Familia y crisis del cuidado invisible en Galicia

July 27, 2017 | Autor: Benxamin Porto | Categoría: Cuidados
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Descripción

FAMILIA Y CRISIS DEL CUIDADO INVISIBLE EN GALICIA Benxamín Porto. Universidad de Vigo e-mail: porto.arroba.uvigo.es

INTRODUCCIÓN El cuidado es una actividad que forma parte de la sociabilidad humana cuyo origen se remonta a los orígenes de la humanidad. Sin el recurso del cuidado la viabilidad humana sería incierta ya que los humanos somos seres dependientes, especialmente al inicio y al final de la vida, para ser viables necesitamos la ayuda y cuidado de los demás, no así la mayoría de los animales que a las pocas horas de nacer ya son independientes. El cuidado ha sido una actividad humana construida en el devenir histórico de manera intuitiva e informal con protagonismo femenino por su relación con el cuidado y la crianza de la prole. Las mujeres dedicadas al cuidado han carecido de estatus social, en los tiempos primitivos eran esclavas y en los tiempos modernos sirvientas. Nunca hubo gremios que defendieran a las cuidadoras. El cuidado, a pesar de ser un acto fundamental para la vida, pocos autores han conceptualizado sobre el mismo. Una de las primeras aproximaciones teóricas al significado del cuidado es el formulado, a lo largo de 1800, por la fundadora de la enfermería moderna: Florence Nightingale1 en algunos de cuyos escritos plantea una teoría ambientalista del cuidado, entendiéndolo como la creación de un ambiente favorable a la acción de la naturaleza. En cambio Mª Francoise Colliere2, plantea el cuidado como una prolongación de los cuidados maternales: “los cuidados arrancan con el nacimiento, y van desde la concepción al alumbramiento y al posparto, tanto para la madre como para el niño, proceden de los cuidados del cuerpo y de los cuidados alimentarios que proceden de las prácticas iniciales y fundamentales que aseguran la continuidad de la vida”3. Para esta autora la historia de la contribución de las mujeres al desarrollo humano está por realizarse y con respecto al olvido y desconsideración social por el cuidado dice Colliere: “Este arte de cuidar insertado en el contexto de la vida cotidiana, después de haber sido objeto de desprecio y descrédito 1

Nightingale F. Notas sobre enfermería: qué es y que no es. Barcelona: Salvat, 1990. Colliére, MF. Promover la vida. Madrid: MacGarw-Hill/Interamericana, 1993. 3 Colliére, MF. “Encontrar el sentido original de los cuidados enfermeros”. Revista ROL de Enfermería 1999; 22(1):27-31. pp. 29. 2

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con la expansión del cristianismo, ha sido considerado como banal y accesorio ante la emergencia de la medicina científica o se confunde con la aplicación de los tratamientos a los que ha sido asimilado”. Plantea esta autora que los cuidados son anteriores a los tratamientos médicos, cuyo saber sistematizado se ha realizado mucho después por Hipócrates y Galeno. Si los conocimientos que dieron consistencia y sistematización a la medicina como intervención y tratamiento sobre la salud de las personas proceden de hombres, los cuidados han sido practicados desde los orígenes de los tiempos por mujeres. La invisibilidad y desvalorización social del cuidado desde los orígenes está relacionada con que sea la mujer la protagonista y con el amplio periodo misógino y de reafirmación patriarcal de la cultura helénica y su continuación con las grandes religiones monoteístas. Para Cancian y Oliver (2000: 10) la devaluación del cuidado está “relacionada con la devaluación de las mujeres”. Colliére plantea que “ser cuidado…cuidarse… cuidar… va unido y acompaña a todas las etapas de la vida humana, sin que por ello exista necesariamente la enfermedad”. “El objetivo de los cuidados es todo lo que ayuda a vivir y permite existir”. Para Colliére “Se puede vivir sin tratamientos, pero no se puede vivir sin cuidados”. “Curar no puede reemplazar a cuidar”. Los tratamientos de la enfermedad nunca podrán sustituir a los cuidados, ya que incluso cuando estos se intensifican es posible la sustitución e incluso la supresión del tratamiento. Dorothea Orem4 es otra autora que diferencia el concepto cuidar en autocuidado y cuidado dependiente. Los autocuidados son aquellas “actividades aprendidas por los individuos y orientadas para sí mismos o de cara al entorno para regular los factores que afectan o su desenvolvimiento y funcionamiento y que son provistos por las personas independientes” (Orem, 1993: 71). Cuando una persona no es capaz de satisfacer sus necesidades de autocuidados surge la necesidad del cuidado dependiente, que son aquellas “actividades realizadas por adultos responsables para individuos socialmente dependientes, resultado de situaciones como infancia, enfermedades, discapacidades, edad avanzada, etc.” Existe una distinción según quien sea el proveedor del cuidado, así hablamos de cuidado formal cuando el cuidado es prestado por profesionales u organizaciones especializadas y asalariada. El cuidado informal se produce cuando es prestado por familiares, vecinos o legos de manera intuitiva y no asalariada.

