Figueres, el Palidejo y la resistencia popular

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Descripción

Ponencia inédita. IV encuentro costarricense de psicología de la liberación. Campus Omar Dengo, Universidad Nacional. Heredia, Costa Rica, 2012

Figueres, el Palidejo y la resistencia popular. Ernesto Herra Castro* Durante los últimos meses, años y, para ser más exactos, las últimas tres décadas, en nuestro país se han ampliado los frentes de lucha social y popular como un claro reflejo del incremento de las contradicciones económicas y sociales que experimenta la dinámica de la economía-mundo capitalista y que se manifiesta en el ámbito local-nacional. Estas luchas sociales y populares se han expresado a través de la defensa de los derechos sociales, humanos y ambientales, promovidos por sectores muy diversos de la población, que reclaman justamente lo que les han quitado o lo que nos les han reconocido. Las huelgas en la defensa de las pensiones de las y los educadores, convocadas por el Magisterio Nacional durante la década de los años 80; las movilizaciones populares en defensa de la instauración y aplicación de los Programas de Ajuste Estructural durante la misma década; las movilizaciones sociales en defensa del Instituto Costarricense de Electricidad, que se hicieron más que evidentes en el año 2000, ante el impulso del proyecto denominado “Combo del ICE”; y más recientemente, las movilizaciones sociales en defensa de la soberanía nacional, que podemos identificar en la lucha contra el TLC entre Centroamérica, los Estados Unidos y República Dominicana, han dejado claro que la actual fase del capitalismo ha puesto en la mira a cada una de las instituciones solidarias gestadas desde el Estado, impulsadas por la clase trabajadora costarricense durante la segunda mitad del siglo XX, así como las Garantías Sociales, incluidos derechos laborales como la jornada de 8 horas y el salario justo, logradas sólo a través de inmensas movilizaciones obreras durante las primeras décadas del siglo XX. Si bien, estos elementos se expresan claramente en el ámbito nacional, la urgencia de establecer una lectura regional e internacional del actual contexto de luchas sociales y rebeliones populares, permite identificar en las contradicciones económicas y sociales existentes, la potencialidad antisistémica de replantear las formas de organización económico-social imperantes. De lo que se trata aquí, un poco, es de tener claridad de que las luchas que se experimentan en el ámbito nacional están estrechamente vinculadas con las luchas sociales y populares que se disputan en Europa, el Medio Oriente o Wall Street, sin pensar, ni por un momento, de que son las y los “indignados” los únicos que enfrentan, a escala planetaria, la actual ofensiva capitalista.

* Académico

Escuela de Sociología

Los elementos que han dado origen a las tensiones sociales alrededor del mundo son diversos. Sin embargo, sin afán de reduccionismos y determinismos, crisis económica tras crisis, se deja en evidencia que el objetivo general del capitalismo está planteado sobre la base del recrudecimiento de las condiciones de explotación capitalistas y de la destrucción de los referentes solidarios que dan, aún a la fecha, soporte a las y los trabajadores en distintos contextos regionales del plantea. Dado que las instituciones públicas generan, en teoría, beneficios colectivos, su noción es anticapitalista y atenta contra la dinámica del mercado. ¿Solución? Destruirlas. Apoyados en la inmoral legalidad de un modelo económico-político que evidencia lo obsceno e insostenible de su lógica, la actual fase de recrudecimiento imperialista, denominada neoliberalismo, se ha enquistado en la dinámica de la economía-mundo capitalista no como una decisión consciente de la población que soporta los embates de la crisis estructural del capitalismo, sino como una de las fases más oscuras de la racionalidad occidental, en la cual la imposición doctrinaria liberal, carente de criterio científico, se dedica a imponer por la ley o el garrote las consignas del “libre comercio” aún cuando la realidad empírica evidencia que el comercio cada vez es menos libre, es más concentrado e intransigente con la especie y el planeta. Si bien, ya durante el siglo XIX Marx y Engels establecían un serio llamado a la internacionalización de de las acciones reivindicativas de los derechos de la clase trabajadora, hoy queda en evidencia que la transnacionalización de los movimientos sociales y populares es un imperativo ante la actual dinámica de transnacionalización de las condiciones de explotación capitalista que experimentan tanto el medio ambiente como las inmensas mayorías de desposeídas y desposeídos alrededor del plantea. Las formas de aplicación de la política neoliberal ha sido el resultado de un largo proceso de intromisión colonial e imperialista en contextos tan específicos y diversos en lo cultural, lo histórico y lo político como lo son el Medio Oriente y la región centroamericana. Sin embargo, ha sido gracias a la incorporación de estas regiones, dado su aporte de inmensos contingentes de materias primas y fuerza de trabajo, que el capitalismo de siglo XIX logró ampliar los circuitos de reproducción capitalista durante el proceso del tránsito entre el capitalismo y su fase superior: el imperialismo. Las actuales condiciones de recrudecimiento de las condiciones de explotación laboral se han logrado, principalmente, a través del incremento de la inestabilidad económica que se extiende a escala planetaria y que se posiciona como el “coco” contemporáneo en las mesas de los hogares de las y los trabajadores de mundo entero. Lo curioso del caso es que esta inestabilidad es producida, precisamente, por la imposición de un modelo económico planetario, que ha trasladado a las y los trabajadores los costos de una crisis que no era suya, pero que hemos pagado de diversas formas durante los últimos doscientos años. Si bien, la explotación de la fuerza de trabajo local, llámese Costa Rica o Libia, parecería tener poca representatividad respecto de la magnitud de la crisis que

