Exit Trough the Gift Shop, ¿o dónde está el arte?

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Descripción

Exit Through The Gift Shop, ¿o dónde está el arte? Por Fedosy Santaella

Encuentro aquí y allá una discusión sobre el film Exit Through The Gift Shop (2010). Se habla, se cuestiona con ahínco que el documental dirigido por Banksy — seudónimo del artista urbano británico cuyo nombre real y vida se desconocen— sea realmente un documental; incluso se le señala como un mockumentary, un falso documental. Yo creo que esto poco importa desde hace muchísimos años, desde que Duchamp puso un urinario en una exhibición de arte y estableció un principio de contradicción en cuanto a lo que es o debe ser entendido como arte. En aquel lejano 1917, Marcel Duchamp puso una bomba en el centro mismo de las concepciones de arte, al plantar una crítica en forma de producto hecho en serie. Y la crítica, como tal, es una expresión de libertad. La crítica nos dice esto: Yo no quiero tu educación, yo no quiero tu manera de mirar el mundo, yo quiero otra (incluso: no sé cuál, quizás la mía.) Exit Through The Gift Shop hace algo parecido. Su director pareciera decirnos: Yo no te voy a decir si esto es real o no; esto es simplemente una representación de la realidad, no una reproducción de la realidad. Esto es verosímil, no necesariamente veraz. Esto es arte, tiene significado en sí mismo, es una crítica de cierta realidad. Una obra de arte no tiene por qué explicarse con claridad, no trae un manual de uso. Una obra de arte está allí, con sus anclajes, con sus significados concretos. El film creado

por Banksy está, simplemente está, y usted decide si lo que se proyecta es real o no. Siempre, no obstante y debo decir, será real, porque el arte es una manera de mostrar la realidad; no a través, repito, de la reproducción exacta del objeto, sino a través de la representación. Digamos que Banksy, como Duchamp, puso una bomba, y salió corriendo por la parte de atrás de la tienda. El arte siempre sale corriendo por la puerta de atrás. Pero Banksy no sólo se contenta con jugar con el formato del género documental, con dejarnos abierta, si así lo queremos, la discusión sobre la representación y la reproducción (documental o no documental), sino también nos deja abierta la cuestión del arte. No es cualquier cosa lo que tenemos ante nosotros, no es cualquier cosa el juego de interpretación que se nos propone, sobre todo tratándose de graffiteros. Llevamos ya tiempo discutiendo si el graffiti es o no es arte. Así como Duchamp, sus herederos los graffiteros son unos incendiarios, unos rebeldes, unos terroristas contra la corrección. El graffitero pretende sacar el arte de las galerías y llevarlo a la calle. De hecho, algunas tesis de las modernidad pretenden el arte para todos hecho por todos (recordemos a las dadaístas). El graffitero plantea también utilizar otros materiales (tal como hizo Duchamp). Esta independencia de los materiales es fundamental para el graffitero; no es el óleo, no es el mármol, ningún material tradicional. Es el aerosol, la plantilla, incluso la pegatina. Por supuesto, la pregunta está ahí: ¿Es el graffiti arte o vandalismo? Por más que el graffitero pretenda bombardear los cimientos del arte establecido, por más rebelde que sea en el uso de los medios no convencionales (la calle, los materiales),