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Orem, D. E. (1993) Conceptos de Enfermería en la práctica. Barcelona: Ediciones científicas y Técnicas, SA. 2

La dimensión más conocida del cuidado es el cuidado a la dependencia de las personas incapaces de proveerse del autocuidado. Existen varias aproximaciones al concepto de dependencia, así algunos lo consideran un “nuevo riesgo social” (Guillemard, 1992), el Comité de Ministros del Consejo de Europa (1998) formula una recomendación relativa a la dependencia definida como: “La situación en que se encuentran aquellas personas que por la falta o la pérdida de capacidad física, psíquica o intelectual tienen necesidad de una asistencia y/o ayuda importante para las actividades de la vida diaria”. Casado Marín y López i Casasnovas5 definen la dependencia como “la demanda durante un período prolongado de tiempo de ayuda para realizar ciertas actividades cotidianas” (vestirse, comer, asearse...). Estas concepciones de la dependencia y de la mayor parte de la literatura están centradas en los mayores, sin tener en cuenta la dependencia infantil. En esta línea destacan los trabajos pioneros de Katz et al (1963) y Lawton y Brody (1969) que distinguen entre dos tipos de actividades relacionadas con el autocuidado: a) las «actividades de la vida diaria» (AVDs), como comer, asearse, levantarse, acostarse, vestirse; y actividades para mantener el entorno personal, y b) las denominadas «actividades instrumentales de la vida diaria» (AIVDs), como por ejemplo comprar o preparar la comida, limpiar, lavar, manejar dinero, desplazarse, utilizar el transporte, realizar gestiones, etc. Estos conceptos han servido para estudiar las capacidades de independencia de los individuos con algún grado de dependencia. Las incapacidades para el autocuidado permiten cuantificar el grado de la dependencia. La dependencia es una situación que está determinada por factores genéticos y variables como: edad, género, nivel educativo y la presencia de enfermedades6. La edad se relaciona con la dependencia en los dos extremos de la vida biológica de las personas, la infancia y la vejez, esta última como consecuencia de la pérdida general en las funciones fisiológicas (Manton et al., 1997)7, pérdidas que se aceleran notablemente alrededor de los 80 años8, así a partir de esta edad el predominio de la dependencia femenina alcanza los dos tercios del total de dependientes. El nivel educativo influye sobre conductas más o menos saludables, mejor o peor alimentación, mejores o peores condiciones de trabajo, nivel de ingresos, etc. (Manton et al, 1997). La enfermedad o pluri-enfermedades es un factor determinante de la discapacidad, como demencias, 5

Casado Marín David, López i Casasnovas Guillem. Vejez, dependencia y cuidados de larga duración. Situación actual y perspectivas de futuro. Colección Estudios Sociales Núm.6. Fundación La Caixa 2001 6 David Casado Marín, Guillem López i Casasnovas. Vejez, dependencia y cuidados de larga duración. Situación actual y perspectivas de futuro. Colección Estudios Sociales Núm.6. Fundación La Caixa 2001. 7 Manton K. G., Corder, E. y Stallard, E. “Chronic disability trends in elderly United States populations: 19821994”. Proc. Natl. Acad. Sci. USA 1997; Vol. 94:2593-2598. 8 Casado Marín David, López i Casasnovas Guillem. Op cit. 3

Alzheimer, artritis, osteoporosis, etc. Las previsiones para los próximos años son que las actuales cifras de dependencia por edad avanzada se incrementen notablemente9. Los más inmediatos recursos de ayuda para de dependencia son los miembros de la familia. La familia constituye en grupo humano configurado por una serie de valores entre los que destaca la solidaridad y ayuda reciproca en caso de necesidad, de tal manera que sus miembros son actores privilegiados para la provisión de cuidados informales que son prestados por cualquier miembro de la familia de manera intuitiva y sin que medie pago por ello, ya que formaron parte de la norma de obligación intergeneracional. De esta manera tenemos lo que llamaremos el modelo de cuidados de la familia tradicional, basado en la existencia de un grupo familiar extenso, con una división del trabajo por género y con fuertes vínculos de solidaridad entre sus miembros. Los cuidados de los miembros dependientes del grupo familiar constituyen una actividad “natural” de la mujer y sin que medie pago alguno por este servicio. Este modelo ha sido hegemónico y persiste con dificultades derivadas de los cambios en la familia. Son varios los estudios10 que señalan la persistencia de este modelo como lo muestran los datos de la investigación del CIS11 en el que el 72 % de los cuidados que reciben los ancianos provienen de su familia, fundamentalmente de las mujeres y concretamente de las hijas, mientras que un 14 % de las personas mayores de 65 años que son independientes ayudan en AVDs a miembros de su generación. Daniel La Parra (2002) define el perfil de la mujer cuidadora, como una mujer de entre cuarenta y sesenta y nueve años que pertenece a las clases más bajas, vive en un hogar con bajos ingresos, posee un bajo nivel de estudios y carece de empleo remunerado. Como consecuencia del cuidado tiene perdidas de calidad de vida en términos de bienestar material, satisfacción vital, estado de salud y oportunidades vitales. Ser cuidadora supone costes de oportunidad y riesgo de exclusión social, por no entrar en el mercado laboral con las consiguientes pérdidas de derechos sociales, la dependencia a su vez del dependiente cuidado, en algunos casos asumen la soltería para atender el cuidado familiar. Además tienen limitaciones para el acceso a los servicios sanitarios y tiene carencias de información sobre los recursos comunitarios y los mecanismos de acceso como consecuencia de su bajo nivel cultural. Los valores del citado modelo de 9

