Ezequiel Gatto - Ferguson y los umbrales de una nueva política negra

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Descripción

Ferguson y los umbrales de una nuevo liderazgo negro en Estados Unidos
Ezequiel Gatto

destacado 1: el deterioro de las condiciones de vida de la población negra
en los últimos años (en especial, desde 2005) permite hablar de un
endurecimiento del racismo.
destacado 2: comienzan a producirse transformaciones en la comunidad negra,
expresadas en la reciente aparición de discusiones y redefiniciones
políticas que cuestionan al gobierno federal.

¡Esto no fue todo, amigos!
El 9 de agosto pasado, en Ferguson, una localidad suburbana de 20.000
habitantes pegada a St. Louis (una de las principales ciudades del estado
de Missouri) un policía blanco mató de seis balazos a Mike Brown, un joven
negro de dieciocho años. No fue un hecho inesperado: la zona lidera hace un
tiempo el ranking nacional en materia de segregación y racismo. La policía
del lugar, que contabiliza 50 blancos sobre un total de 53 uniformados,
trató de proteger al oficial involucrado (cuyo nombre, Darrell Wilson, se
supo días más tarde) sosteniendo que aquél había intentado quitar a Brown
del medio de la calle y, al notar que el joven tenía un arma, le había
disparado. Era el retorno de un clásico, la "autodefensa" es un personaje
principal en las argumentaciones de policías implicados en hechos
similares; pero el relato se reveló, enseguida, inverosímil: fue entonces
que una ola de indignación y hartazgo detonó una semana de choques entre
negros y fuerzas policiales en una ciudad donde los primeros constituyen el
68% de la población. En paralelo, aún sin multiplicarse en forma de
estallidos, el homicidio -investigado en estos días por el FBI- terminó de
caldear una agenda racial que lleva tiempo acumulando tensiones.
A pesar de que las últimas décadas han visto numerosos intentos de
afirmar que la estadounidense es una sociedad posracial, lo cierto es que
el deterioro de las condiciones de vida de la población negra en los
últimos años (en especial, desde 2005) permite hablar de un endurecimiento
del racismo. Desempleo y subocupación superiores al resto de las razas,
brutalidad policial, niveles de deserción y suspensiones escolares
alarmantes, bajos salarios, encarcelamientos masivos (una "industria sin
chimeneas" que marca la vida de uno de cada tres negros), desmovilización
política y violencia intrarracial letal (más de 6000 negros mueren por año
a mano de otros negros) diseñan un panorama muy complicado. Paradojas de la
era de Obama, una presidencia que llegó como coronación del largo ciclo de
luchas abierto hacia los años '50 por el Movimiento por los Derechos
Civiles de Martin Luther King y que se irá dejando activa una bomba que se
perfila como el nuevo (viejo) rostro de la conflictividad social en Estados
Unidos.
Ya no existen grandes grupos suprematistas como el Ku Klux Klan ni
linchamientos a plena luz del día pero la brutalidad policial, un rasgo
crónico del racismo desde finales del s. XIX, ha alcanzado niveles
escandalosos en el último tiempo. Por frecuencia y por características: lo
sucedido en Ferguson los días posteriores al asesinato de Brown puso en
evidencia que las policías, dotadas de armamento militar gracias a las
estrategias de seguridad interna propiciadas por el gobierno de Bush,Jr.
luego del 11/9, se han vuelto verdaderos ejércitos de ocupación de los
barrios negros. Al día de hoy, según los informes del Malcolm X Grassroots
Movement que relevan tasas y modalidades de dicha brutalidad, las fuerzas
de seguridad (estatales y privadas) están matando a una persona negra cada
28 horas. En su mayoría hombres jóvenes, pero también mujeres y adultos
mayores. Los arrestados, heridos, golpeados y amenazados son incontables.
El resultado territorial es un estado de sitio de no tan baja intensidad.
Que ni siquiera un presidente negro haya podido enfrentar estos
problemas y alcanzar logros, sino más bien lo contrario, revela que el
racismo estructural e institucional (que no necesita vociferar la
superioridad blanca para ser eficaz) sigue inscripto en las profundidades y
superficies de lo social estadounidense. Esta frustrante conclusión parece
ser el signo bajo el cual comienzan a producirse transformaciones políticas
en la comunidad negra, expresadas en la reciente aparición de discusiones y
redefiniciones que, al tiempo que cuestionan al gobierno federal, buscan
alternativas.