enfrenta en la actualidad el capitalismo a escala planetaria, ha sido precisamente la crisis estructural del capitalismo la que ha obligado a los consorcios transnacionales a adoptar mecanismos transnacionales para valorizar el desproporcionado capital ficticio existente (subrayado por el increíble sentido ilógico y contradictorio que resulta tan sólo pensar que en el capitalismo el capital inexistente cobra vida propia). De lo que se trata aquí es de intentar paliar la crisis económica que atraviesa el capitalismo con el incremento de la explotación de las y los trabajadores independientemente del contexto local en el que se sitúen. De esta forma los consorcios transnacionalizados respaldan, en apariencia, el valor que ha sido generado a través de la generación de empleo y, su consecuente apropiación de plusvalía. Sin embargo, la apropiación de la plusvalía absoluta y relativa no permite valorizar el valor a la misma velocidad en que el capital ficticio es reproducido, por lo cual el incremento de las condiciones de explotación se constituyen en un imperativo del capitalismo en nuestros días. De esta forma la imposición de criterios y condiciones laborales que atentan con el cumplimiento efectivo de los derechos de las y los trabajadores costarricenses (como lo es el derecho a tener educación de calidad, salud de calidad, un entorno de calidad) se posiciona como la principal garantía que otorgan los sectores que administran y controlan el Estado a través de los poderes de la República, a los consorcios financieros transnacionalizados, al sellar lo que han culminado por denominar “alianzas estratégicas”, lo cual no es más que la garantía de un sector específico de la burguesía criolla, vinculada a la política oficial, de tener un papel privilegiado respecto de la adquisición de acciones, administración o la ejecución de “consultorías” (AHORA QUE ESTÁ DE MODA) en sectores estratégicos del desarrollo nacional (muelles, parque nacionales, carreteras, hospitales de la seguridad social, fármacos, importación de alimentos, importación de agroquímicos, construcción, educación privada, seguridad privada, extracción de piedra caliza, control de recursos hídricos, explotación minera y otros). Lo anterior permite identificar cómo la crisis económica que atraviesa el capitalismo, de la cual el incremento del flujo de capital especulativo tiene una inmensa responsabilidad, intenta valorizar el capital ficticio existente a través del traslado de dicha crisis a las y los trabajadores y las instituciones solidarias edificadas para solventar sus necesidades más básicas. El recrudecimiento de las condiciones de vida de la población española, mexicana, costarricense o Libia no son, sino, el resultado de la intensificación de la lógica del “libre comercio” de los últimos 30 años. La concentración monopólica, la imposición doctrinaria carente de rigurosidad metódica, debate, análisis o posibilidad de toma de decisiones, son los principales indicadores de que en el dogmatismo mesiánico liberal las cosas andan mal y que su ciega confianza en la macroeconomía nos ha pasado a todas y todos la factura. De esta forma, el neoliberalismo, como actual fase del desarrollo del capitalismo, ha garantizado la imposición política de los criterios económicos dictados por los principales consorcios transnacionales que, en alianza con los distintos sectores de las burguesías nacionales, aliadas históricamente con el poder, han pactado la explotación de las y los trabajadores alrededor del planeta, no