Rodríguez Cabrero G. “Boletín sobre el envejecimiento: tendencias y perfiles” [editorial]. Observatorio de Personas Mayores-Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Junio 2000, nº 2. 10 Encuesta de Nuevas Demandas Sociales (1990); García Calvente et al (1995); Panel Europeo de Hogares para España (1994); Encuesta sobre Cuidados a Mayores, CIS (1994), Bazo y DomínguezAlcón, 1995). 11 IMSERSO. Las personas mayores en España. Perfiles. Reciprocidad familiar. Madrid: IMSERSO, 1996, pp. 21. 4

cuidado familiar tradicional es un modelo eficaz para el bienestar familiar, pero asigna a la mujer los costes derivados de la actividad del cuidado. En los últimos años este modelo eficaz de cuidado familiar tradicional inicia una crisis como consecuencia del proceso modernizador y de los cambios socioeconómicos. Con la modernización y la implantación de un nuevo modelo de producción que desarrolla los sectores industriales y de servicios y pierde importancia el sector primario. Este cambio socioeconómico va a suponer la valorización de las ciudades sobre el mundo rural lo que ocasiona un fuerte proceso migratorio rural-urbano de las generaciones más jóvenes en busca del trabajo urbano industrial y de servicios. El proceso migratorio produce reasentamientos familiares, así la familia de origen generalmente sigue asentada en el espacio rural original, mientras que los hijos emigran a las ciudades y crean nuevas familias en asentamientos neolocales alejadas espacialmente de la familia de origen con las dificultades que supone el prestar cuidados a los padres. Cuando la familia de origen está asentada en la proximidad de las ciudades o existen buenas comunicaciones, facilitan espacios de territorio contiguos al hogar de origen para que las nuevas familias de los jóvenes establezcan residencias patrilocales diferenciados en la proximidad, de esta manera se mantiene una continuidad con los valores de la familia extensa, de tal manera que hijas o nueras al vivir en la proximidad procuraran los cuidados que necesiten las generaciones mayores. La división tradicional del trabajo familiar en la que el esposo/marido tiene la responsabilidad de la provisión de ingresos, mientras que la mujer/esposa, el cuidado y el servicio (Bazo MT y Ancizu I, 2004) son rechazados por la mujer, que se ocupa cada vez más de actividades laborales extra-domésticas y con incrementos continuados de la tasa de actividad laboral femenina. Esta situación lleva a que los dos cónyuges desempeñen tareas laborales extra-domésticas a tiempo completo reducen los tiempos para la reproducción doméstica y el cuidado familiar, lo que plantea el problema de compatibilizar la vida familiar y laboral. Esta situación afecta al tamaño de la familia reduciéndola drásticamente, ya que el tiempo se convierte en un recurso vital para el desarrollo familiar. Si en el pasado la familia se caracterizaba por grupos extensos (aún existen algunos restos en la Galicia rural), las nuevas familias son nucleares con uno o dos hijos y restos de familias, como los hogares monoparentales y unipersonales. La mujer asume en un primer momento la “doble tarea” (reproducción doméstica y laboral) y reclama, lógicamente, un reparto más equitativo de las tareas domésticas, lo que 5

implica que el hombre debe asumir un mayor protagonismo en las tareas domesticas de reproducción y de cuidados familiares o bien la externalización de estas tareas al mercado. Los hogares nucleares, monoparentales y unipersonales son hogares vulnerables dada la limitación de los recursos humanos por lo que cualquier contingencia como la dependencia de alguno de sus miembros afecta al funcionamiento familiar. La familia tradicional rural constituía una unidad de producción y consumo, pero con la industrialización pasa a convertirse en una unidad fundamentalmente de consumo. La Contabilidad Nacional (PIB y Renta Nacional) niega a los hogares capacidad de producción, de esta manera la producción de cualquier tipo de cuidados en el espacio doméstico “son inexistentes e invisibles” y “no constan” ya que solo se contabiliza el consumo de bienes y servicios externos al hogar. Pero todos sabemos que cada hogar familiar constituye algo así coma una microempresa de cuidados y que el conjunto de las familias configuran un sector de prestación de cuidados que supera –de manera importante– el volumen de actividad de todas las instituciones socio-sanitarias formales (MA Duran, 1999), así lo afirma la Encuesta de Nuevas Demandas Sociales del CSIC12 que concluye que el mejor sistema de atención primaria de salud siguen siendo las familias, ya que más de la mitad de las enfermedades leves se resuelven en el ámbito doméstico, mediante la ayuda de otros miembros o el recurso a los conocimientos de experiencias de enfermedades anteriores. La transformación socioeconómica afecta a cultura y a los valores sobre la familia y el cuidado. Los valores de la familia tradicional estaban basados en la idea de una sociedad de patrimonios, siendo la herencia patrimonial un recurso estratégico que funcionaba como incentivo y recompensa para la solidaridad y los servicios entre generaciones. Pero la sociedad moderna de servicios es una sociedad de rentas del trabajo (directas o subsidios), rentas que no son transmisibles, en la que el valor patrimonial, como recurso, ha perdido parte de su importancia al ser, generalmente, escaso o con poco valor. La pérdida de importancia del patrimonio como instrumento incentivador de los cuidados deja a los ciudadanos necesitados en un vacío o a merced de los servicios privados, públicos estatales o caritativos. Como apunta MA Durán13 la alternativa de un incremento de los servicios públicos estatales no parece fácil dadas las 12 Encuesta de Nuevas Demandas Sociales del CSIC, 1990. 13 Durán Mª Ángeles. Los costes invisibles de la enfermedad. Bilbao: Fundación BBV, 1999. 6