La vida después de Obama
Por un lado, la acomodada clase media-alta negra, no parece tener más
la legitimidad política que tuvo y que depositó a Obama en la Casa Blanca.
La densa trama de asociaciones, voluntariados, coaliciones profesionales y
ONGs que ha sabido construir no siempre se preocupa por los sectores que
más la necesitan ni asume los niveles de conflictividad que exigen los
problemas que enfrenta. La brecha entre la acotada cúspide de la clase
media-alta negra y los sectores marginados, además de ser materia de
tensiones, es fuente de experiencias muy distintas de la condición racial
que desembocan en un extrañamiento recíproco.
Pero por otro lado, otros sectores de esa clase media, menos
privilegiados y disconformes con la situación actual, están asumiendo
posiciones más intransigentes respecto al racismo, traducidas en un ataque
más decidido a las razones económicas del mismo y en un acercamiento a las
mayorías pobres. Tal es así que Kareem Abdul-Jabbar, embajador cultural
designado por Hillary Clinton, tuvo que publicar hace unas semanas un
artículo en Time casi alertando que las variables económicas y de clase
signarán los nuevos movimientos negros. En consonancia con esos cambios,
medios de comunicación identificados más abiertamente con las luchas
afroamericanas (Alternet, Atlanta Black Star, Black Voices-Huffington Post,
colorofchange.org, Colorlines, The Nation, entre otros) están asumiendo un
tono más desafiante a la hora de problematizar la situación racial.
Esta tendencia, que el estallido en el suburbio de Missouri
profundizó sensiblemente, está abriendo una vía a presencias políticas y
comunitarias afroamericanas que toman fuerza de las enseñanzas sobre lo que
puede y no puede la representación política. Por un lado, formas más bien
reactivas, con una línea muy afín (a veces caricaturesca) al Black Power de
los años sesentas y setentas, como New Black Panther Party (que no tiene
vínculos directos con los viejos Panteras), Black is Back Coalition y Black
Riders. Aunque su crecimiento ha sido escaso, las nuevas condiciones
parecen ofrecerle la oportunidad de tener mayor relevancia. Sin embargo,
estos espacios, compuestos exclusivamente por negros, que apoyan y
promueven acciones de diverso tipo (sindicales, habitacionales,
antirrepresivas), manejan discursos y estrategias que no parecen a tono con
los tiempos actuales. Por lo general, configuran estructuras partidarias
jerárquicas y sostienen posiciones nacionalistas culturales dogmáticas, que
suelen involucrar revisionismos históricos y tradiciones africanas así como
una prolífica construcción simbólica y estética alrededor de la negritud.
Quizá útiles en escenarios de estallidos, no parece que sean capaces de
pensar nuevas formas de vida social.
Por otro lado, se está vertebrando una red de colectivos y
organizaciones, compuesta en gran medida por jóvenes, que no traza
fronteras raciales respecto a la participación pero se focaliza en
problemáticas que afectan a la población negra. En ella se puede incluir a
Million Hoodies Movement for Justice (Movimiento Un Millón de Capuchas por
la Justicia), Dream Defenders (Defensores del sueño), Black Youth Project
(Proyecto Juventud Negra), Freedom Side (El lado de la Libertad),
agrupaciones estudiantiles como Ohio Student Association y a algunos pocos
fragmentos inquietos dentro de la moderada National Association for the
Advancement of Colored People (Asociación Nacional por el Avance de la
Gente de Color). Estas organizaciones combinan, de diversas maneras y con
argumentos y horizontes a veces diferentes, mayor presencia en los
territorios, instituciones y calles con una militancia activa en materia de
violencia policial y autoprotección, derechos políticos y educativos,
desempleo, resistencias a la gentrificación de los barrios, producción
cultural y autogestión de la comunicación. Su uso de las redes sociales no
se agota en sitios web, Twitter y Facebook: se piensan ellas mismas como
una red que articula heterogeneidades, diseña plataformas de acción y pone
en conexión experiencias dispersas. Otro dato fundamental es que se
involucran con problemáticas de género e identidades sexuales, un rasgo que
diferencia a estos agrupamientos de las organizaciones nacionalistas,
centradas en el hombre negro (y heterosexual). Además, su retórica y sus
estéticas se nutren de una variedad de flujos y recursos culturales (negros
pero también latinos, blancos y asiáticos). Todas ellas coinciden en un
punto: llegó la hora de reinventar el liderazgo comunitario.
La muerte de Mike Brown, una de esas muertes que suceden cada 28
horas en Estados Unidos, podría haber sido un golpe más sobre un cuerpo ya
cansado de recibirlos. En cambio, subió la temperatura de la agenda racial
y parece configurarse como el toque de reunión de un nuevo y heterogéneo
protagonismo político negro.
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