FILOSOFÍA DE VIRGILIO DE CÓRDOBA. ARISTOTÉLICO-AVERROÍSTA DEL SIGLO XIII. EDICIÓN DEL TEXTO LATINO Y TRADUCCIÓN CASTELLANA. INTRODUCCIÓN Y NOTAS

La Filosofía de Virgilio de Córdoba debe situarse en el ámbito cultural de aquella Toledo multiétnica y multicultural, centro del saber y del renacimiento peninsular del siglo XII, donde se encontraron por primera vez el pensamiento cristiano y la ciencia y la filosofía griegas trasmitidas por los árabes. Como obra filosófica, pertenece a la categoría de tratados que se escribieron bajo el influjo del naturalismo aristotélico que tuvo su origen en la difusión de los libri naturales del Estagirita traducidos y comentados, primero, por Avicena y, después, por Averroes. No sabemos quién fue “Virgilio de Córdoba”, cuya obra, según el Explicit del manuscrito del siglo XIV en que se conserva, se tradujo en Toledo del árabe al latín en 1290. Hoy día, sin embargo, se cree que el nombre del autor no es más que el pseudónimo de un avispado “escolar” toledano, que lo escogió, entre otras razones, para esconder su identidad de clérigo heterodoxo y nigromante. Como representante del aristotelismo averroísta, Virgilio se presenta con una personalidad polifacética, ambivalente y ofuscada por otros intereses personales, que le llevaron a profesar más bien una modalidad de naturalismo averroísta de índole popular, antes que el culto y filosófico. Esta versión popular del naturalismo aristotélico fue entrelazada con las artes teúrgicas, la Nigromancia, o Refulgentia, el Arte notoria y la Demonología, resultando de esta combinación una obra singular y en muchos aspectos hasta única. Su fondo ideológico y cultural es, por un lado, el de la filosofía natural, la ciencia aristotélica y los debates académicos, y por otro, el mundillo de la magia negra de los zocos, especialmente el toledano, en el que se respiraba el ambiente relajado proveniente del naturalismo determinista de índole averroísta sin que el entorno humano percibiese sus refinamientos filosóficos. De hecho, la obra delata el naturalismo nigromántico popular, burdo y callejero, con un énfasis casi exclusivo en el instinto natural del placer sexual, la procreación y la supervivencia de la especie, como necesidad instintiva de todo animal de perpetuarse. No hay que pensar, por tanto, que nos hallemos ante un tratado de filosofía, ni aristotélica ni averroísta, sino más bien ante un almodrote de doctrinas cristiano-rabínicas impregnadas de un naturalismo aristotélico-aviceniano que, llevado hasta las últimas consecuencias, tuvo serias repercusiones en la moral individual que, al final, dieron paso a posiciones heterodoxas que rayan en un crudo libertinaje sexual. Es en este campo donde su obra reviste una importancia particular por ser testigo de una corriente filosófica, el aristotelismo heterodoxo, o averroísmo latino, que en España no ha sido muy reconocida, pero que sin duda se infiltró en el pensamiento filosófico y en la cultura popular del siglo XIII, y más tarde influirá en la obra literaria de los dos arciprestes, el de Hita y el de Talavera, seguidos de infinitas ramificaciones.