políticas de moda en el entorno y a pesar de la previsible presión social para responsabilizar al Estado en la satisfacción de las demandas de cuidados. Prueba de que esta presión existirá lo muestran los datos de las Encuesta del CIRES (1994) y la de Bienestar de la ONCE (1996-97) que responsabilizan al Estado y a las familias. La prestación de cuidados dependientes es una actividad que tiene un precio en el mercado de servicios personales y por tanto existe la posibilidad de contabilización del coste y de asalarización del servicio, pero no es una actividad económica como otra cualquiera ya que exige tiempos intensivos que afectan a los costes visibles e invisibles. Para MA. Durán14 la posibilidad de contabilizar los “costes invisibles” o “intangibles” permite desvelar los mecanismos sociales de distribución y adscripción estructural de cargas colectivas a los grupos con menor poder social. MA Durán (1999: 81 y ss.) en un ejercicio intelectual por desentrañar el significado de la palabra coste analiza el término en los diccionarios de la RAE15 y de María Moliner16, de manera que enlaza la concepción monetaria de los intercambios con los costes no monetarios, como consecuencias negativas. El que las palabras costar y constar sean la misma pone de relieve el problema de la invisibilidad, de manera que donde no hay constancia no hay coste. La probabilidad de que ciertos hechos sociales sean visibles y “consten” depende del poder social de los protagonistas para imponer la definición, a mayor poder social o prestigio mayor será la visibilidad e inversamente, cuanto menos poder y prestigio, menor visibilidad; es decir solo se contabiliza aquello que los poseedores del poder quieren hacer visible. Esta manera de ver los fenómenos tiene implicaciones políticas e ideológicas ya que contabilizar el cuidado no es solo contabilizar el tiempo dedicado, sino los costes de oportunidad para la persona dependiente, para los familiares y los cuidadores, aspectos todos de difícil contabilización. ¿Cómo se resuelve este problema? No contabilizando los componentes más importantes y pasando a denominarlos “costos intangibles” o “invisibles”. Durán observó que solo se contabilizaba monetariamente el 12 % de las horas laborales del cuidado de la salud en España (Durán, 1999:19), entonces ¿quién se ocupa del 88 % restante que no figura en ninguna contabilidad? La respuesta está en los hogares familiares que interiorizan este coste no constable. En este sentido las feministas (Harris, 1984) están contribuyendo a hacer visibles las actividades realizadas por mujeres, acentuando el discurso ideológico que reproduce el modelo de 14

Durán, MA. Op cit. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) no incluye el termino coste, sino otros como costa, costar, costear, esto nos da una idea de la complejidad de un término ampliamente utilizado. 16 Moliner Mª. Diccionario de Uso del Español. CD, 1996. 15

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relaciones sociales de la sociedad patriarcal y formulan una pregunta para la reflexión: ¿Qué pasaría si las mujeres abandonasen las actividades domésticas tradicionales? Algo de esto ya está pasando. METODOLOGÍA El marco territorial de análisis se centra en la CC.AA. de Galicia. Los datos empíricos proceden del Instituto Nacional de Estadística (INE) accesibles a través de Internet, especialmente el INEbase, la Encuesta de Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (1999), La Encuesta de Población Activa referida a los primeros trimestres de los años 1996-2004. También se utilizan datos recabados de la Web del Instituto Galego de Estadística (IGE) especialmente la Enquisa das Condicións de Vida das Familias 2001 y 2002, la Enquisa de Emprego do tempo (2002-2003), Enquisa de Consumo das familias, del año 2003, Censo de Población 2001. Hay que señalar que los datos sobre los cuidados dependientes obtenidos a partir de la Enquisa das Condicións de Vida das Familias (2002) se refieren a mayores de 18 años, por lo tanto no incluye el cuidado infantil. También se utilizaron datos del Anuario Social de España 2004 de La Caixa. Se revisaron varias investigaciones sobre los cuidados en España, como los trabajos de Mª Ángeles Durán (1999), Daniel La Parra (2002), García Calvente et al. (1993 e 1999) y otros citados en la bibliografía. RESULTADOS El Censo de población del 2001 asigna a Galicia 2.695.880 personas cuya distribución provincial se puede observar en la TABLA 1. La distribución espacial sitúa casi el 75 % de la población en las dos provincias atlánticas (A Coruña y Pontevedra), mientras que las provincias orientales (Lugo y Ourense) representan el 25 %. El índice de vejez medio es del 21’2 % (2002), mientras que las provincias orientales superan el 27 %, consecuencia de los procesos migratorios del pasado y la baja natalidad. El 46 % de los mayores viven espacios rurales, es decir en municipios de menos de 10.000 habitantes. A medida que se incrementa la edad de los mayores se incrementa su ubicación rural, así tenemos que más del 51 % de los mayores de 90 años vive en municipios rurales y el 49 % en todos los demás municipios de Galicia. Este hecho es consecuencia de la resistencia de los actuales mayores al cambio del hábitat tradicional, mientras que los hijos emigraron a las áreas urbanas. 8

En cuanto a los indicadores sociales de Galicia17, decir que están marcados por el envejecimiento, así los índices del año 2002 nos da una dependencia con tendencia al crecimiento y con cifras del 48’7 %, un índice de senectud del 11’9 % y un saldo vegetativo de -8.793 personas. La esperanza de vida en el año 2000 era de media 79’2 años, con 82’8 años para las mujeres y 75’5 años los hombres. TABLA 1. Estructura de la población de Galicia A Coruña

Lugo

Ourense

Pontevedra

Galicia

Población

1.096.027

357648

338.446

903.759

2.695.880

Hombres

525.388

173.339

161.968

433.683

1.294.378

Mujeres

570.639

184.309

176.478

470.076

1.401.502

> 65 años %

17’25

25’49

26’08

15’41

21’05

> 80 años %

4.02

6.83

7.22

3.64

5.25

Fuente IGE. Censo de 2001

El territorio de Galicia se articula en 315 Ayuntamientos, de los que el 82’22 % (259 Ayuntamientos) tienen menos de 10.000 habitantes, muchos de ellos con una tasa de crecimiento vegetativo negativo cada año y en los que se asienta el 33.9 % de la población. Los Ayuntamientos de más de 10.000 habitantes suponen el 17’77 % (56 Ayuntamientos) con el 66’1 % de la población, en los que se asientan las siete grandes ciudades que forman los polos de atracción por su desarrollo económico para la migración rural.

