Ética de un Comunicador para el Desarrollo: ¿Límites para una Comunicación Intercultural?

June 15, 2017 | Autor: Enrique Espejo | Categoría: Comunicacion Para El Desarrollo, Comunicación Intercultural
Share Embed


Descripción

Pontificia Universidad Católica del Perú Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación Curso: Deontología de la Comunicación Horario: 0207 Profesor: Víctor Casallo Mesias Alumno: Enrique Espejo Centeno (20122419)

Ética de un Comunicador para el Desarrollo: ¿Límites para una Comunicación Intercultural?

¿Qué es un comunicador para el desarrollo?, ¿a qué se dedica? Estas son, quizás, algunas de las preguntas que muchas personas pueden hacerse al enterarse de la existencia de esta especialidad inscrita en el campo de las Ciencias de la Comunicación. Un comunicador para el Desarrollo es aquel profesional que utiliza a la comunicación como herramienta para establecer vínculos entre interlocutores que se ponen de acuerdo (concertan) sobre cómo alcanzar el bien común. El trabajo del comunicador para el desarrollo consiste en identificar esos elementos subjetivos que moldean las interacciones, las relaciones humanas; comprender su funcionamiento y dificultades; y proponer mecanismos para mejorarlas, en diálogo con la cultura y el entorno, en función del bienestar de las personas y, a su vez, de la mejor convivencia. Augusto Hortal, en su libro “Ética general de las profesiones”, habla del principio de beneficencia que toda profesión debe tener y la define como el “hacer bien una actividad y hacer bien a otros mediante una actividad bien hecha” (2002: 116). En el caso de esta especialidad, el bien intrínseco de un comunicador o comunicadora para el desarrollo sería, justamente a partir de lo ya mencionado acerca de su labor, utilizar la comunicación para llegar a 1

concesos mediante un proceso intersubjetivo entre distintos actores sociales para contribuir al bienestar y a una mejor calidad de vida de las personas. Una de las principales funciones del comunicador para el desarrollo es dialogar con las comunidades y ser una especie de mediador para que los pobladores de dichas comunidades fomenten su propio desarrollo. Pues bien, el Consorcio para el Cambio Social señala que “los proyectos de desarrollo son más sostenibles y efectivos cuando los ciudadanos que son afectados por la desigualdad social, adquieren la confianza y las destrezas que les permiten participar, administrar y controlar los procesos, herramientas y contenidos de la comunicación” (2003). Es decir, la rentabilidad de la comunicación radica en el fortalecimiento de las propias capacidades de los agentes con los que se trabaja en los proyectos de desarrollo. Precisamente, aquí entra el factor comunicación interculturalidad que apuesta por una “comunicación ideal que implica ciertas cualidades que todos los involucrados deben desarrollar como son: la sensibilidad a las diferencias culturales, el aprecio de las mismas, tolerancia ante una comunicación que puede resultar confusa, una predisposición para manejar lo inesperado, flexibilidad para cambiar y adoptar alternativas y expectativas” (Canalé 2008: 33). Por supuesto, es obvio que estás cualidades no se pueden desarrollar de la noche a la mañana y conlleva esfuerzo, incluso, práctica. Ahora bien, continuando en el marco de la comunicación intercultural, si, por ejemplo, un comunicador es asignado en su labor profesional de ir a una comunidad determinada, y diseñar, ejecutar y evaluar un proyecto de desarrollo; lo primero que debe de hacer en ese lugar es interactuar con los pobladores de dicha comunidad. El comunicador para el desarrollo, luego de conversar con los pobladores con la finalidad de ir conociéndolos poco a poco, empieza a tener más confianza con ellos y decide explicarles/ informales –según lo que está dentro de lo que respecta a su labor profesional– acerca del proyecto que piensa aplicar (qué ventajas podría

