EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO AMBIENTAL EN COSTA RICA: UNA PERSPECTIVA ALTERNATIVA DE LA CONSERVACIÓN-DESARROLLO

May 24, 2017 | Autor: Isa Torrealba Suárez | Categoría: Conservation, Environmental History
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Descripción

EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO AMBIENTAL EN COSTA RICA: UNA PERSPECTIVA ALTERNATIVA DE 1

LA HISTORIA DE CONSERVACIÓN-DESARROLLO . Isa Torrealba

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Universidad de Costa Rica, Sede del Pacífico Arnoldo Ferreto Segura, Costa Rica Puntarenas, 2013

Contenido Resumen: ................................................................................................................................................................2 1- Introducción........................................................................................................................................................4 2- Objetivo general y meta .................................................................................................................................10 3- Métodos ............................................................................................................................................................10 4- Períodos de la historia ambiental en Costa Rica: Su detección, concepción y limitaciones. .............16 5- Etapa I: Una visión de perdurabilidad (11.000a/C – 1.501d/C) ...............................................................26 6- Etapa IIa: Emergencia y ascenso de lo imperdurable (1.502 d/C – 1.948 d/C) ....................................32 7- Etapa IIb: El auge vertiginoso de lo imperdurable (1.949d/C – 1.991d/C).............................................36 8- Transición hacia la Etapa III (1992- 2010 o más): Buscando el retorno a lo perdurable.....................43 9- Consideraciones finales .................................................................................................................................50 Agradecimientos: .................................................................................................................................................52 Referencias bibliográficas: .................................................................................................................................52 Anexos ...................................................................................................................................................................59 ANEXO I: Manifiesto público en defensa de la naturaleza del 5 de Junio del 2009. ...........................59

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Esta investigación fue parte del Proyecto de Investigación No. 550-B1-306 “Una historia ambiental de la región del Pacífico en Costa Rica: Estudios de caso comparativos (1950-2012)”, el cual se ejecutó formalmente entre los años 2011-13 pero inició su ejecución de hecho desde el año 2010. La misma también formó parte de la tesis doctoral de la autora (2005-10) en el Programa Doctoral Inter-universitario de Ciencias para el Desarrollo, dirigida por el Dr. Liberio Victorino, Posgrado en Sociología Rural, Universidad Autónoma de Chapingo, México. 2 Doctora en Ciencias para el Desarrollo, Bióloga y máster en Gestión y conservación de la Vida Silvestre; con estudios en: Extensión Rural, Gestión de la Información sobre Conservación y Biodiversidad y Pedagogía Crítica.

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Resumen: En este capítulo se aporta información a una de las tareas pendientes para la creación de una historia ambiental desde América Latina indicadas por Guillermo Castro, la del entendimiento profundo de las relaciones económicas de orden global dentro de lo local, con la actual crisis ambiental mundial y el debate del concepto de desarrollo sustentable, desmitificando la imagen que da por sentado la necesidad de reducir la naturaleza a recursos para ser usados bajo las reglas del mercado, donde la historia ambiental se empodera de su nuevo (y antiguo) rol, el aprender a incidir y a trascender, para contribuir “a la creación de una geocultura de la sostenibilidad del desarrollo humano, para hacer del Nuevo Mundo de ayer la simiente del mundo nuevo de mañana”.

Aspecto que coincide con lo dicho por el historiador Federico Gómez en 1997: “…porque en el

futuro, el movimiento ambiental condicionará seguramente la manera de hacer la historia”. Este documento se ubica específicamente dentro de la temática conocida con los nombres de filosofía ambiental, ética ecológica profunda o pensamiento ambiental alternativo latinoamericano (PAAL) y también dentro de la historia ambiental; la cual es definida con un concepto derivado de Guillermo Castro, Donald Worster, Mauricio Folchi, Kenneth Burke y Jill Ker Conway, según el cual la historia ambiental comprende los estudios acerca de los cambios que se han dado a lo largo del tiempo en los sistemas de las sociedades humanas en relación con los sistemas de las comunidades naturales, los cuáles son de naturaleza muy dinámica y confluyen con muchas disciplinas; por tanto, incluye: i) cómo pensamos acerca de la naturaleza a lo largo del tiempo (valores, creencias, instituciones, actitudes), y ii) ante nuestro rol de uso y transformación del entorno a lo largo del tiempo, se abarca: cómo ha respondido la naturaleza (impactos biogeofísicos habidos en la naturaleza en sí misma) y cómo nos han afectado los cambios en nuestro entorno (impactos habidos para las sociedades humanas desde la perspectiva social, económica, tecnológica, política y cultural, entre otras). Producto de una gran praxis investigativa y académica sobre el desarrollo rural, los pueblos indígenas y la conservación, el PAAL aplicado a la historia de conservación en Costa Rica, en una sinergia sincrética con herramientas tomadas de diferentes disciplinas, se trabaja concretamente con los valores ambientales ecológicamente medulares. Vía ellos, se logró detectar tres fases para la historia ambiental en Costa Rica que si bien, tienen auge en períodos diferentes, se continúan y entremezclan hasta hoy. El auge de la Etapa I estuvo dentro de las sociedades cacicales (11.000 A.C. – 1.501 D.C.). En la unidad geográfica Abya Yala el ambiente era usado y modificado de forma tradicional y respetuosa sin aceptar un ser humano que controle, ni esté por encima de los dones y bendiciones de natura. Existe una visión de respeto por lo natural y el ser humano es parte integral de la naturaleza. Luis Fournier señala que en la época indígena más del 60% del territorio actual de Costa Rica, conservaba bosques con diferentes grados de perturbación; a la llegada de los españoles, unos 400.000 indígenas habitaban estas tierras. La Etapa II toma vida con la llegada de los españoles. En ésta se rompe la unidad geográfica Abyayalense fragmentando ecosistemas, culturas y procesos socio-ecológicos al introducir una visión del desarrollo al estilo europeo. El ambiente es reducido a recursos y el ser humano no se ve parte de natura, sino por encima de ella (y de las poblaciones conquistadas), empezando así una imposición de una articulación a la economía-europeizada. En el siglo XIX, el desarrollo en Costa Rica se articula al mercado mundial contemporáneo y surge la denominada economía de rapiña. Así, se consolida un modelo de desarrollo efectuado a expensas de la naturaleza –y no

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con ella- sin considerar que los recursos son finitos y reduciendo la visibilidad de las consecuencias socioambientales de usar al petróleo como principal fuente de energía, de promover los monocultivos de exportación -banana, cacao, tabaco, café, palma aceitera y piña-, así como las grandes fincas para la producción de carne en “tierras ociosas”. A inicios del siglo XX la deforestación era más del doble que con la misma población en la época indígena. Las áreas protegidas emergen en los 1970´s, como paliativos para mitigar el avance sin control de este estilo de desarrollo y, al nivel mundial, se imponen las políticas de protección medioambiental. Se propone el inicio incipiente de una fase de transición dentro de una tercera etapa (Etapa III), la historia del tiempo presente y el futuro cercano, donde cada vez más se ve una sociedad que recapacita en retrospectiva, se humanitariza, ama a la naturaleza y se hace más consciente de su pertenencia planetaria pero a la vez, reconoce su idiosincrasia, por lo que empiezan a gestarse alternativas y propuestas de desarrollo locales amigables con la naturaleza, que permitirán recrear nuevas visiones de nuestro desarrollo, la conservación y espiritualidad; todo ello, en medio de un clímax que puede durar años, de la más grande problemática ambiental que haya atravesado el territorio que hoy llamamos Costa Rica. Se concluye que una historia ambiental propia y regional es una transdisciplina en potencia que logra percibir a profundidad la interacción entre los sistemas humanos y naturales y entender, tanto el papel de los sistemas naturales en el transcurrir del tiempo histórico de la humanidad, como el de los sistemas humanos en el transcurrir del tiempo ecológico de la naturaleza. La misma, junto con la economía ecológica endógena y la conservación bio-cultural, constituyen pilares cruciales de la plataforma denominada Conservación Integral Alternativa desde el Sur (CIA-Sur), de acuerdo a la cual, la historia ambiental es el duchicelam (historia, del quichua) que nos podría permitir visualizar las diferentes opciones que tenemos en el futuro. Es la historia representada por el piso ecológico, una historia que vincula, proyecta y vislumbra la existencia de un tronco ancestral común; una historia rescatada y renovada en el día a día, la cual ve los cambios de un grupo y su estructura social-comunitaria a lo largo del tiempo dentro del espacio ecológico o del kaklavetzá (región, del cabecar), que es el bienestar de las personas junto con su ambiente en un espacio geográfico-temporal, es decir, ecosistemas y bienestar humanos juntos unidos y cambiantes en una interrelación de reciprocidad, respeto y perdurabilidad.

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1- Introducción Mucho se habla actualmente sobre la necesidad que la ciencia y, en este caso, la historia se reescriba desde una óptica propia latinoamericana, con la finalidad de superar la subordinación de los paradigmas eurocéntricos sobre su análisis e interpretación (Lanz 1993, Noguera 2007). En momentos de globalización y crisis económica, cuya lógica de acumulación de capital es insustentable y suicida a largo plazo, es necesaria una historia que nos permita construir nuestra propia identidad, rompiendo los lazos de dependencia cultural y así lograr replantear el rumbo hacia un desarrollo económico, político y social diferente (López 2000:94) y, le agregaríamos, de una manera equitativa con el medioambiente. Sin embargo, para una disciplina como la historia, que intenta abarcar el desarrollo de las diferentes formas del quehacer humano, el plantear nuevos paradigmas no es sencillo; de hecho, para algunos científicos su misma definición puede ser confusa, pues mientras que para los positivistas la historia es lo que realmente ocurrió, para otros, es el pasado visto a través de las gafas del presente (Korsbaek 2000:189). En realidad, hay muchas historias, una de ellas –reciente en su reconocimiento formal- la historia ambiental; la cual, como ciencia interdisciplinaria, posee implícitamente la necesidad de adecuarla a nuestro medio, a nuestra cultura y a nuestra forma de ver el ambiente para así catapultar sus alcances hacia lo transdisciplinario como una historia ambiental de la región latina. Ya Guillermo Castro había indicado la necesidad de una historia ambiental nuestra, para ello mencionó sus tareas pendientes(Castro 2000, 2001), una de ellas enfocada en este capítulo y recién retomada por el mismo Castro: El entendimiento profundo de las relaciones económicas de orden global dentro de lo local, con la actual crisis ambiental mundial y el debate del concepto de desarrollo sustentable, desmitificando la imagen que da por sentado la necesidad de reducir la naturaleza a recursos para ser usados bajo las reglas del mercado, donde la historia ambiental se empodere de su nuevo (y antiguo) rol, el aprender a incidir y a trascender, para contribuir “a la creación de una geocultura de la sostenibilidad del desarrollo humano, para hacer del Nuevo Mundo de ayer la simiente del mundo nuevo de mañana” (Castro 2010:4) . En este sentido, vale citar a dos autores previamente apuntaron tal rol de la historia. Uno, el historiador Federico Gómez en su capítulo sobre la Perspectiva Histórica de la Problemática Ambiental en el libro El análisis interdisciplinar de la problemática ambiental, co-editado por la educadora y ambientalista española María Novo, regente de la cátedra de Educación Ambiental de la UNESCO y el otro, uno de los principales teóricos norteamericanos del siglo XX, el filósofo, literato, agricultor orgánico, bohemio, marxista dialéctico y crítico (aunque poco conocido en América Latina pese su elevadísima producción) Kenneth Burke (1897-1993), quien en su libro Attitudes towards history (publicado en 1937 y que, según él mismo, podría haberle puesto: Actitudes contra la incesante entremezcla de conservacionismo y progreso o Alegatos de normativas y políticas sobre los problemas de comportamiento humano en comunidad), aduce tal rol. Así, indica Gómez: “…porque en el futuro, el movimiento ambiental condicionará seguramente la manera de hacer la historia” (Gómez, 1997: 113) “La historia apunta por su propia índole a la exigencia de superación de las situaciones contradictorias, no en cuanto normativismo (sino) en cuanto testigo y promotor de una dirección histórica hacia el consenso planetario” (Gómez, 1997: 121)

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Para Burke, a su vez, una historia del pasado no vale la pena a menos que sea una manera bien documentada de hablar sobre el futuro. Según él, una visión de lo colectivo deberá emerger y la misma llegará a través de puertas traseras, con la socialización de las pérdidas; dichas puertas traseras constituyen depresiones cíclicas que progresivamente llevarán al capitalismo cada vez más cerca del socialismo. Dado que Burke es uno de los primeros autores que empieza a dilucidar el rol del ambiente en la historia y su relación con la política y visión crítica, constituye un precursor de la historia ambiental, la cual surge de manera “formal” en los 1960s (Meléndez 2002), si bien tiene un origen pretérito, por lo cual vale rescatar los siguientes párrafos, cuyas traducciones (propias) versarían así: “De cualquier forma, podemos notar esta aseveración: Al desarrollar la idea de “burocratización” como embebida en las acumulaciones que sean posibles e inevitables por las subsiguientes “generaciones” de la Tecnología, y con mi concepto del principio “neo-Maltusiano” me topé con otra línea de implicaciones que debían ser seguidas y evaluadas, una vez que uno empieza a hablar de “poblaciones” en relación no “a la proliferación de la gente hacia sus límites físicamente posibles, sino a la proliferación de los hábitos hacia sus límites físicos”. Esto me llevó a usar el concepto de “balance ecológico” en un sentido figurado, ello cuando distingo las consecuencias culturales de los negocios empresariales hacia un estado emergente y su efecto en un momento en el que se “ha alcanzado su total proliferación o burocratización”. Por ende, cuando hablo del tema de la “imaginación” y su “cuerpo burocrático”, yo idealizo figurativamente que: “Una ecología bien balanceada requiere la simbiosis de los dos”. Es decir, la ecología o el balance ecológico responderá en la medida en que se unan los hábitos proliferantes de consumo de la gente junto con el “estado emergente” de las empresas, es decir, en el momento en que los negocios empresariales sobrepasen los límites físicos del planeta (la proliferación total) ya que las personas no podrán evitar tal acumulación (para algunos del capital, para otros de bienes y productos). (…). Pero también empecé a usar el término “balance ecológico” literariamente. Y en este proceso, al referirme a la “eficiencia tecnológica” que exporta dos dólares de trigo y obtiene a cambio un plato vacío (un tipo de empresa desastrosa que ha llegado aún a manifestaciones aun más alarmantes), a mí se me ocurrió decir “Entre las ciencias hay una pequeña compañera llamada Ecología, y a su debido tiempo, todos le prestaremos más atención”. (Burke, 1984: 411, epílogo explicativo de su versión de 1937). Dentro de las ciencias, existe una pequeña amiga o compañera denominada Ecología y a su debido tiempo nosotros le prestaremos más atención. Ella nos enseña que la economía total del planeta no puede estar orientada únicamente por una eficiente racionalidad de la explotación… Hasta ahora, las leyes de la ecología han comenzado a reivindicarse ellas mismas en contra de los restringidos conceptos humanos de ganancias contrarrestando a la deforestación y al arado profundo con las inundaciones, sequías, tormentas de polvo y elevada erosión del suelo. Y en una economía capitalista, estas tendencias sólo serán prevenidas hasta tanto sean introducidos factores de control desde y para la colectividad . . . (Burke, 1937: 150) Joshua Frye en su análisis de Burke concluye: “… in another sense socioecology is broader in scope in its concern with the “big picture,” the holistic interaction between social structures and the earth that may be conceived as the ultimate container of all symbolic acts, which all involve the social dimension of verbal action and the motion of the body that is embedded in the processes sustaining life on earth” (Frye, 2006). Por lo que, efectivamente, esta visión de la socioecología encaja con el sentido de la historia ambiental, solamente que el enfoque crítico e ideología contra capital poseen un rol preponderante; en la historia ambiental la visión histórica de los cambios a lo largo del tiempo tendrían la prioridad. La socioecología visualiza una reconstrucción de la sociedad con ética ecológica y comunitaria; su visión de las tendencias socioeconómicas, políticas y antiecológicas vividas en el siglo XX se basa en el análisis de los sistemas socio-políticos y ecológicos, donde se ve

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al capitalismo como disparador de las crisis económicas y dónde no es la cantidad de gente, sino la manera en que la gente se relaciona entre ella y con los sistemas ecológicos lo que ha disparado el consumismo y el productivismo característicos, especialmente, a partir del siglo XX y dichos factores -cuyas raíces están al nivel de la ética profunda- no son las causas de crisis económicas cíclicas, sino los síntomas de la enfermedad. Lo anterior (la ética profunda) nos lleva a la esfera del pensamiento ambiental, ya que la intención acá no es plantear un nuevo paradigma, mucho menos uno histórico, sino divisar una forma de pensar alternativa, que se conoce formalmente como filosofía, ética o pensamiento ambiental. Esta disciplina trata del estudio de los conceptos básicos, construcciones teóricas y búsquedas epistemológicas derivadas de los problemas fundamentales de las relaciones del ser humano con su medio ambiente (Griffith 2008). Al respecto, Enrique Leff enfatiza que

“La misión de la filosofía ya no es entender el mundo, sino transformarlo”, donde el

pensamiento ambiental alternativo latinoamericano ha resistido la colonización y tendido el puente de la interdisciplinariedad entre las ciencias con la revalorización y el diálogo de saberes y donde “hemos pensado una racionalidad ambiental tendiente hacia la sustentabilidad con base en la diversidad cultural, en una política de la diferencia y una ética de la otredad”; añade Leff que el mayor desafío es pensar en la construcción de un futuro sustentable destruyendo a la economía y “dar un salto fuera de la ciencia positivista, porque como habría dicho Heidegger, “la ciencia no piensa; no piensa filosóficamente”; no piensa en el sentido que reclama el desafío de la sustentabilidad” (Leff 2010). Pero tal sustentabilidad tiene limitaciones teóricas, como indica Antonio Elizalde, rector emérito de la Universidad Bolivariana de Chile: “No basta con asumir que la mera adjetivación del desarrollo como sustentable vaya mágicamente a cambiar un modelo civilizatorio que ha canalizado sus energías de toda índole (científicas, políticas, económicas, culturales y espirituales) dentro de un proceso de racionalización en función del logro del crecimiento infinito, fundado en los principios de la racionalidad económica e insuflado por los recursos fósiles...” (Elizalde 2010). Claro, si buscamos las raíces de la problemática humano-naturaleza notamos que dada la limitada capacidad de adaptación que tiene el ser humano en sí mismo, desde siempre éste ha necesitado modificar el entorno donde mora, y siempre, han habido distintas formas de efectuar tales cambios. Independientemente de los diferentes cambios para que las sociedades se desarrollen, la necesidad de preservación y protección de los entornos, dones y bienes de las sociedades, toma auge cuando se empieza a deteriorar el ambiente o los dones naturales no alcanzan para todos. Tal deterioro y protección ambiental se agudizaron en el siglo XX, en parte porque, pese las variantes de estilos de desarrollo económico implementadas en la región desde los inicios de la Revolución Industrial, se dio en toda ella un patrón emulador de una visión basada en una lógica de mercado que usa y extrae los dones naturales como si fueran una despensa inacabable, la cual, pone escasa 3

atención, tanto en los beneficios derivados de los ciclos naturales (como el aire ), como en la devolución y reinserción de los residuos de los procesos de transformación, al entorno natural (polímeros no procesados para su degradación) y, especialmente, se concentró en la explotación de ciertos “recursos” para su transformación (petróleo, carbón) y en otros para producción (granos básicos).

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Jared Diamond, escritor, biólogo, antropólogo, historiador y geógrafo, calculó que para 1986 ya usamos la mitad de la capacidad fotosintética planetaria (Diamond 2005); ya habíamos gastado el 50% de la energía que puede ser fijada por el sol en el planeta por las plantas (debido a la reflexión y desviación dada por la presencia de cemento, campos de golf, disminución de bosques, etc.), lo cual tiene implicaciones muy serias en nuestra propia existencia.

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Pero, ¿cuál es la raíz de tal patrón emulador?, ¿cómo se logró implantar e implementar con tanta eficiencia una visión que reside con ahínco en la producción de unos cuantos dones para la alimentación, dada la enorme diversidad natural y cultural de los países de la América Latina?. Por mencionar un ejemplo muy simple, si uno piensa en la gran variedad culinaria en países como México, Perú y Colombia, la adopción de tal patrón no parece consecuente. Asimismo, la visión de yacer en el uso y disposición de ciertos dotes naturales (combustibles fósiles) como fuente primaria de energía, a una tasa mayor de la que los ecosistemas pueden producirlos o degradarlos, no es compatible con nuestro futuro global como humanidad. Cuando uno mira atrás y ve los alcances tenidos por varias sociedades amerindias, sin la necesidad de nunca llegar a poner en jaque a la totalidad del globo (durante siglos), tampoco parece tener mucho sentido. En la raíz de tal patrón que aprendimos a emular, subyace un sutil lavado cerebral que ha venido obrando por siglos. Así, hoy no es ningún secreto que los paradigmas imperantes forjados por el capitalismo excesivo desde los 1970s, hayan devenido en una gran asimetría en la disponibilidad y consumo de los dones naturales y bienes producidos a raíz de la transformación de los primeros. Asimismo, tampoco es un misterio que existen diferentes enfoques de la conservación, donde una gran cantidad de profesionales se ha formado en la escuela de conservación desde arriba, la cual viene de lugares donde se pretenden áreas naturales escindidas del ser humano. No obstante, todavía hoy muchos no notan que ninguna de estas percepciones de desarrollo y conservación es propiamente nuestra. Si sustentamos una visión de mejora social sobre la base de una falta de respeto por lo natural, con el ser humano por encima de natura y fuera de ella y, lo aunamos con un crecimiento poblacional humano que presiona la tierra y sus recursos en un territorio limitado, dentro de un lapso de tiempo concentrado, dentro de un proceso mental que no nos permite ver dónde, ni cómo estamos, mermamos la posibilidad de resguardar opciones sobre el uso de los dotes que necesitan las generaciones futuras para sobrevivir y disociamos a la conservación del desarrollo. Por otra parte, ha sido común que en América Latina disimuladamente se nos haya impuesto estilos de desarrollo incompatibles con la gran diversidad natural y cultural existente, donde Costa Rica –pese lo creído por algunos- no ha sido una excepción.

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Con 51.100 Km ístmicos Costa Rica es pequeña, hay países con

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zonas protegidas de mayor tamaño (con su área marina, es 10 veces más grande). Considerado uno de los 20 países megadiversos mundiales –en número de especies por unidad de área terrestre-, el país alberga casi el 4% de la diversidad natural global descrita en apenas un 0,03% de la superficie continental mundial (Obando 2004 y 2008). A mayor diversidad, más impacto mundial desde el punto de vista existencial y utilitario de las especies para fines antropogénicos. De renombre mundial por su importancia ambiental y geográfica, es un istmo entre dos océanos y puente entre Norte y Sur -con paso terrestre mas no marino, lo cual tiene efectos en el flujo genético de las especies y el intercambio cultural y biológico latitudinal, longitudinal y altitudinal. Tras la abolición del ejército en 1949, y pese desmejoras recientes, el país aún cuenta con mejores índices

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desarrollo socioeconómico que sus homólogos centroamericanos (Programa Estado de la Región 2008 y

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Por ejemplo, el Complejo de Áreas Protegidas de la Amazonía en Colombia es más grande que Costa Rica y el Parque Nacional Canaima, Venezuela, es mayor que la mitad de la Costa Rica continental; la riqueza de Costa Rica es tener una gran variedad de ecosistemas concentrados en un espacio reducido.

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Programa Estado de la Nación 2008 ); además ha sido sujeto de ayuda externa para salud, educación y conservación, por lo que se diría que ofrecería una realidad relativamente favorable para lograr un estilo de desarrollo diferente. En virtud de lo anterior, el país pareciera poseer características que le permitirían acercarse hacia una efectiva conservación y un mejor desarrollo. Pero, pese dichas características y además de seguir una política gubernamental de “desarrollo sostenible” desde 1994, el país no alcanza la sustentabilidad y su diversidad cae; la situación es igual o peor que en otros países de la región. En Costa Rica hay cada vez más especies en peligro de extinción y casi todas las áreas silvestres protegidas confrontan problemas que atentan contra los objetivos de su creación (usualmente la conservación de su biodiversidad).