La estructura de los hogares se puede estudia a partir de la Enquisa de condicións de vida das familias 2002, que muestra la tipología de los hogares y el número de personas por hogar, de esta manera conocemos los recursos familiares para afrontar las necesidades de cuidados. Un análisis de estos datos permite destacar que el hogar más numeroso es el formado por pareja con hijos (38’73 %) seguido de los hogares unipersonales (20’82 %) y las parejas sin hijos (13’66 %). Las parejas con hijos han perdido dos puntos desde la anterior encuesta del año 2001, mientras que los hogares unipersonales aumentaron dos puntos.

17

Anuario Social de España 2004 de La Caixa. Disponible en URL: http://www.anuariosoc.lacaixa.comunicacions.com/java/X?cgi=caixa.anuari99.util.ChangeLanguage&lan g=es [Consulta 30/6/04] 9

TABLA 2. Tipología de los hogares en Galicia A Coruña

Lugo

Ourense

Pontevedra

Galicia

Unipersonal

20,36

23,77

26,78

17,67

20,82

Sin núcleo

2,51

2,22

2,55

2,07

2,33

Pareja con hijos

40,61

31,66

32,17

41,99

38,73

Pareja sin hijos

13,42

13,55

17,40

12,42

13,66

Monoparental

11,02

10,00

8,89

11,49

10,75

Un núcleo y otros 7,58

10,25

8,34

9,08

8,52

Varios núcleos

8,57

3,87

5,28

5,20

4,50

Fuente: IGE. Enquisa de condicións de vida das familias, 2002.

En el conjunto de Galicia, el 65% de los hogares unipersonales están ocupados por personas mayores (en Lugo 75%), cuya edad media es de 66 años (60 años para los hombres y de 70 años para las mujeres), siendo su morador inactivo en el 77 % de los hogares. La presencia mayoritaria de mayores en los hogares solitarios es ratificada por la correlación entre el índice de vejez y los hogares de un solo miembro cuyo resultado es 0’828, con significación bilateral al 0’00. La tabla 3 muestra el importante peso de la mujer en los hogares unipersonales gallegos. TABLA 3. Porcentaje de hogares unipersonales según la edad y el género

Hombres

Mujeres

Total Galicia

A Coruña

Lugo

Ourense

Pontevedra

Galicia

Menos de 65 años

18,49

17,30

23,91

16,40

18,62

De 65 o más años

14,50

26,18

14,37

14,28

16,34

Total

32,99

43,48

38,29

30,68

34,96

Menos de 65 años

17,29

10,21

8,94

16,46

14,61

De 65 o más años

49,73

46,31

52,77

52,86

50,43

Total

67,01

56,52

61,71

69,32

65,04

Menos de 65 años

35,77

27,51

32,86

32,87

33,23

De 65 o más años

64,23

72,49

67,14

67,13

66,77

Total

100,00

100,00

100,00

100,00

100,00

Fuente: IGE. Enquisa de condicións de vida das familias 2001.

Para conocer el cuidado de la dependencia acudimos a los datos de discapacidades de la Encuesta de Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (1999) del INE18 que muestra que en Galicia existen un total de 149.621 personas con alguna discapacidad que reciben ayuda personal o cuidados, de los que 124.608 (40.331 hombres y 84.277 18 INE Encuesta de Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud 1999. [en http://www.ine.es/inebase/cgi/um?M=/t15/p418/a1999&O=pcaxis&N=&L=0. [Consulta 18/6/04]

línea]. 10

mujeres) son discapacitados severos o totales19, lo que indica que existe algo más de un 4 % de la población con necesidades de cuidados intensos. Solamente en el grupo de mayores de 65 años que reciben ayuda hay 105.281 personas, lo que indica la demanda cuidadora del grupo de mayores. La discapacidad severa es siempre el doble en las mujeres que en los hombres, lo que convierte a las mujeres mayores en un grupo de intervención para los cuidados consecuencia de su mayor longevidad. TABLA 4. Personas con alguna discapacidad en relación con el cuidador principal Otro Total Galicia

149621

Porcentaje

Cónyuge Hija

Hijo

Hermana Hermano Madre Padre pariente vecino

30598 36669 6755 20.4

24.4

A Coruña

62443

Lugo

13007

1487

2130

Ourense

26128

5381

Pontevedra

48040

4.5

12426 13860 3422

Empleado, Servicios Otra

4116 2.7

388 11670 0.2

7.7

1098 0.7

24344 16.2

sociales

11345 7.5

3160 2.1

No

relación consta 4100 15376 2.7

10.2

1542

136

5951

342

10306

5690

1181

1146

6441

574

392

251

1218

0

2841

1178

400

847

1691

7157 1151

611

0

1034

589

2876

1992

1029

829

3478

11305 13522 1608

1571

0

3467

168

8320

2485

551

1279

3766

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE. Encuesta de Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud 1999. Nota: Personas con discapacidad mayores de 6 años.

La Enquisa de condicións de vida das familias 2002, publicados por el IGE hace una distinción entre cuidado a dependientes y el cuidado de niños. Según datos de esta fuente el porcentaje de personas mayores de 18 años que dedican algún tiempo al cuidado de personas dependientes adultas en Galicia es del 7’63 %. La dedicación por género presenta diferencias, así el 9’22 % de las mujeres dicen contribuir al cuidado frente a un 5´87 % de los hombres. La dedicación temporal media al cuidado es de 29’70 horas semanales, lo que supone un promedio de 4’24 horas diarias incluyendo sábados y domingos. Las mujeres dedican un promedio de 32’80 horas semanales frente a 24’35 horas los hombres. A mayor edad de la persona cuidadora mayor es la dedicación, de tal manera que a partir de los 40 años se incrementa de manera importante el número de horas dedicadas al cuidado. Así el grupo de 40 a 54 años presenta un mayor porcentaje de dedicación (10’86 %) con una media de 29’19 h. mientras que el grupo de 55 y más años dedica una media de 37’38 horas semanales al cuidado. La inactividad laboral contribuye a una mayor dedicación, contribuyendo con 37’44 horas semanales, mientras que las personas activas dedican solo 22’2 horas a la semana.