2

generar, qué desventajas podrían haber, cuánto tiempo durará el proyecto, etc.). Es ahí cuando el comunicador para el desarrollo trata de utilizar un lenguaje claro y que considera lo suficientemente adecuado para que los pobladores de dicha comunidad puedan entenderlo cuando él les quiere comunicar sobre procesos de planificación estratégica, gestión de recursos naturales y bienes materiales, sostenibilidad, entre otros, que necesitan ellos conocer para que puedan entender el porqué de dicho proyecto en su comunidad, así como la manera en que ellos mismos puedan contribuir a su propio desarrollo o bienestar. Pues bien, como ya se había mencionado antes, el comunicador para el desarrollo cumple con el principio de beneficencia según Hortal. Todo parece que está bien. Sin embargo, ¿qué pasaría si después de que el comunicador para el desarrollo trata de explicarles en un lenguaje que él considera claro y que piensa que los pobladores lo van a entender, pero ellos no terminan entendiéndole qué significa, por ejemplo, planificación estratégica (misión, visión, metas, indicadores), gestión de recursos naturales y bienes materiales, sostenibilidad, etc.? ¿Y qué pasaría si el comunicador vuelve a tratar y les habla en un lenguaje mucho más claro y ellos aun así no terminan entendiendo a lo que se refiere con dichos términos? Por lo tanto, podamos reflexionar en torno a la labor del comunicador para el desarrollo en dicho caso lo siguiente: ¿Basta con qué yo le dé a la persona toda la información de manera “clara” según lo que yo entiendo qué es “claro”?, ¿qué precaución debería tener un comunicador para el desarrollo al momento de hablar con una población y explicarle un proyecto de información? Entonces, en ese caso, estaríamos ante un problema ético del comunicador, dado que ¿él podría llegar hasta el punto de explicarles en un lenguaje tan similar al que se usa para entablar una conversación con un infante o niño pequeño? Asimismo, podemos preguntarnos también si es, quizás, la culpa es solo del comunicador o si esto trasciende y compete también al gobierno 3

local y/o regional en la que se encuentra dicha comunidad localizada con respecto al nivel de educación brindada. A partir de todo lo mencionado, se hace visible la siguiente problemática: ¿hasta qué límite puede un comunicador para el desarrollo, en el marco de la comunicación intercultural, acercarse a un “otro”? Por lo tanto, se pone en juego dicho principio de beneficencia ya mencionado con el principio de autonomía en el que autores como Echaniz y Pagola la definen como el hecho de que “un acto es auténtico cuando es coherente con el sistema de valores, los principios y las actitudes generales que una persona ha asumido, de forma consciente, en su proyecto de vida” (2004: 81). En este caso, el comunicador para el desarrollo cumple, efectivamente, con el bien intrínseco que le compete al ejercicio de su profesión y este es el de vincularse intersubjetivamente y tratar de fomentar el bienestar de las personas; sin embargo, él termina cayendo en un dilema tras no saber si utilizar o no un lenguaje sumamente básico, simple –por no decir casi infantil– para hacer entender a los pobladores la comunidades, quienes comparten la misma lengua con él, sobre los ámbitos que él espera que ellos conozcan para ejecutar el proyecto de desarrollo pensado. Ahora bien, es fundamental centrarse un momento en el ámbito de la acción comunicativa; es decir, esa facultad inherente a todo ser humano y que es el medio por excelencia de nuestro propio desarrollo como seres vivos. ¿Por qué su importancia? Pues, Jürgen Habermas, filósofo alemán, sostiene en torno a la relevancia social que tiene la comunicación lo siguiente: “El carácter cooperativo que tiene las argumentaciones la pugna por el mejor argumento se explica por la finalidad o la función que son constitutivas de este juego de lenguaje: los participantes quieren convencerse recíprocamente. En la medida que siguen su acción comunicativa cotidiana en el nivel reflexivo de pretensiones de validez tematizadas, los participantes se orientan siempre por el objetivo del entendimiento, ya que un proponente sólo puede ganar el juego si convence a su oponente de la legitimidad de su pretensión de validez. La aceptabilidad racional del enunciado correspondiente se fundamenta en la fuerza de convicción del mejor argumento. Sobre esta cuestión, sobre la cuál los argumentos es más convincente, no decide el discernimiento privado, si no 4

las tomas de posición fundadas en el acuerdo racionalmente motivado de todos aquellos que participan en la práctica pública del intercambio de razones (2002: 54-55).