Por ejemplo, en 1993 Costa Rica

tenía 235 especies de fauna y flora superiores amenazadas de extinción y en 1999 eran 289 (Observatorio del Desarrollo 2002). La situación tiende a empeorar y muchas especies tenidas hoy como en peligro, realmente ya están extintas (Torrealba y Carbonell 2007). Sitios poco perturbados antes (en una diferencia de 7 a 10 años) se aprecian bastante deteriorados en la actualidad; se ha visto hasta refrigeradoras en el Golfo de Nicoya y cada vez hay más bolsas azules impregnadas de químicos (de las bananeras) sobre las aguas de los efluentes del Sixaola (experiencia personal). Hemos empujado la presencia del “ecoterrorismo”, donde unos parques sufren quemas no naturales, otros poseen cacería y pesca ilegal y excesiva, y en otros hay una extracción excesiva e ilegal de sus dotes (por ejemplo, orquídeas y musgo). Otros sufren todo esto junto y más. Mayor información sobre la problemática de implementar una adecuada gestión en los parques puede ser consultada en Barreras para la implementación de los planes de manejo de las áreas silvestres protegidas en Costa Rica (Robles et al. 2008). Ello, sin mencionar a los ambientalistas caídos en sus luchas. Cuando la información de deterioro ambiental se hace evidente en los medios que resaltan la contaminación fecal en los parques (Paz-Barreto 2009), íconos para atracción de turismo y capital, en realidad, ha estado allí desde mucho antes. Por su parte, la sustentabilidad implementada parcialmente a través de la conservación como negocio en el sector turismo, tampoco ha producido resultados de valor agregado al nivel del desarrollo y más bien parece ser un nuevo eje de acumulación del capital (Cordero 2006). Una medida indirecta de la actual imperdurabilidad es la situación visible fuera de los parques, aquí la naturaleza confronta una situación de suelos erosionados, contaminación hídrica y atmosférica y sobrepoblación en zonas urbanas (Observatorio del Desarrollo 2002, Programa Estado de la Nación 2006). Esta necesidad de optar por una relación distinta con el medio ambiente es lo que nos condujo a desarrollar el marco teórico titulado Conservación Integral Alternativa desde el Sur (CIA-Sur), una aproximación conservación-desarrollo basada en estudios de caso con comunidades indígenas y campesinas de Costa Rica, Panamá, Bolivia, Brasil y Perú (Torrealba y Carbonell 2008a). La CIA-Sur es una plataforma del pensamiento ambiental alternativo latinoamericano, donde cada línea particular de investigación ambiental alternativa puede ser engranada; en este caso, la línea de estudio a encastrar es la de la ética ambiental vista a través del tiempo, la cual nos lleva desde tiempos pretéritos hasta la historia del tiempo presente, donde vemos surgir cada vez

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Pobreza, 20%; desempleo, 5%; esperanza de vida, 79 años; índice de mortalidad infantil, 9/1000 n.v.; alfabetización, 97%.

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con más fuerza un despertar de la humanidad ante la problemática ambiental en un tiempo que propicia el reconocer las bondades de la historia ambiental latinoamericana.

Según la CIA-Sur la historia ambiental

regional es el hub conector de las diferentes (inter)-disciplinas, la transdisciplina que debería guiar el accionar del mundo material -orientar economía y ecología- y cuyo reto actual es visibilizar adecuadamente la interacción entre sistemas humanos y naturales, entender el papel de los sistemas naturales en el transcurrir del tiempo histórico de la humanidad, y el de los sistemas humanos en el transcurrir del tiempo ecológico de la naturaleza (Torrealba y Carbonell 2009). Por todo lo anteriormente expuesto, en este documento se exploran las implicaciones de ver la historia ambiental dentro del marco del pensamiento ambiental alternativo latinoamericano actual, pues, la ciencia, el conocimiento y su filosofía no descansan en teorías estáticas; al contrario, son dinámicas y evolucionan constantemente. Así, se ha construido un enfoque de análisis teórico de los valores éticos generales de la historia ambiental en Costa Rica, el cual inicia con los ancestros desde Abya Yala y culmina reinterpretándolos en pro de una transformación hacia un futuro sustentable. Tal abordaje teórico para la historia ambiental, nos hace ser conscientes de que, si vemos a la conservación en el amplio sentido de cuido de lo natural y al desarrollo, en el amplio sentido de mejora de la condición de las personas en comunidad, es posible ver que la complejidad de los problemas de «conservación y desarrollo» en su dimensión espacio-temporal necesitan de una visión panorámica ambiental integral a lo largo del tiempo (sus raíces datan de años atrás); donde el marco de fondo usado es el espacio de la región de América Latina y la pintura a resaltar, es Costa Rica como región. Tal multidimensionalidad integral requiere de un abordaje metodológico particular, más abajo explicado. Luego, se fundamenta la periodización hecha y, posteriormente, el capítulo se presenta estructurado en cuatro periodos de percepción del ambiente y su conservación a lo largo del tiempo. El primero (Etapa I), es una pincelada a brocha gorda, un amplio panorama de la percepción de natura durante tiempos indígenas, tanto en la región de América Latina, como en Costa Rica. El segundo (Etapa IIa), trata sobre el viraje radical de la cosmovisión indígena que derivó en preocupaciones utilitarias conducentes a la creación de las áreas silvestres protegidas como las conocemos hoy. El tercero (Etapa IIb), abre la perspectiva de los usos no perdurables de la tierra culminando con el inicio “formal” de la visión de desarrollo sustentable en la década de 1980s. Finalmente, con la 1ra Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo, conocida como Cumbre de la Tierra o Río`92, se abre el cuarto y último periodo (Etapa III): una visión integral que vincula los diferentes problemas ambientales heredados a lo largo del tiempo, con los estilos de desarrollo más recientes seguidos, y una especulación de hacia dónde vamos en el futuro. Estos relatos incluyen un vistazo a grosso modo de los principales valores subyacentes al panorama de cuido, protección y deterioro ambiental y social presente en el país; sólo una pequeña parte de los enormes cambios habidos en Costa Rica desde la llegada de los Españoles, pero más aún desde el nacimiento de la moderna sociedad industrial, con renovado empuje desde la pos-Segunda Guerra Mundial y con mucha más fuerza desde los 1970s. Con ellos, y especialmente en la Etapa III, se incita y motiva a una toma de conciencia crítica sobre la forma como se nos ha hecho pensar, concebir e implementar a través de nuestras políticas “nacionales”, actitudes como personas individuales pero parte de una sociedad y acciones en grupo, lo que hoy percibimos como “nuestro” estilo de conservación-desarrollo.

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2- Objetivo general y meta Mostrar cómo han cambiado a lo largo del tiempo los valores hacia el medio ambiente por parte de los seres humanos en Costa Rica, dentro de sus contextos culturales, políticos y económicos, teniendo como 6

marco teórico-filosófico el emergente pensamiento ambiental alternativo latinoamericano de la CIA-Sur . Partiendo de nuestro arraigo ancestral, se pretende mostrar hacia donde nos lleva el estilo actual de desarrollo que prevalece, entendiendo que la materia prima natural “pretendida” de obtener o salvar a través de los parques, del turismo o del agro, no se logrará y que la capitalización exclusivista a costa de lo natural, acabará.

3- Métodos Para la construcción del pensamiento ambiental alternativo latinoamericano, se usó el marco conceptual de la plataforma CIA-Sur arriba mencionada, sus elementos conceptuales y filosóficos. El marco metodológico empleado es sincrético y, en un enfoque comparado, triangula fuentes venidas de la filosofía ambiental, la historia, la economía, la educación, la sociología, la ecología y la taxonomía; todas conjugadas armónicamente dentro de una visión propia, donde vale rescatar la afinidad ideológica con autores como José Martí, por su visión integral, propia y nuestra del ser humano y la naturaleza y Eduardo Galeano, por “Las Venas Abiertas de América Latina”. A continuación se verán los enfoques tomados de cada una de estas áreas. Desde la óptica de la filosofía ambiental, se tratan los valores. ¿Por qué los valores?. En la base de los cambios efectuados en el binomio de sistemas humanos-naturaleza a través del tiempo (que es lo que compete a la historia ambiental), están los valores, o las “instituciones sociales”. No sólo como ya se explicó en la introducción, sino como indican un par de reconocidos ambientalistas españoles, “Las acciones humanas sobre el entorno vienen definidas e impulsadas por los valores que, en un momento dado, mantiene el grupo social que actúa. Valores que se refieren tanto a la visión que las personas tienen de sí mismas, como a su percepción del papel que ocupan en relación con la Naturaleza o el resto de los seres humanos(…) Tales valores, articulados sistémicamente, constituyen el soporte explicativo y legitimador de la acción ejercida por nuestra sociedad sobre el medioambiente, por lo que su importancia es decisiva” (Novo y Lara, 1997: 35; vol. I; negritas no del original). Nótese que los mismos están influenciados acorde las particularidades de cada momento. A lo largo de la historia unos grupos, en especial los de América Latina luego de la “conquista” europea, hemos ido adquiriendo valores de otras culturas los cuales generan una gran gama de matices cuando se entremezclan con los propios, se cambian por los propios o se rechazan y viceversa (los europeos también han moldeado sus valores con los originarios de las Américas). Ampliemos un poco esto. Particularmente para la América Latina sobresalen, a fines del siglo XVII e inicios del XVIII, el valor de apreciación de la naturaleza sublime por parte de los europeos, un valor estético donde lo bello naturalmente es admirado y esto se aprecia en la vieja tradición pictórica viajera (hoy traducida como “turismo”). Ya en los siglos XVIII y, especialmente, en el XIX viene la tradición de coleccionar objetos en “gabinetes de curiosidades” 6

Este objetivo se corresponde con el 2do objetivo específico de la tesis doctoral de Torrealba (2010); el cual versa: “A lo largo de la historia identificar, determinar y sistematizar las principales “instituciones sociales ambientales” que poseen personas urbanas y rurales, a escalas local, nacional e internacional, que inciden en la conservación y el desarrollo en Costa Rica, usándola como reflejo de América Latina”.

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de los historiadores naturales ; muchos naturalistas europeos llegaron a América en busca de ejemplares en un afán de obtener ejemplares únicos regidos bajo el valor de obtención de los especímenes más extraños. Del utilitarismo del siglo XIX, heredamos el valor de identificar lo bueno con aquello que produce placer; del pragmatismo de fines del siglo XIX a inicios del siglo XX, aprendimos que todo valor está basado en el uso y, especialmente, en el uso humano y, finalmente, del positivismo lógico de mediados del siglo XX, adquirimos el valor de que los enunciados éticos son irracionales, subjetivos y arbitrarios, puras expresiones personales de emoción (Hargrove, 2008). Si combinamos estos valores con las ideas de la economía moderna del siglo pasado, las tres posiciones convierten la toma de decisiones en una mera satisfacción racional, egoísta, egocéntrica y de deseos personales en un mundo de “escasez moderada (Hargrove, 2008). Así, dada su gran relevancia, los valores y la forma cómo pensamos sobre el ambiente son la base de este documento; de hecho, como veremos más adelante, ello es parte de la historia ambiental. Pero hay que hacer la salvedad que, debido a los problemas de distanciamiento entre la teoría y la práctica de disciplinas que tratan específicamente los valores, como la ética ambiental y la misma historia ambiental, el enfoque está en los valores sobre el ambiente más ampliamente aceptados que sean consistentes con la historia de las ideas que realmente han formado las percepciones ambientales en nuestra región y, en lo particular, en Costa Rica. No obstante, se cuenta con una gran experiencia práctica venida principalmente del ámbito de la sociología de la conservación con comunidades, como se verá más abajo. De la historia, entendida ésta como instrumento para conocernos y (re)construirnos al vernos reflejados en ella, este estudio se ubica en el enfoque de la ecohistoria (Cuadro 1). Esta forma de hacer historia, permite una aproximación sistémica empleando diversos tipos de fuentes; por ejemplo, no anula registros diferentes a los de la escritura tradicional, como por ejemplo el sistema de de los “nudos parlantes” de los incas y, en este sentido, tiende a colindar con muchas otras áreas, como la antropología y arqueología; la ecohistoria puede expresarse con blogs, audio-visuales y muchas otras interpretaciones. Para lograr reinterpretar la historia lo primero, es notar las barreras e incongruencias en la manera usual de hacer las cosas y luego, lograr que otros vean las cosas como las vemos nosotros; claro, esto no es sencillo porque normalmente no nos damos cuenta que el mundo en que vivimos es un mundo histórico, creado por nuestras prácticas; pasamos ocupados lidiando con las tareas que tenemos, y no nos vemos a nosotros mismos como agentes que obran de una manera determinada por la historia (Bula, 2010). Cuadro 1: Algunos enfoques de la historia. Construcción con base a P. Burke (1993) y F. Gómez (1997). Rubro Forma y objeto de estudio

Historia “tradicional” (Burke 1993) Basada más que todo en el análisis de documentos escritos y cuyo objeto principal es el estudio de la política.

Nueva historia (Burke 1993) Usa otro tipo de registros, como pruebas orales, visuales, cifras y estadísticas y sus objetos de estudio son mucho más amplios.

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Nueva historia (“ecohistoria”) (Gómez 1997) La historia se incorporará al grupo de disciplinas que ha incrementado su interdisciplinariedad, como por ej., en las ciencias naturales, la astronomía a partir de la física y la ecología de la biología.

Tal tradición es pretérita, pero tuvo auge en los siglos XVIII y XIX. Indica Evelyn Hutchinson (1979, reimpresión del original de 1963) en “El naturalista como crítico de arte”, dentro del libro El teatro ecológico y el drama evolutivo que el inventario de flora, fauna y objetos más antiguo data de 1401-1416 y fue la colección del Duque de Berry (1340-1416), hermano de Carlos V, rey de Francia.

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Visión del tiempo

Enfoque

Se piensa como narración de acontecimientos del pasado.

Se analizan “estructuras”, se interpreta a un nivel diferente.

Se hace desde arriba (grandes hazañas y personajes) y se basa en el paradigma de la objetividad.

Usa la opinión de los “de abajo” y la objetividad ya se tiene como una quimera.

Debe considerar la relatividad del tiempo en relación con lo real, lo determinado y lo dado por sentado. Debe considerar que periódicamente se da una revolución de los paradigmas, por lo que debe asumir un rol crítico al nivel planetario.

En lo específico dentro de la disciplina de la historia ambiental, se aplica un concepto derivado de Guillermo Castro, Donald Worster, Mauricio Folchi, Kenneth Burke y Jill Ker Conway. Para ello se usa la definición de que la historia ambiental comprende los estudios acerca de los cambios que se han dado a lo largo del tiempo en los sistemas de las sociedades humanas en relación con los sistemas de las comunidades naturales, los cuáles son de naturaleza muy dinámica y pueden confluir con muchas disciplinas (Cuadro 2). Cuadro 2: Definición de historia ambiental (HA) y campos de confluencia con otras inter-disciplinas, las cuáles pueden entremezclarse, según sea el enfoque usado. Construcción propia con base en autores de arriba. LA HA INCLUYE Cómo pensamos acerca de la naturaleza a lo largo del tiempo: Nuestros valores, actitudes, creencias, etc….

Ante nuestro rol de uso y transformación del entorno a lo largo del tiempo, cómo ha respondido la naturaleza, cuáles son los impactos biogeofísicos habidos en la naturaleza en sí misma; esto debido a los cambios que le hemos infringido.

Ante nuestro rol de uso y transformación del entorno a lo largo del tiempo, cómo nos han afectado los cambios en nuestro entorno; cuáles son los impactos habidos para las sociedades humanas desde la perspectiva social, económica, tecnológica, política y cultural, entre otras.

ENFOQUES

SUB-ENFOQUES DE LA HA

I. Cómo concibe el ser humano a la naturaleza

I.1. El pensamiento ambiental, los valores, las distintas ideologías, las culturas, la ética, las leyes, regulaciones y los mitos (lo intangible sensu Worster)

II. Cómo representa el ser humano a la naturaleza

II.1. Los diferentes tipos de relaciones (mágico-religiosas, económicas, culturales, otras) entre las personas y las comunidades bióticas de su entorno inmediato. II.2. Las relaciones del marco ecológico o natural (los diferentes tipos de vínculos entre lo biótico, abiótico y el rol del ser humano) con los distintos procesos históricos habidos dentro de una región (convergente con lo que Folchi y otros llaman la historia ecológica).

III. Cómo el ser humano transforma y cambia su entorno ambiental y cómo modifica el entorno natural del planeta (paisaje, recursos naturales, medioambiente, gases y compuestos,…)

III.1. Los cambios habidos en las distintas formas de uso y apropiación de los “dones” naturales (diferentes maneras de apropiación de los recursos, usos extractivos y no extractivos, abusos habidos considerando no sólo el enfoque desde la historia económica, sino el uso de estos temas como un asunto académico desde distintas perspectivas y cursos). III.2. La problemática ambiental contemporánea (a partir del nacimiento de la sociedad industrial) y la crisis ecológica global, el rol del Estado, las naciones y las políticas (incluye las denuncias y críticas habidas sobre el saqueo de los recursos de acuerdo a la actual economía de rapiña sensu Castro)

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CONFLUYE CON  Ética y filosofía ambiental  Socio-ecología Burkeana  Ecología crítica  Ecología profunda y social  Ecología política  Ecología aplicada (gestión vida silvestre)  Conservación biológica (puente interdisciplinar que comunica ciencias sociales con naturales para asegurar la diversidad natural)  Conservación con comunidades  Sociología rural  Economía ecológica  Historia agraria y agroecológica  Historia económica y social  Historia política y social (movimientos sociales)  Economía ambiental  Conservación y formas de vida sustentable  Sociología ambiental

A la usanza indicada en Enríquez (2008), se empleó una laxa aproximación a fuentes consideradas accesibles, viables y confiables dentro del marco de una diversidad de proyectos que comprenden una compilación de la historia local, principalmente la oral (Cuadro 3). Desde el punto de vista de esta nueva forma de hacer historia, vale citar el aporte de autores como Jared Diamond y Charles Mann, por su rescate histórico-integral de las situaciones socio-ambientales vividas por culturas ancestrales y su análisis del futuro y de Guillermo Castro, por su construcción filosófica de amplio alcance temporal dentro del campo de nuestra historia ambiental latinoamericana. Cuadro 3. Principales tipos de fuente usados y ejemplos. TIPOS DE FUENTE

EJEMPLOS

Registros de la historia oral y local derivados de entrevistas, Estas fuentes fueron datadas a través de 16 proyectos conversaciones informales y referencias escritas o de investigación efectuados con rigurosidad en la toma dibujadas en al menos 30 talleres rurales participativos. y procesamiento de datos al nivel ambiental y social desde 1997 hasta el 2009 (más en Torrealba y Registro de fotografías propias de la historia local desde Carbonell 2010 y en Carbonell y Torrealba 2008) hace 12 años en diversos casos de estudio a lo largo de América Latina. Registros de notas y fotografías clasificadas en bitácoras de campo (físicas y digitales) de salidas a zonas rurales terrestres, campesina e indígena; principalmente en Costa Rica, Panamá, Venezuela, Nicaragua, Colombia, Chile y Perú desde la década de los 1980s.

Esta experiencia empírica en campo data de1984 al 2009 y comprende en promedio 33,2 días efectivos en campo por año, en 200 localidades distintas, principalmente de tres países de la región de América Latina.

Comunicaciones y documentos de “literatura gris” intercambiados con profesionales, filósofos y pensadores de la región; cotejados con la experiencia tenida en campo. Dentro de tal “literatura gris” se usaron redes sociales y grupos digitales surgidos entre profesionales y activistas alternativos sobre el medioambiente.

Castro 2001, Houtart 2006, Elizalde 2010. Recursos alternativos como: Google Group Guardaparques, Centro para el Desarrollo Indígena de Costa Rica (www.cedin.org:). Redes de información y denuncia sobre situaciones que los medios rara vez publican.

Libros de reconocidos autores, quienes enfocan al ambiente desde la interdisciplinariedad histórica, en una visión sincrética que une la ecología, política, economía con los aspectos sociales e históricos.

Al nivel latinoamericano se emplearon mucho autores como Fernando Mires, Enrique Leff y Guillermo Castro; al nivel internacional se usó a Diamond 2005, Mann 2006, Lovelock 2006.

Documentos oficiales de instituciones públicas costarricenses y de otros países sobre ambiente y desarrollo.

Estado de la Nación, Estado de la Región, Geo-Costa Rica, Leyes y Decretos de creación de áreas protegidas, entre otros.

Artículos en revistas técnicas y académicas o publicaciones de tesis.

Por ejemplo: Capra 2000, Hirschman 1994, Gilman 2000, Wallerstein 1996 y Van Eijk 1999

Artículos en diarios de circulación periódica.

Periódicos, Semanarios, Sitios URL

Libros de educación y literatura crítica cuyos enfoques aún están vigentes.

Por ejemplo: Freire 1980, Martí 2005, Galeano 2004.

De la economía, se usaron conceptos de la economía ecológica, como la inconmesurabilidad y la multidimensionalidad; nótese que la economía ecológica acepta al sistema económico como uno abierto que está en continua interrelación con los ecosistemas y los sistemas sociales, influyéndose mutuamente (GarcíaTeruel 2003). Dentro de esta área vale mencionar autores como Francois Houtart, por su entender del poder de la relación político-económica Neoliberal e Immanuel Wallerstein, por su tesis económica del sistema-mundo.

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Asimismo, estudios efectuados por Fabricio Carbonell sobre valoración de humedales en Perú, Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica, nos fueron de amplia utilidad (por ejemplo Carbonell 1999). De la ecología, dentro del enfoque crítico ecológico, que supera al de la ecología convencional, este documento se sustenta en James Lovelock por su tesis de la Gaia y en Fritjof Capra, por su visión holística de los sistemas. En ecología, los seres vivos y su relación con el ambiente, se pueden estudiar en los diferentes niveles de organización o escalas, tales como el gen, la población, la comunidad y el ecosistema, cada uno con métodos y teorías propias; por ejemplo, es factible analizar los ecosistemas de bosques de roble, y los robles como individuos, con métodos y preguntas de investigación distintas, para obtener resultados complementarios. Nótese que el transcurrir del tiempo y espacio para una bacteria, un insecto, una persona y un ecosistema son completamente diferentes, por lo que para explicar las pautas de cambio a lo largo de tiempos y espacios disímiles y lograr lidiar con la inconmensurabilidad, se necesita brincar a la escala del tiempo ecológico (no el i

tiempo histórico, ni el tiempo geológico, ni el tiempo indígena ). Después de todo, en un único lugar para una sola generación humana, transcurren miles de generaciones de insectos, millones de generaciones de bacterias y ni una generación al nivel del ecosistema (Fig. 1 ).

Animal. Miles de miles de vidas de insectos, algunos individuos viven un promedio de días otros de años y las tasas de recambio son igualmente variables (la escala pasa a días)

Figura 1.

Representación de las escalas ecológica e histórica. Esta figura debe imaginarse de forma tridimensional, como un cono con el ápice (el círculo más pequeño) arriba desde donde se pueden apreciar los niveles sucesivos de círculos concéntricos). En una generación al nivel del ecosistema transcurren varias generaciones humanas, muchas de insectos y muchas más al nivel de bacterias. Nótese que: (i) desde el círculo correspondiente al de la generación humana no es posible apreciar los cambios al nivel del ecosistema, pero sí podemos ver los de generaciones y cambios al nivel insectos y bacterias y (ii) desde una perspectiva espacio-temporal el ecosistema es el nivel más inclusivo de todos. Elaboración propia.