19

El INE entiende por discapacidad severa cuando se puede realizar la actividad con dificultad grave; y una discapacidad total si la actividad no se puede realizar. 11

TABLA 5. Los cuidados de las personas dependientes en Galicia Sexo Porcentaje de cuidadores**

Coruña

Lugo

Ourense

Pontevedra

Galicia

Hombres

5,48

6,93

4,37

6,49

5,87

Mujeres

7,91

10,10

8,04

10,92

9,22

6,76

8,57

6,29

8,81

7,63

25,77

19,97

27,89

23,88

24,35

33,66

31,76

40,68

30,22

32,80

30,63

27,16

36,45

28,00

29,70

1,03

1,43

1,13

1,15

1,14

3,06

2,67

2,90

3,93

3,28

2,10

2,07

2,06

2,61

2,26

Total Hombres

Media de horas semanales Mujeres dedicadas al cuidado* Total

Limitaciones para desempeñar Hombres un trabajo remunerado o Mujeres mejorarlo*** Total

Ayuda externa para el cuidado % 20,35 15,52 12,80 16,13 Fuente: Elaboración propia a partir del IGE. Enquisa de condicións de vida das familias 2002. Notas: ** Población de 14 y más años. *** Población de 16 y más años.

17,22

Un 17´22 % de los hogares gallegos reciben ayuda externa al hogar para el cuidado dependiente, en la que destacan los proveedores externos pagados directamente por la familia (41’34 % de los casos), seguido de los propios familiares (35’94 %) y a mucha distancia (12’17 %) el personal proporcionado por alguna institución pública. La provisión externa del cuidado implica costes visibles cuando la prestación es monetarizada, por lo que es de interés conocer el gasto de los hogares gallegos. Los datos del IGE. Consumo das familias (2003) indican que solo el 0’61 % de los hogares tiene este gasto con una media de 265 €, gasto que en las provincias orientales aún es menor. Los impactos de la actividad de cuidar sobre las posibilidades de mejora laboral o incremento salarial son limitados, pero afectan entre tres y cuatro veces más a las mujeres que para los hombres. Fig. 1. El cuidado dependiente por género 35

32.8

30 24.35

%

25 20 15 10

9.22 5.87 3.28

5

1.14

0 Hombres

Mujeres

% Cuidadores

Hombres

Mujeres

Dedicación media de horas/semana

Hombres

Mujeres

Limitaciones

Fuente: Enquisa de condicións de vida das familias 2002. 12

El cuidado a la infancia, teniendo en cuenta los datos del IGE. Enquisa de condicións de vida das familias (2002), las personas que dicen dedicarse al cuidado infantil suponen el 16’11 %, cuyo núcleo cuidador se sitúa entre los 14-39 años (44’80 %). Las mujeres son las principales cuidadoras de niños con un 18’20 % frente al 13’81 % de los hombres. El número medio de horas dedicado al cuidado de niños es de 32 horas semanales, lo que supone más de cuatro horas diarias. La dedicación en horas de la mujer (37’67 h.) es muy superior al hombre (23’88 h.). Los cuidados de los niños son llevados a cabo mayormente por personas en activo laboralmente (20 %) frente a un 11’59 % de personas en inactividad laboral, y también son las personas activas quienes dedican un mayor tiempo (38,12 h. semanales) frente a las 28,98 h. de los inactivos. TABLA 6. El cuidado de niños en Galicia Sexo Porcentaje de cuidan niños

personas

Coruña

Lugo

Ourense

Pontevedra

Galicia

que Hombres Mujeres

13,45

13,27

8,45

16,47

13,81

17,69

16,98

14,05

20,85

18,20

Total

15,68

15,19

11,38

18,77

16,11

25,60

16,65

27,87

23,75

23,88

40,11

28,90

39,61

37,44

37,67

34,20

23,73

35,46

31,72

32,04

0,73

1,53

1,33

4,68

7,42

6,20

2,80

4,62

3,88

Hombres Media de horas semanales de Mujeres dedicación Total

Hombres 1,52 0,85 Limitaciones de la actividad de Mujeres 6,09 4,87 cuidar Total 3,92 2,94 Fuente: IGE. Enquisa de condicións de vida das familias 2002.

El 30’31 % de los hogares gallegos dispone de ayuda externa al hogar para el cuidado de los niños. Cuanto mayor es la fuente de ingresos de los hogares mayor es el recurso a la ayuda externa. En cuanto al tipo de familias que reciben ayuda externa, destacan las familias monoparentales (45’34 %), seguidas de las parejas con hijos (36’09 %). Destaca la ayuda externa prestada por los familiares (66’55 %) seguida de la pagada por el propio hogar (19’64 %). El impacto del cuidado infantil sobre las posibilidades de mejora laboral o incremento salarial son muy pequeñas 3’88 % en el conjunto de Galicia, pero estos impactos afectan en mayor manera a las mujeres (6’20 %) que a los hombres (1’33 %).

13

Fig. 2. El cuidado infantil en Galicia por género 37.67

40 35 30

23.88

%

25 20 15

18.2 13.81

10

6.2

5

1.33

0 Hombres

Mujeres

Hombres

Cuidadores en %

Mujeres

Hombres

Dedicación media de horas/seman

Mujeres

Limitaciones

Fuente: Enquisa de condicións de vida das familias (2002).