sin antes garantizarse un papel privilegiado con la privatización de las ganancias que se fundamentan en la socialización de las pérdidas. Atendiendo lo anterior no es difícil comprender por qué los ejemplos antipatriotas de los expresidentes Miguel Ángel Rodríguez, Rafael Ángel Calderón Fournier o José María Figueres Olsen están vinculados profundamente con la crisis institucional de los principales referentes solidarios construidos por las y los costarricenses durante el siglo XX (por lo cual esperamos que la historia los recuerde). Así como tampoco es de extrañar que las actuales revueltas populares que se expresan en el Medio Oriente surjan también como el resultado consciente de quien comprende que las condiciones de explotación laboral que se identifican en los distintos contextos del planeta son el resultado de la aplicación de la política económica promovida por los principales centros imperialistas, la cual sólo tiene efecto en los contextos nacionales a través del ejercicio monopólico del poder, que se han garantizado aquellos sectores que pactaron históricamente con la política imperialista desde el siglo XIX. DISCUSIÓN FIGUERES, EL PALIDEJO Y LA RESISTENCIA POPULAR CON EL AUDITORIO. El actual contexto de crisis económica ha logrado trasladar sus costos a un total de 200 millones de trabajadores que se encuentran desempleados en todo el mundo; a más de 900 millones de personas que viven por debajo de la línea de pobreza. “De estos, 23,8 millones habitan en Europa y 16,5 en la llamada zona euro, en cuyos países no hubo por décadas tales registros, índices descontrolados en el sector” (Gutiérrez, 2012). “Las medidas que ahora se aplican en Europa para ajustar las finanzas son las mismas que hace varios años se tomaron en América Latina cuando la crisis tocó a la puerta. Semejantes resultan estas medidas, sea en la década de los 80 o los 90 del siglo pasado: flexibilización laboral, reducción del costo de la mano de obra, eliminación de normas que dificultaban los despidos o procuraban estabilidad laboral, congelación e incluso reducción de salarios, incremento de los años de trabajo para acceder a una pensión, privatización de bienes públicos estratégicos, etcétera” (ídem). En el caso de la región centroamericana, la estandarización del programa neoliberal aplicado estuvo articulado por diez puntos: “recortes de los gastos en políticas sociales e inversiones, con el objetivo de `equilibrar´ el presupuesto estatal; prioridad en los gastos públicos del pago de los intereses de las deudas externa e interna; reforma fiscal; flexibilización del mercado financiero para la presencia de bancos internacionales y eliminación de las restricciones al flujo de capital especulativo internacional; equiparación de las monedas nacionales al dólar; eliminación de las restricciones a la inversión extranjera; programa de privatizaciones; desregulación de las actividades estratégicas (minería, transporte; prospección) y de las relaciones laborales (reformas);

nueva ley de patentes, acorde con las exigencias internacionales” (Silva, 2006: 6-7). Lo anterior fue posible a partir de la aplicación de tres ejes medulares: a) “… constituir a las exportaciones en la fuente fundamental del crecimiento…”, lo que lleva a políticas como el estímulo de “aperturas incondicionales” al capital transnacional y el sobreacento en la “competitividad”; b) reducir drásticamente el ámbito de acción del Estado y propiciar la privatización de toda suerte de actividades productivas y servicios…; y c) jerarquizar por encima de cualquier otro objetivo la preservación de los “equilibrios macroeconómicos” (sobre todo, en materia de presiones inflacionarias y de las cuentas fiscales y externas) (Ezcurra, 1997: 18-19). Si bien “la subordinación de las élites económicas y políticas burguesas a los dictados de los ajustes estructurales del imperialismo” (Silva, 2006: 6) en la región centroamericana, la implementación de la agenda neoliberal, permitió cohesionar los intereses de los sectores de la burguesía regional con los provenientes de las principales potencias imperialistas. De esta forma es posible identificar una mayor articulación de los intereses económicos de los grupos empresariales centroamericanos y los sectores políticos que administran los distintos Estados centroamericanos. Lo que ha garantizado que los principales grupos económicos de la región hayan logrado amasar inmensas fortunas producto de su relación con las estructuras políticas (Bull, 2005). Estos grupos económicos, articulados política y económicamente entre sí y con el imperialismo, han logrado consolidar a la región centroamericana como aquel espacio geográfico del continente americano donde mayor se acentúan las contradicciones sociales y económicas (Estado de la Región 2011). Este elemento particular permite comprender porqué el incremento acelerado de un inmenso sector que constituye el bloque de lo que podría denominarse como “los nuevos pobres”. Sin embargo, también significa que hay un nuevo sector de la población regional que ha logrado consolidar inmensas fortunas económicas a partir del vínculo cercano que han establecido con la administración del Estado. Hoy, los principales grupos de poder económico se han logrado consolidar en toda la región centroamericana a partir de una mayor integración con los principales centros económicos del transnacionalismo financiero y atentan contra la vida misma de las y los trabajadores, sus instituciones y el medio ambiente. Entre los principales grupos de poder económico que están articulados en esta lógica podríamos identificar: el Grupo Adoc (El Salvador), Agrisal (El Salvador), Banco Agrícola (El Salvador), Banistmo (Panamá), Cabcorp (Guatemala), Cervecería Centroamericana (Guatemala), Carrion (Honduras), Corporación Supermercados Unidos (Costa Rica), Cressida (Honduras), Cuscatlán (El Salvador), Durman Esquivel (Costa Rica), Sama (Costa Rica), Motta (Panamá), Pellas (Nicaragua), Poma (El Salvador), Taca (El Salvador), Novella (Guatemala).