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De la educación, se utilizaron las formas de aprendizaje colaborativo, la pedagogía crítica, el paradigma ecológico de Edgar Morin y la tesis de la liberación del oprimido de Paulo Freire. Dentro de esta línea, lo determinante ha sido el enriquecimiento de una visión diferente a lo largo de muchos años, gracias a la reflexión profunda sobre los resultados de los proyectos (previamente referidos en el Cuadro 1 y con más detalle se pueden consultar en Torrealba y Carbonell 2010 y en www.meralvis.com) dado al intercambio de ratos de diálogo fructífero en la otredad de las etnias y otros grupos culturales sin poder de Sur y Centro América; acompañada a lo largo de varios años de ricas discusiones y coloquios en clases de enfoque socioambiental al nivel universitario (Cuadro 4).

Asimismo, se usó la tesis del “no-aprendizaje” explicada en

Torrealba y Carbonell (2008a). Cuadro 4: Enfoques de cursos dictados por Isa Torrealba y principales textos empleados. Enfoque del curso Problemas del medioambiente, la conservación y sus aspectos históricos, sociales y culturales en relación con el desarrollo social en Costa Rica dentro del panorama de América Latina.

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Principales referencias de texto usadas

Tema central: Impacto ambiental y desarrollo social, debates sobre los CORREA, H. D. e I. RODRÍGUEZ (editores). 2005. Environmental crossroads in estilos de turismo, Latin America: Between managing and transforming natural resource conflicts. agricultura y modelos UPAZ económicos seguidos. CHACON, M. 2003. Historia y políticas nacionales de conservación. UNED RODRIGUEZ, J. (Compilador). 1998. Estado del ambiente y los recursos naturales en Centroamérica. CCAD y otros.

Tipo de curso: Del FOURNIER, L. 1991. Desarrollo y perspectivas del movimiento conservacionista área ambiental. costarricense. UCR. DIAMOND, J. 2005. Collapse: How societies choose to fail or succeed. Penguin books. HONEY, M. 1999. Ecotourism and sustainable development: Who owns the paradise? Island Press. RAMIREZ, A. y T. MALDONADO. 1988. Desarrollo socioeconómico y el ambiente natural de Costa Rica: Situación actual y perspectivas. Neotrópica. . ROBERTS, J. y N. THANOS. 2003: Trouble in Paradise: Globalization and environmental crises in Latin America. Routledge Books.

Panorámica general cultural, ambiental e histórica de Costa Rica y aspectos críticos que han incidido en la situación actual del país, en el marco de la región latina.

Otros datos

BIESANZ, M., R. BIESANZ Y K. BIESANZ. 1999. The Ticos: Culture and social change in Costa Rica. Lynne Rienner Publishers. PURCELL, T. 1993. Banana fall out: Class, color and culture among West Indians in Costa Rica (Afro-American Culture and Society). UCLA. MOLINA, I. y S. PALMER. 2000. The history of Costa Rica: Brief, up-to-date and illustrated. UCR. . MOLINA, I. y S. PALMER. 2005. Costa Rica del siglo XX al XXI: Historia de una sociedad. UNED. MANN, C. 2006. 1491: New revelations of the Americas before Columbus. First Vintage Book Editions.

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Periodo: 2002-hoy Giras: Al nivel urbano (recicladoras, sitios de relleno sanitario, recolectoras y parques urbanos) y al nivel rural (a diferentes áreas silvestres protegidas con situaciones conflictivas vigentes). Tema central: Aspectos críticos sobre estilos de desarrollo en Latinoamérica, debate abierto sobre el caso de Costa Rica. Tipo de curso: Del área social. Periodo: 2001-8.

Se usaron también muchas otras referencias de artículos de revistas y capítulos de libros, no incluidos aquí por motivos de espacio.

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PANAYOTOU, T. (editor) 2001. Environment for Growth in Central America: Environmental Management for Sustainability and Competitiveness. Harvard.

Giras: Principalmente a territorios indígenas de Talamanca.

SÁNCHEZ, J. 2001. Mi libro de historias Bribris. Centro de Pueblos Indígenas y Tribales del Consejo de la Tierra. ZINN, H. 1999. A people´s history of the United States: 1492 - present. Harper Collins Publishers.

De la sociología se tomó la forma de estudiar los valores y actitudes de la gente sobre el ambiente, dentro de una orientación macro en relación con las Agendas Globales del Desarrollo que intentan promover un desarrollo sustentable, a la usanza de la sociología ambiental. De la rural, se abarcaron las formas de estudio que buscan entender cómo el uso de los recursos naturales afecta a la gente, partiendo de un enfoque específico local de lugares y recursos en particular, creando así un campo sincrético al cual denominamos “sociología de la conservación”, pero que no es nuevo ya que surge de los trabajos de conservación orientada a comunidades donde se vela por un uso y medios de vida perdurables en cuanto a la cadena de la vida, en un marco de desarrollo rural endógeno (Torrealba y Carbonell 2008a y Carbonell y Torrealba 2008). De la taxonomía (disciplina a cargo de la clasificación de los seres vivos al margen de la sistemática) se empleó la forma de hacer clasificaciones para lograr derivar a partir de este enfoque las etapas de tiempo o períodos de la historia ambiental en el país. Como discute Torrealba (1987), una clasificación (periodización en nuestro caso), es un sistema de almacenaje y búsqueda de información cuyas agrupaciones (etapas) son detectadas según sean los criterios que priven para reflejar los procesos de cambio de la historia ambiental dentro de un dado territorio (Costa Rica en nuestro caso).

4- Períodos de la historia ambiental en Costa Rica: Su detección, concepción y limitaciones. Retomemos de la taxonomía que una clasificación es un sistema de almacenaje y búsqueda de información, cuyas agrupaciones o periodos son “descubiertos” (encontrados) con base a criterios. En nuestro caso, y dado que la historia ambiental pretende estudiar las relaciones entre los sistemas humano y natural, tales criterios son los valores que tiene la gente sobre el ambiente. Según Torrealba (1987) una clasificación óptima o ideal para un determinado fin debe cumplir con los siguientes atributos mínimos: 1) Valor heurístico con criterios medulares para las agrupaciones más amplias.

Un buen sistema de

clasificación contribuye a descubrir hipótesis, conocimientos, a abrir puertas para más investigación y a captar sincréticamente más información; las mejores clasificaciones nos permiten tratar con una gran cantidad de datos al lograr agrupar una amplísima cantidad de información en unas cuantas palabras simples (Nelson y Platnick, 1981). Así, los criterios por los cuales se rija deben ser atributos medulares, causas raíz de la situación o el fin determinado que se pretende estudiar. Siendo que la historia ambiental estudia los vínculos, interacciones y relaciones entre los sistemas humanos y naturales o entre naturaleza y sociedad, las formas como perciba la gente que puede y debe usar el ambiente, sea que sepan o no, cómo responderá cada tipo de ambiente y si tales formas de uso arriesgan o vulnerabilizan la relisiencia

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ecosistémica (abajo ampliada), resultan medulares. Como antes vimos, trataremos con aquellos valores sobre el ambiente ampliamente aceptados y consistentes con la historia de las ideas, los cuales constituyen el soporte explicativo y legitimador de las acciones de las personas en su ambiente, cuya importancia decisiva viene dada por su efecto en la resiliencia ecosistémica; llamaremos a estos: valores éticos ambientales ecológicamente medulares. 2) Estabilidad, fortaleza y holismo.

Debe ser un sistema capaz de soportar mayores y menores sub-

periodizaciones, manteniendo su congruencia; lo cual es especialmente importante al nivel de los mayores períodos de tiempo, esto por cuanto son de esperar más cambios (más cantidad y variedad de subagrupaciones) al estudiar con más detalle y bajo una diversidad de criterios los períodos de tiempo menores.

Si bien en este documento se establecen criterios medulares para las agrupaciones de mayor

alcance (los mayores períodos de tiempo), en sucesivas sub-agrupaciones, se pueden usar otros tipos de criterios, según sea el fin perseguido en cada tipo de agrupación o periodización. 3) Valor predictivo. Como ya se explicó al inicio de este artículo y en concordancia con la perspectiva de la socio-ecología Burkeana, la historia debe permitirnos prever el futuro. 4) Provisionalidad y adaptabilidad. Es de esperar que la disponibilidad de nuevas complejidades permitirá que haya modificaciones y mejoras posteriores. Adicionalmente, en tal periodización o agrupación es necesario que se pueda dar un ajuste a la reconstrucción de los procesos de cambio de la historia ambiental, ello de acuerdo a los criterios que se empleen en el estudio de tal proceso. De esta manera, se llegó a una taxonomía que implica la presencia de tres grandes periodos: dos pasados y otro en curso y correspondiente también al futuro. Los periodos se han dividido en cuatro grandes etapas, con algunas fases detectadas en los mismos.

De cada etapa, se presentan los valores más

característicos y visibles; cada una inicia con un resumen de los más importantes. Vale notar, sin embargo, dos aspectos muy importantes. El primero, es que las fases se entremezclan y se continúan hasta hoy, es decir, podemos encontrar en pleno siglo XXI valores que vienen directamente de nuestra época indígena. No se trata de fases tajantemente delimitadas, sino que se da un grupo de valores que provienen de una visión, una cosmovisión de mundo de ese momento y por tanto tienen mayor auge o preponderancia dentro de un grupo de años o, más bien, siglos.

El segundo, es que no se trata tampoco de un análisis de grano fino de la

multiplicidad de valores que pueden existir dentro de cada una de estas; dada la extensión temporal y espacial abarcada, no es la intención hacer un estudio histórico minucioso, pues además de tener fuentes orales, se utilizaron métodos de la sociología y el concepto ecológico de escala temporal, para así construir una visión propia de región histórica epistémica, la cual está constituida principalmente por la Costa Rica ístmica y rural, pero que no excluye del todo al área urbana, ni a la zona marítima. Llama la atención el engranaje de estos tres grandes períodos con los tres grandes tipos de metabolismo social indicados por Manuel González de Molina, cuando discute sobre tres tipos principales de modos de uso de los recursos o de apropiación de la naturaleza, a saber: el modo primario de los cazadores recolectores que no transforma la estructura y dinámica de los ecosistemas, el modo secundario, campesino (y añadiríamos indígena) agrario, donde hay transformaciones limitadas de la naturaleza asentadas principalmente

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sobre la base de la energía solar y, finalmente, el modo terciario o industrial, que emplea como base energética a los combustibles fósiles, donde se da una gran transformación en la dinámica de los ecosistemas. Indica el historiador: “Estos tres grandes tipos de metabolismo social resultan “ideales” o modelos teóricos que facilitan el estudio de las configuraciones societarias que estudia la historia ambiental, donde han estado presentes en diversas medidas los tres. Con esta clasificación tripartita no se pretende reconstruir una nueva línea evolutiva, más o menos lineal, entre otras cosas porque los tres coexisten en la actualidad.” (González de Molina, 2010: 233) Otra salvedad que hay que tomar en cuenta al leer esta periodización es que no se entra a detalle sobre los valores ambientales en la parte marino-costera, ni en la industrial, ni en el manejo de aguas residuales, en la gestión de desechos sólidos, en el incremento del parque automotor o en el desarrollo urbano, ello por mencionar tan sólo algunos de los temas más álgidos. Tampoco se entra en debate sobre temas que se pueden consultar con amplitud de información en otras fuentes de antropología cultural, ecología política, sociología rural y otras. Por ejemplo, se ha escrito y debatido mucho sobre los enfoques de la reciprocidad indígena y la agricultura campesina (i. e. Borge y Castillo 1997, Viales 1998), los cuales tienen a su vez, una inmensidad de valores en sus raíces. Estos temas son tocados aquí sin profundidad –son sólo referentes para llegar a una visión trascendente de la percepción convencional. Los periodos detectados resultaron compatibles con los hallados por otros autores, tanto por encima del nivel de región epistémica empleada (i. e. América Latina), como al mismo nivel (i. e. Costa Rica) (Cuadros 5 y 6). Cuadro 5: Periodos de la Historia Ambiental en América Latina según tres autores latinoamericanos. (En la página siguiente). Cuadro 6: Periodos de la Historia Ambiental en Costa Rica desde Costa Rica. RRNN: Recursos naturales, CR: Costa Rica; VC: Valle Central, HOA: Historia Oral Ambiental. ENA: Escuela Nacional de agricultura, PAE: Programa de Ajuste Estructural. (En páginas sub-siguientes).

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Autor Criterio de periodización

Luis Vitale (1983) (1928-2010) Visión estructuralista de los efectos de la actividad humana en los ecosistemas; más que historia ambiental Vitale trata la historia ecológica.

Guillermo Castro (2000) Uso de la naturaleza como “recurso”, según sea incorporada a la economía-mundo “europea”.

Anthony Goebel (2010) Mezcla de criterios de Guillermo Castro y Luis Vitale.

Fase I: El medio natural antes de la aparición del hombre

PRIMER PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN AMÉRICA LATINA

Para Vitale una historia del ambiente debería incluir una fase previa al ser humano, constituida por el surgimiento del continente; no obstante, dada nuestra definición de historia ambiental, ello no cuadra y tampoco calza el uso de la palabra “hombre”, debido a la percepción de género. Estas eras geológicas que abarcan hasta el Terciario cuando aparece el género Homo, en el Plioceno, usualmente están a cargo de la geología y otras ciencias de la Tierra.

Fase II: La integración del hombre a la naturaleza Esta fase abarca las primeras comunidades humanas en América Latina, formadas por recolectores, pescadores, y cazadores hasta la Revolución Neolítica. Este periodo constituye más del 99% de la historia de la humanidad y es conocido como la Prehistoria y, usualmente, está a cargo de la arqueología y antropología.

Fase I: Desarrollo aparte de la economía mundo, especialmente la europea 9 (20000 AC? – S XVI) El desarrollo está separado de la economía mundo, por lo que está determinado endógenamente, es una región autosuficiente, con diversificación en la producción, basada en el policultivo y la recolección.

Fase III: Los imperios Amerindios y el inicio de la alteración ambiental

SEGUNDO PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN AMÉRICA LATINA

(¿40,000-20,000 A.C?/siglo XVI) Integración humana y primeras alteraciones de los ecosistemas americanos en un desarrollo separado, endo-determinado, diversificado y autosuficiente

Esta fase comienza con los pueblos agroalfareros y minerometalúrgicos (4000 A.C.) y culmina con las culturas Maya, Inca y Azteca. Para Vitale el paso de la sociedad recolectora a la agrícola implicó el inicio de la alteración de los ecosistemas, por la incidencia que tuvo en la producción y consumo de energía; no obstante, pierde de vista que desde antes se han dado estos cambios, aunque ciertamente no con la misma intensidad, y que siempre ha ocurrido una coevolución en medio de ecosistemas que son resilentes.

Sub-fase Ia: Del poblamiento original al desarrollo agrícola (20.000 – 7-5.000 A.C.) Sub-fase Ib: Del desarrollo de la agricultura al inicio de los Estados tributarios (900 A. C. – S XVI)

Fase IV: El proceso histórico de la dependencia y el deterioro de los ecosistemas latinoamericanos

Fase II: Desarrollo articulado a la economía mundo europea y al mercado mundial (S: XVI - XX)

Trabajando contra la naturaleza: (siglo XVI/ siglo XXI).

El desarrollo se ha articulado a la economía mundo, por lo que se determina exógenamente, la región se hace dependiente, se enfoca los Estados centralizados y especializados con los monocultivos el eje articulador de la economía, el ambiente y la sociedad.

Se da una depredación ecológica y una gran crisis ambiental en un desarrollo articulado, exodeterminado, especializado y dependiente.

Abarca desde la colonización española, como punto de inflexión en las relaciones sociedad-naturaleza en la región– y concluye hacia 1930 con los procesos de industrialización de la región. Fase V: La sociedad industrial-urbana y la crisis ambiental de América Latina Abarca desde el inicio del proceso industrial de sustitución de importaciones hasta inicios o mediados de los 1980s, que es la fecha de escritura del artículo. (Aunque en otro artículo de 1998, Vitale mantiene las mismas fases).

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Trabajando con la naturaleza:

Sub-fase IIa: Desarrollo en la periferia de la economía de mundo europea (S XVI – 1870) Sub-fase IIb: Desarrollo articulado al mercado contemporáneo (1870-2000).

Se acepta la presencia humana en América desde el año 20.000 A.C., pero el hombre de Monteverde hallado en Chile amplió la fecha al 35.000 A.C. El signo de interrogación es de Castro.

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Rubro y autor Criterio para establecer periodos

PRIMER PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN COSTA RICA Natura y humanidad integradas. SEGUNDO PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN COSTA RICA Natura es empujada a “recurso” por el mercado. Conquista, Colonia y sociedades pre-industrial e industrial; 1ra República.

Luis Fournier (1991) Muere en el 2002 Rol de la educación (más de la ENA y la UCR) y su influencia en los movimientos sociales ambientalistas del país; se enfoca más al VC. Período pre-colonial En esta fase la visión de la naturaleza es como abundante y frondosa; los pobladores indígenas vivían en armonía con su ambiente. Se busca el origen de los movimientos sociales ambientalistas en los valores y cercanía de la naturaleza de los pueblos indígenas. Colonia - 1845: Aunque la percepción era aún de una naturaleza abundante, el germen del movimiento conservacionista estaba latente y crecía a ratos; el interés gubernamental por el ambiente quedó plasmado en leyes y edictos. En 1841 se habla de bosques del común y la necesidad de contar con permisos para explotarlos. 1845 – 1927: En este periodo se intensifica la producción del café e inicia la del banano a fines del S. XIX; paulatinamente aumenta la deforestación. En esta época hay cada vez más leyes sobre caza, pesca y quemas; separa la época por la creación de la ENA en 1926, institución clave para el desarrollo agrario del país.

Oscar Fallas (1993) Muere en 1994 Movimientos sociales ambientalistas, a la luz del modelo de desarrollo económico de acumulación del capital. Del ecologismo indígena hacia el caos ambiental. Por su rol y posición ideológica, Fallas ve que el desastre ecológico empezó con la llegada de los españoles a la región de América Latina. Indica que conservacionismo y ecologismo de Costa Rica son tan antiguos como las mismas culturas precolombinas.

1820 – 1930/40: Constitución del Estado Nacional y de la hegemonía Liberal. En el S. XIX vino a CR un naturalismo extranjero orientado a colectar ejemplares. Es en este periodo cuando se inicia la producción de leyes contra quemas y de uso de aguas, entre otras. También señala la creación de la ENA en 1926 como un evento importante en la historia y su efecto en el entorno ambiental del país. Enfoca especialmente la historia agraria del café y del banano, donde una constante fue el olvido del entorno natural con una preponderancia del beneficio económico para un grupo. Debido al olvido del ambiente por el afán económico, en 1940 CR llega a estar deforestada 1/3 de su área. .

Mario Chacón (2003)

Emilio Vargas (2004)

Este documento

Políticas y normas ambientales formales en las instituciones, además de los patrones de uso de los recursos naturales (RRNN).

Estudios de HOA, fuentes locales y académicas publicadas.

Valores éticos ambientales ecológicamente medulares.

Ambiente y desarrollo en CR Prehispánica (Cap. 1) Chacón indica que la explotación (caza, recolecta y agricultura) hecha por pobladores indígenas – distribuidos con heterogeneidad- no alcanzó nunca niveles que pusieran en riesgo la estabilidad de los ecosistemas, en especial por el tipo de conocimiento que poseían estas culturas de su entorno.

Su estudio no abarca el periodo indígena

Cambios ambientales producto del proceso de Colonización (Cap. 2). La llegada de los españoles suscitó cambios ambientales con la introducción de nuevos cultivos y variedades de fauna. Aumentó la deforestación y se modificó la dieta de las personas. Se implementó una nueva visión de mundo distante a la de nuestros antepasados indígenas, con fuerte base en un modelo económico y mercantilista de la naturaleza. El mestizaje y las enfermedades redujeron el tamaño de la población indígena que hubiera podido amortiguar tal efecto. 10

1820 - 1949 : Introducción de un nuevo modelo agro-exportador durante los siglos XIX y XX (Cap. 3). Este nuevo modelo se basó en pocos productos (café, bananos y ganado) lo cual contribuyó a que CR se acercara a los mercados mundiales y trajo una serie de efectos negativos sobre el ambiente, como daño a bosques, la concentración de tenencia de tierras y polución (minerías de oro a lo largo de los S. XIX y XX); se marcó profundamente la relación hombre-natura. Separa acá (cap. 6) dos fases de legislación ambiental nacional: 1840-1870 y 19061949, que poco aportaron para aminorar los efectos adversos sobre el ambiente.

10

Su estudio inicia en la segunda mitad del S. XX.

Etapa I: Una visión de perdurabilidad (11000 AC – 1501 DC)

Una visión perecedera del vínculo naturalezasociedad, con un mayor irrespeto por el uso de lo natural (1502–1991) Etapa IIa: Emergencia y ascenso de lo imperdurable (1502 – 1948) con una fase de transición entre 1502 y 1569.

Chacón no hace una periodización propia pero en sus restantes tres capítulos habla de: (Cap. 4) El desarrollo científico y tecnológico costarricense en RRNN, a partir del S XIX; (Cap. 5) Las organizaciones relacionadas con asuntos ambientales y (Cap. 6) La legislación internacional y nacional (colonia a fines S XIX, 1901 a1950 y 1951 al 2000).

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Rubro y autor

Luis Fournier (1991) Muere en el 2002

Oscar Fallas (1992) Muere en 1994

1927 – 1957: El movimiento

SEGUNDO PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN COSTA RICA Natura es reducida a “recurso” por el mercado.

.

conservacionista nace en la ENA y en esta época hay profundos cambios al nivel social, político y económico. La ENA pasa a ser la Facultad de Agronomía cuando nace la UCR en 1940. Continua el proceso de diversificación económica y se intensifican las explotaciones ganaderas; se deforesta aún más al país.

1957-1991: Este periodo viene marcado por el año de inicio de los Estudios Generales en la UCR. Fournier destaca la aparición de sucesivos estudios de diversos autores del ámbito ambiental y de una serie de organizaciones de corte ambientalista y/o conservacionista, a veces forjadas con un impulso de fondos externos. Se consolida el sistema de áreas protegidas, se crea el Ministerio del Ambiente (antiguo MIRENEM) y se producen una serie de nuevas leyes y políticas para poder afrontar los graves problemas de contaminación ambiental y crecimiento poblacional, que no siempre muestran resultados positivos.

Mario Chacón (2003) 1950-1994. Aunque no se

1948-1978: El nuevo modelo de desarrollo. En esta época inicia una mayor diversificación productiva, pero se instala en CR un nuevo modelo de acumulación del capital. El régimen político democrático reformista se caracteriza por leyes que no se cumplen y están desarticuladas. Para este autor los movimientos sociales por el ambiente -en gestación desde los 1960s por un pequeño grupo de intelectuales y académicos- consolidan su auge en la década de los 1970s con la lucha de ALCOA.

1980-1991: El nuevo modelo de crecimiento. Se impone un nuevo modelo económico con base en la exportación y el libre mercado, se anula o aminora el desarrollo agrario y se abren las puertas a la transnacionalización, trayendo impactos negativos a la ecología nacional. Es el periodo de los PAEs con pocos resultados benéficos para el país. Las luchas sociales se intensifican en este periodo, especialmente al nivel local. En un periodo de 50 años (1940-1991) se deforesta más que en los últimos 4,5 siglos; la deforestación llega a 3/4 de la superficie nacional

habla de fases propias indica los años de 1953 a 1994 como un periodo de legislación ambiental nacional. Para estos años Chacón alude a los cultivos con agroquímicos, al mal manejo de desechos sólidos, a ciertos aspectos del turismo y la desruralización, y al auge sin control del urbanismo, como causas importantes de cambio ambiental que han empeorado la situación, además de haber traído la merma de valores y de la idiosincrasia del costarricense. Pese a los procesos de cierto avance al nivel de la ciencia y la tecnología de los RRNN, hay que prever la fuga del patrimonio natural y mejorar la deficiente implementación de la legislación en materia ambiental.