Existen dos fenómenos que afectan a la crisis del cuidado familiar tradicional, como un nuevo modelo de relaciones familiares más igualitario entre el hombre y mujer en el seno doméstico. Este proceso de igualdad de roles de género ya se ha iniciado en las generaciones más jóvenes y las consecuencias de ello son el crecimiento de las tasas de actividad laboral femenina y el mantenimiento del trabajo extra-doméstico de la mujer a lo largo de la vida de casada (Garrido L. 1992). En Galicia se viene produciendo una tendencia sostenida de incremento de la tasa e actividad laboral femenina, mayor que la tasa de actividad masculina, que junto con el incremento de la cualificación femenina favorece la salida del hogar de las mujeres. Grafico 3. Tasa de actividad de hombres y mujeres en Galicia (1996-200) 70

Tasa de actividad

60

53.3

51.7

53.3

53.5

55.3

56.2

56

58.1

57

50 40 30.9

30

29.2

29.9

30.3

32.2

33.8

33.8

35

36

Hombre Mujer

20 10 0 1996 1997 1998 1999

2000 2001 2002 2003 2004 Años

Fuente: EPA (primer trimestre de cada año).

14

DISCUSIÓN/CONCLUSIONES

El análisis de los datos poblacionales de Galicia muestra una población muy envejecida especialmente en las provincias orientales de Ourense y Lugo, con altos índices de dependencia, con una población de mayores asentada principalmente en núcleos rurales dispersos, con cierto aislamiento, con viviendas en malas condiciones, malas comunicaciones y con escasos servicios socio-sanitarios para el cuidado dependiente. Este aislamiento poblacional es una consecuencia de la emigración de los hijos hacia los espacios urbanos, especialmente las siete grandes ciudades de Galicia y otras ciudades de España y la resistencia por parte de los ahora mayores a abandonar su hogar y espacio rural. Este hecho condiciona la atención a la dependencia por parte de los hijos con residencia urbana, obligando a que cuando se producen situaciones de dependencia los mayores deben trasladarse y vivir en “tiempo compartido” en los hogares urbanos de los hijos. Esta situación de tiempos compartidos es motivo de conflictos entre los hijos por los costes que ocasiona su cuidado. Es llamativa la importancia de los hogares unipersonales20, que suponen el segundo tipo de hogar más numeroso y que están relacionados con la presencia mayoritaria de mayores en ellos, principalmente por mujeres que duplican a los hogares con hombres. Este hecho es explicable por la mayor esperanza de vida de la mujer, pero también por la capacidad adaptativa de la mujer para vivir independientemente, mientras que el hombre muestra dificultades parara vivir en solitario y de manera independiente. Los hogares unipersonales, junto a los monoparentales son hogares con riesgo de pobreza y con dificultades para la provisión del cuidado dependiente familiar e institucional. Los datos de este estudio confirman otras investigaciones21 que señalan a la mujer como la principal demandante y proveedora de cuidados. Aunque es posible por las altas cifras de hogares solitarios que cuando “la mujer necesita cuidados, la probabilidad de que los reciba es menor que la de los restantes miembros de la familia y además son peor atendidas” (La Parra, 2002: 17).

20

El número de hogares unipersonales se incrementaron dos puntos desde la encuesta del año anterior (2001). 21 Encuesta de Nuevas Demandas Sociales (1990); García Calvente et al (1995); Panel Europeo de Hogares para España (1994); Encuesta sobre Cuidados a Mayores, CIS (1994), Bazo y Domínguez Alcón, 1995). 15

El protagonismo femenino del cuidado queda evidenciado por la mayor dedicación de la mujer (más de 4 horas diarias, frente a las 3 horas de los hombres), dedicación que se incrementa con la edad a más de 5 horas diarias. La mayor dedicación al cuidado dependiente de las mujeres inactivas explica la importancia del cuidado invisible, que es confirmado en que los proveedores son fundamentalmente esposas, hijas, nueras y hermanas, utilizando el principal recurso que poseen: el tiempo. Hay que destacar que son las mujeres las que presentan mayores porcentajes de queja sobre los costes invisibles o limitaciones que se ocasiona el cuidado, como costes de oportunidad, de tiempo, etc. La Old Women League de Estados Unidos asocia la mayor pobreza de las mujeres en el mundo con su papel de cuidadora. Algunas políticas públicas, que en principio sugerían beneficiar a las mujeres cuidadoras, se convirtieron en una trampa para ellas, como explica Wood (1991), cuando en Estados Unidos durante la administración Reagan el cambio de responsabilidad sobre los cuidados de larga duración paso del sector público al informal –es decir a la familia–, tuvo un importante impacto negativo sobre las mujeres, especialmente en la independencia económica y en las posibilidades de empleo. Por los datos obtenidos parece que la alternativa de los cuidados formales profesionalizados externos a la familia es cara para personas u hogares con recursos limitados. Hay que tener en cuenta que las personas mayores gallegas viven de las pensiones cuya cuantía media es de 432 €/mes, pero con cuantías aún menores en las provincias orientales (alrededor de 380-390 €), y sin tener en cuenta a más de 50.000 personas con pensiones no contributivas de la Seguridad Social cuya cuantía media mensual es de 240 y 270 €/mes. Una alternativa es acudir a los servicios de cuidados prestados por personal no cualificado, cuyo precio se puede estimar como mínimo entre 6 e 12 €/hora en días laborales y horas normales. Por tanto podemos hacer una estimación sobre un pensionista gallego que viva en un hogar solitario con una pensión media de 432 €22 mensuales, y suponiendo un coste medio de 6 €/hora y un servicio de cuatro horas al día, este pensionista solo podría pagar la atención de medio mes, durante cuatro horas/día (excepto festivos), quedando sin recursos para su consumo personal. En Galicia el gasto medio para el cuidado dependiente es de aproximadamente 180 € mensuales lo que indica que el mercado laboral de los cuidados es muy precario en rentas y en condiciones de trabajo debido a la dependencia de las pensiones públicas. 22 INSS. Informe Estadístico. 2002 16