En el caso particular del Medio Oriente, la táctica utilizada para consolidar el poder político fue la instalación de estructuras monárquicas corruptas, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que han pactado sistemáticamente con la política imperialista1 . ‑

En la actualidad el Medio Oriente, caracterizado por una profunda unidad lingüística y cultural forjada a través de los siglos, experimenta una escalonada de movilizaciones y reivindicaciones populares producto del agotamiento de un sistema político que ha pactado sistemáticamente con el imperialismo. De manera dramática a la tensión social existente en la región, se ha sumado la intervención imperialista de Europa y los Estados Unidos a través de la OTAN, los cuales, al encontrarse sumidos en la que quizá sea la peor crisis económica que haya experimentado el capitalismo a través de su historia, no han desaprovechado la oportunidad para dirigir una ofensiva colonial revestida como “lucha por la libertad, la democracia y los derechos humanos” (El Nuevo Herald, 2010), tal como la ha denominado el presidente estadounidense Barak Obama. Lo verdaderamente dramático de la situación es son los mismos países imperialistas que hoy invaden el Medio Oriente, quienes, en discurso, colaboran para la “liberación” del Medio Oriente, teniendo por supuesto claro de que son los mismos países que han definido la política imperialista para la región por más de tres décadas los que mantienen en la miseria a más de la mitad de la población del Medio Oriente, (datos estimados por UNDP (2009)). El suicidio del joven tunecino Mohamed Bouazizi, de 27 años de edad, el pasado 17 de diciembre de 2010, fue el detonante de un sentimiento de frustración colectiva que ha desbordado la dinámica sociopolítica del Medio Oriente. Lo que está aún por verse son los alcances potencialmente revolucionarios de la actual rebelión que se posiciona sobre dicha región. Lo cierto del caso es que hoy, más que nunca, los movimientos sociales y las luchas populares deben lograr establecer, claramente, una lectura y una praxis internacionalista, principalmente, porque el capital está internacionalizado y no hay posibilidad de vencer en el marco nacional cuando la política imperialista, y su aplicación local, atenta contra la vida de las y los trabajadores, la especie en general y el planeta. “Si los trabajadores alemanes piensan que la suerte de sus pares griegos les es ajena, muy poco se puede avanzar. Los llamados países desarrollados, que por tanto tiempo miraron los dramas del tercer mundo como de un planeta extraño, deben aprender la lección y aplicar celosamente el adagio de que “cuando las barbas del vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. No cabe duda de que es la hora del internacionalismo y la solidaridad de clase, de una clase que hoy suma el 99 por ciento de la población y que está en condiciones de decir “basta ya” (Gutiérrez, 2012).

!1 Es así como se pueden identificar prácticas pro-occidentales en las monarquías que, legítimamente o de forma fraudulenta se instauraron en Libia, Egipto, Yemen, Iraq, Túnez y Siria, y que en la actualidad se encuentran en Marruecos, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahrayn, Omán, Qatar y Arabia Saudita (Marín, 2011: 30).

Ante lo anterior habría que entender que el hecho de que en Costa Rica uno de cada tres trabajadores que no gane el salario mínimo estipulado por Ley; de que el aumento en los salarios del sector público no alcance el índice inflacionario; de que los intereses de la población nacional sigan sin tener respuestas; de que la lógica democrática siga beneficiando a los intereses privados y no a los colectivos; de que los mecanismos de elección popular sigan siendo violentados (tal como lo vimos en el referendo del TLC); de que la Constitución Política siga siendo violentada por quienes han jurado defenderla; de que la contradicción económica y social crezcan; de que las y los trabajadores del sector privado carezcan de posibilidades reales de sindicalización y organización gremial; de que se continúen manipulando los planes reguladores de los distintos cantones del país en beneficio de los consorcios transnacionales (como el de Holsim en Corral de Piedra, Nicoya, Guanacaste), son la manifestación de la aplicación local de la política del capital. Ante lo anterior, y con menos respuestas de cuando inicié este trabajo, me pregunto ¿Por qué no transnacionalizar nuestra resistencia?

Referencias bibliográficas Ezcurra, Ana María (1997) Globalización, neoliberalismo y sociedad civil: algunos desafíos para los movimientos sociales y populares latinoamericanos. Revista Pasos. N. 71 (Mayo-Junio). Departamento Ecuménico de Investigaciones. San José, Costa Rica. Gutiérrez, Carlos (2012, Marzo) Ayer y hoy. Entre la tragedia y la comedia. Periódico Le Monde diplomatique. P2. Silva, Luiz Fernando (2006) Ajustes neoliberales y luchas sociales: estrategias políticas en América Latina. “Marxismo Vivo” Revista de teoría y política internacional. N.13. Bartira Gráfica y Editora S.A. San Pablo, Brasil.

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