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Emilio Vargas (2004)

Este documento

1° etapa de la HOA: Segunda mitad del Siglo XX. Esta etapa se

Etapa IIb: Auge Vertiginoso de lo imperdurable (1949 – 1991)

caracteriza porque se describen los usos de los RRNN e inician documentos en publicaciones de geografía y sociología. Vargas distingue dos (sub) fases de la HOA con años de inicios o finalización no estrictos (: aprox.): a) 1960s - 1982: Sobresalen la historia de las tradiciones y narraciones orales indígenas de Bozzoli y otros autores. b) 1983 - 2002: Se enfatiza la historia de los movimientos sociales y sus luchas y la historia agraria del café. Abundan cada vez más los estudios ambientales desde el punto de vista histórico oral.

2da República, 1ra “Revolución Verde” e inicio de las sociedades de la tecnología y de la información con un aumento vertiginoso de la deforestación.

Rubro y autor

TERCER PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN COSTA RICA LA ERA ECOLÓGICA La humanidad vuelve a integrarse a natura. Si la próxima Era no es Ecológica, no es.

Luis Fournier (1991) Muere en el 2002

Oscar Fallas (1992) Muere en 1994

No se menciona.

No se menciona.

Su publicación es de 1991, muere en el 2002.

Su publicación es de 1992 y muere en esa década.

Mario Chacón (2003) 1994 – 2002.

Emilio Vargas (2004) 2° etapa de la HOA: Inició a fines del S XX.

Chacón menciona que el año de 1994 marca una etapa distinta al nivel legislativo por cuanto la influencia de Río que trajo como consecuencia el inicio de una política nacional de un “desarrollo sostenible” malentendido. Indica que uno de los retos para el nuevo milenio es cambiar la economía, articular las leyes y hacerlas efectivas, escindirse del modelo agro-exportador con base en pocos productos y beneficio para unos pocos a costa de un enorme costo ambiental, y buscar alternativas de desarrollo distintas y de veras amigables con el ambiente, sin tener que sacrificar aún más el futuro de las nuevas generaciones.

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Se indica que el auge de algunos programas de investigación de la UNA y UCR en esta línea y dos libros, parecen estar indicando el origen de una nueva etapa. Vargas señala al libro de Sterling Evans (1999), quien busca los orígenes del conservacionismo en CR, pero que se enfoca más al estudio de áreas protegidas y omite fuentes que limitan su visión del país, e indica también al libro de Mario Chacón (2003), aquí referido.

Este documento Etapa III: Descenso y eliminación de lo imperdurable (1992 – S XXI) Fase de transición: 1992-2010, En busca del retorno a lo perdurable Pese las luchas dadas, inició la “Segunda Revolución Verde” (transgénicos) y aunque sigue la deforestación ya no tiene un aumento vertiginoso. El auge de Internet, las TICs y las Redes Sociales apoyan el cambio para retornar a lo perdurable, del cual hasta ahora sólo vemos un inicio incipiente.

En relación con la periodización que hace Vitale (1983, 1998) y con los tres grandes tipos de metabolismo social aludidos por González de Molina (2010), vale decir que en realidad no es la energía por sí sola la que determina los cambios en la unión de los sistemas sociedad-naturaleza. Esta afecta principalmente al ambiente, pero no es la raíz de la forma como nosotros lo modificamos; mucho menos en el paso de las primitivas sociedades recolectoras a las sociedades indígenas y cacicales. El planeta se ha adaptado por milenios y seguramente lo continuará haciendo. Lo que está en juego, en realidad, no es la desaparición de natura, sino –como lo percibe bastante bien Manuel González de Molina- de la humanidad misma. Perdemos de vista esto porque nos creemos superiores, pero en realidad la vida tiene demasiados años de evolución continua, como para que nosotros podamos pararla. Siendo la autora de este capítulo de base bióloga, con especialidades en ecología y conservación, quizá parezca extraño apelar por el humanismo y a las formas como pensamos en comparación a los usos energéticos que hagamos, pero eso es lo determinante. No es casual que la 1ra fase de la historia ambiental en América Latina (y en Costa Rica) se solape esencialmente con los modos primarios y secundarios del metabolismo social, pero lo que marca la diferencia en relación con la siguiente fase de la historia ambiental (que se solapa principalmente con el modo secundario o agrario y el terciario o industrial del metabolismo social, aunque también subsiste el modo primario de los cazadores-recolectores) no es el cambio en el uso energético, sino las raíces que impulsan tan cambio. No es la industria en sí misma la que traiga problemas, sino la forma como la hemos implementado, especialmente en los cambios catapultados en el siglo XX. La visión energética ciertamente es importante, pero no esencial. Los números arrojados por los indicadores bio-fìsicos del metabolismo social, son importantes, pero lo que es esencial es un cambio de nuestra forma de pensamiento y de vida. Haciendo una analogía con el cuerpo humano, que tengamos un número elevado de triglicéridos que pueda desencadenar una serie de enfermedades no es lo que nos hace cambiar, sino el ánimo de por un lado, querer vivir bien y por el otro, comprender las causas radicales por las cuales tales triglicéridos aumentaron. Notemos que los cambios siempre ocurren en el ambiente natural y siempre han ocurrido. Muy poco o casi nada preservamos de los tipos de especies y ambientes que había en el planeta en épocas pasadas. Pero, increíblemente, todos los seres vivos tenemos los mismos elementos que hubo en el planeta hace milenios.

No son los elementos, sino la forma como se conjugan de forma tal que surja su “capacidad

emergente”. Por ejemplo, de la mezcla del Oxígeno con el Hidrógeno diatómico (el cual es un gas altamente inflamable y que puede hacernos enfermar si es inhalado), surge el agua -que se usa para controlar al fuego. El problema no es la desaparición de especies, sino la velocidad con que sucede hoy día derivada de motivos no naturales y sin dar cabida a la resiliencia ecosistémica que provee la ocasión de forjar una tasa de recambio y regeneración aptas para seguir con el incremento de las diversidades -lo que nos distingue como planeta. Como dice James Lovelock, autor de la tesis Gaia, “vida regenera más vida”.

Lo importante es que el

ecosistema permanezca con la capacidad de cambiar y sanar, que sea resiliente. Para que los ecosistemas se mantengan sanos, son fundamentales dos aspectos: la presencia de especies claves y el mantenimiento de la integridad ecológica. Si una especie tiene un impacto grande en su comunidad y este es desproporcionadamente grande en comparación con su tamaño, entonces hablamos de

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especies clave. Son las especies armadoras, como las columnas de base en una construcción. Si esta especie es eliminada del ecosistema, ocurren cambios en la estructura comunitaria y eventualmente el ecosistema empezará a funcionar mal. Son las “ingenieras” ya que directa o indirectamente moderan la capacidad de obtención de recursos para muchas otras especies. Por ejemplo, las abejas por su rol de polinización, las lombrices de tierra por su aireación y aporte al abonado del suelo, los jaguares por ser depredadores en el ápice de las cadenas tróficas (moderan la cantidad de presas), los corales por el rol de casas cuna y lugares donde se reproducen más de un 50% de las especies de peces y los manglares por la capacidad que tienen no sólo de proteger a la costa, sino de limpiar las aguas que llegan al mar, teniendo incluso la capacidad de eliminar metales pesados, con una eficiencia y rapidez que aún no hemos logrado los humanos, ni con los avances de la ciencia y la tecnología actual. Por su parte, los ecosistemas están saludables cuando sus procesos y funciones ecológicas –tales como la producción de biomasa, el reclutamiento de nutrientes, y los ciclos biogeoquímicos de los elementosfuncionan normalmente; es decir, que ante grandes o pequeñas perturbaciones recuperan tal capacidad al cabo de un tiempo. Los ecosistemas enferman cuando diferentes factores (por ejemplo, descarga de nutrientes en los ecosistemas terrestres y recarga en los acuáticos) reducen la productividad primaria en los ecosistemas terrestres y la incrementan en los acuáticos y aumenta la amplitud de oscilaciones poblacionales de especies en el sector orgánico de los ecosistemas (hoy: algas que “taponean” lagunas contaminadas); finalmente, se reduce el tamaño y longevidad de las especies en ápice de las pirámides tróficas de los ecosistemas (hoy: crisis de pesca y desaparición de grandes mamíferos). Cuando se afecta la integridad ecológica de los ecosistemas, cambia la capacidad de los mismos tanto para absorber perturbaciones externas, como para lograr volver a sus funciones normales; o sea, se afecta su resiliencia, la cual es elástica y poderosa (depende del ecosistema), pero no imperturbable. De hecho, de acuerdo a las predicciones de la tesis Gaia en conjunto con otras teorías ecológicas, los cambios que afecten tal resiliencia nos llevarán a un incremento de los eventos hidrogeometeorológicos de impacto en frecuencia e intensidad, es decir, aumentarán los desastres “naturales” (como 11

hoy vemos), para luego “jalar” la «estabilidad» dentro de un equilibrio u homeóstasis dinámica . El incremento de las diversidades (genética, alfa, beta, gamma, todas) y de las culturas, asegura que se mantengan las capacidades ecosistémicas de retornar a la salud (su resiliencia). Volviendo a la analogía con el cuerpo humano, tales diversidades son los anticuerpos y cuando estamos saludables y fuertes, un resfrío no nos tumba, y si es una enfermedad mayor, al cabo de un rato volvemos a estar sanos. Muchos de los remedios y medicinas son para que nos sintamos mejor mientras transita por nuestro organismo la enfermedad, ya que muchas son autolimitadas (acaban por sí solas al transcurrir su ciclo) –y no es que la medicina sea inútil. Pero si empezamos primero a verter en nuestro organismo sustancias que no podemos digerir adecuadamente, en cada vez más cantidad y luego sustancias de cada vez, peor calidad, poco a poco vamos comprometiendo los sistemas de nuestro organismo; por ejemplo, primero el sistema digestivo, luego el respiratorio, después el circulatorio y así sucesivamente. Por más fuerte y sanos que una vez hayamos sido, tenemos un límite para procesar tanto cantidad, como calidad de las sustancias que nos enferman y los remedios que usamos

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Lo increíble, es que la tesis Gaia data de 1965 y muchas de estas aseveraciones vienen cuando mínimo desde inicios de los 1980s.

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(análogamente, creación de parques, corredores biológicos y enlaces de paisajes, etc.) sólo alargan el tiempo del transcurso de la enfermedad, ya que lo único que podría sanarla en verdad es ir a las causas radicales de la misma, eliminar los agentes nocivos que añadimos a nuestro organismo. La industria por sí misma, no es tan poderosa como para abatir la capacidad vital y resilente de los ecosistemas. Pero la industria de la mano con una visión de mercado aunada a un paradigma del tener por encima del ser, sí puede abatirlos. La presencia del ser humano en el planeta es realmente joven y la prevalencia del mismo al amparo de la sociedad industrial es aún muchísimo más joven en comparación con la vida en el planeta. Debemos esforzarnos por entender que en el futuro Gaia sobrevivirá y se repondrá a nuestro efímero tránsito en el mismo, con o sin nosotros en ella. Si la industria fuera de la mano del “ser” con valores humanistas ensartando sus procesos de producción en lo que se llama “ciclos de vida totales de los productos” y operativizando las ciudades como ecosistemas urbanos efectivos y funcionales con las industrias al servicio de éstas (y no, como vemos hoy, a la inversa, donde los ecosistemas urbanos disfuncionales e inefectivos están al servicio de la producción industrial), nuestra situación actual sería muy distinta. Obviamente no sólo ocupamos de ecosistemas urbanos, sino de áreas naturales “de vida”, no necesariamente prístinas (entre otras cosas, porque tales ecosistemas prácticamente ya no existen), sino agro-paisajes productivos y no contaminantes y ecosistemas terrestres y marinos funcionales integrales. Los ecólogos somos prolíficos en la creación de tesis o “teorías” (por mencionar solo algunas, la tesis de las perturbaciones intermedias, de los centros de origen, de la sucesión ecológica, de la diversidad, de las relaciones tróficas, de la biogeografía de islas, etc.), buscando tanto, entender las relaciones entre organismos y su medio y el origen de la enorme diversidad vigente hoy, como, solucionar la grave problemática ambiental actual; pero pocos vemos que las respuestas no están dentro de la ecología en sí misma, sino en su unión con otras disciplinas que no sólo enriquecen las alternativas para solventar o aminorar los problemas, sino que nos permiten ver el panorama completo de esta compleja situación. Por ejemplo, buscando alternativas a las crisis de parques y áreas protegidas nos ideamos los corredores biológicos primero y los enlaces paisajísticos después, siendo que si desde un principio hubiésemos estado construyendo inteligentemente habríamos podido crearlos desde antes, vinculando en ellos a las llamadas ciudades de hoy en las llamadas ASIA (áreas silvestres integrales alternativas) (Carbonell y Torrealba 2009).

En los usos del ambiente, al “destruir”

(apropiarnos, modificar o transformar) de una vez habríamos estado construyendo. Perdemos de vista que una disciplina por sí sola ve una arista del problema, ni siquiera una disciplina con interdisciplinariedad, como lo es la ecología, podría ver el panorama total. Si lo visualizamos como una de las esferas plateadas que hay en las discotecas, una disciplina sólo nos dejaría ver uno de sus hexágonos que bien puede parecernos plano e inmóvil de cerca; pero si nos alejamos vemos que, en realidad, se trata de una esfera formada por muchos hexágonos, la cual incluso puede dar vueltas. Para ver el panorama total y, por ende, tener soluciones efectivas, es menester la transdisciplinariedad (Torrealba y Carbonell, 2009).

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5- Etapa I: Una visión de perdurabilidad (11.000a/C – 1.501d/C) Caja 1: PRIMER PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN COSTA RICA: UNA VISIÓN DE PERDURABILIDAD. Usualmente –mas no siempre- con valores que forjan un mayor respeto por el entorno natural desde una perspectiva indigenista (11.000 A.C. - 1.501 D.C.) Inicio: Por la presencia de puntas Clovis halladas en Turrialba, Costa Rica, se piensa que este fue el inicio del poblamiento humano en lo que hoy conocemos como Costa Rica. Cómo se piensa sobre la historia y el ambiente durante este periodo: Aquí las poblaciones amerindias tienen una percepción de la historia donde el tiempo no es unilineal; una cosmovisión donde la historia avanza y se recrea sin anular origen e identidad. En lo hoy llamado CR, se ve una percepción indígena de espiritualidad y cuido por lo natural, donde el humano está inmerso en natura; el bosque es visto como “proveedor”, donde el ser humano pertenece a la tierra; la tierra es mi dueño (y no a la inversa como sucede después). Como se usa y transforma el entorno ambiental (impactos biogeofísicos y en sociedades humanas): Estos años coinciden con el modo primario de caza y recolecta y con el modo secundario o agrario del metabolismo social. Como el indígena está unido a su territorio e historia, se usa natura con respeto; sus prácticas tradicionales (agricultura, caza, pesca) poseen reglas y rituales donde humanidad, naturaleza y espiritualidad se vinculan en forma de una asociación recíproca; tal unión impulsa la conservación de bosques con una mucho menor deforestación que la del europeo de siglos ulteriores; la energía empleada viene directamente del sol, también se usa energía de otras fuentes naturales como el agua y la tracción muscular humana y animal. Aunque hubo efectos en el entorno, en CR nunca se arriesgó la resiliencia ecosistémica es decir, la capacidad de los sistemas naturales de volver a una condición de sanidad ecológica luego de una alteración humana o natural, ello sin perder su poder intrínseco de vincularse, insertarse y funcionar bien junto con otros sistemas. Algunos autores sostienen que en este periodo se incrementó la diversidad natural de algunos ecosistemas tropicales debido a la acción de los humanos (como el Amazonas) y otros que la cantidad de cultivos generados y la forma de producirlos generaba poblaciones humanas saludables en un ambiente resistente.

ABYA YALA (América Latina). Hacia el año 20.000 - 11.000 A. C. poblaciones nómadas habitaban América y sobrevivían principalmente por la cacería; Paul Martin (1973), citado por Hurtado de Mendoza (2002:32), asignó a estos paleoindios el “descubrimiento de América” y la responsabilidad por la extinción de los megamamíferos del Pleistoceno debido a una “cacería indiscriminada”.

No obstante, investigaciones actuales indican que

cuando los paleoindios entraron en contacto con la megafauna del “Nuevo Mundo”, ésta ya había vivido miles de años de procesos de extinción debido a razones climáticas (Hurtado de Mendoza 2002:32). Luego, pasaron varios miles de años para que se conformaran las poblaciones indígenas que hoy conocemos. Se sabe que antes del siglo XVI, en tiempos indígenas (se prefiere este vocablo y no el de Precolombino porque contrasta

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con la ideología y ética en el trasfondo de este documento), el ambiente era percibido por las sociedades indígenas de Abya Yala, como el principal proveedor de alimentos y de medios para la subsistencia y lograr el buen vivir -el equivalente actual de un desarrollo sustentable auténtico. Diferentes especies de flora y fauna representaban espíritus que se debían respetar y cuidar (Fig. 2). Figura 2. El símbolo del jaguar para los indígenas Naso-Teribes, Panamá (Foto: Jacob Campos 2007).

En ese entonces, para muchos habitantes nativos de Abya Yala era impensable ponerle un valor económico a la tierra, tal como es hoy impensable para nosotros comprar o vender a nuestras madres con un “título de propiedad”; y no es que no pueda asignársele un valor monetario a nuestras madres o a la tierra, sino porque éticamente se tiene por incorrecto para unos y otros. Para muchos no tenía sentido ver a la tierra como un bien de mi pertenencia y no a la inversa y todavía hoy, muchas etnias Latinoamericanas conservan sistemas perdurables de uso de la tierra y el sistema occidental de tenencia de la tierra no parece justo para con ellos (Clay 1988).

Sin embargo, vale considerar que en la era indígena también hubo grupos amerindios que

afectaron fuertemente al ambiente (Roberts y Thanos 2003), pero muchos otros no sólo supieron conservarlo adecuadamente por siglos, sino que lograron incrementar su diversidad natural, tal como sostiene la tesis del origen de varias partes del bosque Amazónico como un artefacto cultural (Mann 2006). En cuanto a su diversidad cultural, pareciera que sobran las palabras, pero antes de la llegada del europeo, por citar y trata de simplificar al máximo sólo un caso, en Bolivia –el ombligo del mundo para los aymara- los diferentes ayllus aymara organizados en markas (comunidad de ayllus, vendrían siendo los cacicazgos para los Españoles) y en “naciones” o “Estados regionales” llamados suyus (reinos o señoríos para los españoles), las cuales, a su vez, se unían en conjuntos de suyus, fueron severamente diezmados hasta al final quedar reducidos a unas 35 etnias en nuestros días. Tal estilo de cuido con respeto de muchos de los grupos amerindios deviene de una cosmovisión que liga la cultura del ser humano a su territorio e historia, tal como indica Escobar: Esta configuración del origen de las naciones, hace ver que los seres humanos serían un producto de la naturaleza y no sólo como señala el Cristianismo. Entonces, la configuración de las sociedades andinas tienen un fuerte espíritu de territorialidad. Esto es fundamental no sólo para los pueblos andinos sino también para los pueblos amazónicos, pues “el indígena y el territorio son sólo uno”, por eso la naturaleza

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merece respeto con los rituales y otras ceremonias, y es una de las funciones de las autoridades originarias (Escobar, 2003: 58). La visión de la historia es lo primero que toma en cuenta este proceso. Es así que el “Qip nayr uñastasis saranqapxañani” (frase del Taller de Historia Oral Andina) que significa “mirando el pasado y el presente avanzaremos” es el camino de valoración de todo un proceso de reconstrucción permanente en el que el pasado cumple una función que permanentemente recuerda de dónde venimos y nos remonta al origen sea éste mítico o no. El Qip nayr nos enseña que el paradigma u epísteme andino, no es igual que el paradigma occidental que ve al futuro (aislado) como el sentido de la vida (más aún, la velocidad con la que avanza el mundo no permite reflexionar lo que se hace), al contrario, tanto el pasado, el presente y el futuro son tres dimensiones de la conciencia histórica que van paralelas. No se puede pensar el futuro y el presente sin un pasado que le dé sentido e identidad. Desde la perspectiva andina, la historia no es percibida en una dirección unilineal estricta, si bien la historia avanza, pero evoca la memoria ya sea para recrearse o resignificarse, en otras palabras el paradigma andino se proyecta a lo largo de la historia de modo que no se anula de dónde venimos y quiénes somos (…). (Escobar, 2003: 71; negritas no del original). En muchas cosmovisiones originarias y no sólo la de Abya Yala, la naturaleza es vista como sagrada y, por tanto, está muy relacionada al mundo espiritual, es decir, con el poder de crear y destruir. Asimismo, el bosque es visto como un “proveedor” de dones y bienes que se pueden usar bajo ciertas normas y no como una despensa inacabable de recursos. Grupos indígenas latinoamericanos perciben que el mundo espiritual natural contiene una fuerza destructiva y una creativa a la vez, donde es necesario mantener un balance. Por ello, las prácticas tradicionales de uso de los recursos -agricultura, caza y pesca- están sujetas a reglas y rituales que implican una compleja interacción entre las esferas natural, humana y espiritual. Tal como han referido amigos indígenas de los Andes, muchos tenían y cuentan aún con una clasificación de las consecuencias que producían en el ambiente como cambios o efectos mayores y menores. Los “daños” o efectos menores eran aceptados, pero los mayores estaban sujetos a “penalizaciones”, incluso en las futuras generaciones, las cuales se manifestaban en forma de enfermedades debido a la des-armonización creada; ello, porque se había actuado irrespetuosamente, de forma contraria a leyes “madres” o de los creadores, demostrando así la intrínseca relación de lo natural, con lo humano y lo espiritual. En la cosmovisión amerindia humanidad, naturaleza y espiritualidad se interrelacionan en una asociación recíproca (Haverkort, Hiemstra y van´t Hooft, 1999). Aún hoy para una variedad de etnias Abya Yalenses mejorar y desarrollarse no implica tener más cosas materiales, sino que la calidad de vida va ligada al bienestar humano y ecológico integral y no a la concepción de comfort manejada por la sociedad occidental; así, el desarrollo no amerita un crecimiento económico continuo, ni un sustento en la tenencia de productos. En general, se ve al ser humano como parte de la naturaleza, por lo que la misma merece que cuidemos de ella y trabajemos junto con ella (y no en su contra) para nuestro aprovisionamiento, usando sus dones con un profundo respeto y, a la vez, empleando diferentes relaciones de reciprocidad. Tal visión de pertenencia del ser humano a la naturaleza, respeto y reciprocidad, contrastó fuertemente con la de los europeos conquistadores, o “invasores” al decir de Choto, chamán huétar de Quitirrisí de Mora, en Costa Rica (Sánchez, J. 2007 com. pers.). En la reduccionista cosmovisión occidental (actualmente presente no sólo en Europa, sino en toda América, incluyendo varios grupos indígenas), las personas suelen sentirse superiores a la naturaleza y, por ende, dispuestos a explotar y controlar sus “recursos”.