Esto hace que la actividad del cuidado sea una tarea precarizada, desvalorizada y escaso prestigio social derivado de las escasas rentas que reporta, y que previsiblemente conducirá a que la provisión del cuidado visible esté cada vez más en manos de inmigrantes que sustituirán a las cuidadoras invisibles. El escaso porcentaje de hogares que dedican recursos para el cuidado indica la pervivencia del cuidado invisible prestado por las mujeres de la familia. A partir de los datos manejados podemos hacer una estimación de que más de 150.000 personas mayores de 18 años dedican parte de su tiempo al cuidado dependiente, mientras que el cuidado de niños dice ocupar algún tiempo a más de 300.000 personas. Si sumamos los cuidadores de dependientes y de niños tenemos más de 450.000 personas dedicadas al cuidado de otros, lo que supone casi la tercera parte de la población activa visible declarada por la EPA del Primer trimestre de 2004 en Galicia (1.289.100 personas). Hay que tener en cuenta que muchas de las personas incluidas en estas cifras desempeñan la “triple tarea”, es decir actividad laboral, actividades de reproducción doméstica y actividades de cuidados, esto indica el importante volumen de actividad invisible no contabilizada como tal. Durán, MA (1999: 244) plantea acertadamente que el número de cuidadores invisibles es muy superior al número de trabajadores sanitarios públicos y privados, con estas cifras se reafirma la proposición de Durán pero incrementada de manera sustancial. Llama la atención que a pesar del bajo peso de la población infantil, los datos del IGE informan de un importante número de personas dedicadas al cuidado infantil que supera el número de personas dedicadas al cuidado dependiente. La crisis del modelo patriarcal de relaciones familiares conduce a un cambio en la familia que ha funcionado como un sistema de seguridad social tradicional, en el que la dependencia se resolvía en el ámbito familiar con un servicio de calidad, pero a costa fundamentalmente de la mujer (Garrido Medina 1993). El cambio impone una combinación de viejos y nuevos actores en el cuidado: parece que la familia seguirá siendo un actor privilegiado del cuidado, aunque para ello sus miembros deberán reorganizar sus tiempos de manera más equitativa; el Estado a través de las prestaciones de los servicios públicos, el mercado de servicios privados y el sector del voluntariado. Como muestran en un reciente estudio Bazo y Ancizu (2004) el cuidado familiar es la primera opción en varios países en Europa, pero en países como Noruega los servicios

17

públicos son ya la principal fuente de ayuda, mientras que en Inglaterra suponen la segunda. El desarrollo del voluntariado y de los grupos de autoayuda comunitaria formado por las propias personas mayores es una opción de cara a un futuro dada la previsible escasez de cuidadores de otras generaciones. Muchas personas mayores son perfectamente independientes y pueden ayudar, y muchos ya lo hacen a miembros de misma generación. Para ello es necesario desarrollar una cultura cooperativa y solidaria, que ya existía en Galicia en los espacios rurales, que sirvió en el pasado para ayudarse mutuamente en las labores agrícolas. Si este sistema funcionó con eficacia en otro tiempo ¿por qué no puede funcionar ahora? La institucionalización de los mayores debería de ser la última opción, por lo que previamente se pueden desarrollar iniciativas de mantenimiento de la persona en su hábitat tradicional. Además los propios mayores pueden constituir importantes recursos no solo para la provisión del cuidado dependiente a otros, sino para el cuidado de nietos y o generaciones más jóvenes, sin necesidad de caer el fenómeno de las “abuelas esclavas”. Estos proyectos tienen principalmente las limitaciones derivadas de una cultura basada en la individualidad y la racionalidad económica que han penetrado en el tejido social de una manera fuerte. El mayor nivel educativo y profesional de la mujer, del escaso prestigio social de la actividad del cuidado y la crisis del modelo patriarcal de familia está produciendo una reducción del tiempo vital que las mujeres están dispuestas a dedicar al hogar y a los cuidados invisibles. Según datos de la EPA23 (1º trimestre del 2004) las personas inactivas en Galicia dedicadas a labores de la casa eran 249.800 personas, pero en el mismo trimestre el año 2002 el número de personas en esta misma categoría eran 280.300, con lo que se produce una disminución superior a un 10%, es decir en dos años han desaparecido más de 30.000 potenciales cuidadoras invisibles, lo que muestra la crisis del cuidado invisible. En vista de ello, parece claro que el futuro del cuidado familiar ya no podrá seguir descansando, como lo hizo hasta ahora, en una reserva estructural de mano de obra femenina de los hogares y además “invisible”, porque esta reserva ya no existe o está en fase de liquidación. Quisiera terminar con una reflexión de Manuel Castells24 al respecto: 23 IGE. Enquisa de Poboación Activa. Poboación inactiva por situación de inactividade [en línea]. http://www.ige.xunta.es/es/home.htm. [Consulta: 29/6/04] 24 Castells, Manuel. (1998) “La solidaridad es más necesaria que nunca”. El País, 19 julio de 1998. Págs. 6-7 18

“No hay un problema más importante en la nueva sociedad que la reconstrucción de la familia sobre bases igualitarias. En una sociedad…, basada en el individualismo como forma de vida, y en la que el Estado del Bienestar entra en crisis, la reconstrucción de la familia – también en crisis, en su forma patriarcal– es esencial como refugio personal, como base de solidaridad, como sistema de seguridad afectiva y material. Más, a medida que las familias se componen de mujeres no dispuestas a ser las únicas sacrificadas, esa solidez se ira perdiendo. La respuesta no es volver a la tradición, cosa afortunadamente imposible, sino que los hombres nos convenzamos de que, o cambiamos o nos quedamos solos” (Castells, 1998: 6-7).

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