¿su actitud y su manera de expresarse lo hacen artista? Yo creo que Banksy busca en torno a esto en su película, y éste es el verdadero meollo del juego, acá es donde está el movimiento interpretativo que realmente le interesa a Banksy. La idea del juego y del movimiento es fundamental. Hans-Georg Gadamer habla al respecto en La actualidad de lo bello (1991): «El juego aparece entonces como el automovimiento, que indica, por así decirlo, un fenómeno de exceso, de la autorrepresentación del ser viviente.» (Gadamer, 1991, p.67). El autor entiende que el juego es un movimiento autorrepresentado, el juego (el arte) importa por sí mismo y se representa a sí mismo dentro de ese movimiento. Pero tal movimiento del juego, también implica un «jugar-con», continúa diciendo Gadamer. El juego y el arte, a pesar de plegarse sobre sí mismos, no son cerrados. Tanto el juego como el arte requieren un participio, y «no conoce propiamente la distancia entre el que juega y el que mira el juego.» (Idem, p.69) Banksy nos propone entonces jugar y crear, pero aunque jugar implica co-autoría, las reglas (los signos connotados) no dejan de estar presentes. La primera pista está allí: esto no es un documental verdadero, aunque podría serlo, como tampoco estos artistas son artistas, aunque podrían serlo. Estamos así ante un juego donde el código metalingüístico está presente con toda su fuerza: un documental que juega a ser documental, un trabajo sobre graffiteros que reflexiona en torno a los graffiteros, o más bien, en torno al artista, o más bien, en torno al arte. Así, lo que al principio parece ser un film sobre el arte urbano y sobre el mismo Banksy, da un giro sustancial y se centra en la figura de un francés excéntrico llamado Thierry Guetta. Guetta, tal como conocemos al principio, lleva años grabando a los

graffiteros en la noche de Los Ángeles. Un día le anuncian a Guetta que Banksy, célebre artista urbano de Bristol, estará en la ciudad y necesitará un guía para que lo lleve a lugares donde pueda plasmar su trabajo. Así se conocen Guetta y Banksy, quien resulta ser una silueta y una voz alterada a todo lo largo de la proyección. En cierto momento, Banksy le propone a Guetta realizar un documental sobre el arte urbano con todo el material que ha venido grabando. Guetta acepta y lo edita él mismo. El resultado: un completo desastre sin pies ni cabeza. Acá tenemos la primera llamada de atención en este juego de repliegues: Guetta no tendrá el talento para hacer el documental, pero pronto se moverá hacia otra cosa: se dará a la tarea de hacerse él mismo «artista» del graffiti. Guetta empieza a realizar una serie de pinturas muy a lo Warhol bajo el seudónimo Mr. Brainwash. Que sea Warhol su fuente principal de inspiración no me resulta casual. Recordemos los famosos quince minutos de fama que predijo el artista. Guetta además mete todo su dinero en su primera exposición, y entonces vemos cómo la debacle se va acercando en la medida que Guetta invierte más tiempo en darse a conocer a los medios que en terminar de montar su exposición. Para sorpresa de todos, por fin las puertas del mentado evento se abren y Guetta vende todos sus trabajos. ¿Eso hace de Guetta un verdadero artista? Allí está la exploración central del film, y detrás de ella parece haber una respuesta. La respuesta es el film mismo, es decir Exit Through The Gift Shop. El arte requiere talento. No importa cuánta información tengas sobre algo, (la masa amorfa de la realidad, la masa amorfa del video), esa información sin procesar no te hará

mejor artista. Quizás el único talento de Guetta sea el juego consigo mismo, el movimiento de él con él mismo: esa capacidad para jugar a ser artista, la más peligrosa de todas las representaciones: la metalingüística del vacío, el simulacro del tercer orden de Baudrillard en su máxima expresión: Guetta es un artista que importa más por su capacidad para representarte como artista, por su capacidad para brillar ante una cámara, que como verdadero artista en sí. No importa cuánto creas que puedes llegar a romper una ley o una norma; no importa cuánta intensidad rebelde tengas por dentro, eso no hará que hagas un trabajo artístico de primera (el «documental» de Guetta fue un desastre); no importa incluso cuánto «éxito» tengas ni que tan famoso seas, que tanto te digas artista y qué tanto los demás se lo crean y te lo repitan, eso tampoco te hace artista. Lo que te hace artista es la capacidad de procesar y crear con el material que la realidad te entrega y de hacer algo, una pieza de arte que realmente invite al juego y a la fiesta. Esa pieza de arte es el film que vemos, y ese film estuvo trabajado, editado, ordenado, interpretado, representado por un artista: Banksy. Bueno, sí, hay un componente de egolatría en este asunto, ¿pero qué artista no es ególatra? También hay mucho personaje mediocre que pretende ser artista y que es aún más ególatra. No sé si me equivoco, pero creo que al final eso es lo que Banksy nos dice: que cualquiera que salga a rayar cualquier pared, no es, ya de por sí, un artista. Y punto.

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