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COSTA RICA. La fecha aceptada para el poblamiento humano en lo que hoy se llama Costa Rica data del año 11.000 A.C., esto debido a la presencia de puntas de flecha Clovis, encontradas en Turrialba (Sánchez, 2003). Se cree que Costa Rica fue ocupada por muchas tribus pequeñas con influencia de las grandes civilizaciones tanto del norte como del sur del continente y que el lugar llegó a fungir como ruta comercial vinculando lo que es hoy México con lo que denominamos hoy Suramérica. Entre los años 4.000 y 1.000 A. C. se desarrolló el proceso de domesticación de plantas y, al igual que en otras partes de la región, la caza y recolección, fueron actividades integradas. Con el paso del tiempo, las sociedades nómadas fueron modificando la caza y recolección en novedosas actividades productivas derivadas de un creciente conocimiento de su ambiente y los nuevos tipos de organización social, suficientes como para dar un salto cuántico en la relación con el entorno natural, deviniendo en las primeras comunidades agrícolas sedentarias (Chaves 1997, Molina y Palmer 2000). Así, antes de la llegada de los españoles a este territorio, las sociedades indígenas - organizadas en diferentes estructuras sociales- habían heredado formas de vida de épocas antiguas pero, a su vez, mostraban atributos y funcionamientos distintos, propios de sociedades complejas, tales como el desarrollo de la religión y lenguas, conocimientos, mitos y creencias, los modos de producción, el comercio y su organización sociopolítica. Si bien en América Latina durante la primera fase de la historia ambiental para la región (sensu o Guillermo Castro y Anthony Goebel, ver Cuadro 5), disminuyeron notoriamente algunas sociedades debido al efectos en su ambiente, como las poblaciones de Isla de Pascua y las de los Mayas, para Costa Rica en esta época es necesario reportar la desaparición de la población de Guayabo (1.000 A.C. – 1.400 D.C.) en Turrialba, sin poder determinar contundentemente aún el impacto de los efectos ocasionados en el ambiente de entonces por sus pobladores. Los arqueólogos (Sánchez, 2003) tienen varias hipótesis para esta súbita desaparición dada aproximadamente un siglo antes de la llegada de Colón a Cariai (hoy Isla Uvita en Limón) en el año de 1.502, pero las más comunes son las de muerte por enfermedad o colapso por conflictos bélicos. Hacia fines del siglo XV unos 400.000 pobladores indígenas se encontraban organizados en unos 21 cacicazgos y tres señoríos (Ibarra y Payne 1997). Los asentamientos alcanzaban cierto grado de desarrollo, utilizando las piedras, madera y hojas para su construcción, similar a lo que podemos observar actualmente en el Monumento Natural de Guayabo. El ambiente era usado de diversas formas por estas poblaciones y su vida cotidiana se basaba en el uso directo de los recursos naturales, tales como: la producción agrícola, la caza, recolección y pesca, el intercambio de los géneros de la tierra y la fabricación de artesanías, artefactos, instrumentos y herramientas a partir de los mismos. Entre la fauna, algunos ungulados (saínos, chanchos de monte, tapires) ya estaban pre-domesticados y vivían en estrecha relación con las personas; incluso, cuando se capturaban jóvenes, les llevaban a convivir con ellos y les seguían por todas partes (Ibarra y Payne 1997). Actualmente, en el siglo XXI, Costa Rica sólo cuenta con unos 70.000 indígenas pertenecientes a ocho diferentes grupos étnicos formalmente reconocidos, distribuidos en un centenar de comunidades que oficialmente pertenecen a unas 22 “reservaciones indígenas”; de acuerdo al Consejo Nacional Indígena (representante del gobierno de Costa Rica) sólo tres etnias -Bribris, Cabécares y Ngöbes- aún conservan su idioma, identidad, bosques y constituyen los grupos mayoritarios. No obstante, vale aclarar algunos aspectos en relación con la cantidad de habitantes indígenas, su distribución territorial y la etnicidad en la Costa Rica de hoy. El censo del año 2.000 cita unos 64.000 indígenas, ya que se incluyen indígenas “mezclados” que se

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declararon como tales; pero para algunos especialistas y de acuerdo a opiniones de personeros de la Mesa Nacional Indígena (representante del gobierno indígena, el cual aun no posee una autonomía formalmente reconocida para el gobierno de Costa Rica), los indígenas “puros” abarcaban solamente unas 35.000 a 40.000 personas para este mismo año. Considerando que lo relevante es como se sienten las personas, el total sería alrededor de un 2% de la población, pero posiblemente sea un número mayor. Asimismo, legalmente las tierras indígenas del país están organizadas en “reservaciones”, las cuales no reconocen su verdadero derecho a la tierra, por lo cual ellos prefieren la denominación de “territorios indígenas”. Pese las numerosas leyes que les protegen hoy día, como el convenio 169 de la OIT y el Consentimiento Informado Previo de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, el Estado Costarricense se reserva el derecho a la propiedad del sub-suelo indígena, no poseen de derecho una “comarca” y la autonomía indígena aún no existe en el país (Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica 2002, Carbonell 2006 y Carbonell y Guevara 2003). Por otro lado, aunque hoy día formalmente se reconocen sólo ocho etnias nativas para Costa Rica (Bribrís, Cabécares, Ngobes o Guaymíes, Bruncas o Borucas, Térrabas, Huétares, Malekus o Guatusos y Chorotegas), se sabe que Miskitos, Sumos y Teribes, también se han encontrado dentro del territorio costarricense.

No obstante, pese el reducido porcentaje de población indígena “pura” para Costa Rica, la

verdad es que la herencia indígena se encuentra aún presente por todo el país y su evidencia la tenemos ensartada al nivel socio-cultural y palpable al nivel biológico del ADN. Al nivel socio-cultural, todavía subsisten formas de pensamiento heredadas de la cosmovisión indígena, como veremos más abajo en un intento por traducir al lenguaje de hoy, esta ética ambiental y cosmovisión indígena ancestral de respeto por lo natural. Al nivel biológico, tenemos que de acuerdo a estudios genéticos efectuados se ha calculado que el habitante promedio del Valle Central tiene aproximadamente un 65% de genes europeos, un 30% indígenas (principalmente de los huétares) y un 5% de población africana (Morera y Barrantes 1995).

Tal herencia

indígena génica del costarricense se evidencia en el siguiente extracto: (…), las posiciones relativas de las poblaciones regionales de Costa Rica en los árboles filogenéticos están necesariamente influidas por el proceso de mezcla que, en primera instancia, originó dichas poblaciones. Así, la posición de la región Central en la topología interna del árbol de Costa Rica (…) contradice la idea de que esta población es radicalmente diferente a las demás regiones del país, ni mucho más próxima a España, como se ha supuesto algunas veces (…). Las regiones Atlántica y Chorotega tienden a ramificar juntas, a pesar de su completa separación geográfica, lo que concuerda con la existencia de mayores frecuencias de alelos de origen africano (…) en ambas regiones costeras. En el contexto más amplio (…), la posición de las poblaciones regionales, intermedia entre las de España y de los pueblos indígenas costarricenses, es coherente con el planteamiento que atribuye un origen mestizo a la población general de Costa Rica (…) (Morera, Marín y Barrantes 2001: 1250; negritas no en original). Percepción de un ser humano con una espiritualidad de cuido por lo natural. Antes del siglo XVI la cosmovisión indígena en Costa Rica en la percepción de un ser humano inmerso dentro de la naturaleza implicó un respeto y cuido de la naturaleza y por ende una limitada deforestación, que devino por un lado, en un impulso de conservación de bosques, hoy reflejado en la tenencia de un moderno sistema de áreas de conservación que administra los parques o áreas protegidas y por el otro, en el gusto que se ve hasta hoy por la tenencia cercana de árboles y animales (mascotas).

Claro, estos valores están ahora entremezclados con los venidos de

España: el ver al bosque como un impedimento para el desarrollo y la tenencia de cultivos al estilo occidental

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incluso en pleno siglo XXI, la usanza en muchas zonas indígenas del país es tener huertas entremezcladas con árboles y plantas locales dejando parches boscosos intactos (observación personal); la huerta indígena tradicional es un complejo sistema de cultivos y flora nativa que incrementa la diversidad natural y mantiene los bosques (Lok,1998); un ser humano sujeto de atracción y miedo y con la disposición de dilapidar montañas a cambio de riquezas. Y también están mezclados con los venidos de las poblaciones de Afro-descendientes, que han tenido una importante contribución en ciertas regiones del país, como la vertiente Caribeña. Así, cual una doble moral, estos valores se reflejan hoy, en los numerosos problemas en los parques y las enormes cifras de deforestación que arrojó el país durante ciertas décadas del siglo XX. El ser humano inmerso en natura implica que haya un impulso para conservar bosques: Algunos estudios mencionan que en la época indígena más del 60% del país conservaba bosques con escaso grado de perturbación. Se cree que el porcentaje de territorio deforestado durante esta época, era como máximo de un 5% (Monge-Nájera 1999, Fournier 1991); al punto, que varios de los parques que hoy tenemos existen gracias a este valor indígena. Si bien el origen de los parques (implicando con este vocablo a una gran variedad de categorías de manejo de áreas protegidas), tal cual se conocen en la actualidad, puede ser rastreado desde la época de la colonia, en realidad su origen es pretérito. Dado el cuido hecho para ciertas zonas tenidas como sagradas, prácticamente desde tiempos indígenas ya existían muchas de las “modernas” áreas silvestres protegidas; por ejemplo, el Parque Nacional Barbilla y el Parque Internacional La Amistad tienen historias ancestrales como zonas indígenas sagradas de uso restringido. No obstante, en la creación formal de muchos parques durante el siglo XX este acervo indígena no fue adecuadamente integrado, ni incluido en los Planes de Manejo de estas áreas protegidas, porque el impulso de su formalización fue mayoritariamente exógeno. El ser humano inmerso en natura implica que haya una deforestación menor con una población mayor. Tras la hecatombe diezmadora poblacional derivada de los europeos (guerras, virus, enfermedades) –por ejemplo, se calcula que entre 1569 y 1611 hubo una disminución del 70% de la población indígena (Molina y Palmer 2000)la cantidad de 400.000 habitantes no vuelve a tenerse sino hasta el siglo XX. Para 1900, cuando la población era de 303.756 personas –todavía no igualaba los 400.000 indígenas- Louis Fournier estimó que el porcentaje de deforestación era más del doble que en la época indígena (alrededor de un 13% en comparación con el 5% arriba citado) (Fournier 1991). No obstante, en los 1970s se sobrepasa tal porcentaje rápidamente hasta llegar a niveles mucho más elevados cuando Costa Rica llega a tener la mayor tasa de deforestación al nivel centroamericano, como veremos más adelante. A partir de los 1990s, cuando formalmente inician los esfuerzos conservacionistas (Chacón 2003), el

porcentaje de superficie deforestada decae; no obstante, ahora hay

mucho menos bosque virgen que talar y la deforestación continúa, incluso dentro de áreas protegidas y al amparo de políticas gubernamentales que incluso confunden hasta a los mismos funcionarios del MINAET (observación personal), como lo es el caso del Parque Nacional Las Baulas y el reciente caso de la minería a cielo abierto en Las Crucitas (Programa Estado de la Nación 2004 y 2008, Córdoba 2009, Cortés et al. 2009).

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6- Etapa IIa: Emergencia y ascenso de lo imperdurable (1.502 d/C – 1.948 d/C) Caja 2: SEGUNDO PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN COSTA RICA: UNA VISIÓN PERECEDERA DEL VÍNCULO NATURALEZA-SOCIEDAD (1502–1991) Etapa IIa: EMERGENCIA Y ASCENSO DE LO IMPERDURABLE (1502 – 1948) Usualmente –mas no siempre- con valores que implican un mayor irrespeto por el uso de lo natural debido a la entrada de la percepción europea (1502–1991) Fase de transición entre 1502 y1569: Es un periodo de disminución de la población autóctona con todavía una relevante prevalencia de los cacicazgos y señoríos indígenas; hacia 1570, las autoridades europeas civiles y eclesiásticas amplían notoriamente su influencia en la vertiente del Pacífico y en la región central. Son los años de adaptación y acomodo a la entrada de bacterias, virus e introducción para su permanencia de flora y fauna, esto sin pensar mayormente en sus impactos. Cómo se piensa sobre la historia y el ambiente durante esta etapa: Desde el inicio de esta etapa se empiezan a perder nuestros orígenes; al principio el cambio no es rápido, pero posteriormente, se llegan a perder nuestras raíces de manera acelerada. Inicialmente las creencias de flora y fauna (“Santa Lucías”, canto de “yigüirros” y lluvias, “pintas” al iniciar el año) y otros factores nos indican una cierta cercanía y respeto por lo natural, pero al pasar el tiempo cada vez más, las personas son escindidas de natura y el utilitarismo priva sobre el respeto; así las personas son alejadas de lo natural y la espiritualidad (nuestra herencia ancestral) de cuido con respeto por natura decae. Durante la Colonia se fomenta el que algunos grupos del Calle Central crean ser menos mestizos y se forja el valor de mente colonialista” (lo mejor es lo de afuera, preferiblemente europeo). Una conciencia de “cuido” pervive, pero no de igual forma, ni intensidad; en los S XVIII y XIX, se datan leyes devenidas de los tomadores de decisión preocupados por el daño ambiental, no obstante, tal cuido de lo natural va precedido usualmente por el uso, no por el respeto. Como se usa y transforma el entorno ambiental (impactos biogeofísicos y en sociedades humanas): Si bien todavía subsisten los modos primario y secundario del metabolismo social es en este período cuando emerge el modo industrial del metabolismo social. A lo largo de estos años, cada vez más la naturaleza es empujada a ser “recurso” para uso y satisfacción del ser humano. Especialmente en el siglo XVI se da un gran choque tanto biótico, como cultural, donde llegan las especies domésticas europeas y los europeos con el consecuente impacto en las respectivas poblaciones. Las poblaciones indígenas altamente reducidas en número huyen hacia las partes alejadas y de difícil acceso, como Talamanca. El impacto es mucho mayor del lado Pacífico que del lado Caribe, que logra preservar más y mejores condiciones boscosas y mayores poblaciones indígenas con menos mezcla. Posteriormente, el urbanismo decimonónico es tardío en comparación con otros países de la región, por eso su entrada (nótese que Costa Rica es todavía muy agrícola durante varios siglos después de la Conquista) no es inmediata al auge de la Revolución Industrial en la región latina. Si bien la misma estuvo en gestación desde los 1760s (máquina de vapor) la misma no se consolida en muchos países europeos sino hasta inicios del siglo XIX, por lo que para la América Latina su efecto empezó a sentirse a finales de este siglo, pero para Costa Rica, su efecto llegó más palpablemente en pleno S XX. Al menos con bastante prevalencia hasta la primera mitad del S XX subsisten la agricultura tradicional, el naturismo (plantas medicinales) y otras prácticas tradicionales que afectan natura sin conllevar consecuencias de alto impacto en la resiliencia de los ecosistemas; en este periodo inicia la dependencia energética sobre los combustibles fósiles y aunque no se haya llegado a un nivel de alteración crucial (como el que sucede en la fase sub-siguiente) sí se dan muchas modificaciones ambientales por parte de los pobladores de Costa Rica, con consecuencias que se pueden rastrear desde hoy.

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La fase de transición 1502-1569 y la entrada del valor de insustentabilidad. Se puede decir que los cambios hacia un uso cada vez más insustentable de la tierra comenzaron con la visión económica impuesta tras la llegada de los españoles al país en 1502. Debido a su inexperiencia en ambientes tropicales, intentaron simular las condiciones templadas que permiten la presencia de monocultivos para exportación. Iniciaron con caña de azúcar (Sacharum oficinarum) en el siglo XVI y luego viraron al cacao (Theobroma cacao) durante el siglo XVI y hasta el siglo XVII; ya en el siglo XVIII el tabaco (Nicotiana tobaco) fue importante, mientras que en el XIX inicia el auge del café (Coffea arabica) y en el XX ocurre desde su inicio un gran auge del banano (Musa paradisiaca) e inicia el apogeo de la piña (Ananas comosus) hacia el final del mismo; asimismo, la ganadería vacuna, que implicó la creación de pastizales, tuvo un gran auge en los 1970s y 1980s. Aunque previo a la venida de los europeos, en otras partes de Abya Yala se han encontrado especies de flora procedentes del mundo oriental, su introducción parece haber sido a una menor escala menor y más cuidadosa. Los cambios de valores y de deterioro ambiental empujados intencionalmente, no suceden de forma vertiginosa, sino que comienzan incipientemente; pero, en este caso, la entrada de virus y enfermedades en la región fue súbita y contribuyó a debilitar enormemente a las poblaciones nativas. Estas dolencias lograron lo que Jared Diamond explica como los “conquistadores occidentales accidentales” (implicando que su conquista fue casual o suertuda, no que su venida haya sido “accidental”) e indica, en su libro “Armas, gérmenes y acero”, que los verdaderos conquistadores fueron los gérmenes. En la Costa Rica de esta época (1502-1569) los españoles se cuidaban de no establecer asentamientos permanentes; logrando establecerse en el interior de lo que la provincia en el último tercio del siglo XVI. Veamos a continuación algunos de los principales valores sobre el ambiente que finalmente lograron imponerse –en mayor o menor grado- y acabaron transformando a la sociedad costarricense a lo largo de toda esta etapa (1502 - 1948). Percepción de un ser humano sin una espiritualidad de cuido por lo natural. Realmente, la religión ha sido una importante protagonista en la práctica de la conservación-desarrollo. Ciertas creencias religiosas permitieron que determinadas especies animales y vegetales fueran protegidas, y sus sanciones previnieron la destrucción de bosques y montañas sagradas. Sin embargo, en la Europa preindustrial, no había preocupación por la “naturaleza salvaje”, porque se observaba como vasta e inagotable y porque en España, la institución de la religión cristiana devino en una “Monarquía Católica y su Inquisición” al servicio del poder económico y de los reyes del siglo XVI. Pero, no todo el pensamiento religioso se desvirtuó. El pensamiento económico medieval surgido en la cristiandad latina de Europa Occidental, se centró en cuestiones éticas (pobreza, caridad, justicia, relación entre beneficio, interés y usura) y en algunas especulaciones acerca de la teoría del valor que, en ciertos casos, podrían asimilarse a tesis posteriores identificadas con el trabajo y el mercado. En la Edad Media, pensadores como Santo Tomás de Aquino, debatieron sobre el precio y la ganancia, cuestionando si era correcto o pecaminoso obtener ganancias a partir del intercambio de mercaderías (Cárcel-Ortí, 2003). Pero, paradójicamente, el Cristianismo (re)introducía el concepto de desigualdad en la distribución de riqueza y poder en manos de unos pocos, al tiempo que una gran mayoría de personas permanecía pobre. Adicionalmente, en esta época España, dedicada a la agricultura y comercio con países vecinos, pasaba por una severa crisis económica. Es fácilmente deducible que tal falta de vinculación de lo espiritual con lo natural, más la necesidad habida, se tradujera en la erosión de tierras y la destrucción de la flora y la fauna que acompañaron a la

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colonización europea de las Américas; situación análoga acaeció en Australia y África (más aún con los valores que tenían la mayoría de los conquistadores). Si las personas no son parte de natura, el utilitarismo priva sobre el respeto: El impulso de conservación –uso con cuido y respeto- de los bosques empezó a cambiar fuertemente desde fines del siglo XVIII y empujó un profundo viraje en la percepción del concepto persona-naturaleza. Antes éramos parte de ella y luego estamos fuera de ella; nos sirve y la aprovechamos, muchas veces sin reciprocidad alguna. Este cambio de percepción creció hasta el auge de las preocupaciones occidentales por el medio ambiente influenciadas por la venida, en el siglo XIX, de “exploradores” botánicos y naturalistas europeos (Monge-Nájera y Méndez-Estrada, 2003) y hasta la creación, en el siglo XX, de instituciones gubernamentales ambientales con una visión de conservación venida desde afuera sin encastre con lo endógeno. Por todo esto y lo expuesto en el párrafo previo, durante la conquista, las actitudes de los exploradores y colonos se orientaron al engrandecimiento personal inmediato, a la productividad de las tierras colonizadas, y hacia una preocupación por extender las expectativas de sus propias vidas. Aunque el utilitarismo prive sobre el respeto, surge una conciencia de un “cuido” diferente.

Si bien esta

conciencia no se da de la misma forma, ni con la misma intensidad para todos, a lo largo de los siglos XVIII y XIX, cada vez más, es posible datar tomadores de decisión que mostraron preocupación por el deterioro del medioambiente y se dieron a la tarea de crear normas al respecto, dejando claro el rol del gobierno en la toma de decisiones sobre el mismo; fueron los precursores de las «políticas ambientales» actuales. En el transcurso del siglo XVIII, Costa Rica fue transformada por la expansión de la frontera agrícola, el desarrollo de la ganadería, el comercio y el crecimiento de grandes centros poblados como Cartago, Heredia, San José y Alajuela (Molina y Palmer 2005). El siglo XIX, además de marcar el cierre de la colonialidad con los españoles, fue la época de la batalla contra los filibusteros y los grandes movimientos sociales por el poder político. Mientras en el campo se promovía la ganadería y la agricultura expansionista del café comercial, con una visión que reducía las tierras ociosas a “improductivas”, en las montañas continuaban los usos de la vida silvestre no siempre directamente conectados a la economía formal, tales como la cacería de subsistencia, la colecta de musgo y orquídeas, la búsqueda de miel y otros. Por su parte, en las urbes de entonces los naturalistas costarricenses ya no estaban sólo preocupados por la explotación de los montes, sino que se interesaban en la contratación de científicos “extranjeros” para ayudar a construir la historia natural “nacional” (Monge-Nájera y Méndez-Estrada 2003). Dentro de este panorama y como preludio de las modernas políticas nacionales, tenemos que en 1775 el gobernador Juan Fernández de Bobadilla, preocupado por la esterilización del suelo, ordenó no quemar campos y montañas. En el siglo XIX se dictaron edictos sobre la protección de los campos y bosques, el cuido y uso del agua y sobre la cacería y protección de volcanes. En 1828, el gobierno indicó reglas para la protección de costas e indicó que las Municipalidades estarían a cargo de la siembra de los “montes y plantíos del común de la gente” (Avendaño-Flores, 2005). En 1884 el Reglamento de Terrenos Baldíos y Bosques, posee en su capítulo IV al menos dos artículos destinados a la protección de los “bosques nacionales”, lo cual guarda mucha relación con el posterior término de “parque nacional” (Goebel 2006).

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No obstante, vale notar que en este período el “cuido” no va precedido del respeto, sino del uso; en desbalance con el poder entre los diferentes grupos sociales. Ya no hay una reciprocidad al estilo indígena, sino una apropiación de los dones naturales con un uso del poder asimétrico entre los diferentes grupos sociales (Fig. 3). Con sus diferentes matices, frecuencias e intensidades, este valor conduce a que cada vez más hacia el futuro se forjen formas de tenencias y de transformación de los dones biofìsicos de un modo, por lo general, desigual e injusto. Aunque este efecto se llega a evidenciar muy posteriormente, sus raíces datan de este período. En la Costa Rica del siglo XIX, muchas personas y grupos sociales empiezan a cuidar principalmente para “tener” y no para “ser uno en armonía con el planeta y el universo”; es entonces cuando el valor de una preocupación interesada por la naturaleza llega a consolidarse. Figura 3. La colonización de los Cabécar en Alto Chirripó por parte de la pedagogía occidental. Si bien, se logró la independencia de España en este siglo, cientos de años de violencia, despojo, genocidio, esclavismo e imposición de valores, se impregnaron en la mente de los pobladores de Abya Yala, para continuar hasta el presente, emulando las visiones externas sobre desarrollo-conservación, por ejemplo, en esta escuela de Costa Rica niños y niñas indígenas usan uniforme y no aprenden en su propio idioma (Foto: Fabricio Carbonell 2006).

El valor exógeno de “cuido por interés” empujó la creación de los modernos parques en el país. Ya desde el siglo XIX se empezaron a establecer las primeras áreas silvestres protegidas formales (recuérdese que las mismas informalmente vienen desde tiempos indígenas, sólo que su concepción y nombre eran diferentes) en el continente americano, siendo el parque de Yellowstone en EEUU el primero, fundado en 1872 como un área “libre de la explotación mercantil, para satisfacer al pueblo” (Sellars, 1997). Ese temprano conservacionismo en Estados Unidos se explica por la conjunción de la preocupación de las clases dominantes frente a la conquista depredadora de las tierras vírgenes del oeste, y su tradición rural. Para Costa Rica, es en la primera mitad del siglo XX cuando oficialmente se establecen las primeras zonas protegidas, en 1939 se creó la Reserva Forestal Poás-Irazú y en 1948 la Reserva de la Biosfera Braulio Carrillo; no obstante, estos fungían más como “parques de papel” (Fournier 1991). En 1945 fue la primera vez que se usó el término “parque nacional”, cuando en las tierras altas de Talamanca se prohibió “la explotación de bosques en la zona de 2.000 metros a ambos lados de la Carretera Panamericana y el resto del trazado por construir que tenga robles, se declara parque nacional”; donde esta acotación viene de la Ley General de Terrenos Baldíos de 1939 (Goebel 2006 y www.sinac.go.cr/nhistoria.php).