Lo que quiere decir el autor mencionado es, básicamente, que la importancia de la comunicación no radica en el resultado al que se llega, sino en el proceso del acto comunicativo. Ello se explica cuando, por ejemplo, uno trata de convencer a otra persona de que tiene la razón sobre algo y para ello esta persona presupone que la otra persona va a estar o no de acuerdo a lo que él argumente. Para ello, es importante llegar al entendimiento mutuo. Entonces, Habermas estaría de acuerdo con que la comunicación es posible gracias a esta facultad universal que tiene el ser humano y que trasciende todo ámbito cultural: la de poder comunicarnos racionalmente, la de accionar comunicativamente. En contraposición a ello, Stefan Sonderling sostiene que una comunicación que se enfoca al tema del desarrollo no puede concebir un “entendimiento mutuo” entre las partes involucradas, ya que eso sería ilusorio (2008: 782). Lo cierto es que no solo basta con llegar al entendimiento entre ambas partes, sino se debe contribuir a ir más allá y generar un proceso de diálogo de tipo intercultural. Retomando la discusión principal de este ensayo, un comunicador para el desarrollo, dentro de su labor profesional, necesita generar estos diálogos interculturales en los que las partes involucradas se pongan de acuerdo y converjan en acuerdos consensuados. Este profesional de la comunicación, a su vez, debe tener en claro que al plantear un proyecto de desarrollo a una determinada comunidad y “empoderarla” en cuanto a lo técnico del proyecto, viendo su dimensión de asimetría; debe presuponer, de antemano, que dicho poblador o comunidad puede o no terminar entiendo lo que el comunicador para el desarrollo trata de explicarle. Es importante, además, resaltar el hecho de que el comunicador para el desarrollo también debe presuponer que los pobladores de una comunidad pueden o no aceptar ser parte y trabajar en un proyecto de cambio social si así lo quisiesen, pues la idea de que “el supuesto es que todos desean cambiar y ser capaces de cambiar su entorno según sus 5

necesidades” (Airhihenbuwa y Obregón 2008: 798) es solo eso, un supuesto. Lo que se trata de explicar con esto es que un comunicador para el desarrollo no debe imponer sus ideas ni las ideas de la institución u organización con la que trabaja. Se trata más bien, de consultar, comprender las necesidades de la población y llegar a acuerdos en común. En todo caso, una alternativa que se podría proponer a la interrogante principal del presente ensayo sobre el límite que puede llegar un comunicador para el desarrollo para acercarse a un “otro” en el marco de una comunicación intercultural es la que plantean Colin Fraser y Sonia Restrepo en torno a utilizar la comunicación educacional para la adquisición de conocimientos y habilidades para fomentar el cambio. Para ello el contenido educacional de los distintos medios y de la gente especializada, esencialmente utilizando la tecnología audiovisual, es una herramienta de capacitación fundamental que aporta a la comprensión de las personas (2008: 792-793). Finalmente, podríamos seguir preguntándonos de qué manera uno, en su labor profesional, podría acercarse a las personas respetando su autonomía y sin causarles algún prejuicio en su accionar. Desde el punto de vista de la comunicación para el desarrollo, la discusión ya está planteada. Así, este ensayo invita a cuestionarnos dos cosas: la primera, sobre el quehacer del comunicador para el desarrollo y el asunto ético que está detrás de su labor profesional en general; y la segunda, sobre el papel que juega la comunicación dentro de una sociedad que es considerada moderna, democrática, diversa y pluralista.

6

BIBLIOGRAFÍA

AIRHIHENBUWA, Collins O. y Rafael OGREGÓN 2008

“Teorías y modelos de cambio de comportamiento”. En GUMUCIODRAGON, Alfonso y Thomas TUFTE (compiladores).

Antología de

comunicación para el cambio social: lecturas históricas y contemporáneas. New Jersey: Consorcio de Comunicación para el Cambio Social. CANALÉ 2008

“Comunicación intercultural en proyectos de desarrollo”. Canalé: comunicación + desarrollo. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.

CCCS El Consorcio de Comunicación para el Cambio Social. Consulta: 14 de octubre de 2015. http://www.communicationforsocialchange.org/pdf/cfsc_consortium_brochure_spanis h.pdf ECHANIZ, Arantza y Juan PAGOLA 2004

Ética del profesional de la comunicación. Bilbao: Desclée de Brouwer.

FRASER, Collin y Sonia RESTREPO-ESTRADA 2008

“La evolución de la comunicación para el desarrollo”. En GUMUCIODRAGON, Alfonso y Thomas TUFTE (compiladores).

Antología de

comunicación para el cambio social: lecturas históricas y contemporáneas. New Jersey: Consorcio de Comunicación para el Cambio Social. HABERMAS, Jürgen 2002

Acción comunicativa y razón sin trascendencia. Barcelona: Paidós.

7

HORTAL, Augusto 2002

Ética general de las profesiones. Bilbao: Desclée de Brouwer.

SONDERLING, Stefan 2008

“Comunicación de apoyo al desarrollo: ¿un agente de cambio en apoyo a la participación popular o un doble agente de la decepción?”. En GUMUCIODRAGON, Alfonso y Thomas TUFTE (compiladores).

Antología de

comunicación para el cambio social: lecturas históricas y contemporáneas. New Jersey: Consorcio de Comunicación para el Cambio Social.

8

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.