor del Ministerio de Cultura en la Coordinación del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia, inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial en 2011 y desarrolla una tesis doctoral en Geografía y Ordenación del Territorio en la Universidad de Alicante en España.

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