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7- Etapa IIb: El auge vertiginoso de lo imperdurable (1.949d/C – 1.991d/C) Caja 3: SEGUNDO PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN COSTA RICA: UNA VISIÓN PERECEDERA DEL VÍNCULO NATURALEZA-SOCIEDAD (1502–1991) Sub-etapa IIb: AUGE VERTIGINOSO DE LO IMPERDURABLE (1.949 – 1.991 D.C.) Cómo se piensa sobre la historia y el ambiente durante esta etapa: Ante la gran problemática ambiental acaecida con incidencia después de los 1950s, algunos grupos empiezan a actuar al percibir el perverso rol de la economía en el ambiente y en los 1960s inician luchas ambientales, las cuales tienen varios picos de apogeo y declive, debido a la represión y estrategias múltiples de control y confusión a la cual son sometidos los activistas por parte del oficialismo del “norte” local. En los 1970s llegan los valores exógenos del norte de “cuido por interés” y de “humano como depredador de ambiente” que empujan la creación de “parques” desde un paradigma eminentemente proteccionista y olvidando del todo las antiguas áreas sagradas indígenas y la interconexión entre todos los sistemas del planeta. Los parques son vistos y tenidos como reservorios de recursos y las leyes que restringen su uso, no visualizan el panorama total sistémico, político y económico. Se dan conflictos con ciertas áreas protegidas y no se percibe que un cuido interesado no forjará perdurabilidad. Como se usa y transforma el entorno ambiental (impactos biogeofísicos y en sociedades humanas): Justo en este periodo tiene un auge vertiginoso el modo industrial del metabolismo social, llegando a desplazar considerablemente tanto al modo primario de caza y recolecta, como al agrario-solar. Después de la 2da Guerra Mundial, las prácticas de usos tradicionales de los “recursos” naturales disminuyen notoriamente, al tiempo que incrementa notoriamente la dependencia en las fuentes energéticas fósiles incluyendo el uso de agroquímicos provenientes del petróleo; es el periodo de la llamada “Revolución Verde” cuyos efectos han sido, en general, bastante malos tanto para el ambiente como para el humano. En las décadas de los 1970s y 1980s Costa Rica sufre su más grande deforestación a causa de la venta de carne para suplir las cadenas de mercados, principalmente de EEUU; tal tasa deforestación fue una de las mayores habidas en Latinoamérica y la más grande para Centroamérica en su época. El casco urbano crece muy rápido y aumenta la población del país, en parte por la venida de otras culturas de otras naciones con problemas, motivados por la ausencia de militares. No obstante, la presencia de guerras y conflictos en países vecinos brindan a Costa Rica la oportunidad de tener una gran cantidad de Centros Educativos regionales dedicados al estudio del ambiente y la cercanía al Norte aunada a su gran biodiversidad, promueven la venida de muchos académicos, investigadores y científicos, contribuyendo a incrementar el conocimiento del “capital natural” del país –aunque tal extracción de información no siempre se hizo bajo patrones legales ni justos para con el país. Al ser natura más relevante, la misma ya no queda al amparo del ministerio de agricultura, sino que se forja su propio departamento gubernamental, esto junto con la creación de muchos parques y la gestación de un novedoso sistema de “áreas de conservación”, que llevará a la creación del SINAC a mediados de los 1990s. No obstante, comienzan a incrementar y con mucha intensidad una gran cantidad de problemas como la contaminación del aire y aguas, la erosión de suelos, etc.

De la Costa Rica no expoliada a la Costa Rica asolada. Para cualquier naturalista e historiador es fascinante leer las fuentes originales, siendo algunas de ellas las bitácoras o diarios de campo de los viajeros de antaño. Al respecto, Alexander Skutch nos narra con lujo de detalles dos de sus excursiones a la Costa Rica rural, en lo particular a Guanacaste, en su libro “La Finca de un Naturalista”. La primera vez que visitó esta provincia fue en noviembre de 1937, cuando todavía no existían las carreteras que hoy conocemos, y había que llegar en lancha desde Puntarenas o en vuelo desde San José. Gran parte de su travesía la hizo con el apoyo de baqueanos e

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indígenas de la zona, como él mismo dice: “En la década de los años treinta, la mejor manera de viajar por las regiones más apartadas de Costa Rica, era a lomo de caballo” (Skutch, 1983: 406). Skutch describe con detalles la Costa Rica natural, sus paisajes naturales y agropaisajes con diferentes variedades de cultivos hoy no usadas, y la flora y fauna silvestre que observó a lo largo de sus travesías: desde “Las Cañas” a Tilarán, por el pantano que hoy conocemos como “Lago Arenal”, desde Cañas hacia la Hacienda Tenorio, por la Hacienda Tenorio, y por Barra Honda y por la península de Nicoya. Al nivel de creencias, costumbres y valores indica que la gente del lugar decía que las praderas alrededor de la casa de Tenorio eran de origen “natural” (una creencia poco estudiada aún sobre la historia del fuego en esta zona), que comió tortillas hechas de castaña (nuez de pan, la variedad con semillas del árbol de Fruta de Pan; una costumbre culinaria ya perdida?) y que un indígena estuvo reacio inicialmente a llevarle al “volcán” de Barra Honda, creyendo que sería quizá un agente del gobierno buscando destilerías ilícitas (el valor de desconfianza). Entonces, la droga de hoy, era el licor. Menciona otros datos interesantes como haber observado la presencia de ciertas aves que hoy son indicadores de ambientes en silvestría cerca de Cañas, como: el zopilote Rey y los Trogones. Durante este viaje se guiaba por una publicación de aves de 1910, de M. A. Carriker Jr., de los Anales del Museo de Carnegie. Posteriormente, vuelve a Guanacaste en el verano de 1965, luego de la apertura de la carretera interamericana que cruzaba la provincia. Veamos un extracto de sus apuntes: (…) Donde quiera que iba, incluyendo la Península de Nicoya, me aterraba la destrucción del bosque. Donde no hacía mucho crecían extensos montes, había ahora grandes plantíos cultivados a máquina, de arroz, maíz, algodón y otras cosechas. Vastas áreas habían sido desmontadas para criar ganado de engorde, de todas las formas de producción la que menos da para el consumo humano en relación a la tierra y la energía consumidas, y ecológicamente la más desastrosa. Mientras se incrementaba la agricultura, sequías severas y prolongadas agostaban las cosechas de Guanacaste y forzaban a los ganaderos a reducir el número de sus hatos hambrientos. (…) Aquí y allá, usualmente lejos de la carretera, permanecían sitios de bosque más o menos inalterados. (Skutch, 1983: 408). Luego, continúa Skutch describiendo a detalle la diversidad de flora y avifauna aún observada en esta región. Se detiene a describir el comportamiento de una pareja de bucos collarejos (aves) en una porción especial de bosque en esta zona y añade: Cinco años más tarde 1970 regresé a Taboga para encontrarme con que este excelente espécimen de bosque Guanacasteco sobre tierras con nivel alto de aguas subterráneas, había sido devastado por el hacha. Otro gran trecho de bosque, próximo a la estación de la Organización para Estudios Tropicales en Palo Verde estaba, al tiempo de mi última visita, ardiendo en varios lugares, a consecuencia de fuegos que parecían haberse provocado deliberada y repetidamente. Yo me preguntaba como los pájaros de Guanacaste podían cantar tan alegremente cuando la destrucción de su hábitat amenazaba su extinción. (Skutch, 1983: 412). Skutch pone como subtítulo a cada una de estas narraciones “La Provincia sin expoliar” y “La Provincia asolada” en su capítulo “Excursiones a Guanacaste” y se aprecia que en el paso de 30 años, el ambiente de Costa Rica, incluso en las regiones más apartadas, dio un giro enorme. Para quien quiera más detalle de sus apreciaciones y forjarse una idea de cómo era la Costa Rica de antaño y la transformación enorme que sufrió en el transcurso de unas cuantas décadas, precisamente entre la primera y segunda mitad del siglo XX, dicho capítulo es de lectura obligatoria.

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Se nos vende la idea de una mayor producción en una “Era agrícola” sustentada con base a un alto uso de insumos externos porque creemos que así nos irá “mejor”, sin captar a ver sus efectos residuales en el ambiente y estructurales en la sociedad. Después de la 2da Guerra Mundial, en los 1950s, surge la revolución verde (RV), -los procesos implementados para incrementar y diversificar el rendimiento agrícola en las regiones menos adelantadas del mundo sobre la base de cultivos con alto insumo de químicos externos y dependientes del petróleo, hechos a expensas de un tremendo costo ecosistémico y socio-económico asimétrico- empleando la tecnología y la ciencia a la saga de la conservación y la perdurabilidad (Leal y Bonilla 2005). Por ejemplo, a mediados de los 1970s se introduce en el país la variedad catuai de café sin sombra, lo cual conllevó a un enorme cambio al nivel ambiental. Aunque el café sólo ocupara apenas un 2,3% de la superficie territorial nacional (108.000 has), para 1999 sólo el 10% de las plantaciones permanecía como café con sombra o semisombra (González 1999). Ello ocasionó un desbalance agroecológico-económico en la producción (Elizondo 2003), lo cual se tradujo una caída de los precios internacionales del café desde inicios de los 1990s. Es decir, en lugar de hacer perdurable al café, lo fueron aniquilando. Idealmente, se pensó a la RV como estrategia para hacerle frente a las necesidades de alimentación en un mundo cada vez más poblado, ofreciendo la posibilidad de equilibrar mejor el constante crecimiento de la población y el volumen de alimentos necesarios; la idea fundamental era crear y cultivar nuevas variedades de plantas de mayor rendimiento (trigo, arroz, maíz), en los países en desarrollo de Asia y América Latina. Esa fue la excusa, porque muchas de las nuevas variedades agrícolas empleadas fueron obra de fitogenetistas de Estados Unidos y otras naciones en una estrategia que exigía una política de reforma agraria, de créditos para la producción agrícola, de tecnología avanzada y de empleo rural. Así, la RV implicó una tremenda demanda de agroquímicos y fertilizantes buscando producir más y más, olvidándose del equilibrio ecológico en aras de un estilo económico convencional e insostenible. En medio de esta situación, algunos productores visionarios buscaron alternativas más eficientes de producción alejadas del empleo de pesticidas comunes que año tras año incrementaban el valor de la producción, bajaban su rendimiento y dañaban el ambiente (Elizondo 2005). En los años 1970s tanto el banano (Musa spp.) como el ganado (Bos taurus) fueron promovidos como actividades de exportación con una fuerte demanda de los países desarrollados, al amparo de préstamos del FMI y del BM; tal crecimiento del hato de ganado vacuno, se da al amparo de presiones dadas las demandas de carne de Estados Unidos, y acobijado, además, por diversas políticas del gobierno aunadas de un creciente endeudamiento externo (Biesanz et al. 1999). Encima de estas políticas de deforestación por ganado estaba la legislación en materia de propiedad de los terrenos, donde se pagaba a los terrenos por “mejoras”; es decir, el bosque como tal no tenía mucho valor, pero una vez eliminado para establecer infraestructuras ganaderas (i.e. “mejoras”) se pagaba mucho mejor. Incluso hoy se mantiene una política similar; no obstante, existen hoy diversas estrategias y alternativas para la protección del bosque. Ante las directrices del FMI para promover el auge de las exportaciones agrícolas a cualquier precio y de la presión de los productores bananeros para disponer de tierra virgen, el Estado ha sido incapaz de ejercer control y ha demostrado pocos deseos de intervenir para detener la gran devastación ecológica presente en Costa Rica desde los 1970s (Molina y Palmer 2005).

Asimismo, grandes plantaciones de palma africana (Elaeis oleifera) y ciertas áreas de explotación

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forestal, contribuyeron a la deforestación de los bosques así como al incremento de la contaminación química en aguas y suelos. Se cree que proteger un pedazo de tierra será suficiente para resguardar los “recursos naturales”. Es después de la Segunda Guerra Mundial cuando toma gran auge la creación de los “parques” y se promueve el valor que vislumbraba la necesidad de proteger “los recursos” para que evitar su agotamiento. Por tanto, se apoyó la idea de mantener ciertas áreas como reservorios de recursos, las áreas silvestres protegidas. En este sentido, no fue casual que -especialmente entre los 1970s y 1980s y con la excusa de la protección ambiental- se instauraran por toda la región latinoamericana, parques en zonas donde todavía quedaba bosque (Cuadro 7), pero que estaban habitadas por pobladores indígenas o rurales, sin considerar que la causa radical de los grandes problemas ambientales yacía en el mismo valor del capital. Cuadro 7. Auge de creación de áreas protegidas en países de América Latina. Los parques nacionales (PN), áreas naturales protegidas (ANP), reservas biológicas (RB), reservas forestales (RF) y monumentos naturales (MN) fueron oficialmente creados masivamente en América Latina entre los 1970s y 1980s. País

Año de creación de la 1ra área protegida “formal” por parte del gobierno y Auge de creación de parques durante los 1970s y 1980s.

Costa Rica

1939: RF Poás-Irazú, en 1959 se establece una parte de esta zona como “PN Volcán Irazú” Entre 1966 y 1982 (17 años) se crearon 24 ANP más restrictivas en cuanto al uso de los recursos, a saber, PN y RB; entre 1983 y 1998 (16 años) sólo fueron decretados ocho de este tipo de parques, es decir una tercera parte que durante el periodo previo -algunos de los cuales se habían establecido en los 1970s como reservas forestales y cambiaron de categoría a reserva biológica o parque nacional (Sistema Nacional de Áreas de Conservación,1999).

Panamá

1966: PN Altos de Campana Entre 1966 y 1994 se declararon 14 ANP del tipo PN, donde más del 70% (10) fueron establecidos en los 1970s y 1980s (serían 11 si se incluyera al PN Altos de Campana que se estableció en 1966, pero cuya categoría cambió de RB a PN –la categoría de manejo más restrictiva de todas- en 1977). En los 1970s se protegieron con la modalidad de PN casi la mitad (48%) del total de terrenos de área protegida y se decretaron 3 de las 5 RF habidas hasta 1998 (Autoridad Nacional del Ambiente, 1998).

Argentina

1934: PN del Sur o Nahuel Huapi (decretado por el gobierno en 1934 sobre la base de una donación que se hiciera del extranjero en 1903) Hasta 1986 habían sido declaradas unas 122 ANP, de las cuales 90 eran provinciales y 20 nacionales. De estas 110 ANP, más de la mitad (59 de ellas) fueron creadas entre 1970 y 1984; dándose el auge de protección en los 1970s con 40 ANP, incluyendo a los parques de mayor extensión (Merino 1986).

Venezuela

1937: PN Rancho Grande o Henri Pittier (sobre las bases de las ideas del científico suizo Henri Pittier -1857-1950- erradicado en Venezuela desde 1920, década en la que forjó sus trabajos al nivel de botánica e interés por conservar ciertas áreas). Entre 1937 y 1989 fueron decretados 46 MN y PN, de los cuales el 76% (35) fueron creados entres 1970 y 1980; ello sin contar la ampliación del PN Canaima para llegar a tener 3 millones de hectáreas (éste fue decretado en 1962 con sólo un millón de hectáreas. Entre 1961 y 1979 fueron decretados 30 MN y PN, de los cuales el 90% (27) fue decretado en la década de los 1970s. Hasta 1989 había unos 8 millones de hectáreas protegidas como MN o PN, aproximadamente un 10% del territorio venezolano (Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables, 1998).

Cuba

1930: PN Sierra o Pico Cristal. Recientemente se celebró el aniversario 80 de esta área protegida en Cuba.

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Aunque los primeros parques se declararon en la década de los 1930s, no cumplían las funciones propuestas. En la década de los 1970 se seleccionaron 231 áreas a proteger (153 prioritarias) la mayoría no declarada formalmente como protegida, para mediados de los años 1980 esas áreas representaban el 18% del territorio nacional; durante las décadas posteriores la cantidad de áreas naturales para proteger en Cuba no incrementó notoriamente, de hecho para el 2009 habían 253 ANP declaradas o por declarar. Lo que sí mejoró fue la legalidad de dichas áreas y el nivel de envolvimiento del gobierno para con las mismas, por ejemplo de esas 253 ANP, 178 forman parte del SNAP y ocupan un 17,62% del territorio nacional (con o sin soporte legal). Perera (1986) y Torres, Rodríguez y Leonard (2006).

Diferentes categorías de manejo de áreas naturales protegidas (ANP), tales como parques nacionales, reservas biológicas, reservas forestales y monumentos naturales, empezaron a ser creados masivamente en América Latina entre los 1970s y 1980s con una tendencia de “proteccionismo” (es decir, con una declaración formal e inicio de la expropiación de terrenos) que fue muy notoria hasta fines de la década de los 1980s; ya en los 1990s y en el siglo XXI es una tendencia que ha continuado, pero con un matiz diferente como veremos más adelante. El enfoque de creación de áreas silvestres protegidas excluyentes de los seres humanos mostrado en los 1970s y 1980s, con un enfoque de arriba hacia abajo por toda América Latina, se conoce con el nombre de “paradigma proteccionista”. Debido al paradigma proteccionista, la gente se apartó de los parques viéndolos como restricción y no como opción (los citadinos ya se habían apartado mentalmente de las áreas naturales, sólo las utilizaban para su recreación) y desde entonces iniciaron los conflictos con las áreas silvestres protegidas (Colchester 2005). . Este paradigma empujó a campesinos e indígenas hacia la periferia, excluyéndolos del usufructo de los beneficios del capital natural y por tanto, dentro de los mismos continúa la caza furtiva, la colecta de especies, la deforestación y la quema. En Costa Rica, se dieron por parte del gobierno y de las universidades programas de extensión para enseñar a la gente las posibilidades y alternativas que tendría con tal área protegida en su vecindad o estando dentro de ella (dependiendo de su categoría de manejo; por ejemplo, los Refugios de Vida Silvestre contienen poblados internamente).

Posteriormente, en los 1980s y 90s, se logran visibilizar los

problemas sociales desatados por esta política de preservación a ultranza y se opta por empujar alternativas de áreas protegidas más inclusivas de la gente, como por ejemplo, las Reservas de la Biosfera. Finalmente, en la década de los 1990s, con la creación del SINAC, se consolidan las diversas áreas naturales protegidas como un sistema de áreas de conservación, el cual incluye -en teoría- no sólo los parques del gobierno, sino las reservas privadas, corredores biológicos y las áreas urbanas. Por su parte, para Costa Rica, desde la perspectiva de la formalidad institucional de la 2da República, es en 1955 cuando se establece el primer parque nacional, el Parque Nacional Volcán Irazú y es en 1963, cuando se crea la primera reserva biológica, la Reserva Biológica Cabo Blanco. No obstante, la protección del Irazú venía desde 1939 y la de institución de los “bosques nacionales” como parques en varias zonas desde mucho antes. A partir de los 1960s y especialmente desde mediados de los 1970s, década en la cual Costa Rica tuvo un aumento vertiginoso en sus porcentajes de deforestación, se impulsó la creación de una gran cantidad de “parques” por todo el país. También reflexiónese en relación con el hecho de que no existen “áreas silvestres protegidas” para salvaguardar recursos naturales valiosos que demoran cientos de años en

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reproducirse y de los que dependemos hoy en día mucho como fuentes de energía, tales como Petróleo, Gas y Carbón; pero sí las existen para cuidar aquellos recursos de rápida tasa de regeneración. El resguardo de los “parques” surge en medio de la dualidad: “recursos” o “planeta”.

Al ser los parques

reducidos a recursos se dan intereses duales los cuales van en una gran gama entre dos extremos: el extremo de aquellos cuyo principal interés es el de acaparar los recursos que supuestamente protegen para eventualmente convertir dichos recursos en capital para usufructo de un grupo y, en el otro extremo, el interés de quienes empiezan a darse cuenta de lo urgido de una visión de sistemas y del riesgo planetario del nivel del deterioro ambiental llegado, sus conexiones internas, externas y sus sinergias . Aunque no se puede demostrar, no parece una extraña coincidencia que el período de mayor impulso en la creación de parques por toda América Latina (1971-1990) haya estado solapado con dos grandes hitos: (i) el de materialización de la inclusión de lo ambiental en las agendas de desarrollo nacional y (ii) el de la “gestación” de las políticas neoliberales que se hicieron visibles y palpables a partir de los 1990s. Por un lado, aunque desde la primera mitad del siglo XX existían esfuerzos internacionales por incluir lo ambiental en las agendas nacionales de política y desarrollo, este esfuerzo sólo se materializó en los 1970s. Mundialmente, dos eventos marcaron esta materialización.

El primero, el reconocimiento internacional del

aporte del libro “Silent Spring” de Rachel Carson (publicado en 1962), el cual llamaba la atención sobre los efectos de la contaminación por agroquímicos en el medioambiente. Rachel Carson, reconocida oceanógrafa que muere de cáncer en 1964, ya había publicado en 1951 una advertencia seria al nivel mundial con su libro “The Sea around Us”, pero lo que la visibilizó ampliamente en Norteamérica en los 1960s fue su libro sobre el peligro de los químicos derivados del petróleo y el efecto que ello tendría sobre la avifauna. Aunque fue ampliamente criticada y poco respetada por algunos círculos en EEUU, ello no impidió que su influencia llegara a la región Latinoamericana, la cual se hizo mucho más palpable en la década de los 1970s. Asimismo, ya no en el área del activismo, sino en la académica, las publicaciones de Walter Prescott Webb (1888-1963) al nivel de la geografía e historia y de Aldo Leopold (1887-1948) al nivel de la conservación, gestión de la vida silvestre y ética de la tierra, eran las semillas de posteriores campos que germinarían con fuerza después de los 1970s. El primer hito vino dado por la celebración en 1971, en Estocolmo, del 1er Congreso de las Naciones Unidas sobre Medioambiente, el cual lleva a la creación del Programa de las Naciones Unidas sobre Medioambiente (PNUMA); este evento es ampliamente reconocido como marcador de la entrada de lo ambiental en la agenda de desarrollo global pero que, debido a los manejos económicos subyacentes y a la complacencia de los ambientalistas, desembocó en el auge del paradigma preservacionista de los 1970s. Asimismo, en 1972 aparece el renombrado informe denominado “Los límites del crecimiento” solicitado por el Club de Roma, el cual indica que las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) son insostenibles y demuestra que el planeta tiene topes para el crecimiento, como tierra cultivable finita y la capacidad del ecosistema para absorber la contaminación producto del quehacer humano, por ejemplo. En este periodo, se empieza a hablar de “ecodesarrollo” -término formal precursor del desarrollo sustentable formalizado en los 1980s- y paralelamente, surgen gran cantidad de parques, establecidos de forma escindida de las poblaciones humanas, al tiempo que la gran destrucción ambiental continuaba. Por otro lado, en 1971 se

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efectuó el 1er Simposio de Administración de Europa, en el Centro de Convenciones de Davos, el preámbulo de la creación formal del Foro de Económico Mundial en 1987, el cual vino a impulsar el enfoque corporativo que en 1989, se traduciría en el Consenso de Washnington y en 1990, las políticas Neoliberales de privatización, disminución del poder estatal y libertad en la regulación comercial (Houtart 2006). Perviven el ambientalismo social y las luchas sociales por el ambiente. Las décadas de los 1960s y más propiamente de los 1970s, fueron años de grandes luchas sociales, cuya motivación radical era la “tierra” y, más propiamente, los derechos sobre esta. Los activistas vislumbraban el rol de las grandes corporaciones foráneas acobijadas por los gobiernos nacionales y ante la llegada de lo que hoy se conoce como “racismo ambiental” y “ecoterrorismo”, lucharon fuertemente por lograr condiciones más justas para la gente. Cordero (2007) sintetiza los movimientos sociales ambientales acaecidos en el país principalmente durante la segunda mitad del siglo XX (abarca hasta el año 2005, aunque se centra mayormente en este siglo); Franceschi (2002) muestra un recuento del movimiento ambientalista en el país y sus tinte políticos en las dos últimas décadas del siglo XX y Romero (2010) detalla la lucha de ALCOA en 1970. Vale notar que el nivel regional de Abya Yala, estos son años de fuerte crisis económica, donde Costa Rica no es la excepción, aunque los mismos no terminaron en los saqueos generalizados ni en la hiperinflación diaria de elevados costos económicos y sociales vistos en otras partes de América Latina como en Brasil, Argentina y Venezuela, las consecuencias se manifestaron de una manera más sutil, pero igualmente aguerrida. Sin duda el movimiento socio-político y la mayor lucha ambientalista “unitaria” acaecida en el país por estos años fue la que se tuvo motivada por las negociaciones del gobierno de Costa Rica con la Alumnium Company of America (ALCOA), que logró en abril de 1970 convocar a unos 50.000 estudiantes universitarios y de secundaria en el mayor despliegue aglutinado por una causa socio-ambiental en el país. Adicionalmente se dieron sucesivas luchas menores, dispersas por todo el país, entre las que, por mencionar sólo algunas, Cordero y Franceschi destacan para las décadas de 1970s y 1980s las luchas contra: la transformación de Isla del Caño (importante centro arqueológico) en un centro turístico; la siembra de heno para ganado en el Parque Nacional Santa Rosa; los impactos de la carretera San José-Guápiles-Siquirres en las montañas del Braulio Carrillo; los impactos ambientales por la construcción (frenada) del Oleoducto interoceánico en la Zona Sur del país; la forma de manejo del botadero de Río Azul; la construcción de una represa en el río Pacuare; la contaminación de la fábrica Metalco en Tibás y contra la pesca de atún que arriesga delfines en el Pacífico Central. No obstante, ha habido muchas más. Cordero (2007) indica que ALCOA marcó el desplazamiento de las luchas ambientalistas hacia un ámbito cada vez más local, como han seguido dándose en décadas posteriores a lo largo y ancho de todo el país. Por otro lado, vale mencionar que en otras partes de la Abya Yala, había luchas similares. Es imposible dejar de mencionar la influencia que tuvo Chico Mendes (1944 – 1988) en la percepción del ambientalismo mundial derivada de su lucha por el Amazonas, disparada por la llegada de las carreteras Transamazónicas BR-317 y BR-364 durante los 70s y 80s, que empujaron una serie de incendios masivos e inyectaron millones de toneladas de Carbono a la atmósfera y cuyas acciones le valieron el reconocimiento internacional, logrando forjar –entre muchas otras cosas- que, al menos, una parte de las tierras fueran reconocidas para los indígenas. En 1988, antes de su muerte, Chico indicó en un seminario sobre Amazonia: "No quiero flores en mi tumba

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porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Sólo quiero que mi muerte sirva para acabar con la impunidad de los matones que cuentan con la protección de la policía de Acre y que desde 1975 han matado en la zona rural a más de 50 personas como yo, líderes seringueiros empeñados en salvar la selva amazónica y en demostrar que el progreso sin destrucción es posible" (Moro, 1993). Al nivel de los valores, uno de sus más grandes logros fue mostrar que el daño ambiental se viera como un problema de justicia social, y viceversa ya que, antes, la izquierda tradicional veía el ambientalismo como una preocupación burguesa, y los ambientalistas creían que luchaban en pro de una naturaleza despoblada y virgen, no por la gente (Bula 2010).

8- Transición hacia la Etapa III (1992- 2010 o más): Buscando el retorno a lo perdurable

Caja 4: TERCER PERIODO DE LA HISTORIA AMBIENTAL EN COSTA RICA: VOLVEMOS A INTEGRARNOS CON NATURA (1992 - FUTURO)

Etapa III: Descenso y eliminación de lo imperdurable (1992 – S XXI) Usualmente –mas no siempre- con valores que forjan un retorno al respeto por el entorno humano-natural desde una perspectiva integral y transdisciplinar. Fase de transición entre 1992 y 2010 (o más): En busca del retorno a lo perdurable Nunca está más oscuro que cuando va a amanecer. Cómo se piensa sobre la historia y el ambiente durante esta fase: Aunque todavía se mantiene la visión de la naturaleza como mercancía y recurso, empieza un “despertar” y una serie de acciones que buscan un estilo de mejora local diferente. Como se usa y transforma el entorno ambiental (impactos biogeofísicos y en sociedades humanas): Todavía subsisten los tres tipos ideales del metabolismo social y aún el tipo industrial prevalece, pero se empiezan a buscar formas para llegar a un balance energético sano. Los impactos siguen siendo tremendos e inmensamente fuertes en un panorama por lo general, bastante negativo, tanto al nivel social como el ambiental; pero empiezan a surgir herramientas que facultan el cambio, no sólo al nivel científico y tecnológico, sino al nivel mental, el nivel decisivo y más determinante de todos.

La visión de la naturaleza como mercancía subsiste, aunque incipientemente empezamos a concientizar que tal cuido interesado de los “recursos” no forja su perdurabilidad y que la producción no amerita un mayor deterioro. Desde los años 1990s el impulso al turismo y al capital extranjero se hicieron prioritarios dentro de las políticas para el desarrollo del país. De hecho, las zonas naturales, son utilizadas como símbolos para el ecoturismo y su desarrollo. El número de visitantes se ha venido incrementando y se espera que tenga un crecimiento sostenido; por ejemplo, para el 2007 llegaron unos 2.000.000 turistas a un país de 4.400.000 habitantes. Por tanto, la naturaleza es tenida como mercancía de corto plazo pues poco se ha hecho para reinvertir el dinero ganado en el mantenimiento de las áreas protegidas y una real conservación de la naturaleza; por ejemplo, en las playas del Pacífico se tiene un plan piloto para que se convierta en un polo de desarrollo turístico con una demanda sustancial en agua y electricidad, la primera de las cuales es escasa por ser ecosistemas secos con

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regímenes de agua estacionales. El hecho de que se incremente el consumo de agua dulce para piscinas e irrigación de campos de golf, en áreas de escasez hídrica lógicamente nos previene del impacto futuro; de hecho, algunas comunidades locales han expresado su disconformidad sobre la salinización del agua para la agricultura por la disminución del agua subterránea en ciertos sectores. Por otro lado, el turismo ha valorizado los recursos naturales y los cazadores y otras personas que vivían de los productos del bosque han optado por protegerlos para el turismo y asociaciones e inmigrantes extranjeros están comprando tierras con la finalidad de su protección y uso para el turismo. Tal fin utilitario de la naturaleza, es todavía empujado por una doble moral en relación con un cuido interesado, que empuja que a lo largo del tiempo que sigamos efectuando transformaciones de lo natural, que atentan contra nuestro propio bienestar. No obstante, es precisamente debido a la opción de haber tenido, tanto un mayor acceso a fuentes de educación como algunas consecuencias adversas experimentadas, que han empezado a surgir acciones tendientes a reducir los impactos negativos sufridos. Así, en el país se consiguen cada vez más casos de un ecoturismo autóctono; aunque ciertamente lo más ampliamente difundido y todavía muy abundante en el país es el poco responsable turismo natural de “green washing”. Una situación análoga se ha dado con el agro. Es gracias a los procesos experimentados vía la Revolución Verde, que posteriormente (re)surgieron grupos impulsores de sistemas de producción agrícola alternativa, tales como cultivos orgánicos y afines. “Resurgieron” porque luego de la venida de los españoles, era posible observar prácticas de producción sustentable en aquellas poblaciones indígenas que todavía no habían sido despojadas y que sobreviven hasta hoy en la cordillera de Talamanca. Pudiera resultar paradójico que existan todavía ejemplos como estos en los lugares al margen de la economía de mercado, considerados pobres, pero se mantienen porque sus valores subsisten y por su relativo aislamiento. Borge (2009), señala en un estudio reciente sobre los policultivos bribris que existe una fuerte relación del sistema de policultivo con la existencia cercana de bosques, donde uno y otro se corresponden en una sociedad ecológica que le da riqueza en biodiversidad a ambos y donde todas las familias se benefician del uso de estos bosques tan diversos. Otros grupos comunitarios no indígenas, se han organizado en asociaciones de turismo comunitario, agricultura orgánica, venta de artesanías, entre otros, que a lo largo del país intentan sobrevivir en un sistema que no está pensado para favorecer a grupos minoritarios en escenarios de sustentabilidad endógena. Pero la lucha no es fácil. Por ejemplo, en los 1990s entra la Revolución Genética (transgénicos) y recientemente entran los Tratados de Libre Comercio y, sin embargo, las luchas por una producción diferente persisten. Cada vez hay más personas conscientes que pese la “Revolución Verde” (i. e. el gran uso de agroquímicos) al nivel mundial, las pérdidas de cosechas debido a insectos se duplicaron en los últimos 40 años, independientemente de que la toxicidad de los insecticidas sintéticos ha aumentado 10 veces (Pimentel y Hanson, 1991); además, la destrucción de insectos benéficos (enemigos naturales de las “plagas”) exige de más tratamientos en un círculo vicioso de más cantidad y más potencia de nunca acabar que contradice todo esfuerzo de la llamada agricultura para la vida según Leal y Bonilla (2005). Muchas personas –sin necesidad de leer a Pimentel ni de ser universitarios- se dieron cuenta de esto (Elizondo, 2003) y es por ello que en los 1990s (re)iniciaron una agricultura de corte más ecológico –tal como la agricultura orgánica y la conservacionista-, la cual subsiste en pequeñas parcelas, junto con los grandes parches de monocultivos con químicos para exportación. Asimismo,

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aunque no haya sido exitosa del todo, existe una gran lucha contra los transgénicos en el país. De no existir, posiblemente su entrada y repercusión habría sido aún mucho mayor. El valor de una naturaleza “intocable” y de proteger espacios naturales a fines del siglo XX, ¿protegerlos de quién y para quién? Hoy, la mayoría de las áreas silvestres protegidas de la región latinoamericana, sino todas, están relacionadas con zonas indígenas o campesinas y los pobladores rurales locales usan los recursos de dichas áreas. El que áreas protegidas altamente restrictivas se establezcan en zonas rurales donde las personas no tienen suficiente información, formación, ni poder, se conoce como racismo ambiental (Doyle 1993). Parece absurdo que existan zonas destinadas a proteger a los recursos silvestres que se regeneran rápidamente y no para aquellos, como los hidrocarburos y minerales, que demoran miles de años en hacerlo. El problema de fondo es el paradigma de riqueza en el imperante sistema neoliberal actual. Es común que se hagan mapeos de pobreza en relación con la biodiversidad y conservación; lo ideal sería incluir la riqueza o las fuerzas que generan la pobreza en relación con la conservación. Por ejemplo, según el Centro Mundial para el Monitoreo de la Conservación, en 1996, la cantidad de áreas protegidas ascendía a un 5% de toda la superficie terrestre (Diegues s/f).

Este mismo autor llama la atención que el 90% (28.302.572 has) de los “parques” en

Brasil, se encuentran en la Amazonía debido a la presión del Banco Mundial, y por ende, la disponibilidad de fondos externos para los esfuerzos de “conservación” y la posibilidad de generar divisas por el turismo. Por otra parte, es necesario tomar en cuenta que, en casi toda América Latina, son los grandes organismos internacionales los que han definido la agenda local sobre políticas medioambientales y, conexamente permitido que los parques queden atados a una estrategia de creación de capital y medios de producción insostenibles bajo diferentes modalidades (Chapin, 2004, Torrealba y Carbonell 2008b). Dado lo antes expuesto, es fácil ver que la creación de los parques tuvo connotaciones político-económicas, encubiertas por conceptos de respeto ambiental. Se debe entender que, sobre la base del olvido de nuestra historia y cambio de valores, se forja y mantiene una dinámica sistémica de crecimiento económico para algunos, inequidad social para muchos y deterioro ecológico para todos. En Costa Rica (y en otros países de la región), la creación de parques ha continuado después de Río92 pero su matiz ha sido más integrador y social motivado por la entrada palpable de la agenda ambiental en las decisiones políticas a partir de Río-92.

Más recientemente se ha incrementado en muchas partes la

cantidad de áreas naturales protegidas (ANP) con categorías de manejo menos restrictivas y con más inclusión de la gente, como por ejemplo, las Reservas de la Biosfera pero, es mucho más difícil monitorear si tal área bajo régimen de “protección especial” funciona efectivamente en el terreno o, simplemente, se pretende decir que se cuida la naturaleza cayendo en una especie de green washing disfrazado de conservacionismo. Al 2010, Costa Rica cuenta con 160 áreas silvestres protegidas públicas, un 26,21% de la superficie continental y un 16,53% de la marina, proyectando una imagen líder en conservación. Los parques incluyen una gama de usos desde la protección total, hasta el uso múltiple; aunque, en la práctica, éste último está condicionado a los intereses económicos. Su definición como zonas geográficas delimitadas, constituidas por terrenos, humedales y porciones de mar, que representan ecosistemas especiales, protegen la biodiversidad y el recurso hídrico y por su significado histórico y cultural (La Gaceta, 1998), indica un modelo de desarrollo y

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una visión de la naturaleza según la cual los “parques” no deben ser directamente usados, sino más bien su beneficio es a través de la información, educación, cooperación, servicios ambientales y beneficios locales por turismo (Honey, 1999). El país se vanagloria de tener una cuarta parte “protegida”, pero no señalan que sólo un 12,6% está protegido en un sentido relativamente más efectivo, ni se mencionan la inmensidad de problemas que atentan contra los parques. Tampoco se señala que en la expropiación de ciertos parques, los dueños de terrenos despoderados, no son pagados o son pagados con sumas muy inferiores a las del valor del terreno; en el otro extremo, áreas expropiadas y no pagadas en el pasado y que ahora alcanzan gran valor económico por estar en lugares turísticos, ha ocasionado que el gobierno declare la reducción de los límites de las áreas protegidas, favoreciendo los grandes intereses económicos (Córdoba, 2009). El empuje de lo sostenido pero insostenible se mantiene en medio de una cara “oficial” externa de acciones por la “sostenibilidad”. Costa Rica ha estado apuntada desde los inicios de las políticas formales de sostenibilidad a hacerse parte de las mismas y mantiene una serie de políticas que avalan en el papel una supuesta mejora tanto en la naturaleza, como en el desarrollo que le acompaña. Veamos un poco la historia más reciente de estas políticas de sostenibilidad. Al nivel mundial, el patente deterioro ambiental vislumbrado con fuerza política en los 1980s, condujo a que en 1987 surgiera el Informe de la Comisión Mundial para el Ambiente y el Desarrollo de las Naciones Unidas, conocido como “Informe Brundtland”, el cual logró insertar en la agenda política mundial la definición de desarrollo sustentable. «Desarrollo Sustentable es aquel que atiende a las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. El ambiente debe ser entendido como una parte integrada de gran durabilidad en el desarrollo sustentable y no como un recurso a ser vaciado o malgastado por el llamado desarrollo “económico”» (World Comission on Environment and Development 1987; traducción propia). En los 1990s, una vez que el país superó la crisis económica de los 1980s,Costa Rica pudo entrar al llamado paradigma de la “sustentabilidad” sin entender el trasfondo de lo que ello significaba; sólo sabía que eso le valdría ser sujeto de créditos y empréstitos extranjeros blandos y blanco de una mayor inversión y venida de una gran cantidad de programas de corte ambiental para la sustentabildiad. En 1992 se efectuó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo (en la llamada “Cumbre de la Tierra”) en Río de Janeiro, la cual dio lugar a la Agenda XXI, estrategia que desde entonces guía un accionar cuerdo mundial en materia ambiental con valoraciones periódicas cada diez años, precedidas de evaluaciones menores cada 25 años. Por ejemplo, el Protocolo de Cambio Climático (o de Kioto) iniciado en su implementación al 2005, deviene de la Agenda XXI cuando en 1997, en la reunión “Río + 5” se decidió adoptar con fuerza internacional la Convención Marco de Cambio Climático de 1992. Posteriormente, en la Cumbre de Johannesburgo en el 2002, pese la severidad de los pocos resultados positivos, se le dio un gran impulso a la situación de las aguas y montañas. La próxima Cumbre de la Tierra tendrá lugar en el 2012, nuevamente en Río. Posteriormente a Río-92´, en el Foro del Bosque a la Sociedad efectuado en Costa Rica 1994, el Gobierno propuso convertir al país en un proyecto piloto de desarrollo sustentable (aquí llamado “sostenible”). Por lo cual, desde los 1990s el país sigue la Estrategia Nacional de Conservación para el Desarrollo Sostenible (ECODES). La ECODES incluye entre sus componentes el desarrollo de una Estrategia Nacional de

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Biodiversidad, la cual enfoca tres puntos fundamentales: salvar, conocer y usar. Como parte del cumplimiento de los compromisos adquiridos con la firma de las convenciones internacionales y acuerdos regionales, inicia así el país su política formal de desarrollo sustentable y surgen además el SINADES (Sistema Nacional de Desarrollo Sostenible) al amparo de un convenio de cooperación técnica no-reembolsable con el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y el CONADES (Consejo Nacional para el Desarrollo Sostenible) al amparo de un convenio bilateral para el desarrollo entre Costa Rica y el Reino de los Países bajos, entre muchos otros esfuerzos. ¿Cómo se traduce esto en nuestro diario accionar? Normativas como la implementación de un impuesto al ruedo para el ambiente desde 1994, popularmente conocido como el marchamo ecológico, son una consecuencia directa de estas políticas. No obstante tales políticas, en pleno siglo XXI las brechas socio-económicas aumentan y la situación hasta el 2010, no refleja un gran logro en materia del desarrollo sustentable aliado a la conservación. Pese un aumento real del gasto en sectores sociales las áreas de educación y pensiones crecieron con mayor rapidez que las de salud y protección social. Costa Rica gasta más en servicios sociales que otros países de América Latina y bastante más que el promedio de los demás países fuera de la región en etapas similares de desarrollo (entre un 1,5% y un 1,8% de su PIB); pero, el nivel del gasto y el criterio de universalidad de muchos programas enmascara su eficacia real para alcanzar a los pobres y vulnerables. Desde inicios de los 1990s a inicios de los 2000, el gasto público aumentó un 70% en términos reales y la proporción del gasto público asignado a los sectores sociales creció de un 59% a un 63% (Banco Mundial 2003). Pese al crecimiento económico de los últimos años, muchos de los pobres y vulnerables no tienen un verdadero acceso a los programas sociales ni a la biodiversidad de las áreas protegidas. Hoy es poco probable que surjan ajustes macroeconómicos que den fácil solución a estos problemas, ya que las proyecciones económicas no tienen indicios del crecimiento sostenido de los 1990s y que permitieron a los gobiernos de entonces aumentar la inversión social; dada la ajustada situación fiscal del país y el elevado nivel de endeudamiento público, hay poca cabida para aumentos sostenidos del gasto social que permitan mejorar las brechas existentes en los servicios sociales y responder a las necesidades de cobertura en los próximos años, por lo cual la situación futura tenderá a empeorar (Programa Estado de la Nación 2008). Bajo el modelo económico neoliberal, se generó un crecimiento promedio del PIB de un 4,5% e importantes inversiones en el sector social, lo cual implicó que la proporción de personas debajo de la línea de pobreza se redujera de un 27% en 1990 a un 21% en el año 2000 (Banco Mundial 2003, Programa Estado de la Nación 2004); aunque en números enteros hoy hay mayor cantidad de familias pobres. Vale notar que aunque el país avanzó durante los 1990s en la reducción de la pobreza y en la mejora de los indicadores del sector social, tal reducción bajó su ritmo desde 1996. Asimismo, aunque la cobertura de la educación básica y el acceso a los servicios de salud sigan siendo casi universales, preocupa el que los indicadores del sector social y la eficiencia y eficacia del gasto en este sector hayan empezado a estancarse o a disminuir. Así, entre 1990 y 2000, Costa Rica bajó del lugar 28 en el Índice de Desarrollo Humano al lugar 48 (Programa Estado de la Región 2003). A lo largo de los 2000 otros países de América Latina, como Chile y Argentina, han superado su índice de desarrollo humano rebasando el que una vez tuvo Costa Rica.

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Idealmente, el paradigma sustentable provee de una solución al problema medioambiental y social, el cual teóricamente busca una integración de las dimensiones político-económica, humano-social y políticoambiental.

Sin embargo, para calzar con tal paradigma en Costa Rica se sigue un sistema de políticas

contradictorias y se implementa un sutil cambio de lenguaje, en medio de estrategias del miedo, la muerte y la mentira; no obstante, algunos empiezan a reconocer que sin equidad no hay sustentabilidad posible y que el ser debe guiar al tener y no al revés. El empuje de lo sostenido pero insostenible se mantiene en medio de luchas socio-ambientales locales internas y pese el deteriorado panorama nacional al nivel socio-ambiental, lo verdaderamente sustentable surge, resurge o se mantiene y se recrea a una escala local en cada vez más lugares. Después del panorama de ALCOA antes esbozado, los movimientos sociales de elevada aglutinación son desmembrados, pero no eliminados. Las luchas locales continúan y algunas de las muertes más conocidas por causas socio-ambientales se ubican a inicio de esta fase de transición del 3er periodo de la historia ambiental del país, entre 1992 y 1995, con la muerte de Óscar Quirós, María del Mar Cordero, Jaime Bustamante, Óscar Fallas Baldi y David Madariaga, ambientalistas dirigentes de luchas contra una deforestación beneficiaria de corporaciones foráneas en desmedro del pueblo (Hombergh 1999). Después de ALCOA, hubo en este período de transición dos grandes luchas que han tenido de trasfondo la lucha por las reivindicaciones sociales y ambientales (abajo señaladas), las cuales han buscado amortiguar y aminorar los problemas sociales y ambientales que ha transitado el país durante la última década el siglo XX y la primera del XXI, los cuales no son pocos, ni fáciles de aminorar. Pero, nunca está más oscuro que cuando va a amanecer. Veamos algunos de estos problemas socio-ambientales. En Áreas Protegidas: la reducción del área de los parques, como en los Refugios de Vida Silvestre Camaronal, Gandoca- Manzanillo, Isla San Lucas y Tivives; la deforestación en Cerro Morro, dentro del Parque Nacional Marino Las Baulas; el “ecoterrorismo” manifestado a través de incendios, amenazas y problemas de cacería y droga ilícitos dentro de los parques; y un Proyecto de Ley sobre Áreas Silvestres Protegidas sin claridad en las implicaciones de conceptos básicos por lo que podría continuar favoreciendo actividades humanas que no son sustentables, ni en el espacio, ni en el tiempo. En agricultura: el incremento en el uso de 12

agroquímicos insustentables (del grupo de los “12 del patíbulo ”) poco o nada biodegradables con magnificación biológica; la viabilidad ambiental a piñeras y los problemas con la mosca de la Piña; los problemas derivados de la forma en que se siembra o se cosecha el Banano, la Caña y muchos otros cultivos y de los transgénicos.

Por ejemplo,

entre 1997 y el 2005 la tasa media de crecimiento de la agricultura

transgénica fue una vez y un tercio la tasa de crecimiento medio de la agricultura orgánica, así el crecimiento neto de la agricultura orgánica en este período fue de 1,5 veces y la de la transgénica de 6 veces (la primera pasó de 6.330 a 9.539 has. y la segunda de 161 a 967,8 has); felizmente el tamaño de área ocupada por la última aún es bastante menor. En el agua: los conflictos con el agua en Guanacaste, recién visibilizados con fuerza debido a las luchas dadas Sardinal en el 2009; el que sólo un 3% de las aguas vertidas sean tratadas (muchos ríos, especialmente en la Gran Área Metropolitana, no son más que grandes basureros); el exceso de 12

Pesticidas de altísima morbilidad, conocidos en inglés como dirty dozen o POP (pesticide organic pollutant) y “sopa tóxica” en español, cientos de veces más potentes y letales que el cianuro, desarrollados como armas de destrucción masiva para la 2da Guerra Mundial, volúmenes menores que una gota pueden afectar directamente a las neuronas y al ADN; hoy, están prohibidos en la mayoría de los países, pero se continúan fabricando. Más información en www.pops.int y en Robert y Thanos (2003).

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tanques sépticos en Heredia sin suelo que respire; el nada o muy poco aprovechamiento de agua de lluvia en zonas urbanas. En cuanto a Decretos: el desarrollo obras de construcción en pendientes de hasta un 75% (con mayores riesgos aún en costas, zonas de laderas cerca de poblados y suelos vulnerables); el alza de la moratoria en la minería a cielo abierto, mas la resolución de dar vía rápida al caso de Las Crucitas con conveniencia nacional que permite la corta de bosque; el decretar a Puerto Viejo de Limón como área urbana para poder crear una marina gigantesca; la eliminación del tren desde hace años, para irlo reabriendo a cuenta gotas, con enorme gasto de materiales en mantenimiento de carreteras por el paso de tráileres y furgones excesivamente pesados y además una tremenda dependencia de los combustibles fósiles; y el obviamiento del Convenio OIT-169 (consulta a pueblos indígenas) para ratificar el Tratado de Libre Comercio. Por su parte, en cuanto a situaciones insustentables que agudizan tal problemática socioambiental cuentan: el desarrollo inmobiliario en Osa, el desarrollo turístico masivo en Guanacaste; el control de las entidades encargadas de dar viabilidad ambiental (SETENA), por ejemplo con el caso del Estadio Nacional en construcción en negociación con China; los problemas marino-costeros mantenidos a la vista del gobierno como el aleteo de tiburón, la cocaína en tiburones y la desaparición de pescadores en la Costa Pacífica; los desalojos injustos en zonas costeras y rurales (Costa de Pájaros y Dominical); las granjas de atún en el Golfo Dulce; el Proyecto Hidroeléctrico Boruca (ahora llamado Díquis); las carreteras privadas (Autopistas del Sol) con poco control ambiental y fomento de la injusticia social; el caso de ALTERRA en el aeropuerto; el porcentaje de deforestación pasada muy elevada y la pretensión “oficial” de que al haberla disminuido (en parte porque queda mucho menos que deforestar) ahora los bosques están “muy bien”; los varios casos reforestación urbana mal implementada al amparo de la delincuencia urbana; los cables aéreos que prevalecen en importancia sobre árboles en zonas urbanas; el mínimo porcentaje de reciclaje de desechos sólidos y tecnológicos; el fomento de las canchas de fútbol sintéticas; la poca regulación a las fast food con ofertas de “coma todo lo que pueda” y sin regulación alguna por parte de las autoridades de salud y hasta el nivel de radiación en partes urbanas. Cualquiera diría que debido a tal panorama poco alentador, todavía estamos en la era de la naturaleza reducida a “recurso”, pero debido a que existen ahora muchas herramientas que permiten a las personas darse cuenta de lo que está pasando y ejecutar acciones al respecto, es que se deduce que hemos entrado en una fase de transición hacia una nueva era. La internet y las TICs (tecnologías de la información y la comunicación) son poderosas herramientas que contribuyen a amortiguar el impacto de la prensa convencional y de las posiciones del oficialismo que confunden y mal informan.

Por su parte, los movimientos sociales por el

ambiente han continuado al nivel local e incluso nacional (véase Anexo I).

Al respecto, los dos grandes

movimientos que lograron una aglutinación al nivel nacional dentro de este periodo transicional fueron las luchas del COMBO contra el ICE al 2000, y contra el TLC (Tratado de Libre Comercio) en el 2007. Este último derivó en que algunos “comités patrióticos” continuaran sus luchas, fuera como “Kioskos ambientales” o de otras maneras. Solamente falta que se “teja la red”. Hoy, más que nunca las personas en el país están conscientes de la problemática socio-ambiental, lo cual fue experimentado recientemente en un taller en la región del Pacífico Norte en noviembre del 2009 (Carbonell y Torrealba 2009) donde asistieron líderes de la zona y se evidenció que muchos, sino todos, desean que la situación mejore y tienen una posición crítica contra las decisiones poco acertadas e insustentables del gobierno. hay cada vez más y más activismos locales y

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luchas que buscan fomentar cambios por y para mejorar, aunque la posición oficial empuja cada vez más a usar como “recurso vendible” a la naturaleza que aún nos queda. A su vez, contradictoriamente existen, acciones fomentadas total o parcialmente por el gobierno que tienden a mejorar la situación ambiental, como los programas: Bandera Azul Ecológica, Pago de Servicios Ambientales y Fomento al ahorro energético (mediado por la polémica iniciativa “Paz con la Naturaleza”) y, aunque con mucho menor impacto que antes, subsisten los COVIRENAS (Comités de Vigilancia de los Recursos Naturales).

Asimismo, cada vez más hay personas que han decidido promover programas de

permacultura, agricultura orgánica y biodinámica, o refugios de vida silvestre, privados o mixtos, o programas de un turismo responsable cultural, social y ambientalmente (Luna Nueva, Verdenergía, Armonía Ambiental y Punta Islita). Desde el año 2009 se impulsa el programa “Ambientados” que busca de promover un mayor reciclaje de desechos sólidos al nivel urbano y las universidades y mypimes (micro, pequeñas y medianas empresas) privadas cada vez más ofrecen alternativas de usos energéticos alternativos (cocinas y calentadores solares, por ejemplo). Además, cada vez es más frecuente la presencia de arquitectura pasiva, de bajo consumo energético y bioclimática. Por eso, aunque sigamos arriesgando nuestra resiliencia, se nota que hay más conciencia para entender los impactos sociales, económicos, políticos y ambientales e incipientemente una minoría sustancial empieza a ver la conexión entre los múltiples sistemas del planeta. Para que se den las transformaciones no hace falta una mayoría, sino una minoría sustancial lo suficientemente informada, decidida y conectada, con las suficientes herramientas y poder que les permitan forjar un gran cambio. Por eso, es que se piensa que esta fase de transición puede prologarse más allá del 2010, hasta tanto se completen los pasos previamente mencionados.

9- Consideraciones finales Estamos empezando este siglo XXI, con un grupo ínfimo pero sustancial, de una sociedad costarricense que recapacita en retrospectiva , se humaniza, ama a la naturaleza y se hace más consciente de su pertenencia planetaria pero, a la vez, aprende cada día más a reconocer su idiosincrasia, su historia, y la necesidad de repensarse con una mirada integral y holística, por lo que empiezan a gestarse alternativas y propuestas de desarrollo locales amigables con la naturaleza, que permiten recrear una visión alternativa de nuestro desarrollo-conservación y nuestra espiritualidad.

Sin embargo estas nuevas formas de organización se

confrontan fuertemente con la estructura impuesta, y no es de extrañar, la gestación de pequeñas revoluciones locales, en todos los niveles y estratos sociales. Ya la mayoría no duda ni del “cambio climático” ni del poder productivo de una agricultura en verdad “verde” (sin químicos residuales); en los 1970s y 1980s estos temas eran vistos como muy alejados de la realidad o simplemente no se les creía por una diversidad de razones. Como dicen la historiadora Isabel Avendaño-Flores (2005) y el filósofo Robert Frodeman (2008): “La opinión de los costarricenses es que se encarcele a quien contamina y atenta contra el ambiente y que la cacería furtiva, la tala ilegal y los incendios forestales son las principales amenazas contra las áreas silvestres protegidas y que se dé una efectiva consolidación de los corredores biológicos como puentes para la conectividad genética de especies y el paso de grandes mamíferos, entre otros. No sólo peligra la biodiversidad en Costa Rica, sino la Mesoamericana, regiones consideradas mundialmente megadiversas”. (Avendaño-Flores, 2005: 67).

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“El cambio evolutivo casi siempre viene desde la periferia más que del centro, desde sitios aislados donde los avances evolutivos pueden desarrollarse sin ser sobrepasados por el status quo. Sólo más tarde introducen sus innovaciones en la corriente establecida”. (Frodeman, 2008: 112). De acuerdo a este último autor dos paradigmas dominantes para confrontar los problemas sociales y, añadiríamos, ambientales, han sido el mercado y el conocimiento tecno-científico, pero estos se enseñan de una manera que nos induce a ir contra nuestros valores ancestrales e incluso contra lo que dicta nuestra propia intuición como amplía Hargrove (2008), quien aduce que, de una cierta forma, se condiciona la forma como pensamos y se nos despoja de las herramientas esenciales para poder responder de forma apropiada y con la celeridad necesaria ante la gran problemática actual. Otro autor, el sociólogo y abogado John Saxe, piensa que es más bien una crisis civilizatoria supra-liminal lo que nos induce a quedarnos relativamente en stand-by debido a que los problemas actuales son tan grandes que nuestro cerebro colapsa y no ve la realidad impidiéndonos actuar en grupo.

Asimismo el educador, Edgar Morin, lo ha llamado la “ceguera del

conocimiento” y una “ciencia sin conciencia”.

Un colega filósofo indica que estamos incapacitados o

inhabilitados para pensar, una colega psicóloga ve que el peso del marketing y de las propagandas a través de los medios hace un “lavado cerebral” que difícilmente podría ser efectivamente contrarrestado por la educación actual, habría que cambiarla. Otros (Torrealba y Carbonell, 2008) pensamos que ha existido un proceso de “aprender a no aprender” por lo cual no vemos claramente lo que está sucediendo y por ello, no tomamos como humanidad que se visibiliza presente aún en el futuro- las cartas que debemos tomar, ni ejecutamos los pasos imprescindibles en dirección de la sustentabilidad. Los ejemplos pudieran continuar en diversas ramas, sean cuales fueran, pero solamente la transdisciplinariedad aunada a una educación diferente que apunte a un cambio radical en los valores logrará combatir los desafíos planteados por los autores anteriores; una historia ambiental propia y regional posee tal capacidad, la capacidad de trascender y llegar a ser verdaderamente transdisciplinaria, aunque no es algo necesariamente dado por hecho, ni fácil. Con todo y esto, ello no sería suficiente. Nos haría falta, además, un cambio radical al nivel del sistema político y económico, para lo cual la economía ecológica endógena con toda probabilidad nos podría ayudar. Ambas, constituyen partes cruciales de la la CIA –Sur (nuestra plataforma de Conservación Integral Alternativa desde el sur), donde ya no hablamos de conservación biológica, ni de la biodiversidad, sino de conservación bio-cultural, o, si se prefiere, un cambio por una mejora perdurable del ser (“desarrollo”) sobre la base de una conservación bio-cultural. Al final sólo resta decir que, de acuerdo a la CIA-Sur, la historia ambiental es el duchicelam que nos podría permitir visualizar las diferentes opciones que tenemos en el futuro. Duchicelam (historia, del quichua) es la historia representada por el piso ecológico, una historia que vincula, proyecta y vislumbra la existencia de un tronco ancestral común. Una historia rescatada y renovada en el día a día, la cual ve los cambios de un grupo y su estructura social-comunitaria a lo largo del tiempo dentro del espacio ecológico o kaklavetzá (región, del cabecar). Kaklavetzá es el bienestar de las personas junto con su ambiente en un espacio geográfico-temporal: Ecosistemas y bienestar humano unidos en una interrelación de reciprocidad y respeto. Espero que este documento haya contribuido a visibilizar que otro estilo de conservación-desarrollo es no sólo posible, sino que ya está en gestación (aunque sea aún bastante incipiente y el mismo esté sujeto a una

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cantidad nada despreciable de incertidumbre en medio de un empuje aún pujante del poder neoliberal, por lo cual la fase de transición de la etapa III bien podría alargarse años más allá del 2010) y que el mismo deviene de lograr percibir adecuadamente la interacción entre sistemas humanos y naturales y entender tanto el papel de los sistemas naturales en el transcurrir del tiempo histórico de la humanidad, como el de percibir los sistemas humanos en el transcurrir del tiempo ecológico de la naturaleza.

Agradecimientos: Al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT) de Costa Rica por haber financiado parcialmente mi investigación de Tesis Doctoral.

Al Dr. Liberio Victorino, de la Universidad

Autónoma de Chapingo, México, por haberme motivado y apoyado en la búsqueda de perspectivas innovadoras de investigación dentro del campo sociológico. A la ONG-Meralvis (Mejorando al desarrollo rural a través de la conservación de la vida silvestre), donde tuve la oportunidad de ejecutar diversas investigaciones de fuerte sustento en campo las cuales me permitieron obtener una perspectiva distinta de la conservación, del desarrollo y del rol de la historia. En especial, a Fabricio Carbonell, compañero fiel y forjador de publicaciones conjuntas en numerosos artículos; sus aportes, detalles minuciosos y puntos de vista críticos con un gran nivel de profesionalismo, contribuyeron a enriquecer enormemente este documento. A la Universidad de Costa Rica, en especial a la Sede del Pacífico y al Centro de Investigaciones Históricas de América Central, a los Doctores Patricia Clare, Anthony Goebel y Juan José Marín, por haber facilitado una perspectiva interdisciplinaria en un campo usualmente humanista, reservado para científicos sociales.

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Anexos ANEXO I: Manifiesto público en defensa de la naturaleza del 5 de Junio del 2009. MANIFIESTO PUBLICO EN DEFENSA DE LA NATURALEZA Las organizaciones ecologistas, entidades y programas académicos de Costa Rica, personalidades políticas, y demás personas vinculadas a la defensa del medioambiente que suscribimos el presente MANIFIESTO, NOS UNIMOS A LAS CELEBRACIONES del Día Mundial del Medioambiente, y felicitamos a las entidades de Gobierno e instituciones públicas del Estado así como a las empresas privadas que concurrieron en el día de ayer, 5 de junio, a esta celebración mundial en diversos campos pagados y actos públicos; LLAMAMOS DE INMEDIATO la atención de la opinión pública nacional e internacional sobre la contradicción existente entre el discurso oficial de las autoridades costarricenses y la falta de política nacional para mitigar los efectos del grave deterioro que sufre el medioambiente en suelo nacional, así como la inoperancia del Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) y sus dependencias técnicas como la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (SETENA), en su función tutelar de velar por un ambiente sano y ecológicamente equilibrado. SEÑALAMOS que este deterioro tiende a empeorarse pese a los loables discursos del Gobierno del Presidente Oscar Arias Sánchez y su Ministro del Ambiente y Energía, Roberto Dobles, en favor de la naturaleza y del medioambiente (pero parciales, enfocados esencialmente hacia el exterior, tales como la iniciativa “Paz con la Naturaleza”, la Propuesta “Hacia la Carbono Neutralidad”, o la Propuesta de Unión Internacional en defensa de los Bosques Tropicales). ADVERTIMOS en particular: - de la seria amenaza que significan los proyectos que intentan ubicarse en varios de los lugares de mayor riqueza natural de nuestro país como lo son Puerto Viejo de Limón, el Golfo Dulce o la Península de Osa - de la amenaza que algunos proyectos de polos de atracción turística aledaños al Volcán Barva significan para las reservas de agua que alimentan el Valle Central y del respeto absoluto que el Estado debe imponer a la Zona de Reserva creada por nuestros visionarios antepasados en 1888 (Decreto-Ley LXV) - del repentino aumento de proyectos de marinas tendientes a afectar seriamente los ecosistemas costeros, en particular las más de 20 iniciativas en la costa del Océano Pacífico y los dos proyectos de marina que se pretende construir en la costa caribeña, en zonas aledañas a arrecifes coralinos; - de la falta de voluntad del MINAE de proceder en forma acelerada con la nacionalización del Parque Nacional Marino las Baulas y la protección de sus terrenos de construcciones aledañas, tal como lo ordenó la Sala Constitucional al MINAE (Voto Número 08-007549) - de los severos riesgos que conlleva la actual serie de Decretos Ejecutivos relativos a la suspensión a moratorias existentes y debidamente fundamentadas tales como en materia de exploración petrolífera en la costa caribeña y de minería a cielo abierto en San Carlos y en Miramar; - de la ineficacia de las sanciones previstas por la Ley de Pesca y Acuicultura por la pesca ilegal (en particular el aleteo de tiburón y pesca de arrastre del camarón) en las aguas sometidas a la jurisdicción costarricenses y en áreas protegidas cómo la isla del Coco, como quedó al descubierto con el barco atunero Tiuna a inicios del año; - del serio atraso en la tramitación del proyecto de Ley del Recurso Hídrico (expediente 14.585) a pesar de su extrema urgencia para el país, y del abandono del principio de gestión integral del recurso hídrico, conforme lo dispone el decreto 32868 del año 2005, en espera de la vigencia de una nueva ley de aguas. - de la falta de voluntad del MINAE de ejercer sus tareas en materia de evaluación y control ambiental, claramente evidenciada en el último informe de la Contraloría General de la República (CGR, 2007) al señalar una subejecución del 44% en este rubro por parte del MINAE en el presupuesto asignado para este fin en el 2007 - de los distintos intentos de modificar la normativa ambiental mediante Decretos Ejecutivos, en particular: a) la reducción del área del Refugio de Vida Silvestre Gandoca Manzanillo y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Isla San Lucas a los que se le aumenta el área marina pero se le disminuye notablemente el área terrestre (Decretos 30.043 MINAE y 34282-MINAE); b) las directrices generales de ordenamiento territorial y del Plan Regional Urbano de la región Chorotega, que favorece un desarrollo inmobiliario masivo en Guanacaste en vez de contenerlo (Decreto 34456 MP-MIVAH-TUR-MINAE-COM) c) la reforma al Plan Regional de Desarrollo urbano de la GAM (Decreto 33.757-MP-MIVAH-MINAE que fragiliza considerablemente el cordón de contención de la GAM; d) la reforma al Reglamento de procedimientos del Tribunal Ambiental Administrativo donde el acceso al expediente administrativo se ve limitado a las partes y a sus representantes legales, en abierta violación a los más elementales principios del Convenio de Aarhus (Decreto 34.136 MINAE). PEDIMOS al Gobierno, entre otras cosas: DESARROLLO COSTERO: Una suspensión de proyectos de residenciales y hoteles de lujo con gran capacidad en Guanacaste y en el Pacífico Central mientras no se reordene desde el punto de vista de la sostenibilidad ambiental las recientes modificaciones a las regulaciones hechas por el Gobierno del Presidente Arias Sánchez, y reforzar la prohibición de construcción de marinas y atracaderos en

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zonas de reservas biológicas, manglares y parques nacionales." DESARROLLO URBANO: la derogación del Decreto 33757 que amplía la línea del área de construcción en la GAM a 100 y 200 metros, el cual se encuentra impugnado en la Sala Constitucional desde su emisión (expediente 07-011509-0007-CO). MINERIA A CIELO ABIERTO: la revocatoria sine die de la suspensión de la moratoria en materia de minería a cielo abierto (Decreto R-217-2008 MINAE) RECURSO HÍDRICO: la puesta en conocimiento sin más tardar en la Asamblea Legislativa y agilización del Expediente 14.585 y enmendar el reciente texto propuesto por el MINAE el pasado 9 de mayo del 2008 sobre el recurso hídrico, para que se incluya nuevamente el principio fundamental del reconocimiento del acceso al agua como un derecho humano, asi como la participación real de los usuarios en la toma de decisiones y la prohibición de privatización del servicio de acueducto. PLANTACIONES DE PIÑA: - el establecimiento inmediato de una moratoria sobre nuevas extensiones de plantaciones dedicadas a la producción de la piña en zonas de alta biodiversidad como Sarapiqui, Guácimo, Siquirres, San Carlos y de alta precipitación (San Carlos), dada la alta contaminación y profunda erosión que causa este tipo de producción. - la investigación por parte de un órgano en el que estén debidamente representadas entidades públicas y de la sociedad civil de las condiciones sanitarias, laborales a las cuáles están expuestos los trabajadores de las piñeras, según se desprende de varias entidades internacionales no gubernamentales (OXFAM en particular) así como un estudio sobre la afectación de los mantos acuíferos situados en las cercanías de los piñales por parte de SENARA LEY DE PESCA: Reforma a la Ley de Pesca y Acuicultura de forma tal que la pesca ilegal en las Áreas Marinas Protegidas de Costa Rica sea severamente castigada, así como una Reforma a la Ley de creación del INCOPESCA que elimine el claro conflicto de intereses que existe a la hora de decidir de sanciones por la pesca ilegal REFORZAMIENTO DEL TRIBUNAL AMBIENTAL: El reforzamiento del Tribunal Ambiental Administrativo a fin de que cumpla eficientemente con el trabajo que viene desarrollando con las “Barridas Ambientales”, en las zonas costeras del país UNA INVESTIGACIÓN inmediata y profunda por parte del Ministerio Público de las amenazas de muerte recibidas por los magistrados del Tribunal Ambiental por aplicar la normativa ambiental que se sustenta en la misma Constitución y las Leyes de Costa Rica. CONCLUIMOS el presente Manifiesto expresando nuestro profundo malestar por tener que acudir a la opinión pública nacional e internacional para alertar del agravado deterioro de la situación ambiental costarricense, lo cual está ineludiblemente afectando nuestro país en su conjunto, muchas de sus comunidades rurales, así como su prodigiosa biodiversidad, pero también la credibilidad internacional y el tradicional compromiso de Costa Rica en favor del desarrollo sostenible. ENTIDADES, PROGRAMAS Y PERSONAS FIRMANTES: Academia Costarricense de Derecho Ambiental (ADA) - Acueducto de Concepción de Naranjo - Asociación ambientalista de Siquirres Asociación Palmareña para la Recuperación del Ambiente (APRA) - Asociación Terra Nostra - Asociación Pro Fomento Ambiental de San Juan (APROFOA), Ciudad Quesada - Asociación Proyectos alternativos para el Desarrollo social (PROAL) - Asociación pro Conservación y Defensa de los Recursos Naturales y Culturales de la Provincia de Guanacaste - Asociación de Damas Amigas del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste - Centro de Derecho Ambiental y de los Recursos Naturales (CEDARENA) - Confraternidad Guanacasteca - Comité Bandera Azul Ecológica de San Miguel - Federación Costarricense para la Conservación del Ambiente (FECON) Fundación Nicoyagua, Comisión para el manejo integral de las Cuencas Potrero–Caimital - Justicia para la Naturaleza - Maestría en Legislación Ambiental, Universidad para la Cooperación Internacional (UCI) - Movimiento de Agricultura Orgánica Costarricense MAOCO Programa de Educación Ambiental, Fundación Tropical Sierra, Refugio de Vida Silvestre Cerro Dantas - Programa Institucional de la Península de Osa-Golfo Dulce (PIOSA), UCR - Pastoral Social Diócesis de Tilarán - Periódico ambientalista Opinión Ambiental - Programa Restauración Tortugas Marinas (PRETOMA) - Unión Norte por la Vida, San Carlos - WIDECAST / Programa de Conservación de Tortugas del Caribe Sur PERSONAS: María de Jesús ARIAS ANDRÉS, Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET), UNA - Xinia ALVARADO ZELEDÓN, Directora, Escuela Tecnologías en Salud, UCR - Guiselle ALVARADO RETANA, Profesora, Centro de Investigaciones Agronómicas (CEA), UCR - Yamileth ASTORGA ESPELETA, Coordinadora Programa de Gestión Ambiental Integral -ProGAI, Centro de Investigación en Contaminación Ambiental -CICA, UCR - Nicolás BOEGLIN, Profesor universitario, Miembro de la Comisión de Derecho Ambiental en Costa Rica de la UICN - Noemi MARGARITA CANET , Ex Presidenta del Colegio de Biólogos de Costa Rica - Gerardo CORTÉS MUÑOZ, Coordinador, Programa Institucional de la Península de Osa-Golfo Dulce, UCR - Alvaro FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Investigador del Observatorio del Desarrollo y del PROGAI/CICA, UCR - José María VILLALTA FLORÉZ-ESTRADA, ecologista y abogado, presentador del Programa Era Verde del Canal 15 de la UCR (…) SIGUEN….

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